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“TERCER SEX-TOR”: MINORÍAS SEXUALES.

BREVE REFLEXIÓN

Izchel A. Cosio Barroso


Magíster en Antropología y Desarrollo: U. de Chile,
Antropóloga Social: ENAH (México)
izchelc@hotmail.com
Mesa: Ciudadanía y Democracia Participativa

Resumen
Dentro del marco político y ciudadano encontramos que han emergido nuevas vías
participativas, ejemplo de ello son las organizaciones civiles. Estas, a su vez, han exigido
nuevas formas de legislación respecto a temáticas puntuales, debido a la existencia de
una gama diversa de intereses y preocupaciones que no encuentran tipos de
representación política adecuadas.
En Chile, es a partir del término de la dictadura y con la reconstrucción en cuanto a
diseño y gestión de políticas públicas que emerge el conocido “tercer sector” o sociedad
civil, el cual ha sobresalido mediante actores políticos relevantes que se enfocan en la
búsqueda y creación de espacios de expresión que evidencian la diversidad sociocultural.
Dentro de dicha búsqueda han encontrado voz las organizaciones que abogan por el
derecho a la expresión de la sexualidad de las denominadas “minorías sexuales”. Bajo
esa lógica es que la reflexión adquiere el título de “tercer sex-tor”, como una analogía de
lo sexual desde una perspectiva crítica dentro de la misma diferencia a la que alude la
categoría “tercer sector”, en donde se vislumbra todo un panorama de acción social que
involucra la marginación y la exclusión, y que en cuanto a sexualidad se refiere, tales
inequidades se acentúan aún más. En ese sentido, me interesa introducir una breve
reflexión sobre cómo dichas organizaciones han logrado una incidencia política a través
de estrategias que abarcan el prestigio social y político.

Palabras clave
Tercer Sex-tor, Minorías Sexuales, Prestigio Social y Político, Tercer sector,
Organizaciones Civiles.

Summary
Within the political and citizen frame we found that new participating routes have emerged,
example of it are the civil organizations. These, as well, have demanded new thematic
forms of legislation with respect to precise, due to the existence of a diverse range of
interests and concerns that do not find adequate political representation suitable.
In Chile, it is from the end of the Dictatorship and with the reconstruction as far as
design and management of public policies that the well-known emerges “third sector” or
civil society, which has excelled by relevant political actors that focuses on search and
creating expression spaces which demonstrate the sociocultural diversity. Within this
search it has found voice organizations who plead for the right to the expression of the
sexuality of the denominated “sexual minorities”. Under this logic is that the reflection
acquires the title of “third sex-tor”, as an analogy of the sexual thing from a critical
perspective within the same difference to which “third sector” alludes to the category,
where it envisions an entire overview of social action that involves the marginalization and
the exclusion, and that as far as sexuality concerns, such inequities are accentuated even
further. In that sense, I am interested to introduce a brief reflection about how these
organizations have achived a political impact through strategies that include social and
political prestige

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Key words
Third Sex-tor, Sexual Minorities, Social and Political Prestige, Third Sector, Civil
Organizations.

