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DERECHO CIVIL I – PARTE GENERAL

PRIMERA PARTE – INTRODUCCION AL DERECHO CIVIL

BOLILLA I – DERECHO CIVIL

Punto 1

El derecho es definido como el conjunto de normas de conducta humana obligatorias de un


Estado, conformes a la idea de justicia. Su imposición lleva consigo la posibilidad de coerción ante
un incumplimiento.

Punto 2

El derecho positivo, es decir el derecho escrito, se divide en dos grandes grupos:

- PÚBLICO: son las normas jurídicas que regulan las relaciones entre el Estado y los
particulares o entre distintos Estados. Sus ramas son: derecho Constitucional, derecho
Administrativo, derecho Penal, derecho Internacional Público.
- PRIVADO: son las normas jurídicas que regulan las relaciones entre los particulares
(incluso el Estado en carácter de particular). Sus ramas son: derecho Civil, derecho
Comercial, derecho Laboral, derecho Agrario, derecho de la Navegación, etc.

Con la redacción, sanción y aplicación del nuevo Código Civil y Comercial en nuestro país, se abre
un nuevo proceso para el derecho privado. En la nueva legislación se establece en su artículo 1° la
aplicación de la misma conforme a la Constitución Nacional y a los tratados internacionales de
derechos humanos a los cuales la Argentina adhirió. Este proceso se denomina
“constitucionalización del derecho privado” ya que implica la adecuación y la subordinación del
mismo a nuestra ley fundamental. Es un hecho de suma significación si analizamos la estructura de
nuestro ordenamiento jurídico y observamos el rol trascendental que cumple nuestra Constitución
como base y límite para todas las demás normas jurídicas de nuestro ordenamiento.

La supremacía constitucional impone reconocer en la Constitución una fuente de derechos


subjetivos que los habitantes de un país pueden invocar directamente ante los tribunales u otras
autoridades, sin necesidad de una ley que los ponga en ejercicio o los reglamente. Y los tribunales
judiciales pueden despojar de eficacia a las normas inferiores, entre ellas los códigos, cuando sus
soluciones son contradictorias con los principios constitucionales.

Punto 3

El derecho civil tiene sus orígenes en Roma; allí, jus civile significaba el derecho propio de un
pueblo independiente, por oposición a jus gentium, que comprendía las reglas comunes a todos
los pueblos, y a jus naturale, que eran aquellas reglas elementales que derivaban de la naturaleza
misma del hombre.

A medida que el vasto imperio fue asimilando más y más los pueblos conquistados y les concedió
la ciudadanía, el jus civile de Roma fue desalojando a los otros derechos nacionales hasta
convertirse en la ley común de todo el imperio.

A la caída de éste, la expresión jus civile designaba el derecho romano, público y privado. Sin
embargo, poco a poco comenzaron a designar al derecho privado, por oposición al público. Esto se
explica ya que el jus civile comprendía a la vez normas de derecho público y privado, pero a la
caída del imperio, los textos sobre la organización estatal y su administración no tenían ninguna
utilidad. Como consecuencia de ello, los jurisconsultos no acudían a las compilaciones de
Justiniano sino para buscar las reglas de derecho privado; de ahí que, poco a poco, derecho civil
vino a significar derecho privado.

El derecho civil se entiende como el derecho que rige al hombre como tal, sin consideración de sus
actividades o profesiones particulares; que regla sus relaciones con sus semejantes y con el
Estado, cuando éste actúa en su carácter de simple persona jurídica y en tanto esas relaciones
tengan por objeto satisfacer necesidades de carácter genéricamente humano. Nos regula desde
antes de nacer y hasta después de morir.

El derecho civil se ocupa, por consiguiente, del sujeto de derecho, sea la persona humana o la
jurídica; se ocupa, asimismo, de la familia y establece los derechos y obligaciones que nacen del
parentesco; del patrimonio y de la herencia.

Punto 4

El derecho civil ha sido el tronco común del cual se han desprendido las distintas ramas del
derecho privado. Pero esa separación no es total; aquellas ramas no poseen una completa
autonomía ni pueden, por sí solas, resolver todos los problemas jurídicos que se presentan. Es
decir que carecen de integridad y cuando sus normas no prevén un caso dado, es necesario
recurrir al derecho civil.

Antes de la unificación que realiza el nuevo Código Civil y Comercial, el Código de Comercio
vigente establecía, en su artículo I, que “en los casos que no estén especialmente regidos por éste
Código, se aplicarán las disposiciones del Código Civil”. La codificación separada de éstos mismos,
dada en el siglo XIX, se vio justificada en la problemática de adaptación de las instituciones
comerciales a las civiles. Actualmente, todo esto desapareció y benefició la unificación de los
mismos. El antiguo Código de Comercio presentaba muy pocos artículos vigentes materialmente,
la gran mayoría de sus relaciones se regulaba a través de leyes especiales como la Ley de
Sociedades, de Concursos, de Seguros, etc. Dichos microsistemas legislativos siguen vigentes en la
actualidad y, en conjunto con el Nuevo CCyC, reglan las relaciones comerciales de los particulares.
Por tal motivo se dice que la reforma es de carácter parcial.

En cuanto al vínculo del derecho civil con la legislación rural y laboral es muy estrecho ya que éstas
son ramas segregadas recientemente.

De distinto carácter, aunque estrechísima, es la relación que une al derecho civil con el procesal,
cuyo objeto es hacer efectivos los derechos reconocidos por aquel. Se comprende así por qué en la
solución de los problemas procesales está siempre presente la naturaleza y carácter de los
derechos que se pretende hacer valer.

Punto 5

A fines del siglo XIX era sumamente necesaria la sanción de un Código Civil para nuestro país; la
legislación española imperante en América era muy vasta, difusa y contradictoria. Además de
estas complicaciones, había también una razón de nacionalismo jurídico: era preciso afirmar
nuestra independencia política, consumada hacía muchos años, con la independencia legislativa.
Finalmente, la sanción del Código Civil era un instrumento eficacísimo para consolidar la unidad
nacional.

En 1863, el Congreso autoriza al Poder Ejecutivo a designar una comisión redactora del Código
Civil; el presidente Mitre, a través de un decreto presidencial, designa como redactor del código a
Dalmacio Vélez Sarsfield. En agosto de 1869 el proyecto fue enviado al Congreso Nacional, el cual
lo trató a libro cerrado y lo sancionó por ley número 340 en septiembre de aquel año,
estableciendo su entrada en vigencia el 1° de enero de 1871.

El proceso de codificación, que implica la reunión de las leyes vigentes en un cuerpo orgánico, se
dio de manera universal respondiendo a diversas y poderosas causas: la necesidad de ordenar y
simplificar las múltiples normas esparcidas en leyes y costumbres diversas; la conveniencia de
unificar el derecho de un país como medio de asegurar la unidad nacional; y, finalmente, el deseo
de consolidar las grandes reformas que introducen las revoluciones sociales.

El hecho que marca el movimiento de codificación moderno es la aparición del Código Civil
francés, sancionado en 1804, que tuvo una influencia inmediata en la legislación universal. Su
estilo claro y preciso, su método y su coherencia, demostraron palpablemente las ventajas de la
codificación civil sobre el estado anárquico de la legislación anterior; su ejemplo fue seguido por
todos los países modernos.

Los códigos modernos responden a ciertas ideas centrales, a una determinada concepción
filosófica, económica o política, que le confiere unidad a todo el sistema. Solo comprenden una
rama del derecho: el civil, el comercial, el procesal, etc.

En Alemania, Savigny se opuso al avance de la codificación planteando que el derecho era un


producto de la vida social, que se iba formando espontáneamente en la conciencia popular;
sostenía que la codificación traba ese proceso espontáneo y contribuye a cristalizar el derecho,
que deja así de responder a necesidades sociales.

Los defensores de la codificación establecen los siguientes beneficios de la misma: a) confiere


unidad y coherencia a todo el sistema legislativo evitando la anarquía de las leyes dispersas; b)
facilita el conocimiento de la ley y, por consiguiente, su aplicación; c) en países de constitución
federal, como el nuestro, es un eficaz instrumento de la unidad nacional.

El siglo XX dio lugar al inicio de un proceso de “descodificación” en todo el mundo; esto implica
que ciertas materias “salgan” del Código Civil o del Código de Comercio para ser reguladas en
leyes especiales que vienen a constituir “microsistemas legislativos”, pero también conlleva la
pérdida del monopolio, del lugar central, del Código Civil, ya que debe convivir con otras fuentes
de jerarquía incluso superior, como la Constitución Nacional, de la que emanan derechos
subjetivos cuya satisfacción pueden reclamar los particulares.

Existe una corriente de opinión que hace una distinción entre el envejecimiento de los códigos y el
método de codificación en sí. No hay duda que los códigos decimonónicos envejecieron como
consecuencia de los acelerados cambios del siglo XX; pero ello no implica abdicar del método si se
concibe que la codificación es un proceso, un conjunto esencialmente dinámico, al cual
constantemente se incorporan normas nuevas y se desechan las caducas, y que por tanto exige su
revisión permanente. En fin, no parece que pueda ponerse en duda que el método de la
codificación sigue vigente.
La doctrina ha llamado a este proceso, que abarca fenómenos diversos, “recodificación”. Por un
lado, países de tradición codificadora que han renovado total o parcialmente sus códigos. Por otro,
países que aún a mediados del siglo XX no tenían códigos civiles o de comercio, pero que los han
puesto en vigencia en los últimos años como un modo de incorporarse a la economía de mercado,
ratificar su identidad nacional o simplemente mejorar la calidad de la expresión de su sistema
jurídico.

Punto 6

La filosofía del Código Civil de Vélez Sarsfield es de carácter sumamente liberal e individualista,
como lo establecía la coyuntura social, política y económica de la época. Se basaba en la libertad
de las personas para dejar hacer y dejar pasar, frente a una mínima intervención del Estado y
desprotección de los más vulnerables. Además, establecía una desmedida protección a la
propiedad privada.

Los códigos, leyes y obras de doctrina que sirvieron de fuente a Vélez fueron: el derecho romano,
la legislación española y el derecho patrio vigente, como así también las costumbres jurídicas del
país, el Código Civil francés y sus comentarios y el Código brasileño.

Punto 7

Hace casi 50 años se sancionó la ley 17.711 que reformó parcialmente el Código Civil (sólo 167
artículos). Se encargó de revisar y modernizar todas las instituciones civiles. Además, impuso un
cambio de orientación de Código Civil, ya que mutó su filosofía por una de contenido más social
(“solidarista”) preocupada por el ser humano. Ello, explica la incorporación de institutos tales
como el abuso del derecho; el vicio de lesión, el principio de buena fe, etc.

Punto 8

Hubo tres proyectos de reforma integral del Código Civil de Vélez Sarsfield (en 1924, 1936 y 1954),
pero ninguno prosperó legislativamente. Además, hubo dos proyectos de unificación de
obligaciones civiles y comerciales en 1987 y en 1998 (este último, sirvió de base para el CCYC),
pero tampoco se convirtieron en ley.

En esta evolución, también se sancionaron numerosas leyes complementarias sobre diversas


cuestiones (nombre, matrimonio, salud mental, derechos de los pacientes, transplantes de
órganos, habeas data, etc.).

Punto 9

Desde el 1° de agosto de 2015 rige en nuestro país el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación,
aprobado por ley 26994. Las características principales del mismo son las siguientes:

- unifica las obligaciones y contratos civiles y comerciales (como el Proyecto de 1998);

- deroga el Código de Comercio y varias leyes complementarias;

- reduce el articulado a 2671;

- elimina la notas que tenía el viejo Código;

- redacción simple (para que todos comprendan);


Además, presenta nuevos paradigmas en el derecho privado argentino:

- sistema que se basa en principios generales y reglas;

- dialogo de fuentes entre la CN, el derecho privado y el derecho público;

- constitucionalización del derecho privado;

- persona humana concreta, en todas sus facetas, eje del sistema, protectorio de la misma;

- juez protagonista que debe interpretar la ley, conforme a los valores y principios de los Tratados
de Derechos Humanos.

Punto 10

El método del nuevo Código Civil y Comercial cuenta con 1 título preliminar de 18 artículos, que
funciona como la puerta de entrada al Código, y 6 libros: 1° Parte General, 2° Familia, 3° Derechos
Personales, 4° Derechos Reales, 5° Transmisión de derechos por causa de muerte, 5° Disposiciones
comunes a los derechos personales y reales.

En lo que respecta a nuestra materia, el libro primero regula desde el artículo 19 al 400, la “Parte
general” de todo el Código Civil y Comercial, que contiene las normas más generales del derecho
privado que hacen a las personas (Título I y II), los bienes (Título III), los hechos y actos jurídicos
(Título IV) y a la transmisión de los derechos (Título V).

El Código Civil de Vélez Sarsfield no contaba con una Parte General.

BOLILLA II – FUENTES DEL DERECHO CIVIL

Punto 1

Las fuentes del derecho son dónde o cómo nace el derecho vigente en un momento determinado;
es decir, cuales son las formas de producción o creación de las normas jurídicas ligatorias en un
Estado que constituyen su derecho positivo. Se pueden distinguir dos tipos tradicionales de
fuentes: formales y materiales.

Las fuentes FORMALES son aquellas de carácter obligatorio por mandato legislativo: la LEY (fuente
muy importante, pero no la única), la COSTUMBRE y los FALLOS PLENARIOS (caso de
jurisprudencia obligatoria). Mientras que las fuentes MATERIALES son aquellas que no tienen
fuerza obligatoria, pero contribuyen al conocimiento y justificación del derecho: la
JURISPRUDENCIA y la DOCTRINA.

Una de las principales innovaciones del nuevo Código Civil y Comercial es la del “diálogo de
fuentes” en el derecho privado. Esto genera una pluralidad de fuentes, además de la ley.

Según lo establecido en el artículo 1° del título preliminar, los casos regidos por el Código deben
ser resueltos según las leyes que resulten aplicables conformes e interpretadas según la
Constitución Nacional y los Tratados de Derechos Humanos en los cuales la nación forme parte.
Esto implica la consagración de la constitucionalización del derecho privado ya que se incorporan
como fuentes la Constitución Nacional y los Tratados Internacionales de DDHH (derecho
convencional); lo que se refleja en todos los campos, por ejemplo: en materia de derechos
personalísimos o en la capacidad en los que el Código Civil y Comercial “baja” lo dispuesto en las
Convenciones de los Derechos del Niño y de las Personas con Discapacidad. Es decir, que se trata
de temas que se generan en Constituciones y en instrumentos del derecho internacional y, desde
allí, penetran en los códigos transformando los viejos paradigmas.

Por esto decimos que el nuevo Código Civil y Comercial establece una comunidad de principios, un
diálogo de fuentes entre la Constitución Nacional, el derecho privado y el derecho público (por
ejemplo: en materia ambiental y del consumidor o, en la regulación del “abuso de la posición
dominante”, en el que se comunican el art 43 de la Constitución Nacional, la ley de Defensa de la
Competencia y el derecho privado). Antes estaban separados, hoy interactúan en todo el sistema y
en sus diferentes microsistemas. Se ponen de acuerdo y hay comunicabilidad entre ellos.

Según lo establecido en el artículo 3° del nuevo Código Civil y Comercial, se le impone al juez el
deber de resolver mediante una decisión “razonablemente fundada”. Esto quiere decir que debe
ser una decisión argumentada y coherente con todo el sistema, teniendo en cuenta el diálogo de
fuentes. Si es un caso fácil, se resuelve por medio de la deducción de reglas aplicadas al caso
concreto. Si es difícil, acude a la ponderación de principios y valores (ej: conflicto entre derechos
personalísimos: vida/muerte digna; intimidad/libertad de prensa).

Punto 2

La Constitución Nacional y los Tratados Internacionales de Derechos Humanos con jerarquía


constitucional constituyen el bloque de constitucionalidad que, por el principio de supremacía
constitucional, limita y fundamenta el resto del sistema.

Punto 3

La ley es el precepto común, justo, estable y suficientemente promulgado. Justo quiere decir, en
este caso, igualdad de tratamiento de situaciones iguales. Común significa que se trata de una
norma formulada en términos generales, en el sentido de haberse establecido para un número
indeterminado de actos. Suficientemente promulgado hace referencia a que ha de haber sido
establecido por el legislador conforme al mecanismo constitucional. No hay que olvidar, además,
que la ley es obligatoria como uno de sus caracteres principales; la ley no se limita a dar consejos
sino que tiene juridicidad, y ello supone obligatoriedad y sanción si no se respeta esa
obligatoriedad.

Toda ley presenta una estructura lógica en la cual expone un caso concreto y establece su
respectiva sanción.

1- Ley en sentido formal y material

Desde un punto de vista material, ley es toda regla social obligatoria, emanada de autoridad
competente. Mientras que desde un punto de vista formal, se llama ley a toda disposición
sancionada por el Poder Legislativo, de acuerdo con el mecanismo constitucional. En este sentido,
no sólo son leyes las normas de carácter general, obligatorias para todos los habitantes, sino
también ciertos actos de autoridad que carecen del requisito de la generalidad y que a veces se
traducen en un privilegio en favor de determinada persona.

2- Leyes rígidas y flexibles


En las leyes rígidas, el precepto es taxativo y no deja margen para apreciar las circunstancias del
caso concreto ni graduar sus consecuencias. En las leyes flexibles, resultan más o menos
indeterminados los requisitos o los efectos del caso regulado, dejando un cierto margen para
apreciar las circunstancias de hecho y dar al derecho una configuración justa y humana. Esto
sucede, por ejemplo, cuando la ley se refiere a la existencia de “justos motivos” o “grado de
madurez suficiente”, casos en los que la elasticidad está en los supuestos de la norma, en su
hipótesis.

3- Leyes imperativas y supletorias

Las leyes imperativas son las que excluyen o suprimen la voluntad privada, de tal modo que la
regulación que establece se impone a los interesados, los cuales no pueden modificarla ni
sustraerse a sus consecuencias; tal sucede en el ámbito del derecho de familia y de los derechos
reales.

Las leyes supletorias, en cambio, respetan la iniciativa y la voluntad de los particulares,


limitándose a reconocer los efectos de la voluntad o establecer los efectos de una regulación
complementaria para el caso de que esa voluntad no se haya exteriorizado. El ámbito propio de las
leyes supletorias es la materia contractual, donde el principio general es el de la autonomía de la
voluntad de las partes.

4- Ley de orden público

Las leyes de orden público son aquellas que regulan materias que interesan al orden social, o a las
instituciones fundamentales del Estado. Son leyes imperativas, es decir que no pueden ser dejadas
de lado por la voluntad de las partes, con lo cual se define la característica más importante de la
ley de orden público.

Las leyes tienen jerarquía infraconstitucional en el ordenamiento jurídico argentino.

En caso de conflictos de leyes de igual jerarquía, ley nueva deroga a la anterior y ley especial
deroga general. En caso de leyes de distintas jerarquías, ley superior deroga a la anterior.

Punto 4

Según lo establecido en el artículo 4° del Código Civil y Comercial, las leyes son obligatorias para
todos los que habitan el territorio de la República Argentina.

Punto 5

El artículo 5° del Código Civil y Comercial de la Nación expresa que las leyes rigen después del
octavo día de su publicación oficial o desde el día que ellas determinen.

A partir de su entrada en vigencia, las leyes se aplican a las consecuencias de las relaciones y
situaciones jurídicas existentes. Las leyes no tienen efecto retroactivo, sean o no de orden público,
excepto disposición en contrario. La retroactividad establecida por la ley no puede afectar
derechos amparados por garantías constitucionales.

Las nuevas leyes supletorias no son aplicables a los contratos en curso de ejecución, con excepción
de las normas más favorables al consumidor en las relaciones de consumo.

Las leyes tienen vigencia hasta su derogación, la misma puede ser expresa o tácita:
1.- EXPRESA: No ofrece problemas, porque la nueva ley indica, directamente, cuales son los textos
que deroga de la ley anterior (ej: la ley 26994 de aprobación del CCYC dice expresamente las
normas que deroga)

2.- TACITA: es más complicada, porque si bien, la nueva ley es incompatible con la anterior, NO
dice expresamente qué es lo que deroga de la vieja ley.

El modo de contar los intervalos de tiempo en el derecho está regulado en el artículo 6° del Código
Civil y Comercial de la Nación; que establece como se deben contar los plazos de días, horas,
meses y años en las relaciones jurídicas.

Aunque, dispone que la ley o las partes pueden disponer que, el cómputo, se haga de una manera
distinta. Al ser una norma supletoria, solo se aplica ante el silencio de las partes o de una ley
determinada.

Punto 6

La autonomía de la voluntad es el ámbito de libertad reconocido a las personas para el ejercicio de


sus facultades; dentro del cual, lo que se conviene entre sí debe ser obedecido por las partes como
si fuera la ley misma. Ese sería el ámbito de aplicación personal de la ley civil.

Punto 7

Según lo establecido en el artículo 2° de nuestro Código Civil y Comercial, la ley debe ser
interpretada teniendo en cuenta sus palabras, sus finalidades, las leyes análogas, las disposiciones
que surgen de los tratados de derechos humanos y los valores y principios jurídicos, de modo
coherente con todo el ordenamiento.

Punto 8

Los usos y costumbres son repeticiones de conductas por parte de un grupo social, con el
convencimiento de su obligatoriedad. Existen tres tipos de costumbres: secundum legem (según la
ley, es decir, cuando ésta lo permite), praeter legem (integradora de la ley, complementa el vacío
legal) y contra legem (contra la ley).

Presentan dos elementos: el objetivo, que consiste en la repetición de cierta conducta, y el


subjetivo, que sería el convencimiento de su obligatoriedad.

Nuestro Código Civil y Comercial instaura los usos y costumbres como fuentes del derecho
vinculantes, cuando las leyes o los interesados se refieren a ellos, o en situaciones no regladas
legalmente, siempre que no sean contrarios a derecho. Es decir, que nuestro derecho civil
establece como fuente formal la costumbre secundum y praeter legem; mientras que la contra
legem es fuente material.

Punto 9

La jurisprudencia son los fallos de tribunales judiciales que sirven de precedentes a futuros
pronunciamiento. Para que haya jurisprudencia, no es indispensable que los fallos coincidentes
sobre un mismo punto de derecho sean reiterados, a veces una sola sentencia sienta
jurisprudencia; pero, sin duda, una jurisprudencia reiterada y constante es más venerable y tiene
mayor solidez como fuente de derechos y obligaciones.
Existe un mecanismo de unificación jurisprudencial realizada por las Cámaras Nacionales de
Apelaciones, reunidas en tribunales plenarios, que efectúan una interpretación de la ley para
evitar sentencias contradictorias. Las decisiones establecidas por los fallos plenarios serán de
aplicación obligatoria para las salas de la misma cámara y para los jueces de primera instancia
respecto de los cuales la cámara que la pronuncie sea tribunal de alzada. Solo podrá volverse
sobre ella como consecuencia de una nueva sentencia plenaria. Este tipo de jurisprudencia es
fuente formal de derecho ya que es obligatoria para los jueces.

Punto 10

La doctrina es el trabajo intelectual y académico de los juristas, consiste en el cúmulo de tratados,


artículos, opiniones, manuales y obras de los pensadores y filósofos del derecho. Es fuente en
sentido material ya que no tiene vinculación obligatoria pero sí sirve como fuente para los
argumentos en las decisiones judiciales.

Punto 11

Los principios generales del derecho son orientaciones e ideales de política legislativa radicados
fuera del derecho positivo, por donde este concepto se vincula con el de derecho natural. Sus
funciones son las siguientes:

1) Interpretativa
2) Integradora de los vacíos de las fuentes formales
3) Directiva, propia de los principios constitucionales expresos de tipo programático,
destinados a orientar la actividad de los órganos legisferantes y judicantes
4) Limitativa

En el derecho civil, existen principios exclusivos de dicha materia. El primero de estos es la


autonomía de la voluntad, motor primigenio de la gestación de relaciones jurídicas entre
particulares; a él le sigue, como pauta limitativa necesaria en su ejercicio, el orden público; y
finalmente cierra el elenco, el equilibrio de las prestaciones o de los intereses privados.

- La autonomía de la voluntad

La autonomía de la voluntad es el “ámbito de libertad reconocido a las personas para el ejercicio


de sus facultades”.

Sus manifestaciones en relación con el negocio jurídico son, cuanto menos, tres: crear al mismo,
determinar sus efectos y precisar la ley que le es aplicable.

Esa incidencia de la autonomía privada en la creación del negocio se manifiesta tanto en la


determinación de las formas o solemnidades a conferir el acto, como en lo atañente a su
contenido, según la libertad de contratación establecida en el artículo 958 de nuestro Código Civil
y Comercial.

- El orden público

La doctrina define al orden público como el conjunto de principios fundamentales que hacen a la
estructura de una organización social, los que pueden ser variables y mutables en el espacio y el
tiempo, y que se derivan de las concepciones políticas, económicas, religiosas y, obviamente,
jurídicas, que esa comunidad tenga para sí. El orden público funciona como un límite a la
autonomía de la voluntad.

Nuestro Código Civil y Comercial regula el orden público en el artículo 12, estableciendo que el
mismo no puede ser dejado sin efecto en las convenciones particulares en cuya observancia está
interesado.

Finalmente, una global referencia al campo de actuación del principio de orden público en el
derecho civil nos muestra que aparece como pauta básica en todo lo inherente a la regulación de
la personalidad, la familia, el régimen de adquisición, ejercitación, transmisión y extinción de los
derechos reales, el derecho sucesorio, la nulidad de los actos jurídicos, la prescripción, etc. Ello
sirve como prueba de la relevancia que lo singulariza.

- El equilibrio de las prestaciones

El equilibrio de las prestaciones explica y justifica el logro y la realización del valor justicia en la
relación jurídica bilateral y singular que los intereses contrapuestos de los particulares han
conformado.

En el logro de ese objetivo, deben diferenciarse tres etapas: a) primero, en la constitución del acto
bilateral, son las propias partes quienes, ejercitando su autonomía privada y buscando
compensaciones equivalentes a sus contraprestaciones e intereses, naturalmente gestan su
nivelación; b) en un segundo estadio, es el legislador quien coadyuda al propósito premencionado,
en especial mediante las normas supletorias o interpretativas que se aplican en las “lagunas de la
relación negocial”, y en las inherentes al modo conforme el cual deben los contratos interpretarse;
c) por último, y si subsistiere el desequilibrio, es la figura del juez quien, asumiendo un rol
preponderante, interviene en el negocio jurídico desnivelado buscando y logrando la ambiciosa
equivalencia.

Y es precisamente en ese tercer estadio donde se aprecia un sensible fortalecimiento de esas


facultades judiciales en la intervención activa dentro de la relación jurídica privada, protegiendo a
quien resultare víctima de ese desequilibrio indeseable.

BOLILLA III – RELACIÓN, INSTITUCIÓN Y SITUACIÓN JURÍDICAS. DERECHOS SUBJETIVOS

Punto 1

Las relaciones jurídicas son vínculos intersubjetivos regulados por el derecho, cuyo
incumplimiento puede ser coactivamente sancionado.

Rivera expone que la relación jurídica es el vínculo que une a dos o más personas respecto de
determinados bienes o intereses, estable y orgánicamente regulada por el derecho, como cauce
para la realización de una función social merecedora de tutela jurídica.

Toda relación jurídica tiene un substrato material y un substrato formal. El substrato material está
dado por el presupuesto de hecho o relación social apta para la regulación jurídica. Mientas que el
formal es el constituido por la determinación de la ley, o bien, consecuencia jurídica, que recae
sobre el substrato material.

Dentro de esta temática, es necesario diferenciar la relación jurídica de los conceptos de situación
jurídica y de institución jurídica.
La situación jurídica es un determinado modo o una determinada manera de estar las personas en
la vida social, regulado por el derecho. Así se distingue entre situaciones unisubjetivas, que se
refieren a la persona en sí misma (por ej. mayor o menor de edad), o bien con relación a los bienes
(propiedad y en general los derechos reales); y, por otro lado, las plurisubjetivas, que se instauran
entre varias personas.

Las relaciones jurídicas en abstracto, más el conjunto de normas que las regulan constituyen las
llamadas instituciones jurídicas (por ej. el matrimonio, el usufructo, etc). En otras palabras, la
institución jurídica es el conjunto de disposiciones del derecho relativas a las relaciones jurídicas
de una clase determinada.

Punto 2

La visión estática de la relación jurídica comprende el estudio de la misma considerada en su ser,


en su estructura, y toma en cuenta las siguientes cuestiones:

La relación jurídica está estructurada en base a tres elementos: el subjetivo, el objetivo y el causal.

a) El elemento subjetivo (sujeto) que se dilucida en base al contenido de cada relación


(derecho subjetivo – deber jurídico correlativo), y por eso en cada relación hay un doble
sujeto: el sujeto activo (titular de derecho) y el sujeto pasivo (obligado o deudor).
Normalmente se da una superposición de roles o entrecruzamientos, donde dos personas
diferentes asumen en la misma relación jurídica el carácter de sujetos activos y pasivos
(por ej. la compraventa).
b) El elemento objetivo, constituido por los bienes e intereses sobre los cuales convergen el
poder del sujeto activo y la obligación del sujeto pasivo. Está dado principalmente por los
actos humanos (prestaciones, servicios, conductas, omisiones, etc.) y por los bienes,
materiales o inmateriales.
c) El elemento causal está dado por los hechos y actos jurídicos que producen como efecto el
nacimiento y demás vicisitudes de la relación jurídica.

Punto 3

La visión dinámica de la relación jurídica comprende el modo en que los hechos y actos jurídicos
influyen las mismas y las fases que atraviesa; estas etapas pueden ser: nacimiento – modificación
– extinción, según este plan desarrollaremos las vicisitudes de la relación jurídica.

1) Nacimiento de la relación jurídica

Hay adquisición de un derecho subjetivo cuando la norma lo atribuye a un sujeto determinado


como consecuencia de un acto jurídico.

Se puede adquirir un derecho recién nacido (derecho nuevo) o bien uno que ya existía, ejemplo
del primer caso, los modos de adquisición del dominio por accesión, y del segundo la compraventa
o cesión de créditos.

El nacimiento tiene lugar cuando concurren todos los requisitos a los que el ordenamiento los
supedita. Siempre que nazca un derecho habrá adquisición de él por parte de un sujeto – ya que
no puede existir derecho subjetivo sin titular - , pero en cambio, no siempre que haya adquisición,
necesariamente nacerá un derecho nuevo, puesto que se puede adquirir algo que ya pertenecía a
otro sujeto.
La adquisición de un derecho puede ser originaria o derivada. Es originaria cuando, sin basarse en
un derecho anterior, algo se adquiere ex – novo, independientemente de una relación con el
anterior titular de derecho e indiferente a un derecho de igual contenido sobre el mismo objeto
existente en otro sujeto (por ej. usucapión, caza de animales). Es derivada cuando, al hacer suyo el
derecho, el adquirente se basa en la pérdida del mismo por aquel a quien pertenecía, o en el
hecho que un derecho de éste resulte limitado o reducido, constituyendo con las facultades que se
le restan un derecho nuevo a favor del adquirente (por ej. la cesión, locación, etc.)

El comprador adquiere derivadamente la propiedad de la cosa porque el vendedor se despoja de


ella, o el usufructuario adquiere derivadamente el derecho de usufructo porque el propietario
reduce, limita, su poder sobre la cosa, abdicando la facultad de disfrutarla.

A su vez, la adquisición derivada puede asumir dos modalidades: traslativa y constitutiva. Es


traslativa cuando el derecho se transfiere integralmente a un nuevo sujeto, de manera que el
titular anterior queda definitivamente excluido de la relación (por ej. transferencia de la propiedad
de una cosa). Es constitutiva, en cambio, cuando la transferencia no es integral, sino que se
establece un nuevo derecho de contenido “inferior”, derivado del anterior (por ej. constitución de
usufructo).

La importancia de la distinción entre adquisición originaria y derivada se haya en el principio


“nemo plus iuris” establecido en el artículo 399 de nuestro Código, que establece que nadie puede
transmitir a otro un derecho mejor o más extenso que el que tiene; es decir que el que adquiere
derivadamente un derecho lo recibe con los gravámenes que lo tenía quien se lo transmitió.

Punto 4

En el transcurso de su desarrollo la relación jurídica admite modificaciones en el objeto y en el


sujeto.

- Modificaciones objetivas

Las modificaciones en cuanto al objeto pueden ser cuantitativas y cualitativas. En las cuantitativas
se produce un incremento o una disminución del objeto. Mientras que en las cualitativas, puede
ser una modificación en cuanto a la naturaleza del derecho, una modificación del objeto de
derecho (sustitución de una cosa por otra), una debilitación del derecho (la mora del comprador
en la recepción de la cosa), una pendencia (condición suspensiva por contrato con representante
sin poder), etc.

- Modificaciones subjetivas

En cuanto a las modificaciones que pueden producirse frente al sujeto se distingue la sucesión y la
sustitución.

La sucesión es entendida como un evento (hecho) por el cual, cambiando el sujeto (un sujeto
sustituye al precedente, que deja de ser titular del derecho o del deber) sigue siendo idéntico y sin
modificaciones el contenido de la relación jurídica. Esta modalidad da lugar a una clasificación de
sucesores, tomando en cuenta la causal por la cual ocupan esa nueva posición, y así se distinguen
en:

1- Sucesores a título universal y a título singular (art. 400): responde a si existe una
transmisión de la universalidad jurídica que es el patrimonio (por ej. transmisión por causa
de muerte de la generalidad de los derechos patrimoniales) o si se trata de la transmisión
de uno o varios bienes determinados (por ej. el comprador de una cosa mueble o
inmueble).
2- Sucesores legales y voluntarios: hace referencia a la razón por la cual el sucesor reemplaza
a la persona como sujeto activo o pasivo; pueden serlo por la sola determinación del
precepto legal (como el caso del heredero) o por la voluntad del individuo en cuyos
derechos suceden (como el comprador de una cosa mueble o inmueble).
3- Sucesores por acto entre vivos o mortis causa: según la causa de la sucesión esté dada por
la muerte de una persona o por imperio de la autonomía de la voluntad.

Punto 5

Según que la fuerza extintiva de la relación jurídica provenga de la voluntad de las partes o no, la
doctrina clasifica los modos de fenecimiento de las relaciones en hechos y actos extintivos.

• Hechos jurídicos extintivos

1) La confusión se produce cuando se reúne en un mismo sujeto la calidad de titular de un


derecho subjetivo y del deber jurídico correlativo (por ej. la calidad de acreedor y deudor).
También cuando se consolida en el mismo sujeto de un derecho pleno (por ej. cuando el
usufructuario hereda al nudo propietario).
2) La prescripción es el medio por el cual, en ciertas condiciones, el transcurso del tiempo
opera la adquisición o modificación sustancial de algún derecho. Asume una doble
función: es un modo de adquisición de un derecho (prescripción adquisitiva o usucapión),
y un medio de extinción de las acciones correspondientes a los derechos en general
(prescripción liberatoria).
3) La caducidad de un derecho se opera cuando se omite su ejercicio dentro del lapso
prefijado por la ley o por la convención. Difiere de la prescripción en cuanto la caducidad
extingue el derecho, puede provenir de la ley o de la voluntad de las partes, y el término
de caducidad no se suspende, ni se interrumpe, ni se dispensa.
4) La muerte del titular del derecho se constituye en un hecho extintivo únicamente cuando
se trata de derechos intransmisibles. Dentro de los derechos intransmisibles mortis causa
encontramos, en general, los de contenido extrapatrimonial, y algunos patrimoniales
como el usufructo, el mandato, la renta vitalicia, etc.

