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TRANS MIGRANTES
Marce Butierrez
butierrezmarce@gmail.com
1. Introducción
Victoria, llegó a Salta Capital hace cuatro meses desde Cachi. Nació en Tonco hace 20 años
y cursó sus estudios en una escuela rural. Su padre es agricultor y su madre ama de casa.
Hace cuatro años aprendió el oficio de peluquera y trabajó desde jovencita en la peluquería
de su amiga. Vino a Salta porque quería terminar sus estudios y se quedó trabajando para
juntar el dinero que necesita para realizarse intervenciones quirúrgicas que adecuen su
corporalidad a su identidad de género. Victoria es una mujer transgénero.
La ley Nº 26.743 define la identidad de género como “La vivencia interna e individual del
género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo
asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo”. Una mujer
transgénero es, por lo tanto, una persona que ejerce su facultad de optar por vivir de
acuerdo a su identidad de género, desechando el sexo “masculino” asignado al nacer y los
estereotipos correspondientes a esta asignación para construirse como cuerpo “femenino”,
optando libremente por el conjunto de símbolos que considere le identifican como tal.
El propósito de la presente nota es realizar unas primeras pesquisas sobre las experiencias
migratorias, de deterritorialización y reterritorialización de las personas transgénero de
zonas rurales de la provincia de Salta hacia la ciudad, a través del relato personal de
Victoria.1
Esta nota intenta pensar en la exclusión que las personas transgénero que viven incluso
privadas del derecho al uso y aprovechamiento de un territorio, entendiendo este concepto
en dos sentidos, por una parte como lo propone Maurice Godelier como “…porción de la
naturaleza, y por tanto del espacio, sobre el que una sociedad determinada reivindica y
1
Es de público conocimiento por artículos periodísticos, que buena parte de la población trans que ejerce
trabajo sexual en Capital Federal es procedente de la Provincia de Salta. Incluso referentes de la lucha por los
derechos de las mujeres trans, como Lohana Berkins entre otras, han nacido en pueblos del interior de Salta y
migrado en busca de oportunidades de trabajo, espacios de sociabilización y acceso a intervenciones. Victoria,
la informante clave de la presente nota, meses después de la entrevista aquí contenida fue intervenida
quirúrgicamente en Capital Federal y permaneció allí algunos meses junto a otras amigas salteñas.
garantiza a todos o a parte de sus miembros derechos estables de acceso, de control y de
uso que recaen sobre todos o parte de los recursos que allí se encuentran y que dicha
sociedad desea y es capaz de explotar” (Godelier, 1989) y por otra parte como el conjunto
de inscripciones identitarias que con dicha pertenencia territorial vienen asociadas.
Sentarse a conversar con Victoria es adentrarse en un recorrido por las callecitas de Cachi,
es volver a visitar en la memoria los lugares donde transcurrieron sus años de juventud en
compañía de sus tres amigas inseparables. Parte de aquel espacio signado por la ruralidad
es trasplantado por momentos al centro mismo de la ciudad de Salta, en las palabras de mi
entrevistada. Esa galería escondida entre los sucuchitos del Mercado San Miguel se llena de
cerros, senderos y sembradíos.
Fue una de sus amigas, La Diva, quien le enseñó el oficio de peluquera y le dió trabajo.
Llegó a la ciudad motivada por otra de sus amigas, María José, quien desde febrero de 2016
está radicada en Salta Capital. En Cachi, tenía otra amiga más, propietaria de un comercio,
Andrea, de 42 años. Ellas cuatro eran las únicas chicas trans de Cachi que vivían de
acuerdo a su autopercepción del género, es decir que asumían el desafío de constituirse
como mujeres en contra de los imperativos culturales que las señalan como varones.
“Allá no hay muchas chicas trans, éramos cuatro, una se vino, me vine yo y quedamos
cuatro definidas. Después de eso hay otras, pero que no se definen como chica trans” me
dice. Cuando le pregunto cómo se definen aquellas otras chicas que no se definen como
trans, me responde “como gays”.
