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Una tension expuesta es la que existe cuando intentamos articular discursos psicoanalíticos
con los aportes de las hipótesis de género, al suponer que para el psicoanálisis el motor del
funcionamiento subjetivo es el deseo, mientras que los estudios de género se referían
principalmente a las relaciones de poder. Nuestro análisis nos lleva a considerar que las
relaciones de poder están imbricadas profundamente en el repertorio deseante de mujeres y
hombres, de modo que se vuelve irrelevante la pretensión de disociarlos.
Los nuevos criterios que utilizamos para reformular los tradicionales modos de inscripción
genérica descritos habitualmente como pertenecientes a la subjetividad masculina incluyen,
en primer lugar, la noción de complejidad. p 22.
Los modos de pensar, sentir y comportarse de ambos géneros, más que tener una base
natural e invariable, se deben a construcciones sociales y familiares asignadas de manera
diferenciada a mujeres y a hombres. Por medio de tal asignación, a partir de estadios muy
tempranos en la vida de cada infante humano, unas y otros incorporan ciertas pautas de
configuración psíquica y social que dan origen a la feminidad y la masculinidad. Tal
diferenciación es producto de un largo proceso histórico de construcción social, que no sólo
produce diferencias entre los géneros femenino y masculino, sino que, a la vez, estas
diferencias implican desigualdades y jerarquías entre ambos. p. 23
Mediante esta lógica binaria, hay un sujeto posicionado en el lugar de Uno, que ocupa una
posición jerárquica superior, en tanto el Otro queda desvalorizado.
El género jamás aparece en forma pura sino entrecruzado con estos otros aspectos
determinantes de la subjetividad humana.
-Criticas a principios esencialistas, biologicistas (creer que ser varon es tener cuerpo
masculino - testosterona, instinto a la lucha, etc) criticas a principios ahistoricos e
individualistas. p 25.
Levi Straus sugiere que la división sexual del trabajo es un producto cultural para provocar
la dependencia entre los sexos.
Kate Millet (1970) establece que el patriarcado es un sistema político que tiene como fin la
subordinación de las mujeres.
¿las teorías vigentes permiten comprender las diferencias o meramente reproducen los
prejuicios y los estereotipos culturales? p.28
Logros- Hacer visible lo que no se veía. Pero enfocar exclusivamente el problema de las
mujeres lleva a no tener una visión de conjunto ya que el otro no es pensado, significado ni
deconstruído.
-Estudios de género comenzó a cuestionar sobre “la condición masculina”, es decir, cómo la
cultura patriarcal deja sus marcas en la construcción de la masculinidad, afectando sus
modos de pensar, de sentir y de actuar.
-Reconstruir los vínculos entre ambos en términos que no sean los tradicionales opresivos y
discriminatorios.
-Revolución Industrial. Hombres espacio público, mujeres espacio privado.
-Se han incorporado a los estudios de género las experiencias diferenciales de “los dos”
hombres: los que no son de raza blanca ni homosexuales, ni de sectores medios. p.31
Los estudios del género masculino han hecho suyas las premisas iniciales del feminismo de
que “lo personal es político”.
-Crítica a los discursos dualistas- Definir UN sujeto varón.
-Crítica al conocimiento positivista y apoyo al conocimiento construído.
-Lógicas binarias que dividen no sólo a los géneros en femenino o masculino, sino que,
dentro de esa misma lógica, coloca a los sujetos del mismo género dentro de posiciones
superior/inferior, dominado/dominador. p.37.
Butler (p.38) “El lenguaje psicoanalítico que intenta describir la fijeza anterior de nuestras
identidades como mujeres o varones funciona para reforzar una cierta coherencia y para
impedir convergencias de identidades de género y todo tipo de disonancias de género, o
cuando existen para relegarlas a los primeros estadios de una historia del desarrollo, y por
lo tanto normativa”
Los argumentos sociobiológicos ignoran el hecho de que las acciones humanas están
constituidas de modo colectivo y que los desenlaces sociales observados responden más al
efecto de la interacción social que a la expresión de tendencias individuales heredadas.
Primera identificación con la madre, p 48.Sienta las bases para la protofeminidad de las
niñas, pero plantea una tarea adicional para los varones.
