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INTRODUCCIÓN
LA GLOBALIZACIÓN
Por la misma razón que la competencia de todos contra todos, carente tanto
de reglas como de mecanismos protectores, prescinde de los individuos menos
competitivos, prescinde también de países enteros. En la economía globalizada que
hoy vivimos tanto las mercancías como los capitales pueden circular con gran
libertad de un extremo a otro del Planeta, pero eso no significa que lo hagan
efectivamente. Cuando la globalización se produce en el ámbito de un mundo tan
desigual como el nuestro, aumenta las desigualdades porque los recursos de todo tipo
tienden a desplazarse hacia los países donde presumiblemente se obtendrá mayor
rentabilidad, provocando la exclusión de los demás, como es el caso de gran parte de
África.
Allí existen países y regiones con los que nadie cuenta ya para nada; ni
siquiera para explotarlos. El África Subsahariana, por ejemplo, es prácticamente
inexistente para el sistema económico planetario: sólo unos pocos países de esa
región, y sólo de tarde en tarde, aparecen en las estadísticas sobre los países pobres
que publica semanalmente el periódico económico más influyente del mundo, The
Economist. Es una región sin interés para los agentes económicos. Cuando aplicamos
el concepto de «exclusión» a zonas geográficas enteras queremos decir que en ellas
resulta estadísticamente muy difícil escapar a la exclusión.
Stefan Zweig recuerda en sus Memorias como comenzó el siglo XX: «Estaba
sinceramente convencido de encontrarse en el camino más recto e infalible del
“mejor de los mundos”. Se miraba con desprecio a las épocas anteriores. (...) Y esta
fe en el “progreso” ininterrumpido e irresistible tenía para aquellos tiempos, en
realidad, la fuerza de una religión. Se creía en el “progreso” más que en la Biblia, y
su evangelio parecía incontrovertiblemente comprobado por los milagros, renovados
a diario, de la ciencia y de la técnica»[11].
Solemos pensar que el futuro es algo que llega con el tiempo. Y así ha sido,
en efecto, hasta hoy. Pero los atentados de la humanidad contra ella misma han
puesto de manifiesto que el futuro quizás no sea algo que llega automáticamente,
sino algo que necesitamos «crear» de modo consciente.
Autonomía de lo profano
Por ejemplo, en el pasado se daba por supuesto que ninguna sociedad podía
subsistir si no estaba unida por el cemento de una religión común que sacralizaba las
normas y valores, contribuyendo de este modo al control social, al orden y a la
estabilidad. En cambio las sociedades modernas han descubierto que no es necesario
tener la misma religión para vivir juntos; basta ponerse de acuerdo en una serie de
objetivos prácticos que, al estar fundados en la razón, serán aceptables para todos los
ciudadanos, cualquiera que sea su creencia.
Ante estos hechos es inevitable que aflore en la mente el tópico del «animal
incurablemente religioso». Ernesto Sabato recuerda en sus Memorias unas palabras
que le dijo Cioran: «Todo se puede sofocar en el hombre, salvo la necesidad del
Absoluto, que sobrevivirá a la destrucción de los templos, así como también a la
desaparición de la religión sobre la tierra» [27]. Quizás por eso muchos europeos, tras
volver la espalda a Dios, han llenado ese vacío con realidades como las que
acabamos de recordar, a las que Tillich llamó «cuasi-religiones»[28].
Recuerda Paoli que «los primeros pilotos aéreos que trataron de atravesar la
barrera del sonido perdieron la vida porque, al tener la impresión de topar con una
superficie dura, de chocar contra una montaña, les sobrevino la reacción natural de
frenar. Hubo uno más intrépido que, en lugar de frenar, aceleró, y pasó»[38].
Pues bien, igual que aquellos primeros aviadores, muchos agentes de pastoral
se han «estrellado» porque, sin apenas darse cuenta, pisaron el freno cuando se
dieron cuenta de que en el mundo actual su vida despertaba más conmiseración que
admiración.
