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RECUERDOS DE GALICTA
BIBLIOTECA GALLEGA . w f. 4 "--

T. VESTEIRO TORRES

RHU[RDO~ 0[ GHICIA
con prólogo de

V. NOVO Y GARC!A

OBRAS PÓSTUMAS

LA_ CO HUr:,TA.
ANDHÉS MARTÍNEZ, EDITOR

1896
E s t>roplodad .

TipogrnfindelaCrumde~isericordin .
ÍNDICE
l~riÍ/t1go ..
, ... ....... . . , , • ..••.•
.D~dicatoria . ..... .
Cimm11ia .•
Los tl!il/donados
fAs Co~tdu t!e Lugo
La leymd(l dt los JJ!arh7os .
Alvar .\r1Í11e: Osorio. 27
Callr:gos mAntequera ..... ,........ . .. . . .J.J
Cn/ltgos en Orán .... . ... .. , . . .... . .• , • . , . . 4r
J:aprofi:tisa corm1tsa .. . . . . . . . . . . . • •• .. 49
Pedro tÜ Par; . • SJ
ElterdcltÜ/os&11ores ..... ....• ••••• • • •. 6r
Los dos Jlosqueras . . 67
Lmde Villadiego .. 7J
E/Rtlcluulor .. . ...•... . ...•••.• •. . . .•... 79
LrJ~em d Augustv 8.1

•.
~
PRÓLOGO

lE>~ podía yo creer, sin exagerados ex-


cepticismos, por bs circunstancias
especiales en que murió Vesteiro
Torres que, veinte :1ños después de su muene,
hablan de ser muy contados los que otorgasen
al muerto, no ya el tributo de una cariñosa
memoria , siempre viva en los que bien le :un:t-
ron , sinó la justa consideración debida a sus
innegables méritos literarios.
PRÓLOGO

Y pese :1 todo lo que la lógica pudo inspirar-


me entonces, lo cierto es que hay quien cree
cumplir deberes, refrescando en la memoria de
las gentes el recuerdo de aquel que, en su bre-
ve paso por la vida, supo hacer gala de sus
amores por la patria gallega y parece que tuvo
empeño en dejar tras de si huellas que hicie-
ran dolorosa su ausencia, por las esperanzas
que hicieron concebir sus obras.
Al publicarse sus tr:tbajos póstumos, quiere
el señor Martinez Salazar, que los edita,-y
para quien no ha de tener nunca Galicia grati-
tud que baste á premiar sus esfuerzos en favor
de la literatura gallega-que precedan al libro
algunas lineas en honor del muerto, que lo re-
cuerden :1 los que lo conocieron y lo presenten
á los que ignoren quien fue.
Esas líneas están ya escritas, y no pueden ser
sustituidas ni reemplazadas por otras.
Curros Enríquez escribió para la «Corona
fllnebre » que algunos amigos dedicamos:\ b
memoria de Vesteiro Torres, :l. r:dz de su muer-
te, un ensayo necrol6gico-biogr:lfico, poco co-
nocido, por que aquel libro tuvo, por razones
especialisimas, poca circulación.
De ese ensayo de Curros tomo con Yerdade-
ro placer estas páginas:
PRÓLOGO

II

e Queríamos verle por ü!tima vez y nos guia-


ron al depósito del cementerio del Sur.
Su cuerpo descansaba sobre una mesa de
zinc, orlada de sangrientas esquirlas, arrancadas
a los huesos de esos desventurados que caen
muertos, como la hoja del arbol, por las calles
de Madrid.
En torno suyo veianse hacinados siete cada-
veres; y sobre su pecho, manchando los brillan-
tes de su camisa y la seda de su corbata, ten-
dln sus rudimentarias manos un few 1 como
buscando el seno de la mujer-loba que lo ha-
bla engendrado.
La sien abierta por una profunda herida, ce-
rrados sus azules ojos como quien reposa en
dulce y tranquilo sueño, alli estaba nuestro ami-
go, posada una de sus manos en violento es-
corzo sobre el corazón.
Sus labios helados sonrcian :i través de las
hebras del bigote, manchado de sangre, con esa
risa insoportable de algunos muertos.
Sonrisa siniestra que parecia una queja, no
del todo formulada , 6 un secreto espantoso re-
tenido en el momento de ir á revelarse.
PRÓLOGO

El espiritu humano, despues de una explora-


raci6n por las tenebrosas veredas del error en
busca de la verdad, debe sonreir asi: con aque-
lla hiel, con aquel desprecio, con aquella elo-
cuencia avasalladora,
No era b mueca del ajusticiado; no era la
sonrisa del réprobo.
Era la sonrisa arrancada a los labios del mar-
tir por la última tortura de un suplicio de diez
años.
Nos acompañaba un amigo en aquella visita
( r) y él que no le habla abandonado en vida, pa-
ra que le abandonase en muerte; que habia asis-
tido a su autopsia y habia extraido de su cere-
bro el plomo matador de su existencia; que habla
contribuido, sacrifidndose acaso, ;\ la adquisi-
ci6n de una sepultura digna de aquellos des-
pojos (2), se acerc6 al cad:lver, coloc6 una cruz

(1) Victorino No\'o y Gard:t.


(2) En la memoria de los trabajos rc:tlizados por la
Asociación de Escrit?res y Artistas durante el ~1ño de
18¡6, dice el Secrctano 1. 0 Sr. Bucso.- (AI Sr. Vcsteiro
Torres costeó la Asociación, en parte, enterramiento de-
coroso, etc. » Por lo que pueda importar, advertimos que
los Sres. Gil (D. Francisco), Novo, Vcrgara y Curros
exclusivamente han costeado todos los gastos de ente-
rramiento del Sr. Vcstciro, y sobre la tumba se limitó la
Asociación á wlocar una l:ipida tan mezquina como prc-
tcn(;iosa .
.. J>RÓLOGO

en su cuello, le trasladó á una caja y abando-


namos luego aquel lugar.
La caja se colocó sobre un carro fünebre y
este se alejó. Tras el march:lbamos nosotros.
Comenzaba á declinar la tarde. Las campa-
nas del cementerio general del Sur anunciaron
la salida del funebre cortejo y, como respon-
diendo á misterioso conjuro, no tardaron en sa-
ludarle, con esa voz de los cielos de que habla
Schiller, las de la sacramental á donde nos diri-
gíamos.
~ medida que nos acercábamos á la necrópo-
lis, nuestra alma se oprimía como si le faltase
atmósfera.
El sol, ya medio oculto, fundla su ultimo ra-
yo en un prolongado beso con la luz espectral
de las estrellas.
Por fin, las sombras de la noche cayeron so-
lemnemente sobre el cementerio, y cuando la
voz del sacerdote turbó por breves instantes la
paz de los muertos, ya todo habla concluido.
Entonce~ dejamos el cementerio.
El que quedaba para siempre en el habla te-
nido amigos próceres y alll no habla ido ningu-
no. Era un poeta, era un artista, y alll no vi-
. mos á ninguno de sus compañeros, á ninguno
de sus disdpulos.
PRÓLOGO

Pertenecía :\ una corporación numerosa de


escritores, y allí no estaba uno solo de sus re-
presentantes. Como escritor, miembro de esa
a
corporación, tenía derecho todos los benefi-
cios y á todos los honores que esa sociedad
concede a cuantos la componen; y el Inspector
de esa sociedad no vaciló en señalar una canti-
dad insignificante, que no fué admitida, para
los gastos del sepelio ..... La prensa, que se había
apresurado á dar cuenta de su muerte, se olvi-
dó en fin, del periodista, cuyo cadáver se halla-
ba abandonado en un local de siete piés de an-
cho por dieciocho de largo, sin ventilación, sin
luz, sin agua, sin condición higiénica de ningu-
na especie; lugar espantoso, siempre repleto de
muertos, siempre hediondo, y cuyos umbra-
les no se pueden atravesar sin que el hombre
posea la caridad hasta el heroismo, por que hasta
la amistad y los afectos más íntimos del cora-
zón se resisten al espectáculo de tanta miseria.
¿Qué razones pudieron justificar este proceder
inicuo para con un muerto? ¿Qué motivo pudo
haber pára que de este modo se abandonasen los
restos de una ilus¡¡ación española, de un obre-
ro de la inteligencia, de una víctima, sí, de una
victim:. del movimiento intelectual de nuestro
siglo?
PRÓLOGO

Ah! El muerto se llamaba Vesteiro Torres, y


Vesteiro se habia suicidado ...
-¡Es un prófugo! ¡Es un miserable! ¡Es un
a
asesino! ¡Es un cobarde! ¡Entcrradle orillas del
camino! ¡Sembrad de sal su tumba! ¡Olvidadlei
-gritan los hijos mimados de la existencia; los
que en !a orgia de la vida no han tenido la des-
a
dicha de llevar sus labios la copa de la amar-
gura; los qn~ jam:\s sintieron la nostalgia de la
inmortalidad, ni percibieron nunca ese divino
mensaje que desciende al alma, en las horas de
la soledad y de la tristeza, horas en que, perdida
por el exceso del sufrimiento la percepción ex-
terna, se abisma nuestro esplritu en meditacio-
nes superterrenales.
-¡Es un suicida! ¡Ha herido de muerte la
conciencia humanal ¡Ha arrancado con su exis-
tencia un gemido de dolor a toda la naturaleza!
¡Y la sociedad, en nombre de Dios; y la socie-
dad, en nombre de los altos destinos de la hu-
manidad, que reclaman el concurso y los esfucr-·
zos de todos, condena su memorial
La sociedad puede ser justa, obrando de esta
suerte. Pero la Justicia tiene una hermana:
¡La Misericordia! •
PRÓLOGO

«Teodosio Vesteiro Torres nació en Vigo el


12 de Junio de 1848. Ingresó en 186o en el Se-
minario de Tuy, ganada por oposición la pri-
mera beca de gracia en aquel colegio, y no salió
de eJ hasta 1870 con la carrera completa de Fi-
losofla y Teologia hasta el doctorado, habiendo
alcanzado en todas las asignaturas l:t nota de so-
bresaliente.
Nombrado a los veintiun años bibliotecario
de la de aquel establecimiento, ordenó y clasifi-
có sus 6.ooo volumenes y la puso en estado de
servir al publico. Colegial aun, obtuvo una d·
tedra de Humanidades, y en el curso de 1869 a
70 realizó la dificil empresa de nivelar a los
alumnos de primer año de latin con los del se-
gundo, por el metodo Ollendorfiano.
a a
Llegado esa edad critica, la edad en que
es preciso decidirse para recibir las órdenes sa-
gradas, el colegial reflexionó fríamente, soñó
sin duda un porvenir incompatible ya con su
educación religiosa y confesó haber errado su
vocación.
Entonces se secularizó. Decimos que se secu-
larizó, porque, dada la actual organización de
nuestros Seminarios, abandonar estos centros de
enseñanza, equivale á exclaustrarse. Por eso,
sin duda, el acto en cuya virtud renuncia un jó-
PRÓLOGO

ven á la vida monótona del seminarista, no es


juzgado de otro modo que de tilla apostasi:t por
los que, mas 6 menos libre-pensadores, conde-
nan la vida social y, por interés positivo 6 por
cualquier otro frívolo pretexto, se resignan á una
profesión para la cual acaso no han nacido.
Nuestro joven acababa de adoptar una reso-
lución her6ica. Llamado a fallar en juicio enta-
blado entre su concienóa y sus intereses, sen-
tenció en favor de la primera; y queriendo pres-
cindir en absoluto de su pasado, por lo mismo
que le ligaban ¡\ el lazos indestructibles, hizo di-
misión de su cátedra y tanteó nuevo rumbo en
su existencia.
Dotado por el cielo de una inteligencia clara,
de una concepción facil, de una memoria nota-
ble, un corazón abierto al amor, a la caridad y :í
todos los sentimientos que mas embellecen :í la
humana criatura, no había de serie dificil procu-
rarse un modo cómodo y decoroso de subsisten-
cia .
Existía en él un gran instinto artístico , una
predisposición congénita á todo lo grande, bello
y puro.
A los doce años había escrito composiciones
musicales sin tacha, i los trece, una zarzuela, y,
:llos diez y siete, dirigía la orquesta de la Catedral
PRÓLOGO

en las solemnidades de la asociación de San Luis


Gonzaga. Por este tiempo, compuso gran mi-
mero de Scherzos para piano, canto y pequeña
orquesta y una zarzuela en tres actos.
Poeta y músico, idólatra de las dos artes idea-
les, continuó sus ensayos poéticos y liricos, y
en r86r se publicó su primera poesia, que pro-
dujo una explosión de entusiasmo en su patria.
Echando de menos la tranquilidad de su au-
la, con el alma llena de infinita amargura, por-
que nada pesa tanto en el corazón del hombre
como las creencias impuestas, Vesteiro vino en
r87r a Madrid, á morir, decia él, como mueren
los mártires, como murió el Hijo del hombre,
sin tener donde reclinar su cabeza.
No se equivocaba.
Consagrado en la Corte á la enseñanza musi-
cal, adquirió en breve las mejores relaciones:
publicó seis melodias para canto y piano, titula-
das F/o,-es de la Soledad, compuestas años an-
tes, y el éxito le obligó á hacer una segunda edi-
ción.
Su actividad incansable, hija de una tensión
de espiritu y de una sobrexcitación nerviosa en
lucha constante, daba á su genio un desarrollo
universal, febril, inaudito, que en más de una
ocasión puso en peligro su vida, cuya trabazón
PRÓLOGO XVH

orgiuüca, demasiado delicada para soportar los


desvelos á que quería sujetarla, sufría de tiempo
en tiempo crisis horribles que se determinaban
casi siempre por una postración absoluta de
fuerzas .
En 1872 acaeció la muerte de su madre, ob-
jeto preferente de su corazón, y este aconteci-
miento hubo de influir tristemente en su desti-
no, porque comenzó á creerse solo en medio de
una sociedad desconocida y extraña para el.
Quedábale, sin embargo, en Madrid una fa-
milia cariñosa, D. Lorenzo Quintero y D.• Emi-
lia Calé y Torres, con quienes vivía y merced
:1 cuyos ruegos decidiósc :1 dar :1 luz sus Vet·sos
y su Galería de gallegos ilustres.
Publicados cinco tomos de esta obra, vióse
en la necesidad de ir ;\ Galicia, y fué obsequia-
do en Vigo como una gloria del país. Antes de
partir;\ Sil patria COI110 si estuviesen tasados tO-
1

dos los momentos de su vida, quiso dejar en


Madrid una sociedad que fuese centro de unión
e ilustración para sus compatriotas, y fundó en
su casa La Galicia Litt.'raria, ( 1) en mal hora di-
suelta por diferencias de algunos de sus socios.
PRÓLOGO

Vuelto á Madrid el 1. 0 de Enero de 1876, hu-


bo de resignarse a vivir lejos de su familia, a la
sazón en Santander y Vigo,en cuyo ultimo pun-
so se despidió de sus tres hermanas y fuese por
tedio de la vida, ó bien por falta de tranquilidad
moral, es Jo cierto que desde entonces no qui so
escribir para el público una sola pagina.
Se acercaba la hora.
Registrando sus trabajos de la juventud, hizo
con ellos un auto de fe: rompió dos tratados de
filosofla y teología, dos dramas, una zarzuela
(letra y música), dos poemas, dos leyendas y
multitud de poesías y obras musicales.
En esta tarea le sorprendió el 1 1 de Junio de
1876.
Este día lo consagró a la lectura.
A Séneca, á San Agustín, a Goethe.
Al amanecer el día siguiente, un compañero
suyo de habitación puso en nuestras manos un
pequeño estuche y una carta cerrada y cruzada
con una cinta roja.