• Actos jurídicos extintivos

1) La resolución es el acto jurídico en virtud del cual se produce la extinción retroactiva de


una relación jurídica, en virtud de un hecho sobreviniente al cual en la ley o en el origen de
la relación se había atribuido esa consecuencia.
2) La revocación es el acto jurídico por el cual, el autor o una de las partes, retrae su voluntad
dejando sin efectos el contenido de la relación hacia el futuro. Por lo tanto se caracteriza
por ser unilateral, voluntaria, siempre que esté autorizada en la ley y no tiene efectos
retroactivos.
3) La rescisión es el acto jurídico por el cual opera la extinción no retroactiva de las
consecuencias de una relación, procede por acuerdo de partes o como una sanción.
Asume dos modalidades, por acuerdo de partes o cuando se produce una causal de
sanción previamente pactada, autoriza a la contraparte a rescindir la relación que se trate.

Punto 6
El concepto de relación jurídica abarca los contenidos de derecho subjetivo y deber jurídico. El
derecho subjetivo consiste en una atribución o prerrogativa que tiene el sujeto de exigir de otro o
de otros una determinada conducta. En contrapartida, a todo derecho subjetivo corresponde un
deber jurídico que aparece como correlativo al mismo. Es decir que, frente al que tiene la facultad
de exigir el cumplimiento de la prestación, se presenta el deber de la otra parte, el deudor, de
satisfacer esa prestación.

En ciertas circunstancias el deber es genérico, de modo tal que corresponde a toda la comunidad;
respetar mi derecho de propiedad, respetar mi derecho a la vida privada.

Pueden existir deberes jurídicos que no corresponden a los derechos subjetivos de otros; por
ejemplo, la obligación del Estado de conservar los caminos no genera ningún derecho subjetivo
concreto en los particulares. Pero ello hace nacer lo que se denomina intereses legítimos, y en
ciertos casos intereses difusos (o derechos de incidencia colectiva).

La noción del interés legítimo ha sido materia elaborada en el derecho público. Se trata de
supuestos en los que el individuo no pretende la satisfacción inmediata de un interés propio,
aunque mediatamente sí puede beneficiarlo. Por ejemplo, en un régimen de concursos para
ingresar a la carrera docente, cualquier aspirante tiene la posibilidad de reclamar que ese régimen
se respete, lo cual no quiere decir que tenga “derecho” al cargo docente, sino sólo a participar del
concurso.

Punto 7

El artículo 398 de nuestro Código Civil y Comercial de la Nación establece que, por regla general,
todos los derechos son transmisibles, excepto estipulación válida de las partes o que ello resulte
de una prohibición legal o que importe transgresión a la buena fe, a la moral o a las buenas
costumbres.

El artículo 399 plantea el principio del “nemo plus iuris” que se basa en la idea de que nadie puede
transferir a otro un derecho mejor o más extenso que el que tiene, sin perjuicio de las excepciones
legalmente dispuestas.

Punto 8

Los derechos subjetivos civiles se pueden clasificar en patrimoniales y extrapatrimoniales. Los


derechos subjetivos patrimoniales son aquellos que tutelan directamente intereses económicos
valuables en dinero (personales creditorios, reales, intelectuales); mientras que los
extrapatrimoniales son aquellos que hacen relación a intereses de orden moral, no valuados en
dinero (personalísimos y familia). Estos últimos tienen la particularidad de ser absolutos e
intransmisibles.

- Derechos personales creditorios: son los que imponen al sujeto pasivo (deudor) dar, hacer
o no hacer algo en favor del sujeto activo (acreedor).
- Derechos reales: son las situaciones jurídicas unisubjetivas que reflejan el modo de estar
las personas con relación a las cosas.
- Derechos intelectuales: son los que se ejercen sobre las obras de la inteligencia y del
espíritu, y sobre bienes que corresponden a lo que se denomina la propiedad industrial
(marcas, patentes, etc.)
- Derechos personalísimos: son los derechos de la personalidad de la persona humana.
Tienen las características de ser vitalicios, absolutos, inalienables e intransmisibles.
- Derechos de familia: son los derechos de las personas con relación a los vínculos filiales
que posea.

Nuestro Código Civil y Comercial reconoce dos tipos de derechos en su artículo 14: los derechos
individuales y los derechos de incidencia colectiva. Los derechos individuales son aquellos que
pertenecen a una persona, es decir, que una persona es titular de ese derecho; mientras que los
derechos de incidencia colectiva (art. 240 y 241) pertenecen a toda la comunidad porque afectan
intereses de la sociedad toda.

Un tipo de derechos subjetivos no reconocido en el Código Civil y Comercial, pero sí en la


jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, son los derechos individuales
homogéneos. Estos derechos consisten en el reconocimiento de casos en los cuales, por una sola
causa, se afectan los derechos de numerosas personas, para las cuales es dificultoso el acceso a la
justicia para promover una acción judicial. Es así como, a través de una sentencia judicial para el
caso concreto de una persona, se puede extender el derecho individual homogéneo a toda la clase
social afectada.

Punto 9

Según nuestro Código Civil y Comercial, los derechos deben ser ejercidos de buena fe (art. 9°). La
buena fe del agente puede atribuir al acto efectos que éste no tendría en otro caso y, viceversa, la
mala fe quita al acto efectos que tendría de no ser así; el mismo acontecimiento produce efectos
diversos según el agente tenga buena o mala fe. Se distinguen en doctrina dos clases de buena fe:
la buena fe – lealtad (también llamada objetiva) y la buena fe – creencia (también llamada
subjetiva).

La buena fe – lealtad consiste en imponer a las personas el deber de obrar correctamente, como lo
haría una persona honorable y diligente. Mientras que la buena fe – creencia es la protección del
derecho a la legítima creencia de haber obrado conforme a derecho y en la razonable creencia de
que no se daña el derecho de terceros.

La teoría de los actos propios, que deriva del principio de buena fe – lealtad, plantea que a nadie le
es lícito volver sobre su conducta anterior cuando esa conducta es jurídicamente relevante y
puede suscitar en otra persona la legítima confianza de que se mantendrá aquella conducta. Es
decir que no se puede defraudar la confianza puesta en una conducta anterior jurídicamente
relevante. Por ejemplo, el empleador que impugna la constitucionalidad de un convenio colectivo
de trabajo no obstante haberlo aplicado anteriormente a sus trabajadores.

La doctrina del abuso del derecho subjetivo es un límite al ejercicio de los derechos por parte de
las personas; establece la legitimidad del uso de los derechos pero no la de su abuso, los derechos
deben ser utilizados con un fin útil y justo, teniendo en cuenta siempre el principio de buena fe.
Esta doctrina logró su consagración legal con la reforma de la ley 17.711 al Código Civil de Vélez
Sarsfield.

Los criterios para determinar cuándo debe reputarse que un ejercicio ha sido ejercido
abusivamente son los siguientes:
a) Cuando el derecho ha sido ejercido sin interés alguno y con el sólo propósito de perjudicar
a terceros;
b) Cuando el derecho se ha ejercido en contra de los fines económicos y sociales que
inspiraron la ley en la cual se lo otorgó;
c) Cuando el derecho se ha ejercido en contra de la moral y la buena fe.

Nuestro nuevo Código Civil y Comercial de la Nación, consagra la doctrina del abuso del derecho
en el artículo 10, estableciendo lo siguiente:

“El ejercicio regular de un derecho propio o el cumplimiento de una obligación legal no puede
constituir como ilícito ningún acto.

La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se considera tal el que contraría los fines del
ordenamiento jurídico o el que excede los límites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas
costumbres.

El juez debe ordenar lo necesario para evitar los efectos del ejercicio abusivo o de la situación
jurídica abusiva y, si correspondiere, procurar la reposición al estado de hecho anterior y fijar una
indemnización.”

Además, nuestro Código Civil y Comercial también reconoce el abuso de posición dominante en el
artículo 11, estableciendo que lo dispuesto en los artículos 9° y 10 (principio de buena fe y abuso
del derecho, respectivamente) se aplica cuando se abuse de una posición dominante en el
mercado, sin perjuicio de las disposiciones específicas contempladas en leyes especiales.

La situación jurídica abusiva es cuando no se ejercita un derecho individual de manera abusiva,


sino que se utiliza el cúmulo de derechos de la situación de un modo disfuncional. Es entendida
como una serie de normas emanadas de la autonomía privada en la que se crea una esfera de
actuación. Por ej. los casos de medicina prepaga, tarjetas de crédito, etc.

Punto 10

El orden público y el fraude a la ley están regulados en el artículo 12:

“Las convenciones particulares no pueden dejar sin efecto las leyes en cuya observancia está
interesado el orden público

El acto respecto del cual se invoque el amparo de un texto legal, que persiga un resultado
sustancialmente análogo al prohibido por una norma imperativa, se considera otorgado en fraude
a la ley. En ese caso, el acto debe someterse a la norma imperativa que se trata de eludir.”

Mientras que la prohibición de la renuncia genérica de derechos está en el artículo 13:


“Está prohibida la renuncia general de las leyes. Los efectos de la ley pueden ser renunciados en el
caso particular, excepto que el ordenamiento jurídico lo prohíba.”

Punto 11

El Código Civil y Comercial establece que las personas son titulares de los derechos individuales
sobre los bienes que integran su patrimonio. Estos derechos pueden recaer sobre bienes
susceptibles de valor económico. Los bienes materiales se llaman “cosas”. (artículos 15 y 16)

Por otro lado, los derechos sobre el cuerpo humano o sus partes no tienen valor comercial, sino
afectivo, terapéutico, científico, humanitario o social y sólo pueden ser disponibles por su titular
siempre que se respete alguno de esos valores y según lo dispongan las leyes especiales (por ej.
ley de transplantes de órganos). (art. 17)

SEGUNDA PARTE – SUJETOS DE LA RELACION JURIDICA. LA PERSONA

BOLILLA IV - PERSONA HUMANA

Punto 1

Para el estudio de los elementos de la relación jurídica, es necesario comenzar por los sujetos, que
son los titulares de derechos y obligaciones. Estos pueden ser personas humanas o jurídicas.

El Código Civil derogado definía a la persona “física” (humana) como “todo ente que presente
signos característicos de humanidad, sin distinción de cualidades o accidentes” (art. 51).

El nuevo Código Civil y Comercial no define lo que es persona humana, pero, al referirse a ella con
ese término, es elocuente entender que se trata del sujeto que goza de los atributos inherentes a
su humanidad (nombre, capacidad, domicilio, estado) y de los derechos personalísimos que
derivan de esa condición.

Punto 2

El Código Civil y Comercial de la nación, en su artículo 19, establece que el comienzo de la


existencia de la persona humana es desde la concepción.

Desde la concepción, la persona por nacer es sujeto de derecho y puede ser titular de derechos y
obligaciones, aun así, para que los adquiera irrevocablemente, es necesario que nazca con vida. Si
no nace con vida, se considera que la persona nunca existió. (art 21)

La concepción es la fecundación del óvulo femenino por el espermatozoide masculino, que puede
tener lugar en el seno materno o fuera de él, por técnicas de reproducción humana asistida.

Punto 3

La muerte es el hecho jurídico extintivo, que pone fin a la existencia de la persona y desencadena
múltiples efectos jurídicos (artículo 93). El Código Civil y Comercial no define muerte, circunstancia
que la deja librada a las ciencias médicas y biológicas. También, supedita su comprobación
(acreditación del hecho biológico) a los estándares médicos aceptados. Salvo, para el caso de
ablación de órganos cadavéricos, circunstancia en la que se aplica el artículo 23 de la ley 24193
que prevé la muerte cerebral. (art 94)

Punto 4

Ausencia y presunción de fallecimiento son dos instituciones diferentes que están reguladas en el
capítulo 6 y 7 del Código Civil y Comercial.

• AUSENCIA SIMPLE (artículos 79/84).

Es cuando una persona desaparece de su domicilio por un tiempo, sin tenerse noticias de ella, y
existen bienes a su cargo que necesitan ser administrados. Se regula una determinada situación
patrimonial (no personal) ya que atiende exclusivamente a los bienes del ausente (a diferencia de
la presunción de fallecimiento).

La declaración de ausencia puede ser solicitada por el Ministerio Público y toda persona que tenga
interés legítimo sobre los bienes del ausente (acreedores, socios, parientes, etc). El juez
competente para la declaración es el del domicilio del ausente o, en caso de que no lo tuviera en
el país, el del lugar donde existan bienes.

Procedimiento. El presunto ausente debe ser citado por edictos durante cinco días, y si vencido el
plazo no comparece, se debe dar intervención al defensor oficial o, en su defecto, nombrarse
defensor al ausente.

Sentencia. Oído el defensor, si concurren los extremos legales, el juez debe declarar la ausencia y
designar un curador, quien sólo puede realizar actos de conservación y administración sobre los
bienes del ausente. Todo acto que exceda la administración requiere autorización judicial.

La curatela del ausente termina por:

a. La presentación del ausente, personalmente o por apoderado;


b. Su muerte;
c. Su fallecimiento presunto judicialmente declarado.

• PRESUNCION DE FALLECIMIENTO (artículos 85/92)

La sola ausencia no basta, por sí sola, para presumir el fallecimiento del ausente. El abandono de
la familia y de los bienes, debe ser por un lapso prolongado de tiempo, sin que se tengan noticias
suyas. Se prevén dos casos que permiten presumir su fallecimiento:

1. Caso ordinario: la ausencia de una persona de su domicilio sin que se tengan noticias, por
el término de 3 años (desde la fecha de la última noticia del ausente), presume su
fallecimiento. El solo transcurso del tiempo autoriza a presumir su muerte.
2. Casos extraordinarios: aquí, al paso del tiempo se le agrega la producción de un
acontecimiento que, objetivamente, puede provocar la muerte del ausente y autoriza a su
presunción. Ese hecho, hace que los plazos se reduzcan con respecto al del caso ordinario.
La norma distingue dos casos:

A) Genérico: cuando el ausente se encontraba en el lugar de un incendio, terremoto, guerra u


otro suceso semejante que le pueda causar la muerte y no se tuvo noticias, de él, por 2 años,
desde el día en que ocurrió o pudo haber ocurrido el suceso.
B) Específico: cuando el ausente se encontraba en una nave o aeronave naufragada o perdida y no
se tuvo noticias, de él, por el término de 6 meses, desde el día que ocurrió o pudo haber ocurrido
el hecho.

La declaración de fallecimiento presunto puede ser pedida por cualquiera que tenga algún
derecho subordinado a la muerte del ausente que se trate (por ej. cónyuge, herederos,
beneficiario de un seguro de vida, el alimentado, etc). La legitimación es mucho más amplia que
en la ausencia simple.

Es competente el juez del domicilio del ausente.

Procedimiento. El juez debe nombrar un defensor al ausente o dar intervención al defensor oficial,
y un curador a sus bienes. Debe citar al ausente por edictos, una vez por mes, durante seis meses.

Declaración del fallecimiento presunto. Si el ausente no se presenta luego de la última publicación


y se acreditan los extremos del caso, el juez debe declarar el fallecimiento presunto, fijar el día
presuntivo del fallecimiento y disponer la inscripción de la sentencia en el Registro Civil.

Día presuntivo del fallecimiento. Debe fijarse como día presuntivo del fallecimiento:

a. En el caso ordinario, el último día del primer año y medio;


b. En el caso extraordinario genérico, el día del suceso, y si no está determinado, el día del
término medio de la época en que ocurrió o pudo haber ocurrido;
c. En el caso extraordinario específico, el último día en que se tuvo noticia del buque o
aeronave perdidos.

Efectos de la declaración de fallecimiento presunto. Sobre los bienes permite abrir la sucesión del
ausente. Los bienes se entregan a los herederos y legatarios, previa formación de inventario (art.
91). Aun así, no tendrán su dominio pleno ya que, durante un tiempo, rige el período de
prenotación, que impide que puedan venderlos o gravarlos sin autorización judicial.

La prenotación es la inscripción en el Registro de los Bienes Registrables (ej: automóviles,


inmuebles) que se entregan a los sucesores, con la aclaración de que provienen de una sucesión
abierta, a raíz de una declaración de fallecimiento presunto. Sobre esos bienes, solo pueden
realizar actos de administración. Transcurridos cinco años desde el día presuntivo del fallecimiento
u 80 desde el nacimiento de la persona, queda sin efecto la prenotación, y desde ese momento,
los sucesores pueden disponer libremente de los bienes.

Este dominio está sujeto a la condición resolutoria de la reaparición del ausente. En tal caso,
deberán devolver los bienes en el estado en que se encuentran (art. 92).

Sobre el matrimonio: extingue el vínculo matrimonial. El cónyuge vivo puede contraer nuevo
matrimonio.

Punto 5

La prueba del nacimiento y de la muerte de las personas, ocurridas en la República, se realiza con
las partidas del Registro Civil. Ésta se obtiene previa presentación del certificado médico de nacido
vivo y del de defunción.
En los casos de nacimiento o muerte ocurridos en el extranjero se debe probar con los
instrumentos otorgados según las leyes del lugar donde se producen, legalizados o autenticados
del modo que disponen las convenciones internacionales o las disposiciones consulares de la
República.

Si no es posible establecer la edad de las personas por los medios antes indicados, se la debe
determinar judicialmente, previo dictamen de peritos.

Punto 6

Los derechos personalísimos son aquellos derechos subjetivos que tiene la persona humana por el
solo hecho de ser tal; son derechos humanos fundamentales. Son derechos subjetivos privados
sobre manifestaciones interiores necesarios, innatos, inseparables de la persona y absolutos.

Este tipo de derechos surgen después de la Segunda Guerra Mundial con la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, la cual realiza un reconocimiento de valores como la dignidad personal,
la igualdad, la libertad, que están por encima de la ley.

En la reforma constitucional de 1994, se incorporaron a la Constitución Nacional los tratados,


convenciones y declaraciones internacionales de derechos humanos, otorgándoles jerarquía
constitucional. Esto generó que todas las leyes del ordenamiento jurídico argentino deban ser
controladas constitucionalmente y convencionalmente. Además, la Corte Suprema de Justicia de la
Nación interpretó la vinculación de la Convención Interamericana de DDHH. Todo esto penetró en
el derecho privado argentino, condicionándolo y transformándolo.

En efecto, los derechos personalísimos reconocen un indudable fundamento constitucional y están


atravesados por la fusión suscitada entre el Derecho Civil y el Derecho Constitucional, conocida
como la “Constitucionalización del derecho privado”.

Los derechos personalísimos son la concreción de los derechos humanos en el derecho privado.

El nuevo Código Civil y Comercial regula los derechos personalísimos dentro del Capítulo 3 del
Libro Primero (Parte General) en los artículos 51/61.

En primer lugar, resalta los conceptos de inviolabilidad de la persona humana y del


reconocimiento y respeto de su dignidad. Es decir que parte de una premisa insoslayable: la
persona (eje del sistema normativo) tiene valor en sí misma y merece que se le reconozca y tutele
su dignidad, fundamento único de todos y cada uno de los derechos personalísimos.

Además, establece que la persona humana lesionada en su intimidad personal o familiar, honra o
reputación, imagen o identidad, o que de cualquier modo resulte menoscabada en su dignidad
personal, puede reclamar la prevención y reparación de los daños sufridos.

Punto 7

Dentro de la primera clasificación de los derechos personalísimos, los atinentes a la esfera física,
encontramos el derecho a la vida, a la disposición del cuerpo y del cadáver. En el artículo 54 del
Código Civil y Comercial, se tutela la vida e integridad física de la persona por medio de la
regulación de las exigencias de cumplimiento de vínculos contractuales que tengan por objeto la
realización de actos peligrosos que puedan lesionar dichos bienes jurídicos.
Además, el artículo 56 prohíbe los actos dispositivos del propio cuerpo que ocasionen una
disminución permanente de su integridad o resulten contrarios a la ley, la moral o las buenas
costumbres, excepto que sean requeridos para el mejoramiento de la salud de la persona, y
excepcionalmente de otra persona. La ablación de órganos para ser implantados en otras personas
se rige por la legislación especial (Ley de Transplantes de Órganos). Es necesario el pleno
consentimiento del paciente, quien puede revocarlo libremente.

Los actos dispositivos respecto al cadáver son aquellos que se realizan luego del fallecimiento de la
persona. El artículo 61 del Código regula estos actos y establece que la persona plenamente capaz
puede disponer en vida acerca de la forma, modo o circunstancias de sus exequias e inhumación,
así como la donación de todo o parte del cadáver con fines terapéuticos, científicos, etc. Si la
voluntad del fallecido no ha sido expresada la decisión corresponde al cónyuge, al conviviente y en
su defecto a los parientes según el orden sucesorio.

Punto 8

Nuestra Constitución Nacional establece que todos los habitantes de la nación gozan del derecho a
la libertad propiamente dicha, al libre tránsito en el territorio, a la libertad de prensa y a la libertad
de culto.

Punto 9

Dentro de la segunda clasificación de los derechos personalísimos, los atinentes a la integridad


espiritual, encontramos el derecho a la intimidad (personal o familiar), al honor, a la imagen y a la
identidad.

• El derecho personalísimo a la intimidad personal o familiar es un ámbito de autonomía individual


que cada uno establece. Constituyen sentimientos, hábitos y costumbres, relaciones familiares,
situación económica, etc.; en suma, son acciones, hechos o datos, aceptados por la comunidad
como reservados al propio individuo y exento del conocimiento y divulgación por extraños.

• El derecho personalísimo al honor protege la participación que tiene el individuo dentro de la


comunidad, amparando a la persona frente a expresiones o mensajes que lo hagan desmerecedor
en la consideración ajena al ir en su descrédito. Una vez fallecida la persona, el derecho al honor
de la misma, es titularidad de los herederos.

• El derecho personalísimo a la imagen, regulado en el artículo 53 de nuestro Código Civil y


Comercial, establece que para captar o reproducir la imagen o la voz de una persona es necesario
su consentimiento; excepto que la persona participe en actos públicos, que exista un interés
científico, cultural o educacional prioritario, o que se trate del ejercicio regular del derecho de
informar sobre acontecimientos de interés general.

En el caso de las personas fallecidas pueden prestar su consentimiento sus herederos o el


designado por el causante en una disposición de última voluntad. Si hay desacuerdo entre los
herederos, resuelve el juez. Pasados veinte años desde la muerte, la reproducción no ofensiva es
libre.

• El derecho personalísimo a la identidad reconoce dos aspectos: la estática y la dinámica. La


identidad estática son los datos filiatorios de la persona; la identidad dinámica constituye sus
ideologías, sus hechos exteriorizados y su verdad histórica.
Punto 10

Nuestro Código Civil y Comercial establece que no es exigible el cumplimiento del contrato que
tiene por objeto la realización de actos peligrosos para la vida o la integridad de una persona.
(artículo 54)

La ley civil permite la investigación médica en seres humanos mediante intervenciones, tales como
tratamientos, métodos de prevención, pruebas diagnósticas o predictivas, cuya eficacia o
seguridad no están comprobadas científicamente, siempre y cuando se cumplan ciertos requisitos
(ver artículo 58).

Para la realización de actos médicos e investigaciones en salud es requisito necesario el


consentimiento informado del paciente; es decir, la declaración de voluntad expresada por el
mismo, emitida luego de recibir información clara, precisa y adecuada sobre: su estado de salud; el
procedimiento propuesto y los objetivos del mismo; los beneficios esperados; los riesgos,
molestias y efectos adversos previsibles; la especificación de los procedimientos alternativos; las
consecuencias de la no realización del procedimiento.

A las personas discapacitadas se les debe brindar un apoyo para expresar su consentimiento o no.

Si la persona se encuentra imposibilitada para expresar su voluntad al tiempo de atención médica


y no la ha expresado anticipadamente, el consentimiento puede ser otorgado por el representante
legal, el apoyo, el cónyuge, el conviviente, el pariente. En ausencia de todos ellos, el médico puede
prescindir del consentimiento.

El artículo 60 del Código Civil y Comercial establece que la persona plenamente capaz puede
anticipar directivas y conferir mandato respecto de su salud y en previsión de su propia
incapacidad. Puede también designar a la persona o personas que han de expresar el
consentimiento para los actos médicos y para ejercer su curatela. Esta declaración de voluntad
puede ser libremente revocada en todo momento.

BOLILLA V – ATRIBUTOS DE LA PERSONALIDAD

Punto 1

La persona humana, por el sólo hecho de ser tal, tiene la protección del derecho. Esta protección
le reconoce ciertos atributos jurídicos que se estiman inseparables de ella, que hacen a la
distinción e individualización de los sujetos. Estos atributos son: nombre, domicilio, estado y
capacidad. Tienen las características de ser innatos, vitalicios, imprescriptibles e inalienables (no
comerciables).

Punto 2

La capacidad es una situación de estar de la persona frente al derecho; la competencia es la


aptitud de la persona para realizar determinado acto; y el discernimiento es la facultad que tiene
la persona para comprender, razonar o valorar dicho acto y sus respectivas consecuencias, para
distinguir lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto.

Punto 3
La capacidad es la potestad que tiene el sujeto de ser titular de derechos y obligaciones. Existen
dos tipos de capacidad regulada por nuestro Código Civil y Comercial: de derecho y de ejercicio.

- Capacidad de derecho: toda persona humana goza de la aptitud para ser titular de
derechos y deberes jurídicos. La ley puede privar o limitar esta capacidad respecto de
hechos, simples actos, o actos jurídicos determinados.
- Capacidad de ejercicio: toda persona humana puede ejercer por sí misma sus derechos,
excepto las limitaciones expresamente previstas por el Código y en una sentencia judicial.

La incapacidad de derecho es la imposibilidad de la persona de ser titular de derechos y


obligaciones; mientras que la incapacidad de ejercicio es la inaptitud de la persona de ejercer por
sí misma el uso de los derechos. No existen incapaces de derecho, sólo existen incapaces de
ejercicio de esos derechos.

Punto 4

Según lo establecido en el artículo 24 de nuestro Código Civil y Comercial, son incapaces de


ejercicio:

- La persona por nacer


- La persona que no cuenta con la edad y el grado de madurez suficiente
- La persona declarada incapaz por sentencia judicial, en la extensión dispuesta en esa
decisión.

Nuestro Código Civil y Comercial reconoce también las personas con capacidad restringida,
plantea que el juez puede restringir la capacidad para determinados actos de una persona mayor
de trece años que padece una adicción o una alteración mental permanente o prolongada, para
evitar daños a su persona o a sus bienes. Se debe designar los apoyos necesarios en función de las
necesidades y circunstancias de las personas; éstos deben promover la autonomía y favorecer las
decisiones que respondan a las preferencias de la persona protegida.

Cuando la persona se encuentra absolutamente imposibilitada de interaccionar con su entorno y


expresar su voluntad, y el sistema de apoyos resulte ineficaz, el juez puede declarar la incapacidad
y designar un curador.

Los emancipados son aquellas personas que contraen matrimonio antes de los 18 años. Esta
persona goza de la plena capacidad de ejercicio con ciertas limitaciones. La emancipación es
irrevocable, la nulidad de matrimonio no deja sin efecto la emancipación. Aun así, la persona
emancipada no puede transferir a título gratuito un bien adquirido a título gratuito; no puede
aprobar las cuentas de sus tutores y darle finiquitos; no puede afianzar obligaciones de terceros
(ser garante).

Además, el Código Civil y Comercial regula la situación de los inhabilitados, estableciendo que
pueden ser declarados como tal aquellas personas que por la prodigalidad en la administración de
sus bienes, exponga a su familia a la pérdida del patrimonio. La acción corresponde al cónyuge,
conviviente y a los ascendientes y descendientes.

La declaración de inhabilitación le designará un apoyo para su asistencia en los actos que fije la
sentencia.
El cese de inhabilitación lo decreta el juez que lo declaró a través de un examen interdisciplinario,
puede ser total o parcial.

Punto 5

El Código Civil y Comercial brinda diversos medios, según los alcances de las restricciones o
inhabilitaciones a la capacidad de las personas, para su protección.

1- Representación

Los representantes son quienes son facultados para que, a través de ellos, la persona incapaz
ejerza sus derechos. Son representantes:

- Personas por nacer: sus padres


- Menores de edad: sus padres, si no están, el tutor que se les designe
- Personas con capacidad restringida e inhabilitadas: los apoyos designados en la sentencia
- Incapaces totales: curador

El Ministerio Público puede actuar, en el ámbito judicial, de manera complementaria o principal.


Es principal cuando existe inacción de los representantes, cuando el objeto del proceso es exigir el
cumplimiento de los deberes a cargo del representante, cuando carecen de representante legal.

2- Sistemas de apoyo (asistencia)

Son medidas realizadas para facilitar a la persona que lo necesite la toma de decisiones para dirigir
su persona, administrar sus bienes y celebrar actos jurídicos en general. Tienen como función la de
promover la autonomía de la persona y facilitar la comprensión, la comunicación y la
manifestación de su voluntad para ejercer sus derechos. El interesado puede proponer al juez la
designación de una o más personas de su confianza para que le presten apoyo.

3- Tutela

La tutela está destinada a brindar protección a la persona y bienes de un niño, niña o adolescente
que no ha alcanzado la plenitud de su capacidad civil, cuando no haya persona que ejerza la
responsabilidad parental.

4- Curatela

La persona designada curador tiene la función de cuidar a la persona y los bienes de la persona
incapaz, y tratar de que recupere su salud. Las rentas de los bienes de la persona protegida deben
ser destinadas preferentemente a ese fin.

UNIDAD VI – INCAPACES DE EJERCICIO

Punto 1

La persona por nacer es titular de derechos y obligaciones, tiene capacidad de derecho pero no de
ejercicio de éstos. Si no nace con vida, todos sus derechos y obligaciones se revocan.

Punto 2
Nuestro Código Civil y Comercial establece que la persona menor de edad es aquella que no ha
cumplido los 18 años; aun así hace la distinción de persona adolescente, que es aquella entre 13 y
18 años.

La persona menor de edad ejerce sus derechos a través de sus representantes. No obstante,
aquella persona con grado de madurez suficiente puede ejercer por sí sola los actos que le son
permitidos por el ordenamiento. La persona menor de edad tiene derecho a ser oída en todo el
proceso judicial que le concierne así como a participar en decisiones sobre su persona.

Se presume que el adolescente tiene la aptitud para decidir sobre tratamientos de salud no
invasivos. A partir de los 16 años, el adolescente es considerado un adulto para las decisiones
atinentes a su propio cuerpo.

Los emancipados son aquellas personas que contraen matrimonio antes de los 18 años. Esta
persona goza de la plena capacidad de ejercicio con ciertas limitaciones. La emancipación es
irrevocable, la nulidad de matrimonio no deja sin efecto la emancipación. Aun así, la persona
emancipada no puede transferir a título gratuito un bien adquirido a título gratuito; no puede
aprobar las cuentas de sus tutores y darle finiquitos; no puede afianzar obligaciones de terceros
(ser garante). El emancipado requiere autorización judicial para disponer de los bienes recibidos a
título gratuito.

Punto 3

Las personas incapaces de ejercicio son las personas por nacer, la persona que no cuenta con el
grado de madurez suficiente y la persona declarada incapaz por sentencia judicial. En los dos
últimos casos, el alcance está dado por el juez.

Punto 4

La persona con capacidad restringida, declarada por el juez, es aquella persona mayor de 13 años
que padece una adicción o una alteración mental. Su restricción a la capacidad se da para
determinados actos y siempre que se estime que del ejercicio de su plena capacidad, puede
resultar un daño a su persona o a sus bienes. Es para proteger a la persona.

El alcance de la restricción debe ser determinada por el juez en la sentencia declarativa,


especificando las funciones y los actos que se limitan, procurando afectar lo menos posible la
autonomía personal. Se le debe designar una o más personas de apoyo o curadores.

Punto 5

El juez competente para la declaración de incapacidad o de restricción de capacidad de una


persona es el de su domicilio o el del lugar de su internación. Las personas legitimadas para
solicitarlas son: 1) el propio interesado, 2) el cónyuge o conviviente, 3) los parientes dentro de
cuarto grado, 4) el Ministerio Público.

El juez debe entrevistar personalmente al interesado antes de dictar resolución alguna, el


Ministerio Público y un letrado que preste asistencia al letrado, deben estar presentes en las
audiencias. El interesado es parte del proceso y puede aportar todas las pruebas que hacen a su
defensa. Si la persona no tiene abogado, se le debe nombrar uno para que la asista y represente.

La persona que solicitó la declaración también puede aportar toda clase de pruebas.
La sentencia se debe pronunciar sobre los siguientes aspectos vinculados a la persona interesada:
a) diagnóstico y pronóstico, b) época en la que la situación se manifestó, c) recursos personales,
familiares y sociales existentes, d) régimen de protección, asistencia y promoción de la autonomía.
Es imprescindible el examen de un equipo interdisciplinario.

La sentencia debe ser inscripta en el Registro de Estado Civil y Capacidad de las Personas y se debe
dejar constancia en el acta de nacimiento de la persona. Los efectos de la restricción de la
capacidad tienen efecto luego de esta inscripción.

Desaparecidas las restricciones, se procede a la inmediata cancelación registral.

La sentencia declarativa puede ser revisada, a pedido del interesado, en cualquier momento. Si el
interesado no lo solicita, la sentencia debe ser revisada por el juez en un plazo no mayor a tres
años.

Punto 6

Los actos anteriores a la inscripción de la sentencia pueden ser declarados nulos, si perjudican a la
persona y se cumple alguno de estos extremos:

- La enfermedad mental era evidente a la época de la celebración del acto


- Quien contrató con él era de mala fe
- El acto es a título gratuito

El cese de la incapacidad o de las restricciones a la capacidad debe decretarlo el juez que la


declaró, previo examen interdisciplinario. Puede ser total o parcial.

La inhabilitación en la nueva legislación se redujo sólo a las personas pródigas, es decir a la


persona que realiza un exceso de gastos sin tener en cuenta a su familia. El gasto debe ser de
manera compulsiva. La acción corresponde al cónyuge, conviviente y a los ascendientes y
descendientes.

La inhabilitación establece la designación de un apoyo que debe asistir a la persona en los actos
entre vivos y en los demás actos que el juez fije en la sentencia.

BOLILLA VII – OTROS ATRIBUTOS. NOMBRE, DOMICILIO Y ESTADO

Punto 1

El nombre, en nuestro Código Civil y Comercial, está regulado en el Capítulo 4 de la Parte General,
donde se establece que el uso del prenombre y del apellido que le corresponden es un derecho y
un deber de la persona humana.

El nombre es un medio de identificación de las personas en la sociedad. Está integrado por el


nombre de pila (prenombre) y el apellido. Es un atributo de la personalidad.

Punto 2

Reglas concernientes al prenombre:


- Corresponde a los padres o a las personas a quienes ellos den autorización a tal fin; a falta
de uno lo realiza el otro; en defecto de todos, lo realizan los guardadores, el Ministerio
Público, o el funcionario del Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas.
- No pueden inscribirse: más de tres prenombres; apellidos como prenombres; primeros
prenombres iguales al de hermanos vivos; prenombres extravagantes.
- Pueden inscribirse nombres aborígenes autóctonos y latinoamericanos.

Reglas concernientes al apellido:

- El hijo lleva el primer apellido de alguno de los cónyuges. A pedido de los padres, o del
interesado con edad y madurez suficiente, se puede agregar el apellido del otro.
- Todos los hijos de un mismo matrimonio deben llevar el mismo apellido
- El hijo extramatrimonial con un solo vínculo filial lleva el apellido de ese progenitor. Si la
segunda filiación se determina después, los padres acuerdan el orden.
- La persona menor de edad sin filiación determinada debe ser anotada por el oficial del
Registro de Estado Civil y Capacidad de las personas con el apellido que está usando o con
uno común.
- La persona con edad y grado de madurez suficiente que carezca de apellido inscripto
puede pedir la inscripción del apellido que está usando.
- Los matrimonios pueden usar el apellido de la pareja con o sin el “de”

El cambio de prenombre o apellido solo procede si existen justos motivos a criterio del juez. Se
consideran justos motivos:

- El seudónimo, cuando hubiese adquirido notoriedad


- La raigambre cultura, étnica o religiosa
- La afectación de la personalidad de la persona interesada

Los cambios de prenombre por razón de identidad de género y los cambios de prenombre y
apellido por haber sido víctima de desaparición forzada, apropiación ilegal o alteración o supresión
de la identidad, no requieren intervención judicial.