Dijo Jesús que la fe mueve montañas (Mt 21, 21). Ciertamente, esto resulta
evidente en la vida de Santa Teresa de Jesús. El P. Rubeo, General de los Carmelitas,
le da una «patente» autorizándole a fundar más monasterios como el de San José. No
le da ni cinco céntimos, sólo la «patente». Ella escribe: «Helaquí una pobre monja
descalza, sin ayuda de nenguna parte, sino del Señor, cargada de patentes y buenos
deseos y sin ninguna posibilidad para ponerlo por obra» [41]. Sin embargo, como creía
firmemente que tenía «la ayuda del Señor», a los cinco días había fundado ya en
Medina del Campo; después en Malagón, Toledo, Beas de Segura, Sevilla... y así
hasta 15. A una persona de fe todo le parece posible. Se lanza a las empresas más
arriesgadas sin tener un duro en el bolsillo, diciendo: Dios proveerá. Y lo dicen con
la misma seguridad con que podrían decir: mañana saldrá el sol. ¿No es verdad que
hoy antes de dar un paso analizamos cuidadosamente los pros y los contras, para no
correr prácticamente ningún riesgo? Nuestras vidas son tan «razonables» que para
vivir así no hace falta tener fe.
Dirán ustedes, sin embargo, que nos mantenemos fieles a las prácticas
litúrgicas y oracionales. Y es verdad, pero a veces confundimos la fidelidad con la
regularidad. Hay personas que son muy regulares: todos los días a la misma hora van
a la capilla, y bendicen la mesa, y hacen no sé qué otras cosas... pero no porque sean
fieles, sino porque son «regulares». Les dieron cuerda hace mucho tiempo y todavía
no se les ha acabado. Sin embargo, han dejado de hacerlo con calor; ya no vibran con
nada de eso. Son como la rutina de la rutina.
La vida religiosa —como, por otra parte, la vida cristiana en general— debe
caracterizarse por un equilibrio entre «ser con» y «ser diferente», a semejanza de
Cristo que fue en todo igual a nosotros, «excepto en el pecado» (Heb 4, 15). Si el
proceso de aggiornamento promovido por el Concilio Vaticano II puso el acento en
el «ser con», hoy —sin negar en absoluto eso— quizás tengamos que insistir con
más fuerza todavía en el «ser diferentes»; es decir, fomentar entre quienes vivimos
en países secularizados actitudes de resistencia cultural, sabiendo que, como decía
Chesterton, «una generación se salva por las personas que saben oponerse a sus
gustos».
LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
Dije al empezar que cualquier análisis del mundo actual inevitablemente debe
hablar de la globalización. De forma parecida podríamos decir que, cuando el
análisis lo hacemos los cristianos, es inevitable terminar señalando la urgencia de la
tan traída y llevada «nueva evangelización», puesto que, como dijo Pablo VI, en la
Iglesia, hasta «la vida íntima —la vida de oración, la escucha de la Palabra y de las
enseñanzas de los Apóstoles, la caridad fraterna vivida, el pan compartido— no tiene
pleno sentido más que cuando se convierte en testimonio, provoca la admiración y la
conversión, se hace predicación y anuncio de la Buena Nueva»[43].
La evangelización del futuro se basará cada vez más en el método del «ven y
verás» (cfr. Jn 1, 39); ven a mi comunidad y descubrirás un estilo de vida alternativo,
caracterizado:
- Por la familiaridad con Dios «que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre!» (Rom
8, 15).
- La libertad: «Para ser libres nos liberó Cristo, de modo que manteneos
firmes y no os dejéis poner otra vez el yugo de la esclavitud» (Gal 5, 1).
EPÍLOGO
Pero hemos quedado que, a quienes confían en Dios, todo les parece posible.
Siempre me gustaron aquellos versos del Segundo Isaías que dicen:
«Los jóvenes se cansan, se fatigan;
los valientes tropiezan y vacilan;
pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas,
suben con alas como de águila,
corren sin cansarse, marchan sin fatigarse» (Is 40, 30-31).
__________________
[1]
CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, 4 a (Once grandes
mensajes, BAC, Madrid, 14ª ed., 1992, p. 391).
[2]
Cfr. GONZÁLEZ-CARVAJAL, Luis, Los cristianos del siglo XXI.
Interrogantes y retos pastorales ante el tercer milenio, Sal Terrae,
Santander, 2000.
[3]
JUAN PABLO II, Centesimus annus, 42 c (Once grandes mensajes, p.
790).
[4]
Cfr. IBÁÑEZ, Hilario, De la integración a la exclusión. Los avatares
del trabajo productivo a finales del siglo XX, Sal Terrae, Santander, 2002,
pp. 45-155.