Greenson (1968) “Des-identificarse con la madre”. Los niños varones deben revertir
tempranamente su identificación con la madre, es decir, cambiar de modelo, para establecer
su identidad masculina.
Emilce Dio Bleichmar (1998) considera que el género es una categoría psicoanalítica
porque: “..se construye a partir de la fantasmática y del deseo del otro que se implanta
instituyendo el yo del sujeto. Las distintas corrientes teóricas dentro del psicoanálisis
destacan el papel del otro humano como constructor, pero simultáneamente como factor
distorsionante, perturbador, abusador, de la singularidad del deseo, del instinto. p49.
Mientras que el psicoanálisis es una teoría que considera al deseo como motor del
funcionamiento subjetivo y la psicosexualidad es la referencia a partir de la cual se
decodifica cualquier relato, los estudios de género se refieren en última instancia a las
relaciones de poder entre varones y mujeres.
Historia de los cuerpos y no solo de las mentalidades. p 53.
El psicoanálisis intentó fundar un nivel de análisis específico para los procesos subjetivos, y
lo logró, pero no pudo evitar escapar por completo a lo que constituía la caución de
cientificidad durante el siglo XIX y comienzos del siglo XX: la referencia de los procesos
psíquicos a un sustrato biológico respecto del cual se esperaba encontrar una
correspondencia punto a punto.
Las esencias constituyen una creación ilusoria sin sustento, pero las representaciones
colectivas, aunque intangibles, son reales, y reconocemos su existencia a través de sus
efectos sociales y subjetivos. p61.
Es necesario tener en cuenta la existencia previa de la feminidad y la masculinidad cultural.
Para los fines del análisis, es necesario discriminar entre el proceso por el cual los infantes
van construyendo la representación subjetiva de las diferencias y el proceso histórico
mediante el cual se han construído las representaciones colectivas acerca de la diferencia
sexual. Estas representaciones sociales constituyen a su vez el contexto dentro del cual el
desarrollo evolutivo de los sujetos tiene lugar. p.62
Más allá de la diversidad de matices teóricos, existe consenso respecto del hecho de que
las relaciones entre varones y mujeres pueden ser conceptualizados como relaciones
sociales y, a partir de eso, analizadas desde la dimensión de las relaciones de poder. Por lo
tanto, el deseo que los une o los separa no responde de modo inmediato a la diferencia
sexual anatómica o a las urgencias de un instinto, sino que es parte de vínculos complejos
donde se articulan la sexualidad, la autoconservación y la hostilidad, bajo la forma del
dominio y la subordinación. Tanto el sentimiento subjetivo de masculinidad o feminidad
como el deseo erótico cualquiera sea su objeto, se construyen a través de un devenir
histórico que es, a la vez, individual y colectivo. p65.
Maurice Godelier (1982) considera que la primera división jerárquica, desde una perspectiva
lógica si no tambièn cronológica, ha sido aquella existente entre varones y mujeres. p. 72
Si seguimos a Elizabeth Badinter, veremos que los cuerpos masculinos son a la vez
poderosos y frágiles. Debido a que, de acuerdo con los estudios biológicos más recientes,
constituyen una diferenciación respecto de una feminidad básica común a la especie, son
más proclives a padecer trastornos genéticos. Deben luchar para sobrevivir ya que tienen
una mayor probabilidad de ser abortados, y tambièn atraviesan por un complejo proceso
para obtener la masculinidad, dependiente de la adecuada provisión hormonal durante la
gestación. A lo largo del crecimiento, experimentan más trastornos de conducta y
aprendizaje, y en la adolescencia son las principales víctimas de accidentes. Sacrificados
en las guerras, suicidas que no amenazan vanamente, mueren más temprano, siendo su
expectativa de vida unos siete u ocho años menor respecto de las mujeres.
