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Abrir los brazos a los sectores más pobres del proletariado, que otras fuerzas
políticas rechazaban, fue una constante del incipiente movimiento anarquista
más allá de Bakunin. De Stirner al anarcondividualismo francés e italiano y de
éste al anarcosindicalismo ibérico. Quizás por eso el anarquismo se hizo
especialmente fuerte entre las masas campesinas de las regiones más
deprimidas y entre la población urbana más marginada de las grandes
ciudades. La importancia en los posteriores acontecimientos revolucionarios de
esas oprimidas acusadas de “desclasadas” porque vivían en los márgenes de la
moralidad burguesa, demostraría el error del anatema marxiano. Desde la
Comuna de París (1871), pasando por la Semana Trágica en Barcelona (1909)
hasta la Revolución española (1936), las nadie, las sin nombre y sin clase,
fueron punta de lanza a la hora de enfrentarse a la reacción 5.
El 18 de marzo de 1871 fueron muchas de las mujeres más pobres de París las
que, con Louise Michel a la cabeza, dieron la voz de alarma e impidieron que las
tropas gubernamentales versallescas incautaran los cañones de la Guardia
Nacional que el propio pueblo de París había sufragado 6. Fueron estas
mujeres, muchas de ellas prostitutas, a las que Michel reclutó para establecer
un servicio de ambulancias en el frente (a pesar de la oposición de la
“aristocracia obrera masculina” 7), y también fueron ellas las que se unieron a
los niños de la calle, los expresidiarios y los desempleados para formar
batallones que nacían directamente de los arrabales.
En los años posteriores la joven CNT iría creciendo y, sobre todo entre los años
20 y 30, aglutinaría en su seno a gran parte de la joven militancia de los barrios
más marginados (de Las Injurias en Madrid al Barrio Chino barcelonés) de las
grandes urbes del Estado. Está militancia no sería contemplativa y compondría
en muchas ocasiones los cuadros de defensa confederales. Expropiadores
profesionales como Felipe Sandoval, provenientes de la miseria más extrema, o
expertos en el uso de la pistola star como el artista transformista Lluis
Serracant (“Flor de Otoño”), eran frecuentes entre los llamados “hombres (y
mujeres) de acción” del anarcosindicato 9. Incluso el que fuera secretario del
Comité Nacional de la CNT, y antes del Regional de Catalunya, “Marianet”
Rodríguez Vázquez, provenía del mundo de la delincuencia juvenil. Sería
precisamente en la cárcel donde se aproximaría a las ideas libertarias,
siguiendo un proceso bastante común en la época. Con una CNT que había
pasado unos 10 años intermitentemente ilegalizada (1911-1914 y 1923-1930), la
conexión natural de su militancia politizada, constantemente encarcelada, con
el resto de la población reclusa, era inevitable. Las cárceles se convertían en
centros de propaganda y formación y las ideas antipenalistas de los
anarquistas circulaban sin di cultad. La fuerza del vínculo del “lumpen” con la
CNT sería sometida a la prueba de fuego de las jornadas revolucionarias del 19
de julio de 1936, donde esas supuestas clases y subclases proletarias se
fundirían por la misma causa 10.
¿Es este pequeño retablo histórico un intento de idealizar al “lumpen” y
con rmar ese supuesto “instinto revolucionario” del que hablaba Bakunin? En
absoluto. He vivido demasiado de cerca la miseria para no conocer todo el
capitalismo desnudo, el darwinismo social y la mierda sin edulcorar que hay
tras ella. Quien conoce la marginación a través de la literatura barata o el
folletín sociológico de moda, del último artefacto pop de Hollywood, de algún
reality de Cuatro o Telecinco, de las redes sociales o de algún videoclip de la
MTV, puede consumir sucedáneos y fetichizar lo que desconoce. Pero cuando
la marginación te rodea y ahoga a diario algunos sólo intentamos buscar las
herramientas para escapar de ella. O haces eso o te permites el lujo de
comprar la propia caricatura que venden de ti mismo, fusionarla con tu
identidad y seguir naufragando lastrado por los clichés. Mi intención, por tanto,
no puede estar más lejos de la simplicidad miti cadora. Esta semblanza
histórica que he compartido es sólo un humilde e incompleto intento de
demostrar que muchas veces somos precisamente aquello que las
circunstancias no nos impiden ser; y que a veces somos eso mismo hasta
cuando las circunstancias nos impiden serlo. Sí, mostrar ante la adversidad
nuestra mejor versión es un desafío que afecta el noble que renuncia a sus
privilegios para abrazar la causa de las oprimidas, y también al oprimido que se
olvida momentáneamente del hambre para abrazar la causa de su propia
autonomía; pero, y no se puede negar, descender una pendiente siempre es
menos duro que subirla. Renunciar a privilegios no implica la misma cantidad
de trabajo que conquistar derechos. Lo primero supone, sobre todo, un acto de
conciencia individual y como mucho un disgusto familiar; lo segundo, además
de eso, requiere un acto deliberado de lucha social. No idealizo, pero sí
reconozco el mérito de las que se niegan a seguir tragando lodo. Negarse a que
los demás se sigan arrastrando ante ti no me parece, lo siento mucho, ni la
mitad de arriesgado.
