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JULIO ARÓSTEGUI – LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA, TEORÍA Y MÉTODO

LA RENOVACIÓN CONTEMPORANEA DE LA HISTORIOGRAFÍA


La historiografía experimentó un impresionante avance después de la Segunda
Guerra Mundial, lo que algunos denominan “época de oro” de la segunda
posguerra.
LA ÉPOCA DE LOS GRANDES PARADIGMAS
En el siglo XIX la historia y la historiografía dieron un cambio gigantesco, sin
embargo, ha sido más decisivo aún, la posguerra y los 60 del siglo XX.
Si el siglo XIX tiene una importancia para los orígenes de la disciplina en su
estado actual (abandono de las concepciones sobre la investigación y la escritura
de la historia que habían conformado la tradición europea desde el
Renacimiento, y tal vez, desde la antigua Grecia, es decir, dejar de considerar a
la historia como una crónica basada en testimonios que nos han transmitido las
generaciones anteriores para pasar a una investigación, con lo que, justamente,
la propia palabra historia recupera su sentido: investigación).
EL SIGLO XIX: LA FUNDAMENTACIÓN METÓDICO DOCUMENTAL
La evolución decisiva se emprendió con la fundamentación “metódico-
documental”. Estamos ante el origen de la gran corriente historiográfica a la que,
de forma abusiva, aunque no enteramente inapropiada, se ha llamado
historiografía positivista y que se enlaza también con la potente tradición
alemana del historicismo. Un nuevo tipo de reflexión sobre la historia, Droysen
llamó historik, el tratamiento del estudio de la historia en la línea de la ciencia.
Los textos metodológicos famosos, en Alemania y Francia fueron los de Ranke,
Droysen y Lamprecht, entre otros.
Es habitual que este cambio profundo y duradero en la historiografía, cambio que
permaneció hasta los años 30, sea adjudicado a la corriente denominada
positivista.
En efecto lo que se llama “historiografía positivista” no deja de estar interpretado
a través de un error. Muchas veces se llama positivista a una concepción de a
historiografía que es esencialmente narrativista, episódica, descriptivista, muy a
lo siglo XIX. En realidad, ese tipo de historiografía es “historia tradicional”. La
historiografía positivista es la de los hechos, establecidos a través de los
documentos, inductivista, narrativa, desde luego, pero sujeta al método.
Lo que se acostumbra a llamar escuela positivista ha sido llamada también, con
mayor justeza, escuela metódica, ya que su mayor preocupación es poseer un
método, fundamentaba el progreso de la historiografía en el trabajo metódico
sobre las fuentes, insistió siempre en rechazar toda “teoría” y “filosofía”. Pero era
absolutamente tributaria de la idea de “ciencia”. Era sobre todo una corriente
pragmática y empirista. Por ello creemos que puede ser llamada también
metódico-documental.
La “disciplina” de la historiografía en el sentido moderno fue fundada entre los
siglos XIX y XX a través de un primer cuerpo de reglas y preceptos
metodológicos bajo la influencia del historicismo y el positivismo. Hasta el primer
conflicto bélico general del siglo XX, la Gran Guerra de 1914-1918. Sin embargo,
en la década de los años 20 y, sobre todo, los 30, el panorama cambió (hay una
ruptura).
Las nuevas concepciones rechazan los fundamentos creados por la
historiografía del siglo XIX y comienza en el periodo de entreguerras, en los años
30.
Se dan tres movimientos prácticamente simultáneos fortalecidas durante la
segunda posguerra: La historiografía marxista, la escuela de los “Annales” y la
historiografía cuantitativista. En torno a centros de intereses bien diversos y un
grado muy diverso de cohesión y homogeneidad. A un paradigma relativamente
unitario en el siglo XIX, le ha sucedido en nuestro siglo no otro sino varios otros.
Los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial han representado una
verdadera revolución, conectada con un fenómeno similar en el resto de las
ciencias sociales y la ciencia en general.
Mientras el marxismo y el cuantitativismo son movimientos que tienen una
proyección amplia en el campo de las ciencias sociales desde donde ha llegado
a la historiografía, la escuela de los Annales ha sido el primer movimiento
historiográfico del siglo XX que nace en el campo mismo de la investigación
histórica.
LA “NUEVA HISTORIA” DE LA ESCUELA DE LOS “ANNALES”
1929 señala el nacimiento de la “escuela de los Annales” (Desde el punto de
vista de su difusión, 1950, en París, a través del Congreso Mundial de Ciencias
Históricas, en el cual las nuevas concepciones historiográficas tuvieron su
verdadera presentación mundial).
