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Este trabajo recupera algunos conceptos básicos elaborados desde el psicoanálisis sobre la
constitución subjetiva del niño, que nos permiten entender lo que está en juego en cada niño y
el importante lugar que ocupa la escuela. No se trata de hacer una transposición de conceptos
que pertenecen a un ámbito teórico específico, sino de "ponerlos a trabajar" para dar cuenta de
una realidad compleja como la escuela, que requiere una mirada rnúltiple. Sabemos de la
dificultad que significa aproximarse a un "lenguaje" propio de un cuerpo teórico, en el cual los
conceptos adquieren una significación distinta de la que les damos en el uso cotidiano, pero
pensamos que debemos hacer el esfuerzo de encontrarles sentido dentro de su propia trama
teórica y que eso puede enriquecer nuestro análisis sobre las instituciones educativas.
Lo idea que recorre el desarrollo de este capítulo es que la escuela es una institución
fundamental en la vida de los niños que da cuenta del pasaje del mundo de lo privado al de lo
público. En ese pasaje se ponen en juego aspectos de la constitución psíquica del niño y de la
continuidad de lo social. Para que este pasaje constituyente se vea facilitado, la escuela no
debe ubicarse como reproducción de lo que los niños traen -familia de origen-, ni como algo
totalmente ajeno a lo que hasta ese entonces es su bagaje. Es en este difícil margen donde la
escuela debe cumplir una de sus funciones específicas, asegurando el tránsito de un mundo
endogámico a un mundo exogámico.
Trabajaremos sobre las condiciones mínimas y necesarias que permiten la constitución
subjetiva de un niño: función materna, función paterna y función del campo social. Una vez
presentados estos conceptos, propondremos algunas reflexiones en relación con la institución
escolar y la tarea de educar.
Función materna
Decíamos que en los orígenes de la constitución subjetiva se encuentra el Otro, como
condición y como posibilidad. Este Otro que nutre, asiste, arrulla, mima, toca, abriga, habla,
imagina a su bebé, acompaña el cuidado de sus necesidades básicas como sólo otro ser
humano con una subjetividad constituida puede hacerlo. En esta asistencia de lo
autoconservativo, el "Otro" introduce algo radicalmente distinto de lo biológico, que será el
motor de la complejización psíquica.
En su novela Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar hace hablar al protagonista acerca
de su aspiración de construir una teoría del conocimiento humano basada en el contacto, en lo
erótico. Se trataría de ofrecer al yo un punto de apoyo en ese otro mundo. Es que el yo sólo
puede constituirse en la medida en que el contacto haya acontecido y haya encontrado
maneras de tramitación y ligazón de lo que allí se produce. Más adelante trabajaremos sobre la
constitución del yo y sobre la significación, como parte constitutiva de éste.
Retomemos la idea de contacto, de aquello que el semejante instaura en el psiquismo
incipiente del cachorro. Los primeros tiempos en la vida de un niño dependen de estos
contactos con su madre o con quien ejerza esa función, y transcurren a partir de ellos. El
mundo se presenta por contacto; hemos visto anteriormente las consecuencias de la falta de
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ese contacto para el futuro desarrollo del niño (casos de marasmos, hospitalismos y lo que la
literatura nos propone como casos de "niños salvajes" u "hombres lobos").
Pero tampoco se trata de un contacto cualquiera sino de la instauración de la sexualidad, que
no se define como genitalidad sino como cantidades, como tensiones que se instauran y que
no son de orden biológico. Se trata del placer, de la pulsión, de la exigencia de trabajo que ésta
produce. Freud señala la necesidad de distinguir entre "sexual" y "genital", entendiendo por
sexual un término más amplio, que incluye la ganancia de placer a partir de zonas del cuerpo y
que no está sometida al servicio de la reproducción.
En el momento de asistir al alivio de tensiones de orden biológico, por ejemplo, el
amamantamiento, se introducen nuevas tensiones que son de otro orden. Un bebé sigue
prendido al seno materno una vez saciada su necesidad de alimento.
