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3º Diapositiva

Jesús en la Última Cena, promete a sus apóstoles: “Mi Padre les dará otro Abogado, que estará con ustedes
para siempre: es el espíritu de Verdad” (San Juan 14, 16-17). Cristo prometió que este Espíritu de Verdad iba
a venir y moraría dentro de nosotros. "Yo rogaré al Padre y les dará otro Intercesor que permanecerá siempre
con ustedes. Este es el Espíritu de Verdad que el mundo no puede recibir porque no lo ve ni lo conoce. Pero
ustedes saben que él permanece con ustedes, y estará en ustedes" (Jn 14, 16-17)

4º Diapositiva

¿Para qué es prometido el Espíritu Santo?

(Jn 3,3; 2Cor 5,17) (Ez 36, 26) (Lc 24, 49) (Rom 8,15)

El Espíritu Santo nos ayuda a asimilar la doctrina de Cristo.

5º Diapositiva

¿Cuándo Recibimos al Espíritu Santo?


El Espíritu Santo entra en ti el día de tu bautismo y su acción se hace mas fuerte en tu alma, siempre que
haces un acto bueno como ir a misa, comulgar, confesarte, orar, hacer obras buenas, entre otras muchas
cosas.
El Espíritu Santo no deja de venir a nosotros constantemente
Experimentamos muchas venidas del Espíritu Santo durante nuestra vida. Las más fuertes son cuando
recibimos los sacramentos. Por medio de cada sacramento el “artífice de nuestra santificación”, el
Espíritu Santo, va acabando su gran obra en nosotros, nuestra transformación en Cristo.
Ya ves qué importante es bautizar lo más pronto posible a nuestros hijos, para que Dios empiece a vivir dentro
de ellos.
El Espíritu Santo, cuando habita en una persona, la purifica elevando su condición moral. En este sentido, la
persona es «santificada» por su acción. Asimismo, puede perderlo a causa de su debilidad.
Nadie puede arrebatarte el Espíritu Santo porque vive dentro de ti, solo puedes alejarlo de tu corazón tú
mismo, cuando cometes un pecado.
El Espíritu Santo permanece para siempre en tu alma, si crees y amas a Dios, actuando sin que te des cuenta:
Él es tu amigo, te aconseja y te anima en momentos difíciles.
Dios nos ama tanto que quiere permanecer dentro de nuestras almas.
Con la ayuda del Espíritu Santo, eres capaz de llevar a cabo cualquier tarea y de superar cualquier dificultad.
Él te dará consejos e inteligencia para resolver los problemas, y las fuerzas necesarias para seguir a Jesús.
Si sabes que el Espíritu Santo vive dentro de tu alma, por medio de la oración debes pedirle que te ayude
siempre, que te enseñe lo que debes de hacer en todas tus necesidades. Nunca olvidando de dar las gracias
por todo.
Si estás bautizado y vives en estado de gracia santificante, posees las tres virtudes más
altas: las virtudes divinas de fe, esperanza y caridad.

En religión la virtud se define como «el hábito o cualidad permanente del alma que da inclinación,
facilidad y prontitud para conocer y obrar el bien y evitar el mal. Por ejemplo, si tienes el hábito de
decir siempre la verdad, posees la virtud de la veracidad o sinceridad. Si tienes el hábito de ser
rigurosamente honrado con los derechos de los demás, posees la virtud de la justicia.
Si adquirimos una virtud por nuestro propio esfuerzo, desarrollando conscientemente un hábito
bueno, denominamos a esa virtud natural.
Dios, sin embargo, puede infundir en el alma una virtud directamente, sin esfuerzo por nuestra parte.
Por su poder infinito puede conferir a un alma el poder y la inclinación de realizar ciertas acciones
que son buenas sobrenaturalmente.

Una virtud de este tipo -el hábito infundido en el alma directamente por Dios- se llama sobrenatural.
Entre estas virtudes las más importantes son las tres que llamamos teologales: fe, esperanza y
caridad. Y se llaman teologales (o divinas) porque atañen a Dios directamente: creemos en Dios, en
Dios esperamos y a El amamos.

Estas tres virtudes, junto con la gracia santificante, se infunden en nuestra alma en el sacramento del
Bautismo. Incluso un niño, si está bautizado, posee las tres virtudes, aunque no sea capaz de
ejercerlas hasta que no llegue al uso de razón. Y, una vez recibidas, no se pierden fácilmente.