La revista Annales de la historia económica y social fue fundada en 1929 bajo la
dirección de Marc Bloch y Lucien Febvre.
La influencia de Annales ha contribuido a una renovación formal de la
historiografía académica. Pero si en Francia la hegemonía de Annales fue
indiscutible, el campo de influencia exterior fue muy irregular. Es decir, se daba
una dificultad de penetración de las nuevas ideas, sobre todo en los medios de
la tradición liberal anglosajona.
Han sucedido tres generaciones de historiadores. La primera: sus fundadores,
Lucien Febvre y Mar Bloch. La segunda: Fernand Braudel y con menor
importancia Morazé y Mandrou. La tercera: aquí resulta más difícil identificarlos
por una gran combinación generacional y científica. Pero podríamos nombrar a
Le Roy Landurie, Furet, Duby, Le Goff, pero también podrían añadirse Revel,
Chartier, Watchtel y otros. Fernand Braudel, actúa como una frontera entre la
primera generación y la tercera, como una transición.
La evolución de Annales se ha identificado a menudo con el desarrollo del
fenómeno “Nueva Historia”. Yuxtapone a las tendencias de otros grupos, como
ocurre, por ejemplo, con el marxismo.
El contenido paradigmático de los Annales
Anteriormente con el historicismo y la corriente metódica-documental: había una
noción positivista de “hecho” como objeto de la ciencia.
1.Annales plantea que no hay un “hecho” como átomo de la historia. El
historiador no encuentra hechos, sino que tiene que analizar la realidad apoyado
en su propio raciocinio, porque “no hay realidad histórica ya hecha que se
entregue espontáneamente al historiador”.
Los fundadores enfatizaban el adjetivo “social”. No hay historia económica;
historia social… hay La historia, en su unidad: La historia es social enteramente,
por definición.
2.Otra concepción es la de la historia-problema, frente a la historia-relato. La
obra de historia pasa a ser “temática” y no meramente descripción de secuencias
cronológicas. Ej. Marc Bloch sobre la sociedad feudal; Braudel toma una entidad
natural (geográfica) como el mediterráneo y después un fenómeno preciso como
el capitalismo; etc. En un intento de resolver problemas del pasado no de narrar
hechos.
3. Annales significó un extraordinario desarrollo de nuevas temáticas y también
un interés por el uso de nuevos tipos de fuentes, bregando al mismo tiempo por
la relación de la práctica historiográfica con ciencias sociales como la geografía,
la sociología, la antropología, la economía, etc. La propuesta de una
historiografía abierta a todos los conocimientos del hombre es otra de las
grandes aportaciones de la escuela viva hasta el día de hoy.
Esta “nueva historia” que se afirma como una historia global, total y
reivindica la renovación de todo el campo de la historia, significó una
rebelión contra la historia positivista del siglo XIX. Febvre había señalado
que la historia se hacía con documentos, como suponía la escuela
metódica, pero también sin ellos y con muchos tipos de evidencias que no
eran solo escritas.
La época de máxima influencia de la escuela se representó con Fernand Braudel.
La escuela cambió el sentido de aproximación a lo histórico, el sentido de partes
importantes del método y la concepción misma de la tarea de historiar, pero no
ha contribuido en la misma medida a una teorización de lo histórico y ni aun de
lo historiográfico.
Annales ha tenido una importante aportación a las cuestiones metodológicas de
la historiografía, pero escaza en cuanto a la teoría tanto constitutiva como
disciplinar. No aportaron una renovación teórica.
Annales significó una nueva ortodoxia, la que rechazaba la historiografía
del “hecho histórico” pero no en el grado en que lo significó el marxismo
o el estructural-cuantitativismo. Propuestas de la nueva historia: nuevos
problemas a estudiar, nuevos métodos y nuevos campos de estudio.
Quizás al no estar clara a naturaleza de la ciencia ni haber habido una explicita
reflexión sobre ellos, no hablaban de teoría (sus fundadores).
Epigonismo final (derivaciones):
Con la retirada de Braudel, en los setenta y ochenta se produce una cantidad de
derivaciones que tienen su origen en las posiciones clásicas de la escuela (Bloch
y Febvre).
1.La primera gran novedad en surgir sobre las ideas clásicas de la escuela es la
influencia de la historia cuantitativa. Autores trataron la demografía histórica, la
historia política.
2.También se dan influencias del estructuralismo (de origen lingüístico)
proveniente de la etnología de Lévi-Strauss (antropología) cuyas concepciones
sobre la historia eran favorables a la preeminencia de la historiografía como una
consideración global del fenómeno social.
