Desheterosexualizar el conocimiento o
¿es posible hacer de la danza una experiencia de (des)generización? 1
val flores
Quisiera comenzar estas reflexiones con dos breves relatos de experiencias que articulan
folklore, cuerpo, género y heteronormatividad, como forma de situar mi propio lugar de
enunciación en estas jornadas, un lugar incómodo y perturbador por mi antigua
distancia y extrañamiento con las danzas folklóricas producto de experiencias
traumáticas durante la infancia escolar y en la formación del profesorado de educación
primaria, que hacían de mi cuerpo de niña masculina y, más tarde, de mi identidad
lesbiana chonga, un desacato a las órdenes hegemónicas de las coreografías folklóricas.
A su vez, también traeré la narrativa de una amiga y compañera profesora de danza
contemporánea que “padeció” el cursado de la materia de folklore en su formación y de
quien supe en repetidas ocasiones de sus resistencias y castigos por no subordinarse a
los roles de género impuestos. En ambos relatos hay indicios de disputas por la
identidades sexuales y de género, de pedagogías heterosexualizantes de nuestros deseos,
de insidiosas y perdurables marcas del daño que el sistema binario de género inscribe en
nuestros cuerpos, y de cómo ese daño se vuelve herida colonial y heteropatriarcal, una
fisura emocional y epistemológica como zona friccionante que no busca ser suturada
sino que incita al gesto vital y poético de construcción de poderes cognitivos,
posibilidades corporales y creatividad erótica.
Desde niña he tenido una performance masculina. Esta identificación con aquello que
socialmente se considera como masculinidad no me constituye en un hombre –que sería
una posibilidad, como para las masculinidades trans-, sino que se trata de la alteración y
perversión de una de las claves de la inteligibilidad social: la dupla dicotómica varón-
mujer entendida como una serie de contigüidades obligatorias que va desde la
subjetividad hasta la genitalidad, pasando por los cuerpos y su apariencia. Escasean los
estudios sobre las masculinidades desligadas de cuerpos de hombres, y en general, éstos
se concentran en cuerpos de varones, lo que tiene como efecto performativo en la
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Texto de la conferencia en el XI Congreso de Danzas, Educación-Diversidad-Escena. Escuela de Danzas
Tradicionales Argentinas José Hernández, La Plata. 12, 13 y 14 de setiembre del 2018.
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industria académica, seguir confiscando la masculinidad a los cuerpos y sexos
“apropiados. Las masculinidades encarnadas en cuerpos que hemos rechazado, desistido
o resistido los procesos de feminidad obligatoria, abriendo y posibilitando diferentes
espacios identitarios, permanecemos invisibilizadas, silenciadas y relegadas a un “no-
lugar” (Lacombre, 2013).
Quisiera compartir con ustedes algunos fragmentos del relato que compuse para el
proyecto Chonguitas, masculinidades de niñas 2:
2
Chonguitas. Masculinidades de niñas. val flores & fabi tron (comp.). Editorial La Mondonga Dark.
Neuquén. 2013
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Reside en la ciudad de Córdoba.
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Desde el cursillo atravesé situaciones que derivaban de la pose de la
"virilidad gauchesca" supuestamente exigida para bailar las danzas
folklóricas, las secuencias que rendíamos para el ingreso eran mudanzas de
zapateo con el profesor y sus ayudantes, todos varones cis al frente que
sacaban pecho, hacían sonar el suelo y gritaban "bueno" a viva voz […]
Ingresé al profesorado y sufrí los dos años de cursado de la materia "folklore
argentino", la persecución constante por negarme a cumplir con consignas
que no tenían más asidero que el de encuadrarnos en el binario hombre-
mujer, gaucho-china y sus consecuencias. Mientras todxs aprendíamos
zapateo, solo las mujeres teníamos que llevar y usar pollera en las clases,
siendo merecedoras de media falta en caso de que no lo hiciéramos.
