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INTRODUCCIÓN
Con este motivo, autorizó a su hermano para que me extendiera en nombre de ella una
licencia general cubriendo todos los temas de sus recitados. Cosa que él -Allah se haya
complacido en ambos- hizo, concediéndome además su autorización y licencia general
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para la totalidad de temas que yo había estudiado con él. Yo le dediqué entonces una
casida en la que decía:
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cuanto he compuesto en este librito dejo de aludir a inspiraciones,
revelaciones espirituales y relaciones sublimes de acuerdo con "nuestro
arte extraordinario" [Corán XX, 66]. Pues la vida futura es mejor para
nosotros que la presente, y porque ella -Allah se haya complacido en
ella- sabía muy bien qué es a lo que yo aludo, ya ti nadie puede
informarte como Aquel que todo lo sabe. y Allah proteja al lector de esta
colección de poemas de que su pensamiento se precipite a lo que no es
propio de los espíritus elevados y de las miras sublimes en comunión
íntima con los negocios celestiales. Amén. Por la majestad de Aquel que
es Señor único, y Allah pronunciará la Verdad y guiará por el Camino.
(Turÿuman, p. 7 ss.)
La obra, con el título ahora de Dzaja'ir al-a'laq (Tesoros de enamorados) incluye una
introducción presentando más claramente las razones que mueven al místico a la
defensa de su obra:
“La razón por la que he comentado estos versos ha sido que mis
hijos espirituales Badr el abisinio e Isma'il ibn Sandakir me lo pidieron
porque en la ciudad de Alepo habían oído a ciertos alfaquíes negar que
ellos contuvieran nada sobre los misterios en el conocimiento de Allah y
que el maestro [es decir, Ibn Arabi mismo], por ser amorosos, buscaba
esconderlos bajo el velo de moralidad. Por ello yo me apresuré a
comentarlos y el cadí Ibn al-Adim, por mi encargo, recitó algunos en la
presencia de un grupo de alfaquíes, y cuando el detractor escuchó lo que
estaba rechazando, se convirtió a Allah, glorioso y excelso, y dejó de
condenar a los sufíes mendicantes y las expresiones líricas y amatorias
que ellos usan en sus dichos refiriéndose a los misterios de Allah.
Así, a Allah excelso encomiendo la encuadernación de estas
hojas; en ellas he comentado los versos amatorios que yo compuse en la
noble ciudad de Meca durante las ceremonias de mi visita ritual durante
los meses de Raÿab, Sha'ban y Ramadan, en los que me refiero a
experiencias trascendentales, luces en el conocimiento de Allah, secretos
espirituales, ciencias del intelecto y admoniciones de la Sharia. Yo había
expresado todo ello en forma de expresiones líricas y amatorias para que
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todas las almas se enamoraran de estas expresiones y las inclinaciones
del corazón se encelaran en prestarles atención. Este es el lenguaje de
todo letrado elegante, espiritual, delicado.
Además de los versos que con frecuencia ilustran puntos doctrinales en sus
obras, Ibn Arabi escribió dos colecciones de poemas, una el Turÿuman, al que ya hemos
tenido ocasión de referirnos, y otra, obra ya de su vejez, probablemente escrita hacia el
año 1232, que es conocida con el título general de Diwan (Colección de poemas).
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Frente a la técnica de retórica fría y amanerada, llena de términos místicos, que
Ibn Arabi usó en las composiciones de su Diwan, se alza la exaltación mística y lírica
de su Turÿuman. A esta colección de poemas debe Ibn Arabi la fama de poeta místico
de que todavía goza en el mundo árabe musulmán.
Para Ibn Arabi la poesía árabe tradicional, su belleza y la riqueza de sus recursos
lingüísticos y literarios son medios de expresión, exactamente como las palabras lo son
para la totalidad de los mortales, y de la misma manera que la originalidad del orador
trasciende el uso que hace de las palabras comunes a todos, así también Ibn Arabi busca
la verdadera originalidad de la poesía no en la novedad de las palabras que usa, sino en
la manera como esas mismas palabras son usadas para revelar el mensaje espiritual que
ellas encierran.