Algunos de los pretextos más socorridos son los siguientes: “no pueden
organizarse por sí solas porque no están capacitadas”. Aunque parezca una
exageración esto es lo que hemos oído y leído estos días. Comparadas
recurrentemente con animales no humanos encerrados en jaulas, o con niños
explotados laboralmente, se les ha atribuido respectivamente la misma
capacidad emancipatoria que la de seres que carecen de facultades
intelectuales humanas o que la de otros que aún no han madurado ni se han
desarrollado completamente. Esa es la visión desnuda, y aquí cabe poco
maquillaje, que se tiene realmente de las prostitutas desde ciertas torres de
mar l: seres limitados o a medio formar, incapaces de emitir opinión, y menos
aún una solución razonable, sobre su propia situación.
Cuando les conceden la venia para organizarse dicen: “que se organicen, pero
que no se sindiquen porque eso signi caría aceptar que la prostitución es un
trabajo”. Sólo se entiende la organización de las prostitutas en clave de ONG
caritativa, nunca como una estructura fuerte y reivindicativa. El debate no es si
la prostitución es o no un trabajo, pues la pregunta, casi siempre lanzada de
forma tendenciosa, suele tener más recorrido excluyendo a las prostitutas que
condenando a la prostitución; el debate, que no se quiere afrontar porque
revela los verdaderos prejuicios burgueses que hay detrás del asunto, es si las
prostitutas son o no clase obrera. Los que las reconocemos como compañeras
de clase ignoramos los juicios legales y morales de la misma sociedad que las
explota. No tienen los medios de producción en su poder, se ganan el pan
sometiéndose a una cruenta explotación que a su vez no ejercen sobre los
demás. Para considerarlas hermanas de lucha no se necesita más. Si admitimos
que son clase obrera, tendremos que reconocer simultáneamente su derecho a
articular su lucha usando la estructura sindical. Aunque queramos sacralizarla y
colocarla tras un cordón dorado que no se pueda traspasar, la realidad es que
un sindicato no es más que un órgano de clase usado por los de abajo para
defender sus propios intereses. Con independencia de la opinión que nos
merezca tal o cual actividad, de que la consideremos trabajo o no, la
herramienta sindical es igual de válida y utilizable. ¿Acaso los sindicatos de
inquilinas, con casi 100 años de historia, son un órgano estrictamente laboral?
No lo son, y por eso su reformulación moderna ha generado tantas objeciones
por parte de los puristas, pero la realidad, que éstos parecen desconocer, es
que los sindicatos de inquilinas nacieron precisamente impulsados por
sindicatos laborales y organizaciones obreras, como la CNT y la FAI, que
entendían las reivindicaciones de clase de forma integral y no dibujaban una
línea divisoria entre la arrendataria y la trabajadora. Es por eso que hoy son tan
necesarios como antes. ¿Acaso no necesitamos también que proliferen los
sindicatos de presas, con independencia de que tampoco sean organismos
exclusivamente laborales? Lo importante es crear las estructuras defensivas
con las que la clase obrera, en su distintos y compatibles estadios, como
consumidoras, como encarceladas, como inquilinas, y no sólo como
productoras, pueda dar una respuesta coordinada contra los ataques que
sufre.