2 El concepto de narrativa sugiere que la gente desarrolla una comprensión de sí misma, su contexto
y los otros, que moldea sus acciones. Los individuos no sólo recuerdan su pasado, sino que lo
interpretan a través de la selección de lo que incluyen y omiten de sus relatos y del énfasis que hacen
en eventos o experiencias particulares (Bayón, 2013).
Victoria y sus amigas tienen en claro su identidad, saben qué rasgos las diferencian de las
demás y tienen la capacidad de nominar su realidad y describirla. Saben que la comunidad
en general las percibe de un modo diferente y que incluso otras personas con igual
orientación sexual, se diferencian de ellas por la manera como nominan su propia situación.
Victoria cree que con el tiempo otras irán aceptando su identidad de género y
configurándose de acuerdo a esas percepciones, pero por lo pronto esos límites persisten y
encarnan desigualdades.
“Ellos tienen mal entendimiento con la familia, si a ellos los veían con nosotras, como que ya
iban a decir que eran gays o travestis”.
Victoria describe a Cachi como un departamento, no una ciudad. Es un pueblo donde todos
se conocen con todos. “Es machista, hay mucho machismo”, dice. Este pensamiento
atraviesa todo lo que el pueblo hace e incluso su mirada. Las personas trans son
observadas con cuidado, con detenimiento, con desconfianza. Por eso, incluso para este
grupo de chicas “gays” el pertenecer o asociarse o ser vinculadas con el grupo de chicas
trans, es un peligro, que las orilla a ser etiquetadas y estigmatizadas de un modo que por su
corta edad aun consideran inconveniente. Se trata de chicas de 15 a 17 años, que aún no
logran resolver su coming-out 3
(Duranti, 2011) pero que aun así “ya son mujeres, son la
generación nueva”.
Pero no sólo la mirada está teñida de un temor a lo abyecto 4, sino embebida de curiosidad e
intrigas. Cuando una chica trans aparece en escena, seduce, aunque a la vez los patrones
patriarcales de conducta provoquen una reacción adversa.
“Allá en Cachi va una chica travesti y lo único que hacen es mirarte de pies a cabeza, y es lo
que me hacían a mí” dice Victoria. La mirada del otro la convierte en extraña y en extranjera,
ante los demás su presencia no condice con el entorno rural de Cachi. Para los habitantes
de Cachi, todas las manifestaciones que se desprenden del canon de “lo tradicional” son
vistas como extravagantes, más propias del turista que del vallisto.
Sin embargo, bajo ese canon de acciones, maneras de ser y subjetividades establecidas en
esta investigación como “lo rural”, Cachi alberga algunas nuevas formas de ruralidad que se
imbrican con lo urbano, las culturas alternativas y expresiones artísticas de nuevas
generaciones de agentes criados en el campo pero sin el arraigo de sus actividades
3 “Salir del closet” es el proceso por el cual una persona asume su sexualidad cuando esta no
coincide con la sexualidad culturalmente dominante. Esta situación puede ser, o no, comunicada a
otros. Es un proceso individual, pero íntimamente relacionado con el entorno social de la persona que
lo realiza, cuyos avances e involuciones implicarán diferentes posiciones subjetivas que
comprometerán en mayor o menor medida las estrategias de protección hacia sí y hacia terceros que
pueda adoptar esta persona (Duranti, 2011: 128).
4
“…lo que perturba identidad, sistema y orden. Lo que no respeta bordes, posiciones, reglas”.
(Kristeva: 1998)
económicas ni vínculos de sociabilización con este último. Victoria y sus amigas también son
parte de esta nueva forma de vivir que está geográficamente situada lejos de un
conglomerado urbano, pero desarraigada de las actividades y subjetividades relacionadas
con el trabajo campesino y agrícola más tradicional. (Bourdieu, 2002)
No es ninguna de las dos cosas que, en el reparto estereotipado de roles se espera para
una persona en Cachi, ni varón ni mujer, ni agricultor ni ama de casa. Escaparse de toda
clasificación significa también tomar una posición política, un modo de habitar ese mundo.
