Sei sulla pagina 1di 5

Los sabios, testigos del Dios de la vida.

(Francesc Ramis Darder)

Introducción a los libros Sapienciales.

1.- Características de la sabiduría israelita.


Las características de la sabiduría israelita aparecen realzadas y concentradas en los
cinco libros sapienciales: Proverbios, Job, Eclesiastés, Eclesiástico, Sabiduría y en
los Salmos.
Los libros sapienciales no centran su atención en la historia, sino que observan, más
bien, el orden del universo creado por Dios. Los libros sapienciales se detienen,
principalmente, a observar la armonía dispuesta por Dios en la creación, invitando al ser
humano a vivir según el orden dispuesto por el Creador.
El Pentateuco y los libros históricos cuentan la actuación salvadora de Dios a favor de
Israel. Los sapienciales observan preferentemente, el orden del universo creado por
Dios.
El Pentateuco y los libros históricos describen la historia de la salvación experimentada
por Israel, mientras que los libros sapienciales incluyen esta historia en el proyecto
armonioso que Dios ha concebido para toda la creación.
Estas son las características del sabio en el Antiguo Testamento:
a ) El sabio observa el universo y percibe una realidad armoniosa.
b ) El sabio se da cuenta de la diversidad de temperamentos, de maneras de ser,
existentes en la humanidad.
c ) Y tras observar el universo, percibiendo la bondad de la naturaleza creada por Dios,
y fijarse en la persona, contemplando a la criatura creada a imagen y semejanza de
Dios, el sabio detecta en ambos la presencia del proyecto divino para toda la creación.
Por eso el sabio entrega su vida para que la naturaleza y el ser humano puedan
desarrollarse según el proyecto de Dios.
El sabio percibe en las cosas y en las personas la presencia de Dios y enseña a sus
hermanos a percibirla.

2.- Las características del lenguaje de los sabios.


Sabia es la persona cuyo corazón palpita al ritmo del corazón de Dios.
El sabio entiende que “saber” es saber vivir, y “saber vivir” es saber amar.
Como grandes pedagogos, los sabios recopilaron y transmitieron la tradición sapiencial
nacida en el ámbito familiar, tribal y escolar.
La sabiduría era una cualidad que estaba junto a Dios antes de la creación del universo
(Eclo 24,9), y que se derramaba sobre los hombres (Prov 8,22-36) cuando confiaban en
el Señor y se apartaban del mal (Job 28,28).

3.- La sabiduría de Egipto y Mesopotamia y su relación con Israel.


La Biblia habla de la sabiduría oriental y recoge textos sapienciales de las culturas de
Mesopotamia y Egipto las que más influyeron en el pensamiento israelita.
Los sabios egipcios observaban el mundo y lo percibían como una realidad bien
ordenada. Al igual que los israelitas, apreciaban que el universo se desenvolvía
armónicamente. Para ellos el universo estaba envuelto en una especie de red que lo
mantenía ordenado. Esa red divina que cohesionaba el mundo era la diosa Maat.
Tanto los sabios israelitas como los egipcios eran conscientes del orden del universo.
Pero mientras que el egipcio atribuía la armonía del cosmos al poder de la diosa Maat,
el israelita creía que el universo había sido creado per Dios tal como narran las primeras
páginas del Génesis. El sabio israelita detectaba el orden inscrito por el Señor en la
creación y deseaba acomodar su propia vida al orden dispuesto pro Dios.
La sabiduría egipcia es en general de talante optimista, mientras que los escritos
mesopotámicos resaltan el sentimiento trágico de la vida.
Los sabios israelitas bebieron en la fuente sapiencial mesopotámica, pero no se
detuvieron sólo a observar el aspecto doloroso de la existencia humana. La sabiduría
israelita supo situar el dolor humano bajo la luz de la fe, y pudo comprender que, en
cierta medida y desde la perspectiva creyente, el sufrimiento puede ser una ocasión de
encuentro personal entre Dios y el hombre.
La sabiduría israelita intuyó primero y creyó después que el sentido de la vida humana
reposa en la bondad de Dios. Desde esta convicción el autor del libro de la Sabiduría
afirmó: “Las almas de los justos están en las manos de Dios y ningún tormento les
alcanzará” (Sab 3,1).

La persona a la luz del Antiguo Testamento.