Es el placer que le produce el acto de mamar lo que lo hace permanecer allí
independientemente de su hambre. Dice Freud: "El primer órgano que aparece como zona
erógena y propone al alma una exigencia libidinosa es, a partir del nacimiento, la boca. Al
comienzo, toda actividad anímica se acomoda de manera de procurar satisfacción a la
necesidad de esta zona. Desde luego, ella sirve en primer término a la autoconservación por
vía del alimento, pero no es lícito confundir fisiología con psicología. Muy temprano, en el
chupeteo en el que el niño persevera obstinadamente se evidencia una necesidad de
satisfacción que -si bien tiene como punto de partida la recepción del alimento y es incitada por
ésta- aspira a una ganancia de placer independiente de la nutrición, y que por eso puede y
debe ser llamada sexual". -12-
Es interesante resaltar algunas cuestiones nodales a las que Freud remite en esta cita. Por un
lado, este encuentro boca-pecho fundante, primario, destinado a quedar reprimido, y por otro,
la exigencia que produce lo que este encuentro provoca, esta "exigencia libidinosa". Sin
embargo, no es la situación de encuentro la que garantiza la circulación de lo sexual, sino la
fuerza de intromisión sexualizante ofrecida por la madre. Un pecho se puede ofrecer al modo
de un objeto y una mamadera puede ser acompañada por un conjunto de condiciones que
instalen en el cachorro una "vivencia de satisfacción" que haga circular lo sexual en el otro. -13-
Cuando Freud remite a esta exigencia libidinosa que se le presenta al alma -alguna vez habló
de "aparato del alma" para dar cuenta del aparato psíquico- nos permite volver al tema de las
cantidades que el Otro instaura en el cachorro y a la libido como la energía de la pulsión
sexual.
La sexualidad será el motor de complejización psíquica y una exigencia de trabajo para ese
psiquismo incipiente. Al respecto, Silvia Bleichmar dice: "En los comienzos de la vida psíquica
el Otro, el semejante, hace circular algo que no se reduce a lo puramente autoconservativo,
algo que tiene que ver con la sexualidad, en tanto representaciones ligadas al placer que no
logran una evacuación, en la medida en que no son inevacuables porque no se satisfacen con
los objetos de la necesidad que el semejante ofrece. El hecho de que se le dé la leche a un
bebé significa que el hambre puede ser saciada, pero en el momento de darle la leche, el Otro
humano propiciará mediante una serie de actos un exceso, un plus de excitación que no
encontrará derivaciones y que obligará al aparato a un trabajo de religazón, de organización,
de metabolización" -14-.
El aparato psíquico funciona con un mecanismo regulatorio que Freud llama "serie de placer-
displacer". Intentando evitar el displacer -incremento de tensión, de cantidades- y tendiendo al
placer que implica una disminución de la tensión, el aparato logra sostenerse en un equilibrio
energético estable. Es un aparato que tiende al "principio de constancia".
Cuando hacemos referencia a estas cantidades en términos de "excitación", cabe distinguir
ésta del concepto de estímulo. Entramos entonces de lleno en el concepto de pulsión. Esta
pulsión es efecto de la intromisión sexualizante del otro, que se define en su origen como una
excitación interna, constante, de la cual es imposible huir. Es justamente esta imposibilidad de
fuga lo que marcará su lugar en el origen de las verdaderas elaboraciones.
A diferencia de la pulsión, de la excitación a la cual el sujeto está atado, el estímulo es de
origen externo, momentáneo, y permite al sujeto la fuga. Si me molesta la luz, cierro los ojos y
así cancelo ese estímulo. Estímulo y excitación remiten a dos universos distintos y a destinos
diferentes. La noción de estimulo hace referencia a lo exterior y hace posible la escapatoria. La
cuestión es qué hace el sujeto con aquello de lo que no puede huir, lo endógeno, lo constante.
Es producto de la pulsión que el psiquismo se complejice para dar respuesta a estos excesos a
los que está sometido, para poder librarse de estas cantidades que le causan displacer. El
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trabajo de ligazón, de metabolización, de representación, de organización del aparato
psíquico, es el modo en que el sujeto intenta ligar este plus instalado en él.
