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Juan Ignacio Ruiz de la Peña Solar: “Las ciudades de señorío eclesiástico y los conflictos por el control del

gobierno local (1252-1350)”.

1. Introducción

Las colisiones de intereses son una de las manifestaciones más características de la conflictividad social urbana en los
siglos finales de la Edad Media. Nieto Soria analiza con rigor y agudeza las relaciones entre la Iglesia y el poder real en
Castilla, de 1250 a 1350, dando lugar a cuestiones que inciden en este ámbito de conflictos.

Los objetivos de la investigación son tratar de ofrecer una aproximación a algunas cuestiones centrales de dicha
conflictividad por el ejercicio de poder, que se desarrolla en las villas y ciudades de señorío episcopal del cuadrante
noroccidental de la península, entre el acceso al trono de Alfonso X y la muerte de Alfonso XI.

Se abocará geográficamente a los espacios más antiguos del reino castellano-leonés, y dentro de ellos a ciudades o villas
sometidas total o parcialmente a un poder señorial episcopal. Se excluyen los movimientos antiseñoriales protagonizados
por comunidades rurales sometidas a la jurisdicción de un poder episcopal.

2. Las ciudades de señorío episcopal

El primer grupo de ciudades está representado por aquellas en las que la respectiva Iglesia Catedral –obispo y cabildo- es
titular de un señorío exclusivo sobre la comunidad urbana en cuya base se encuentra la correspondiente concesión del
poder real. Ejemplo las ciudades episcopales gallegas.

El segundo y numeroso grupo de ciudades eran aquellas donde, en principio siendo realengas, los obispos ejercían
facultades señoriales, dominicales y jurisdiccionales. Entraron en conflicto con los concejos, como órganos
representativos de las comunidades vecinales y vinculados directamente al señorío regio. Ej. León, Oviedo.

Las luchas por el control del poder local revisten características distintas en ambos casos y distinto será también el
comportamiento de la Corona como árbitro de los enfrentamientos.

3. Coordenadas temporales de análisis

Las situaciones de enfrentamiento entre las colectividades vecinales urbanas y los poderes señoriales eclesiásticos no
comienzan con el reinado de Alfonso X, sino que con él se abre una época de evolución de las relaciones de poder entre la
Corona, los concejos y los poderes episcopales, que anticipará una larga crisis.

Los procuradores de las ciudades se retrotraerán en la denuncia de los quebrantamientos de sus fueros y libertades.

Con Alfonso X también se dará un intervencionismo regio en el régimen de gobierno y administración de los concejos
(periodo de decadencia de las libertades urbanas). Se llegaría incluso a la supresión del señorío episcopal y a la
sustracción del concejo a la obediencia a su señor eclesiástico, cuando la actuación de los prelados no convenía a los
intereses del monarca.
4. Los fundamentos jurídicos del señorío episcopal

La autoridad de las mitras sobre las comunidades urbanas tiene su fundamento jurídico en las concesiones del poder
superior que transfieren a la Iglesias el señorío dominical sobre el lugar y unas facultades jurisdiccionales, que suponen el
ejercicio de funciones públicas encomendadas en las tierras y lugares de realengo a los oficiales regios y concejiles. La
ciudad y su alfoz, constituidos así en coto señorial, gozan de inmunidad y quedan sustraídos, en principio, a la acción
directa de esos oficiales.

En otros casos, el privilegio en virtud del cual el poder superior transfiere el señorío a la iglesia remite a antiguas
donaciones, o a concesiones confirmatorias tardías que a veces revisan o derogan situaciones previas contrarias a los
intereses de las mitras.

