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EL HOMBRE DE LAS RATAS

Un hombre joven, de formación universitaria, se presenta en consulta manifestando que


desde su infancia, pero con intensidad desde cuatro años atrás, tiene el temor de que les sucediera
algo a las dos personas a las que más quería: su madre y su enamorada. Relata por ejemplo que
en las vacaciones con su enamorada, cuando navegaba con ella en un bote, bajo un viento
violento, le obligó ponerse una gorra, pues había surgido en él, ideas de que nada le sucedería a
ella, si usaba un gorro. También durante una tormenta, se le impuso la idea de llegar a contar
hasta 40 o 50 entre el relámpago y el trueno, sin saber en absoluto por qué había de hacerlo. Y el
día en que su enamorada volvía a su casa, el sujeto tropezó en una piedra de la calle y tuvo que
apartarla a un lado porque se le ocurrió que, al cabo de pocas horas, pasaría por allí su enamorada
y podía tropezar y caer en ciertas piedras cercanas. Pero minutos después pensó que todo aquello
era un disparate, y tuvo que volver y colocar de nuevo la piedra en el lugar que antes ocupaba en
medio de la calle. Después de la partida de su enamorada se apoderó de él, la idea de que tenía
que comprender exactamente cada una de las sílabas pronunciadas por los que a él se dirigían,
como si de otro modo se le escapara un gran tesoro. En consecuencia; preguntaba una y otra vez:
¿Qué has dicho? Y cuando se lo repetían, pretendía que la primera vez habían dicho otra cosa y
permanecía insatisfecho.

También explica que una actividad onanista apareció en él, poco tiempo después de la
muerte de su padre. Después de cada satisfacción de este género se sentía altamente avergonzado
y tardó poco en suprimirla por completo. Asimismo aparece una singular conducta en un período
en el que se preparaba para unos exámenes, jugueteaba con la fantasía de que su padre vivía aún
y podía retornar a su lado en cualquier momento. Por entonces se las arreglaba de manera que sus
horas de estudio coincidieran con la noche, y entre las doce y la una interrumpía su labor, abría la
puerta que daba al pasillo, como si su padre se hallara esperando detrás de ella, y, una vez de
nuevo en su cuarto, se ponía frente al espejo y contemplaba en él su miembro desnudo. Al
contrario, mientras su padre estaba vivo, el sujeto había sido más bien un mal estudiante, y ahora
quería darle la satisfacción de que si su espíritu volvía a la tierra en aquellas horas nocturnas, le
encontrase estudiando. Todo ello surge aparentemente luego de volver del servicio militar, en
donde le invaden estados depresivos, además de un sin fin de ideas recurrentes que lo
atormentaban.

Al respecto, relata que en un día de entrenamiento, pierde sus lentes, por lo que tuvo que
comunicarse con su oftalmólogo para que le enviasen otros. En este entrenamiento había estado
sentado entre dos oficiales, uno de los cuales: el capitán, le inspiraba cierto temor, pues se
mostraba inclinado a la crueldad, pues en sus conversaciones se había mostrado partidario de los
castigos corporales, de la tortura. Contando que en Oriente se aplicaba un castigo singularmente
espantoso, en donde el condenado era atado a un recipiente adaptado a sus nalgas y se metían en
él unas cuantas ratas, que luego se le iban introduciendo por el ano. En aquel mismo instante,
surge en él la idea de que aquello le podía suceder a una persona que él quería: su enamorada.
Pero también esta idea del tormento, se extendió a su padre. Al día siguiente, el mismo capitán le
entregó un paquete postal en el que estaban los lentes que había pedido, diciéndole: “El teniente
A. ha pagado por ti el reembolso, tienes que darle el dinero”. En el mismo instante surgió en él un
pensamiento: “devolveré el dinero cuando mi enamorada o cuando mi padre tengan hijos”, E
inmediatamente para combatir dicho pensamiento burlón, aparece otro pensamiento en forma de
juramento: “Tienes que devolver el dinero al teniente A.” pues si no lo hacía, sucedería en su
padre y su enamorada, la fantasía de las ratas. Los ejercicios militares terminaron dos días
después y el sujeto realizó continuos esfuerzos para devolver la cantidad adeudada, contra lo cual
surgieron una y otra vez dificultades. Al principio intentó realizar el pago por conducto de otro
oficial que no encontró al teniente A., después de muchos intentos, encontró a este último; pero el
oficial se negó a aceptar el dinero, diciendo que él no había pagado nada por su cuenta, que
quizás el dinero le correspondía al teniente B. El sujeto quedó un tanto perplejo viendo la
imposibilidad de cumplir su juramento, imaginando toda una serie de complicados planes para
cumplir lo que se había propuesto.