La función materna no sólo libidiniza a su cachorro, sino que también le ofrece recursos que le
permitan ligar estas cantidades; de otro modo, el sujeto quedaría librado solamente al embate
pulsional. También es exigencia de apertura de ese psiquismo, ya que ofrece una. imagen
identificatoria. Le aporta -Piera Aulagnier diría "le violenta"- sentidos, significados, una imagen
de ese niño que será, un proyecto, un anhelo, una filiación... Violencia legítima y fundante para
el sujeto en el cual la función materna codifica y violenta significaciones sobre el infans. Es la
madre la que decide si el niño tiene frío, hambre, sueño, si está triste, contento, sensible. si hoy
prefiere plaza o vereda, y así sucesivamente.
Ella no "decodifica" un mensaje, ella codifica. Piera Aulagnier dirá: "La palabra materna
derrama un flujo portador y creador de sentido que se anticipa en mucho a la capacidad del
infans de reconocer su significación y de retornarla por cuenta propia".-15-
Esta violencia primaria -16- presupone laasimetría radical que mencionamos antes. Se trata de
una violencia que sólo es legítima en un momento de la vida y que después pasa a ser
obturante en la posibilidad de un sujeto de crear sus propias significaciones. Al exceso de
violencia interpretativa se lo llamará "violencia secundaria"; es aquella que no cesa de imponer
su propia significación, de violentar sentidos, y que atenta contra el funcionamiento del yo y de
sus posibilidades de autonomía. -17-
Función paterna
La función paterna es imprescindible en la constitución subjetiva del niño. Al igual que la
materna, es una función simbólica y no biológica. Con esto querernos decir que no
necesariamente la existencia de una "madre" o de un "padre" garantiza el ejercicio de la
función, así como su ausencia en lo real no significa que no haya un efectivo ejercicio de ésta.
La función paterna es la encargada de efectivizar la separación entre la madre y el bebé. El
padre es el representante de la ley y cumplirá una función de corte en aquella relación
originaria y poblada de certezas. Será el primer agente de "los otros", del discurso del conjunto,
y, como tal, brindará emblemas y atributos extrafamiliares que introducirán la oferta de objetos
sustitutivos para que la separación de ese primer vínculo no signifique la pérdida de todo
referente. Propiciará la salida al campo social introduciendo objetos (ideas, emblemas,
instituciones) que anticipan el mundo exagámico e inscriben a ese niño en un campo filiante.
Cuando la función paterna reclama a la madre su mirada, no deja al niño en el vacío; le
propone una serie de lugares e ideas que le permitan irse alejando de esa relación primaria.
Debemos pensar la ley en su carácter estructurante, ordenador y constitutivo del psiquismo.
Posibilitadora de la terceridad, la función paterna garantiza que el discurso materno no emane
de un pader abusivo, sino que se sostenga en un discurso social que lo avale. Dice Piera
Aulagnier: "En la estructura familiar de nuestra cultura, el padre representa el que permite a la
madre designar, en relación con el niño y en la escena de lo real, un referente que garantice
que su discurso, sus exigencias, sus prohibiciones, no son arbitrarias y se justifican por su
adecuación a un discurso cultural que le delega el derecho y el deber de transmitirlos". -18-
Podemos pensar que la escuela, por ser portadora de una legalidad distinta de la del cerco
familiar, por ser una institución que posee sus propias reglas y normativas, muchas veces
opera en los niños con una función ordenadora y de Ley.
El yo y la significación
"El proceso secundario, es decir, la actividad de pensar como obra del yo (je), es un prodigioso
trabajo de interpretación operado sobre el conjunto de lo percibido" (Piera Aulagnier).
La temática de la significación, de la creación y la construcción de sentidos nos permite
introducirnos en lo que es el yo. Para Piera Aulagnier, el yo realiza un trabajo de interpretación
de lo percibido, de una puesta de sentido sobre el mundo que lo rodea que implica el acceso al
lenguaje como el medio privilegiado para operar el pasaje de la significación. En los orígenes
de la constitución, la que violenta significaciones sobre el infans es la función materna, que
interpreta que allí hay un llamado, un mensaje, y crea un significado y lo violenta de acuerdo
con su propio deseo, con su propio marco de referencia sociocultural y con la propia
elaboración de su historia infantil.
