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Nombre: Natalia Parra Rengifo

EL HOMBRE INMERSO EN EL MUNDO: “UN SIGNO EN CRECIMIENTO”

1. Las clases de signo y el hombre como signo


Para comenzar este texto nos centraremos en qué significa el signo dentro de la filosofía
de Charles Sanders Peirce y en especial en su concepción del hombre. En primer lugar, un
signo es algo que está en lugar de otra cosa. En segundo lugar, hay tres clases de signos que
dependen de las tres categorías peirceanas: a la primeridad corresponden los íconos
(relaciones de imitación como los dibujos), a la segundidad los índices (muestran algo sobre
objetos con los que estan fisicamente conectado, como las huellas en la arena) y a la
terceridad los símbolos o signos generales (relación entre la mente, una idea y la cosa sobre la
que es esa idea, como las palabras). En tercer lugar, el signo en general posee una dinámica
triádica: el signo trae a la mente un objeto y el interpretante es la mente que “lee” el signo y
decide un curso de acción. Así mismo, el interpretante se puede convertir en un nuevo signo y
esto crea una cadena de relaciones triádicas al infinito. Es precisamente aquí donde el hombre
se convierte en un signo, sin embargo, su papel como signo requiere tener otras cosas en
cuenta como: el hombre es un ser inmerso en un mundo, ocupa un espacio en él y se mueve
en medio de relaciones con sus semejantes y con objetos. Cuestiones en las que se
profundizará a continuación.

2. Peirce contra el cartesianismo: un hombre inmerso en una comunidad y


en el mundo
El año 1868 es un año de producción crítica para este filósofo con Cuestiones acerca de
ciertas facultades atribuidas al hombre y Algunas consecuencias de cuatro incapacidades. El
hilo conductor que atraviesa estos dos textos es la crítica al cartesianismo que se realiza con
base a conocimientos científicos, especialmente psicológicos, y filosóficos.
El cartesianismo es una filosofía que depende de la intuición, pero, de una intuición
especial que es independiente de la experiencia. Esta permite llegar al autor de las
Meditaciones metafísicas a asegurar su existencia como una cosa pensante y que es

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independientemente de su cuerpo y de una relación con el mundo exterior. Además, la
existencia de Dios, es probada a partir de dos pruebas que la suponen desde su mismo
concepto o desde su “efecto” en la mente de la cosa pensante como “idea de perfección”.
Ambos procesos son para Peirce problemáticos porque suponen pretensiones cartesianas
que en realidad el hombre es incapaz de realizar, en primer lugar, porque no tenemos un
acceso privilegiado a nuestro mundo interno que nos permita con seguridad afirmarnos como
cosa pensante. Segundo, porque el poder de la intuición “primera” es imposible, dado que,
una cognición o intuición siempre supone una cadena de cogniciones previas y el
pensamiento humano sólo es posible en signos. Tercero, la prueba de Dios significa para el
hombre que le es posible concebir algo absolutamente incognoscible, una contradicción
pasada por alto por Descartes.
Entonces, si seguimos las indicaciones peirceanas de que todo conocimiento se lleva a
cabo por medio de signos y de que el hombre está inmerso en un mundo y una comunidad,
vemos como el cartesianismo “pone al hombre solo en una habitación” y le pide: de ti mismo
genera verdades claras y distintas que luego aplicarás a un mundo que ha de venir. Posición
completamente contraria a la comunidad científica que Peirce tiene presente, donde cada
investigador puede compartir y verificar sus hipótesis o “verdades” alcanzadas. Por ello, el
hombre adquiere conocimientos, modifica otros y mantiene otros. Él está dentro de un mundo
que le permite tener sensaciones, relacionarse con objetos y personas, que a la vez le
permiten entrar en la dinámica de triádica del signo como interpretante y generador de nuevos
signos.

3. El hombre fija creencias, pero está dispuesto a abandonarlas


Para completar lo anterior tengamos presente el texto La fijación de la creencia (1877)
donde Peirce centra su atención en el modo en que los hombres establecen y han buscado
establecer creencias y hábitos. El método de la tenacidad (afirmación intransigente de la
creencia utilizando la fe), el método de la autoridad (la fijación de creencias por parte de
instituciones por medio de la educación), el método de la metafísica (método cartesiano), son
rechazados por el autor a favor del método de la ciencia que carece de todos los defectos que
poseen los anteriores: en este método el razonamiento, la comunicación y el poner a prueba
son centrales para llegar a establecer creencias sólidas y públicas.
Además, las creencias, por sólidas que sean, pueden ser reemplazadas por otras mejores,
es decir, el hombre puede fallar y está dispuesto a aceptar las consecuencias y a buscar un

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nuevo camino. Este método permite que los hombres tengan oportunidad de acrecentar su
conocimiento y de entender que no existe tal cosa como verdades eternas pero que se aspira a
una verdad duradera en el tiempo. Igualmente, el método de la ciencia reivindica la definición
de hombre clásica como “animal racional”, puesto que se tiene la confianza suficiente en la
capacidad racional de los hombres para crear su propio camino como especie. Al mismo
tiempo se reconoce su deseo por saber y se tiene claridad de las limitaciones humanas como
seres finitos. Por último, es importante resaltar la noción de abducción que juega un papel
importante en la reivindicación de la creatividad del hombre, como un ser racional que puede
observar ciertos “fenómenos” y proponer una posible explicación.