[5]
CASTEL, R., Las metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del
salariado, Paidós, Buenos Aires, 1997, p. 413; cfr. p. 389.
[6]
BOERMA, Coenraad, La cara pobre de Europa, Sal Terrae,
Santander, 1994, p. 120.
[7]
MARX, Karl, y ENGELS, Friedrich, La ideología alemana, Ediciones de
Cultura Popular, México, 3ª ed., 1978, p. 26; También en MARX, Karl,
Contribución a la crítica de la economía política, Alberto Corazón, Madrid,
2ª ed., 1978, p. 43.
[8]
ENGELS, Friedrich, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica
alemana, Siglo XXI, Buenos Aires, 1975, p. 44.
[9]
GRAMSCI, Antonio, El materialismo histórico y la filosofía de
Benedetto Croce, Juan Pablos Editor, México, 1975, p. 38.
[10]
Cfr. Economía y misión en la vida consagrada hoy. Documento de
la 60ª Asamblea de la USG: CONFER 41 (2002) 759-791.
[11]
ZWEIG, Stefan, El mundo de ayer (Obras completas, t. 4, Juventud,
Barcelona, 7ª ed., 1971, p. 1.295).
[12]
HOBSBAWM, Eric, Historia del siglo XX, Crítica, Barcelona, 2000, p.
11.
[13]
MEADOWS, Donella H. / MEADOWS, Dennis L. / RANDERS, Jørgen /
BEHRENS, William W., Los límites del crecimiento, Fondo de Cultura
Económica, México, 2ª ed., 1975.
[14]
WEIZSÄCKER, Ernst Ulrich von, Factor 4. Duplicar el bienestar con
la mitad de los recursos naturales, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores,
Barcelona, 1997.
[15]
COMISIÓN MUNDIAL DEL MEDIO AMBIENTE Y DESARROLLO,
Nuestro futuro común, Alianza, Madrid, 3ª ed., 1992.
[16]
ARENDT, Hannah, La condición humana, Paidós, Barcelona, 2ª ed.,
1996, p. 297.
[17]
HUXLEY, Aldous, Un mundo feliz (Obras completas, t. 1, Plaza &
Janés, Barcelona, 1970, pp. 189-403).
[18]
Cfr. BECK, Ulrich, La sociedad del riesgo global, Siglo XXI, Madrid,
2002.
[19]
GOETHE, Johann Wolfgang, Fausto (Obras Completas, t. 3, Aguilar,
Madrid, t. 3, 4ª ed., 1973, p. 1314).
[20]
Cfr. TILLICH, Paul, La dimensión perdida, Desclée de Brouwer,
Bilbao, 1970.
[21]
Sobre este tema he reflexionado en mi último libro. Cfr.
GONZÁLEZ-CARVAJAL, Luis, Cristianismo y secularización. Cómo vivir la fe
en un mundo secularizado, Sal Terrae, Santander, 2003.
[22]
CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, 36 b (Once grandes
mensajes, p. 421).
[23]
La «mayoría de edad» (Mündigkeit) fue, como es sabido, uno de
los conceptos clave de Bonhöffer (cfr. Resistencia y sumisión, Sígueme,
Salamanca, 1983, p. 229).
[24]
BONHÖFFER, Dietrich, Resistencia y sumisión. Cartas desde la
prisión, Sígueme, Salamanca, 1983, p. 218.
[25]
CONCILIO VATICANO II, Gaudium et spes, 36 c (Once grandes
mensajes, p. 421).
[26]
RAMONET, Ignacio, Geopolítica de las religiones: Le Monde
diplomatique 49 (nov.-dic. 99) 19.
[27]
SABATO, Ernesto, Antes del fin, Seix Barral, Barcelona, 5ª ed.,
1999, p. 136.
[28]
TILLICH, Paul, El cristianismo y el encuentro de las religiones
universales (Teología de la cultura y otros ensayos, Amorrortu, Buenos
Aires, 1974, pp. 163-176).
[29]
BERGER, Peter L., Una gloria lejana, Herder, Barcelona, 1993, p.
52.
[30]
BERGER, Peter L., Para una teoría sociológica de la religión, Kairós,
Barcelona, 1971, p. 217.
