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9. Cfr. A. DIEZ MACHO, Derás ')' exégesis del Nuevo Testamento, «Sefarad»,
35(1975)42. También D_ MuÑoz LEON insiste una y otra vez en la misma idea
(cfr. o. c., p. 12, 206, 303. En p _ 228 dice: «El Derás neotestamentario es de cumpli-
miento mesiánico pero con la originalidad con que el cumplimiento se ha realizado.
De ahí se desprende que el principio fundamental del Derás neotestamentario es
Cristo».
10. A este respecto afirma A. DEL AGUA: «En consecuencia, el deras, enten-
dido como interpretación, actualización y recurso al texto bíblico, es la herme-
néutica empleada por el primitivo cristianismo para proclamar y presentar la per-
sona y obra de Cristo. Dicho procedimiento derásico, tal como se viene afirmando,
hunde sus raíces en una mentalidad hemenética (sic), común con el judaísmo an-
tiguo, sin cuyo conocimiento resulta imposible hacer exégesis cientÍfica del Nuevo
Testamento» (El método midrásico y la exégesis del Nuevo Testamento, Madrid 1985,
p . 84).
11. R. Le DÉAUT, La Nuit Pacale, Roma 1983, p_ 201.
12. Cfr. D . MuÑoz LEÉON, o. c., p_ 17, 539, etc.
13. 0 _ c., p. 213 .
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27. Cfr. Os 2, 16-18; 1s 24, 4-8; 62, 4; Ez 16; etc. Cfr. L. A. SCHOOKEL, Simbo·
li matrimoniali nell 'A ntico Testamento, en G. De Genaro, L 'antropología biblica,
Nápoles 1981, p. 365-375.
28. Cfr. Apc 19, 7-9; 21, 2.
29. Eph 5, 25-26.
30. Cons. dogo Lumen gentium, n. 8.
31. Cfr. Jn 1, 35. 37. 39.
32. Cfr. Jn 1, 7; 3, 30.
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el Profeta por excelencia, pues nadie habló de parte del Padre como
El lo hizo. Se cumplían así los oráculos que, además del Canto de
la Consolación ya citado, hablaban de un mensajero que marcharía
delante del Mesías para anunciarlo y preparar su llegada 33.
Otra novedad y cumplimiento está en la presentación de Jesús
como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo 34. Con ello
se anuncia un sacrificio distinto, aparece una víctima nueva, distinta,
mejor. N o es fácil determinar el significado de este título cristológi-
co, así como saber que oráculos del Antiguo Testamento lo anuncia-
ron 35. Los Padres griegos ven aquí al Siervo de Yahvé que Isaías
canta como mudo cordero que, llevado al sacrificio, carga con nues-
tras dolencias y es molido por nuestras culpas, herido por nuestras
rebeldías 36. Los Padres latinos, en cambio, acuden al sacrificio del
cordero pascual con cuya sangre fueron pintados los dinteles de las
casas hebreas, como señal salvadora ante el exterminio de los primo-
génitos de Egipto 37. Hay otro texto que se aduce a la hora de in-
terpretar la figura del Cordero de Dios. Se trata del sacrificio de
Isaac, la aquedá, tema frecuente en los escritos rabínicos 38. Según el
relato del Génesis, Isaac pregunta a su padre por el cordero del sa-
crificio que van a ofrecer a Yahvé en el monte Moría, a lo que
Abrahán responde que Dios proveerá 39, aunque estaba decidido a
entregar en sacrificio a su hijo. El cumplimiento de esta figura se
confirma con lo que el Señor dice a Nicodemo: «Tanto amó Dios
al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito» 40. Sin embargo, se
da la gran diferencia que el sacrificio de Isaac no se lleva a cabo,
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mientras que el de Cristo sí. Por todo ello podemos afirmar que,
también aquí, tenemos una novedad y un cumplimiento en ple-
nitud.
Otra novedad a destacar en esta sección que estudiamos es la
del nuevo y decisivo Bautismo del que el Precursor habla. El dice
a los enviados desde Jerusalén, para averiguar quien era y qué pre-
tendía, que su bautismo era sólo con agua, preparando así a las gen-
tes que acudía a él para recibir al Mesías que estaba para llegar, ése
que estaba ya en medio de ellos y a quien él no era digno de desta-
car las cuerdas de sus sandalias. Termina diciendo que «ése es el que
bautiza en el Espíritu Santo» 41. El bautismo de Juan estaba en la
línea de los bautismos judíos por inmersión, y de las abluciones ri-
tuales para quitar las impurezas legales. El bautismo judío se celebra-
ba también como rito de iniciación para aquellos que, como los pro-
sélitos, entraban a formar parte del pueblo elegido. De forma
similar en los esenios de Qumrán se practicaba un bautismo con
aquellos que entraban a formar parte de la comunidad 42. El bautis-
mo de Juan, aunque era similar a los de su época como dijimos, te-
nía la particularidad de que se administraba para preparar a quienes
lo recibían para la venida del Señor. Por eso les exhortaba a la con-
versión y a la confesión de los pecados 43. Se trataba, pues, de un
rito de penitencia en orden a la venida del Mesías. De ese modo se
cumplían las profecías que hablaban de una purificación, previa a los
tiempos mesiánicos 44.
Sin embargo, aquel bautismo no quitaba los pecados. Aunque
no era un mero lavatorio pues removía al hombre a la conversión,
no podía limpiar el pecado. Por ello si el Bautista reconoce que sólo
Cristo es el que bautiza en el Espíritu Santo, o lo que es lo mismo,
el que regenera radicalmente al hombre, gracias a la acción del Espí-
ritu Santo. Sobre esta nuevo Bautismo se vuelve a tratar más adelan-
te, en esta misma sección 45, contraponiendo el bautismo de Juan al
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5l. Jn 1, 45-46.
52. Jn 1, 50-5l.
53. Cfr. X. LEON-DUFOUR, Lectura del Evangelio de Juan, Salamanca 1989, p.
158.
54. Cfr. M. E. BOISMARD, El prólogo de San Juan, Madrid 1967, p. 8255.
55. Cfr. X. LEON-DoUFOUR, Lectura del Evangelio de Juan Jn 1-4, Salamanca
1989, p. 93-94.
56. Cfr. Jn 2, 13-22. También en Jn 7, 37-39 Y 19, 34 hay una evocaci6n del
templo. Cfr. A. GARcÍA-MoRENo, El Templo nuevo, «Nova et Vetera»,
15(1990)21-53.
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57. Cfr. F. MANNS, Le troisiéme jour et les noces Cana, 40(1978)160-163.
58. Cfr. G. GIAVINI, Jl segno di Cana (Giov 2, 1·11), «Parole di Vita»,
15( 1970)349-355.
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Facultad de Teología
Universidad de Navarra
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