David Gilmore (1990) define a la masculinidad como la forma aprobada de ser varón en una
sociedad determinada. Se propone estudiarla tomando como eje la interrelación entre la
organización social de la producción y la dinámica intrapsíquica. Considera que el ideal de
la masculinidad no es puramente psicogenético, sino que constituye un ideal impuesto
culturalmente, al cual los hombres deben adecuarse concuerden o no psicológicamente con
él. p. 76
Gilmore reporta que aun en sociedades donde la caza mayor nunca existió, donde la
violencia está devaluada y donde no es necesaria la cooperación económica entre hombres
para subsistir, los hombres están igualmente preocupados por demostrar su masculinidad.
Página 78. Ansiedad de castración. Gilmore considera esto psicologista y destaca que
Freud no tiene en cuenta que los niños deben ser forzados para asumir conductas definidas
como masculinas. Considero que el análisis de la ansiedad de castración que se observa en
los varones sólo se hace posible cuando se comprende la presencia generalizada de este
tipo de angustia en el contexto de la atribución imaginaria de omnipotencia al género
masculino. Los hombres temen perder lo que en realidad no tienen, de modo que
podríamos decir que temen saber acerca de los límites de su poder, conocer su
vulnerabilidad, y que este temor no deriva de una arrogancia esencial a su género, sino de
la depositación colectiva de omnipotencia de la que se los ha hecho objeto y de la cual las
mujeres hemos sido parte. p79.
Cualquiera sea la hipótesis que se prefiera, hoy en día las teorizaciones reduccionistas han
caído en descrédito, debemos buscar una articulación con sentido entre diversos órdenes
de determinación.
Stoller. Identificación primaria del niño con su madre, lo que genera una especie de
feminización inicial respecto de la cual el varoncito debe reaccionar, mientras que la niña
establece en los comienzos de su vida una sólida base para su feminidad. Desde esa
perspectiva, más que la ansiedad de castración, sostiene que la amenaza más temida para
el niño es el retorno a la simbiosis con la madre, donde se perdería su sí mismo
independiente. Por lo tanto, la lucha por la masculinidad es una batalla contra los deseos
regresivos, una “revuelta contra la infancia”.
Los conflictos que llevan a las mujeres al terror y que impulsan a reclamar la protección
masculina, derivan de la amenaza surgida de los hombres de las otras comunidades.
Pagina 91. Los chinos expresan su masculinidad rehusando concurrir a la consulta médica,
ya que atenderse no es viril. Dado que los chinos proscriben el individualismo, el hombre
ideal debe desarrollar coraje, confianza en sí mismo, iniciativa en su trabajo y ser
disciplinado e independiente, en especial respecto de las mujeres. Nunca deben quejarse.
Entre los varones hindúes existe un notable temor a la impotencia. En Japón es muy
importante conciliar los intereses privados con el interés general. El camino hacia la
masculinidad es duro y supone pruebas. Existen tradiciones guerreras, vinculadas al código
samurai o bushido, que mantienen una lealtad ciega hacia el señor y su familia, o sea una
lealtad no cuestionada hacia la autoridad constituida. El egoísmo es un vicio mayor, y el
autosacrificio es valorizado (ejemplo Kamikazes). En las mujeres se cultiva la “verguenza” y
las virtudes domésticas. p.94
En tahití, los hombres no parecen mas agresivos que las mujeres, y las mujeres no son mas
suaves o maternales que los varones. No existe división sexual del trabajo, ni angustias
para probar la masculinidad. En las conversaciones, los hombres no muestran rechazo por
identificarse con posiciones femeninas. El afeminamiento masculino es frecuente y
aceptado.
Las culturas que crearon la ideología de la masculinidad parecen ser, de acuerdo con
Gilmore, aquellas que eligieron luchar para sobrevivir. Los pueblos que eligieron huir ante el
peligro, no necesitaron construir ideologías de la masculinidad. p.99
Los hombres deben en la mayor parte de las culturas: -fecundar a las mujeres - proteger del
peligro a quienes dependan de ellos - proveer a sus descendientes y parientes.
El feminismo ha tornado visibles los perjuicios que el sistema sexo género caracterizado por
la dominación masculina ha ocasionado a las mujeres, para permitir con posterioridad la
percepción de algunos inconvenientes ocultos en la aparentemente favorecida condición
masculina.
