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EN TORNO AL DERÁSH EN EL IV EVANGELIO

ANTONIO GARCíA-MORENO

Hace unos años, en Abril de 1984, durante el VII Simposio In-


ternacional de la Facultad de Teología de la Universidad de Nava-
rra 1, hubo una mesa redonda en torno a una ponencia de Miguel
Pérez en la que se dijo que no se podía entender el Nuevo Testa-
mento si no se conocía el método deráshico y la interpretación mi-
dráshica. Intervine entonces considerando que decir aquello era exa-
gerado. De admitirlo llegaríamos a la conclusión de que todos los
exégetas antiguos, incluidos los Padres y Doctores de la Iglesia, no
entendieron ni supieron interpretar correctamente los libros sagra-
dos. Lo cual me parece un despropósito.
Quizá no debió sorprenderme como si fuera una novedad dar
tanta importancia a la cuestión, cuando en realidad ya hacía mucho
tiempo, antes de los años cincuenta, que se venía mirando con inte-
rés hacia los escritos coétaneos a la redacción del Nuevo Testamen-
to, así como a los métodos rabínicos de interpretación 2. U no de

1. Cfr. Varios, Biblia y hermeneútica, Pamplona, 1986.


2. Hace casi cuarenta años escribía R. BLOCH: «Que pour toute étude sérieuse
du Nouveau Testament et des origins chrétiennes la connaissance du milieu juif
contemporain, de sa littérature, de ses traditions, de ses courants dídées, etc., soit
indispensable, voila qui est théoriquement admis et répété a l'envi par tous, on peu
sén faut, depuis des dizaines d'annés», (<<Recherches de Science Religieuse», 43
(1955)195). Diez años después, R. Le DÉAUT repetía la misma idea (Cfr. Tradition
juive et exégese chrétienne, en «Jalones de la Historia de la Salvación en el Antiguo
Testamento». XXVI Semana Bíblica Española-Coloquio bíblico internacional. Ma-
drid, C. S. 1. c., 1965, II, p. 7). J. LUZÁRRAGA decía que «el estudio de este méto-
do (el rabínico) de pensamiento e interpretación es, pues, esencial al estudio exegéti-
co, cuando se trata de comprender la mente del autor inspirado, formado en las

SCRIPTA THEOLOGICA 25 (1993/1) 33-48 33


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los más insignes especialistas en este campo, A. Díez Macho, escri-


bía: «no podremos hacer exégesis cientÍfica de los dos Testamentos
sin conocer a fondo el derásh, la hermenéutica judía antigua, sus
presupuestos y sus extraños procedimientos»3. Esto me parece más
razonable y más exacto. Es decir, una exégesis científica actual exige
el conocimiento de los datos que hoy poseemos. Pero ello no quiere
decir que sin estos medios no se haya podido interpretar el Nuevo
Testamento. También conviene recordar la observación que hace al
respecto De la Potterie cuando advierte que ciertos círculos se incli-
nan a volver al medio judaico, de donde han surgido los evangelios,
para establecer una exégesis «judía». En contra de esa postura consi-
dera que no se debe ser demasiado ingenuos. Es interesante, desde
una cierta perspectiva, una lectura judía del Evangelio, pero sólo co-
mo punto de partida.
Con Jesucristo algo totalmente nuevo se ha iniciado. Quienes
no van más allá de la exégesis rabínica no son cristianos, sigue di-
ciendo De la Potterie. «Dominus totam novitatem attulit semetip-
sum afferens», afirmaba S. Irene0 4 • Por su parte R. Guardini lo de-
cía así: «Jesus ist der absolute Anfang», Jesús es el Comienzo
absolutoS. Si uno acepta la Encarnación, uno admite que en la his-
toria ha tomado tierra una intervención vertical, que no será esclare-
cida sólo por el pasado, precisamente porque es una ingerencia de
lo trascendente en la historia.
Pero esa «ingerencia», sin olvidar la vertiente trascendente, se
ha realizado en el tiempo y de acuerdo a las costumbres y modos
de los hombres, de unos hombres concretos que en nuestro caso son
los habitantes de la provincia romana llamada Palestina. Por ello es
necesario volver a esa época.

sinagogas judías» (principios hermenéuticos de exégesis bíblica en el rabinismo primiti-


vo, «Estudios Bíblicos», 30(1971)1790). En el mismo sentido se pronuncia A. DEL
AGUA PÉREZ, El método midráshico y la exégesis del Nuevo Testamento, Madrid
1985, p. 30.
3. Derás y exégesis del Nuevo Testamento, <<Sefarad», 35(2975)41.
4. Adversus haereses, IV, 34, 1 (Se, 100, 846).
5. efr. L DE LA POTTERlE, La passion de Jésus selon S. Jean, Paris 1988, p.
207.