nes se leian poesías y otros trabajos literarios que


~f?li~~c~~ 'd~ntr~ntt~~e~~~E~~icJ~n S~~~ti~~~~at'::;n~~ba\~
1

parte de La Ga/icia Littran'a, entre otros, los señores


Añón , Muruais (D. J~sús y D. Andrés), Peña Rucabado,
Novo (D. Victorino y D. José), Tabo:1da, Vázqu~r. Rc-
~~~~z~~~~~l~~z C~~::~zy ~t~~~C: 5~~¡:~~~~0, Vñzqucz y V:tz-
PRÓLOGO

Abrimos la carta y leimos:


cQueriJisimo amigo y paisano: Lejos de to-
das las personas que amo y me aman, con la
sola excepción de V., :i quien he consagrado ]u_
gar justísimo de preferencia en mi corazón, no
quiero partir sin dedicarle una cariñosa despe-
dida.
Pienso morirme muy pronto, porque no es
posible que resista más la lucha interior que
vengo sosteniendo desde que tengo uso de ra-
zón . Espero que Dios me acoged. en su seno de
paz, después de la expiación de mis faltas acá ó
all:l .
Dlgnese rec ibir como memoria mia la pluma
de plata que le ofrezco, con la que firmare esta
carta.

No sé dónde seré enterrado. No haga V. ni


deje que otros hagan gestiones en favor de mis
viles cenizas. Haga la tierra de lo suyo lo que
quiera.
Moriré creyendo en Dios y confiando en su
misericordia , amando á mi patria como siem-
pre, a mi familia , mis amigos y paisanos y com-
pañeros de letras , para quienes recomiendo :i
V. mi memoria , sobre todo para los residentes
en Madrid. pues escribo con igual objeto a Car-
PRÓLOGO

vajal, que me recordará á los que en Galicia


viven.
Dejo mis obras á mis buenos y queridos pri-
mos, y V. será quien les diga lo que ocurra con-
migo. Viven en la Plaza de la Constitución,
número 18, segundo, Lugo. Sería mi gusto que
me olvidasen en absoluto. Niegue V. su voto al
intento (si llega á haberlo) de dedicarme una co-
rona funebre . Ni la patria tiene por que llorar-
me, ni deben sonar sobre los muertos voces de
dolor, sino cantos de aleluya .
Y V., querido amigo, ¿que pensara de mi?
Juzgueme V. como su criterio le dicte: pero no
me niegue una buena memoria. Piense alguna
vez en su infortunado amigo, y guardele el e ie-
lo de la suerte que me ha tocado.
Trabaje V. para su propia elevación: tenga V.
fe en Dios y en sí 1nismo ... y ame V.
Adiós, hasta aquel dia en que nos volvamos :í
ver espiritualmente, ya disipadas las tinieblas de
esta vida.
Perdóneme el disgusto que le causan~; era
inevitable.
Otra vez adiós. Se lo envía desde lo más ínti-
mo de su corazón, su apasionado amigo y com-
patriota,
TEooo sro VE STEIRO ToRRES. >
PRÓLOGO XXI

Tr.,nscurridas algunas horas de haber escrito


esta carta, Teodosio Vesteiro dejó de existir
para su familia, para sus amigos y para su pa-
tria, :\ los veintiocho años de edad, día por dia,
hora por hora.

Los cinco amigos, que con nosotros recogie-


ron atónitos su abandonado cada ver, para colo-
carlo en la sepultura que le negaba la crueldad
de la ley y la perfidia de los hombres, tras la ho·
rrible herida que destrozaba su lívida sien, san-
tuario otro tiempo de sublimes inspiraciones, no
han podido ver la mano de la providencia, que
castiga al réprobo, la huella de una pasión ma-
lograda, ni el rastro vago de una vanidad no
satisfecha. •

m
Todo huelga después de esas hermosas lí-
neas, trazadas bajo la tristísima impresión de la
catistrofe.
Convertidas en prólogo de este libro, llenan
por completo el fin que se quiere llenar, y sa-
tisfacen para mí un deseo del alma: unir de
nuevo mi nombre con el del muerto y el del
vivo.
PRÓLOGO

Algún tiempo cruzamos juntos Vesteiro, Cu-


rros y yo las arideces de la vida, en edad para
nosotros riente y llena de esperanzas e ilusio-
nes. Los tres llevabamos entonces algo que nos
era comun, en el fondo del cerebro y en las
profundidades del alma, y nos reuníamos con
frecuencia para apoyarnos y para fortalecernos.
De pronto, uno se va, un desertor para nos-
otros, s61o para nosotros. Un desertor de la
vida .
¿Que le impelió al suicidio?
Yo no creí nunca con Curros, que Vesteiro
fuese una víctima del criterio religioso; yo he
creído siempre que Vesteiro fue sólo víctima de
las crueles realidades de la vida.
No fue el comerciante quebrado que salda
sus cuentas con el cañón de una pistola, ni el
a
amador platónico que va abrazar en los espa-
cios sin luz la imagen de la mujer adorada. Fue
el hombre, y tal vez sólo lo fue cuando al sen-
tir las rebeliones de la carne flaca, más podero-
sas que las quietudes sublimes del espíritu, in-
capaz de conciliar las exigencias de la vida real
con los mandatos tal vez candorosos de un al-
ma inmaculada, buscó en un pedazo de plomo
el eterno sosiego y la solución de aquel proble-
ma que debió aterrarle.
PRÓLOGO

Veinte años dcspuCs de su muerte, aün tie·


nen los tr;tbajos que ahor.t se colecciouan fres-
cos efluvios de aquel aroma con que impregna-
ba Vesteiro toda su labor literaria; y si ante una
critica severa y regañona no alcanzasen sus
obras la suma sanción ni, puestos en la balanza
del examen severo, llegase el fiel ,\ señalar un
mérito absoluto, bien puede asegurarse que pa-
ra Galicia y para cuantos amen, con amor ver-
dadero, las glorias de esta tierra, tienen todos
los trabajos de Vesteiro Torres un mérito indis-
cutible, el de hallarse inspirados por la santa
pasión que llenó su vida.

V. Novo v GARdA
A /re buena memoria de m·is padres. el snior

D. '.luan M. Vesteiro, de Lugo, y la seiiora do-

ña A~ttonia Torres. de la Conoia. que me ensc·


Jíarou á amar y lwm·ar á udpatria Galicia.

TEODOSIO.

,\ bdrid, Junio, 1876.


CINNANIA

Á )OSE M. HERM!DA

ECIO Junio Bruto fue el general enYia-


do por los latinos :\ Espaíía, para cas-
(l3
tigar á los levantiscos hijos de Occi-
dente, que, fieles á las tradiciones de Viriato,
odiaban á Roma, no perdonando medio de ha-
cerle el mayor daño posible.
Sesenta mil hombres 'salieron de Galicia con
sus mujeres á la campafra: ¡prueba brillante del
innato valor de aquellas belicosas tribus!
La imprudente medida de fraccionarse , fue su
perdición . Bruto, tras de una lucha larga y cruel,
BIBLIOTECA GALLEGA

mató cincuenta mil, aprisionó seis mil y disper-


só el resto de aquellos guerreros, que, juntos,
hubieran sido invencibles, como acababan de
serlo en Arsa y Tríbola.
El romano avanzó por la Lusitania hacia el
Norte, hasta dar <;on el Limia, el antiguo Lethes,
do del olvido para los supersticiosos hijos del
Lacio.
Resistianse los soldados á vadearlo, cuando
Bruto tomó una insignia, esguazó la corriente,
y, desde la orilla opuesta, llamó por sus nombres
á los temerosos, demostr:indoles así que eran
aguas, como todas, las aguas del Limia, memo-
rables desde esta epoca.
Seis años duraron las correrlas del general
por tierras cuya sujeción fue siempre tan pasa-
jera como el tiempo que aquel tardaba en aban-
donarlas por otras.
Ciudades como L\mbrica, fueron sitiadas una
porción de veces.
Los prodigios de valor se repetían allí en
donde las mujeres mataban á sus hijos y se sui-
cidaban, antes de entregarse al atónito extran-
jero.
Bruto se halló en Finisterre, y contempló
desde sus rocas la puesta del sol en el Océano,
sublime especticulo, que no olvidaría jamás.
RECUERDOS DE GALIC!A

Al llegar a Romo, fue solud.tdo con el so-


brenombre de Calaico, mereciendo los honores
del triunfo por haber sometido una comarca
que estaba dispuesta á recibir otros genemles
con las armas en la mano.

II

El paso de Junio Bruto por Galicia grabó


en nuestra historia con caracteres de luz el fos-
to de Cilmania.
¿Dónde se hallabo esta ciudod?
Las paginas obscuras de los geógrafos han da-
do ocasión a controversias en las que cada po-
trio fija el empeño de apropiarse un recuerdo de
glorio.
Su situación, según Murguía, se reduce al ac-
tual pueblecillo de San Martín de Araujo, cerca
de la confluencio del Salas y Limia, entre las
montañas de Bande y la cordillera del Gerez,
provincia de Orense.
La tradición perpetuó allí la memoria de u na
antigua ciudad, cuyo nombre le estaba perfec-
tamente aplicado, pues que Bande y Gerez son
regiones abundantes en plomo y estaño, y Ciu-
uauia significoba ciudad del estaño: piedras mi-
BIBLIOTECA GALLEGA

liarías, lápidas y cimientos de extensas murallas


son los vestigios de la población.
La vía romana pasa por aquellos lugares.
El Salas y el Ara u jo corren al Limia bajo ar-
cos romanos.
La noticia de monumentos religiosos erigi-
dos allí por nuestros abuelos, se conserva tan
viva como el mismo nombre de aquel centro
de riqueza que era el ídolo de los hombres de
Roma .
El itinerario de Bruto, en fin, sólo puede ex·
plicarse, situando á Cinnmzia en San Martín de
Araujo.
Siempre sería gallego el territorio de estas
referencias; ¿pero no es acaso muy grato fijar el
sitio concreto en que tuvo lugar la humillación
del romano? ( r ).

lii

La fama del general había llegado á Ciwza.


uilz.
Sabíase lo acontecido con otras tribus, y los
valerosos habitantes esperaban á Junio Bruto.

(1) La ffistoria de Ca/ida, deVicetto, reduce Cimumin


á la comarca de Vivero, sobre el Landrove. Véase el tO·
mo JI, página 38 de dicha obra.
RECUERDOS DE GALICIA

Cuando este alcanzó a ve r la población, se


admiró de ser recibido en son de gue rra, des-
pues de haber sembrado el terror con las victo-
rias de sus expediciones. Estudió el terreno,
comprendió lo dificil de un cerco en tan que-
brados lugares, y temió que un día le cortasen
toda retirada las nieves, los ríos, y el salvaje es-
fuerzo de los cinnanienses. Amenazó, pues, :1
estos con el sitio, ofreciéndoles, no obstante, la
libertad, a cambio de un rescate cuantioso.
Los hijos de Cinnania respondieron así á Ju-
nio Bruto:
-Nuestros padres 110s legaroJZ d hierro para
defender la patria, y 110 el uro para comprar
nuestra libertad á un general avaro. ( r)
Al narrar Valerio M:lximo esta noble respues-
ta de un pueblo enemigo, no pudo menos de
comentar:
-Ciertamente hubiera sido m:ls digno de
romanos el decirlo, que el·escucharlo.-
CinnaJZia, abandonada a sí misma, desafiaba
las iras de Bruto.
Bruto el Calaico levantó sus reales, y los

(t) 'Fcrrum sibi a m:tjoribus, quo urbcm tucrcntur;


non :~urum quo libcrtarcm ab impcratore avaro cmcrcntJ
~~,';,ctum . J -Valcrio M:himo: Dt:factis dictisque mimóili·
BIBLIOTECA GALLEGA

varon iles cimzanieuses pudieron gloriarse de


haber fugado con su palabra al general que
blasonó de señorear el Occidente de Iberia.
Sucedió este honroso hecho histórico el año
617 de Roma, 136 antes de Jesucristo.
LOS MALDONADOS

EDliARDO V. QUINTIÁN

NA de las m<ls singulares antinomias


de la Edad Media es el culto decidido
y constante que los caballeros ren-
dían simultáneamente a la religión de Cristo y
a la religión del Honor, que había llegado a ser
punto menos que un dios para nuestros mayo-
res.
Perdonar las injurias es un precepto cristia-
no. No tolerar la mas pequeña , fue una ley de
l.t caballería. Cuando se armaba un caballero, el
BIBLIOTECA GALLEGA

golpe que le daba el padrino con la espada so-


bre los hombros, significaba que aquella era la
última afi·mta que debía sufrir el dignatario. Es-
to sucedía en el momento de jurar el novel pa-
ladín morir por la religión de Jesus.
Notorio es cuan celosa se mostró siempre la
Jlobleza gallega de sus honras y privilegios. La
satisfacción que tomó de una injuria un caballe-
ro de los Aldanas, constituye el objeto de esta
breve memoria.
El hecho se celebró entonces grandemente,
como que fue origen de un ilustre apellido y de
un blasón de los más preclaros.
Ha llegado á nosotros bajo la fe de Ozcariz,
Febrer, Piferrer y otros escritores, quienes le
asignan la fecha de 839, reinando Alfonso TI!.
Al referirlo nosotros cual ellos lo refieren , no
podemos menos de protestar del anacronismo,
pues Alfonso III aun no había nacido en 839 .
No faltará alguna otra circunstancia por el esti-
lO, en descrédito de nuestra historia; pero ésta,
verdadera en poco ó en mucho, si rve para dar
una idea de lo que eran los hombres de aquella
edad .
No siempre han de ser !tecitos el objetivo de
la Musa del pasado. Muchas veces, m:\s que
cien hechos vale nn símbolo.
RECUERDOS DE GALICIA

II

Hcmán Pérez de Aldana,-á seguir la sen-


tencia de los genealogistas, que han delirado
más que Ovidio en las Metamóifosis,-descen-
dia de Teodorico, rey de los Ostrogodos, por
linea de un Suero, que pasó :1 Galicia y fundó
casa solariega e infanzona en Aldaua) comarcas
de Santiago.
Las armas de la familia eran dos lobos de
gules en campo de oro, con el timbre Ave J/!Iaría.
Después de cuarenta y seis años de fatigas sir-
viendo á Alfonso III, cuyo almirante (?) fué,
Hernán Perez de Aldana se sintió enfe rmo; y
en vista de la inutilidad de los medios humanos
para combatir el mal, apeló al socorro divino,
invocando á la que es salus iuji1"11loru1Jt.
Tal fe tenía en el poderoso valimiento de su
excelsa patrona, que, :1 pesar del estado en que
se hallaba, no vaciló en ponerse en camino pa-
ra visitar el santuario de Nuestra Señora de
Montserrat, según voto que ofreciera.
Las molestias de la peregrinación le empeo-
raron, y fué preciso llevarle en una camilla :1 la
celebrada· iglesia, objeto de sus ansias.
En esta disposición inició el novenario.
10 BIBLIOTECA GALLEGA

III

La afluencia de gentes era inmensa en el san-


tuario de Montserrat el día 8 de Septiembre,
fiesta de su titular.
Entre los forasteros que habían acudido
aquel año a la famosa romería, distinguíase
uno, que, por su traje, boato y servidumbre, de-
bía ser todo un gran personaje.
Durante los oficios, cúpole estar junto al le-
cho del paciente Aldana, quien,-dicho sea de
paso,-no se cambiaba por caballero alguno de
la tierra, juzgandose tan bueno y noble cuando
menos como el que más.
El extranjero, deseoso de ver mejor las cere-
monias y prescindiendo el mismo de todas, se
encaramó muy galanamente sobre la cama del
infanzón gallego, que vino ¡\ quedar como el
diablo bajo San Miguel.
Tamaño desafuero y tan indecente descorte-
sía hirieron á Aldana en lo más vivo; pero por
respetos al templo, hubo de limitarse á decir al
osado:
- cRuegoos en cortesía, caballero, busqueis
otro sitio en que mejor podais estar, que vues-
tros pies me incomodan. "
RECUUOOS DE GALIC!A

-«No te incomodaran 1 si quien soy supie-


ras, »-contestó el soberbio.
- cMás cortesia me hicieras tambiCn tt1 1 si
quien soy supieras, •-replicó Aldana.
Lejos de venir a razón, prorrumpió el mal
criado en estas frases:
- •No me des ocasión a que ponga los pies
de modo que los sientas.»-
Indignado entonces Aldana, exdamó:
- <Caballero: si esta Divina Señora, á cuya
devoción he venido, me devuelve la salud, pro-
métoos que yaya á tomar enmienda y satisfac-
ción de la injuria en su santo templo recibi-
da. •-
Terminó con esto el incidente.
Averiguando luego quien era el empingorota-
do personaje, resultó ser el duque de Norman-
dia, sobrino del Rey de Francia.

IV

Aldana sanó, y no bien hubo recuperado sus


fuerzas, se presentó á Alfonso III dandole cuen-
ta de lo sucedido.
Gran pena cobró el Rey, así por la calidad
del ofendido, como por la del ofensor, y desean-
Jo arreglar el asunto lo mejor posible, envió nn
BIBLIOTECA GALLEGA

embajador con Aldana á la corte del soberano


frances.
Ante este expuso su querella nuestro caballe-
ro, causando honda pesadumbre en el ánimo del
Monarca, que estimaba mucho á aquel, aunque
naturalmente estimaría mas asu sobrino.
El duque de Nonnandía compareció en estra-
do, y hubo de confesar su falta, de la que pidió
perdón al afrentado gallego.
No se contentaba Aldana con tan poca cosa,
y exigió que el duque se postrase en tierra, pa-
ra poner sobre el un pie, en desagravio de la
injuria de Montserrat, y segun ley del Talión.
El ofensor se resistió a humillarse de tal
suerte, y no habiendo avenencia, decidió el Rey
de Francia que las dos partes zanjaran la cues-
tión por las armas en singular combate.
Así se efectuó. El día de la lid aparecieron
ambos caballeros de punta en blanco, y rompie-
ron en mil pedazos sus lanzas ala primera em-
bestida.
Siguió la pelea, usando la pesada maza, has-
ta que Aldana derribó de un golpe al duque
de Normandía, que rodó, herido, por la arena.
Con la celeridad que presta la sed de vengan-
za, saltó Aldana del caballo y se dirigió a su ad-
versario, con la firme intención de cortarle la
RECUERDOS DE GALICIA 13

cabeza. Pero el Rey interpuso su espada, y ad-


virtió al español que sobrado satisfecho queda-
ría su honor, si el duque maria de la herida,
como era probable.
Nuestro héroe abandonó el campo.

Cuando el soberano francés creía acabada la


historia, se halló con Aldana, que tornaba su a
presencia, demandando venganza .
Asombrado de aquel hombre implacable y
ansiando terminar de vez, le ofreció honores y
riquezas a cambio de una honrosa transacción.
Aldana observó que, sobrándole todo en su
casa, no se habrla molestado en ir por ello á ca-
sa ajena; y añadió que se retirada á España, no
sólo quejoso del duque, sinó también del Rey.
En tal punto, este prometió otorgarle todo lo
que le pidiese. Aldana pidió para su escudo un
blasón de cz1zco .flores de lís, ya q~te los reyes de
Fra1tcia usaban sólo tres.
Comprometido el monarca por su pabbm,
contestó con estas que conservó la historia:
- e '.le te les domze, bim qu' elles soymt mal-
domu!es. • ( Yo te las doy, por más que semi mal
donadas.)-
14 BIBLIOTECA GALLEGA

Explican los tratadistas de Henlldica elmal-


domtées, no como referido á un don que no se
mereciera, sino como don arrancado por fuerza
mayor, á despecho propio .
Aldana, entonces, se dió por cumplidamente
vengado, y tal vez bendijo la injuria que le ofre-
cía una reparación de aquel género.

VI

Para memoria del suceso, Hernán Pérez de


Aldana y sus descendientes tomaron el apellido
Maldonado, y añadieron ;\sus blasones cinco ti-
ses de oro sobre azur.
Su casa se engrandeció por entronques con
las primeras familias, y la historia registl-ó mu-
chas veces las hazañas de Aldanas y Maldona-
dos en nuestras luchas con los hijos del Yémen.
Un caballero de esta descendencia, Juan de
Aldana, obtuvo del Rey Jaime de Aragón, por
premio de sus proezas, tres coronas y uua espa-
da de oro sofn•e gules.
Asi se deduce de nuestras crónicas el origen
de los Maldonados y el de las lises en los escu-
dos españoles.
LOS CONDES DE LUGO

ASARON ya los tiempos en que el tro-


vador de las glorias de la patria sus-
pendía al caminante, ora desde el
torreón de un castillo, ora desde los aleares de
la llanura, cuándo en el atrio de un monasterio,
cuándo en la balconada de los alcázares conda-
les.
El pueblo depositaba su óbolo en la gorra de
terciopelo del entusiasta cantor, que enseñaba á
amar el país, suscitando el recuerdo de sus hé-
roes.
¡Salud, trovadores de la Edad Media! vos-
otros llevabais doquiera el entusiasmo y la glo-
16 BIBLIOTECA GALLEGA

ria. ¡Hoy el pueblo no sabe de romances de


pleitesía, ni de baladas de peregrinos, ni de can-
tos de guerra al infiel. Y es que los bardos de
la cruzada y los poetas del torneo y los vates
de la romería han muerto, tal vez para siem-
prel
Galicia, madre fecunda en lealtad y herois-
mo, sueño de nuestros amores, padrón de glo-
ria para los hermanos de España: lengua tene-
mos para contar tus proezas, tierra generosa
que siempre adoramos; si nuestro corazón pal-
pita conmovido al recuerdo de tus esplendoro-
sos fastos, cuna ilustre de los que asombraron
al romano en Medulio, al moro en Sevilla, al
inglés en Doniños, al galo en San Payo; deja
que lan-cemos fervientes los ecos de tus ignora-
das leyendas a más lejanos horizontes que los
que ciñen las riberas cántabras, las deliciosas
margenes del Miño, los bosques de tus druidas,
las montañas de tus celtas, los castillos de tus
suevos, los palacios de tus señores, los hospi-
cios de tu orden de Compostela.

II

Moham111ed-Abi-Al-Ma11so•· (el victorioso),


conocido en nuestra historia por Al111am:or,
RECUERDOS DE GAL!CIA 17

habla llegado en su última gazúa (expedición


sagrada) hasta el sepulcro de Scltallt- Yalmb (San-
tiago), la Kaaba de los Nazarenos, el 10 de
Agosto de 997.
Sus armas llevaron el terror á las comarcas
de Galicia; y los sorprendidos hijos de la mo-
narquia de Ramiro, vieron con espanto entrar
en las aguas de San Cosme de Mayanca el ca-
ballo del Hagib, hasta el pretal de la silla, he-
cho con que el musulm:\n quiso significar a los
siglos el poderío de las victoriosas cimitarras de
Córdoba.
Al retirarse de aquellas costas, dirigió su
ejercito a Lugo.
Lugo era la ciudad odiada de los árabes, por-
que de allí habían partido héroes para Cova-
donga en 718, allí, ante sus muros, fuera hu-
millada la media luna en 720; alli, en fin, se
reunían contra el enemigo de la patria los in-
fanzones gallegos, descendientes de los que ha-
bían sido terror de Roma, hasta el día en que
la Lucus céltica fue la Lucus Augusta de los Em-
peradores.
Una de las últimas mañanas de Septiembre
de 997, apareció Lugo cercado por las tropas
de Almanzor.
r8 BIBLIOTECA GALLEGA

III
Los robustos muros de la ciudad del Sacra-
1/Wlfo, guardaban la flor de la nobleza gallega
y multitud de generosos guerreros, ávidos de
morir por su Dios y por su patria_
Desde el año 910, Alonso III había manda-
do avecindar en Lugo á los Co11des de la co-
marca, ( r) para poder rechazar mejor desde tan
fuerte lugar las correrías de los normandos, de-
masiado amantes del :Jacob-s-la11d (país de San-
tiago.)
Abades, monjes, legos y todos los que paga-
ban tributo á la ciudad, habían de defenderla .
Así, cuando llego Almanzor con sus huestes,
encontró una resistencia inesperada; y despues
de infructuosas tentativas para el asalto, deci-
dióse á rendir á Lugo por hambre.

(r) Estos Condes eran ordinariamente Gobernadores


de los castillos y fortalezas en nombre del Rey, que los
escogía de sus más adictos vasallos y compañeros (coma-
