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Domingo 27 del Tiempo Ordinario – B - año par (Gen 2,18-24; Heb 2, 9-11; Mc 10, 2-16)

Bienaventurada Virgen María del Rosario – 7 de Octubre


INVOCACION DEL ESPIRITU SANTO

✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención de
consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi mente
y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar, sorprender,
seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino hacia
la Gloria.

✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.

Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás
vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos
a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén

✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del Padre.
Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus pequeños;
hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la intimidad de
Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que conversabas con Juan;
recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce en el Cenáculo..., lleno
de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable todavía de él y me enseñe a
hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y el resplandor de la llama (G.
CANOVAI, Suscipe Domine).
“YA NO SON DOS, SINO UNO SOLO”
 «Fronteras de Samaria, Judea. Los fariseos: ¿es lícito al marido
separarse de su mujer?».
 «Dios los creó varón y hembra. De manera que ya no son dos, sino uno
solo. Por tanto, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre».
 «Si uno de los dos se separa y se casa nuevamente comete Adulterio».
 «Dejad que los niños vengan a mí; no se lo impidáis, porque de los que
son como ellos es el Reino de Dios».

1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Cf. Est 4, 17

A tu poder, Señor, está sometido el mundo entero; nadie puede oponerse a ti. Tú creaste
el cielo y la tierra y las maravillas todas que existen bajo el cielo. Tú eres Señor del
universo.

Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado

La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.
Demos toda alabanza y gloria a Dios nuestro Padre por crear al hombre a su imagen y
semejanza y hacerle capaz de ser fiel por medio del amor de donación de tu Hijo y del
poder unificador del Espíritu. Que el Señor, con su amor, esté siempre con nosotros.
✞ ✞ ✞ Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, gracias por este momento que me regalas para poder estar contigo. Sólo Tú sabes
lo mucho que he tenido que pasar para poder llegar a estar en tu presencia. Conoces bien
todas mis batallas, victorias y derrotas. Conoces bien todo lo que me pasa, pues jamás te
has alejado de mi lado. Ayúdame a darme cuenta que eres el amigo que nunca me
abandona, el Papá más amoroso que me espera y anima siempre. Aumenta mi fe en Ti,
Señor. Ayúdame a saber escuchar tu voz en este momento de oración y jamás permitas
que pierda de vista que Tú siempre estás a mi lado. Amén.

✞ ✞ ✞ Introducción por el Celebrante.

1. Llegan a ser Uno


Las primeras páginas de la Biblia nos dicen que Dios creó al hombre y a la mujer a su
imagen y semejanza. Eso quiere decir que Dios, que es amor, quiso unirlos con el vínculo
del amor, y hacerles vivir por y con amor mutuo. Así era al principio. Y así debería ser
hasta ahora. – Cuando Jesús vino, hizo el vínculo entre esposos y esposas todavía más
sagrado, asegurándoles la gracia de Dios.--- ¿Son los esposos fieles a su sí dado en la
presencia de Dios y en la Iglesia? Pidamos hoy al Señor fidelidad y profundo amor para
nuestros matrimonios – y también para todas nuestras amistades.
2. Que nuestro amor Perdure
El deseo ardiente del esposo y la esposa en el día de su matrimonio es: ¡Que nuestro amor
no se marchite; que dure! Esto no es solamente un deseo de Dios para ellos, sino que es
su mismísimo mandamiento.
Dios quiere que la unión de los esposos en amor sea como su propio amor hacia su pueblo:
fiel, fuerte, perenne, una verdadera alianza de amor. Con todos los matrimonios, con
todos aquellos a quienes la amistad vincula juntos, con todas nuestras comunidades
cristianas, estamos hoy ante el Señor y le pedimos: Que nuestro amor, de los unos a los
otros, sea fuerte, fiable, fiel.

✞ ✞ ✞ Acto penitencial

Pedimos al Señor perdón porque nuestro amor no ha sido fuerte y duradero. (Pausa)
Tú nos trajiste el amor del Padre. Por las veces en que el amor humano se aparta del
amor de Dios. Ten misericordia, Señor Jesús, de los hogares donde el amor se está
marchitando y muriendo, donde el esposo y la esposa se van distanciando hacia una
separación el uno del otro, roguemos al Señor.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Tú has fundado el matrimonio como sacramento cristiano. Por las veces que los cristianos
no han respetado este gran sacramento. Ten misericordia, Señor de las familias rotas por
la infidelidad, de las parejas que ya no pueden perdonarse mutuamente.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Tú amas a la Iglesia como el esposo ama a su esposa. Por las veces que los esposos faltan
a su compromiso de amor y fidelidad. Ten misericordia, Señor, de los hogares donde hay
ya poco o nada de amor, de los esposos que no tienen tiempo para sus hijos.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
• Señor Jesús, Tú que eres el eterno presente, el hoy, el ahora, y que nos llamas a la
Eucaristía dominical, tiempo de renovacion perpetua. Tu que no eres historia, sino, Pan
Vivo bajado del Cielo. Acéptanos indignos, pero prosternados humildemente, y
perdónanos por no aceptar tu cuerpo, tu sangre, tu alma y tu divinidad en muchas de las
misas en las que nos congregamos. O por recibirte aún sin haber perdonado a nuestros
hermanos. O comerte y beberte consciente de que no hemos tenido una verdadera
contriccion en nuestro propio corazón, una confesión sincera. !Dios Padre! en el nombre
de tu Hijo amado, instrúyenos y concédenos por tu infinita gracia Aceptar a Cristo como
nuestro Señor y Salvador, nuestro alimento que da Vida; para morir con Él, caminar por
Él y gozar en Él. Amén.
Ten misericordia de todos nosotros, Señor, y perdona nuestros pecados contra el amor.
Que nuestros hogares y comunidades reflejen tu amor siempre fiel y llévanos a la vida
eterna.

✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.

Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa
gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias. Señor
Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios,
Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de
nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica. Tú que estás
sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque solo Tú eres Santo, solo
Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre.

✞ ✞ ✞ Oración Colecta:

Roguemos para que nuestro amor sea fuerte y fiel. (Pausa)


Oh Dios, fuente y origen de todo amor, bendito seas por tu ternura inscrita en los
corazones de los miembros de tu pueblo; bendito seas por darnos a tu Hijo como prueba
y señal de tu fiel amor. No permitas que separemos lo que tú has unido: esposos y
esposas, padres e hijos, tu Hijo y la Iglesia, amigos en sus penas y alegrías. Que todos
vivamos en tu amor, creativo y eterno. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que desbordas con la abundancia de tu amor los méritos y
los deseos de los que te suplican, derrama sobre nosotros tu misericordia, para que
perdones lo que pesa en la conciencia y nos concedas aun aquello que la oración no
menciona. Por nuestro Señor Jesucristo.

2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Génesis 2,18-24

Creados para amar. El hombre y la mujer están destinados no para una soledad
egoísta, sino para construir comunidad en fidelidad y amor que unifica. Y serán
los dos una sola carne.
18 Después, el Señor Dios pensó: No es bueno que el hombre esté solo; voy a
proporcionarle una ayuda adecuada.
19 Entonces el Señor Dios formó de la tierra toda clase de animales del campo y aves del
cielo, y se los presentó al hombre para ver cómo los iba a llamar, porque todos los seres
vivos llevarían el nombre que él les diera.
20 Y el hombre fue poniendo nombre a todos los ganados, a todas las aves del cielo y a
todas las bestias salvajes, pero no encontró una ayuda adecuada para sí.
21 Entonces el Señor Dios hizo caer al hombre en un letargo y, mientras dormía, le sacó
una costilla y llenó el hueco con carne.
22 Después, de la costilla que había sacado al hombre, el Señor Dios formó una mujer y
se la presentó al hombre.
23 Entonces éste exclamó: Ahora sí; esto es hueso de mis huesos y carne de mi carne;
por eso se llamará mujer, porque del varón ha sido sacada.
24 Por esta razón deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos
se hacen uno solo.
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• El relato del capítulo 2 del libro del Génesis presenta al hombre, creado por Dios, en la
soledad de los albores. Dios, que ha visto que era «bueno» todo lo que había creado (cf.
Gn 1), vio que «no es bueno que el hombre esté solo» (v. 18). Los animales, con toda la
variedad de sus especies, no están en condiciones de colmar el vacío existencial del
hombre. Éste ejerce sobre ellos discernimiento y autoridad, determinando sus funciones
en la tierra, pero no son «semejantes a él» (vv. 19ss). La creación de la mujer a partir de
la parte del hombre considerada más noble -el tórax, sede del corazón- está presentada
con elementos comunes a otras mitologías del Oriente medio. El sueño que cae sobre el
hombre es extraordinario (v. 21; cf. Gn 15,12) y es preludio de la obra extraordinaria que
YHWH va a realizar.
Dios presenta la mujer creada al hombre (v. 22), del mismo modo que al comienzo le
había presentado los animales (v. 19a), pero el resultado es muy distinto. El hombre
reconoce en la mujer a una criatura igual a él en dignidad (v. 23). Está unido a ella con
un vínculo más fuerte que con cualquier otro ser, para estrechar el cual hasta las
relaciones con los padres se transforman (v. 24).
El hombre y la mujer han sido creados para ser una sola cosa. El nombre de mujer, que
el hombre da a la criatura plasmada a partir de su costilla, expresa la identidad de
naturaleza entre los dos y la diversidad de sus tareas. De este modo es como manifiestan
la imagen y la semejanza del Dios creador (cf. Gn l,26ss).
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1. Ojos de hombre; ojos de mujer


1.1 La primera lectura de hoy nos presenta la creación de la mujer como un acto de amor
con el que Dios completa la existencia de Adán.
1.2 Tiene una ternura infinita descubrir este Dios que se ocupa de la soledad del hombre,
aun después de hacer que desfilen ante sus ojos "todos los animales del campo y todos
los pájaros del cielo". Dios que "mira", que "cavila" en su interior y que busca el camino
de la felicidad para el hombre.
1.3 Como fruto de esa "mirada" entrañable, en la que no falta la compasión, llega la mujer.
Por eso en los ojos de la mujer hay algo de esa mirada divina que, cuando mira, acaricia,
protege, se preocupa, se implica.
1.4 Notemos la diferencia entre los ojos del hombre y los de la mujer. Dios había
presentado al hombre "todos los animales del campo y todos los pájaros del cielo" y el
hombre los había visto; los había visto y los había nombrado. El acto de nombrar tiene
una nobleza propia, que se acerca al acto de crear, pues está escrito: "Dios... da vida a
los muertos y llama a las cosas que no son, como si fueran" (Rom 4,17). Mas esa nobleza
también marca una distancia. Los ojos del hombre son aptos para eso, especialmente,
para definir una distancia, que es la que permite considerar de modo más abstracto y
objetivo, pero también más "frío" e "impersonal" todas las cosas.
1.5 Por contraste, la mirada de la mujer, que emerge de cerca del corazón del hombre
pero primero de cerca del corazón de Dios, es diferente. Ella no da un nombre sino que
establece un vínculo. No hace del hombre una cosa ni quiere ser una cosa para el hombre.
No una cosa sino una casa. En ella, el hombre encuentra la alegría que no sintió cuando
nacía. En ella el hombre percibe la alegría de la gratuidad de su propio ser.
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El hombre no agota su vocación dominando la materia y la vida. El hombre ha sido hecho


para amar, para encontrar al “otro”, para comunicar vida. Y lo que el hombre descubre en
la mujer no es más que otro «él mismo»: «hueso de mis huesos, carne de mi carne».
Considerada como una «ayuda adecuada», la mujer es creada para sacar al hombre de
su propia soledad, proporcionándole comunión. Para unirse a su mujer, el hombre no duda
en abandonar su familia; es ya el misterio del otro lo que le atrae y lo llama a salir de sí
mismo.

✞ ✞ ✞ Salmo

Sal 127,1-2.3.4-5.6
R/. Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida.
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás
dichoso, te irá bien.
R/. Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida.
Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa.
R/. Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida.
Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida.
R/. Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida.
Que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!
R/. Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida.

✞ ✞ ✞ Segunda lectura: Hebreos 2,9-11

El amor es sacrificado. La fuente y modelo de todo amor es el de Cristo, que se


sacrifica a sí mismo por nosotros. El santificador y los santificados proceden
todos del mismo Dios.
Hermanos:
9 a aquel que fue hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos coronado de
gloria y honor por haber padecido y muerto. Así, por disposición divina, gustó él la muerte
en beneficio de todos.
10 Pues era conveniente que Dios, que es origen y meta de todas las cosas y que quiere
conducir a la gloria a muchos hijos, elevara por los sufrimientos al más alto grado de
perfección al cabeza de fila que los iba a llevar a la salvación.
11 Porque, santificador y santificados, todos proceden de uno mismo. Por eso Jesús no se
avergüenza de llamarlos hermanos.
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• La carta a los Hebreos presenta la persona de Jesús y su misión, sacando a la luz sus
características únicas. Jesús es el Hijo (cf. Heb 1,1-4) y su dignidad no es comparable a
la de ningún otro ser. El autor de la carta lo demuestra desarrollando en particular la
comparación con los ángeles, a los que ciertos medios judíos reconocían un papel de
mediación entre Dios y los hombres.
Jesús, en cuanto hombre y tras haber renunciado a las prerrogativas divinas (cf. Flp 2,6-
8), se encuentra en una condición inferior respecto a la de los ángeles (v. 9a); sin
embargo, en virtud de la pasión y de la resurrección, vive ahora glorioso para siempre y
se le tributa todo honor (v. 9b; cf. Flp 2,9-11). Precisamente por el sufrimiento y la muerte
que ha padecido, obedeciendo al Padre, Jesús se ha convertido en fuente de salvación
para todos (v. 9c). Él, por quien todo ha sido creado y en quien todo subsiste (v. 8; cf.
Col 1,16c-17), ha compartido la condición histórica del hombre y, llevando a cumplimiento
en sí mismo su vocación, se ha convertido en guía autorizado de la humanidad (v. 10) en
el camino de retorno al Padre.
Jesús cumple, por consiguiente, las condiciones de la mediación sacerdotal: autoridad
ante Dios en virtud de su obediencia salvífica (v. 10); compartimiento de la naturaleza
humana marcada por el límite y por el sufrimiento (v. 11; cf. Heb 2,14-17). Jesús, Hijo
de Dios y hermano de los hombres, no pierde a ninguno de los que el Padre le ha dado,
sino que es camino de salvación para todos.
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En tiempos de Jesús se pensaba que los ángeles regían el cosmos y el destino del hombre
aquí abajo. En cambio, el hombre moderno no hace intervenir a los ángeles en su
comprensión de las leyes del universo, pero está convencido que una cierta comprensión
de estas leyes mantiene la humanidad en un estado de alienación. Para salvar al hombre
de sus alienaciones, el Salvador debía necesariamente «abajarse un momento por debajo
de los ángeles», a fin de asumir totalmente la condición humana, viniendo a ser así el
hermano de una muchedumbre.

✞ ✞ ✞ Aleluya:

Aleluya 1Jn 4, 12
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor ha llegado en
nosotros a su plenitud.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”

✞ ✞ ✞ Lectura del Santo Evangelio según: Marcos 10,2-16

El amor es fiel. En el plan de Dios el matrimonio es, más allá de legalismos


humanos, una unión inquebrantable de amor y fidelidad. El amor del esposo y la
esposa se perpetuará vivo en sus hijos. Lo que Dios ha unido, que no lo separe
el hombre.
En aquel tiempo,
2 se acercaron a Jesús unos fariseos y, para ponerle a prueba, le preguntaron si era lícito
al marido separarse de su mujer.
3 Jesús les respondió: -¿Qué os mandó Moisés?
4 Ellos contestaron: -Moisés permitió escribir un certificado de divorcio y separarse de
ella.
5 Jesús les dijo: -Moisés os dejó escrito ese precepto por vuestra incapacidad para
entender.
6 Pero desde el principio Dios los creó varón y hembra.
7 Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer
8 y serán los dos uno solo. De manera que ya no son dos, sino uno solo.
9 Por tanto, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre.
10 Cuando regresaron a la casa, los discípulos le preguntaron sobre esto.
11 Él les dijo: -Si uno se separa de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra
la primera;
12 y si ella se separa de su marido y se casa con otro, comete adulterio.
13 Llevaron unos niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos los regañaban.
14 Jesús, al verlo, se indignó y les dijo: -Dejad que los niños vengan a mí; no se lo
impidáis, porque de los que son como ellos es el Reino de Dios.
15 Os aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él.
16 Y tomándolos en brazos, los bendecía, imponiéndoles las manos.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.

✞ ✞ ✞ “Que por el Evangelio sean perdonados nuestros pecados veniales”

1 Contexto. La palabra se ilumina.


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Enseñanza de Jesús sobre el matrimonio y el divorcio (10,1-12). La enseñanza de