En las siguientes cesiones, comenzó a hablar de su padre, un suboficial del ejército que
jugaba a las cartas un juego llamado: Spielratte, por lo que en una ocasión, perdido una pequeña
suma que le estaba confiada y lo hubiera pasado mal si un camarada no se la hubiera prestado.
Cuando abandonó el Ejército buscó al camarada para devolverle aquel dinero, pero no pudo
encontrarle. El recuerdo de esta falta juvenil de su padre le era penoso al sujeto y las palabras del
capitán «Tienes que devolver al teniente su dinero», sonaron en sus oídos como una alusión a
aquella deuda no pagada de su padre. Sobre la muerte del padre hace nueve años atrás, refiere que
una noche, creyendo que la enfermedad de su padre podía hacer una crisis favorable, preguntó al
médico cuándo podría considerarse pasado el peligro. El médico le respondió que al cabo de
cuarenta y ocho horas. No se le ocurrió que su padre pudiera morir antes de tal término y a las
once y media de la noche se acostó para dormir una hora. Pero cuando a la una despertó, un
amigo médico le comunicó que su padre acababa de morir. El sujeto se reprochó no haber estado
al lado de su padre en el momento de la muerte, y más duramente aun cuando la enfermera le dijo
que antes había pronunciado su nombre. El sujeto no aceptó en mucho tiempo como un hecho
real la muerte de su padre, pues por ejemplo, al oír algún chiste, se decía: «Tengo que contárselo
a papá» También muchas veces, cuando oía llamar a la puerta, pensaba: «Ahí está papá», y al
entrar en una habitación esperaba encontrarlo. Sólo año y medio después despertó en él el
recuerdo de su negligencia y comenzó a atormentarle cruelmente, la reviviscencia de tal recuerdo
fue provocada por la muerte de una tía.

Posteriormente comenzó a relatar algo perteneciente a su infancia, explicando que padecía


problemas intestinales a causa de lombrices que se alojaban en su intestino. Relata también que a
los doce años se había enamorado de una niña que no se mostraba tan cariñosa como él deseaba.
Entonces se le ocurrió la idea de que si la sucediera una desgracia, la niña le trataría con mayor
ternura, y, como tal desgracia, surgió inmediatamente en su imaginación la muerte de su padre,
idea que en ese momento rechazó con toda energía. Continúa su relato manifestando que seis
meses antes de la muerte de su padre había cruzado rápidamente por su cabeza una idea casi
idéntica. En aquella época estaba ya enamorado, pero le era imposible pensar en casarse a causa
de dificultades económicas: Entonces su idea había sido la de que la muerte del padre le haría
rico, quedándose con los bienes materiales, permitiéndole casarse con su enamorada. Al abordar
la relación con el otro sexo, refiere que su sexualidad fue muy precoz. Recuerda una escena a sus
cinco años, en la que mientras una joven y bonita niñera le leía un cuento, él le pide permiso para
meterse debajo de sus faldas, accediendo ella a condición de que no se lo contara a nadie. Para así
poder tocar sus genitales, quedándole a partir de ahí una ardiente curiosidad de contemplar el
cuerpo femenino, que le producen frecuentes erecciones, por lo que en cierta ocasión se queja a
su madre de las molestias que le causaban, despertando en el sujeto la idea de que sus padres
conocían los más íntimos pensamientos por habérselos revelado. Explica también que habían
muchachas que le gustaban mucho y a las que deseaba ardientemente ver desnudas; pero tales
deseos iban acompañados de una sensación de inquietud, como si por pensar en aquellas cosas, le
tendrían que suceder algo y por ello tendría que hacer todo lo posible para evitarlo. Como
ejemplo de tales temores, refiere el temor de que su padre muriera causándole gran tristeza. «Si
tengo el deseo de ver desnuda a una mujer, mi padre morirá.» Recuerda también que
aproximadamente a los seis años, su padre lo castigó violentamente al descubrir la práctica
onanista del sujeto. El castigo habría hecho surgir en él un intenso acceso de cólera, y mientras su
padre le azotaba se debatía desesperadamente, insultándole con furia. Pero como todavía no sabía
palabra insultante, le había lanzado como tales los nombres de todos los objetos que conocía,
llamándole lámpara, toalla, plato, etc. El padre, asustado ante aquel violento acceso, dejó de
pegarle. El sujeto dice que la impresión de esta escena perduró largamente en él volviéndolo
cobarde desde entonces. Y su padre no volvió a pegarle, pues antes de esta escena, él lo castigaba
violentamente cada vez que mordía a los demás en sus accesos de furia.

En relación a su madre, refiere que ella tiene un pariente dueño de una empresa industrial;
y al casarse con ella, su padre entró a dicha empresa y su matrimonio le dio una mejor economía.
Pero que por conversaciones familiares, averiguó que su padre inicialmente se iba a casar con una
muchacha de familia modesta, tiempo antes de conocer a su madre. Y refiere además, que su
madre después de la muerte de su padre, le sugirió que se case con otra muchacha que proviene
de una familia acaudalada. Haciendo surgir el conflicto de si debía permanecer fiel a la mujer que
amaba, carente de fortuna, o si debía seguir las huellas de su padre, casándose con la muchacha
rica que su madre le destinaba. Y este conflicto, entre su amor y la voluntad de su padre, hizo que
eludiera la fecha de su compromiso, demorándose para ello en sus estudios.

El enigma que se plantea era el de por qué las dos intervenciones del capitán: el relato del
tormento de las ratas y la invitación a devolver el dinero al teniente A, habían producido
reacciones patológicas. El tormento de las ratas despertó el recuerdo de un padecimiento infantil
que era causado por lombrices que se alojaban en su intestino. Además la palabra rata, se
relaciona con: plazos (Raten - Ratten: ratas «ratas-plazos») sobre su deuda y de su matrimonio
(heiraten) y también con el juego de cartas: Spielratte, en donde aparece la deuda del padre.
Además la rata roe y muerde con sus dientes, por lo que es cruelmente castigada, como lo habría
presenciado muchas veces, sintiendo compasión de aquellos animales. Pero él mismo había sido
un niño que mordía a los demás en sus accesos de furor y era violentamente castigado por ello.
Hallando así realmente su pareja en la rata.

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