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PSICOANALISIS

INTRODUCCION

La técnica psicoanalítica no se descubrió ni inventó de repente, sino que se fue


haciendo poco a poco, a medida que Freud se esforzaba en hallar el medio de ayudar
eficazmente a sus pacientes neuróticos. Era Freud un clínico sagaz y capaz de discernir
lo importante en la complicada serie de acontecimientos clínicos que seguía a los
diversos procedimientos técnicos empleados. Tenía el don del pensamiento teórico y
de la imaginación, que mezclaba para montar hipótesis en que relacionaba la técnica
con los descubrimientos clínicos y los procesos terapéuticos. Tuvo la audacia y el
talento de explorar nuevas regiones del pensamiento con vigor y capacidad creadora.
Cuando se veía errado, tenía la humildad de cambiar de técnica y de teoría.

Con punto de partida en el psicoanálisis freudiano, esta tendencia se basa en la


existencia de conflictos psicológicos internos que son los que dan origen al trastorno
mental. La teoría y la técnica del psicoanálisis se basan esencialmente en datos clínicos
procedentes del estudio de las neurosis. Aunque en años recientes ha habido tendencia
a ampliar el campo de la investigación para hacerle abarcar la psicología normal, las
psicosis, los problemas sociológicos e históricos.

CONCEPTOS BASICOS

La posición determinista freudiana defiende la teoría del desarrollo infantil, que


impone la existencia de una determinación biológica que varía a lo largo de nuestra
evolución vital y cambia en cada etapa la región del cuerpo cuya estimulación acapara
a la satisfacción de la libido. Por libido entiende Freud a la “fuerza impulsiva que
representa al instinto sexual”, o, dicho de otra forma: “la energía relacionada con todas
las emociones que denominamos con el término amor”.

Cuando se habla de libido es necesario tener claro el concepto sexual desde el punto
de vista psicoanalítico. Por ello tenemos que saber que lo sexual en psicoanálisis es un
término con mucha mayor amplitud que el que tiene en lenguaje corriente, ya que para
el psicoanálisis lo sexual no sólo se refiere al aspecto genital, sino que abarca todas las
actividades instintivas, manifestadas en las más diversas formas y que, en definitiva,
tienen por objeto “la consecución del placer”. Así, toda forma de actividad del
organismo que tenga naturaleza instintiva y cuya finalidad sea la obtención del placer,
es lo que en psicoanálisis se denomina sexual; y la energía de esta actividad sexual es
lo que se denomina libido o Eros.
La libido sigue una evolución desde el nacimiento hasta su desarrollo emocional
completo.
Cinco son las etapas que definen la evolución libidinosa-psicosexual:

1. Estadio oral, durante el primer año de vida, en el que la boca es la mayor zona
erógena.
2. Estadio anal, entre el segundo y el tercer año, en el que la satisfacción
libidinosa está en relación con la evacuación y la excitación anal, de forma que
la defecación y la retención fecal son muy importantes.
3. Estadio fálico, de los 3 a los 5 años, con los órganos genitales como centro
libidinoso.
4. Periodo de latencia, de los 6 años a la pubertad, en el que se atenúa la fuerza
impulsiva sexual y se desarrollan las normas morales que neutralizan los
impulsos más primarios.
5. Estadio genital, a partir de la pubertad, alcanza su máxima expresión en el
coito.

La teoría psicoanalítica defiende que un problema en el desarrollo de alguna de estas


etapas implica una fijación en la misma, con la consiguiente traducción psicopatológica
en la vida adulta. Decimos que existe “fijación” de la libido cuando su evolución ha
quedado detenida o excesivamente fijada en alguna de sus etapas. Cuando el sujeto no
ha logrado pasar satisfactoriamente de la etapa oral, decimos que hay una fijación oral;
cuando llegó a la etapa anal, pero no pudo superarla adecuadamente, hablamos de
fijación anal, y cuando al llegar a la etapa fálica no avanza más allá de forma debida, se
trata entonces de fijación fálica.
Ahora bien, cuando lo que ocurre es que el sujeto, al encontrarse frente a conflictos
emocionales que no puede superar, por ser muy intensos, se ve obligado a regresar a
una de las etapas libidinosas anteriores en la que había encontrado su máximo placer
o menor sufrimiento, y cuya situación le evitaría gran parte de los problemas actuales,
a eso es a lo que se llama “regresión”. Es decir, se regresa a la etapa en la que el
enfermo se sienta menos mal.

