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Los Estudios de
Israel
Vol. # 779806S
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muerte a manos de los cristianos. ¿Dónde se encontraba el amor y la misericordia?
Raras veces esta oscura y trágica historia es conocida por los cristianos. Sin embargo,
la comunidad judía recuerda muy bien estos tristes capítulos. En lugar de demostrar amor y
misericordia hacia el pueblo judío, muchos cristianos intercambiaron la cruz por una espada
en su contra. El Dr. Eduardo Flannery, en su libro La Angustia de los Judíos, dijo que los úni-
cos capítulos de la historia cristiana que han conocido los judíos fueron redactados en pági-
nas que la Iglesia ha arrancado de sus libros de historia y quemadas a fuego. Al investigar
volumen tras volumen de libros, enciclopedias y diccionarios de la historia cristiana, encontré
escasa referencia sobre la gran cantidad de material escrito por la Iglesia en contra de los
judíos. Estos escritos existen como parte de los procedimientos y conclusiones de la mayoría
de los Concilios y edictos eclesiásticos hasta nuestro siglo, pero la mayoría de los escritores
prefieren no mencionar estos pasajes porque no son alagadores. Simplemente los hemos
barrido por debajo de la alfombra para no enfrentarlos.
Lo anteriormente expuesto es razón por la cual deseo hacer algo un poco diferente en
los próximos dos Estudios de Israel. En lugar de hacer una interpretación correcta de las
Escrituras, observaremos los resultados de una interpretación equivocada y el desastre que
ésto generó. Ya que este tema es tan central para nuestra relación cristiana con Israel y la
comunidad judía, es muy importante que lo estudiemos juntos. A pesar de que es un tema
muy extenso, le aseguro que no se aburrirá.
Cuando analizamos los últimos 2,000 años de nuestra historia, creo que es acertado
afirmar que las organizaciones e individuos cristianos que demuestran solidaridad con el
pueblo judío, y que educan a la Iglesia acerca de las raíces judaicas de la fe cristiana, son
una rareza histórica.
Permítame ilustrarlo de esta manera: si se hubiese celebrado una reunión en algún
momento durante los últimos 1,800 años (de los casi 2,000 años de la historia de la Iglesia)
para enseñar a cristianos acerca de los judíos sobre judaísmo, sobre las raíces judaicas de
nuestra fe cristiana, o para celebrar las fiestas mencionadas en el libro de Levítico, los cris-
tianos hubieran sido, cuanto menos, denunciados y excomunicados y, en muchos casos, muer-
tos. También, cualquier miembro de la comunidad judía que hubiese participado en esta
reunión, o que simplemente hubiese asistido, sería acusado de “judaizante” y sería penalizado a
una muerte segura por las autoridades de la Iglesia. De hecho, un artículo de este tipo tampoco
se hubiese permitido publicar. La historia es muy compleja y, aunque es cierto que han existido
algunos momentos históricos de libertad religiosa, la observación anterior es muy cierta.
Afortunadamente, en la actualidad tenemos libertad para discutir las raíces judaicas del
cristianismo, como también podemos hablar sobre nuestro triste expediente en contra de los
judíos. De hecho, ya podemos reunirnos con personas judías para aprender el uno del otro
con relación a estos temas. Esta nueva tendencia es definitivamente positiva.
Nuestro estudio no pretende ser una mera lección histórica, sino una lección para nues-
tras vidas. No es una acusación a alguien en particular, ya que la Iglesia moderna es una
excepción a la regla histórica. Al contrario, quiero infundir un sentido de responsabilidad
para que no permitamos que se repita esta historia.
Mediante la presente, voy a hacer referencia a los padres de la Iglesia primitiva, a la
Iglesia Católica, a Martín Lutero y otros líderes, y a edictos de la Iglesia Católica. Le ruego que
no tome ofensa personal por los hechos históricos que voy a presentar. Los expongo para que
éstos nos ayuden a aprender, crecer y adelantarnos en nuestro camino de la fe, y no para
insultar a una denominación en particular. Comencemos, pues, nuestra jornada hacia el
entendimiento.
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consideraba una religio licita, una religión legal, ya
que existía previo a Roma. Sin embargo, como el
cristianismo comenzó a existir después de estable-
cerse el Imperio, se denominó una religio ilicita.
