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La Llorona

La llorona es una de las leyendas más conocidas en Guatemala y, aunque hay


varios elementos que no cambian, existen varias versiones sobre el origen de
esta leyenda. Uno de los elementos que permanece igual en todos los relatos es
el nombre de la Llorona y su procedencia. Es decir, en todas las leyendas la mujer
lleva el nombre de María y es criolla, es decir, hija de de españoles en época de la
colonia. Así mismo, otro de los elementos en común de las leyendas es que María
contrajo matrimonio y que su esposo viajaba mucho. Los elementos que varian es
que, estando de viaje, Maria se enamoro de un fontanero de nombre Juan de la
Cruz y producto de este amor queda embarazada.

Otra de las versiones es que de la persona que se enamora es de un mozo de su


finca y la tercera versión es que María llevaba una vida de libertinaje y se
desconoce de quien queda embarazada. Las leyendas, casi todas de ellas,
cuentan que, una vez embarazada, puede ser de 1, 2 o inclusive 3 hijos, y
preocupada de lo que diría su esposo, Maria va al rio y ahoga a sus hijos. Luego
de haber ahogado a su hijo o hijos, a María le da cargo de conciencia y trata de
rescatar a sus pequeños y termina ahogada ella también.

Otro de las leyendas cuentan que María regresa a su casa y al darse cuenta de lo
que había hecho corre por las calles gritando “mis hijos, mis hijos, donde están
mis hijos” con lagrimas en los ojos. Finalmente, las leyendas cuentan que la
llorona está condenada a buscar a sus hijos por toda la eternidad; asimismo, se
comenta que si se escucha a la llorona lejos es porque esta cerca y cuando se
escucha cerca es porque esta lejos.