3.Influencias del psicoanálisis de Sigmund Freud, en cuanto a la aparición de la
historia de las mentalidades abordada por autores de la tercera generación como
Vovelle, Duby, Le Goff. La historia de las mentalidades ha dado lugar al estudio
de la muerte, la infancia, la brujería, las maneras de mesa, el sentimiento
religioso y todo un amplio conjunto de actitudes e ideas colectivas del imaginario.
4.A partir de aquí aparece en las ciencias sociales una visión mas amplia de la
antropología, la etnología, y lo que se denominó “antropología histórica”, que
contribuyeron a los estudios medievales (Duby y Le Goff, Le Roy Landurie 
Sobre la alfabetización y la lectura). Con el abordaje desde un enfoque más
etnológico y antropológico surge la denominada historia sociocultural, una de las
corrientes mas claras de hoy en día, y que tiene como representante a Roger
Chartier.
Ya en los años noventa, las derivaciones se vuelven casi interminables con el
estudio de la sociabilidad, incluso, la valoración nuevamente de la narrativa como
forma de expresión historiográfica, ejemplo de que no hay actualmente nada
parecido ya a una “escuela” de los Annales, pero que el espíritu de sus
aportaciones florece aquí y allá.
EL MARXISMO Y LA HISTORIOGRAFÍA
La influencia del marxismo ha sido profunda desde los treinta y, en especial, a
los decenios inmediatamente posteriores a la segunda guerra mundial. Esta
expansión de la metodología marxista en las ciencias sociales tuvo en el caso
de la historiografía un impacto mayor, por la propia naturaleza de la construcción
teórica marxista que se fundamenta en el análisis de la historia.
A diferencia de los Annales de impronta casi exclusivamente francesa, el
marxismo posee una difusión y una importancia de naturaleza supranacional.
El materialismo histórico se perfila en la obra de Marx y Engels de los años
cuarenta del siglo XIX. Si primera formulación aparece ya en La ideología
alemana que Marx y Engels escriben en 1845-1846. Marx es el primer estudioso
que ha propuesto una teoría general de las sociedades en movimiento.
El método de análisis marxista de todo proceso histórico tiene como eje la
dialéctica (en relación a las condiciones materiales básicas).
Las “relaciones de producción” son la categoría distintiva de cada estudio
histórico. Tales relaciones de producción son un reflejo del estado de las
“fuerzas productivas”, pero aquellas no están necesariamente sujetas a
estas, de forma que en determinadas coyunturas históricas ambos
elementos entran en contradicción produciendo el conflicto básico que da
lugar al cambio histórico. Los estadios históricos determinados por la
naturaleza de las fuerzas y relaciones de producción existentes son
conceptuados por el marxismo como “modos de producción”, que resultan
una construcción categorial y un modelo metodológico como, en términos
reales, un estadio histórico. Pero en el plano de las realidades históricas
concretas, los modos de producción no se presentan nunca de la manera
que el modelo parece establecer, sino con peculiaridades específicas que
obligan a introducir el concepto de “formación social” específica.
Trayectoria de la historiografía marxista:
El marxismo, en realidad, tardó muchos años en llegar plenamente a los círculos
académicos y ello fue así especialmente en el terreno de la historiografía.
La historiografía soviética, empieza a adquirir sus perfiles clásicos en los años
veinte, pero fue culminante la aparición de Historia del Partido Comunista de la
URSS publicada en 1938. Sencillamente era una elaboración estalinista de la
historia en términos del marxismo. La historiografía soviética avanzó con una
investigación empírica valiosa: arqueología y prehistoria, etnografía histórica,
estudios bizantinos, algunos campos de la “cultura material” de las poblaciones
de la URSS, etc.
Desde los años sesenta los tratadistas soviéticos tuvieron mejor conocimiento
de lo que se producía en Occidente, lo que permitió cierta apertura a corrientes
nuevas. Esta producción ha ido desde obras de desarrollo histórico
contemporáneo hasta los problemas generales de las historias nacionales y
sobre la periodización histórica y, por supuesto, con un contenido mas dudoso,
sobre la historia de las relaciones internacionales.
La publicación del británico Maurice Dobb “Estudios sobre el desarrollo del
capitalismo” de 1946, puede tenerse por el momento de inicio de un
extraordinario desarrollo de la historiografía marxista en los países occidentales.
Pero en Francia, hubo publicaciones previas a esa fecha (ej. Jean Jaures en su
Historia socialista de la Revolución Francesa de 1902).
En Francia, la obra que mas influencia tuvo fue la de Ernest Labrousse y con
menor incidencia Pierre Vilar. La historiografía marxista francesa ha fijado su
atención principal en algunos temas predilectos: la historia del movimiento
obrero, la Revolución Francesa, etc.