Jesús sobre el matrimonio y el divorcio aparece como un nuevo desafío para quienes
quieran seguirlo. La enseñanza radical de Mc 10,1-12 (cf. Lc 16,18) probablemente refleja
la opinión del mismo Jesús. Su lado positivo es que la pareja casada constituye «una
carne» y, por tanto, no puede disolverse su relación. Su lado negativo es la prohibición
del divorcio y de nuevas nupcias. Otros pasajes del NT (Mt 5,32; 19,9; 1Cor 7,10-16)
introducen algunas excepciones a esta enseñanza categórica de Jesús.
1. marchándose de allí: Cf. comentario a 7,24.
Les enseñaba: Cf. comentario a 1,21. El empleo de este verbo (en contraste con Mt
19,2), junto con el hecho de que en los vv. 10-12 se da una explicación en privado a los
discípulos (cf. 1,29), indica que Mc considera el episodio como una nueva revelación de la
autoridad mesiánica de Jesús.
2. se acercaron unos fariseos: Algunos manuscritos presentan una introducción
impersonal («la gente le preguntó») sin ninguna mención a los fariseos (cf. Mt 19,3). Pero
la idea de que estaban probando a Jesús, como aparece posteriormente en el versículo,
sugiere que la mención de los fariseos era original. Notemos que Jesús ha desplazado su
ministerio de enseñanza desde Galilea a Judea.
Si era lícito al marido separarse de su mujer: La pregunta trata de la legalidad del
divorcio, no de las razones que lo justificaban (cf. Mt 19,3). La pregunta se expresa de tal
modo que pone de manifiesto que aquellos que preguntaban sabían muy bien que la
prohibición del divorcio por Jesús entraba en conflicto con Dt 24,1-4. La pregunta puede
haber sido ideada para provocar el conflicto entre Jesús y la hiperdivorciada familia de
Herodes.
Mt 19,3 añade «por cualquier motivo», forma de la pregunta que refleja más exactamente
el debate que por entonces tenían entablado los rabinos acerca del divorcio. Dt 24,1
implicaba que un hombre está autorizado a divorciarse de su mujer por cerwat dábár (lit.,
«la exposición de una cosa»), eufemismo para designar el hecho de que una mujer se
ofreciera inmodestamente a las miradas de otro hombre (así, Rabí Sammai; cf. Mishnah,
Gittin, 9, 10); pero la misma vaguedad de la expresión hebrea dio origen al debate entre
los rabinos acerca de si podría significar una «razón» (dábár) cualquiera (así, Rabí Hillel;
Mishnah, Gittin, ibíd.). La omisión de esta frase en Mc refleja el trasfondo característico
de una iglesia gentil no familiarizada con la disputa rabínica y más interesada en formular
un principio moral de amplitud universal (cf. 2,23-28).
3. ¿qué os mandó Moisés?: Dt 24,1-4 da por sentada la institución del divorcio; trata
solamente del procedimiento que había que seguir cuando el marido decidiera divorciarse
de su mujer y la prohibición de volver a casarse con ella una vez que hubiera terminado
su segundo matrimonio. Las razones que justificaban el divorcio se afirman vagamente
como «algo indecente en ella» (büh 'erwat dabar). Esta imprecisión produjo un debate
entre los rabinos acerca del significado específico de esta frase (cf. mGif. 9,10); es en este
contexto en el que debemos interpretar las así llamadas excepciones de Mateo (Mt 5,32;
19,9). Pero en Marcos la pregunta es más básica: ¿Es legal el divorcio?
4. Moisés permitió escribir el acta de divorcio: A la pregunta de Jesús, los fariseos
responden con Dt 24,1-4. El divorcio en el antiguo judaísmo no era una acción legal pública
ante un tribunal. El marido simplemente emitía un certificado («Yo libero y me divorcio de
mi mujer en este día») y lo entregaba a su mujer.
Documento de repudio: Cf. Dt 24,3.
5. por vuestra dureza de corazón: Jesús entiende la enseñanza de Dt 24,1-4 como
concesión a la debilidad humana y dispensa del plan original de Dios sobre el matrimonio.
Conforme el relato avance, Jesús enfrentará un pasaje del AT contra otro.
Dt 24, 1-4 no es realmente un mandamiento, sino una concesión que regula las relaciones
entre un hombre y su esposa divorciada; en el fondo se trata de que una mujer que haya
mantenido relaciones sexuales con cualquier otro hombre no puede volver a cohabitar con
su marido.
6. desde el principio de la creación: Como prueba de que su prohibición del divorcio
tenía un fundamento bíblico, Jesús cita Gn 1,27 y 2,24. La pretensión de la cita es afirmar
que el plan original de Dios era que los casados constituyesen «una carne», por lo que,
en consecuencia, el divorcio estaría prohibido. Dt 24,1-4 permitió el divorcio como
concesión a la debilidad humana. Con su enseñanza, Jesús quería restaurar el plan de
Dios sobre la creación, no oponerse a la Escritura. No se prevé ninguna excepción (cf. Mt
5,32; 19,9; 1 Cor 7,10-16).
Dios los hizo hombre y mujer: Jesús cita Gn 1,27 y, en el versículo siguiente, Gn 2,24
como razón de la indisolubilidad del matrimonio.
7. por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre: En Gn 2,24 la razón aducida
no es que Dios crease al ser humano como hombre y mujer, sino que la mujer fue tomada
del hombre y es «hueso de mis huesos y carne de mi carne», y ello explica que el hombre
deba formar con su esposa una unidad más fuerte aún que la derivada de sus más
estrechos vínculos de sangre. Un tipo semejante de argumentación, esta vez contra la
poligamia, se encuentra en DD 4,20-5,5 (cf. J. A. Fitzmyer, NTS 7 [1960-61], 319-20).
8. y ya no serán más dos sino una carne: El ideal matrimonial se deduce de Gn 2,24,
un texto que presenta la razón por la que el divorcio es imposible.
9. lo que Dios ha unido: Jesús, por consiguiente, invoca la voluntad de Dios en relación
con la indisolubilidad del matrimonio, incluso contra la autoridad de Moisés.
Que no lo separe el hombre: El «hombre» es el marido, no una tercera parte como un
juez. Puesto que, según Dt 24,1-4, el marido podía iniciar y llevar adelante el
procedimiento, no había necesidad de que interviniera una tercera parte. Jesús deroga el
procedimiento del AT.
10. en la casa, los discípulos le preguntaron de nuevo: La casa no puede ser la de
Cafarnaún (cf. 1,29; 9,33), puesto que Jesús y los discípulos ya habían abandonado
Galilea. El marco de la instrucción privada es la ocasión para aclarar la enseñanza sobre
el divorcio y las nuevas nupcias.
11. si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra
ella : Esta misma enseñanza absoluta aparece en Lc 16,18a. CD 4,19-5,2 parece prohibir
la poligamia más que las nuevas nupcias tras el divorcio, aunque 11Qtemplo 57,17-19
prohíbe las nuevas nupcias tras el divorcio (J. A. Fitzmyer, TAG 79-111).
12. la que se ha divorciado de su marido y se casa con otro, adultera: Esta
declaración de Jesús es semejante a Mt 19,9; 5,32; Lc 16,18, excepto en que: 1) Marcos
no incluye la cláusula con la excepción de Mt 19,9, y 2) al revés que Mt 19,9, supone que
una mujer puede promover el divorcio contra su marido. Pero esta posibilidad no se daba
entre los judíos, y refleja más bien la situación de una iglesia no judía en que la ley
permitía a la mujer divorciarse de su marido. Se considera generalmente que Mc 10,11
está más cerca de las palabras auténticas de Jesús, en el sentido de una prohibición
tajante del divorcio, que Mt 19,9 con su cláusula adicional admitiendo una excepción. Pero
tiene al menos la misma probabilidad el que la porneia mencionada por Mateo signifique
«relaciones sexuales prematrimoniales» por parte de la mujer comprometida ya por unos
esponsales judíos. Esta conducta era considerada por Jesús mismo como un motivo de
divorcio cuando aún no se había consumado el matrimonio, porque en ese caso habría
engañado al marido que creyera recibir por esposa a una mujer virgen. En tales casos, el
maido venía obligado por el derecho consuetudinario judío a entablar un procedimiento
de anulación del matrimonio contraído. Si se admite que la cláusula de excepción procede
del mismo Jesús, el hecho de que Marcos la omita sería únicamente reflejo de un ambiente
no judío en que se desconocían o se descuidaban las sutilezas de las costumbres judías
(A. Isaksson, Marriage and Ministry in the New Temple [Lund, 1965], 127-41).
Los puntos de vista expuestos por Jesús acerca de la indisolubilidad del matrimonio son
absolutamente nuevos, sin base en el AT, ni en la literatura rabínica o la de Qumrán. Hay,
sin embargo, cierta afinidad con las normas levíticas referentes al matrimonio de los
sacerdotes (Lv 21,7) y especialmente con lo preceptuado en Ez 44,22 acerca del
matrimonio de los sacerdotes en el nuevo templo de la era mesiánica. Isaksson cree que
esta ética proclamada por Jesús tiene una base de pretensiones mesiánicas y perspectivas
escatológicas a un mismo tiempo, lo que equivaldría a la afirmación de que ya ha sido
erigido «el nuevo templo. Jesús mismo es el Mesías y el cumplimiento de la promesa de
un nuevo templo y de una nueva comunión con Dios». 61 8) Jesús y los niños (10,13-16).
12. si ella se divorcia de su marido: Normalmente se dice que según la ley judía sólo
el marido podía iniciar los procedimientos del divorcio (cf. Dt 24,1-4; Josefo, Ant. 15.7.10
9 259). La enseñanza que hallamos en Mc 10,12 se interpreta, frecuentemente, como
adaptación de la enseñanza de Jesús a las condiciones establecidas por la ley romana (que
permitía a las mujeres iniciar los procedimientos de divorcio). Hay, sin embargo, algunos
ejemplos de mujeres judías que se divorciaron de sus maridos (E. Bammel, ZNW 61
[1970] 95-101).
Jesús bendice a los ninos (10,13-16). Tras un pasaje sobre el matrimonio, es
conveniente hablar de los niños. Pero este texto trata realmente sobre el reino de Dios y
el tipo de gente que puede llegar a formar parte de él. Solamente aquellos que lo
reconocen y reciben como un don (como un niño recibe los regalos) puede esperar formar
parte del reino de Dios; el reino es para aquellos que no reivindican su poder o status,
porque el reino trasciende todo poder y todo status.
13. le presentaban niños: Posible alusión a la costumbre de llevar a los jóvenes ante
los escribas para que éstos les bendijeran en la víspera del Día de la Expiación, los
discípulos les regañaban: Quizá porque no admitían que los padres trataran a Jesús como
si éste fuese un simple escriba.
Para que él los tocara: Como la conclusión del relato clarifica (10,16), los que traían a
los niños buscaban que Jesús los bendijera mediante la imposición de manos. Los niños
podían haber sido de cualquier edad, desde los lactantes hasta los que tenían 12 años.
14. Jesús se indignó: Esta referencia a las emociones de Jesús (cf. 1,43; 3,5; 8,12;
14,33-34) está dirigida al error de los discípulos en la comprensión de Jesús y la naturaleza
del reino que predicaba. Los discípulos, una vez más, sirven como contraste para una
enseñanza positiva de Jesús. de los que son como ellos es el reino de Dios: La principal
característica de los niños es la receptividad. Sin poder físico ni status legal, los niños
saben mucho mejor que los adultos cómo recibir. El reino debe ser recibido como don,
pues ningún poder humano ni status pueden crearlo o forzarlo.
La reacción de Jesús denota que anda en juego algún principio importante; quizá consiste
en que los padres de los niños «habían entendido el mensaje mejor que los discípulos» (J.
Jeremías, Infant Baptism in the First Four Centuries [Londres, 1960], 49).
No se lo impidáis; pues de los que son como ellos es el reino de Dios: Sólo los
niños pueden «llamar 'Abba' a Dios con infantil confianza, sentirse seguros bajo su
protección y tener conciencia de su amor infinito» (J. Jeremías, Varábalas, 233). Las
palabras de Jesús equivalen a una invitación al arrepentimiento dirigida a sus discípulos;
«sólo a aquellos cuya vida toda equivale a un Día de la Expiación, a un hacerse pequeños
en presencia de Dios, se les garantiza la entrada en el dominio de Dios» (J. Jeremías,
Infant Baptism, 49-50). El verbo kólyein (estorbar), que aparece en textos bautismales
de Act 8,36; 10,47; 11,17; Mt 4,13-14; Evangelio de los Ebionitas (cf. Epifanio, Vanarion,
30.13, 8); Homilías pseudoclementinas, 13.5, 1; 13.11, 2, puede haberse tomado del rito
en que se hacía la pregunta: «¿Qué impide que este candidato sea bautizado?». Su
aparición en Mc 10,14 ha sugerido a algunos comentaristas que el deseo manifestado por
Jesús de tener junto a sí a los niños podría ser una anticipación aprobatoria del bautismo
de párvulos.
15. quien reciba el reino de Dios como un niño: Este dicho clarifica la última parte de
10,14, mostrando que sólo quienes aceptan el reino como un don pueden esperar entrar
en él.
El que no reciba el reino de Dios como un niño: Se encuentran variantes de esta
expresión en Mt 18,3; Jn 3,5; Justino, Apol, 1.61, 4; Constituciones Apostólicas, 6.15, 5;
los tres últimos ejemplos subrayan la idea de que el nuevo principio de vida se recibe en
el bautismo. Originalmente, sin embargo, la expresión pudo ser semejante a Mc 9,42.
16. los bendijo, imponiéndoles las manos: Los documentos de la época presentan a
los niños como ejemplo de comportamiento irracional o como objeto que debe ser
disciplinado. En este pasaje (cf., también, 9,33-37) se les toma seriamente como personas
y disfrutan de una relación con Jesús y con el reino.
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• En su viaje hacia Jerusalén, Jesús se dedica especialmente a instruir al grupo de los


discípulos. A éstos, en efecto, les dirige, también en este episodio, una enseñanza
particular (vv. l0 ss). La ocasión se la brinda una pregunta de los fariseos, que, como
también en otras ocasiones señalan los evangelistas, intentan tender una trampa a Jesús
para demostrar su culpabilidad como violador de la ley. En el presente caso, le plantean
la cuestión de la posibilidad del divorcio (v. 2). La contrapregunta de Jesús pone de
manifiesto que las prescripciones de la Ley de Moisés no constituyen el principio absoluto,
sino una derogación de la mucho más importante ley originaria de la creación, derogación
motivada por la dureza del corazón de los hombres (vv. 3-5), reiteradamente
desobedientes a los mandamientos divinos.
Jesús, por tanto, no está contra la ley de Moisés. Con todo, en los puntos en que se
distancia de ella lo hace para volver a poner en primer plano la voluntad de Dios tal como
se manifestó en el acto creador. Esto es lo que da su sentido a las citas de Gn 1,27 y Gn
2,24: el hombre y la mujer han sido creados con una diferenciación sexual masculina-
femenina, pero están llamados a la unidad en la complementariedad, en la unión
inseparable, que tiene que ver con todo su ser personal.
La enseñanza dispensada a los discípulos «cuando regresaron a la casa» (vv. lOss)
acentúa la afirmación del carácter inescindible del vínculo matrimonial y, poniendo en el
mismo plano de responsabilidad al hombre y a la mujer -de modo diferente a los preceptos
judíos (cf. Dt 24,1)-, subraya la validez del mandamiento «no cometerás adulterio» (Ex
20,14), cuyo cumplimiento vino a proclamar Jesús (cf. Mt 5,17.27ss).
El relato evangélico prosigue presentando un encuentro de Jesús con los niños. A la actitud
intolerante y hostil de los discípulos se opone la actitud acogedora y cálida de Jesús (vv.
13.16). Los discípulos ven cómo Jesús les reprocha su dureza contra quienes ocupaban
de modo decidido uno de los peldaños más bajos de la escala social de aquel tiempo (v.
14). Se capta la intención del evangelista, que no es otra que comunicar a la comunidad
cristiana una enseñanza que Jesús repite constantemente: el que no tiene pretensiones,
el que es considerado incapaz o indigno por su aparente poquedad, ése es quien está en
mejores condiciones para acoger, mejor que los llamados poderosos, el Reino de Dios (v.
15).
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El texto, aunque insertado en el clima poco sereno de una disputa, es una estimable
catequeis sobre el matrimonio y sobre el amor entre el hombre y la mujer tal como fueron
proyectados por Dios y como Jesus los recordó superando y aboliendo las interpretaciones
acomodaticias del derecho. Lo que pasa, en sintesis, es que Jesus, interrogado con malas
intenciones sobre la licitud del divorcio por sus adversarios, que se acogen a una ley de
Moises (vv. 2-4), se atiene al campo biblico y remite a la voluntad divina, expresada en
las primeras paginas de la Biblia, desautorizando toda perspectiva de desaparicion del
amor (vv. 5-9). La precision de Jesus sorprende y consterna a los propios apostoles,
beneficiarios de una enseñanza complementaria (vv. 10-12).
La pregunta dirigida por los fariseos a Jesús versa sobre un punto delicado, aunque no
controvertido, al menos segun el derecho judio. Para responder a la pregunta de si un
hombre puede divorciarse de su propia mujer, Jesus remite al derecho vigente, el
establecido por Moises y que ellos mismos pueden citar facilmente (v. 4: la respuesta se
hace eco de lo que dice Dt 24,1). En consecuencia, la ley del divorcio existia, estaba clara,
pero no era precisa en sus contornos. En efecto, si bien no habia ninguna duda sobre la
posibilidad del divorcio, las escuelas teologicas rabinicas estaban divididas a proposito de
los casos en los que -o bien de los motivos por los que- era posible divorciarse. La
discordancia interpretativa nacía de la diferente interpretacion del texto judio .algo
indecente» (Dt 24,1).
Jesus, procediendo con habilidad, no ataca a la ley ni hace culpable a Moises. El punto
decisivo es la sklerocardia, es decir, la «dureza de corazón» de los hombres (de ayer y de
hoy), y es precisamente esta la que determina una orientacion diferente de la ley. Al decir
esto, Jesus liga la ley mas a una condicion viciada de los hombre que a Moises. Este sólo
pudo levantar acta de una situacion y legislar en consecuencia (nótese el «Moises
permitio» del v. 4). La ley existe; por consiguiente, conserva un valor juridico, pero no
refleja la voluntad del legislador Moises, y mucho menos la de Dios, legislador supremo.
Sin embargo, la revolucionaria novedad de Jesus consiste en trasladar el problema a los
origenes, al proyecto inicial del matrimonio, tal como Dios lo habia pensado. Jesus vuelve
al arkhe, al comienzo todavia no contaminado por la mala inclinacion del hombre. Jesus
cita tanto el capitulo 1 como el capitulo 2 del Genesis. Del capitulo 1 toma la distincion
sexual como algo de clara voluntad divina («Dios los creo varon y hembra»); del capitulo
2 toma la composicion sexual como expresion de una profunda e intima comunion («Por
eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos uno
solo»). Jesus ha recordado, con esta doble cita biblica, la voluntad precisa del legislador
supremo, que pensaba en una unidad de comunion.
Jesús extrae de ahi una norma de derecho, formulando un principio claro: «Por tanto, lo
que Dios uniٕó, que no lo separe el hombre» (v. 9). El legalismo farisaico, basado en la
ley de Moises, queda batido de una manera clamorosa por el derecho de Dios. El eslabon
debil, que hizo resquebrajarse el derecho divino, fue la dureza espiritual de los hombres,
en vistas a la cual se vio obligado a legislar Moises. Si hasta ahora la ley ha hecho de texto
y se podia invocar para fundamentar juridicamente el divorcio, ahora, con Jesus, se vuelve
al proyecto inicial. Hay un aire de fresca primavera en sus palabras y, en consecuencia,
su enseñanza suscita el apasionado interes que muestra la muchedumbre (no asi aquellos
a quienes sus prejuicios les ponen en contra...). La respuesta de Jesus confirma la
indisolubilidad del matrimonio y la igualdad total de los sexos (o Si uno se separa de su
mujer y se casa con otra, comete adulterio contra La primera, y si ella se separa de su
marido y se casa con otro, comete adulterio»). La idea de la comunion de personas,
expresada con «uno solo», postula un amor que escapa al tiempo y liga para toda la vida.
Un amor ad tempus, pedido por un corazón contaminado, es un amor que dista
infinitamente del proyecto de Dios.
••• El evangelio nos regala escenas inolvidables, delicadísimas, como ésta de los niños.
El contexto es el de la catequesis comunitaria: después de haber hablado de la pareja tal
como fue pensada en el proyecto de Dios, viene el discurso sobre los niños. La presencia
de niños escuchando a Jesús es un hecho conocido. Con ocasión de la multiplicación de
los panes se menciona también la presencia de unos niños que le seguían desde hacía
tiempo, hasta que llega la noche (cf. Mc 6,33-35). Podemos pensar que se trataba de
niños que estaban con sus padres, dado que la escucha de las palabras de Jesús era un
hecho eminentemente de adultos. Probablemente eran los mismos padres quienes
intentaban acercar sus hijos a Jesús para que los acariciara. Jesús demuestra una íntima
sintonía con el mundo de los sencillos y de los inocentes. Aquellos que no cuentan desde
el punto de vista humano se encuentran a menudo en primera fila en su estima y
valoracion. El intento de aproximacion queda bloqueado por la aspera reaccion de los
discipulos, que -a nuestro modo de ver- actuan de buena fe, con el deseo de garantizar
un poco de tranquilidad al Maestro. Los niños, como se sabe, son bulliciosos y arman
revuelo. Si estan lejos, mejor. El cordon protector extendido en torno a la persona de
Jesus no responde a su deseo. Jesus reacciona con fuerza: el texto dice «se indigno» (v.
14). Esto supone, por un lado, un modo fuerte de desaprobación y, por otro, una energica
invitacion a reconsiderar la figura del niño.
La mentalidad de la epoca no reconocía al niño personalidad juridica y lo consideraba una
propiedad de la familia y, sobre todo, del padre. Los niños sufrian otras desventajas
cronicas: eran bocas que alimentar en un mundo en el que reinaba con frecuencia la mas
escualida pobreza. Como ignorantes de la ley, eran considerados con el mismo rasero que
las mujeres y los esclavo; de los excluidos, en suma. No formaban parte viva y activa del
pueblo de Dios. Jesus da un vuelco a practicas consolidadas, rompe esquemas atavicos y
acoge a los niños. Estos no solo deben tener libre acceso, sino que incluso los pone como
ejemplo para acceder al Reino de Dios.
El hecho, muy rico desde el punto de vista humano, se colorea teologicamente con la
motivacion: «Porque de los que son como ellos es el Reino de Dios» (v. 14). Jesus los
eleva a modelos de vida. ¿Por que? Porque el niño tiene una confianza innata en su padre,
se siente amado y protegido por el. No tiene seguridades que defender, ni privilegios que
reclamar, ni funciones que ejercer. Esta ahí, simple y disponible, para quien esta cerca de
el y quiere ocuparse de el. Dicho con otras palabras, el niño es la personificacion del
«pobre», al que le esta reservada la primera bienaventuranza y al que se le asegura la
posesion del Reino de Dios.
El v. 15 refiere una afirmacion solemne, puesto que está introducida con la formula «os
aseguro». Jesus declara que es preciso tener el espiritu de un niño para acceder al Reino
de Dios. Lo que es innato e instintivo en el niño, debe convertirse, en el adulto, en
compromiso serio y duradero, a fin de abandonarse confiadamente en las manos de Dios,
que se revela en Cristo. Es el proceso del convertirse y del creer, condicion primaria,
expresada por Jesus al comienzo de su predicacion (cf. Mc 1,15).
El fragmento se cierra con otro gesto de temura por parte de Jesus, el de coger en brazos
a los niños, porque reconoce y aprecia el valor que a los apostoles aún les cuesta percibir.
A renglon seguido, la bendicion es en la Biblia una demostracion concreta del don de Dios:
Jesus abre de par en par el Reino de Dios a los niños. El abrazo y la bendicion de Jesus a
los niños es imagen de lo que sigue haciendo a los que acuden a el.
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No hay Contexto.
2 Reflexión. ¿Qué nos dice Dios en el Texto? La palabra me ilumina.
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Marcos 10:2-9. ¿es lícito al marido repudiar á su mujer?


