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UNIDAD N° 1

ENCUENTRO DE LA FILOSOFÍA GRIEGA Y EL CRISTIANISMO.-

La división más profunda de la historia de la filosofía la marca el cristianismo. Pero el cristianismo no es una
filosofía, sino una religión. El cristianismo tiene un papel decisivo en la historia de la metafísica, porque ha
modificado esencialmente los supuestos sobre los que se mueve el hombre, y por lo tanto, la situación desde la
cual tiene que filosofar. El hombre cristiano es otro, por lo que su filosofía es distinta de la griega.

El cristianismo trae una idea totalmente nueva: la creación. El problema del griego era el movimiento, el cambio
de las cosas, porque llegan a ser y dejan de ser lo que son. Desde el cristianismo, lo que amenaza al ser es la
nada. Para un griego no era cuestión la existencia de las cosas y para el cristiano eso es lo que hay que explicar.
Para el griego el mundo es algo que varía; para el hombre de nuestra era es una nada que pretende ser. En este
cambio de horizonte ser va a significar no ser una nada.

Esta diferencia radical separa las dos grandes etapas filosóficas. En la vida del cristiano va a haber dos sentidos
distintos de la palabra ser: el ser de Dios y el del mundo. El concepto que permite interpretar el ser del mundo
desde el de Dios es el de creación. Tenemos por un lado a Dios, el verdadero ser y creador y por la otra, el ser
creado, la criatura, cuyo ser es recibido. De este modo, el cristianismo, que no es filosofía, la afecta de un modo
decisivo, y esta filosofía que surge puede llamarse filosofía cristiana, la cual surge de la cuestión sobre la cual el
cristianismo se encuentra, la de su propia realidad ante Dios.

LA PATRÍSTICA: LOS PADRES GRIEGOS Y LOS PADRES LATINOS.-

Se llama patrística a la especulación de los Padres de la Iglesia, en los primeros siglos del cristianismo. Poco a
poco los temas especulativos van adquiriendo lugar en el cristianismo. Sobre todo, por dos estímulos: las herejías
y la reacción intelectual del paganismo. Los primeros siglos de nuestra era son los de la constitución de la
dogmática cristiana frente a la cual surgen abundantes herejías, que obligan a una precisión conceptual mayor
para discutirlas, rechazarlas y convencer a los fieles de la verdad autentica. Este periodo de elaboración doctrinal
es la patrística. Padres de la Iglesia son los escritores cristianos de la antigüedad, que han contribuido a la
elaboración doctrinal del cristianismo.

Para el paganismo les parecía una secta extraña y absurda. Pero con el tiempo, el cristianismo va adquiriendo
mayor influjo, llegando a las clases elevadas, y el paganismo se hace cuestión de él. Entonces empiezan los
ataques intelectuales, de los que la nueva religión tiene que defenderse y para ello, el cristianismo se sirve de los
conceptos de la filosofía griega. Era natural que se intentase interpretar el cristianismo mediante conceptos
tomados de la filosofía griega.

Los Padres de la Iglesia no tienen un sistema definido y riguroso. Toman del pensamiento helénico los elementos
que necesitan en cada caso. En general, son eclécticos: eligen de todas las escuelas paganas lo que les parece más
útil para sus fines. Pero la fuente principal de la que se nutren es el neoplatonismo, mediante la cual conocen a
Platón de un modo poco preciso.

Las cuestiones que más preocupan a los Padres de la Iglesia son las que plantea el dogma. Los problemas
filosóficos están impuestos casi siempre por una verdad religiosa, que exige interpretación racional. La razón
sirve para esclarecer y formular los dogmas o para defenderlos. Son problemas capitales de la patrística temas
como la creación, la relación de Dios con el mundo, el mal, el alma, el destino de la existencia, la redención. Y al
lado de ellos, cuestiones teológicas como la esencia de Dios, la trinidad, etc. Por último, aparecen los moralistas
cristianos, que van a ir estableciendo las bases de una nueva ética que, aunque utiliza conceptos helénicos, se
funda en la idea del pecado, la gracia, su creador y finaliza con la idea de la salvación.
Estos problemas son manejados por una serie de mentes, que no siempre se mantienen en la línea de la ortodoxia,
sino que a veces caen en la herejía.