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EN TORNO AL DERÁSH EN EL IV EVANGELIO

Desde luego no se puede admitir que el Nuevo Testamento


sea un Midrash, como se ha llegado a decir 6. Eso daría una falsa
idea, pues no es un Midrásh en el sentido del género literario a
que se aplica este término. En efecto no se trata de un comenta-
rio al texto bíblico ni tampoco es una traducción del Antiguo T es-
tamento, ni es un Midrásh Pesher ya que no es un comentario a
los textos antiguos bíblicos con aplicaciones a la comunidad, y mu-
cho menos es un comentario alegórico al estilo del apócrifo del
Génesis. Es verdad que si se entiende el Midrásh como un escrito
que reconoce al Antiguo Testamento y lo aplica, el Nuevo Testa-
mento sería un Midrásh, pero es una noción tan vaga que se podría
aplicar a la Suma Teológica o a la Divina Comedia. «En conjunto,
pues, -sigue diciendo Muñoz León- creemos que la calificación del
N. T. como Midrásh no es acertada o al menos resulta equívoca,
principalmente porque el N. T. no intenta comentar el A. T. sino
confirmar la proclamación del Evangelio como conforme a las escri-
turas. De ahí nuestra preferencia por el término Derásh» 7. Los ha-
giógrafos cristianos ven el Antiguo Testamento como el conjunto de
escritos sagrados que hablan de Cristo y lo que tratan de hacer es
comprobar cómo en Jesús se cumplen y realizan las promesas y vati-
cinios antiguos. «La búsqueda de las Escrituras cumplidas en Cristo
que es el objeto del Derásh neotestamentario tiene como finalidad
y resultados el conocimiento más profundo del acontecimiento re-
dentar» 8.

6. Asi R. GoRDIS (cfr. «Catholic Biblical Quarterly» 33(1971)97-100) sostiene


que el NT, como un midrash, o según la terminologia de Qumran un peser, es una
interpretación del Antiguo Testamento en función de los dichos y hechos de Jesús.
También J. W. DOEVE, (cfr. Le role de la tradition orale, p. 78, en La formation
des Evangiles (Recherches Bibliques II), Louvain 1975), afirma que los evangelios,
al igual que los midrashim, se presentan como ensayos de interpretación de las Es-
crituras. También dice (cfr. o. c., p. 70-74) que el Midrásh cristiano se hada incor-
porado los hechos y aplicaciones cristianas en las lecturas de los libros santos según
el orden en que se ldan. En ese sentido se pronuncia también GUILDING. MuÑoz
LEÓN opina que eso es posible pero «lo normal ha debido ser que la proclamación
del cumplimiento haya servido de centro de interés para la búsqueda, lectura y co-
mentario de los lugares biblicos». (Verás. Los caminos y sentido de la Palabra divina
en la Escritura, Madrid 1987, p. 262).
7. O. c., p. 263.
8. O. c., p. 539.

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Por tanto, el concepto de cumplimiento es fundamental en el


derásh neo testamentario. Es lo que lo distingue del derásh judío. Es-
te es un comentario a los libros del Antiguo Testamento, mientras
que los escritos neotestamentarios sostienen que cuanto se dijo en
la Ley y los profetas se realiza y cumple en Jesucristo 9. El Reino
que predica Cristo realiza lo anunciado y prometido por los anti-
guos profetas. Por ello es preciso el recurso al Antiguo Testamento
y ello según la hermenéutica judía que es la empleada por los prime-
ros cristianos, judíos en su inmensa mayoría 10. No obstante, las
huellas de la halakáh o la hagadá hebreas no son una mera repeti-
ción o una simple prolongación, «mais toujours d' acomplissement»,
si no siempre de un cumplimiento ". También se ha llamado de-
rásh confirmativo pues, en definitiva, de lo que se trata es de com-
probar cómo el acontecimiento Cristo está confirmado en el Anti-
guo Testamento. Por eso también se ha dicho que es un derásh
selectivo ya que selecciona aquellos pasajes que de modo más claro
hablan de Jesucristo, en que se actualiza cuanto se predijo antigua-
mente 12. Por eso «el contenido del Derásh neotestamentario es ra-
dicalmente de cumplimiento mesiánico. Esa es su característica funda-
menta},} 13 . Es aquí donde se justifica y explica el interés por los
estudios de la exégesis judía, sobre todo a la hora de interpretar el
IV Evangelio, el más cercano a la literatura deráshica y también a
la apocalíptica judía.

9. Cfr. A. DIEZ MACHO, Derás ')' exégesis del Nuevo Testamento, «Sefarad»,
35(1975)42. También D_ MuÑoz LEON insiste una y otra vez en la misma idea
(cfr. o. c., p. 12, 206, 303. En p _ 228 dice: «El Derás neotestamentario es de cumpli-
miento mesiánico pero con la originalidad con que el cumplimiento se ha realizado.
De ahí se desprende que el principio fundamental del Derás neotestamentario es
Cristo».
10. A este respecto afirma A. DEL AGUA: «En consecuencia, el deras, enten-
dido como interpretación, actualización y recurso al texto bíblico, es la herme-
néutica empleada por el primitivo cristianismo para proclamar y presentar la per-
sona y obra de Cristo. Dicho procedimiento derásico, tal como se viene afirmando,
hunde sus raíces en una mentalidad hemenética (sic), común con el judaísmo an-
tiguo, sin cuyo conocimiento resulta imposible hacer exégesis cientÍfica del Nuevo
Testamento» (El método midrásico y la exégesis del Nuevo Testamento, Madrid 1985,
p . 84).
11. R. Le DÉAUT, La Nuit Pacale, Roma 1983, p_ 201.
12. Cfr. D . MuÑoz LEÉON, o. c., p_ 17, 539, etc.
13. 0 _ c., p. 213 .