EL TERCER SECTOR

Empezaré por definir qué entiendo por Sociedad Civil o Tercer sector. Para el presente
trabajo, y de acuerdo a Gonzalo de la Maza, entenderé sociedad civil como: el espacio
intermedio entre “el estado” y “los hogares”, espacio en el cual se producen múltiples
asociaciones autónomas y voluntarias de individuos, con diferentes objetivos (De la Maza,
2005: 5). Esta idea conlleva la proposición e intervención de orientaciones para la gestión
del estado y también plantea un discurso en el espacio público, ligado a la defensa o
promoción de intereses y aspiraciones particulares en relación a aspectos más generales
de la organización social desde una posición politizada. Desde este punto de vista la
sociedad civil se observa diversa, y en ese sentido no se puede suponer una unidad de
propósitos y proyectos políticos, por el contrario, el campo de la sociedad civil está
permanentemente reorganizándose. Sin embargo, su característica principal será la toma
de acción como “ciudadanía” autónoma del Estado, constituida por formas asociativas y
circulación de propuestas e ideas, que dialogan permanente con el estado, logrando una
influencia mutua.
Desde comienzos del siglo XX, la realidad de la sociedad civil chilena estuvo
fuertemente influida por los fenómenos políticos que sucedían en el país, principalmente
porque el espacio político fue ampliándose hasta convertirse en el campo de negociación
y resolución de los principales intereses de esta sociedad. A pesar de contar con una
tradición de más de cien años, en donde la sociedad civil chilena estuvo fuertemente
vinculada a una dinámica política (De la Maza, 2005), no es sino hasta el término de la
dictadura y con la reconstrucción en cuanto a diseño y gestión de políticas públicas, que
emerge la sociedad civil o también llamado “tercer sector”, el cual acierta un camino
sobresaliente mediante actores políticos relevantes que se enfocan en la búsqueda y
creación de espacios de expresión que evidencien la diversidad sociocultural. Es decir, la
transición de la Dictadura a la Democracia, potenció la emergencia de una nueva
dimensión de acción social instaurada como un espacio de creación dentro del reino de lo
particular, con intereses diversos y desvinculados, pero como parte de la reconstrucción
de la dinamización de las políticas públicas (De la Maza, 2008; Seminario EGD). En un
primer momento el papel de la sociedad civil consistía en ser un espacio mediador entre
el Estado y diversos estratos sociales, por lo tanto, en ella se delegaba la responsabilidad
de establecer comunicación y se daba la posibilidad de externalizar servicios de atención
para problemas particulares. Es claro que la formación de la sociedad civil buscaba la
creación de estrategias de comunicación, no así la transformación mediante proyectos
políticos, pues el proyecto era uno: la inclusión de lo considerado disfuncional (Duhart,
2006). Sin embargo, la naciente idea de red que teje a la sociedad civil, alude ya a una
proliferación de propuestas y producción de políticas públicas (Porras; Espinoza, 1995);
es decir, se establecen vinculaciones entre personas, organismos e instituciones, tanto de
forma política como politizada.
Siguiendo esa lógica, en un segundo momento, durante la década de los 90, la
sociedad civil latinoamericana, incluida la chilena, comienza a tomar fuerza como actor
político relevante y se integra a la discusión sobre el papel que deben interpretar las
nuevas ciudadanías, producto del establecimiento de redes ya consideradas como
políticas propiamente (De la Maza, 2008; Seminario EGD). Es decir, dentro de la unidad
civil, se muestra una reorganización social, en donde se manifiesta una diversidad de
intereses en espera de resoluciones en el campo político.

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En consecuencia, el discurso sobre democratización e institucionalidad comienza a
aglutinar grupos concretos con proyectos políticos distintos y específicos, pero que
encuentran un espacio común a través de la idea de participación ciudadana. Sobre esta
base de emergencia política aparece el denominado “tercer sector”, aquel que más tarde
se intentará despolitizar desde el discurso institucional como una forma de debilitamiento
social.
Al ser reconocido el tercer sector como nueva fuerza social con proyectos políticos
de corte participativo, su presencia se vuelve necesaria y se profundiza su incidencia con
la finalidad de empoderar a diversos actores sociales según las necesidades y demandas
identificadas (De la Maza, 2008; Seminario EGD). Es en ese momento, cuando las
organizaciones de la sociedad civil se articulan de forma colaborativa, creando estrategias
de resolución para problemas particulares e incluso se instituyen redes sólidas de trabajo
participativo con carácter representativo; la comunicación del “tercer sector” para con el
Estado, adquiere un carácter fuertemente político que conlleva a la movilización de capital
social, recursos económicos, sociales y políticos con fines jurídicos (Duhart, 2006).
También, como tercer sector, la sociedad civil se incorpora a la participación del marco
institucional con iniciativas sociales propias a través de la política de la diferencia,
entendida ésta desde una marcada desigualdad de los de arriba (hegemonía) con
intermitencia hacia los de abajo (minorías).
Con la idea de modernidad del siglo XXI, en Chile se produce un cambio en cuanto
a los pactos de gobernabilidad, en donde la integración implica la reactivación de políticas
públicas a través de estrategias participativas y de inclusión de la diferencia desde el
fortalecimiento de la ciudadanía y mediante el diálogo del empoderamiento; por lo regular
la tendencia se focalizó, y aún se centra, en la pobreza, la municipalización y la
privatización de acciones mediante ejecutores privados u organismos internacionales (De
la Maza, 2008; Seminario EGD).
A pesar de la movilización de capital social y de la presencia política, la sociedad
civil actual presenta un carácter fragmentado y por ende débil, que le impide articularse
mediante proyectos sociopolíticos permanentes; sin embargo han aparecido nuevos
actores sociales que han reorganizado y reactivado a la sociedad civil mediante una
vinculación de contenido particularmente demandante para con el Estado a modo de
ejercer presión política hacia éste (ejemplos: profesores, estudiantes de universidades
públicas, gremios de la salud, comunidades mapuches, gremios portuarios, gremios del
transporte, y yo agregaría grupos organizados de minorías sexuales) (De la Maza, 2005).
Desde esa posición yo observo la emergencia social marginada de la esfera de lo sexual.
En el proceso antes mencionado también surgen organizaciones relevantes socio-
políticamente hablando, sobre todo aquellas que refieren a una diferencia vulnerada,
marginada y excluida dentro de la misma diferencia, razón por la cual de forma lúdica yo
lo llamo el otro “Tercer Sex-tor” en correspondencia también a su contenido sexual.
En un principio, dicha diversidad fue abordada como un problema social
principalmente desde organismos internacionales; primero aunado a la preocupación de
promocionar la salud sexual con motivo de la propagación del VIH/ SIDA y las infecciones
de transmisión sexual, y después por la preocupación de incorporar cierta tolerancia a la
diferencia de orientaciones y expresiones sexuales a nivel nacional, principalmente
mediante la educación sexual.
En la actualidad, podemos constatar que existen regulaciones y reglamentos
jurídicos que se basan en un modelo heteronormativo (Plummer, 1984): es decir, aquel
que establece naturalizaciones de orden y reproducción social a través de la
heterosexualidad como modelo a seguir. Entre los acuerdos que se toman en la esfera
política y las organizaciones del pujante tercer sex-tor, se conjuga un conocimiento o
saber que pone en juego la interacción de poderes y resistencias, forma nuevo
conocimiento y genera rechazo sobre diversos controles para y desde la misma minoría.