A pesar de que Ibn Arabi sólo acude al tesoro tradicional de la lírica profana
árabe, su mensaje poético no se reduce a la expresión de un estado amoroso y de los
gozos y penas que el amor causa. Es más bien la presentación en circunstancia humana
de un amor infinito y los gozos y penas de este amor sentidos en lo más íntimo del ser
humano, en la zona donde lo sensual se desvanece ya en el crepúsculo de un
sentimiento espiritual.
El amor de Ibn Arabi, tal como está expresado en su Turÿuman, puede así ser
llamado amor místico y espiritual. Pero las formas que adopta y la expresión que recibe
no son simplemente simbólicas ni alegóricas, a pesar de la interpretación que el mismo
Ibn Arabi dio más tarde a estas composiciones. En realidad, antes de aceptar esta
interpretación de simple sustitución alegórico-simbólica del sentido de un amor sensual
por uno más elevado y espiritual, debemos intentar comprender el sentir trascendente y
humano del poeta místico. Para ello debiéramos quizá adoptar una actitud, no de
simples espectadores, sino más bien de neófitos que buscan en la poesía del místico
murciano los valores aplicables a la propia circunstancia espiritual. Para éstos Ibn Arabi
dedicó su poesía; para aquellos es tan sólo el dogmatismo casuístico de su comentario.
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Tanto desde el punto de vista de su lírica mística como de su doctrina metafísica, el
gran problema de Ibn Arabi es el del ser y de la existencia de Allah. Si Allah es, nada
puede ser ni de la misma manera que él es ni de manera independiente de su ser. Ser es
el atributo supremo y trascendental de Allah. Ser es en realidad la esencia de Allah, el
presupuesto de su vida y su acto. Esta es al idea más fundamental en la cosmovisión del
Tawhîd por Ibn Arabi, cuya realidad nada puede trastornar. El ser, pues, es único.
Todas las cosas creadas, el mundo o el cosmos, que en nuestro vocabulario humano
decimos que son, subsisten eternamente como ideas de Allah; y como el conocimiento
en Allah es idéntico a su ser, la creación sólo significa el conocimiento que Allah tiene
de las cosas bajo el aspecto de su actualidad. El universo de la creación es así la suma
de relaciones de la esencia de Allah, como sujeto, consigo misma como objeto.
La ciencia de Ibn Arabi sobre el Ser está resumida con todo énfasis en los versos
siguientes:
El Turÿuman
Las líneas que preceden ya nos han indicado claramente que, dada la
experiencia de Ibn Arabi, su poesía vista así sufriría una mutilación de su sentido real.
Si, como hemos visto, el conocimiento de Allah es tal que nos impide aceptar
diversos tipos de realidad, si la ciencia del amor tampoco admite otro amor que el de
Allah, si toda belleza no es otra cosa que una reflexión de la belleza de Allah. Y si,
sobre todo, la esencia mística radica en la percepción experimental de esta realidad, la
aceptación de estos presupuestos como primeros principios operativos de su poesía será
la única actitud que nos podrá comunicar el mensaje poético de Ibn Arabi.
Desde este punto de vista el amor de Ibn Arabi abraza así todas las cosas por
estar dirigido hacia la única belleza real, la de Allah. Cuando Ibn Arabi da a su amor
por Nizam el tono de una melodía lírica, el fin de su lirismo es siempre Allah, pero al
mismo tiempo es Nizam porque en ella el místico ha encontrado la más perfecta
manifestación de la belleza de Allah en la creación.
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composiciones aunque tenga en sí la significación del conocimiento supremo. Ambos
niveles no son incompatibles, como, por ejemplo, en la mística cristiana ortodoxa, sino
que, como ya hemos visto, se completan mutuamente.
El comentario al Turÿuman
Las posibilidades para una interpretación simbólica y mística que ofrecen las odas
del Turÿuman son evidentes. Incluso tras una lectura apresurada se percibe que sólo
añadiendo una dimensión espiritual puede el lector alcanzar todo su efecto poético.