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Como muestrario somero de cuanto acabamos de decir, nos


vamos a fijar en algunos pasajes de la primera sección 14 del Libro
de los Signos, o parte primera del Evangelio según San Juán, donde
se destaca el cumplimiento de lo antiguo mediante realidades nuevas
que, sin un rompimiento radical con lo anterior, presentan una clara
novedad, un cumplimiento no sólo por sustitución, sino también
por plenitud y superación.
Ya en la introducción histórica de la sección, la llamada Sema-
na inaugural, recuerda con sus siete días la nueva creación, insinuada
ya antes en el Prólogo 15. También allí se habla del cumplimiento
del Canto de la Consolación con la venida de Cristo, el Verbo que
se hace carne, uniendo en Sí mismo la eternidad divina y la caduci-
dad efímera del hombre, cuya contraposición señala con vigor el
Deuteroisaías, cuando dice que toda carne es como flor del heno,
que se abre lozana al amanecer y se cierra marchita al caer la tarde.
En cambio, el Verbo de Dios permanece para siempre 16. Por otra
parte, en estos relatos iniciales, la figura del Bautista es presentada
como la voz que clama en el desierto, para preparar los caminos del
Señor. Se da así cumplimiento a otro verso del Canto de la Consola-
ción 17, que anuncia un nuevo éxodo, pero esta vez con Yahvé al
frente que, como un pastor, conduce a su rebaño a la nueva Tierra
de promisión 18. De esta forma se anuncia una nueva época que
con Cristo se inicia.
Otra novedad y cumplimiento podemos ver cuando Juan el
Bautista, refiriéndose al Señor, dice que no es «digno de desatar las
correas de sus sandalias» 19. Así pone de manifiesto, una vez más,
su inferior condición respecto de Cristo. En efecto, según las nor-
mas judías, el desatar las correas a una persona, por ejemplo para
lavarle los pies al llegar a una casa 20, era un servicio tan humillan-

14. Cfr. Jn 1, 19·4, 54. Seguimos la división presentada en la última edición de


la Sagrada Biblia. Santos Evangelios, Pamplona 1990, pp. 1101·111I.
15. Cfr. M. E. BOISMARD, El prólogo de San Juan, Madrid 1967, p. 159ss.
16. Cfr. Is 40, 6-8.
17. Cfr. Is 40, 3-4.
18. Cfr. Is 40, lI.
19. Jn 1, 27.
20. Cfr. Lc 7, 44.

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te que no se podía imponer a ningún hijo de Israel. Tampoco un


rabino podía exigir a un discípulo que le lavase los pies en la Ultima
Cena 21. De ahí que las palabras del Bautista manifiesten su gran
humildad al considerarse indigno de servir a Jesús con uno de los
más bajos oficios que s6lo un esclavo extranjero podía realizar.
Junto a esta interpretaci6n, repetida tradicionalmente, hay otra
que hoy gana terreno, sin excluir, a mi entender, a la anterior 22.
El desatar la sandalia a uno para quitársela, formaba parte del rito
de la ley del Levirato. Ocurría cuando uno renunciaba a casarse con
la mujer del hermano, o se le privaba de dicho derecho. Así, pues,
cuando aquel que debía casarse con la cuñada se negaba a cumplir
su deber, perdía su derecho, que pasaba al pariente más pr6ximo.
Entonces el que asumía la obligaci6n de dar descendencia al pariente
difunto, le quitaba la sandalia al otro que, desde ese momento per-
día todo derecho sobre la mujer. En el libro de Ruth tenemos el ca-
so de Booz23. Era una ceremonia muy antigua, reflejada en el Deu-
teronomio cuando se habla de la casa del descalzado en un sentido
peyorativo 24. El rito parece cambiar según los casos o la época,
aunque siempre se daba el despojo del zapato como señal de la deja-
ci6n o pérdida de un derecho.
A esa circunstancia se referiría el Bautista, según esa otra inter-
pretaci6n que venimos comentando. La encontramos ya en S. Am-
brosio y en S. Jer6nimo 25. En este caso Jesús es considerado como
el que tiene derecho a la Esposa, es decir que s6lo El es el Esposo.
En esta misma secci6n, un poco más adelante, el Bautista trata de
este tema de forma clara al decir que quien tiene derecho a la Espo-
sa es el Esposo, y que él no es más que el amigo del Esposo26. La
figura del Esposo y la imagen de los esponsales aparecen con fre-

21. Cfr. Jn 13, 6-15.


22. Cfr. P. PROULK-L. A. SCHOKEL, Las sandalias del Mesías Esposo, «Bibliea»,
59(1978)1-37_
23. Cfr_ Rt. 4, 7.
24_ Cfr. Dt. 25, 9-10_
25. Cfr. S. AMBROSIO, De rule, 3, 10; PL 16, 604. S. Jerónimo, en los comenta-
rios a Mt 3, 11 Y Me 1, 7; PL 26, 30 Y 30, 593.
26. Cfr. Jn 3, 29. Cfr. R. INFANTE, L'amico dello sposo, figura del ministero de
Giovanni Battista nel quarto vangelo, «Rivista Bibliea», 31(1983)3-19_

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EN TORNO AL DERÁSH EN EL IV EV ANGEUO

cuencia en el Antiguo Testamento, sobre todo en los Profetas 27.


