Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Lacan define el complejo como lo que “une en una forma fija un conjunto de
reacciones que pueden interesar a todas las funciones orgánicas desde la
emoción hasta la conducta adaptada al objeto”.
En Lacan el complejo tiene una forma, desarrolla una actividad, en lo cual sigue
fielmente a Freud cuando utilizó por primera vez el complejo en la descripción del
Edipo. La forma representa la realidad diferenciada de una fase dada del
desarrollo emocional y cognoscitivo, la cual vincula de una manera específica al
infante a la estructura familiar. La actividad del complejo se da en la
reactualización de lo vivido y fijado cuando el individuo se enfrenta a una
objetivación superior de la realidad; en otras palabras, la actividad del complejo
anunciaba lo que sería para Freud el hallazgo más sorprendente en el curso de
su develamiento de lo psíquico, la compulsión de repetición; lo inaudito de la
repetición inagotable de conductas que eternizan el sufrimiento, y apuntan a la
destrucción, le inspiró a Freud la inaudita denominación de instinto de muerte,
inaudita por la flagrante contradicción en los términos que encierra esta
formulación que pretende explicar la muerte definiéndola como instinto. Lacan se
propone resolver dicha contradicción dándole al concepto de complejo todo su
poder esclarecedor, derivado de su configuración estructural.
Lacan inscribe la actividad del complejo en un proceso dialéctico, cuando hay
una carencia en la relación objetiva actual, el complejo llena dicha carencia, pero
crea así un conflicto con lo real, el cual obliga a la búsqueda de una nueva forma
de relación objetiva.
Aunque Freud introdujo el complejo como intrínsecamente inconsciente, las
definiciones que nos da Lacan son tan amplias que no excluyen la posibilidad
“que el sujeto tenga conocimiento de lo que representa” pero reconoce que los
efectos psíquicos en los que interviene, actos fallidos, sueños y síntomas
escapan de un orden de causalidad inscrito en la conciencia. Lacan capta el
impasse a que puede conducir la oposición entre consciente e inconsciente, que
Freud resolverá con la invención de un nuevo concepto, el de imago, que da
cuenta de lo paradójico de una “representación inconsciente”. El complejo seria
así una representación inc, designada con el nombre de imago y la familia seria
el lugar fundamental de los complejos más estables y más típicos. Los complejos
desempeñan un papel de organizadores en el desarrollo psíquico.
Se propone pues Lacan la tarea de estudiar los complejos, imagos, sentimientos
y creencias “en su relación con la familia y en función de desarrollo psíquico que
organiza desde el infante educado en la familia hasta el adulto que la reproduce”.
Adelanta este trabajo extendiendo el alcance del término a situaciones y
momentos que él llama dialécticos porque se resuelven en progresos del
desarrollo psíquico mediante sublimaciones y objetivaciones cognoscitivas. Nos
presenta Lacan en orden cronológico los siguientes complejos y las imagos
correspondientes: el complejo de destete y la imago del seno materno, el
complejo de intrusión y la imago del semejante; estudia igualmente dentro de este
contexto la fase del espejo, el complejo de Edipo y las
En el complejo del destete, Lacan introduce la idea de que ese complejo por más
que aparentemente se soluciona en el momento en que el niño acepta o no acepta
el destete, no quiere decir que quede solucionado sino que aparece en los
momentos difíciles. Se juega como una crisis vital y crisis psicológica, es un
destete vital, pero también psicológico, y como tal deja una huella imborrable. Por
tanto habrá una vuelta a atrás, a ese situación y a esa crisis, en momentos de
dificultad vital o psicológica muy grande.
La noción de inconsciente es muy difícil de sostener actualmente, pero si se
revisan los estudios de neuropsicología uno se da cuenta de que la memoria es
una memoria corporal que está en las neuronas, en la piel, en la sinapsis, que
aunque uno no sea consciente, en el aparato neurológico están esas huellas. Así
es más fácil entender porqué muchas cosas de las que no somos conscientes se
reactivan, se disparan frente a un evento con el cual están asociadas y por el cual
se forma una cadena neuronal que inmediatamente trae todo el tono emotivo, de
los contenidos de ideas, que tenían esas vivencias.