El objeto que Ibn Arabi persigue al escribir su comentario es precisamente
demostrar la existencia de tal contenido espiritual y a la vez explicar su aplicación
concreta. Pero no se contenta el sufí musulmán con presentar su comentario en forma
de interpretación ajena a la esencia del sentido poético, sino que quiere darle una forma
íntima, esencial, que concierte el decir místico de su poesía con la fuente de toda
inspiración, que es Allah. Por esta razón nos habla en la introducción a su Dzaja’ir de
las circunstancias sobrenaturales con que se le ofrece el comentario:
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Yo quisiera saber si comprenden
qué corazón han poseído.
A lo que replicó:
¡Cuán extraño en ti que, poseyendo conocimientos como ningún
otro en tu generación. digas cosa semejante! ¿Acaso no se conoce todo
lo que se posee? ¿y acaso se puede justificar la posesión sino tras el
conocimiento, cuando el deseo de la inteligencia nos ha informado de su
carencia? El camino es la lengua de la verdad, ¿cómo se puede entonces
permitir a uno como tú que diga cosa semejante? Di, mi señor, ¿qué
dijiste después de eso?
Yo respondí:
y que mi corazón supiera
las sendas de montaña que han pasado.
A lo que replicó:
Señor mío, el sendero montañoso que hay entre lo más profundo
del corazón y la mente es precisamente lo que impide llegar a ese
conocimiento. Así, ¿cómo va a desear uno en tu situación lo que sólo se
puede obtener tras el conocimiento? El camino es la lengua de la verdad,
así pues, ¿cómo se puede permitir a uno como tú que diga cosa
semejante? y ¿qué dijiste, mi señor, después de esto?
Yo contesté:
¿Crees que están a salvo?
¿Crees que han perecido?
Yo contesté:
Los príncipes del amor se confunden
en el amor y se extravían.
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los pensamientos y arrebata al que los siente, junto con todas las demás
cosas que se escapan? Así pues, ¿dónde está la confusión y qué le queda
con que pueda sentirse confuso? El camino es la lengua de la verdad y la
expresión ligera e inexacta es impertinencia en uno como tú.
Yo entonces le pregunté: "Tú, muchacha, ¿cómo te llamas?" A lo
que contestó: "Consuelo." y yo dije: "Esto eres para mí." En aquel
instante saludó y se marchó. Más tarde yo llegué a conocerla y
entablamos unas relaciones amistosas y llegué a percibir que ella poseía
los cuatro niveles del cono- cimiento místico en un grado que nadie es
capaz de describir.”
(Dzaja'ir, p. 6 ss.)
En este punto abandona Ibn Arabi el tono íntimo que usa para relatar esta
experiencia mística y comienza el comentario a sus poemas.
Texto completo:
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II
III
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y Hind y Salma y Lubna y escucha.
Y pregunta si en Halba está la doncella esbelta
que muestra al sonreír el esplendor del sol.
IV
VI
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VII
VIII
IX
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doncellas albas como soles que se alzan
con grandes ojos, nobles y preciosas y esbeltas.
XI
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en Qays, en Layla, en Mayya y en Ghaylán.
XII
XIII
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XIV
XV
XVI
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y me saludó con sus dedos teñidos de azufaifa, diciéndome adiós.
Dejó caer unas lágrimas que avivaban mi fuego,
pero cuando volvió las espaldas,
buscando al-Khawamaq y al-Sadír,
yo clamé sobre sus huellas: ¡Perdición!
Ella contestó preguntando: ¿Invocas tú la perdición?
No la invoques así, de una vez,
invoca en cambio muchas destrucciones.
XVII
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y el lugar más oscuro y secreto de mis entrañas.
XVIII
XIX
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Cuando abandonan un lugar, la tierra
se cubre con los sepulcros de sus amantes.