APOSTÓLICOS Y APOLOGISTAS.-

Los Padres Apostólicos es la denominación que reciben aquellos primeros Padres de la Iglesia que tuvieron una
cercanía inmediata con los apóstoles de Jesucristo, por lo que cronológicamente se ubican en el siglo I y primera
mitad del siglo II. Sus escritos son respuestas específicas a comunidades eclesiales, la mayoría de contenido
moral antes que doctrinal, en forma de cartas, documentos o recomendaciones, por lo que su estilo es sencillo y
directo.

La verdadera actividad cristiana empieza con los Padres Apologetas en el siglo II. Estos escriben en defensa del
cristianismo contra los ataques y persecuciones que se le dirigen. En este periodo “los cristianos son hostilizados
por los hebreos como extranjeros y son perseguidos por los paganos”. En estas condiciones nacen las apologías.
Para la elaboración de estas, se usan conceptos platónicos.

JUSTINO: nació en Palestina a principios del siglo II. Hijo de padres paganos, frecuentó los representantes de las
diversas tendencias filosóficas, estoicos, peripatéticos y pitagóricos, y profeso durante largo tiempo las doctrinas
de los platónicos. Finalmente encontró en el cristianismo lo que buscaba, y desde entonces, con su palabra y sus
escritos lo defendió como la única y verdadera filosofía. Vivió mucho tiempo en Roma y fundó allí una escuela;
y en Roma sufrió el martirio.

La doctrina fundamental de Justino es que el cristianismo es el resultado último y definitivo al que la razón debe
llegar en su investigación. Puesto que la razón no es otra cosa que el Verbo de Dios, es decir, Cristo, quien es el
primogénito de Dios y que es la razón, de la cual participa todo el linaje humano. Y los que vivieron según razón
son cristianos, aunque fueran considerados ateos. Estos cristianos anteriores no conocieron toda la verdad. Había
en ellos “semillas de verdad”, que no pudieron entender completamente. Podían ver de modo oscuro la verdad
mediante aquella semilla de razón que había innata en ellos. La doctrina estoica de las razones seminales es
empleada para fundamentar la continuidad del cristianismo con la filosofía griega, para reconocer en los filósofos
griegos a los anticipadores del cristianismo. Esta doctrina permite a Justino la identificación completa entre el
cristianismo y la verdad filosófica.

Dios es el eterno, el increado, el inefable: es la noción de una realidad inexplicable. A su lado y por debajo de él
hay otro Dios, el Logos coexistente y engendrado antes de la creación, por medio del cual Dios creó y ordenó
todas las cosas. Después del Padre y el Logos está el Espíritu Santo, al cual los hombres deben las virtudes y los
dones proféticos. El hombre ha sido creado por Dios libre de hacer el bien y el mal. El alma del hombre es
inmortal solo por obra de Dios: sin esta, con la muerte volvería a la nada.

TACIANO: discípulo de Justino, nació en Siria y se convirtió en Roma, después de haber conquistado la
reputación de filósofo. Más tarde, se separó de la iglesia para pasar a los gnósticos. Taciano es autor de una
apología que acusa de inmoralidad a los pensadores y poetas griegos y se extiende en invectivas contra ellos. A
los errores de los griegos contrapone la doctrina cristiana acerca de Dios y del mundo, del pecado y de la
redención.

El Logos es la potencia racional de Dios y ha nacido de El por medio de un acto de participación. Así el Logos no
agota la potencia de razón de su engendrador.

En el hombre distingue el alma y el espíritu. Solo el espíritu es imagen y semejanza de Dios. El alma está
compuesta de varias partes. Su existencia está vinculada al cuerpo y no es separable de él, por esto no es
inmortal. Solamente por su unión con el espíritu, el alma y el cuerpo participan de la inmortalidad. A través del
espíritu, el hombre puede reunirse con Dios.

TEÓFILO DE ANTIOQUÍA: en uno de sus escritos, él manifiesta que Dios es eterno, increado e inmutable, es el
creador de todo: todo lo hizo de la nada para que a través de sus obras se comprendiera su grandeza. Por eso se
hace visible a través de su creación, es decir, a través de su providencia y sus obras. El cauce de la creación del
mundo es el Logos. Dios mediante el Logos y la sabiduría, ha creado todas las cosas.