Punto 3

Pueden ejercer acciones en defensa de su nombre:

- Aquel a quien le es desconocido el uso de su nombre


- Aquel cuyo nombre es indebidamente usado por otro
- Aquel cuyo nombre es utilizado para la designación de cosas o personajes de fantasía

En todos los casos puede demandarse la reparación de los daños. Las acciones pueden ser
ejercidas exclusivamente por el interesado; si ha fallecido, por sus descendientes, cónyuge o
conviviente, y a falta de estos, por los ascendientes o hermanos.

Punto 4

El seudónimo es la autodesignación ficticia que la persona adopta para determinadas actividades.


Goza de la tutela del nombre.

Punto 5
El domicilio es el lugar que la ley fija como asiento o sede de la persona para la producción de
determinados efectos jurídicos. Es el lugar donde la ley nos obliga a cumplir con los deberes
jurídicos. Existen dos categorías: el domicilio general (real y legal) y el domicilio especial.

Punto 6

El domicilio real de la persona es el lugar de residencia habitual. Si ejerce actividad profesional o


económica de la cual derivan obligaciones, lo tiene en el lugar donde realiza dicha actividad.

Punto 7

El domicilio legal es donde la ley presume, sin admitir prueba en contra, que una persona reside
de manera permanente para el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus obligaciones.
Solo la ley puede establecerlo.

- Funcionarios públicos (donde cumplen sus funciones)


- Militares activos (lugar donde prestan sus funciones)
- Transeúntes o personas de ejercicio ambulante (lugar de residencia actual)
- Personas incapaces (domicilio de sus representantes)

Punto 8

El domicilio especial aquel que puede establecerse por las partes de un contrato para el ejercicio
de los derechos y obligaciones que de él emanan.

Punto 9

El domicilio determina la competencia de las autoridades en las relaciones jurídicas.

BOLILLA VIII – PERSONA JURÍDICA

Punto 1

La personalidad, presupuesto de la actuación como sujeto de las relaciones jurídicas, no se limita a


los individuos humanos, a los que corresponde por el sólo hecho de ser tales, pues se extiende
también a la actuación colectiva de ellos, mediante su reconocimiento a diversas agrupaciones e
instituciones que actúan en el medio social.

La necesaria actuación del hombre en la sociedad se conecta, muchas veces, mediante su


participación en agrupaciones específicas, de todo tipo, en las cuales se unen los esfuerzos
individuales para obtener finalidades compartidas, que benefician a todos los partícipes y a la
sociedad en general.

Sin embargo, en el derecho romano primitivo, el concepto jurídico de persona estaba reservado
exclusivamente a los individuos. La idea de persona jurídica antes mencionada asoma recién en la
época del Imperio. A las ciudades a las cuales se las privó de su independencia política, se les
permitió, en cambio continuar actuando en el campo del derecho privado; estaban obligadas a
usar las formas ordinarias del comercio jurídico y a comparecer ante los jueces conforme a las
reglas del procedimiento civil. De esta manera se atribuyó por primera vez capacidad jurídica a
entes que no eran personas físicas. La solución que ello implicaba de numerosos problemas hizo
extender esa capacidad a otras corporaciones.
Aunque nunca llegó a desarrollarse una doctrina cabal de la personalidad jurídica, tal como hoy la
concebimos, lo cierto es que el paulatino desenvolvimiento de estas corporaciones concluyó en
reconocerles una verdadera independencia jurídica con respecto a sus miembros: los derechos y
obligaciones de estas entidades no afectaban a sus componentes.

No poca influencia en el desarrollo de la idea de persona jurídica en el derecho romano tuvieron la


Iglesia Católica y el derecho canónico. Cuando todavía no resultaba claro distinguir los intereses de
la asociación o corporación de los intereses de los miembros que las integraban, esa distinción
resultó patente en la Iglesia. Los cristianos están en el seno y bajo la protección de la Iglesia, pero
no la forman; es una institución sagrada e inmutable, que está más allá y por encima de los fieles.
Los miembros están al servicio de esos fines y sólo indirectamente persiguen un interés o
beneficio propio e individual.

El problema jurídico que las personalidades jurídicas implicaban fue considerado de importancia
secundaria hasta el advenimiento del capitalismo moderno. De pronto, la cuestión de la
personalidad jurídica adquirió una resonancia insospechada en el derecho, en la economía, en los
problemas sociales. En efecto, no tardó en advertirse que algunas de estas entidades, y
particularmente las sociedades anónimas, podían convertirse en eficacísimos instrumentos para el
desarrollo del comercio y la industria. Permitían, ante todo, reunir grandes capitales, que los
hombres individualmente no poseían; además, facilitaban las empresas audaces y riesgosas, pues
sus componentes podían afrontarlas con la tranquilidad de que el fracaso no suponía la ruina de
todo su patrimonio, sino solamente la pérdida de su aporte social, puesto que la separación entre
la entidad y sus miembros permitía esta solución.

Pero al lado de estas ventajas, bien pronto pudieron advertirse algunos inconvenientes, que el
tiempo fue acentuando. La acumulación de capitales hizo poderosísimas a muchas personas
jurídicas. Su influencia resultó decisiva en la producción, en la fijación de los precios de algunos
artículos y mercaderías. Y como ellas se manejaban en el sentido que más convenía a sus capitales,
muchas veces su poderosa gravitación contrariaba los intereses públicos. En muchos países, las
entidades industriales y financieras llegaron a tener una influencia sofocante en la política y en el
gobierno; y como los capitales son internacionales, esa influencia estaba por lo común destinada a
servir intereses foráneos. Ciertas sociedades anónimas llegaron a ser más fuertes que el propio
gobierno del país en que actuaban.

Estos fenómenos económicos y sociales despertaron el interés por el problema jurídico de las
personas morales. Se discutió agudamente su naturaleza. La necesidad del control del Estado
sobre ellas se hizo evidente; fue preciso, asimismo, extender su responsabilidad civil y, en algunos
casos, admitir incluso la penal. Más allá de esto, es necesario que la legislación cuide que no se
sofoque y esterilice un instrumento tan precioso de producción y de desarrollo industrial como
son estas entidades.

Tal como más adelante se precisará, cierto tipo de emprendimientos colectivos, por su naturaleza,
son prácticamente imposibles si no se reconoce la existencia del grupo como sujeto de relaciones
jurídicas, de modo que un orden jurídico que negara esa subjetividad estaría, en la práctica,
prohibiendo el desarrollo de la correspondiente actividad.

Las personas jurídicas son personas distintas de sus miembros, fundadores o administradores, con
patrimonio propio y los atributos correspondientes a la personalidad: nombre, domicilio,
capacidad y según algunos, también nacionalidad.
Según el artículo 141 de nuestro Código Civil y Comercial de la Nación, “son personas jurídicas
todos los entes a los cuales el ordenamiento les confiere aptitud para adquirir derechos y contraer
obligaciones”.

La definición de persona jurídica recibe en el nuevo Código un tratamiento más preciso que el que
tenía en el Código Civil, donde según su art. 32, resultaba por oposición al de persona de
existencia visible.

Naturaleza jurídica de las personas jurídicas:

A- TEORIA DE LA FICCION

La teoría de la ficción fue sistematizada por Savigny, quien parte de la idea de que el único sujeto
natural de derechos y obligaciones jurídicas es el hombre. Solo éste es capaz de voluntad y, por
consiguiente, sólo él puede ser naturalmente sujeto de derechos, puesto que el derecho subjetivo
es un poder que la ley acuerda a una voluntad.

En la actualidad está fuera de duda que su formulación no resulta hoy satisfactoria. La objeción
fundamental que puede hacérsele es que no ha penetrado con profundidad en lo íntimo de la
naturaleza jurídica de estas entidades, ni analizado su substractum real.

B- TEORIAS NEGATORIAS
1) Teorías que niegan solamente la personalidad moral o jurídica: Este primer grupo de
teorías negatorias tiene un punto de partida común con la teoría de la ficción: cómo
aquella, sostienen que la única persona real es el hombre. Consideran, sin embargo, que la
doctrina tradicional es superficial y no ahonda la investigación de la realidad que se
esconde detrás de la persona jurídica.
Para algunos, las personas jurídicas no son otra cosa que patrimonios afectados al
cumplimiento de ciertos fines (Brinz, Bekker).
Ihering, por su parte, piensa que los verdaderos sujetos de los derechos de una persona
moral son sus miembros, puesto que ellos son los beneficiarios y destinatarios de la
utilidad que el patrimonio puede rendir. La persona jurídica sería un sujeto aparente que
oculta a los verdaderos. Planiol desarrollo esta teoría y sostuvo la doctrina de la propiedad
colectiva. “Bajo el nombre de personas jurídicas es necesario comprender la existencia de
bienes colectivos, en forma de masas distintas, poseídas por un grupo de hombres”.
Estas doctrinas podrían quizás explicar el substractum de ciertas personas jurídicas, y
particularmente de las que tienen un fin comercial, por ejemplo, las sociedades anónimas.
Pero como explicación general, fallan. No se podrían aplicar al Estado, a personas jurídicas
con fines culturales, benéficos, religiosos, etc.
2) Teoría de Kelsen: Esta teoría sostiene que los derechos subjetivos no existen sino en
cuanto expresión del derecho objetivo. “El derecho subjetivo no es un derecho distinto del
objetivo; es el derecho objetivo mismo, en tanto se dirige, con la consecuencia jurídica por
él estatuida, contra un sujeto concreto (deber) o en tanto que se pone a disposición del
mismo (facultad)”.
Si no existen derechos subjetivos con valor propio, autónomo, por decir así, tampoco debe
existir sujeto de derecho. Los llamados derechos subjetivos y el sujeto de derecho, o sea la
persona, no son sino conceptos auxiliares, que facilitan el conocimiento del derecho.
Persona, sea física o jurídica, es sólo la expresión unitaria personificadora de un haz de
deberes y facultades jurídicas, es decir, de un complejo de normas. El hecho de ser un
centro de imputación de tales normas, convierte a ese centro en persona.
La expresión común de persona física no indicaría sino “la unidad de una pluralidad de
normas que estatuyen los deberes y derechos” de un individuo; persona jurídica indicaría
el haz o complejo de normas que regula la conducta de una pluralidad de hombres.
C- TEORIA DE LA REALIDAD
1) Teoría organicista: El expositor máximo de esta teoría fue Gierke, quien combate con
ardor la doctrina de la ficción, afirmando que las personas jurídicas no son entes
artificiales creados por el Estado sino, por el contrario, realidades vivas. Los entes
colectivos son organismos sociales dotados tanto como el hombre de una potestad propia
de querer y, por ello, capaces naturalmente de ser sujetos de derecho. Este cuerpo social
vive una vida propia, con independencia de toda intervención del Estado; a diferencia de
la teoría de la ficción, que sostenía que la autorización estatal era creativa de la
personalidad moral.
Es falso también que la persona colectiva pueda contraponerse a sus miembros, que
vendrían a ser terceros para ella; por el contrario, todos aquellos tienen una ligazón
orgánica con ella. Esta asociación tiene una voluntad propia que no es la suma de varias
voluntades separadas, sino una voluntad común de todos, ordenadamente declarada. De
ahí otra consecuencia fundamental: los administradores no son representantes de la
asociación, sino órganos de ella. Esta idea ejerce una influencia decisiva en el problema de
la responsabilidad. Las personas jurídicas no sólo serán responsables por los actos lícitos,
sino también por los ilícitos y aún por los delitos cometidos por sus administradores.
Esta teoría llamó la atención sobre el hecho de que las personas jurídicas no eran una
creación arbitraria del Estado; replanteó el problema de las relaciones de la entidad con
sus miembros y sus administradores, suministrando nuevas bases para resolver la cuestión
de la responsabilidad con un criterio más realista y más justo, que se halla triunfante en la
legislación contemporánea.

Más allá de contar ahora la persona jurídica con una definición puntual y específica, el dato más
relevante que emana del texto de la misma es que los redactores han adoptado las teorías
normativistas que conciben a la persona jurídica como un recurso técnico con el cual el
ordenamiento jurídico inviste a ciertos grupos de personas o establecimientos que desean
participar en el tráfico jurídico.

Así pues, de acuerdo con el artículo 141 del nuevo Código, la personalidad jurídica no es un
atributo que el legislador reconozca como inherente y necesario a ciertos entes colectivos (teoría
realista), sino que especialmente le confiere cuando advierte en dichos entes cierta utilidad social,
criterio eminentemente variable según la época y circunstancias.

Punto 2

Los elementos que determinan la existencia de las personas jurídicas son de dos tipos: MATERIAL y
FORMAL. Los elementos materiales, a su vez, incluyen dos tipos: el elemento personal (las
personas, los socios y/o administradores que la componen) y el elemento patrimonial (capital,
instalaciones, etc.); mientras que los elementos formales están compuestos por: la normatividad
que regula la constitución de la persona, la finalidad u el objeto de la persona jurídica, el acto
constitutivo y la autorización estatal en los casos en los que sea necesario.

Punto 3
El artículo 143 del Código Civil y Comercial establece que la persona jurídica tiene una
personalidad distinta de la de sus miembros y que éstos no responden por las obligaciones de la
persona jurídica, excepto en los supuestos que expresamente se prevén.

Este principio de separación de patrimonios es uno de los ejes rectores y razón de ser de la
personalidad jurídica; opera tanto respecto de los bienes de que es titular la persona jurídica y que
no pertenecen por tanto a ninguno ni a todos sus miembros, como de las obligaciones, ya que
ninguno de sus miembros, ni el conjunto de ellos, es responsable de éstas. Este principio sólo
puede ser dejado de lado excepcionalmente ante circunstancias que especialmente lo ameriten.

Punto 4

La creación de las personas jurídicas se puede dar de distintas formas según el tipo que sean. En
primer lugar se encuentran las ASOCIACIONES y las FUNDACIONES, cuya constitución se da con la
autorización estatal, tanto de la personería jurídica como del estatuto que rige el funcionamiento
de la misma. Estos tipos de personas jurídicas son los únicos que requieren de la autorización del
Estado para funcionar en cumplimiento de su objeto.

Por otro lado, se encuentran las SOCIEDADES COMERCIALES y las SIMPLES ASOCIACIONES, cuyo
rasgo distintivo, a diferencia de las mencionadas anteriormente, es que no requieren de la
autorización del Estado para su funcionamiento. Las sociedades comerciales se constituyen por
sistema de cumplimientos de requisitos normativos o de registro; mientras que las simples
asociaciones son creadas por el sistema de libre constitución.

Punto 6

Nuestro Código Civil y Comercial regula los distintos casos de disolución de las personas jurídicas
en su artículo 163. Estos son:

1. Por la decisión de sus miembros adoptada por unanimidad o por la mayoría establecida
por el estatuto o disposición especial;
2. Por el cumplimiento de la condición resolutoria a la que el acto constitutivo subordinó su
existencia;
3. Por la consecución del objeto para el cual la persona jurídica se formó, o la imposibilidad
sobreviniente de cumplirlo;
4. Por el vencimiento del plazo;
5. Por la declaración de quiebra; la disolución queda sin efecto si la quiebra concluye por
avenimiento (reconciliación) o se dispone la conversión del trámite en concurso
preventivo, o si la ley especial prevé un régimen distinto;
6. Por la fusión respecto de las personas jurídicas que se fusionan o la persona o personas
jurídicas cuyo patrimonio es absorbido; y la escisión (separación) respecto de la persona
jurídica que se divide y destina todo su patrimonio;
7. Por la reducción a uno del número de miembros, si la ley especial exige pluralidad de ellos
y ésta no es restablecida dentro de los tres meses;
8. Por la denegatoria o revocación firmes de la autorización estatal para funcionar, cuando
ésta sea requerida;
9. Por el agotamiento de los bienes destinados a sostenerla;
10. Por cualquier otra causa prevista en el estatuto o en otras disposiciones de este Título o de
ley especial.
El artículo 167 del Código establece que vencido el plazo de duración (artículo 165), resuelta la
disolución u ocurrida otra causa y declarada en su caso por los miembros, la persona jurídica no
puede realizar operaciones, debiendo en su liquidación concluir las pendientes.

La liquidación consiste en el cumplimiento de las obligaciones pendientes con los bienes del activo
del patrimonio de la persona jurídica o su producido en dinero. Previo pago de los gastos de
liquidación y de las obligaciones fiscales, el remanente (residuo o reserva), si lo hay, se entrega a
sus miembros o a terceros, conforme lo establece el estatuto o lo exige la ley.

En caso de infracción responden ilimitada y solidariamente sus administradores y aquellos


miembros que, conociendo o debiendo conocer la situación y contando con el poder de decisión
necesario para ponerle fin, omiten adoptar las medidas necesarias al efecto.

Los casos mencionados en el primer párrafo del artículo 167 son los modos de extinción de la
persona jurídica, es decir: vencimiento del plazo de duración, resolución del órgano de gobierno
de disolverse, o incursión de la persona jurídica en alguna causal de disolución automática.

Punto 7

Nuestro Código Civil y Comercial clasifica, en su sección 2° del Título II de la Parte General (art.
145, 146, 148), a las personas jurídicas en dos grupos: públicas o privadas.

Las personas jurídicas públicas tienen origen legal, persiguen un interés público y gozan de la
potestad de imperio. Éstas son:

- El Estado nacional, las provincias, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los municipios, las
entidades autárquicas y las demás organizaciones constituidas en la República a las que el
ordenamiento jurídico atribuya ese carácter;
- Los Estados extranjeros, las organizaciones a las que el derecho internacional público
reconozca personalidad jurídica y toda otra persona jurídica constituida en el extranjero
cuyo carácter público resulte de su derecho aplicable;
- La Iglesia Católica.

Las personas jurídicas públicas se rigen por las leyes y ordenamientos de su constitución.

Por otro lado, las personas jurídicas privadas nacen de la voluntad de los miembros o fundadores,
persiguen un interés privado o de lucro y sólo algunas gozan de imperio. Éstas son:

- Las sociedades;
- Las asociaciones civiles;
- Las simples asociaciones;
- Las fundaciones;
- Las iglesias, confesiones, comunidades o entidades religiosas;
- Las mutuales;
- Las cooperativas;
- El consorcio de propiedad horizontal;
- Toda otra contemplada en disposiciones de este Código o en otras leyes y cuyo carácter de
tal se establezca o resulta de su finalidad y normas de funcionamiento.

La participación del Estado en personas jurídicas privadas no modifica el carácter de estas. Se rigen
por las normas imperativas de la ley especial o del Código Civil y Comercial, por las normas del
acto constitutivo con sus modificaciones y por los reglamentos y por las normas supletorias de
leyes especiales, o en su defecto, por las del Título II de la Parte General del Código Civil y
Comercial.

Las personas jurídicas privadas que se constituyen en el extranjero se rigen por lo dispuesto en la
ley general de sociedades.

Según un criterio de distinción, las personas jurídicas públicas serían aquellas cuya existencia y
funcionamiento dependen del derecho público, aunque parte de su actividad esté regulada por el
derecho privado, mientras que las personas jurídicas privadas serían aquellas que tienen
reglamentada su existencia y sus actividades por el derecho privado, aunque dependan de una
autorización estatal para funcionar.

Punto 8

D ASOCIACIONES FUNDACIONES SOCIEDADES

Nacen de la voluntad de Nacen de la voluntad de


varias personas. una persona.

Requieren autorización del Estado para su constitución. Se crean según el sistema de


disposiciones normativas o
Registro.

Persiguen un fin propio o Persiguen el fin del Fin de lucro.


el “bien común”. Fin fundador. Fin altruista.
altruista.

Los miembros gobiernan Se gobiernan según lo


la entidad. dispuesto por la voluntad
del fundador.

Compuesta por Compuesta por órganos de


miembros. conducción y beneficiarios.

El patrimonio inicial debe


posibilitar el cumplimiento
de sus fines.

Las asociaciones son entidades creadas por un acuerdo de voluntades de varias personas, que
persiguen un fin de interés común, sea altruista o lucrativo. A las fundaciones, en cambio, las crea
una persona, sea humana o jurídica, que hace una donación o legado con el objeto de que se
destine a un cierto fin, siempre altruista, fijando las reglas a que ha de ajustar su desenvolvimiento
la entidad, designando sus administradores y la forma en que han de renovarse.

Las asociaciones nacen siempre del acuerdo de una pluralidad de miembros; la fundación nace de
la voluntad de una persona y se gobierna según las normas fijadas por ella; es verdad que dos o
más personas pueden ponerse de acuerdo y hacer una donación conjunta para crear una
fundación, pero además de que tal hipótesis es excepcional, lo sustancial es que en las primeras el
acuerdo es necesario, no así en las segundas.

En las asociaciones, sus miembros son los que gobiernan la entidad, la transforman, la disuelven;
en las fundaciones, el gobierno de la entidad está regulado por la voluntad del fundador y los
administradores no pueden apartarse de ella.

El patrimonio de las asociaciones tiene un fin propio a cumplir: los miembros son los interesados
en ese fin; en cambio, las fundaciones realizan un fin ajeno, el del fundador, y los destinatarios son
extraños a la entidad; así, por ejemplo, los beneficiarios del servicio hospitalario. Las fundaciones
no tienen miembros, sino destinatarios.

Punto 9

Atributos de la personalidad propios de las personas jurídicas.

1) CAPACIDAD

En principio, las personas jurídicas tienen capacidad para adquirir todos los derechos de que
pueden ser titulares las personas naturales. De esta regla deben exceptuarse, naturalmente,
aquellos derechos que el hombre tiene como tal. Las personas jurídicas no poseen la capacidad de
ejercicio, ya que, por cuestiones físicas, es imposible que ejerza sus derechos sino a través de sus
representantes designados para tal actividad.

A diferencia de las personas naturales, quienes tienen todos los campos de la actividad jurídica a
su alcance, las personas jurídicas sólo pueden realizar aquellos actos vinculados a los fines de su
institución, ya que poseen una capacidad restringida y limitada por el principio de la especialidad.
Este principio plantea que la persona jurídica sólo puede realizar los actos jurídicos
correspondientes a su objeto o finalidad, por los cuales el Estado le concedió personalidad; fuera
de esos fines, la persona jurídica carece de capacidad.

En otras palabras, toda actividad vinculada con el objeto de la institución, todos los actos y hechos
convenientes a la consecución de sus fines, deben considerarse lícitos.

2) NOMBRE

El atributo de la individualización es necesario en toda persona, sea física o jurídica. Nuestro


Código Civil y Comercial regula el nombre de las personas jurídicas en su artículo 151,
estableciendo los siguientes requisitos:

- Debe tener un nombre que la identifique como tal, con el aditamento indicativo de la
forma jurídica adoptada;
- Es de libre elección, pero debe cumplir los recaudos de veracidad, novedad y aptitud
distintiva tanto de otros nombres, como de marcas, nombres de fantasía u otra forma de
referencia de bienes y servicios. Es decir que el nombre y su aditamento deben permitir
que los terceros conozcan la naturaleza y extensión de la responsabilidad de los socios y el
sistema de representación del ente, evitándose confusiones respecto de dos personas
jurídicas que puedan llevar nombres parecidos o incluso iguales;
- No puede contrariar a la ley, el orden público o las buenas costumbres, ni inducir a error
sobre la clase u objeto de la persona jurídica;
- Sólo pueden llevar el nombre de personas humanas en la medida que tengan autorización
para hacerlo, en principio del interesado y en todo caso de sus herederos.

3) DOMICILIO

El domicilio de la persona jurídica es el fijado en sus estatutos o, en el caso de no haberlo indicado,


puede surgir también del acto de autorización estatal que se le dio para funcionar. La persona
jurídica que posee muchos establecimientos o sucursales tiene su domicilio especial en el lugar de
dichos establecimientos sólo para la ejecución de las obligaciones allí contraídas. El cambio de
domicilio requiere modificación del estatuto y el cambio de sede puede ser resuelto por el órgano
de administración.

BOLILLA IX – PERSONAS JURÍDICAS PRIVADAS

Punto 1

El hombre es muchas veces impotente para realizar por sí solo sus deseos y aspiraciones, necesita
unirse a otros hombres y mancomunar sus esfuerzos.

En las sociedades contemporáneas, el fenómeno asociacionista ha adquirido una extraordinaria


importancia. En efecto, el desarrollo del capitalismo y de la técnica ha reducido a muy poco las
posibilidades del individuo como tal. Pero lo que él solo no puede hacer, está al alcance de las
asociaciones. Es, pues, por imperio de las necesidades que el hombre se asocia a otros.

Al ingresar en el grupo, el hombre pierde sin duda algo de su libertad, pues está sometido a su
disciplina; pero, en cambio, gana en fuerza y seguridad, e, inclusive, puede recuperar su libertad
perdida a consecuencia de su debilidad individual.

El derecho de asociación es esencial a la vida del hombre en sociedad, debe admitirse que es un
derecho natural y como tal está amparado por la Constitución Nacional (art 14).

Nuestro Código Civil y Comercial establece en su artículo 168 que la asociación civil debe tener un
objeto que no sea contrario al interés general o al bien común. El interés general se interpreta
dentro del respeto a las diversas identidades, creencias y tradiciones, sean culturales, religiosas,
artísticas, literarias, sociales, políticas o étnicas que no vulneren los valores constitucionales. El
objeto no puede perseguir el lucro como fin principal, ni puede tener por fin el lucro para sus
miembros o terceros.

Al precisar el objeto de las asociaciones, el nuevo Código opta por una redacción negativa, ya que
se fija que el objeto no puede ser contrario al interés general ni tener al lucro como fin principal.
Por ende, los actos comprendidos en el objeto social – que son aquellos que podrá realizar en aras
de consumar sus fines – deberán respetar el interés general (es decir, tender al bien común) y
embeberse de un espíritu altruista (el evitar el lucro las distingue por esencia de las sociedades
comerciales).

La cuestión de la ausencia de fin lucrativo es lo que propone más debate, pues lleva a pensar si
como fin secundario o complementario podría tenerse un objeto lucrativo. Una mirada amplia e
integradora permite afirmar que la ausencia de lucro no quita a las asociaciones la posibilidad de
realizar actos dirigidos a obtener ganancias que sirvan para seguir cumpliendo con su finalidad
específica (por ej un club que organiza un festival para ampliar sus instalaciones).

La forma de constitución de las asociaciones civiles está regulada en el artículo 169 de nuestro
Código Civil y Comercial. Dicha norma establece que el acto constitutivo debe ser otorgado por
instrumento público y ser inscripta en el registro correspondiente, una vez concedida la
autorización estatal para funcionar. Hasta que se realice la inscripción se aplican las normas de la
simple asociación.

Según lo establecido en el artículo 181 del Código, los asociados no responden en forma directa ni
subsidiaria (supletoria) por las deudas de la asociación civil. Su responsabilidad se limita al
cumplimiento de los aportes comprometidos al constituirla o posteriormente y al de las cuotas y
contribuciones a que estén obligados.

Punto 2

Las simples asociaciones son personas jurídicas privadas similares a las asociaciones pero con
formalidades más sencillas para su constitución, ya que no requieren autorización estatal para su
funcionamiento. Presentan un régimen de responsabilidad patrimonial agravado para los
administradores en caso de insolvencia (irresponsabilidad).

La forma del acto constitutivo de las simples asociaciones es libre, pues no requiere autorización
alguna para funcionar. El artículo 187 de nuestro Código establece que el acto constitutivo debe
ser otorgado por instrumento público o privado con firma certificada por escribano público.
Además, instaura que al nombre de la misma debe agregársele, antepuesto o pospuesto, el
aditamento (agregado) “simple asociación” o “asociación simple”.

El fundador o asociado que no intervino en la administración de la simple asociación no está


obligado por las deudas de ella, sino hasta la concurrencia de la contribución prometida o de las
cuotas impagas (artículo 192).

En caso de insuficiencia de los bienes de la asociación simple, el administrador y todo miembro


que administra de hecho los asuntos de la asociación es solidariamente responsable de las
obligaciones de la simple asociación que resultan de decisiones que han suscripto durante su
administración. Los bienes personales de cada una de esas personas no pueden ser afectados al
pago de las deudas de la asociación, sino después de haber satisfecho a sus acreedores
individuales.

Punto 3

Las sociedades civiles y comerciales son personas jurídicas privadas que persiguen un fin propio y
de lucro, siempre y cuando no sea contrario a la moral, las buenas costumbres o los intereses
públicos. Se constituyen a partir de la inscripción en un registro y no requieren autorización del
Estado para funcionar. Éstas son las características que las diferencian de las asociaciones y
fundaciones.

Además, deben contar con patrimonio propio para administración y disposición de sus socios, ya
que se mueven en un ámbito esencialmente patrimonial. Requiere de un acuerdo de voluntades
para su constitución.
Las sociedades civiles y comerciales se encuentran reguladas por la reciente reformada Ley
General de Sociedades.

Punto 4

Las fundaciones son personas jurídicas que se constituyen con una finalidad de bien común, sin
propósito de lucro, mediante el aporte patrimonial de una o más personas, destinado a hacer
posible sus fines.

Para existir como tales requieren necesariamente constituirse mediante instrumento público y
solicitar y obtener autorización del Estado para funcionar.

Si el fundador es una persona humana, puede disponer su constitución por acto de última
voluntad (artículo 193). Es decir que la voluntad unilateral del fundador de constituir una
fundación puede manifestarse a través de un acto entre vivos (donación) o mortis causa (un
legado testamentario).

A diferencia de las restantes personas jurídicas de carácter privado, no se necesita del concurso de
varias voluntades para dar nacimiento al ente.

La fundación carece de miembros; sólo tiene órganos de conducción y beneficiarios; por ello, para
su nacimiento no se necesita de una unión (estable o permanente) de un grupo de personas
humanas, sino solamente de la existencia de un sujeto de derecho (el fundador), quien se
convierte en un extraño en relación con la entidad, cuando ésta obtiene la autorización para
funcionar.

El acto constitutivo de la fundación debe ser otorgado por el o los fundadores o apoderado con
poder especial, si se lo hace por acto entre vivos; o por el autorizado por el juez del sucesorio, si lo
es por disposición de última voluntad. El instrumento debe ser presentado ante la autoridad de
controlador para su aprobación (artículo 195).

Los fundadores y administradores de la fundación son solidariamente responsables frente a


terceros por las obligaciones contraídas hasta el momento en que se obtiene la autorización para
funcionar. Los bienes personales de cada uno de ellos pueden ser afectados al pago de esas
deudas sólo después de haber sido satisfechos sus acreedores individuales (artículo 200).

Nuestro Código establece para los fundadores y administradores, durante la etapa de gestación de
las fundaciones, un régimen de responsabilidad solidaria, pero limitada, ya que está subordinada a
los créditos de los acreedores individuales de los fundadores y administradores.

La adopción de este tipo de responsabilidad hasta el momento del otorgamiento de la


autorización por parte del órgano de controlador tiene lógica por cuanto hasta ese momento,
como se ha visto, la fundación carece de personería como tal.

Punto 5

Estructura interna de las asociaciones

Los órganos de gobierno de las asociaciones son creados por sus estatutos. Normalmente toda
asociación tiene un órgano deliberativo, la asamblea; uno ejecutivo, la dirección, y uno de control,
el síndico o comisión revisora de cuentas.
La asamblea: es la autoridad suprema de la institución: nombra y remueve la comisión directiva,
controla y aprueba, o desaprueba su gestión, establece la orientación que deben tener las
actividades de la asociación, imparte directivas a los directores, puede modificar los estatutos,
quedando sujeta la reforma a la ulterior aprobación del Poder Ejecutivo. Está formada por todos
los socios con derecho a voto.

Pero si bien la asamblea tiene el gobierno supremo de la entidad, no puede ejercer sus poderes
ilimitadamente. Por el contrario, sus decisiones deben ajustarse a los estatutos; a pesar de que
tiene facultades para reformarlos, no puede apartarse de ellos puesto que, según lo hemos dicho,
la modificación no tiene vigencia hasta tanto no haya sido aprobada por el Poder Ejecutivo.

Generalmente suele distinguirse entre las asambleas ordinarias, que se reúnen periódicamente
para tratar asuntos de rutina, y las extraordinarias, que se reúnen especialmente convocadas para
tratar asuntos graves o urgentes.

La dirección: actúa en forma permanente; tiene a su cargo la administración de la entidad, pero


debe sujetar su gestión a las directivas trazadas por la asamblea. Sus integrantes son nombrados y
removidos por la asamblea y responden ante ella de su actuación. Ejercen un mandato revocable.

Por lo general, la dirección está constituida por varias personas que integran una comisión
directiva; nada obsta, sin embargo, a que sea desempeñada por una sola persona. Esta modalidad
es frecuente en asociaciones gremiales y el administrador suele llamarse secretario general.

Del mismo modo que ocurre con las decisiones de la asamblea, las de la dirección están sujetas al
control judicial; toda persona afectada por una medida ilegal o antiestatutaria puede recurrir a los
jueces para reclamar su anulación.

Órganos de control: también poseen las asociaciones órganos de control que pueden ser
unipersonales (síndico) o pluripersonales (comisión revisora de cuentas).

Sus funciones consisten en vigilar la observancia de las leyes y de los estatutos, tanto en la
actuación de la dirección, como en la forma de la convocatoria de la asamblea, legitimidad de sus
decisiones, etc. En particular, tienen el deber de revisar periódicamente los libros de contabilidad
de la entidad y todos los documentos que se refieren al movimiento de fondos.

Son nombrados y removidos por la asamblea, del mismo modo que la dirección. Para desempeñar
estos cargos no es necesario ser miembro de la entidad.

La existencia de una institución requiere ineludiblemente un poder disciplinario que mantenga la


cohesión del grupo humano que forma su substractum; es inevitable, por consiguiente, reconocer
a las personas jurídicas facultades disciplinarias sobre sus miembros. Dichas medidas son las
siguientes: a) de carácter puramente moral: el llamado a orden, la prevención, la amonestación; b)
de carácter pecuniario: la multa, la privación de ciertos derechos o ventajas económicas
inherentes a la calidad de socio; c) la suspensión; d) la expulsión.

En las asociaciones, el carácter de miembro se adquiere por participar en el acto de fundación o


por incorporarse más tarde como asociado. Los derechos y deberes de los miembros están
reglados por sus estatutos, que forman la ley fundamental de la persona jurídica.

Los derechos de los miembros de una asociación son múltiples y de variada naturaleza. Entre ellos
podemos enumerar: derecho a intervenir en el gobierno de la entidad votando en las asambleas,
derecho a ser elegido y a elegir administradores, a usar las instalaciones, a participar de sus
reuniones, de recibir los beneficios de asistencia, etc. Si se tratare de personas jurídicas con fines
lucrativos, tendrán derecho a percibir dividendos o ganancias y a recibir la parte correspondiente
en caso de disolución.

El carácter de miembro supone, asimismo, obligaciones. Entre ellas cabe recordar: la de pagar las
cuotas de ingreso y las periódicas, acatar los estatutos o reglamentos internos, así como las
órdenes legítimas emanadas de los órganos de la asociación; asistir a las reuniones de las
asambleas y cooperar al cumplimiento del objeto o idea central de la asociación.

Estructura interna de las fundaciones

Los órganos administrativos de las fundaciones son los siguientes:

Consejo de administración: tiene todas las facultades necesarias para el cumplimiento del objeto
de la fundación, dentro de las condiciones fijadas en los estatutos.