Más problemático es el establecimiento de los fundamentos jurídicos de las facultades señoriales episcopales en las
ciudades realengas de señorío compartido entre la mitra y el concejo. Los prelados aparecen interviniendo en el gobierno
local y participando de los derechos económicos que genera la ciudad. Los prelados ovetenses, por ejemplo, se arrogarían
la facultad de nombrar un juez y un alcalde en el gobierno de la ciudad, que ejercerían sus funciones en concurrencia con
los 2 jueces y 2 alcaldes de nombramiento concejil. Esta situación de conflicto entre el concejo y la Iglesia se prolonga en
toda la Edad Media, e iba a depender también de la voluntad regia.

5. Las facultades señoriales

El obispo tiene amplias facultades jurídico-públicas sobre la comunidad vecinal: las propias del monarca o sus
representantes en los concejos de realengo. Los prelados otorgan a sus vasallos ordenamientos y fueros de general
obligatoriedad dentro del círculo local. Ocasionalmente los señores aparecen ejerciendo esta facultad normativa en
concurrencia con el concejo local.

A los titulares del señorío corresponde también ordenar el régimen de gobierno y la administración de la ciudad o villa
mediante la provisión de las magistraturas concejiles.

El nombramiento directo de los oficiales locales por los prelados solía ceder ante la intervención de la asamblea concejil,
que debía reconocer al concejo el derecho de propuesta de candidatos entre los que el obispo elegía a los magistrados. Se
trata del sistema de cobres, nombre que se aplica a los elegibles que aplica el concejo.

En las ciudades de señorío compartido, las magistraturas son mixtas, siendo facultad del obispo la libre provisión de la
cuota de magistrados que le correspondía y que concurren con los oficiales de elección concejil y, en su caso, de
nombramiento regio, en el ejercicio de las funciones de gobierno y judiciales en el círculo local. En Oviedo, por ej., al
lado de los 2 jueves y 2 alcaldes de elección del concejo concurrían otros más de nombramiento episcopal, por
corresponder a la Iglesia 1/3 de la jurisdicción urbana.

En el vértice de las atribuciones que comporta la titularidad de un señorío jurisdiccional se encuentra la administración de
la justicia ordinaria dentro del círculo local, y la percepción de los derechos dimanantes del ejercicio de ello. Es la
competencia más característica del señorío jurisdiccional. También tenían a su cargo la percepción de las rentas locales,
como los portazgos e impuestos indirectos a la circulación y venta de bienes.

Era un entramado institucional de corte típicamente feudal.

Ejemplo de disputa entre concejo y señorío: en 1829, y con motivo de una de las numerosas interferencias regias en el
ejercicio del señorío temporal de los obispos de Lugo, Sancho IV ordena que se ponga en manos del concejo de la ciudad
la “fieldad, signa, llaves y guardas de la villa”. Poco tiempo después el propio monarca ordenaba la devolución de las
llaves y la enseña a la mitra, restableciendo al prelado en el ejercicio de su autoridad.

La posición de poder de las Iglesias episcopales del noroeste peninsular se reforzaba en el marco de la sociedad local, al
sumar a sus facultades jurisdiccionales derechos económicos. Mitra y cabildo junto con los monasterios eran los mayores
propietarios tanto en bienes inmuebles urbanos como en el distrito rural de las ciudades.

6. Los protagonistas y las motivaciones de los conflictos: algunos ejemplos

Los protagonistas de estos conflictos son por un lado, las iglesias episcopales titulares de un poder señorial exclusivo o
compartido sobre comunidades organizadas en concejo, los cuales, en el otro extremo, pretenden anular o recudir en su
favor ese poder.

El tercer protagonista es el rey, como señor natural de unos y otros, e incluso con señorío directo en las ciudades de
jurisdicción compartida entre la mitra y el concejo. Su papel no es el de simple árbitro, sino que interviene activa y
decisivamente en favor de una u otra parte. Excepcionalmente, el Papado intervendrá en los conflictos.

Las motivaciones de los enfrentamientos son de naturaleza muy diversa, como también sus objetivos, que pueden ir desde
la pretensión del concejo de la supresión total de la dependencia señorial, hasta el simple drenaje de las competencias, con
su ajuste y reducción de determinadas cargas.