La presencia de seres fantasmales que lloran en los ríos por motivos diversos es
una característica recurrente de la mitología aborigen de los pueblos
prehispánicos. Es así como pueden encontrarse rasgos de estos espectros en
varias de las culturas precolombinas, que eventualmente, con la llegada de
los conquistadores españoles, fueron asumiendo rasgos comunes debido a la
expansión del dominio hispánico sobre el continente. La leyenda es una historia
que posee referentes míticos en el universo prehispánico, pero que instaura su
drama y su cortejo imaginario y angustiante en el orden colonial.2
En México, varios investigadores estiman que la Llorona, como personaje de la
mitología y de las leyendas mexicanas, tiene su origen en algunos seres o
deidades prehispánicas como Auicanime, entre los purépechas; Xonaxi Queculla,
entre los zapotecos; la Cihuacóatl, entre los nahuas; y la Xtabay, entre los mayas
lacandones. Siempre se la identifica con el inframundo, el hambre, la muerte, el
pecado y la lujuria.3 En el caso de Xtabay (o Xtabal), esta diosa lacandona se
identifica como un espíritu malo con la forma de una hermosa mujer cuya espalda
tiene forma de árbol hueco. Al inducir a los hombres a abrazarla, los vuelve locos y
los mata. La diosa zapoteca Xonaxi Queculla, en tanto, es una deidad de la
muerte, del inframundo y de la lujuria que aparece en algunas representaciones
con los brazos descarnados. Atractiva a primera vista, se aparece a los hombres,
los enamora y los seduce para después transformarse en esqueleto y llevarse el
espíritu de sus víctimas al inframundo. Auicanime era considerada entre los
purépechas como la diosa del hambre (su nombre se puede traducir como
la Sedienta o la Necesitada). También era la diosa de las mujeres que morían al
dar a luz en su primer parto, las cuales, según la creencia, se volvían guerreras
(mocihuaquetzaque), lo que las convertía en divinidades y, por ende, en objetos
de adoración y ofrenda.4
Finalmente, Cihuacóatl era para los mexicas, diosa de la tierra (Coatlicue), de la
fertilidad y de los partos (Quilaztli), además de mujer guerrera (Yaocíhuatl) y
madre (Tonantzin), tanto de los aztecas como de sus mismos dioses. Mitad mujer
y mitad serpiente, la diosa que emerge, según la leyenda, de las aguas del lago de
Texcoco para llorar a sus hijos (los aztecas) es el sexto presagio de la devastación
de la cultura mexica a manos de los conquistadores venidos del mar. 5 Cihuacóatl,
en particular, muestra tres aspectos característicos: los gritos y lamentos por la
noche; la presencia del agua,nota 1 pues tanto Aztlán como la
gran Tenochtitlán estaban cercados por ella —con lo que ambos sitios estaban
conectados por coincidencias no solo físicas, sino también míticas—; y ser la
patrona de las cihuateteo, que de noche vocean y braman en el aire. Estas son las
mujeres muertas en parto que bajan a la tierra en ciertos días dedicados a ellas en
el calendario con el fin de espantar en las encrucijadas de los caminos y que son
fatales para los niños. Esta abundancia de diosas conectadas con cultos fálicos y
de la vida sexual fue génesis no solo de la Llorona, sino también de otros
fantasmas femeninos que castigan a los hombres, como la Siguanaba, la Cegua o
la Sucia.4
A la presencia de estos antecedentes mitológicos entre los pueblos precolombinos
de Mesoamérica se suma la contribución española para establecer el mito como
tal. Es durante la colonia española en América cuando el mito de la Llorona toma
forma.2 A la vez diosa y demonio, nadie, en la psique del mundo colonial, puede
resistir su aparición ni su llanto de ultratumba, ni siquiera los conquistadores
afincados en el valle de México, quienes a causa del espanto incluso instituyeron
un toque de queda a las once de la noche, pues pasada esa hora comenzaban a
escucharse los gemidos aterradores de una mujer espectral por las calles de
la ciudad de México. Su visión garantiza la muerte o la locura (en similar forma a la
de las deidades prehispánicas antes descritas) para aquellos que intentan
averiguar el origen de aquel lastimero gemido. Para los colonos, la diosa
prehispánica toma la forma de una mujer de flotante vestido blanco, con la cara
cubierta por un vaporoso velo (que cubre el aterrador rostro de la angustia), que
cruza las empedradas callejuelas y plazas de la ciudad lanzando un estremecedor
grito de desesperanza y derrota. La Llorona es también uno de los primeros signos
del mestizaje, pues es durante este período cuando se identifica en México a este
fantasmagórico personaje con doña Marina, la Malinche, que vuelve arrepentida a
llorar su desgracia, su traición a su pueblo indígena y su relación con Hernán
Cortés, como parte de la leyenda negra de estos personajes. De aquí parecen
venir muchas de las versiones que señalan a la Llorona como la protagonista de
una trágica historia de amor y traición entre la mujer indígena (o mestiza o criolla).
El Sombrerón
Según las leyendas de Guatemala, El Sombrerón es un hombre de muy poca
estatura que siempre viste de negro, utiliza un cincho grueso y brillante y un par de
botas que dejan un ruido estruendoso a su paso. En la cabeza lleva un sombrero
de grandes proporciones, el cual esconde su mirada y sus intenciones y al hombro
una guitarra.

Se afirma en la tradición oral que El Sombrerón recorre las calles y los barrios de
Guatemala acompañado de cuatro mulas. Su propósito es enamorar a jóvenes
mujeres, especialmente a las de ojos grandes y cabello largo. Las enamora y atrae
interpretando canciones con su dulce voz y los mejores acordes de su guitarra.

Se dice que este ser concreta su hechizo al amarrar las cuatro mulas frente a la
casa de la joven de la cual se ha enamorado. Las jóvenes al notar la presencia de
El Sombrerón, quedan embrujadas e hipnotizadas por él, quien luego las persigue,
les trenza el cabello, no las deja comer ni dormir.

El final para quienes caen en el hechizo de El Sombrerón es la muerte

Al igual que la Llorona, El sombrerón es una de las leyendas más populares en


Guatemala y por lo tanto, tiene varios elementos similares y varios elementos
distintos en cada uno de los relatos. Todas las leyendas concuerdan en que el
sombrerón era una hombre de pequeña estatura, que usaba un sombrero muy
grande, siempre estaba con una guitarra y tenía una voz maravillosa.

Cuentan las leyendas que el sombrerón vio a una mujer que lo deslumbro con su
belleza, de ojos oscuros y pelo negro. Al verla no puedo resistirse y quiso
enamorarla, por lo que se acerco a su balcón y le cantó serenata. La mujer, a
quienes en algunas leyendas la llaman Celina, se enamoró de este pequeño
hombre con esta angelical voz a quien esperaba todos los días.