Con ello hablan del amor de Yahvé para con su pueblo, y de la infi-
delidad de éste para con ese divino amor.
Por eso presentar a jesús como el Esposo sugiere el cumpli-
miento de cuanto se había anunciado en la antigüedad. En este senti-
do se habla en el Apocalípsis de las bodas del Cordero, y de la Es-
posa que baja del cielo ataviada como una novia para las nupcias 28 •
Por tanto, la frase del Bautista en relación con la sandalia de Cristo,
así como su condición de amigo del Esposo, nos introduce en esa
nueva época en la que la Esposa ya no será nunca infiel al Esposo,
pues El «se entregó por ella para santificarla... » 29. Así pues, a partir
de Cristo la Esposa no volverá nunca a romper la alianza, ahora ya
nueva y eterna. Es la gran diferencia entre el antiguo y el nuevo Is-
rael, entre la esposa de la vieja época y la Esposa de la Nueva Era.
Aquella fue infiel una y otra vez. La nueva Esposa es en sí misma
santa para siempre, como confesamos en el Credo, aunque al recibir
en su seno a los pecadores aparece «santa al mismo tiempo que nece-
sitada de purificación constante» 30. Esto pudiera parecer una con-
tradicción. Pero no lo es. Sobre todo si aceptamos que la Iglesia es
en definitiva un Misterio.
También marca la nueva era la figura del Bautista cuando, ro-
deado de sus discípulos, señala a jesús como el que había de venir,
y de paso a los suyos para que se vayan detrás del nuevo Maestro,
a quien siguen y con el que se quedaron aquel día, en un encuentro
que nunca olvidarán, al nacer de la tarde, hacia la hora décima 31.
El Precursor, fiel a su misión de anunciar la luz, sin pretender lucir-
se pues él no era la luz, pasa a segundo término, consciente de que
él ha de disminuir y jesús crecer 32 • El Bautista representa el último
de los profetas del Antiguo Testamento, mientras que jesucristo es

27. Cfr. Os 2, 16-18; 1s 24, 4-8; 62, 4; Ez 16; etc. Cfr. L. A. SCHOOKEL, Simbo·
li matrimoniali nell 'A ntico Testamento, en G. De Genaro, L 'antropología biblica,
Nápoles 1981, p. 365-375.
28. Cfr. Apc 19, 7-9; 21, 2.
29. Eph 5, 25-26.
30. Cons. dogo Lumen gentium, n. 8.
31. Cfr. Jn 1, 35. 37. 39.
32. Cfr. Jn 1, 7; 3, 30.

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ANTONIO GARCÍA-MORENO

el Profeta por excelencia, pues nadie habló de parte del Padre como
El lo hizo. Se cumplían así los oráculos que, además del Canto de
la Consolación ya citado, hablaban de un mensajero que marcharía
delante del Mesías para anunciarlo y preparar su llegada 33.
Otra novedad y cumplimiento está en la presentación de Jesús
como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo 34. Con ello
se anuncia un sacrificio distinto, aparece una víctima nueva, distinta,
mejor. N o es fácil determinar el significado de este título cristológi-
co, así como saber que oráculos del Antiguo Testamento lo anuncia-
ron 35. Los Padres griegos ven aquí al Siervo de Yahvé que Isaías
canta como mudo cordero que, llevado al sacrificio, carga con nues-
tras dolencias y es molido por nuestras culpas, herido por nuestras
rebeldías 36. Los Padres latinos, en cambio, acuden al sacrificio del
cordero pascual con cuya sangre fueron pintados los dinteles de las
casas hebreas, como señal salvadora ante el exterminio de los primo-
génitos de Egipto 37. Hay otro texto que se aduce a la hora de in-
terpretar la figura del Cordero de Dios. Se trata del sacrificio de
Isaac, la aquedá, tema frecuente en los escritos rabínicos 38. Según el
relato del Génesis, Isaac pregunta a su padre por el cordero del sa-
crificio que van a ofrecer a Yahvé en el monte Moría, a lo que
Abrahán responde que Dios proveerá 39, aunque estaba decidido a
entregar en sacrificio a su hijo. El cumplimiento de esta figura se
confirma con lo que el Señor dice a Nicodemo: «Tanto amó Dios
al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito» 40. Sin embargo, se
da la gran diferencia que el sacrificio de Isaac no se lleva a cabo,