“Entonces yo decidí, ser yo por mi propia cuenta, no miro a nadie y si me miran… me miran.
Entonces como que yo decidí sola. A varios tiempo (sic) recién como que empezaron a
darse cuenta, como que te veían cada vez mejor, y bueno ya como que se olvidaban”
“Ahora, que vaya una chica travesti… travesti travesti!... como que te miran de pies a
cabeza” dice. Señalando que el límite está claramente establecido por un dialogo, un
acuerdo tácito, entre las chicas travestis locales que son habituales en el paisaje de la
localidad y aquellas otras “travesti travesti” (es decir, quienes están operadas y configuradas
con una corporalidad exuberante) cuya presencia invade la escena con nuevos signos y
nuevos significados.
Los cuerpos trans, son escenario de disputas y terreno de confrontaciones donde cada chica
imprime rasgos identitarios. En la piel de cada una de ellas van inscribiéndose las marcas de
recorridos y las huellas o vestigios de trayectorias y narrativas personales. No es igual el
cuerpo infantil de una travesti de 13 años, virgen de intervenciones y aún unido a su
localidad y su familia, que el cuerpo de una travesti de más edad intervenida para ser un
objeto de consumo del comercio sexual, cuyo tránsito por distintas ciudades va
empoderando y resignificando continuamente.
Rita Segato (2006) indica respecto al territorio que “… es espacio representado y apropiado,
una de las formas de aprehensión discursiva del espacio”. Para la autora, el territorio es una
apropiación política del espacio, que implica su administración, habitación, uso, distribución
e identificación.
Las personas transgénero son obligadas a esta construcción porque se ven privadas de
usar, transitar, identificarse y habitar un territorio geográfico, son deterritorializadas.
Entiendo este fenómeno de deterritorialización como un “proceso de movimientos y
desplazamientos que implica la separación de actores y relaciones sociales de ciertas
geografías” (Gordillo, 2010). Es decir, como un fenómeno que ocurre cuando las diferencias
con el entorno social, provocan la expulsión de las mujeres trans de su localidad de origen y
del conjunto de vínculos que en ese lugar habían construido. Acompañando ese proceso de
deterritorialización, existen múltiples reterritorializaciones, que van llevando a las mujeres
trans en una migración constante donde recolectan elementos y signos para la construcción
de su cuerpo/texto/territorio.
Victoria tiene una peregrinación espacial inscripta en su cuerpo. Como ya se mencionó, ella
proviene de Tonco, un paraje dedicado a la agricultura familiar a 30 km de Cachi. Mientras
estaba allá y estudiaba en la escuela rural no se vestía de mujer ni se nominaba como tal.
Fue al cumplir 12 o 13 años de edad que empezó a estudiar en Cachi y logró realizar su
tránsito hacia el género auto-percibido. Esta migración desde el ámbito rural al ámbito
“urbano” de Cachi, le significó poder vivenciar y experimentar sobre su propia corporalidad e
imagen. Su actual radicación en Salta Capital, es también parte de este tránsito hacia un
conjunto de intervenciones sobre su corporalidad que la acercará a la configuración deseada
para vivir su género en plenitud. Ella y su amiga María José, están juntando dinero para
viajar a Buenos Aires donde quieren realizarse algunas operaciones que las “feminizarán”
más. Salta también fue en el sitio donde Victoria pudo acreditar su identidad al realizar el
cambio registral en el documento de identidad.
Cuando le pregunto a Victoria por qué se fue de Cachi dice “Porque había mucha
discriminación, en el sentido de que, yo había dejado el colegio por el tema de
discriminación del director. El anteaño pasado iba bien en el colegio y entre junio y agosto
yo dejé por el tema del director… vicedirector. Hice la renuncia, me pase a un BSPA y en el
BSPA iba bien hasta el año pasado, volví a tener problemas con un profesor que era
director, dejé y me vine a terminar acá en Salta. Por esa situación ya no aguantaba Cachi,
por eso me tuve que venir acá. Y así como yo, no soy la primera persona a la que
discriminaron, la chica que se vino (María José) también fue discriminada y termino en un
BSPA5 rindiendo las materias”.