1.- Introducción.
La mentalidad occidental tiende a comprender la realidad dividida en partes diversas.
La mentalidad oriental no divide la realidad en diversas partes, sino que tiende a
percibirla como una entidad única y compacta.
El Antiguo Testamento capta al hombre como una realidad compacta y unitaria.
Contempla al ser humano en su unidad personal.
El AT percibe la “unidad” de la persona, pero contempla al ser humano desde tres
ángulos que le permiten verlo “de frente”, “de lado” y “por dentro”.
-“de frente”. Significa captarla en aquello que tiene de limitado y condicionante.
-“de lado”. Implica percibirlo desde la dimensión de la responsabilidad con que afronta
la vida.
-“por dentro”. Equivale a percibirlo en su dimensión espiritual.
La persona es espiritual cuando desarrolla su capacidad de pensar, su pasión por amar y
su tesón por orar.
El pensamiento israelita afirma que la unidad de la persona radica en el corazón. La
perspectiva bíblica sitúa en el corazón el centro del ser humano. Ámbito donde acontece
el encuentro personal entre Dios y el hombre.
La Biblia no se limita a contemplar al ser humano como un ser aislado, sino que lo
percibe en el ámbito social.
La noción de la justicia contiene en la Biblia varios significados complementarios:
exige decir la verdad cuando se celebra un juicio ante un tribunal; denota, además, la
práctica de la justicia social y de la misericordia con el prójimo, así como el
compromiso a favor de los pobres; y manifiesta, por último, un peculiar tercer
significado: la Biblia llama “justo” a quien encauza su vida según el proyecto de Dios.
Los libros sapienciales son la escuela donde aprendemos a humanizarnos con la
sabiduría de Dios.

2.- La persona como ser limitado.


Cuando miramos a alguien “de frente” percibimos los límites que contornean su figura.
La lengua hebrea denomina al hombre visto “de frente” con la palabra “basar” que
significa “carne”.
“Mírate a ti mismo y las circunstancias que te rodean. Aprende a discernir qué es
aquello en lo que debes aceptarte y qué es aquello en lo que debes cambiar”.
Esta es la primera dimensión de la sabiduría bíblica: hacernos penetrar hasta el interior
de nuestra alma y ayudarnos a captar la situación en que vivimos, de modo que seamos
capaces de aceptar lo que haya que aceptar y valientes para cambiar lo que deba
cambiarse.
La personas, contemplada “de frente” comienza a realizarse cuando advierte las virtudes
que posee y detecta las limitaciones impuestas por la vida. Cuando no acepta las
posibilidades de la existencia ni las lindes de su persona, el ser humano se rompe. El
hecho de “romperse”, expresado en términos bíblicos, se llama pecado; impide la
felicidad humana y bloquea el crecimiento personal.
El necio es el personaje opuesto al sabio.
La necedad ciega el fondo del alma e impide escuchar el latido del mundo. Sólo quien
acepta sus condicionantes y desarrolla sus cualidades alcanza la madurez humana, base
de toda sabiduría.

3.- La persona como ser responsable.


La segunda manera de fijarse en la persona es mirarla “de perfil”. Si observamos a
alguien de perfil notaremos que aunque desee estarse quieto nunca permanece inmóvil.
Los hebreos al observar al hombre respirando le denominaron “nefesh”.
La cultura hebrea sólo llamaba seres vivos a aquéllos que respiraban. La apreciación
bíblica va más lejos: vivir no es sólo una cuestión biológica, sino que conlleva la
responsabilidad de esforzarse en adquirir madurez personal e implicarse en el progreso
social.
La responsabilidad supone ascender otro escalón, lo que acarrea un doble esfuerzo. Por
una parte, implica empeño para atemperar las contrariedades nacidas de nuestro carácter
y de nuestro entorno social. Por otra, requiere tesón para desarrollar al máximo nuestras
potencialidades personales y humanizar nuestra sociedad.
En la Biblia, el éxito o el fracaso de la vida no depende del azar, sino de la
responsabilidad con la que el ser humano vive.
Desde la perspectiva bíblica, triunfar en la vida no implica la realización de cosas
extraordinarias. Triunfa en la vida el que pone amor en todo lo que hace por simple que
sea.
Ser sabio significa, metafóricamente, “respirar bien la vida”, es decir, implicarse en
atemperar las contrariedades y desarrollar las potencialidades personales y sociales. La
necedad malgasta la vida, mientras que la sabiduría la llena de humanidad.
Al sabio le enriquece hasta el perdón que recibe, mientras que al necio le pierde su
soberbia.
Con la sabiduría, el hombre alcanza la madurez humana e interviene en la trasformación
de la sociedad. La necedad es el gran error de la vida, pues impide el desarrollo de las
cualidades que Dios regala al ser humano.

4.- La persona como ser espiritual.