XX
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con nuestra pasión que conversaba
dulce y gozosa aunque sin lengua,
hubierais visto algo que arrebata a la razón,
Yemen y el Iraq en abrazo estrecho.
Mintió el poeta que dijo antes de mi tiempo,
aunque conmigo acertó su inteligencia:
Tú que das las Pléyades en matrimonio a Cánope,
Allah te bendiga, ¡cómo pudieron encontrarse!
La una es Siria cuando se muestra
y Cánope se muestra pero en Yemen.
XXI
XXII
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XXIII
XXIV
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y llora por las que hemos amado en aquella desolación.
Detente en los aduares y clama por ellas, extasiado
en su exquisita belleza, con tus lamentos.
Muchos he conocido, como yo, junto al han tomando
el fruto de bellas formas y la rosa de jardín floreciente.
Todo el que de ti espera favores los recibe como lluvia torrencial.
Sólo conmigo rompe tu rayo su promesa de lluvia.
Ella dijo: Sí, fue esa cita
a la sombra de mis ramas en el más fértil lugar;
entonces era mi rayo todavía un brillo de labios sonrientes,
pero hoy mi rayo es sólo reflejo de blanca piedra.
Acusa a un destino que no tenemos poder de evitar.
¿Qué culpa tiene el campamento de La'la?
Por ello la disculpé al oír sus palabras,
doliéndose como yo desde su corazón en pena.
Yo le pregunté al contemplar sus lares,
camino libre a los cuatro vientos en la noche:
¿Acaso te dijeron los vientos dónde descansan al mediodía?
Dijo: Sí, han contestado: junto a Dhat al-Ajra',
donde las tiendas blancas resplandecen
por los lucientes soles que ellas guardan.
XXV
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que la belleza escribió sobre su rostro, no hubiera escrito nada.
Si la reina de Saba la hubiera visto sobre el trono,
no pensara en el suyo, ni en palacios.
No es extraño, no es raro
que un hombre se enamore de las bellas
y, cuando arrulla la paloma,
con el nombre de su amada se extasíe.
Y ¡qué gozo!
XXVI
XXVII
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Los camellos aun con sus pezuñas doloridas
en la noche sostienen su marcha presurosa.
Estas cabalgaduras nos trajeron hasta ti,
llenos de deseo, sin esperar por ello recompensa.
Hacia ti atravesaron lugares desolados y arenales
con nuestra pasión, sin quejarse por ello de cansancio.
Ellas no se quejan de la dolorosa pasión, y yo
me quejo de la fatiga. Es absurda mi queja.
XXVIII
¡Corred, lágrimas!
¡No las contengáis, ojos míos!
¡Suspiros, alzaos!
¡Quiébrate, corazón!
y tú, camellero, camina lento
pues el fuego está en mi corazón.
Mis lágrimas se han agotado
tan caudalosas corrieron por miedo a la separaci6n.
Tanto que cuando llegue el momento de la partida,
no encontrarás ojos que lloren.
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Consuélale con deseos;
quizá viva y entienda,
porque ahora sólo es un muerto
entre al-Naqá y La'la'.
XXIX
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porque estoy sin remedio perdido en lugares de peligro y destrucción,
por caminos conocidos y por otros extraños, con un [camello
quejoso de pezuñas heridas por los desiertos y campiñas,
con los flancos ya hundidos. Las marchas forzadas
le han quitado la fuerza y la grasa.
Hasta que me detuve con él en los arenales de Hájir
y en Uthail encontré camellos rezagados.
Una luna de venerable aspecto los guiaba,
que yo por temor de que huyera escondí en mi pecho.
Una luna que se mostró durante el periplo sagrado,
aunque yo sólo iba a su alrededor mientras ella me rodeaba,
ocultando con la orla de su túnica las huellas,
dejándonos así desorientados aunque fuéramos rastreadores.
XXX
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lamentas el dolor y te quejas de enfermedad
y cuando te prometen sólo miras
su resplandor como rayo que miente?
XXXI
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Así grité yo por mi pasión: ¡Camellero!
¿Por qué no os detenéis aquí y hacéis campamento?