Mediante una Carta a Diogneto se responden tres dudas a este. La religión cristiana no es un hallazgo humano,
sino una revelación divina. Dios ha enviado a su Hijo, la eterna verdad y la eterna palabra, para enseñar a los
hombres la verdadera religión, y el Hijo de Dios vino al mundo como salvador y libertador y nos ha encaminado
hacia la salvación con amor.

TERTULIANO: frente a los apologetas orientales, que han intentado establecer la continuidad del cristianismo
con la filosofía griega y han presentado la doctrina cristiana como la verdadera filosofía, también existen los
apologetas occidentales que tienden a reivindicar la originalidad irreductible de la revelación cristiana en relación
con la sabiduría pagana. Este carácter de la apologética latina se manifiesta en su mayor representante,
Tertuliano.

Nació en el 160 en Cartago, de padres paganos. Se convirtió al cristianismo y recibió la ordenación sacerdotal.
Desarrolló una intensa actividad polémica en favor de su nueva fe; pero hacia la mitad de su vida se pasó a la
secta de los montanistas y empezó a polemizar en contra de la Iglesia católica. Al fin, fundo una secta propia, los
“tertulianistas”. La actividad literaria de Tertuliano es amplísima pero exclusivamente polémica.

El rasgo característico de Tertuliano es la inquietud y su impaciencia. El trabajo paciente y riguroso de la


investigación no era para él; por algo desvaloriza la investigación de la fe. Examina los problemas tomando las
posiciones más simples y extremistas, con suprema indiferencia contra toda cautela crítica y toda exigencia de
método. Este hombre que era un adversario implacable de todas las sectas, pasa a fundar una propia; este
defensor del cristianismo pierde sus conquistas, no solo la del cristianismo, sino de cualquier religión. Revela en
todas sus actitudes una fundamental falta de claridad y sinceridad consigo mismo. Con demasiada frecuencia deja
ver la inconsistencia de su espiritualidad y el carácter formalista de su fe.

El punto de partida de Tertuliano es la condenación de la filosofía. La verdad de la religión se funda en la


tradición eclesiástica; de la filosofía nacen solo las herejías. Para él, es necesario buscar la doctrina de Cristo
hasta hallarla, esto es, mientras no se crea en ella. Buscar después que se ha llegado a la fe, significa precipitarse
en la herejía.

La verdad del cristianismo se funda solamente en el testimonio de la tradición. Para él, solo le corresponde a la
Iglesia la interpretación de las sagradas escrituras y la enseñanza ininterrumpida de Cristo. También admite otro
testimonio en favor de la fe: el del alma. El alma para él es la voz del sentido común, la creencia que manifiesta
el hombre de la calle en las expresiones corrientes de su lenguaje. Dios mismo es cuerpo, aunque sea espíritu, ya
que el espíritu no es más que un cuerpo sui generis. La diferencia entre la naturaleza espiritual del alma y la
naturaleza carnal del cuerpo es la diferencia entre dos cuerpos: el espíritu es un soplo que da vida a la carne pero
es también corpóreo. El mundo sensible y el mundo intelectual se diferencian entre sí solo en cuanto uno es
visible y aparente y el otro imperceptible y huidizo. El primero es objeto de los sentidos, mientras el segundo lo
es del entendimiento. El alma tiene la misma figura que el hombre y del cuerpo que la contiene. Es una sustancia
simple nacida del soplo de Dios, inmortal, corpórea y dotada de una figura, capaz por si misma de sabiduría, rica
en aptitudes, que se multiplica a partir de un único brote. En esto expresa la convicción de que el alma se
transmite junto con el cuerpo del padre al hijo, a través de la generación. Se manifiesta la necesidad de dar al
espíritu la realidad más sólida y concreta, y por su incapacidad de concebir una realidad estable y firme la hace
depender del cuerpo. Todo esto permite afirmar la unidad insoluble del hombre. La vida no será otra cosa que la
unión del alma con el cuerpo. Se funden en la vida los elementos que son desintegrados por la muerte.