6º Diapositiva

Hechos 2,1-12 Hechos 2, 41-47

El Espíritu Santo vino el día de Pentecostés y nunca se ausentará. Cincuenta días después de la Pascua, el
Domingo de Pentecostés, los Apóstoles fueron transformados de hombres débiles y tímidos en valientes
proclamadores de la fe; los necesitaba Cristo para difundir su Evangelio por el mundo.

“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que habita en nosotros”
(Rom 8,11)

La Palabra PENTECOSTÉS viene del griego y significa “el día cincuenta”. Es la fiesta que celebramos cincuenta
días después de la Resurrección del Señor. La celebramos el domingo siguiente a la celebración de la
Ascensión.

Hch 2, 1-12

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos (unánimes) en un mismo lugar, y de repente vino
del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban
sentados. Se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de
ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba
habilidad para expresarse.

Había Judíos que moraban en Jerusalén, hombres piadosos, procedentes de todas las naciones bajo el cielo.
Al ocurrir este estruendo, la multitud se juntó; y estaban desconcertados porque cada uno los oía hablar en
su propia lengua.

Estaban asombrados y se maravillaban, diciendo: "Miren, ¿no son Galileos todos estos que están
hablando? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua en la que hemos
nacido? Partos, Medos y Elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea y Capadocia, del Ponto y de Asia
(provincia occidental de Asia Menor), de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia (Africa)
alrededor de Cirene, viajeros de Roma, tanto Judíos como prosélitos (Gentiles convertidos al
Judaísmo), Cretenses y Arabes, los oímos hablar en nuestros propios idiomas de las maravillas de Dios."

Todos estaban asombrados y perplejos, diciéndose unos a otros: "¿Qué quiere decir esto?"

Hch 2, 41-47

Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como 3,000 almas
(personas). Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento
del pan y a la oración.

Sobrevino temor a toda persona; y muchos prodigios y señales (milagros) se hacían por los apóstoles. Todos
los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común; vendían todas sus propiedades y sus
bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno. Día tras día continuaban unánimes en el
templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y
hallando favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos.

El Espíritu Santo nos ayuda a asimilar la doctrina de Cristo.

La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo.
Esta misión conjunta asocia desde ahora a los fieles de Cristo en su comunión con el Padre en el Espíritu
Santo: el Espíritu Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les
manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para entender su muerte y
resurrección. (Catecismo, n.737).

Con frecuencia notamos que tenemos ideas claras sobre la doctrina católica. Si nos hicieran un examen,
probablemente sacaríamos una buena nota. Pero una cosa es saber algo y otra es vivirla. Necesitamos una
ayuda especial para poder ir formando nuestra conciencia moral, y esta ayuda viene del Espíritu Santo.

En realidad, el verdadero artífice de una conciencia bien formada es el Espíritu Santo: es Él quien, por un
lado, señala la voluntad de Dios como norma suprema de comportamiento, y por otro, derramando en el
alma las tres virtudes teologales y los dones, suscita en el corazón del hombre la íntima aspiración a la
voluntad divina hasta hacer de ella su alimento.

Con mucha frecuencia no vemos claramente el por qué la Iglesia nos exige ciertos comportamientos morales.
En estas ocasiones tenemos que echar mano de una ayuda superior, la del Espíritu Santo. El puede doblar
nuestro juicio para hacerlo coincidir con el de Dios.

8º Diapositiva

Cómo actúa el Espíritu santo en nuestras vidas, para responder a esta interrogante te compartimos 3 acciones
del santo espíritu en cada uno de nosotros.

El Espíritu nos anima, nos mueve y nos lava.

El Espíritu Santo es una Persona, es Dios mismo que nos anima. Es un Fuego devorador, que posa en
nuestras almas como lo hizo en aquel día con sus discípulos que se presentó como lenguas de fuego y los
llenó, los inflamó y los animó, ellos estaban asustados llenos de miedo, este es el Espíritu que nos convierte
de cobardes en valientes.

Cómo actúa el Espíritu santo en nuestras vidas, bueno a veces somos cristianos muy cobardes que no
queremos hacer las cosas, que nos da miedo muchas cosas, y solo invocando al Espíritu Santo te convertirás
de cobarde en valiente.

Hacer mejores cada día, si tenemos el Espíritu tenemos esa fortaleza de querer seguir adelante. Como esos
Apóstoles valientes, pero solo luego de haber recibido el don del Espíritu Santo. Recuerden queridos
hermanos que el Espíritu Santo es una persona, es Dios mismo.

Hermano tu estás muerto espiritualmente, porque a veces aminamos como muertos, caídos, sin ganas de
salir adelante. Ya queremos tirar todo, abandonar, ya nos cansa, no yendo a misa, a la reunión. Empezamos
barriendo bien pero luego aflojamos.