Celina dejo de comer esperando a la llegada del hombre con la voz


melodiosa. Los padres de Celina, preocupados, llaman a un sacerdote y al ver
que este no podía ayudarla, la llevaron a un convento. La muchacha murió de
tristeza y el dia del velorio apareció el sombrerón cantando y llorando de tristeza.
Desde ese día, cuentan las leyendas que se puede escuchar al sombrerón cantar
con su guitarra en las noches y busca a mujeres de pelo negro y ojos oscuros. Así
mismo, se dice que para ahuyentar al sombrerón de una mujer a la que persigue,
a esta se le debe de cortar el pelo.

Una de las leyendas más conocidas sobre este personaje de la cultura


guatemalteca y además también es muy conocida en Aguadas, Caldas dice así:
«Una noche, El Sombrerón caminaba en un barrio de La Antigua Guatemala
cuando vio a una muchacha muy bella con pelo largo y se enamoró de ella. Buscó
su casa y le dio serenata una y otra noche, pero ella no le dijo nada a sus padres
sobre él. Un día empezó a dejar de comer hasta el punto de que casi murió, y fue
entonces cuando la madre se dio cuenta que era por El Sombrerón. Llevó a su hija
a un convento creyendo que ahí iba a estar mejor, pero la niña siguió sin comer y
un día despertó con una trenza en su pelo hecha por el espectro y ese día murió.
Luego en el velorio, apareció El Sombrerón llorando y sus lágrimas eran como
cristales. Jamás olvida a las muchachas que ha amado. También se cuenta que
les hace trenzas a los caballos y mulas...
Se cuenta también que este espanto a parte de enamorar a muchachas jóvenes,
gusta por cabalgar mulas y caballos de los establos de las fincas en las noches
agotándolos. Por ello, las bestias durante el día no cumplen las tareas, sumado a
que se vuelven hostiles con las personas, los campesinos y finqueros al ver este
comportamiento buscan si el Sombrerón no les ha hecho trenzas en la greñas. Si
es así, el animal ya no sirve para tareas... Una forma de saber si el Sombrerón
está haciendo de las suyas en fincas y casas, es colocar ya sea cerca de un
balcón de casa o cerca de los establos una silla y mesa de pino recién elaboradas,
junto a aguardiente y una guitarra en noche de luna y deben guardar silencio todas
las personas, sólo así se escuchará la guitarra y los cantos del Sombrerón.
Al Sombrerón le atraen las muchachas de pelo largo y ojos grandes, por ello,
cuando se sospecha que está tras una joven se le debe cortar el pelo a esta para
que el Sombrerón no se gane el alma de la joven.
De acuerdo con los relatos el Sombrerón es un personaje de una estatura
pequeña, del tamaño de un dedo de la mano y puede caber escondido bajo una
almohada. Viste de negro con un cinturón muy brillante, usa un sombrero grande y
unas botas con tacones que hacen ruido al caminar.
También es conocido como “tzitzimite” y según las historias le gusta subirse a los
caballos y hacerles nudos en la cola y las crines, nudos minuciosos y cuesta
mucho deshacerlos, los caballos quedan muy ariscos después de ser montados
por el Sombrerón y es muy difícil que una persona pueda acercárseles.
También, al Sombrerón le agrada perseguir a las mujeres de cabello largo y ojos
grandes, las persigue por todas partes y les baila y canta con su guitarra de cajeta,
no las deja comer ni dormir. Es un espíritu doméstico y solo les causa daño a las
personas para defenderse.
El Sombrerón, también llamado Tzitzimite, es un personaje mitológico de una de
las más conocidas Leyendas de Guatemala,1 reflejado en libros23 y en el cine4.5
Está representado como un enano que lleva consigo un enorme sombrero, dando
serenatas a las mujeres que elige. Les trenza el pelo en la noche y tratando de
que se vayan con él formando parte de la amplia gama de almas perdidas por este
ente. Carga una guitarra y viaja en una mula que lleva carbón. Es un ranchero,
que canta y enloquece a las mujeres. Es uno de los últimos vestigios de la
"Pequeña Latino américa".
La Ciguanaba
La Siguanaba es uno de los personajes míticos más famosos en Guatemala, quien
es protagonista de varias historias de terror en boca de chapines que forman parte
del folclor.
Esta criatura de la mitología guatemalteca se presenta a los hombres infieles
como una mujer de hermoso cuerpo y cabello largo. Pero cuando la observan de
cerca, tiene rostro de caballo.