La localidad es “los términos de Judea y tras el Jordán” (v. 1) – seguramente Perea,
territorio de Herodes de Antipas. Antes, Herodes se divorció de su esposa, Aretes, para
casarse con Herodías, que había sido esposa de su hermano. Juan Bautista criticó este
matrimonio y su crítica resultó en su decapitación (6:18-29). Seguramente los fariseos
creen que si consiguen que Jesús condene el divorcio, Antipas y Herodías se ocuparán de
deshacerse de su presencia problemática. Marcos ya nos ha dicho que Herodes sabe de
Jesús y cree que es Juan Bautista resucitado (6:14-16).
“Y llegándose los Fariseos, le preguntaron, para tentarle…” (v. 2). Desde el
principio, Marcos establece que los fariseos están tentando (peirazontes) a Jesús. Utiliza
esta misma palabra,peirazontes, al hablar de Satanás tentando o probando a Jesús en el
desierto (1:12-13). En la Biblia, varias veces se menciona Dios probando gente (Éxodo
15:25; 16:4; 20:20; Deuteronomio 8:2, 16; 13:3; etcétera), pero hay una diferencia
entre las pruebas de Dios y las de los fariseos. La diferencia es que Dios prueba con la
esperanza que gente pase la prueba mientras que los fariseos prueban a Jesús esperando
que la suspenda.
Éste es solo uno de varios incidentes en que fariseos empiezan un conflicto con Jesús.
Cuestionaron sus prácticas (2:16) y las de sus discípulos (2:24; 7:5). Conspiraron con los
de Herodes para destruir a Jesús (3:6). Tentaron a Jesús pidiéndole una señal (8:11).
Jesús advirtió a los discípulos de los fariseos y de Herodes (8:15).
“era lícito al marido repudiar á su mujer” (v. 2). Los fariseos esperan que Jesús escoja
un lado de la controversia, así alienándose de los que se encuentran al otro lado. La
escuela de Shammai interpreta el significado de Deuteronomio 24 diciendo que un hombre
puede divorciarse de su esposa solo en caso de adulterio. La escuela de Hillel interpreta
el mismo pasaje diciendo que un hombre puede divorciarse de su mujer por casi cualquier
fallo que le encuentre, y el divorcio por razones triviales es común. Anote que al hombre
se le permite divorciarse de su esposa pero no viceversa. A las mujeres se les trata como
propiedad del marido, y pocas de ellas tienen derechos legales. A menudo, las
consecuencias del divorcio para una mujer son devastadoras, y le dejan con pocas
opciones para mantenerse. Algunas mujeres divorciadas pueden atraer a un pretendiente,
pero muchas no.
Jesús contestó, “¿Qué os mandó Moisés?” Ellos contestaron, “Moisés permitió escribir
carta de divorcio, y repudiar” (vv. 3-4). Los fariseos se refieren a Deuteronomio 24, que
dice:
“Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en
ella alguna cosa torpe, le escribirá carta de repudio, y se la entregará en su mano, y
despedirála de su casa. Y salida de su casa, podrá ir y casarse con otro hombre. Y si la
aborreciere aqueste último, y le escribiere carta de repudio, y se la entregare en su mano,
y la despidiere de su casa; ó si muriere el postrer hombre que la tomó para sí por mujer,
No podrá su primer marido, que la despidió, volverla á tomar para que sea su mujer,
después que fue amancillada; porque es abominación delante de Jehová, y no has de
pervertir la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad” (Deuteronomio 24:1-4).
Anote que este pasaje no da permiso a un hombre para divorciarse de su esposa, sino
que simplemente describe (sin condenar) una situación en que el hombre ya lo ha hecho.
El énfasis no se encuentra en darle permiso al marido para divorciarse, sino en prohibirle
que se vuelva a casar con su primera esposa, que se ha casado con otro hombre. El
certificado de divorcio le provee a la mujer divorciada con protección legal y el derecho de
casarse de nuevo. También, fíjese que este pasaje no expresa ninguna condenación hacia
el segundo matrimonio de la mujer divorciada.
“Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento” (v. 5). Jesús
“reta la presunción hermenéutica que supone que porque algo es ‘permitido’ es, por lo
tanto, la voluntad de Dios” (Evans, 84). El divorcio es simplemente el menor de dos males
– un escape para disminuir los efectos destructivos de un corazón endurecido. Una
anulación difiere del divorcio solo en el sentido técnico, pero también es necesitado por
un corazón endurecido. Sin embargo, Jesús no declara inválido el pasaje de Deuteronomio.
“Pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios” (v. 6). Jesús pasa
la conversación de Deuteronomio a Génesis – de Moisés a Dios – del divorcio al matrimonio
– de lo que se permite a lo que se intenciona. No contradice que Deuteronomio permite
el divorcio, pero dice que Moisés dio este permiso como concesión por nuestra “dureza de
corazón” – nuestra naturaleza pecadora. Jesús no discute con Moisés, en vez, nos dirige
a una autoridad aún más fundamental, citando Génesis 1:27 y 2:24 para aclarar la
intención original de Dios – que hombre y mujer se conviertan en “una carne.”
“Por esto dejará el hombre á su padre y á su madre, y se juntará á su mujer. Y
los que eran dos, serán hechos una carne: así que no son más dos, sino una
carne” (vv. 7-8). La frase “una carne,” sugiere una unión sexual, pero claramente Jesús
quiere decir que tal unión es parte de una relación aún más profunda y duradera creada
por Dios.
“Pues lo que Dios juntó (griego: synezeuxen), no lo aparte el hombre” (v. 9). “El
verbo synezeuxen (‘unidos’) consiste del prefijo/preposición syn (‘con’) y la raíz zeug-,
que puede describir dos animales unidos por un ‘yugo’ (zeugos). Por extensión, se refiere
a una pareja o, en este caso, una pareja casada” (Donahue y Harrington, 294).
Marcos 10:10-12. cualquiera que repudiare á su mujer
“Y en casa volvieron los discípulos á preguntarle de lo mismo” (v. 10).
“Cualquiera que repudiare á su mujer, y se casare con otra, comete adulterio
contra ella” (v. 11). Ésta es una declaración dramática para una cultura patriarca que
no considera adulterio una ofensa contra la mujer. Según hasta que punto se considere
ofensa el adulterio del hombre, esta ofensa va contra el padre de la esposa, con quien el
marido contrató el matrimonio originalmente, y no contra la esposa.
“Y si la mujer repudiare á su marido y se casare con otro, comete adulterio” (v.
12). La mayoría de eruditos judíos dicen que mujeres judías no eran libres para divorciarse
de sus esposos, por lo tanto, versículo 12 refleja más las costumbres romanas que existían
al escribirse este Evangelio. Sin embargo, Herodías se divorció de su esposo para casarse
con Herodes Antipas, y el Mishnah concede a mujeres el derecho de divorciarse bajo
ciertas circunstancias excepcionales como, por ejemplo, la impotencia (Edwards, 304).
En Mateo 5:32 y 19:9, Jesús hace una excepción para la persona que se divorcia de una
esposa o esposo impuro. “Aunque la versión de Marcos sobre la ley del divorcio parece
más rigurosa que la de Mateo, esto no es necesariamente verdad… Bajo una estricta
interpretación de la ley, la adúltera ha de ser apedreada (Deuteronomio 22:22-24).
Aunque la pena de muerte ya no se cumplía en casos de adulterio, la mujer infiel se podría
considerar ‘muerta’ por aquéllos que tomaban la ley en serio, y por lo tanto quedaría
prohibida a su esposo” (Hare, 121). También puede ser que el Evangelio de Mateo, escrito
años después del Evangelio de Marcos, añade esta excepción basada en la impureza para
reflejar la lucha de la temprana iglesia con este tema.
El consejo de Pablo para fieles casados con infieles también sirve para instruir. La persona
fiel debe continuar en el matrimonio siempre que la persona infiel esté dispuesta. “Pero si
el infiel se aparta, apártese: que no es el hermano ó la hermana sujeto á servidumbre en
semejante caso; antes á paz nos llamó Dios” (1 Corintios 7:15). Si existe cualquier duda
acerca del significado de la palabra “obligado,” Pablo la clarifica más adelante en el
capítulo. “La mujer casada está atada á la ley, mientras vive su marido; mas si su marido
muriere, libre es: cásese con quien quisiere, con tal que sea en el Señor” (1 Corintios
7:39).
¿Condena Jesús todos los que se divorcian y se vuelven a casar? Es cierto que versículos
11-12 dan esa impresión. Sin embargo, es interesante comparar estos versículos con el
pasaje del Sermón en el Monte: “Habéis oído que fue dicho… Mas yo os digo…” Ahí, las
palabras de Jesús son igualmente severas en cuanto a ira (Mateo 5:21-26), adulterio
(Mateo 5:27-30), divorcio (Mateo 5:31-32), juramentos (Mateo 5:33-37), retaliación
(Mateo 5:38-42), y enemigos (Mateo 5:43-48).
Tomando solo el primero de éstos como ejemplo, Jesús dice, “Oísteis que fue dicho á los
antiguos: No matarás; mas cualquiera que matare, será culpado del juicio. Mas yo os digo,
que cualquiera que se enojare locamente con su hermano, será culpado del juicio; y
cualquiera que dijere á su hermano, Raca, será culpado del concejo; y cualquiera que
dijere, Fatuo, será culpado del infierno del fuego” (Mateo 5:21-22) – y después Jesús pide
que busquemos la reconciliación.
Sin embargo, muchos de nosotros tenemos un hermano o una hermana cristiano con
quien no nos hemos reconciliado. ¿Significa eso que queda condenado por completo? ¿Y
qué de los estándares iguales de altos para el adulterio (lujuria = adulterio), divorcio,
juramentos, retaliación, y enemigos? ¿Establece Jesús una nueva y aún más dificultosa
ley para reemplazar la ya imposible ley mosaica?
En vez de establecer estándares demasiado altos para ser cumplidos, Jesús nos llama
hacia una visión más elevada. Quiere que nos comportemos según la voluntad de Dios y
así ser una bendición para nuestras familias, nuestros vecinos, y para nosotros mismos.
Sin embargo, cuando no seguimos sus estándares perfectos de manera perfecta, nuestros
fallos nos recuerdan que la única esperanza es – y siempre ha sido – Jesús – la cruz y la
tumba abierta. Si esto es verídico en cuestiones de ira, adulterio, juramentos, retaliación,
y enemigos, también debe ser verdad para el divorcio. Como dice Jesús más adelante en
este capítulo al responder a la pregunta de los discípulos, “¿Y quién podrá salvarse?” –
“Para los hombres es imposible; mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles
para Dios” (10:27).
Siempre estamos tentados a mirar lo que dice Jesús del divorcio desde un punto de vista
legal, como si Jesús hubiese dividido el mundo en tres campos: 1) aquéllos cuyos
matrimonios permanecen intactos y por lo tanto están libres de pecado. 2) aquéllos que
están divorciados y por eso no han cumplido con las expectativas de Dios. 3) aquéllos que
se han divorciado y se han vuelto a casar, y por eso viven en un estado de perpetuo
adulterio. Sin embargo:
• Un matrimonio intacto no demuestra que ningún miembro de la pareja esté sin pecado,
ni que sean menos pecadores que una pareja divorciada. ¿Ha pecado menos un
matrimonio intacto pero abusivo que un matrimonio roto? “Por cuanto todos pecaron, y
están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Nuestra única esperanza, seamos
solteros, casados o divorciados, es la gracia de Dios.
• Debemos tener cuidado de no adoptar el mismo esquema legal que adoptaron los
fariseos, un esquema que Jesús se niega a aceptar una y otra vez. En versículos 6-9,
Jesús aleja la discusión de consideraciones legales y la dirige hacia una visión de la
intención de Dios. Versículos 11-12 parecen legales, pero Jesús no decreta en contra del
divorcio ni lamenta por los que se divorcian y se vuelvan a casar.
• Muchos que se divorcian no tienen otra opción al divorcio – decir que no existe miembro
inocente en un divorcio es cuestionable. Algunos se casan con la persona incorrecta (un
galanteador, abusivo, adicto, etcétera), y todo va cuesta abajo desde ahí. Debemos tener
cuidado de no tratar las consecuencias de la primera equivocación como un pecado
imperdonable.
• La dureza de corazón que influyó a Moisés a no cerrar la puerta al divorcio por completo
(Deuteronomio 24 simplemente suaviza los peores abusos) – todavía era una realidad
durante la época de Jesús y continúa siéndolo hoy.
Mientras que el divorcio se ha esparcido con guadaña por el mundo, la iglesia ha sido
culpable de tres errores.
• Adoptar una posición legal que no ofrece ninguna merced para una persona divorciada.
• Ceder demasiado rápido a la cultura popular – sin clamar a la gente que sea fiel a la
intención de Dios, el matrimonio a una persona “hasta la muerte nos separe.”
• No enfatizar a los jóvenes la importancia de que cristianos se casen con cristianos.
Aunque esta idea no concuerda con cuestiones políticas, sí tiene fuertes raíces en el
antiguo testamento (Éxodo 34:16; Deuteronomio 7:3-4; 1 Crónicas 23:22; Esdras 9:1-2;
Nehemías 10:3; 13:26-27; Malaquías 2:11). El Nuevo Testamento lo enseña de manera
explícita (1 Corintios 7:39; 2 Corintios 6:14). El matrimonio entre cristianos no garantiza
un buen matrimonio, pero sí asegura que la pareja tendrá una fe común, una visión
común, y un Señor común. Como alguien dijo, “La familia que reza junta permanece
junta.” Mientras que esto no es necesariamente verdad en todos casos, es más probable
que parejas que alaban juntas permanezcan juntas.
Marcos 10:13-16. y le presentaban niños
“Y le presentaban niños para que los tocase” (v. 13a). “La yuxtaposición de la
enseñanza sobre los niños (10:13-16) con la del matrimonio (10:2-12) nos hace
confrontar lo que hace el divorcio a un compañero abandonado, y también lo que hace a
los niños que Dios da y que Jesús ama y bendice” (Williamson, 183). En ese tiempo y
lugar, niños tenían un estatus muy bajo. En ese sentido, eran como muchas otras personas
marginadas (leprosos, mujeres, recaudadores) a quienes Jesús favorecía.
Gente había traído enfermos para que Jesús les tocara y sanara (3:10; 8:22). Intentaban
hasta tocar su vestido para ser sanados (5:28; 6:56). Ahora traen a sus hijos, no para
ser sanados, sino para ser bendecidos. ¿Quién sabe que maravilla le puede ocurrir a un
niño al ser tocado por un gran hombre?
“y los discípulos reñían á los que los presentaban” (v. 13b). Sin tener estatus ni
poder, niños no pueden contribuir al movimiento de Jesús. No constituyen buenos
opositores ni discípulos fuertes. Su jugueteo pronto puede volverse destructivo. ¿Quién
sabe cuando un niño puede empezar a llorar o resistirse a sus padres? ¡Es mejor dejar a
los niños en el jardín donde deben estar! Los discípulos hablan de manera severa – ¡No
molestéis al maestro! ¡Shhh! La única sorpresa es que recientemente hemos visto a Jesús
tomar un niño en brazos, diciendo, “El que recibiere en mi nombre uno de los tales niños,
á mí recibe; y el que á mí recibe, no recibe á mí, mas al que me envió”(9:37). ¿No tenían
los discípulos oídos para oír? ¿Ojos para ver?
“Y viéndolo Jesús, se enojó” (v. 14a). ¡Por supuesto! Jesús sanó un leproso, un
paralítico, un hombre con la mano inmóvil, un demoníaco, una niña pequeña y una mujer,
la hija de una mujer gentil, un sordo, un ciego, y un niño pequeño. Comió con
recaudadores y pecadores, y tomó un niño en sus brazos. Dijo, “Si alguno quiere ser el
primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos” (9:35). Todo su ministerio
marca su devoción hacia los débiles y vulnerables, pero los discípulos no lo han entendido.
“Dejad los niños venir, y no se lo estorbéis; porque de los Tales es el reino de
Dios. De cierto os digo, que el que no recibiere el reino de Dios como un Niño, no
entrará en él”(vv. 14-15). ¿Qué es lo que tiene un niño que le prepara para entrar en el
reino de Dios? La respuesta está en la manera que niños reciben el reino – como un regalo.
Dependen en el Padre. Vienen con manos vacías y corazones que confían. Dependen por
completo en la gracia de Dios, y ésa es la única manera de recibir el reino de Dios.
“Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía” (v.
16). Solo Marcos incluye esta bonita nota de gracia (véase Mateo 18:1-5; Lucas 9:46-48).
Padres trajeron a sus hijos a Jesús para ser bendecidos, y él les bendijo. Jesús enseñaba
a los que necesitaban enseñanza, alimentaba a los que necesitaban alimento, y sanaba a
los que necesitaban ser sanados. Ahora, bendice a los que necesitan su bendición.
www.ocarm.org

1. Oración inicial
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo
con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra,
escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos
dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza,
apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu
palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos
experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en
medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Tí,
Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
2. Lectura
a) Clave de lectura:
En el texto que la liturgia pone ante nosotros, Jesús da consejos sobre la relación entre el
hombre y la mujer y sobre las madres y los niños. En aquel tiempo mucha gente era
excluida y marginada. Por ejemplo, en la relación entre hombre y mujer existía el
machismo. La mujer no podía participar, no había igualdad de derecho entre los dos. En
la relación con los niños, los “pequeños”, existía un “escándalo” que era la causa de la
pérdida de la fe de muchos de ellos (Mc 9,42). En la relación entre hombre y mujer, Jesús
pide el máximo de igualdad. En la relación entre las madres y los niños, él pide la máxima
acogida y ternura.
b) Una división del texto para ayudar en la lectura:
Marcos 10,1: Indicación geográfica;
Marcos 10,2: La pregunta de los fariseos sobre el divorcio;
Marcos 10,3-9: Discusión entre Jesús y los fariseos sobre el divorcio;
Marcos 10,10-12: Conversación entre Jesús y los discípulos sobre el divorcio;
Marcos 10,13-16: Jesús pide ternura y acogida para con las madres y los niños
c) El texto: Marcos 10, 2-16
3. Un momento de silencio orante para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros
e iluminar nuestra vida.
4. Algunas preguntas para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) ¿Cuál es el punto que te gustó más o llamó más la atención?
b) ¿Cual es la situación de la mujer que aparece en el texto?
c) ¿Cómo desea Jesús la relación entre el hombre y la mujer?
d) ¿Cuál es la preocupación de las madres que traen a los niños ante Jesús?
e) ¿Cuál es la reacción de Jesús?
f) ¿Qué enseñanza se saca para la vida sobre los niños?
5. Una clave de lectura para aquéllos que quieran profundizar más en el tema.
a) Comentario:
Marcos 10,1: Una indicación geográfica.
El autor del Evangelio de Marcos tiene la costumbre de situar el acontecimiento con éstas
y otras breves informaciones geográficas, dentro del conjunto de la narración. Después,
para el que escucha una larga narración sin tener el libro en las manos, tales informaciones
geográficas ayudan en la comprensión de la lectura. Son como postes o hitos que
sustentan el hilo de la narración. Es muy común en Marcos dar información: “Jesús
enseñaba” (Mc 1,22.39; 2,2.13; 4,1; 6,2.6.34).
Marcos 10,1-2: La pregunta de los fariseos sobre el divorcio.
La pregunta es maliciosa. Trata de poner a Jesús a prueba: “¿Es lícito al marido repudiar
a su mujer?” Señal de que Jesús tenía una opinión diferente, pues de lo contrario los
fariseos no le preguntarían sobre este tema. No preguntan si es lícito a la esposa repudiar
al marido. Esto no pasaba por su cabeza. Señal clara de una fuerte dominación masculina
y de marginación de la mujer en la convivencia social de aquella época.
Marcos 10,3-9: La respuesta de Jesús: el hombre no puede repudiar a la mujer.
En vez de responder, Jesús pregunta: “¿Qué dice la Ley de Moisés?” La Ley permitía al
hombre escribir una carta de divorcio y repudiar a su mujer (Dt 24,1). Esta permisión
revela un machismo. El hombre podía repudiar a su mujer, pero la mujer no tenía este
mismo derecho. Jesús explica que Moisés actuó así a causa de la dureza de corazón del
pueblo, pero la intención de Dios era otra cuando creó al ser humano. Jesús vuelve al
proyecto del Creador (Gén 21,27 y Gén 2,24) y niega al hombre el derecho de repudiar a
su mujer. Echa por tierra el derecho del hombre frente a la mujer y pide el máximo de
igualdad.
Marcos 10,10-12: Igualdad hombre y mujer.
En casa, los discípulos le hacen preguntas sobre este mismo tema del divorcio. Jesús
extrae conclusiones y reafirma la igualdad de derechos y deberes entre el hombre y la
mujer. El evangelio de Mateo (cf. Mt 19,10-12) aclara una pregunta de los discípulos sobre
este tema. Ellos dicen:“«Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae
cuenta casarse”. Prefieren no casarse, antes que casarse sin el privilegio de continuar
mandando sobre la mujer. Jesús va hasta el fondo de la cuestión. Pone tres casos en los
cuales una persona no se puede casar: (1) impotencia, (2) castración y (3) a causa del
Reino. Sin embargo, no casarse porque alguien no quiere perder el dominio sobre la mujer,
esto ¡es inadmisible en la Nueva Ley del Amor! Tanto el matrimonio como el celibato,
deben estar al servicio del Reino y no al servicio de intereses egoístas. Ninguno de los dos
pueden ser un motivo para mantener el dominio machista del hombre sobre la mujer.
Jesús propone un nuevo tipo de relación entre los dos. No permite el matrimonio en el
que el hombre pueda mandar sobre la mujer, o viceversa.
Marcos 10,13: Los discípulos impiden acercarse a las madres con sus niños.
Algunas personas trajeron a los niños para que Jesús los tocase. Los discípulos tratan de
impedírselo. ¿Por qué se lo impiden? El texto no lo aclara. Según las costumbres rituales
de la época, los niños pequeños junto con sus madres, vivían en un estado casi
permanente de impureza legal. ¡Jesús quedaría impuro si los tocaba! Probablemente, los
discípulos quieren impedir que los toque para que Jesús no quede impuro.
Marcos 10,14-16: Jesús reprende a los discípulos y acoge a los niños.
La reacción de Jesús enseña lo contrario: “¡Dejad que los niños vengan a mí. No se lo
impidáis!” El abraza a los niños, se los acerca y pone las manos sobre ellos. Cuando se
trata de acoger a personas y promover la fraternidad, a Jesús no le importan las leyes de
pureza legal, no tiene miedo de transgredirlas. Su gesto nos trae una enseñanza: “Quien
no recibe el Reino de Dios como niño, ¡no puede entrar en él!” ¿Qué significa esta frase?
1) Un niño recibe todo de los padres. Él no merece lo que recibe, sino que vive del amor
gratuito. 2) Los padres reciben los hijos como un don de Dios y cuidan de ellos con cariño.
La preocupación de los padres ¡no es dominar sobre los hijos, sino amarlos y educarlos
para que se realicen!
b) Ampliando las informaciones para poder entender el texto
• Jesús acoge y defiende la vida de los pequeños
Jesús insiste varias veces en la acogida que se debe dar a los pequeños, a los niños.
“Quien acoge a uno de estos pequeños en mi nombre, me acoge a mí” (Mc 9,37). Quien
dé un vaso de agua a una de estos pequeños, no perderá su recompensa (Mt 10,42). Él
pide no despreciar a los pequeños (Mt 18,10). En el juicio final los justos serán recibidos
porque dieron de comer a “uno de estos más pequeños” (Mt 25,40).
En los evangelios, la expresión “pequeños” (en griego se dice elachistoi, mikroi o nepioi),
algunas veces indica “niño”, otras, los sectores excluidos de la sociedad. No es fácil
discernir. Algunas veces, el que es “pequeño” en el evangelio es el “niño”, y no otro. El
niño pertenecía a la categoría de los “pequeños”, de los excluidos. Dicho esto, no siempre
es fácil discernir lo que viene del tiempo de Jesús y lo que viene del tiempo de las
comunidades para que fuera escrito en los evangelios. A pesar de esto, lo que resulta
claro es el contexto de exclusión que regía en la época y la imagen que tenían de Jesús
las primeras comunidades: Jesús se coloca del lado de los pequeños, de los excluidos, y
asume su defensa. Impresiona cuando se ve todo lo que Jesús hizo en defensa de la vida
de los niños, de los pequeños:
Acoger y no escandalizar. Es una de las palabras más duras de Jesús contra aquéllos que
causan escándalo a los pequeños, o sea, que sean motivo para que los pequeños dejen
de creer en Dios. Para éstos, mejor les sería tener una piedra de molino atada al cuello y
ser arrojados a lo profundo del mar (Mc 9,42; Lc 17,2; Mt 18,6).
Acoger y tocar. Las madres con sus niños en brazos se acercan a Jesús para pedir una
bendición. Los apóstoles tratan de apartarlas. ¡Tocar significaba contraer impureza! Jesús
no se incomoda como ellos. Corrige a los discípulos y acoge a las madres y a los niños.
Los toca y les da un abrazo. “¡Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis!” (Mc
10,13-16; Mt 19,13-15).
Identificarse con los pequeños. Jesús se identifica con los niños. El que recibe a un niño,
“a mí me recibe” (Mc 9,37). “Todo lo que hiciéreis a uno de estos más pequeños, conmigo
lo hicísteis” (Mt 25,40).
Volverse como un niño. Jesús pide que los discípulos se vuelvan como niños y acepten el
Reino como un niño. Sin esto, es imposible entrar en el Reino de Dios (Mc 10,15; Mt 18,3;
Lc 9,46-48). ¡Hace que un niño sea el profesor de los adultos! Lo que no era normal.
Estamos acostumbrados a lo contrario.
Defender el derecho del que grita. Cuando Jesús entró en el templo y derribó las mesas
de los cambistas, eran los niños los que más gritaban. “¡Hosanna al Hijo de David!” (Mt
21,15). Criticado por los jefes de los sacerdotes y por los escribas, Jesús los defiende y
en su defensa cita las Escrituras (Mt 21,16).
Agradecer por el Reino presente en los pequeños. La alegría de Jesús es grande cuando
percibe que los niños, los pequeños, han comprendido las cosas del Reino que él anunciaba
al pueblo. “¡Te doy gracias, Padre!” (Mt 11,25-26) ¡Jesús reconoce que los pequeños
entienden mejor las cosas del Reino que los doctores!
Acoger y curar. Son muchos los niños y jóvenes que Él acoge, cura o resucita: la hija de
Jairo de 12 años (Mc 5,41-42), la hija de la mujer cananea (Mc 7,29-30), el hijo de la
viuda de Naím (Lc 7, 14-15), el pequeño epiléptico (Mc 9,25-26), el hijo del Centurión (Lc
7,9-10), el hijo del funcionario público (Jn 4,50), el pequeño de los cinco panes y de los
peces (Jn 6,9).
• El contexto en el que se encuentra nuestro texto dentro del Evangelio de
Marcos
Nuestro texto (Mc 10,1-16) forma parte de una larga instrucción de Jesús a sus discípulos
(Mc 8,27 a 10,45). Al comienzo de esta instrucción, Marcos sitúa la curación del ciego
anónimo de Betsaida en Galilea (Mc 8,22-26); al final, la curación del ciego Bartimeo de
Jericó en Judea (Mc 10,46-52). Las dos curaciones son símbolo de lo que ocurría entre
Jesús y los discípulos. También estaban ciegos los discípulos que “teniendo ojos, no veían”
(Mc 8,18). Necesitaban recuperar la vista; debían abandonar la ideología que les impedía
ver claro; debían aceptar a Jesús tal como Él era y no como ellos querían que fuese. Esta
larga instrucción tiene como objetivo curar la ceguera de los discípulos. Es como una
pequeña cartilla, una especia de catecismo, con frases del mismo Jesús. El siguiente
gráfico presenta el esquema de la instrucción:
Curación de un ciego 8,22-26 1° anuncio 8,27-38
Instrucciones a los discípulos sobre Mesías Siervo 9,1-29 2º anuncio 9,30-37
Instrucciones a los discípulos sobre la conversión 9,38 a 10,31 3º anuncio 10,32-45
Curación del ciego Bartimeo 10,46-52
Como se puede ver en el gráfico, la instrucción consta de tres anuncios de la Pasión: Mc
8,27-38; 9,30-37; 10,32-45. Entre el primero y el segundo hay una serie de instrucciones
para ayudar a comprender que Jesús es el Mesías Siervo (Mc 9,1-29). Entre el segundo y
el tercero, una serie de instrucciones que aclaran la conversión que debe darse en los
distintos niveles de la vida de los que aceptan a Jesús como Mesías Siervo (Mc 9,38 a
10,31). El conjunto de la instrucción tiene como fondo la marcha desde Galilea hasta
Jerusalén. Desde el comienzo hasta el final de esta larga instrucción, Marcos dice que
Jesús está en camino hacia Jerusalén (Mc 8,27; 9,30.33; 10,1.17.32), donde encontrará
la cruz.
Cada uno de los tres anuncios de la pasión está acompañado de gestos y palabras de
incomprensión por parte de los discípulos (Mc 8,32; 9,32-34; 10,32-37), y de palabras de
orientación por parte de Jesús, que comentan la falta de comprensión de los discípulos y
enseñan cómo deben comportarse (Mc 8,34-38; 9,35-37; 10,35-45). La comprensión
plena del seguimiento de Jesús no se obtiene por la instrucción teórica, sino por un
compromiso práctico, caminando con Él por el camino del servicio, desde la Galilea hasta
Jerusalén. Áquel que desee mantener la idea de Pedro, esto es, la de un Mesías glorioso
sin cruz (Mc 8,32-33), no entenderá nunca, jamás llegará a tener la auténtica actitud del
verdadero discípulo. Continuará ciego, viendo a la gente como árboles (Mc 8,24). Sin cruz
es imposible comprender quién es Jesús y lo que significa seguir a Jesús. El camino del
seguimiento es un camino de entrega, de abandono, de servicio, de disponibilidad, da
aceptación del conflicto, sabiendo que habrá una resurrección. La cruz no es un accidente
casual, sino una parte de este camino. En un mundo organizado a partir del egoísmo, ¡el
amor y el servicio sólo pueden existir crucificados! El que hace de su vida un servicio a los
otros, incomoda a los que viven atados a los privilegios, y sufre.
6. Salmo 23 (23) El Señor es mi Pastor, subiendo al Calvario.
Yahvé es mi pastor, nada me falta. En verdes pastos me hace reposar. Me conduce a
fuentes tranquilas, allí reparo mis fuerzas. Me guía por cañadas seguras haciendo honor
a su nombre. Aunque fuese por valle tenebroso, ningún mal temería, pues tú vienes
conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas ante mí una mesa, a la vista de mis enemigos; perfumas mi cabeza, mi copa
rebosa. Bondad y amor me acompañarán todos los días de mi vida, y habitaré en la casa
de Yahvé un sinfín de días.
7. Oración final
Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del
Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir
lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no
sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el
Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén
www.santaclaradeestella.es