El Espíritu santo nos mueve

El Espíritu Santo nos mueve, no basta con animarnos, necesitamos movernos, trabajar, ponernos en acción,
el espíritu nos anima pero ademas nos mueve, para poder nosotros trabajar por el reino.
Los apóstoles fueron animados por esas lenguas de fuego, pero no se quedaron encerrados, salieron y
salieron a qué: a anunciar, te pregunto, anuncias el reino o te da pereza y te quedas en tu casa, te da pereza
de abrir la boca.

Qué esperamos para cumplir lo que el señor nos ha mandado. Levántate de esa pereza que te llena, esa
pereza que evita hacer el bien que estas obligado hacer, levántate del pecado, que nos vuelve inútiles inertes.

El Espíritu Santo nos anima, pero también nos levanta, nos mueve para hacer el bien, no para ser perezosos.
Como los Apóstoles, salgamos hacer el bien, demos ese paso.

El Espíritu Santo nos lava

Pero también el espíritu Santo nos lava interiormente, porque podemos estar muy animados, empezar a
trabajar en el reino, estamos colaborando en la parroquia, en algún lado, pero con el corazón sucio, con el
corazón lleno de esas ataduras del pasado, oye tú puedes estar animado, incluso trabajar, pero con el corazón
sucio y si no lo lavas te va a durar muy poco ese trabajo.

Porque tarde o temprano la amargura, el veneno que llevas dentro va a salir de tu corazón, cuando tengas la
primera dificultad va a salir ese hombre esa mujer enojona, ese niño, esa niña soberbia malcriada, que no
quiere obedecer ese joven esa joven, que solo quieren que se haga lo que ellos quieren soberbios
caprichosos, hay que lavar el corazón porque luego porque a la primera dificultad sale nuestra envidia, las
ganas de hablar mal de la gente, de criticarla, de chismosear, todas esas suciedades, basura, que tenemos
dentro, van a salir si no dejas que espíritu santo las lave deja que dios lave tu corazón. Si ya llevas varios años
y no has lavado ese corazón que estas esperando.

Como Actúa El Espíritu Santo En Nuestras Vidas, actúa lavándonos interiormente. Si no mantienes una
relación con Dios pronto empezarás a causar división en vez de unidad, recuerda que en babel se
confundieron las lenguas.

Porque tenían el corazón sucio y querían ser mejores que Dios.

Pero en Pentecostés las lenguas se unieron, la unidad, porque el que ama a Jesús quiere ser uno con sus
hermanos.

El que realmente tiene el Espíritu en su corazón quiere ser uno con sus hermanos, no busca la división, el
cambio el que no tiene el Espíritu Santo dentro de si, busca la pelea, la critica, enfrentamiento.

Dejemos que el Espíritu de Dios, nos anime, nos mueva, y nos lave.

https://www.gotquestions.org/Espanol/funcion-Espiritu-Santo-actualidad.html
http://es.catholic.net/op/articulos/7987/cat/123/como-actua-en-nosotros-el-espiritu-santo.html#modal

EN NUESTRA VIDA, EN LA VIDA DE LOS CRISTIANOS: Aprendamos de María a reconocer nosotros también la
presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, a escuchar sus inspiraciones y a seguirlas dócilmente. Él nos
permite crecer de manera conforme a la plenitud de Cristo, con esos frutos buenos que el apóstol Pablo
enumera en su Carta a los Gálatas: «Amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre, dominio de sí» (Ga 5, 22). Hago votos por que os veáis colmados de estos dones y caminéis
siempre con María según el Espíritu, y, al tiempo que alabo vuestra participación en esta celebración
vespertina, imparto de todo corazón a vosotros y a vuestros seres queridos la bendición apostólica.

Su crecer en el orden del Espíritu. No debemos pensar que la Virgen haya entendido todo desde el primer
momento. Evidentemente comprendió mucho más que nosotros. Porque tenía, como dice Santo Tomas de
Aquino, la luz profética que le regaló un conocimiento mayor de las cosas de Dios.
Sin embargo, como ser humano, Ella crecía en sabiduría y desarrollaba su entendimiento a lo largo de la vida.
Por eso dice el Padre Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, que María iba adentrándose
crecientemente en el orden del Espíritu.