La resurrección de Cristo es la garantía de la resurrección del hombre. Tertuliano obtiene las pruebas de la
inmortalidad del alma del testimonio del sentido común, de la necesidad implícita en todos de vivir de alguna
manera después de la muerte. Pero a la inmortalidad del alma irá unida la resurrección de la carne. El hombre
deberá resucitar en su naturaleza integra y esta no lo seria sin la carne. Tertuliano admite con todo la
subordinación del Hijo y del Espíritu Santo respecto del Padre. El ser pertenece principalmente al Padre, que
luego se comunica al Hijo y a través del Hijo, al Espíritu Santo. El Logos tiene un doble nacimiento, el inmanente
y el emanente, por el primero, es engendrado en la sensibilidad de Dios y por el segundo, se aleja del Padre y
emprende la creación del mundo.

MINUCIO FÉLIX: fue contemporáneo de Tertuliano. Presenta al cristianismo como un monoteísmo, confirmado
juntamente por la demostración de los filósofos y por el sentido común de la mayoría, caracterizado sobre todo
por su moral práctica. Como Tertuliano, Minucio recorre el testimonio del alma sencilla y lo encuentra en “la
palabra espontanea de la muchedumbre”.

ARNOBIO: una visión le decidió a convertirse al cristianismo. El tenía un concepto pesimista sobre la condición
del hombre. Todo le parece bajo, repugnante e innoble. Su misma existencia es inútil para la economía del
mundo, que permanecería inmutable si el hombre no existiera. La convivencia humana no llega nunca a ser justa
y verdadera. Supuesto esto, le parece a Arnobio “un crimen” admitir que haya sido creada por Dios, autor del
orden y de la perfección del mundo. El hombre debe haber sido creado entonces por una divinidad inferior en
dignidad y poder, y en muchos grados, al sumo Dios, aunque perteneciente a la misma familia de Él. Arnobio
admite divinidades inferiores, subordinadas al Dios supremo. Ni siquiera excluye la existencia de las divinidades
paganas, que si existen, estas estarían subordinadas al Dios de los cristianos.

Arnobio combate la doctrina platónica de la reminiscencia. Un hombre que hubiese permanecido desde su
nacimiento en completa soledad, tendría el espíritu vacío y no llegaría en modo alguno a tener conocimiento de
las cosas. La sensación es el único origen del conocimiento humano. Una sola idea es innata en el hombre; la idea
de Dios, el único creador y señor de todo. Por el mismo motivo de su naturaleza inferior, el alma no es
naturalmente inmortal. Solamente Dios puede sustraerla a la muerte y conferirle la inmortalidad; la inmortalidad
Él la confiere según las conductas que tengan los hombres.

FIRMIANO LACTANCIO: en el 305 fue obligado por la persecución a dejar su oficio. Algunos años después, él
asistía al cambio que hubo en relación del cristianismo con el Imperio gracias a la obra de Constantino.

Según Lactancio, el que haya una providencia que rige el mundo es cosa evidente. Puede haber duda solamente
sobre si pertenece a un Dios único o varias divinidades. Pero admitir varias divinidades significa sostener que
Dios no tiene suficiente poder para regir por sí solo el mundo, con lo cual se niega a Dios una potencia infinita. El
mundo debe ser regido por una única mente divina. La doctrina cristiana del Logos no divide ni multiplica el
único Dios. El Padre y el Hijo no están separados uno de otro, sino que ambos constituyen una razón única, un
espíritu único. El Hijo fue engendrado antes de la creación del mundo para ser el consejero de Dios en la
concepción y realización del plan de la creación. Y el mundo no fue creado por Dios mismo, ya que él no tiene
necesidad de hacerlo, sino por el hombre. Dios creo, en cambio, al hombre por sí mismo, para que le reconociese
y prestar el debido culto.