La posibilidad de crear los propios enunciados presupone, por parte de la pareja parental y su
discurso, un acto de nominación que le permita al niño "nombrar" el afecto sentido que, hasta
ese momento, carece para él de nominación.
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Ese acto de nominación por parte del sujeto es, al mismo tiempo, un acto de enunciación, de
interpretación y de autodenominación de su yo.
La característica propia del yo es lo decible, porque para él todo se traduce en un "flujo
pensante". La pregunta a plantearse es cómo opera el pasaje de "afecto" a "sentimiento" por
medio de lo que la autora va a conceptualizar como lenguaje fundamental.
¿Quién define el nombre de las vivencias? ¿Quién le dice a un niño que esto es la alegría, la
tristeza, el amor, la furia...? Aquellos significativos para él que van nominándole el conjunto de
sus manifestaciones; a su vez, no es arbitraria ni antojadiza la manera en lo que estos otros
significativos nominan los afectos, sino que lo hacen de acuerdo con una ley preexistente que
liga un significante compartido a otros significados.
Cuando un niño se encuentra en vísperas de algún acontecimiento importante para él
(cumpleaños, inicio de lo escolaridad, una intervención médica), sus adultos significativos,
padres, hermanos a maestros, realizan sobre su afecto un acto de interpretación. Ante su fiesta
de cumpleaños, podrán decirle: "Estás muy contento porque van a venir tus amigos, por los
regalos, etc.". A partir de allí, el niño podrá ligar esa vivencia, ese afecto que hasta ese
momento no tenía nominación, con el sentimiento de "estar contento". Podrá enunciar, de
ahora en más, su propio afecto. Sabrá a qué remite estar contento, triste, alegre...
Así, cuando hablamos de tristeza, todos sabemos de qué estamos hablando. Sin embargo, un
sentimiento es único y singular en cada sujeto. Aquello que es transmisible de la tristeza lo es
por la significación compartida que todos tenemos del concepto, por las características que le
otorgamos, porque el acto del lenguaje le confiere un estatuto de sentido.
Dijimos que cuando un niño llora, ríe o protesta, la primera significación vendrá del otro. Es
necesario que así sea. El niño podrá comenzar a ser su propio intérprete, su propio enunciante,
a partir de la adquisición del lenguaje. Que lo incognoscible adquiera sentido será una
conquista inconmensurable. Este pasaje de nominación del afecto es lo que Piera Aulagnier
llama sentimiento. El sentimiento, empero, es más que un acto de enunciación, es su
interpretación. Dice la autora: "Lejos de reducirse a la designación de un afecto, el sentimiento
es su interpretación en el sentido más vigoroso del término, que liga una vivencia incognoscible
en sí a una causa que se supone acorde a lo que se vivencia". -19- A partir de poder nombrar
lo que era innombrable, incognoscible, el sujeto se transforma en enunciante, en teórico. En el
mismo acto de enunciación de un sentimiento, se autodenomina el yo. -20-
En un capítulo de su novela Demián, Herman Hesse da cuenta de estos pasajes y relaciones
entre las vivencias, las ideas y los sentimientos. El yo permite que el adulto convierta sus
sentimientos en ideas. Para el yo sólo existe lo que tiene una representación de idea, lo que
tiene la característica de lo "decible". Dice Demián: "Muchos, ya sé, no querrán creer que un
niño de once años pueda sentir esto. No escribo para ellos mi historia, sino para aquellos que
conocen mejor al ser humano. El adulto, que ha aprendido a convertir una parte de sus
sentimientos en ideas, echa de menos estas ideas en el niño y piensa que las vivencias
tampoco han existido. Pero yo no he sentido nunca en mi vida nada tan profundamente, ni he
sufrido nunca tan profundamente como entonces". -21-
Un docente también oferta significaciones que les permitan a los niños nominar sus afectos;
oferta sentidos socialmente consensuados para las manifestaciones de los niños; busca
"palabras" que les permitan expresar lo que les pasa, y que esto sea transmisible y
comunicable.