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Diago Rodriguez. Archivos de Investigacion ULTIMA LUNA- SISTEMA NIVEL DISCIPULO.

Salmo 144, y en sus versículos 7-8 se podía leer: “Tiende tus manos desde lo alto y líbrame de la
muchedumbre de las aguas, de mano de los alienígenas, cuya boca habla dolosamente y cuya diestra es
diestra de perfidia”.

¿Alienígenas? La sorpresa de casi todos se hacía evidente. No podía tratarse de algún corrector
automático malvado que hubiera dañado así el texto bíblico, dada la antigüedad del texto impreso: la
Biblia “Nácar-Colunga”, cuya primera edición data de 1944, y que supuso un importante avance en la
lectura de la Biblia en España, al ser publicada y divulgada enormemente por la Biblioteca de Autores
Cristianos (BAC).

Algunos amigos avispados dieron enseguida con la razón de tal palabra en el versículo, que no
sorprendería en aquellos años. La primera: que “alienígena” significa, en su primera acepción, según el
Diccionario de la Real Academia Española, “extranjero” (y sólo la segunda se refiere a “extraterrestre”).
La segunda y más importante: el texto latino de la Vulgata, donde se lee “de manu filiorum
alienigenarum”… luego “alienígenas” era la traducción más literal, se mire por donde se mire. En la
última traducción española, la de la Conferencia Episcopal, pone “de la mano de los extranjeros”.

Una reacción curiosa que suscitó compartir esta página bíblica fue la de varias personas que se
interesaron por la presencia o no de extraterrestres y OVNIs (objetos volantes no identificados) en la
Escritura. Vamos allá.

¿De dónde viene esto? El imaginario esotérico

En la producción cultural de tipo esotérico-mistérico-paranormal, que engloba programas de radio y


televisión, libros, revistas y páginas de Internet, uno de los temas que aparece con cierta frecuencia es el
de identificar los personajes y hechos sobrenaturales de la Biblia con los extraterrestres. Se viene a decir,
en resumen, que lo que a ojos de los antiguos parecían ángeles, hoy “sabemos” que son alienígenas.
Como señaló en una ocasión el popular escritor español J.J. Benítez, creador de la saga novelesca Caballo
de Troya, “la Biblia es el mejor libro de ovnis que existe”. Y muchos se lo creen.

Aquí el problema ya no está en la historicidad de lo que se cuenta ni en la crítica textual. Para ellos no es
un problema exegético ni hermenéutico. Por el filón “misterioso” que tiene en sí misma la Sagrada
Escritura, en este contexto esotérico se da por hecho que lo que se ha puesto por escrito es cierto. Pero
se le aplica el criterio de la ignorancia: los hagiógrafos –las personas concretas que escribieron la Biblia–
no poseían los conocimientos actuales ni sabían que existían seres inteligentes en otros planetas, y por
ello daban una explicación religiosa a todo aquel hecho extraordinario del que eran testigos.

Algunos ejemplos del Antiguo Testamento

Un ejemplo podemos verlo en el episodio de la zarza ardiente que vio Moisés, una zarza que
inexplicablemente ardía sin consumirse. ¿Cómo lo explican? Diciendo que se trataba de un caso de
utilización de la luz artificial, desconocida entonces en la Tierra pero empleada en otras culturas más
avanzadas tecnológicamente. De la misma manera, lo que había detrás de aquella presencia divina que
guiaba al pueblo de Israel por el desierto (en forma de columna de nube durante el día y de fuego por la
noche) no sería otra cosa que “una aeronave que se mantenía a cierta altura”.

Está claro que todo contacto humano con ángeles o con el mismo Dios –de los que está repleta la Biblia
entera, no sólo el Antiguo Testamento– no sería otra cosa que un “encuentro en la tercera fase”,
empleando el lenguaje cinematográfico de la ciencia-ficción. Como resumíamos antes, los ángeles eran
extraterrestres. Grandes acontecimientos como el diluvio universal o la destrucción de Sodoma y
Gomorra, debidos ambos a un fenómeno que vino “de lo alto”, habrían sido causados por esos seres
superiores venidos de otros planetas o galaxias.

Como “prueba irrefutable” de esta presencia alienígena en la primera mitad de la Biblia los autores de
este subgénero presentan la ascensión del profeta Elías al cielo, que tuvo lugar en un carro de fuego
(también se asemejaría el rapto del patriarca Enoc). La escena les sirve a los defensores de estas teorías
para afirmar sin duda alguna que nos encontramos ante un episodio de “abducción” o secuestro
extraterrestre.

Jesucristo: ¿un mesías extraterrestre?

Después de todo lo visto hasta ahora, casi parece lógico pensar que Jesús de Nazaret, nacido en
circunstancias tan especiales, sería claramente un extraterrestre. Comenzando con su concepción
virginal, que no rechazan –dado que está clara en el texto evangélico–, sino que reinterpretan en clave
de “operación de inseminación artificial” realizada en el cuerpo de María gracias a lo avanzado de la
ciencia y de la técnica alienígenas.
De esta manera, como Superman, Cristo sería el enviado de una civilización extraterrestre con la misión
de salvar a la humanidad. Y si hay que reconocer que es el Hijo de Dios, no hay problema. Ningún atisbo
de herejía, como puede verse. Sin embargo, lo importante es el cambio de significado que se le está
dando a los términos cristianos: sería el hijo del líder de una raza de seres de otro planeta.

Todos los hechos de la vida de Jesús son, de este modo, interpretados a la luz de lo ufológico. Por
ejemplo, esa estrella que guía a los magos de Oriente, estrella que aparece, desaparece, reaparece y
acaba quedándose quieta en el lugar donde está el Niño… ¡es una nave espacial! Los anuncios y
apariciones de los ángeles en torno a su nacimiento… ¡contactos con extraterrestres! El bautismo en el
Jordán… ¡la designación interplanetaria del enviado especial! La entrada en la nube que tuvo lugar en la
transfiguración… ¡una visita a la nave espacial luminosa!

Yendo al misterio pascual, momento culminante de la vida de Jesús, también tiene su interpretación
extraterrestre. La Resurrección es el inicio del regreso del Cristo alienígena a su civilización originaria,
dejando a unos humanoides como recaderos del asunto, que serían los ángeles con vestidos refulgentes
que vieron María Magdalena y los apóstoles. Como acontecimiento definitivo, la Ascensión, que vuelve a
ser una abducción en una nave espacial que se lleva a Jesús a su lugar.

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