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La agresividad:
imperativo comportamental1
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4. Definiendo instinto como un tipo de conducta que deviene respuesta estereotipada y automática,
genéticamente determinada y relacionada con un estímulo definido; conducta o respuesta irreprimible y
no modificable por el individuo, en la medida en que ocurre inevitablemente.
5. Existen, en el caso del animal humano, tres tipos de componentes del entorno (exogenia): compo-
nentes físico-bióticos (clima, tierra, piedra, agua, plantas y animales del paisaje, así como otros individuos
del propio grupo-especie), componentes biosociales (redes de relación, sistema de parentesco, normas
sociales, instituciones organizacionales de tipo político-social, etc. del grupo al que pertenece el individuo)
y componentes socioculturales (la lengua, el arte, la ciencia, etc.) [v. Lizarraga, 2000].
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6. Hay, sin embargo, un cierto número de especies que sólo comparten con nosotros tres de dichos
imperativos, en la medida en que se trata de especies con reproducción asexuada.
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a) Agresividad.
b) Territorialidad.
c) Sexualidad.
d) Inquisitividad.
Asimismo, todo nuestro ser y hacer está mediado por un amplio número de
imperativos fisiológicos, tales como el hambre y la sed, la necesidad de respirar,
de dormir, de librarse del calor o del frío extremos, etc. En virtud de lo cual, difí-
cilmente podemos decir que una conducta es plena o exclusivamente inquisitiva,
sexual, territorial o agresiva, toda vez que cada una de nuestras acciones, conscien-
tes o inconscientes, voluntarias o no, contienen ingredientes de cada uno de los
imperativos, tanto comportamentales como fisiológicos, aunque con frecuencia
uno de ellos llegue a ser más evidente o poderoso. De ahí que, llegado el mo-
mento, podamos hablar de comportamientos o conductas agresivas, territoriales,
sexuales o inquisitivas y, entre éstas, podamos decir que se distingue una plurali-
dad de modalidades.
La agresividad, en sus muy diversas formas de expresión (y en términos
de comportamiento), ha contenido numerosos discursos políticos y sociales,
así como tema de interés académico de muy diversas disciplinas y ciencias, tales
como la psicología, la psiquiatría, la sociología, la etología y evidentemente la
antropología (tanto en términos sociohistóricos y culturales como de sus caracte-
rísticas y cualidades biológicas). Sin embargo, la palabra agresividad no termina
de precisarse en la mayoría de las ocasiones, dando lugar a un sinnúmero de in-
terpretaciones, la más de las veces tomándola equivocadamente como sinónimo
de violencia, cuando esta última es una modalidad muy precisa de agresividad,
que también se expresa de variadas formas y que siempre se significa en términos
socioculturales e históricos [Lizarraga, 2001]. Por tanto, es necesario reconocer
que la conducta agresiva hace referencia a un conjunto de acciones que pueden
manifestarse con intensidad variable, y que incluyen desde la pelea física, hasta
los gestos o expresiones verbales que llegan a hacerse presentes en el curso de
cualquier intercambio de ideas o cosas. Se da como una mezcla secuenciada de
movimientos con diferentes patrones, orientados a conseguir distintos propósitos,
por ello, es una manifestación comportamental compleja que, en primer término,
tenemos que pensar como básica para la supervivencia de los individuos y, a largo
plazo, de las especies animales.
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1) La necesidad alimentaria.
2) La presencia de un depredador.
3) La intrusión de un extraño en el territorio.
4) La presencia de un agente amenazador de las crías.
5) En el caso de los mamíferos, la necesidad de las madres de des-
tetar a la cría.
8. Tal es el caso de los encuentros entre dos bandas de chimpancés, que devienen en lo que podemos
considerar un tipo singular de comportamiento bélico.
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A todo ello cabe agregar que existen otros muchos desencadenantes, en el caso
del primate humano, que tienen que ver con simbolizaciones y ritualizaciones, por
lo que el abanico de posibilidades se amplía de manera ilimitada.
En tanto que la agresividad, en sus numerosas formas de expresión, tiene como
reactivo desencadenante el miedo o la temeridad, aunque no es extraño que tam-
bién se desencadenen conductas calificables de agresivas motivadas por el dolor, la
rabia o la ira. Sea cual sea el sentimiento desencadenante del imperativo, se llegan
a producir conductas agresivas tanto a nivel interespecífico como intraespecífico.
El primer caso consiste en la lucha entre diferentes especies para la seguridad o
perpetuidad de la propia, y se expresa en tres direcciones fundamentales:
En el segundo caso se dan las conductas que tienen que ver con la territoriali-
dad, con el alimento o bien con llegar a la cópula. En el Homo sapiens se generan,
como ya se ha apuntado, otras muchas manifestaciones de agresividad asociadas a
un amplio espectro de prácticas culturales, dependiendo del grupo y del momento
de su historia. Muchas de tales manifestaciones devienen en prácticas que, desde
la perspectiva cultural que la promueve, se significan como necesarias (incluso a
nivel espiritual), mientras que desde otra perspectiva pueden significarse como
violencia.9 Pensemos, por ejemplo, en prácticas como la amputación del clítoris, la
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10. V. www.uam.es/departamentos/medicina/psiquiatria/psicomed/psicologia/nuevoprog/agresividad.
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