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"Amor meus, pondus meum: illo feror quocumque feror" (S. Agustín).
"Cuando se ama a una persona, se evita subestimarla, anularla o destruirla;
al contrario, nace el deseo de hacer algo por ella, cuidarla, desarrollar en ella sus
sentimientos de seguridad y sus mecanismos de defensa, haciendo todo lo posible
porque consiga ser auténtica e independiente.
Esto puede ser expresado por medio del afecto, la ternura, la lealtad, la
fidelidad, la comprensión y la ayuda, todo lo cual es parte dinámica del acto de
dar.
Amar es establecer lazos positivos entre dos personas, una recíproca
transferencia de sentimientos, afinidades e ideas que, aunque invisibles, en
realidad son concretas.
De este modo, la amistad, fundamentada en la sinceridad mutua y en la
consideración, interés, admiración y experiencia comunes, constituye el sustrato
básico de todo amor auténtico. Este ejercicio de la amistad requiere una
participación, tanto emocional como intelectual; aprendemos a entender y a
conocer a los otros igual que a nosotros mismos colocándonos en la situación de
ellos.
Comprendemos entonces las situaciones psicológicas que los comprometen,
y sus emociones pasan a ser emociones en nosotros mismos; se crea la mutua
"empatía", identificación ésta que es el sano desarrollo del amor" (Elena González
Ruiz, Amor y madurez psicológica. Edit. P.S., p. 94).
"No es que el amor yerre a veces, sino que es, por esencia, un error. Nos
enamoramos cuando, sobre otra persona, nuestra imaginación proyecta
inexistentes perfecciones. Un día la fantasmagoría se desvanece y con ello muere
el amor. Esto es peor que declarar, según el viejo uso, ciego al amor. Para
Stendhal es menos que ciego: es visionario. No sólo no ve lo real, sino que lo
suplanta" (Ortega y Gasset, Estudios sobre el amor, Obras de Ortega y Gasset
1943, vol II, pg. 1600).
Toda la vid cristiana se traduce, en el orden ético, en el amor. "El que ama
al prójimo ha cumplido la ley" (Rom 13,8). "La caridad es, por tanto, el amor en su
plenitud" (Rom 13,10). "Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Gal 5,14). Para Pablo, el carisma más
importante que comunica el Espíritu es el ágape.