En Gran Bretaña, después de la Segunda Guerra Mundial, aparece una
extraordinaria generación de historiadores que estaban en principio ligados al
partido comunista británico. Bajo la inspiración de Maurice Dobb se creó una de
las “escuelas” marxistas que más entidad, cohesión y aportaciones ha procurado
a la historiografía social utilizando una metodología marxista que, en cualquier
caso, tuvo una increíble flexibilidad y capacidad de renovación. Sus mas
conocidos representantes fueron Maurice Dobb, Rodney Hilton, Christopher Hill,
Eric Hobsbawm, Edward Thompson, entre otros. Gordon Childe, debe ser tenido
en cuenta como precedente de estos, y muchos otros como posteriores de esta
generación de grandes historiadores marxistas británicos. El marxismo ha sido
determinante para la renovación de la historiografía británica (historia nacional),
que había estado anclada hasta la segunda guerra mundial en la tradición liberal
(whig), que, a pesar de todo, aún se encuentran retoños.
Aunque se suele hablar de historiografía marxista pura y exclusivamente, lo
cierto es que hubo unos cuantos grupos en distintos países entre los que se
pueden encontrar algunas diferencias en sus planteamientos historiográficos y
del uso de su aparato conceptual. Por lo general se diferencian en que un grupo
permanece ligado al partido comunista (Edward Thompson como máximo
exponente orientado hacia un marxismo cultural, anti-estructural) que se ocupa
de las formas de representación y manifestación de los contenidos de clase.
Distinto es el caso de historiadores posteriores como Raphael Samuel, Sheila
Rowbotham, Jones, entre otros; que ponen un especial énfasis en la “historia
popular”, una historia “desde abajo”. Este grupo no aportaba solamente una
importante renovación temática, prestando, por ejemplo, una decidida atención
a las mujeres y al feminismo y a las clases bajas, sino que representaba el “taller
de historia” destinados a ser leídos por todos.
Lo más significativo de este conjunto de marxistas británicos reside en lo que
aportan de fundamentación conceptual. Es importante la obra de Hobsbawm,
pero aún más la obra de Thompson, de una vertiente renovadora discutía con
las posiciones de Louis Althusser, al tildarlo de “teoricista” en su “Miseria de la
teoría”.
Para Thompson la clase no es una estructura sino una cultura.
Debates de la historiografía marista:
Dos importantes debates nacidos y desarrollados en el seno de la historiografía
marxista anglosajona.
1.En torno a la obra de Maurice Dobb sobre el desarrollo del capitalismo.
2.En torno a un articulo publicado por Robert Brenner referente al desarrollo
agrario que había precedido a Europa al proceso industrializador, tema muy
básico en el tratamiento de la historia de la revolución industrial en Europa.
De la “crisis general” del marxismo empezó ya a hablarse en los años finales de
la década de los setenta. La década de los años ochenta los historiadores
seguían considerando al marxismo como un buen instrumento de análisis,
aunque ya en esos años la producción marxista fue menor, pero de una calidad
más afinada después de una gran autocrítica.
La noción Khuniana de “crisis de paradigma” como también expresiones
militantes tales como “el marxismo ha dejado de ser lo que era y el pensamiento
liberal resurge con fuerza” textos como los de Fukuyama aún encuentran
respuestas de ese pensamiento que, sin duda, no es lo que era. El marxismo de
los años ochenta, se ha abierto a un gran numero de corrientes que transitan por
la teoría de las ciencias sociales y de la historiografía, dando lugar a una
situación muy dispersa, pero apta para todo tipo de renovaciones.
CUANTIFICACIÓN Y CUANTITATIVISMO
El movimiento cuantificador se introdujo en la historia económica, y ha seguido
siendo esencial hasta hoy, al menos desde los años treinta. Fue muy importante
Simon Kuznets con sus análisis del crecimiento económico.
En la historiografía llamada cuantitativista (concepto general) conviene hablar
de dos grandes grupos de proyectos. Uno, representado por la 1.cliometría, que
(según Aróstegui) es el verdadero proyecto cuantitativista, basado en la mate
matización que pretende en sí misma “explicaciones” de procesos históricos a
largo plazo; otro el de la historia 2.estructural-cuantitativista, que ha hecho un
amplio uso de la medida, de la estadística, del modelo informático inclusive, de
la “cuantificación” en definitiva, lo que utilizado sobre todo para estructuras
económicas, sociales o culturales, pero que acaba finalmente en explicaciones
complejas no cuantitativas, no matemáticas, ni en otro lenguaje mas que el
verbal (subjetividad a través de estadísticas y comparaciones).
