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TEORÍA POLÍTICA MODERNA

Geraldine Navarro Díaz

110500232017

El empuje de las relaciones para la creación de las leyes.

La intervención del filósofo francés Montesquieu se refleja por la continuidad de la


necesidad de un ente que regule nuestros comportamientos a través de las leyes, con su teoría nos
enseña el por qué deberíamos tener un Estado regulador y de cómo habrían de ser las leyes que
este mismo cree, partiendo desde una perspectiva de ley natural y ubicándonos en un contexto
más contemporáneo para ese mismo autor, nos enfocamos en su visión e intentamos resolver por
qué la sociedad no está bien gobernada, acaso ¿no es consciente de que existe la necesidad de
leyes que vayan más allá de lo natural y que, por esto, deba entregarse a ciertas medidas para que
las cosas en un Estado salgan bien?

Partiendo desde su obra “Del Espíritu de las Leyes” refleja la idea de que estamos
regulados por las leyes hechas de la misma naturaleza, expresa que “las tiene la divinidad, el
mundo material, las inteligencias superiores al hombre, los animales y el hombre mismo”
(Montesquieu, 2005, pág. 11). Y que cuando ésta se presenta en parejas o en más individuos las
relaciones se vuelven necesarias para declarar una ley. Hablando de estas leyes y comparándolas
“no se puede decir que el mundo inteligente esté tan bien gobernado como el mundo físico”
(Montesquieu, 2005, pág. 13) ya que aunque ambas tienen leyes que son muy sensatas, ningún
otro aparte del mundo físico, es decir, natural, tiene tan arraigadas y vigiladas las suyas, pues son
inamovibles e irrefutables, en cambio, para las leyes que creamos los hombres existe la
complicación de que como somos seres falibles éstas también lo sean y que, como seres
propensos al cambio hagamos de éstas un sinfín de cuestionamientos y modificaciones.

Podemos comparar las leyes de la naturaleza y exaltarlas por cómo tienen mejor dominio
de las cosas del mundo social, pero para lograr esto hemos de basarnos en que una está por
encima de la otra ya que se fundamenta en la necesidad y que se ve en rasgos muy definidos el
pesimismo antropológico de Montesquieu (2005) ya que, éste dice que así como podemos obrar
por nosotros mismos, no seguimos las leyes que nos dio la naturaleza y tampoco vemos
necesario –en su momento– cumplir las leyes que nosotros mismos hemos implantado para el
bien de la comunidad. Esto nos hace cuestionarnos sobre ¿quién está por encima de quién? Si los
animales al poseer sus leyes y conservarlas tal como les han sido conferidas o el hombre al estar
inmiscuido por la inteligencia y desafiar las leyes fijadas por su Dios y las mismas que él
establece. Podríamos decir que, comparando respectivamente a estos entes, “tienen leyes
naturales porque están unidos por el sentimiento, pero no tienen leyes positivas porque no están
unidos por el conocimiento” (Montesquieu, 2005, pág. 13) sin embargo, podríamos decir que
cada una es buena a su manera ya que se presenta en seres completamente diferentes y que, es
imposible poder definir qué es lo mejor para cada uno y cómo se pueden implantar leyes para
éstos.

Ahora bien, enfocándonos específicamente en el ser humano y volviendo al término de


