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LA APORÍA DE LA BIOLOGÍA.

La estética de las diferencias anatómicas.


La anatomía es una estructura compleja, los cuerpos masculino y femenino son
por si mismos en los libros de anatomía de los siglos XVIII y XIX, artefactos cuya
producción forma parte de la historia de la época.
Los ovarios son estructuralmente distintos de los testículos, aunque no tanto en la
apariencia de su superficie externa como hubieran deseado los primeros textos.
Las representaciones de características que pertenecen en especial al hombre o a
la mujer, debido a las graves consecuencias sociales de las distinciones, son
dictadas sobre todo por el arte y la cultura. Como los mapas, las ilustraciones
anatómicas prestan atención a una característica concreta o a una serie particular
de relaciones espaciales. Sitúan al cuerpo en relación con la muerte, con el mundo
terrenal o con una cara identificable; la situación social de los cadáveres fue antes
mucho más rica y variada de lo que vino a ser en el siglo XIX.
Los compiladores de textos de anatomía emplean o rechazan técnicas de grabado
o de pintura para obtener efectos especiales. Las ilustraciones anatómicas son
representaciones de la comprensión histórica concreta del cuerpo humano y de su
lugar en la creación, y no solo del conocimiento de sus estructuras. No existe la
sensación de que se trate del órgano de una persona. Apréciese la forma en que
las estructuras parecen batidas por el viento y el efecto dramático que crean las
sombras
Como si el órgano fuera una máquina. Las imágenes son producto de una
actividad social que consiste en crear imágenes y llevan las complejas marcas de
sus orígenes.
Cuando las ilustraciones anatómicas reivindican un estatus canónico, cuando
anuncian, que representan el ojo humano o el esqueleto femenino entonces están
todavía, mas directamente implicadas en la cultura que las produce. La anatomía
idealista, como el idealismo en general, debe postular una norma trascendente.
Algunos textos como La Anatomy de Gray. Toda la anatomía externa se muestra
sobre individuos varones. Asume simplemente que el cuerpo humano es
masculino, el cuerpo femenino se presenta solamente para mostrar en que difiere
del masculino.
Samuel Thomas von Soemmerring, quien realizo una de las dos ilustraciones
canónicas del cuerpo femenino en competencia en el siglo XIX, fue mas directo al
exponer sus principios de selección. Para él, como para gran parte de la tradición
anatómica idealista, lo anatómicamente normal era lo más bello. Soemmerring
prometía evitar representaciones todo lo que fuera “deforme, marchito, arrugado,
torcido o dislocado “no le satisfacía el esqueleto preparado D Arconville y Sue el
único disponible hacia 1790 y decidió construir uno alternativo basado en las
normas más exigentes de la observación y del juicio estético, hizo posar a
modelos vivas, comparo este producto con la Venus de Médicis y con la de
Dresde. El esqueleto canónico tenía que parecer convincente como fundamento
del cuerpo femenino canónico.
Pensó que no podía encontrar tanta belleza como buscaba en un solo cuerpo. La
construcción del esqueleto femenino o mejor de cualquier representación ideal, es
un ejercicio de estética vinculado a la cultura.
La comparación olvidada, desde luego, era entre hombres y mujeres, y el error
concreto de que se acusaba a Soemmerring era su incapacidad de representar
con especificidad suficiente la pelvis femenina, el signo más peculiar en cuanto a
los huesos se refiere de la diferencia sexual.
La iconografía del caballo era trasparente en un mundo en que la bestia se criaba
por su velocidad y fuerza y resistencia, en el cual un hombre a caballo todavía
representaba la autoridad. El avestruz era un signo menos frecuente, pero que
también puede interpretarse, su enorme pelvis en proporción con el cuerpo dirige
la atención del espectador hacia la característica análoga de la mujer que lo
acompaña, mientras que su largo cuello debe de haber sido una alusión a la tesis
de la frenología de que el cuello largo característico de las mujeres es testimonio
de su falta de pasión, de su escasa “amatividad”

Itzel González Martínez


Monserrat Molina González.
Silvia Esmeralda Torres Campos.
Sección 25, 4 semestre.
Sexualidad y género.

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