Los estatutos deben contener necesariamente la forma de designación de los miembros del
Consejo; y los fundadores pueden reservarse para sí la calidad de miembro de él o la facultad de
designar los miembros del Consejo. Éstos no pueden ser menos de tres, pueden ser personas
humanas o entidades públicas o privadas sin fines de lucro, pueden ser permanentes o
temporarios y no podrán recibir retribución alguna por el ejercicio de sus cargos.

Comité ejecutivo: no es indispensable su existencia pero los estatutos pueden organizarlo para
facilitar la administración de la fundación. Tiene directamente a su cargo dicha administración o
las facultades que en él delegue el estatuto.

Organizado el Comité ejecutivo, la administración inmediata queda en sus manos y el Consejo de


Administración pasa a ejercer funciones de control y vigilancia.

Los estatutos deben prever el régimen de reuniones del Consejo y el Comité. El quorum será de la
mitad más uno de sus integrantes y las decisiones se tomarán por mayoría absoluta de los votos
presentes, salvo que el estatuto establezca mayorías especiales. En caso de empate, el presidente
del Consejo o del Comité tiene doble voto.

Punto 6

El artículo 144 del Código Civil y Comercial establece que la actuación que esté destinada a la
consecución de fines ajenos a la persona jurídica, constituya un recurso para violar la ley, el orden
público o la buena fe o para frustrar derechos de cualquier persona, se imputa a quienes a título
de socios, asociados, miembros o controlantes directos o indirectos, la hicieron posible, quienes
responderán solidaria e ilimitadamente por los perjuicios causados.

Lo dispuesto se aplica sin afectar los derechos de los terceros de buena fe y sin perjuicio
(independientemente de eso) de las responsabilidades personales de que puedan ser pasibles
(deudores) los participantes en los hechos por los perjuicios causados.

En el primer párrafo del artículo se explica que cuando la persona jurídica actúe por fuera de su
objeto, contrariando la ley, el orden público o la buena fe o afectando derechos de terceros, dicha
actuación se imputará directamente a los socios, asociados, miembros o controlantes que la
hicieron posible; quienes deberán responder por los perjuicios causados.
El alcance de esta figura son los terceros perjudicados cuando actuaron de buena fe. Y se aplica a
los socios, asociados, miembros o controlantes que actuaron fuera del objeto o de la ley, el orden
público o la buena fe.

Su antecedente normativo se encuentra en la antigua ley de Sociedades Comerciales, siguiendo su


redacción pero adecuándolo para hacerlo extensivo a todo tipo de personas jurídicas privadas. El
viejo Código Civil no incluía ninguna disposición de esta naturaleza.

Punto 8

El artículo 160 del Código Civil y Comercial establece que los administradores responden en forma
ilimitada y solidaria frente a la persona jurídica, sus miembros y terceros, por los daños causados
por su culpa en el ejercicio o con ocasión de sus funciones, por acción u omisión.

Es decir que este artículo regula los perjuicios que los administradores puedan causar a terceros o
a los propios miembros de la persona jurídica, en su actuación como representantes del ente. A
diferencia del artículo 144, este incluye el obrar conforme al objeto de la persona o a la ley, el
orden público y la buena fe, cuando aun así causen daños y perjuicios.

TERCERA PARTE – OBJETO DE LA RELACION JURIDICA

BOLILLA X – CONCEPTOS GENERALES. COSAS Y BIENES.

Punto 1

Como tratamos en la bolilla III, la relación jurídica es un vínculo entre dos o más sujetos, en orden
a determinados bienes o intereses, regulado por el derecho y con virtualidad a producir efectos
jurídicos. Esos bienes o intereses sobre los cuales se entabla el vínculo, conforman el elemento
objetivo de la relación jurídica; sobre ellos recae el derecho subjetivo del sujeto activo y el deber
jurídico del sujeto pasivo.

Los bienes son los objetos inmateriales susceptibles de valor económico (derechos patrimoniales,
reales, creditorios, intelectuales). Mientras que las cosas son los objetos materiales susceptibles
de valor económico (un inmueble, un animal, etc).

La concepción de bienes tiene dos acepciones: en un sentido amplio, bienes es igual a bienes
materiales (cosas) e inmateriales (derechos); mientras que en el sentido estricto, bienes son sólo
los inmateriales.

Entre el concepto de bienes, en su acepción amplia, y el de cosas, existe una relación de género a
especie, puesto que todas las cosas son bienes, pero no todos los bienes son cosas.

El artículo 17 del nuevo Código Civil y Comercial reconoce y regula los derechos sobre el cuerpo
humano o sus partes, estableciendo que éstos no tienen un valor comercial, sino afectivo,
terapéutico, científico, humanitario o social y sólo pueden ser disponibles por su titular siempre
que se respete alguno de esos valores y según lo dispongan las leyes especiales.

Este artículo adhiere a la tesis de extrapatrimonialidad de las partes del cuerpo humano (no tienen
un valor económico), abandonando el paradigma mercantilista, según el cual las partes separadas
del cuerpo constituirían el objeto de un derecho de propiedad, tutelado en sus connotaciones
patrimoniales, para asumir un sistema basado en el principio de la solidaridad.
El cuerpo humano o sus partes tienen valor afectivo (representa algún interés no patrimonial para
su titular), terapéutico (tiene un valor para la curación de enfermedades), científico (tiene valor
para la experimentación), humanitario (tiene valor para el conjunto de la comunidad), social (tiene
valor para el conjunto de la sociedad).

El artículo es abierto, en tanto el último segmento de la oración sujeta la “disponibilidad” del


cuerpo o de sus partes “cuando se configure algunos de esos valores y según lo dispongan las
leyes especiales” ya que hay demasiada variedad que hace necesario remitir a la legislación
especial la regulación de casa uno de los casos.

El artículo 18 del nuevo Código Civil y Comercial establece un nuevo tipo de sujeto de derecho, las
comunidades indígenas. La norma plantea que las comunidades indígenas reconocidas tienen
derecho a la posesión y propiedad comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan y de
aquellas otras aptas y suficientes para el desarrollo humano según lo establezca la ley, de
conformidad con lo dispuesto por el artículo 75 inciso 17 de la Constitución Nacional.

Este tipo de propiedad comunitaria indígena es una propiedad especial de fuente constitucional
cuya naturaleza real integra una compleja relación multidimensional de pertenencia de esos
pueblos con su entorno físico, social y cultural que, en su aspecto exclusivamente patrimonial, es
un derecho real, sin perjuicio de su dimensión cultural.

Esta norma reconoce que existen derechos de comunidades, diferentes de las personas
individuales, sobre bienes comunitarios.

Punto 2

Las cosas muebles, según lo establecido en el artículo 227 del Código, son aquellas que pueden
desplazarse, por sí mismas o por una fuerza externa. Esta distinción engloba tres categorías
distintas: las que pueden desplazarse por sí mismas pueden ser animales, que se denominan
semimovientes; o cosas inanimadas que tienen incorporados mecanismos de propulsión para ser
accionados por el hombre o por máquinas, como los automóviles, que se denominan locomóviles.
Las demás cosas muebles son las que se denominan “cosas muebles propiamente dichas”.

Las cosas inmuebles, por el contrario, son aquellas que no pueden trasladarse de un lugar a otro.
Nuestro Código Civil y Comercial distingue dos tipos de cosas inmuebles.

En el artículo 225 habla de los inmuebles por su naturaleza, que son el suelo, las cosas
incorporadas a él de una manera orgánica y las que se encuentran bajo el suelo sin el hecho del
hombre. Por tanto, los árboles, ríos, minerales enterrados, etc., entran en esta clasificación.

Aun tratándose de inmuebles por su naturaleza, dejan de pertenecer a esta categoría las cosas
que son extirpadas del suelo, como los minerales extraídos o un árbol que se desplanta.

Por otra parte, en el artículo 226, regula los inmuebles por accesión, que son aquellas cosas
muebles que se encuentran inmovilizadas por su adhesión física al suelo, con carácter perdurable.
En este caso, los muebles forman un todo con el inmueble y no pueden ser objeto de un derecho
separado sin la voluntad del propietario sin la voluntad del propietario. No se consideran
inmuebles por accesión las cosas afectadas a la explotación del inmueble o a la actividad del
propietario.
En esta última clase entran todas las construcciones permanentes, como las casas, edificios y
obras de infraestructura en general. Las cosas muebles que se incorporan de manera permanente
a todas estas construcciones, como las estufas de una casa, barandas de un puente, ventanas de
un edificio, etc., también son inmuebles por accesión, mientras permanezcan en esa condición.

Al disponer este artículo que “En este caso, los muebles forman un todo con el inmueble y no
pueden ser objeto de un derecho separado sin la voluntad del propietario”, se instaura una
importante regla general que determina que si es objeto de negocio jurídico un inmueble, todo lo
que está inmovilizado por adhesión física a él con carácter perdurable forma parte de la
contratación.

Por regla general, las cosas inmuebles son registrables y las muebles no, aunque existen cosas
muebles registrables debido a su importancia y valor económico (automóviles, aeronaves, buques,
caballos de carrera, etc.).

Es importante la distinción entre cosas muebles o inmuebles porque cada una tiene un régimen
jurídico particular y, por ende, efectos jurídicos distintos. En nuestro derecho, esta división tiene
las siguientes consecuencias:

1. La ley aplicable a los inmuebles es la del lugar de su situación (art. 2667 CCC); mientras
que respecto a las cosas muebles hay que hacer una distinción: las que tienen una
situación permanente y se conservan sin intención de transportarlas, se rigen por el
derecho del lugar de situación en el momento de los hechos sobre los que se plantea la
adquisición, modificación, transformación o extinción de tales derechos (art. 2669 CCC),
pero las cosas muebles que el propietario lleva siempre consigo o las que son de su uso
personal, se rigen por el derecho del domicilio de su dueño.
2. La adquisición, modificación o extinción de derechos reales sobre cosas inmuebles deben
realizarse por escritura pública (art. 1017 inc. A CCC), requisito no necesario para las cosas
muebles.
3. La adquisición de dominio sobre inmuebles por prescripción breve es de 10 años cuando
exista una posesión con justo título y buena fe (art. 1898 CCC), si estos últimos requisitos
no se dan, el dominio sobre la cosa inmueble se adquiere por prescripción adquisitiva
larga, cumplido el plazo de 20 años (art.1899 CCC). En cambio, tratándose de cosas
muebles, cuando éstas fueron hurtadas o perdidas, la prescripción adquisitiva breve es de
dos años (art. 1898 CCC). También adquiere el derecho real de dominio el que posee
durante diez años una cosa mueble registrable, no hurtada ni perdida (art. 1899 CCC).
4. Los derechos reales de hipoteca y anticresis sólo pueden recaer sobre inmuebles; la
prenda únicamente puede constituirse sobre inmuebles.

Punto 3

El artículo 228 de nuestro Código Civil y Comercial establece la distinción entre cosas divisibles e
indivisibles. Las primeras son aquellas que pueden ser divididas en porciones reales sin ser
destruidas, cada una de las cuales forma un todo homogéneo y análogo, tanto a las otras partes
como a la cosa misma. Mientras que las indivisibles, por oposición, son las que, en caso de ser
fraccionadas, se destruyen o pierden su naturaleza.

Es decir que una cosa es divisible cuando se da la triple circunstancia consistente en que de hecho
puede dividirse y, además, las cosas obtenidas como resultado de ese proceso por un lado forman
un todo homogéneo y por otro son análogas a las demás partes y a toda la cosa. Las dos últimas
características son decisivas a la hora de aprehender el concepto de divisibilidad de las cosas,
ambas deben presentarse conjuntamente porque de lo contrario podríamos llegar a conclusiones
desacertadas. En principio son divisibles todos los inmuebles, regla que admite excepciones. El
dinero es divisible y, en general, lo son los granos y los líquidos. Las cosas que perderían su esencia
de ser divididas, como un libro, son indivisibles.

Además, este artículo plantea que las cosas no pueden ser divididas si su fraccionamiento
convierte en antieconómico su uso y aprovechamiento, y deriva la reglamentación del
fraccionamiento parcelario, en materia de inmuebles, a las autoridades locales.

En otras palabras, cuando una cosa pueda ser de hecho dividida y, además, las cosas obtenidas
sean análogas entre sí y respecto del todo, tendrá el carácter jurídico de indivisible si la división
convierte en antieconómico su uso. Es decir que la intención de esta norma es limitar la
posibilidad de dividir las cosas. Esta circunstancia se puede apreciar en los bienes inmuebles: de
acuerdo a las características productivas de la tierra, una superficie menor a determinada área la
convertiría en antieconómica porque el costo de hacerla producir superaría al beneficio. No se
puede hacer generalizaciones en este punto, porque la productividad de la tierra, y el carácter
antieconómico que puede derivar o no de ésta, depende de la fertilidad del suelo: cuando éste es
de excelente calidad, muy pequeñas superficies pueden conformar una unidad económica,
mientras que cuando es infértil, la extensión de la unidad económica debe ser mucho mayor. Es
por ello que se deriva a la reglamentación local el fraccionamiento de la unidad económica
inmobiliaria, porque depende de las características de cada suelo y de cada clima determinar cuál
es la cantidad de tierra mínima que puede ser explotada.

Esta clasificación es de la mayor importancia dado que al dividirse un condominio o una herencia,
sólo las cosas divisibles son susceptibles de ser partidas en especie.

Punto 4

Los artículos 229 y 230 de nuestro Código Civil y Comercial conceptualizan la distinción entre cosas
principales y accesorias.

Las cosas principales son las que pueden existir por sí mismas, es decir, que no dependen de otras
para que puedan cumplir su función (art. 229). Tal es el caso de un automóvil, pues está
compuesto por distintas partes accesorias que forman un todo.

Mientras que las cosas accesorias son aquellas cuya existencia y naturaleza son determinadas por
otra cosa de la cual dependen o a la cual están adheridas. Su régimen jurídico es el de la cosa
principal, excepto disposición legal en contrario. Si las cosas muebles se adhieren entre sí para
formar un todo sin que sea posible distinguir la accesoria de la principal, es principal la de mayor
valor. Si son del mismo valor no hay cosa principal ni accesoria (art. 230). Por ejemplo, un volante,
una puerta, un asiento y todos los demás componentes de un automóvil, son accesorios respecto
de éste.

La accesoriedad se puede dar por “dependencia” (cuando existe accesoriedad sin accesión física,
como el teclado inalámbrico de una computadora) o por “adhesión” (cuando existe accesión física,
como las distintas partes que componen un auto).

Es importante la distinción entre cosas principales o accesorias porque en el régimen jurídico de


estas cosas, se aplica el principio de que “lo accesorio sigue la suerte de lo principal”.
Punto 5

El artículo 231 instituye la distinción entre cosas consumibles y no consumibles (sólo cosas
muebles); las primeras son aquellas cuya existencia termina con el primer uso, como el vino, o aun
cuando continúan existiendo, dejan de ser útiles para quien las consume; las segundas son
aquellas que no dejan de existir por el primer uso que de ellas se hace, aunque sean susceptibles
de consumirse o deteriorarse después de algún tiempo, como una prenda de vestir que se va
desgastando con cada uso pero ello no implica que deje de existir luego de ser utilizada, ni que
deje de ser apta para su destino luego de su utilización.

La importancia de la distinción entre cosas consumibles y no consumibles, categorías que


obviamente sólo pueden corresponder a los muebles, consiste en que algunos contratos sólo
pueden tener por objeto a las primeras, como el mutuo o préstamo de consumo: dinerario, y otros
únicamente a las segundas, como el comodato o préstamo de uso: un auto, un traje, un disfraz,
etc.

La distinción también es importante en materia de derechos reales, pues el usufructo sólo puede
recaer sobre cosas no consumibles.

Punto 6

El artículo 232 del Código instaura la categoría de cosas fungibles (sólo cosas muebles), que son
aquellas en que todo individuo de la especie equivale a otro individuo de la misma especie, y
pueden sustituirse por otras de la misma calidad y en igual cantidad. Es decir que son cosas
sustituibles unas por otras sin que el cambio implique variación cualitativa o cuantitativa alguna.
Participan de esta categoría, en general, todos los productos nuevos fabricados en serie. Sin
embargo, cuando tienen cierto uso, a nuestro modo de ver, dejan de ser fungibles puesto que el
tipo de utilización y los cuidados dispensados a la cosa son decisivos en cuanto al mantenimiento
de sus cualidades. Por ejemplo, dos ejemplares nuevos del Código Civil y Comercial son fungibles,
pero dejan de serlo al comenzar a utilizarse porque el trato, el desgaste de hojeo, etc., dejan su
huella y determinan que un ejemplar no sea igual a otro. Y ello tiene consecuencias jurídicas
importantes, puesto que si yo entrego en préstamo un ejemplar especifico, debe serme devuelto
ese mismo.

Por otra parte, las cosas no fungibles son aquellas que tienen características propias que las hacen
únicas y, por ende, no pueden ser sustituidas por otras de características exactamente idénticas.
Así, un perro no puede ser sustituido por otro, aunque sea de la misma raza, hijo de los mismos
padres, e incluso nacido en el mismo parto, puesto que tiene peculiaridades que lo distinguen en
su individualidad, como su personalidad, carácter, etc. Ni qué hablar de un cuadro original, que
nunca es idéntico a otro.

Es importante la distinción entre cosas fungibles y no fungibles porque ciertos contratos pueden
tener como objeto a las primeras (mutuo o préstamo de consumo: por ej. dinerario) y otros a las
segundas (comodato o préstamo de uso: por ej. un auto).

Punto 7

El artículo 233 de nuestro Código Civil y Comercial establece la distinción entre frutos y productos.
Los frutos son los objetos que un bien produce, de modo renovable, sin que se altere o disminuya
su sustancia. Pueden ser:
 Naturales: son las producciones espontáneas de la naturaleza. (crías de los animales)
 Industriales: son los que se producen por la industria del hombre o la cultura de la tierra.
 Civiles: son las rentas que la cosa produce. (renta derivada del alquiler de un inmueble) Las
remuneraciones del trabajo se asimilan a los frutos civiles.

Los productos son los objetos no renovables que separados o sacados de la cosa alteran o
disminuyen su sustancia.

En otras palabras, tanto los frutos como los productos son una cosa que se extrae de otra que la
produce. La diferencia radica en que los frutos no alteran su sustancia y los productos sí. De
manera que al producir frutos, la cosa sigue siendo la misma, brinda la misma utilidad que antes y
mantiene la potencialidad de producir nuevos frutos. Los productos, en cambio, implican una
alteración sustancial de la esencia de la cosa. Un ejemplo aclara fácilmente la cuestión: una vaca
produce leche como fruto y carne como producto.

Finalmente, el artículo aclara que tanto los frutos naturales e industriales como los productos,
forman un todo con la cosa mientras no sean separados de ella. Así, mientras la vaca no es
ordeñada, su carne y su leche forman un todo con ella. Esto quiere decir que el régimen de
propiedad de los frutos y productos es el de la cosa principal, mientras no sean separados de ella.
Pero la propiedad también subsiste luego de la separación y hasta tanto resulte objeto de un
negocio jurídico.

Punto 8

Nuestro Código Civil y Comercial establece, en su artículo 234, que están fuera del comercio los
bienes cuya transmisión (enajenación) está expresamente prohibida por la ley o por actos
jurídicos, en cuanto el Código permita tales prohibiciones.

Que las cosas estén dentro o fuera del comercio no depende de las características intrínsecas de la
cosa, sino de disposiciones legales. En general, los bienes están dentro del comercio, pero pueden
estar fuera de él si la ley así lo dispone, o si un acto jurídico prohíbe la enajenación. En general,
están fuera del comercio, por ley, los bienes del dominio público del Estado. Por acto jurídico se
puede impedir temporalmente, también, la enajenación de una cosa.

BOLILLA XI – LOS BIENES EN RELACION CON LAS PERSONAS

Punto 1

Los bienes del Estado pueden ser de dominio público o privado. Nuestro Código Civil y Comercial
los regula en los artículos 235, 236 y 237.

Punto 2

Los bienes pertenecientes al dominio público del Estado son muebles o inmuebles afectados a una
categoría especial, donde el Estado es su titular formal; se encuentran destinados a la satisfacción
de necesidades de utilidad general y librados al uso público.

Pueden pertenecer al Estado nacional, provincial, municipal o la Ciudad Autónoma de Buenos


Aires.
Pertenecen a una categoría especial porque no se trata de un derecho real de dominio ordinario,
pues faltan atribuciones esenciales de éste como el poder de disposición. Se trata, más bien, de un
poder de reglamentación del uso o, en todo caso, de un derecho de propiedad en sentido diverso
a la propiedad ordinaria. No obstante, ello no quita algunas potestades del Estado típicas del
derecho real de dominio, como el ejercicio de las acciones reales, disponer de los frutos, etc.

Los bienes del dominio público son inenajenables, inembargables e imprescriptibles según lo
dispuesto en el artículo 237 del Código Civil y Comercial. Están librados al uso público general.

Son inenajenables porque no se pueden hipotecar ni vender y no resultan susceptibles de


embargo. Sólo se puede conceder su uso o explotación.

Se declaran inembargables porque, dada la utilidad general que prestan, sería irrazonable la
posibilidad de sustraerlos de su condición para satisfacer intereses de acreedores particulares,
para garantía universal de sus créditos están los bienes de dominio privado del Estado.

Son imprescriptibles, en tanto no pueden ser poseídos y la posesión es un elemento esencial de la


usucapión.

Son bienes pertenecientes al dominio público:

a) El mar territorial hasta la distancia que determinen los tratados internacionales y la legislación
especial, sin perjuicio del poder jurisdiccional sobre la zona contigua, la zona económica
exclusiva y la plataforma continental;
b) Las aguas interiores, bahías, golfos, ensenadas, puertos, ancladeros y las playas marítimas;
c) Los ríos, estuarios, arroyos y demás aguas que corren por cauces naturales, los lagos y lagunas
navegables, los glaciares y el ambiente periglacial y toda otra agua que tenga o adquiera la
aptitud de satisfacer usos de interés general, comprendiéndose las aguas subterráneas, sin
perjuicio del ejercicio regular del derecho del propietario del fundo de extraer las aguas
subterráneas en la medida de su interés y con sujeción a las disposiciones locales;
d) Las islas formadas o que se formen en el mar territorial, la zona económica exclusiva, la
plataforma continental o en toda clase de ríos, estuarios, arroyos, o en los lagos o lagunas
navegables, excepto las que pertenecen a particulares;
e) El espacio aéreo suprayacente al territorio y a las aguas jurisdiccionales de la Nación
Argentina, de conformidad con los tratados internacionales y la legislación especial;
f) Las calles, plazas, caminos, canales, puentes y cualquier otra obra pública construida para
utilidad o comodidad común;
g) Los documentos oficiales del Estado;
h) Las ruinas y yacimientos arqueológicos y paleontológicos.

Punto 3

Los bienes del dominio privado del Estado, a diferencia de los que corresponden al dominio
público, conforman un verdadero y autentico derecho real de dominio, con todas las potestades y
consecuencias que de él dimanan, salvo en cuanto a que si están afectados a un servicio público
no son embargables. Son bienes enajenables, pero siempre sujeta a la intervención de autoridad
pública.

Según el artículo 236 del Código Civil y Comercial, son bienes del dominio privado, pertenecientes
al Estado nacional, provincial o municipal, los siguientes:
a) Los inmuebles que carecen de dueño;
b) Las minas de oro, plata, cobre, piedras preciosas, sustancias fósiles y toda otra de interés
similar, según lo normado por el Código de Minería;
c) Los lagos no navegables que carecen de dueño;
d) Las cosas muebles de dueño desconocido que no sean abandonadas, excepto los tesoros;
e) Los bienes adquiridos por el Estado nacional, provincial o municipal por cualquier título.

Punto 4

El artículo 238 de nuestro Código Civil y Comercial establece que los bienes que no son del Estado
nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires o municipal, son bienes de los
particulares sin distinción de las personas que tengan derecho sobre ellos, salvo aquellas
establecidas por leyes especiales.

Es decir que los bienes que no pertenecen al dominio público ni al dominio privado del Estado,
pertenecen a los particulares. Están sujetos, junto con los bienes del dominio privado del Estado,
al régimen ordinario del Código, por lo que no cabe más que remitirse a la normativa de los
derechos reales y a la del resto del Código, en cuanto hace referencia a cosas y bienes en general.

Punto 5

El artículo 239 instaura la regulación de las aguas que surgen en los terrenos de los particulares,
estableciendo que éstas pertenecen a sus dueños, quienes pueden usar libremente de ellas,
siempre que no formen cauce natural. Además, dispone que las aguas de los particulares quedan
sujetas al control y a las restricciones que en interés público establezca la autoridad de aplicación.
Nadie puede usar de aguas privadas en perjuicio de terceros ni en mayor medida de su derecho.

La norma sostiene que pertenecen al dominio público si constituyen cursos de agua por cauces
naturales. Los particulares no deben alterar esos cursos de agua. El uso por cualquier título de
aguas públicas, u obras construidas para utilidad o comodidad común, no les hace perder el
carácter de bienes públicos del Estado, inalienables e imprescriptibles.

Punto 6

El Código Civil y Comercial de la Nación establece, en su artículo 240, un límite al ejercicio de los
derechos individuales sobre los bienes, estableciendo que el mismo debe ser compatible con los
derechos de incidencia colectiva. Además, sostiene que debe conformarse a las normas del
derecho administrativo nacional y local dictadas en el interés público y no debe afectar el
funcionamiento ni la sustentabilidad de los ecosistemas de la flora, la fauna, la biodiversidad, el
agua, los valores culturales, el paisaje, entre otros, según los criterios previstos en la ley especial.

Este artículo tiene la enorme importancia de relativizar el ejercicio de los derechos individuales en
función de la protección de los derechos de incidencia colectiva.

Todos los ítems que busca anteponer al ejercicio de los derechos individuales son valores de
incidencia colectiva: flora, fauna, biodiversidad, agua, valores culturales y paisaje. La enumeración
es meramente ejemplificativa y se remite a los criterios que determine la ley especial.

El puntapié inicial de los derechos de incidencia colectiva en nuestro derecho positivo está dado
por el artículo 43 de la Constitución Nacional, reformado en 1994. A partir de allí se le dio
jerarquía de nuevos derechos y garantías constitucionales y se establecieron vías específicas de
protección como el amparo colectivo.

Los derechos de incidencia colectiva son aquellos que garantizan a la humanidad una vida digna y
sustentable a futuro; de allí su importancia estratégica y la preocupación de las legislaciones
modernas por su regulación. Sin ellos se tornaría cada vez más difícil el ejercicio de los derechos
individuales y esta circunstancia justifica la anteposición de aquellos sobre éstos.

BOLILLA XII – PATRIMONIO

Punto 1

El patrimonio es el conjunto de bienes de una persona que se considera como una entidad
abstracta, independientemente de los bienes que la componen, los cuales pueden cambiar,
disminuir o aumentar, sin que se altere el conjunto como tal. Está compuesto por el conjunto de
derechos patrimoniales de las personas, que son aquellos que sirven para la satisfacción de sus
necesidades económicas y que, por tanto, pueden apreciarse en dinero. Dentro de los derechos
patrimoniales encontramos: reales, intelectuales y creditorios.

Punto 2

Existe una parte de la doctrina que considera al patrimonio como un atributo de la personalidad.
Desde nuestro punto de vista, no lo consideramos como tal ya que éste no hace a la existencia de
la persona.

Punto 3

En la antigüedad, se consideraba al patrimonio estáticamente, ya que el mismo se componía por


parcelas de tierra y, en la generalidad, no presentaba modificaciones. En la actualidad, el
patrimonio es un ente dinámico, que se encuentra en constante modificación porque los
elementos que lo integran son financieros.

Punto 4

Punto 5

Las personas pueden tener dos tipos de patrimonios, independientes entre sí: patrimonio general
y patrimonio especial. El patrimonio general es el conjunto de bienes que una persona posee;
mientras que el patrimonio especial es el conjunto de bienes de una persona, afectados a un fin
determinado y sometidos a un régimen legal especial.

Los casos más importantes de patrimonios especiales son los siguientes: 1) cuando se acepta una
herencia con beneficio de inventario; el heredero es titular a la vez de su propio patrimonio y del
que recibe en herencia; 2) cuando los acreedores del causante solicitan la separación de
patrimonios. La aceptación con beneficio de inventario significa que el heredero responde por las
deudas del causante, pero sólo hasta el límite de los bienes que de él reciba. La separación de
patrimonios, en cambio, es pedida por los acreedores del causante, quienes en previsión de la
posible insolvencia del heredero, reclaman esa medida para cobrarse sus créditos antes de que se
opere la confusión de patrimonios; en estos dos supuestos, el heredero es titular, a la vez, de su
propio patrimonio y del que recibe en herencia; 3) cuando se ha recibido la posesión definitiva de
los bienes de un ausente con presunción de fallecimiento, que forman un patrimonio separado del
general del sucesor; 4) cuando el deudor ha sido desapoderado de sus bienes por efecto de
concurso o quiebra; 5) cuando se forma un fondo de comercio; 6) los bienes propios y gananciales
de los cónyuges constituyen masas patrimoniales separadas.

Punto 6

El artículo 242 del Código Civil y Comercial establece que todos los bienes del deudor están
afectados al cumplimiento de sus obligaciones y constituyen la garantía común de sus acreedores,
con excepción de aquellos que sean declarados inembargables o inejecutables.

Esto significa que el deudor responde por las obligaciones contraídas ante sus acreedores con el
conjunto de bienes que conforma su patrimonio. De tal suerte, todos aquellos que tienen un
crédito contra una persona pueden, en pie de igualdad, agredir el patrimonio del deudor para
satisfacer su creencia.

No obstante, no es un principio absoluto ya que existen muchas previsiones legales específicas


sobre la inembargabilidad de determinados bienes.

La idea del patrimonio como prenda común tiene su piedra basal en las acciones que otorga la ley
a los acreedores contra sus deudores para lograr en forma compulsiva el cumplimiento de las
obligaciones, cuando ellas no son extinguidas en forma voluntaria por el sujeto pasivo del nexo
creditorio. De esta manera se pone en práctica la noción de coercibilidad, típica del derecho,
entendida como posibilidad de coacción frente a los deudores, lo que constituye el aspecto activo
de las obligaciones.

Todos los acreedores del deudor tienen el mismo derecho y pueden agredir el patrimonio del
solvens para cobrarse. En la medida en que el deudor no entre en cesación de pagos, los
acreedores únicamente pueden agredir su patrimonio individualmente. En cambio, si se da la
situación de cesación de pagos, la agresión ya no es individual sino colectiva, debiendo todos los
acreedores soportar en forma proporcional a sus créditos, la insolvencia de su deudor, salvo que
cuenten con privilegios que alteren el orden de pago.

La ejecución individual y colectiva no sólo tienen presupuestos distintos, sino que también tienen
finalidades y consecuencias diversas: la ejecución individual únicamente tiene por objeto
solucionar un incumplimiento obligacional específico y las consecuencias de su ejercicio no se
extienden a todo el patrimonio del deudor; la ejecución colectiva, en cambio, tiene por finalidad
solucionar una situación de insolvencia, persigue la satisfacción de todas las deudas del
concursado en la medida de lo posible, y sus efectos se proyectan a la universalidad del
patrimonio.

Punto 7

Puede ocurrir que los bienes del deudor no alcancen a cubrir sus obligaciones. En tal caso, no sería
justo que todos los acreedores, cualquiera sea el origen o naturaleza del crédito y las necesidades
que está destinado a llenar, se satisfagan en un pie de igualdad. Ha sido preciso establecer un
orden de preferencia que contemple aquel problema. De ahí que existan distintas clases de
acreedores:
a) Acreedores privilegiados: son aquellos que tienen un derecho dado por la ley para ser
pagados con preferencia a otros. El privilegio nace siempre de la ley; la voluntad de las
partes es impotente para crearlo.
b) Acreedores de garantía real: son aquellos que tienen a su favor un derecho real de
garantía que produce que gocen también de una preferencia en el pago de sus créditos,
nacida en este caso de la voluntad de las partes, apoyada en la ley. Tal ocurre con los
acreedores hipotecarios, prendarios y anticresistas.
c) Acreedores quirografarios: son aquellos que carecen de toda preferencia; deben cobrar
después de los privilegiados y de los que tienen a su favor un derecho real de garantía, y lo
hacen a prorrata de sus respectivos créditos si los bienes del deudor no alcanzan a
satisfacerlos en su totalidad.

Punto 8

Los acreedores cuentan con ciertas herramientas para asegurarse el cobro de los créditos
producto de la obligación del deudor. Pueden agredir el patrimonio del deudor a través de
distintas acciones que veremos a continuación.

Punto 9

Cuando los acreedores no cuentan con la habilitación judicial para ejecutar los bienes del deudor a
través de subasta pública, pueden realizar acciones preventivas o cautelares para asegurar que el
deudor no se desprenda de esos bienes. Las medidas cautelares son el embargo, la inhibición y la
notación de litis.

El embargo afecta a uno o más bienes determinados del patrimonio del deudor e impide que éste
disponga de ellos, antes de la venta judicial. La inhibición tiene un alcance indeterminado; consiste
en una anotación que se hace en el Registro de la Propiedad que priva al deudor de enajenar
cualquier bien que estuviera allí inscripto a su nombre.

La notación de Litis es un pedido que se realiza al juez para que el mismo envíe a los Registros de
la Propiedad (inmueble) un informe acerca de la disputa en el juicio sobre determinado bien.

Punto 10

Los acreedores a quienes su crédito les ha sido reconocido por sentencia judicial o que tienen un
título con fuerza ejecutiva (se llama así al que permite al acreedor iniciar directamente la vía
ejecutiva sin tener que instaurar acción ordinaria) tienen derecho a ejecutar los bienes de su
deudor para cobrar su crédito del producido de la venta.

Punto 11

Puesto que el patrimonio del deudor es la garantía del pago de las deudas, es lógico reconocer a
los acreedores el derecho a defenderlo. De ahí que se reconozca a los acreedores el derecho a
ejercer las siguientes acciones:

- Acción de simulación: a veces los deudores simulan un acto (generalmente la venta de un


bien) para no pagar a sus acreedores. Éstos pueden demostrar la simulación, volver las
cosas a su estado real y cobrarse sus créditos de ese bien.
- Acción pauliana o revocatoria: el deudor no simula desprenderse de un derecho, sino que
lo enajena realmente. Por ejemplo, vende un campo y oculta el dinero, que escapa así a la
acción de los acreedores. Éstos pueden, reunidas ciertas condiciones legales, tener por no
ocurrido el acto, que les es inoponible, y hacer ejecución del bien para cobrarse sus
créditos.
- Acción subrogatoria y oblicua: en este caso no se trata de una conducta dolosa y
fraudulenta del deudor, sino de una inacción. Ocurre a veces que una persona cargada de
deudas tiene también algunos créditos contra otras personas. Podría cobrarlos, pero no lo
hace simplemente porque ese dinero no lo beneficiaría a él sino a sus acreedores, que
serán en definitiva quienes lo van a percibir. Por ejemplo: pedro debe $10.000 y es
acreedor de $1.000; si cobra esta suma, sus acreedores caerán sobre ella, de tal modo que
Pedro no será otra cosa que un puente para que el dinero pase de sus deudores a sus
acreedores. En otras palabras, él no tiene interés en ejercer esas acciones. En esta
hipótesis, la ley concede a sus acreedores el derecho a subrogarse en las acciones de su
deudor, vale decir, a ejercer las acciones que éste ha abandonado, lo que se llama acción
oblicua. De esta manera, los acreedores hacen ingresar bienes al patrimonio de su deudor
y luego pueden hacer ejecución de ellos.

