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Los Estados Generales reunían delegaciones de los Estados Provinciales. Además, cada
Provincia poseía sus instituciones específicas.
Por otro lado, el calvinismo ganaba adeptos en las ciudades valonas fronterizas con
Francia y en Amberes, a lo que aplicó los edictos de Carlos V para combatir la herejía,
además de crear catorce nuevos episcopados.
Margarita de Parma entregó el poder al clan de los señores, los cuales por su
inexperiencia, sembraron el caos administrativo y financiero, pero el desacuerdo con el
monarca ante todo fue por la cuestión de la libertad religiosa. La salida de calvinistas
empobrecía al país, por lo que tuvieron que moderarse los placards. Este fue el
momento en que los calvinistas, pequeña minoría bien organizada, juzgaron oportuno
para generar aliados y redactaron un manifiesto, llegando sus adherentes a formar una
liga a la que denominaron “El Compromiso”.
Por sugerencia del Conde de Orange, se envió una petición de anulación de los
placards. Ese día, el 5 de abril de 1566, hicieron aparición los partidarios disfrazados de
mendigos, enganchando a los descontentos. El éxito de la medida llevó a que los
calvinistas celebraran su culto públicamente y se alzaran en armas. La alianza entre el
“Compromiso” y los calvinistas precedió a la gran explosión iconoclasta, que señaló el
comienzo de la revuelta. Sería el antecedente directo de la era de las Guerras de
Religión.
Fue una guerra en la que los actores políticos y religiosos estaban ligados y la masa
católica no se oponía en bloque al protestantismo. 1579 marca la fecha entre dos
períodos: La formación de la Unión Protestante de Utrecht como oposición a la Unión
Católica de Arrás precedería a la formación de dos estados distintos.
Si bien los calvinistas peleaban por la libertad de culto, la masa de católicos mostraba
su repudio a los gobernadores españoles enviados por Felipe II, lo cual llevó a una
alianza de mayor amplitud que la francesa. No se cuestionaba la unidad de los Países
Bajos. Este período puede dividirse en dos etapas: La Gran Explosión Iconoclasta de
1566 que llevó a la represión por parte del Duque del Alba y el Movimiento
Insurreccional de 1572 que arrancó Holanda y Zelanda de la dominación española.
Tras la primera prueba de fuerza calvinista, la regente hubo de aceptar que las prédicas
protestantes no se vieran perturbadas, ante lo cual Felipe II reacciona indignado, por lo
que llama a la represión militar del movimiento, a lo que el Duque de Orange y Luis de
Nassau buscan responder con la resistencia armada, pero sólo los calvinistas se
sublevaron, lo que llevó a una fácil derrota en 1567. Guillermo tuvo que refugiarse en
Alemania.
Por segunda vez estalló súbitamente la sublevación. Los “Mendigos” formaron una
flota con la que atacaban los navíos españoles y se fueron apoderando de puertos, en
las cuales era abolido el culto católico. Se produjeron dos tentativas de invasión
terrestre en Gueldes y Bravante, internándose a Flandes. Pese a su sólida apariencia, la
dominación española estaba seriamente quebrantada, debido también a la influencia
francesa de Carlos IX.
La jornada de San Bartolomé salvó al Duque del Alba, el cual emprendió la conquista
de las provincias del norte. Desde el instante en que el Duque fracasó en su misión de
someter a los insurrectos, el rey, aterrado por las enormes sumas que absorbían las
operaciones militares, empezó a pensar en un cambio de método. Luego, fue relevado
el 29 de noviembre de 1573 por don Luis de Requesens, gran comendador de Castillas
y gobernador del Milanesado.
Los tres años comprendidos entre su muerte y la reconciliación de las provincias valone
fueron el período más confuso de la sublevación de los Países Bajos. La interinidad
correspondía a la debilitada autoridad del Consejo de Estado, siendo nombrado
sucesor don Juan de Austria, quien no se apresuró en ocupar el cargo.
En 1578, la confusión alcanza su máximo pues en enero Felipe II decidió volver a llevar
tropas a los Países Bajos, con las cuales Juan de Austria derrota a los Estados
Generales el 31 del mismo mes. Los excesos de los calvinistas exaltados estorbaban
tanto la política de unión como el regreso de las tropas españolas. Al ver que ni su
propia gente respetaba la Pacificación de Gante, Guillermo de Orange presentó en los
Estados Generales un proyecto de Paz de Religión (10 de julio), cuya base era la
tolerancia religiosa para cada credo en donde se solicitara, con el fin de frenara los
calvinistas, pero no podría satisfacer a los católicos.