Nuestra Señora la Virgen del Rosario.- La liturgia de Nuestra Señora la Virgen del
Rosario forma parte de las memorias que, celebradas originariamente por familias
religiosas particulares, pueden ser consideradas verdaderamente eclesiales por la difusión
que han alcanzado (Marialis cultus, 8). El rosario apareció y se difundió entre los siglos
XV y XVI. La orden dominicana se erigió en paladina del mismo. La memoria -en un primer
momento fiesta- fue instituida por el papa san Pío V en el día aniversario de la victoria
obtenida por la flota cristiana sobre la turca, más poderosa, en la batalla naval de Lepanto
(1571), victoria atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del rosario y
denominada entonces «conmemoración de Nuestra Señora la Virgen de la Victoria». La
celebración de este día es una invitación para todos a meditar los misterios de Cristo, en
compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un modo especialísimo a la
encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección del Hijo de Dios. «El mes de octubre
-dice Juan Pablo II- es el mes de María, mes del rosario. Hubo un tiempo en que esta
plegaria sencilla y profunda, rezada en particular y en familia, se hallaba muy difundida
en el pueblo cristiano. ¡Cuánto beneficiaría, si también hoy se redescubriera y valorara,
especialmente en el seno de los hogares! Ayuda a contemplar la vida de Cristo y los
misterios de la salvación; aleja los gérmenes de la disgregación familiar, gracias a la
incesante invocación a la Virgen; y es vínculo seguro de comunión y de paz. Exhorto a
todos, y de modo especial a las familias cristianas, a encontrar en el santo rosario el
consuelo y el apoyo diarios para avanzar por el camino de la fidelidad».
Oración: Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos
conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, y con la
intercesión de la Virgen María, a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
••• ¿Cómo escuchar y acoger la Palabra de Dios que habla de la unidad entre el hombre
y la mujer y del carácter inseparable del vínculo matrimonial cuando, en nuestro tiempo,
la fidelidad y la indisolubilidad de la pareja parecen algo utópico y, lo que es más, son
consideradas un valor cultural del pasado? ¿Cómo no relegar entre los mitos fantásticos
el relato del libro del Génesis, insertando también las palabras de Jesús como un
complemento de la fábula?
La Palabra de Dios, en su integridad, «es viva y eficaz»; es Palabra para este momento,
para nosotros. La fatiga concreta que los hombres y las mujeres experimentan al vivir su
unión de una manera estable, constructiva, fecunda, es iluminada y sostenida por la
Palabra de Dios. Jesús sigue siendo siempre el hermano que ha experimentado el
sufrimiento y la angustia del límite humano y de sus consecuencias; él, el Hijo de Dios. Y,
vencedor del mal, acompaña a todos, a cada uno con su propia fatiga personal, al
encuentro con el Padre, al abrazo de su misericordia.
Dios lo ha creado todo para la vida. La suya es una ley de vida que promueve al hombre,
no una ley que le oprime. La unión indisoluble entre el hombre y la mujer es una verdad
inscrita en el ser humano, una verdad que libera y hace auténtica su capacidad y su
necesidad de amar y de ser amado. Es la celebración de la dignidad suprema del hombre
y de la mujer, «imagen y semejanza» de Dios.
www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

No hay reflexion.
www.fraynelson.com

2. El Plan de Dios
2.1 Por eso el relato bíblico es preciso: el encuentro entre el hombre y la mujer no se da
en una especie de "terreno intermedio", como si cada uno saliera de "lo suyo" al encuentro
del otro. Es el varón quien se pone en movimiento. Lo dice la Biblia y lo confirma la
experiencia. En aquellos lugares y ambientes en que la mujer se siente más amada y
donde el hombre se siente más feliz de ser hombre, siempre el movimiento se da en la
dirección de la búsqueda de él hacia ella, y en eso encuentran ambos felicidad: él por la
casa de amor que halla; ella por sentirse valorada y preciosa ante él.
2.2 En el encuentro de esas dos miradas cada uno se descubre como un "incompleto
completable". A él le falta sentir el prístino murmullo de la vida, que se esconde en las
entrañas blandas de ella; a ella le falta descubrirse a sí misma como posibilidad de vida
en su sentido pleno... que comprende gozarse de la contagiosa alegría de Adán. El gozo
de él es encontrarla; el gozo de ella es haber sido encontrada.
2.3 Pero ese encuentro no puede limitarse a un instante. De suyo, el encuentro de la vida
que se trasvasa en ese abrazo de miradas clama eternidad. Y quien dice eternidad dice
fidelidad. Por eso Cristo apela con toda naturalidad y firmeza al plan original de Dios
cuando le preguntan sobre el divorcio. De poco vale y muy poco significa sentir que la
vida llena de su energía un beso de miradas o un abrazo de palabras dulces, si ello va a
durar sólo una noche o sólo unos meses. Un amor así, un amor que se rompe, que se deja
doblegar y reventar, no es "imagen de Dios".
2.4 Cristo, pues, está abogando por los intereses de Dios, ¡y también por los del ser
humano! Lejos de la playa de la fidelidad sólo existen las tormentas de las pasiones. Y en
esa vorágine tumultuosa naufraga el sentido mismo del amor, y con él, toda posibilidad
de dicha, de gratitud y de lucidez. Por eso Cristo sale en defensa de la gloria divina, que
es salvación del hombre, y en defensa de la felicidad humana, que es alabanza a su
Creador.
2.5 Bello espectáculo nos presenta aquí el Señor Jesús, tan dispuesto a sufrir incluso la
desaprobación de nosotros para no tener luego que reprobar nuestra vida y nuestra
eternidad.
www.elmisericordioso.me-Pildorasdefe.net

Diálogo con Jesús


Señor, me pongo en este momento bajo tu poderosa presencia para pedirte que me
ayudes a cumplir con mis compromisos y responsabilidades. Quiero tener la suficiente
capacidad de organizar mi vida de acuerdo a tu amor. No quiero que la desesperación me
atrape en los momentos turbios de mi vida, por eso, invoco la protección de tu Espíritu
Santo para que me dé la valentía de ponerme en acción e ilumine mis pensamientos con
ideas claras que me ayuden a resolver mis situaciones y así no caer en errores que corten
mi relación Contigo. Oh mi Dios, cuánto te amo pero a veces también digo: ¡cuánto te
fallo!", es por ello que quiero ofrecerte todas mis tribulaciones. Abro mi corazón a Ti para
recibir todo lo bueno que quieras darme. Amén
Evangelio del día: Cuando papá y mamá se hacen mal, los niños sufren mucho.
Ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido.
Reflexión del Papa Francisco
Cuando los adultos pierden la cabeza, cuando cada uno piensa sólo en sí mismo, cuando
papá y mamá se hacen mal, el alma de los niños sufre mucho, prueba una sensación de
desesperación. Y son heridas que dejan una marca para toda la vida.
En la familia, todo está relacionado junto: cuando su alma está herida en algún punto, la
infección contagia a todos.
Y cuando un hombre y una mujer, que se han comprometido a ser una sola carne y a
formar una familia, piensan obsesivamente en las propias exigencias de libertad y de
gratificación, esta distorsión carcome la vida de los hijos. Tantas veces los niños se
esconden para llorar solos…
Debemos entender bien todo esto. Marido y mujer son una sola carne. Pero sus criaturas
son carne de su carne. Si pensamos a la dureza con la cual Jesús exhorta a los adultos a
no escandalizar a los pequeños, podemos comprender mejor también su palabra sobre la
grave responsabilidad de custodiar el vínculo conyugal que da comienzo a la familia
humana.
Cuando el hombre y la mujer se transformaron en una sola carne, todas las heridas y
todos los abandonos del papá y de la mamá inciden en la carne viva de los hijos.
Por otra parte, es verdad que hay casos en los cuales la separación es inevitable. A veces
puede volverse incluso moralmente necesaria, cuando precisamente se trata de sustraer
al cónyuge más débil o a los hijos pequeños, a las heridas más graves causadas por la
prepotencia y por la violencia, por el desaliento y por la explotación, por la ajenidad y la
indiferencia.
No faltan, gracias a Dios, aquellos que sostenidos por la fe y por el amor a los hijos, dan
testimonio de su fidelidad a un vínculo en el cual han creído, aunque parezca imposible
hacerlo revivir. (Catequesis, audiencia general, 24 de junio de 2015)
Oración de sanación
Mi Señor, gracias porque te haces presente en mi vida y tu sabiduría me acompaña y me
da claridad cuando debo tomar decisiones importantes.
Guíame con tu Luz para ayudarme a disipar los miedos de mi corazón y así enfrentar las
contrariedades de la vida con optimismo, fe y confianza.
Ayúdame a resolver esos conflictos familiares que han dejado cicatrices profundas difíciles
de superar. Estoy seguro que con tu gracia todo lo puedo.
Cuento con la fuerza de tu Espíritu para vencer las dificultades. Sé que nada ni nadie
podrá separarme de tu amor si dejo que te apoderes de todo mi ser.
Te pido por todos aquellos matrimonios que están sumergidos en situaciones críticas y
piensan en la separación como solución a todos sus problemas.
Confío en que, en este momento, te manifiestas con poder en mi vida y me aportas una
dosis de amor ayudándome a superar el dolor y las diferencias.
Tú que todo lo sanas, todo lo haces nuevo y restauras toda relación rota, ven y aviva los
corazones marchitos, ven y transforma el dolor en bendición.
Pasa tu mano sanadora por esas heridas que dejó el ayer y encáusame por sendas de
bien. Con tu poder y tu amor, todo lo puedo. Confío en Ti.
Amén.
Propósito para hoy
Rezaré un Padrenuestro por todos aquellos matrimonios que están atravesando serías
dificultades y le causan heridas emocionales a sus hijos.
Frase de reflexión
"¿Por qué nos resulta tan difícil sobrellevar los defectos de los demás? ¿Nos olvidamos de
que Jesús cargó con todos nuestros pecados". Papa Francisco
www.evangelizacion.org.mx

Oración en familia
Sacerdote: De acuerdo al proyecto de Dios, la pareja está llamada a vivir unida y a ser
feliz todos los días de su vida. Oremos para que este proyecto se realice en todos nuestros
matrimonios. Digamos todos juntos:
Todos: Señor, cumple en nuestros matrimonios tu proyecto de amor.
Papá: Te pedimos por el Santo Padre, el Papa Francisco, para que le des sabiduría en
estos tiempos difíciles en los que se cuestiona la vida de la pareja y su fidelidad.
Todos: Dale la plenitud de tu Espíritu para que pueda continuar guiando a tu Iglesia de
acuerdo a lo que tu Palabra nos ha enseñado.
Todos: Señor, cumple en nuestros matrimonios tu proyecto de amor.
Mamá: Te pedimos amado Jesús, que ayudes también a todos los pastores de la Iglesia
para que sean fieles a tus enseñanzas sobre el matrimonio y la familia :
Todos: Protégelos de la corriente de corrupción del mundo para que puedan orientar a
adecuadamente a su grey y no se dejen amedrentar por los poderes de este mundo y
prediquen la verdad.
Todos: Señor, cumple en nuestros matrimonios tu proyecto de amor.
Hijo(a): Te pedimos, Señor, por las nuevas parejas de esposos de nuestra comunidad:
Todos: Para que tu gracia las sostenga y recuerden que la alianza que han hecho entre
ellos y contigo es para toda la vida.
Todos: Señor, cumple en nuestros matrimonios tu proyecto de amor.
Hijo(a): Bendice a todos los novios de nuestra comunidad parroquial y dales sabiduría y
fortaleza.
Todos: Ayúdales a vivir intensamente su amor, y protégelos de todo pecado. Dales tu
gracia desde esta etapa para que puedan renunciar a ellos mismos y entregarse
mutuamente.
Todos: Señor, cumple en nuestros matrimonios tu proyecto de amor.
Hijo(a): Bendícenos como familia.
Todos: Para que unidos por el amor, los esposos, en comunión con sus hijos, vivan en
paz y alcancen la felicidad.
Todos: Señor, cumple en nuestros matrimonios tu proyecto de amor.
Sacerdote: Escucha Padre Santo todas estas súplicas, y haz que viviendo de acuerdo a
tus mandamientos podamos ser fuente de alegría y felicidad para los que nos rodean. Te
lo pedimos por Cristo Nuestro Señor.
Todos: Amén.
www.evangeliodeMarcos.GiorgioZevini

Si abrimos la Biblia por sus primeras páginas, comprenderemos, ya desde la presentación


de la primera pareja, el valor de la familia y del matrimonio. El ser humano, este «yo»
demediado, encuentra en el otro «yo» el complemento capaz de hacerle superar la soledad
originaria. El hombre define su masculinidad tras haber captado y contemplado la
feminidad. Sólo saliendo de sí mismo y abandonándose a la otra, capta su identidad
profunda y global. A través del lenguaje corporal de las imágenes se comprende que el
hombre completo es sólo la pareja. La familia nace por un impulso de amor de los dos, y
el fundamento del matrimonio se encuentra en su voluntad de «estar juntos», entendida
como comunión de ideas, de sentimientos y de cuerpos.
El matrimonio reclama la complementariedad y la reciprocidad. La primera expresa el
carácter incompleto del individuo, hasta que no se realiza con el otro y en el otro; la
reciprocidad nos recuerda que cada uno está frente al otro con una igual dignidad
personal. La reciprocidad excluye todo sentimiento de inferioridad y deslegitima cualquier
complejo de superioridad. La unidad del matrimonio y su indisolubilidad no están
garantizadas sólo por el esfuerzo personal, sino sobre todo por la entrega del propio ser.
La pareja se vuelve sacramento del Dios-amor porque atestigua no sólo su existencia
(Dios existe), sino también su naturaleza: Dios es amor personal, participado,
engendrador.
Una vez aclarado el proyecto de Dios, aun atesorando las observaciones de las ciencias
humanas, sentimos la necesidad de vivir en primera persona (por los casados y por los
novios) ese proyecto y hacerlo público. Los cristianos están llamados a dar ejemplo de un
amor maduro, vivido con entrega y de manera integral. Los divorcios, las uniones libres,
cuando no se cae incluso en la perspectiva de las uniones homosexuales, no tienen
justificación, a no ser en la pobreza de ideales y en la fragilidad de las situaciones.
Comprender a las personas y acogerlas en su vivencia humana, a menudo trágica o en
cualquier caso dolorosa, no equivale a avalar opciones o principios. Por consiguiente, la
comunidad cristiana debe hacerse cargo de una nueva evangelización de la familia y
preparar a los más jóvenes para una perspectiva del amor esponsal según el proyecto
divino. Se garantizará la realización plena de la persona y se pondrán los fundamentos de
una sociedad verdaderamente civil.
Es una meta que debemos pedir al amor esponsal de Dios, en la oración.
••• Sentimos una afinidad espiritual instintiva con este texto, que emana un intenso
perfume antropologico, en cuanto que celebra el valor del niño. Podriamos decir que, en
línea de principios, concuerda con nuestra sociedad moderna, que redacta declaraciones
de derechos y se compromete a defender a los mas debiles con iniciativas practicas
(pensemos en el Telefono del Niño).
Cuando se pasa de las declaraciones solemnes a comprobar lo que sucede en la practica,
debemos constatar con amargura que todavia son demasiados los paises en los que se
conculcan la dignidad y el respeto que los niños merecen. Niños explotados por el trabajo
o por el mercado del sexo, encaminados a convertirse en niños soldados, privados del
derecho a la instruccion o a una elemental asistencia sanitaria, niños malnutridos...
Ellos no tienen derechos: son un «campeón sin valor». La reacción de los discípulos con
ellos está dotada de una ardiente modernidad. Aun sin llegar a las situaciones expuestas
más arriba, que pueden referirse a países que están lejos de los nuestros (al menos en
parte), también nuestra sociedad tiende a marginarlos y no les reserva la atención que
merecen (casas que no están construidas pensando en el niño, falta de espacio y de zonas
verdes) o incluso se muestra feroz con ellos (abortos).
Escuchando la Palabra de Dios aprendemos de Jesús un nuevo modo de relacionarnos con
los niños. Él ve en ellos a los sencillos, a los pequeños para los que se ha preparado el
Reino, donde son los verdaderos protagonistas. También se nos ponen a nosotros como
ejemplo: debemos llegar a ser como ellos, debemos despojarnos de nuestras
presuntuosas seguridades, de nuestra hiperracionalidad, que quiere comprobar y controlar
todo, incluso el mundo divino. Debemos volver a poner más confianza en el Padre que
está en el cielo y cuida de todos sus hijos. En considerarnos como niños y llegar a ser
como niños está nuestra grandeza, la realización de nuestra vida, el mejor camino de
acceso al Reino de Dios, es decir, a Dios mismo.
www.catholic

Lo que Dios a unido. Hoy, Jesús, me dices que lo que Tú has unido, no lo separe el
hombre.
Al escuchar tus palabras me viene inmediatamente la realidad del matrimonio, pero creo
que hoy me invitas a ampliar mis horizontes, a ver que el matrimonio no es la única cosa
que Tú has unido y no quieres que nadie lo separe.
Justo después de explicar la grandeza del matrimonio a tus discípulos, te intentaron
acercar unos niños, pero los discípulos lo impedían. Te enojaste, ¡y con razón! Tú habías
ya unido el Reino de los cielos, tu infinito amor, con aquellos pequeños, y los discípulos
intentaban separarlos.
¡Qué gran verdad me revelas en este pequeño gesto! Tú quieres estar conmigo, a mi lado,
y no quieres que nada, ni nadie, me separe de Ti. Jamás me has abandonado y jamás lo
harás. Siempre estarás a mi lado, si yo te lo permito.
Has querido unir tu vida a la mía... lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
Jesús, ayúdame a nunca separarme de tu lado, así como Tú nunca te separas del mío.
• La pregunta es sobre el divorcio, sobre el matrimonio: para ellos, el matrimonio parece
que fuera "se puede o no se puede"; hasta qué punto debo ir adelante, hasta qué punto
no. Jesús va arriba y llega hasta la creación y habla del matrimonio que tal vez es la cosa
más hermosa: "Desde el inicio de la creación Dios les hizo hombre y mujer; por eso, el
hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos se convertirán en
una sola carne. Así ya no son dos, sino una sola carne". Es fuerte lo que dice el Señor.
Dios les creó desde el inicio así y no dice "son solo un espíritu, un solo amor", no: "una
carne", ¡precisamente no se puede dividir eso! Pero, deja el problema de la separación y
va a la belleza del matrimonio, a la belleza de la pareja que debe estar unida. (Homilía de
S.S. Francisco, 25 de mayo de 2018, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que
es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
El día de hoy, voy a buscar mantenerme unido a Dios rezando alguna jaculatoria a lo largo
del día y haré una oración especial por los matrimonios que tienen dificultades.
www.BibliaStraubinger

11 s. Contra la primera: hay un bello matiz de caridad en esta clara definición que condena
el desorden de nuestra época, en la que una legislación civil se cree autorizada para
separar “lo que Dios ha unido”.
14. Este llamado de Jesús es el fundamento de toda educación. Los niños entienden muy
bien las palabras del divino Maestro, porque Él mismo nos dijo que su Padre revela a los
pequeños lo que oculta a los sabios y prudentes (Lc. 10, 21).
http://www.ciudadredonda.org

¡Trátala como a tu propia carne!