33. Cfr. Is 40, 3; Mal 3, 1. F. MANNS, jean-Baptiste, témoin de jésus d'apres le


quatrieme évangile, Jerusalén 1982.
34. Cfr. Jn 1, 29. 36.
35. Cfr. A. GARCÍA-MoRENO, jesucristo, Cordero de Dios, en Varios, Cristo, Hi·
jo de Dios y redentor del hombre, Pamplona 1982, pp. 269-297.
36. Cfr. Is 53, 4-7.
37. Cfr. Ex 12.
38. En el Targúm las palabras de Isaac indican que él era consciente de que su
padre iba a ofrecerle en sacrificio, y que él lo aceptaba todo con docilidad.
39. Cfr. Gen 22, 7-8. 13. R. FOULKES, Isaac y el cordero de Dios que quita el pe·
cado del mundo On 1, 29. 36; Gen 22), en FESTSCHRIFT W. M. NELSON, Costa Rica
1979, p. 9-18.
40. Jn 3, 16. Cfr. S. A. PANIMOLLE, Casi Dio ha amato el mondo On 3, 16),
«Parola, Spirito eVita», 10(1984)135-147.

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EN TORNO AL DERÁSH EN EL IV EVANGELIO

mientras que el de Cristo sí. Por todo ello podemos afirmar que,
también aquí, tenemos una novedad y un cumplimiento en ple-
nitud.
Otra novedad a destacar en esta sección que estudiamos es la
del nuevo y decisivo Bautismo del que el Precursor habla. El dice
a los enviados desde Jerusalén, para averiguar quien era y qué pre-
tendía, que su bautismo era sólo con agua, preparando así a las gen-
tes que acudía a él para recibir al Mesías que estaba para llegar, ése
que estaba ya en medio de ellos y a quien él no era digno de desta-
car las cuerdas de sus sandalias. Termina diciendo que «ése es el que
bautiza en el Espíritu Santo» 41. El bautismo de Juan estaba en la
línea de los bautismos judíos por inmersión, y de las abluciones ri-
tuales para quitar las impurezas legales. El bautismo judío se celebra-
ba también como rito de iniciación para aquellos que, como los pro-
sélitos, entraban a formar parte del pueblo elegido. De forma
similar en los esenios de Qumrán se practicaba un bautismo con
aquellos que entraban a formar parte de la comunidad 42. El bautis-
mo de Juan, aunque era similar a los de su época como dijimos, te-
nía la particularidad de que se administraba para preparar a quienes
lo recibían para la venida del Señor. Por eso les exhortaba a la con-
versión y a la confesión de los pecados 43. Se trataba, pues, de un
rito de penitencia en orden a la venida del Mesías. De ese modo se
cumplían las profecías que hablaban de una purificación, previa a los
tiempos mesiánicos 44.
Sin embargo, aquel bautismo no quitaba los pecados. Aunque
no era un mero lavatorio pues removía al hombre a la conversión,
no podía limpiar el pecado. Por ello si el Bautista reconoce que sólo
Cristo es el que bautiza en el Espíritu Santo, o lo que es lo mismo,
el que regenera radicalmente al hombre, gracias a la acción del Espí-
ritu Santo. Sobre esta nuevo Bautismo se vuelve a tratar más adelan-
te, en esta misma sección 45, contraponiendo el bautismo de Juan al

41. Jn 1, 33. Cfr. S. LEGASSE, Le bapteme chretiénne, «Bulletin de Littérature


Ecclesiastique», 78(1987)3-30.
42. Cfr. Varios, Sagrada Biblia. Santos Evangelios, Pamplona 1990, p. 1152-1153.
43. Cfr. Mt 3, 1-12.
44. Cfr. Zac 13, 1; Ez 36, 25; 37, 23; Ier 4, 4.
45. Cfr. Jn 3, 22-27.

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de Cristo. Los discípulos del bautista le comunican que Jesús está


bautizando al otro lado del Jordán, y que las gentes se van tras de
El 46. Entonces Juan vuelve a confesar que él está por debajo de Je-
sús, que es quien ha recibido el Espíritu Santo «sin medida» 47.
Tenemos otra referencia al Espíritu en relaci6n con el Bautis-
mo de Cristo en el diálogo con Nicodemo, cuando el Señor habla
de un nuevo nacimiento por el agua y el Espíritu 48. El magistrado
judío pregunta c6mo es posible nacer de nuevo cuando uno es ya
viejo. Entonces el Señor le habla de ese renacer a una vida nueva
por la acci6n vivificante y renovadora del Espíritu de Dios, el mis-
mo que en la primera creaci6n revoloteaba por encima de las aguas,
preparando con la fuerza de su hálito vital el nacimiento de la ente-
ra creación. Además, con la indicaci6n del Espíritu que sopla donde
quiere tenemos una referencia a la creaci6n del hombre, aquel barro
modelado por Dios que, al recibir su soplo, se ilumina con una mi-
rada que recuerda las luces divinas 49. De modo similar, pero más
plano, la acción del Espíritu Santo en el nuevo Bautismo aniquila
al hombre viejo, para dar paso al hombre nuevo, «creado según
Dios, en la justicia y santidad de la verdad» 50.
Es cierto que alguno puede decir que en la mayoría de las rea-
lidades nuevas que venimos señalando, en las que se cumplen otras
antiguas que las prefiguraban, tenemos tan solo una evocación vela-
da, o incluso una mera sugerencia. No le faltaría raz6n quizá. Sin
embargo, estimamos que hay base suficiente para entrever un trans-
fondo real y muy rico, que nos ayuda a comprender mejor el texto
joánico. Dentro de la Semana inaugural, podemos todavía resaltar
otro aspecto referente a la novedad y cumplimiento en plenitud que
con Cristo Jesús se realiza.
Al final del cuarto día de la Semana inaugural, Jesús conquista
al reticente Natanael, a quien Felipe dijo: «Hemos encontrado a