La historia cuantitativa (concepto general) es aquella que se construye sobre
un modelo general explicativo de un fenómeno de suficiente alcance, un modelo
que no tiene otra lectura sino la matemática, porque está construido
matemáticamente y que adquiere el rango de epistemológico de una explicación.
En la historia cuantificada (estructural-cuantitativista) la explicación puede estar
basada en modelos igualmente peno no matematizados.
La época clásica de la historiografía cuantitativista (concepto general) fue la de
los años sesenta. El término “historia cuantitativa” se generalizó en Europa desde
1960. La historia cuantitativista se tenía así misma por “historia científica”. Pero
esto no era así, ya que la historia no es científica, se basa en ello (Aróstegui).
1.La cliometría:
Las acusaciones de “cientificismo” que se hacen al cuantitativismo, deben
tenerse en cuenta en torno al contexto de lo que se llamó “la ilusión científica”,
bajo la presión del progreso de disciplinas vecinas tales como la economía, la
politología y la sociología con tendencias hacia una investigación social volcada
hacia lo empírico-cuantitativo. Aparecieron en ellas los términos de econometría
y sociometría. Por lo que en la historiografía esta perspectiva se llamó cliometría.
La historia económica acusa presenta esta visión (cuantitativista) desde su
ruptura con el historicismo y siempre bajo la inspiración y el deseo de aplicar
determinadas teorías al análisis histórico.
A partir de 1958 esta “nueva historia económica” empezó a imponerse sobre la
antigua. El primer trabajo pionero lo realizó Conrad y Meyer, acerca de la
economía del esclavismo en los EEUU.
La cliometría fue una forma de plantear y analizar la historia económica que iba
mucho mas allá de la cuantificación para adentrarse en la construcción de
modelos elaborados matemáticamente para explicar el proceso analizado.
Otros grandes exponentes fueron Engarman y Fogel, quienes escribieron sobre
el esclavismo norteamericano y el ferrocarril.
La historia cuantitativa, la cliometría, el cuantitativismo en general, recibió
siempre muy severas críticas, sobre todo su dificultad para leerla y el
exceso de datos de poca relevancia.
El estructural-cuantitativismo:
Para Furet, la estricta historia cuantitativa era aquella que reducía el campo de
lo histórico a la economía y que basaba su descripción e interpretación del
pasado en la economía política. Existían tres tipos de elementos en el método
cuantitativo, un procedimiento para tratar datos históricos numerales; un
proyecto de trabajo específico; y era el intento de construir los hechos históricos
en forma de series temporales de unidades homogéneas y comparables; en este
caso estaríamos ante la historia serial.
El cultivo del estructural-cuantitativismo alcanzó dos focos principales: el de la
tradición historiográfica francesa con fuerza en la segunda y tercera generación
de Annales (Le Roy Landurie, Furet, Chaunu) y con historiadores menos
claramente ligados a esa escuela (Vovelle) y, por otra parte, el de la Historia
Social de América (Shorter, Landes, etc.) que ha venido hoy a convertirse en
historiografía socio-estructural.
LA CRISIS DE LOS GRANDES PARADIGMAS
A finales de los setenta del siglo XX, se hicieron ya muy acusados los signos de
un “agotamiento” de los tres grandes modelos historiográficos, que se habían
expandido universalmente en los decenios de crecimiento de la segunda
posguerra. La búsqueda de nuevas “formas de representación” en las ciencias
sociales se da al principio de aquella década. Fue la antropología la primera en
realizar un cambio importante.
A esos cambios, no le sucedió la aparición de un nuevo y absorbente
“paradigma” en los ochenta y noventa. La mayor parte de las nuevas propuestas,
hasta el momento no han producido obras llamativas. Uno de los fenómenos
propios de las épocas de crisis disciplinar: la proliferación, y hasta la
superabundancia, de escritos de reflexión, de fundamentación, de método y
teoría y hasta de arenga.
El panorama de fines del siglo XX es disperso, confuso, rico en propuestas y fértil
en “modas” y revisionismos. De esa desorientación es muestra la aparición
continua de “revisionismos”.
Tres nuevas perspectivas justifican detención. Una es la 1.microhistoria, cuyo
objetivo ha representado la vuelta al sujeto individual de lo histórico; Otra, la que
se llamó a sí misma la 2.nueva historia cultural, mas cercana ahora a los
problemas de la “representación”, de la mediación de los lenguajes en las formas
de captación del mundo por el sujeto individual o colectivo; La tercera, una forma
de resurgimiento de la historia socio-estructural, heredada tanto de la historia
social americana como de la sociología histórica, a la que podríamos llamar
3.“ciencia histórica socio estructural”.