La primera lectura recuerda lo que fue el principio de todas las cosas. Lo cuenta de una
forma romántica. Quizá no fue exactamente así, pero lo más importante está recogido en
esa historia: hombre y mujer se encontraron y se reconocieron uno al otro. La mirada no
se detuvo en los ojos. Llegó al corazón. Comenzó entonces una historia que dura hasta
nuestros días. Ambos se sintieron llamados a formar una sola carne, no sólo en orden a
la procreación, sino, más allá, a vivir unidos en el amor y convertirse así en signo del amor
con que Dios nos ama.
Pero la realidad no ha sido siempre así a lo largo de la historia. La realidad es que el
hombre ha tratado mal a la mujer muchas veces. Durante siglos el hombre no ha
considerado a la mujer como su igual. A lo más una compañera de cama pero no alguien
digno de situarse a su mismo nivel, con quien poder dialogar. El hombre se ha sentido
dominador y ha visto a la mujer como una más de sus pertenencias, uno más de los
objetos a su disposición. En nuestros días hay muchos hombres todavía que tratan a las
mujeres como objetos de placer o como esclavas que deben tener limpia la casa y
preparada la comida pero a las que no hay que dejar decidir ni pensar ni tomar decisiones
por sí mismas. Eso sucede en muchos países, pero también en el nuestro. Los malos
tratos, los abusos, las violaciones, los asesinatos, son signos de esa realidad. Hay mucho
sufrimiento, a veces callado y en silencio, pero siempre demasiado, en las mujeres de
muchas familias.
Jesús nos invita en su Evangelio a remontarnos hasta la misma creación. Para darnos
cuenta de que al principio no fue así. Dios creó a hombres y mujeres iguales. Son carne
de la misma carne. Por eso la mujer no puede ser una posesión más del hombre como
quien tiene un coche o una casa. En la primera lectura, escuchamos cómo el hombre
recibe el encargo de Dios de poner nombre a los animales. Y lo hace, pero se da cuenta
de que no están a su nivel. Son animales, no personas. Es al encontrarse con la mujer,
formada a partir de sí mismo, cuando dice: ¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne
de mi carne! En la mujer el hombre se reconoce y en el hombre la mujer se reconoce. Los
dos se necesitan mutuamente para engendrar hijos pero también para ser felices, para
vivir en la plenitud del amor a la que Dios nos ha llamado.
Hoy que hay tantos divorcios, que la familia parece estar en crisis, Jesús nos invita a
volver al principio, a redescubrir la voluntad original de Dios y a intentar hacerla realidad
en cada una de nuestras familias. De esa manera cada matrimonio, cada familia, se
convertirá en un signo del amor con que Dios nos ama a todos, núcleo donde la vida se
recrea diariamente en el amor.
Para la reflexión. ¿Conoces casos de violencia familiar cerca de ti? ¿Qué has hecho para
tratar de ayudar a esas parejas a respetarse mutuamente? En tu casa, ¿el marido y la
mujer os tratáis con el respeto y el cariño debidos? ¿Sois signos del amor de Dios para los
que os ven?
http://www.aqplink.com/roguemos

Marcos 10,2-16 – El los hizo varón y hembra.


Jesús nos presenta su catequesis sobre el matrimonio, en la que no deja dudas respecto
al grado de unión que debe haber entre el hombre y la mujer al interior del matrimonio,
al que la Iglesia concede el rango de Sacramento, es decir una presencia de Dios muy
especial en esta unión visible. Dios consagra de tal manera esta unión, que una vez
realizada no puede ser separada, exactamente como ocurre cuando tomamos dos hojas
de papel y las pegamos. Evidentemente, tal como no pegaríamos dos hojas por capricho,
sino con algún propósito, la unión matrimonial tiene un fin: la procreación, conformando
padres e hijos la célula fundamental de la sociedad: la familia. Dios ha querido consagrar
la protección necesaria a los hijos, a los niños, brindándoles un hogar establecido,
conformado por el padre y la madre, porque dentro del Plan de Dios esta es la mejor
forma en la que se asegura tanto la procreación, como la seguridad, los medios de
subsistencia y el amor que los niños requieren para su sano crecimiento, hasta que ellos
mismos estén en capacidad de conformar su propia familia. Se trata de un ciclo que ha de
repetirse de generación en generación, que correctamente llevado debe conducir a la
familia y a la sociedad en su conjunto a la vida eterna, proveyendo a cada uno de sus
miembros y a cada comunidad familiar, el ámbito requerido para su realización,
construyendo un mundo de paz, armonía y amor.
Para el Señor, el matrimonio es sagrado, porque es Dios quien une. Esto tiene un
significado más allá de cuanto solemos considerar. No se trata solamente que haya una
ceremonia especial, una ceremonia religiosa en la que se invoca el nombre de Dios sobre
esta unión. Más allá de esto que desde luego le imprime un sello especial, está el hecho
que un hombre y una mujer deben unirse por mutuo consentimiento, para cumplir una
misión única, que los trasciende, convirtiéndose por esta unión en una sola carne. En el
encuentro y la misma elección de la pareja, está presente la Voluntad de Dios, que
debemos oír, discernir y obedecer. Así, si Dios está presente en cada uno de los pasos
que damos en nuestras vidas, cuanto más lo estará en el matrimonio, posiblemente uno
de los de mayor trascendencia y significado en nuestras vidas. Este hecho supone la
exigencia de una profunda reflexión antes de proceder a unirse. Por lo tanto la unión de
hombre y mujer en el matrimonio no puede ser tomada con ligereza, dado que supone
una decisión para toda la vida. Es importante notar aquí que no es la única decisión que
estamos llamados a sostener de por vida y que no resulta imposible mantenerla, si no
dejamos que influya la frivolidad externa, que por todos los medios trata de desnaturalizar
esta unión, exacerbando la importancia de la unión sexual y otorgándole un protagonismo
que no tiene, porque es el amor, base de esta unión, el pilar que ha de sostener tanto al
matrimonio como a la familia.
Nos atrevemos a afirmar que gran parte de los problemas que afronta la humanidad se
gestan en la familia, ya sea por falta de amor, por intolerancia, por violencia, por odios,
por rencores, por infidelidad y finalmente, por egoísmo. Siendo la familia e inicialmente el
matrimonio el mejor ámbito para el ejercicio del amor, muchas veces, por inmadurez, por
soberbia, por orgullo o por simple desenfreno, se convierte en escuela del odio, del rencor
y de la mentira, en la que con tal de dar rienda suelta a nuestra sensualidad y egoísmo,
caemos en la mentira, el engaño o la falta de respeto descarada a sus miembros. Falta de
valor, madurez e integridad, llevan a las parejas a alejarse de Dios y, contrariamente a lo
que solemos creer, lejos de Él, no hay solución. Como en todo, es Él quien debe sostener
esta relación. Cuando Él no está al centro, en vano nos esforzamos, porque habremos de
caer. Dios ha de ser el centro de nuestras vidas siempre y con mayor razón en el
matrimonio y la familia. Nuestras almas no descansarán en paz hasta que no volvamos a
Él. Como reza el salmo: si Él no construye, en vano se afanan los constructores.
Dediquemos unos momentos a reflexionar en la escena de los niños acercándose al Señor
y los adultos impidiéndoselo…No es coincidencia que justo cuando se esté refiriendo al
matrimonio aparezcan los niños. No será demasiado atrevido ver en esto un anticipo
profético al desprecio actual por los niños que debían ser SIEMPRE el resultado de la unión
matrimonial. Impedir por cualquier medio que los niños lleguen, que los niños se
acerquen, es contrario a la voluntad del Señor, quien por el contrario bendice a cuantos
los acojan. Aquí está la respuesta a las tentaciones antinatalistas y abortistas en las que
hemos caído, desnaturalizando la unión sexual, desarraigándola de su ámbito y función
principal: el matrimonio y la procreación. Pretender que puede haber sexo fuera del
matrimonio y que en cualquier caso este no tiene que ser practicado con fines
reproductivos, sino también en búsqueda de una legítima satisfacción sexual, es como
comer tan solo por sentir el placer de los sabores y de la comida, provocándose vómito
para seguir comiendo interminablemente. ¿Se puede hacer? ¡Claro que se puede hacer!
Y, hay quienes lo hacen. Pero no es para eso que debemos comer, sino para alimentarnos,
del mismo modo que tampoco el ano, la boca, la nariz o las orejas cumplen función sexual
reproductiva alguna.
Finalmente, demos vueltas a esta idea: el amor es una decisión. Es verdad que Dios lo ha
hecho todo tan bien que nos bendijo con ciertas sensaciones físicas y espirituales que
rodean el encuentro de un hombre y una mujer destinados a formar un matrimonio. Hay,
desde luego, aquel atractivo que conocemos como el flechazo de cupido, que muchos lo
sentimos, sobre todo en nuestra juventud, en aquel período de la vida en que todo parece
converger para que finalmente encontremos la pareja que nos corresponde para toda la
vida. Si le damos tiempo al enamoramiento, la complementariedad se irá decantando,
llegando el momento en que sentiremos reamente que no podemos vivir el uno sin el otro.
Esta fase tan hermosa, en la que no tiene que haber copulación, es una fase de
conocimiento, de descubrimiento y apasionamiento del uno por el otro. Una vez adquirido
el suficiente conocimiento el uno del otro, viene la decisión. No hay por qué “probar la
mercancía” como groseramente sugieren algunos. Cuando hay amor, todo será un
aprendizaje encantador, donde ambos aprenderán a ceder, porque amar es sobre todo y
antes que nada eso: dar, y ello debe primar en todos los aspectos de la relación, pero
especialmente en la cópula amorosa, dentro del matrimonio, buscando que como
resultado de este amor vengan los hijos con los que quiera Dios bendecirnos, sabiendo
que esta relación es sagrada, porque ha sido bendecida por Dios. Esto es lo que
lamentablemente hemos perdido a cambio de la sensualidad y el placer por el placer.
Amar es una decisión que tal como se ofrecen los cónyuges en la ceremonia nupcial, ha
de mantenerse en las buenas y en las malas, en salud y enfermedad. Para casarse hay
que ser valientes, muy hombre o muy mujer, pero sobre todo, tener la bendición de Dios,
porque con ella seremos capaces aun de lo imposible. Que pocos logramos entender el
matrimonio en su debida magnitud.
Oremos: Padre Santo, te pedimos por todos los matrimonios del mundo, para que los
fortalezcas y bendigas infinitamente de modo que resistan los embates del demonio,
empecinado en destruirlo. Te pedimos especialmente por el Sínodo de la Familia que
empieza hoy en Roma …Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina
contigo en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos…Amén. Roguemos al
Señor… Te lo pedimos Señor.
http://www.caminando-con-jesus.org

Unidos a Cristo y apoyados en su gracia los matrimonios pueden ser fieles al plan
de Dios.
Todo aquello que configura la vida de cada persona no es ajeno al seguimiento de Cristo.
Es lo que sucede con la realidad del matrimonio que encontramos en el evangelio del
domingo vigésimo séptimo (10,2-16). En realidad, al rechazar el divorcio lo que hace
Jesús es remitir al proyecto originario de Dios (1ª lectura: Gen 2,18-24). Él viene a hacer
posible la vivencia del matrimonio tal como el Creador lo había pensado y querido, “desde
el principio de la creación”.
La Buena Noticia que es el evangelio abarca a toda la existencia humana. También el
matrimonio. Pero, como siempre, Cristo va a la raíz. No se trata de que el evangelio sea
más estricto o exigente. “Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del
corazón de ustedes”, es decir, como mal menor por el pecado y sus consecuencias.
Cristo manifiesta que los matrimonios pueden vivir el plan de Dios porque viene a sanar
al ser humano en su interior, viene a dar un corazón nuevo. Cristo viene a hacerlo nuevo.
Al renovar el corazón del hombre, renueva también el matrimonio y la familia, lo mismo
que la sociedad, el trabajo, la amistad... todo. En cambio, al margen de Cristo sólo queda
la perspectiva del corazón duro, irremediablemente abocado al fracaso. Sólo unidos a
Cristo y apoyados en su gracia los matrimonios pueden ser fieles al plan de Dios y vivir a
la verdad del matrimonio: ser uno en Cristo Jesús.
“Carne” en sentido bíblico no se refiere sólo al cuerpo, sino a la persona entera bajo el
aspecto corporal. Por tanto, “ser una sola carne” indica que los matrimonios han de vivir
una unión total: unión de cuerpos y voluntades, de mente y corazón, de vida y de afectos,
de proyectos y actuaciones... Jesús insiste: “ya no son dos”. La unión es tan grande que
forman como una sola persona. Por eso el divorcio es un desgarrón de uno mismo y
necesariamente es fuente de sufrimiento. Pero, por lo dicho, se ve también que un
matrimonio vive como divorciado, aunque no haya llegado al divorcio de hecho, si no
existe una profunda unión de mente y corazón entre los esposos.
••• Abordando aquí la cuestión del divorcio, el Maestro recuerda que el Creador los hizo
hombre y mujer y que la tendencia más profunda del amor, inscrita en la naturaleza de
las cosas es la indisolubilidad. En el matrimonio el ideal del Creador es la unión perpetua
del hombre y la mujer. El hombre y la mujer, tienen, en materia de amor, los mismos
derechos y las mismas obligaciones. Así la aventura conyugal es presentada como uno de
los terrenos privilegiados donde toma cuerpo la venida del Reino, por tanto, que ella sea
vivida en fidelidad a la iniciativa original del Creador.
1. Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán.
Después de una breve indicación geográfica, san Marco recoge la escena en que “algunos
fariseos” ”Se acercaron a Jesús” y le preguntan, tentándole, “para ponerlo a prueba”
sobre la licitud del divorcio. Era tema discutido en las escuelas rabínicas. A San Marcos le
interesa enseñar la absoluta indisolubilidad del matrimonio como también en otras
ocasiones señalan los evangelistas, intentan tender una trampa a Jesús para demostrar
su culpabilidad como violador de la ley y para el presente caso, le plantean la cuestión de
la posibilidad del divorcio
San Marco trae como propio las preguntas que sobre el tema le hacen los discípulos en
casa. Igualmente plantea el divorcio desde el punto de vista de la mujer — derecho greco-
romano —, que también estaba algún tanto en uso, mientras que san Mateo se atiene a
la iniciativa del hombre, conforme a la ley judía.
2. ¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?
Como ya sabemos, los fariseos se caracterizaban por su rigor y austeridad en el
cumplimiento de la letra de la ley y en la atención a los aspectos externos de los preceptos
religiosos se acercaron a Jesús para ponerlo a prueba, entonces le preguntaron: “¿Es lícito
al hombre divorciarse de su mujer?”. Cuando hablamos de algo lícito, es porque está
permitido por la ley, pero aquí esta pregunta la orientación es, si es justo desde el punto
de vista de la razón o de la moral, la pregunta es hecha de manera queriendo obligar a
Jesús a que opine sobre esta disputa que permitía el divorcio literalmente por cualquier
razón o causa, o sólo por causa de adulterio.
“Qué es lo que Moisés les ha ordenado?”. La contra pregunta de Jesús pone de manifiesto
que las prescripciones de la Ley de Moisés no constituyen el principio absoluto, sino una
derogación de la más importante ley originaria de la creación, derogación motivada por la
dureza del corazón de los hombres; “Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la
dureza del corazón de ustedes”, reiteradamente desobedientes a los mandamientos
divinos.
Con todo, Jesús afirma categóricamente sobre lo indisoluble del vínculo matrimonial,
revalidando la dignidad del matrimonio, rechazando la teoría del repudio, y restaura el
derecho en su sentido original, sin dejar de recordar que Moisés les permitió divorciarse
de su mujer, debido a la “dureza del corazón”, pero además deja en claro que; “desde el
principio de la creación”, Esto es, al principio no era así y luego destaca que; “Dios los
hizo varón y mujer”.
3. Un amor para siempre
El amor que nos prometemos al casarnos, es un amor para siempre, de lo contrario no
estaríamos siendo honestos y sinceros, por tanto el amor tampoco sería verdadero. Como
humanos, por lo general somos inconstantes, y tenemos facilidad para el cambio, en
especial con el carácter de persona, y esta forma de ser voluble, es una amenaza para la
permanencia del amor. Entonces la intervención de Dios en nuestra unión como esposos,
es garantía de indisolubilidad de este sacramento. Esta es una obra de la creación, es obra
de Dios, en la que los hombres no podemos intervenir.
Sin embargo, muchas veces conscientes que la unidad y la indisolubilidad del matrimonio
son dos cualidades establecidas por Dios, se le exige intervención a la Iglesia e incluso se
le hace ver que es demasiado terca, firme, perseverante o excesivamente tenaz en este
propósito, pero con lo que nos dice Jesús, significa que ni la misma Iglesia puede
intervenir, por tanto, lo que debemos comprender que lo que está haciendo es ser fiel a
lo mandado por Dios.
4. El que se divorcia de su mujer y se casa con otra comete adulterio
Por otra parte, Jesús, no está contra la ley de Moisés. Con todo, en los puntos en que se
distancia de ella lo hace para volver a poner en primer plano la voluntad de Dios tal como
se manifestó en el acto creador. Esto es lo que da su sentido a las citas del Génesis; “pues,
Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó”.
(Génesis 1,27) y la otra cita de la lectura de hoy; “Por eso el hombre deja a su padre y a
su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne” (Gn 2,24): el hombre
y la mujer han sido creados con una diferenciación sexual masculina-femenina, pero están
llamados a la unidad en la complementariedad, en la unión inseparable, que tiene que ver
con todo su ser personal.
Jesús quiere devolver a la ley divina, su primitivo vigor, y dice: “El que se divorcia de su
mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquélla; y si una mujer se divorcia de
su marido y se casa con otro, también comete adulterio”.
Es cierto que muchas veces el matrimonio no es algo fácil, en otras palabras tiene su cruz
y en ocasiones muy pesada, más aún si se mira como algo del cuerpo y de sus instintos,
o relacionado con ellos, esto es carnal, pero si al contrario, si lo miramos con algo más de
espíritu, y tomamos conciencia de que es un gran sacramento, descubriremos la riqueza
del matrimonio.
5. No todos entienden este lenguaje
“Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto”. La
enseñanza dispensada a los discípulos cuando regresaron a la casa, acentúa la afirmación
del carácter inescindible (esto es algo que no se puede cortar o dividir) del vínculo
matrimonial y, poniendo en el mismo plano de responsabilidad al hombre y a la mujer,
subrayando la validez del mandamiento; “no cometerás adulterio” (Ex 20,14), cuyo
cumplimiento vino a proclamar Jesús; “No penséis que he venido a abolir la Ley y los
Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento”. (Mt 5,17).
Y así Jesús no aprobó la conclusión de no conviene casarse, “¿Puede uno repudiar a su
mujer por un motivo cualquiera?..... Lo que Dios unió no lo separe el hombre.” (Mt 19, 3-
6) y alaba la castidad consagrada, entonces responde: “No todos entienden este lenguaje,
sino aquellos a quienes se les ha concedido”. (Mt 19,11) En efecto, algunos no se casan,
porque nacieron impotentes del seno de su madre; otros, porque fueron castrados por los
hombres; y hay otros que decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos. ¡El que
pueda entender, que entienda!.(Mt 19,12)
Esta es una invitación a la continencia perpetua a los que quieran consagrase
exclusivamente al Reino de Dios, pero este ideal no es válido para todos, sino para
aquellos a los Dios llama a tal estado y que tienen una firme voluntad de guardarla.
Entonces nosotros tenemos que saber cuál es el estado de vida que Dios nos ha señalado
en el puesto que hemos de servir, sea este el camino del matrimonio cristianos, o la
soltería o la virginidad consagrada.
6. Dejen que los niños se acerquen a mí
El relato evangélico prosigue presentando un encuentro de Jesús con los niños; “Le
trajeron entonces a unos niños para que los tocara”. A la actitud intolerante y hostil de
los discípulos; “pero los discípulos los reprendieron” y se opone la actitud acogedora y
cálida de Jesús. Los discípulos ven cómo Jesús les reprocha su dureza contra quienes
ocupaban de modo decidido uno de los peldaños más bajos de la escala social de aquel
tiempo; “Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y
no se lo impidan”. Se capta la intención del evangelista, que no es otra que comunicar a
la comunidad cristiana una enseñanza que Jesús repite constantemente: el que no tiene
pretensiones, el que es considerado incapaz o indigno por su aparente poquedad, ése es
quien está en mejores condiciones para acoger, mejor que los llamados poderosos, el
Reino de Dios; “porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos”.
Era costumbre bendecir los niños por los jefes de la sinagoga, los Judío tenían por
costumbre presentar sus hijos a los rabinos, de ellos los niños recibían la bendición con
imposición de las manos. Lo mismo que los hijos y discípulos se hacían bendecir por sus
padres y maestros. Así fue, como la gente trajo sus hijos para que Jesús les impusiera las
manos, pues veían en Jesús la facultad de realizar milagros o actos extraordinarios. En
ese momento Jesús estaba enseñando, y los apóstoles no miraron con buenos ojos este
proceder de los padres y los niños, entonces ellos reprendieron a los muchachos, quizás
pensaron que molestarían al Maestro, también los niños deben haber actuado como son
hasta hoy, donde ellos ven cariño, se acercan con mucha confianza.
La imposición de manos, si les evocaba la bendición de Jacob sobre sus hijos (Gen 48:14),
también podríamos pensar en su necesidad para un efecto prodigioso, como la
hemorroísa.
7. El Reino ha de recibirse como los niños lo reciben.
Conforme a las ideas del medio ambiente, no se refiere tanto a la inocencia como a lo casi
nada que para un judío significaba un niño. Frente al orgullo y exigencia farisaicos, el reino
es simple don del cielo.
Si los apóstoles querían impedir su acceso a él, aparte de lo que podría haber de alboroto
por acercarlos a Jesús, podrían pensar el que eran niños: cosa sin gran valor para un
judío.
Cuando veamos a los niños acercarse al presbiterio, dejémoslo, “no se lo impidan”, esa
confianza que a ellos les inquieta se les confirma en el corazón, la presencia de Cristo en
el altar, allí está su cuerpo y sangre en cada eucaristía, aún más invitemos a los niños al
sagrario, digámosle que es el tabernáculo, enseñemos a nuestros muchachos a orar, a
hacer sus plegarias frente al santísimo, acostumbremos a nuestros niños a ofrecer sus
oraciones por ellos y por sus familia al Señor Sacramentado, es justo eso lo que Jesús no
está pidiendo, “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan” “porque el Reino
de Dios pertenece a los que son como ellos”.
8. La sencillez de corazón es reclamada con insistencia
Jesús no solo quiere demostrarnos su gran amor por nuestros niños, en los Evangelios la
sencillez de corazón es reclamada con insistencia, la limpieza y la humildad e espíritu es
un requisito indispensable para llegar al Reino de los Cielos y Jesús quiere que todos
lleguemos, por esa razón nos invita a ser como niños, porque en ellos las virtudes no
están contaminadas, siempre está presente la docilidad, y la buena disposición.
Cuando un niño asiste a una catequesis, oye, presta atención, pregunta y lleva a su
corazón lo aprendido y lo hace con sencillez, es así, como Jesús ve en los niños el prototipo
de sus discípulos, igual como los niños abren sus corazón, sin contradicciones al espíritu,
sin juzgar el plan Salvador de Dios, así quiere nuestra disposición a oír los Evangelios.
Fomentemos en nosotros y nuestros niños las virtudes de los infantes, inocencia, sencillez
de corazón, sinceridad, credibilidad, docilidad y buena disposición, especialmente para
descubrir en los Evangelios el camino para participar en la pertenencia del Reino de los
Cielos.
http://mividaenxto.com