En las ciudades de señorío compartido la monarquía acabará por liquidar la jurisdicción residual de las mitras, que sólo
subsistirá desde mediados del siglo xiv y con continuas contestaciones del concejo en Oviedo.

Las motivaciones económicas juegan un papel fundamental. Los privilegios de exención de tributación de los que
disfrutaban las mitras y cabildos catedralicios para sus bienes y personas dependientes, en una época de enorme presión
fiscal a la que tenían que hacer frente los concejos llegaban a límites insoportables, sumado también a sus propios gastos.
El excesivo número de los excusados o exentos de tributación y la pretensión de los concejos de incluirlos en las cargas
vecinales, tanto reales como concejiles, daría lugar a continuas contiendas.

En la ciudad de Palencia, esto daría lugar a un prolongado enfrentamiento. El obispo disponía de 13 excusados, a los que,
por privilegio de Alfonso X, se sumaban 60 del cabildo. Esto dio lugar a factores de desencuentro con la Iglesia, hasta
llegar al extremo de una ruptura abierta de ésta con el concejo. En 1377, Enrique II a instancias del concejo de Palencia,
anuló las exenciones de los excusados, obligándoles a pagar en todos los pechos vecinales.

Estos enfrentamientos se producen por toda la geografía de las ciudades y villas y van desde abusos cometidos por los
agentes concejiles o reales contra los derechos, bienes e incluso personas de la Iglesia; hasta la extralimitación de los
señores en el uso de sus propias competencias.

Uno de los conflictos que más se repiten es la negativa de los concejos a acatar el derecho señorial de nombramiento de
magistrados locales. También se produce la contestación anti señorial, además de en las ciudades, en las villas de señorío
eclesiástico en las que la lejanía o debilidad de la presencia del señor podía brindar mejor ocasión para el desacato de su
autoridad.

Ejemplo: el caso de la importante localidad portuaria gallega de Vivero, dependiente de la jurisdicción de los obispos de
Mondoñedo. Dio lugar a una larga serie de enfrentamientos entre el concejo y la mitra, con intervenciones directas de la
Corona, con motivo de la reiterada oposición de los Vivero a aceptar el sistema de cobres para la elección por el prelado
de los oficiales concejiles. En los años siguientes el concejo de la villa solicitaría al monarca la presencia de un oficial
regio, para ampararse en ella en el mantenimiento de su negativa a admitir los de elección episcopal.
En Santiago es conocida la situación de contestación anti señorial de sus burgueses y la pérdida de control de la autoridad
de los prelados ante un concejo en permanente actitud reivindicatoria de su autonomía. En Orense se observan los mismos
rasgos de reiteración y violencia que en las demás ciudades episcopales gallegas.

En las ciudades de señorío episcopal residual los enfrentamientos en ningún caso llegarían a alcanzar la gravedad que
presentan en las de señorío pleno. Al poco tiempo de la muerte del alcalde del rey Alfonso Nicolás, las tenciones entre el
vecindario y el señorío episcopal daban paso, en 1308, a una verdadera guerra local, con devastadoras consecuencias. El
obispo trató de rebasar ampliamente los límites de la jurisdicción compartida con el concejo, y las armadas episcopales
robaban, acosaban y daban muerte a los vecinos de la ciudad que salían de sus muros. La reacción del consejo contra la
Iglesia se hizo patente, quebrantando su principal dispositivo militar dentro del casco urbano. El concejo y la mitra
resuelven poner fin a su enfrentamiento en 1314 buscando una solución equitativa, pero el obispo y el cabildo negociaban
desde una posición de fuerza, y el propio Alfonso XI desautorizaría en 1315 ese convenio.