tes) de guerra. Cuando mandaban en las fronteras, toma-
ban el título de Afarqueses, de marca, Hmite 6 confín. Hoy
ambos titulas son puramente nobiliarios, sin significar
otra cosa .
La tradición habla de once condes de Lugo, cuyos
distritos señala el segundo concilio Lucense. La historia
poco dice de ellos; antiguos legendarios y cronicones ,
discrepan mucho sobre este punto. Nosotros compila-
mos, sin salir garantes de. la verdad.
RECUERDOS DE GALIC!A 19

Estrechó el cerco y envió parlamentos i los


sitiados, que contestaron:
-Tenemos murallas que nos defiendan , pan
que nos sostenga y valor para no humillar-
nos.-
Asombrado quedó el Hagib de tal respuesta:
con todo, esperó.

IV

Dias pasaban tras dias, y la codiciada Lek de


los árabes empezaba á sentir todos los horrores
de un cerco tenaz, asomando amenazadora la
terrible plaga del hambre, que á toda costa que-
dan ocultar los gallegos al enemigo.
Tres caudillos gobernaban á los sitiados; el
Conde D. Eros, el Conde D. Fernando y el
Conde D. Otón.
Los tres infanzones alentaron á sus gentes á
morir antes que rendirse, una noche en que el
moro se disponia á emprender la última ten-
tativa.
Pero los cristianos no tenian qué comer: to-
das las provisiones estaban agotadas.
El Conde D. Eros invocó el sagrado nom-
bre de la patria, y los indómitos defensores de
Lugo se avinieron á cuanto él dispusiese.
20 BIBLIOTECA GALLEGA

Rajó en menudos pedazos todas las pieles


a
que mano hubo; y remojándolas en los po-
zos, las repartió como raciones á los sitiados.
Estos se alimentaron de correas.
Mala comida sería; pero el valor de los cris-
tianos no decayó un momento. Testigo de ello
la brillante resistencia que hicieron al formida-
ble asalto del moro, vencido una vez mis.
Sólo D. Eros había mandado en la lucha. Los
otros dos condes, cu lebreanJo durante ella por
el campo, infiel, habían robado a los árabes : un
cordero y harina, D. Fernando, un haz de espi-
gas, D. Otón.
El invicto D . Eros abrazó á aquellos nobles
hijos de Galicia, que así arriesgaban la vida por
su país; y habiéndolos oído, tomaron los tres
condes una resolución que salvó á Lugo.

Guardando, según costumbre, estada Alman-


zor, en una cajita, el polvo de sus vestidos cogi-
dos en la jornada anterior, cuando sus guardias
le avisaron que venían parlamentarios de Lugo.
Dos gallegos armados desde la gola á las gre-
bas, se presentaron al Hagib; y ofreciéndole un
cordero, un pan y un haz de espigas, le dijeron·:
RECUERDOS DE GALIC!A

-Los condes de Lugo envian esto al pode-


roso Almanzor.
El altivo guerrero de Córdoba no acertaba a
volver en sí de su sorpresa.
El valor de los sitiados probado estaba; y de
sobra tendrian provisiones, cuando asi se desha-
cían de un cordero, pan y mieses, en tan obsti-
nado cerco.
Aquella misma aurora Almanzor levantó sus
reales, y la indomable Lugo fue saludada libre
por el primer sol de Noviembre de 997.
VI
El Conde D. Eros recibió el sobrenombre de
Correa. en memoria de las que hizo comer a
los lucenses. El Conde D. Fernando, el ladrón
de la harina y del cordero, fue llamado Bolmio,
de bolo (pan) y año (cordero en el idioma del
pais.)
El Conde D. Otón fue conocido por Palla-
res (trojes), pues que;\ las de Almanzor habla
ido á buscar las espigas.
Esta es la tradición que guarda la ciudad sa-
cramental, y que perpetúa de padres á hijos la
noble memoria de los Coudes de Lugo.
'

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l!
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LA LEYENDA DE LOS MARIÑOS

un caballero que llamaban don


Fruela, descendiente de los bravos
gallegos que conquistaron y pobla-
ron el Portugal.
Todos los días iba de caza, recorriendo antes
y después de su faena favorita las orillas del
mar que rompe sus olas entre las bocas del
Duero y el Miño.
Don Fruela vivía rodeado de magnificencia
en su castillo, como cumplía :1 un feudal del si-
glo XID; pero no tenía familia.
Una mañana se encomendó :1 la Virgen Ma-
24 BIBLIOTECA GALLEGA

dre de Dios, pidiéndole una esposa, y sali6 en


seguida á buscarla, seguro de dar con ella por
esos mundos.
Cabalgaba por la ribera, cuando vi6 á una
mujer dormida sobre la playa. Era la sirena de
aquellos turbulentos mares, y despertó.
Tres escuderos que acompañaban al noble,
la rodearon a prisa y la retuvieron, pues ella
intentaba acogerse al seno del patrio Atlante.
Nunca D. Fruela había visto mayor hermosu-
ra que la de los ojos de aquella dama, bellos en-
tonces por el espanto, mucho menos de lo que
habían de serlo luego por el amor.
La aseguró en su caballo y la llevó á su cas-
tillo, para desposarse con ella; mas la sirena era
muda y no era cristiana.
Por amor del caballero, creyó. Fue bautizada
en la capilla del alcázar, y como hija del mar,
recibió el nombre de Marina .
D. Fruela estaba desconsolado porque su es-
posa no hablaba. Los hijos de su corazón ram-
poco podían oir las ternuras de sus labios.
Ardía una vez la gran hoguera de San Juan
en el patio del castillo, y acababa de nacer el
primogénito del caballero y de la sirena.
El padre arrebató el niño de los brazos de
Marina y corrió con el hacia el fuego. Por
RECUERDOS DE GALlCIA 25

amor del hijo, la madre, muda hasta aquel día


habló.
Y lloraba el infante de miedo, la madre de
terror, el padre de alegria. D. Fruela depositó
la prenda de su felicidad en el regazo de su es·
posa.
Para memoria del suceso, llamó i su hijo
Juan, legándole por sí el apellido de Froilaz, y
por su madre la sirena, el de /i!Iari11o.
Juan Froilaz Marino, que debía la existencia
i un enlace que ni poetas fraguaran, fué padre
de dos poetas insignes de los siglos Xill y XIV:
Uno , Pedro A11nes Marino, se unió a la no-
ble dama Sancha Vazquez, y fundó la casa de
Ulloa, de que fue gloria el trovador Juan Lo-
pez de Ulloa.
Otro, Martín Annes Marino conservó el ape-
llido, y por entronques en Galicia, como su
hermano, dejó aquí Afarinos como aquél Ulloas.
Alfarina se dice en Portugués Marinha, y
Mari11o se dice Mnrinlto. Estos nombres, en la
lengua de nuestros abuelos, son ftiarilia y Alfa-
rúio.
La historia recuerda por talentos, virtudes y
hazañas á los hijos de los que recuerda la poe-
sía por sus romancescos amores .
Tal es l"a leyenda de los lllfarilios. Y ahí esta
26 BIBLIOTECA GA LLEGA

el Nobiliario del conde D. Pedro, en el to-


mo II, página 383, de los «Monumentos histó-
ricos de Portugal, • que no dejará por embuste-
ro á quien tales maravillas cuente .
AL VAR NÚÑEZ OSORIO

PENAS cumplió Alfonso XI los cator-


ce años de edad, convocó cortes en
Valladolid el de r 325, para ser reco-
nocido rey único y señor de sus estados, eman-
cipándose de los tutores, que tenian el reino en
la situación más lamentable.
Grande energia desplegó el novel monarca,
dando la primera prueba de ella en proveer por
si los empleos de la casa real.
Dos caballeros principales obtuvieron singu-
lar cabida y privanza en el consejo de Alfon-
so XI. Era el uno Garcilaso de la Vega; era el
otro Alvar Núiiez Osorio.
28 BIBLIOTHCA GALLEGA

Éste, oriundo de Galicia, descendia de una


antigua familia, cuyo primitivo solar radicaba
en Vizcaya. Asi lo evidencian, aparte de las
genealogias, su apellido y su escudo: dos gran-
des osos (que otros quieren que sean lobos) co-
lorados en campo de oro, y por orla ocho aspas.
Alvar Nt\ñez Osorio sirvió al rey con fideli-
dad; pero de poco habria de valerle ésta, porque
no era Alfonso XI de los mejores caballeros
para cumplir como dignos, por más que merez-
ca mucho de la historia como guerrero y aun
como legislador.
El hidalgo le siguió en sus correrlas, mos-
trándole un afecto que por entonces pagó bien
el principe.

II

Hall:lndose Alfonso en Sevilla el año 1328,


quiso honrar :1 su favorito de una manera os-
tensible.
Hizole, pues, conde de Trastamara, de Le-
mos y de Sarria, señor de Cabrera y Ribera,
camarero mayor, mayordomo mayor, n.delanta-
do mayor de la frontera y pertiguero mayor de
S.lntiago. '
Las mercedes no eran pocas ni insignifican-
RECUERDOS DE GAL!C!A 29

tes. La suerte del privado no se afianzaba, antes


al contrario, se destruida por ellas.
La investidura de Trnstamara se otorgó con-
forme a la simbólica usanza de la Edad-Media.
Puesta en la mesa una copa de vino con pan
dentro, dijo el rey á Alvar Núñez Osorio:
-Tomad, conde.
-Tomad, rey,-contestó el agraciado, y am-
bos lo hicieron.
Así se significaba el compañerismo del prín-
cipe y del noble, pues no otra cosa quiere de-
cir conde que compa1ie,.o (en latín comes)
Los circunstantes victorearon al hidalgo,
quien desde entonces usó caldera y cocina
aparte para su persona, bandera particular en
la guerra, armas y divisas y demás boato en con-
sonancia con su gerarquía.
m
He aquí cual la Crónica cuenta el suceso,
acaecido según el estilo rudo de aquellos tiem-
pos, como dice Mariana:
-cEt porque avia luengo tiempo que en
• los regnos de Castilla et de Leon non avia
•conde, era dubda en qua! manera lo farian, et
• la estoria cuenta que lo fecieron desta guisa.
• El rey asentóse en un estrado, et traxieron una
30 BIBLIOTECA GALLEGA

>copa con vino, et tres sopas, ct el rey dixo: Co-


wzed, conde, et el conde dixo: Comed, rey. Et fue
•esto dicho por amos a dos, tres veces; et comie-
>ron de aquellas sopas amos ;\dos. Et luego to-
>das las gentes que estaban y, dixieron: Evad el
• conde, evad el conde. Et de allí adelante traxo
• pendan, et caldera, et casa, et facienda de con-
>de; et todos los que antes le guardaban así
• como pariente et amigo, fincaron de allí ade-
• lanre por sus vasallos et otros muchos más. • -
IV
Un tanto orgulloso y altanero el nuevo con-
de, y algo mas que un tanto versátil e incons-
tante el joven rey, pronto rompieron estos lazos
de afecto.
Zamora, Toro y Valladolid, se sublevaron
con pretextos más ó menos valederos, en los
que andaba envuelto el nombre de Alvar Nú-
fiez Osario.
Alfonso XI partió a reducir a los vallisoleta-
nos, quienes se resistieron mas de lo que aquel
había podido figurarse.
No logró entrar en Valladolid, sino á condi-
ción de sacrificar al conde de Trastamara, des-
pidiéndole de su comitiva y despojándole de
sus dignidades.
RECUERDOS DE GALICIA 31

Alvar Ntlñez, con la entereza de que había


a
dado pruebas en toda su vida, se negó devol-
Yer á In corona sus feudos.
La alevosía de Alfonso fue entonces muy re-
pugnante. Envió a un caballero de su confian-
za, llamado Ramiro Florez, junto al conde, el
cual le recibió como amigo, no sospethando
una deslealtad.
Florez sorprendió la buena fe de Ntlñez Osa-
rio y le asesinó traidoramente.
Tambien su compañero de privanza, Garci-
laso de la Vega, fue asesinado estando oyendo
misa en San Francisco de Soria.
Estas indignas ejecuciones, ordenadas por el
rey que lleva el sobrenombre de :Justiciero, obs-
curecen su memoria.
Pudo usar de severidad; pero no de vilezas.
Los fuertes del conde volvieron al dominio
de Alfonso XI. Al muerto c/efallar01t111la gm11
qumztía de oro ti plata é di11eros;• y esto era lo
que se buscaba: digamos la verdad.

Los titulas de Alvar Núñez Osario fueron,


años despues, los de su deudo el celebre Fer-
nando de Castro.
)2 BIBLIOTECA GALLEGA

El padre de este, D. Pedro Fernández de


Castro, el de la Guerra, sirvió de guarda mayor
a Alfonso XI y le calzó la espuela cuando el
rey fue coronado en Burgos.
El titulo de conlie de Trastamara ( r) perte-
neció a un tiempo al capitán de Pedro I de
Castilla, D. Fernando de Castro, y al hermano
de aquel, su asesino y sucesor con el nombre
de Enrique IL
Proscrito el primero, confirió Enrique el
condado de Trastamara á Bertrand Duguesclin,
que al cabo devolvió al rey sus mercedes.
Despues entró el titulo en la casa de Altami-
ra, y el primogenito de estos condes es siem-
pre saludado como coude de Trastamara.

( 1) Trastamam, que en rigor debe pronunciarse es


drújulo, significa. allende el Tamóre. La din:tstía de los
Tras/amaras comienza con Enrique ll y acaba en Jsabcl
la Católica. Debió su apellido, propio de Galicia, :ti título
que usó el primer rey de la casa antes de subir al trono.
GALLEGOS EN ANTEQUERA

INTIÚN meses de edad contaba Juan II,


cuando la muerte de su padre Enri-
que III le dejó libre el camino del
trono de Castilla.
Los moros de Granada se mostraban enton-
ces amenazadores, y a sus preparativos de gue-
rra, para mayor mal de los cristianos, se unían
las discordias y ambiciones de los magnates
españoles, con Jo que la minoria del rey era
prenda segura de calamidades sin cuento.
Por fortuna, el caballeroso infante D. Fer-
nando, hermano del monarca difunto, asumió
con la reina viuda la gobernación del reino, en
34 BIBLIOTECA GALLEGA

1407; y arreglado lo que al interior régimen


pertenecla, reunió cortes, obtuvo subsidios y se
dispuso á salir el primero á campaña contra los
constantes enemigos de su patria y de su fe.
Por Junio de aquel año ya se hallaba en Se-
villa, rodeado de guerreros, entre los que brilla-
ba el maestre de Santiago con su religiosa mi-:
licia.
Después de la victoria naval alcanzada por el
almirante Alfonso Enríquez, en Gibraltar, y de
los primeros combates por la parte d.e Murcia,
Sevilla y Jaén, D. Lormzo Sttárez de Figueroa,
gran maestre de Santiago, enarboló su pendón
el primero de Octubre en la torre del homenaje
de Zahara, á los cinco dias de asedio.
Desde esta plaza se distribuyeron los cristia-
nos en diferentes cuerpos de ejército, atacando
Martí11 Alfonso de Sotomayor el castillo de An-
dita, al tiempo que Figueroa dominaba á Orte-
xica, otros caballeros peleaban con éxito en di-
a
versos lugares, y el inf:1nte sitiaba Setenil.
Hubo de regresar Fernando á Guadalajara
por causa de las cortes alli convocadas, y du-
rante su ausencia del campo, Martí1l A!j"ollSO
de Sotomayor defendió bizarramente la plaza de
Alcaudete, por Febrero de 1408.
Place recordar el esfuerzo de aquellos va-
RECUERDOS DE GALIC!A 35

lientes soldados que honraron los apellidos de


Figueroa y Sotomayor, por tantos titt!los gloria
de Galicia.

II

Tras una breve tregua, abrió el infante de


nuevo la campaña, resolviendo acometer á An-
tequera, nervio del reino granadino y una de
sus ciudades más importantes, fuertes y ric~s.
A mediados de Abril de T4ro, se pusieron en
marcha las huestes cristianas, acampando la a
vista de Antequera el 27 del mismo mes.
Galicia no podia mirar con indiferencia la
empresa, y envió sus denodados hijos a la gue-
rra santa.
El arzobispo de Santiago D . Lope de Mmdo-
:::a, aprestó sus gentes de armas, y se presentó
en los reales de Fernando con una lucida co-
horte de hidalgos y una fuerte mesnada.
Además de la legión arzobispal, concurrie-
ron nueve mil soldados, pertenecientes á los
tres tercios ordinarios de Galicia en tiempo de
guerra, cada uno de los cuales constaba de tres
mil hombres.
Iba al frente de los bravos de Lugo y Mon-
doñedo el señor Qui•·oga. Mandaba el de Al-
)6 BIBLIOTECA GALLEGA

tamim los intrépidos de Compostela. El de


Sotoma;,or regía los animosos de Tuy y Oren-
se.
Pero la identidad del fin que se proponían
todos, no estorbaba ht malquerencia de unos y
otros gallegos; achaque antiguo entre nuestros
nobles, que el vulgo sintetiza con la expresiva
frase de 11egra !tot~rilla.
Era, pues, el caso, que cada uno de los ca-
pitanes quería el puesto de honor en las filas, y
sobre quien iría delante 6 atrás, se armó una
guerra parecida á la que iban á armar á Ante-
quera.
Hallándose entre la Puebla de Sanabria y
Benavente, originóse una grave disputa de pri-
mada, y los gallegos vinieron i las manos, pe-
reciendo en la refriega algunas personas de im-
portancia.
Los caballeros de la Puebla, de Rionegro, y
otros que militaban en la mal avenida hueste,
intentaron poner paz en aquel verdadero cam-
po de Agramante, y .consiguieron aquietar á
los belicosos varones del solar su evo, bajo la
promesa de someterse á lo que decidiera la
suerte.
Fueron estos jueces en dicordia Pedro Vá.c:-
quez de Puga. Sanc!to Pérez de las .ilfan}ias,
RECUERDOS DE GAL!CIA 37

A11tonio Ogea ele Albmt y Payo Mm·tínet: Bar-


beita, conmemorados por Juan Rodriguez de
Padrón en sus genealogías de Ga!icia, según
afirma Gándara, principal historiógrafo de los
sucesos.
Platicaban de paz y avenencia los unos y
vociferaban malamente los otros. Moscoso, el de
Altamira, había obtenido llevar la vanguardía,
y la llevaba, en efecto, bien que con la protesta
sempiterna de sus compañeros de armas.
Dijo entonces Payo Martbzez Barbeita una
expresión naturalísima, que logró sofocar e]
tumulto, y ha quedado en proverbio:
-;Somos gallegos} é non 1zos entendemos.'-
La inculpación y la queja que estas palabras
envolvían, tornaron el juicio :1. nuestros solda-
dos, y llegaron en paz á Valladolid.
Una vez aquí, se procedió á castigar :1 los
más re,·oltosos, que resultaron ser el de Alta-
11tim y el de Sotomayor, cuyos tercios respecti·
vos pasaron :1 las órdenes de Diego de Andrade
y '.Jáco111e Pazos de Probm.
Los de Lugo, m;\s sesudos como m:\s llega-
dos al Norte, continuaron en su primitivo or-
<kn, y así todos, se unieron al inf.1nte D. Fer-
nando, sin otro objetivo posterior que la anhe-
lada posesión de Anteq uera.
38 BIBLIOTECA GALLEGA

m
Trece mil combatientes cristianos se las ha-
bían con un ejército inmenso de moros, con-
gregados de todo el reino en Archidona.
El 6 de Mayo se dió un encarn izado comba-
te, que llenó de gloria á las legiones cristia-
nas.
Debía ser fruto principal de este triunfo la
rendición de Antequera, cuyo sitio estrechó
más el infante, cegando el foso y haciendo te-
rrible y vivisimo fuego de anilleria sobre los
tenaces soldados de Alkarmen.
Éstos rechazaron á los sitiadores en el furioso
asalto del 27 de Junio; pero conociendo la
constancia de Fernando, le hicieron proposi-
ciones de paz, que el no quiso oir, resuelto co-
mo estaba á señorear la plaza.
Nuevos guerreros vinieron á uno y otro
ejercito, y se multiplicaron las hazañas, batién-
dose cristianos e infieles con valor desespe- .
rada.
El caudillo español blandla la misma espada
de San Fernando, y ondeaba en el real el mis-
mo pendón de San Isidoro. Los cistercienses
arengaban ;\ nuestros bravos, y era íntimo y
RECUERDOS DE GALICIA 39

profundo el ardimiento militar y religioso de


los soldados.
Al fin, después de mil proezas, los estandar-
tes de Santiago y San Isidoro se desplegaron al
viento sobre los torreones de la muralla, y los
valerosos hijos de Alfonso VI entraron en la
ciudad el 16, y en el alcazar el 24 de Septiem-
bre de 1410.
Ya no alegria, sinó un entusiasmo llevado al
delirio, causó en los senos de la España católi-
ca la gloriosa rendición de Antequera.
Fema11do et de A11tequera fue llamado desde
aquel día el vencedor del muslim, y la fortuna,
sonriente con el, le ofreció el trono de Aragón,
que ilustró en 1412.
Sangre de Galicia regó aquellos campos de
honor, en que un puña,\o de bravos supo hu-
millar a los fieros mahometanos granadinos,
aunándose para la sagrada empresa de la re-
constitución de la patria.
¡Oh! Si los gallegos se ente11diera11 siempre
como se enttndieron para rendir á Anrequera!. ..
'
GALLEGOS EN ORÁN

' NO de Jos pensamientOS más tenaces


del gran Cisne ros, era la conquista de
On\n.
Esta plaza, perteneciente al reino de Treme-
cen, en la costa Norte de Africa, tenía unos
20.000 habitantes; se hallaba bien fortificada, y
había llegado :í ser un emporio de riqueza por
el comercio de Le,·a nte. Por esto mismo, era
guarida de multitud de corsarios que infestaban
el Mediterr:lneo y caían como una maldición
sobre sus pobladas costas.
Cisneros, comprendiendo perfectamente que
África era el territorio propio para bacer Espa-
42 BIBLIOTECA GALLEGA

ña valederas conquistas, propuso al rey católico


la empresa sobre Orán, haciéndole ver su im-
portancia por dominar la costa, las ventajas
del cultivo y colonización de aquel suelo, su
opulencia comercial, y, sobre todo, lo mucho
que favorecería su posesión para facilitar las
comunicaciones con Italia, y para acabar de
vez con la pirateria.
El económico Fernando asintió a las ideas
del Cardenal, pero objetó la falta de dinero.
Entonces replicó el ilustre franciscano : <que
·él estaba pronto a tomar prestadas todas las
•s umas necesarias y hacer esta expedición i
»sus expensas, conduci6ndola en persona, si el
>rey se lo permitia. •
Resuelta así la dificultad, dióse Cisneros tal
prisa en arreglar los preparativos, que en me-
nos de dos meses formó un ejército de 4 .000
caballos y Io.ooo infantes. .
Lo que sufrió el piadoso y político varón
para allegar recursos y tropas, es indecible. A
todo hizo frente su energía y su vigor, por
mucho que pesaran sus 70 años de edad.
Equipó al mismo tiempo una flota en Carta-
gena, y se pregonó la conquista como una cru-
zada.
En todo el reino, y especialmente en la Dió-
RECUERDOS DE GAL!C!A 43

cesis de Cisneros, se levan taron tropas cuyo


mando obtuvo el famoso Ped ro Navarro, por re-
comendación de Gonzalo de Córdoba.

li

Galicia, que nunca escaseó la sangre de sus


hijos en bien de la patria comün española, es-
tuvo dignamente representada en la expedición
marítima contra Odn.
Figura entre los dueños ó capitanes de bu-
ques el conde D. Fernando de Andrade, acaso el
mismo que había ayudado al gran capit:\n i ga-
nar Napoles de los franceses.
La uao de nuestro noble gallego era de 284
toneles, medida algo mayor que la tonelada;
pues 10 toneles equivalen á 12 toneladas. Lle-
vaba de tripulación 39 marineros, 14 grumetes
y cuatro pajes. Iba de patrón Francisco Lópe/J.
Otra nao era de Domingo Quei:t:o, que la
mandaba. Tenía 155 toneles y 25 marineros, 11
grumetes y dos pajes.
El mismo Francisco Lópes, que regía la na-
ve del de Andrade, tenía otra suya de 150 to-
