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De los pacientes estudiados 27.7 % presento algún grado de depresión al aplicar la Escala
de depresión de Yesavage, pero no se encontró relación entre disfuncionalidad familiar y
depresión. Los pacientes que vivían en una familia nuclear presentaron predominio de
depresión.
Los adultos mayores con depresión y sin depresión son equiparables entre las familias con
y sin disfunción familiar.
Sin embargo, se observó en mujeres de 70 años, una mayor independencia, difiriendo con
otras investigaciones en las cuales se menciona que las mujeres tienen mayor
dependencia que los hombres, quienes mostraron dependencia parcial y total a los 70
años en este trabajo de investigación.
La educación fue mejor en las mujeres, aunque los hombres mostraron menor
analfabetismo. La mayoría de las mujeres se dedicaba al hogar y los hombres, en su
mayoría jubilados, se ocupaban en actividades extras al hogar.
Las variables de estado civil, ocupación y escolaridad se relacionan entre sí, para confirmar
que la cultura y educación van ligadas a la economía y a tener mejor calidad de vida,
alargando la aparición de patologías que como secuela llevan a la dependencia funcional,
ya que si están sanos, por ende van a ser independientes y con posibilidad de tener un
trabajo, manteniendo ingresos con mejor bienestar biopsicosocial.
La tipología familiar se compuso por: familias nucleares (53%) con adultos mayores en las
que predominaron los hombres (56.5%) con dependencia funcional; y aquellos que viven
solos (13%) en su mayoría mujeres, de ellas 5.3% presentó dependencia funcional. Esto
confirma que la necesidad de ser cuidados y convivir con los hijos o familiares vuelve al
adulto más dependiente, favoreciendo al senilismo, si no se sabe manejar bien los
conceptos de cuidado y dependencia funcional.
Es importante destacar que una buena relación familiar se vincula con mejor salud en la
vida adulta, el número de mujeres que mostraron independencia en este estudio tuvieron
una mejor relación familiar.
En el presente estudio se observó que todos los adultos mayores dependientes leves y la
mayoría de los dependientes moderados realizan su propia higiene oral, sin la ayuda del
cuidador, al contrario de lo que ocurre con los adultos mayores dependientes severos, en
donde en un 76,3% de ellos es el cuidador quien la realiza. En nuestro estudio, a 6 (8%)
adul-tos mayores dependientes no se les realiza higiene bucal, al 11,5% de los
dependientes moderados y al 7,8% de los dependientes severos. Es evidente que los más
afectados cuando el cuidador no toma la iniciativa en la higiene bucal de los mayores son
aquellos que presentan mayor nivel de dependencia.
Es evidente el gran impacto que tiene el dolor sobre la calidad de vida y la funcionalidad
de las personas. En nuestro estudio encontramos diferencias significativas entre quienes
no tienen dolor y en quienes lo padecen, siendo estos últimos el grupo de personas que
están en peores condiciones de salud, presentan peor condición social y además tienen
mayor pérdida de independencia, esto último siendo evidente en las escalas de Barthel,
Lawton y EQ-VAS, en donde las personas con dolor puntuaron menos que aquellas sin
dolor. Podemos ver que enfermedades crónicas de difícil tratamiento como la artritis, la
falla cardiaca, la EPOC o la depresión tienen gran asociación con dolor, pudiendo ser la
depresión consecuencia del dolor o factor agravante del mismo.
El tratamiento del dolor en las personas mayores de 65 años es algo que merece especial
consideración debido a las múltiples comorbilidades, la polifarmacia y las dificultades para
evaluarlo en población geriátrica, siendo en muchas ocasiones subestimado o pasado por
alto. La mayoría de personas mayores de 65 años tienen problemas significativos de dolor;
entre el 25 y el 40% de los pacientes ancianos con cáncer presentan dolor al menos una
vez al día. Además, la detección y el tratamiento del dolor en muchos casos son aún
inadecuados. En un estudio en pacientes institucionalizados, el 66% de los residentes
tenían dolor crónico, pero en casi la mitad de ellos (34%) este tipo de dolor no había sido
detectado por el personal de salud.
Se necesitan más estudios para dilucidar con claridad este problema, buscar la
optimización de las intervenciones en la prevención y en el tratamiento con el fin de
mejorar la calidad de vida de las personas mayores.
Este estudio presenta algunas limitaciones, pues, al ser transversal, no fue posible la
determinación causal y temporal del dolor. Además, en el estudio no se evaluó el dolor
leve como posible respuesta en la valoración subjetiva de la intensidad del dolor. No fue
posible diferenciar objetivamente la intensidad del dolor mediante alguna escala y
compararlo con las diferentes variables independientes, y no se hizo una discriminación
detallada de los tipos de dolor presentes en la población. Así mismo, no se realizó una
diferenciación detallada del tipo de tratamiento analgésico que recibían los pacientes que
reportaron tener dolor. Sin embargo, se debe destacar que es el primer estudio
epidemiológico que mide la asociación de dolor, percepción de salud, funcionalidad y
calidad de vida en las personas adultas mayores de la ciudad de Bogotá. Estos resultados
son un buen soporte para el desarrollo de programas de prevención y promoción de la
población adulta mayor, teniendo clara aplicabilidad en el diseño, la modificación o la
contextualización de la política pública del anciano.