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Trastorno de ansiedad en el adulto mayor.

El trastorno de ansiedad generalizada se define como una sensación no


placentera, difusa, acompañada de molestias físicas como opresión retro
esternal, taquicardia y sudoración.
Se diferencia del temor porque este se origina ante factores. La ansiedad no es
un concepto o un estado particular muy limitado ya que es una señal o reacción
general bastante común en el ser humano.
“La ansiedad normal es una respuesta apropiada ante una situación
amenazante”, según Kaplan y Sadock (2000: 636).
De la misma forma, se diferencia del miedo en que la ansiedad es una res-puesta
a una amenaza desconocida, interior o conflictiva, mientras que el miedo es una
respuesta a una amenaza conocida.
Kaplan y Sadock (2000) mencionan que la experiencia de ansiedad tiene dos
componentes: la conciencia de las sensaciones fisiológicas (como palpitaciones
y sudores) y la conciencia de estar nervio-so o asustado.
El sentimiento de vergüenza puede aumentar la ansiedad, y muchas personas
se asombran al enterarse que los demás no se dan cuenta de su ansiedad o, si
lo hacen, no pueden apreciar la intensidad de la misma. Además de los efectos
motores y viscerales, la ansiedad afecta el pensamiento, la percepción y el
aprendizaje.
Tiende a producir con-fusión y distorsiones en la percepción no sólo respecto
del tiempo y el espacio, sino también en relación con las personas y el significado
de los sucesos. Tales distorsiones pueden interferir con el aprendizaje al
disminuir la concentración, reducir la memoria y alterar la capacidad de
relacionar un tema con otro.

La ansiedad puede tomar diversas formas, experimentándose como una


sensación inexplicable de destrucción inminente, preocupación excesiva
infundada acerca de numerosas cosas como miedo irracional a una actividad u
objeto (DSM IV-R, 2000).

Autoestima
Abud y Bojórquez (1997) consideran a la autoestima como un concepto, una
actitud, un sentimiento, una imagen; como la capacidad para valorar el yo y
tratarse con dignidad, amor y realidad, y como “el juicio personal que hace el
individuo acerca de su propio valor” (p. 16).
Describen asimismo tres componentes importantes que se relacionan entre sí,
el deterioro de uno de los cuales afecta negativamente a los restantes:
Componente cognitivo. Se refiere a ideas, opiniones, creencias, percepción y
procesamiento de información; conjunto de auto esquemas usados para
reconocer e interpretar estímulos importantes del ambiente social y experiencias
pasadas; incluye al autoconcepto como origen y desarrollo de la autoestima
Componente afectivo. Valoración de lo que en cada persona es positivo y
negativo, e implica una sensación de lo que se considera favorable o
desfavorable, agradable o desagradable.
Componente conductual. Tensión, intención y decisión de actuar; manifestación
de comportamiento consecuente y coherente. En diversas investigaciones se ha
demostrado que el “periodo previo al ingreso del anciano a las instituciones se
presenta de forma crítica […] durante este tiempo se le presenta un episodio
intenso de estrés e incertidumbre debido al miedo y expectativas hacia las
condiciones y situaciones del lugar, ocasionando así tensiones internas en el
adulto mayor” (López, 1998: 25).

Criterios diagnósticos del trastorno de ansiedad generalizada según el


DSM IV-R.

A. Ansiedad y preocupación excesiva sobre una amplia gama de


acontecimientos o actividades.
B. Al individuo le resulta difícil controlar este estado de constante preocupación.
C. La ansiedad y preocupación se asocia a tres (o más) de los seis síntomas
siguientes (algunos de los cuales han persistido más de 6 meses).
1. Inquietud o impaciencia.
2. Fatigabilidad fácil.
3. Dificultad para concentrarse o tener la mente en blanco.
4. Irritabilidad.
5. Tensión muscular.
6. Alteraciones del sueño (dificultad para conciliar o mantener el sueño, o
sensación al despertarse de sueño no reparador).
D. El centro de la ansiedad y de la preocupación no se limita a los síntomas de
un trastorno.
E. La ansiedad, la preocupación o los síntomas físicos provocan malestar
clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes
de la actividad del individuo.
Estas alteraciones no se deben a los efectos fisiológicos directos de una
sustancia (ej. drogas, fármacos) o a una enfermedad médica (ej. hipertiroidismo)
y no aparecen exclusivamente en el transcurso de un trastorno del estado de
ánimo, un trastorno psicótico o un trastorno generalizado del desarrollo.

