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Trueque en Ilabaya1

A.G. Mendoza2

Advertencia: en el presente informe relato la información recolectada desde mi


perspectiva personal vivida para dar a conocer mayor detalle del espacio en el que
estuve y lo que pude observar. Utilizo la primera persona para no perder detalle y trato
pues de ser lo más objetivo posible.

En la provincia Larecaja, entre las localidades de Achacachi y Sorata, por un desvío de


tierra a 20 minutos en coche de Sorata se llega al camino hacia Ilabaya. El pueblo
Ilabaya, que en aymara significa “pueblo hermano”, se encuentra en la parte media de
un valle. Se presume que era un punto de descanso para las mulas y los viajeros hacia la
cumbre rumbo a walata o warisata3. Es ahí en donde encontré treque.

Buscando una localidad por las poblaciones cercanas a la ciudad de la paz que todavía
realicen el trueque, me decidí finalmente por embarcarme hacia el lago en donde,
aparentemente en la isla Suriqui, existía treque4. Ahora bien, me dispuse a conducir el
coche de mis hermanos empacando una bolsa de dormir por las horas que implicaba
llegar hasta Copacabana y de ahí embarcarse a la isla. Para mi fortuna, en batallas
decidí parar y preguntar a la gente sobre trueque (ya que un compañero de la clase iba a
realizar su trabajo respecto al trueque en este lugar). Efectivamente, ellos realizaban
trueque, en especial en sus ferias. Animado por comprobar que existe este intercambio
hoy, me compré unos cigarrillos y me senté con los señores a hablar sobre otros lugares
en los que puedan hacer trueque. En eso, escuchando la conversación, un señor se me
acerca y me dice que en su provincia lo hacen y que ahora necesitaba alguien que lo
lleve hasta ahí: era nada menos que los alrededores de Ilabaya.

Insistiendo en llevarle y el muy agradecido, nos embarcamos hasta su localidad. Era mi


oportunidad, pues, para hablar sobre el tema. Él, de avanzada edad, piel acostumbrada
al tremendo sol del altiplano, pantalones que no le acaban de cubrir los talones y pies
curtidos para caminar sobre cualquier superficie sin dolor me empezó a guiar hacia su
localidad. YO intenté hacernos guiar por el GPS pero el nombre en mi teléfono solo
aparecía como una escuela en la ciudad de La Paz y una población en el lado peruano.
No puedo negar que me entró miedo de saber si el señor era un campesino realmente o
me estaba llevando hacia alguna trampa (ahora reconozco que exageré mucho, pero es
de esperarse de alguien que no está acostumbrado a lo desconocido). Hablando sobre el
tema, él me comentó que el trueque es “pan de cada día” en su localidad. Llevaba
consigo maíz seco, que dijo es la base para el treque de los Ilabayenses. Este lo cambian
por productos artesanales como ollas de barro. Me dijo que con este producto pudo

1
Trabajo para la materia Antropología socio-económica con la Doctora Alison Speeding II-2018
2
Estudiante de la carrera de Sociología en la universidad Mayor de San Andrés
3
Fuente: http://www.eldiario.net/noticias/2016/2016_01/nt60112/nuevos horizontes.php?n=1&-
provincia-larecaja-ilabaya
4
Fuente http://aymarasinfronteras.org/economia-y-comercio-tradicional/el_trueque.html
sacar a su familia adelante y en el resto del tiempo juntos me contó sobre su hijita y
ñietos que viven en La Paz.