Jesús habla fuerte y claro de la esencia del matrimonio y de la imposibilidad de romper la


unión que se crea entre el hombre y la mujer. Inmediatamente después bendice a los
niños —a quienes los apóstoles trataron de apartar— y dice que el Reino de los cielos le
pertenece a los que son como ellos. Lo que a primera vista parecería un sinsentido nos
podría dar una clave para reflexionar en la enseñanza del Señor.
Son muchas las características que podríamos enumerar en los niños. Detengámonos en
una que es esencial y abarca muchas otras. Todo niño o niña es siempre hijo o hija. Si
existe un niño es porque es hijo de alguien. La relación con el papá y la mamá es
fundamental. A menor edad de la criatura, con mayor fuerza se percibe la dependencia
total que tiene el niño de sus padres. De esa relación dependerá en gran medida el
desarrollo psicológico y espiritual de la criatura. Ser hijo no es, pues, algo accidental. Por
el contrario, es algo que sella nuestra identidad más profunda. Y el primer punto de
referencia de esa condición de hijos son, evidentemente, los padres.
Desde esta perspectiva, ¿qué es lo que espera un niño o una niña de sus padres? Aunque
suene un poco tonto, tal vez lo que más anhela un niño es que sus papás “ejerzan” su
maternidad y paternidad en la familia. La atmósfera natural y propicia para que eso suceda
no es otro que la unión de amor indisoluble entre el padre y la madre. El amor duradero,
que no desconoce los problemas y las pruebas pero que se sobrepone a ellas porque es
más hondo y se enraíza en Cristo, es tal vez el primer alimento de la vida espiritual de
todo niño. Es la primera experiencia que un niño tiene de lo que es el amor. En ese sentido,
el hijo o la hija experimentarán a través del amor que reciben de sus padres, y del amor
que se tienen entre sí, el primer reflejo de lo que es el amor de Dios. ¡Qué responsabilidad!
¡Y también qué camino más hermoso! Así, pues, si un bebé o un niño pudiera decirle a
Jesús lo que piensa de su enseñanza sobre el matrimonio, sobre el amor entre su papá y
su mamá, tal vez le diría algo como: “Tú sabes lo que necesito; Tú sí que entiendes”.
Ante la pregunta astuta de los fariseos, el Señor Jesús se remite al proyecto original de
Dios que nos creó por amor, y para vivir el amor, y suprime la “concesión” que había
hecho Moisés que permitía repudiar a la mujer en algunos casos. El Maestro nos enseña
la verdadera naturaleza del matrimonio que, en perfecta consonancia con el designio
creador de Dios, es ahora elevado a ser un sacramento, un signo visible del amor salvífico
de Dios que santifica y sella indisolublemente esa unión.
Este horizonte que nos remite a lo esencial y fundamental, lejos de hacernos perder de
vista las dificultades y el drama que viven tantas familias por el divorcio de los padres,
nos debe ayudar a encontrar en Jesús la fuerza y las luces para poder afrontar situaciones
sin duda difíciles y duras. «No existen familias perfectas —dice el Papa Francisco— y esto
no nos tiene que desanimar. Por el contrario, el amor se aprende, el amor se vive, el amor
crece “trabajándolo” según las circunstancias de la vida por la que atraviesa cada familia
concreta. El amor nace y se desarrolla siempre entre luces y sombras».
En un clima cultural y social tantas veces confuso y relativista, el Señor habla claro y dice
las cosas como son. Y lo hace porque nos ama y quiere lo mejor para nosotros. Él ha
venido a salvar, no a condenar (ver Jn 12,47). Si somos discípulos de Cristo tenemos que
ser fieles a sus enseñanzas, aun cuando éstas vayan contra corriente y sean
incomprendidas por muchos. Y tenemos también que procurar, con verdad y caridad,
hacer cercano el perdón, la esperanza y el amor de Dios a tantas personas que sufren las
consecuencias de una ruptura familiar.
3 Para la reflexión personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.-¿Qué me falta para ser más como Él?
4 Oración. ¿Qué le decimos a Dios? La palabra se convierte en Oración.
1 No hay. www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

2 Te pido, Señor, por cada hombre y por cada mujer que, un día, se reconocieron hechos
el uno para la otra y decidieron compartir toda la vida. Te doy gracias por su coraje, por
su determinación, sobre todo por su decisión de convertir el amor en alimento de sus
jornadas. Te doy gracias por el don que son recíprocamente: es algo que también a mí
me habla de tu amor. Te doy gracias por su entrega, renovada día a día: algo que me
habla también de tu fidelidad. Te doy gracias por su apertura a la vida: algo que me habla
también de tu desbordante paternidad y maternidad.
No les dejes solos y ayúdales a no dejarte nunca. Sé tú la fuerza de su unión. Y si han de
vivir tiempos oscuros, en los que el amor parezca estancarse y cerrarse en los sacos del
«dado por descontado» y de la falta de creatividad, haz que encuentren de nuevo aquella
mirada transparente en la que se reconocieron entregados el uno a la otra y, atreviéndose
a ser juntos don para los hermanos, den nuevo vigor a aquel amor que los hace una sola
cosa, como tú, Dios, eres uno en la comunión trinitaria. www.santaclaradeestella.es
3 Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del
Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir
lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no
sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el
Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén www.ocarm.org
4 ¡Padre Creador, Padre de la Alianza nueva y eterna! Tú amado Padre, que nos has creado
Hombre y Mujer; todo por amor, y que nos has dado a tu Hijo el Mesías; todo por amor:
te damos gracias porque tus bendiciones y dones son para una eternidad. Y todo lo que
sale de tus manos va hasta el final de los siglos; porque solo tu eres fiel y bondadoso con
nosotros. Ruego en Nombre del Esposo Salvador de la Iglesia y de Maria esposa del
Espiritu Santo, para que los matrimonios en problemas tengan un feliz final, y que los
matrimonios que aún permanecen en una alianza verdadera de amor a Ti, permanezcan
hasta que la muerte los separe; porque «Lo que Dios ha unido, no lo separe el Hombre.
Amén. www.dario.res
5 Padre santo, que hiciste a los hombres a imagen tuya y los creaste varón y mujer para
que, unidos en la carne y en el espíritu, fueran colaboradores de tu creación. Señor, tú
que para revelarnos el designio de tu amor, quisiste dejarnos en el amor de los esposos
un bosquejo de la alianza que hiciste con tu pueblo, a fin de que, completado con el
sacramento, en la unión conyugal de tus fieles quedara patente el misterio nupcial de
Cristo y de la Iglesia, extiende sobre estos hijos tuyos tu mano amorosa. Concédeles,
Señor, que en la comunidad sacramental que hoy inician se comuniquen los dones de tu
amor y, siendo el uno para el otro signo de tu presencia, sean un solo corazón y un solo
espíritu. Amén. (De la liturgia.)
¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Tu majestad se alza
por encima de los cielos. De los labios de los niños de pecho levantas una fortaleza frente
a tus adversarios para hacer callar al enemigo y al rebelde. Al ver el cielo, obra de tus
dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de
él, el ser humano para que de él te cuides? Lo hiciste inferior a un dios, coronándolo de
gloria y esplendor; le diste el dominio sobre la obra de tus manos, todo lo pusiste bajo
sus pies: rebaños y vacadas, todos juntos, y aun las bestias salvajes; las aves del cielo,
los peces del mar y todo cuanto surca las sendas de las aguas. ¡Señor, Dios nuestro, qué
admirable es tu nombre en toda la tierra! www.evangeliodeMarcos.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
El matrimonio es un misterio y figura de una gran realidad. ¿De qué modo es un misterio?
Convienen juntos y los dos se hacen uno solo. Llegan a convertirse en un solo cuerpo.
Éste es el misterio del amor. Si los dos no se convirtieran en uno, no reproducirían a
muchos mientras siguieran siendo dos, pero, cuando llegan a la unidad, entonces se
reproducen.
¿Qué aprendemos de aquí? Que la fuerza de la unión es grande. ¿Has visto el misterio del
matrimonio? De uno hizo uno y de nuevo, hechos estos dos uno, de este modo hace uno:
de modo que también ahora el hombre nace de uno. En efecto, la mujer y el hombre no
son dos seres, sino uno solo (Juan Crisóstomo, Sulla lettera ai Colossesi, en id., Vanitá.
Educazione dei figli. Matrimonio, Roma 31997, pp. 123ss [edición española: Sobre la
vanguardia, la educación de los hijos y el matrimonio, Ciudad Nueva, Madrid 1997]).
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Todas estas cosas y muchas otras aún puso juntas Marcelo para negar al Hijo de Dios, sin
considerar, a causa de su ignorancia, que semejante enseñanza se habia dado a los judios
a causa de la dureza de su corazon. En efecto, no era posible que el Espiritu Santo
transmitiera por medio de los profetas la palabra del culto de Dios a hombres imperfectos
e incapaces de comprender cosas perfectas. Asi pues, les prescribio tambien sacrificios,
la circuncision del cuerpo, la observancia del sabado, la abstinencia de ciertos alimentos,
las abluciones del cuerpo, las bendiciones corporales, y les prometio una tierra que
«manaba leche y miel» (Sal 80,9-11), pero no el Reino de los Cielos.
Nuestro Salvador y Señor, interrogado sobre como es que Moises, al prescribir que quien
lo deseara diese el acta de repudio y despidiera a su mujer, habia impartido disposiciones
contrarias a la ley, dio una enseñanza universal diciendo: «Por la dureza de vuestro
corazon os permitio eso Moises, pero al principio no fue asi» (Mc 10,5). Asi transmitió
Moises a su pueblo un conocimiento imperfecto a causa de la imperfeccion de su mente
(Eusebio de Cesarea, Teologia ecclesiastica, II, Roma 1998, 146s).
••• Hagamos también nosotros como la mujer que tiene un niño pequeño: cuando su
marido, enfurecido, quiere golpearla, ella, teniendo al niño entre los brazos, lo pone
delante del hombre y le dice: «¡Pégale a éste, golpea a éste!».
El niño, con lágrimas en los ojos, sufre junto con su madre. El padre, en cambio, que
siente que se le revuelven las vísceras por dentro por las lágrimas del hijo al que ama
intensamente, perdona a la mujer a causa del hijo. Así, ofrezcamos también nosotros a
Dios Padre, airado por nuestros pecados, a su Hijo Jesucristo en el sacramento del altar
como pacto de nuestra reconciliación; y Dios Padre, si no por consideración con nosotros,
al menos en consideración a su Hijo amado, alejará de nosotros los justos latigazos que
habíamos merecido y nos perdonará recordando sus lágrimas, sus sufrimientos y su
pasión. El Hijo mismo dice por boca de Isaías: « Yo he hecho y yo regiré, llevaré y libraré»
(Is 46,4). Presta atención a los verbos: «he hecho» al hombre y lo «regiré» sobre mis
hombros como una oveja descarriada y cansada; le «llevaré» como la nodriza lleva a un
niño en sus brazos (Antonio de Padua, «V domingo de Pascua», Sermoni, Padua 1994,
315 [edición española: Sermones dominicales y festivos, Publicaciones del Instituto
Teológico de Murcia 0.F.M.]). www.evangeliodeMarcos.GiorgioZevini
6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.
Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «Tú nos guías, Señor Jesús, por el camino
de la salvación» (cf. Heb 2,10).
Repite a menudo y vive esta Palabra: «Pero desde el principio Dios los crea varon y
hembra» (Mc 10,6).
Repite a menudo y medita esta Palabra: «De los labios de los niños de pecho levantas
una fortaleza frente a tus adversarios» (Sal 8,3).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
Una pareja de esposos tiene derecho a acoger y celebrar el día de su matrimonio
viviéndolo como un triunfo incomparable. Si las dificultades, las resistencias, los
obstáculos, las dudas y las vacilaciones no han sido simplemente orillados, sino lealmente
afrontados y vencidos - y es ciertamente un bien que las cosas no discurran de una manera
demasiado suave-, entonces ambos esposos habrán obtenido efectivamente el triunfo
decisivo de su vida; con el «sí» que se han dicho recíprocamente han decidido con toda
libertad dar una nueva orientación a toda su vida; ambos han desafiado con serena
seguridad todos los problemas y las perplejidades que la vida hace nacer frente a cada
vínculo duradero entre dos personas y han conquistado, mediante un acto de
responsabilidad personal, una tierra nueva para su vida.
El matrimonio es más que vuestro amor recíproco. Posee un valor y un poder mayores,
porque es una institución santa de Dios, a través de la cual quiere conservar a la
humanidad hasta el fin de los días. Desde la perspectiva de vuestro amor, os veis solos
en el escenario del mundo; desde la perspectiva del matrimonio, sois un eslabón en la
cadena de las generaciones que Dios hace nacer y morir para su gloria, llamándolas a su
Reino.
Desde la perspectiva de vuestro amor veis solo el cielo de vuestra alegría personal; el
matrimonio os inserta de una manera responsable en el mundo y en la responsabilidad de
los hombres; vuestro amor os pertenece a vosotros solos, es personal; el matrimonio es
algo suprapersonal, es un estado, un ministerio. Dios hace vuestro matrimonio indisoluble,
lo protege de todo peligro interior y exterior; Dios quiere ser el garante de su
indisolubilidad.
Ésta es una alegre certeza para cuantos saben que ninguna fuerza en el mundo, ninguna
tentación, ninguna debilidad humana, puede desatar lo que Dios mantiene unido; más
aún, quien sabe esto puede decir con confianza: «Lo que Dios ha unido no lo puede separar
el hombre». Libres de todas las ansias que el amor lleva siempre consigo, podéis deciros,
con seguridad y confianza total: no podremos perdernos nunca más, pues nos
pertenecemos recíprocamente hasta la muerte por voluntad de Dios.
Vivid juntos perdonándoos recíprocamente vuestros pecados, sin lo cual no puede subsistir
ninguna comunidad humana, y mucho menos un matrimonio. No seáis autoritarios entre
vosotros, no os juzguéis ni os condenéis, no os dominéis, no echéis la culpa el uno a la
otra, sino acogeos por lo que sois y perdonaos recíprocamente cada día, de corazón. Desde
el primero al último día de vuestro matrimonio, debe seguir siendo válida esta
exhortación: acogeos... para la gloria de Dios. Habéis oído la palabra que Dios dice sobre
vuestro matrimonio. Dadle gracias por ella, dadle gracias por haberos guiado hasta aquí
y pedidle que funde, consolide, santifique y custodie vuestro matrimonio: de este modo
seréis «algo para alabanza de su gloria» (D. Bonhoeffer, Resistenza e resa, Cinisello B.
21996 [edición española: Resistencia y sumisión, Ediciones Sígueme, Salamanca 1983]).
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El hombre y la mujer que se han comprometido en el amor no lo han hecho solos. En el


mismo momento se comprometieron en Dios, porque el que se compromete en el amor
se compromete en Dios. Porque Dios es amor. Y esto es posible que no sea tan simple
para todos, pero, de hecho, nada es mas simple. Quien cree verdaderamente en Dios,
conoce algo de el, ha presentido al menos el amor: asi, en el amor humano que ha sentido
nacer en su corazon, ha reconocido algo de Dios. Cuando se ha empezado a conocer a
Dios, cuando se ha encontrado un poco de su amor, ya no es posible amar por juego o
amar solo por un tiempo y despues ya veremos. Quien ha empezado a amar, ama para
siempre, a pesar de todo, sea cual sea el agravio que pueda hacerle el ser amado, tal
como Dios nos ama para siempre sean cuales sean nuestros agravios. Amar para siempre.
¿Cómo es posible? Son mochas las uniones que se hacen trizas en los primeros años. E
incluso cuando por fuera subsiste una fidelidad inviolada, ¿puede decirse que el amor
verdadero sobrevive para siempre? Para el hombre y la mujer seria imposible Si, al entrar
en el amor, no hubieran entrado en Dios. Al entrar en el amor como creyentes, se entra
en la vida y en el juego de Dios. Y Dios mismo se convierte en el garante del amor que
nos ofrece cada dia como regalo, un amor humano en el que su amor está presente en
filigrana. No depende de nosotros salvar nuestro amor. Es Dios el que lo salva y quien se
hace garante del mismo. ¿De que modo salva Dios nuestro amor? Iniciandonos un poco
cada vez en las costumbres de su amor. Ahora bien, es propio de su amor ser don y
perdón. Dios no tiene en cuenta nuestros fallos. Los hunde en su amor. No se pone en
absoluto colerico por nuestros olvidos. No tiene en cuenta nuestros agravios. No se venga
nunca de nuestros golpes bajos, sino que ama cada vez mas, es decir, perdona...
Perdonar significa ser cada vez mas fuerte en el amor. Significa asimismo permitir al amor
aumentar y hacerse mas profundo. Significa salir de nosotros mismos, reconocer al otro
tambien en sus defectos, en lo que mas se nos parece, porque tambien nosotros somos
fragiles y estamos perdidos ante Dios. Ahora bien, se trata de una fragilidad que no puede
subsistir mas que frente a su Amor y gracias a su Amor. Cimentarse en el amor significa
siempre cimentarse en Dios (A. Louf, Solo l'amore vi baster & Commento spirituale al Van
gelo di Marco, Casale Monf. [Al] 1987, 175s, passim).
••• El niño tiene la juventud consigo, la sencillez del ojo y del corazon: cuando llega la
gran novedad liberadora, mira, corre, entra. Esta sencillez, esta naturalis christinitas, es
la infancia que presenta la parabola. Jesús no tiene puesto, por tanto, su punto de mira
en nada sentimental, en nada conmovedor; no en un abandono amoroso, ni en una dulce
adhesion, sino en la sencillez de la mirada; en la capacidad de abarca y sentir el alma de
las cosas y de acogerlas sin segundas intenciones. En última instancia, significa la misma
realidad significada por la palabra confianza: el clima natural de la fe, en cuyo interior se
puede desarrollar libremente lo que viene de Dios; por consiguiente, algo grande y
sagrado, y es de una evidencia inmediata que esto no puede ser el comienzo. No por nada
se dice en nuestro texto: «Si no os convertis y no os haceis como niños...». Llegar a ser
como niños significa superar el ser adulto, cambiar y construirse de nuevo desde los
cimientos; ahora bien, esto no se improvisa.
La condicion de niños de la que habla Dios es la que corresponde a la paternidad divina.
Por lo que respecta al niño, todo depende de su papa y de su mama juntos. Todo le viene
de sus padres. Ellos estan en todas partes. Son fuente, medida y orden. En el caso del
adulto, el padre y la madre desaparecen. Aparece por todas partes un mundo dividido,
enemigo, indiferente. El padre y la madre se han marchado y todo se ha quedado sin
techo. Para el hijo de Dios queda todavia Alguien paterno, en todo lugar: el Padre celestial.
No se trata de un padre terreno sobrehumano, sino del autentico «Dios, Padre nuestro y
del Señor Jesucristo» (1 Cor 1,3), como se revela de la palabra de este y de la invitacion
a dividir su premura para cumplir su voluntad. El sentimiento de inocencia es la actitud
de quien en cada encuentro ve al Padre. Sin embargo, para ser capaz de esto es necesario
que se elaboren los acontecimientos humanos: extrayendo sabiduria de la concatenacion
desnuda de la existencia y amor al destino. Hacerse como un niño en el sentido de Cristo
es sinonimo de madurez cristiana (R. Guardini, II Signore. Riflessioni sulla persona e sulla
vita di Gesa, Milan 1977, 333s, passim [edicion espanola: El Serior, Cristiandad, Madrid
20021). www.evangeliodeMarcos.GiorgioZevini
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✞ ✞ ✞ Profesión de Fe

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor,
Se inclina levemente la cabeza en señal de respeto.
Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.
Se finaliza la inclinación de la cabeza.

Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el
perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

✞ ✞ ✞ Intenciones (Oracion de los fieles)

Hermanos, sintiéndonos solidarios de las ansias y esperanzas de todos los hombres,


dirijamos al Padre nuestra oración.
- Por la Iglesia: para que fiel a su Maestro, aparezca ante el mundo como sal de la tierra
y luz que alumbra en las tinieblas. Roguemos al Señor.
- Por la paz del mundo: para que se alejen de los pueblos el hambre, las calamidades y
las guerras. Roguemos al Señor.
- por todos los hombres del mundo que padecen hambre o enfermedad, por los
emigrantes, los desterrados, por los privados de libertad y todos los que sufren. Roguemos
al Señor.
- Por nosotros mismos: para que nuestras vidas se vayan transformando en testimonio
transparente del amor de Dios. Roguemos al Señor.
• Pidamos a Dios nuestro Padre que complete en nosotros su trabajo de amor y fidelidad,
y digámosle:
R/ Señor, guárdanos en tu amor.
Por la Iglesia, Esposa de Cristo, para que sea siempre fiel al mensaje del evangelio y del
amor liberador del mismo Cristo, roguemos al Señor.
Por los hogares construidos sobre un amor desinteresado, para que a través de ellos
podamos entender mejor toda la profundidad del amor de Dios, roguemos al Señor.
Por las familias rotas y por los cónyuges infieles, para que la gente sea comprensiva con
ellos y Dios les conceda su misericordia, roguemos al Señor.
Por los jóvenes que se preparan para el matrimonio, para que aprendan de la vida que la
profundidad y belleza del amor dependen de la mutua generosidad y del sincero compartir,
roguemos al Señor.
Por todos los que han renunciado al matrimonio a causa del Reino de Dios, personas
consagradas, para que nunca se sientan nostálgicas y solitarias, sino que sus corazones
sean espaciosos y cálidos, acogedores y abiertos a toda la gente y a todas las necesidades,
roguemos al Señor.
Guarda, Padre, con amor a tu pueblo y concédenos lo que con fe te hemos pedido. Por
Jesucristo nuestro Señor.
Oh Dios y Padre nuestro, hazte presente con toda tu fidelidad dondequiera la gente se
junte para construir comunidades de amor y amistad. Edifica nuestro amor sobre el
fundamento del tuyo, para que perdure, fuerte y fiel, por los siglos de los siglos.

3 LITURGIA EUCARISTICA
✞ ✞ ✞ Oración sobre las Ofrendas

*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.

Oh Dios y Padre nuestro: Confirma tu Alianza con nosotros por medio del pan y del vino
que ahora te presentamos. Que tu Hijo esté siempre con nosotros y que nos haga
guardianes de nuestro amor y felicidad. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Acepta, Señor, el sacrificio establecido por ti y, por estos santos misterios que celebramos
en razón de nuestro ministerio, perfecciona en nosotros como conviene la obra
santificadora de tu redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.

✞ ✞ ✞ Plegaria eucarística (Prefacio)

Introducción a la plegaria eucarística


Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El sentido
de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de las grandezas
de Dios y en la ofrenda del sacrificio.

Con alegría y gratitud alabamos al Padre en el cielo por el gran amor que nos ha mostrado.
Él es la fuente y origen de todo amor entre nosotros, y el Espíritu Santo guarda ese amor
vivo en nuestros hogares y en nuestras comunidades.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.
Prefacio del Matrimonio. La dignidad de la alianza nupcial
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que con el yugo suave del amor y el vínculo indisoluble de la unidad, hiciste más fuerte
la alianza nupcial, para que aumenten los hijos de tu adopción por la honesta fecundidad
de los esposos. Tu providencia, Señor, y tu amor lo dispuso así de modo tan admirable,
que el nacer llena la tierra y el renacer aumenta tu Iglesia, por Cristo, nuestro Señor.
Acción de Gracias de los Esposos
Los esposos pueden rezar juntos la siguiente oración, tomada del cuarto prefacio para
matrimonios, en el misal francés.
Oh Dios y Padre nuestro: Es justo y bueno darte gloria y ofrecerte nuestra alabanza.
Porque has hecho al hombre y a la mujer a tu imagen y semejanza y has puesto en sus
corazones el amor que los vincula íntimamente el uno al otro, para que sean siempre uno.
Tú les dices que en las penas y alegrías de su vida, en días de cansancio o de maravilla,
tú estás fielmente cerca de ellos. Por medio de la comunión de su amor y destino haz que
tu misma vida crezca en ellos, hasta el día en que colmes todas sus esperanzas en tu
amado Hijo Jesucristo. Amén.
Prefacio VII dominical del tiempo ordinario. La salvación, fruto de la obediencia
de Cristo.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tu amor al mundo fue tan misericordioso que nos enviaste como redentor a tu
propio Hijo, Y en todo lo quisiste semejante a nosotros, menos en el pecado, para poder
así amar en nosotros lo que amabas en él. Con su obediencia has restaurado aquellos
dones que por nuestra desobediencia habíamos perdido.
•• Gracias Jesús por concederme este momento de encuentro y diálogo contigo. Gracias
porque te hiciste hombre, para que podamos alcanzar la salvación, la plenitud de nuestra
vida humana. No dejes, Buen Señor, que el temor me haga flaquear y que se debilite mi
fe. Que siempre encuentre en Ti la fortaleza; como Pan Vivo bajao del Cielo, para afirmar
tu verdad y pueda iluminar al mundo entero con tu Palabra de vida.
Por eso, con los ángeles y los santos, cantemos sin cesar el himno de tu gloria:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita las
alabanzas a Dios.