¿Y que quiere decir eso? María tenía que ir comprendiendo, paso a paso, lo que quería Jesús y lo que debía
hacer Ella a su lado. Tenía que entrar progresivamente en ese mundo de su Hijo Divino, en el que sólo el
Espíritu Santo podía introducirla.
VIRGEN MARIA
1.- EN LA ANUNCIACIÓN: La Virgen de Nazaret fue elegida para que se convirtiera en Madre del Redentor por
obra del Espíritu Santo: en su humildad, halló gracia ante Dios (cf. Lc 1, 30). Efectivamente, en el Nuevo
Testamento vemos que la fe de María «atrae», por así decirlo, el don del Espíritu Santo. Ante todo en la
concepción del Hijo de Dios, misterio que el propio arcángel Gabriel explica así: «El Espíritu Santo vendrá
sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra» (Lc 1, 35).

Cuando pensamos en el "Sí" de María a la propuesta de Dios, lo podemos imaginar en un ambiente casi de
novela "romántica", y olvidar que con ese "Sí", toda su vida quedó comprometida. La respuesta que ella dio
no era algo espontáneo o "lógico". María dirá que sí, más por confianza y fe, que por conocimiento. Ella
apenas podía entender lo que le había sido explicado... y sin embargo, dice que "Sí". Además, la fe de María
será puesta a prueba cada día. Ella quedará encinta. No sabe bien cómo, pero lo cierto es que su corazón
está inundado por una luz especial. Aunque su querido José dude, ella vive inmersa en el misterio sin pedir
pruebas, vive unida al misterio más radical que existe: Dios. Él sabrá encontrar las soluciones a todos los
problemas, pero hacía falta fe, hacía falta abandono total a su voluntad.

María se dejó guiar por la fe. Ésta la llevó a creer a pesar que parecía imposible lo anunciado. El Misterio se
encarnó en ella de la manera más radical que se podía imaginar.

2.- EN LA VISITACIÓN: Inmediatamente (de la Anunciación y Encarnación) después, María acude a ayudar a
Isabel, y he aquí que cuando llega hasta ella y la saluda, el Espíritu Santo hace que el niño salte de gozo en el
seno de su anciana pariente (cf. Lc 1, 44); y todo el diálogo entre las dos madres está inspirado por el Espíritu
de Dios, particularmente el cántico de alabanza con que María expresa sus sentimientos profundos: el
Magníficat.

3.- EN LA NATIVIDAD Y LA INFANCIA DE JESÚS: Toda la historia del nacimiento de Jesús y de su primera
infancia está guiada de manera casi palpable por el Espíritu Santo, aun cuando no siempre se lo nombre. El
corazón de María, en consonancia perfecta con su Hijo divino, es templo del Espíritu de verdad, en el que
toda palabra y todo hecho quedan conservados en la fe, en la esperanza y en la caridad (cf. Lc 2, 19. 51).

4.- EN LA VIDA OCULTA EN NAZARET: Podemos, pues, estar seguros de que el corazón santísimo de Jesús,
durante toda la vida oculta en Nazaret, halló siempre en el corazón inmaculado de María un «hogar»
permanentemente encendido de oración y de atención constante a la voz del Espíritu.

5.- EN LAS BODAS DE CANÁ: Testimonio de tan singular sintonía entre Madre e Hijo en la búsqueda de la
voluntad de Dios es lo acontecido en las bodas de Caná. En una situación preñada de símbolos de la alianza
como la de un banquete nupcial, la Virgen María intercede y provoca —valga la expresión— un signo de
gracia superabundante: el «vino bueno» que remite al misterio de la Sangre de Cristo.
4. Una vez terminado esto les diremos que María quiere de nosotros que pongamos en práctica esas
cualidades, ella estará detrás de ellos con una casta y flores de papel con una cualidad, los encuentristas
pasarán con ella a tomar una flor y María los motivará a trabajar en ellas para el servicio de su Hijo

5. Una vez terminado de pasar todos, nos volveremos a juntar y voluntariamente se les pedirá compartan
esa cualidad, como creen que puedan ponerla al servicio de Dios e irla mejorando.

- Cerraremos el tema con una cita bíblica: Hechos 1, 13-14 para explicarles que María a pesar de todo lo
había vivido, nunca perdió la Fe, ella seguía cumpliendo con la palabra de su hijo, esperando, y así
nosotros, a pesar de los problemas o circunstancias que vivamos, nunca perder la Fe ni creer que Dios
nos tenga olvidados, al contrarios seguir cumpliendo con su misión.

