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La tierra en clave de sistema:

Hemos ido avanzando en nuestra comprensión del planeta y en la necesidad de conocerlo a través
de su naturaleza dinámica y compleja. Para ello, hemos iniciado un acercamiento al conocimiento
de nuestro planeta desde la visión de totalidad, que nos proporciona la Teoría General de
Sistemas.

Como ya vimos, bajo esta óptica debemos tomar en cuenta que sus características y propiedades
forman parte de una realidad exclusiva del objeto que es la Tierra, a la que no sólo le atribuimos el
nombre de “sistema Tierra”, sino que es y se comporta como un verdadero sistema.

Tomando en cuenta esta precisión vamos a comenzar a estudiar la Tierra desde sus
manifestaciones más sencillas hasta otras un poco más complejas, entendiendo además que nos
va a faltar mucho por conocer, porque la extensión de este libro es limitada y, además, porque
aún el conocimiento sobre nuestro planeta tiene muchos vacíos, interrogantes sin respuesta y
explicaciones insatisfactorias o tentativas.

Forma de la Tierra:
En la figura 3.13 podemos apreciar un modelo de la forma de la Tierra. No es una esfera, tampoco
un esferoide. A esta forma particular, propia de la Tierra, se le denomina geoide. Cuándo piensas
en el planeta, ¿te lo imaginas con la forma que aparece en la figura?

Ya desde unos 200 años antes de nuestra era, los filósofos griegos se inclinaban por la esfericidad
de la Tierra, incluso uno de ellos, de nombre Eratóstenes de Cyrene, había estimado la
circunferencia de la Tierra con extraordinaria precisión y un bajísimo error, tomando en cuenta los
métodos de que disponía. Buena parte de estos cálculos y estimaciones se fueron perdiendo,
hasta que con la revolución científica, el desarrollo del telescopio y otros instrumentos como el
teodolito, permitieron nuevos datos más precisos, que facilitaron concluir que la forma de la Tierra
no era exactamente esférica como se pensaba. Más adelante, se determinó que más bien se
asemejaba a un esferoide de revolución. El avance científico permitió establecer que la forma de
nuestro planeta es más compleja: ligeramente achatada en los polos y abultada en el ecuador; con
el hemisferio sur un poco más voluminoso que el norte; y con la rugosidad que le dan las
ondulaciones del relieve terrestre. El geoide es consecuencia del campo gravitatorio terrestre y la
atracción ejercida por las grandes masas de rocas de las cordilleras montañosas (no distribuidas
homogéneamente sobre la superficie) que modifican el nivel medio del mar, lo que genera que
tengamos que hacer correcciones sobre los datos de altura de los puntos ubicados sobre el
planeta y la distancia que separa dichos puntos.

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