Conocer al ser humano en profundidad equivale a contemplarlo “por dentro”.
Comprendemos al hombre por dentro cuando entendemos qué piensa, como ama y en
que cree; es decir, cuando percibimos su dimensión espiritual.
“Ruaj” el hombre contemplado por dentro, en su profundidad espiritual.

a ) ¿Qué significa pensar?


La capacidad de pensar, es el desarrollo de un estilo de vida semejante al del profeta y el
sabio.
Mesopotamia era, en la antigüedad, la región de las leyes. El monumento más recordado
es el “Código de Hamurabi”.
El pueblo hebreo se inspiró en la legislación de Mesopotamia. Cambió la raíz de esta
ley ya que la ley israelita en lugar de eliminar la vida procuraba favorecerla en todos sus
aspectos.
Éste es un importante papel que desempeñaron los profetas al exigir que la ley mejorara
la vida, tanto en el nivel personal como en el comunitario, de su pueblo.
El profeta exige con su palabra y con su vida que la ley promueva el desarrollo de todo
el pueblo. El profeta regenera la vida pues exige justicia, misericordia, perdón y
esperanza.
Egipto aparece como el país de los sabios.
Los hebreos se nutrieron de la sabiduría egipcia pero recalcaron un aspecto decisivo: la
sabiduría no debía fomentar la “habilidad para responder con astucia” a las situaciones
planteadas por la vida, sino que debía desarrollar la “responsabilidad” ante cualquier
acontecimiento. La sabiduría implicaba el esfuerzo para acrecentar las virtudes y
atemperar los defectos de cada persona, alcanzándose así la madurez personal y la
armonía social.
Saber pensar implica adoptar el estilo de vida del sabio y del profeta.

b ) ¿Qué significa amar?


El amor no puede reducirse a evitar el mal: el amor nos impulsa a obrar el bien.
El AT no se limita a ofrecer máximas sobre el amor, sino que aporta también modelos
concretos de cómo vivirlo. Tal vez, las dos maneras más radicales de vivir el amor sean
la lucha por la justicia y el ejercicio del perdón.
La lucha por la justicia expresa la dimensión social del amor. El profeta Oseas es el
modelo de vivencia del amor convertido en perdón.
El sabio vive el amor que lucha por la justicia y regala el perdón.

c ) ¿Qué entraña rezar?


La fe israelita sabía que lo nuclear era darse cuenta de todo lo que Dios hace por el ser
humano.
Los israelitas no ofrecían sacrificios a Dios sólo para implorar auxilio, sino qu en el
fondo de cada ofrenda latía la acción de gracias por la liberación de la esclavitud.
Los Salmos enseñan a rezar, pero exigen a la vez un corazón abierto a la voz de Dios y
el profundo compromiso con la liberación humana. El sabio no cree en un Dios lejano.
El sabio cree en el Dios cercano que propicia el desarrollo de las cualidades que hay en
cada uno de los seres humanos.

5.- Síntesis.
El AT entiende al ser humano como una persona que vive en sociedad. Al contemplar
al hombre como persona individual lo percibe como un ser unitario y lo contempla des
una triple perspectiva: el hombre es limitado, responsable y espiritual. Al fijarse en el
aspecto social del ser humano, la Antigua Alianza destaca tres notas: el hombre es un
ser comunitario que debe ser justo y está llamado a la trascendencia.
Afirmar que el hombre es limitado no significa considerarlo defectuosos, sino apreciar
las potencialidades y contornos que delimitan su existencia. La responsabilidad implica
el esfuerzo por desarrollar las virtudes y atemperar las contrariedades que depara la
vida.
La espiritualidad esconde tres características: pensar, amar y orar. Pensar no consiste
sólo en razonar: implica comprender la vida en el desarrollo personal y social. Optar por
el amor supone luchar por la justicia, practicar la misericordia y vivir el perdón. La
capacidad de rezar estriba en darnos cuenta de que lo más importante no es lo que
podemos hacer por Dios, sino aquello que Dios hace por nosotros. Quien reza se sabe
sostenido en las buenas manos de Dios y, con el corazón abierto a la Palabra, arriesga su
vida en la liberación humana.
El ser humano no es un individuo aislado, vive en sociedad. El sabio vive la fraternidad
en el seno de la comunicad. Pero además es justo: sabe encajar su vida en el proyecto de
Dios. El esfuerzo de encajar la vida en el proyecto divino abre el corazón del sabio a la
trascendencia. Y la trascendencia abre las puertas del AT hacia Jesús de Nazaret, la
presencia encarnada de la Palabra entre nosotros (Jn 1,1-14).

Potrebbero piacerti anche