- Virtudes Naturales Virgen Maria


1. Amor ardiente de María a Dios
El amor a Dios es la principal virtud que hemos de imitar de María. Porque la caridad es la madre de todas las
virtudes. ¿Y cómo imitarle esta virtud? Hay que ejercitar este santo amor, observando los mandamientos,
huyendo de la culpa mortal y evitando también toda caída en el pecado venial.
2. La humildad
La Virgen María nos enseña a reconocer nuestra pequeñez en la presencia de Dios; nos invita a moderar el
apetito desordenado de la propia excelencia, a remover la soberbia y la vanagloria que obstaculizan la gracia,
con el objetivo de hacer fructificar los talentos que el Señor nos ha concedido (Mt 25,14).
3. Fe y aceptación de la Palabra de Dios
La Virgen Santísima fue un modelo de fe. Así nosotros, para nuestra salvación, hemos de prestar obediencia al
don divino de la fe: a) para la gloria de Dios, b) para ser conducidos por la luz divina, y c) para ser fieles al
proyecto de amor para el cual hemos sido creados.
4. Obediencia generosa
Por orgullo y amor propio, los hombres experimentamos una cierta repugnancia en obedecer a otros. Pero la
Madre bendita de Jesús nos ha dado muestras de que la obediencia nos proporciona ventajas inestimables: a)
impide los malos efectos del amor propio; y b) nos aleja de las dudas y perplejidades a que uno está siempre
expuesto cuando quiere conducirse por sí mismo.
5. Caridad solícita
Muchos creen que tener caridad con el prójimo es no desearle mal alguno; pero esa es una caridad
defectuosa; pues, para que la caridad sea perfecta no basta el no desear el mal a nuestros hermanos; es
necesario que nos sacrifiquemos por ellos.
María estuvo pronta a servir con generosidad como lo vemos en el relato de la visita a su prima Isabel, cuando
acude presurosa a prestar su caridad, porque en sus entrañas Jesús era la caridad misma que la impulsaba a
realizar un servicio (Lc 1,39-45).
6. Sabiduría reflexiva
Uno de los grandes valores que el mundo de hoy ha perdido es el amor al silencio y a la reflexión profunda. El
espíritu de retiro que admiramos en María es necesario en todo cristiano, según su estado, para conservar el
precioso tesoro de la gracia. Procuremos, pues, amar el silencio, huir del contagio del mundo, ya que en el
silencio es donde Dios penetrará hasta nuestro corazón y nos hará oír sus palabras de vida eterna.
7. Piedad de María
La oración y la lectura de los libros santos formaban las delicias de María. Ella siempre estuvo pronta al
cumplimiento de sus deberes religiosos (Lc 2,21-22): adoraba al Señor en espíritu y verdad, le alababa y
glorificaba con los sentimientos del más profundo respeto… Por eso, así como María, hemos de conservar y
aumentar el espíritu de piedad para unirnos con Dios.
8. Paciencia y fortaleza en el dolor
María fue la Madre que nos dio un verdadero ejemplo de paciencia y serenidad en el cumplimiento del plan
divino (Heb 10,36). Ella, con un verdadero espíritu de fortaleza y paciencia, afrontó las penalidades de la vida…
Así nosotros hemos de guardar paciencia en las dificultades y ejercer la fortaleza ante la calamidad.
9. Pobreza y confianza en el Señor
María entendió hasta su máxima consecuencia aquellas palabras de Jesús: “Si quieres ser perfecto, vende lo
que tienes y sígueme” (Lc 19,21). María se entregó sin reservas al plan de Dios, y su pobreza la hizo
plenamente rica (Lc 1,48)… Su ejemplo de vida nos llama a no guardar demasiado afecto a las cosas
temporales, con el objetivo de hacernos más libres en nuestra entrega a Dios.
10. Esperanza de María
La esperanza es una virtud sobrenatural que Dios infunde en el alma del cristiano para que confiemos en el
auxilio del cielo. Es una virtud que puso en práctica la Madre de Dios (Eclo 24,24). Por eso, debemos
alimentarnos siempre de esperanza, cuyo fundamento es la bondad divina. Esta firme y generosa esperanza
debe servirnos de ejemplo en todas las tribulaciones de la vida, por grandes y sensibles que puedan ser.
Virtudes Naturales de María

LAS VIRTUDES DE MARIA

A continuación, se muestran algunas de las tantas virtudes que tuvo la madre Maria fiel servidora de Dios
quien siempre supo hacer lo que este le ordenaba, siempre se resigno a sus decisiones aunque estas fuesen
como fuesen.

Entre estas virtudes se encuentran:

-La humildad: Nuestra Madre fue siempre una mujer humilde, alguien que siempre adoró la grandeza del
padre, nunca se quejó.

