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110500232017
Partiendo desde su obra “Del Espíritu de las Leyes” refleja la idea de que estamos
regulados por las leyes hechas de la misma naturaleza, expresa que “las tiene la divinidad, el
mundo material, las inteligencias superiores al hombre, los animales y el hombre mismo”
(Montesquieu, 2005, pág. 11). Y que cuando ésta se presenta en parejas o en más individuos las
relaciones se vuelven necesarias para declarar una ley. Hablando de estas leyes y comparándolas
“no se puede decir que el mundo inteligente esté tan bien gobernado como el mundo físico”
(Montesquieu, 2005, pág. 13) ya que aunque ambas tienen leyes que son muy sensatas, ningún
otro aparte del mundo físico, es decir, natural, tiene tan arraigadas y vigiladas las suyas, pues son
inamovibles e irrefutables, en cambio, para las leyes que creamos los hombres existe la
complicación de que como somos seres falibles éstas también lo sean y que, como seres
propensos al cambio hagamos de éstas un sinfín de cuestionamientos y modificaciones.
Podemos comparar las leyes de la naturaleza y exaltarlas por cómo tienen mejor dominio
de las cosas del mundo social, pero para lograr esto hemos de basarnos en que una está por
encima de la otra ya que se fundamenta en la necesidad y que se ve en rasgos muy definidos el
pesimismo antropológico de Montesquieu (2005) ya que, éste dice que así como podemos obrar
por nosotros mismos, no seguimos las leyes que nos dio la naturaleza y tampoco vemos
necesario –en su momento– cumplir las leyes que nosotros mismos hemos implantado para el
bien de la comunidad. Esto nos hace cuestionarnos sobre ¿quién está por encima de quién? Si los
animales al poseer sus leyes y conservarlas tal como les han sido conferidas o el hombre al estar
inmiscuido por la inteligencia y desafiar las leyes fijadas por su Dios y las mismas que él
establece. Podríamos decir que, comparando respectivamente a estos entes, “tienen leyes
naturales porque están unidos por el sentimiento, pero no tienen leyes positivas porque no están
unidos por el conocimiento” (Montesquieu, 2005, pág. 13) sin embargo, podríamos decir que
cada una es buena a su manera ya que se presenta en seres completamente diferentes y que, es
imposible poder definir qué es lo mejor para cada uno y cómo se pueden implantar leyes para
éstos.