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Dicha resistencia, también se ha visto enfrentada a una lógica de patologización (Nieto,
1996) con respecto a las prácticas sexuales que los individuos puedan experimentar en
relación a las establecidas por el discurso socio- médico y socio-jurídico, lo cual genera
tipos de exclusión social que dan cuenta de una dimensión relacional de privación y
opresión ante la diversidad. Bajo esta perspectiva, este otro sexual además ha sido
enmarcado en la conceptualización de enfermo, lo que conlleva una supuesta
“enfermedad” asociada y derivada de sus diversas orientaciones y expresiones sexuales,
aquellas que rompen el esquema de orientación heterosexual, y dan paso a situaciones
como la homofobia.
Esto ha generado que a nivel discursivo tales prácticas sean observadas desde la
semántica de minorías sexuales (es decir: Lesbianas, Gays, Bisexuales y una larga lista
de Trans).

EL OTRO “TERCER SEX-TOR”: MINORÍAS SEXUALES

En Chile desde 1973 hasta la fecha son las Organizaciones No Gubernamentales


(ONG´s) las que han llevado a cabo un trabajo sostenido particularmente en el campo de
la educación sexual, pero sin lograr una articulación sólida entre organizaciones y grupos,
a falta de su desvinculación y movilizaciones políticas masivas y, en general, de acciones
masivas. Por ejemplo, en 1990 a través de un ambiente de debate público sobre el
incremento del SIDA y del embarazo de adolescentes, una Organización No
Gubernamental –el Programa de Apoyo y Extensión en Salud Materno Infantil, PAESMI-
con patrocinio de UNESCO y el auspicio del Fondo de Naciones Unidas para las Acciones
de Población (FNUAP), convoca a organizaciones, instituciones profesionales de todos
los campos de las Ciencias Sociales y Biológicas a participar en el Primer Encuentro
Nacional de Educación Sexual. Dicho evento se realiza en el centro de
Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas (CPEIP) y culmina
con la Declaración de Lo Barnechea. Este documento, que es entregado al Ministro de
Educación de la época, argumenta la necesidad de que se formule una Política de
Educación en Sexualidad (Kleincsek; Orostegui, 1999). Más allá del breviario histórico, me
interesa ejemplificar que existen procesos de reconocimiento político y jurídico sobre las
identidades sociales que se evidencian a partir del trabajo participativo del tercer sex-tor,
con base en un diálogo social en el ámbito de las relaciones sexo/género y las minorías
sexuales involucradas (Dides, 2007). Es importante tenerlo en cuenta porque las
identidades que se ponen en juego van incondicionalmente acompañadas de
comportamientos sexuales validados o sancionados mediante la legalidad jurídica, la cual
enfatiza una desigualdad de acceso al poder y al saber (Foucault, 2002), pero que sin
embargo se utiliza a favor de su visibilización.
Como otro ejemplo, a un nivel internacional, encontramos la creación de GALE,
una nueva red internacional que ha iniciado programas regionales en África, Asia, Europa
y América Latina, con el objetivo común de educar y formar a las poblaciones en
sexualidad LGTB, mediante la promoción de políticas públicas que busquen la inclusión y
pugnen la discriminación desde su particularidad. La propuesta para Chile es priorizar la
educación sexual, para sumarse a los esfuerzos de una educación inclusiva de combate
contra la discriminación y la homofobia en razón de que prime en la discusión, la inclusión
total de las personas que se ven perjudicadas por su orientación o identidad sexual.
Asimismo se propone no sólo trabajar con organizaciones LGBT, sino con gente de los
ministerios, con gente que trabaja con políticas educativas, es decir, se piensa en un tipo
de estrategia de inclusión desde diferentes esferas políticas. (CLAM, 2008). Este tipo de
iniciativas propuestas desde el tercer sector, han dado resultados positivos en varios
países, sin embargo, en el caso chileno, las propuestas se han tenido que replantear

