La alquimia es el arte y la ciencia que busca la transformación del
cuerpo y la mente con el fin de convertir a la persona que ejerce en un canal cristalina a una nueva conciencia. Esta toma de conciencia, a diferencia de lo que está presente en el hombre natural, la concesión de una percepción del mundo en el que la unidad es la característica clave. El alquimista da cuenta el vínculo indivisible entre el Creador, el universo y la naturaleza humana. Este nuevo “estado de ser” era conocido por los antiguos como el descubrimiento y el desarrollo de la piedra filosofal. Fue nombrado así porque en hebreo, la piedra es EBEN, y la primera parte de la palabra consiste en las letras Alef y Bet forman la expresión AB que se traduce como “padre”. La segunda parte de la palabra se compone de las letras Beth y la monja, que forman la expresión BEN que se traduce como “hijo”. De este modo, los antiguos alquimistas ocultos en el simbolismo de la Piedra el concepto místico de la unión del Padre con el Hijo, repiten varias veces en la Biblia, tanto en las Escrituras hebreas del Antiguo Testamento como la greco-cristiana. Esta es la piedra angular que la Biblia se refiere como “rechazada por los constructores.” En efecto, mientras que el ser humano común quiere construir su vida a partir de los efectos del mundo sensorial, el alquimista reconoce el nivel de causas, profundo nivel espiritual: la conciencia. En esta “roca”, el más sólido de todos, para la conciencia nunca cambia ni ve sometido a los cambios en el mundo físico, el filósofo del arte funciona su personalidad, convirtiendo la adversidad en condiciones de crecimiento favorables en todas las facetas de su vida. Después de llegar a la Piedra Filosofal, es decir, una vez reconocida la conciencia interna de enfoque o el verdadero YO SOY dentro del alquimista puede transmutar el plomo en oro, es decir, el cambio de un estado de conciencia limitada y pesado en otro luminoso y brillante. En esta “transmutación de metal”, plomo, metal asociado con el planeta Saturno, es el estado más bajo, animalizzado en el que se evita la conciencia humana a las condiciones de tiempo y espacio. El plomo es el estado de sufrimiento producto de respeto ignorancia de nuestra naturaleza divina. El oro, un metal solar, tiene la connotación de la integración, como la estrella central de nuestro sistema planetario siempre ha representado la fuente de la vida y la regeneración de la especie humana.
Con este poder renovador ejecuta dentro, conocida como la
Medicina Universal, el alquimista puede, a través de la fuerza del Amor Incondicional, integrar su personalidad. Será a través de la aplicación de esta fuerza armónica que llegar al punto en que llegue a la salud física y mental perfecto. En este estado el alquimista descubrió el elixir de larga vida, el reconocimiento de su esencia eterna e infinita, con la que puede recodificar su propio cuerpo físico, liberándolo de la prisión de la carne, es decir, la genética de los animales de desecho que condena la así la muerte al renacimiento.
El objetivo final, que es la culminación de lo que se llama la Gran
Obra tiene lugar en el momento de su integración con el Cosmos y el Creador es tal que su cuerpo alcanza un estado de total de espiritualización. Dijo en su momento el alquimista se libera y se eleva a través de los planos de la existencia, hacia un estado de ser donde las condiciones son totalmente gozo en la comunión con el infinito. Nigredo, Albedo y Rubedo Hay tres pasos básicos en el desarrollo alquímico. En este punto vale la pena señalar que hay varias clasificaciones y vario uso óptica de la alquimia.
Hay, pues, en definitiva, una alquimia interna y otra externa. En este
trabajo se trata de la alquimia interior, es decir, aquella que transmuta la personalidad del alquimista. Una vez que la alquimia interior se convierte en fácil para entrar en el exterior, donde el alquimista es capaz de modificar el “mundo material”. Literalmente, si es necesario, puede transmutar el plomo en oro físico. Pero esto no es más que un símbolo de la capacidad de los adquiere alquimista en su dominio del plano físico, lo cual puede resultar milagroso para aquellos que no entienden la raíz de su poder. Ahora, de vuelta a los pasos de la alquimia, podemos dividirlos en tres: Nigredo, Albedo y Rubedo.
La primera fase es la ignorancia y el acuerdo crítico. Es por eso que
todos, en los momentos importantes de la transformación biológica, es natural. De esta manera, se presenta como el nacimiento y la muerte, o la propiedad se presenta en las transformaciones del cuerpo experimenta la transición entre el niño y el adolescente, o este joven y por lo tanto la crisis clásica de cuarenta o vejez. Sin embargo, el Alquimista activa en su propio proceso de transformación más importante: la muerte del ego ilusorio. Durante vidas identificar una multitud de conceptos y intentamos hacerlos rígida, estática. Nos refugiamos en una torre de archivos adjuntos que en vano tratan de defender los estragos del cambio perpetuo al que se somete el mundo material.
Durante esta fase, putrefacción auténtica de viejos patrones
habituales de comportamiento, se perfila poco a poco el amanecer de un nuevo estado en el que se revela nuestra verdadera naturaleza.
Esta es ALBEDO, palabra viene de la palabra latina “Alba”. Fuera de
la oscuridad de nuestras propias sombras, introduzca el tamaño de la objetividad total en el momento presente parece ser la única realidad en la que vivimos. Vivir en este estado, el cuerpo se convierte poco a poco para llegar a una regeneración completa que se produce en paralelo a la purificación del alma que nos lleva a Albedo porque la mente y el cuerpo son parte de una realidad indivisible y lo que sucede en uno, tiene su reflejo en el otro. Regeneración, en su momento decisivo, nos lleva al estado de Rubedo, el “rojo”. En este estado de iluminación se hace patente, un nuevo mundo se abre ante el “ojo interior” y el estado de la conciencia cósmica es definitivamente hacia abajo. Es la fase de pleno contacto con la eternidad y la rectificación total del alma. La Gran Obra es visto cumplido y el alquimista, lleno de amor por todos los seres, se dedica a emanar luz a sus colegas, observándolos con compasión desde las alturas de la mayor logro.