46. Cfr. Jn 3, 26; 4, lo


47. Cfr. Jn 3, 34.
48. Jn 3, 5. Cfr. 1. D E LA POTTERIE . Jesus et Nicodemus. De revelatione Jesu et
vera fide in eum, «Verbum Domini», 47(1969)257-383.
49. Cfr. Gen 2, 7.
50. Eph 4, 24.

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aquel de quien escribieron Moisés y los profetas, a Jesús de N azaret,


el hijo de José. Entonces les dijo Natanael: Acaso puede salir algo
bueno de Nazaret?»51. Pero Felipe, sin darse por vencido, le insta:
Ven y verás. Aunque receloso sigue a su amigo, curioso en el fondo
de ver a ese aldeano de tan altas pretensiones. Al verle y escuchar
sus elogiosas palabras, se muestra más desconfiado aún, sin dejarse
ablandar. Luego, en cambio, ante una misteriosa frase de Jesús, se
rinde sin condiciones. El mismo Señor parece reirse extrañado de su
inesperada reacción por haberle dicho que lo vio debajo de la higue-
ra. Entonces le dice: «Cosas mayores verás. Y añadió: En verdad, en
verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios
subir y bajar sobre el Hijo del Hombre» 52.
Dejando a un lado la exégesis de estos versículos, recordemos
tan sólo que esa escala de ángeles, tendida entre el Cielo y la tierra,
es una alusión a la visión del sueño de Jacob 53 , por medio de la
cual Jesús es presentado como Mediador entre Dios y los hombres,
el nuevo Betel, o Casa de Dios, el Templo por excelencia en el que
podemos encontrar y adorar al Padre. Esta alusión a Cristo como
Templo nuevo está apoyada por el Prólogo, al decir que el Verbo
se hizo carne y habitó entre nosotros. Según una interpretación ge-
neralizada 54, el término griego skenosen evoca por sus consonantes
la palabra hebrea Shekinah que designa la presencia de Yahvé en el
Templo o en la Tienda (en griego skene). Así se insinúa que Jesucris-
to es la nueva Shekinah, el nuevo modo de presencia de Dios en me-
dio de su Pueblo, el Templo nuevo 5S. Por último, dentro de la
misma sección, se narra la purificación del Templo, así como el
anuncio de su destrucción y la construcción de un Templo nue-
vo 56. Por el mismo Jesús sabemos que se refería a su propio cuer-

5l. Jn 1, 45-46.
52. Jn 1, 50-5l.
53. Cfr. X. LEON-DUFOUR, Lectura del Evangelio de Juan, Salamanca 1989, p.
158.
54. Cfr. M. E. BOISMARD, El prólogo de San Juan, Madrid 1967, p. 8255.
55. Cfr. X. LEON-DoUFOUR, Lectura del Evangelio de Juan Jn 1-4, Salamanca
1989, p. 93-94.
56. Cfr. Jn 2, 13-22. También en Jn 7, 37-39 Y 19, 34 hay una evocaci6n del
templo. Cfr. A. GARcÍA-MoRENo, El Templo nuevo, «Nova et Vetera»,
15(1990)21-53.

43
ANTONIO GARCÍA-MORENO

po. De donde podemos concluir que también respecto al Templo se


anuncia una renovación y un cumplimiento por elevación.
En las bodas de Caná volvemos a respirar el aire nuevo y lim-
pio que se inicia con Cristo. Un cambio a mejor, un cumplimiento
de viejas y soñadas promesas. Es conocida la densidad teológica del
pasaje que nos narra este acontecimiento, ocurrido «al tercer día»
precisamente, fórmula que va más allá de una mera referencia crono-
lógica 57. Hay diversas circunstancias que, al menos por lo curiosas
y llamativas, propician una interpretación y aclaración del misterio
que subyace tras unas apariencias sencillas, casi domésticas que, co-
mo en otras ocasiones, sirven de apoyo al evangelista para hablar
verdaderamente de realidades superiores y trascendentes.
Al final del relato, San juan advierte que este de Caná es
el primero de los signos. Da la impresión de que, a parte del or-
den cronológico, estamos ante una prioridad por el carácter sin-
gular y paradigmático que este hecho tiene. Este prodigio, con el
que se manifiesta la gloria de Cristo y se suscita la fe de los dis-
cípulos, es un ejemplo y prototipo de todos los demás prodigios
o signos que jesús realiza, mostrando con ellos su poder y su gloria,
al mismo tiempo que provoca la fe en cuantos la ven y escuchan.
En definitiva, para nuestro evangelista todo prodigio milagroso que
jesús realiza es ante todo un signo, una señal que, contemplada con
ojos de fe, conduce al conocimiento de algún aspecto del Misterio
de la Salvación 58.
De todas las circunstancias que se dan en la fiesta nupcial de
Caná, hay una que destaca sobre las demás en orden a subrayar los
aspectos de cumplimiento y realización en un plano más elevado.
Nos referimos a la presencia del agua contenida en aquellas seis tina-
jas de piedra, destinadas a las abluciones de los judíos. El número
de las tinajas, el seis, tiene ya un valor simbólico no desdeñable. Así
como el siete insinúa la bondad y la perfección divinas, del mismo
modo el seis expresa la imperfección y la maldad. Por eso el núme-