El hombre está compuesto de alma y cuerpo. Alma y mente no son idénticas: el alma es el principio de la vida, la
mente, en cambio, es el principio del pensamiento que aumenta y disminuye con la edad. El alma y el cuerpo
están atados entre sí, aunque son opuestos: lo que es bueno para el alma, la renuncia a la riqueza, los placeres, es
un mal para el cuerpo. El hombre está formado por principios diversos y opuestos. Estos principios combaten en
él, y en esta lucha si el alma vence será inmortal y admitida a la luz eterna, si vence el cuerpo, el alma estará
sujeta a la muerte. Pero la inmortalidad no es solamente el fin y premio de la virtud. Es condición de la virtud
misma. Sería necio renunciar a aquellos placeres a los cuales el hombre naturalmente se inclina y adentrarse por
un camino mortificante para la naturaleza humana. Reaparece aquí como presupuesto de la vida moral el
pesimismo de Arnobio sobre la condición humana. La naturaleza humana es radical y totalmente contraria a la
vida moral y religiosa. Si la naturaleza no fuese fundamentalmente perversa, la virtud misma sería imposible. La
virtud como término medio, supone los extremos viciosos. Por la virtud, el alma, desligándose de su naturaleza y
atadura corporal, tiende a la inmortalidad, que le será dada como premio. Todo se centra para el hombre en Dios:
esta es su esperanza y su salvación, este es el grado supremo dela sabiduría, es la verdad.

LA FILOSOFÍA PATRÍSTICA EN LOS SIGLOS III IV.-

La elaboración doctrinal del cristianismo, iniciada por los apologetas para defender la comunidad eclesiástica
contra perseguidores herejes, fue continuada y profundizada en siglos sucesivos. En esta sucesiva elaboración
dominan menos los motivos polémicos y más la exigencia de constituir la doctrina eclesiástica como un
organismo único y coherente. El uso de la filosofía se hace por esto cada vez mayor. El cristianismo se presenta
como la filosofía autentica que absorbe y lleva a la verdad el saber antiguo, del cual puede y debe servirse para
obtener su propia justificación. El periodo que va dese el 200 al 450 es decisivo para la construcción de todo el
edificio doctrinal del cristianismo. Las sectas cristianas, que habían dominado el periodo precedente, disminuyen.
La investigación doctrinal se convierte en la primera y fundamental exigencia de la Iglesia que es la que debe
garantizar su unidad y solidez en la historia.

El primer impulso para tal investigación fue dado por la escuela catequética de Alejandría, que fue presidida por
Panteno y que alcanzó su máximo esplendor con Clemente y Orígenes, pero cuando Orígenes abrió en Cesarea su
propia escuela, esta suplantó a la otra y se convirtió en la más rica de toda la antigüedad cristiana.

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA: nació en el 150, probablemente en Atenas. Convertido al cristianismo, poco


antes del 180 se hizo discípulo de Panteno y luego fue presbítero de aquella Iglesia. Después de la muerte de este,
se convirtió en director de la escuela catequética. En el 202 fue obligado a abandonar Alejandría por la
persecución.

El primer fin de Clemente es elaborar el concepto mismo de una gnosis cristiana. No hay duda de que el
conocimiento es el límite más alto al que el hombre puede llegar: es la sólida y segura demostración de lo que ha
sido aceptado por la fe. Pero la fe es condición del conocimiento. Fe y conocimiento no pueden subsistir la una
sin el otro. Pero para llegar de la fe al conocimiento es necesaria la filosofía. Clemente admite, como Justino, que
en todos los hombres, especialmente en los que se han dedicado a la especulación racional, hay una “chispa del
Logos divino” que les descubre una parte de la verdad, aunque no les haga capaces de llegar a la verdad entera.
Los filósofos han mezclado lo verdadero con lo falso, se trata, de escoger entre sus doctrinas lo que haya de
verdad, y es la fe la que otorga el criterio de esta selección. La filosofía debe ser en este sentido la sierva de la fe.
En esta subordinación de la filosofía a la fe consiste el carácter de la gnosis cristiana. La gnosis de los gnósticos
es una falsa gnosis, porque establece entre la filosofía y la fe la relación inversa. El cristianismo es la educación
progresiva del género humano y Cristo es esencialmente el Maestro. Tal interpretación se hace predominante en
la Iglesia a medida que disminuyen las esperanzas en la inmediata venida de Cristo.

Frente a Dios, que es inasequible, el Logos es la sabiduría, la ciencia, la verdad, el guía de toda la humanidad. La
acción misma del Espíritu Santo está subordinada al Logos, ya que el Espíritu es la luz de la verdad. Pero
obedecer al Logos significa amarle; la obediencia y el amor están condicionados por el conocimiento. A la fe le
es dado el conocimiento, al conocimiento el amor, al amor el premio celestial.