Cita ejemplos de niños pequeños que se identifican con el otro y pone sus actos a
funcionar a través del otro. Desde aquí se esboza el otro como rival: con actitudes
de alarde, seducción, despotismo; no es un conflicto entre dos individuos sino
entre dos actitudes opuestas y complementarias en cada sujeto. Esta participación
bipolar es constitutiva de la situación misma. Quien es el seductor, quién es el más
sojuzgado? Cada participante confunde la parte del otro con la suya propia y se
identifica con el otro. En este estadio la identificación específica de las conductas
sociales se funda en un sentimiento del otro que posee un valor imaginario.
Dice Lacan: “La imago del otro está ligada a la estructura del cuerpo propio, la
imago del semejante está en función de aquel que tiene una similitud conmigo”.
En los primeros años amor e identificación se confunden.
En la mayoría de los adultos se distingue el objeto de amor del objeto de
identificación, como formas de relacionarse con el otro no así en el primer año
amar a la madre y ser como la madre es la misma cosa. El desarrollo de la vida
afectiva exige que esto se separe y que sean personas distintas aquella con la que
identificó de aquella que es objeto de amor, proceso que debe darse a lo largo de
la vida.
En el caso del hermano hay confusión de las dos relaciones. Siente rabia con
aquel que reconoce como igual. Por eso el celoso, adulto, está mas interesado en
el rival que en la mujer misma que es objeto de los celos, de él está pendiente
cómo es y qué hace. El problema no es con la mujer sino con la relación y con el
interés y la fascinación que despierta ese otro. Siente celos de la persona que él
se enamoraría, no cualquiera despierta celos, no cualquiera es rival, sino que es
alguien que posee unas características que lo hacen digno de ser amado, así sea
imaginario.
El estadio del espejo.
La identificación afectiva es atribuida al complejo de Edipo, sin embargo,
aparecería también antes, en la declinación del destete, o sea al termino de los 6
meses. La imagen especular constituye la realidad del sujeto (una realidad
construida por el otro), otorga un buen símbolo de ella, de su valor afectivo,
ilusorio como la imagen, y de su estructura, reflejo, como ella, de la forma
humana. La percepción de la forma del semejante como unidad mental se
relaciona, en el ser viviente, con un nivel correlativo de inteligencia y sociabilidad.
Las tensiones psíquicas originadas en los meses de prematuro, tiene como
consecuencia un cuerpo incoordinado, despedazado, que se organiza reflejando
las formas del cuerpo que constituyen en cierto modo el modelo de todos los
objetos. La búsqueda de su unidad afectiva da lugar en el sujeto a las formas en
las que se representa su identidad, y la forma más intuitiva de ella está constituida
en esta fase por la imagen especular. Lo que el sujeto saluda en ella (cuando se
mira se saluda) es la unidad mental que le es inherente. Lo que reconoce, es el
IDEAL de la imago del doble (ve lo que vieron de el).
El mundo que caracteriza a esta fase es un mundo narcisista. La unidad que
introduce contribuirá a la formación del yo. Sin embargo, antes que el yo afirme su
identidad, se confunda con esta imagen que lo forma, pero que lo aliena.
Lacan encuentra en el fenómeno de reconocimiento en el espejo una doble
significación: la referente a la realidad del sujeto, de la cual la imagen se
constituye en símbolo y la referente a su valor afectivo ilusorio, ilusión constitutiva
de la relación con el otro, siempre reflejo de la forma humana. Las dos
significaciones desarrollan niveles correlativos de la inteligencia y sociabilidad.
En su descripción Lacan califica la experiencia como “intuición iluminativa...sobre
el fondo de una inhibición atenta, revelación repentina del comportamiento
adaptado (gesto de referencia a cualquier parte del propio cuerpo); después
derroche jubiloso de energía que señala objetivamente el triunfo; esta doble
relación deja entrever el sentimiento de comprensión bajo una forma inefable.”
Si el niño goza descubriendo la unidad proyectada de su cuerpo en el reflejo
especular es porque la incoordinación de sus sistemas de autopercepción lo
inscriben en una vivencia de cuerpo fragmentado, despedazado, que se extiende
al espacio circundante por la torpe motricidad que lo relaciona con él. De ese
mundo del que saca al niño el espejo, nos quedan múltiples vestigios que el
análisis ha revelado, “en las fantasías de desmembramiento, de dislocación del
cuerpo, entre las cuales las de castración no son sino imagen valorizada por un
complejo particular.” El júbilo es por consiguiente anticipación de identidad con el
cuerpo y derivada de tal identidad se da la unidad mental, como triunfo de una
tendencia salvadora que se expresa en un ideal encarnado en el doble, o imago
del semejante.