Según la leyenda, La Siguanaba se aparece frecuentemente en áreas solitarias,


especialmente en barrancos. Esto se debe a que es ahí a donde atrae a los
hombres para luego arrojarlos, haciendo que pierdan la vida y el alma a favor de
ella. En otra de las versiones se afirma que La Siguanaba era una mujer joven que
fue obligada a casarse con un hombre cuarenta años mayor que ella. Dicho
hombre la hechizó, convirtiéndola en una mujer fea y vieja. Otra adaptación de la
leyenda dice que aparece en lugares cercanos al agua, ya que se suele bañar al
mismo tiempo que peina su cabello con un peine de oro. Los hombres que la
observan en esta situación quedan embrujados por la hermosa mujer. Es entonces
cuando ella los llama.

En el momento en que ya se los ha ganado, muestra su rostro con apariencia de


caballo. Sus víctimas ven sus ojos rojos y la piel arrugada, sus uñas crecen al
momento en que desata una risa aterradora. Se desconoce su origen exacto,
pero Adrián Recinos le atribuyó dos posibles raíces. Una de ellas proviene de
un idioma maya no identificado, donde la palabra significa mujer desnuda. El otro
tiene su origen en el náhuatl Ciuanauac o Ciguanauac, que se traduce
como amante. Otros ligan el vocablo a la palabra k’iche’ Siguán, que quiere
decir barranco o precipicio.

