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B radshaw (1997), en el marco del paradigma del equilibrio dinámico, intenta aclarar los
diversos términos surgidos en este campo. Para él restauración (restoration) implica
devolver al ecosistema a su estado original, anterior a la degradación, un saludable o
vigoroso estado. Rehabilitación (rehabilitation) se refiere a la recuperación del sistema a un
estado previo, pero no necesariamente al óptimo. Implica una cierta mejora de las condiciones,
pero no la máxima posible que, supuestamente, se alcanzaría en el estado original. Reclamation,
término para el que no hay traducción directa al español (restauración), es utilizado más en
medios técnicos que científicos, no implica la vuelta del sistema a su estado original, sino a otro
adecuado y útil. Es un término que se aplica a las restauraciones mineras, de ingeniería civil, de
zonas agrícolas (land reclamation). Finalmente, otro término menos frecuente es el de
remediation (traducido por algunos literalmente como remediación), el cual pone el énfasis en el
proceso más que en el punto final al que se quiere llegar. Se aplica a los suelos contaminados.
E n una aproximación más didáctica se podría considerar que, dentro de ese continuum, la
Restauración de Espacios Degradados posee dos centros de gravedad principales. Por un
lado, las restauraciones, mejor rehabilitaciones, de ecosistemas donde se ha producido
movimiento de tierras, y por lo tanto hay que reconstruir todos sus compartimentos (geológico-
geomorfológico, edáfico y fauna-vegetación), que no pretenden volver al ecosistema original. Y
por otro, las que se llevan a cabo en ecosistemas en los que básicamente se trabaja con
elementos biológicos y es más frecuente tratar de devolverlos a su situación de partida. Se habla
de ingeniería de la restauración y de restauración ecológica, respectivamente. Las
restauraciones mineras de grandes dimensiones (carbón, uranio) se sitúan a caballo entre ambas,
pues comparten la remodelación topográfica con la restauración biológica en aras de
reconstrucción de un ecosistema funcional.
2. Restauración ecológica
Evolución histórica
S e puede considerar que las primeras actividades humanas dirigidas a reparar las
alteraciones en los ecosistemas se debieron iniciar de forma paralela al incremento de la
capacidad transformadora del ser humano sobre la naturaleza. Sin embargo, el esfuerzo
consciente para restaurar ecosistemas degradados se inició en el siglo XIX en el marco de las
políticas de conservación de la naturaleza desarrolladas en los países occidentales. Una de las
primeras iniciativas corrió a cargo de Víctor Shelford, presidente del Comité para la
preservación de las condiciones naturales para los estudios ecológicos, de la Ecological Society
of America, poco después de su fundación en 1917. Shelford desarrolló iniciativas para la
restauración de praderas y de poblaciones de depredadores como el lobo (MacMahon, 1999).
También de gran importancia fueron los trabajos de restauración de las tallgrass prairie
llevados a cabo en la universidad de Wisconsin-Madison Arboretum en los años 30 del siglo
XX. Estos trabajos fueron acompañados de experimentación, y las parcelas utilizadas todavía
son objeto de estudio en la actualidad (Allison, 2002).
E n los últimos cuarenta años, científicos, gobiernos y organizaciones han mostrado una
creciente atención por la recuperación de los ecosistemas degradados, y el desarrollo de
la disciplina ha sido muy rápido, como se refleja en la aparición de numerosas
publicaciones científicas. En 1964 la British Ecological Society inició la publicación de la
revista Journal of Applied Ecology. En 1972 apareció Journal of Environmental Management
seguido de Environmental Management. En la década siguiente nació Land Degradation and
Rehabilitation, que se transformó en Land Degradation & Development posteriormente,
incorporando una perspectiva más social. En 1991 la Ecological Society of America publicó
Ecological Applications y en 1993, la Society for Ecological Restoration inició la edición de su
revista, Restoration Ecology. Esta sociedad también publica Ecological Restoration,
continuación de Restoration and Management Notes, junto con la Universidad de Wisconsin
Arboretum, uno de los centros más veteranos en este campo. También recientes, aunque de
menor alcance por el momento, cabe reseñar la revista Ecological Engineering (1992), así como
Ecological Management & Restoration (2000), limitada al área australiano-asiática.
L as divergencias entre los ecólogos de la restauración sobre los paradigmas que han de
sustentar la disciplina se concretan en la conveniencia o no de tomar un ecosistema de
referencia en los proyectos de restauración (Parsons y Pickett, 1997), o lo que es lo
mismo, en la interpretación que se hace de la teoría de la sucesión ecológica como fundamento
de la disciplina. La interpretación más extrema corresponde a Simpson (2002) quien propone
abandonar la teoría de la sucesión ecológica para interpretar el cambio en la naturaleza. Para él
“el clima, suelo y otros factores locales no definen un ecosistema sino más bien señalan los
límites acerca de sus posibilidades. Dentro de esos límites, los patrones espaciales y temporales
de las perturbaciones, así como la proximidad de las fuentes de propágulos modelan los
ecosistemas”. Es decir, propone poner el énfasis en el régimen de perturbaciones y en las
influencias del entorno, más que en los componentes deterministas de la sucesión. Terradas
(2001) considera la teoría de la sucesión como la base de la disciplina, y entre los elementos
esenciales del ecosistema a construir incluye el régimen de perturbaciones y elasticidad
(resilience).
U rbanska (2000) cree que el modelo de dinámica de la vegetación propuesto por Pickett
se adapta mejor a la restauración de áreas profundamente degradadas y lugares
sometidos a estrés intenso, que el modelo determinista de sucesión. Se sitúa al lado de
Fiedler et al. (1997) al sostener la validez de ambos paradigmas y la necesidad de considerar la
escala para establecer su importancia relativa.
3. La ingeniería de la restauración