Punto 12

La ejecución del deudor puede ser individual o colectiva. En el primer caso, cada acreedor
demanda a su deudor y ejecuta sus bienes hasta cobrarse su crédito. En el segundo, todos los
acreedores proceden conjuntamente y se distribuyen el patrimonio del deudor de la siguiente
manera: primero se paga a los acreedores privilegiados, de acuerdo con su rango; el saldo se
distribuye entre los quirografarios a prorrata del monto de sus respectivos créditos. En el orden
civil, este procedimiento se llama concurso; en el orden comercial, se denomina quiebra.

Punto 13

No todos los bienes están sujetos a la ejecución por los acreedores. Es importante destacar la
evolución experimentada por el derecho en este punto. De la prisión por deudas se ha pasado al
reconocimiento de que algunos bienes son inembargables, siendo visible la tendencia de los
últimos años a aumentarlos en número y proporción. El motivo que inspiran estas excepciones es
siempre el mismo: que no debe privarse a los hombres de lo que es indispensable para cubrir sus
necesidades más imprescindibles. Pero lo que se ha modificado últimamente es el concepto de
cuáles son esas necesidades más imperiosas, que hoy se juzgan con espíritu amplio y generoso,
incluyendo lo que es menester para una vida decorosa y para poder trabajar. Algunos ejemplos de
bienes excluidos del poder de agresión de los acreedores son:

- Vivienda protegida;
- Indemnización por despido o por accidentes de trabajo;
- Jubilaciones, pensiones y aguinaldos;
- Salarios hasta un porcentaje;
- Sepulcro;
- Muebles necesarios para la vida de una persona;
- Elementos necesarios para ejercer la profesión; etc.

Punto 14

El capítulo 3 del título III de nuestro Código Civil y Comercial instituye una innovación en cuanto al
antiguo régimen de “bien de familia”, reemplazándolo por un nuevo régimen de afectación de la
vivienda. Este sistema de protección consiste en hacer inejecutable y poner fuera de negocio la
vivienda bajo ciertas condiciones. Una de las consecuencias de dicha protección es la imposibilidad
del uso de la vivienda como garantía contractual.

La normativa establece que puede afectarse al régimen previsto en dicho capítulo, un inmueble
destinado a vivienda, por su totalidad o hasta una parte de su valor. Esta regulación tiene un
horizonte marcadamente más amplio que la establecida en la ley de “bien de familia”. En aquel
sistema sólo tenía protección la familia y no la persona individual, situación que se corrige en el
actual sistema donde toda persona, aunque viva sola, tiene su amparo. Ello constituye un avance
significativo porque no hay ninguna razón aceptable que justifique que se proteja la vivienda de
quien tiene familia y no la de quien no la posee.

Esta norma dispone que puede ser objeto de afectación un inmueble destinado a vivienda “por su
totalidad o hasta una parte de su valor”. Esta es otra novedad importante, puesto que en el
sistema de la ley 14. 394 no era posible afectar una parte del inmueble. Sólo se lo podía vincular
en su totalidad; y si superaba el valor máximo de afectación, entonces no había protección
posible. De ello se colige la importancia de la nueva normativa, desde que permite una protección
parcial a quien posee un inmueble de gran valor, lo que por un lado asegura la vivienda – objetivo
primordial de la normativa en análisis – y por otro evita el abuso que significa proteger la vida
lujosa del deudor mientras su acreedor no puede cobrar lo que es legítimamente debido.

Al igual que en el sistema anterior, no puede afectarse más de un inmueble. Se determina que si
alguien es propietario único de dos o más inmuebles afectados, debe optar por la subsistencia de
uno sólo.

La afectación se inscribe en el registro de la propiedad inmueble, según las formas previstas en las
reglas locales.

La vivienda protegida es inoponible a los acreedores posteriores a la inscripción.

CUARTA PARTE – FUENTE DE LA RELACION JURIDICA. HECHOS Y ACTOS JURIDICOS

BOLILLA XIII – HECHOS JURIDICOS

Punto 1

Los hechos pueden ser, y son, objeto de derechos y relaciones jurídicas en general; sin embargo, el
“hecho jurídico” se maneja aquí en el sentido de fuente de relaciones de Derecho, el cual,
reducido a su mínima expresión, constituye un conjunto de reglas imperativas encargadas de regir
la coexistencia de las personas. Para el cumplimiento de este objetivo, es evidente que un sistema
jurídico jamás podrá aprehender todo lo que sucede en la realidad, porque además, al Derecho le
interesa la convivencia humana y sus consecuencias, y no todas y cada una de las cosas que
suceden o existen en el mundo. Es necesario entonces distinguir entre todos los aspectos de la
realidad y aquellos, los menos, que le van a interesar al ordenamiento a efecto de concretar su
propósito. La llamada “teoría de los hechos y actos jurídicos” constituye un intento bastante
metódico de exponer los criterios para la separación entre lo que será considerado “jurídico” de lo
que no. Además, explica por qué a determinados sucesos o acontecimientos de la realidad se le
atribuirán determinadas consecuencias y no otras. Aquí, el llamado “hecho jurídico” viene a ser la
“partícula fundamental” de todo el sistema y, en esencia, alude a toda clase de acontecimientos
que llevan a consecuencias jurídicas. Por eso, la primera gran distinción de la teoría es la que
separa entre “hechos no productores de consecuencias jurídicas”, o “simples hechos”, y “hechos
productores de consecuencias jurídicas”, o “hechos jurídicos”.

En el mundo jurídico no hay “hechos productores de consecuencias jurídicas”; lo que en realidad


hacen las normas del ordenamiento es un juicio hipotético donde de darse A, el resultado será B,
es decir que lo que hay entonces son “supuestos de hecho” o “supuestos jurídicos” y, por eso, el
hecho jurídico ha sido definido como el conjunto de circunstancias de hecho que, producidas,
deben determinar ciertas consecuencias jurídicas de acuerdo con la ley.

Así, un mismo puede o no ser calificado como jurídico según las circunstancias y a que se reúnan
los requisitos que hacen a la calificación de una determinada norma. Tal es el caso del clásico
ejemplo que distingue entre el rayo que cae en el medio del campo sin mayores consecuencias,
del que cae en un granero y le prende fuego; extinguiendo el objeto de un derecho real como es la
propiedad y que además, en caso de haber sido asegurado, dará lugar al nacimiento del derecho
personal de reclamarle a la compañía aseguradora el pago estipulado de la póliza.

Punto 2

Nuestro Código Civil y Comercial define, en su artículo 257, que el hecho jurídico es el
acontecimiento que, conforme al ordenamiento jurídico, produce el nacimiento, modificación o
extinción de relaciones o situaciones jurídicas.

El texto de la norma transcripta anteriormente, mantiene con algunas variantes la esencia del
antiguo artículo 896 del Código Civil de Vélez que regulaba la materia; los cambios más relevantes
son básicamente tres. Primero, el hecho jurídico deja de ser aquel “susceptible de producir”
consecuencias jurídicas para ser directamente el que las produce. Si bien ha habido autores que
han postulado un supuesto rol preventivo que se desprendía de la redacción original, el nuevo
artículo se inclina por la doctrina que señalara con acierto que, desde una perspectiva normativa,
sólo hay dos posibilidades: que el acontecimiento coincida o no con el supuesto de hecho previsto
por la ley. El segundo cambio del precepto tiene que ver con los efectos, dado que se eliminan
redundancias del viejo 896 como, por ejemplo, el referirse a la “transferencia” de derechos y
obligaciones, que queda comprendida dentro de las nociones de “modificación” o “extinción”.
También se suprime la referencia original a “derechos u obligaciones” para pasar a una idea
omnicomprensiva de “relaciones o situaciones jurídicas”. Por último, se agrega una alusión a que
todo será “conforme al ordenamiento jurídico” lo que importa “blanquear” que, en probidad, no
hay verdaderos hechos que produzcan consecuencias jurídicas, sino hipótesis previstas por el
ordenamiento y a las que, de coincidir la realidad con alguna de ellas, será el mismo el que se
encargará de asignarle efectos.

Además, el artículo en cuestión, establece como efectos de los hechos jurídicos el nacimiento,
modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas. Es decir que alude a tres
posibilidades que, por lo general, irán referidas a derechos subjetivos. Desde esta perspectiva, el
“nacimiento” importará normalmente la unión de un derecho a una persona que, de esta manera,
deviene su titular; pudiendo ser originaria (ej. el pescador que hace propios los peces caídos en su
red) o derivada cuando una cosa se transmite de una persona a otra (ej. adquisición de un
inmueble por compraventa). Por su parte, la modificación alude a toda alteración de un derecho;
abarcando tanto la persona de su titular (subjetiva) como su contenido (objetiva). Por último, la
extinción comprende la pérdida de un derecho sin que exista transmisión (ej. extinción del
derecho de propiedad por destrucción de la cosa que constituye su objeto). Ahora bien, la nueva
redacción no se limita a aludir a derechos subjetivos y es que las posibilidades del “hecho jurídico”
van más allá; pudiendo abarcar, entre otras, al estado civil, a la capacidad, a meras facultades, a
deberes jurídicos que no son obligaciones y a posiciones jurídicas. Así, se ha dicho que el efecto
jurídico se configura siempre como situación jurídica que, al concretarse, se refiere a un sujeto
determinado y, a su vez, cuando la situación jurídica deviene intersubjetiva, llegamos a la idea de
relación jurídica en tanto vínculo entre dos sujetos.

Punto 3

Los “hechos jurídicos” se dividirán en “hechos de la naturaleza” y “hechos humanos”. Si bien


implícita en el Código, la distinción es fundamental, dado que a partir de la especie “hecho
humano” se irán desarrollando las demás subespecies que componen la teoría.

La doctrina clásica se limitaba a fundamentar la distinción sosteniendo que en los “hechos de la


naturaleza” no se daba la intervención de la mano del hombre que sí ocurría en los “humanos”,
pero esta concepción no permite dar una respuesta clara acerca de cómo categorizar ciertos
hechos donde las personas participan como el nacimiento o la muerte y aun actuaciones
materiales sobre las que no se tiene control; tales como el vómito o los movimientos realizados en
diversos estados de inconsciencia (sueño, hipnosis, etc.). Y no se trata de un tema menor ya que
del enfoque adoptado dependerán cuestiones como la posibilidad o no de responsabilizar a
alguien por los daños que ocasiones ya que, si la persona ha actuado sin control sobre sus
reacciones, difícilmente pueda considerarse que existe conducta y no podría atribuirse
consecuencia alguna ni siquiera a título de equidad. En razón de esto, la doctrina más reciente
sostiene que deben calificarse como naturales incluso aquellos hechos donde el ser humano
participa como ente sometido a las leyes físicas o biológicas.

A su vez, sólo podrá hablarse de conducta humana cuando la acción en cuestión sea apreciable
como una emanación de esa persona y de su personalidad; de manera que quedarían excluidos los
actos reflejos, los producidos en estado de inconsciencia total, las actitudes de la persona sumida
en determinadas condiciones patológicas o mórbidas (ej. movimientos de una persona con alta
temperatura) y los que son consecuencia de una fuerza irresistible. Por eso, y de determinarse
conducta humana, estaremos más adelante en la categoría “hecho humano” o “acto”, y, esto, con
independencia de que, más adelante en la teoría, dicho acto pueda ser calificado como voluntario
o no, de conformidad con el artículo 260.

Punto 4

Nuestro Código Civil y Comercial distingue los hechos humanos entre actos voluntarios (artículo
260) e involuntarios (artículo 261).

El acto voluntario es el ejecutado con discernimiento, intención y libertad, que se manifiesta por
un hecho exterior. El Código, en esta norma, sigue los lineamientos de la llamada “teoría de la
voluntad” y parte de considerar que los actos voluntarios son aquellos que cuentan con tres
elementos internos, más su necesaria manifestación (elemento externo). Cada elemento, a su vez,
puede verse obstado por determinadas circunstancias (minoridad, declaración de incapacidad) o
vicios (error, dolo, violencia) que afectarán a uno o varios de esos elementos determinando la
involuntariedad del acto.

El discernimiento puede definirse como la madurez intelectual para razonar, comprender y valorar
el acto y sus consecuencias. Se trata, pues, de una facultad general de conocer; en contraste con la
intención, que representa el uso de esa facultad. La intención siempre involucrará discernimiento,
pero puede haber discernimiento sin intención; tal como sucede en el caso de la persona que
realiza un acto víctima de dolo. La libertad, por su parte, suele enunciarse de manera negativa
como la posibilidad de actuar sin coacción exterior.

La exigencia de la manifestación de la voluntad jurídica a través de un “hecho exterior” es


razonable, dado que, de no existir alguna exteriorización, el mero suceso interno no puede ser
valorado por el ordenamiento, ni conocido por las personas que se verán afectadas por el mismo.

El acto involuntario es aquel que carece de discernimiento, requisito fundamental para que el
ordenamiento considere que existe voluntad jurídica, por tanto, su ausencia conlleva a la
involuntariedad del acto. La falta de voluntad no significa, sin embargo, que el acto no vaya a
producir ningún efecto jurídico, dado que algunos se darán por la simple circunstancia de que
estamos frente a un hecho humano; tal como ocurre, por ejemplo, con la indemnización por
equidad en caso de haber dañado a alguien. La ausencia de discernimiento determina la falta de
aptitud del sujeto para hacer uso de la autonomía privada y concretar actos jurídicos válidos.

La ausencia de discernimiento no se produce a raíz de vicio alguno, sino por una circunstancia
inherente a la aptitud intelectual general del sujeto.

Los supuestos de actos involuntarios que el Código Civil y Comercial regula, son:

a) El acto de quien, al momento de realizarlo, está privado de la razón;


b) El acto ilícito de la persona menor de edad que no ha cumplido diez años;
c) El acto licito de la persona menor de edad que no ha cumplido trece años.

Las causas que obstan el discernimiento pueden agruparse en dos grandes grupos: aquellas que
presuponen un desenvolvimiento insuficiente de la inteligencia (minoridad, en tanto inmadurez –
puntos b y c - ) y las que importan considerar que el sujeto no estaba en pleno uso de sus
facultades intelectuales al realizar el acto (privación de la razón, punto a).

Punto 5

Los actos lícitos civiles son aquellos que no van contra el ordenamiento jurídico. Comprenden dos
tipos: los simples actos lícitos y los actos jurídicos.

Los actos ilícitos civiles necesariamente requieren que se den dos condiciones: 1) que el acto sea
contrario a la ley; 2) que exista un daño a terceros. En efecto, mientras no haya un tercero
damnificado por la acción ilícita, no interesa juzgar la licitud o ilicitud de una conducta humana.
Los actos ilícitos comprenden dos grandes categorías: los delitos y los cuasidelitos. Los primeros
son aquellos hechos ilícitos realizados con intención de producir el resultado contrario a la ley:
tales, el homicidio premeditado, el robo, etc. En los cuasidelitos, en cambio, no media intención
sino culpa. La infracción a la ley no ha sido querida por el agente, sino que ha resultado de un acto
(o de una omisión) llevado a cabo sin haber tomado todas las diligencias necesarias para evitar el
daño; ejemplo típico es el del accidente de tránsito ocasionado por el exceso de velocidad, por una
distracción, o por cualquier otra negligencia.

Punto 6

El acto jurídico, según lo define el artículo 259 del Código, es el acto voluntario lícito que tiene por
fin inmediato la adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas.
Los elementos que lo componen son el sujeto, el objeto, la causa y la manifestación de la voluntad
hecha en forma legal. El sujeto es la persona que hace la declaración de voluntad.

Punto 7

El artículo 258 de nuestro Código Civil y Comercial define al simple acto lícito como aquella acción
voluntaria no prohibida por la ley, de la que resulta alguna adquisición, modificación o extinción
de relaciones o situaciones jurídicas.

Es necesario explicar la distinción entre los simples actos lícitos, con los actos jurídicos, ya que
ambos son hechos humanos (actos) voluntarios lícitos. La diferencia entre éstos radicará en que
los actos jurídicos tienen un fin inmediato, querido por el sujeto en tanto expresión de su
autonomía privada, de adquirir, modificar o extinguir relaciones o situaciones jurídicas. Los
simples actos lícitos, por el contrario, carecen de este fin inmediato y sus efectos jurídicos se darán
prescindiendo del querer del agente y por la simple circunstancia de haberse colocado en la
situación prevista por la norma como supuesto de hecho. La doctrina suele dar una serie de
ejemplos al respecto. La creación artística (ej. pintar un cuadro, escribir un cuento o componer
una melodía), donde, más allá de que sólo se persiga la mera satisfacción de determinadas
ambiciones estéticas o intelectuales, la ley acuerda ciertos derechos intelectuales. La pesca y la
caza, donde, más allá del afán de entretenimiento, la ley concede un derecho real de dominio por
apropiación. En ambos casos los efectos no se producen como consecuencia de la intención o
querer del sujeto, sino por disposición de la propia ley.

BOLILLA XIV – TEORIA GENERAL DE LOS ACTOS VOLUNTARIOS

Punto 1

Nuestro Código define, en su artículo 260, el acto voluntario como aquel ejecutado con
discernimiento, intención y libertad, que se manifiesta por un hecho exterior.

Esta definición sigue los lineamientos de la llamada “teoría de la voluntad” y parte de considerar
que los actos voluntarios son aquellos que cuentan con tres elementos internos (discernimiento,
intención y libertad), más su necesaria manifestación. Cada elemento, a su vez, puede verse
obstado por determinadas circunstancias (minoridad, declaración de incapacidad) o vicios (error,
dolo, violencia) que afectarán a uno o varios de esos elementos determinando la involuntariedad
del acto.

Punto 2

El discernimiento puede definirse como la madurez intelectual para razonar, comprender y valorar
el acto y sus consecuencias. Se trata de una facultad general de conocer; en contraste con la
intención, que representa el uso de esa facultad respecto del acto concreto, como el propósito de
realizar el mismo. Ambos elementos actúan como estados sucesivos y, así, la intención siempre
involucrará discernimiento, pero puede haber discernimiento sin intención; tal como sucede en el
caso de la persona que realiza un acto víctima de dolo. Según el Código, el error y el dolo afectan
la intención.

La libertad, por su parte, suele enunciarse de manera negativa como la posibilidad de actuar sin
coacción exterior; aunque, desde lo asertivo, también puede ser definida como la posibilidad de
elegir entre varias determinaciones. Carecerá de libertad si ha sido objeto de violencia o
intimidación.

Punto 3

El artículo 260 reconoce la insuficiencia de los elementos internos de la voluntad para conferirle
valor jurídico a los actos y, por tanto, establece que son aquellos que se manifiestan por un hecho
exterior. Esto es lo que se llama manifestación o declaración de la voluntad.

Por declaración de voluntad debe entenderse no sólo la palabra verbal o escrita, sino toda
conducta o proceder que de acuerdo con las circunstancias permita inferir la existencia de una
voluntad.

La exigencia legal de la manifestación por un hecho exterior es razonable, dado que, de no existir
alguna exteriorización, el mero suceso interno no puede ser valorado por el ordenamiento, ni
conocido por las personas que se verán afectadas por el mismo. Una voluntad no manifestada no
es más que un mero programa sin repercusión social que quizá pueda ser de interés para la moral,
pero no para el derecho.

El artículo 262 del Código se ocupa de las distintas formas en que se da la “manifestación”,
enumerando tres supuestos de “declaración” y uno último de mera exteriorización tácita.

La “declaración” o “manifestación positiva”, se da cuando hay un signo exterior sensible emitido


por el declarante con el único objeto de dar a conocer su voluntad concreta.

La primera variante es la expresión oral o verbal que, aunque precisa, por sí sola adolece de una
gran falta de seguridad desde el momento en que el emisor puede más tarde negar lo dicho
haciendo muy difícil probar su existencia.

La segunda posibilidad es la expresión escrita, que da muchas más garantías, pudiendo ir desde la
certeza plena en el caso de instrumentos públicos a diversos grados de convencimiento en el caso
de los privados, según esté escrito de puño y letra o no, se encuentre firmado o no y la firma se
encuentre certificada o no por fedatario público.

La tercera forma de declaración de la voluntad prevista son los signos inequívocos, que son
aquellos gestos o actitudes dirigidos a otro u otros respecto de determinados objetos;
permitiendo lograr certeza respecto de un significado único e inconfundible. Hay, pues, una
actitud física del sujeto que no deja lugar a dudas sobre su voluntad interna; tal como ocurre con
aquel que asciende a un ómnibus y paga su boleto sin mediar palabra o quien levanta la mano en
la votación de una asamblea. Los signos inequívocos pueden ser universales, que son aquellos que
se encuentran incorporados al idioma gestual de los miembros de una sociedad y que, como el
lenguaje hablado, forman parte de su cultura (por ej. asentir o negar con la cabeza en el mundo
occidental); y los particulares, que son creados en el marco de determinada relación jurídica.

Para finalizar, el artículo 262 alude como cuarta posibilidad a los hechos materiales; sin embargo,
aquí ya salimos del campo de las declaraciones para pasar al de la mera manifestación. Entramos
entonces en el terreno de la exteriorización tácita de la voluntad.

La exteriorización tácita de la voluntad es aquella que, si bien tiene un propósito diferente al de


manifestar la voluntad, constituye un elemento de juicio a efectos de comprobar si el sujeto ha
manifestado su querer o no. Los casos de expresión tácita son aquellos donde se realiza un
comportamiento de hecho que, dadas sus características y las circunstancias en que tiene lugar, da
cuenta en forma indirecta de la voluntad. Se dice entonces que la ley extrae una presunción de
declaración de voluntad de un hecho del sujeto que no está destinado a exteriorizar esa voluntad.
Por ejemplo, si la víctima de un delito hace con el autor un convenio sobre el pago de los daños y
perjuicios, la ley presume que se renuncia a la acción criminal.

No obstante, no será posible inferir una manifestación de voluntad cuando por decisión de las
partes o por exigencia legal se requiera una manifestación expresa o declaración.

En principio, el silencio guardado por una persona con respecto a una oferta o a la conducta de
otra no puede ser tomado como manifestación de voluntad. Por silencio debe entenderse no sólo
el abstenerse de pronunciar o escribir palabras, sino también la abstención de realizar signos
inequívocos, que permitan inferir la voluntad de una persona.

Sin embargo, hay algunas hipótesis en que la ley atribuye también al silencio el alcance de una
manifestación de voluntad. Esas hipótesis son las siguientes:

a) Cuando hay una obligación de expedirse por la ley. Por ejemplo, si una persona es llamada
judicialmente a reconocer la firma que está al pie de un documento y guarda silencio, la
firma se tiene por reconocida, es decir que el silencio equivale a una declaración de
reconocimiento.
b) Cuando las partes hubieran dispuesto un deber de expedirse en el marco de un contrato.
Por ejemplo, las partes acuerdan celebrar un contrato de locación por cinco años; por una
cláusula se dispone que si las partes no denuncian el convenio en un plazo de sesenta días
antes del vencimiento, se tendrá por prorrogada la locación por dos años más.
c) Cuando haya un deber de expedirse a causa de los usos y prácticas.
d) Cuando haya una obligación de expedirse a causa de una relación entre el silencio actual y
las declaraciones precedentes. Por ejemplo, un comerciante suscribe con otro un contrato
mediante el cual éste se obliga a hacerle entrega periódica de una mercadería a un precio
que se estipula y pagadero trimestralmente, sujetando la duración del contrato a un
preaviso. Al cabo de un tiempo, el proveedor le hace saber al otro contratante que la
mercadería ha subido de precio y que, en adelante, se la cobrará a tanto más. El
comerciante guarda silencio y sigue recibiendo la mercadería. Este silencio debe ser
interpretado como aceptación del nuevo precio.

Punto 4

Las personas que se encuentran bajo influencia de alguna sustancia que alteró la psiquis, o bajo los
efectos del alcohol, drogas, o de algún evento traumático (físico o psicológico), o bien, de
cualquier otra circunstancia que hubiera provocado pérdida transitoria de aptitud para
comprender, no poseen discernimiento. Cuando la persona actúa en condiciones de perturbación
mental, falla el elemento voluntario del acto (discernimiento), y por tanto, si se trata de un acto
ilícito, el sujeto resultaría inimputable, en cambio, si en ese estado realizó un acto lícito, será
declarado nulo.

Las causas que obstan al discernimiento son la inmadurez en razón de los menores de edad y las
alteraciones mentales.
En el caso de las personas menores de edad se consideran efectuados sin discernimiento los
hechos ilícitos cometidos por personas menores de 10 años; mientras que se consideran
efectuados sin discernimiento los actos lícitos de menores de 13 años.

Perdida accidental de la razón:

Es inequívoco que la capacidad se basa en el discernimiento. Pero a diferencia del Código Civil,
tanto la Ley Nacional de Salud Mental, como el nuevo Código Civil y Comercial exigen que en la
sentencia declaratoria de incapacidad o de capacidad restringida, el juez disponga cuáles son los
actos que la persona (incapaz o con capacidad restringida) no puede otorgar por sí y requieren de
la designación de apoyos o de un curador. Con relación a los hechos ilícitos no existe una directiva
concreta, de modo que si la persona invoca que se encontraba privada de discernimiento al
momento de realizar el acto, “o privada de razón”, como lo llama el Código Civil y Comercial,
deberá acreditarlo.

Punto 5

Los hechos humanos se presumen realizados con intención; las causas obstativas de este
elemento son el error y el dolo (vicios de la voluntad). La persona que alegue que la voluntad del
acto se vio afectada por alguno de estos vicios deberá probarlo.

Punto 6

El error consiste en un conocimiento inexacto de la realidad, que supone creer verdadero lo que es
falso o falso lo que es verdadero. El error puede clasificare en “de derecho” o “de hecho” (según
se dé respecto de la normativa aplicable al alto, que el sujeto desconoce o le da un alcance
distinto, o sobre las circunstancias materiales o fácticas que hacen al acto en sí), “espontáneo” o
“provocado” (según la persona caiga en la falsa noción por ella misma o por engaño de otro),
“esencial” o “accidental” (según incida en elementos primarios o fundamentales del acto, o en
secundarios o accidentales), “excusable” o “inexcusable” (según haya habido culpa o no del agente
en el yerro – error, equivocación-).

El artículo 265 de nuestro Código establece que el error de hecho esencial vicia la voluntad. En
rigor, se ha entendido que lo que se ve afectado es la “intención”; no el discernimiento, dado que
el sujeto tiene uso de razón, ni la libertad ya que no se ve coaccionado en su posibilidad de actuar.

Además, el Código establece que el error de hecho esencial causa la nulidad del acto; siguiendo
esta secuencia: el yerro afecta o vicia la intención, que, al ser asimilada a “falta de intención”, lleva
la involuntariedad y a que, en probidad, el acto en cuestión jamás haya podido ser tomado como
manifestación del querer del sujeto. Y si nunca hubo acto jurídico, éste jamás pudo producir efecto
alguno; dando lugar a la nulidad.

Ahora bien, si el error de hecho se aceptara sin más, las personas podrían alegar su propia torpeza
cuando lo quisieran; llevando a la más completa inseguridad jurídica. Por eso, el art. 265 no acepta
cualquier error, sino aquel que el precepto califica de “esencial”, que será aquel que recaiga sobre
elementos del acto considerados como esenciales y que son enunciados por el art. 267. Si el error
no es esencial, no causa la nulidad del acto. Pero eso no es todo, dado que en el caso de actos
bilaterales y unilaterales recipticios, donde hay una declaración dirigida a otra persona a quien
afectan, se exige además el carácter “reconocible”.
El artículo 266 establece que el error es reconocible cuando el destinatario de la declaración lo
pudo conocer según la naturaleza del acto, las circunstancias de persona, tiempo y lugar. Lo que
importa entonces es determinar si la persona afectada por la declaración del que yerra estuvo o
no en condiciones de percibir que el emisor se había equivocado y, en consecuencia, de haberle
advertido ya que, de ser efectivamente así y de no haberlo hecho, el acto sería anulable por haber
actuado de mala fe.

Se trata de un sistema plenamente consecuente con el principio de buena fe ya que, en definitiva,


se exige que ambas partes sean diligentes y leales la una con la otra. Al emisor se le exige que no
declare cualquier cosa sin sopesar las expectativas que genera y al receptor que, de percibir que se
está incurriendo en error, se lo advierta al otro para que pueda rectificar.

El artículo 267 enumera taxativamente los supuestos de errores esenciales, estableciendo que son
aquello que recaen sobre:

a) La naturaleza del acto: el error en la naturaleza es aquel que recae sobre la especie
jurídica del acto que se celebra; produciéndose una divergencia entre el comportamiento
de las partes y la representación que una de ellas tiene respecto de la naturaleza misma
de lo declarado. Por ej. el caso de quien presta algo a quien entiende que se lo están
regalando. El error en la naturaleza debe distinguirse del error en la denominación, que
ocurre cuando se celebra el acto que se quería realizar, pero dándole un nombre
equivocado (por ej. se le llama préstamo a un mutuo); siendo un caso de error no esencial
“de pluma”, rectificable y que no afecta la validez del acto.
b) Un bien o un hecho diverso o de distinta especie que el que se pretendió designar, o una
calidad, extensión o suma diversa a la querida: aquí, la falsa noción se da respecto del
objeto mismo del acto jurídico (por ej. creo estar comprando un departamento en una
localidad y lo estoy comprando en otra). Cabe destacar que el artículo no alude a
“cantidad”, sino a “calidad”.
c) La cualidad sustancial del bien que haya sido determinante de la voluntad jurídica según la
apreciación común o las circunstancias del caso: el error en la substancia es el que se
refiere a aquella calidad sin la cual no se hubiese contratado. A diferencia del error sobre
la identidad del objeto, aquí la cosa es aquella que se había tenido en cuenta, pero no
cumple con la calidad esencial que se creía que tenía (por ej. creo estar comprando oro de
24 quilates cuando es de 18 quilates).
d) Los motivos personales relevantes que hayan sido incorporados expresa o tácitamente: es
el error en la causa, que da entidad propia al error en las motivaciones de las partes. Pero
exige que los motivos sólo pueden llevar a una anulación cuando surjan expresa o
implícitamente del acto ya que, de lo contrario, se estaría perjudicando a la otra parte,
que no tiene forma de conocer lo que pensaba el otro. Así, por ejemplo, quien compra un
automóvil creyendo por error que el suyo no tiene arreglo no podría, una vez advertido de
la realidad de las cosas, demandar la nulidad del acto ya que se tratan de motivos ajenos
al vendedor.
e) La persona con la cual se celebró o a la cual se refiere el acto si ella fue determinante para
su celebración: es aquel error que recae sobre alguno de los sujetos o partes del negocio
ya sea respecto de la identidad de uno de ellos o de sus cualidades. Lo relevante es que el
sujeto haya sido determinante de la celebración del acto. De esta manera, se protegen
actos intuito personae (por ej. donaciones, donde, como es lógico, la persona del
donatario es fundamental; contrato de obra donde se procura un retrato por determinado
artista), pero no otros donde la persona es irrelevante (por ej. compraventa en un
negocio, donde a ninguna de las partes le importa quién sea el que compre o venda, sino
el hecho mismo de que la operación se realice).

El artículo 269 establece que la parte que incurre en error no puede solicitar la nulidad del acto, si
la otra ofrece ejecutarlo con las modalidades y el contenido que aquella entendió celebrar.

Punto 7

El dolo es otro vicio de la voluntad que afecta la intención. La doctrina mayoritaria vincula al dolo
con el error; aduciéndose que la diferencia entre uno y otro es que en el error la persona se
equivoca espontáneamente; mientras que en el dolo el yerro resulta del engaño de otro. Desde
esta perspectiva, el dolo como vicio permite ampliar el ámbito de invalidez por error hasta incluir
supuestos de error no esenciales.

Nuestro Código comprende tanto el llamado dolo positivo o acción dolosa, como el dolo negativo
u omisión dolosa. En el primero, se realizan activamente maniobras o ardides destinados a
ocultarle a la víctima el real estado de cosas; en tanto que en el negativo lo que hay es una
omisión donde se aprovecha el engaño en que cae el otro, pese a no haber realizado nada
concreto para que cayera en el mismo. En el “dolo negativo” o “omisión dolosa” nadie provoca
nada, sino que se limita a aprovechar maliciosamente el error espontáneo del otro.

Nuestro Código admite dos clases de dolo: el esencial y el incidental.

El dolo sólo viciará la voluntad cuando pueda ser calificado como “esencial” y, de esta manera,
causará la nulidad del acto. El dolo será calificado como “esencial” si es grave, es determinante de
la voluntad, causa un daño importante y no ha habido dolo por ambas partes:

- Gravedad: la maniobra dolosa debe tener entidad como para confundir a una persona
prevenida. Algo que habrá de analizarse teniendo en cuenta las cualidades y circunstancias
que hacen a la persona engañada y que descarta la culpa de la propia víctima que, por
ejemplo, se daría en el caso de la persona que se cree cualquier cosa que le dicen.
- Determinante de la acción: la conducta del victimario tiene que ser la causa del acto; de
manera que, de no haber mediado la conducta u omisión dolosa, la víctima simplemente
no habría realizado el acto. Este elemento o requisito constituye la diferencia primordial
entre el “dolo esencial” y el “dolo incidental”.
- Daño importante: a diferencia del sistema germánico, donde basta que la voluntad este
viciada para habilitar la acción de nulidad, nuestro Código establece que si no hay un
perjuicio o si éste es nimio, no se justifica la anulación del acto. Se trata de una condición
objetiva a ser evaluada por el juez.
- No existencia de dolo entre ambas partes: aun cuando técnicamente nos encontraríamos
frente a un acto doblemente involuntario, el interés particular de las partes deja de
prevalecer y pasa a darse relevancia a la mínima moralidad que deben presidir las
relaciones entre las personas. En definitiva: quien juega sucio no tiene derecho a exigir
juego limpio. De esta manera, y al no tolerarse la mala fe, el derecho le niega cualquier
protección a los sujetos que actuaron a sabiendas en perjuicio del otro.

El dolo incidental no es determinante de la voluntad y, en consecuencia, no afecta la validez del


acto. Este tipo de dolo es aquel donde faltan uno o más requisitos exigidos para que sea apto para
actuar como vicio; aun así, sea el dolo esencial o incidental, siempre llevará a la indemnización de
los perjuicios ocasionados.
El autor del dolo esencial o accidental puede ser una de las partes del acto o un tercero (dolo
directo o indirecto) y debe reparar el daño causado. La parte que, al tiempo de la celebración del
acto, tuvo conocimiento del dolo del tercero, responde solidariamente.

Punto 8

La libertad a la que se alude en tanto tercer requisito de la voluntad es sólo aquella que permite
autodeterminarse sin influencias mayores a las habituales. Precisamente, la violencia importa una
influencia superior a lo tolerable y consiste en ejercer coerción sobre una persona para obligarla a
realizar un acto. La misma abarca dos formas: la fuerza física (violencia física) y las amenazas
(violencia verbal).

Nuestro Código reconoce ambos tipos de violencia en su artículo 276, estableciendo que la fuerza
irresistible y las amenazas que generan el temor de sufrir un mal grave e inminente que no se
puedan contrarrestar o evitar en la persona o bienes de la parte o de un tercero, causan la nulidad
del acto.

La fuerza es la coacción material o física que se ejerce en forma directa sobre el sujeto pasivo, que
así queda reducido a un mero instrumento del sujeto activo. Más que de voluntad viciada, cabría
incluso hablar de directa supresión del querer del sujeto ya que hasta se ve esterilizada su
intención.

La fuerza puede ser positiva (empujarlo para que entre a un lugar y levante su mano para votar en
una asamblea) o negativa (cuando se encierra o se maniata a alguien para impedirle actuar de una
determinada manera o concurrir a cierto lugar).

