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Primeramente, hay que resaltar su origen. Fue Fray Antonio Alcalde y Barriga quien gestó
la fundación de la Universidad. Alcalde fue nombrado Fundador de la Real Universidad de
Guadalajara por la corona española. Así, el 18 de noviembre de 1791 se decreta la
autorización y fundación de la Universidad. Ocupó los edificios que antes de su expulsión
ocuparon los jesuitas. Con esto pudo dar inicio con las cátedras que formarían a los jóvenes
de Guadalajara, cumpliendo con el deseo de Fray Antonio Alcalde, que murió un año
después.
En la década de los sesentas en el siglo XIX, la Universidad sufre uno de sus cierres más
prolongados. Es hasta el fin de la Revolución cuando la Universidad abre sus puertas a cargo
de, principalmente, José Guadalupe Zuno como gobernador que impulsó la iniciativa; y
Enrique Díaz de León, como primer rector de esta nueva etapa de la Universidad de
Guadalajara. El proyecto ahora se tornaba mucho más social. La tendencia de los rectores,
en particular de Díaz de León, era la de reconocer que la Universidad pertenecía a los
estudiantes, y no a los que ostentaban el poder de forma ambiciosa. A partir de ese
momento hasta nuestros días, la Universidad ha destacado por su crecimiento exponencial,
por la capacidad política y de negociación de los que controlan hegemónicamente el recinto
y por su capacidad de formar sujetos a voluntad bajo el lema “Piensa y Trabaja”.
Se podría concluir, a partir de todo esto, que la Universidad no ha sido el mismo proyecto
como el que nació. Ha caído en diversas manos y sido guiada por diferentes intereses. Al
momento, parece cumplir a medias lo que se prometió al principio: formar a los jóvenes.
Digo a medias, porque “formar” no sólo significa darles un grado universitario, mucho
menos capacitarlos tan sólo para su propio desarrollo. La Universidad ha desviado en
nuestros días, nuevamente, su objetivo de generar sujetos críticos, de buena voluntad. Sus
directivos deberían hacer conciencia, escuchar al estudiantado, al que Enrique Díaz de León
entregó alguna vez la potestad de la Universidad, y realizar un verdadero cambio. En pocas
palabras, poner más énfasis en le piensa que en el trabaja.
Respuestas:
2) Considero que sí. No tanto en su aspecto, ya sea secular o religioso, sino, más bien, en la
práctica áulica. Los modelos de enseñanza siguen radicando en lo que en la época colonial
se conocía como lectio. La práctica docente, a pesar de los avances en pedagogía y filosofía
de la educación, sigue manejando el modelo frontal, que se traduce a: profesor dicta el
curso, alumnos oyen y alumnos deben repetir. Cosa que ya está profundamente criticada y
demostrada de ineficiente.
Le quitaría tanto sus objetivos actuales como sus medios para lograrlos. Se trata de
responder a la urgencia de la sociedad. Entonces, no se necesitan más tecnólogos o
administradores. Se necesitan críticos, pensadores, agentes que promuevan el cambio al
mismo tiempo que ofrecen alternativas. De lo contrario, aquellos que ostentan el poder y
ejecutan el proyecto neoliberal, a través de la Universidad de Guadalajara, lograrán
consumar su hegemonía.