La crisis de los grandes paradigmas: los años ochenta y noventa
El último cuarto de nuestro siglo presenta, como época de cambio, no sólo en la
historiografía, sino en toda la concepción general del conocimiento científico del
hombre.
Nadie puede negar que los tres grandes paradigmas han dejado una estela
relevante, pero eso no es suficiente para no reconocer que aquel gran progreso
cualitativo no consiguió borrar enteramente la huella de las formas tradicionales
de la historiografía de la posguerra, como muestran bien las resistencias y las
“remembranzas” disfrazadas de progresismo (historiografía liberal del S.XIX),
que aparecen en no pocos de los planteamientos actuales. (añoranzas de una
vieja historia que contaba “buenas historias”).
Las ciencias sociales se encuentran hoy en un estado de confusión metodológica
y teórica enmascarada como pluralismo.
Asistimos a una evolución global de la historiografía en la que no siempre están
claros los verdaderos horizontes perseguidos, mientras que, por el contrario, sí
lo están mucho las alternativas que las tendencias dominantes combaten y
rechazan más.
La historiografía parece haber buscado el acercamiento a movimientos y
perspectivas como la antropológica, la lingüística, la microsociológica, la de las
historias de vida y de la vida cotidiana, todo lo cual parece apuntar a un evidente
cansancio de la investigación globalizadora.
Bajo el influjo general de una nueva, amplia y difusa actitud intelectual y artística
conocida como posmodernismo, la concepción de la vieja disciplina
historiográfica parece ser arrastrada más bien hacia la creación literaria, el
análisis semiótico, la exploración micro-antropológica y hacia un relativismo
general que rechaza las anteriores pretensiones de encontrar explicaciones del
movimiento histórico-social apoyadas en teorías. La nueva forma para el
discurso histórico sería la narración.
La crisis produjo dos realidades:
1.Devaluacion de los anteriores fundamentos de la práctica del historiador. Los
peligros que cernían sobre la historiografía eran: uno, la lingüística; otro, la
antropología cultural y simbólica; tercero el “nuevo historicismo” devoto del
discurso histórico.
2.Agotamiento de los antiguos campos historiográficos.
Reviven con fuerza las corrientes anti teóricas. Contra aquellas escrituras
“problemáticas” de la historia para volver a la valoración de “contar historias” en
el mejor estilo literario. En definitiva, estos dos decenios de crisis parecen
significar en términos globales el fin de un proyecto que representaba la
modernidad.
Historiografía, “giro lingüístico” y posmodernismo
En el último cuarto del siglo XX se abandonan las posiciones marxistas e
incrementa el análisis del lenguaje. Un proceso complejo y multifacético
movimiento intelectual y cultural conocido como posmodernismo. Esto tiene
mucha influencia sobre la concepción de lo histórico más que sobre el desarrollo
de la historiografía (no hay una historiografía posmodernista en sí).
El posmodernismo es una actitud intelectual genérica, que empieza a
manifestarse tras la crisis del capitalismo de los años setenta y que
cristaliza más claramente en los primeros ochenta. Sus proposiciones
básicas son la afirmación de la crisis y muerte de la modernidad, es decir,
del proyecto intelectual basado en la valoración sobre todo de la
racionalidad, del conocimiento científico, de la historia como ejemplo de
una evolución “progresiva” y conjunta de la humanidad con rasgos
optimistas, que tiene sus raíces en el pensamiento de la Ilustración. La
“condición posmoderna”, se basa en la negación vigorosa de que el
pensamiento racionalista de la modernidad conduzca al progreso humano.
La posmodernidad es, pues, el abandono del discurso ideológico y de
todas las formas de representación que significó la modernidad europea,
el proyecto global intelectual y cultural que nace en los siglos XVIII y XIX.
La escritura de la historia que el posmodernismo ha venido a potenciar tiene su
punto de partida visible en lo que la filosofía de esta misma época ha llamado el
giro lingüístico aparecido en los años sesenta.
Por giro lingüístico se entienda aquella dirección de la filosofía orientada
hacia la filosofía del lenguaje, es decir, orientada al entendimiento y la
proposición radical de que todos los problemas filosóficos pueden ser
reducidos a los problemas del uso del lenguaje; que hablar del mundo, es
hablar y comprender mejor el lenguaje en el que hablamos. El análisis del
lenguaje llevará al “análisis del discurso” y de ahí al análisis de la escritura
de la historia como una forma de discurso. ¿existe algo que podamos
llamar “pasado” fuera del discurso, fuera del documento lingüístico en que
tal cosa se nos presenta?