a
57. Cfr. F. MANNS, Le troisiéme jour et les noces Cana, 40(1978)160-163.
58. Cfr. G. GIAVINI, Jl segno di Cana (Giov 2, 1·11), «Parole di Vita»,
15( 1970)349-355.

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EN TORNO AL DERÁSH EN EL IV EVANGELIO

ro de la Bestia apocalíptica es seiscientos sesenta y seis 59, tres seises


que marcan a los seguidores de la serpiente.
No es fortuito que el agua, contenida en aquellas seis vasijas
de piedra, estuviera reservada para las abluciones judías, tan frecuen-
tes en la práxis judía. Esa agua, precisamente, la usada para los viejos
ritos, será transformada en buen vino. De esa manera se describe
simb6licamente el tránsito del orden antiguo al nuevo, se sugiere de
cierta manera que habrá un modo nuevo de purificar, menos super-
ficial, más hondo. En cuanto al vino recordemos que aparece con
frecuencia en los relatos bíblicos, para simbolizar los bienes mesiáni-
cos: Am6s anuncia que vienen tiempos en que los montes destilarán
mosto, los hijos de Israel plantarán viñas y beberán de su vino 60.
También Joel exhorta a los hijos de Si6n para que se alegren porque
la higuera y la vid darán su fruto. Los lagares. rebosarán pues los
montes destilarán un «vino nuevo» 61. Isaías describe la felicidad y
el gozo del tiempo mesiánico con un banquete celebrado sobre el
monte Si6n, en el que abundarán los buenos y olorosos vinos 62.
Por su parte, Jesús recurre a la metáfora del vino nuevo y del
añejo, para revelar la nueva época que con El comienza 63. En la
Cena pascual, además, consagra el vino en su sangre y llama a la co-
pa que lo contiene el cáliz de la nueva y eterna Alianza. En esa oca-
si6n dice también que un día, en el futuro Reino, volverá a beber
del fruto de la vid 64. Todo eso, unido al recurso frecuente del len-
guaje simb6lico que hace S. Juan, permite concluir que, con la refe-
rencia a la transformaci6n del agua de las abluciones rituales judías
en un vino nuevo y mejor, se está sugiriendo el paso del orden anti-
guo al orden nuevo. La observaci6n de que el arquitriclinio ignora-
ba la procedencia del.vino que prueba, así como su comentario so-
bre el vino anterior y el otro que es mucho mejor 65 , confirma la

59. Cfr. Ape 13, 11-18.


60. Arn 9, 13-14. Cfr. N. B. CROUWTHER, Water and Wine as Symbols olInspi-
ration, «Mnernosyne», 32(1979)1-11.
61. Cfr. JI 2, 22-24; 4, 18.
62. Cfr. Is 25, 6.
63. Cfr. Me 2, 22.
64. Cfr. rnt 26, 28-29.
65. Cfr. K. T. COOPER, The best wine. John 2, 1-11, «Westrninster Theologieal
Journal», 41(1987)364-380.

45
ANTONIO GARCÍA-MORENO

validez de la interpretación apuntada. De esa manera se insinúa que


estaba ocurriendo algo de modo velado, el comienzo feliz de la sal-
• I
vaClOn.
Aparte de la calidad del vino, también la abundancia del mis-
mo apunta hacia los bienes mesiánicos, como veremos a continua-
ción. En efecto, se dice que aquellas vasijas contenían cada una dos
o tres metretas. Teniendo en cuenta que una metreta hacía unos
cuarenta litros, podemos afirmar que era una gran masa de agua. Pa-
ra subrayar dicha abundancia, nos dice el evangelista que los siervos
llenaron las tinajas hasta los bordes. En ese mismo sentido se pro-
nuncia el evangelista al narrar la multiplicación de los panes y los
peces, cuando recuerda que sobraron doce cestas llenas 66. También
en otro momento dice Jesús que ha venido para que tengamos vida
y la tengamos en abundancia 67. Por tanto, dicha abundancia carac-
teriza a los dones de la Salvación. Es cierto que la efusión de esos
dones de la salvación no se realiza en Caná, pues como allí se dice
todavía no ha llegado la hora. Sin embargo, si de puede hablar de
un adelanto de dichos bienes, concedido por intercesión de Santa
María, unas primicias ciertamente simbólicas, pero tan valiosas que
nos permiten comprender en parte la dicha y el gozo de la Reden-
• I
ClOno
Finalmente nos fijamos en el diálogo de Jesús con la Samarita-
na. Cristo responde a la cuestión planteada acerca del lugar donde
hay que dar culto a Dios proponiénqole, y en ella a todos los cre-
yentes, un culto radicalmente nuevo 68. La novedad radica en la Re-
velación que hace Jesucristo al presentar a Dios como Padre nues-
tro. Desde entonces el culto ha de ser filial. El mismo Jesús nos
enseña que, al orar, hemos de llamar Padre a Dios. De ese modo
lo hizo El mismo cada vez que oraba en voz alta. Así, pues, hay
que dirigirse al Señor con la misma confianza y sencillez con que
un hijo necesitado acude a su Padre, persuadido de que SIempre es
escuchado y atendido.