Engels considera que las mujeres sufrieron una derrota histórica a partir de la acumulación
de riquezas por parte de los varones, consecutiva al desarrollo de la agricultura de arado y
de la ganadería. Godelier parece sugerir que las jerarquías tienen un origen menos material,
más relacionado con el poder y con el narcisismo.
Legitimidad y sentido a las jerarquías ya existentes, p104.
Ceremonia masculina lleva años. Ceremonia femenina: aceptar el dominio masculino (p.
110 y 111)
Estas jerarquías entre varones constituyen la consecuencia lógica de una sociedad que
inicia su estratificación a partir de la dominación masculina sobre las mujeres. Robert Conell
(1996) describe la existencia de múltiples masculinidades, entre las cuales diferencia una
masculinidad hegemónica, que representa el ideal viril y sirve como criterio organizador
para todos los hombres. p 112.
p. 115 “los niños varones deben desarrollar barreras intrapsíquicas contra su deseo de
fusión con la madre. Este proceso se ve favorecido por el proceso madurativo. El niño crea
en los casos favorables, una angustia de simbiosis. La masculinidad social convencional es
el resultado de esta defensa contra la simbiosis e implica envidia y temor a la mujer,
necesidad de mantenerla a distancia y rebajarla aunque se la desee. La rudeza, el
machismo y la homofobia son manifestaciones defensivas para renegar de cualquier
aspecto femenino de sí mismo.
Concluye además que si se supera la simbiosis y se instala la separación psicológica con
respecto de su madre, un niño puede avanzar hacia cuestiones edipicas, o sea, desear
tenerla para sí en lugar de ser como ella. Para ese fin se identificará con el padre, a quien
admira.
La gran mayoría de los hombres ha construído su psiquismo sobre la base del repudio de la
dependencia. p.116.
Esta lógica de la diferencia sexual que jerarquizaba a los hombres como más fuertes, más
inteligentes, más valientes, más responsables ha entrado en crisis en estos ultimos
decenios, en particular los principios en los que se basa: esencialismo, naturalismo,
biologicismo, individualismo, ahistoricidad.
Página 132. “en la afirmación en el pilar 1, los trastornos subjetivos serán acordes con la
evitación de toda semejanza con los rasgos típicamente femeninos, por ejemplo, la
emocionalidad, la pasividad, etc. Lo deseado/temido que aquí se juega es el opuesto
macho/maricón, con su derivado hetero/homosexual. En la afirmación expuesta en el pilar 2,
los trastornos de la subjetividad serán derivados de: a) el sentimiento de fracaso, b) la
búsqueda imperativa del éxito. Según Bonino, en este pilar ser varón se sostiene en el
poder y la potencia, y se mide por el éxito, la superioridad sobre las demás personas, la
competitividad, la posición socioeconómica, la capacidad de ser proveedor.
Si la masculinidad se afirma en el pilar 3, los rasgos de la subjetividad enfatizarán la
polaridad agresividad/timidez. Según este pilar la hombría depende de la agresividad y la
audacia y se expresa a través de la fuerza, el coraje, utilizar la violencia para resolver los
conflictos.
El eje en el pilar 4 probablemente se asocie a la polaridad duro/blando y se afirme en la
cualidad de la dureza emocional y el distanciamiento afectivo. La frase “los hombres no
lloran” caracterizaría esta posición.
Protofeminidad- refuta la teoria de masculinidad primaria innata que había postulado Freud.
Stoller, Badinter, allí donde Freud reduce la bisexualidad originaria al primado de la
masculin idad, en los dos primeros años de vida, Stoller sugiere que dicha bisexualidad
originaria se reduce al primado de lo femenino.
Tanto Stoller como Emilce Dio Bleichmar (1985) afirman que existiría una identidad
femenina primaria que llena de satisfacción a la niña, pero que, en el caso de los niños,
deviene un obstáculo que debe superarse. La masculinidad se crea y es secundaria.
Los comportamientos que las sociedades patriarcales definen como masculinos están
elaborados, en realidad, con maniobras defensivas. p. 134.
Cuando no existe una fuerte identificación personal con hombres, el hijo de un padre
ausente -fenómeno habitual en nuestra sociedad- elabora un ideal de masculinidad
identificándose con las imágenes culturales de lo que es ser un hombre.