[31]
BERGER, Peter L., The Desecularization of the World: A Global
Overview [BERGER, Peter L, (ed.), The Desecularization of the World:
Resurgent Religion and World Politics, Eerdmans, Grand Rapids-Mi., 1999,
pp. 1-18].
[32]
MERTON, Robert K., Teoría y estructura sociales, Fondo de Cultura
Económica, México, 2ª ed., 1980, pp. 505-520.
[33]
DODDS, E. R., Paganos y cristianos en una época de angustia,
Cristiandad, Madrid, 1975, p. 173.
[34]
FROMM, Erich, Ética y psicoanálisis, Fondo de Cultura Económica,
Madrid, 6ª ed., 2001, p. 82.
[35]
RÉMOND, René, (ed.), Los grandes descubrimientos del
cristianismo, Mensajero, Bilbao, 2001.
[36]
Como es sabido, fue Jürgen MOLTMANN quien formuló el dilema
crisis de identidad - crisis de relevancia (El Dios crucificado, Sígueme,
Salamanca, 1975, pp. 17-49), aunque con un enfoque no del todo
coincidente con el que yo le doy.
[37]
SCHILLEBEECKX, Edward, Dios futuro del hombre, Sígueme,
Salamanca, 2ª ed., 1971, p. 89.
[38]
PAOLI, Arturo, Buscando libertad, Sal Terrae, Santander, 1981, p.
45.
[39]
Cfr. TELLO, Nicolás, Ateísmo, agnosticismo, indiferentismo,
¿enfermedad en la vida consagrada?: Vida Religiosa 60 (1 enero 1986) 7-
17.
[40]
PABLO VI, Ecclesiam suam, 37 (Once grandes mensajes, p. 285).
[41]
TERESA DE JESÚS, Fundaciones, cap. 2, n. 6 (Obras completas,
BAC, Madrid, 4ª ed., 1974, pp. 524-525).
[42]
FROMM, Erich, La revolución de la esperanza, Fondo de Cultura
Económica, México, 1971, p. 47.
[43]
PABLO VI, Evangelii nuntiandi, 15 d (El magisterio pontificio
contemporaneo, t. 2, BAC, Madrid, 1992, p. 90).
[44]
OVIEDO TORRÓ, Lluís, La fe cristiana ante los nuevos desafíos
sociales: Tensiones y respuestas, Cristiandad, Madrid, 2002, p. 120.
[45]
RAHNER, Karl, Espiritualidad antigua y actual (Escritos de Teología,
t. 7, Taurus, Madrid, 1969, p. 25).
[46]
SZENTMÁRTONI, Mihály, Psicología de la experiencia de Dios,
Mensajero, Bilbao, 2001, p. 66.
[47]
GARCÍA MORENTE, Manuel, El «Hecho Extraordinario», Rialp,
Madrid, 1996, p. 42.
[48]
Ibidem, pp. 38-39.
[49]
MARTÍN VELASCO, Juan, La experiencia cristiana de Dios, Trotta,
Madrid, 1995, pp. 233-234.
[50]
BERGER, Peter L., Una gloria lejana, Herder, Barcelona, 1993, p.
169.
[51]
GARCÍA MORENTE, Manuel, o. c., p. 43.
[52]
En un libro al que aludí al principio he explicado con cierto
detenimiento lo «sencillo» que es tener experiencia de Dios (cfr.
GONZÁLEZ-CARVAJAL, Luis, Los cristianos del siglo XXI. Interrogantes y
retos pastorales ante el tercer milenio, Sal Terrae, Santander, 2ª ed.,
2001, pp. 96-104).
[53]
Véase una valoración bien hecha de ese diálogo en STOCKMEIER,
Peter, Helenismo y cristianismo (VARIOS AUTORES, Sacramentum Mundi,
t. 3, Herder, Barcelona, 1973, cols. 372-384).
[54]
FONT, Pere Lluis, Cristianismo y cultura (post)moderna: Iglesia Viva
195 (1998) 15.
[55]
TERESA DE JESÚS, Libro de la Vida, cap. 33, núm. 5 (Obras
Completas, BAC, Madrid, 4ª ed., 1974, p. 148).
[56]
DICKENS, Charles, Tiempos difíciles (Obras completas, t. 2, Aguilar,
Madrid, 4ª ed., 1987, pp. 1.235-1.437).