neles con 19 marineros, 9 grumetes y dos
pajes.
A seguir la no despreciable, si bien incierta
44 Bl BLlOTECA GALLEGA

guia de los apellidos, podríamos mencionar co-


mo hijos de Galicia :1 varios otros, como Ped1·o
Bastrada ó da Estrada y Alonso Gonzále::: de
Gallego.
Hasta aqul las naos que, con las demás espa-
ñolas, forman un total de 34, inclusa la capita-
na, 11ao del conde Ped1·o Navarro y el galeón del
mismo.
Los sueldos ascendlan a rro maravedls men-
suales por cada tonel. El patrón cobraba 2.500;
el piloto, 2.ooo; cada marinero, 9 30; grumete,
730; y paje, 530. La nao tenia 400 para sebo,
y de ventaja mensual, 5.ooo maravedls.
De las carave/as se menciona primeramente
la del conde de Altamira, cuyo ·patrón era lba11
(Juan) Bemm·do.
La tercera pertenecia i Alonso de Clterinos·
El porte de una era de r ro y el de la otra de
75 toneles .
. Los sueldos mensuales de cada una de las r 2
caravdas de la flota, eran los siguientes: tone-
lada de porte, 110 maravedls; patrón, 1.250; pi-
loto, I.ooo; de sebo, 200; marinero, 830; gru-
mete, 730; paje, 5 30; Yen tajas del barco, 2. 500.
Figura también en primer término de las 20
galeotas, la de Alonso dt• Clm·inos . ya citado,
Sigue otra suya, constando respectivamente de
RECUERDOS DE GALICL\ 45

16 y 20 bancos, y aun aparece bajo su nombre


una tafurea de porte de 18 caballos.
En estas galeotas cobraba cada banco 500
maravedis mensuales; el ca piran, 2. 500; patrón,
comitre y piloto, 1.000 cada cual; timonel, po-
pe! y proel, 450 cada cual; un remero, un du-
cado; de sebp, 1. 500 maravedís.
Los historiadores hacen subir á 90 el total de
embarcaciones aprestadas en Cartagena, y á
cuyo bordo se constituyó el ejercito con el Car-
denal Cisneros al frente.

m
El 16 de Mayo de 1509, zarpó la escuadra
religiosa-militar de nuestra costa de Levante, y
al siguiente día, arribó al puerto africano de
Mazalquivir, muy próximo á Orán.
Los moros, en número de r5.ooo, estaban ya
sobre aviso, ocupando una eminencia, detr:ls de
la cual se hallaba la ambicionada ciudad.
Sin esperar elmaíía11a, Cisneros dispuso que
las tropas atacasen enseguida al enemigo; pues
estaba seguro de la protección del cielo y del
triunfo de las armas españolas.
Los soldados, poseídos de bélico entusiasmo
por las calurosas exhortaciones del cardenal,
46 BIBLIOTECA GALLEGA

empezaron á trepar la sierra, siendo recibidos


por una nube de balas y saetas, y poco después
por un terrible turbión de musulmanes.
Mientras el centro de nuestro ejército resistla
con vigor la acometida en el peor terreno, la
derecha, constituida por arcabuceros, y la iz-
quierda, por artilleros, fulminaron sus rayos
sobre el moro. Éste comenzó á replegarse,
declarándose pronto en desordenada fuga.
Avanzaron los españoles en pos de los fugi-
tivos hasta las mismas murallas de Oran, flan-
queadas de torres y almenas y guarnecidas con
sesenta bocas de fuego.
La flota habla avanzado á la par delante de la
dudad, y disparando contra ella su artilleria,
protegió el desembarco de los soldados que
transportaba, los cuales se unieron á sus compa-
ñeros para iniciar el asalto de la plaza.
La resistencia de los infieles, desesperada en
el mayor grado, fué vencida por el vertiginoso
delirio de los españoles.
A falta de escalas, plantaron éstos las picas
contra los muros ó las enclavaron en las juntas
de los sillares, y con increible destreza se en-
caramaron sobre las almenas.
El primero que las ganó, fué Gonzalo de
Sousa, capitán de la guardia del cardenal, que
RECUERDOS DE GAL!CIA 47

al grito de-¡Srmtiago y Cisneros!-fijó el es-


tandarte victorioso sobre los conquistados adar-
ves.
Tras de aquel a_cto extraordinario y sin
ejemplo, la ciudad fué entrada á saco y sus de-
fensores pasados i cuchillo. Murieron sobre
4.000 moros, y quedaron prisioneros cerca de
8.ooo, siendo de poca consideración nuestras
pérdidas. Se estimó el botin en medio millón
de ducados de oro. Trescientos cautivos cris-
tianos alcanzaron la libertad.
Los soldados españoles estaban asombrados
de sí mismos, y creían firmemente que Dios
había combatido por ellos.
Oran fué conquistada en menos de tres ho-
ras, el 17 de Mayo de 1509.

IV

Júbilo inef.1ble causó en España la inespera-


da nueva de la rápida y gloriosa conquista de
aquel tremendo baluarte infiel.
Gastó Cisne ros en la empresa 29.621 .oo8
maravedis, suma enorme sin duda, aunque
con ella adquirió fama imperecedera para su
nombre, por tantos motivos ilustre en nuestra
historia.
,¡8 BIBLIOTECA GALLEGA

Honra indisputable de Galicia es el haber


dado sus guerreros y marinos para tamaíía
conquista. Así brillan sus inmaculados blaso-
nes tan espléndidos como los más preclaros
de la madre España .
LA PROFETISA CORUÑESA

AL SEÑOR D. )OSE M. MONTES

28 de Abril de 1506 desembarcaron


en la Coruña los reyes de Castilla
D.• Juana la Loca y D. Felipe el Her-
moso, que venian de Alemania a tomar pose~
sión de la corona de Isabel la Católica.
1-fosped:\ronse los príncipes en el convento
de Santo Domingo de la ciudad, y en este edifi-
cio ocurrieron los sucesos que refiere Zurita en
el libro VI, capitulo 28, de sus Anales, tratando
de las diferencias existentes entre el rey padre
Fernando V y el esposo de D.• Juana, su yerno.
4
50 BIBLIOTECA GALLEGA

Todo era animación en la Coruña con la


estancia de Jos augustos huéspedes, y el tiempo
transcurria alegremente para las clases popula-
res, entregadas al publico regocijo. No así para
los grandes allí reunidos, quienes preveían se-
rias tempestades próximas á estallar.
Los amigos de Fernando por una parte y los
de Felipe por otra, diferían la entrevista de sus
respectivos señores y valedores, y no perdían
ocasión de humillarse y mortificarse Jos unos
a los otros. A todo esto, D.a Juana, disgustada
desde el primer día, se encerraba en sus apo-
sentos semanas enteraS, mientras su marido
salía de caza, y vagaban por los corredores de
Santo Domingo los nobles de España y los pa-
laciegos flamencos empeorando las cosas.
Así se pasó un mes cabal.

II

Cuenta Gil González Dávila, en el capítulo


1. 0 de su Teatro eclesiástico de Santiago, que
una buena mujer del pueblo de la Coruña, tes-
tigo de aquellas ocurrencias, harto notorias pa-
ra todos, exclamó, al ver á Felipe el Hermoso:
- «Pormife, que este rey, 1nás tiempo anda·
rá por Castilla muerto, que vivo. • -
RECUERDOS DE GALIC!A 5l

La profecía era bien singular, más singular


aün que el estado de los príncipes y del reino,
y no es poco decir.
Al cabo, los regios consortes salieron de la
Coruña, camino de Betanzos, el 28 de Mayo,
con el aparato m:ls ostentoso, acompaMndoles
una lucidísima corte y una falange de dos mil
infantes alemanes con la artillería de campaña.
Felipe vagó de Betanzos á Santiago, de aquí
a Orense, a Verín después, y en fin á la Puebla
de Sanabria, desapareciendo por Junio del terri-
torio galáico.

m
Fugaz como el relampago se deslizó la vida
de Felipe el Hermoso. Dos meses después de
reconocido en Cortes, murió en Burgos, el 25
de Septiembre de aquel mismo año.
Para que se cumpliera la predicción de la
coruñes.1, era precisa alguna circunstancia ex-
traordinaria, pues que ;\ los muertos se les en-
tierra y no se les pasea.
Lo que tal vez podría sobrevenir por la gue-
rra, la peste ú otra causa excepc ional, sobrevi-
no por el amor. Amor inmenso, entrañable, vi-
vísimo, y por ende infortunado, como el de la
52 BIBLIOTECA GALLEGA

desgraciada señora que vestía por Felipe las to-


cas de la viudez .
D.• Juana, loca de amor por quien no lo
merecía, no quiso separarse del cuerpo inani-
mado de su esposo, y aquellos adorados restos
siguieron insepultos las andanzas de la infeliz
reina de Castilla.
Celosa, no sólo de los vivos, sino también
de la tierra, hacía retirar el cadaver de los con-
ventos de monjas, lo velaba a toda mirada, y
lo disputaba por el plazo mas largo posible laa
tumba.
Cuando esta obtuvo su presa, hablan transcu-
rrido tres mios desde la muerte de Felipe. Sólo
ci11co meses vivió el rey en Castilla.
La profetisa coruñesa había leído en el por-
venir.
PEDRO DE PAZ

an tiguo tercio de Galicia, creado el


27 .de Febrero de 1566, y compuesto
en totalidad de hijos del viejo solar
suevo, tuvo la Flandes por principal teatro de
sus hazañas.
Fueron sus primeros maestres de campo don
Sancho de Londoño , D. Julián Romero y don
Fernando de Toledo, á quienes sucedió en
t 582, D. Pedro de Paz, digno de sus precurso-
res, no menos que del cuerpo que mandaba y
de la patria en que había nacido.
Una de sus dotes sobresalientes era la afabi-
lidad hacia sus soldados, por cuyo sustento y
5-f BIBLlOT~CA GALL~GA

bienestar velaba con tan infatigable celo, que


estos dieron en llamarle Pedro del pan.
Le quedan, le respetaban, veian en el su
providencia, y le admiraban como el mejor
modelo de militares en aquella gnerra que pu-
so de relieve los méritos de mil ilustres cam-
peones.
Cuando D. Juan de Austria llamó,\ su lado
al tercio gallego, este se puso en marcha el 20
de Mayo del citado año desde Lombardia, al
mando de Paz inaugurando la campaña en te-
1

rritorio flamenco con proezas inmortales y ven-


turosa fortuna.

II

En D. Pedro de Paz, se hermanaban b in-


trepidez del héroe, la disciplina del buen sol-
dado y la t<lctica del capitan inteligente, de
todo lo que habia dado pruebas en su historia
militar, como pocas gloriosa.
Por su parte, el tercio de Galicia mantenb el
pabellón español á la altura de siempre. Las
cróuicas de Flandes destella u arrobadora luz al
recordar¡\ nuestros guerreros. Sólo faltó alli el
genio de la poesia, para que el sitio de Troya
quedara obscurecido por la grandeza de las em-
RECUERDOS DE GALIC!A 55

presas de España, realizadas con el concurso de


los hombres y los tesoros de Galicia.
El 29 y 30 de Agosto se dieron las batallas
de \Vinock y Gante. En ellas figuró Paz con su
tercio, adquiriendo In fulgente aureola de los
vencedores. Sobre aquellos campos inundados
de sangre, se pregonaron los sacrificios, el valor
y la constancia de los gallegos .
¿Lo era Paz? No hay dato positivo que lo
confirme. Pero, amen de haberlo asegurado así
mas de un cronista, tenemos á nuestro favor la
circunstancia de que el tercio entero estaba
constituido por gallegos; y Galicia, quemante-
nía aquella legión, no le había de dM un jefe
en un hijo de otra provincia. El inmenso afec-
to que mediaba entre el adalid y la hueste, co-
rrobora el aserto.
El nombre de Paz, de todos modos, va uni-
do al tercio de Galicia. La gloria del uno es In
gloria del otro.

III

Aumentando su reputación, nuestros bravos


libraron, el 17 de Junio de r 583, la batalla de
Steembergh, en la cual se posesionaron de las
trincheras enemigas , arrasaron las fortificacio-
56 BIBLIOTECA GALUGA

nes y pusieron en completa fuga y desorden el


ejército de los hugonotes franceses.
Un mes después, el 16 de Julio, otro hecho
de armas tan brillante como el anterior y mas
positivo y transcedental, coronó á la legión de
Paz. Tal fue la conquista de la plaza de Dun-
·querke.
N uestro tercio pasó en seguida ;\ guarnecer
la de Newpon.

IV

«El sitio de Amberes,-dice Clonard-ope-


ración que tuvo eco largo y profundo, no sólo
en el teatro de la guerra, sí que también en el
resto de Europa, y en la que se pusieron á ruda
prueba el genio, á la par brillante y fecundo,
de Alejandro Farnesio y el valor indómito de
los soldados españoles, proporcionó ;\ Galicia
nueva coyuntura para hacer resaltar sus cuali-
d.ules características.
•Suyo fue el ataque de la isla de Debe y la
expugnación del fuerte de San Antonio encla-
vado en la misma, y probablemente cs1c hecho
hubiera sido el preludio de otros mas venturo-
sos, si el tercio no hubiese recibido orden de
dirigirse contra Terremonde, lo que verificó en
RECUEKDOS DE GALICIA 57

efecto, queda nao ceñida esta plaza con un fuer-


te cordón de tropas. »
¡Terremonde!.... . Alli brilló el ardimiento y
esfuerzos de nuestros mayores, tanto mas fir-
mes e impetuosos, cuanto más valía el enemi-
go que hostilizaban.
Tras largos dias de fatiga y triunfos que le
hablan conquistado un envidiable renombre,
Pedro de Paz, combatiendo como un león, m u'
rió, lleno de honrosas heridas, en el sitio de
Terremonde.
Inflamados sus valientes por el ansia de ven-
gar la muerte del querido maestre de campo,
asaltaron furiosamente la plaza el 14 de Agosto
.de 1584, y. celebraron con aquella insigne vic-
toria las honras del ilustre difunto .

Tres compaüias quedaron en la ciudad con-


quistada , volviendo las otras al sitio de Ambe-
res, don<le se les confió la defensa del fuerte de
Palada.
M:indaba el tercio D. Juan del AguiJa.
Un dia, al disponerse a embestir la linea
protestante, se adelaniÓ el coronel italiano. Ca-
)8 BIBLIOTECA GALLEGA

pizuchi, pretendiendo l:t primacia en el comba-


te . Ambos jefes la anhelaban para sus respecti-
vas huestes; mas, como ninguno cediese, Agui-
Ja, en un arranque de noble emulación, dijo a
Capizuchi, mientras estrechaba su diestra:
-cEa, fuerte var6n, vamos á una, y mezcla-
dos entre las fortificaciones enemigas, probe-
mos el valor de las naciones con el estrago de
los rebeldes .>-
Este rasgo feliz tuvo un éxito que no lo fue
menos.
Repitieronse las hazañas de sitiados y sitia-
dores, hasta que al fin se decidió el asalto de
Amberes . Entonces acaeció con Pedro de Pa::
la maravillosa leyenda de Santiago en Clavija.
Los soldados gallegos le vieron guiar su queri-
do tercio, combatir por ellos y vencer con su
temible espada la briosa resistencia del enemi-
go. Ante aquella celeste aparición, nuestros hé-
roes, seguros del favor de Dios que les enviaba
su muerto capitán, pelearon con incontrastable
fiereza, y la terrible Amberes, sucumbió el 17
de Agosto de 1585, cuando cumplía el año de
la gloriosa muerte del maestre Paz.
La tradición de este suceso legendario se
conservó siempre viva en la memoria de los
guerreros galáicos.
RECUERDOS DE GAL!CIA 59

VI

El tercio de Aguila tomó cuarteles en Bois-le


Duc, sin descansar largo tiempo.
Sitiando á Grave, realizó una atrevida em-
presa contra los ingleses que venian en auxilio
de la plazo el 12 de Mayo de 15 86. tsta se rin-
dió el7 de Junio.
El 28 del mismo mes tomaron los gallegos á
Venlóo, y el 26 de Julio á N uy, terminando
con estos brillantes hechos aquella campaña
felicísima, que tuvo por única nube la perdida
de Pedro de Paz, si bien el celebre maestre de
campo vino a ganar batallas después de muer-
to, como el Cid.
Las glorias del tercio de Galicia,-tercio de-
partamental de Flandes,-llenan un libro. No
hay mas que abrirle á la ventura, y cada una
de sus paginas registrara un fasto de g¡·andeza
igual al aquí recordado .
;
EL TERCIO DE LOS SEÑORES
~

m ALLÁBASE en Courtrai el tercio de Ga-


licia, compu esto de hijos de nuestro
territorio y sostenido en Flandes
por él, cuando á impulso de innobles sujestio-
nes y mal aconsejado por el ejemplo del tercio
de Na poi es, se sublevó una parte de sus solda-
dos, pretestando la falta de pagas, no por cierto
muy corrientes.
La mayoría de aquellos bravos, firme en su
lealtad, afeó el proceder de sus compañeros; y
enconados así los ánimos de unos y otros,
62 BIBLIOTECA GALLEGA

amaneció preñado de horrores el dia 15 de


Enero de 1590.
El abad de San Andrés, previendo el desen-
lace sangriento de aquella lucha intestina, invo-
có el auxilio de la religión, y se presentó reves-
tido de los hábitos sacerdotales con el sagrado
Viatico en la mano ante los contendientes.
A su vista depusieron éstos las armas, se
prosternaron en el suelo, diéronse luego el
abrazo de paz, y todos unidos acompañaron á
la Magestad divina hasta el templo del perdón.
Este triunfo de la fe lo era también del mis-
mo tercio, pues sus banderas ostentaban por
escudo el dliz y la hostia sacrosanta.
El remordimiento y el deseo de lavar la man-
cha que recaia en el fidelisimo cuerpo, hicie-
ron que sus soldados acogieran con jubilo la
orden de Felipe II, mandando que pasase el
tercio :\Francia, á combatir el ejército protes-
tante con que Enrique IV estrechaba á Paris.
Alli se cubrió de gloria la legión galaica.

II

A las órdenes del maestre de campo D. An-


tonio de Zuñiga, entró en Francia el tercio de
Galicia, con tan vistosos arreos y lujoso ata vio,
RECUERDOS DE GAL!CIA 63

que los franceses, siempre impresionables, le


denominaron tercio de los seilores, título con
que fue conocido en aquella campaña.
Con fuerza de dos mil hombres, se incorpo-
ró al ejercito de la Liga, que mandaba el duque
de Mayenne, y dió principio á las operaciones
con el éxito mas venturoso.
Tomó por asalto las plazas fuertes de Lafcre
y Lagny, y ocurrió en el sitio de esta ultima
un admirable episodio.
Ocupado en las faenas de zapa y fagina, re-
cibió un coselete gallego una bala disparada
desde el muro con tal acierto, que lo otraves6
de parte á parte.
El soldado prosiguió imperterrito su tarea, á
pesar de aquella horrible y mortal herida. En-
tonces el principe de Parma, que era el prime-
ro á admirar y honrar el heroismo, se acercó al
valiente y le intimó que se retirara al hospital
de sangre.
Nuestro veterano respondió ya agonizando:
- • Señor: permita me V. A. emplear las po-
cas horas que me quedan de vida en servicio
de mi rey, de mi patria y de mi religión.•-
y alzando por ultima vez la piqueta, espiró.
La historia registra el hecho y calla el nom-
bre de aquel ilustre gallego. ¡Doloroso olvido,
64 BIBLIOTECA GALLEGA

del que hay, por desdicha , innumerables ejem-


plares!

m
Enrique IV, obligado por los acontecim ien-
tos de Lafere y Lagny, levantó el sitio de
París.
El tercio de Galicia llegó :\ Corbeville, y es-
pugnó la plaza el 16 de Octubre, con lo que
infundió en el enemigo gran desaliento, por la
importancia moral de la victoria y la extratégi-
ca del territorio conquistado.
Durante el invierno se retiró á la frontera;
pero no aviniéndose ala quietud del cuartel, sa-
lió con Mayenne contra Saint-Lambert y Saint-
Giulain, y en breves días señoreó ambos pun-
tos.

IV

A principios de 1591 el ejerc ito español re-


a
gresó Flandes con el duque de Parma, y el
tercio de los señ01·es quedó solo en Francia con
las tropas de la Liga católica, a las órdenes del
principe de Ascoli.
Entre los hechos gloriosos por el realizados
RECUERDOS DE GAL!CIA 65

en este año, figuran principalmente cinco : el


sitio de Neille, que obtuvo capitulación decoro-
sa; el de Chateau-Tierry, que fue tomado por
asalto con violento rigor; el de Chateau-Du-
mont, el de Moncornet, y el de Vervi, con cuya
toma aumentó Galicia sus verdes laureles.
La victoria mas culminante de la campaña
fue la alcanzada el 5 de Febrero de r 592, en
Aumale, sobre el ejército de Enrique IV, que
quedó completamente roto y destrozado.
Consecuencias felices de aquelht esplendida
jornada fueron luego el sitio de Newfchatel y
la conquista de Caudebeck y Esperne el 26 de
Abril y el 8 de Julio del mismo año.
Prosiguiendo las hostilidades en el siguiente
1593, acometió nuestro tercio;\ Noyón, some-
tida, tras largo y laborioso asedio, el r 5 de
Marzo.
Y para concluir dignamente el año y la
campaña, espugnó las plazas de Hembricourt
y Sainte-Valery, tornando en seguida al Bra-
bante.

Cuandos los bravos que combatian en Flan-


des vieron llegar al tercio de Galicia, con las
66 BIBLIOTECA GALLEGA

filas mermadas, pero sin un revcs en su glorio-


sa carrera, nctda les bastó para honrar el triunfo
Je los expedicionarios.
Las Decadas de Fla11des, al registrar las ha-
zañas Jel tercio, dicen con elocuente laconis-
mo: cfué el primero en la entrada en Francia
y en los peligros, y fué el último en la salida. •
Basta esto, prescindiendo de su larga y bri-
llantísima historia militar, para la gloria del
tercio de los se-ñores.
LOS DOS MOSQUEI~AS

Galicia tenía vida propia, bue-


na 6 mala, sus hijos se distinguian
siempre por lo inquietos y rebeldes,
sobre todo contra los señores feudales . En el
momento que la monarquía absoluta cambió
los destinos de España, parece que cayó el fir-
mamento· sobre los fuertes varones del Noroes-
te: la historia, desde entonces, presenta una nue-
va fase, un nuevo modo de ser de la sociedad
gallega.
A la turbulencia siguió la paz, al desorden, la
disciplina. En una y otra época hubo bienes y
males, bien fáciles de explicar para un cronista
pensador y estudioso.
68 BIBLIOTECA GALLEGA

Como muestra de lo que variaron los tiem-


pos desde el siglo XV al XVI, veánse y com-
párense los hechos de dos personajes de una
misma familia, coetaneo el primero de Juan II,
y su descendiente de Felipe II.

II

Ped1·o López Mosquera, alferez mayor del


celebre D. Fadrique, Duque de Arjona, no es-
taba muy satisfecho de D. Francisco Alfonso,
obispo y señor de Orense por los años de
1419.
La conducta del prelado feudal, por una par-
te, y el espiritu revoltoso de los orensanos, por
otra, hicieron estallar la discordia, capitaneando
la rebelada grey el descontento vasallo en
unión del alcaide Diez de Espinosa y de Gar-
cia Diaz de Cabuérniga, que armaron la plebe
contra D. Francisco Alfonso.
Huyendo de los alborotadores, se refugió el
obispo en la Catedral, lo que dió alas al tu-
multo, y el templo fué estrechamente sitiado
por López Mosquera.
Mal lo habria pasado el pastor, si no se
aquietaran las ovejas por la mediación del al-
calde, que al ver tan avanzada la cosa, interpu-
RECUERDOS DE GALIC!A 69

so con toda eficacia sus buenos oficios. Cesó


la revolución material; pero los ánimos se en-
conaron mas y mas por el empeño del prelado
en vengar el ultraje y el despecho de los subdi-
tos tras la fracasada intentona.
Salió el obispo de Orense para visitar la dió-
cesis, bien ajeno de lo que le iba a suceder á
una legua de la capital, en pozo Maimón, so-
bre el río Miño.