Según los relatos populares, la Siguanaba se aparece como una atractiva mujer
desnuda o vestida con un camisón blanco translúcido, casi siempre de espaldas a
su víctima. Se la ve usualmente bañándose en tanques públicos, pilas, ríos u otras
fuentes de agua artificiales o naturales, aunque también puede estar lavando ropa.
Suele seducir a los hombres que salen a la calle durante las noches oscuras y sin
luna, a quienes desvía de su camino para finalmente hacerlos caer de algún
precipicio.
En Guatemala, la Siguanaba se presenta como una hermosa mujer de pelo largo y
muestra su rostro hasta en el último momento, cuando se revela que es el de un
caballo o un cráneo humano. La víctima es generalmente un hombre infiel, quien,
si no muere del susto, se vuelve loco. En ocasiones el espectro puede adquirir la
apariencia de la novia de un hombre para engañar a este y apartarlo de su
camino.
A veces también se les aparece a niños pequeños, ante quienes adopta la
apariencia de la mamá para atraerlos. Una vez que la Siguanaba los toca, los
niños enloquecen y son conducidos al campo, donde el espectro los abandona a
su suerte.
En otras variantes, la Siguanaba no tiene rostro de caballo ni está necesariamente
de espaldas, sino que se aparece como una mujer con el rostro cubierto por una
larga cabellera. Cuando muestra su cara, se trata en efecto de uno de mujer, pero
horrible y desfigurado. El espectro, además, tiene los pechos largos y caídos hasta
las rodillas, largas uñas y cabello desaliñado. Los resultados de la visión son
igualmente trágicos. Se les presenta siempre a hombres infieles.
Cuando un hombre ha caído víctima de la Siguanaba, se suele decir que esta
lo ganó o jugó.
La variante guatemalteca del mito dice que a la Siguanaba generalmente se la
encuentra lavándose el pelo con un guacal de oro y peinándoselo con un peine del
mismo metal precioso. Se cuenta, asimismo, que vaga por las calles de la ciudad
de Guatemala, donde acosa a hombres enamorados.
La leyenda de la Siguanaba es más común en la capital, en Antigua
Guatemala (capital colonial) y en los departamentos orientales del país, donde el
mito goza de más popularidad entre las poblaciones ladinas que entre las
indígenas. En dichas áreas, la apariencia más común del espectro es la que lo
describe con cara de caballo. Se les aparece a hombres infieles a modo de
castigo.
En San Juan Comalapa existe una versión kaqchikel de la Siguanaba que
describe esta como una mujer de enormes ojos brillantes y pezuñas en vez de
manos. Lleva un vestido igual de brillante que sus ojos, luce una larga cabellera y
espanta en el tiradero de basura local tanto a niños desobedientes como a
maridos borrachos.
En Jutiapa, en los poblados cercanos al lago de Güija, la leyenda describe al
espectro como uno que puede tomar muchas formas, aunque la más común es la
de una delgada y atractiva mujer de larga cabellera que se baña en las riberas del
río Ostúa, lo que no impide que también se aparezca cerca de otras fuentes de
agua o incluso en caminos solitarios. A los lujuriosos se les presenta simplemente
como una mujer hermosa, mientras que para los enamorados adquiere la
apariencia de la amada. En San Juan La Isla, por ejemplo, se cuenta la historia de
un hombre que fue a encontrarse con su esposa, que venía a caballo de El
Salvador. Dice el relato que, luego de un buen rato de cabalgar el marido a la par
de su mujer, esta de pronto se bajó del caballo y reveló que era la Siguanaba.
También se cuenta que el espanto se aparece en las noches de luna a jinetes que
transitan por caminos desolados, a quienes pide que la lleven en sus caballos.
Cuando un jinete accede a llevarla, después de un buen rato de cabalgar, la
Siguanaba muestra sus uñas, que son unas horribles garras, y su rostro, que es el
de un caballo. La visión causa que los incautos jinetes mueran de pánico. Los
pocos que logran huir se extravían en el campo.
El Cadejo
El cadejo es el animal legendario que cuida a los borrachos, especialmente a
aquellos que no pueden ni sostenerse en pie. Su forma es parecida a la de un
perro, peludo con los ojos rojos, patas de cabra y puede ser o blanco o negro. El
blanco es el cadejo bueno y el negro es el malo. Muchas de las personas indican
que ambos cadejos cuidan a los borrachos juntos, es decir, que ambos cadejos
están juntos. El blanco aparece echado junto a la persona que se emborracha y el
negro es mas inquieto, pero cuando aparece un peligro, ambos cuidan a la
borracho.Cadejo o El Cadejo es un animal legendario de la
región mesoamericana, siendo muy conocido en las zonas rurales e incluso
urbanas de México y Centroamérica. Se dice que es un mítico perro (o dos perros,
que generalmente se le aparece a quienes deambulan a altas horas de la noche y
al cual se le atribuyen poderes misteriosos). Las diferentes versiones de la
leyenda en Centroamérica describen a un cadejo de color blanco y uno de color
negro (generalmente benigno y maligno respectivamente), o simplemente un solo
cadejo negro (generalmente maligno).
La leyenda del Cadejo es el vestigio de una antigua creencia que supone que todo
humano posee un animal de compañía. Este mítico animal es el doble del hombre,
de tal manera que la enfermedad o la muerte del primero conllevan la enfermedad
o la muerte del segundo. En la actualidad, se puede establecer comparaciones de
lo anterior con el pensamiento religioso occidental, que expresa que el hombre
tiene un ángel guardián que lo protege de los peligros. La creencia supone la
