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No puede haber alguien sensato que después de descubrir un tesoro que puede
enriquecer a muchos sin empobrecerse a sí mismo, deje de compartirlo. Este
es mi caso y el de muchos en la Iglesia que hemos descubierto en la devoción
a San José, un canal de las gracias del Cielo.
San José estuvo pendiente de todas las necesidades de Jesús para satisfacerlas.
Ahora, Jesús en el Cielo ¿qué le puede negar a quien todo se lo dio en la
tierra?
Si San Pedro tiene las llaves de las puertas del Cielo, San José, las de su
despensa. Y cuál no será la confianza que Dios le tiene cuando le “confió la
custodia de sus Tesoros más preciosos” (RC).
Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de
este bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo
como de alma; que a otros Santos parece les dio el Señor tanta gracia para
socorrer en una necesidad; de este glorioso Santo, tengo experiencia, que
socorre en todas y que quiere Dios darnos a entender, que, así como le fue
sujeto en la tierra, así en el Cielo hace cuánto le pide.
Querría yo persuadir a todos que fuesen devotos de este glorioso Santo, por la
gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido
persona que de veras le sea devota, que no la vea más aprovechada en la
virtud.
Sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere, y verá por
experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y
tenerle devoción.”
NOVENA AL GLORIOSO PATRIARCA SAN JOSÉ
Hecha la señal de la Cruz y el acto de
Contrición, se dirá lo siguiente:
Oración:
Oremos:
Dios, que en tu admirable providencia elegiste a san José para ser esposo de la
Santísima Madre de tu Hijo; concédenos como intercesor en el cielo, a quien
veneramos como protector en la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo.
DÍA SEGUNDO
Gloriosísimo Patriarca San José, admirable por tu vida oculta con Cristo en
Dios, Tú fuiste escogido de su mano para ser representante de Dios en la
tierra, para quien es el regocijo de los Cielos y gloria de nuestro linaje. Más,
en medio de tanta gloria, todo tu anhelo, no fue otro, sino ser desconocido e
ignorado de todos, ocupado en los quehaceres de tu oficio, sin desear más, que
cumplir exactamente los planes divinos de la Encarnación del Verbo.
Por lo anterior mereciste, que te llamen las generaciones, siervo bueno y fiel,
puesto por Dios a la cabeza de la Sagrada Familia, para servir de consuelo a
María, buscar el alimento al Divino Infante y cooperar fidelísimamente a los
designios del Eterno Padre.
Concédeme Santo mío, que conozca yo, los apreciabilísimos dones reservados
a los amantes de la vida oculta y escondida en Dios, verdadera margarita
preciosa, desdeñada de las almas tibias. Amén. (Petición y gozos).
DÍA TERCERO
Haz que, de esta manera, creyendo que el Dios de las virtudes, no solamente
ordena todas las cosas en número, peso y medida, sino que también nos
gobierna con gran miramiento cambiando el mal en el bien y sacando
provecho hasta de la misma tentación, me arroje en sus divinos brazos y logre
finalmente el fin para el cual fui creado. Amén. (Petición y gozos).
DÍA SEXTO
Concédeme, Santo mío, que sepa apreciar esta rica pobreza, con la cual, a la
par que desprecie lo que es de ningún valor, adquiera asemejarme a Ti y a
Jesús. ¡Ame yo esta dichosa pobreza premiada con tanta riqueza! Ame esta
bienaventurada liberalidad, cuyo galardón es medida tan copiosa.
Aprenda de Ti a ser pobre como Jesús, que vino del Cielo a la tierra para
darnos ejemplo de pobreza y escogió morir desnudo en la Cruz, saliendo del
mundo sin tener cosa del mundo. Dadme aborrecer esas cositas a que se apega
el corazón, para que sirva a Dios con perfección y alcance las riquezas
celestiales. Amén (Petición y gozos).
DÍA SÉPTIMO
Solicite para mí, esta Celestial Señora, las inspiraciones del Cielo, la gracia de
la justificación, la victoria en las tentaciones, la perseverancia en las virtudes,
el aumento de las gracias, la constancia en el bien, la corona de la gloria. Y
puesto que, por mandato de Dios, echa raíces en los escogidos para el cielo,
las eche hondas en mi alma, de devoción e imitación de sus virtudes, que sean
prenda de mi eterna predestinación. Amén. (Petición y gozos).
DÍA OCTAVO
Aprenda mi alma a vivir bien para que sepa bien morir; viva muerto a lo
creado, al amor propio, a la sensualidad, clavado con Jesucristo y sus
compañeros, pobreza, dolor y desprecio. De esta suerte, mi alma pasará de tus
manos a las de mi Salvador, que tuvo las suyas clavadas por mí en la Cruz.
Acógeme pues, bajo tu amparo, para aquella hora, y si no recreares mí espíritu
visiblemente como lo has hecho con tantos, tu protección y la de tu Esposa,
me sostengan en aquella terrible lucha. Amén. (Petición y gozos).
GOZOS
Venturoso le sustentas
con el sudor de tu frente,
padre de tu Redentor;
vives para Él solamente,
mueres al sonar la hora,
de su fúnebre quebranto.
Acógenos, etc...
En cierta ocasión supe del papá de una amiga: estaba aparentemente alejado
de Dios, y por bendición divina, en el momento más crucial de su vida, recibió
los Sacramentos pero su estado terminal era penoso y muy prolongado. Al
tener un encuentro con una religiosa muy cercana a ellos, ésta me suplicó con
insistencia que orase para que el Señor se acordara de él; yo le dije que la
novena de San José era especialísima y que la haría con esa intención. El día
en que concluía el novenario, la llamé y se lo comenté, ella me respondió:
“pues tendrás que hacerla de nuevo porque está muy mal.” El caso es que al
llegar a mi habitación y tomar la novena, le dije a San José: “lo siento mucho,
pero no sé cómo te la vas a arreglar, no repetiré la novena, yo creo en el poder
de tu intercesión y no me vas a defraudar.” La oración del día noveno es para
pedir la gracia de una santa muerte, como él la tuvo, dicha oración la hice
todos los días de la novena aplicándola en tercera persona, esa noche la oré
con mucho fervor. Al día siguiente mientras hacía la Adoración al Santísimo,
llamaron a avisar que el señor había muerto y que el entierro era en la
parroquia de San José. Después supe por medio de su hija, que el sacerdote
que lo asistió durante su agonía, exclamó: “tuvo la muerte de San José.”
Una muy allegada a nosotros tenía cáncer en sus pulmones; se preveía una
muerte muy angustiante, asfixiada; sus hijos nos comentaron que siempre le
había orado al Señor para que le concediera una muerte tranquila; cuando oí
esto pensé en mi súper amigo que es el patrono de la buena muerte y solicité a
mi superiora el permiso para ir a hacer el día noveno en su lecho de enferma:
ella me autorizó. Hacía poco, la persona había recibido un chequeo médico y
sus signos vitales se encontraban estables; sin embargo, mientras me acerqué y
la hacía, entró en agonía y descansó plácidamente en Él. Simultáneamente sus
familiares oraban en el primer piso.
Conozco una joven que llevaba mucho tiempo sin saber de su mamá; cuando
oyó de los prodigios de esta novena se interesó y la empezó a hacer con
muchísimo fervor. Hacia el octavo día vino su mama a visitarla después de
muchos años. Ella lo atribuyó a un milagro eminentísimo de San José.