7. Hermandades concejiles y eclesiásticas: las asociaciones de obispos y abades como inst. de reacción señorial

El ambiente de crisis por la minoridad de los monarcas y los conflictos entre sus tutores se extiende del siglo xiii al xiv,
hasta que en 1325 Alfonso XI asume el gobierno personal del reino, dando lugar a un fortalecimiento de la fuerza social,
económica y política de las ciudades. Estos factores formarán el caldo de cultivo adecuado para la emergencia de una
institución: las hermandades concejiles.

Estas serán asociaciones de ciudades y villas que en movimiento solidario se unen para combatir el caos imperante y
salvaguardar sus propios intereses frente a eventuales agresiones de otros poderes. La tipología de estas es muy variada.

Los poderosos señoríos de las ciudades y villas episcopales asistieron con recalo a la institución que constituía una
amenaza más que potencial para sus intereses. Por más que en las grandes hermandades no se pretendiera, en las menores
incluso se llegó a querer combatir situaciones de violencia amparadas por los obispos.

La reacción de estos fue combatirlas con las mismas armas. Quedaba probado nuevamente, que la unión hacia a la fuerza
y el mecanismo de defensa empleado por ellos fue justamente la formación de hermandades de prelados. Lo primero que
harán será presentar una carta de protesta ante la reina María, por cuestiones de las Cortes que lesionaban los intereses de
la Iglesia. Se puede ver una relación de causa-efecto entre la formación de esta liga y las disposiciones emanadas de las
Cortes.

Conclusión

La llegada al trono de Alfonso XI supone la apertura de una nueva fase en el desarrollo de los enfrentamientos entre
concejos y señores eclesiásticos por el control del poder local, marcada por el enérgico intervencionismo regio, y por un
sensible aminoramiento de los niveles de violencia a los que se había llegado en muchas ciudades de señorío episcopal
durante la etapa anterior.

Con excepción de Oviedo, en las demás ciudades de jurisdicción compartida desaparecen los funcionarios de provisión
episcopal, y en los cuerpos de regidores surgidos de la reforma municipal alfonsina, la mitra carecerá de representantes.
En el futuro los conflictos que se continuarán planteando serán sobre todo de índole económica, como por la participación
de las Iglesias en el levantamiento de las cargas vecinales, la percepción a su favor de ciertos derechos, la condición de los
excusados, etc.

La situación en las ciudades de señorío episcopal pleno evolucionó en el sentido de experimentar una cierta reducción de
la autoridad de las mitras paralela a un creciente intervencionismo de la Corona, que corregirá excesos en los obispos, etc.
María Asenjo González: “La aportación del sistema urbano a la gobernabilidad del reino de Castilla durante
la época de los reyes católicos” (1474-1504).

Se analizará el papel de las ciudades de realengo gestoras de amplios territorios. Su aportación será decisiva en el giro
político dado en el reinado, volcado en una política exterior ambiciosa y con una administración eficaz. Se recupera la
importancia del acuerdo, y se evalúan las acciones de los diferentes poderes y el papel de la monarquía, que llegaría a
contemplar la relación rey-súbditos como base del gobierno del reino.

El análisis de la aportación del sistema urbano a la gobernabilidad del reino está condicionado por algunas posiciones
historiográficas, y se sitúa en la trayectoria de los reinados trastámaras. Este reinado constituye un periodo con
características propias, y aunque mantiene continuidades con el anterior, también se producen cambios trascendentales en
lo político. En el siglo xv la Corona de Castilla era una monarquía de base estamental, en la que la representación del
tercer estado en las Cortes había quedado reducida a 17 ciudades de realengo. En este marco, los reyes incrementaron las
competencias y atribuciones de gobierno a las villas de realengo, que junto a los señoríos articulaban el territorio y
posibilitaban la gestión. Tienen un gran protagonismo los núcleos urbanos en el marco del “señorío colectivo urbano”.