existencia de un animal compañero para cada hombre. También este personaje
tiene su resonancia precolombina maya en un espectro bienhechor guardián de
los caminos. Dicho animal acompaña al hombre en todos sus viajes solitarios por
la noche; y en la versión de dos cadejos, el blanco lo protege y lo defiende contra
los malos espíritus encarnados en el cadejo negro, color tenebroso que simboliza
la muerte, o sea, el mal en todas sus manifestaciones. Es muy posible que el
origen del Cadejo como ser mitológico se encuentre en la mitología maya-quiché.
Las leyendas de los cadejos espectrales centroamericanos parecen estar
emparentadas, en cuanto a su origen, con los nahuales. En la
mitología mesoamericana, un nahual es un animal que se considera espíritu
protector de cada persona. De acuerdo con algunas tradiciones, se dice que cada
persona, al momento de nacer, tiene ya el espíritu de un animal, que se encarga
de protegerlo y guiarlo. Estos espíritus usualmente se manifiestan sólo como una
imagen que aconseja en sueños o con cierta afinidad al animal que les tomó como
protegidos. Por ejemplo, una mujer cuyo nahual fuera un cenzontle tendrá una voz
privilegiada para el canto. Pero no todos tienen un contacto tan leve: se cree que
los brujos y chamanes (llamados texoxes) del centro de Mesoamérica podían
crear un vínculo muy cercano con sus nahuales, lo que les da una serie de
ventajas que ellos saben aprovechar. La visión del gavilán, el olfato del lobo o el
oído del ocelote pasan a ser herramientas de estos videntes e incluso se afirma
que algunos, más preparados, pueden hasta adquirir la forma de sus nahuales
(lagartos, perros o tigres, véase teriantropía) y utilizar esta habilidad de diversas
formas, no todas ellas bien intencionadas, según la tradición popular. En México,
se le ha dado el nombre de nahuales a los brujos que pueden cambiar de forma.
Entre los mexicas, por otra parte, destaca la figura del
dios Huehuecóyotl como tramposo dios de la música, el baile y la canción,
representado en el Códice Borbónico con la forma de un coyote. Él es parte de la
familia de dioses mexicas de Tezcatlipoca, y tiene sus poderes para
transformarse. De todas las deidades aztecas, Huehuecóyotl representaba
la dualidad en términos del bien y el mal. Más un bromista que un dios ayudador,
emparentado de alguna forma con los dioses tramposos en forma de coyote de
las tribus aborígenes de Norteamérica, a menudo se le asociaba con el dios Xólotl,
también con forma de perro y con poderes de transformación. El xoloitzcuintle,
raza de perro originaria de México y Centroamérica, lleva su nombre, y a menudo
se asociaba a este animal, en la mitología azteca, con la muerte, dado que se
creía que los xoloitzcuintles acompañaban a las almas de los difuntos cuando
viajaban al Mictlán, el inframundo, por lo que eran sacrificados y enterrados junto
con los muertos a los que debían guiar, cumpliendo entonces el perro la función
de guardián protector de las almas en su viaje al más allá.
Por otro lado, el escritor nicaragüense Enrique Zepeda-Henríquez, en su
artículo El Cadejo: mito nicaragüense, sugiere que el mito del cadejo está
arraigado en el imaginario social provinciano como una fuente moral. De este
forma, para Zepeda, el cadejo, más que un espíritu protector, es un espíritu
merodeador que sale a asustar a los trasnochadores callejeros y concluye que la
presencia de este ente sobrenatural es una forma de escarmiento ejemplar para la
gente de mala vida que implica el pecado original o un remordimiento de
conciencia histórica. Así mismo, Zepeda-Henríquez intenta ver el origen de la
palabra cadejo en la tradición mitológica griega (el mito de Licaón) y latina (la
leyenda del hombre lobo narrada por Ovidio). A la llegada de los europeos a
América, existió un claro sincretismo entre las creencias precolombinas de un
espíritu protector animal, y los mitos y leyendas de perros infernales que abundan
en el folclor de toda Europa: los griegos Cerbero y Ortro, los "black dogs" ingleses,
como el Moddey Dhoo de la Isla de Man, el Gwyllgi de Gales, el Black Shuck que
aterroriza la costa de Norfolk, Essex y Suffolk (esta leyenda en particular parece
ser la inspiración para El sabueso de los Baskerville de Arthur Conan Doyle), etc;
el lobo hechizado de la mitología castellana, el Dip o perro vampiro catalán,
el Cŵn Annwn de la mitología celta, el Garm de la mitología escandinava, etc.
En cuanto a su significado, se observa la dualidad del Cadejo como espíritu
protector y a la vez, criatura maligna. Desde su perspectiva negativa, el Cadejo
usurpa la confianza de los seres humanos mediante el terror, mientras que en su
faceta positiva, el poder regenerador de la naturaleza al proteger a los seres
humanos del peligro.
Finalmente, cadejos, como palabra perfectamente española, parece estar más
relacionada con el enigmático significado del personaje mismo más que con el
origen o forma de este ser sobrenatural. Cadejos, en el castellano, significa parte
del cabello muy enredada, y según Zepeda, el Cadejo es, en efecto, un misterio,
una maraña que asusta sin dejarse ver.
El Carretón De La Muerte
El carro o carretón de la muerte, aparece según la leyenda, en las casas en las
cuales fallecerá una persona y, luego de fallecer, el carruaje llegaba a recoger al
muerto. Una de las leyendas cuenta que el carruaje es jalado por 2 caballos
negros e incluso hay gente que dice que los mismos sacan fuego de la boca.
La persona que maneja el carruaje va vestido totalmente de negro, haciendo que
todo el carruaje sea de ese color.