Obviamente, los cristianos no podían cumplir con
esta requerida adoración pagana, por lo que se
rehusaron a ella, enojando así a la autoridad
romana. Su desobediencia conllevaba castigo. Es
durante este tiempo que encontramos que los cris-
tianos eran utilizados como deporte en los coliseos y
circos romanos, como gladiadores, o echados a los
leones y otras bestias salvajes. El emperador Nerón
usaba a cristianos como antorchas humanas para
alumbrar su jardín de noche. Comunmente arropa-
ban cristianos con brea, los amarraban a postes y los
incendiaban. Para protegerse de ser arrestados, los
cristianos adoptaron durante este período identifi-
carse con el símbolo de un pez en lugar de la cruz.
Usaron las letras griegas ICTHUS, que significa “pez”
en griego, para representar la frase “Jesucristo, Hijo
de Dios, Salvador”.
Intentando mitigar la persecución, los apologe- Aún cuando los romanos se hacían cris-
tas cristianos trataron de convencer a Roma de que el tianos, continuaban sus sacrificios a dioses
cristianismo era simplemente una extensión del paganos. Aquí, un sacerdote de Isis celebra
judaísmo. Sin embargo, Roma no fue convencida. La un rito, dibujo encontrado en un calendario
continua persecución y resultante frustración de los hecho para un cristiano en 354 d.C.
cristianos engendró mayor animosidad contra la
comunidad judía, que para ese entonces tenía libertad para adorar libremente. Más adelante,
cuando la Iglesia llegaría a ser la religión del estado, se legislaría en contra de los judíos en
retribución a ésto.
Teología de la Suplantación: La animosidad por parte de los cristianos hacia los judíos
comenzó a reflejarse en los escritos de los primeros Padres de la Iglesia. Por ejemplo, Justino
Mártir (cerca de 160 d.C.), refiriéndose al pueblo judío dijo: “Las Escrituras no son de ustedes,
sino nuestras”. Ireneo, obispo de León (alrededor de 177 d.C.) declaró: “Los judíos han sido
desheredados de la gracia de Dios”. Tertuliano (160-230 d.C.), en su tratado Contra los
Judíos, anunció que Dios había rechazado a los judíos para favorecer a los cristianos.
A principios del siglo 4, Eusebio escribió que las promesas de las Escrituras Hebreas
eran para los cristianos y no para los judíos, pero que las maldiciones eran para los judíos.
Argumentó que la Iglesia era la continuación al Antiguo Pacto y que, por lo tanto, es la suce-
sión al judaísmo. La joven Iglesia se declaró como la verdadera Israel, “Israel según el
Espíritu”, y heredera de las promesas divinas. Encontraron imperativo el desacreditar a
“Israel según la carne” para comprobar que Dios había descartado a su pueblo y había trans-
ferido su amor a los cristianos.
Con ésto, nació la Teología de la Suplantación, donde la “triunfante” Iglesia suplantaba al
“derrotado” judaísmo y a Israel. Esta teoría de la Suplantación llegó a ser un fundamento prin-
cipal para justificar el antisemitismo cristiano hasta el día de hoy. Sin embargo, lo que real-
mente dice el Nuevo Testamento con respecto a la relación de la Iglesia con Israel y sus pactos
es que hemos sido injertados en el olivo (Rom.11:17), de haber “sido hechos cercanos” (Ef. 2:13),
que somos descendientes según “la fe de Abraham” (Rom.4:16), y “participantes de sus bienes
espirituales” (Rom.15:27), NO usurpadores del pacto y suplantadores de la Israel física.
Nosotros, los cristianos gentiles, nos hemos unido a lo que Dios está realizando con Israel, sien-
do que Dios no ha quebrantado su pacto ni sus promesas para con Israel (Rom.11:29).
La Iglesia Triunfante: A principios del 4to siglo, ocurrió un evento monumental para la
Iglesia. En el año 306 d.C., Constantino llegó a ser el primer emperador romano cristiano. En
sus comienzos, tenía un punto de vista pluralista y permitió que los judíos tuvieran los mismos
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derechos religiosos que los cristianos. Sin embargo, en 321 d.C. insti-
tuyó al cristianismo como religión oficial del Imperio. Esto marcó el
fin de la persecución de los cristianos, pero el principio de la dis-
criminación y persecución del pueblo judío.