ORIGENES: nació en 185 en Alejandría, de padres cristianos. A los 18 años fue nombrado director de la escuela
catequética, como sucesor de Clemente. Desde esta fecha hasta el 215 desarrolló una actividad ininterrumpida, y
a través del estudio de los filósofos griegos y los textos sagrados, llegó a formular las bases de su sistema. En el
215, los extraños estragos hechos en Alejandría obligaron a Orígenes a huir a Palestina, donde los obispos lo
acogieron con honor y le hicieron predicar en sus iglesias. Demetrio no aprobó esta predicación e impuso a
Orígenes su vuelta a Alejandría. Allí emprendió su actividad como maestro y escritor. Ordenado sacerdote
durante un viaje, cayó en desgracia del obispo Demetrio y fue expulsado de Alejandría. Entonces residió en
Cesarea, donde fundó una escuela teológica que pronto floreció y en la que permaneció hasta su muerte. Murió
mártir. La producción literaria de Orígenes fue amplísima, se le atribuye un número de obras que va desde las
600 a 800. Las obras exegéticas constituían su más amplia producción.

La doctrina de Orígenes es el primer gran sistema de filosofía cristiana. El mismo señala su propia finalidad que
es la de continuar con el trabajo de los apóstoles buscando las razones de las afirmaciones que estos hayan hecho.
Distingue un triple significado de la escritura: el somático, el psíquico y el espiritual, que se relacionan entre sí
como las tres partes del alma: el cuerpo, el alma y el espíritu. Orígenes acentúa la diferencia entre fe y
conocimiento y afirma la superioridad del conocimiento. La fe se convierte en conocimiento cuando busca sus
razones. Respecto al grado más alto del conocimiento, la enseñanza de las Escrituras es insuficiente. Las
Escrituras constituyen solo una introducción a dicho conocimiento. Por encima del Evangelio histórico hay un
evangelio eterno que vale en todas las épocas del mundo y solamente a pocos les es dado a conocer.

La primera preocupación de Orígenes es afirmar contra los herejes la espiritualidad de Dios. Dios no es un cuerpo
y no existe en un cuerpo; su naturaleza es espiritual. Su ser es homogéneo, indivisible y absoluto. Dios es
superior a la misma sustancia, ya que no participa de ella, la sustancia participa de Dios. El Logos se puede decir
que es la sustancia de las sustancias, la idea de las ideas; Dios está más allá que todas estas cosas. Orígenes
rechaza decididamente los antropomorfismos. Decir que Dios tiene forma humana y esta agitado por las pasiones
como las nuestras, es la mayor de las impiedades, porque Dios es perfección. Dios es el bien, a Él solo pertenece
la bondad absoluta: el Logos es imagen de la bondad de Dios pero no es el bien en sí. Frente a la trascendencia
divina, el Logos se halla en una posición subordinada. Es ciertamente coeterno con el Padre, pero no es eterno en
el mismo sentido. La eternidad del Hijo depende de la voluntad del Padre: Dios es vida y el Hijo recibe la vida
del Padre. El Espíritu Santo es creado no directamente por Dios, sino a través del Logos. Recogiendo la doctrina
platónica Orígenes explica la formación del mundo sensible por la caída de las sustancias intelectuales que
habitaban el mundo inteligible. Las inteligencias incorpóreas son creadas y como tales sujetas a cambio, están
además provistas de libre albedrio. Su caída se explica por la pereza y hacia el esfuerzo que la práctica del bien
exige. La caída es debida a un acto libre de rebelión contra Dios en que participaron todos los seres
suprasensibles con la excepción del Hijo de Dios.

El mundo visible no es otra cosa que la caída y degeneración del mundo inteligible y de las puras esencias
racionales que lo habitan. Orígenes admite la pluralidad sucesiva de mundos, pero niega que estos mundos sean
la repetición uno del otro. Después de que se han sucedido un número indeterminado de mundos, llega el fin. El
mundo visible volverá al invisible. Los seres racionales habrán expiado a través de la serie de vidas sucesivas, su
pecado original y llegarán a la perfección y a la salvación final. Podrán entonces ser restituidos a su condición
primitiva y conocer a Dios. En este proceso de caída del mundo inteligible en el mundo sensible y del retorno del
mundo sensible al inteligible, el Logos tiene una misión esencial. En primer lugar, el Logos es el orden racional
del mundo, la fuerza que determina su unidad y lo dirige. Por esta naturaleza suya subordinada, el Logos ha
recibido del Padre el encargo de penetrar en la obra de la creación y de infundirle orden y belleza. En segundo
lugar, el Logos vive en los hombres, que participan todos de él, por lo que el Logos se adapta a los hombres y a
su capacidad de llegar hasta él. El Logos se la fuerza inmanente que diviniza al mundo y al hombre. Por ella el
Logos se apropia de un cuerpo mortal y de un alma humana. Ni uno ni otro son algo divino: solamente es divino
el Logos, que permanece inmutable en su esencia y no sufre nada de lo que le sucede al cuerpo y al alma de
Cristo. El alma y el cuerpo de Jesús constituyen con el Logos una unidad absoluta.