Pasando por el desvío que llevaba a Ilabaya, decidió el hombre bajarse unos minutos
antes de llegar al mismo porque su casa se encontraba en el camino, no en el pueblo.
Ahí nos despedimos, y por el estado aturdido que llevaba no le pregunté ni su nombre.
Me aventuré entonces a entrar al pueblo. Una plaza principal junto a una iglesia, de la
que la magnitud y tamaño no esperaba encontrar en un pueblo, me dieron la bienvenida.
Ya sabia que existía trueque, basado en el maíz seco y ollas de barro al menos. Decidí
sacar mis apuntes de las interrogantes que me faltaban hacer y me dispuse a seguir
preguntando. Me acerqué a una señora que charlaba en la plaza. Ella no llevaba pollera
pero hablaba aymara. La treintagenaria me respondió el saludo de manera muy cordial y
se dispuso a escucharme. Me confirmó que si se hace trueque pero que no es la mejor
persona para indicármelo, entonces me llevo con el “señor Heredia” que junto a su
esposa atendían un pequeño comedor a media cuadra de la plaza. Ese hombre si que se
dispuso a hablarme y sin apuro (de seguro porque eran ya las 3.30 de la tarde y ya no
había que atender el local). Entonces, tuve medio información muy valiosa.

Primero, me dijo que si hay trueque. Los campesinos y ellos, los vecinos
(aparentemente se distinguen así) intercambian productos entre ellos y con
“ambulantes” que suelen ir una o dos veces al mes con sus productos a modo de feria.
No existe, sin embargo, una feria real tan grande como de las que se comentan en
batallas o tanto trueque como en la isla Suriqui. Ahora bien, la base de estos trueques
son el maíz seco y las ollas de barro (como me decía el campesino que llevé ne el
coche) pero además candados. Cabe aclarar que me explicó que el maíz seco se lo da en
granos y en mazorcas, “depende de lo que haya”. Las cantidades a intercambiar se
organizan, me dijo, de la siguiente manera:

 Una olla de barro = 15 o más mazorcas o su equivalente en granos. (ese “o


más” se define por el tamaño de la olla en donde la persona la llegue a llenar,
en el caso de los granos, o a estar satisfecha con las mazorcas que se ofrecen a
cambio).
 Un candado = 10 a 20 mazorcas. Dependiendo que tan grueso es el candado y
que tan exigente es el que quiere intercambiarlo.
Ahora bien, es evidente que esta manera de intercambio no se rige por los precios de dichos
productos en el mercado. Más aún cuando el regateo de un producto puede hacer variar el
mismo del precio de 20 mazorcas a 10 mazorcas en el caso del candado.
Cuando le pregunté para que se usan los productos intercambiados, me dijo que, evidentemente,
los del pueblo y los campesinos aledaños los utilizaban para consumo propio. No estaba pues
seguro si es que los mercaderes “ambulantes” utilizaban el maíz seco para el consumo,
comercio o ambos y en qué medidas. Ellos son todavía para mí, como para él , una incógnita.
Ya haciéndose de noche le empecé a preguntar sobre la vida en ilabaya. Él también contaba con
familia en la ciudad pero quería mucho a su pueblo y la vida relajada que esta su Ilabaya le traía.
Me invito entonces, a participar en la fiesta de la virgen del rosario a realizarse del 5 al 7 de
octubre en el mismo pueblo. Me dijo que además de los bailes varios y la devoción de los
Ilabayenses que viven ahí y de los que llegan desde la ciudad, podría encontrar mucho trueque.
Porque lo hacen a modo de costumbre en la misma fiesta. Invitándome a unirme al grupo de
Facebook “Ilabaya de mis Amores” se despidió cordialmente y me recomendó que viajase al día
siguiente porque ya se hacía de noche. Yo le agradecí mucho por la información y le dije que
retornaba a La Paz porque ya estaba contento con mi pequeña investigación.
A eso de las 7 de la noche me embarqué entonces camino a La Paz, a donde pude legar en
menos de 4 horas. Dispuesto y emocionado ahora por poder volver al pueblo en su día festivo y
ser parte de una realidad tan diversa a la mía, no solo para que ese evento sea la segunda parte
de mi reporte, sino también por la calidez con la que fui tratado. Pensar en el buen trato me saca
una pequeña sonrisa hasta hoy.

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