CAUSAS DEL TRASTORNO DE ANSIEDAD.


Los acontecimientos que frecuentemente se asocian con psicopatología ansiosa
en la vejez, son los duelos por pérdida de un familiar, pérdida de la
independencia, la jubilación y la institucionalización.
Los factores de riesgo asociados con una mayor probabilidad de tener ansiedad
en la edad adulta son: género mujer, enfermedades médicas crónicas, vivir solo
o divorciado, baja escolaridad, eventos estresantes a lo largo de la vida,
limitación física en actividades de la vida diaria y neuroticismo, de igual manera,
los contactos sociales escasos y la soledad son los factores de mayor peso que
predisponen a ansiedad, por lo que se recomienda realizar una historia clínica
social en la valoración del adulto mayor.

Cuadro clínico del trastorno de ansiedad

Síntomas de ansiedad

Psicológicos cognitivos Conductuales


Taquicardia Preocupación Hiperactividad
Frecuencia urinaria Aprehensión Hipervigilancia
Boca seca Temor Habla
apresurada
Parestesias Irritabilidad
Conductas
Opresión de pecho Distracción
ritualistas
Hiperventilación Despersonalización
Sobresaltos
Alteraciones del sueño Intrusiones en el
Rigidez de
pensamiento
Sudoraciones habla
Pensamientos y
Temblor
sueños recurrentes
Vértigo
Amnesia
Sensación de ahogo
Tensión muscular

La presentación atípica de ansiedad generalizada en el adulto mayor puede


incluir síntomas psicológicos o conductuales tales como irritabilidad, pobre
concentración, preocupación excesiva y dificultad para su control, así como
síntomas físicos como fatiga, taquicardia, taquipnea y tensión muscular por lo
que el personal de salud deben buscarlos intencionadamente. (Ver cuadro 1). La
ansiedad en los adultos mayores puede ser descrita o experimentada con
predominio de síntomas somáticos tales como mareos y temblores; además
pueden presentarse con ansiedad subclínica o síntomas de ansiedad que
causan angustia o deterioro funcional, pero que no cumplen criterios
diagnósticos para ansiedad.

Se ha señalado reiteradamente que los trastornos de ansiedad en las personas


mayores suelen estar infradiagnosticados e infratratados, pese a su relevancia
clínica. El conocimiento de los factores de riesgo asociados a la ansiedad podría
ayudar tanto a su detección temprana, como a su prevención. Además, se ha
considerado que es necesario estudiar específicamente los factores de riesgo
característicos de las personas mayores, ya que se cree que éstos pueden variar
con la edad.
(Vink, D, Aartsen MJ, Schoevers RA. Risk factors for anxiety and depression in
the elderly: 106:29–44.)

Datos epidemiológicos:
Uno de los estudios recientes, el National Comorbidity Survey Replication (NCS-
R), realizado por Kessler, observa que los trastornos de ansiedad están
presentes en al menos el 15,3% de la población mayor de 60 años estudiada,
con alta frecuencia de comorbilidad intracategoría. De éstos, los cuadros fóbicos
son los más frecuentes. Las fobias simples son muy habituales entre los
ancianos (7,5%), y generalmente les han acompañado a lo largo de toda su vida.
La agorafobia (en el 1%) es el trastorno que con más frecuencia se ha iniciado
en la senectud. Es más raro que la fobia social (presente en el 6,6% de los
mayores) alcance significación clínica, quizás porque las conductas de evitación
social son menos relevantes en los ancianos.