La humildad es para el Consagrado la base de todo lo que Dios tiene planeado hacer en su vida. María se
identifica plenamente con su Hijo en la humildad de su Corazón.

La humildad es la virtud que agrada inmensamente a Dios; por ella reconocemos la infinita grandeza del
Señor y lo reconocemos digno de toda alabanza.

La humildad distingue a María de entre las otras mujeres piadosas de la Biblia. Pensemos un poco en lo que
ella tenía en sus manos: ser elegida por Dios entre todas las mujeres para llevar en su vientre al salvador,
quien por su naturaleza divina nunca pecó. Desde una perspectiva humana, ¡esta madre tenía al Hijo
perfecto! Desde una perspectiva divina, a esta mujer se le había otorgado el mayor de los privilegios.

Estas dos concesiones hubieran —aunque sea por un minuto— llenado de arrogancia y orgullo a cualquier
mujer. Pero todo lo contrario, su reacción fue un despliegue de adoración y gloria al Señor (Mt. 2:11; Lc.
2:13). En ninguna parte leemos que María haya ido por todo el pueblo pregonando la visita de los pastores o
la de los magos, ni la vemos haciendo alarde ni promocionando a su hijo. La Biblia solo dice que después de
presenciar estos eventos María “atesoraba todas estas cosas en su corazón”. Humildad era una de sus
mayores virtudes, digna de imitar (Lc. 2:19; 51).

La humildad, es una justa evaluación de lo que soy y un entendimiento de que lo que tengo es producto de la
gracia de Dios. Este entendimiento aplaca la arrogancia y el orgullo y me enfoca en el verdadero protagonista
de mi vida: Dios.

- La Sencillez: Es aceptar todo sin exigencias, aceptar lo que Dios no depara para nuestra vida, así como lo
hizo nuestra Madre Maria quien nunca reprochó ni se quejó de lo que Dios depuso para su vida.

Esta virtud es muy importante para la vida de los Consagrados debido a que sin esta no estaremos listo para
recibir lo que lleva consigo una vida de entrega, es por esto que debemos ser sencillos si pensamos ser fieles
consagrados.

- Fé, Esperanza y Caridad: Son las más ejemplares virtudes que tuvo nuestra Madre Maria, ella aceptó todo
lo que Dios le impuso sin dudar en ningun momento, nunca exigió a Dios alguna prueba para justificar su fé,
fue fiel devota hasta el día de su muerte.

Para los Consagrados estas deben de ser las principales virtudes, las que todos debemos de tener, ya que si
no las aplicamos a nuestras vidas no podremos aplicar las demás porque no creeremos en Dios que es el
propulsor de todas las virtudes.
-La obediencia: Nuestra madre fue obediente a todos los mandatos de Dios, cuidó de su hijo hasta el día de
la muerte inculcándole la mejor educación y forma de vida posible cumpliendo así con la voluntad de Dios
quien le encomendó esta ardua tarea.

El Consagrado acepta el aprendizaje de la obediencia por el camino de la Cruz como Nuestro Señor
obedecerá al Padre hasta sus últimos momentos, con el gozo de ese amor que implica darlo todo por Dios en
la humildad del corazón.

La obediencia será la gran manifestación de fidelidad a la Alianza. Es la generosa entrega de nuestra voluntad
al servicio de la Voluntad de Dios.

-La Mansedumbre: Maria fue una mujer mansa de corazón y espíritu, obedeció la voluntad de su padre hasta
en las más difíciles circunstancias y nunca dijo que no a sus disposiciones, nunca fue una persona alardosa ni
busca pleitos, dedicó toda su vida simplemente a la devoción y entrega total a su Dios.

Los Consagrados deben de tener mansedumbre en su corazón para poder soportar lo que la vida les brinde
en su plena devoción por Dios.

-Respeto: Maria mostró respeto al Padre durante toda su vida incluso antes de recibir la gracia de llevar su
hijo en su vientre, siempre respetó a Dios, no por miedo sino por fé, un respeto que manifestó obedeciendo
todos sus mandatos sin nunca dudar en cumplirlos.

Los Consagrados deben ser personas respetuosas que amen y acepten a todos con sus defectos y que sepan
tener control de sus acciones tanto para los humano como para Dios.

-La Pobreza: Nunca se apegó a nada material siempre estuvo lista para recibir lo poco o lo mucho que Dios le
ofreciera, nunca se quejó de su vida de pobreza y fue obediente en todo momento.