“Allá por ejemplo, trabajo no se consigue. La gente allá es muy machismo (sic). ‘Por qué lo
tenés a ese gay ahí trabajando’ o a ‘esa marica’. Entonces, como mi amigo, mi jefe, era
peluquera y era trans, él me dio trabajo, me hizo hacer cursos y me quedé con la peluquería,
que es algo que me gusta”.
Los espacios que para cualquiera de las demás personas resultan de libre acceso, como la
escuela o el trabajo, son espacios negados a las chicas travestis o al menos condicionado.
Sólo determinados empleos, cuyas marcas de género son más bien “femeninas” son
permitidos para ellas: la peluquería, las tareas domésticas, la costura. Sólo una de las
amigas es dueña de un comercio y desarrolla una actividad donde no es condicionada por
agentes externos.
5 Bachillerato Superior para Adultos. Es un programa educativo que ofrece las herramientas para
completar los estudios secundarios.
6 En el campo de los estudios de género, cisgénero es un término que se utiliza para definir a
personas cuya identidad de género y género asignado al nacer coinciden, es decir, es un término
utilizado para definir a personas que no se identifican como transgénero.
La peluquería se configura como un territorio, marcado de emblemas, donde las chicas
tienen potestad de ejercer agencia y donde se reconocen y son reconocidas por la
comunidad. Salir de ese territorio las enfrenta a la incertidumbre y el rechazo, ingresar en
otros territorios implica poner en conflicto los signos de los que se compone la identidad
propia, implica someterse a la mirada severa de quienes ponen en cuestión lo que dentro su
propia territorialidad es dada. Una mujer trans fuera de los límites de su espacialidad ve
cuestionada su identidad.
Esos permisos para transitar, para estar y para ejercer agencia sobre determinados sectores
vienen dados por el uso compartido de significados, por la constitución de un territorio
común del cual los pobladores de Cachi son parte. Pero las chicas trans constituyen un tipo
de territorialidad distinta que las mantiene al margen de esos espacios. Hay en sus cuerpos
marcas e intervenciones que funcionan como emblemas o estigmas que inhabilitan el
transitar o estar en determinados espacios. “Nosotras estábamos paradas ahí, en la plaza,
conversando, hablando y ya nos iban a decir (los policías) que estábamos trabajando, se
sentíamos ofendidas”, dice Victoria, poniendo en evidencia que incluso estar de pie en
determinados sitios les es vedado por el temor a que estén ejerciendo un acto ilegal, como
comerciar el propio cuerpo.
“Siempre, donde sea iba. Yo allá iba a un baile, en los bailes no me perdía ninguno.
Nosotras éramos las cuatro, juntas, siempre. Éramos amigas y no se… como que se
sentíamos únicas”
4. Palabras finales
Las historias de las personas trans van escribiéndose y siendo escritas en la corporalidad,
van ocupando un lugar en el territorio personalísimo de la propia identidad y haciéndose
carne. Cada paso entre el bullicio de la ciudad, cada incursión en nuevos territorios, cada
cliente pasando por el sillón de la peluquería o por la cama de hotel, va dejando una marca
en esas narrativas personales que se transforman en discursos sobre la piel.
Cada una de ellas, con un territorio a cuestas, se ve obligada a encontrar una nueva
localización, son deterritorializadas por una comunidad que las censura con la mirada y las
escinde, obligándolas a encontrar nuevos territorios y a construir emblemas identificatorios
que deben llevar adheridos a su propio cuerpo, interviniéndolas.
Referencias bibliográficas
Barth, F. 1976. Introducción. En Los grupos étnicos y sus fronteras, F. Barth (comp), pp: 9-
49. Fondo de Cultura Económica, México.
Duranti, R. 2011. Homos y Travestis. Algunas cuestiones para mejorar las respuestas en el
sector salud. Dirección de SIDA y ETS- Ministerio de Salud de la Nación, PNUD Regional
Centre Panamá, ONUSIDA, Argentina.
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