ley positiva comentada en el apartado anterior, Montesquieu (2005) es consciente de que a pesar
de que el hombre pretenda estar en frente con las leyes copiándolas de la naturaleza no es capaz
de ser tan bien gobernado como los seres que pertenecen a esta misma y por esto se llega a la
conclusión de que el hombre necesita de éstas para poder desenvolverse en su ambiente habitual.
Hay que entender como ley positiva el conjunto de normas que acarrean consigo una sanción
ubicando al hombre dentro de unos parámetros sólidos para que no entre en conflicto consigo
mismo y con los demás. Entonces, el hombre sí es consciente de que necesita de las leyes
positivas para poder regular sus comportamientos y mejor aún, es consciente de que necesita un
ente específico para que le ayude a regularlos. Pero ¿por qué? Según Montesquieu (2005) el
hombre no es ilimitado, pero, “a pesar de sus limitaciones tiene que dirigir su conducta; como
todas las inteligencias finitas está sujeto a la ignorancia y al error, pudiendo llegar incluso a
perder sus débiles conocimientos; como criatura sensible está sujeto a mil pasiones”
(Montesquieu, 2005, págs. 13, 14) y por estas pasiones es que se generan ciertas características
en una población, a partir de la comprensión del estado de guerra al que se refiere el francés, es
que cuando los hombres se reúnen en sociedad van perdiendo el sentimiento de debilidad, ya que
éste les hace fomentar los impulsos de atracción y de convivencia que poco a poco alimenta la
desigualdad, así surge pues este estado, cuando cada quien se hace consciente de su fuerza y
cuando cada sociedad se da cuenta de su capacidad, intentan en lo posible tener a su favor todas
las ventajas posibles.
Para evitar en buena medida el conflicto que se genera con el reconocimiento del estado
de guerra es necesario que el Gobierno se haga responsable de establecer leyes, éstas se han de
encontrar para todos los ámbitos posibles, en primer lugar, “los hombres tienen leyes que rigen
las relaciones de estos pueblos entre sí: es el derecho de gentes” (Montesquieu, 2005, pág. 16),
este derecho se aplica para las relaciones entre naciones y todas las cosas que acarreen las
mismas, es de vital importancia comprender que a medida en la que se le preste interés al
derecho de gentes posiblemente haya prosperidad para las naciones que lo sepan usar a su favor.
En segundo lugar, para mantener el orden existe la necesidad de tener leyes que controlen “las
relaciones entre los gobernantes y los gobernados: es el derecho político” (Montesquieu, 2005,
pág. 16). Aquí se establece cómo puede ser posible manejar la participación política de los
ciudadanos y qué tan influenciados éstos deben estar en las relaciones de poder. Finalmente los
hombres “tienen leyes que regulan las relaciones existentes entre todos los ciudadanos: es el
derecho civil” (Montesquieu, 2005, pág. 16). Así que, si en alguna situación una nación llega a
tener lío con otra, un Gobierno con sus gobernados o el mismo hombre con sus semejantes en el
cargo de ciudadanos, todos estos derechos serían los responsables de solucionar las dificultades
que se presenten, pues, “una sociedad no podría subsistir sin Gobierno” (Montesquieu, 2005,
pág. 16) y para que exista éste debe haber una unión de todas las fuerzas particulares y de
manera fundamental debe estar girando en torno al contexto que viva el territorio, cosas como el
clima, el terreno, la vida de los ciudadanos, en qué condiciones se encuentran, características que
permitan constituir de buena manera esto que las rige, pues “las leyes tienen relaciones entre sí;
con sus orígenes, con el objeto del legislador y con el orden de las cosas sobre las que se
legisla” (Montesquieu, 2005, pág. 17). Podemos decir entonces que la ley humana es la
combinación entre la ley natural y la ley positiva, ya que, desde los comportamientos básicos de
los hombres es que se da la posibilidad de hacer que éstos vayan por un buen camino, es decir,
que sean más consistentes y se enfoquen en lo que es necesario para la población.

Montesquieu (2005) describe tres tipos de Gobierno, el republicano, el monárquico y el


despótico, respectivamente, podemos resaltar que en el primero es el pueblo o gran parte del
pueblo quien tiene la soberanía, siguiéndole el que tiene el poder uno solo y finalmente, donde
una persona lleva todo según su voluntad y capricho. Sin embargo, a su juicio decidirá cuál de
estos podría ser el más apropiado para llevar una buena rutina hacia el progreso o hacia la ruina.
Entonces, entonces el hombre debe ser consciente de que la ley positiva es la solución
para establecer buenas relaciones entre las sociedades y comprender los comportamientos de
manera particular y general, a pesar de estar catalogados por seres limitados necesitamos de ésta
y de un tercero para poder hacer de la vida algo más conjunta sin separar las leyes políticas de las
civiles puesto a que el espíritu de éstas consiste en las relaciones y en otra medida, la
implementación de la regulación.

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