Allí le salió al encuentro López de Alongos,
escudero de Mosquera, con su gente de armas.
y aprovechando la estrechez y soledad de Id
vía, su marió, como le plugo, al atónito prelado,
y le arrojó por el barranco al agua.
El cádaver del infeliz D. Francisco Alfonso,
fue hallado por el cabildo, que lo sepultó en su
capilla de Santa Eufemia, quedando por de-
pronto impunes los nsesinos.
No hay deuda que no se pague, y pagaron al
fin la suya Mosquera y Cabuérniga. Pero es de
admirar la blandura de la penitencia para aque-
lla edad de hi erro y de fanatismo, no menos
que la circunstancia de haberse impuesto los
c,tstigos por el cerco y no por la muerte del
obispo.
El 18 de Julio de 1425 , Díaz de Cabuérni-
ga, desnudo de medio cuerpo arriba y rezando
de hinojos el Miserere, fui: recibiendo por cada
versiculo un cordonazo del franci scano Alfon-
so Gómez.
A López Mosquero se le pri vó del derecho
de presentación en las parroquias de Moreira y
Mugares que tenia su casa, y de un poco de
renta, siendo absuelto el 29 de Noviembre del
mismo año.

III

Antonio de .Alosquera, capit:ln en Flandes


cuando la insurrección del ejercito español
contra los gene rales de Felipe II , ofreció á la
historia el reverso del fasto de su abuelo.
Hizose tremendo el modn 1 y los mariscales
y jefes de las tropas resignaron sus mandos en
el héroe gallego, que con sólo su co mpañia res-
tableció el orden por compl~to.
El 20 de Junio de 1596, fui: nombrado, en
premio, Capitan general de Puerto Rico.
He aquí las palabras de Torres Vargas , en
sus informes sobre aquella isla, remitidas al
cronista Gil González Davila.
<Antonio de Mosquera, gallego, gran solda-
>do, capit:\n de Flandes, de quien se dice que
>tuvo la mejor compañia que ha tenido cap it:ln
RECUERDOS DE GALICIA 7l

•en aquellos estados, porque habiendo un mo-


>rin casi general, sólo su compañia quedó fir-
• me en la obediencia, y todos los señores Mae-
•ses de campo, capitanes y personas de puesto
•se agreg,tron á su compañia, que gobernó co-
»mo su capitán, y estuvieron asu orden, hasta
• que sosegó elmotin .•
Durante su mando en Puerto Rico, sucedió
el curioso lance de la arribada del conde Cum-
berland en son de guerra, su estancia de tres
meses en el pnerto y su retirada de paz, sin ha-
berse disparado un tiro, esperando el gallego y
el ingles respectiyamente que uno comenzara
las hostilidades.
Rara vez se habrá puesto más de relieve la
flema de los hijos de Albión y de Galicia.
IV
El paralelo de los dos llfosqueras, tipo el pri-
mero del arrebato y el segundo de la pruden-
cia, reflejando uno el espiritu de la edad media
y otro el car;\cter de la moderna, es el apunte
histórico más significatiro para apreciar el
cambio social de Galicia Ye rificado por los Re-
yes Católicos.
LAS DE VILLADIEGO

TABOADA Y COCA

ON Diego de Villandrando, natural de


Rivadeo y deudo de los condes de
este titulo, vivb tranquilamente en
el hermoso valle nativo ;Í principios del si-
glo XVI, quid pensando en
dormir anciano ;í ht sombra
do pequeñuelo jugaba.

Pero, a pesar de su existencia patriarcal , her-


via la sangre en su corazón juvenil, y llegó un
74 BIBLIOTECA GALL~GA

día en que aquel fuego interno se declaró vol-


cán impetuoso.
Una ella,-que ya las ellas revolvían el mun-
do mucho antes de nacer Qucvedo,-fue la
causa de la metamórfosis .
Atravesóse un rival en la florida senda de
sus amores, y despues de lances y aventuras
·sin cuento, vino el de Villandrando adar fin de
aquel infeliz, atravesándolo de veras.
Fuera de estas atroces irritaciones del mo-
mento, no tenía D. Diego el desenfado de los
matasietes de ahora, y apenas sucedido el fatal
desafío, puso pies en polvorosa, sin parar hasta
tierra de Burgos, á unas legms de la capital,
busc;.ndo asilo en Villadiego.
Por gratitud ;\esta nueva patria adoptiva y
por miedo de que le persiguieran sus paisanos
de Rivadeo, trocó el apellido, resultando llamar·
se Diego de Villadiego .
El duelo trascendió lo bastante para que la
justicia interviniese, y hubo en Rivadeo inte-
rrogatorios sobre las andanzas del criminal;
mas, como no pareciese en la villa, hubo de re-
querir el Juez qué veredas tomada D. Diego.
-Las de Villadiego,-contestaron las gen-
tes, y decían la verdad.
Este juego de palabras dió que discurrir
RECUERDOS DE GALICIA 75

al magistrado, y por si en el había mas pu ra


logomaquia, despachó exhortos á la villa de
Villadiego en requisa de Diego de Villan-
drando .
Los de Villadiego no conocían semejante
apellido, y contestaron a los de Rivadeo que en
su tierra no había mas Diego que Villadiego, y
también decían la verdad.
No quedó el principio de autoridad muy
bien parado en esta empresa, y todo se debió a
que Diego de Villandrando había tomado las ·
de Villadiego en la absoluta extensión de la pa-
labra, trocando hogar y apellido.
Quedó, pues, en proverbio, para significar
un:1. fuga venturosa con su correspondiente
burlete, el decir: tomar las de Villadiego.
Un hijo de nuestro héroe se cansó, andando
el tiempo, de vegetar en la villa, y pasó a la
corte con tan buena fortuna, que llegó á ser
Escribano receptor de S. M.
Este actuario, que llevaba el mismo nombre
de su padre, era conocido por D. Diego de Vi-
lladiego, natural de Villadiego.
Se casó en Madrid con D.• Luisa de Rojas, y
vivió en el Postigo de San Martín, hoy plaza
del Callao.
De este matrimonio nació en 1577 un niño ,
76 BIBLIOTECA GALLEGA

llamado en la pila Agustín, debiendo usar los


apellidos Villadiego y Rojas.
Pero el rapaz salió de chispa como su abuelo,
y lo primero que le inspiró su vena poética fue
el embellecer su gracia. Confirmóse a si mismo,
con la libertad de aquellos tiempos, y enterran-
do el Villadiego, resucitó el Villandrando, pos-
poniendo ademas, para mayor eufonia, el apelli-
do paterno al materno, de todo lo cual resultó
Aguslht de Rqjas Vitlandraudo.
· Y aqui debiéramos poner punto final, sin
mas comentario, porque ¿quien no conoce lo
que este nombre representa en la historia del
teatro español?
Nuestro madrileño, autor y actor, figura en
los origen.es del drama nacional por tres moti-
vos: primero, por ser poeta, escribiendo multi-
tud de comedias, loas y entremeses, de cuyas
obras merece singular citación El bum repúbli-
ca; segundo, por ser cómico, andando por los
mundos, a la buena y mala ventura en bululus,
ñaques, gangarillas, cambaleos, garnachas, bo-
xigangas, farándulas y compañías, y arrancando
aplausos en los corrales al son triunfal de la
zarabanda, la chacona, el escarraman, el zoron-
go, la pavana, el piedegibao y la madama-or-
liens; tercero , por ser el historiador de aquella
RECUERDOS DE GALICIA 77

época interesante en que nacía el teatro, de-


jandonos en su Vi'aje mtretmido, datos precio-
sos respectivos ;\ nuestra primitiva escen:t.
De dicha obra se desprende que el buen don
Agustin experimentó mas trabajos que su abue-
lo, pues dice: •yo fui cuatro años estudiante,
•fui paje, fui soldado, fui pícaro, estuve cauti-
>vo, tiré b jabega, anduve al remo, fui merca-
•der, fui caballero, fui escribiente, y vine a ser
»representante. •
Nosotros podemos añadir;\ este catálogo el
ultimo oficio que tuvo: notario de Zamora, en
donde murió, siendo éste sin duda su ultimo
trabajo en la tierra.
Escribió adem;\s un Discttrso de las cosas
memorables de Gabi:ia, segtln Cornidc, y fue
amanuense del Licenciado Molina, en Mondo-
ñedo, segun Rioboo. Cree Villamil y Castro,
que el citado discurso sea el mismo que publi-
có Rojas en El bum •·ejníblico, tratando ede las
cosas memorables que ay en el Reyno de Gali-
cia con las siete ciudades cabe~as de partido
della,• y más adelante, de los cuerpos santos y
notabilidades de dichos puntos, linajes y blaso-
nes de Galicia . No se olvidaba, pues, el nieto
de la patria del abuelo.
¿Qué pensarían los ilustres condes de Sali-
78 BIBLIOTECA GALLEGA

nas y de Rivadeo, acerca de su parient~ el autor


del Viaje en/retenido?
Cuando menos, lo que nosotros, es á saber:
que D. Agustín de Rojas Villandrando habría
sido gallego, si su abuelo no hubiera tomado
las de Villadiego.
EL RACHADOR
~

EPISODIO DE LA GUERRA DE SUCESIÓN

UANDO la casa :de Barbón se entroni-


nizó en Espaiía, dando lugar :1 la fa-
mosa guerra con Carlos de Austria,
en la que tomaron parte las principales nacio-
nes europeas, ocurrió en Galicia un hecho sin-
gular, que bien podría calificarse de gracioso,
como lo juzgó el P . Seguín, tlnico historiador
que de el dió cuenta, preocupados sin duda los
demás escritores con la batalla naval de Vigo
en 1702, fasto que obscureció todos los otros
relativos al movimiento militar de la epoca.
Penetró por las fronteras de Galicia, en la
provincia de Orense, el ejército enemigo que
80 BIBLIOTECA GALLEGA

venía de Portugal al mando del conde de San


Juan, no sin experimentar antes regulares des-
calabros.
Al llegar á la jurisdicción de Villa-Vieja, en-
vió el general portugués un parlamentario á un
pueblecillo de la comarco, con el mensaje de
que, si le entregaban cierta suma, dejaría á los
vecinos en paz.
El alcalde, gallego, respondió:
-Díganle al señor general que propuse su
embajada en el concejo de este lugar, y que to-
dos á una voz han respondido que tienen por
más acertado emplear en armas para defender-
se, la suma que pide su Excelencia.-
Apenas despedido el emisario, nuestros la-
briegos sacaron las mujeres, niños y ancianos
con ganados y muebles al abrigo de la sierra; y
ellos, armados de mala manera, se fortificaron
á prisa en una vieja torre del pueblo, esperan-
do á los lusos.
Había entre éstos un célebre veterano que
sus compatriotas llamaban Rac!tadm·, en gracia
a los muchos enemigos que había despachado
para el otro mundo, durante sus campañas. El
tal l.éroe venía precedido de su fama á habér-
selas con aquellos pocos bisoños gallegos, que
se atrevían á desafiar sus iras.
RECUERDOS DE GALICIA 8l

Avanzaron los soldados portugueses y rodea-


ron b torre, intentando volarla con b:urilcs de
pólvora. Pero ¿quién se acercaba á los sitiados?
De la ruinosa fortaleza cala una granizada de
piedras sobre los extranjeros, y éstos, en cam-
bio, no hacian arriba daño alguno, parapetados
los de adentro detrás de las almenas.
Rebosaba la ira en las filas portuguesas,
cuando el valiente y temible Racltador, llaman-
do ;\ cuatro de los mas animosos guerreros, sus
paisanos, se lanzó :1. la carrera hacia la torre,
salvando el peligro de recibir en la cabeza un
buen sillar, y guareciéndose bajo la cornisa.
Una vez allí, comenzaron los cinco temera-
rios á derribar la puerta; ¡pero cual no seria su
asombro al ver que los gallegos se la abrian de
par en par repentinamente!
No habrian podido darse cuenta de la sor-
presa los asaltames, y sübito asoma un terrorí-
fico chuzo ante ellos, yendo á clavarse en el
pecho del Rachador, que rindió la vida, atrave-
sado de parte á parte.
Sus compañeros, presa del terror 1 se dan ;\
huir; salen tras ellos los briosos gallegos; y co-
municado el pánico de los fugitivos al resto de
la columna, empréndesc una que ni en Polvo-
82 BIBLIOTECA GALLEGA

Parece que un solo cañón b~staria para de-


rrumbar la improvisada ciudadela: mas no siem-
pre, dice- el cronista, determinan los hombres
lo mejor.
Resultó, pues, que un puñado de aldeanos
gallegQs triunfó de una hueste portuguesa dis-
ciplinada; que el enemigo se aterró al ver abrir
la puerta que el intentaba abrir, encontr:\ndose
con la ofen;iva, cuando creía llevarla el, y que
para ser todo un vice-versa, el celebrado Ra-
c!tadur de Portugal fue rachado malamente en
Galicia .
Donde las dan, las toman.
LOBERA EL AUGUSTO

Á VALENTÍN L. CARVAJAL

OBERA es una com;¡rca de la provin-


cia de Oren se, aseis leguas de la ca-
pital y dos escasas de Bande, ¡\ cuyo
partido judicial pertenece.
Su nombre representa una de las más bri-
llantes y legitimas glorias de Galicia en las cró-
nicas de la guerra de la Independencia.
En aquellas alturas, un puñado de valientes
patriotas, instalados cen campo raso,-dice To-
reno,-con toda la sencillez de las épocas pri-
mitivas, • constituyeron una legión de impro-
84 BIBLIOTECA GALLEGA

visados guerreros, si entonces debiles como bi-


soños, fuertes e invictos siempre, como dignos
hijos de la patria gallega.
D. José Joaquin Marquez Donallo, adminis-
trador de rentas de la Boullosa, presidia la Jun-
ta, a la que asistió también D. Manuel Garcia
del Barrio, comisionado por la central de Es-
paña.
Alli se dec idió combatir por la buena causa
de la libertad ibérica, y el 22 de Marzo de 1809
se formó el regimiento de Lobera, fuerte de
dos batallones con 2.100 plazas, al mando de
Marq uez, elevado á coronel.

II

La nueva hueste se incorporó á la división


del Miño, y entró en fuego contra el mariscal
Soult, distinguiéndose en Tuy, Campos de la
Salud, Santiago y Puente de Sampayo.
En esta ultima batalla le tocó proteger y for-
tificar el puente de Caldelas. A favor de la nie-
bla, su comandante D. José Manuel Martinez
simuló con las voces de mando el movimiento
de tres columnas, y obligó al francés a desistir
de sus propósitos.
Las gloriosas jornadas que produjeron Ja
RECUERDOS DE GALIC!A 85

liberación del territorio, valieron á Lobera un


escudo de honor con el lema: Sau Payo, 7 y 8
de Yuuio de I809.
Aprovechando la retirada del enemigo, se
instruyó y disciplinó el regimiento, y asi con-
currió á la batalla de Tamanes, donde alcanza-
ron sus soldados otm medalla con la leyenda:
Venció m Tamaues, I8de Octubre de r8o9.
Siguió luego su honrosa carrera, y pronto
se ornó con la tercer medalla: Al valor: JWedi-
"a del Campo, 23 de Noviembre de r8o9.
Peleó en la sangrienta acción de Alba de
Tonnes, y pasó á principios de 1810 á vigori-
zar las tropas de Extremadura. El 19 de Abril
rompió el fuego en los montes de la Roca; un
mes después resistió briosamente ,\ los impe-
riales por dos veces; sostuvo otra lucha el 5 de
Junio, y al fin los desalojó de Burguillos el 28;
se halló en Jerez de los Caballeros y en Fuen-
te Ovejuna; defendió en Portugal la linea de
Torres-Vedras; luchó en Septiembre de 18rr
sobre Fuente-de-Cantos y Amaya, y desde ]el-
ves se dirigió ;\ la Coruña, a cuyo punto llegó
el 15 de Octubre.
Aqui recibió con júbilo la orden de trasla-
darse;\ América para pelear por la integridad
de España ; y cubiertas las bajas, bien vestido y
86 BIBL!OTECA GALLEGA

armado, pasó á Vigo, y en las aguas de este


hermoso puerto se di6 ;\ la vela para Méjico, el
r6 de Noviembre.

m
En Enero de r8r2 arriba Lobera :1 Veracruz .
Divídese en fracciones para atender ;\ las ne-
cesidades del servicio. Parte de sus bravos de-
fiende durante seis meses el paso de convoyes
,\ Puebla de los Angeles. Otra parte reconoce
el terreno, sitia á Qnatlan, toma :1 la bayoneta
el cerro de Mogunypec, riñe en Jocolote, re-
pite sus proezas en mt\ltiples asaltos, y recon-
quista;\ Quatlan en el aniversario del 2 de
Mayo.
El regimiento entero se acantona en Jal:tpa,
y se ve cercado por los insurgentes. Heroica es
la defensa; pero mas heroicas son las salidas
del 3 y 4 de Julio. El enemigo balido en el cam-
po de Santa Fe, se entrega :1 la fuga.
Nuestros gallegos <Jicanzan y rompen sus fi-
las en Malpais por Junio de rSrJ, y las derro-
tan completamente en las Barrancas, lxtapan,
Tequatlopan, otra vez en Jocolole, y en Buena
vista, el 12 de Diciemb¡e.
Dividida en dos la legión de Lobera. lleva :1
RECUERDOS DE GAL!C!A 87

efecto cada una un hecho glorioso al mismo


tiempo: tales fueron, por un lado, la conquista
de Oajaca y la victoria de Tepetales; y por
otro la toma de Zacapo y el triunfo de Tejar;
todo en r8r4.

IV

La campaña de r8r5 se inició con el blo-


queo de la isla del río Mescala y con la sor-
presa de Huamantla, que fue seguida de terri-
bles escarmientos en las tropas insurrectas} he-
chas pedazos el r 3 de Septiembre.
Tamaños reveses ocasionaron una reacción
formidable en los mejicanos, y mas fuertes que
nunca se apostaron en los Maranjos y el Rosa-
rio; pero Lobera, el invencible, cayó sobre ellos
como el rayo, y a la primera acometida los
aniquiló, celebrando con esta victoria la pas-
cua de Navidad.
El siguiente año continúa en sus empresas,
y son buena prueba de sus méritos la disper-
sión de los enemigos, la rendición de Monte
Blanco, la jornada de Meganos, y la sumi-
sión de las islas de Mescala , el 25 de Noviem-
bre.
Ya en Enero de 1817 , los independientes ha-
SS BIBLIOTECA GALLEGA

bían perdido sus brios; pero aun sufrieron las


batidas de Palmas y Palogacho, de Arenal del
Río, de Santa Rita, los asaltos de las trincheras
de Misautla y Pastorías, y el no menos tre-
mendo del cerro de Coporo, verificado el 1. 0
de Diciembre.
Lobo·a había pacificado el territorio.

Cuando el nombre del regimiento gallego


merecía mas honores de la patria, el Gobierno
español suprimió de una plumada el tÍtulo, ya ·
ilustre, de Lobera, y por decreto de 21 de Sep-
a
tiembre de 1818, unió sus soldados los del
J¡ifante, disponiendo que con este nombre fue-
ra conocido el regimiento.
Así confirmado el viejo Lobera por la injus-
ticia de Fernando VII, asistió a la ,·ictoriosa
ornada de Hmnajuato y dominó las fortifica-
ciones de Penjamo.
Puso en fuga á las partid,¡s mejicanas en los
choques del Tejar, Pantoja, el Maiz y Río-Tur-
bio, habidos en 1 819; y pacificada por su ac-
tividad l.t provincia de Huanajuato, descansó
de sus Ettigosas expediciones durante el año
tS2o.
RECUERDOS DE GAUC!A 89

VI

Los mejicanos se dispusieron á emprender


la ultima tentativa contra el dominio de la me-
trópoli, y ob)igaron á nuestros soldados :\ en-
trar de nuevo en campaña.
Del 22 al24 de Abril de 1821 duró el en-
cuentro de Tepcaca, fatal p<tra los primeros,
como luego lo fue el de la Rinconada. ·
Lobera ó el /¡ifante sitió a Córdoba, y el 2 3
de Mayo emprendió la retirada con las tropas
europeas . La mano de Inlrbide se vió en este
movimiento militar, que favoreció la insurrec-
ción.
Destinado el regimiento :i la reconquista de
Ac,tpulco, batió al enemigo en Chapaleo y Te-
peotlan, y se cubrió de gloria en Huertas . El
parte de esta batalla, dada el 19 de Julio, es .
acaso la página más bella de la h istoria del
cuerpo, y una de las que enaltecen á la tierra
que fue madre de aquellos héroes . La célebre
legión de Lobera, con su teniente coronel don
Jose Manuel Martinez , i la cabeza, se metió en-
tre los soldados enemigos, y con sólo el arma
blanca, pecho :i pecho, triunfó de la numerosa
falanjé mejicana. Por su noble sacrificio, que le
90 BIBLIOTECA GALL~GA

costó seis oficiales y cincuenta y siete soldados,


obtuvo un escudo de honor, con la inscrip-
ción siguiente: Por la i11tegridad de las Espa-
iías: acción de Huertas: alto de I82I.
No tardo en suceder la traición de O'Dono-
jú é Itúrbide. En vano nuestros gallegos pelea-
ron como buenos sobre Tacuba. Mientras se
escribían sus hazañas, ellos se retiraban a Mé-
jico, y salían de allí el 24 de Septiembre, dejan-
do la preciada capital de Nueva-España en poder
de los hijos ingratos de la España antigua.
Itúrbide, ya emperador de Méjico, quiso de-
sarmar á Lobera; pero jefes, oficiales y solda-
dos juraron por su honor morir con las armas
en la mano antes que rendirlas.
Desistió el flamante príncipe de su intento;
la cohorte galaica se situó en Cuernavaca, y
allí meditó el plan de reconstruir lo que otros
habían derribado. Su generosa idea, descubier-
ta por otra nueva traición, le acarreó el desar-
me por sorpresa; y el 4 de Julio de r822 salió
de Veracruz para la península, arribando a Ca·
diz el r 2 de Agosto.
VII
Aunque Lobera se unió all~tfa~tte, tomando
el nombre de este, no por eso perdió vida
RECUERDOS DE GAL!C!A 9l

propia e independiel1!e, en cierto modo, el re-


gimiento gallego. El hifante se compuso de
cuatro cuerpos , á saber: primer gemelo y se·
gundo gemelo, creados en Asturias y Aragón
en r8o8, con dicho título; tercer gemelo, que
fue nuestro Lobera; y cuarto gemelo, organi-
zado sobre el tercer batallón del veterano Cau-
tabná por el ilustre gallego, hijo de Vigo, don
Ju an Antonio Monet, en Andalucía el año
r8r6.
El tercer gemelo, Lobera, peleó sólo en
Nueva~España , mientras el cuarto lo hacía en
el Perú, y los dos primeros se hallaban en la
peninsula. Es, por tanto, privativa de Lobera, la
gloria alcanzada en la épica guerra de Méjico,
cm! lo fue la que obtuvo en la de la Indepen-
dencia de Galicia y del resto de España.
El 3 de Octubre de r 822 fue extinguido to-
talmente, pasando su cuadro al segundo geme-
lo, en lo cual hubo verdadera fusióN. La de
!8!8 fuera no mas que unión.
Tuvo solos tres coroneles: D. Jase Joaquin
Marquez Dona! lo, su fundador; D. José Manuel
Martinez, su jefe en América; y D. José Fran-
cés Enriquez , que presenció su extinción, no
merecida ciertamente.
Usó por armas bs lises de la cas:t de Bor-
92 BIBLIOTECA GALLEGA

bón, e invocó por patrona á Maria Inmaculada.


Su sobrenombre fue el Augusto.
Tales son las nobilísimas memorias del regi-
miento creado en la galáicn comarca de Lobera,
para luchar y morir por la patria.
TUY

Á TELMO ROTEA Y OSORIO

RILLAS del Miño, el río del oro, alza


sus negros torreones, verdaderos
monumentos de la edad media, una
de las más antiguas ciudades de Galicia.
Su ilustre abolengo brilla en los cuarteles de
su escudo. Subían los nobles hijos del Arya :1
la cumbre del monte sagrado la noche del ple-
nilunio, para ejercer sus misteriosos ritos. La
memoria de los aborígenes fué perpetuada en
los blasones de Tuy con la luna y tres estrellas
en campo azul.
94 BIBLIOTECA GALLEGA

Pocos pueblos conservarán más impresas las


huellas de las rozas dominadoras. El tipo grie-
gol el romano, el normando, se adivinan en
los campesinos de la comarca; pero ninguno
tan marcadamente como el celta, sobre todo