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debido a que en el país el estudio de diversidad sexual parte desde la negatividad (Dides,
2007), es decir, como minoría sexual posicionándose sobre la idea de diferencia marginal.
En términos estructurales y relacionales se puede decir que se ha creado un
sector, mejor conocido como población marginal, socialmente “enferma”, “desadaptada”,
“excluida”, pero atención, también privada de visibilidad y reconocimiento jurídico, como
es el caso de las minorías sexuales. La realidad de las diversas orientaciones que
adquiere la sexualidad en nuestro país [Chile] dista de concepciones unificadoras que
permitan hacer generalizaciones sobre un supuesto movimiento homosexual o sobre una
comunidad como tal, ya que lo que existe mas bien son distintos grupos (…) que han
centrado sus luchas y reivindicaciones en una población denominada homosexual, gay,
lésbica travesti, transgénero o la incluyente categoría trans (Dides, 2007: 51). En el país,
las denominadas minorías sexuales, como se presenta en la investigación del CLAM
(Dides, 2007), no representa una comunidad, pero sí se podría hablar de un grupo que se
aglutina a partir de la marginación y la exclusión acentuadas por su condición de
diferencia, desigualdad y desventaja a causa de sus orientaciones y expresiones sexuales
características que ya apuntaba De La Maza (2005) en general para el tercer sector.
Existen muchas organizaciones que se incorporan a una historia mayor respecto a
la importancia de nacer como sociedad civil mediadora del Estado, pero tomando
conciencia de que su fuerza se da a través de un reconocimiento social, ligado a su grado
de politización. Bajo esa lógica encontramos organizaciones de gran relevancia, tales
como: Movimiento de Liberación Homosexual (Movilh), Movimiento Unificado de Minorías
Sexuales (MUMS), SIDACCIÔN, Coordinadora Lésbica, Rompiendo el Silencio, Las Otras
Familias y CUDS, por mencionar sólo algunas. Cada una de ellas, además de producir
conocimiento a través de investigaciones sociales, asegura que sus acciones sean
respaldadas por instituciones del estado en diferentes momentos. Tal es el caso del
Instituto Nacional de la Juventud (INJUV), el SEREMI de Gobierno, SERNAM, entre
otros, quienes están presentes y apoyando cada acción sobre todo de carácter
participativo y de incidencia social. Este hecho considero que es positivo en tanto
posibilita la apertura de espacios para las minorías sexuales y viabiliza que sus
expresiones sean conocidas de forma transversal, de modo que en un plazo de tiempo
también logren ser re-conocidas, legítima y legalmente.
A pesar de las difíciles condiciones y las razones que argumenta el Estado
mediante leyes y códigos, apoyados en discursos médicos patologizantes, el tercer sex-
tor chileno continúa con una labor importante en favor del reconocimiento jurídico. Al
respecto, considero que uno de sus argumentos base para tal hecho, ha sido la
investigación científica social, en tanto sigue una lógica de explicación alejada de ideas
asociadas a patologías médicas y, en cambio, propone una mirada hacia diversas
orientaciones y expresiones distintas a la heterosexualidad y su modelo heteronormativo.
En tanto sociedad civil, las “minorías sexuales” han sabido utilizar una lógica de trabajo
que sigue el camino de la inclusión y la participación de la ciudadanía, lo cual trae consigo
la búsqueda de igualdad de derechos y la libre expresión ante el reclamo de no
discriminación, independiente de una orientación sexual.
Es innegable que gracias a la parcial inclusión de grupos del tercer sextor, ha
habido procesos de reconocimiento político y jurídico sobre identidades sexuales distintas
a las sexualidad hetero, lo que ha ido transformando la visión con respecto a la diversidad
sexual en el ámbito de las relaciones sexo-género (Dides, 2007). Por muy elemental que
pueda resultar tal aseveración, no deja de evidenciar esa intrínseca relación que los
discursos jurídicos han tenido con respecto a la permisibilidad de la experiencia del
cuerpo, mismo que ha sido asociado a una esencia rígida producto de la diferencia
observable entre dos esquemas corporales perceptibles; es decir, lo que se conoce como
hombre o mujer asociado a las categorías de género masculino-femenino (Lamas,1996;
Rubin, 1996). En ese sentido se han establecido esencialismos socioculturales rígidos