El trastorno de ansiedad generalizada está relativamente presente en pacientes


mayores; representa un 3,6% de la población anciana comunitaria, y entre un
tercio y la mitad de estos cuadros se han desarrollado durante esta etapa del
ciclo vital.
Con frecuencia, se expresa de forma comórbida con la patología depresiva en la
que parece diluirse, y pierde su entidad nosológica. Algo menos presente está el
trastorno por estrés postraumático (2,5%), aunque algunos datos parecen indicar
que pudiera ser más frecuente, sobre todos en mujeres ancianas que han podido
sufrir experiencias de abusos, pero suelen diagnosticarse erróneamente como
cuadros depresivos, trastornos no específicos de ansiedad o como patología
somática.
Por el contrario, los cuadros obsesivos (0,7%) y de pánico (2%) son más
inusuales en los mayores. Cuando aparecen, su clínica es similar a la de los
adultos, aunque más mitigada y con menos evitación, aunque encontramos
diferencias en la temática y naturaleza de los temores y las obsesiones en los
ancianos como, por ejemplo, mayor preocupación relacionada con el temor a
olvidar nombres o de escrupulosidad egosintónica.

Una de las cuestiones que ha interesado a los estudios comunitarios es si la


prevalencia de los trastornos de ansiedad decrece con la edad.
La conclusión, corroborada en todos los estudios, es que, efectivamente, los
trastornos de ansiedad son menos frecuentes entre los ancianos que en edades
más jóvenes, al igual que en otros trastornos mentales como los del humor o los
de dependencia a sustancias.
En cierta manera se aprecia un comportamiento lineal; a medida que aumenta la
edad de la población analizada, disminuye su presencia.
La mayoría de los casos presentes en mayores se inició en etapas más
tempranas de la vida, antes de los 50 años, y en una proporción elevada
aparecieron al final de la infancia y en la adolescencia (las fobias) o, como ocurre
con los otros trastornos, en edades medias de la vida.
El estudio Guy’s/Age Concern
Señalaba que, por ejemplo, sólo en un tercio de los casos de las fobias el cuadro
comenzó después de los 65 años.
Los datos de los escasos trabajos de seguimiento que alcanzan a la edad
provecta, parecen confirmar el curso crónico y recurrente. Sólo una pequeña
parte de ellos evoluciona espontáneamente hacia la resolución. Son trastornos
muy proteiformes que varían no sólo en la intensidad de síntomas sino en el
propio tipo de trastorno. La estabilidad diagnóstica es baja y las modificaciones
en los síntomas, incluyendo la sintomatología depresiva, la norma.
Así, Schoevers et al [10], en su estudio de seguimiento de tres años a ancianos
que residen en la comunidad y que presentaban trastornos de ansiedad
generalizada, refieren que el 24% había desarrollado un cuadro depresivo,
mientras que el 13,6% de los ancianos que en la línea base presentaban un
cuadro depresivo desarrolló un cuadro ansioso-depresivo. Precisamente los
cuadros de ansiedad generalizada eran los que mostraron menor estabilidad
diagnóstica; sólo el 12% de los ancianos permanecía en esta categoría
diagnóstica en el seguimiento.

Causas de la ansiedad
Existen diversas causas que favorecen la aparición y el mantenimiento de la
ansiedad.
Variables biológicas
Aprendizaje
Predisposición
Genética
Circunstancias que atraviese/haya atravesado la persona
Capacidad para enfrentar las contrariedades
Actitud ante la vida
Educación recibida
Resiliencia en definitiva, de su historia de vida condicionada tanto por el
ambiente como por la biología. Debido a esto, es muy importante atender
cada caso de manera individualizada.

No obstante, y tras un continuo estudio de los casos que acuden a consulta, se


pueden señalar algunas de las causas más comunes que hacen que los
pacientes de esta edad pidan ayuda:
 Cambios bruscos en el estilo de vida. Alcanzada la tercera edad se
experimentan diversos cambios vitales como, por ejemplo, la jubilación.
Disponer de demasiado tiempo libre y tener que aprender a ocuparlo, genera
ansiedad en algunas personas.

