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Universidad Nacional de La Plata

Facultad de Bellas Artes


Historia de las Artes Visuales

Eje conceptual: El arte como materialización del mito y la acción ritual

Marcela Andruchow
Marina Grisolia
Lia Lagreca
Daniel Sanchez

El arte como materialización del mito y la acción ritual

El arte no es una cosa. Es una operatoria. Un proceso. Es una actividad en donde interviene un hombre o
varios y un producto (objeto artístico). Este puede ser un acontecimiento, una cosa material o una idea. A
este producto el hombre que lo observa-el espectador- le encuentra alguna sospecha de significación. No
importa lo que sea, ni para que sea; si quien lo observa puede encontrar esa sospecha, es arte.
Esa significación o significado del objeto artístico (siguiendo a Baudrillard) esta basado en una relación
social (productor-consumidor) independientemente del contenido de las cosas. Como decíamos mas
arriba no importa “lo que se ve sino mas bien testimonia un compromiso que liga a ambos contratantes en
la operatoria artística. Esto ocurre porque hacedor y observador seguirán la misma regla o juego y se
pueden comunicar en esa sobredimensión más significativa (el arte). En tanto se tiene, en líneas generales
la misma idea de lo que es artístico, la conversación es fluida. Para nosotros, -espectadores con una
enciclopedia mas o menos adecuada- seria el caso del arte occidental moderno, donde la firma es lo que
fundamenta y sostiene el signo del objeto artístico. En este sistema referido se advierte que primero
existe un sistema social productor de objetos artísticos, un sistema de intercambios diferenciales y un
código de significaciones que sostienen la lógica de los objetos y del uso social que de ellos hacemos.
Dentro de esta red de relaciones sociales se inscribe el objeto artístico, su hacedor u hacedores y nuestro
reconocimiento del arte en tanto tal.
Pero a medida que la idea que se tiene de arte (sobredimensión más significativa) varía entre el hacedor y
el observador, la comunicación significativa comienza a desvanecerse y surgen interferencias. Y esto es lo
que nos ocurre cuando nos acercamos al arte no occidental moderno y en particular, (por ser el tema que
nos toca tratar) al arte paleolítico, de las culturas originarias y del teatro de la Grecia arcaica y clásica. Lo
que podemos afirmar en este caso, es que el desconocimiento sobre qué juego practican del otro lado de la
línea comunicativa va a ser grande. La posibilidad que proponemos para poder entrar en contacto con ese
otro cultural es la de establecer la relación partiendo del supuesto de que el producto artístico contiene un
mensaje inteligente, un algo significativo. Para lo cual, para establecer el dialogo, va a ser necesaria una
contextualización. Armar una escenografía de época a través de ciencias auxiliares a la historia del arte
como historia, antropología, etnografía, arqueología, etc., para después poder imaginar-argumentar.
Por lo expuesto podemos afirmar que, para las producciones del arte paleolítico y de las culturas
originarias, de ninguna manera nos sirve la aproximación de la estética contemporánea y no puede
aceptarse que en este tipo de producciones tenga preeminencia un sistema de producción de objetos del
tipo liberal burgués. Más bien lo que se observa es un tipo particular de producción estética dentro de una
trama de marcado carácter sagrado. Aquí el artista logra (o no) la corporización del mito. La obra es la
materialización del mito. No se trata de un sistema de intercambio de bienes como el vigente para el arte
occidental.
La apropiación de la obra en el sentido burgués no existe; no existe el intercambio.
La obra ya no es la reproducción de un modelo (real o imaginario) sino que en el acto creador del hacedor
se prioriza el proceso de elaboración de la obra, se lo va ritmando con rituales precisos, tan importantes
como la consubstanciación de la obra misma. En estas producciones no aparece nunca la firma del autor
de la producción estética. No hace falta la firma para leer la obra como en occidente actual.