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respecto a cómo ser, deber ser y hacer, que transversalizan y restringen al actor social
con relación a sus acciones y comportamientos inclusive sexuales.
Se dice que toda acción es validada o sancionada mediante la legalidad jurídica
que enfatiza una desigualdad de acceso al poder y al saber (Foucault, 2002). Bajo esa
idea y a partir de una revisión de principios de origen considero que existen tres objetivos
básicos en la conformación de las organizaciones del tercer sex-tor:

1. Visibilizar la REALIDAD de los gays, lesbianas bisexuales, transgéneros y


transexuales en los espacios públicos y privados, a través de un concepto amplio e
integrador de la sexualidad humana.

2. Trabajar en favor de acciones jurídicas, legislativas, culturales, sociales, policiales


que terminen con la violación a los derechos humanos de las minorías sexuales.

3. Establecer contactos con líderes políticos, sociales y académicos y participar de


diversos foros de discusión, constituyéndose como un espacio de apoyo e
integración para quienes viven con una orientación sexual diferente a la
heterosexual.

Por lo tanto, las estrategias utilizadas son precisamente aquellas desde las cuales se
levantan las propias organizaciones. Es decir, no sólo son principios fundadores, sino
estrategias puntuales de inserción social en donde se resalta la importancia del
conocimiento científico como parte de la adquisición de prestigio político y social.

• El primer punto considero que podría estar reflejado en la producción de material


escrito resultado de investigaciones de carácter cualitativo y social, es decir, de una
cientifización del conocimiento empírico desde las mismas organizaciones de
minorías sexuales. No resulte extraño que cada organización utilice, por lo menos
ahora, un sitio Web oficial de acceso libre y con posibilidad de encontrar
información o establecer contacto para contestar dudas, reclamos o cualquier otra
inquietud de corte informativa, de asesoría jurídica o explicación cultural. En una
entrevista que el CLAM realiza a Teresa Valdés, ella reconoce que: En Chile es
determinante la forma en que se financia la investigación puesto que ello
condiciona los temas y los intereses de conocimiento. El financiamiento de
investigación ligada a políticas públicas es muy instrumental y tiende a
concentrarse en los temas de la agenda gubernamental. A nivel internacional, la
epidemia del VIH/SIDA ha significado una gran oportunidad para la investigación
en sexualidad, pero también se ha traducido en una concentración temática
importante (Entrevista CLAM a Teresa Valdés, 2008). El conocimiento,
principalmente proveniente de investigaciones de las ciencias sociales, ahora
forma parte de la justificación y explicación sobre la diversidad de orientaciones
sexuales.