Badinter, p. 136. La madre está biológicamente determinada para ello (?) cuidados.
Rol de padre como ley, distante de lo afectivo. (según los psicoanalistas)
Psicoanálisis ayudó a la representación de padre lejos de toda afectividad. Función de
entrada cultural.REFLEXIONAR.
Primacía del falo- Envidia al pene. La teoría del patriarcado eterno y necesario en la que se
respalda para justificar la primacía del falo resulta hoy caduca: el poder de los hombres
sobre las mujeres, definidas como objetos de intercambio, parece una representación propia
de cierto momento histórico- social, insostenible a medida que avanzan las investigaciones
actuales y las transposiciones socio-históricos. p 139
Si ya no podemos asumir que la masculinidad es algo natural ¿qué significa que las
masculinidades esten social e históricamente construídos? En primer lugar, ayuda a pensar
que no hay un solo modelo al que los hombres se tengan que ajustar.
Se ha responsabilizado a las mujeres de ser causa de excitación. Los varones han tardado
mucho tiempo en colocar en su sitio a su propia responsabilidad por su sexualidad y en
aprender a plantear sus experiencias en diferentes términos. No se considera al cuerpo
como parte de la construcción subjetiva de cada ser humano. (Cuerpo-mente, agresividad
proveniente del cuerpo, mente racional). p. 140 a 144.
Es necesario que los hombres realicen “su revolución silenciosa” en el interior del hogar, en
los vínculos conyugales y familiares y que también sea parte de la subjetivación propia del
género masculino el trabajo de amor y de cuidar. De lo contrario, nos mantendremos en la
vieja dicotomía en que las mujeres ejercen el poder de los afectos y los hombres el poder
racional y económico. Si esto es así, encontraremos que las mujeres seguiremos ocupando
posiciones subjetivas ligadas a tener influencia, pero no a adquirir poder. Tener influencia
consiste en incidir sobre las maneras de pensar y de sentir de los otros, mientras que
adquirir poder consiste en contar con todas las herramientas necesarias para decidir sobre
lo que otros hacen. p. 145.
El género puede considerarse como un dispositivo social que interviene de forma definitoria
en la constitución temprana de la subjetividad. No podemos referirnos a una infante neutro
p. 149.
Los sistemas de género se han caracterizado hasta ahora por el dominio masculino, y esta
modalidad de la relación entre los géneros ha contribuido a plasmar subjetividades.
Caracteristica sexual de los hombres, la jactancia.
La obsesión por el desempeño constituye otro de los emblemas de la masculinidad
heterosexial “normal”.
Stoller (1968) considera que el necesario proceso de desidentificación con respecto a la
madre, constituye el determinante principal de la difusión de un estilo de masculinidad
misógino, homofóbico, sádico y perverso.
La imagen del varón como un sujeto siempre excitable, obsesionado por el sexo, se asocia
con el dominio. p. 159.
Aunque Freud (1921) atribuye a las mujeres un monto mayor de celos, la observación
clínica no confirma esa hipótesis. Los celos masculinos son más evidentes y violentos,
porque la infidelidad amenaza el dominio. Ya que la dama “si le devuelve la gentileza”,
expone a su poseedor a ser sometido por el otro varón, perdiendo así su estatuto
sociosimbólico. p. 162.
Habría que identificar las razones por las cuales en el discurso psicoanalítico se tiende a
homologar feminidad con pasividad.
Hemos descrito diversos contextos culturales, históricos y sociales dentro de los cuales la
masculinidad no se asociaba necesariamente a la expresión de violencia ni de formas de
descarga de la hostilidad mediante ejercicios de dominación. Parecería que si bien existen
para cada sexo factores predisponentes convocados por su disposición genética, serán
necesarios factores precipitantes dentro del contexto cultural e histórico para que estos se
desplieguen.
Estudios como los recién analizados enfatizan la importancia del despliegue de la hostilidad
en sociedades de dominación masculina, “los hombres guerreros dispuestos a la lucha
como instrumento de conquista y dominación”.
Ello implica cultivar la agresividad en los hombres que serán destinados a defender el
campo de batalla.