Por otro lado, la violencia moral o intimidación consiste en inspirar temor por medio de amenazas,
suprimiendo psíquicamente la libertad de obrar. A diferencia de lo que ocurre con la fuerza física,
aquí el sujeto o sufre un poder irresistible, pero sí una violencia que se ejerce sobre su ánimo; de
manera de infundirle miedo para que consienta. La amenaza provoca temo y éste conduce, a su
vez, a un proceso de conocimiento, deliberación y decisión por parte del sujeto afectado, que así
se ve en la necesidad de elegir el mal menor y debe hacer un juicio de conveniencia. En resumidas
cuentas: estamos frente a un caso donde el sujeto quiere, pero sin libertad de querer.

El Código establece que la relevancia de las amenazas debe ser juzgada teniendo en cuenta la
situación del amenazado y las demás circunstancias del caso. Por tanto, el criterio para evaluar
esto será en principio subjetivo; debiendo tenerse en cuenta tanto las condiciones personales del
amenazado (si era joven o anciano, sano o enfermo) como las circunstancias en que tuvo lugar (si
era de noche, si fue en un momento de descanso o de trabajo, etc.).

El artículo 276 alude al “temor de sufrir un mal grave e inminente”; de manera que ambas
calificaciones, la “gravedad” y la “inminencia” deberán concurrir en simultáneo.

La idea de gravedad deja de lado molestias menores y aún males imposibles de producirse o
meramente eventuales. La misma debe evaluarse teniendo en cuenta los bienes jurídicos cuya
posible afectación genera tenor. Estos bienes son la persona y bienes del propio amenazado, así
como los de cualquier otro sujeto en tanto y en cuanto se demuestren aptos para alterar la
conducta del afectado.

En lo que hace a la inminencia se trata de dejar de lado peligros lejanos o remotos.


El autor del vicio de violencia debe reparar los daños. Responde solidariamente la parte que al
tiempo de la celebración del acto tuvo conocimiento de la fuerza irresistible o de las amenazas del
tercero.

Punto 9

El artículo 1718 establece que está justificado el hecho que causa un daño para evitar un mal,
actual o inminente, de otro modo inevitable, que amenaza al agente o a un tercero, si el peligro no
se origina en un hecho suyo; el hecho se halla justificado únicamente si el mal que se evita es
mayor que el que se causa. En este caso, el damnificado tiene derecho a ser indemnizado en la
medida en que el juez lo considere equitativo. Por ejemplo, una casa se está incendiando y los
bomberos entran para apagar el fuego. Para ello deben romper la puerta y algunas ventanas, y se
rompen algunos objetos que están dentro de la casa. Su dueño no puede pedir ser indemnizado ya
que evitaron un mal mayor que era el incendio de toda la casa.

Punto 10

El artículo 261 de nuestro Código Civil y Comercial establece que son involuntarios por falta de
discernimiento:

a) El acto de quien, al momento de realizarlo, está privado de la razón;


b) El acto ilícito de la persona menor de edad que no ha cumplido diez años;
c) El acto lícito de la persona menor de edad que no ha cumplido trece años, sin perjuicio de
lo establecido en disposiciones especiales.

En efecto, si uno de los requisitos para que el ordenamiento considere que existe voluntad jurídica
es el discernimiento; entonces, su ausencia conlleva la involuntariedad del acto. La falta de
voluntad no significa, sin embargo, que el acto no vaya a producir ningún efecto jurídico, dado que
algunos se darán por la simple circunstancias de que estemos frente a un hecho humano; tal como
ocurre, por ejemplo, con la indemnización por equidad en caso de haberse dañado a alguien. La
ausencia de discernimiento determina la falta de aptitud del sujeto para hacer uso de la
autonomía privada y concretar actos jurídicos válidos, pero eso no es todo: en materia de ilícitos
dañosos, llevara a que tampoco pueda atribuirse responsabilidad a título de dolo o culpa, dado
que no se cumpliría el requisito de imputabilidad como paso previo y necesario a cualquier
reproche a la conducta.

La ausencia de discernimiento no se produce a raíz de vicio alguno, sino por una circunstancia
inherente a la aptitud intelectual general del sujeto. las causas que obstan el discernimiento
pueden agruparse en dos grandes grupos: aquellas que presuponen un desenvolvimiento
insuficiente de la inteligencia (minoridad, en tanto inmadurez – puntos b y c - ) y las que importan
considerar que el sujeto no estaba en pleno uso de sus facultades intelectuales al realizar el acto
(privación de la razón, punto a).

En el caso de personas afectadas a problemas de salud mental, el acto será nulo si la persona fue
declarada incapaz o si se trata de un acto que no puede realizar la persona con capacidad
restringida.

Por regla general, el acto involuntario no genera consecuencias para su autor, excepto
enriquecimiento sin causa y razones de equidad.
Atribuciones de RESPONSABILIDAD INDIRECTA:

 El principal responde por los daños que causen quienes estén bajo su dependencia o las
personas de las cuales se sirve

 Los padres son responsables por los daños que causen los hijos

 Los delegados en el ejercicio de la responsabilidad parental, los tutores y los curadores son
responsables como los padres.

 El establecimiento que tiene a su cargo personas internadas.

BOLILLA XV – LOS ACTOS ILICITOS CIVILES

Punto 1

El acto ilícito es el acto voluntario reprobado o prohibido por las leyes, imputable a su autor
conforme a factor de atribución y que causa un daño en la persona, o en los bienes o derechos de
la persona (terceros). Los requisitos para que exista acto ilícito son: voluntariedad para cometer el
acto, que haya sido cometido con dolo o culpa, la reprobación por parte de la ley de dicho acto y
que exista un daño a terceros. En efecto, mientras no haya un tercero damnificado por la acción
ilícita, no interesa juzgar la licitud o ilicitud de una conducta humana. En cambio, en materia penal
la ilicitud existe aun cuando no haya perjuicios para nadie: tal es lo que ocurre con la tentativa de
cometer un delito, la cual constituye un acto punible.

Diferencias con la ilicitud penal:

ILICITO CIVIL ILICITO PENAL


 Innumerables supuestos  Tipicidad
 Requiere que haya daño  Es punible también la
 Establecen sanciones tentativa
resarcitorias  Sanciones represivas
 Delito – Cuasidelito  Delitos

Los elementos de la ilicitud son:

1) Autoría
2) Antijuridicidad
3) Daño
4) Relación de causalidad
5) Factor de atribución

Punto 2

La responsabilidad civil es la obligación de prevenir la realización de un daño o de reparar los


mismos cuando hayan derivado de la realización de un acto ilícito. Está regulada en el Título V del
Libro Tercero de nuestro Código Civil y Comercial, desde el artículo 1708 en adelante. Presenta dos
funciones:
- Función preventiva. Toda persona tiene el deber, en cuanto de ella dependa, de:
e) Evitar causar un daño no justificado;
f) Adoptar, de buena fe y conforme a las circunstancias, las medidas razonables para evitar
que se produzca un daño, o disminuir su magnitud; si tales medidas evitan o disminuyen la
magnitud de un daño del cual un tercero sería responsable, tiene derecho a que éste le
reembolse el valor de los gastos en que incurrió, conforme a las reglas del
enriquecimiento sin causa;
g) No agravar el daño, si ya se produjo. (artículo 1710)

El artículo 1711 del Código regula la acción preventiva, establece que la misma procede cuando
una acción u omisión antijurídica hace previsible la producción de un daño, su continuación o
agravamiento.

- Función resarcitoria: la violación del deber de no dañar a otro (función preventiva – art.
1710), o el incumplimiento de una obligación, da lugar a la reparación del daño causado
(artículo 1716).

Los elementos de la responsabilidad civil son: 1) daño, 2) antijuridicidad, 3) relación de causalidad


y 4) factor de atribución.

Punto 3

El artículo 1717 del Código establece que la antijuridicidad es cualquier acción u omisión que causa
un daño a otro cuando no está justificada.

La relativización de la antijuridicidad como elemento de la responsabilidad civil se da porque existe


una parte de la doctrina que entiende que todo daño es antijurídico, por ende, este no sería un
elemento de la responsabilidad para dicho sector doctrinario.

Punto 4

La relación de causalidad es el nexo que existe entre el hecho productor del daño y las
consecuencias dañosas.

Nuestro Código Civil y Comercial establece, en su artículo 1726, que son reparables las
consecuencias dañosas que tienen nexo adecuado de causalidad con el hecho productor del daño.
Excepto disposición legal en contrario, se indemnizan las consecuencias inmediatas y las mediatas
previsibles.

Punto 5

El factor de atribución es el motivo por el cual el daño se le imputa al agente que lo cometió.

La atribución de un daño al responsable puede basarse en factores objetivos o subjetivos. En


ausencia de normativa, el factor de atribución es la culpa (artículo 1721).

El factor de atribución es objetivo cuando la culpa del agente es irrelevante a los efectos de
atribuir responsabilidad. En tales casos, el responsable se libera demostrando la causa ajena,
excepto disposición legal en contrario.

Son factores subjetivos de atribución la culpa y el dolo. La culpa consiste en la omisión de la


diligencia debida según la naturaleza de la obligación y las circunstancias de las personas, el
tiempo y el lugar. Comprende la imprudencia, la negligencia y la impericia en el arte o profesión. El
dolo se configura por la producción de un daño de manera intencional o con manifiesta
indiferencia por los intereses ajenos.

Punto 6

El artículo 1737 establece que hay daño cuando se lesiona un derecho o un interés no reprobado
por el ordenamiento jurídico, que tenga por objeto la persona, el patrimonio o un derecho de
incidencia colectiva. Existen distintas clases de daño:

- Patrimonial: aquel que afecta los bienes de la persona;


- Extrapatrimonial: o daño moral, perjuicio de difícil valoración económica causado en el
ánimo de una persona
- Directo: es el que sufre la víctima del acto ilícito en las cosas de su dominio o posesión.
Hay un vínculo estrecho de causalidad que lo une con el hecho dañoso.
- Indirecto: desde un punto de vista es el que refluye en el patrimonio de una persona por el
mal hecho a su persona o a sus derechos o facultades. Pero desde otro es el que
experimenta de rebote otra persona: por el delito de homicidio son damnificados
indirectos los familiares de la víctima.
- Actual: daño ya producido y cuantificable.
- Futuro: se desarrolla previsiblemente en un futuro inmediato.

BOLILLA XVI – ACTOS JURIDICOS

Punto 1

Dentro de la categoría de actos voluntarios lícitos existe una especie, los actos jurídicos, que
tienen una enorme importancia en el campo del derecho. Es el medio con el que cuentan los
hombres para establecer entre ellos el tejido infinito y complejísimo de sus relaciones jurídicas. La
inmensa masa de actos jurídicos comprende hechos de tan diversa importancia y naturaleza como,
por ejemplo, las pequeñas compras de mercaderías al contado, la adquisición de un inmueble, el
otorgamiento de un testamento, etc.

Nuestro Código Civil y Comercial define el acto jurídico en su artículo 259 como el acto voluntario
lícito que tiene por fin inmediato la adquisición, modificación o extinción de relaciones o
situaciones jurídicas.

Los actos jurídicos son actos voluntarios, lícitos y tienen por fin inmediato la producción de efectos
jurídicos. Estos son los caracteres propios de los mismos.

El “acto jurídico” constituye la piedra angular de la llamada “autonomía privada”. La misma


presupone que la ley le reconozca a los individuos la posibilidad de dirigir y gobernar sus intereses
por medio de sus voluntades adecuadamente expresadas y puede ser definida como el poder
complejo de ejercicio de facultades concedido a las personas para desenvolverse dentro del
ámbito de la libertad, o bien para crear reglas de conducta para sí y en relación con los demás, con
la consiguiente responsabilidad en cuanto actuación en la vida social. La regla para esto es que
todas las personas son libres e iguales y cualquier limitación que se haga al respecto debe hacerse
al sólo efecto de coordinar la vida en común de toda la sociedad mediante ley escrita y susceptible
de ser conocida de antemano.
La regla es, entonces, la libertad y todo aquello que la ley no manda o prohíbe pasa, pues, a
formar parte del área de libre actuación de los individuos. No obstante, la idea de mero libre
albedrío no basta. Entramos aquí en un área de “querer reglamentado” donde cada persona podrá
hacer uso de su libertad involucrando a otros, pero siempre y cuando observe determinados pasos
que el ordenamiento impone en tanto garantías para los demás y que actuarán como requisitos de
validez del acto en cuestión.

El principio de la “autonomía de la voluntad” permite que los sujetos configuren las relaciones
jurídicas en un ámbito de libertad (“autoconfiguración”), de modo que la persona decide
libremente si las establece o no, con quién lo hace y con qué contenido. Este principio tiene
trascendencia, principalmente, en el plano de las relaciones jurídicas contractuales y en el derecho
sucesorio.

Punto 2

Para introducir un orden dentro de la compleja trama que forman los actos jurídicos, se los ha
clasificado de acuerdo con diversos criterios:

d) Actos positivos y negativos. En los primeros, el nacimiento, modificación, extinción, etc.,


de un derecho depende de la realización del acto; tal es, por ejemplo, el pago de una suma
de dinero. En los segundos, en cambio, la conducta jurídica consiste en una omisión o
abstención; tal es el caso de las obligaciones de no hacer, por ejemplo, el propietario de
una casa alquilada a un tercero debe abstenerse de perturbarlo en el goce de ella.
e) Actos unilaterales y bilaterales. Los actos jurídicos son unilaterales cuando basta para
formarlos la voluntad de una sola persona, como el testamento. Son bilaterales cuando
requieren el consentimiento unánime de dos o más personas, como los contratos.
f) Actos entre vivos y de última voluntad. Los primeros son los actos jurídicos cuya eficacia
no depende del fallecimiento de aquellos de cuya voluntad emanan, por ejemplo, los
contratos. Los segundos son aquellos en los que no deben producir efectos sino después
del fallecimiento de aquellos de cuya voluntad emanan, como por ejemplo los
testamentos.
g) Actos gratuitos y onerosos (artículo 967). Actos a título gratuito o simplemente gratuitos
son aquellos en que la obligación está a cargo de una sola de las partes y responde a un
propósito de liberalidad; tales la donación, la renuncia sin cargo a un derecho. En cambio,
en los actos onerosos las obligaciones son reciprocas y cada contratante las contra en vista
de que la otra parte se obliga a su vez; así ocurre en la compraventa, la permuta, etc.
h) Actos formales y no formales. Actos formales son aquellos cuya eficacia depende de la
observancia de las formas ordenadas por la ley, por ejemplo, el matrimonio; y no formales
aquellos cuya validez no depende del cumplimiento de solemnidad alguna, ya que se rigen
por el principio de libertad de formas.
i) Actos patrimoniales y no patrimoniales. Los actos patrimoniales son aquellos actos
jurídicos que tienen por fin inmediato producir efectos sobre el patrimonio, por ejemplo,
los contratos y los testamentos; mientras que los actos no patrimoniales son aquellos en
los cuales los efectos jurídicos no impactan sobre el patrimonio, como por ej. el
matrimonio, la adopción, etc.
j) Actos de administración y de disposición o enajenación. Los primeros son aquellos que
mantienen en su integridad el patrimonio e inclusive aumenta, por medio de una
explotación normal, los bienes que lo componen. Por ejemplo, la reparación de un edificio
para mantenerlo en estado de habitabilidad o utilización. En cambio, los actos de
disposición implican el egreso anormal de bienes y, por lo tanto, una modificación
sustancial de la composición del patrimonio. A veces el acto supone un empobrecimiento
neto del patrimonio, como en el caso de una donación; en otras, hay bienes que ingresan
en compensación de los que egresan, como en la compraventa. Pero en ambos casos hay,
como se ha dicho, una modificación sustancial y anormal de la composición del
patrimonio.
k) Actos simples y complejos. Los actos simples son aquellos que están únicamente
integrados por los elementos esenciales (sujeto, objeto, causa, forma), no contienen
modalidades (elementos accidentales). Los actos complejos son los que, además de
contener los elementos esenciales, se encuentran integrados por elementos accidentales:
modalidades de los actos jurídicos (condición, plazo y cargo).

Punto 3

Los actos jurídicos pueden estar compuestos por elementos esenciales y/o elementos
accidentales. Los elementos esenciales necesariamente deben estar presentes en el acto jurídico
porque son los que hacen a la concreción del mismo; éstos son: el sujeto, el objeto, la causa y la
forma. Los elementos accidentales pueden existir o no, según la voluntad de las partes, su
presencia no es requisito para la constitución del acto jurídico; forman parte de esta categoría las
modalidades de los actos jurídicos, éstas son: la condición, el plazo y el cargo.

El primer elemento esencial del acto jurídico es el sujeto; éste es la persona (humana o jurídica)
que hace la declaración de voluntad, y que tiene aptitud para producir los efectos jurídicos propios
del acto, debe tener capacidad ya que, caso contrario, el acto sería ineficaz.

Es necesario distinguir distintas formas de actuar los sujetos en los actos jurídicos:

- Parte: Es la persona, física o jurídica, que ve alcanzada su esfera jurídica de actuación por
los efectos del acto jurídico; es aquel sujeto cuyos derechos u obligaciones nacen, se
modifican, se transmiten o se extinguen como consecuencia del acto jurídico.
- Representante: Es aquella persona que declara su voluntad en nombre y por cuenta de
otra persona (representado), en virtud de una facultad apropiada y suficiente (mandato o
poder), de tal modo que los efectos se producen directa e inmediatamente sobre el
representado, como si él mismo hubiera ejecutado el acto. Los elementos de la
representación son: 1) declaración en nombre ajeno, efectuada por el representante; 2)
actuación por cuenta o interés ajeno; 3) existencia de una facultad apropiada y suficiente
(legal o voluntaria).
- Sucesores: Son quienes ocupan el lugar jurídico del causante luego de su muerte. El
artículo 1024 del Código establece que los efectos del contrato se extienden, activa y
pasivamente, a los sucesores universales, a no ser que las obligaciones que de él nacen
sean inherentes a la persona, o que la transmisión sea incompatible con la naturaleza de la
obligación, o esté prohibida por una cláusula del contrato o la ley.

La voluntad declarada por las partes debe producir efectos jurídicos válidos, y por tanto, debe
satisfacer ciertos requisitos. En primer lugar, debe haber sido declarada por la parte causante del
acto, es decir, exteriorizada de alguna manera; debe estar dirigida a comunicar la voluntad del
sujeto de la que emana; y, por último, debe haber sido percibida, o al menos perceptible, por la
otra parte.

Punto 4
El objeto del acto jurídico es la cosa o hecho sobre el cual recae la obligación contraída. En otras
palabras, es la prestación adecuada, a cuya caracterización cooperan dos factores. Uno de ellos
constante, que es el comportamiento del deudos; otro variable, que puede o no concurrir, los
bienes, en sentido amplio (bienes y cosas). Cuando la obligación consiste en dar o entregar un
bien, éste, aunque no integre por sí solo el objeto, forma parte de él. En otras palabras, la
prestación que siempre es conducta puede o no estar referida a las cosas. Si va referida a ellas,
como en las prestaciones de dar, aquellas se incorporan al objeto. Si no va referida a las cosas,
como en las prestaciones de hacer, es sólo conducta lo que integra el contenido de la obligación.

El objeto puede ser elegido libremente por las partes del acto jurídico, pero debe cumplir con las
condiciones de validez del artículo 279 del Código que plantea que si el objeto del acto jurídico es
un hecho, éste no debe ser imposible (física y jurídicamente) o prohibido por la ley, contrario a la
moral, a las buenas costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la dignidad
humana. Mientras que si es un bien, no puede ser aquel que por un motivo especial se haya
prohibido que lo sea, como por ej, los bienes de dominio público del Estado. Si el objeto no
cumple con estas condiciones, el acto jurídico es nulo por un vicio en el objeto.

El artículo 280 instituye que el acto jurídico sujeto a plazo o condición suspensiva es válido,
aunque el objeto haya sido inicialmente imposible, si deviene posible antes del vencimiento del
plazo o del cumplimiento de la condición. Esta norma prevé la convalidación en dos supuestos de
ineficacia pendiente; en esta categoría (ineficacia pendiente) quedan comprendidos aquellos actos
jurídicos válidos pero ineficaces desde su otorgamiento, por estar pendiente el cumplimiento de
requisitos ajenos a la estructura del acto (por ello son válidos), impuestos por la voluntad de las
partes o por la ley. Por ejemplo: los actos jurídicos subordinados a condición o plazo suspensivo;
son actos válidos pero ineficaces mientras no se cumpla la condición o venza el plazo. Cumplida la
condición o vencido el plazo, el negocio adquiere eficacia; de lo contrario, convertirá en definitiva
su ineficacia de origen.

Ahora bien, si el objeto del negocio jurídico es imposible al tiempo de celebrarse el acto, éste es
invalido; pero al estar el acto sujeto a condición o plazo suspensivo es ineficaz y, de todos modos,
o producirá los efectos propios con independencia de tal invalidez. Sin embargo, si al momento del
vencimiento del plazo o del cumplimiento de la condición, el objeto del acto jurídico cumple con el
recaudo de posibilidad exigido por el artículo 279, convalidará su validez y, además, el acto será
eficaz. Es decir, que adquirirá validez al ser posible su objeto y eficacia por cumplimiento de la
condición o vencimiento del plazo.

Punto 5

La palabra causa tiene en el derecho dos acepciones diferentes: a) designa, a veces la fuente de las
obligaciones, o sea los presupuestos de hecho de los cuales derivan las obligaciones legales:
contratos, hechos ilícitos, etc.; b) otras veces, en cambio, es empleada en el sentido de causa final;
significa el fin que las partes se propusieron al contratar. El primer significado es ajeno a la teoría
del acto jurídico; sólo nos interesa el segundo.

El Código establece, en su artículo 281, que la causa es el fin inmediato autorizado por el
ordenamiento jurídico que ha sido determinante de la voluntad. Además, también integran la
causa los motivos exteriorizados cuando sean lícitos y hayan sido incorporados al acto en forma
expresa, o tácitamente si son esenciales para ambas partes.
Nuestra doctrina entiende a la causa desde un dualismo sincrético, y la define como la razón de
ser jurídica del negocio; poseyendo una doble significación:

1) La causa objetiva, que identifica la finalidad perseguida por el negocio jurídico (ej. en la
compraventa, para el vendedor obtener el precio y para el comprador el bien, es decir el
intercambio de prestaciones), la cual es unitaria para las partes, uniforme en la misma
especie de actos jurídicos y sirve para tipificarlos y;
2) La causa subjetiva, que se refiere a los móviles perseguidos por algún contratante al
celebrar el acto (comprar el inmueble para poner un comercio), los cuales, por supuesto,
son individuales y variables en cada negocio jurídico a diferencia de la causa objetiva.

La definición de nuestro Código comprende ambos significados.

El artículo 282 instituye el principio de presunción de causa; aunque la causa no esté expresada en
el acto se presume que existe mientras no se pruebe lo contrario. El acto es válido aunque la causa
expresada sea falsa si se funda en otra causa verdadera. Plantea 2 supuestos.

1- Si la causa no fue expresada se presume su existencia hasta prueba en contrario.


2- Si la causa expresada es falsa pero se funda en otra verdadera el acto es válido.

Punto 6

Existen dos concepciones de la forma como elemento esencial de los actos jurídicos. En sentido
amplio es entendida como toda exteriorización de la voluntad, de forma escrita, hablada, por
signos inequívocos, etc. Mientras que en un sentido estricto comprende las solemnidades
establecidas por ley para determinados actos (“forma impuesta” o “formalidades del acto”). En
algunas ocasiones la ley impone alguna formalidad como prueba del acto y en otras, la establece
como parte estructural.

Los actos jurídicos se pueden clasificar según la forma que presenten en actos formales y no
formales. Los primeros son aquellos a los que la ley les exige una determinada forma para ser
válidos; y, a su vez, se subdividen en actos solemnes y no solemnes.

En los actos solemnes, la forma es exigida como requisito inexcusable de la validez del acto (ad
solemnitatem); el incumplimiento de ella trae aparejada la nulidad del negocio jurídico. Se
subdividen en:

- Actos formales de solemnidad absoluta: cuando no se cumple con las formalidades


establecidas por la ley para la realización del acto, se produce la nulidad del mismo.
- Actos formales de solemnidad relativa: cuando no se sigue la forma impuesta, el acto no
produce sus efectos propios (aquellos queridos por los interesados al celebrarlo) pero vale
como acto por el cual las partes se obligan o comprometen a elevarlo a la forma legal
indicada. Ej.: boleto de compra venta inmobiliaria. En el caso de una compraventa de
inmuebles, la ley exige que se instrumente por escritura pública, pero en la práctica de los
negocios, esta operación se cierra por el boleto de compraventa, el cual es un instrumento
privado. El mismo no da derecho a comprador a exigir la entrega del inmueble, pero sí a
reclamar del vendedor el otorgamiento de la escritura.

En los actos no solemnes la forma es exigida sólo como medio de prueba (ad probationem) y como
protección de los derechos de terceros sin que su inobservancia engendre la nulidad de él.
Los actos no formales son aquellos en los que las leyes no exigen formalidades especiales para su
validez.

Punto 7

Nuestro Código Civil y Comercial, en su artículo 343, define la condición como la cláusula de los
actos jurídicos por la cual las partes subordinan su plena eficacia o resolución a un hecho futuro e
incierto.

En otras palabras, la condición es la cláusula en virtud de la cual la adquisición o la pérdida de un


derecho se subordina a un hecho futuro e incierto.

La condición constituye una estipulación accesoria y contingente de los actos jurídicos, por la cual
se supedita su eficacia o resolución a la verificación de un evento futuro e incierto, que puede o no
acontecer.

Esta especie de modalidad puede importar, por un lado, que el inicio de la producción de los
efectos propios o normales de un negocio jurídico, esto es, aquellos que las partes persiguieron al
otorgarlo, quede sujeto al acaecimiento de un suceso futuro e incierto (condición suspensiva); o,
por el otro, que la extinción de los efectos propios o normales de un acto jurídico plenamente
eficaz, se encuentre subordinada a la ocurrencia de un hecho futuro e incierto (condición
resolutoria).

A diferencia del plazo, la nota distintiva de la condición está dada por la incertidumbre que
entraña la verificación del acontecimiento futuro.

Clasificación de las condiciones:

a) Suspensivas/resolutorias.

Es suspensiva cuando lo que se halla subordinado a la condición es el nacimiento de un derecho.


Ej.: el derecho a la indemnización estipulada en contrato de seguro sólo nacerá si ocurre el
siniestro previsto.

Es resolutoria cuando lo que depende de la producción del hecho incierto es la extinción de un


derecho. Ej.: el caso de un testamento en el que el testador dispone que su heredero recibirá una
determinada renta vitalicia con la condición de que haga decir misas diarias por él; si pasado algún
tiempo el beneficiario se negare a seguir cumpliendo con la voluntad del testador, su derecho
queda extinguido.

b) Potestativas/casuales/mixtas.

Es potestativa cuando su cumplimiento depende del arbitrio del obligado o de la voluntad de una
de las partes. Ej.: me comprometo a hacer entrega de 1 millón de pesos si quiero hacerlo.

Es casual cuando se trata de un hecho ajeno a la voluntad de las partes, como un hecho de la
naturaleza. Ej.: me comprometo a entregarte mi casa si llueve.

Es mixta cuando su cumplimiento depende en parte de la voluntad de las partes y en parte de


factores extraños. Ej.: cuando se supedita una obligación a la realización de un viaje (depende
tanto de la voluntad del obligado como de otras circunstancias ajenas a él, el tiempo necesario y el
medio de traslado.)
c) Lícitas/ilícitas

Lícitas: las que son convalidadas por el ordenamiento jurídico, no afectan al orden público ni a la
moral.

Prohibidas: (ART.344) Es nulo el acto sujeto a un a)hecho imposible, b)contrario a la moral y a las
buenas costumbres, prohibido por el ordenamiento jurídico o que c)depende exclusivamente de la
voluntad del obligado.

a) Ej.: “te daré un premio si tocas el cielo con las manos” o “te doy mi auto si constituís una
hipoteca sobre una cosa mueble”. La imposibilidad debe existir al momento de la
celebración del acto, si fuera sobreviniente no anula la obligación es un supuesto de
frustración de la condición.

b) Ej.: “te doy mi casa si robás ese auto.”

c) Ej.: son nulas las cláusulas que hacen depender el cumplimiento de la condición
exclusivamente de la voluntad de una de las partes. “Te daré toda mi biblioteca si quiero”.

Excepción La condición de no hacer una cosa imposible no perjudica la validez de la obligación,
si ella fuera pactada bajo modalidad suspensiva.

[Se tienen por no escritas las condiciones que afecten de modo grave las libertades de la persona,
como la de elegir domicilio o religión, o decidir sobre su estado civil.]  no generan la nulidad del
negocio, simplemente se tienen por no escritas

La condición no opera retroactivamente, excepto pacto en contrario (Efecto. Art. 346). Es decir,
que opera hacia el futuro. No obstante ello, corresponde aclarar que, tratándose de una
disposición de naturaleza supletoria, las partes podrían válidamente estipular la retroactividad de
la condición de que se trate.

Punto 8

El plazo es la cláusula en virtud de la cual se difieren o se limitan en el tiempo los efectos de un


acto jurídico. A diferencia de la condición, que puede o no suceder, y que, por consiguiente, es
esencialmente incierta, el plazo ha de ocurrir fatalmente.

El artículo 350 del Código Civil y Comercial instituye que la exigibilidad o la extinción de un acto
jurídico pueden quedar diferidas al vencimiento de un plazo. Es decir, que la norma prevé dos
especies; el plazo es suspensivo cuando el inicio de los efectos propios o normales del acto jurídico
se posterga hasta el cumplimiento del período de tiempo fijado; y es resolutorio o extintivo
cuando la producción de sus efectos propios o normales se limita hasta cierto momento.

Clasificación:

a) Suspensivo/resolutorio

Es suspensivo cuando difieren los efectos del acto jurídico hasta el cumplimiento del término
fijado. Ej.: pagaré que deber hacerse efectivo a los 90 días de la fecha.

Es resolutorio cuando se limitan hasta cierto momento los efectos del acto. Ej.: renta vitalicia, la
que subsiste hasta la muerte del beneficiario.
b) Determinado/indeterminado

Es determinado cuando el plazo es fijado por las partes, la ley o el juez.

Es indeterminado cuando el plazo no fue establecido.. Su determinación se logra por distintas vías:
ponderando la naturaleza de la obligación o se le solicitará al juez que lo fije (pasados 5 años de su
celebración prescribe la acción para solicitarle al juez su fijación).

c) Cierto/incierto

Es cierto cuando el plazo está fijado con precisión. Ej.: cheque a 90 días, vencimiento de deuda el
día 5 de cada mes.

Es incierto cuando depende del acaecimiento de un hecho futuro que necesariamente ocurrirá
pero se ignora cuándo. Ej.: cuando llueva, la obligación de levantar un mausoleo el día que muera
determinada persona. Lo incierto es solamente la fecha en que ocurrirá pero su cumplimiento es
de producción fatal.

d) Expreso/tácito

Es expreso está explícitamente fijado en el negocio jurídico.

Es tácito cuando surge implícitamente de la naturaleza del acto u obligación a cumplir. Ej.: en el
contrato de transporte, aunque no se estipule plazo, es evidente que el transportador no está
obligado a hacer entrega de la cosa antes del tiempo necesario para llevarla.

e) Voluntario/legal/judicial

Es voluntario cuando lo han fijado las partes. Ej.: la entrega debe realizarse tal o cual día según lo
convengan las partes.

Es legal cuando surge de la ley. Ej.: términos fijados por el Cód. de procedimientos para la
actuación en justicia; plazo para cumplir en caso de pacto comisorio implícito.

Es judicial cuando lo concede el magistrado en los casos que la ley le hubiere conferido esa
facultad.

f) Esencial/no esencial

Es esencial cuando el cumplimiento de la obligación sólo es útil en el tiempo designado.

Es no esencial cuando pese al vencimiento el cumplimiento continúa siendo de utilidad para el


acreedor o sujeto interesado.

La ley suele disponer la caducidad o el decaimiento del plazo convenido en los actos jurídicos, lo
cual supone tenerlo por cumplido ficticiamente, anticipando los efectos de su vencimiento. De
esta forma, se le reconoce al acreedor el derecho a ejecutar su crédito, no obstante que el plazo
no esté íntegramente cumplido.

Se trata, en definitiva, de una sanción que la ley impone al obligado, a raíz de la verificación de
actos suyos en perjuicio del acreedor.
Nuestro Código regula las causales de caducidad del plazo estipulado en un negocio jurídico en el
artículo 353, estableciendo que: “El obligado a cumplir no puede invocar la pendencia del plazo si
se ha declarado su quiebra, si disminuye por acto propio las seguridades otorgadas al acreedor
para el cumplimiento de la obligación, o si no ha constituido las garantías prometidas, entre otros
supuestos relevantes. La apertura del concurso del obligado al pago no hace caducar el plazo, sin
perjuicio del derecho del acreedor a verificar su crédito, y a todas las consecuencias previstas en la
legislación concursal.”

La primer causal concierne a la declaración judicial de quiebra del deudor. Es que, al implicar la
quiebra un estado de liquidación general de los bienes del deudor, tal procedimiento sería
seriamente perturbado si algún crédito contra el fallido no fuera aún exigible.

La segunda de ellas consiste en la disminución, por acto propio del deudor, de las seguridades
concedidas al acreedor para el cumplimiento de la obligación. Tal sería el caso del obligado que
ejecuta hechos que disminuyen las garantías reales brindadas a favor de la acreencia.

Finalmente, la tercera de las causales de caducidad el plazo fijado, se refiere a la ausencia de


constitución de las garantías prometidas. En este supuesto, el deudor omite constituir las
garantías a las que, a favor del crédito, se había comprometido.

Punto 9

El artículo 354 de nuestro Código Civil y Comercial establece que el cargo es una obligación
accesoria impuesta al adquirente de un derecho. No impide los efectos del acto, excepto que su
cumplimiento se haya previsto como condición suspensiva, ni los resuelve, excepto que su
cumplimiento se haya estipulado como condición resolutoria. En caso de duda, se entiende que tal
condición no existe.

El modo o cargo es una obligación accesoria que se impone al adquirente de un derecho, sin
carácter de contraprestación. Por ej: la donación de un inmueble con el cargo de utilizar el mismo
para la construcción de una escuela pública. Sus caracteres son:

- Es una obligación cuyo cumplimiento es coercitivamente exigible;


- Es impuesto al adquirente de un derecho;
- Es accesorio
- Es excepcional, ya que, como obligación, no es propio del negocio jurídico en el que fue
previsto;
- Su incumplimiento no impide, ni extingue los efectos propios o normales del acto.

Los cargos van a producir distintos efectos jurídicos, dependiendo del tipo de cargo que sea.

El cargo simple es aquel cuya inejecución no imposibilita, ni aniquila los efectos propios o
normales del negocio jurídico, y sólo confiere acción judicial para exigir su cumplimiento.

El cargo condicional suspensivo es cuando el cumplimiento del cargo o modo ha sido instituido con
el carácter de una condición suspensiva. En estos casos, el inicio de la producción de los efectos
propios o normales del acto, se subordina a la ejecución del mismo.