La obra no es un conjunto de forma (legitimada por la firma) sino la consubstanciación del mito y por
ende tiene una única lectura (interpretación): aquella que le impone el mito.
Debemos decir que aquí el artista cumple el rol de mediador o intermediario entre el conocimiento de lo
sagrado que posee el grupo cultural al que pertenece y su capacidad técnica de plasmar en imágenes el
profundo contenido simbólico que configura su imaginario.
El papel que cumple el hacedor es el de un especialista calificado en el conocimiento técnico (pictórico,
escultórico, cerámica, lapidario, etc.) através del cual se podía consustanciar en materia la imagen
mitológica.
Esa imagen mitológica materializada en la obra participa como objeto ritual en las acciones rituales que
(actualizan el mito (explicación del mundo o del aspecto que se afirme en el ritual) de que se trate y como
objetos tienden a la estandarización y la creación de un arte compartido. En este sentido, la obra es
comprendida durante su participación ritual como un estar allí de aquello que simboliza; convoca al mito
que traducen imágenes y es accesible a todo integrante de esa cultura.
Por qué decimos mas arriba que el contexto de estas producciones es marcadamente sagrado? Porque los
informes antropológicos y etnográficos así lo plantean y porque la evidencia arqueológica permite
sostener esta hipótesis. Dentro de estas últimas podemos señalar la hipótesis de Stringer y Gamble para el
contexto del surgimiento del arte y la de André Gorhan para las pinturas paleolíticas.
En su hipótesis Stringer y Gamble plantean que el nacimiento de la conducta simbólica se produjo en un
momento dado y en forma comparable a la del click de un interruptor o de una explosión creativa. Ese
momento se dio hacia los 40000 añosBP1 y, permitió a las formas sapiens modernas establecerán mundo
social totalmente diferente del que habían desplegado sus ancestros (neanderthales y sapiens arcaicos). El
simbolismo implica la capacidad de hacer sustituciones mentales y de aprehender asociaciones entre
gente, objeto y contexto; una vez establecido, el simbolismo no puede simplemente desecharse u
olvidarse. Es mas, dicen, un proceso simbólico exige memoria y renovación periódica a través de un ritual
repetitivo. Los objetos utilizados en esos rituales tienden a la estandarización, lo cual conduce a la
creación de una forma de arte compartida. Es decir, que le arte surge como expresión de un
comportamiento simbólico, en un contexto sagrado y afirmándose en una exigencia de renovación del
mundo y de sus aspectos desplegada en el ritual. A su vez como manifestación de la complejización
simbólica de la cultura humana acaecida en el Auriñaciense, el arte a través de sus formas estilísticas
conduce al establecimiento de redes sociales y comerciales, en base a alianzas entre los diferentes grupos.
Como dice Leroi-Gourhan: “La transmisión de las formas es tan cierta como la de los sílex” (las raíces
del mundo, pág. 78).
Este último autor plantea que las pinturas rupestres son símbolos. Para poder referirse a este arte fraguó
la palabra “mitograma” concepto que le permite aludir al arte de aquellos hombres que no tuvieron
escritura, pero cuyo sistema de representación alberga un pensamiento sumamente elaborado. Nos dice
que el arte paleolítico no consiste en representaciones anecdóticas. Sino que los personajes que aparecen
en las pinturas y, que no están linealmente estructurados (alusión al sistema alfabético de escritura) son
los protagonistas de una operación mitología. Es decir que esta expresión se sustenta en una tradición oral
y, existen oportunidades para vivenciar determinada leyenda o determinado mito. El mitograma trata de
caracterizar, entonces el arte como producto de cierto modo de pensamiento mítico, esto es, fuera del
tiempo y el espacio convencionales.
En base a las hipótesis de Leroi-Gourhan podemos concluir, entonces, que también para este autor el arte
es comportamiento simbólico y que surge en un contexto marcadamente sagrado, el de una operación
mitológica.

A diferencia de los casos anteriores en el del teatro griego no podemos hablar exactamente de “mito
materializado” a que su contexto no es exclusivamente sagrado.
Para la historia del arte occidental a partir del siglo VI A.C. se produce una situación “bisagra”,
intermedia entre pensamiento sagrado y pensamiento filosófico: la irrupción de la filosofía y la
democracia ciudadana marcarán las obras artísticas que en este contexto se produzcan. Dodds2, para
referirse a la convivencia entre los sistemas de creencias, cita el concepto elaborado por Gilbert Murray
quien habla de “Conglomerado Heredado” (metafora geologica) en el cual nunca un nuevo tipo de
creencias borra por completo al anterior. Podemos hablar de “convivencia” de un antiguo sistema de
creencias (relacionado con el pensamiento mítico) y uno nuevo (relacionado con el pensamiento racional)
que “emergen” en la experiencia teatral. La tragedia no es una obra literaria. No es para ser leida, sino que
su “ser” está en su representación, en su existir, en su acontecer.
Estos dos tipos de pensamiento, el sagrado y el filosófico, estas dos formas de conectarse con el mundo,
se relaciona y conviven, entran en dialogo.
El objeto artístico tradicionalmente considerado en Grecia (una obra teatral, un teatro, una pieza de
cerámica) tiene una vida propia, la de obra de arte, casi en el sentido actual del término. No se trata de
objetos sagrados, no se consustancian con el mito.
Pero algunos de estos objetos, específicamente, la obra teatral escrita y el teatro como espacio
arquitectónico, sirven para rememorar, conmemorar, de manera activa y colectiva, una acción ritual.
Funcionan como instrumentos para llevar a cabo una experiencia comunitaria (la experiencia teatral-
ritual), que tiene fuertes elementos religiosos: el tiempo, el espacio y algunas temáticas como el origen de
un dios, de una planta o de una habilidad humana.
Pero también estructuran al teatro griego elementos que pertenecen al mundo social: la organización
misma del evento y las reflexiones filosóficas que en él aparecen (el dominio/no-dominio de las pasiones,
la sujeción/no-sujeción a las leyes ancestrales, etc.).
El contexto en el que adquiere sentido entonces, la relación producto-consumidor, es una trama
doblemente compuesta.
No podemos hablar entonces exclusivamente de “materialización del mito” (en donde el objeto conduce a
un origen siempre divino), sino de una “puesta en escena” –fuertemente ritualizada-, una
“materialización” de la nueva concepción de hombre y de mundo: los dioses crearon al mundo natural y
los hombres al mundo social.

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