Según los mitos de Guatemala, la leyenda del carruaje de la muerte habla sobre le
vehículo que es llevado por caballos negros con ojos de fuego y que se escucha
por las calles y barrios del país luego de la hora de las ánimas. El propósito del
paso de este carruaje es ir en busca de las almas de los moribundos. Pero todo
aquel que ve el carruaje corre también el riesgo de ser llevado.

La leyenda del carruaje de la muerte


Después de un largo y arduo día de trabajo en el campo, Mario se dirigía a su
casa en la ciudad. Ya casi anochecía y caminaba de prisa. Poco antes de llegar a
su casa escuchó el sonido de un carruaje muy cerca, lo que era muy normal en
aquella época. Pero este sonido era diferente, sintió mucho temor. Corrió y decidió
esconderse en el parque, detrás de los árboles.

Sin darse cuenta, Mario pasó la noche en el parque. De repente, despertó por el
frío que sintió y recordó lo ocurrido la noche anterior. En ese momento pensó que
temerle a un carruaje había sido algo absurdo. Se levantó y fue a su casa.

Los días pasaron y Mario no podía olvidar lo ocurrido, así que decidió contárselo a
un amigo. Al escucharlo el amigo también le compartió lo que contaba la gente al
respecto. Dicen que por las noches se escuchaba a un carruaje ir a toda
velocidad y que iba recogiendo a la gente que moría, era conocido como El
Carruaje de la Muerte.

Mario no se quedó tranquilo y junto con su amigo decidieron esperar esa noche y
así confirmar si los rumores eran ciertos. Se encontraban en parque bajo la noche
fría y solitaria cuando comenzaron a escuchar el sonido de un carruaje. Poco a
poco pudieron verlo, cada vez más cerca. En efecto, se trataba de un carruaje
negro, tirado por caballos negros y con un conductor vestido completamente de
negro también.

Cuando por fin el carruaje estaba frente a ellos, el conductor los observó fijamente
y ambos hombres se desmayaron. A la mañana siguiente, despertaron de frío.
Desde entonces, tanto Mario como su amigo se esconden donde pueden cada vez
que escuchan el sonido de un carruaje, sobre todo por las noches.
Llegada la media noche, muchas personas del Centro Histórico de la ciudad
capital de Guatemala, estamos hablando de alla por los años mosos de la ciudad,
se escuchan el roce de las ruedas de una carreta con el suelo. Hay quienes
aseguran han oído hasta relinchar a los caballos que algunos dicen que por los
ojos lanzan llamas. Cuando la curiosidad hace que las personas vayan a ver, no
ven nada, aunque escuchan y hay quienes dicen sienten un aire extraño que pasa
sobre sus cabezas porque este carretón no roza el piso sino que vuela... La piel
se eriza y se pone como de gallina solo de oír, la gente prefiere quedarse en su
casa y solo escucharlo pasar porque dicen que en ese carretón nos iremos todos,
el dia que la muerte decida trasladarnos al mas allá, pobre y ricos iremos en él.
Según la creencia popular, el Carretón de la Otra Vida, salía a buscar en las
noches a las almas descarriadas para llevárselas al infierno. Es originaria de las
mitologías que contaba la gente de pueblo del Santa Cruzde antaño.

Según los testigos que dicen haberlo visto, aparecía después de la medianoche en
tiempo de surazo. El carretero era el mismo diablo y el carretón estaba construido
con huesos humanos en lugar de madera, siendo su cargamento cientos
de cráneos amarillentos.
El grito espantoso del carretero se escuchaba a lo largo de toda la pampa y por las
afueras del pueblo. Los bueyes que tiraban el carretón, en lugar de ojos tenían un
par de ascuas que destellaban con un rojo intenso.
En las noches tormentosas nadie salía por temor a encontrarse con el Carretón de
la Otra Vida y su diabólico acompañante. pero muchos por las savanas benianas
en el Oriente Boliviano atestiguan haber escuchado el asordante rumor de las
ruedas de madera del carreton , que cada vez más cerca pero al final nunca
llegaba a destinación hasta cuando caía la madrugada , al mismo tiempo
acompañaban al rumor de las ruedas el grito hacia los bueyes " gia huesa gìa, gìa,
que por estas partes significa adelante a los bueyes sobre todo el carreton de la
otra vida les aparece a las personas que se portan mal y a las personas solitarias
esta leyenda fue iniciada el 25 de septiembre de 1458.

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