Evidentemente no había posibilidad de hacer una lectura de nuestros
cuerpos e identidades por fuera de esa enunciación. Me enfrenté en
numerosas oportunidades al profesor exigiendo que los términos de cursado
fueran iguales para todxs. Que si nosotras usábamos pollera, la usáramos
todxs. Me negué a usar la pollera en clase y discutí la sanción hasta que se
suprimió. Con algunxs compañerxs peleamos clase tras clase frente a los
discursos misóginos y homolesbotransfóbicos que se sucedían durante el
cursado, las referencias a los roles que debíamos cumplir de acuerdo a los
estereotipos de género profundamente presentes en el abordaje que se hacía
de las danzas. Bailar el pericón y escuchar en las arengas del profesor frases
como "si se retoba, átela al palenque compadre". Estudiamos manuales de
memoria escritos desde una visión europea, colonizadora, donde todo
origen de nuestras danzas era el salón, la oligarquía, borrando las bases
negras, indias, mestizas que nuestras danzas tienen 4.
¿Qué desafíos sobre las penumbras epistemológicas, las pedagogías del deterioro
corporal y la performatividad de las danzas -tradicionales o no- como productora de
identidades normalizadas, nos proponen pensar estas experiencias de la herida?
¿Podríamos encontrar imágenes escolares para que las danzas tradicionales sean una
aventura para explorar otras experiencias menos normativas acerca del género? ¿qué
imaginarios pedagógicos precisamos extrañar o torcer para reconocer que las danzas
tradicionales involucran nuestras sexualidades y géneros como asuntos políticos que
estructuran el conocimiento escolar? ¿puede formar parte de nuestro horizonte
pedagógico de lo deseable, un futuro no binario o desgenerizado para lxs practicantes de
estas danzas? ¿Qué preguntas incómodas, atrevidas y arriesgadas estamos dispuestxs a
hacernos como educadorxs? ¿podemos pensar que las imposibilidades de imaginar otros
cuerpos y deseos no estructurados por la heteronormatividad, constituyen formas de
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Relato de Laura Alazraki. Profesora de danza, bailarina y directora de danza contemporánea, lesbiana
feminista activista de la disidencia. Directora de “Somos, el cuerpo se devela otrx(s)", Limalimones
Colectivo Creativo. Proyecto ganador de la Convocatoria Cultura 2018, Universidad Nacional de
Córdoba. Estreno 23 de agosto del 2018 en el Salón de Actos del Pabellón Argentina UNC.
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violencia epistémica y corporal? ¿si la acción educativa es una experiencia estética, qué
orden de visibilidades corporales producimos con nuestras metodologías áulicas? ¿Qué
herramientas intelectuales, corporales y afectivas precisamos construir para hacer de la
danza una experiencia de desgenerización?
Pensar una pedagogía antinormativa implica, entre otros asuntos, reflexionar acerca de
la heterosexualidad como régimen de inteligibilidad de los cuerpos, es decir, como un
modo hegemónico de conocimiento que modeliza nuestra interpretación de los cuerpos
y forcluye la posibilidad de pensarlos y vivirlos de otra manera. Desde esta perspectiva,
es fundamental reflexionar sobre cómo la heteronormatividad estructura la institución
escolar, cómo el propio conocimiento y las prácticas del conocer que gestiona la
institución educativa producen y regulan los cuerpos, identidades, deseos, y constituyen
formas de subjetivación sexualizada, generizada, racializada.
El idioma tácito que aprendimos en las aulas y pasillos de la formación docente tiene
mucho de silencio, secreto y ocultamiento, una especie de didáctica forzada y
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naturalizada de la heterosexualidad, con su efecto de privatización de las identidades no
heteronormativas; en suma, una lubricada y activa pedagogía heterosexual. En este
sentido, las danzas tradicionales no son una mera representación de una genealogía
dominante de las expresiones culturales de ciertos grupos de cierta época, en las que
hombres y mujeres le ponen el cuerpo a una coreografía histórica, a una ideología, una
tradición, unos valores nacionales, una raza, una clase, un ideal de corporalidad, sino
que el propio baile produce hombres y mujeres. Es esa performatividad de la danza, tal
como Judith Butler habla de la performatividad del género, en tanto práctica o conjunto
de actos regulados que se repiten en un contexto de autoridad, que tienen la capacidad
histórica de crear la realidad, otorgándole inteligibilidad al sujeto como femenino o
masculino, repitiendo una convención social de la ley heterosexual. Una serie de
sujeciones que toman la forma de mandatos, consejos, técnicas, pequeños hábitos
mentales y emocionales, de una serie de rutinas y normas para ser inteligibles como
humanos y que operan por su inscripción biográfica en forma de pliegues de la
subjetividad. Y en esa misma reiteración de la norma está la posibilidad de su fracaso o
variación, en su repetición incoherente, ininteligible, inadecuada, desplazada. Por eso
mismo, la danza como tecnología que hace cuerpos, integra las maquinarias de la
identidad de género, que con sistemática frecuencia nos convierten en su presa,
encapsulándonos en los ideales normativos del ser varones o mujeres, de manera
excluyente. Pero al mismo tiempo, puede producir sus desarreglos y averías.