Previamente, en el Concilio de Elvira (España) en 305 d.C.,
se habían hecho declaraciones para mantener separados los
judíos de los cristianos; inclusive, se ordenaba que los cris-
tianos no compartieran sus alimentos con los judíos, que no
se casaran con judíos, que no utilizaran a los judíos para ben-
decir a las cosechas, y que no observaran el shabat judío.
La Roma Imperial, en 313 d.C., promulgó el Edicto de
Milán, lo cual favorecía al cristianismo y prohibía la exis-
tencia de sinagogas. Luego, en 315 d.C., otro edicto per-
mitía quemar a judíos al ser convictos de quebran-
tamiento a la ley. A medida que el cristianismo se con-
vertía en la religión del estado, más leyes fueron
establecidas en contra de los judíos:
- Los anteriores privilegios otorgados a los
judíos fueron removidos.
- La jurisdicción rabínica fue abolida
o severamente coartada.
- El proselitismo era prohibido y
severamente castigado con muerte.
- Se excluía a los judíos de altos cargos
en el gobierno o carreras militares.
Estas y otras restricciones fueron reafirmadas vez
tras vez por varios Concilios Eclesiásticos durante los
próximos 1,000 años.
En 321 d.C., Constantino decretó que todo comercio
cesara en “el día venerado del sol”. Al sustituir el sábado
por el domingo como día de adoración cristiana, agudizó
aún más la separación. Esta controversia en torno al shabat judío o domingo cristiano surgió
en el primer concilio ecuménico de Nicea (325 d.C.), el cual estableció que el domingo debiera
ser el día de descanso para los cristianos. El debate continuó posteriormente durante largo
tiempo.
De la noche a la mañana, se le otorgó al cristianismo el poder del Estado Imperial, y los
emperadores comenzaron a aplicar los conceptos y aseveraciones de teólogos cristianos en
contra de los judíos y del judaísmo. En lugar de la Iglesia aprovechar esta oportunidad para
difundir su mensaje del Evangelio de amor, se transformó en una Iglesia triunfalista, empeña-
da en derrotar a sus enemigos. Luego del año 321, el carácter de los escritos de los Padres de
la Iglesia cambió. Ya no se expresaban de manera defensiva o apologética, sino agresiva,
dirigiendo su veneno a todo aquel que estuviera “fuera del redil”, en particular al pueblo judío
que pudiera encontrarse en casi cualquier comunidad y nación.
LA EDAD MEDIA
Miremos ahora los próximos 700 años de la historia, desde el tiempo de Constantino
hasta la Primera Cruzada en 1096 d.C.
Este período es conocido como la Edad Media, o la Edad del Oscurantismo. El Santo
Imperio Romano estaba procurando expandir su nueva fe a las tribus paganas de Europa
Occidental, a los ostrogodos en el norte y este, a los visigodos en el oeste, y al Imperio Franco
(el área general alrededor de la Francia moderna).
Durante este período encontramos más ejemplos de prejuicio anti-judío en la literatura
eclesiástica escrita por líderes de la Iglesia:
- Hilario de Poitiers (291-371 d.C.) escribió: “Los judíos son una nación maldecida por
Dios eternamente”.
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- Gregorio de Hyssa (fallecido en 394 d.C.), Obispo de Capadocia, dijo: “Los judíos son
una cría de serpientes, aborrecedores de todo lo bueno...”
- San Jerónimo (347-407 d.C.) describe a los judíos como “...serpientes, portando la ima-
gen de Judas, sus salmos y oraciones son el bramido de asnos.”
Juan Crisóstomo: Al final del 4to siglo, el gran orador y Obispo de Antioquía, Juan
Crisóstomo, escribió una serie de ocho discursos contra los judíos. Había visto a cristianos
conversando con judíos, haciendo juramentos delante del Arca,
mientras que otros guardaban las fiestas judías. El quería
detener ésto y, en un esfuerzo por hacer retornar a su gente a lo
que llamaba “la verdadera fe”, los judíos llegaron a ser el chivo
expiatorio para su serie de discursos. Citando a Crisóstomo,
dijo: “La sinagoga no es solamente un centro de prostitución y un
teatro; es también una casa de ladrones y hospedaje para bestias
salvajes. Ningún judío adora a Dios...los judíos son asesinos
empedernidos, poseídos por el diablo; su libertinaje y borrachera
les da los modales de un cerdo. Se matan y se mutilan entre sí...”