Las ciudades de realengo tenían competencias y capacidad de autogobierno en el marco de la sociedad estamental. Se
estableció un debate fundamental sobre la dualidad nobleza/monarquía. Hay distintas facetas de acción de las formas de
poder que actúan en el reino. Las ciudades de realengo se encontraban vinculadas a la jurisdicción regia y constituían un
referente fundamental en el sistema fiscal regio, la creación de un ejército permanente y la ampliación de las competencias
de justicia y legislación de los reyes. Así se comprende que hubiera necesidad de acuerdo político.

1. Situación de la monarquía al inicio del reinado

a) Buenas condiciones en la economía del reino

El crecimiento económico de la 2da mitad del siglo xv fue agropecuario, consecuencia de la mejora de la relación entre
población, territorio y formas de subsidencia. El hecho de que las rentas se pagasen en moneda les permitió a los
campesinos colocar su producción en el mercado y también una eficiente explotación de los recursos. La demanda estuvo
estimulada desde ciudades y dio lugar a una agricultura intensiva y especializada.

El comercio se desplegaba en 2 áreas privilegiadas: la de Andalucía, con Sevilla como referente, que actuaba como gran
plaza mercantil, y el otro área se sitúa en el norte, en Burgos y la zona de Cantábrico, donde se concentraba la exportación
de lana, y este era un ámbito menos moderno que el andaluz.

El comercio interior jugo un papel fundamental en la distribución de productos de importación y de producción interna.
La red de comunicaciones terrestre canalizaba este comercio local. La monarquía adoptó posiciones de apertura
manifestadas en la reducción de trabas fiscales de aduanas y aparición de ventajas para todo tipo de mercancías, que no
estuvieran vedadas o prohibidas. En la práctica económica, se habían generalizado las técnicas de financiación y el uso de
las letras de cambio.

b) Panorama político internacional y recursos fiscales

Este fue la piedra angular de las decisiones monárquicas, sobre todo con el fin de la guerra de Granada en 1492. Se
buscaba hacer de la nueva Corona una potencia internacional con ambiciones políticas en el Mediterráneo y Atlántico,
para lo que se necesitaba del sosiego interno y algunos cambios fundamentales en política social y eco.

Esto suponía la necesidad de disponer de saneados recursos para abordar las empresas de conquista y expansión:
recuperaron las rentas de la Corona, sin afectar al sistema urbano y señorial que les prestaba su apoyo y seguía siendo
clave para el control del territorio y el gobierno del reino. Todas las medidas económicas que se establecieron en las
Cortes de Toledo de 1480 tenían el propósito de recuperar las rentas de la realeza.

La fiscalidad jugó un papel primordial. Se soportaba en la percepción de ingresos ordinarios y extraordinarios. Las
ciudades pasaron a tener un destacado papel al ser sus oligarquías las garantes de la situación de concordia y de validez
del procedimiento recaudatorio que sustentaba la hacienda regia. También eran un sector privilegiado por participar en el
arrendamiento y beneficiarse de la compra de juros sobre las rentas de la monarquía. Esas rentas se recaudaban con
mayores garantías ya que se cobraron por medio de igualas que pagaban como impuesto directo, y sus beneficios se
distribuían entre las clases dominantes que hubiesen adquirido los juros. Los poderes locales tenían la responsabilidad de
percibir y redistribuir lo recaudado.

c) Poder militar y creación de un ejército profesional y permanente

Se quería convertir la Hermandad en un cuerpo armado permanente con hombres de infantería y caballería. Pero las
quejas por el empleo de ésta fuera del reino hicieron que en 1498 se rectificara para devolver la jurisdicción a los alcaldes
y cuadrilleros. De ahí saldría el germen del futuro ejército del rey de la edad moderna.

El 22 de febrero de 1496 se tomó un acuerdo en la Junta de la Hermandad, por el cual ciudades y villas de los reinos
deberían organizar una infantería de hombres armados, eligiendo de entre 12 a 1, a fin de que fuesen los varones más
hábiles y suficientes, de entre 20 y 40 años. Se les proporcionaría las armas necesarias y se les encargaba tomar bajo su
cuenta las responsabilidades y competencias.