 Descenso de la autonomía. Tardar más tiempo en desempeñar algunas


actividades, descenso de movilidad o pérdida de reflejos y de fuerza, son
algunos de los ejemplos que puede provocar este declive y que pueden hacer
que la persona requiera ayuda en situaciones que antes no lo hacía.

 Problemas económicos. Contar con una cantidad de dinero menor a la


obtenida durante la adultez es descrito también como fuente de estrés para
algunas personas.

 Proximidad a la muerte. Algunas personas mayores consideran que el final


de la vida está cerca. Este pensamiento puede generar altos niveles de
ansiedad, ocasionando tanatofobia en los casos en los que la obsesión por
la muerte, domina el pensamiento.

 Deterioro del estado de salud/ incapacidad física. Con el envejecimiento,


además del deterioro visible, por ejemplo, de la piel, las funciones físicas y
cognitivas también se ven afectadas y ocasionan, en algunas situaciones,
incapacidad que priva a algunas personas del desarrollo de su ritmo de vida.

 Aislamiento social. La suma de diferentes circunstancias problemáticas


puede conllevar deterioro del estado de ánimo y esto, a su vez, que las
personas que lo sufren no quieran salir de casa ni relacionarse.

 Soledad. Pérdidas de amigos, familiares, compañeros sentimentales,


sentirse distanciado de los seres queridos…son algunas de las situaciones
que provocan falta de compañía.

 Padecimiento de otra enfermedad. Sufrir otro tipo de enfermedad como, por


ejemplo, la hipertensión, la artrosis o la depresión es considerado otro de los
motivos que pueden hacer que los ancianos experimenten síntomas de
ansiedad.

 Incomprensión familiar. Sentirse incomprendidos por parte de los seres


queridos hace que en algunos casos se traduzca en angustia, frustración,
inquietud y malestar.
Como afecta la ansiedad:

 Se refiere a los cambios que se dan en el organismo, es decir, la modificación


del sistema nervioso (sudoración, sequedad de Fisiológico boca, mareos,
hiperventilación, palpitaciones, taquicardias, etc.).
 Cognitivo. Implica los problemas relacionados con procesos mentales
(preocupación excesiva, sensación de agobio, problemas de memoria,
anticipaciones amenazantes, pensamientos intrusivos, evaluación del riesgo,
obsesiones, etcétera).
 Conductual. Hace alusión a aquellas alteraciones que aparecen en la
conducta (agresividad, evitación de situaciones que provocan el malestar
asociado a la ansiedad, hipoactividad, hiperactividad, etc.).

En los pacientes de la tercera edad, se ha observado que se preocupan más por


los síntomas somáticos que por los cognitivos. Esto se convierte en un
inconveniente para la mejora de la enfermedad, pues en aquellos casos en los
que no hay somatizaciones, puede que los ancianos no acudan a pedir ayuda y
esto empeorará su salud ya que se estará descuidando la atención necesaria a
las alteraciones cognitivas. Por esta razón, profesionales y familiares debemos
estar atentos a los síntomas de este trastorno y no confundirlos o desatenderlos
en caso de que exista otra enfermedad, para así conseguir que el paciente se
sienta mejor y adquiera un mejor desarrollo en las actividades de la vida diaria.

Discusión
Se cuestiona la calidad efectiva de las distintas esferas que conforman la
sociedad, y si realmente la política, la economía o la acción social han sabido
sobrellevar el impacto de los ancianos.
A medida que el anciano se ve a sí mismo en retrospectiva y califica su vida por
lo que le causó felicidad o desdicha, y cómo esto lo pone ante la vida, puede
decirse que su preparación para la muerte ha comenzado. La diferencia entre
una buena y mala aceptación de la muerte es la apertura que se tenga hacia ella
como un hecho cíclico, natural e inevitable, viéndola y esperándola con
serenidad, procuran-do una buena preparación, haciendo un análisis de la vida
que se llevó, aferrándose a los recuerdos que permitieron seguir adelante, y
vislumbrando los motivos por los que se ha llegado al momento de morir.

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