En correspondencia, las transformaciones culturales afectan no sólo la lógica de


las organizaciones del tercer sex-tor, sino las reglas mismas de construcción del
conocimiento científico, emitiendo discursos legitimadores como verdades parciales.
De hecho, la construcción social y cultural de la sexualidad proporciona herramientas
de interpretación que horadan conceptualizaciones que quisieran ser fijas y estables.
Así, se pasa de la perversidad sexual a la diversidad sexual. De la hipocresía de la
doble moral, al reconocimiento de lo plural. Un nuevo diapasón afina la sexualidad
(Nieto, 2003: 34). Mediante esta frase, Nieto pareciera incitar a la reflexión sobre el

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tipo de reconocimiento que se hace a partir de la pluralidad y mediante coordinaciones
entre diversos sistemas, no en vano menciona el paso de la perversidad impuesta vía
la semántica del sistema religioso y la ciencia médica a la diversidad del sistema
científico social, y de la hipocresía del sistema moral por reminiscencia religiosa a la
semántica del reconocimiento legal. En consecuencia, considero que la investigación
social ha sido fundamental para que las organizaciones de la sociedad civil realicen
acciones concretas. Es decir, la investigación social y la transmisión del conocimiento
han afectado el saber social dentro de los grupos organizados y no organizados de las
minorías sexuales.

• Respecto al segundo principio fundador o estrategia política de inclusión, se puede


decir que, efectivamente, se ha trabajado de tal forma que se posibiliten acciones
jurídicas, legislativas, culturales, sociales y policiales, entre otras, siempre en pro
del respeto a los derechos de las minorías. A su vez, considero que esto ha sido
fuertemente logrado bajo la semántica de: “minorías sexuales”, término que
encuentra sustentabilidad a partir d una institucionalidad inacabada, pues aún no
ha ido respaldada por el Estado Chileno (como por ejemplo, dentro del sistema
económico se encuentra el SERNAC (Servicio Nacional del Consumidor), el
SERNAM (Servicio Nacional de la Mujer) y otros organismos del Estado” que
cumplen la función de servicio, apoyo y protección). Sin embargo, pienso que la
palabra misma d minoría ha tenido u enorme poder para el trabajo de inserción
social, tanto así que su fuerza jurídica radica en la búsqueda de protección en tanto
minoría marginada y excluida, no aún como parte de un discurso sobre diversidad.
• Finalmente, el tercer principio puede ser considerado una estrategia en tanto que
las organizaciones civiles han sabido establecer una fuerte alianza con
organismos principalmente internacionales que financian proyectos de
investigación-acción, enfocándose en temáticas como el respeto hacia las
minorías. Como ejemplo podemos citar la posibilidad de ampliación y
profundización que surge a partir de la agenda feminista y de los movimientos
sociales ligados a los derechos sexuales y reproductivos de carácter específico,
entre los que están: estudios en torno al aborto, la homoparentalidad o el abuso y
la violencia de género e intrafamiliar, sin embargo su desarrollo teórico-conceptual
y práctico, también encuentra límite como foco de interés político (Dides, 2007).

Otro aspecto importante que considero en el proceso de adquisición de prestigio


es que, además de producir conocimiento a través de investigaciones sociales, las
organizaciones de minorías sexuales aseguran que cada una de sus acciones sean
respaldadas, aunque sólo como observadores pasivos, por instituciones del estado en
diferentes momentos. Tal es el caso del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV), el
SEREMI de Gobierno, SERNAM, entre otros, quienes apoyan el trabajo participativo
que propicia la ciudadanía de las minorías sexuales. Creo que esto es positivo en
tanto coopera con la apertura de espacios que buscan las minorías sexuales para
expresarse públicamente, de modo que en con el transcurso del tiempo también logren
ser re-conocidas, legítima y legalmente.

En el caso de la participación a través de organizaciones dedicadas a trabajar


temas sobre sexualidad, Gabriel Guajardo enuncia que: Las condiciones se
encuentran determinadas por quiénes asumen la construcción de una agenda de
investigación sobre sexualidad y derechos. Actualmente las universidades se
encuentran cruzadas por un escenario de mercado que plantea lógicas de definiciones
y prioridades donde las perspectivas críticas y de promoción de derecho quedan
relegadas o invisibilizadas según su rendimiento simbólico o de prestigio, como