El cargo condicional resolutorio es cuando el cumplimiento del cargo o modo ha sido estipulado
como una condición resolutoria. En estos casos, la extinción de los efectos propios o normales del
negocio jurídico involucrado, se supedita a la ejecución de aquel.
El derecho adquirido es transmisible por acto entre vivos o por causa de muerte y con él se
traspasa la obligación de cumplir el cargo, excepto que sólo pueda ser ejecutado por quien se
obligó inicialmente a cumplirlo. Si el cumplimiento del cargo es inherente a la persona y ésta
muere sin cumplirlo, la adquisición del derecho principal queda sin efecto, volviendo los bienes al
titular originario o a sus herederos. La reversión (restitución) no afecta a los terceros sino en
cuanto pudiese afectarlos la condición resolutoria. (art. 356)

El artículo 357 establece que la estipulación como cargo en los actos jurídicos de hechos que no
pueden serlo como condición, se tiene por no escrita, pero no provoca la nulidad del acto. En otras
palabras, si el cargo impuesto al adquirente de un derecho, constituye un hecho que no puede
revestir el carácter de una condición, se juzga como no escrito y, por tanto, el acto es considerado
como puro y simple.

BOLILLA XVII – FORMA Y PRUEBA DE LOS ACTOS JURIDICOS

Punto 1

La forma en el acto jurídico se consolida como un elemento esencial, por ello son impropias las
designaciones de los negocios jurídicos “sin forma” o “no formales”. La forma del acto jurídico es
la manera como se exterioriza la voluntad del sujeto respecto del objeto, en orden a la
consecución del fin jurídico propuesto. Existe un sentido genérico y uno específico para la palabra
forma: mientras que el primero se refiere a cualquier manera de exteriorización de la voluntad, el
segundo se remite únicamente a algunas maneras específicas y determinadas.

Los pueblos primitivos se singularizaron por su formalismo severo y rígido. Esto fue también
característica del derecho romano. Los actos estaban ligados inseparablemente a sus formas; la
menor desviación en el cumplimiento de las prescripciones legales traía aparejada la nulidad del
acto. La forma no era un simple medio de prueba, sino que integraba el acto mismo como el
elemento esencial.

Diversos factores influyeron para que, con el devenir de los siglos, el formalismo fuera perdiendo
aquella rigidez sofocante. En primer lugar, la Iglesia Católica luchó tenazmente contra aquel
sistema; la buena fe impone el cumplimiento de la palabra empeñada y no eludir las
consecuencias de los propios actos, sin pretexto de la omisión de tal o cual detalle legal. En
segundo lugar, cuando el tráfico comercial se hizo más activo, resultó indispensable aligerar las
transacciones de los obstáculos formales que pesaban sobre ellas. Finalmente, el aumento de la
cultura general trajo la difusión de la escritura como medio de prueba, lo que hizo innecesarias las
formalidades que tendían a impresionar el ánimo de los testigos. El viejo formalismo se ha batido
en retirada y actualmente impera, como regla general, el principio de libertad de forma en los
actos jurídicos, para todos aquellos casos en que el legislador no haya dispuesto, por razones
especiales, el cumplimiento de ciertas solemnidades.

Nuestro Código vigente, establece el principio de libertad de formas, previsto en la parte general
del acto jurídico. Así, la fuerza jurídica de las convenciones no emana del cumplimiento de formas
sacramentales, sino que emerge de la voluntad individual. Por ello hay acuerdo en reconocer que
el mencionado principio fue receptado por Vélez en consonancia con la ideología de la época,
relacionada con el liberalismo individualista. Este principio consolida entonces la prevalencia de la
autonomía de la voluntad en actos y en contratos por sobre todo formalismo, con excepción de
aquellos casos especiales que en razón de la seguridad o finalidad, requieren de forma impuesta.
De ahí que el paradigma de la libertad de formas no sea absoluto, y que pueda reconocer
excepciones, como aquellas que ordenan la celebración de los actos bajo forma escrita, la
utilización de instrumentos públicos, etc. Si bien la exigencia de la forma determinada opera como
excepción, se suele reconocer que múltiples son las mencionadas excepciones. De todas maneras,
el principio de libertad es el que campea en las relaciones privadas de las personas, y es por ello
que inclusive la propia autonomía de la voluntad puede imponer formas aun más fuertes o duras
que las previstas legislativamente. De esta forma, las partes pueden elevar la seguridad jurídica
preventiva por sobre la ley, cuando ésta no se vea afectada o restringida, siempre dentro de los
cánones que marca.

En este nuevo formalismo, las formas se imponen, sobre todo, con miras a la prueba del acto y a
su publicidad; pero la omisión no afecta, en principio, el acto en sí.

Punto 2

Forma y prueba son conceptos diferentes que no pueden confundirse entre sí: mientras la forma
conforma el elemento externo del acto, la prueba se erige como medio no necesariamente
instrumental que sirve para demostrar la verdad del hecho de haberse efectivamente realizado el
acto jurídico.

Los medios de prueba previstos por la ley son: 1) interrogatorio de las partes, 2) documentos
públicos o privados; 3) dictamen de peritos; 4) reconocimiento judicial; 5) interrogatorio de
testigos.

Punto 3

La expresión escrita (antes llamada forma escrita) puede tener lugar por instrumentos públicos o
por instrumentos particulares firmados o no firmados, excepto en los casos en que determinada
instrumentación sea impuesta. Puede hacerse constar en cualquier soporte, siempre que su
contenido sea representado con texto inteligible, aunque su lectura exija medios técnicos.

Hay aquí una actualización de criterios para considerar a la expresión escrita para poder incluir
toda clase de soporte, aunque su lectura exija medios técnicos, con especial énfasis para poder
recibir el impacto de nuevas tecnologías. Así, se amplía la noción de escrito, considerándose de
esta forma inclusive la que conste o se visualice a través de medios electrónicos.

Los instrumentos particulares pueden estar firmados o no. Si lo están, se llaman instrumentos
privados.

Si no lo están, se los denomina instrumentos particulares no firmados; esta categoría comprende


todo escrito no firmado, entre otros, los impresos, los registros visuales o auditivos de cosas o
hechos y, cualquiera que sea el medio empleado, los registros de la palabra y de información.

Punto 4

La firma son trazos habituales que una persona acostumbra a escribir para manifestar su voluntad
frente a una determinada circunstancia; por tanto, prueba la autoría de la declaración de voluntad
expresada en el texto al cual corresponde. Debe consistir en el nombre del firmante o en un signo.

La firma es componente inexcusable en el instrumento privado, ya que cumple dos funciones


esenciales: demostrar la voluntad e imputar la autoría.
En los instrumentos generados por medios electrónicos, el requisito de la firma de una persona
queda satisfecho si se utiliza una firma digital, que asegure indubitablemente la autoría e
integridad del documento.

La firma digital es el resultado de aplicar a un documento digital un procedimiento matemático


que requiere información de exclusivo conocimiento del firmante, encontrándose ésta bajo su
absoluto control. Debe ser susceptible de verificación por terceras partes. Para que tenga eficacia
probatoria es necesaria la presencia de dos testigos (art. 313). No es aplicable a: a) las
disposiciones por causa de muerte; b) los actos jurídicos del derecho de familia; c) actos
personalísimos en general; d) otros actos incompatibles con la firma digital.

Punto 5

Los instrumentos otorgados con las formalidades que la ley establece, en presencia de un oficial
público a quien la ley confiere facultad de autorizarlos, se denominan instrumentos públicos. De
manera que la existencia de los mismos está sujeta a la calidad o cualidad de los sujetos que lo
autorizan y dentro de los márgenes que la ley ordena o establece. La finalidad del instrumento
público es la acreditación de la existencia de todo acto u hecho, casi asimilable a la plena prueba.

Nuestro Código, en su artículo 289, enumera los distintos tipos de instrumentos públicos
establecidos por la ley:

a) Las escrituras públicas y sus copias o testimonios: es la especie más importante de los
instrumentos públicos;
b) Los instrumentos que extienden los escribanos o los funcionarios públicos con los
requisitos que establezcan las leyes: se refiere a los emitidos por jueces de paz o agentes
diplomáticos, y que pueden reconocer distintas procedencias: notarial, administrativa o
judicial;
c) Los títulos emitidos por el Estado nacional, provincial o la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, conforme a las leyes que autorizan su emisión.

Los requisitos de validez del instrumento público son:

a) La actuación del oficial público en los límites de sus atribuciones y de su competencia


territorial, excepto que el lugar sea generalmente tenido como comprendido en ella;
b) Las firmas del oficial público, de las partes, y en su caso, de sus representantes; si alguno
de ellos no firma por sí mismo o a ruego, el instrumento carece de validez para todos.

En primer lugar, la referencia a las atribuciones son aquellas que, según ley, le están
encomendadas al oficial público y, en razón de ello, no puede dejar de cumplirlas. Es decir que el
mismo debe obrar “dentro de sus atribuciones”, lo que es estudiado como competencia de tipo
material. Por ejemplo, un escribano titular de un registro notarial no puede extender un acta de
matrimonio, así como un oficial del Registro Civil no puede autorizar un testamento por acto
público. Se refiere exclusivamente a una medida de jurisdicción.

Otra cuestión diferente es la competencia territorial. Propio de las funciones públicas, los
escribanos o notarios, oficiales, funcionarios, etc., tienen un ámbito de ejercicio previsto para el
desarrollo de sus funciones y además, un ámbito que es proyectado de acuerdo a parámetros
legales, judiciales o consuetudinarios absolutamente consolidados (se tiene en cuenta por
ejemplo, las distancias, la cantidad de habitantes de una determinada ciudad, entre otros valores
de referencia). Este segundo requisito de competencia territorial se le agrega al primero,
significando que las atribuciones encomendadas al oficial público se deben ejercer en el ámbito o
espacio asignado por ley.

Como caso exclusivamente excepcional a esta regla, se admite el ejercicio funcional en un


territorio que aunque no sea el asignado originariamente, es tenido en cuenta como si estuviese
comprendido dentro de la competencia territorial delimitada.

Nuestro Código establece que es presupuesto para la validez del instrumento que el oficial público
se encuentre efectivamente en funciones. Esto hace alusión a la competencia temporal del mismo.
Tanto en los notarios o escribanos, como en los funcionarios públicos existe entonces, una
competencia temporal de ejercicio, que tiene un inicio y un fin que pueden determinarse
fácilmente. Es así que para que el acto encuadre dentro de los presupuestos de validez, debe el
oficial o escribano encontrarse efectivamente en funciones. Sin embargo, siguiendo una regla de
protección de las instrumentaciones en general, se advierte la validez y vigencia de los actos
instrumentados y autorizados por escribanos o funcionarios públicos antes que les haya sido
notificada la suspensión o cesación de sus funciones.

Dentro de los límites de la buena fe, la falta de los requisitos necesarios para el nombramiento o
investidura no afectará al acto ni al instrumento si la persona autorizante o interviniente realiza su
actividad desde un cargo existente y bajo la apariencia de legitimidad del título.

Los instrumentos públicos extendidos de acuerdo con lo que establece el Código Civil y Comercial
de la Nación, gozan de entera fe y producen idénticos efectos en todo el territorio de la República,
cualquiera sea la jurisdicción donde se hayan otorgado. Es decir que es una aplicación directa del
principio constitucional del artículo séptimo de nuestra Carta Magna, que establece que los actos
públicos y procedimientos judiciales en una provincia gozan de entera fe en las demás.

El artículo 296 de nuestro Código establece que el instrumento público hace plena fe. Esta es la
consecuencia de la aplicación de la fe pública: el principio de autenticidad de los instrumentos
públicos. No creemos en los mismos por nada más que porque así se nos lo ordena: es el imperio
de la fe pública, una creencia legalmente impuesta. Al referirnos a la autenticidad, nos referimos al
valor probatorio del instrumento público. Este, a diferencia del privado o particular, se prueba a sí
mismo.

Hacen plena fe los instrumentos públicos:

- en cuanto a que se ha realizado el acto, la fecha, el lugar y los hechos que el oficial público
enuncia como cumplidos por el o ante él hasta que sea declarado falso en juicio civil o
criminal.

Estos actos, como así también en todos aquellos que reúnan los mencionados criterios, deben ser
redargüidos de falso por acción civil o criminal. La Corte Suprema de Justicia de la Nación ha
resuelto que la redargución de falsedad tiene por objeto destruir la eficacia de un instrumento
público ofrecido como elemento probatorio y requiere la impugnación previa del mismo
(instrumento).

- en cuanto al contenido de las declaraciones sobre convenciones, disposiciones, pagos,


reconocimientos y enunciaciones de hechos directamente relacionados con el objeto
principal del acto instrumentado, hasta que se produzca prueba en contrario.
Distinguimos en los instrumentos públicos las declaraciones auténticas y las autenticadas. Las
auténticas, que son las que emite el oficial, escribano, notario o funcionario público hacen plena fe
hasta que sean redargüidas de falso. Las otras declaraciones, denominadas autenticadas, son
aquellas que tienen valor en el instrumento, pero que no necesitan ser redargüidas de falsas,
porque son las manifestadas por personas que no tienen el don indelegable de la dación (dar) de
fe; por tanto, caerán por cualquier prueba en contrario. Objeto de la fe pública es el hecho
perceptible del oficial de decir que ante el declararon, ante él se expresaron, ante él manifestaron.
Pero la plena fe que emana del instrumento público no ampara la sinceridad de lo manifestado
por los intervinientes en el instrumento.

Punto 6

La escritura pública es el instrumento matriz extendido en el protocolo de un escribano público o


de otro funcionario autorizado para ejercer las mismas funciones (jueces de paz, cónsules) que
contienen uno o más actos jurídicos. La copia o testimonio de las escrituras públicas que expiden
los escribanos es instrumento público y hace plena fe como la escritura matriz. Si hay alguna
variación entre ésta y la copia o testimonio, se debe estar al contenido de la escritura matriz.

Las actas son un instrumento público, autorizado por notario competente, a requerimiento de una
persona, con interés legítimo y que tiene por objeto constatar la realidad o verdad de un hecho
que el notario ve, oye o percibe por sus sentidos.

El valor probatorio de las actas se circunscribe a los hechos que el notario tiene a la vista, a la
verificación de su existencia y su estado. En cuanto a las personas, se circunscribe a su
identificación si existe, y debe dejarse constancia de las declaraciones y juicios que emiten. Las
declaraciones deben referirse como mero hecho y no como contenido negocial.

Punto 7

Los instrumentos privados son documentos firmados por las partes, sin intervención del oficial
público, ni imperio de la fe pública; la característica que los diferencia de los particulares es que
éstos no están firmados. Respecto de ellos, impera el principio de la libertad de formas; con las
limitaciones del requisito de forma escrita y las firmas (para los privados). Aun así, las partes
pueden escribirlos de su puño y letra, o puede hacerlo un tercero; es indiferente que sean hechos
a tinta o a lápiz, o que estén mecanografiados o impresos; pueden ser redactados en idioma
nacional o extranjero; llevar o no fecha.

Si el firmante de un instrumento privado no sabe o no puede firmarlo, puede dejar constancia de


la impresión digital o mediante la presencia de dos testigos que también deben suscribir el acto.

La firma de los documentos privados puede ser puesta después de llenarse el documento o en
blanco para que después se llene de acuerdo a las instrucciones del firmante. Es un derivado del
principio de libertad de formas.

El firmante que dio instrucciones y que no se cumplieron, por regla general de protección de la
buena fe, puede impugnar el contenido del mismo, mediante la prueba que comprueba que el
mismo no responde a sus instrucciones. Es admitido cualquier medio de prueba cuando el
documento privado firmado en blanco es sustraído contra la voluntad de la persona que lo guarda.
Las correspondencias son comunicaciones escritas entre dos o más personas y son el género de las
especies particulares de cartas de cualquier naturaleza: familiares, comerciales, etc. Pueden ser
esquelas, tarjetas postales y también telegramas, que prueban en las personas lazos de relación
estrecha.

La correspondencia de cualquier naturaleza, salvo la confidencial, puede ser presentada como


prueba por quien ha sido destinatario de la misma. Sin embargo, esta aseveración encuentra un
límite: el de la confidencialidad aludida, por cuanto para que esa presentación probatoria sea
posible deberá el destinatario obtener el consentimiento del remitente. Tampoco los terceros
pueden valerse de la correspondencia sin el asentimiento del destinatario, y siguiendo la regla
general, del remitente si la misma tuviera o tuviese naturaleza de confidencialidad.

Todo aquel contra quien se presente un instrumento cuya firma se le atribuye debe manifestar si
ésta le pertenece. Los herederos pueden limitarse a manifestar que ignoran si la firma es o no de
su causante. La autenticidad de la firma puede probarse por cualquier medio.

El reconocimiento de la firma importa el reconocimiento del cuerpo del instrumento privado. El


instrumento privado reconocido, o declarado auténtico por sentencia, o cuya firma está
certificada por escribano, no puede ser impugnado por quienes lo hayan reconocido, excepto por
vicios en el acto de reconocimiento. La prueba resultante es indivisible. El documento signado con
la impresión digital vale como principio de prueba por escrito y puede ser impugnado en su
contenido. Es evidente, como aquí queda demostrado, que el valor de la firma al de la impresión
digital es diferente.

La eficacia probatoria de los instrumentos privados reconocidos se extiende a los terceros desde
su fecha cierta. Por tal expresión se entiende a aquella fecha que otorga certeza de que el
instrumento privado ya estaba firmado al momento de su producción, o no pudo ser firmado
después de su acaecimiento. Por tanto, los instrumentos privados adquieren fecha cierta el día
que acontece un hecho del que resulta una consecuencia ineludible que el documento ya estaba
firmado o que no pudo ser firmado después. La prueba de la fecha cierta, si bien puede ser
producida por cualquier medio, debe ser apreciada rigurosamente por el juez interviniente; esto
garantiza el control de los hechos determinantes de algo tan relevante como es la verdad acerca
de la fecha de celebración de un acto bajo la forma privada.

Los instrumentos privados se diferencian sustancialmente de los públicos porque no se prueban a


sí mismos; de la mera existencia de un instrumento privado no se puede inferir su autenticidad o
falsedad: para establecerla, se requiere que dicho instrumento sea reconocido por los firmantes.
Reconocida la firma por el autor, el instrumento privado adquiere la tan mentada fuerza
probatoria entre las partes, asemejando la misma al instrumento público.

Por otro lado, la fuerza probatoria de los instrumentos particulares, al no contar con la firma de las
partes, queda librada a la apreciación del juez. El mismo debe aplicar el sistema de ponderación
que objetiviza la misma a partir de ciertas pautas claras, que no son excluyentes o determinantes,
pero que sirven como marco o guía del fin de la ponderación. Así, el análisis de la congruencia
entre lo sucedido y lo narrado; la precisión y claridad técnica del texto; los usos y prácticas del
tráfico; las relaciones precedentes y la confiabilidad de los soportes utilizados y los procedimientos
técnicos que se han aplicado, forman parte de una lista meramente enunciativa que sirve de guía
para que el juez alcance el convencimiento de la prueba de los instrumentos particulares.

BOLILLA XVIII – EFECTOS, REPRESENTACION E INTERPRETACION DE LOS ACTOS JURIDICOS


Punto 1

Los actos jurídicos tienen efectos objetivos y subjetivos. Los primeros son aquellos que se dan
respecto del objeto; mientras que los segundos, son los que afectan a las partes y a terceros.

Punto 2

Según un viejo principio jurídico, los actos jurídicos no obligan sino a las partes y no producen
efectos respecto de los terceros ajenos al acto. Aun así, hay casos dispuestos por la ley en los que
los actos jurídicos sí pueden tener repercusión respecto de terceros. Por ejemplo:

a) Por lo pronto, el principio rige tan sólo respecto de los actos bilaterales; por el contrario,
los actos unilaterales normalmente producen efectos directos respecto de terceros.
Ejemplo: el testamento hace nacer en favor de los herederos y legatarios un derecho a los
bienes del causante.
b) A veces, el objetivo principal del acto es producir efectos respecto de un tercero; el
ejemplo típico y más frecuente es el seguro de vida, en el cual se designa siempre un
beneficiario que ha de recibir la indemnización.
c) Otras veces, los efectos son indirectos. Así, por ejemplo, si se vende una propiedad
alquilada, el inquilino está obligado en adelante a pagar el importe de la locación al nuevo
propietario y no a aquel con el cual concluyó el contrato. A su vez, el nuevo propietario,
como consecuencia de aquel contrato de locación, está obligado respecto del inquilino
como si él mismo lo hubiera celebrado.
d) Finalmente, hay casos en que los contratos tienen sobre los terceros una repercusión
primordialmente económica (aunque también jurídica). Tal es la hipótesis de los
acreedores quirografarios, que sin duda se ven afectados (beneficiados o perjudicados)
por todos los actos de su deudor que importen un ingreso o egreso de bienes, ya que en el
primer caso aumenta la garantía de su crédito y por consiguiente sus probabilidades de
hacerlo efectivo, y en el segundo disminuye.

Todo ello demuestra que el principio que venimos considerando no tiene carácter absoluto y que
con mayor propiedad podría ser enunciado en la siguiente forma: los actos jurídicos bilaterales
normalmente no producen efecto respecto de terceros y siempre que la ley no disponga lo
contrario.

Punto 3

Dentro de un concepto amplio, puede decirse que un tercero es toda persona que no es parte en
el acto. Esta definición por exclusión permite comprender los distintos casos que a continuación se
tratarán: sucesores, acreedores y terceros propiamente dichos.

La sucesión es la entrada en una relación jurídica o en un conjunto de relaciones jurídicas; el


fenómeno de la sucesión en un sentido global comprende los distintos tipos que pueden darse en
una relación jurídica: universal o particular, por causa de muerte o por acto entre vivos.

Existe una sucesión por causa de muerte (o mortis causa) cuando por la muerte de una persona
otra viene a sucederlo en sus relaciones y situaciones jurídicas. La sucesión es a título universal
cuando el sucesor tiene vocación al todo o a una parte alícuota del patrimonio de otra persona. En
nuestro sistema jurídico, el único supuesto de sucesión universal es el del heredero al que se le
transmite una universalidad de bienes.
El heredero es sucesor universal, pues sucede en el lugar y en la posición jurídica que tenía el
causante. La adquisición patrimonial por parte del heredero se produce como consecuencia de
que ocupa el lugar de su antecesor.

La sucesión es a título particular o singular cuando al sucesor se le transmite la situación que el


transmitente tenía en una relación o situación determinada. La sucesión particular se puede
producir como consecuencia de acto entre vivos, y en tales casos asumen la calidad de sucesor el
comprador, el donatario, el cesionario. También puede resultar de una sucesión mortis causa,
cuando el testador ha dispuesto en su testamento un legado particular. El legatario es la típica
figura del sucesor particular mortis causa.

Punto 4

Los acreedores, sean quirografarios o privilegiados, son, en principio, ajenos a los actos celebrados
por su deudor, que no producen respecto de ellos ningún efecto jurídico directo. Pero los
quirografarios se hallan en una situación especial: como la única garantía de su crédito es el
patrimonio del deudor, todos los actos celebrados por éste que impliquen un ingreso o un egreso
de bienes tienen repercusión indirecta, pero no por ello menos importante, sobre el crédito, que
como consecuencia de aquellos tendrá más o menos probabilidad de hacerse efectivo. Como la
existencia de una deuda no priva al deudor de la libre administración de sus bienes, el acreedor
deberá respetar todos los actos celebrados por él, en otras palabras, esos actos son oponibles a
sus acreedores. Este principio admite dos excepciones:

a) Si el acto ha sido realizado en fraude de sus acreedores, éstos pueden, por medio de la
acción pauliana, obtener su revocación, dejando así de serles oponible.
b) Si el contrato es simulado el tercero puede, o bien atenerse al acto aparente, o bien
impugnarlo y obtener su anulación.

Punto 5

Los terceros propiamente dichos son todos aquellos que no tienen con las personas que han
celebrado el acto ninguna relación obligatoria, por tanto no pueden normalmente ser tocadas por
los efectos de los actos jurídicos en los cuales no han participado. Sin embargo, también en este
caso es preciso señalar excepciones:

a) Los contratos constitutivos de derechos reales producen efectos que se realizan con
relación a todos.
b) El matrimonio importa una situación plena de consecuencias jurídicas para terceros, que
deben respetar el status legal surgido del vínculo.
c) La constitución de una persona jurídica tiene también numerosos efectos respecto de
terceros; estos efectos son directos en el caso de las fundaciones, en que los terceros
beneficiarios adquieren derechos como consecuencia del acto fundacional.
d) Las convenciones colectivas de trabajo crean derechos y obligaciones acerca de personas
ajenas al acto.
e) La estipulación por otro, o contrato en favor de terceros, constituye una hipótesis típica en
que una persona totalmente extraña al acto se beneficia con él; por ej. el seguro de vida,
que siempre tiene un beneficiario ajeno a la convención.

Punto 6
La interpretación de los actos jurídicos consiste en descifrar cuál es el significado del acto jurídico
y, por consiguiente, los efectos del mismo.

Según un criterio objetivo, el juez debe ocuparse de investigar, no lo que el declarante ha querido
en su interior, porque eso sería imposible, sino lo que su declaración, tomada en su conjunto,
autoriza a creer que ha querido. Por declaración de la voluntad no debe entenderse tan sólo la
expresión verbal o escrita, sino también el proceder, actos o signos que la han acompañado y aun
el silencio en ciertos casos.

Según un criterio subjetivo se debe buscar comprender cuál ha sido la voluntad común.

En los actos jurídicos unilaterales se da la aplicación de criterio subjetivo, ya que necesariamente


el intérprete debe hacer cumplir fielmente la voluntad del causante. Aquí si se debe procurar
desentrañar su voluntad. Por otro lado, en los actos jurídicos bilaterales, se aplica el criterio
objetivo.

Los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe. Obligan no solo a lo
expresado, sino a todas las consecuencias que se puedan considerar razonablemente
comprendidas con los alcances en que razonablemente se había obligado un contratante
cuidadoso y previsor.

Las clausulas ambiguas predispuestas por una de las partes se interpretan en sentido contrario a la
parte predisponente.

Punto 7

La representación es definida como aquella institución en cuya virtud una persona, debidamente
autorizada o investida de poder, otorga un acto jurídico en nombre y por cuenta de otra,
recayendo sobre ésta los efectos normales consiguientes. Las consecuencias del acto jurídico
cumplido por el representante no gravitan sobre su patrimonio sino que se proyectan sobre el
representado.

En algunos casos, la representación surge como una necesidad. Así será con los incapaces, que por
su imposibilidad de actuar por sí, necesitarán de una persona que lo haga por ellos. Otras veces,
responde estrictamente a la conveniencia o simple comodidad del representado, como ocurre con
la representación judicial que evita a un litigante la necesidad de concurrir a una audiencia
testimonial o a suscribir cada presentación que deba realizarse en el marco de un proceso
judicial.

Existen tres sujetos intervinientes en la representación:

- Representante: sujeto que obra en nombre de otro


- Representado: aquel en cuyo nombre se actúa
- Terceros: sujetos que van a actuar con el representante y concretar los actos que recaerán
sobre el patrimonio del representado

No pueden ser realizados por representantes: a) disposiciones de última voluntad; b) los actos
inherentes al ejercicio de la tutela; c) los derechos políticos; d) el matrimonio; e) algunos actos
procesales, por ej. declarar como testigo.
La representación se basa en dos requisitos: el obrar en nombre ajeno, y el fundar su actuación en
el apoderamiento, poder o procura. En base a su origen será legal, orgánica o voluntaria.

La teoría general de la representación que se incoporó al nuevo Código Civil y Comercial es una
novedad, ya que el viejo Código Civil sólo se circunscribía al ámbito de contrato de mandato. En la
actual legislación se separan ambas instituciones y se ubica a la representación dentro de la Parte
General.

Punto 8

La representación será de fuente legal cuando resulte de una regla de derecho, como sucede con
la representación que ejercen curadores, tutores y padres en ejercicio de la responsabilidad
parental, con relación a incapaces, relativamente capaces y menores de edad.

Las personas incapaces ejercen por medio de sus representantes los derechos que no pueden
ejercer por sí. Es decir, que existen derechos que sí pueden ejercer por sí mismos. Esta
representación es legal, necesaria, dual (se complementa con el Ministerio Público) y controlada
(existen actos que requieren un control). Se encuentra fuera de la autonomía de la voluntad, ya
que, al ser legal, surge de una situación prevista por la ley; algunas veces impuestas
automáticamente, como en el caso de la responsabilidad parental, y otras a través de sentencia
judicial, como en el caso de la curatela.

El Código establece que son representantes:

a) de las personas por nacer, sus padres;


b) de las personas menores de edad no emancipadas, sus padres. Si faltan los padres, o
ambos son incapaces, o están privados de la responsabilidad parental o suspendidos en su
ejercicio, el tutor que se les designe;
c) de las personas con capacidad restringida, el o los apoyos designados cuando, conforme a
la sentencia, éstos tengan representación para determinados actos; de las personas
incapaces, el curador que se les nombre.

La actuación del Ministerio Público respecto de los representados puede ser, en el ámbito judicial,
complementaria o principal. Será complementaria en todos los procesos en el que estén
involucrados intereses de personas menores de edad, incapaces y con capacidad restringida; la
falta de intervención causa la nulidad relativa del acto. Así, por ejemplo, en la autorización judicial
para disponer de los bienes del hijo, pueden ser declarados nulos los actos realizados sin
autorización, si perjudican al hijo. En ese caso, es necesaria la intervención del Ministerio Público y
su falta de actuación provocaría la nulidad relativa.

También, la actuación del Ministerio Público puede ser principal: cuando los derechos de los
representados están comprometidos y existe inacción de los representantes; cuando el objeto del
proceso es exigir el cumplimiento de los deberes a cargo de los representantes y cuando carecen
de representante legal y es necesario proveer la representación.

En el ámbito extrajudicial, el Ministerio Público actúa ante la ausencia, carencia o inacción de los
representantes legales, cuando están comprometidos los derechos económicos, sociales y
culturales. Siendo estos derechos vitales en el desarrollo integral de las personas, resulta
importante toda medida que tienda a la protección y efectividad de los mismos.
Punto 9

La representación orgánica, por su lado, contempla los casos de representación de personas


jurídicas. Surgirá del estatuto, contrato o instrumento legal que diera origen a una persona
jurídica. El representante es el titular de un órgano, independiente de la existencia de un poder.
Así, por caso, en las sociedades anónimas el representante es el Presidente del directorio, sin
perjuicio que pueda darse poder a un abogado para que represente a la sociedad en juicio: en el
primer supuesto habrá representación orgánica, en el segundo voluntaria. Esta representación es
necesaria ya que la entidad solo puede obrar a través de personas humanas que la representan.

Punto 10

La representación de fuente voluntaria nace de la autonomía de la voluntad y es una declaración


unilateral de voluntad, emitida por el representado, dirigida a terceros, mediante la cual se da,
normalmente, un poder al representante para que obre por cuenta y orden de aquel. Así, los
efectos de los vínculos jurídicos que celebre el representante con los terceros obligan
directamente al representado. Esta especie de representación, por su importancia, mereció
regulación específica.

Las clases de representación voluntaria son:

 Directa: El representante actúa en nombre del representado y los efectos jurídicos se


producen directa e inmediatamente sobre éste.

 Indirecta: El representante actúa en nombre propio, pero en interés ajeno.

 Activa: El representante hace una declaración.

 Pasiva: El representante recibe una declaración.

La representación es distinta al mandato. Puede haber representación sin mandato, y puede haber
mandato sin representación.

El desarrollo dinámico del comercio, sumado a los avances tecnológicos, de comunicación, entre
otros variados factores, como la brutal injerencia de la publicidad, han llevado a que el mecanismo
de pedir la justificación de los poderes de representación haya caído en desuso en muchos
ámbitos. En la actualidad, la confianza es el lubricante de las relaciones sociales, mejorándolas y
haciéndolas más eficientes, y es por ello que cada vez es mayor el campo de relaciones basadas en
ellas.

Por tanto, nuestro Código establece que cuando alguien ha obrado de manera de inducir a un
tercero a celebrar un acto jurídico, dejándolo creer razonablemente que negocia con su
representante, sin que haya representación expresa, se entiende que le ha otorgado tácitamente
poder suficiente.

La norma centra especialmente su examen en la valoración de la conducta del supuesto


representado, que con su obrar hace presumir al tercero que actúa con su representante: resulta
poco común pedir a un empleado su poder en una ventanilla.

En esta postura, la ley prevé tres supuestos que, por sus características y naturaleza, presumen la
existencia de representación:
a) Quien de manera notoria tiene la administración de un establecimiento abierto al público
es apoderado para todos los actos propios de la gestión ordinaria de éste;
b) Los dependientes que se desempeñan en el establecimiento están facultados para todos
los actos que ordinariamente corresponden a las funciones que realizan;
c) Los dependientes encargados de entregar mercaderías fuera del establecimiento están
facultados a percibir su precio otorgando el pertinente recibo.

El artículo 368 del Código Civil y Comercial establece que nadie puede, en representación de otro,
efectuar consigo mismo un acto jurídico, sea por cuenta propia o de un tercero, sin la autorización
del representado. Tampoco puede el representante, sin la conformidad del representado, aplicar
fondos o rentas obtenidos en ejercicio de la representación a sus propios negocios, o a los ajenos
confiados a su gestión.

Este artículo contiene dos supuestos: el primero, referido a un representante que utiliza
información, bien, o alguna instrucción dada en el ejercicio del poder, en su provecho (contrato
consigo mismo). El segundo, quien representando a dos sujetos distintos, celebra un contrato,
habiendo una sola persona que interviene como representante, y dos representados (doble
representación).

El primero de los casos dados es el típico “contrato consigo mismo”, en el cual un representante,
en una posición privilegiada, lleva a cabo actos en ejercicio del poder, en su propio provecho. Tal
prohibición responde a una regla de moralidad, en tanto la conducta del representante que
adquiere los bienes de su representado viola lo que haría un hombre sensato.

Aun así, los únicos supuestos en que la representación voluntaria admitirá los actos llevados a
cabo por el representante consigo mismo, serán aquellos en que medie autorización del
representado. Entendemos serán válidas las prácticas llevadas a cabo bajo esta modalidad cuando
medie ratificación posterior del representado. Es que al decir “autorización del representado”,
nada impide que pueda darse a posteriori del acto celebrado.

El segundo caso, denominado “doble representación”, son aquellos en los que una persona
representa a dos partes en un mismo acto. Conviven así, dos partes con intereses contrapuestos y
un solo representante. La excepción será de igual modo la autorización del representado.

La ratificación se produce cuando, ante la actuación de un gestor que no tiene facultades


representativas, sobreviene una declaración de voluntad del titular del interés que asume la
gestión como propia. Así, otorga eficacia con posterioridad al acto.

La ratificación “suple los defectos de la representación”. Es decir, que vendrá a purgar aquellos
defectos que adolezca un acto llevado a cabo por un representante vicioso.

Los efectos que producirá la ratificación serán entre las partes y retroactivos al día del acto. Vale
decir, que la ratificación efectuada no implicará un apoderamiento futuro a quien actuó
careciendo de representación, para que comience a obrar en tal carácter, sino que circunscribirá
sus efectos a los actos anteriores objetos de dicha venia.
Pero es inoponible respecto de terceros que hayan adquirido derechos con anterioridad, es decir
que no producirá efectos contra estos. Este precepto evita la utilización de esta valiosa
herramienta en fraude a la ley. Es que podría ocurrir que una persona, luego de transferir un
derecho a favor de otra, encuentre en este precepto un modo de privarlo de él, ratificando la
actuación de alguien que transmitió ese mismo derecho, sin tener poder suficiente. De allí la
importancia de la inoponibilidad a los terceros que hayan adquirido derechos con anterioridad.

El poder representativo es el instrumento donde constan las facultades que el representado


otorga al representante para que actúe en su nombre.

Los terceros pueden exigir que el representante suscriba y les entregue copia firmada por él del
instrumento del que resulta su representación (art. 374). Cuando examinamos las disposiciones
generales al instituto de la representación, hablamos de la buena práctica que implica, para quien
negocia con un representante, el hecho de requerir los instrumentos de apoderamiento, de modo
de conocer los alcances de dicho acto, así como sus limitaciones y posible extinción.