Se plantea en la escritura de la historia la necesidad de decodificación de todo
texto de la mano de la lingüística posestructuralista y del deconstruccionismo.
El deconstruccionismo se ha visto en ocasiones como la expresión mas acabada
de esta ideología del postmodernismo como teoría del lenguaje y de la
representación (o imposibilidad de ella) mediante el lenguaje. Afecta la idea de
fuente histórica. Afecta medularmente también a la concepción habitual de la
“objetividad” del conocimiento expresada en un lenguaje. Implica la no diferencia
entre realidad y lenguaje: todo lo real, para serlo, tiene que estar
elaborado/abordado como lenguaje.
Postmodernismo y escritura de la historia
Para el pensamiento postmodernista, en definitiva, la evidencia
(documentación, datos) tiene poco que hacer ante el predominio absoluto
de la interpretación del historiador. El historiador debe abandonar toda
ingenua y peligrosa ilusión de contribuir a un conocimiento “científico”. Lo
señalable en la obra histórica es su carácter estético donde el estilo es lo
máximamente importante. Contar una buena historia y contarla bien, con
buen estilo literario. La significación de la historiografía como de toda la
exploración cultural es la interpretación y no la realidad objetiva, concepto
que deja de tener sentido. Predominio de la interpretación y destierro de la
teoría.
Condena definitivamente el marxismo. Resulta curioso que mientras los
posmodernistas recomiendan y cantan la muerte de la teoría, defienden ahora la
“teoría de la creación” (del discurso).
Por lo pronto significa el abandono de dos características ideas modernas sobre
la historia: la de que ésta abarca todo el desarrollo temporal y la de que su curso
es el progreso de la racionalidad. El posmodernismo representa también una
dimisión, con su rechazo de toda teoría (especialmente del marxismo) bajo la
mascara de una búsqueda de nuevas aproximaciones a lo humano. (los críticos
del posmodernismo sostienen que este es una creación del capitalismo tardío).
Hay quienes llegan al abuso de hacer sinónimos cuento e historia. El problema
esencial a toda crítica del discurso histórico es la necesidad de optar entre
conceder a la historia un contenido de verdad o solo de verosimilitud como a los
cuentos.
¿NUEVOS MODELOS DE HISTORIOGRAFÍA?
En este periodo se destaca una vuelta al sujeto y a la narrativa en la
historiografía. La cuestión de la verdad en la y sobre la historia es una de las
tríadas a primer plano por el análisis del discurso.
Es posible que uno de los rasgos de la crisis de la historiografía sea la
superabundancia de la producción historiográfica.
Mucho de lo que se presenta en los puntos de venta de librería como
historiografía es poco mas que historia-basura. ¿cuántos historiadores están
interesados en un debate como este y sobre esto? Seguramente pocos, siempre
que, estos libros de “historia” figuren en las listas de los mas vendidos. Peter
Novick habla de “gran depresión académica” que comenzó en los setenta varias
causas en cuyo centro estaba también una “crisis de sobreproducción”.
Pero como ya dijimos, existen tres tendencias que resultan cuanto menos
interesantes para exponer. Dos de ellas, la microhistoria y la nueva historia
cultural, tienen conexión con muchas de las ideas y que el posmodernismo ha
traído. Ambas reconocen la influencia de la antropología. Lo cierto es que
ninguna nueva historiografía parece dejar de reconocer la influencia del
posmodernismo antropológico. La tercera de ellas, la ciencia histórica
sociocultural, es una propuesta que reclama de todas esas cosas: la ciencia, la
historia, la sociedad y la cultura. Aunque tampoco oculta su devoción por Geertz
(antropología), pero a nuestro juicio (Aróstegui) mucho mas llena de
posibilidades para el porvenir.
Microhistoria:
La microhistoria es una práctica historiográfica nacida en Italia, que empezó a
llamar la atención con fuerza tras la aparición del libro de Carlo Ginzburg sobre
el molinero Menocchio en 1976, pero cuya formación es anterior.
La microhistoria en cuanto a práctica se basa en esencia en la reducción de la
escala de observación, en un análisis microscópico y en un estudio intensivo del
material documental. El auténtico problema reside en la decisión de reducción la
escala de observación con fines experimentales. La observación microscópica
revelará factores anteriormente no observados.
La microhistoria se ha propuesto, pues, estudiar fenómenos socio-
antropológicos en su vertiente histórica a muy pequeña escala de observación
del sistema para poder analizar ciertos procesos más generales y tipificarlos.