Pues yo amo tiernamente a una que está entre vosotros,
a una que es esbelta, tierna, delicada.
El corazón del amante triste por ella añora.
Cualquier reunión se perfuma al mencionarla
y así toda lengua pronuncia su nombre.
Si su asiento estuviera en lo profundo,
cuando su trono es la montaña elevada,
también aquel fondo sería elevado con ella
y nunca el envidioso alcanzará tal altura.
Toda desolación con ella se repuebla,
todo espejismo es por ella agua abundante,
todo arriate se hace con ella resplandeciente
y toda bebida por ella se hace clara.
XXXII
XXXIII
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Y pregunto con mis ojos abundantes
de llanto que delata mi sentir:
"¿Sabes algo de la que amo?
¿Ha reposado al mediodía a la sombra de tus ramas?”
XXXIV
XXXV
XXXVI
XXXVII
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XXXIX
XL
XLI
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¡Allah guarde al pájaro sobre el ban!
Él me reveló la verdadera historia:
que las amadas ensillaron sus monturas y al amanecer partieron.
XLII
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Este poema mío no tiene rima,
mi fin en él son las sílabas "ella",
mi solo interés es por el trato en firme.
XLIII
XLIV
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y lo desplaza de los rangos de la humanidad
por temor a que su pureza se mezcle
con el barro de los pantanos.
XLV
XLVI
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en mi corazón? Por eso ha cesado la desgracia del ban y del gharab.
El cuervo ya no grazna en nuestro campamento,
ni encuentra brecha en la armonía de la unión.
XLVII
XLVIII
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Las manos del amor han jugado con su corazón,
¿qué trasgresión comete en lo que busca?
XLIX
LI
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LII
LIII
LIV
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¡Si tan sólo el Señor de la pasión
te diera a ti mi amor y mi pena!,
pues ni Zarúd o Hájir
o Salam son mansiones que te afligen.
Sin cesar buscaste para el ardor de tu pasión
la nube de la unión y no llegó a cubrirte.
La gloria de su poder te ha humillado,
¡ojalá que igual que te humilló, te mostrara su amor!
¡Ojalá, pues su majestad se pone a mostrarse amante,
ojalá te dejara a ti mostrarte!
LV
LVI
LVII
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al amanecer del sábado, junto a las colinas de Najd,
sobre la colina roja hacia los lindes,
a la derecha de los riachuelos y el mojón solitario.
Y si dice verdad y siente
por mí el mismo deseo angustioso que yo
por ella, nos encontraremos al calor del mediodía
en su tienda, a escondidas, en el acuerdo más íntimo,
y revelaremos la pasión que ambos sufrimos,
las duras tribulaciones y las penas de nuestro amor.
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LIX
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nunca confíes en el mendaz.
Los deseos cumplidos en Miná, ¡ojalá
durasen hasta el último instante!
En La 'la' me enamoré de aquella
que muestra el esplendor de la radiante luna.
Disparó contra Rama, retozó en Sabá,
en Hájir suspendió los impedimentos,
y en Báriq descifraba los rayos
más ágilmente que el pensamiento al cruzar la inteligencia.
Las aguas de Ghadá se evaporaron con el rescoldo
que un amor brujo mantiene en mi pecho.
Apareció en el ban de al-Naqá, y escogió
como ornato perlas de valor secreto,
y en Dhat al-Adá retrocedió
por temor al león agazapado.
En Dhu Salam hizo rendir la sangre de mi corazón
a su mirada traicionera y lánguida.
Estuvo de guardia en Himá, inclinada en la curva de la arena
para volver a su resolución definitiva,
y en Alj se las arregló para escapar
de las garras del pájaro
Su palacio traspasando los cielos
se escapa por su altura al que quiere mirarlo.
LX
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la que mora en Ajyád;
aunque me equivoco, porque mora
en lo más íntimo de mi corazón.
La belleza se siente confundida ante ella
y el almizcle y la rosa del azafrán reiteran sus perfumes.
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