en sus hermosas mujeres.
Las costumbres celticas se traslucen en
las diversiones populares. Encendían nuestros
abuelos sus luminarias en el solsticio de vera-
no: la generación presente danza en torno de
las hogueras por Sau Yua!l. Saludábanse aque-
llos con el alegre agueút·-Ait (el trigo germi-
ua), grito de esperanzas y venturas; todo falta-
ría hoy, antes que el aguiualdo tradicional, en
los patriarcales hogares de Tuy .
Erradas lecturas en lapidarios y cronicones,
han hecho graios de gravzos; y de ahí pudo
originarse la creencia, harto extendida, de que
Tuy fué colonia griega. Quien la supone fun-
dada por Diomedes, quien por su hijo Tideo;
no creemos nosotros rebajarla dando le más an-
tigua existenc ia, y esplicando su nombre actual
por el vocablo celtico Tuid, que significa pue-
blo.
Así se llamó en los siglos medios. Los cro-
nistas latinizaron Tuda; y en el supuesto de la
venida del príncipe troyano, fácilmente se creyó
RECUERDOS DE GALIC!A 95

Tuda, Tude, Tzde, Tydes, (que de todas mane-


ras se dice), nombre memorativo de Tideo.
Ni tal mito poético es admisible, cuando el
mismo Virgilio pinta á Eneas rodeado de las
sombras de los capitanes muertos m Tebas, y
entre ellos cita a nuestro fabuloso héroe: Hic
illi ocamit Tideus.
Tuy es triste y sombdo. El casco de la po-
blación es pequeño, su centro está cruzado por
calles angostas y tortuosas, cuya soledad an-
gustia.
Los arrabales, brazos que parten de la mis-
ma ciudad, paralelos al do, son más alegres, y
su edificación más elegante y moderna.
La campiña es deliciosa. Sólo viéndola, pue-
de comprenderse la amenidad de aquella exten-
sa y fértil vega del oro, surcada por el Louro,
que se desliza entre arboledas hasta morir en
el Miño.
Huertas de naranjos y limoneros hermosean
los contornos, cuyas praderas, siempre verdes,
brotan espontáneas las modestas escabiosas y
las preciadas camelias del Japón .
En las tardes de Mayo embriagan las orillas
del río, adornadas por bosques de sauce y ene-
bro, en cuyos senos se ocultan nenúfares y ma-
dreselvas.
96 BIBLIOTECA GALLEGA

Los vecinos ca mpos de Portugal, ideales de


Salvator Rosa, fo rman la perspectiva Sur de
aquel edén de flores; inmensos pinares cubren
las cimas del Norte; corren del Este las azu-
lés linfas que besan voluptuosas dos patrias
hermanas; y el sol se oculta tras los gigantes-
cos peñones del monte Aloya, centro de pano-
ramas inimitables, y urna de las grandezas del
pasado.
Cuando el viajero divisa á Tuy, ya después
del magnífico puente sobre el Lauro, en la ca-
rretera de Vigo, cree ver un castillo señorial
destacándose imponente y negruzco sobre el
melancólico azul de un horizonte de Suiza.
La impresión es enteramente contraria al
llegar :1 la ciudad. Una espac iosa y larga corre-
dera se ofrece á la vista; el ex-convento de San
Francisco y la nueva drcel adornan ambos
costados; glorietas, filas de acacias, ancbas ace-
ras, soportales, casas elevadas y á cordel, cuya
línea sólo se interrumpe para dar lugar á una
inmensa explanada, causan la ilusión de una
estancia en capital de primer orden con gentes
y ruidos.
Pero no es más que aquello. Doblad una ca-
lle, y sólo vereis la tranquilidad de un pueblo
que parece olvidado de su propia vida, repo-
RECUERDOS DE GALIC!A 97
- -- - -
s:-tndo silencioso entre muros venerandos á la
sombro de su catedral de gra nito.
Elevase ésta sobre una colina, formando la
cúspide del anfiteatro, que refleja en las aguas
olivos y trepadoras, galerías y botareles.
La catedral no es la obra de un siglo; ya la
severidad toscana, ya el prolijo calado gótico,
ya el arco romano, ya la columna bizantina,
presentan al sorprendido artista la misceb\nea
de recuerdos de diversas edades que fueron
grabando en el monumento sus inspiraciones.
La puerta principal del templo es bizantino.
Apenas se entra en el santuario, pasma su ele-
vación.
Tres son las naves principales. En lo del me-
dio está el coro, cuya sillerío merece toda la
atención del crítico: en los respaldos de los si-
tiales esculpió un diestro cincel pasajes sagra-
dos, muchos de ellos de la vida de San Telmo,
patrón de la diócesis. A cada lado del coro, y
sob re el, hay un órgano.
En la nave izquierda se halla la capilla del
Sacramento, parroquia de la ciudad, con algu-
nos sepulcros. Sigue la del Cristo, reducida y
obscura. Después se extiende un tanto la nave,
para formor la cruz latina, y en este espacio se
alza el solemne monumento del Jueves Santo.
98 BIBLIOTECA GALLEGA

Mas cerca del altar mayor y en la primitiva ali-


neación, esta la sacristia, que debe visitarse, por-
que tiene una buena exornación de trabajos de
talla.
En la nave derecha se ven las capillas de
Santa Catalina, de los Dolores y de la Especta-
ción. Abre aquí el otro brazo de la cruz y guía
al claustro, que es gótico.
Haciendo una cuarta nave, no tan grande, se
encuentra la clara y elegante capilla de San
Telmo, con reliquias, banderas, sepulcros y el
panteón ó cripta en que duermen el sueño eter-
no los prelados tudenses.
La sala capitular, sobre la sacristía, tiene
igual trabajo que el coro. En sus paredes se
inscriben los nombres de los obispos, como en
los antiguos dípticos.
El aspecto exterior de la Catedral causa ad-
miración. Apenas pueden seguir los ojos la al-
tura de aquella mole que corona una torre
cuadrada, verdadera atalaya feudal, descollando
entre agujas, merlones, y lo que es mas raro,
amenazadoras almenas.
La tradición la supone castillo, palacio ó
iglesia. Pudo serlo todo. Los salones ocultos en
sus bóvedas, los singulares adornos colocados
a la altura media de sus arcos, su misma posi-
RECUERDOS DE GAL!CIA 99

ción en una colina 6 castro sobre el Miño, dan


derecho á ver algo de verdad en la leyenda .
En las correrlas de los Normandos, en las
algaradas de los Moros, en las invasiones de los
Portugueses y en las mismas guerras de los
señores del territorio, la catedral jugó su im-
portante papel.
Ya atacando á Enriquez, ya defendiendo á
Urraca, más de una vez se dispararon ballestas
desde sus muros. Un dla la impuso la ley como
solariega de sus obispos; otro dla fue saqueada
por el aventurero conde de Camiña, el famoso
Pedro Madruga.
Nosotros la saludamos como una noble me-
moria del siglo de San Fernando, nos descu-
brimos ante aquella catedra que santificaron
los Evasios y Hermoigios, y que ilustraron con
sus talentos los Torquemadas, Lucas y Mu-
ros.
Detrás de la Catedral hay otra capilla edifi-
cada sobre la humilde casa en que murió San
Telmo: alll se conservan hoy los restos de su
miserable lecho.
Cerca, porque en Tuy no hay distancia, se
eleva un convento de monjas.
En la corredera está el que fue de Francisca-
nos, hoy Seminario conciliar, del que salen jó-
100 BIBLIOTECA GALLEGA

venes teólogos los más distinguidos de Gali-


cia. Fue fundado en 1850 por el obispo Casa-
rrubios. El edificio es g rande y cómodo; tiene
dos patios, uno de ellos con claustro, habita-
ciones para 6o colegiales, gabinete de flsica,
una elegante biblioteca con más de 6.ooo va-
himenes y la iglesia, moderna y sumamente
parecida a la del instituto de Pontevedra.
En el arrabal de Santo Domingo yace la bi-
zantina iglesia y convento de aquella orden.
Cuando hay guarnición, recorren los soldados
de la patria el claustro que cruzaban un día
los soldados de la fe. El templo es el mas es-
pacioso de Tu y; el altar lateral del Rosario os-
tenta la batalla de Lepanto, muy bien esculpida.
Tras esta iglesia vese una alameda, antiguo
recreo de los frailes , que, besada por las ondas
del rio, es el mas grato solaz para un alma
contemplativa .
Hacia el Norte de Tu y, mas sin separarse
verdaderamente de allí, está la parroqu ia de
Rebordanes, en una feraz y florida llanura. El
templo de San Bartolome era la guarida del
cabildo en los tiempos de revueltas de los pasa-
dos siglos.
Fuera de sus iglesias, Tuy no tiene monu-
mentos que admirar. En cambio, presenta abun-
RECUERDOS DE GALICIA I OI

dancia de recuerdos históricos, dramaticas le-


yendas, y vestigios de su perdido esplendor.
Caminando á Occidente, señala el campesino
el solar del palacio de Witiza, el rey godo que
embelleció á Tuy, como su corte. Llámase
aquel lugar Pazos de Reis. En gallego, pazo, es
lo que en francés C!tateau, castillo, palacio, to-
rre, casa feudal.
Alli empieza la pendiente del monte Aloya,
gigante de aquellos valles. Cerca de su cumbre
se admira un precioso do!mm céltico de figura
oval, y no lejos de éste se conservan intactos
los mm/tires de los hijos de Ery. La sencillez
popular los juzga restos de viviendas de mar-
tires; la critica histórica aprecia en ellos una
prueba de nuestra ilustre ascendencia. Llama-
mos toda la atención de los amantes de Galicia
a aquel ignorado mantel que guarda todas las
huellas de la estirpe primitiva.
Desde la cima, donde se celebra la rome-
ria de San Juli;\n y compañeros martires, se
disfruta una perspectiva admirable. Al frente,
Tuy, separado por la cinta de plata, que semeja
el Miño, de la vecina Valen~a, terrible fortale-
za de Portugal; sigue la cuenca del rio i Este
y Oeste, con infinitas villas, aldeas y caserios
de una y otra nación; mas allá, la> dos puntas
102 BIBLIOTECA GALLEGA

del Tula , último confin de España; la costa


hasta Bayona, cuyo negro castillo baten las olas
espumosas del Océano; las islas C!es; la hermo-
sa da de Vigo, con sus pintorescos puertos; la
cordillera de Morrazo, coronada por blancas
ermitas; horizontes de montañas y de mares sin
límites; un cielo de dulcísima luz; un silencio
sólo interrumpido por el eco de las playas y la
rompiente de miles de arroyos perdidos entre
peñas , barrancos, verdes cañadas y pinares mu-
gidores ..... Magnífico soledad, a cuyo encanto
embargan la mente y el corazón los ensueños
y las emociones del poeta.
Si vais á Tu y, no holleis indiferentes la pre-
clara patria de tantas memorias . Vagad por sus
contornos, escudriñando Jos escombros de su
pasado. Allí vió tal vez la primera luz el santo
conquistador de Córdoba; allí se meció la cuna
del inocente Pela yo, mártir de Abderramen; allí
fraguó sus orientales delirios el infortunado
Prisciliano; allí enardeció las sienes de Lucio el
mismo numen del cisne de Venusia; allí com-
piló sus inmortales obras García de Saavedra;
allí suspiró desde el primer día de su vida el
olvidado Cadava/o Gravio; allí nació á las mu-
sas el malogrado Padín , muerto en lo mejo r de
sus años para el país, cuya historia diseiiaba.
RECUERDOS DE GALICIA IOJ

Si amais la naturaleza, admirad los manan-


tiales de la cercana Caldelas, en las mismas
margenes del Miño y entre bosques espesos de
robles y castaños.
Si los lapidarios os seducen, no buscareis en
vano inscripciones romanas, escudos del feu-
dalismo y tumbas de poderosos infanzones.
Si la leyenda os encanta, pedid al compla-
ciente labriego la relación de las piraterías nor-
mandas.
Cruzad las dormidas aguas de aquel encan-
tado rio, para saludar un pueblo hermano, llo-
rando sobre el triple muro de la portuguesa
Valenr;a, la antigua Contrasta, las ruinosas dis-
cordias de dos naciones iguales por la tradi-
ción, por la lengua, por la sangre! ....
¡Tuy! el hermoso cielo que cubre las hoy
olvidadas campiñas, volverá acaso a saludarte
rica, potente y hermanada con la nueva civili-
zación, cuando la locomotora del siglo XIX
haga conocer á España las escondidas joyas
que guarda en sus lares y que brillaron un
tiempo como las mas flilgidas glorias de la
Edad Media.
La luz irradió en nuestros ojos en las pla-
yas que vela la misma cumbre de tu pintoresco
Aloya; pero abrimos el alma á la ciencia, y el
IO.f BIBL!OHCA GALLeGA

corazón al sentimiento en tus propios ho-


gares.
Tu ventura sería nuestra ventura; que la
gratitud y el amor son patrimonio de los espi-
ritus nobles.
¿Pudieramos olvidar á nuestra segunda pa-
tria? ¡Nunca!
EL MONTE ALOYA

}., A~TONIO BACELAR BERMÚDEZ DE. CASTRO

el lunes 27 de Enero de 1868.


Se celebraba en Tu y y en los alre-
dedores del Monte Aloya la fiesta de
Sanjulian y 29 compañeros mártires.
-¿Sabes tu-me preguntaba un querido
compañero de colegio-cómo podríamos hon-
rar hoy solemnemente,; San Julian?-Yendo á
la romería, conteste!
y sin mas preparativos , pedí y obtuve de
los superiores, el permiso para hacer el viaje.
i\le tocaba á mí representar en aquel día la ve-
106 BIBLIOTECA GALLEGA

nerable comunidad de jóvenes y niños apren-


dices de sabios, y aprovechaba el turno para
realizar uno de mis más vivos deseos: subir á
la cumbre del monte Aloya, y contemplar cie-
lo, tierra y agua desde aquellas alturas.
Sabia también que, sino se veia Vigo desde
alli, se dominaba al menos su magnifica ria; y
el ansia de aspirar el aura maritima de mi pa-
tria, me impulsaba á b excursión.
Los demás colegiales aplaudieron la idea, y
apenas refrigeradas las fuerzas en el antiguo re-
fectorio de los franciscanos, hice vibrar la cam-
pana del claustro con el toque de llamada y
tropa.
Ya colocada b flamante beca de grana sobre
los hombros, salimos del colegio en dirección
;i la popular romería.
El sol brillaba en un cielo sin nubes. La at-
mósfera estaba transparente, la tarde tranquila.
Todo convidaba á realizar el viaje.
Yo me regocijaba interiormente, anticipando
el éxtasis que me proponía sentir una hora
después, y caminaba en silencio.
-Llevarás mucha fe,-me decía mi conco-
lega, el mejor de los amigos.
-Fe!. ... -murmuraba yo á media voz .-No
tengo fe en San Julián. Creo que el celebrado
RECUERDOS DE GAL!CIA I 07

mártir no ha existido, y si existió, creo que no


ha venido á parar acá con sus huesos.
-Piensa que la inquisición no ha muerto
del todo, y aun te puede .....
-Honrar tal vez,-interrumpi.
-¿Has leido á Ruinan?
-No dice palabra del santo .
-¿Y,\Flores?
-Asienta lo que oyó y no nl<Ís.
-¿Y los Bolandos?
-Dedican unas lineas alos treinta mirtires,
que , bajo el punto de vista histórico, no signifi-
can nada .
-¿Has consultado el martirologio?
-Sah-o error de memoria, consigna así el
piadoso fasto: cEn Mrica San Avito, mártir.
Alli mismo , los santos mártires Dacio, Reatro
y sus compañeros, que padecieron en b perse-
cución de los vandalos. Item los santos Dativo,
:Juliano, V-icencio y otros veiutisiete márti-
reS. '!J
-Ese testimonio ...
-Vale lo que suena. Dando al item la im-
portancia posible, tendremos que Dativo, Ju-
liano, Vicencio y compañeros mirtires, pade-
cieron m Ajrica bajo el poder de los vándalos.
Yo encuentro bastante dificil que hayan sido
108 BIBLIOTECA GALLEGA

trasladados sus huesos :1 este vericueto del


Aloya.
-Con lo cual ya concedes que existió San
Juli:ln y que fué mártir.
-Que no es poco conceder, repliqué. La
tradición le supone vivo y muerto en Galicia.
Dado lo primero, tuvo que ir á África en pos
del martirio .....
-Esa no es dificultad.
-Si, lo es, porque estaban los vandalos en
casa y no necesitaba buscarlos fuera. Dado lo
segundo, miente el martirologio, que lo supo-
ne muerto en África. Estas contradicciones me
inclinan á negar asenso á la tradición, desposeí-
da de fundamentos, por otra parte, y apoyada
quizi en gratuitas creencias.
-Dicen que aUn se conservan en la monta-
ña restos de las viviendas de los . mártires.
-Eso estudiaremos, porque me parece que
será todo, menos lo que se cree que es.
En estas agradables pláticas entreteníamos el
tiempo, cuando observamos que ya íbamos fue-
ra del radio de la ciudad, y nos acercábamos á
Pazos de Reis.
A pesar de ser invierno, la naturaleza osten-
taba su brillante copia de dones en aquella ri-
sueña comarca. Nuestras miradas vagaban de
RECUERDOS DE GALICIA I 09

un punto á otro, y nos comunicábamos mu-


tuamente el placer de la contemplación .
-Pazos de Reis es una págin.1 de nuestro
pasado. Aquí se alzó, siglos ha, el palacio de
Witiza. El labrador ignora quiza que su caba-
ña ocupó el mismo solar que el alcazar del
godo.
-El nombre de la aldea puede dárselo á en-
tender,-observó mi amigo .
-Pa::o en gallego significa palacio, y así de-
ducid que vive en Palacios de Reis.
-Mira tú, pues, con cuanta razón igualó el
lírico latino alcázares y cabañas. Todo vino á
ser uno con el tiempo. ¡Qué ·crueldad y que fi-
losoflal-
Meditamos durante un rato, sin duda en las
miserias humanas, basta que la voz de nuestros
compañeros nos llamó á su lado, del que in-
sensiblemente nos apart:lbamos.
Haciendo rumbo a la izquierda, pasamos no
lejos del río Pexegueiro, que toma nombre del
lugar que fecundiza.
-Otro recuerdo histórico. La nobleza de
Galicia, reunida en Pexegueiro, elevó á Mariana
de Austria, la célebre representación que po-
dríamos copiar en nuestros días. El tiempo en
esto no hizo nada de nuevo, Galicia está tan
1 10 BIBLIOTECA GAlLHGA

a
mal como estaba fines del siglo XVII, ó poco
menos.-
Mas, he aquí que llegamos a la falda del
monte. Con todo el fuego de la juventud aco-
metemos la empresa. ¡Arriba!
Han transcurrido gratísimos momentos en-
tregaJos a la adm iración de la naturaleza, ya
los recuerdos de la historia.
Al presente, no pensamos mas que en subir
una legua.
Eran las dos de la tarde, y las tardes de Ene-
ro son de aprovechar.
A poco rato, encontramos una cascada entre
peñas. Mientras nos alcanzaban los rezagados,
descansamos al pie del lecho espumoso de las
hirvientes aguas.
a
En seguida la emprendimos través de pina-
res, unas veces, y de eriales, otras. Ya la senda
se obscurecía entre n1oles inmensas de granito,
ya volvía a esparcirse en dilatado campo de
verdura. De cuando en cuando la tosca cruz
de berroqueña nos aseguraba en el itinerario,
como las antiguas miliarias romanas.
Muy poca gente veíamos a la par de nos-
otros ó en dirección encontrada. Y, ala verdad,
es un sacrificio la subida del Aloya. Por eso la
romería es escasa de concurrencia. Los piado-
RECUERDOS DE GAL!ClA

sos oyen misa en la capilla de la cumbre y se


retiran al mediodía. La viva luz de la cima les
hace más temerosos de las tinieblas del valle.
La noche, en la montaña, es horrible.
No nos faltaba un guía, hijo de los vecinos
lares, que hablaba más de lo que sabía, y sabia
todo el legendario de la tierra.
Le escuchábamos sin atención, que sólo le
presrabamos cumplida, cuando nos dirigía por
yermos nunca ó rara vez hollados.
-Si quieren ustedes ver una piedra muy
singular, y las ruinas de los mirtires (sic), ha-
remos aquí un pequeño rodeo .
-Desde luego,-conteste yo, que no desea-
ba otra cosa .
Bajaba entonces un grupo de aldeanos, entre
los cuales se hacía notar uno lujosamente ves-
tido, que traía, a guisa de banda de gran cruz,
una enorme correa blanca, destinada, al pare-
cer, á sujetar un saco que pendía vacío de su
espalda.
Según nuestro guia, aquel saco había servi-
do para llevar la imagen de San J ulian, desde
la falda á la cima del monte.
-¿Pues no hay imagen siempre en la capi-
lla?-pregunte:
-Diré :í usted : hay generalmente dos. Una
J J2 BIBLIOTECA GALLEGA

es de piedra, muy antigua y venerable, que es


el sauto verdadero, otra es de madera, hecha
ha poco; pero los devotos no la quieren bien,
porque la conocieron roble, y le llaman el
guardia civii.-
Una ruidosa carcajada acogió esta peregrina
especie. El buen aldeano continuó imperturba-
bl e:
-C uando se quiere que el tiempo vade, se
saca el santo de piedm en procesión, de b capi-
lla á Tuy, 6 de Tuy á la capilla, según donde
se halle desde la última vez . Y como la subida
al Aloya con el santo en andas, no es posible,
se ideó el medio de llevarlo á cuestas en un
saco como más fácil ...
-Y reverente,-añadi6 mi amigo.
-¿Varía el tiempo, en efecto, cuando San
Julián sale en rogativa?-curioseé yo con inte-
rés.
-No falla,-dijo con el mayor aplomo el
sesudo montañés.
-Va á llover esta tarde para nuest ra vuelta,
porque el di a es precioso y San J ulián se mo-
vió ..... -
El gula no repuso silaba.
Poco después, sorprendimos, en un páramo,
un surtidor natural rodeado de infinidad de
RECUERDOS DE GALICIA 11)

guijas. Asi debian de ser las fuentes del de-


sierto , que conmemora Moisé:s.
Paso tras paso-que no de otra manera atra-
vesó Anibal los Alpes,-nos hallamos, al fin,
en frente de la piedra anunciada .
Éramos cinco á contemplarla, incluso el
guia.
Nuestro p_rimer movimiento fue de sorpresa.
Figuraos un inmenso monolito de tanta lon-
gitud, que podía ser visto por nosotros forma-
dos en linea, ocupando el integra la paralela;
de una latitud como la de un galeón por la po-
pa, y de altura mayor que á la que se elevaban
nuestras cabezas. Sobre esta 1nasa granítica,
descansaba otra, que afectaba la forma oval de
parecidas dimensiones. Los dos megalitos cons-
tituÍru1 un monumento maravilloso por lo gi-
gantesco. Se comprendia que la piedra supe-
rior habia sido colocada artificialmente sobre la
inferior. Ambas eran lisas, y se inclinaban un
tanto hacia el terreno descendente. Causaban
admiración y miedo.
Cada cual dijo lo que le pareció. Yo no ba-
bia visto jamás cosa semejante; pero por la lec-
tura y el recuerdo de láminas de historia, com-
prendi que estábamos delante de un soberbio
do/mm céltico.
114 BIBLIOTECA GALLEGA

La configuración del terreno en que se ele-


vaba, era la de un castro, algo alterado por las
lluvias.
Desde aquella eminencia distinguimos lo
que el guia señalaba en punto no lejano, como
las ruinas de los mártires, y las apreciamos
como genuinos men!tires de los hijos de Ery.
¡Que mundo de ideas se agolpó en nuestra
frente! Toda una epoca de misterios,ts grande-
zas resucitaba ante nosotros, en tanto contem-
plibamos absortos los seculares monumentos
de nuestros ilustres aborigenes.
Entonces recordé cómo el nombre de Tu.y
acusaba la etimología celtica de Tuid, pueblo.
Entonces recordé las analogías que existian en-
tre las luminarias de San Juan , en la epoca