La “represión” es un mecanismo defensivo consistente en hacer inconscientes algunos


contenidos que pueden causar angustia o displacer. Es un mecanismo defensivo y
normal (cuando el conflicto es pequeño) que funciona en todos los seres humanos.
En la represión, los contenidos que son arrojados al inconsciente quedan allí con toda
su carga afectiva y tratando de abrirse paso hacia la conciencia.
Cuando ya no es posible la completa represión, los impulsos brotan y obtienen una
expresión desfigurada en forma de síntomas neuróticos o psicóticos.

La sublimación consiste en transformar un impulso instintivo perjudicial (pregenital) en


algo socialmente valioso. Por ejemplo, un sujeto con un fuerte componente sádico-anal
se dedica al deporte de la lucha y así sublima sus impulsos agresivos. La sublimación es
el mecanismo ideal para ayudar a equilibrar la personalidad.
LA ESTRUCTURA DE LA PERSONALIDAD

La estructura de la personalidad debemos considerarla desde dos puntos de vista:


 Desde el punto de vista del esquema original de Freud, que dividió la estructura
de la mente en inconsciente, preconsciente y consciente.
 Desde un segundo esquema basado en los conceptos del Ello, Yo y Super-Yo.

PRIMER ESQUEMA: INCONSCIENTE, PRECONSCIENTE Y CONSCIENTE

Según Freud, los fenómenos psíquicos tienen tres cualidades: la de ser conscientes,
preconscientes e inconscientes. De ahí sus tres sistemas:
El sistema consciente está formado por todo aquello de lo que nos percatamos en un
momento dado, y siempre formará parte del sistema consciente en dicho preciso
momento.
El sistema inconsciente consta de dos partes: el preconsciente y el inconsciente
propiamente dicho.
El sistema inconsciente propiamente dicho se caracteriza porque sus procesos
dinámicos no llegan a la conciencia, a pesar de su pujanza e intensidad, y ni la voluntad
ni la memoria logran hacerlos conscientes. Lo componen los instintos más el material
más reprimido; es caótico, ilógico y en él conviven todos los contrarios.
En cambio, el sistema preconsciente está integrado por los procesos psíquicos de los
cuales el sujeto no se percata en un momento determinado, pero que los puede traer
a la conciencia con mayor o menor dificultad, según el tipo de contenido.
Así, vemos que el preconsciente sólo es inconsciente en el sentido descriptivo (para
explicar la estructura de la mente), pero no lo es en el sentido dinámico. Este aspecto
dinámico pertenece exclusivamente al inconsciente propiamente dicho.
Ampliando todo lo expuesto vemos que el inconsciente tiene dos tipos de contenido.
En primer lugar contiene, en su estrato más profundo, todo aquello que nunca ha sido
consciente, es decir, todo lo biológico, las fuerzas instintivas de origen ancestral, y en
este sentido, el inconsciente es primitivo y arcaico sirviendo de reservorio de los
instintos.
Pero además, como segundo aspecto, el inconsciente contiene todo lo que ha sido
reprimido desde el comienzo de nuestro desarrollo.
El inconsciente no es estático ni se le puede comparar con un almacén. Por el contrario,
los contenidos inconscientes se mantienen activos y están constantemente influyendo
en la persona, en sus tendencias, en sus actitudes, en su comportamiento, en su
equilibrio libidinoso, etcétera, o sea, es enteramente dinámico y está en perpetua
actividad al servicio de la vida del sujeto.
En cuanto al preconsciente, podemos añadir la observación de que se trata del sistema
que podríamos llamar memoria, y que si algunas cosas no las podemos traer de dicha
zona preconsciente a la conciencia es porque estas cosas a veces están fuertemente
ligadas a otras cosas que se mantienen en el inconsciente totalmente reprimidas.
Por último, del sistema consciente podemos añadir que es quien nos da el sentido de
continuidad en nuestra vida, sólo es interrumpido por el sueño. En cambio, el
inconsciente jamás cesa de movilizar sus contenidos.
Los contenidos de la mente consciente son muy limitados, es decir, no podemos pensar
en dos cosas al mismo tiempo. Toda la conciencia está, en un momento dado, ocupada
exclusivamente en un solo contenido. De ahí que Freud, comparando la conciencia con
el inconsciente, decía que era como un iceberg, el cual fuera del agua (la conciencia)
tiene una pequeña porción comparada con la gran masa que permanece bajo el agua
(el inconsciente).
En síntesis, podemos decir que la mente consciente está regida por el pensamiento
lógico, y, en cambio, el inconsciente se rige por el pensamiento mágico (en la magia
todo es posible, no hay lógica alguna).