Si alguien actúa como representante de otro sin serlo, o en exceso de las facultades conferidas por
el representado, es responsable del daño que la otra parte sufra por haber confiado, sin culpa
suya, en la validez del acto; si hace saber al tercero la falta o deficiencia de su poder, está exento
de dicha responsabilidad (art. 376).

Las facultades contenidas en el poder son de interpretación restrictiva. El poder conferido en


términos generales sólo incluye los actos propios de administración ordinaria y los necesarios para
su ejecución. Son de administración los actos simples que emplean rentas o bienes de capital sin
modificarlos, con el fin de hacerles producir beneficios que normalmente pueden obtenerse de
acuerdo a su naturaleza y destino.

El Código ha tomado una serie de actos que, por su naturaleza e importancia, ha decidido
brindarle un mayor resguardo, exigiendo para su celebración a través de representante el
otorgamiento de facultades expresas. Ello tiene en miras también la seguridad jurídica en el
desarrollo de actos de suma importancia. Son necesarias facultades expresas para: peticionar el
divorcio, la nulidad del matrimonio, los cambios en el régimen patrimonial del matrimonio;
otorgar el asentimiento conyugal; reconocer hijos; aceptar herencias; derechos reales sobre
inmuebles o bienes registrables; etc.

BOLILLA XIX – VICIOS DE LOS ACTOS JURIDICOS

Punto 1

Los vicios de los actos jurídicos son ciertos defectos congénitos de ellos, susceptibles de producir
la invalidez de los actos que los padecen. La diferencia de estos vicios con los comunes al acto
voluntario (vicios de la voluntad) es que, en estos casos, la voluntad interna está sana; en los vicios
de los actos jurídicos se da una ausencia de la buena fe.

La buena fe se relaciona con el comportamiento leal y honesto en el tráfico, la manera en que las
partes se comportan en el cumplimiento de un contrato.
Punto 2

La lesión es caracterizada en el derecho argentino como el defecto del acto jurídico consistente en
una desproporción injustificada de las prestaciones, originada en el aprovechamiento por una de
las partes del estado de inferioridad de la otra.

La doctrina ha propiciado múltiples caracterizaciones de la lesión; el Código Civil y Comercial


confirma – por la ubicación que da a su regulación – su tratamiento como vicio propio de los actos
jurídicos, fundado en un defecto de la buena fe lealtad.

Punto 3

La lesión contiene dos elementos subjetivos: la inferioridad de la víctima y la explotación de ese


estado de inferioridad por la contraparte del negocio jurídico; y un elemento objetivo: la ventaja
patrimonial evidentemente desproporcionada.

El primer elemento subjetivo, es decir, la inferioridad de la víctima, alude a la necesidad,


inexperiencia o debilidad psíquica del sujeto afectado. Mientras que el segundo elemento
subjetivo, la explotación, consiste en el aprovechamiento de la situación de inferioridad en que se
halla la víctima del acto lesivo; para que se dé este elemento es necesario conocer la existencia de
la necesidad, ligereza o inexperiencia en el sujeto pasivo y, a partir de dicho conocimiento,
pretender obtener un beneficio desproporcionado.

El elemento objetivo es la ventaja patrimonial que excede toda medida de lo que habitualmente
ocurre en los negocios, que no tiene relación con las oscilaciones del mercado, con las
contingencias ordinarias de las transacciones, y que cobra un volumen que inquieta a cualquier
observador desprevenido; la notable desproporción debe entenderse como grosero desequilibrio
entre las prestaciones, suficiente para revelar la absurda explotación a que se refiere la ley; debe
ser tan chocante que hiera los sentimientos de moralidad y equidad de que se nutre la norma.

El vicio aplica a los “actos jurídicos”. Si bien por regla general es un vicio que aparece en los
contratos onerosos, pueden existir hipótesis de lesión en actos jurídicos unilaterales con efectos
onerosos y también en ciertas renuncias.

Se presume, excepto prueba en contrario, que existe la explotación por el vicio de lesión en caso
de notable desproporción de las prestaciones. En todos los casos corresponde al demandante de
la nulidad la prueba de la desproporción y de su propio estado de inferioridad.

Los cálculos deben hacerse según valores al tiempo del acto y la desproporción debe subsistir en el
momento de la demanda.

El afectado tiene opción para demandar la nulidad o un reajuste equitativo del convenio, pero la
primera de estas acciones se debe transformar en acción de reajuste si éste es ofrecido por el
demandado al contestar la demanda. Sólo el lesionado o sus herederos pueden ejercer la acción,
lo cual excluye la acción subrogatoria por sus acreedores o su ejercicio por el síndico de la quiebra.

La acción para reclamar la nulidad o el reajuste por vicio de la lesión no es susceptible de renuncia
ya sea en forma anticipada o realizada en forma simultánea a la celebración del acto.

La acción derivada del vicio de lesión prescribe a los dos años contados desde la fecha en que la
obligación a cargo del lesionado debía ser cumplida.
Punto 6

El vicio de simulación es definido como el defecto de buena fe del acto jurídico consistente en la
discordancia consciente y acordada entre la voluntad real y la declarada por los otorgantes del
acto, efectuada con ánimo de engañar, de donde puede resultar, o no, lesión al orden normativo o
a los terceros ajenos al acto.

Nuestro Código, en su artículo 333, caracteriza a la simulación como el vicio que tiene lugar
cuando se encubre el carácter jurídico de un acto bajo otro, o cuando el acto contiene cláusulas
que no son sinceras, o fechas que no son verdaderas, o cuando por él se constituyen o transmiten
derechos a personas interpuestas, que no son aquellas para quienes en realidad se constituyen o
transmiten.

La simulación se puede clasificar en:

- Simulación absoluta y relativa

La simulación absoluta es aquella en que el acto manifestado no oculta un acto real. El acto es
pura y total apariencia. Tal sucede, por ejemplo, cuando para evitar la acción de los acreedores, el
propietario de un inmueble lo enajena a alguien, pero de manera puramente aparente, pues en
realidad pretende seguir siendo el titular del dominio, y esa apariencia se crea sólo para impedir
que sus acreedores puedan hacer valer sus derechos sobre la cosa. La simulación absoluta
comprende sustancialmente entonces al denominado contrato ficticio.

La simulación relativa se presenta cuando debajo del acto manifestado existe otro diferente que
es el realmente querido. Acontece, por ejemplo, cuando un padre que quiere favorecer a su hijo
donándole una casa, simula con él la celebración de una compraventa. El efecto jurídico de
transmitir el dominio es querido por las partes, pero se ha disimulado el verdadero carácter del
acto que sirve de causa a esa transmisión. Por eso se la llama ocultación o veladura.

- Simulación lícita e ilícita

La simulación es ilícita cuando perjudica a terceros o tiene una finalidad ilícita, no siendo necesario
que ese fin se haya consumado. Por lo tanto es lícita cuando no tiene tal finalidad ni perjudica a un
tercero.

La simulación ilícita causa la nulidad del acto. Esa nulidad será siempre relativa pues dependerá de
la prueba que se produzca y será susceptible de apreciación judicial.

Si la simulación es relativa y no es ilícita, el acto real conserva su plena vigencia.

Punto 7

En la mayor parte de los casos la simulación encierra, cuanto menos un ánimo de engañar y,
muchas veces, se la utiliza para perjudicar los derechos de terceros. En tal caso es razonable que el
ordenamiento se desentienda de los simulantes, negándoles el acceso a la justicia. Sólo es
admitida la acción de simulación entre las partes si aquella (la simulación) era inocua, es decir, no
violaba la ley ni perjudicaba los derechos de terceros.
Nuestro Código Civil y Comercial admite la acción entre las partes si con ella no se persigue la
extinción del acto ilícito que encierra la simulación, sino, por el contrario, si se busca impedir tal
extinción o reparar los efectos perjudiciales que hubiera tenido.

La acción de simulación ejercida por las partes corresponde, justamente, a las partes del negocio.

Debe ventilarse por juicio ordinario, por lo que resulta improcedente invocarla por vía accidental,
sin perjuicio de que se la puede hacer valer por vía de acción o excepción.

En principio, la simulación alegada por las partes debe probarse mediante respectivo
contradocumento. El contradocumento es el instrumento público o privado otorgado por las
partes o el beneficiario del acto simulado, normalmente destinado a quedar secreto, en el que se
declara el verdadero contenido o carácter del acto y tendiente a restablecer la realidad de las
cosas.

Puede prescindirse de él cuando la parte justifica razones por las cuales no existe o no puede ser
presentado y median circunstancias que hacen inequívoca la simulación.

La prescripción es de 2 años, se computa desde que una de las partes se negó a dejar sin efectos el
acto.

Punto 8

Los terceros cuyos derechos o intereses legítimos son afectados por el acto simulado pueden
demandar su nulidad.

Los acreedores de fecha posterior al acto pueden cuestionarlo por simulación, circunstancia que
diferencia a la acción de simulación de la revocatoria o pauliana.

La acción de simulación de terceros puede ser acreditada por cualquier medio de prueba, se
admiten las presunciones legales o de hecho. Las presunciones de hecho pueden ser: relativas a
las personas, al objeto del negocio, a la ejecución del negocio y a la actitud de las partes.

Todos los terceros se benefician con la declaración del acto simulado, aun aquellos que, expresa o
tácitamente, hayan manifestado su voluntad de no impugnarlo, pues un acto no puede ser válido
e inválido al mismo tiempo. Esta es una diferencia crucial con la acción revocatoria que solo
beneficia al acreedor que la ha ejercido.

El plazo de prescripción de la acción es de dos años desde que conoció o pudo haber conocido la
simulación.

Punto 9

La simulación no puede oponerse a los acreedores del adquirente simulado que de buena fe hayan
ejecutado los bienes comprendidos en el acto. Es decir que no puede oponerse a los terceros que
de buena fe hubiesen ejecutado el bien o bienes simuladamente enajenados.

La acción del acreedor contra el subadquirente de los derechos obtenidos por el acto impugnado
sólo procede si adquirió por título gratuito, o si es de mala fe, lo que caracteriza como cómplice en
la simulación.
En definitiva, el tercero contra el cual no procede la acción es el que adquirió de buena fe y a título
oneroso.

El subadquirente de mala fe y quien contrató de mala fe con el deudor responden solidariamente


por los daños causados al acreedor que ejerció la acción, si los derechos se transmitieron a un
adquirente de buena fe y a título oneroso, o de otro modo se perdieron para el acreedor. El que
contrató de buena fe y a título gratuito con el deudor, responde en la medida de su
enriquecimiento.

Es decir que si la acción de simulacion se detuviera en algún estadío porque el bien ha sido
transmitido a un adquirente de buena fe y a título oneroso, todos los que participaron del
concierto simulatorio deben resarcir daños y perjuicios.

Y si alguno de los adquirentes intermedios lo es de buena fe pero a título gratuito, su


responsabilidad se extiende en la medida de su enriquecimiento.

Punto 10

El fraude a los acreedores es el que se comete a través de actos o negocios jurídicos, válidos, por
regla general positivos o de actuación, unilaterales o bilaterales, destinados a enajenar derechos o
facultades o abdicarlas, en perjuicio de los acreedores (provocan o agravan la insolvencia o
violentan la igualdad de los mismos), teniendo conciencia de obstaculizar o impedir la prestación
debida. El fraude a los acreedores se aplica a los actos que presenten las siguientes pautas:

- Deben ser negocios jurídicos bilaterales o unilaterales


- Deben ser negocios válidos, pues si el negocio es nulo, no es susceptible de ser declarado
inoponible por fraude.
- Deben ser negocios positivos o de actuación. Pero, en ciertos casos, hay algunas omisiones
que pueden ser fraudulentas, como dejar de contestar una demanda.
- Deben referirse a derechos o intereses patrimoniales
- Deben causar un perjuicio

Por otro lado, el fraude a la ley es aquel acto respecto del cual se invoque el amparo de un texto
legal, que persiga un resultado sustancialmente análogo al prohibido por una norma imperativa.
La noción de fraude a la ley requiere de la concurrencia del factor objetivo y del subjetivo, del
elemento material y del intencional. De modo que deben coetáneamente conjugarse, por un lado,
la efectiva realización de actos aisladamente válidos, pero que, en su conjunto, llevan a un
resultado absolutamente prohibido por la ley y, por el otro, la intención, el deliberado propósito
del agente o de los agentes de sustraerse a la norma que les veda hacerlos.

Punto 11

La acción pauliana o revocatoria es una acción de declaración de inoponibilidad del negocio


jurídico frente al acreedor que la ejerce. Son requisitos de procedencia de la acción:

- Que la causa del crédito de quien la ejerce sea anterior al acto impugnado. A no ser que el
acto haya estado destinado a perjudicar a futuros acreedores;
- Que el acto haya causado o agravado la insolvencia del deudor (desequilibrio entre activo
y pasivo);
- Que quien contrató con el deudor, a título oneroso, haya conocido o debido conocer que
el acto provocaba o agravaba la insolvencia.

Punto 12

El fraude no puede oponerse a los acreedores del adquirente que de buena fe hayan ejecutado los
bienes comprendidos en el acto. Como en el caso de la simulación, el fraude no puede oponerse a
los acreedores que de buena fe hubieren ejecutado los bienes objeto del negocio fraudulento.

La acción del acreedor contra el subadquirente de los derechos obtenidos por el acto impugnado
sólo procede si adquirió por título gratuito, o si es cómplice en el fraude; la complicidad se
presume si, al momento de contratar, conocía el estado de insolvencia. Es decir que la acción
contra el subadquirente procede si lo es a título gratuito; o si siéndolo a título oneroso es cómplice
del fraude.

El subadquirente de mala fe y quien contrató de mala fe con el deudor responden solidariamente


por los daños causados al acreedor que ejerció la acción, si los derechos se transmitieron a un
adquirente de buena fe y a título oneroso, o de otro modo se perdieron para el acreedor. El que
contrato de buena fe y a título gratuito con el deudor, responde en la medida de su
enriquecimiento. En otras palabras, quien contrató con el deudor y los subadquirentes de mala fe
responden por los daños y perjuicios causados al acreedor si la acción se paralizase por existir un
subadquirente de buena fe y a título oneroso. El subadquirente de buena fe y a título gratuito
responde en la medida de su enriquecimiento.

Cesa la acción de los acreedores si el adquirente de los bienes transmitidos por el deudor los
desinteresa o da garantía suficiente.

La declaración de inoponibilidad se pronuncia exclusivamente en interés de los acreedores que la


promueven, y hasta el importe de sus respectivos créditos.

Diferencias entre la acción de simulación y la acción revocatoria

Simulación Revocatoria
En cuanto al negocio Acto aparente Acto real
Naturaleza de la acción Nulidad inoponibilidad
Legitimación Cualquier perjudicado Acreedores de fecha anterior
al acto fraudulento
Efectos de la sentencia Favorece a todos Favorece al acreedor que
intentó la acción y en la
medida de su crédito
Prescripción 2 años- desde que una de las 2 años- desde que se conoció
partes se negó a dejar sin o pudo conocerse el vicio del
efectos el acto. acto.

BOLILLA XX – INEFICACIA DE LOS ACTOS JURIDICOS


Punto 1

Los actos jurídicos son eficaces cuando alcanzan y mantienen sus efectos propios o normales; es
decir, aquellos que las partes persiguieron al otorgarlo.

Tanto la eficacia como la ineficacia son calificativos exclusivos del acto jurídico. Solo éste tiene la
virtualidad de producir los efectos que las partes quisieron al celebrarlo y solo él puede perderla.

Un acto jurídico es válido cuando las partes al otorgarlo han cumplido con todos los requisitos que
la ley exige. Por ser válido, el acto produce los efectos que las partes persiguieron al otorgarlo.

Estos requisitos de validez se refieren a los elementos del acto jurídico (sujeto, objeto y causa); y a
su contenido: no deben aparecer vicios de la voluntad (error, dolo, violencia) o propios del acto
jurídico (lesión, simulación). Omitimos el vicio de fraude pues en el mismo no está comprometida
la validez del acto y, en consecuencia, su presencia causa la declaración de inoponibilidad, no la de
nulidad.

La ineficacia es, genéricamente, privación o disminución sólo de los efectos propios del acto
jurídico, vale decir, de los efectos que las partes desearon al otorgarlo.

De tal modo, la ineficacia no impide que el acto produzca otros efectos que impone la ley con
independencia de la voluntad de las partes.

La doctrina suele distinguir, con distintas denominaciones, dos categorías de ineficacia. Se habla
así de ineficacia estructural y de ineficacia funcional.

En la ineficacia estructural, la privación de los efectos propios de un acto jurídico se produce por
defectos estructurales (se encuentran dentro del negocio) y originarios (existen desde el momento
de su celebración). Por ejemplo: un acto celebrado con defectos en alguno de sus elementos
(objeto inmoral, causa ilícita, incapacidad de ejercicio en el sujeto) o con vicios en su contenido
(error, dolo, violencia, simulación o lesión). Al tener defectos o vicios desde su origen y en su
estructura, el acto es inválido y, por serlo, podrá ser declarado ineficaz. El típico supuesto de
ineficacia estructural es la nulidad (invalidez), en la cual está involucrada la validez del acto
jurídico.

En la ineficacia funcional, la privación de los efectos propios de un acto jurídico se produce a causa
de hechos sobrevenidos a la celebración del negocio y extrínsecos a su estructura. Son supuestos
de ineficacia funcional: la rescisión, la revocación y la resolución, en las cuales no está involucrada
la validez del acto. También sería un supuesto de ineficacia funcional la inoponibilidad;
configurando, además, una ineficacia relativa pues el acto queda destituido de sus efectos sólo en
relación a determinadas personas.

Punto 2

La nulidad es una sanción legal que priva a un acto jurídico de sus efectos propios o normales, con
efecto retroactivo y frente a todos (partes y terceros), por adolecer de defectos originarios,
estructurales y esenciales a través de un proceso de impugnación y declaración.

Los caracteres de la nulidad son:


1) La nulidad da paso a una sanción: la nulidad priva al acto jurídico de sus efectos propios,
con efecto retroactivo (volviendo las cosas al mismo estado en que se hallaban antes de su
celebración) y da paso a la sanción; imponiéndoles a las partes la obligación de restitución
mutua de lo recibido en virtud del acto, negándole los derechos que tenían con causa en el
mismo y, en su caso, imponiendo la reparación de daños y perjuicios provocados por el
acto invalido. El efecto retroactivo alcanza, en principio, también a los terceros.
2) Base legal: la sanción de nulidad sólo puede ser establecida por la ley.
3) Es calificativo exclusivo del acto jurídico: sólo el acto jurídico tiene eficacia propia y sólo él
puede perderla. De allí, que no es acertado hablar de nulidad de un acto ilícito o de un
simple acto voluntario, pues no pueden perder una eficacia que nunca tuvieron.
4) Sólo priva al acto jurídico de sus efectos propios: la nulidad destituye al negocio jurídico de
los efectos que las partes persiguieron al otorgarlo; pero el acto pueden producir otros
efectos que impone la ley con independencia de la voluntad de las partes.
5) Características de los defectos que causan invalidez y hacen posible la declaración de
nulidad: son originarios, ya que existen desde la celebración del acto; son estructurales, se
encuentran en la estructura del negocio (en sus elementos o en su contenido); son
esenciales, por su gravedad (un defecto menor no amerita la declaración de nulidad, por
ejemplo: el error debe ser esencial y reconocible para causarla).
6) Proceso de impugnación y declaración: el acto defectuoso no es automáticamente nulo, es
inválido. Para llegar a la nulidad es necesario impugnar el acto, probar el defecto y así
poder obtener la declaración que da estado a la nulidad.

Como ya dijimos, el acto defectuoso o inválido no es automáticamente ineficaz (nulo); a la causa


de la nulidad hay que actuarla. Para pasar de la invalidez a la ineficacia hay un proceso que va del
defecto a la impugnación del acto, a la prueba del defecto y a la declaración que da estado a la
nulidad. Dicha impugnación puede hacerse por vía de acción o de excepción; en ambos casos
deberá sustanciarse.

La acción de nulidad procede cuando el impugnante toma la iniciativa de solicitar la declaración de


nulidad. De tal modo, si el acto se ejecutó, la parte legitimada debe ejercer la acción de nulidad
para obtener la restitución de lo entregado en virtud del acto inválido o la liberación del
compromiso que aparece contrayendo.

La acción de nulidad debe ser intentada contra todos los que intervinieron en el acto jurídico a fin
de que la sentencia pueda sufrir los efectos de cosa juzgada frente a todos ellos.

La excepción de nulidad procese cuando la parte contraria pretende el cumplimiento de un acto


inválido. De tal modo, si el acto no se ejecutó y la otra parte de la relación jurídica pretendiera el
cumplimiento de las obligaciones causadas en dicho acto inválido, la parte legitimada puede
defenderse oponiendo la excepción de nulidad.

Por tratarse de una defensa de fondo sólo será invocable al contestar la demanda y no se
resolverá como de previo y especial pronunciamiento sino en la sentencia, que resolverá el
planteo luego de producida la prueba.

Opera por vía de:

- ACCION: si el acto que quiero invalidar ya se cumplió y pretendo la restitución de


lo entregado en virtud de ese acto nulo; o por
- EXCEPCION: si el acto no se cumplió y una de las partes acciona para exigir su
cumplimiento.

Punto 3

Nuestro Código establece que el acto nulo puede convertirse en otro diferente válido cuyos
requisitos esenciales satisfaga, si el fin práctico perseguido por las partes permite suponer que
ellas lo habrían querido si hubiesen previsto la nulidad.

Cuando se trata de un negocio jurídico formal no solemne, o de solemnidad relativa, y las partes
omiten darle la forma que se requiere por el ordenamiento jurídico, no por ello se acarrea la
nulidad del acto sino que el ordenamiento le reconoce la eficacia de otro negocio jurídico con
requisitos formales menores.

En suma, el negocio celebrado con una forma insuficiente valdrá como causa fuente de la
obligación de elevarlo a la forma legal. Esta obligación constituye una prestación de hacer que, en
caso de no cumplirse voluntariamente, puede ser demandada judicialmente. Por ejemplo: la venta
de inmueble por instrumento privado no es válida como título suficiente para la transmisión del
inmueble, pero SI, como acto que obliga a las partes a celebrarlo bajo la forma correcta.

Se exigen dos requisitos para que se configure la conversión: el objetivo, que tiende a establecer si
con los requisitos de forma y sustancia del acto inválido es posible construir otro acto distinto; y el
subjetivo, que requiere que las partes hubieran querido el otro acto, si hubieran previsto la
nulidad.

En todo supuesto de conversión, los efectos del acto se producen a partir del otorgamiento de la
forma requerida por la ley y no desde el momento de celebración del acto a convertir.

Punto 4

El artículo 385 establece que un acto jurídico celebrado para obtener un resultado que es propio
de los efectos de otro acto, es válido si no se otorga para eludir una prohibición de la ley o para
perjudicar a un tercero.

Se denominan negocios indirectos a aquellos en los cuales no existe una correspondencia entre la
finalidad perseguida y el medio técnico empleado. Para la consecución de un fin se recurre a una
vía oblicua o transversal, no se toma la vía normal; existiendo una discordancia entre la causa final
objetiva prevista por el ordenamiento y la causa final objetiva prevista por las partes. Por ejemplo:
el deudor que le otorga mandato irrevocable al acreedor para que perciba el pago de lo que le es
debido, a él, por un tercero. El contrato de mandato es real, pero está dirigido a que el acreedor
cobre el crédito que su mandante le debe por otra causa. Ese es el fin que se persigue con el
mandato (no que gestione negocios a su nombre).

Se han señalado como negocios indirectos, entre otros: la venta no para transmitir la propiedad de
la cosa sino con fin de garantía; la cesión pro solvendo con fin de garantía; todo apoderamiento
irrevocable encaminado a un fin directo, el apoderamiento con fin de donación.

Estos negocios típicos usados con una finalidad distinta de la prevista por el ordenamiento,
resultaran negocios atípicos cuya validez dependerá de que la causa objetiva perseguida por las
partes merezca tutela legal.
El negocio jurídico indirecto puede tener todo tipo de fines lícitos, patrimoniales o
extrapatrimoniales. Si está dirigido a eludir normas imperativas, es decir, cuando se lo emplea
para lograr a través de una vía oblicua los fines que no se pueden obtener directamente, el acto en
estas condiciones constituirá un fraude a la ley, debiendo someterse el acto y sus efectos a la
normativa imperativa que se trató de eludir.

El negocio jurídico indirecto se fundamenta en la vigencia del principio de la autonomía de la


voluntad.

Punto 5

El nuevo Código Civil y comercial anula la categoría de actos nulos y anulables establecidas en el
Código Civil de Vélez, pero mantiene la clasificación de nulidad absoluta y relativa de acuerdo al
siguiente criterio:

El artículo 386 establece que son de nulidad absoluta los actos que contravienen el orden público,
la moral o las buenas costumbres. Y son de nulidad relativa los actos a los cuales la ley impone
esta sanción sólo en protección del interés de ciertas personas.

El criterio de distinción establecido por el nuevo Código se funda en el interés


predominantemente protegido. Si los vicios o los defectos que padece un acto jurídico afectan
intereses generales o colectivos, dados por el orden público, la moral o las buenas costumbres, la
nulidad será absoluta; por ejemplo el acto jurídico que tiene por objeto un bien que se encuentra
fuera del comercio. En cambio, si el interés afectado por el acto es particular, individual de los
sujetos del negocio, la nulidad será relativa; por ejemplo, los actos de la persona incapaz y con
capacidad restringida que contrarían lo dispuesto en la sentencia realizados con posterioridad a su
inscripción en el Registro Civil.

Pero adviértase que el tipo de ley que rige el caso no basta para calificar la nulidad, pues hay
normas de orden público (por ej. las que se refieren a la incapacidad) que al ser violadas dan lugar
a la nulidad relativa, porque en estos casos el derecho protegido es el del incapaz y no es de la
sociedad en general.

El artículo 387 regula el funcionamiento de la nulidad absoluta como sigue:

1) Puede ser declarada de oficio por el juez si se le presenta manifiesta al momento de dictar
sentencia

Si al dictar sentencia, el juez, a través de la investigación procesal, advierte la manifiesta nulidad


absoluta, tendría que ejercer la facultar y declararla de oficio.

2) Puede ser alegada por el Ministerio Público

El Ministerio Público actúa en el proceso en defensa del interés público; es el encargado de velar
por la observancia y aplicación de las leyes. Es por ello que la ley lo reconoce como titular de la
acción de nulidad absoluta, en la cual aparece lesionado un interés general. Actúa en caso que las
partes permanezcan inactivas.

3) Sujetos legitimados para invocarla


La nulidad absoluta puede ser invocada por cualquier interesado ya sea una de las partes del acto
jurídico o un tercero; siempre que éste demuestre un interés legítimo, así como el perjuicio que el
acto regular causa. De lo contrario, no procede la declaración de nulidad.

4) Sujetos carentes de legitimación

La parte que invoque la propia torpeza para lograr un provecho. En rigor, no está legitimado para
articular la nulidad absoluta quien actuó de mala fe y pretende obtener un provecho de la
declaración de nulidad.

5) El acto viciado no puede ser confirmado


6) La acción es imprescriptible
7) La acción es irrenunciable

Pues está comprometido un interés general y nadie puede renunciar a su defensa: ni las partes, ni
el Ministerio Público.

El artículo 388 regula el funcionamiento de la nulidad relativa como sigue:

1) No puede ser declarada de oficio por el juez


2) No puede ser invocada por el Ministerio Público

Por esta instaurada en función de un interés particular. Sin embargo, si se trata del Ministerio
Pupilar, que actúa en beneficio de los incapaces, puede ejercer la acción de nulidad relativa frente
a la omisión o negligencia de los representantes.

3) Sujetos legitimados para invocarla

Como principio la nulidad relativa sólo puede ser solicitada por las personas en cuyo beneficio se
establece. Excepcionalmente puede invocarla la otra parte, si es de buena fe y ha experimentado
un perjuicio importante.

4) El acto puede ser confirmado


5) La acción prescribe

La acción de nulidad relativa prescribe por estar comprometido un interés particular. El plazo de
prescripción es de dos años y su cómputo varía dependiendo del vicio o defecto que causa la
declaración de nulidad relativa.

6) La acción es renunciable

Por estar involucrado un interés particular.

Según la extensión de la sanción, la nulidad será total o parcial. En el primer caso, todo el acto
resultará ineficaz; en el segundo, sólo la cláusula o disposición viciada.

La posibilidad de invalidar parcialmente un acto jurídico depende de que la cláusula o parte viciada
“sea separable”. Si, por el contrario, no son separables, porque el acto jurídico no puede subsistir
sin cumplir su finalidad, se declara la nulidad total.

Entonces, se podrá aplicar parcialmente la nulidad cuando la parte válida del negocio siga
satisfaciendo los fines que las partes se propusieron al otorgarlo. Es decir, cuando subsista la
eficacia del acto jurídico. Esta cuestión queda sometida al criterio del magistrado, quien deberá
evaluar si el negocio, excluida la parte anulada, satisface la causa final. Al respecto, el Código
establece la facultad del juez de integrar el acto de acuerdo a su naturaleza y a los intereses que
puedan considerarse perseguidos por las partes.

Punto 6

El artículo 390 de nuestro Código establece que la nulidad pronunciada por los jueces vuelve las
cosas al mismo estado en que se hallaban antes del acto declarado nulo y obliga a las partes a
restituirse mutuamente lo que han recibido.

Esta norma consagra el principio general del efecto retroactivo de la sentencia de nulidad de los
actos jurídicos, sea la nulidad absoluta o relativa.

Firme la sentencia que declara la nulidad, sus efectos se proyectan hacia el pasado, reponiendo las
cosas al estado en que se encontraban antes de la celebración del acto. De tal modo, se
extinguirán todos los derechos reales o personales causados en el negocio nulo y nacerá el deber
de restitución de las cosas que se hubiesen transmitido en virtud del mismo.

Los efectos de la sentencia de nulidad también se proyectan hacia el futuro, pues el negocio ya no
tendrá aptitud para producir los efectos que las partes persiguieron con su celebración.

Punto 7

Nuestro Código establece que todos los derechos reales o personales transmitidos a terceros
sobre un inmueble o mueble registrable, por una persona que ha resultado adquirente en virtud
de un acto nulo, quedan sin ningún valor, y pueden ser reclamados directamente del tercero,
excepto contra el subadquirente de derechos reales o personales de buena fe y a título oneroso.

Esta norma consagra el principio general del efecto retroactivo de la sentencia de nulidad respecto
de los terceros en cosas registrables. El tercero a quien el adquirente por acto nulo ha transferido
la propiedad de una cosa registrable u otro derecho sobre la misma, es alcanzado por la sentencia
de nulidad y privado, en consecuencia, de esos derechos. Ello como principio.

La norma limita los efectos de la sentencia de nulidad y la consecuente obligación de restitución,


respecto de los terceros subadquirentes* de derechos reales o personales sobre cosas
registrables, de buena fe y a título oneroso. De tal modo, estos terceros no se encuentran
alcanzados por el efecto retroactivo de la sentencia de nulidad y en consecuencia tampoco están
obligados a la restitución.

Los subadquirentes no pueden ampararse en su buena fe y título oneroso si el acto se ha realizado


sin intervención del titular del derecho.

*El subadquirente es quien recibe, por un acto válido y a título oneroso, un derecho real o
personal sobre cosa registrable de un sujeto que a su vez lo adquirió en razón de un acto nulo.
Supone una anterior adquisición por acto nulo y una posterior adquisición onerosa y de buena fe;
esta última es la tutelada, impidiéndose sobre ella la reivindicación.

Punto 8
La confirmación es un acto jurídico unilateral mediante el cual se elimina la impugnabilidad a que
está sujeto un acto inválido por contener defectos que afectan intereses particulares y constituyen
causal de nulidad relativa. La confirmación otorga definitiva eficacia al acto inválido.

Pueden confirmarse los actos inválidos por vicios que causan una nulidad relativa pues en ella sólo
se encuentran afectados intereses particulares. En cambio, los actos jurídicos afectados de vicios
que causan nulidad absoluta son inconfirmables al estar instituida en resguardo de un interés
general.

Hay confirmación cuando la parte que puede articular la nulidad relativa manifiesta expresa o
tácitamente su voluntad de tener al acto por válido, después de haber desaparecido la causa de
nulidad.

El acto de confirmación no requiere la conformidad de la otra parte. Basta con la voluntad de la


persona facultada para confirmar. De tal carácter se sigue que, una vez manifestada la voluntad de
confirmar, ella es irrevocable; o sea no puede ser revocada argumentándose la falta de aceptación
de la otra parte.

Nuestro Código exige tres recaudos para la validez y eficacia del acto de confirmación:

1) La causal de nulidad debe haber desaparecido: es decir el defecto o vicio que afectaba la
validez del acto jurídico no debe subsistir. Así, el menor de edad no puede confirmar por sí
mismo un acto jurídico hasta alcanzar la mayoría de edad. De mantenerse el defecto, el
acto de confirmación sería a su vez pasible de nulidad.
2) El acto de confirmación no debe adolecer, a su vez, de otra causal de nulidad: de ser
inválido el acto de confirmación no sería idóneo para otorgar eficacia definitiva al acto
inválido que se pretende confirmar.
3) El sujeto debe estar legitimado para confirmar: se encuentran facultados para confirmar
actos jurídicos los mismos sujetos que se encuentran legitimados para invocar la nulidad
relativa.

Punto 10

La inoponibilidad es un supuesto de ineficacia establecido por la ley que priva a un acto jurídico,
valido y eficaz entre las partes, de sus efectos respecto de determinados terceros a quienes la ley
dirige su protección permitiéndoles ignorar la existencia del negocio e impidiendo a las partes
ejercitar pretensiones jurídicas dirigidas contra esos terceros protegidos.

Se alude a actos de inoponibilidad positica, en los casos de actos válidos y eficaces en general,
pero ineficaces frente a ciertos terceros; por ejemplo: el acto fraudulento es inoponible al
acreedor que triunfó en la acción de declaración de inoponibilidad. Inversamente, un acto es de
inoponibilidad negativa, cuando es inválido o ineficaz entre las partes, pero esa ineficacia resulta
inoperante frente a ciertos terceros; tal la hipótesis que impide hacer valer la nulidad frente al
subadquirente a título oneroso y de buena fe.

El fundamento de la inoponibilidad radica en la protección de determinados terceros y


consecuentemente en la satisfacción de la certeza y seguridad jurídica de las transacciones entre
los particulares.
La inoponibilidad se configura cuando los efectos indirectos de los actos jurídicos no alcanzan a
determinados terceros amparados por la ley, para quienes el acto es como si no existiera. Lo
visualizamos en el vicio de fraude, en el cual el acreedor que triunfó en la acción de inoponibilidad
puede desconocer la existencia misma del negocio celebrado por su deudor, de modo que éste no
produzca efectos ante él.

El acto inoponible es válido y eficaz entre las partes y en relación a terceros en general, salvo
aquellos terceros prefijados por la ley (interesados).

De tal modo, los efectos consisten en la imposibilidad que tienen las partes del acto jurídico válido
de fundar en él pretensiones jurídicas dirigidas al tercero protegido por la ley; y por parte de este
tercero interesado, la inoponibilidad del acto se traduce en la posibilidad de actuar jurídicamente
como si el acto no se hubiese celebrado, vale decir desconociendo su existencia.

Son supuestos de actos jurídicos inoponibles: el instrumento privado sin fecha cierta es inoponible
a los terceros; el acto fraudulento es inoponible al acreedor que triunfó en la acción de
declaración de inoponibilidad; las adquisiciones o transmisiones de derechos reales son
inoponibles a terceros interesados y de buena fe mientras no tengan publicidad suficiente, etc.

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