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¿Es acoso que el conductor de

Uber le diga a una pasajera que


es “hermosa”?
La galantería no ha muerto, pero un buen piropo requiere delicadeza y
empatía para que una mujer no se sienta intimidada o vulnerada.
Catalina Ruiz-Navarro

Una vez me quejé en Twitter de que, con frecuencia, los taxistas en Ciudad de México me
hacen preguntas que me parecen invasivas luego de oír mi acento. ¿Cómo es que llegaste a
México? ¿Te gustan los tacos? ¿Y los hombres mexicanos? El interrogatorio terminaba,
casi sin excepción, con ¿tienes novio? Cuando hablé de esto con un hombre, también
extranjero en Ciudad de México, me dijo que no entendía mi molestia; que él también
recibía preguntas parecidas en los taxis. Y que lejos de sentirse molesto o agredido entendía
la curiosidad de los taxistas, para quienes cualquier extranjero representa una novedad.
Acepté su argumento racionalmente. Pero mi molestia con las preguntas era muy real. ¿Por
qué teníamos experiencias tan diferentes de lo mismo?

La diferencia era ¡el género! A él jamás le preguntaban si tenía novio –así es la


heteronorma– y la pregunta por las mexicanas era una oportunidad para morbosear juntos a
mujeres que iban por la calle. En cambio, en mi caso, la pregunta por los mexicanos
prendía todas mis alertas: ¿cómo saber si el taxista me está coqueteando? Y si llegase a ser
así, ¿me pondría eso en peligro? Y ante la típica pregunta por el novio nos preguntamos si
está orientada a medir nuestra vulnerabilidad, que depende de si tenemos ‘dueño’ o no. Y
por eso, según qué tan inseguras nos sintamos, contestamos “sí”, aunque sea mentira, pues
no hacerlo podría ser tomado como una invitación para el coqueteo, o peor, para el acoso.

Así pasa también con comportamientos que son aparentemente amables pero que, según el
contexto, pueden ser intimidantes para las mujeres. Hace unas semanas hubo una polémica
en redes sociales porque una usuaria se quejó de acoso cuando el conductor de Uber le
mandó por Whatsapp el siguiente mensaje: 
“Yo sé que no es muy apropiado escribirte…
Pero pues nada, soy Andrés, la persona de Uber que te recogió anoche en el restaurante de
la G y te llevó a tu casa. Me pareciste una mujer muy agradable además de hermosa y,
pues, quisiera saber, con todo el respeto, si es posible conocerte un poco más. Por favor no
me lo tomes a mal, y espero no pasar por imprudente, si no quieres no hay problema,
gracias”.
El mensaje en sí es muy amable, tanto que muchas mujeres dijeron que “ya quisieran que
las acosaran así” (!). Pero esta conclusión ignora un contexto bogotano de muchísima
inseguridad y en el que las mujeres hemos sido acosadas por desconocidos y conocidos,
tipos groseros y tipos amables.

Sabemos de sobra que no basta decir “con todo respeto” para que un acercamiento sea
respetuoso. Además, el conductor está haciendo un uso indebido de los datos de su clienta,
quien nunca lo autorizó para usar su teléfono con fines personales. Adicionalmente, el
conductor le está diciendo a la mujer que 1. tiene su teléfono, 2. sabe en donde vive, 3. la
estuvo observando físicamente y 4. sabe que su comportamiento es inapropiado pero no le
importa. No podemos culpar a alguien por encontrar esto intimidante.

Ahora, ¿era la intención del conductor acosar a la pasajera? Quizás no. Quizás su interés
era genuinamente conocerla, pero en ese caso habría sido mejor que le pidiera su teléfono
antes de terminar el viaje junto con la autorización de contactarla con fines personales. Y
no es que la galantería esté muerta, sino que coquetear exige una mínima preocupación por
los intereses de la otra persona, y eso implica leer el contexto; ser empático para no
acercarse de forma intimidante. Las acciones no se califican por sus intenciones sino por
sus efectos. El efecto de ese mensaje fue hacer sentir incómoda a una mujer y no somos
nadie para decirle a ella qué se puede considerar acoso. Entonces, ¿es acoso que el
conductor de Uber le mande mensajes a una pasajera diciendo que es “hermosa”? La única
que puede contestarlo es ella.

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