Los Consagrados han de llevar una vida de pobreza y entrega a la que deben estar listos para soportar, ya
que la vida de entrega no nos ofrece riquezas sino pobreza a la que debemos estar listos a soportar.

-La Generosidad: No dudó en ningún momento en entregar a su hijo, le dolió hacerlo como toda madre a su
hijo pero no titubeo al aceptar esto, esto demuestra una vez más la fé y el amor que le profesaba a su Señor.

Los Consagrados deben ser personas generosas y orgullosas de su Dios, que nunca duden en ayudar si se les
ofrece la oportunidad y tienen los medios para ayudar, ya que debemos recordar que Dios dice que lo que
hagamos por sus hijos se lo estamos haciendo a él.

-Pureza: La Santísima Madre Maria fue siempre pura y virgen, amó a Dios como a nadie más y obedeció
todos sus mandamientos por fé. Llevó una vida de pureza a la que nunca renunció, es por eso que hoy es
ejemplo de todos y todas.

Los Consagrados deben llevar una tendrán que llevar a cabo una vida de total pureza, sacando así todas las
impurezas que lleva nuestro corazón, tratar de sacarlas aunque no seamos perfectos, pero debemos tratar
de serlo en la mayor manera.

-Disponibilidad: Nuestra Madre Maria siempre estuvo disponible para nuestro Dios nunca dijo “NO” siempre
escucho y obedeció lo que Dios le deparaba.

Los Consagrados deben ser personas disponibles que nunca duden de dar de su tiempo para predicar o hacer
algún bien a las personas que nos rodean.

-Entrega total: La Consagración a María como consecuencia de lo que hemos experimentado en su Corazón
de Madre nos invitará a entregarle gradualmente nuestra voluntad y nuestra libertad para aprender a ser
plenamente libres y poder alcanzar la meta de la santidad. Sabemos, en efecto, que Dios no anula la libertad
sino que la perfecciona haciendo que el hombre libremente busque la Voluntad de Dios, que es el único
camino que lo hacer plenamente feliz.

Cuando nos Consagramos a María le entregamos también con nuestra vida todas nuestras cosas y nuestros
planes, nuestras preocupaciones, nuestras angustias, no con temores sino con total seguridad de que Ella
sólo nos pedirá lo que somos capaces de dar y nos ayudará a dar lo que solamente con nuestras fuerzas
podríamos; no nos pedirá más ni tampoco menos porque nos quiere hacer crecer.

-La confianza: Para poder llevar una vida de entrega Maria tuvo que tener eterna confianza en el Padre, a
quien nunca dudó en servir.

El abandono total en María no es posible sin una inmensa confianza. Esta virtud es fundamental en toda vida
de Consagración, es clave del Consagrado.

La confianza es la manifestación del amor que le tenemos a María. Tanto confiamos en Ella cuanto más la
amamos.

Cuando nos ponemos totalmente en las manos de María es porque sabemos en quien hemos confiado.
Jamás aceptaremos dudar de su amor maternal y providencial, aunque tengamos la tentación de la
desconfianza.

Nuestra pequeñez está acentuada por nuestra condición de pecadores; sin embargo, si tenemos humildad de
corazón no caeremos en el desaliento sino que alimentaremos una inmensa confianza en el Padre.

-El abandono: Así como nuestra Madre abandonó todo por seguir a Dios, su pueblo, su familia, sus amigos
así debemos de ser nosotros. La Consagración exigirá un abandono total en las manos de María como el niño
se abandona en los brazos de su madre y como Jesús vivió en los brazos de María.

Ese es el modo de abandono que debemos tener: dejarnos llevar por María, dejarnos tomar por nuestra
Madre, dejarnos amar por Ella, sin angustias, ni pretextos.

-La pequeñez interior: Para entregarse a la vida de devoción Maria tuvo que sentir en su corazón la virtud de
la Pequeñez Interior que la ayudó a ser conforme con la vida que la entrega a su señor le ofrecía.

La pequeñez interior es como dice la propia palabra, esa actitud profundamente humilde por la que
aceptamos ser queridos y conducidos por la Santísima Virgen por los caminos que Ella haya marcado para
cada hijo; es la intuición del corazón que se deja amar por su Madre.

Continuación…

No es posible entregarse, abandonarse y confiar sin hacerse niños. También María nos lleva por este camino
a hacernos pequeños y pobres. El que se hace niño se deja conducir, se deja instrumentar como parte de
este designio providencial.