La colaboración de las ciudades en el propósito de reforzar la acción legislativa y judicial del poder regio puede verse en
las figuras del juez de residencia, el gobernador y el asistente, precedentes del corregidor, si bien el primero es más un
juez, el segundo militar y el tercero un interventor en el plano normativo. 1480 corregidor.

2. Panorama de las ciudades castellanas de realengo a fines del siglo xv

Había una favorable disposición de las ciudades ante los nuevos retos planteados por un poder monárquico ambicioso.
El crecimiento demográfico y una actividad económica pujante acompañaron el final del siglo xv y comienzos del xvi.
Los sistemas urbanos actuarían en clave de núcleos dinamizadores de algunos procesos de producción y transformación
de mercancías y productos. Tenían gran importancia los asuntos económicos en las decisiones de los concejos castellanos.

En lo social, la sociedad urbana se mostró receptiva y colaboradora en los proyectos monárquicos. La monarquía había
actuado en los conflictos al incorporar a la oligarquía de regidores como miembros del Consejo Real. Desde la
participación de las ciudades en las altas instancias políticas del reino, se hicieron propuestas concejiles de iniciar
reformas en el Consejo y la Chancillería.

Proponían que el rey participase en el mismo un día a la semana y que dicho día se viesen las cuestiones relativas a
violencia para poder remediarlas lo antes posible y con mayor efectividad. Se reconoce una creciente presencia de
oficiales de la justicia conocedores del derecho, ya que a medida que la vida administrativa se hacía más compleja se
imponían juristas, notarios y oficiales, profesionales universitarios conocedores del mismo.

Junto a éstos se encontraban modestos oficiales, servidores necesarios para el funcionamiento del aparato administrativo:
escribanos, porteros, alguaciles. Hombres de extracción social más modesta, realizaban tareas diversas y generalmente
eran reclutados de entre los oligárquicos. Actuaban en villas y ciudades. Formarán el sustrato social del que emergerá la
“nobleza de toga”, de afinidades políticas singulares. Tenían mejor conocimiento de los problemas políticos del reino y
de las posibilidades de éxito de los tratados y acuerdos. Los notarios también llegaron a ser clave en la vida pública ya que
conocían los asuntos cotidianos del gobierno.
El control y la defensa del territorio eran asuntos también importantes para los concejos de realengo. En Castilla, casi la
mayoría vivía en señoríos, pero las grandes villas y ciudades no fueron señorializadas. La jurisdicción señorial no tenía los
mayores efectivos poblacionales, estos se encontraban en el territorio de realengo, en el conjunto de los concejos y
ciudades del reino. En la convivencia con otras jurisdicciones, como la señorial o eclesiástica, se observa que solicitaban
la intervención regia para solucionar diferencias.

Las ciudades y villas de realengo procedieron a un despliegue de competencias fiscales, legislativas y militares asociadas
al señorío colectivo. Los concejos tuvieron una actitud favorable a los cambios introducidos en el reinado, no solo en la
aplicación de disposiciones regias sino también en la regulación de cuestiones de interés general, como el valor de las
monedas, elección de los oficiales de justicia y gobiernos locales, etc.

El mantenimiento de usos y costumbres, junto con la preservación de los privilegios otorgados a ciertos lugares del
reino, era algo aceptado por los reyes.

En cuanto a las atribuciones fiscales, se trataba de competencias fuertemente arraigadas en los concejos castellanos que
se potenciarían enormemente en este reinado. Se fueron incrementando a medida que las ciudades asumían más
competencias asociadas al ejercicio del señorío colectivo que gobernaban. Las ciudades y villas debían percibir impuestos
como la alcabala, lo que las favorecía.

La estructura de las provincias fiscales, en tanto que demarcaciones, con una ciudad de realengo al frente, se convertiría
en el mosaico organizativo de utilidad recaudatoria y fiscal.

