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Alción Editora

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Mario Luzi
Juan Carlos Maldonado

Naturaleza del poeta


Traducción y prólogo de Ricardo H. Herrera

© Alción Editora, 2007


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Impreso en Argentina
Printed in Argentina

Hecho el depósito que marca la ley 11723

Q
I.S.B.N.: 987-1359-72-1

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desengañado hasta la grandeza de la visión trágica propia de
la tradición, pero, simultáneamente, resquebraja su escuálida
imagen, la anula en la nada del sentido y de la naturaleza,
depósitos y cisternas donde la tradición ha colocado la Móntale: la duda y la ironía
esencia de la continuidad. En la desnuda especulación sobre
el destino, Ungaretti discute a lo grande —según la medida
leopardiana, aunque sin dejar de lado astucias de otras sabi- Esa que pronto, dentro de muy poco, será llamada la
durías milenarias— un problema moderno. Cuando lo que herencia de Móntale, acaso ya ejercía su acción desde muchos
está en juego ya no es tanto el honor del hombre como su años antes de su muerte; lo cual no significa que no pueda
misma identidad, ofrece a la elaboración sucesiva de la estar sujeta a cambios. Por el momento es difícil definirla,
poesía —arriesgadamente, humildemente— un individuo incluso reconocerla, aunque es cierto que no debe con-
combatido y deshecho que parte en pos de su redescubri- fundírsela con la influencia ejercida sobre la lengua y sobre
miento. las "figuras" del discurso poético, que fue vasta y sutil, por
más que la innovación montaliana no presentase exterior-
mente ninguna especial morfología: no sólo carecía de esa
sugestión, sino que poseía un aspecto y un contorno en apa-
riencia restauradores —como los tuvo Sbarbaro y los tuvo
también Saba— en relación con el Ungaretti de La alegría,
con el futurismo, con el lacerbismo, y también con las inven-
ciones estructurales dannunzianas.
A partir de los años cuarenta —o sea, de la publicación
de Las ocasiones— esa influencia de la cual estoy hablando no
ha tenido vaivenes o contrastes, y por eso mismo se parece a
lo que también en literatura se define como hipoteca. Por su
parte, el mismo Móntale se había topado con una hipoteca
no menos embarazosa; se la señaló a sus lectores cuando
escribió que, para los poetas de su generación, había sido ine-
vitable "atravesar D'Annunzio". Pero una hipoteca, en ver-
dad, es algo muy distinto a una herencia, y, con más razón,
algo diferente a una verdadera transmisión de sustancia y de
entendimiento.

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más que cualquier otra poesía, ella reposa sobre las ilusorias
El momento inicial y determinante de Móntale coincidió evidencias de la racionalidad. Por otra parte, el ejercicio de la
con la posguerra del primer conflicto y el nacimiento del fas- racionalidad no es traicionado; al contrario, es proseguido
cismo, de acuerdo, pero, más in extenso, con la crisis general con lealtad hasta donde llega, y llega inevitablemente hasta
de confianza cognoscitiva y moral que resquebrajaba a la las barreras de lo inexplicable.
Europa de aquellos años. Lo indicativo en relación con esos Por lo tanto, una propuesta de trascendencia —no defi-
tiempos, algo que luego se reveló como un verdadero atribu- nitiva, pero incansable— en el interior de una situación nada
to propio de la mente moderna descubierto por Móntale, era fácil de admitir, aunque imposible de dejar de lado, ya que el
la capitulación de la idealidad —muy fuerte, seamos claros— discurso queda trunco si no llega hasta sus últimas conse-
frente a un contragolpe de duda y de ironía; lo que llevó la cuencias, consecuencias que en nuestra cultura siguen siendo
sublimidad potencial a un décalage casi forzoso que la hace metafísicas. Si se observa bien, en este fondo no faltan ni
vibrar aún más, es cierto, pero que la pone al nivel del mundo siquiera las amputaciones voluntarias hechas en nombre de la
desmitificado. Móntale proyecta como desengaño y como lógica y de la dialéctica.
depreciación dramática, moderada a menudo por la broma y Haber insistido sobre esta nota, manteniéndola baja y
el placer de vivir y de ser artista, esta necesidad. Está el pre- constante, por considerarla parte indispensable de un discur-
supuesto de la humillación padecida y falta acaso su opuesto: so poético —vale decir: de un discurso total— es otra lección
la invención, quiero decir, la invención fértil y gratificante de que de seguro no podrá dejar de actuar en la posteridad y en
la humildad, de la equiparación caritativa con el mundo tal el fúturo inmediato. Como si Móntale nos advirtiera: no tiene
como es. Sin embargo, aquel repliegue sentido como derrota sentido reclamar la presencia de la poesía por menos de esto.
sorda, no declarada, en relación con la plenitud humanista de
otras épocas, debe ser lúcidamente aceptado como un moti-
vo de dignidad y un posible instrumento de conocimiento.
Por esta huella profunda el poeta de Huesos de jibia y de
Las ocasiones hizo caminar su palabra útilmente, creo; seguirá
haciéndolo también en el porvenir, al menos en tanto dure
"esta" cultura, con sus previsibles problemas. Móntale ha
sido considerado el lugarteniente de la poesía laica: hasta el
adminículo más insignificante —el ratón de marfil, el calza-
dor— entra inevitablemente en el sistema de las cosas que
hay que descifrar. ¿Laica? La poesía de Móntale no es fideís-
ta: la necesaria depreciación rige también en este campo. Pero

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