Con la microhistoria tiene también una relación indudable la corriente, cultivada
de forma especial en Alemania, de la llamada “historia de lo cotidiano”.
La microhistoria es, efectivamente, una forma sofisticada de narrativa
antropológica (descripción densa de Geertz).
Uno de los más interesantes aportes de la microhistoria es la atención prestada
a una renovación deseable de los estudios de historia local. La historia local
parece un campo privilegiado para la historia “micro”.
La nueva historia cultural:
La nueva historia cultural tiene una posición proclive a globalizar sus visiones y
a trascender tanto a la vieja historia cultural, que era historia intelectual sobre
todo, como a la historia social, que era por su parte historia estructural.
Herencia de una práctica anterior y entrega a la visión discursivo-simbólica de la
realidad a estudiar, como reflejo de la antropología y la lingüística
(posmodernismo).
La clave para la interpretación unitaria de una tendencia nueva en la historia de
la cultura es la importancia concedida al mundo de las representaciones.
Representación como mediación.
La “nueva historia cultural” la pone en circulación Robert Darnton a comienzos
de los años ochenta. Pretendía el estudio de las creencias populares colectivas
como objeto etnográfico, cosa que reconocía explícitamente haber tomado de
Clifford Geertz, para explicar los hechos históricos como “textos” en los que hay
un contenido simbólico. Deja a un lado las orientaciones anteriores hacia una
historia social de la cultura, para adentrarse en otra del simbolismo cultural o,
claramente, de la representación mental simbólica de los objetos culturales.
La penetración en la sociedad se hace por un camino: el de la representación,
por la cual los individuos y los grupos dotan de sentido a su mundo. Se ha
abandonado la primacía de lo social para ir en busca de la manifestación de lo
mental.
Pasamos así, según Chartier, de la historia social de la cultura a la historia
cultural de lo social. La vieja “historia intelectual”, entra también en nuevos
derroteros.
El posmodernismo ha llamado la atención sobre la problemática de nuestras
representaciones. La idea supuestamente nueva de que los sistemas de
pensamiento y la lengua median el comportamiento, los textos y el lenguaje son
decisivos antes que las definiciones sociales; el giro lingüístico ha cambiado
completamente la perspectiva.
La ciencia historia socio-estructural:
Sin duda, una de las más fecundas empresas, y de las mas renovadoras, de la
historiografía contemporánea ha sido la de la historia social.
Otra, la de la sociología histórica, sobre cuyos orígenes, relaciones con nuestra
disciplina y polémicas implicaciones no vamos a discutir aquí.
Surge a partir de ambas tendencias la ciencia histórica socio-estructural, con su
máximo divulgador, Christopher Lloyd.
Sin que podamos ver en ella aún, una verdadera nueva concepción ya elaborada
de la historiografía esta historiografía socio-estructural apunta al intento de
definir una nueva práctica. Muestra cierta dependencia de la sociología y menos
influyente de la historiografía estructural (de predominar esta, se acercaría
mucho mas a la sociología que a la historiografía).
Mientras la microhistoria y la historia sociocultural tienen una más o menos
evidente conexión con una parte, al menos, de los convencimientos
postmodernistas, la ciencia histórica socio-estructural rechaza tal cosa y, sin
embargo, cuenta a Geertz entre sus inspiradores. La pretensión “científica”,
científico-social, de esta tendencia es inequívoca y probablemente se trata de a
única corriente actual con esta característica.
El intento subyacente es conceptualizar y descubrir la real estructura
oculta de la sociedad, el proceso real del cambio social estructural.
El conjunto metodológico de esta propuesta es llamado “estructurismo
metodológico” que, desde la sociología, sobre todo, pretende superarse como
superadora del individualismo y del holismo. Las estructuras socio-históricas no
son pautas de sucesos, ni de acciones ni de comportamientos, no son reducibles
a los fenómenos sociales, sino que tienen una forma de “existencia estructural”
que es a la vez relativamente autónoma y no separada de la totalidad de los
fenómenos que ocurren dentro de ella. La historia social es la historia de las
estructuras sociales y requiere una metodología relativamente distinta a la de la
historia de los eventos.
La historia social-estructural, constituye un “dominio científico” lo que
permitirá hablar de una más que utópica “ciencia unificada de la sociedad”
sobre la base del estructurismo. Con un afán recopilador de múltiples
realizaciones de la historia social-estructural. Con la particularidad nueva
de su insistencia en la presencia del “sujeto” junto con las “estructuras”.
Mucho menos presente está, sin embargo, en esta propuesta el mundo
simbólico al que se aferran las otras dos corrientes comentadas.

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