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.

Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que
se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos
mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se realiza
el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo.
Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento del Altar!

Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él, porque
esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para
el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.

Éste es el sacramento de nuestra fe. R/ Anunciamos tu muerte, proclamamos tu


resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
f) Oblación. La asamblea ofrece al Padre la víctima inmaculada, y con ella se ofrece cada uno de los
participantes.

Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su


admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te
ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella la Víctima por cuya
inmolación quisiste devolvemos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la
Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un
solo espíritu.
Que Él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto
con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, (san
N.: santo del día o patrono) y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener
siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo
entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor,
el Papa N., a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo
el pueblo redimido por ti.
g) Intercesiones. Con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la
Iglesia, celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros, vivos y difuntos.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del pueblo.
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. T. Amén.

✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.
a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada persona
de la tierra.

Tenemos un Padre amoroso en el cielo. A él nos dirigimos en oración con las palabras del
mismo Jesús.
R/ Padre Nuestro...
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan mutuamente
la caridad antes de participar de un mismo pan.

Líbranos, Señor. Líbranos, Señor, de todos los males y danos capacidad para amar sin
condiciones ni componendas. Danos un amor que permanezca fiel y crezca más profundo
en los días de prueba y sufrimiento. Líbranos siempre de todo temor a entregarnos
generosamente con amor los unos a los otros, mientras esperamos con alegría la venida
gloriosa de nuestro Salvador Jesucristo.
R/. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas
en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele
la paz y la unidad. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/. Amén.
La paz del Señor esté siempre con ustedes. R/. Y con tu espíritu.
Dense fraternalmente la paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Danos la paz.
Invitación a la Comunión
Este es el Cordero de Dios cuyo amor fue fiel hasta el fin. Se sacrificó a sí mismo para
darnos el valor para amar sin medida. Felices nosotros, llamados a esta santa cena del
Señor.
• Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la
cena del Señor.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya bastará para
sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión de
un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)

d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de la comunión Cf. Lam 3, 25
El Señor es bueno para quienes esperan en él, para quien lo busca.
O bien: Cf. 1Cor 10, 17
Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos
comemos del mismo pan y participamos del mismo cáliz.

✞ ✞ ✞ Oración después de la Comunión

Oh Dios y Padre nuestro: Nos has confiado tu amor no como un producto acabado, sino
como una tarea de por vida. Que el amor de tu Hijo enriquezca nuestro amor con
inquebrantable fidelidad y generosidad, para que pueda resistir todas las tormentas y
seguir creciendo en profundidad, hasta que lo corones con tu alegría que perdura para
siempre, por los siglos de los siglos.
Concédenos, Dios todopoderoso, que nos alimentemos y saciemos en los sacramentos
recibidos, hasta que nos transformemos en lo que hemos tomado. Por Jesucristo, nuestro
Señor.

4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.

✞ ✞ ✞ Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!

Consagración a María
Salve, Reina de los Cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso
a nuestra luz. Alégrate, Virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada
doncella, ruega a Cristo por nosotros. Que con el auxilio de tan dulce intercesora, seamos
siempre fieles en el terreno caminar. Amén

✞ ✞ ✞ Bendición

Hermanos: Dios es la fuente y la fuerza de todo amor.


Que él bendiga nuestras familias cristianas con felicidad y fidelidad.
R/ Amén.
Que él bendiga nuestras comunidades con unidad y paz, y nos ayude a ser una sola alma
y un solo corazón.
R/ Amén
Que él nos dé a todos un amor que haga brotar lo mejor en cada uno de nosotros para
construir todos juntos una sólida comunidad.
R/ Amén.
Podemos ir en el amor del Señor.
R/ Demos gracias a Dios.
✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en Cristo,
ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16

Del Papa Francisco


Sínodo de la familia 2015. Apertura
XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, 4 de octubre de 2015.
Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros su amor ha llegado en nosotros
a su plenitud (1Jn 4, 12).
Las lecturas bíblicas de este domingo parecen elegidas a propósito para el acontecimiento
de gracia que la Iglesia está viviendo, es decir, la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los
Obispos sobre el tema de la familia que se inaugura con esta celebración eucarística.
Dichas lecturas se centran en tres aspectos: el drama de la soledad, el amor entre el
hombre y la mujer, y la familia.
La soledad
Adán, como leemos en la primera lectura, vivía en el Paraíso, ponía los nombres a las
demás creaturas, ejerciendo un dominio que demuestra su indiscutible e incomparable
superioridad, pero aun así se sentía solo, porque no encontraba ninguno como él que lo
ayudase (Gn 2, 20) y experimentaba la soledad.
La soledad, el drama que aún aflige a muchos hombres y mujeres. Pienso en los ancianos
abandonados incluso por sus seres queridos y sus propios hijos; en los viudos y viudas;
en tantos hombres y mujeres dejados por su propia esposa y por su propio marido; en
tantas personas que de hecho se sienten solas, no comprendidas y no escuchadas; en los
emigrantes y los refugiados que huyen de la guerra y la persecución; y en tantos jóvenes
víctimas de la cultura del consumo, del usar y tirar, y de la cultura del descarte.
Hoy se vive la paradoja de un mundo globalizado en el que vemos tantas casas de lujo y
edificios de gran altura, pero cada vez menos calor de hogar y de familia; muchos
proyectos ambiciosos, pero poco tiempo para vivir lo que se ha logrado; tantos medios
sofisticados de diversión, pero cada vez más un profundo vacío en el corazón; muchos
placeres, pero poco amor; tanta libertad, pero poca autonomía? Son cada vez más las
personas que se sienten solas, y las que se encierran en el egoísmo, en la melancolía, en
la violencia destructiva y en la esclavitud del placer y del dios dinero.
Hoy vivimos en cierto sentido la misma experiencia de Adán: tanto poder acompañado de
tanta soledad y vulnerabilidad; y la familia es su imagen. Cada vez menos seriedad en
llevar adelante una relación sólida y fecunda de amor: en la salud y en la enfermedad, en
la riqueza y en la pobreza, en la buena y en la mala suerte. El amor duradero, fiel, recto,
estable, fértil es cada vez más objeto de burla y considerado como algo anticuado.
Parecería que las sociedades más avanzadas son precisamente las que tienen el
porcentaje más bajo de tasa de natalidad y el mayor promedio de abortos, de divorcios,
de suicidios y de contaminación ambiental y social.
El amor entre el hombre y la mujer
Leemos en la primera lectura que el corazón de Dios se entristeció al ver la soledad de
Adán y dijo: No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le
ayude (Gn 2, 18). Estas palabras muestran que nada hace más feliz al hombre que un
corazón que se asemeje a él, que le corresponda, que lo ame y que acabe con la soledad
y el sentirse solo. Muestran también que Dios no ha creado al ser humano para vivir en la
tristeza o para estar solo, sino para la felicidad, para compartir su camino con otra persona
que le sea complementaria; para vivir la extraordinaria experiencia del amor: es decir de
amar y ser amado; y para ver su amor fecundo en los hijos, como dice el salmo que se
ha proclamado hoy (cf. Sal 128).
Este es el sueño de Dios para su criatura predilecta: verla realizada en la unión de amor
entre hombre y mujer; feliz en el camino común, fecunda en la donación recíproca. Es el
mismo designio que Jesús resume en el Evangelio de hoy con estas palabras: Al principio
de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y
a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son
dos, sino una sola carne (Mc 10, 6-8; cf. Gn 1, 27; Gn 2, 24).
Jesús, ante la pregunta retórica que le habían dirigido ? probablemente como una trampa,
para hacerlo quedar mal ante la multitud que lo seguía y que practicaba el divorcio, como
realidad consolidada e intangible-, responde de forma sencilla e inesperada: restituye todo
al origen, al origen de la creación, para enseñarnos que Dios bendice el amor humano, es
él el que une los corazones de un hombre y una mujer que se aman y los une en la unidad
y en la indisolubilidad. Esto significa que el objetivo de la vida conyugal no es sólo vivir
juntos, sino también amarse para siempre. Jesús restablece así el orden original y
originante.
La familia
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre (Mc 10, 9). Es una exhortación a los
creyentes a superar toda forma de individualismo y de legalismo, que esconde un
mezquino egoísmo y el miedo de aceptar el significado auténtico de la pareja y de la
sexualidad humana en el plan de Dios.
De hecho, sólo a la luz de la locura de la gratuidad del amor pascual de Jesús será
comprensible la locura de la gratuidad de un amor conyugal único y usque ad mortem.
Para Dios, el matrimonio no es una utopía de adolescente, sino un sueño sin el cual su
creatura estará destinada a la soledad. En efecto el miedo de unirse a este proyecto
paraliza el corazón humano.
Paradójicamente también el hombre de hoy ?que con frecuencia ridiculiza este plan?
permanece atraído y fascinado por todo amor auténtico, por todo amor sólido, por todo
amor fecundo, por todo amor fiel y perpetuo. Lo vemos ir tras los amores temporales,
pero sueña el amor autentico; corre tras los placeres de la carne, pero desea la entrega
total.
En efecto ahora que hemos probado plenamente las promesas de la libertad ilimitada,
empezamos a entender de nuevo la expresión "la tristeza de este mundo?. Los placeres
prohibidos perdieron su atractivo cuando han dejado de ser prohibidos. Aunque tiendan a
lo extremo y se renueven al infinito, resultan insípidos porque son cosas finitas, y
nosotros, en cambio, tenemos sed de infinito (Joseph Ratzinger, Auf Christus schauen.
Einübung in Glaube, Hoffnung, Liebe, Freiburg 1989, p. 73).
En este contexto social y matrimonial bastante difícil, la Iglesia está llamada a vivir su
misión en la fidelidad, en la verdad y en la caridad.
Vive su misión en la fidelidad a su Maestro como voz que grita en el desierto, para defender
el amor fiel y animar a las numerosas familias que viven su matrimonio como un espacio
en el cual se manifiestan el amor divino; para defender la sacralidad de la vida, de toda
vida; para defender la unidad y la indisolubilidad del vínculo conyugal como signo de la
gracia de Dios y de la capacidad del hombre de amar en serio.
Vivir su misión en la verdad que no cambia según las modas pasajeras o las opiniones
dominantes. La verdad que protege al hombre y a la humanidad de las tentaciones de
autoreferencialidad y de transformar el amor fecundo en egoísmo estéril, la unión fiel en
vínculo temporal. Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se
convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del
amor en una cultura sin verdad (Benedicto XVI, Enc. Caritas in veritate, 3).
Y la Iglesia está llamada a vivir su misión en la caridad que no señala con el dedo para
juzgar a los demás, sino que ?fiel a su naturaleza como madre ? se siente en el deber de
buscar y curar a las parejas heridas con el aceite de la acogida y de la misericordia; de
ser hospital de campo, con las puertas abiertas para acoger a quien llama pidiendo ayuda
y apoyo; aún más, de salir del propio recinto hacia los demás con amor verdadero, para
caminar con la humanidad herida, para incluirla y conducirla a la fuente de salvación.
Una Iglesia que enseña y defiende los valores fundamentales, sin olvidar que el sábado
se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado (Mc 2, 27); y que Jesús también
dijo: No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino
pecadores (Mc 2, 17). Una Iglesia que educa al amor auténtico, capaz de alejar de la
soledad, sin olvidar su misión de buen samaritano de la humanidad herida.
Recuerdo a san Juan Pablo II cuando decía: El error y el mal deben ser condenados y
combatidos constantemente; pero el hombre que cae o se equivoca debe ser comprendido
y amado [?] Nosotros debemos amar nuestro tiempo y ayudar al hombre de nuestro
tiempo. (Discurso a la Acción Católica italiana, 30 diciembre 1978, 2 c: L?Osservatore
Romano, ed. semanal en lengua española, 21 enero 1979, p.9). Y la Iglesia debe buscarlo,
acogerlo y acompañarlo, porque una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí
misma y a su misión, y en vez de ser puente se convierte en barrera: El santificador y los
santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos
(Hb 2, 11).
Con este espíritu, le pedimos al Señor que nos acompañe en el Sínodo y que guíe a su
Iglesia a través de la intercesión de la Santísima Virgen María y de San José, su castísimo
esposo.
Del Papa Benedicto XVI
Homilía. Domingo 7 de octubre de 2012
Venerables hermanos, queridos hermanos y hermanas:
(...) Las lecturas bíblicas de la Liturgia de la Palabra de este domingo nos ofrecen dos
puntos principales de reflexión: el primero sobre el matrimonio, que retomaré más
adelante; el segundo sobre Jesucristo, que abordo a continuación. No tenemos el tiempo
para comentar el pasaje de la carta a los Hebreos, pero debemos, al comienzo de esta
Asamblea sinodal, acoger la invitación a fijar los ojos en el Señor Jesús, "coronado de
gloria y honor por su pasión y muerte" (Hb 2, 9). La Palabra de Dios nos pone ante el
crucificado glorioso, de modo que toda nuestra vida, y en concreto la tarea de esta
asamblea sinodal, se lleve a cabo en su presencia y a la luz de su misterio. La
evangelización, en todo tiempo y lugar, tiene siempre como punto central y último a Jesús,
el Cristo, el Hijo de Dios (cf. Mc 1, 1); y el crucifijo es por excelencia el signo distintivo de
quien anuncia el Evangelio: signo de amor y de paz, llamada a la conversión y a la
reconciliación. Que nosotros venerados hermanos seamos los primeros en tener la mirada
del corazón puesta en él, dejándonos purificar por su gracia.
(...) El tema del matrimonio, que nos propone el Evangelio y la primera lectura, merece
en este sentido una atención especial. El mensaje de la Palabra de Dios se puede resumir
en la expresión que se encuentra en el libro del Génesis y que el mismo Jesús retoma:
"Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una
sola carne" (Gn 1, 24, Mc 10, 7-8). ¿Qué nos dice hoy esta palabra? Pienso que nos invita
a ser más conscientes de una realidad ya conocida pero tal vez no del todo valorizada:
que el matrimonio constituye en sí mismo un evangelio, una Buena Noticia para el mundo
actual, en particular para el mundo secularizado. La unión del hombre y la mujer, su ser
"una sola carne" en la caridad, en el amor fecundo e indisoluble, es un signo que habla de
Dios con fuerza, con una elocuencia que en nuestros días llega a ser mayor, porque,
lamentablemente y por varias causas, el matrimonio, precisamente en las regiones de
antigua evangelización, atraviesa una profunda crisis. Y no es casual. El matrimonio está
unido a la fe, no en un sentido genérico. El matrimonio, como unión de amor fiel e
indisoluble, se funda en la gracia que viene de Dios Uno y Trino, que en Cristo nos ha
amado con un amor fiel hasta la cruz. Hoy podemos percibir toda la verdad de esta
afirmación, contrastándola con la dolorosa realidad de tantos matrimonios que
desgraciadamente terminan mal. Hay una evidente correspondencia entre la crisis de la
fe y la crisis del matrimonio. Y, como la Iglesia afirma y testimonia desde hace tiempo, el
matrimonio está llamado a ser no sólo objeto, sino sujeto de la nueva evangelización. Esto
se realiza ya en muchas experiencias, vinculadas a comunidades y movimientos, pero se
está realizando cada vez más también en el tejido de las diócesis y de las parroquias,
como ha demostrado el reciente Encuentro Mundial de las Familias.
Una de las ideas clave del renovado impulso que el Concilio Vaticano II ha dado a la
evangelización es la de la llamada universal a la santidad, que como tal concierne a todos
los cristianos (cf. Const. Lumen gentium, 39-42). Los santos son los verdaderos
protagonistas de la evangelización en todas sus expresiones. Ellos son, también de forma
particular, los pioneros y los que impulsan la nueva evangelización: con su intercesión y
el ejemplo de sus vidas, abierta a la fantasía del Espíritu Santo, muestran la belleza del
Evangelio y de la comunión con Cristo a las personas indiferentes o incluso hostiles, e
invitan a los creyentes tibios, por decirlo así, a que con alegría vivan de fe, esperanza y
caridad, a que descubran el "gusto" por la Palabra de Dios y los sacramentos, en particular
por el pan de vida, la eucaristía. Santos y santas florecen entre los generosos misioneros
que anuncian la buena noticia a los no cristianos, tradicionalmente en los países de misión
y actualmente en todos los lugares donde viven personas no cristianas. La santidad no
conoce barreras culturales, sociales, políticas, religiosas. Su lenguaje - el del amor y la
verdad - es comprensible a todos los hombres de buena voluntad y los acerca a Jesucristo,
fuente inagotable de vida nueva.
(...) La mirada sobre el ideal de la vida cristiana, expresado en la llamada a la santidad,
nos impulsa a mirar con humildad la fragilidad de tantos cristianos, más aun, su pecado,
personal y comunitario, que representa un gran obstáculo para la evangelización, y a
reconocer la fuerza de Dios que, en la fe, viene al encuentro de la debilidad humana. Por
tanto, no se puede hablar de la nueva evangelización sin una disposición sincera de
conversión. Dejarse reconciliar con Dios y con el prójimo (cf. 2Co 5, 20) es la vía maestra
de la nueva evangelización. Únicamente purificados, los cristianos podrán encontrar el
legítimo orgullo de su dignidad de hijos de Dios, creados a su imagen y redimidos con la
sangre preciosa de Jesucristo, y experimentar su alegría para compartirla con todos, con
los de cerca y los de lejos.
Queridos hermanos y hermanas, encomendemos a Dios los trabajos de la Asamblea
sinodal con el sentimiento vivo de la comunión de los santos, invocando la particular
intercesión de los grandes evangelizadores, entre los cuales queremos contar con gran
afecto al beato Papa Juan Pablo II, cuyo largo pontificado ha sido también ejemplo de
nueva evangelización. Nos ponemos bajo la protección de la bienaventurada Virgen María,
Estrella de la nueva evangelización. Con ella invocamos una especial efusión del Espíritu
Santo, que ilumine desde lo alto la Asamblea sinodal y la haga fructífera para el camino
de la Iglesia hoy, en nuestro tiempo. Amen.
II ASAMBLEA PARA ÁFRICA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS
Basílica de San Pedro, 4 de octubre de 2009
Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
ilustres señores y señoras;
queridos hermanos y hermanas:
(...) Las lecturas bíblicas de este domingo hablan del matrimonio. Pero, más
estrictamente, hablan del proyecto de la creación, del origen y, por lo tanto, de Dios. En
este plano converge también la segunda lectura, tomada de la Carta a los Hebreos, donde
dice: "Tanto el santificador –es decir, Jesucristo– como los santificados –es decir, los
hombres– tienen todos el mismo origen. Por eso no se avergüenza de llamarles hermanos"
(Hb 2, 11). Así pues, del conjunto de las lecturas destaca de manera evidente el primado
de Dios Creador, con la perenne validez de su impronta originaria y la precedencia
absoluta de su señorío, ese señorío que los niños saben acoger mejor que los adultos, por
lo que Jesús los indica como modelo para entrar en el reino de los cielos (cf. Mc 10, 13-
15). Ahora bien, el reconocimiento del señorío absoluto de Dios es ciertamente uno de los
rasgos relevantes y unificadores de la cultura africana. Naturalmente en África existen
múltiples y diversas culturas, pero todas parecen concordar en este punto: Dios es el
Creador y la fuente de la vida. Pero la vida, como sabemos bien, se manifiesta
primariamente en la unión entre el hombre y la mujer y en el nacimiento de los hijos; por
tanto, la ley divina, inscrita en la naturaleza, es más fuerte y preeminente que cualquier
ley humana, según la afirmación clara y concisa de Jesús: "Lo que Dios unió, que no lo
separe el hombre" (Mc 10, 9). La perspectiva no es ante todo moral: antes que al deber,
se refiere al ser, al orden inscrito en la creación.
Queridos hermanos y hermanas, en este sentido la liturgia de la Palabra de hoy –más allá
de la primera impresión– se revela especialmente adecuada para acompañar la apertura
de una Asamblea sinodal dedicada a África. Quiero subrayar en particular algunos aspectos
que emergen con fuerza y que interpelan el trabajo que nos espera. El primero, ya
mencionado: el primado de Dios, Creador y Señor. El segundo: el matrimonio. El tercero:
los niños. Sobre el primer aspecto, África es depositaria de un tesoro inestimable para el
mundo entero: su profundo sentido de Dios, que he podido percibir directamente en los
encuentros con los obispos africanos en visita ad limina y más todavía en el reciente viaje
apostólico a Camerún y Angola, del que conservo un grato y emocionante recuerdo. Es
precisamente a esta peregrinación en tierra africana a la que desearía remitirme, porque
en aquellos días abrí idealmente esta Asamblea sinodal, entregando el Instrumentum
laboris a los presidentes de las Conferencias episcopales y a los máximos responsables de
los Sínodos de los obispos de las Iglesias orientales católicas.
(...) En cuanto al tema del matrimonio, el texto del capítulo 2 del Libro del Génesis ha
recordado el perenne fundamento, que Jesús mismo ha confirmado: "Por ello dejará el
hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne"
(Gn 2, 24). ¿Cómo no recordar el admirable ciclo de catequesis que el siervo de Dios Juan
Pablo II dedicó a este tema, a partir de una exégesis muy profunda de este texto bíblico?
Hoy, proponiéndonoslo precisamente en la apertura del Sínodo, la liturgia nos ofrece la
luz sobreabundante de la verdad revelada y encarnada de Cristo, con la cual se puede
considerar la compleja temática del matrimonio en el contexto africano eclesial y social.
Pero también con respecto a este punto deseo recordar brevemente una idea que precede
a toda reflexión e indicación de tipo moral, y que enlaza de nuevo con el primado del
sentido de lo sagrado y de Dios. El matrimonio, como la Biblia lo presenta, no existe fuera
de la relación con Dios. La vida conyugal entre el hombre y la mujer, y por lo tanto de la
familia que de ella se genera, está inscrita en la comunión con Dios y, a la luz del Nuevo
Testamento, se transforma en imagen del Amor trinitario y sacramento de la unión de
Cristo con la Iglesia. En la medida en que custodia y desarrolla su fe, África hallará
inmensos recursos para dar en beneficio de la familia fundada en el matrimonio.
Incluyendo en el pasaje evangélico también el texto sobre Jesús y los niños (Mc 10, 13-
15), la liturgia nos invita a tener presente desde ahora, en nuestra solicitud pastoral, la
realidad de la infancia, que constituye una parte grande y por desgracia doliente de la
población africana. En la escena de Jesús que acoge a los niños, oponiéndose con desdén
a los discípulos mismos que querían alejarlos, vemos la imagen de la Iglesia que en África,
y en cualquier otra parte de la tierra, manifiesta su maternidad sobre todo hacia los más
pequeños, también cuando no han nacido aún. Como el Señor Jesús, la Iglesia no ve en
ellos principalmente destinatarios de asistencia, y todavía menos de pietismo o de
instrumentalización, sino a personas de pleno derecho, cuyo modo de ser indica el camino
real para entrar en el reino de Dios, es decir, el de abandonarse sin condiciones a su amor.
Queridos hermanos, estas indicaciones provenientes de la Palabra de Dios se insertan en
el amplio horizonte de la Asamblea sinodal que hoy comienza, y que se enlaza con la
dedicada anteriormente al continente africano, cuyos frutos fueron presentados por el
Papa Juan Pablo II, de venerada memoria, en la exhortación apostólica Ecclesia in Africa.
Sigue siendo naturalmente válida y actual la tarea primaria de la evangelización, es más,
de una nueva evangelización que tenga en cuenta los rápidos cambios sociales de nuestra
época y el fenómeno de la globalización mundial. Lo mismo se debe decir de la decisión
pastoral de edificar la Iglesia como familia de Dios (cf. ib., 63). En esta gran estela se
sitúa la segunda Asamblea, cuyo tema es: "La Iglesia en África al servicio de la
reconciliación, de la justicia y de la paz. "Vosotros sois la sal de la tierra... Vosotros sois
la luz del mundo" (Mt 5, 13.14)". En los últimos años la Iglesia católica en África ha
conocido un gran dinamismo, y la Asamblea sinodal es ocasión para dar gracias al Señor
por ello. Y puesto que el crecimiento de la comunidad eclesial en todos los campos implica
también desafíos ad intra y ad extra, el Sínodo es un momento propicio para replantearse
la actividad pastoral y renovar el impulso de evangelización. Para ser luz del mundo y sal
de la tierra hay que aspirar siempre a la "medida elevada" de la vida cristiana, es decir, a
la santidad. Los pastores y todos los miembros de la comunidad eclesial están llamados a
ser santos; los fieles laicos están llamados a difundir el buen olor de la santidad en la
familia, en los lugares de trabajo, en la escuela y en cualquier otro ámbito social y político.
Que la Iglesia en África sea siempre una familia de auténticos discípulos de Cristo, donde
la diferencia entre etnias se convierta en motivo y estímulo para un recíproco
enriquecimiento humano y espiritual.
ÁNGELUS, Domingo 8 de octubre de 2006
Queridos hermanos y hermanas:
Este domingo, el evangelio nos presenta las palabras de Jesús sobre el matrimonio. A
quien le preguntaba si era lícito al marido repudiar a su mujer, como preveía un precepto
de la ley mosaica (cf. Dt 24, 1), responde que se trataba de una concesión hecha por
Moisés por la "dureza del corazón", mientras que la verdad del matrimonio se remontaba
"al principio de la creación", cuando "Dios -como está escrito en el libro del Génesis- los
creó hombre y mujer. Por eso el hombre abandonará a su padre y a su madre y serán los
dos una sola carne" (Mc 10, 6-7; cf. Gn 1, 27; 2, 24). Y Jesús añadió: "De modo que ya
no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre" (Mc
10, 8-9). Este es el proyecto originario de Dios, como recordó también el concilio Vaticano
II en la constitución Gaudium et spes: "La íntima comunidad de vida y amor conyugal,
fundada por el Creador y provista de leyes propias, se establece con la alianza del
matrimonio... El mismo Dios es el autor del matrimonio" (n. 48).
Mi pensamiento se dirige a todos los esposos cristianos: juntamente con ellos doy gracias
al Señor por el don del sacramento del matrimonio, y los exhorto a mantenerse fieles a
su vocación en todas las etapas de la vida, "en las alegrías y en las tristezas, en la salud
y en la enfermedad", como prometieron en el rito sacramental. Ojalá que, conscientes de
la gracia recibida, los esposos cristianos construyan una familia abierta a la vida y capaz
de afrontar unida los numerosos y complejos desafíos de nuestro tiempo. Hoy su
testimonio es especialmente necesario. Hacen falta familias que no se dejen arrastrar por
modernas corrientes culturales inspiradas en el hedonismo y en el relativismo, y que más
bien estén dispuestas a cumplir con generosa entrega su misión en la Iglesia y en la
sociedad.
En la exhortación apostólica Familiaris Consortio, el siervo de Dios Juan Pablo II escribió
que "el sacramento del matrimonio constituye a los cónyuges y padres cristianos en
testigos de Cristo "hasta los últimos confines de la tierra", como auténticos "misioneros"
del amor y de la vida" (cf. n. 54). Esta misión se ha de realizar tanto en el seno de la
familia -especialmente mediante el servicio recíproco y la educación de los hijos- como
fuera de ella, pues la comunidad doméstica está llamada a ser signo del amor que Dios
tiene a todos. La familia cristiana sólo puede cumplir esta misión si cuenta con la ayuda
de la gracia divina. Por eso es necesario orar sin cansarse jamás y perseverar en el
esfuerzo diario de mantener los compromisos asumidos el día del matrimonio. Sobre todas
las familias, especialmente sobre las que atraviesan dificultades, invoco la protección
maternal de la Virgen y de su esposo san José. María, Reina de la familia, ruega por
nosotros.