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también por las demandas específicas de las políticas públicas. Por su parte, tanto los
centros académicos independientes como los organismos no gubernamentales han
perdido progresivamente un papel claro en este campo. Este escenario plantea la
posibilidad de que organizaciones o movimientos de la sociedad civil puedan asumir e
incorporar una agenda. No veo que las condiciones se encuentren dadas sin la acción
y protagonismo de organizaciones, grupos o personas con una ciudadanía activa que
incorporen la esfera de la intimidad como asunto público y político (Entrevista CLAM a
Gabriel Guajardo, 2008). Con esta frase Guajardo nos da mucho material para
reflexionar el trabajo participatio de las organizaciones del tercer sextor en relación a
su búsqueda constante de prestigio. Ahora ellas, con sedes tangibles, impulsan la
propia investigación, ya no sólo se sirven de ella, sino que influencian el campo
investigativo dentro de las ciencias sociales, son problemas pensados fuera de la
academia, y como tal, los investigadores sociales deberíamos replantearnos cómo se
está construyendo el propio conocimiento y discurso “científico”: Bajo esa lógica
encontramos otras organizaciones de gran relevancia, tales como: Movimiento
Unificado de Minorías Sexuales (MUMS), SIDACCIÔN, Coordinadora Lésbica,
Rompiendo el Silencio, Las Otras Familias y CUDS, junto con un listado largo de
organizaciones.

A pesar de las difíciles condiciones de la relación entre tercer sex-tor y Estado,


observamos que las “minorías sexuales” continúan con la creación de redes políticas
afianzadas a una lógica de desnormalización y desheteronormativización desde el
discurso de la No Discriminación. Es a través de las tres estrategias antes mencionadas
que se han hecho cada vez más evidentes tanto jurídica como socialmente, logrando con
ello lo que llamamos prestigio político y reconocimiento social.

Consideraciones finales

Me gustaría terminar con tres consideraciones importantes:

1.- Sexualidad/es y cuerpo/s son un terreno de disputa ideológica y política constante. En


consecuencia, los tipos de incidencia política podrían pensarse desde una forma
corporalizada (tal como el término lo indica), en conjunto con su dimensión de
temporalización en el marco de condiciones de orientación política con formas concretas
de operar y de acuerdo a necesidades particulares de las grupos sociales, pero que
también abarquen la diversidad sexual. Lo que teóricamente Nieto (2003) apunta no sólo
como la resurrección postgenital de los cuerpos, sino también de los sujetos en su
ingenua incorrección, caos y radical ambigüedad y pragmatismo.

2.- La trayectoria histórica de conformación del tercer sex-tor, ha pasado fuertes y


decisivos procesos políticos, primero como mediadoras y después como fuerte actor
político con posibilidad de presencia institucional. Sus fuentes de expresión o de
conformación aún son “informales”, en el sentido que no están institucionalizadas ni gozan
de un respaldo “formal” por parte de algún organismo gubernamental específico. Sin
embargo, su fuerza social y su presencia política son cada vez más grandes y
mayormente incidentes. La transformación del saber que dichos grupos tienen, igual que
en aquella sociedad civil definida al principio, ha sido transformado en conocimiento
científico con efecto en los poderes públicos y de justicia social, hecho que a veces
pareciera poco perceptible desde otras perspectivas.

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3. Encuentro que existe una fuerte triangulación estratégica entre conocimiento como
producto de investigaciones sociales, política y organizaciones de la sociedad civil, que
establece tácticas políticas, en donde la sola presencia de organizaciones sociales
pareciera formar parte de una estrategia que garantiza la aprobación y el cumplimiento de
derechos. Esto es viable gracias a la politización del “tercer sector” y a la adquisición de
prestigio por parte de organizaciones desde las aún denominadas minorías sexuales.

4.- Sin embargo, también considero que la discusión dentro de las mismas organizaciones
y grupos vulnerados, aún requiere de un lenguaje integrador que vacune a la lógica de
patologización impuesta por el discurso médico y político, con la cura de la idea sobre
Diversidad. Es decir, considero que hablar de “minoría”, aún sitúa a este sector en un
mundo en donde la marginación y la exclusión se han incardinado y se han hecho
propios. Sin duda que su adscripción y su propio posicionamiento tiene que ver con la
realidad que se vive de manera cotidiana en cuanto a vejaciones, discriminación y
privación de acceso a garantías y respaldos socio-jurídicos; sin embargo, considero que
auto-reflexionarse o auto-pensarse desde la idea de “Diversidad” con soporte en un
discurso político sobre igualdad, contribuiría a atenuar la mirada como minorías objeto de
exclusión y marginación, y a situarlas como equivalentes a una sexualidad heterosexual
ligada a una heteronormatividad. Es decir, hacerse equivalentes en discursos desde la
igualdad, no desde la minoría, ya que finalmente la diversidad somos todos.

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