El género como categoría analítica no remite a un sujeto particular, como las mujeres,
tal su inscripción hegemónica que regula hoy los imaginarios colectivos, producto de las
políticas neoliberales que reprocesaron las insolencias feministas en clave institucional
mediante políticas de género ceñidas a términos mujeriles, desactivando radicalmente su
potencial crítico. A partir de los desarrollos teóricos y políticos de las teorías feministas
posestructuralistas, decoloniales, la teoría queer y la disidencia sexual, podemos
comprender que no hay nada de natural en los cuerpos, que la sexualidad no es algo que
exista originariamente o surja espontáneamente en ellos. Por el contrario, el género es
una forma histórica y cultural de gestionar los cuerpos sostenido sobre la
heteronormatividad, una tecnología que produce cuerpos sexuados a partir de un ideal
binario (pene/vagina, varón/mujer, masculino/femenino), que convierte ciertos deseos y
formas de habitar y transitar la corproalidad, en ilegítimas, inmorales o patológicas. De
este modo, estamos alfabetizadxs en las formas hegemónicas de las tecnologías del
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género y las sexualidades, a partir de las cuales nuestros sistemas perceptivos,
cognitivos y afectivos practican la lectura y la escritura de los cuerpos en términos de
“naturaleza”.
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tenemos la capacidad de herir el lenguaje, de producir otras narrativas, otras ficciones,
otros bailes, para dañar la maquinaria del odio, el aniquilamiento y su economía del
movimiento.
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haciendo una codificación domesticadora de la potencia de la herida, a la vez que
vuelve impensables otras corporalidades, formas sexuales y afectividades.
Quisiera terminar con una pregunta para imaginar otras pedagogías del deseo, que hacen
de la herida la pulsión deseante de la emancipación, de la desobediencia lingüística y
del disturbio político en este contexto represivo neoliberal y de terrorismo financiero,
¿no es poesía la habilidad para habitar un cuerpo a la medida de un sueño, no un
sueño como promesa de obediencia, sino un sueño soñado con cada fibra de nuestros
deseos?
Bibliografía
flores, val (2016) “Experiencias de la herida. Políticas del saber y poéticas del cuerpo”.
Texto presentado en la charla “A 10 años de la ley de Educación Sexual
Integral”, organizada por la Cátedra Fundamentos de la educación y el
Departamento de Ciencias de la Educación. Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación. Universidad Nacional de La Plata.
flores, val (2017) “Extrañar nuestra imaginación educativa: apuntes para una pedagogía
cuir/antinormativa”. Charla/conversatorio en la Materia Didáctica de las
Ciencias Sociales del Grado de Educación Primaria. Facultad de Ciencias de la
Educación. Universidad de Granada, España. 24 de noviembre del 2017.
flores, val (2018) “Los cuerpos que (no) imaginamos. Lengua, poder y educación”.
Conversatorio organizado por la Escuela de Ciencias de la Educación, Escuela
de Historia de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional
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de Rosario, Área de Mujeres, Género y Diversidad Sexual de la COAD
(Asociación gremial de docentes e investigadores/as de la UNR) y la Biblioteca
“Profesor Carlos Fuentealba” de la Escuela de Ciencias de la Educación.
Universidad Nacional de Rosario. 15 de junio del 2018.
Lacombe, Andrea (2013) “Dar cuenta de lo indecible”, en Chonguitas. Masculinidades
de niñas. val flores & fabi tron (comp.). Editorial La Mondonga Dark. Neuquén.
2013.