Sólo entiende a María quien la ama y el que la ama con un corazón de niño. Su misterio estará oculto para
quien no se haga como niño en sus brazos. De esta manera María se convierte en admirable escuela de
humildad y sólo los humildes y puros de corazón, conocen los secretos del Padre. Así Ella puede reproducir a
Jesús en cada uno de sus Consagrados. Para María somos como niños recién nacidos que necesitan el amor,
el calor y el alimento de su madre. Ella pedirá de nosotros que nos hagamos pequeños e interiormente
humildes y entraremos así en su Corazón.

- La docilidad: Maria en su vida de devoción nos demuestra que fue una mujer dócil ya que siempre estuvo
lista y disponible para Dios y lo que este le ordenara.

La humildad del corazón nos hace necesariamente dóciles; si lo somos, nos dejaremos instruir por Dios, nos
dejaremos enseñar por los acontecimientos providenciales que nos rodean, no forzaremos los tiempos de
Dios ni intentaremos detenerlos cuando hayan llegado.

-La disponibilidad: María estuvo siempre disponible desde el principio.

Esta actitud interior nos hace especialmente capaces de responder a las exigencias de quienes nos rodean,
de aquellos a quienes estamos llamados a evangelizar, a ayudar, a querer con un corazón de servidores.

El Consagrado que es dócil a Dios necesariamente se hace disponible para los demás.
La disponibilidad es una actitud interior por la cual aceptamos ser incansablemente exigidos por nuestro
prójimo. El Señor quiere que lo demos todo como El dio su vida por nosotros en la Cruz, que estemos
siempre disponibles para los demás como lo estuvo María, amando a nuestros hermanos en la sencillez del
servicio y en la generosidad de la entrega.

-La fidelidad y la firmeza: Maria nunca dejó de creerle ni de obedecerle a Dios, nunca dio muestra de
adoración a otros Dioses.

Mantenerse fieles a las exigencias de la Alianza en el Corazón de María exige ser perseverantes, ser fieles en
los momentos difíciles, no dejarse vencer por los continuos interrogantes que pueden aparecer en la vida.

-La perseverancia y la paciencia: Se necesita para llevar una vida de creencia y entrega a Dios mucha
perseverancia ante las pruebas que la vida le mostraba a Maria pero siempre fue perseverante y paciente,
contaba con Dios quien le brindaba su apoyo incondicional.

En la Perseverancia manifestamos, que no es el amor de un día lo que nosotros le ofrecemos a Dios sino el de
toda la vida y en forma gradual y creciente. Jesús nos ha dicho: "El que persevere hasta el fin se salvará".

Por la virtud de la Paciencia nos habituaremos a sobrellevar las habituales dificultades, iremos dominando
nuestra natural impaciencia y aprenderemos a imitar a Jesús Paciente y Humilde de Corazón que nos dice:
"Mediante la paciencia poseeréis la tierra". (M. 362)

-La vida de oración: La Madre llevó una vida de oración, esto demuestra una vez más la fe que profesaba
hacia Dios.

Además de la participación eucarística y de la Comunión diaria, en el Consagrado es de fundamental


importancia la vida de oración en todas sus manifestaciones.

La oración debe ser continua, confiada, humilde, unida a una conversión de vida, surgida desde el amor
fraterno, porque no agradaría a Dios la oración de quien no vive seriamente la unión con sus hermanos.
Recordemos también el especial valor de la oración comunitaria: "Donde hay dos o más reunidos en Mi
Nombre allí estoy Yo".

Toda forma de oración agrada al Señor y en modo especial la oración litúrgica. De entre las oraciones de la
piedad privada María señala indiscutiblemente su preferencia por el Santo Rosario que nos va llevando
progresivamente a una gran unión con Dios, a destrabar el alma de los obstáculos y conducirla a la santidad.

-El espíritu de sacrificio en el misterio de la Cruz: La vida de Maria estuvo dirigida por el ministerio de la
cruz, siempre agradeció a su Dios el perdón de los pecados por medio a la muerte de su hijo y por eso
siempre fue su devota.

Hablando de las diversas exigencias de la vida del Consagrado sabemos que María necesita de cada uno de
ellos como expresión de su mucho amor, una vida ejemplar y sacrificada, una vida entregada y humilde. El
Consagrado "debe obrar de manera que Dios siempre habite en él y no se verá jamás por El abandonado".
Aquel que se ofrece a María, también acepta y asume esa cuota más pequeña o más grande de sufrimiento;
esa cruz de cada día que el Señor pone sobre sus hombros.

El dolor del Consagrado debe ser vivido por amor a Cristo que murió en la Cruz por todas las criaturas del
mundo y prolonga en los miembros de la Iglesia su Sacrificio Redentor.

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