Estos fueron los que constituyeron la Unión Católica de Arrás (06 de enero de 1579),
que buscaba respetar la Pacificación de Gante y proyectaba una reconciliación con el
rey de España. La respuesta calvinista se hizo explícita más tarde con la creación de la
Unión Protestante de Utrecht (23 de enero), invocando la Pacificación de Gante pero
en un sentido diferente.
Tal división favorecía la causa española. Pronto la Unión de Arras entró en connivencia
con Alejandro Farnesio, quien ostentaba el mando supremo militar una vez muerto
don Juan y que se reveló como habilísimo diplomático. La Paz de Arraz (27 de mayo)
proclamaba el reconocimiento a la Pacificación de Gante, ratificaba los acuerdos de los
Estados Generales, además de exigir la salida de las tropas extranjeras. Esto logró un
acuerdo entre españoles y valones para mantener la religión católica y prohibir el
culto reformado.
Mientras tanto, Farnesio había conseguido brillantes triunfos militares, con lo que fue
apoderándose de toda la Bélgica actual y de la zona oriental de Holanda. Nombrado
Gobernador de los Países Bajos, consiguió obtener de los Estados de Artois y Henao su
beneplácito para emplear tropas españolas, las cuales le dieron un ritmo más rápido a
la reconquista. La toma de Amberes (17 de Agosto de 1585) y la rendición de Grave,
Venloo y la Exclusa en 1586 coronarían estas victorias.
Tras los triunfos de Farnecio y la muerte de Guillermo, las Provincias del Norte
atravesaban una situación gravemente peligrosa, por lo que pidieron la intervención
de Inglaterra, reconociéndose el 4 de febrero de 1585 al conde de Leicester como
gobernador de los Estados, pero cometió el error de tomar partido por los calvinistas
exaltados, acabando por abandonar el territorio a principios de 1588, renunciando las
provincias a recurrir a personalidades extranjeras. Se constituyó un gobierno de
hecho, constituido por los Estados Generales y los de Holanda, mientras que Mauricio
de Nassau, hijo de Guillermo, reunía las funciones de estatúder de varias provincias.
Sólo las expediciones de Felipe II contra Inglaterra y Francia lograron frenar las
conquistas de Farnecio, quien debió asumir tareas supletorias en ambas incursiones. En
1591, Mauricio de Nassau cambia la suerte de las provincias al apoderarse de
Zutphen, Deventer y Nimega,. El último año de Farnecio se vería así ensombrecido y
moriría el 3 de diciembre de 1592. La rápida sucesión de muchos gobernadores
interinos o titulares, además de la guerra española con Francia, permitió mantener la
superioridad militar de los sublevados, los cuales pudieron establecer en 1596 una
alianza con Inglaterra, y Francia que les permitió, en igualdad de condiciones, terminar
la conquista d las provincias del Nordeste.
Capítulo IX
Los Grandes Conflictos Navales
Además de las guerras terrestres, hubo dos grandes conflictos navales. El primero, en
el Mediterráneo, enfrentaba a España y sus aliados contra los turcos. El segundo, en el
Atlántico, sería el conflicto en el que se anexa Portugal y le hace frente a Inglaterra.
Si bien Carlos V apenas pudo destinar tiempo y recursos, Felipe II concentró los
esfuerzos de su primer reinado en este conflicto, debido a la aprobación de las Tasas
de Cruzada por parte de Pio IV, que le aseguraron recursos financieros.
Los años de 1559 a 1565 fueron los últimos de la supremacía turca. Su última victoria
en el Mediterráneo fue en 1560 con la ocupación de Djerba. Luego de la victoria, la
marina turca estuvo inactiva durante cerca de cuatro años, lo que permitió el rearme
español. La prueba de fuerza sería en Malta, en donde los turcos conquistaron toda la
isla excepto el burgo y algunos fuertes debido a la resistencia de los caballeros. García
de Toledo llegaría tarde pero haría que los turcos huyeran precipitadamente.
Tras eso, se abrió un paréntesis de cuatro años. Turquía no tomó la iniciativa hasta
1570, mientras que España atendió la sublevación de los Países Bajos y los moriscos
granadinos.