Los concejos se convertirían en el referente para la organización del ejército permanente que ambicionaba cualquier
monarca de la época. La Hermandad era una organización concejil en la construcción militar del reino, cuyo papel era
formar un ejército permanente. Se necesitaba contar con un ejército eficaz capaz de remediar los asuntos de la guerra con
profesionalidad. El nuevo ejército frenaría los efectos de promoción social más eficientes de la historia medieval de
Castilla.

Desde una perspectiva social, predominaba una oligarquía inquieta que percibía con temor la creciente promoción social y
el encubramiento de algunos de sus miembros. Actuó como despegue y promoción social incluso la fuerte
aristocratización que la monarquía había potenciado. A fines del siglo xv, hubo tensiones internas entre sectores de la
oligarquía local más beligerantes contra los elegidos como miembros del Consejo Real.

3. Las ocasiones de plasmación de la colaboración: relaciones de pacto o servicio

La plasmación de ese buen entendimiento entre las partes apareció al acabar la guerra civil de 1476-1479. El comienzo del
orden social debía empezar por las propias personas regias para repartir el tiempo en 3 partes: para lo divino, para oír y
despachar con vuestros súbditos, y para la propia recreación regia.

El esquema del cuerpo humano, con diferentes partes del organismo político, sitúa a los súbditos del rey en el primer
plano de su interés, desplazando a los miembros de los otros estamentos sociales del antiguo régimen.

Las Cortes de Toledo de 1480 fueron el gran programa político que los reyes incorporaron a la gobernación. Las
aspiraciones de las ciudades entrarían en conflicto con la Corona por 3 razones: la figura del corregidor, la delimitación de
términos y el alcance de la política reductora de mercedes.

Se utiliza el término “bien común” para aludir a la actitud de los procuradores y justificar así su posición política. Las
Cortes entre 1498 y 1506 tuvieron escasa actividad. A la muerte de Isabel en 1504, las Cortes de Toro de 1505 fueron
importantes en el desarrollo normativo de Castilla por establecer la instauración del mayorazgo.
4. Conflictos y desencuentros

La colaboración entre la monarquía y las ciudades se ampliaría a medida que la monarquía recababa por medio de
disposiciones y ejecutorias las responsabilidades urbanas en amplias competencias, que se fueron incrementando. Esto
buscaba apoyos sustanciales de unos monarcas que se encontraban faltos de legitimidad política. Esto chocó frontalmente
con cómo los Reyes Católicos planteaban las relaciones de colaboración en las tareas de gobierno del reino. Tenían
criterios de mayor participación urbana, una tendencia social igualadora.

La promoción siguió funcionando. La demanda de colaboración de la monarquía se atendría a nuevos criterios de rectitud.
Los reyes pasarían a gobernar por derecho divino, y se evidenciaba una monarquía moderna en Castilla por 3 rasgos:
sacralización del poder, reconocimiento de éste por la comunidad, y la conexión de los propósitos monárquicos con los
sentimientos profundos de la comunidad.

La ampliación de la base social de los posibles colaboradores regios actuaría como soporte político del reinado, al tiempo
que el beneficio de los juros proporcionó estabilidad social. Los reyes también facilitaron la patrimonialización de los
cargos de regidores y su venta. Pero, en cierto sentido su política contribuyó a desarticular algunos modelos tradicionales
de convivencia.

Conclusión

La participación de las ciudades en la gobernabilidad del reino no se conseguiría como reacción inmediata, sino que se
atuvo a acuerdos y colaboraciones necesarias para las partes y de acuerdo a sus intereses. Esa implicación en los asuntos
de gobierno, unido a una buena situación económica, facilitaba el cambio y la promoción social, mientras que la política
fiscal de detracción de rentas beneficiaria a un amplio espectro.

Pero esa participación se vio desbordada por la intervención de la monarquía en campos estratégicos, hasta entonces de
incumbencia urbana.

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