moderna, y las del solsticio de verano en la an-
tigua; entre el aguillaldo de nuestros tiempos y
el aguein-ci!tt (el trigo germ ina), grito ó saludo
de ventura y bendición de la raza ariana.
Tambien suscite el recuerdo de la ciudad al
pie del monte, en lejanos siglos, y el de la cos-
tumbre cristiana de erigir iglesias donde quie-
ra que el antiguo culto tenia manifestación es-
pecial.
-¿Quien sabe,-añadía yo,-si este dolmen
es el túmulo del patriarca celta que fundó
_ _ __RE
_· CUERDOS DE GAUCJA r15

a Tuy! ¡Quie n sabe si los primeros creyentes


del país levantaron el ara cristiana para bornu
la memoria del sacrificio druidico aquí reali-
zado!.. ..
a
El sol empezaba declinar, y aún teniamos
que subir gran trecho para llegar a la capilla .
Con verdadera pena me aparté de aquel lu-
gar, y comencé la más fatigosa ascensión del
Aloya.
El panorama se iba dilatando por momentos.
El aire se hacía más puro y ligero. La atmósfe-
ra más diáfana. Un vientecillo de Poniente se
dejaba sentir en crescmdo. La cumbre nos
aguardaba á corta distancia .
Embebidos en la abstracción que nos causa-
ran el do/mm y los mmllires, subimos el temi-
a
ble repecho próximo la cima, sin apercibirnos
de ello .
Vencida esta dificultad, nos hallamos en una
meseta ó planicie, donde se erguían las modes-
tas paredes de la ermita de San Julián .
Los romeros no llegaban á quinientos. El
refuerzo de los colegiales animaba el concurso.
Pisábamo~ mullido césped, no de otra suene
qne el solitario de Siria huella la florida cum-
bre del Tabor.
Inmediatamente entramos en la capilla, á sa-
I 16 BIBLIOTECA GALLEGA

ludar á Jos bienaventurados héroes de la fiesta,


y allí vimos el verdadero santo y el guardia ci-
vil, esto es, la imagen de piedra y l:t de ma-
dera.
Nuestros compañeros se esparcieron luego
por aquellas breñas. Los cuatro que habíamos
peregrinado juntos, no nos separamos.
El guía nos condujo a la fuente de Sa11 Yu-
tián, manantial de fresquísima agua, que apagó
nuestra sed, y que derrama su líquido tesoro
por la vertiente Sur del monte.
N uestro cicerone prefirió el licor de Sileno;
brindó por la salud del santo, y se despidió de
nosotros para ir a bailar una n"beiraJZa con la
mas poética doncella de la romería .
Pronto quedamos solos mi amigo y yo.
Como hijos de la misma playa, ansiabamos
verla, siquiera de lejos, y nos decidimos a tre-
par, cual cabras, por unos peñones que parecían
ser el punto más alto del Aloya.
Asl se efectuó. Reposamos en el vericueto y
tendimos la mirada sobre la nueva tierra de
promisión.
La perspectiva era admirable.
Surgían del mar las escabrosas islas Cíes,
presentando, por efecto de la luz solar, todos
los flancos perfectamente de relieve.
RECUERDOS DE GALIC!A 1 17

Desde alli se extendia el golfo de Vigo con


sus pintorescos puert<'s en la peninsula de Mo-
rrazo; y mas alllt de esta, domioabamos la ria
de Pontevedra, hasta perderse la vista en una
línea obscura, formada por la tierra de Saojenjo
y Combarro. Llegabamos, pues, a divisar nue-
ve leguas geognlficas por el Norte.
Signiendo al Este, impedia la visual la pró-
xima montaña de San AntonÍ0 1 que nos estor-
baba contemplar a Vigo.
Hubimos de contentarnos con reconocer
media bahia, y replegar nuestros vuelos á las
comarcas más cercanas del Porriño, cuya ca-
rretera hasta Tuy, veíamos sin dificultad, ser-
penteando por las Gá11daras ó navas de Budiño,
que recuerdan el paso de Alfonso el Católico,
en la reconquista.
Deslizábase por alli entre arboledas el Lau-
ro, que venía i morir al Miño .
Bste semejaba una cinta de plata, ouyas on-
dulaciones percibiamos desde más allá de Sal-
vatierra, besando los viejos muros de Monzon,
en tierra portuguesa, y dividiendo dos patrias
con su lecho de sauces, posado en las vegas
nu\s amenas que pudiera idealizar el Lorenés.
Al Sur, se alzaban las torres agudas de Tuy
y las merlonadas murallas de la extranjera Va-
118 BIBLIOTECA GALLEGA

len1=a; dos ciudades hermanas en la historia, en


la lengua y en la hermosura. Preciso es ver
aquellas campiñas, siempre verdes, para for-
mar idea cabal de tan encantado paraiso.
Los accidentes del terreno nos velaban el
curso del Miño, á veces; pero alcanzabamos á
distinguir las puntas del monte de Santa Tecla,
en la Guardia, donde el río y el mar se mez-
clan en rumoroso concierto.
La cordillera del Cereixo, gigante de nues-
tros confines, destacaba al Oeste, sus pardas y
ásperas moles. Tras ellas se dilata la costa bra-
va desde la desembocadura del Miño hasta
Bayona.
Infinitas villas, aldeas, caseríos y santuarios
esmaltaban nuestros alrededores.
Volviendo al punto de partida de nuestra
contemplación, vimos el negro castillo de la
antigua Erizana, batido por las rompientes del
Océano.
De pronto apareció en el mar una fogata de
hermoso color rojizo . El sol tocaba ya en Occi-
dente. Su disco se agrandaba y despedla un
fulgor singular. Cuando desapareció del hori-
zonte, sobrevino en mí una impresión de tris-
teza. Apenas podla disiparla mi amigo, lla-
nHindome }a atenciÓn a los bell!simos matices
RECUERDOS DE GALICIA 1 19

del cielo en el crepusculo. Aquel astro que se


sepultaba en el mar, llevaba consigo mi con-
tento.
Sonó entonces la campana de la ermita . Nos
levantamos y dirigimos al cielo una breve ora-
ción, tal vez en el mismo lugar santificado
por el druida con sus preces del plenilunio.
El encanto de la tarde, las memorias del
pasado, el espectáculo sublime que presencia-
ba, la imagen de sus hogares, la oración y la
misma melancolía de un espíritu soñador, me
trastornaron. Cuando quise hablar, sólo acerté
á decir con emoción la más viva, pugnando
por sonreir como antes:
-Amigo mío: me reconcilio con San )u-
lian y compañeros martires, en ofrenda euca-
rística de lo que me han hecho ver, sentir y
admirar.
A todo esto, la noche avanzaba. El valle es-
taba casi en la obscuridad, y no tardaría mucho
el monte en velarse con el tocado de los te-
rrores.
-¿Ha concluido vuestro éxtasis?-nos pre-
guntaban los compañeros, empezando ya ,¡ ba-
jar la montaña .
Ellos, mas alegres y positivos que nosotros,
embellecían ,¡ su manera la jornada. Hubo al-
BTBLIOTECA GALLEGA

gunos que se echaron a rodar muy tranquila-


mente por la peligrosa cuesta.
El viento había recrudecido, y el fria que-
ría hacerse penetrante. Los crepúsculos de in-
vierno son cortos y poco agradables. Nos ha-
bíamos dejado sorprender por la noche en la
sierra. Sólo temíamos entonces que lloviera,
según el pronóstico relativo a la procesión del
santo.
Contestó a estos temores la voz de nuestro
guía, que tornaba de la peregrinaci6n con los
último aldeanos y volvía :1 incorporarse a nos-
otros.
-Hoy no llueve, dijo, porque si el santo
se movió, fue para festejarle y no para otra
cosa. ¡No faltaría masi-
Hízonos reir la salida del labriego, que su-
ponía un contrato entre el santo y sus devo-
tos, no muy autentico, para el mas fanático
moralista.
El buen hombre venía más alegre que lo n·-
gufar. Sus chistes por una parte, y los tumbos,
resbalones, mal reprimidos votos y quejas de
cansancio de unos y otros, me volvieron la
anterior alegría.
Algunos .encendieron velas, que, rodeadas
de un CUCUrucho de papel V SUjetas a la punta
RECUERDOS DE GALICIA I2I

de un palo, hadan por aquellas veredas el efec-


to de la columna de luz maravillosa que guia-
ba a Israél por el desierto .
Quien cantaba, quien gritaba; uno se lucia
con piruetas y cabriolas, otro repiqueteaba las
castañuelas, y el buen humor presidía nuestra
vuelta al hogar.
Así distrajimos la legua de bajada. Ya cer-
ca de la ciudad, nos restituimos al orden.
La luna creciente nos enviaba sus tibios
resplandores . La poesía de la noche recordaba
la poesia de la tarde.
Con la cabeza llena de ideas que se atrope-
llaban unas á otras, nos complaciamos en ha-
blar de todos los acontecimientos de la jor-
nada.
Al recm·dar el ulmulo de nuestros patriarcas,
sübito pensamiento cruzó por mi frente.
-Mira el cielo, dije a mi amigo.-¿Qué es?
-Él, sorprendido por mi pregunta, contestó
con la mayor naturalidad :
-Veo un hermoso cielo azul, una luna que
encanta y estrellas a millares.
-Esas son las armas de Tu y . Recuerda sus
blasones: la luua crecimte y tres estrellas m
campo mm l. Hemos hablado de celtas y drui-
das ...
BIBLIOTECA GALLEGA

-Basta,-me interrumpió mi amigo.-Hoy


quedo plenamente convencido de que soy nieto
de celtas y druidas. El escudo de esta noble y
antigua ciudad es la mejor preséa de su abo-
lengo .
-No hemos perdido el tiempo al ir en ro-
mería a San Julian del Monre,-decia yo, en-
trando ya en el claustro bajo del colegio.
-Y sera inolvidable para nosotros la ascen-
sión al A/oya,-añadió mi concolega.
Eran las nueve de la noche cuando reposaba-
mas de tanta fatiga. El alma, empero, trabajaba
mis que nunca.
DE VIGO A GOYÁN
~

Á LA SEÑORA DOÑA ESCOLÁSTICA SUÁREZ

DE FERNÁNDEZ

ENAS despuntaba la aurora del 3 r de


Agosto de r869, salía de Vigo, por
la carretera de Bayona, para satisfa-
cer una amistosa deuda, y para llenar el vivo
deseo que tenía de recorrer toda la costa marí-
tima, desde mi patria hasta el desagüe del Miño
en el Océano.
Me esperaban :\orillas de este encan tado río,
y para mas obligarme, me acompañaba un jo-
ven, que a su clara inteligencia y digno cora-
zón, unb la dicha inapreciable de llamaros ma-
124 BIBLIOTECA GALLEGA

dre, á vos, mi buena amiga, para quien trans-


cribo estos ligeros apuntes de cartera.
Habiamos pasado en Vigo los dias de fiesta
de su Patrona y del famoso San Roque. La
vispera de nuestro viaje fué el descanso de la
excursión a Cangas, cuya romeria del Cristo y
cuya parroquial, la mejor de la provincia, des-
pués de Santa Maria de Pontevedra, nos impre-
sionaron agradablemente.
Mi expedición á Bayona y La Guardia, era
pensamiento antiguo. Queria ver, siquiera al
vuelo, los valles de Fragoso, de Miñor y del
Rosal; queria ver las rompientes del Atlántico
fuera de mi tranquilo puerto; queria ver mo-
rir un gran rio en el mar. Todo iba a cumplir-
se entonces.
Desvanecíanse poco á poco las brumas mati-
nales, restos de la tempestad de la noche ante-
rior, y dejaba percibirse, cada vez mas claro, el
risueño panorama de mi tierra.
La diligencia partia velozmente. A los trova-
dores peregrinos han sucedido los cronistas en
posta.
Las blancas agujas del palacio condal de
Friegue, la negruzca torre de Valladares, los
campanarios de Freijeiro y Castrelos, pasaban
un momento ante nuestra vista, lo suficiente
RECUERDOS DE GALIC!A 125

para no advertirlo quien, mas distraído que


nosotros, no hallase en cada piedra, en cada
terrón de aquella comarca, una memoria que
evocar de tiempos pasados.
Los tambores y cornetas anunciaron alegre-
mente la diana en el Castro, celoso guardador
de tan bellos como honrados confines. Aquel
ceo de la patria era una despedida.

II

¡Ya una legua!


Estamos en Corujo, tan celebrada por su
derruido monasterio de benedictinos.
Bosques de sauce, prados de verdura, arro-
yos que van y brisas que vienen de la playa:
esto es delicioso .
¿Mentid. la tradición que sitúa aquí una co-
lonia de fenicios? ·
N o podemos detenernos a ver las extrafias fi-
guras grabadas en las piedras, ni a admirar los
mosaicos que se desentierran todos los días.
Allí estila fresca isla de Toralla, retiro del
sabio Fructuoso, metropolitano de Braga, ve-
nerado en nuestros altares.
La carretera se pierde entre magníficas ar-
boledas. Los arrullos de la selva y del mar, vie·
126 BIBLIOTECA GAUEGA

nen confundidos hasta mí. Vuelve á ser de


noche en la espesura.
Cuadro disolvente de la naturaleza, no trans-
curre un minuto sin un nuevo paisaje. La ría
de Vigo, de las mejores del mundo por su ex-
tensión, seguridad y hermosura, nos encanta .
Ya se distinguen las barcas de los pescadores,
y más allá la velo latina de las goletas y el hu-
mo de la máquina de Walt.
Atrás quedan las riberas de Samil, en donde
escarmentó al turco el valor de Vázquez Ozo-
res, en r6r7. Saludamos el solar de los Falco-
nes, dignos hijos de nuestra marina .
Monteferro surge de las olas como el lecho
maternal de Niobe. A su falda se extiende el
dormido arenal de Panjón.
A mi izquierda diviso la risueña lontananza
de las colinas que anuncian la próxima cordi-
llera del Cereijo .
¡Sombra de Suero Yañez de Parada, capi-
tán de Pedro de Castilla, no te han olvidado los
buenos descendientes de Alfonso VIl La tea y
la piqueta arruinaron tus castillos; pero no bo-
rraron tu nombre del libro de las generacio-
nes.
Parada es el itinerario de Gondomar, titulo
gallego de nuestras grandes épocas.
RECUERDOS DE GAL!CIA 127

Llegamos ;\ Nigián. Ha concluído el valle


de Fragoso y empieza el de Miñor. Italia, Sui-
za y América, tienen aquí su rival. ¡Bendita
seas, tierra de promisión!

III

El sol naciente viste de oro las más deleita-


bles campiñas, las playas nu\s pintorescas y los
más nobles hogares de Galicia.
Veo el puerto de Bayona en el vértice an-
gular de la población y el castillo; las islas Es-
telas, humildes y temerosas junto á la orilla;
las Cíes, gigantes y escarpadas, desafiando los
furores del Océano . La que hasta ahora es sólo
una perspectiva, va á ser una mansión de mi
camino .
Gocemos antes en la Ramallosa. Vestida de
clari<tad, coqueta de las marinas, se refleja en
las aguas bullidoras de su río y en las salobres
de Atlante. Hija profana de estos viejos lares,
no borres la memoria del ilustre Arias Teijei-
ro, el sabio que ha honrado tu suelo ventu-
roso!
Crucemos el puente. Centenares de gavio-
tas emprenden el vuelo, al retumbar el carrua-
je sobre la sillería.
128 BIBLIOTECA GALLEGA

Esto es un vertigo. Todo ha pasado como


una decoraci6n fantástica, placer de un instan-
te para los ojos, imagen indeleble para el pen-
samiento.
No hay tiempo para más . Se corrieron tres
leguas entre vergeles de leche y miel como
los de Siria, y arenales con rocas cubiertas de
flores .
No hay tiempo para la contemplaci6n. No
hay tiempo para el recuerdo. La rueda de
la existencia es como la rueda del coche; una
nueva vuelta, un nuevo terreno.
Esta es la vida.

IV

Llegamos á Bayona, pueblo de gmte 1wble,


de hidalgos y de lealtad, como le llama el li-
cenciado Molina.
Escribla el buen can6nigo en el siglo XVI,
y podla atestiguar el floreciente estado de la
villa, hoy sin más ventura que sus recuerdos.
Se nos da media hora de espacio para visi-
tarla. Recorramos á prisa sus calles limpias y
rectas, miremos de paso los abundantes escu-
dos de sus portadas, y vamos á la Colegiata,
viejo flor6n de su corona.
RECUERDOS DE GAL!CIA 129

El 7 de Mayo de 1201, Alfonso IX de León


otorgó la carta-puebla y fueros de l3ayona,
nombre que el mismo dió á la antigua Erizana,
sei\alandole el lugar de las nuevas edificaciones.
Los muros robustos y ennegrecidos del s.m
tuario simbolizan admirablemente el siglo XIII.
He alli las arcadas del atrio; he ahi el rose-
tón de la edad media; he alli el románico um-
bral que atrae al viajero y al artista.
Tan intensa como rápida es la impresión del
templo en mi alma. Puedo aspirar el mistico
perfume de aquellas bóvedas seculares, puedo
cruzar el coro de las divinas alabanzas, puedo
llorar el abandono y el olvido de esa mansión
de arcanos y memorias.
Cerca de ella se eleva la iglesia dedicada :í
las célebres nueve hermanas, mártires del si-
glo II, hijas de Cayo Atilio, presidente de Ca-
licia.
El son del órgano vibra en nuestros oídos;
acompaña las preces de las virgenes del señor.
Nos espera el castillo.
Este castillo es m:\s grande que Bayona; se
alza sobre una colina que muere en el mar .
Los gruesos paredones que le circundan, han
sido testigos del valor gallego.
Las armas de la casa de Austria campean
I JO BIBLIOTECA GALLEGA

donde qu iera, mostrando el aprecio de los Fe-


lipes a la fortaleza.
Su interior es un laberinto. Torres a lo largo
de sus murallas, un convento en la platafor·
ma del centro cuevas subternineas que con-
1

ducen al mar. .... Es preciso un día para visitar


el histórico fuerte .
La tradición ha dado el nombre de Torre
del Príncipe a la mas alta y avanzada, en cuyos
lóbregos senos apuró una vida de horrores un
misterioso máscm·a de ltierro, vktima de 1as
iras reales.
También vela aquí el genio del desamparo.
¡Cuantas veces hubiera sido mejor el olvido
que la profanación! Mirad esa torre gótica, que
debió ser hermosa en su juventud, horrible-
mente mutilada y· rehecha para servir de reloj
en su vejez!
No pensemos en el presente.
Hallamos la noble Erizana, la famosa colo-
nia que compartió con Iria, Lucus y Brigancia
las glorias de la civilización latina.
Aquí humilló Viriato a Serviliano, y t ras de
ese fasto esplendente, Julio César supo en es-
tos hogares cómo morían los Caláicos y los
Herminios; aquél, en el año 1 p, y éste, en el
69, antes de Jesucristo.
RECUERDOS DE GALIC!A 1 31

Aqui se albergaban aquellos monarcas de la


reconquista, celosos de la prosperidad de la
villa ganada al adbe por Alfonso I.
Aqui lucían su poder los próceres feudales,
dejando memoria eterna Suero Yañez de Ro-
may, último señor de Bayona, y Pedro Alvarez
de Sotomayor, postrer azote de las comarcas
del Sur.
Aqui levaban ancla los piratas de Albión co-
mo antes los aventureros de Normandía, hu-
yendo al victorioso alarde de los hijos de Es-
paña.
Aqui se vivía para Dios y para la patria.
Jam>ÍS escaseó la sangre de los héroes, é Isabel
)a Católica libraba de todo pecho y tributo al
hourado solar de tanto buen caballero.
Montereal, se llamó desde entonces el cas-
tillo de Bayona.
Mas ¿cómo repasar en un breve instante las
paginas del pasado?
Cerremos cou dolor ese libro diamantino,
que registra en las épocas modernas el hecho
de haber sido est'' valerosa villa la primera que
lauzó el grito de iudependeucia en Galicia con-
tra el invasor Bonaparte.
Nos llaman.
Despidamos a Bayona, y con ella los confi-
1 )2 BIBLIOTECA GALLEGA

nes de la pintoresca ría de Vigo. El valle de


Miñor se prolonga tierra adentro: nosotros va-
mos por la costa.
¡Salud, noble rincón de Galicia! La fortuna
parece haberte abandonado, y yo, que soy el
obscuro cronista de una edad más obscura, el
humilde poeta de los dolores, yo te consagro el
voto más sincero de mi amor a la patria, el
sentimiento más delicado de mi corazón de
artista.

Cuando se sale de Bayona para La Guardia,


cambia por completo el decorado de la natura-
leza.
A los campos floridos del interior de la ría,
suceden los ásperos pedregales de la costa bra-
va. Ya no hay alamedas, ni ermitas, ni caseríos;
la soledad impera al borde de aquellas aguas,
sin otro límite que el horizonte.
Va perdiéndose de vista el castillo de Mon-
tereal, :1 cuyos pies rugen las alborotadas olas
del Atl:lntico.
Sigue la carretera paralela á la orilla , ci-
mentada sobre abismos de rocas, medrosa bajo
RECUERDOS DE GAL!C!A l 33

las moles del Cereijo, que parece se desploman


encima del viajero, y batida constantemente á
la derecha por el mar.
El Oceano asorda todo el ruido de la tierra,
bien que la tiernt allí es el desierto con toda la
magnificencia del Sinaí y del Horeb. Figuraos
el imponente oleaje petrificado de súbito, y po-
dreis formar la idea de aquellos áridos peñas-
cales.
El espectáculo es grandioso. La vida huyó
de aquel inhospitalario yermo, en donde no
resuena ni el grito del cuervo marino. La
tierra y el agua no albergan existencia al-
guna.
Avanza sobre el furioso elemento el cabo
Silleiro, con su faro, guía salvadora del nave-
gante.
Después, Cela, Raiña, S.tn Cosme, Mongas y
Pedornes, pasan ante los ojos como mansiones
de nómadas, cuyas tiend,ts apenas se destacan
del fondo pardusco, ceniciento, lúgubre del so-
litario monte.
Así corren otras tres leguas.
Suena de pronto la campana, y las palomas
se ciernen sobre nosotros.
Atr:tvesamos el Sahara y nos anuncian el
oasis .
I 3+ BIULIOTECA GALL~GA

VI
A vista de pajaro se presenta al peregrino la
cisterciense Oya.
Desde la altura media del Cereijo, hasta el
nivel del mar, se despliega en tres ó cuatro
agrupaciones el caserío, ocupando .b hondona-
da el magnifico mo nasterio de Santa Maria la
Real.
La fabrica de gran ito consta de tres cuerpos
principales: dos claustros , uno Je ellos sin ce-
rr.u·, y la iglesia, cuya fachada mira al Océano.
La torre, negruzca y maltratada por el tiempo,
el hombre y los r;tyos, domina la llanura; pero
queJa at\n más baja que la carretera, desde la
cual se descubre perfectamente el plano de toJo
el edific io.
La exclaustración sorprendió :1 los monjes
antes de terminar la obra moderna. Ésta y la
antigua, sin embargo, ofrecen sobrados móvi-
les para fijar la atención del más indiferente.
Dentro del templo es de admirar la bóveda
plan:1 de la sacristla, algün cuadtro de artista de
co¡¡_ulla, y el altar mayor donde aparece la vir-
gen sobre monstruos marinos, segUn la tradi-
ción que refiere haber llegado la imagen asi
por el mar.
RECUERDOS DE GALIC!A l) 5

Un malecón defiende el sagrado recinto de


implacables furores; y al par de torres, claus-
tros, cruces y altares, se elevan los muros en
que tronaba un tiempo el cañón de guerra.
O ya fue monasterio de Bernardos, palacio de
Príncipes, y fuerte de soldados con habito.
Alfonso IX, Fernando III, Pedro I y otros
reyes, le otorg.1ron privilegios y mercedes, en-
tre los cuales es notable la de posesionarlo de
cuanto se veia desde la cumbre del Cereijo.
Los monjes hicieron de aquella soledad una
colonia rica.
Las infantas Sancha y Dulce de León, oraron
muchas veces bajo las bóvedas del santuario, y
á su tr••nquila sombra se deslizó la phlcida ju-
ventud de San Fernando.
Alfonso el Sabio, su hijo, recordó en sus ce-
lebres cántigas, el beneficio que Santa Maria
dispensó a la Reina Beatriz, y se presenta testi-
go de la gracia concedida:\ su madre:

Qucn na Virgcn groriosa