Ésta última surge como reacción a las conversiones masivas de Cisneros a los moros
luego de la Reconquista, dando origen a poblaciones cristianas de nombre pero en
secreto musulmanes fieles o moriscos, los cuales organizaron una revuelta, por lo que
los reyes les dieron a elegir entre la conversión o el destierro (1502). Carlos V acabó por
imponerles la conversión, provocando otra revuelta en Espadán (1525), dejando de
existir legalmente los musulmanes, aunque seguían existiendo moriscos.
Con Felipe II, surge la sublevación de los moriscos granadinos, a los cuales les buscó
imponer la cultura cristiana a través de la prohibición de la lengua árabe, del traje
tradicional y los baños públicos (1566). Los moriscos crearon una organización
clandestina liderada por Aben Humeya, fracasando en asaltar Granada en la navidad de
1568, refugiándose en las Alpujarras, desde donde desencadenaron un levantamiento
general, ensañándose contra los sacerdotes e iglesia además de establecer relaciones
con los bereberes
La guerra de Granada sería una sería advertencia para España, pues mientras ocurría,
Turquía se vio desembarazada para poder atacar a Venecia, poniendo sus miras a
Chipre y dirigiendo un ultimátum al Senado en marzo de 1570, el cual fue rechazado,
por lo que se apoderaron de su capital, Nicosia.
Pio V creyó que era la oportunidad para revivir el viejo ideal de Cruzada, por lo que
incitó a venecianos y españoles a unirse con la Santa Sede. Felipe II no se mostraba
muy entusiasmado al inicio pues los asuntos flamencos requerían su atención. Las
negociaciones llegaron a acuerdo en mayo de 1571, estableciéndose una alianza
militar de tres años. El mando supremo se le reservaba a don Juan de Austria.
La escuadra se reunió en Mesina para dirigirse a las islas Jónicas, pero al enterarse que
la armada turca se encontraba en el golfo de Lepanto, don Juan se mostró partidario
de un ataque inmediato el 7 de octubre de 1571. Si bien las bajas fueron considerables
para ambos bandos, para Marc Bloch fue la destrucción del halo del poderío turco.
Lo avanzado de la estación impidió a los coaligados explotar el triunfo. Pio V relajó los
lazos que los unían. Felipe II estaba preocupado de los asuntos franceses y de los Países
Bajos y, a pesar de todo, aceptó un plan de operaciones infructuoso pues no pudieron
desalojar a la armada turca de Modon. Por otro lado, los venecianos, cansados de la
guerra, negociaron por separado con el sultán cuyo resultado fue una dura paz en
marzo de 1573.
Tras el tratado, España permanecía sola en la lucha, pese a ello, don Juan se apoderó
de Túnez el 9 de octubre de 1573. Luego, los turcos conquistarían Euldj Ali La Goleta.
Desde ahí se apaciguó el conflicto entre ambos imperios, llegándose a sucesivos
acuerdos de treguas en Constantinopla. La tregua de 1580 fue renovada en 1581, 1584
y 1587. En adelante, el Mediterráneo permaneció “fuera de la gran historia” y los
beligerantes fueron atraídos hacia otras direcciones: los turcos hacia Persia y España
hacia los Países Bajos y Portugal. A la par, florecería el corso argelino y el cristiano.
Las hostilidades se iniciaron sin declaración previa de guerra cuando Drake atacó Vigo y
luego Cabo Verde, Santo Domingo y Cartagena de Indias. Por su parte, España
preparaba una gran empresa: la invasión de Inglaterra. El plan original era un ataque
directo desde la península, pero fue modificado según lo planteado por Alejandro
Farnesio, en el cual debían coordinarse elementos desde Lisboa y Flandes, lo cual hacía
su ejecución se presentara difícil, además de no contarse con ningún puerto de gran
calado para recibir la flota. El objetivo era solucionar de una vez para siempre el
problema de los Países Bajos y el de la seguridad del comercio indiano.
Ahí fueron duramente castigados por la artillería inglesa y se estuvo apunto de sufrir
un completo desastre cuando el viento impulsó a sus navíos hacia los bancos
flamencos. Decidieron retroceder hacia La Mancha, pero el viento hizo que ambas
flotas se impulsaran hacia el norte, llegando hacia la orilla de Escocia. El grueso de la
escuadra, 66 barcos, logró rodear las Islas Británicas y acogerse en puertos españoles
a mediados de septiembre, pero 25 habían naufragado en las costas de Irlanda.