El destino del hombre forma parte integrante del movimiento conjunto del mundo al que el hombre pertenece. El
hombre, primeramente, era una sustancia racional, una inteligencia: con la caída se convirtió en alma. El alma es
algo intermedio entre inteligencia y cuerpo. Como la caída del hombre ha sido un acto de libertad, así será un
acto de libertad la redención y el retorno a Dios. La libertad es el don fundamental de la naturaleza humana, que
es capaz de obrar en virtud de la razón, por consiguiente, de escoger. Orígenes interpreta la acción iluminadora
del Logos como una penetración progresiva de la luz en los hombres, como la incesante llamada al hombre para
que quiera libremente volver a Dios. El camino de este retorno puede ser larguísimo. Si la existencia en un
mundo no basta, el hombre renacerá en otros hasta que haya expiado su culpa y haya vuelto a la perfección
primitiva. El Logos, en efecto, es la sabiduría y la verdad, y solo a través de él se puede discernir el ser, y más
allá del ser el poder y la naturaleza de Dios. Pero cuando este conocimiento directo de Dios sea posible, cuando
Dios no sea ya visto a través del Hijo, Dios será todo en todos. El sacrificio de Cristo y la resurrección de la carne
se excluyen explícitamente. Pero en compensación, Orígenes ha sido el primero en hablar de la redención en
destino de la humanidad entera, que, caída de la vida espiritual, debe volver a ella.

COMIENZO DE LA CULTURA CRISTIANA.-

El progreso del Cristianismo y el desarrollo de la teología cristiana originaron reflexiones sencillas en un


principio, después, doctrina s perfectamente elaboradas referentes a la naturaleza de esta sociedad nueva que era
la Iglesia católica. De igual manera que la teología cristiana ha influido en la especulación metafísica, la Iglesia
cristiana ha influido en la filosofía política.

El Cristianismo nació dentro del pueblo judío en un momento en que este formaba parte del Imperio Romano.
Eso que llamamos pueblo judío era un organismo más completo de lo que uno estaria inclinado a creer. A
primera vista su unidad parece ser exclusivamente la de una raza cuyos miembros solo están unidos por el lazo de
la sangre. No es menos cierto que, otro lazo asegura la unidad de los hijos de Israel: la circuncisión. Con dicha
señal, se reconocía a la raza elegida y se podía sustituir al vínculo de la sangre y dispensar de él. En este sentido,
el pueblo judío era un pueblo y no una simple raza. Así, desde sus orígenes, el pueblo de Dios aparece como una
sociedad religiosa, que se recluta preferentemente entre una determinada raza, pero que no se confunde con ella.

Esta sociedad se constituyó mediante un pacto, cuya iniciativa tomó libremente el Señor. De esta manera, la
promesa hecha al principio a Abraham en recompensa de su obediencia y de su fe, y renovada a Isaac, desemboca
en un verdadero pacto, en el que se han especificado cuidadosamente los derechos y los deberes de las partes
contratantes. Por consiguiente, es un pacto entre dos, del cual quedan excluidos todos los demás pueblos, y
también todos los demás dioses: un pacto entre el pueblo de Dios y Dios.