~~~f~~~;~E"~~~i~if~~;'mo,
Dt:st' un muy gmnd miragrc
vos quero decir que ol 1
e pero era minino,
mémbram~.: que foi :lSÍ.
136 BIBLI OTE CA GA LLE GA

C:í eu estaba diante,


e todo 6 vi e oi,
que fezo Santa Maria,
que muitos fez e fad.

• ¡Qué grato es repetir en la dulce habla galle-


ga las memorias de aquel rey tan ilustre!
Cuando la canonización de San Fernando,
los monjes de Oya obtuvieron el de recho de
izar la bandera de nuestras glorias sobre el ho-
gar del heroe en el aniversario de su feliz tran-
sito, saludándola con salvas de art illería.
La posición estrarégica del monasterio le va-
lió ser rodeado de murallas merlonadas, para
atacar desde allí al que trozaba audazmente la
ruta de Bayona y Vigo.
El 20 de Abril de r 624, cinco navíos turcos
se retiraban de aquellas aguas, ,·encidos por los
frailes dd Cister.
Todo ha pasado.
Santa María la Real de Oya puede testificar
;\ los siglos la injusticia de la fortuna, que de-
ja donnir en el polvo t.ultas memorias históri-
c:t.s, :utísticas y literarias .
Durante setecientos años el mar ha respeta-
do aquel padrón de mérito .
¿Respetaran los hombres la cruz abacial,
el legendario trono de Maria, el claust ro en
RECUERDOS DE GALICIA 1 37

que aprendió ,¡ amar á España el mornarca


santo?

VII

Una tristeza indefinible emborga al alma,


cuando vaga entre las sombras de las antiguas
edades.
Yo seguía el marcado itinerario de mi expe-
dición, siempre :1 orillas de un mar sin límite,
siempre en el silencio de un campo sin pasto-
res. ·
Dos monótonas leguas separan ,¡ Oya de
La Guardia, posando casi desapercibida la alde-
huela de San J uli:\n.
La caña de maíz, tan airosa en la fecunda
vega del interior, aparecía raquítica y agostada
sin haber brotado la espiga. Ni el pan del ara-
be produce aquella costa, que recuerda en Occi-
dente las este riles cercanías de Bevrut.
El pino, :lrbol mimado del Océano, es tan
raro y efímero., que las aves de rapiña, el buho
y el cuervo, no fían a su amparo el nido de ter-
nuras que depositan en las peñas.
N un ca olvidare el panorama de los tlltimos
confines de Galicia.
138 BIBLIOTHCA GALLEGA

VIII

Doblando á la izquierda, surge el arruinado


castillo de La Guardia, que tenían los arzobis-
pos de Samiago en tanta estima.
La villa, forma un alegre y caprichoso anfi-
teatro, verdadero reposo de la melancolia del
camino.
Me detengo un instante ,¡ recorrer sus calles,
algunas de rápida pendiente, y á ver su parro-
quial del siglo pasado, que tiene el honor de no
ser una muestra de la pobre estética de emon-

La Guardia yace en un ameno puertecito ,


formado por el cabo de su nombre y el de
Santa Tecla, que es la frontern de PortugaL
Aquí termina el paisaje marítimo y empie-
zan los encamadores valles que fecundiza el
Miño.
Dejo el Atlántico á mi espalda, y me interno
por el valle del Rosal, título el más propio,
por que aquello es un paraíso.
Verdura eterna embellece sus pensiles, huer-
tos de rosas y naranjas, edén que no soñaría la
creadora imaginación del persa Hafiz.
Como un enorme terrón de azl!car, se alza
RECUERDOS DE GALICIA 1 39

el mame de Santa Tecla, bifurcado en la cum-


bre y con la particularidad de no ser rama de
cordillera algnna. Diriase que es un montear-
tificial.
A sus pies muere el poetico Miño en el
Oceano. Una faja blanquecina, bastante indeci-
sa, señala la división de aguas antes de con-
fundirse.
La portuguesa Camiña se asienta en la barra.
Quiero recordar á su inolvidable conde, el te-
mido Pedro Madruga, que difundió á lo lejos
la fama de la casa gallega de Sotolnayor. Su
títtilo, elevado al de Duque con gmndeza de
España, en 1660, llevó un timbre mas á la po-
derosa familia de Medinaceli.
El Tecla se pierde en lontananza.
Ya no diviso la ermita en que cumple su
piadoso voto un pueblo creyente, que atribuye
todas sus venturas al Dios que derramó los
celestiales dones de su munificencia en un sue-
lo sin rival.
Vamos por Salcidos, patria del poeta Bau-
tista Alonso, cuyo apacible numen refleja el
sereno cielo de su cuna.
La naturaleza sonrie. El sol de mediodía ilu-
mina espléndidamente las llanuras de Taba-
gón y de Eiras. Desde el puente de Tamuye
'40 BIBLIOTECA GALLEGA

contemplo una perspectiva que estasía . Mon-


tañas de encinares y cañadas de flores; esbeltos
santuarios, y alquerías medio ocultas entre
frondosas vides; un río majestuoso que mur-
mura, y un piélago sin fin que ruje ..... España
y Portugal viéndose en las aguas como se ve
una nación en la otra ..... ¡Oh Dios!. ... ¿Por qué
esta Iberia no ha de ser tan feliz como her-
mosa? ....

IX

Cinco dias duró mi estancia en Goy<ln, al-


dea la menos bella de sus vecinas y término de
mi viaje.
Entre sus melancólicos pinares, la amistad
hizo gratas las horas, y el repaso de los tiem-
pos antiguos brindó solaz y entretenimiento.
Vagué á orillas del Miño, en el mismo solar
de la villa de Goyán de q66, quemada y arra-
sada por los portugueses.
Salude la torre señorial de la familia que
tuvo en feudo la población; rama ilustre de los
Romaez, uno de cuyos infanzones duerme el
sueño eterno en un sepulcro de la iglesia .
RecordC las proezas de los gallegos en
aquellas riberas , cuando nuestro marqués de
RECUERDOS DE GALICIA 141

Viana se engrandecía con una campaña tan


gloriosa como inutil contra las rebeldes provin-
cias de Felipe IV.
Contemplé las ruinas del castillo levantado
por los arzobispos de Compostela, capitanes
generales de Galicia, en la época de Carlos II.
Crucé el Miño para visitar la extranjera Vi-
lanova de Cerveira, con sus jardines, sus blaso-
nes y sus templos barrocos, dedicando una me-
moria á la jornada del 17 de Septiembre de
1668, en que cayó el conde de Vimieira pri-
sionero de los españoles.
Subí al Priorato, mansión de recreo de los
monjes de Oya, en la vertiente oriental del
Cereijo, y desde aquella colina di mi adiós i
las frescas campiñas regadas por las aguas que
se deslizan entre dos naciones hermanas.

Como no hay plazo que no se cumpla, llegó


el momento del retorno á Vigo, y quise volver
por los mismos lugares, para sentir de nuevo
las mismas impresiones.
Era el domingo 5 de Septiembre, y después
de oir la misa de aldea en Goyan, cruce el valle
142 BIBLIOTECA GALLEGA

del Rosal, oyendo el alegre clamoreo de las


campanas y la gaita gallega

que no s~ deciros,
si canta ósi llora,

según la expresión de Ruiz Aguilera.


Un prado de dalias semejaban las agrupacio-
nes de campesinas con su tocado de colores,
bellas como la tierra en que hablan nacido.
Todo simboliza alli la hermosura. La linea
curva, linea de la gracia, domina constantemen-
te en los templos de Galicia y Portugal por la
cuenca del Miño.
Desde la Guardia á Bayona, vine solo en la
diligencia. Se me otorgó el permiso de bajar ¡\
la última roca de la punta del Lobo, y desde
a
allí contemple mi sabor los dos infinitos: el
mar y el cielo.
El genio de las tempestades parecía cernerse
sobre mi cabeza.
La pesante brétoma avanzaba sobre la costa,
y sentí en el corazón una angustia inmensa.
La tarde, cada vez mas sombria, veló con su
manto de misterios las playas y los aleares de
Vigo.
Cuando el toque de oración llegó hasta mi
desde el querido santuario en que fui bautizado,
RECUERDOS DE GALICIA 14 3

repetía maquinalmente los versos á la 11iebla


inspiración de cisne de Enrique Gil, malogrado
en Berlín :\ los 27 años de edad:
¡Niebla que fuiste mi amor,
y de mi infantil desvelo
amparo consob.dor 1
que sola bajo del cielo
comprenderás mi dolor!
¡Qué mucho que yo te amara,
yo, desterrado del mundo,
que en tí perdido vagara,
y :i tí sólo confiara
mi desamparo profundo! ....

XI
Formule dos promesas, y he cumplido am-
bas. Fue una, el dedicaros estas paginas, mi bon-
dadosa amiga.
Fue otra, el pasar tercera vez por aquellas ca-
comarcas .... . ¡Ay! Lo hice para venir :1 Casti-
lla .. .. ¡Quien sabe si volveré á verlas!
Mis apuntes son inconexos, desaliñados y
creo que no muy alegres .
Cousas do 11zeu mal jJt·eseute, como diría
Eduardo Pondall
BIBLIOTECA GALLEGA
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Los Precursores; por D. Manuel Murguía .


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El~~~g,;,l/'g~~~~~·:·l,or D. Antonio de la Iglesia; tres
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Queixumes clos pinos; (poesíns gn1legas) por don
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llistotia ct·itíra de la literatura gallcqa; por D. Au-
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Varones ilustres ele Galicia; por D. José Pardiñas
Villalobos, con un Prólogo de D. A. Martínez Sa-
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ElofJiO drl f'. M. FrijoO; por D. Maree! o Mncíns y
Gnrcín; con un Prólogo del Dr. D. Juan Francis-
co Miguclez, y la Biografía del autor, por D. An -
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l...aR{b:lt~~ia de Ultra mm·; (novelas) por D. Aurclio

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del J~x.cmo. Sr. D. Eugenio Montero Ríos.
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D. JoaqtÚn de Arévnlo; con un Prólogo del Ex.cc-
lcntísimo Sr. D. Lcnndro de Saraleg;ü y Medinn.
Estudios soi.JnJ aa.lirin; por D. Lcandro de Sn.rnlcgui
y Mcdina.
Pol'.~ú1s selcrta$: (gallegas y castellanns) por D . .José
María Posad11; con tm Prólo~o de D . .losé dt• P.an·
tiag-o.
Caldo galler¡o; por D . .Juan Neirn Cancela.
Poesías gallegas y castellanas; por D. Francisco Añón;
precedidas de tLD estudio acerca del poeta y de
sus obras, por D . Víctoríno Novo y Gnrcía, y del
retrato del autor.
El cerco de la Conuia en 1589, 11 Mayor Fcrnánde.:.
Ar~i~~fo~~r J~~~ans~r;~l~~-r~~:: ~~~~~·l;~;~~~adna~?
con un Prólogo de D. Luis Rodríguez Seoane, y
el retrato del autor.
El mundo rural; por D. José Ogea.
Chorimas; (poesías gn.llcgas) por D. Alberto García
Ferreiro.
:. 1
~>··~~ ~~:-~{s~~~d~ yB~~~~:it ?~. de w1 viaje por Ga,licia.~· por D. Li-
: ,~-'.t-. ·-;~~~s~~a:~~\aG:r~ta g:lh'~~r:{~;1 ~~ !r~Ioe~o~0~~t:!
, ·y documentos, por D. Andrés 'Martínez Salazar.
·,~·:_·;!j< Oo:;_s~e~~~r~~clca; (\'ersos gn1legos) por D. Aureliano
Leyendas, tradiciones !J episodios hi.~t.6ricos de Galicia;
por D. J.uciano Cid Rermida.
Ecos de mi 1wlri{/; poT D . \V alelo Alvaroz Jnsua.
Hima1<; (poCBÍ;\S gnllegns) por D. Junn Bnrcia. Caba-
11m·o. •
Los Gt1errillcros r¡allt'fJOS de 1809; por D. Mnnucl Par-
do de Andraclc; con un Prólogo de D. A. ~[artí­
nez Sal azar, tomos I y II.
Primicia.~J; {poesías gnllegas y eastellnnns) por don
Salvador Cabeza León .
Juvenilia; (cuentos y uo,·elas cortas) por D. Camilo
Pl.acer; con un Prólogo de D. Manuel Murguía.
El Ultimo ltijt)(/allJn; (cuentos y novelas} por D. Ma-
nuel Amor ~feilán.
l'olc,·¡>as; (poesías gnllegns) por D. F.lndio Rodrí-
guez González.
Cr~J6~u~~~e~;~ ;pr~f~~~l~~ ~~"~~~if¡:~Jr~~ ~~:. 0~miJin
Ga/iria, fAHjn y A~turia.~; '"iajes y monumf'ntos) po1·
D. Rnmón Alvnrcz de In. Braña; con un Prólogo
de D. Lui~ Rodríguez Seoane.
Coufo-~ dt~ t1•rri1in; por D. Hf.'raclio Vt'n·z Placer.
El Gran Gallego (Fr. Mnrtín Sarmiento); por D. An-
to!in López Pelllez.
A Tccedcira de /Jonaval; por D. Antonio López Fe-
rreiro.
Por Galicia; (cuartillas y apuntes} por D. José Novo
y García.
~~~~~e~~~s :~ ~~¿~~i:~ lcoi)~V~,Ñ~;~.io Vesteiro To-

EN PRENSA

Poesías; por T. Yesteiro Torres (obras póstumas-JI)

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nes, nl precio de ~ pesetns uno, para los suscripto-
res á la misma, y á 3 los tomos sueltos.
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uez, Rua nueva, 19-La Coruña, acompañando su
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POESÍAS

T. VESTEIRO TORRES
(Obra.') pó~tuma s- 11 )

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