En un momento posterior (1923), Freud incorpora a su modelo el concepto básico de


las tres instancias mentales:

SEGUNDO ESQUEMA: ELLO, YO, SUPERYO

1. El ello es la estructura más básica y primitiva, integra todo lo pulsional e


instintivo (sexualidad, agresividad), por tanto todo lo involuntario de la vida
humana.
2. El yo parte del aparato psíquico que conecta al ser humano con la realidad
externa, por lo que se sitúa entre las demandas del ello y la realidad intentando
asegurar la estabilidad del sujeto.
3. El superyó capitaliza los valores morales inducidos socialmente a través de la
identificación con los padres y es, por tanto, la sede de las fuerzas represivas
que generan autocrítica y culpa. Actúa también sobre el yo para que inhiba los
deseos más intolerables moral y socialmente.
Según el psicoanálisis el equilibrio correcto de estos tres niveles asegura la estabilidad
psíquica y el desequilibrio aboca a los diferentes tipos de patología.
EPILOGO

El marco psicopatológico psicoanalítico fija el origen de los trastornos en los conflictos


infantiles que, situados en alguna de las fases del desarrollo libidinoso, se manifiestan
en la edad adulta a partir de los procesos inconscientes. Por esta razón el objetivo de
la terapia psicoanalítica es hacer consciente lo inconsciente, para lo cual utiliza el
análisis de los sueños y la técnica de las asociaciones libres.
Desde el psicoanálisis ortodoxo se han producido desgajamientos como lo liderados
por Jung, que trabajaba en el tema del inconsciente colectivo, y Adler, que trata los
sentimientos básicos infantiles de inferioridad. En la línea de no poner tanto énfasis en
la sexualidad infantil se incluye el grupo de las teorías sociales neofreudianas (Horney,
Sullivan, Fromm), la corriente que se apoya en el yo y los mecanismos de defensa
(Rapaport, Hartman, Erikson), y la línea humanista (Rogers, Maslow), que basa su
enfoque en los potenciales humanos. En el psicoanálisis más reciente destacan Melanie
Klein (1882-1960) y Lacan (1901-1979), quienes defienden modelos complejos, el
primero basado en el primer año de vida y el segundo en el estructuralismo.

Sobre esta tendencia psicoanalítica se han formulado diversas y graves críticas, tales
como la falta de acuerdo entre los distintos observadores y las distintas escuelas
dinámicas, confusión entre inferencia y observación, escasa confirmación empírica,
enconada resistencia a la crítica, sobrevaloración de la esfera sexual, omisión de la
aportaciones culturales, sociales y biológicas y, en especial, la escasa eficacia real de
los tratamientos psicodinámicos en las patologías mentales, en relación inversa a su
gravedad (a mayor gravedad menor eficacia).
Autoridades relevantes, como el premio Novel Eric Kandel (1999), han señalado el
peligro de supervivencia del psicoanálisis si no incorpora los conocimientos
neurobiológicos actuales.
BIBLIOGRAFÍA

Grandes Psicoanalistas (Volumen I). Juan David Nasio. Ed. Gedisa. España 1996.

Introducción al Psicoanálisis. Juan A. Portuondo. Ed. Biblioteca Nueva. Madrid 1980.

Psiquiatría en Atención Primaria. Julio Vallejo Ruiloba. Ed. Ars Médica. España 2005.

Técnica y Práctica del Psicoanálisis. Ralph R. Greenson. Ed. Siglo XXI. México 1988.

Teorías de la Personalidad. José Cueli García. Ed. Trillas. México 1990.

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