Pero para que la izquierda llegue a esa conclusión, y deje de boicotear todo
aquello que no puede controlar, primero debe soltar mucho lastre. Debe dejar
de usar los límites legales como brújula, y debe abandonar todo el moralismo
que le inculcaron en la universidad, en el partido o en la iglesia. Mientras no
esté dispuesta a demoler cuanto de burguesa hay en ella 17, seguirá haciendo
gala de un clasismo asertivo que aún no atina a de nir. Si sabemos que existe
un racismo asertivo que es incapaz de evaluar el propio racismo, y a su vez un
nacionalismo asertivo (como hemos visto en relación al con icto catalán) que
ve nacionalismo por todas partes salvo en su propio patriotismo, hemos de
admitir que existe también un clasismo asertivo que analiza con gran
dedicación todos los prejuicios de las clases altas con respecto a la clase
trabajadora, pero que no tiene ningún interés en cuestionar sus propios
prejuicios con respecto al “lumpen”, al que excluye de esta categoría obrera.
Concluyendo, sé que la organización del “lumpen” no tiene por qué representar
per se un cambio radical. Ni siquiera, necesariamente, un cambio a mejor. La
gente puede organizarse para acomodarse a su opresión, para venderse a las
instituciones o para cualquier otra corrupción similar. Puede, efectivamente,
que el porcentaje de cambio real que produzca la organización/sindicación de
precarias, marginadas y excluidas sea realmente bajo. Es una posibilidad. Pero
contra esa posibilidad se levanta una certeza: sin esos primeros pasos
organizativos el porcentaje de cambio es del 0%. Asumir la derrota como punto
de partida es un buen aliciente para crear literatura épica y regodearse en las
batallas perdidas por nuestros abuelos. Las que no tenemos nostalgia, las que
no tenemos estabilidad, ni techo propio, ni pan seguro, no podemos
conformarnos con eso. Nos toca encontrarnos, conocernos, organizarnos y
empezar a desarrollar una resistencia económica y social callejera. Quizás la
izquierda discrepe, pero aún le queda una opción: seguir cagándose de miedo
cada vez que una puta levante la voz.
NOTAS
2. “Cuando los obreros franceses escribían en los muros de las casas durante
cada una de las revoluciones: ¡Muerte a los ladrones!, y en efecto fusilaban a
más de uno, no lo hacían en un arrebato de entusiasmo por la propiedad,
sino plenamente conscientes de que ante todo era preciso desembarazarse
de esta banda” (Engels, La Guerra…, op.cit.).
7. “¿Quién tiene más derecho que estas mujeres, las víctimas más desgraciadas
del viejo orden, a dar su vida por el nuevo?” (Michel citada por J.M. Merriman
en Masacre: Vida y muerte en la Comuna de París de 1871, 2017). La
Comuna, sin embargo, no supo apreciar el sacri cio de estas compañeras y
en su resolución “Sobre la prostitución” (del 30 de marzo al 18 de junio),
como intento de abolirla, decretó, después de un bonito prefacio, la
detención de todas las mujeres “libradas de la prostitución” (dixit) que
circulen por el 2º distrito, pero ni una sola medida contra proxenetas o
puteros.
9. Como semblanza del nexo entre anarquistas y “lumpen” durante ese período
histórico puede consultarse Fuera de la ley (volumen I [2016] y II [2017]) de la
editorial La Felguera.
11. Con independencia de lo que diga el Código Penal en su artículo 187.1 sobre
el proxenetismo, la Asociación Nacional de Empresarios de Locales de
Alterne (ANELA) es legal desde 2001, y la Asociación Nacional de Empresarios
Mesalina (ASNEM) desde el 2004 (según sentencia de la Sala 4ª de lo Social
del Tribunal Supremo). Estas y otras asociaciones, vinculadas en muchas
ocasiones con la extremaderecha, mantienen una actividad de explotación
sexual legal ante la completa vulnerabilidad de las mujeres que a día de hoy
siguen desarmadas. Los que después de leer esto intenten establecer una
vergonzante diferencia entre “alterne” y “prostitución” pueden ahorrarse el
esfuerzo y el ridículo.
12. Citados por Agustín Guillamón en “De los Comités de Defensa al análisis
revolucionario de Los Amigos de Durruti. Los Comités de Defensa de la CNT”
(en Fuera de la ley II, op.cit.).
–La creo una afrenta para el hombre y para la mujer. Y para la civilización.
–¿Cómo suprimirla?
VALORA
ANTERIOR
[Sindical] Cotizaciones y pensiones
AUTOR
Ruymán Rodríguez
Treballador manual, "lumpen" de naixement i autodidacta. Ha
militat en col·lectius en defensa de la població immigrant, en
l'anarcosindicalisme i en el 15M. Actualment és membre de la
Federació Anarquista de Gran Canària (FAGC), activista contra els
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