DIRECTORIO HOMILÉTICO
Ap I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica.
Ciclo B. Vigésimo séptimo domingo del Tiempo Ordinario.
La fidelidad conyugal
EL MATRIMONIO EN EL PLAN DE DIOS
1602 La Sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer
a imagen y semejanza de Dios (Gn 1, 26-27) y se cierra con la visión de las "bodas del
Cordero" (Ap 19, 7. 9). De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su
"misterio", de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus
realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas
del pecado y de su renovación "en el Señor" (1Co 7, 39) todo ello en la perspectiva de la
Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (cf Ef 5, 31-32).
El matrimonio en el orden de la creación
1603 "La íntima comunidad de vida y amor conyugal, fundada por el Creador y provista
de leyes propias, se establece sobre la alianza del matrimonio… un vínculo sagrado… no
depende del arbitrio humano. El mismo Dios es el autor del matrimonio" (GS 48, 1). La
vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer,
según salieron de la mano del Creador. El matrimonio no es una institución puramente
humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos
en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas diversidades
no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanentes. A pesar de que la dignidad
de esta institución no se trasluzca siempre con la misma claridad (cf GS 47, 2), existe en
todas las culturas un cierto sentido de la grandeza de la unión matrimonial. "La salvación
de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la
prosperidad de la comunidad conyugal y familiar" (GS 47, 1).
1604 Dios que ha creado al hombre por amor lo ha llamado también al amor, vocación
fundamental e innata de todo ser humano. Porque el hombre fue creado a imagen y
semejanza de Dios (Gn 1, 2), que es Amor (cf 1Jn 4, 8. 16). Habiéndolos creado Dios
hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e
indefectible con que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los ojos del
Creador (cf Gn 1, 31). Y este amor que Dios bendice es destinado a ser fecundo y a
realizarse en la obra común del cuidado de la creación. "Y los bendijo Dios y les dijo: "Sed
fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla'" (Gn 1, 28).
1605 La Sagrada escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el
otro: "No es bueno que el hombre esté solo". La mujer, "carne de su carne", su igual, la
criatura más semejante al hombre mismo, le es dada por Dios como una "auxilio",
representando así a Dios que es nuestro "auxilio" (cf Sal 121, 2). "Por eso deja el hombre
a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne" (cf Gn 2, 18-
25). Que esto significa una unión indefectible de sus dos vidas, el Señor mismo lo muestra
recordando cuál fue "en el principio", el plan del Creador: "De manera que ya no son dos
sino una sola carne" (Mt 19, 6).
El matrimonio bajo la esclavitud del pecado
1606 Todo hombre, tanto en su entorno como en su propio corazón, vive la experiencia
del mal. Esta experiencia se hace sentir también en las relaciones entre el hombre y la
mujer. En todo tiempo, la unión del hombre y la mujer vive amenazada por la discordia,
el espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que pueden conducir hasta el
odio y la ruptura. Este desorden puede manifestarse de manera más o menos aguda, y
puede ser más o menos superado, según las culturas, las épocas, los individuos, pero
siempre aparece como algo de carácter universal.
1607 Según la fe, este desorden que constatamos dolorosamente, no se origina en la
naturaleza del hombre y de la mujer, ni en la naturaleza de sus relaciones, sino en el
pecado. El primer pecado, ruptura con Dios, tiene como consecuencia primera la ruptura
de la comunión original entre el hombre y la mujer. Sus relaciones quedan distorsionadas
por agravios recíprocos (cf Gn 3, 12); su atractivo mutuo, don propio del creador (cf Gn
2, 22), se cambia en relaciones de dominio y de concupiscencia (cf Gn 3, 16b); la hermosa
vocación del hombre y de la mujer de ser fecundos, de multiplicarse y someter la tierra
(cf Gn 1, 28) queda sometida a los dolores del parto y los esfuerzos de ganar el pan (cf
Gn 3, 16-19).
1608 Sin embargo, el orden de la Creación subsiste aunque gravemente perturbado. Para
sanar las heridas del pecado, el hombre y la mujer necesitan la ayuda de la gracia que
Dios, en su misericordia infinita, jamás les ha negado (cf Gn 3, 21). Sin esta ayuda, el
hombre y la mujer no pueden llegar a realizar la unión de sus vidas en orden a la cual
Dios los creó "al comienzo".
El matrimonio bajo la pedagogía de la antigua Ley
1609 En su misericordia, Dios no abandonó al hombre pecador. Las penas que son
consecuencia del pecado, "los dolores del parto" (Gn 3, 16), el trabajo "con el sudor de tu
frente" (Gn 3, 19), constituyen también remedios que limitan los daños del pecado. Tras
la caída, el matrimonio ayuda a vencer el repliegue sobre sí mismo, el egoísmo, la
búsqueda del propio placer, y a abrirse al otro, a la ayuda mutua, al don de si.
1610 La conciencia moral relativa a la unidad e indisolubilidad del matrimonio se desarrolló
bajo la pedagogía de la Ley antigua. La poligamia de los patriarcas y de los reyes no es
todavía prohibida de una manera explícita. No obstante, la Ley dada por Moisés se orienta
a proteger a la mujer contra un dominio arbitrario del hombre, aunque ella lleve también,
según la palabra del Señor, las huellas de "la dureza del corazón" de la persona humana,
razón por la cual Moisés permitió el repudio de la mujer (cf Mt 19, 8; Dt 24, 1).
1611 Contemplando la Alianza de Dios con Israel bajo la imagen de un amor conyugal
exclusivo y fiel (cf Os 1-3; Is 54. 62; Jr 2-3. 31; Ez 16, 62), los profetas fueron preparando
la conciencia del Pueblo elegido para una comprensión más profunda de la unidad y de la
indisolubilidad del matrimonio (cf Ml 2, 13-17). Los libros de Rut y de Tobías dan
testimonios conmovedores del sentido hondo del matrimonio, de la fidelidad y de la
ternura de los esposos. La Tradición ha visto siempre en el Cantar de los Cantares una
expresión única del amor humano, en cuanto que éste es reflejo del amor de Dios, amor
"fuerte como la muerte" que "las grandes aguas no pueden anegar" (Ct 8, 6-7).
El matrimonio en el Señor
1612 La alianza nupcial entre Dios y su pueblo Israel había preparado la nueva y eterna
alianza mediante la que el Hijo de Dios, encarnándose y dando su vida, se unió en cierta
manera con toda la humanidad salvada por él (cf. GS 22), preparando así "las bodas del
cordero" (Ap 19, 7. 9).
1613 En el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo - a petición de su
Madre - con ocasión de un banquete de boda (cf Jn 2, 1-11). La Iglesia concede una gran
importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná. Ve en ella la confirmación de
la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el matrimonio será un signo
eficaz de la presencia de Cristo.
1614 En su predicación, Jesús enseñó sin ambigüedad el sentido original de la unión del
hombre y la mujer, tal como el Creador la quiso al comienzo: la autorización, dada por
Moisés, de repudiar a su mujer era una concesión a la dureza del corazón (cf Mt 19, 8);
la unión matrimonial del hombre y la mujer es indisoluble: Dios mismo la estableció: "lo
que Dios unió, que no lo separe el hombre" (Mt 19, 6).
1615 Esta insistencia, inequívoca, en la indisolubilidad del vínculo matrimonial pudo causar
perplejidad y aparecer como una exigencia irrealizable (cf Mt 19, 10). Sin embargo, Jesús
no impuso a los esposos una carga imposible de llevar y demasiado pesada (cf Mt 11, 29-
30), más pesada que la Ley de Moisés. Viniendo para restablecer el orden inicial de la
creación perturbado por el pecado, da la fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la
dimensión nueva del Reino de Dios. Siguiendo a Cristo, renunciando a sí mismos, tomando
sobre sí sus cruces (cf Mt 8, 34), los esposos podrán "comprender" (cf Mt 19, 11) el sentido
original del matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. Esta gracia del Matrimonio
cristiano es un fruto de la Cruz de Cristo, fuente de toda la vida cristiana.
1616 Es lo que el apóstol Pablo da a entender diciendo: "Maridos, amad a vuestras
mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla"
(Ef 5, 25-26), y añadiendo enseguida: "`Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre
y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne'. Gran misterio es éste, lo digo
respecto a Cristo y a la Iglesia" (Ef 5, 31-32).
1617 Toda la vida cristiana está marcada por el amor esponsal de Cristo y de la Iglesia.
Ya el Bautismo, entrada en el Pueblo de Dios, es un misterio nupcial. Es, por así decirlo,
como el baño de bodas (cf Ef 5, 26-27) que precede al banquete de bodas, la Eucaristía.
El Matrimonio cristiano viene a ser por su parte signo eficaz, sacramento de la alianza de
Cristo y de la Iglesia. Puesto que es signo y comunicación de la gracia, el matrimonio
entre bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza (cf DS 1800; CIC, can.
1055, 2).
LOS BIENES Y LAS EXIGENCIAS DEL AMOR CONYUGAL
1643 "El amor conyugal comporta una totalidad en la que entran todos los elementos de
la persona - reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad,
aspiración del espíritu y de la voluntad - ; mira una unidad profundamente personal que,
más allá de la unión en una sola carne, conduce a no tener más que un corazón y un
alma; exige la indisolubilidad y la fidelidad de la donación recíproca definitiva; y se abre
a fecundidad. En una palabra: se trata de características normales de todo amor conyugal
natural, pero con un significado nuevo que no sólo las purifica y consolida, sino las eleva
hasta el punto de hacer de ellas la expresión de valores propiamente cristianos" (FC, 13).
Unidad e indisolubilidad del matrimonio
1644 El amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad
de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos: "De manera que
ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19, 6; cf Gn 2, 24). "Están llamados a crecer
continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial
de la recíproca donación total" (FC, 19). Esta comunión humana es confirmada, purificada
y perfeccionada por la comunión en Jesucristo dada mediante el sacramento del
matrimonio. Se profundiza por la vida de la fe común y por la Eucaristía recibida en común.
1645 "La unidad del matrimonio aparece ampliamente confirmada por la igual dignidad
personal que hay que reconocer a la mujer y el varón en el mutuo y pleno amor" (GS 49,
2). La poligamia es contraria a esta igual dignidad de uno y otro y al amor conyugal que
es único y exclusivo.
La fidelidad del amor conyugal
1646 El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad
inviolable. Esto es consecuencia del don de sí mismos que se hacen mutuamente los
esposos. El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo, no algo pasajero.
"Esta íntima unión, en cuanto donación mutua de dos personas, como el bien de los hijos
exigen la fidelidad de los cónyuges y urgen su indisoluble unidad" (GS 48, 1).
1647 Su motivo más profundo consiste en la fidelidad de Dios a su alianza, de Cristo a su
Iglesia. Por el sacramento del matrimonio los esposos son capacitados para representar y
testimoniar esta fidelidad. Por el sacramento, la indisolubilidad del matrimonio adquiere
un sentido nuevo y más profundo.
1648 Puede parecer difícil, incluso imposible, atarse para toda la vida a un ser humano.
Por ello es tanto más importante anunciar la buena nueva de que Dios nos ama con un
amor definitivo e irrevocable, de que los esposos participan de este amor, que les conforta
y mantiene, y de que por su fidelidad se convierten en testigos del amor fiel de Dios. Los
esposos que, con la gracia de Dios, dan este testimonio, con frecuencia en condiciones
muy difíciles, merecen la gratitud y el apoyo de la comunidad eclesial (cf FC, 20).
1649 Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se hace
prácticamente imposible por razones muy diversas. En tales casos, la Iglesia admite la
separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. Los esposos no cesan de ser
marido y mujer delante de Dios; ni son libres para contraer una nueva unión. En esta
situación difícil, la mejor solución sería, si es posible, la reconciliación. La comunidad
cristiana está llamada a ayudar a estas personas a vivir cristianamente su situación en la
fidelidad al vínculo de su matrimonio que permanece indisoluble (cf FC; 83; CIC, can.
1151-1155).
1650 Hoy son numerosos en muchos países los católicos que recurren al divorcio según
las leyes civiles y que contraen también civilmente una nueva unión. La Iglesia mantiene,
por fidelidad a la palabra de Jesucristo ("Quien repudie a su mujer y se case con otra,
comete adulterio contra aquella; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete
adulterio": Mc 10, 11-12), que no puede reconocer como válida esta nueva unión, si era
válido el primer matrimonio. Si los divorciados se vuelven a casar civilmente, se ponen en
una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder
a la comunión eucarística mientras persista esta situación, y por la misma razón no pueden
ejercer ciertas responsabilidades eclesiales. La reconciliación mediante el sacramento de
la penitencia no puede ser concedida más que aquellos que se arrepientan de haber
violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo y que se comprometan a vivir en
total continencia.
1651 Respecto a los cristianos que viven en esta situación y que con frecuencia conservan
la fe y desean educar cristianamente a sus hijos, los sacerdotes y toda la comunidad deben
dar prueba de una atenta solicitud, a fin de que aquellos no se consideren como separados
de la Iglesia, de cuya vida pueden y deben participar en cuanto bautizados:
"Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la misa, a
perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la
comunidad en favor de la justicia, a educar sus hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu
y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios" (FC,
84).
El divorcio
2331 "Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor.
Creándola a su imagen… Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la
vocación, y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la
comunión" (FC, 11).
"Dios creó el hombre a imagen suya… hombre y mujer los creó" (Gn 1, 27). "Creced y
multiplicaos" (Gn 1, 28); "el día en que Dios creó al hombre, le hizo a imagen de Dios.
Los creó varón y hembra, los bendijo, y los llamó "Hombre" en el día de su creación" (Gn
5, 1-2).
2332 La sexualidad afecta a todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su
cuerpo y su alma. Concierne particularmente a la afectividad, la capacidad de amar y de
procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con
otro.
2333 Corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual.
La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas a
los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja y de
la sociedad depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la
complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos.
2334 "Creando al hombre 'varón y mujer', Dios da la dignidad personal de igual modo al
hombre y a la mujer" (FC, 22; cf GS 49, 2). "El hombre es una persona, y esto se aplica
en la misma medida al hombre y a la mujer, porque los dos fueron creados a imagen y
semejanza de un Dios personal" (MD 6).
2335 Cada uno de los sexos es, con una dignidad igual, aunque de manera distinta,
imagen del poder y de la ternura de Dios. La unión del hombre y de la mujer en el
matrimonio es una manera de imitar en la carne la generosidad y la fecundidad del
Creador: "el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una
sola carne" (Gn 2, 24). De esta unión proceden todas las generaciones humanas (cf Gn 4,
1-2. 25-26; Gn 5, 1).
2336 Jesús vino a restaurar la creación en la pureza de sus orígenes. En el Sermón de la
montaña interpreta de manera rigurosa el plan de Dios: "Habéis oído que se dijo: `no
cometerás adulterio'. Pues yo os digo: `todo el que mira a una mujer deseándola, ya
cometió adulterio con ella en su corazón'" (Mt 5, 27-28). El hombre no debe separar lo
que Dos ha unido (cf Mt 19, 6).
La Tradición de la Iglesia ha entendido el sexto mandamiento como una regulación
completa de la sexualidad humana.
La fidelidad, fruto del Espíritu
1832 Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como
primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: "caridad, gozo, paz,
paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia,
continencia, castidad" (Ga 5, 22 - 23, vulg.).
La fidelidad de los bautizados
2044 La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del
evangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo. Para manifestar ante los hombres su
fuerza de verdad y de irradiación, el mensaje de la salvación debe ser autentificado por el
testimonio de vida de los cristianos. "El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras
buenas realizadas con espíritu sobrenatural son eficaces para atraer a los hombres a la fe
y a Dios" (AA 6).
2147 Las promesas hechas a otro en nombre de Dios comprometen el honor, la fidelidad,
la veracidad y la autoridad divinas. Deben ser respetadas en justicia. Ser infiel a ellas es
usar mal el nombre de Dios y, en cierta manera, hacer de Dios un mentiroso (cf 1Jn 1,
10).
2156 El sacramento del Bautismo es conferido "en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo" (Mt 28, 19). En el bautismo, el nombre del Señor santifica al hombre, y el
cristiano recibe su nombre en la Iglesia. Este puede ser el de un santo, es decir, de un
discípulo que vivió una vida de fidelidad ejemplar a su Señor. Al ser puesto bajo el
patrocinio de un santo, se le ofrece un modelo de caridad y se le asegura su intercesión.
El "nombre de bautismo" puede expresar también un misterio cristiano o una virtud
cristiana. "Procuren los padres, los padrinos y el párroco que no se imponga un nombre
ajeno al sentir cristiano" (CIC, can. 855).
2223 Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos. Testimonian
esta responsabilidad ante todo por la creación de un hogar, donde la ternura, el perdón,
el respeto, la fidelidad y el servicio desinteresado son norma. El hogar es un lugar
apropiado para la educación de las virtudes. Esta requiere el aprendizaje de la abnegación,
de un sano juicio, del dominio de sí, condiciones de toda libertad verdadera. Los padres
han de enseñar a los hijos a subordinar las dimensiones "materiales e instintivas a las
interiores y espirituales" (CA 36). Es una grave responsabilidad para los padres dar buenos
ejemplos a sus hijos. Sabiendo reconocer ante sus hijos sus propios defectos, se hacen
más aptos para guiarlos y corregirlos:
"El que ama a su hijo, le azota sin cesar… el que enseña a su hijo, sacará provecho de él"
(Si 30, 1-2).
"Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción
y la corrección según el Señor" (Ef 6, 4).
2787 Cuando decimos Padre "nuestro", reconocemos ante todo que todas sus promesas
de amor anunciadas por los Profetas se han cumplido en la nueva y eterna Alianza en
Cristo: hemos llegado a ser "su Pueblo" y El es desde ahora en adelante "nuestro Dios".
Esta relación nueva es una pertenencia mutua dada gratuitamente: por amor y fidelidad
(cf Os 2, 21-22; Os 6, 1-6) tenemos que responder "a la gracia y a la verdad que nos han
sido dadas en Jesucristo (Jn 1, 17).

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