El único nombre que conviene a tal sociedad es el de teocracia. Es un pueblo santo, elegido por Dios para ser su
pueblo peculiar entre todos los pueblos. A este pueblo, que Él se ha escogido, el señor lo gobierna
verdaderamente como un rey a sus súbditos. Dios guarda la alianza y la misericordia para aquellos que lo aman
pero retribuye en cara a quienes le aborrecen, haciéndoles perecer. Se ve al único Dios verdadero escogiéndose
libremente una nación para hacerla suya y formar con ella una sociedad de la cual quedaran excluidas las otras
naciones. Fortalecido con esta promesa, Israel ha partido a la conquista de los otros pueblos, mucho más
preocupado por esclavizarlos, o destruirlos, que por hacerlos entrar con él en una comunidad religiosa.
El Dios que ha creado el cielo y la tierra no es un Dios más entre los dioses; es el único que merece
verdaderamente el nombre de Dios. En tales condiciones, ¿por qué iba a ser Israel el único pueblo llamado a
rendirle culto? Sin duda, Israel no pierde aun de vista su misión de pueblo elegido; en él y por él se operará la
salvación el mundo; pero, desde este momento, lo que él espera que se realice es la salvación el mundo en él. El
problema consiste en pensar por qué el ideal universalista, claramente formulado por los profetas, no ha
eliminado inmediatamente y reemplazado el nacionalismo religioso del antiguo Israel. Es un hecho que la
aspiración a una sociedad religiosa universal no ha excluido que esa sociedad debía formarse en torno a pueblo
judío. Semejante convicción esta abonada por razones profundas y válidas. A este pueblo se había revelado
primeramente Yavé, en él había establecido su morada y a él había confiado su ley y culto. Nada más natural que
concebir a Jerusalén como el centro del culto futuro y ver a todas las naciones reunidas en ella. Sin embargo, aun
siendo la misión de Israel la de extender al universo entero la salvación que Dios le ha prometido, todavía no
existe la posibilidad de una sociedad religiosa universal libre de todas las ataduras locales a un pueblo particular.
Es por eso, que el mensaje de Israel no podía hacerse oír por el mundo más que desjudaizándose.

Toda la historia tiene su principio en la revelación, aportada al mundo por el pueblo judío. Haber sido
instrumento de esta grandiosa revelación es la grandeza incomparable del pueblo de Israel. Pero toda grandeza se
paga. Israel ha confundido la misión de preparar el reino de Dios para Dios, con aquella otra de ser él mismo, por
Dios, el reino de Dios. Israel no ha olvidado jamás que de él debía nacer una sociedad realmente universal: la de
los adoradores del Dios de Israel.

Por el contrario, la filosofía griega apenas podía engendrar un movimiento semejante. Se oponía directamente a la
idea de una sociedad religiosa única abierta a todos los hombres. La ciudad antigua, inseparable de sus dioses
locales y su culto, contrariaba directamente su nacimiento. Los dos únicos universalismos que se pueden
descubrir, fuera del pueblo judío, son el de Alejandro Magno y el de los estoicos. El estoicismo representa
indudablemente una ruptura del marco estrecho de la ciudad antigua. Es sabio estoico se considera, por el
contrario, ciudadano de una ciudad común a os dioses y a los hombres.

En virtud de su fundación esta sociedad se apoyaba sobre la fe en Jesucristo y sobre el rito del bautismo; abierta a
todas las naciones por la predicación universal del Evangelio, quedaba constituida desde su origen, como Iglesia
y anunciaba un reino que no es de este mundo. Claramente costó mucho trabajo al espíritu judío aceptar esta
ampliación de perspectiva, pero gracias al apostolado de San Pablo, la noción cristiana de una sociedad
verdaderamente católica triunfó de manera definitiva. Desde este momento, el privilegio religioso del pueblo
judío se redujo al de haber sido escogido por Dios como testigo.

El imperio romano había absorbido demasiado rápido a demasiados pueblos diversos para haber tenido tiempo de
asimilarlos. Los vínculos que unían a Roma con muchos de los que vivían dentro del Imperio, se deshicieron
completamente cuando, se vieron excluidos por los emperadores y duramente perseguidos. Dicha situación de los
cristianos en el Imperio cambió por completo a partir de la conversión de Constantino. Esto produjo el efecto de
transformar a los miembros de la jerarquía eclesiástica en personajes cuya influencia se hizo considerable y a
veces preponderante en el Estado. Desde ese momento, los obispos dan a entender que el Imperio tiene su suerte
ligada a la de la Iglesia, y que la fidelidad al uno se identifica con la fidelidad a la otra.

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