Además, cuanto más estimula una cultura los rasgos patriarcales, más se asociará la
masculinidad con la incorporación de la violencia como eje constitutivo de ser varón. Se la
naturalizará mediante creencias, mitos o disciplinas científicas que tiendan a convalidar la
hipótesis de que el cuerpo masculino está naturalmente predispuesto para la penetración, la
conquista, el dominio, por su mayor fuerza física y su mayor aparato muscular que el de las
mujeres, por su testosterona, etc. p. 204.
Quien dice subordinación de un sexo a otro dice también diferentes formas de violencia que
ejerce el sexo que domina sobre el otro: violencia física (golpes, heridas) y psicológica
(desprecios, insultos)
En tanto los niños podrán aguardar el momento de su propia posición como adultos en la
sociedad para ejercer semejante ejercicio hostil contra otros, a los niños les espera otro
destino: el de la represión de la hostilidad y su transformación bajo otro tipo de conductas,
entre ellas su transformación en amorosidad, altruismo, generosidad, actitudes de cuidados.
Además de las formaciones socioculturales y económicas que convalidan la dominación
masculina por medio de la hostilidad y la violencia, existen también algunas hipótesis como
las que se encuentran en los textos freudianos sobre el surgimiento de la hostilidad en la
construcción de la subjetividad, y los difíciles procesos de elaboración que se dan en
varones o en mujeres. p. 205.
La fuerza mayor de un individuo puede ser compensada por la asociacion de varios de los
más débiles: la violencia es vencida por la unión. El poderío de los unidos representa
entonces el derecho. p.206.
En cambio, parecería que en esta distribución a los varones les correspondería el desarrollo
del deseo hostil diferenciador, de autoafirmación con el despliegue de la hostilidad hacia
otros, en tanto que la observación en las niñas revela que sus movimientos de
autoafirmación se diferencian y disocian del ejercicio de la hostilidad. p. 211.
Un varón será más agresivo cuando haya internalizado esa modalidad de vinculación a
partir de la pareja parental, por identificación con un padre violento. p. 213.
Hay numerosos estudios que analizan los fenomenos de la violencia masculina en la familia.
Uno de ellos se refiere a las “locuras privadas” (Green, 1990). Se trata de hombres que
expresarían ese tipo de conductas violentas solo en la intimidad familiar, en tanto que su
conducta extrafamiliar es absolutamente adaptada al entorno. Una de las condiciones para
que esas “locuras privadas” se produzcan es que esas familias se hallen en relativas
condiciones de aislamiento social, sin muchos nexos sociales con otras familias o con
instituciones que denuncien la anomalía. También suelen potenciar los recursos de
resistencia de los más débiles.
En cuanto a los modos de alivio de la tensión psíquica que se descarga agresivamente
sobre otros, los cuales se reducen en aquellas familias donde habría un hombre que tiende
a regular la conducta del resto de los miembros del grupo mediante el ejercicio de la
violencia, podríamos aplicar el concepto sugerido por Freud en El malestar en la cultura
(1930) cuando aludió a descargas agresivas que eluden la acción directa. por ejemplo
cuando se trata de violencia invisibles- Freud se preguntó por qué “la ley no alcanza las
manifestaciones más discretas y sutiles de la agresividad humana”.
Otros estudios novedosos que analizan la subjetividad masculina desde la perspectiva
psicoanalítica incluyen el análisis de Ballier (1996) donde describe a la conducta violenta
como un acto de perversidad, diferenciándolo de las caracterizaciones más tradicionales
hasta ahora en psicoanálisis. La conducta violenta tendría como núcleo el desconocimiento
del otro como sujeto, y la perversión se organizaría alrededor de la noción de sadismo,
ligada a cierto modo de erogeneidad cuyo aspecto central es hacer sufrir al otro a partir de
su reconocimiento como sujeto sufriente, el efecto es borrar la subjetividad del otro, anularlo
como sujeto. p. 215.
Corsi, (1995) afirma que las formas violentas de relación son el producto de identificaciones
con un modelo familiar y social que los acepta como procedimientos viables para resolver
conflictos, y que un alto porcentaje de hombres golpeadores han sido víctimas o testigos
infantiles de violencia en sus familias de origen (p. 216)