66. Cfr. Jo 6, 12.


67. Cfr. Jo 10, 10.
68. Cfr_ A. GARCÍA-MoRENO, Adorar al Padre en Espíritu y verdad, «5cripta
Theologica», 23(1991)785-835.

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EN TORNO AL DERÁSH EN EL IV EVANGELIO

Esas disposiciones filiales son sucitadas en el interior del hom-


bre por la fuerza del Espíritu Santo. El culto nuevo es, por tanto,
un culto neumatológico. Sólo bajo la acción del Espíritu Santo po-
demos pronunciar el nombre de Jesús y llamar Abba, Padre, a Dios
Señor nuestro. En definitiva, es el mismo Espíritu el que ora en no-
sotros con gemidos inenarrables 69.
Por otra parte, el culto ha de celebrarse en nombre de Jesu-
cristo, o lo que es lo mismo, unidos a El. U na de las interpretacio-
nes que hemos señalado sobre la expresión «adorar en verdad» es la
de identificar a Cristo con la verdad, apoyado en que El mismo se
autodefine al decir «Yo soy la verdad». También el decir que «noso-
tros adoramos lo que conocemos», Jesús nos incluye en su adora-
ción, que se realiza adecuadamente gracias a que conocemos la pater-
nidad divina.
De todo esto se concluye que el culto ha de ser trinitario. Así,
bajo la acción del Espíritu Santo, y unidos a Cristo, adoramos al Pa-
dre. También resulta evidente que esas disposiciones interiores que
ha de tener un verdadero adorador, ha de ser un don gratuito, que
viene de Dios. En definitiva, como dijo Jesús, nadie viene a El si
el Padre no le atrae. Esa atracción divina sugiere el impulso del Es-
píritu. Ello no implica que el hombre sea conducido sin que él ten-
ga que hacer nada para secundar esa moción divina. No es así. La
atracción divina es un gesto de amor que exige y espera una corres-
pondencia similar. Esa fuerza atractiva convence y persuade, con la
irresistible y dulce violencia del amor. Por eso el culto que el hom-
bre da al Padre, presupone la actitud profunda de un amor siempre
fiel, sugerida por la expresión «en verdad», supuesto que uno de los
posibles significados de este término es el de fidelidad 70.
De todo lo expuesto, vemos como la idea de la novedad, que
cumple y perfecciona lo anterior, y que se inicia con Jesucristo se
va repitiendo a lo largo de toda esta sección del Libro de los Signos.
Se habla, en efecto de una Creación nueva y mejor, de una Víctima

69. Cfr. Rom 8, 26.


70. Cfr. A. GARCÍA-MoRENO, Libertad del hombre en Joh 8, 32, en Varios, Dios
y el hombre, pp. 641-658, Pamplona 1985.

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ANTONIO GARCÍA-MORENO

única y un Sacrificio perfecto, de un Bautismo que limpia el alma,


de unos esponsales nuevos en los que la Esposa no tiene mancha ni
arruga y será fiel para siempre. También se alude a un Templo di-
verso y eterno con un culto singular, y se presentan unos bienes im-
predecesores, simbolizados en el buen vino de Caná.

A. García-~oreno
Facultad de Teología
Universidad de Navarra
PAMPLONA

SUMMARY

This work begins with a reasonable evaluation of the Midrashic methods,


presenting them as basic tools for understanding the New Testament writings,
though advening that such methods constitute a means and not an end. The work
passes on to expound the significance of derash and its diverse forms, and arrives
at the condusion that the idea of fulfillment is fundamental in the New Testament
derash. This is what makes the New Testament derash different from the Jewish
derash; whereas the latter offers a commentary on the books of the Old Testa-
ment, the New Testament writings sustain that whatever was said in the Law and
in the Prophets is realized and fulfilled in Jesus Christ. It is also possible to speak
of a derash that is confirmatory and besides, selective, insofar as the hagiographers
of the New Testament select diverse passages from the Old, and confirm that what
is there announced is realized and fulfilled in Jesus Christ. As an example, the ani-
de surveys the first section of the Book of Signs in Sto John.

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