Bajo esta presión, uno puede ver la gran dificultad que
representaba el querer mantenerse fiel a la herencia judía, o que
un cristiano gentil aprendiera sobre la paternidad del cristianis-
mo. Más aún, Crisóstomo intentó separar el cristianismo total-
mente del judaísmo. Escribió en su Cuarto Discurso, “He dicho
suficiente en contra de los que dicen estar de nuestro lado, pero
Juan Crisóstomo mantienen los ritos judíos...mi verdadera guerra es contra los
judíos...los judíos han sido abandonados por Dios, y por el crimen
de este deicidio no hay expiación posible.”
Observamos que Crisóstomo era bien conocido por su predicación fogosa contra lo que él
percibía como amenazas a su rebaño, incluyendo las riquezas, el entretenimiento, los privile-
gios y los ornamentos externos. Sin embargo, su predicación contra la comunidad judía, la
cual creía tener una influencia negativa sobre los
cristianos, es inexcusable y abiertamente antisemi-
ta en su contenido.
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culpable por su propia participación, porque fueron soldados romanos quienes realmente
efectuaron la crucifixión, enclavando a Jesús y colgándolo en la cruz. Y si no podemos culpar
a todos los gentiles, ¡por lo menos podemos culpar a todos los italianos! Bueno, creo que ya
entienden mi punto, y lo ridículo que es hacer esta clase de acusación.
En tercer lugar, Jesús se entregó a sí mismo voluntariamente para morir por los peca-
dos de la humanidad. De esta manera, fue nuestro pecado lo que le colgó a la cruz - y no una
multitud judía ni un ejército romano.
En último lugar, antes de que muriera Jesús, dijo, “Padre, perdónalos, porque no saben
lo que hacen” (Luc.23:34). Si Jesús perdonó tanto a los judíos como a los romanos por su par-
ticipación en este evento, ¿cómo podremos nosotros hacer menos?
Conclusión
A pesar de que hayamos revisado sólo los primeros 1,000 años del cristianismo, creo
que ya ha podido ver parte de la trágica relación entre la Iglesia y el pueblo judío. En
Romanos 11:28 y 31, Pablo dice que los judíos son “...amados por causa de los padres. Porque
irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios...” y que, “por la misericordia concedida a
vosotros, ellos también alcancen misericordia.” Sólo recientemente este mensaje ha sido predi-
cado por la Iglesia.
El próximo mes veremos los siguientes 1,000 años de la historia cristiana con relación
al pueblo judío. Veremos por qué la Iglesia obligó a que los judíos usaran distintivos, identi-
ficándolos como “profanadores de sangre” y “blasfemos de los Sagrados Elementos de
Comunión”, y los pusieron en barrios o ghettos. También veremos cómo los judíos sufrieron
bajo las Cruzadas, la Inquisición, la Reforma, los Pogroms y el resultante horror del Holo-
causto (a manos de “cristianos” inspirados por los escritos muy antisemitas de Martín
Lutero).
Reconozco que esta información es difícil de aceptar, pero ahora los cristianos podrán
saber lo que los judíos han conocido durante todo este tiempo acerca del cristianismo. ¿Es de
sorprenderse que ellos tengan temor de nosotros? Esta lección, aunque histórica y post-bíblica,
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nos enseña cómo es posible utilizar incorrectamente las Sagradas Escrituras. Habiéndose
hecho ya el presente daño, veremos en la conclusión de nuestra próxima edición algunas
sugerencias para ayudarnos a presentar una imagen más positiva del cristianismo hacia
Israel y la comunidad judía alrededor nuestro.
P.D. Puentes para la Paz ha producido un pequeño libro en inglés, el cual resume las
acciones antisemitas perpetuadas a través de la historia, y fechadas en forma cronológica. Es
preciso que este libro, compilado por JoAnn Magnuson, Directora Educativa de Puentes para
la Paz en Estados Unidos, forme parte de toda biblioteca (solamente en inglés). El mismo se titula “Anti-Se
and the Jewish Experience: A Brief Introduction for Christians,” y por una contribución de
$10.00, le enviaremos una copia. Favor de solicitar este librito a través de nuestra oficina en
Estados Unidos a la siguiente dirección:
Bridges for Peace
P. O. Box 33145
Tulsa, OK 74153-1145