4. La esencia cristalina del hombre: la mente del hombre inmersa en una


comunidad
Ahora, tengamos presente el texto de 1892 La esencia cristalina del hombre, texto de
difícil comprensión debido al uso de términos y teoría científicas. Sin embargo, lo que
subyace debajo de un texto, donde el “protoplasma” y sus características son protagonistas, es
la idea de que “la materia no tiene ninguna existencia excepto como una especialización de la
mente” (CP 6.238-71) y “la mente participa en mayor o menor medida de la naturaleza de la
materia” (CP 6.238-71). El lector de este texto se preguntará qué tiene que ver la materia y la
mente con el hombre como signo, sin embargo, el protoplasma de Peirce “adquiere
conciencia” de sus hábitos en su materia y las leyes mecánicas son esos hábitos. Pero ¿quién
adquiere por excelencia hábitos?, la mente, por tanto la materia es una especialización de la
mente. Ahora sigamos el camino peirceano y pensemos qué es una idea: “una idea general es
una cierta modificación de conciencia que acompaña cualquier regularidad o relación general
entre las acciones” y “toda idea tiene el sentimiento vivo unificado de una persona, es decir,
tiene una cierta unidad de ego” (CP 6.238-71). Además, cómo esto suena bastante análogo a
una persona, ella “es solo una clase particular de idea general”(CP 6.238-71) y es un símbolo.
Entonces, según esto, para la existencia de una persona es necesario que los sentimientos que
la construyen tengan una conexión suficiente para influenciarse unos a otros (CP 6.238-71).
Luego, Peirce se aventura a establecer una hipótesis: “debería existir algo parecido a la
conciencia personal en los cuerpos de los hombres que están en una comunión íntima e
intensamente comprensiva” (CP 6.238-71). He aquí el punto al que deseábamos llegar,
después de esta fragmentaria exposición, encontramos en estas últimas líneas un resumen de
todo el proceso expositivo del presente texto: el hombre tiene una red de “conexiones

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mentales” con su comunidad, porque el es un signo, porque es un ser capaz de hacer ciencia y
porque es parte de un proceso progresivo hacia el mejoramiento de hábitos y creencias
comunes.

Conclusiones
En este corto texto, se ha expuesto una pequeña visión del hombre en el pensamiento de
Charles Sanders Peirce. Por supuesto, debido a la magnitud de la obra peirceana, podrían
tratarse en relación con el hombre sus ideas metafísicas como el “amor evolutivo”, el
“sinequismo”, el “tiquismo”, sus ideas éticas y sus ideas estéticas. Sin embargo, el lector
habrá encontrado en este texto una aproximación al hombre como signo, inmerso en el
mundo y en la comunidad y como actor principal del proceso científico.

Bibliografía
Peirce, C. S. (1894). What Is a Sign?. Indiana, EU.: Indiana University. Recuperado de
http://www.iupui.edu/~peirce/ep/ep2/ep2book/ch02/ep2ch2.htm
Peirce, C. S. (1868). Cuestiones acerca de ciertas facultades atribuidas al hombre. Pamplona, ES.:
Grupo de Estudios Peirceanos de la Universidad de Navarra. (Traducción de Carmen Ruiz, 2001).
Recuperado de http://www.unav.es/gep/QuestionsConcerning.html
Peirce, C. S. (1868). Algunas consecuencias de cuatro incapacidades. Pamplona, ES.: Grupo de
Estudios Peirceanos de la Universidad de Navarra. (Traducción de José Vericat, 1988). Recuperado de
http://www.unav.es/gep/AlgunasConsecuencias.html
Descartes, R. (Ed.). (2009). Meditaciones acerca de la Filosofía Primera. Seguidas de objeciones y
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Peirce, C. S. (1905). La naturaleza de la ciencia. Pamplona, ES.: Grupo de Estudios Peirceanos de la
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Peirce, C. S. (1878). Deducción, inducción e hipótesis. Pamplona, ES.: Grupo de Estudios Peirceanos
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Peirce, C. S. (1877). La fijación de la creencia. Pamplona, ES.: Grupo de Estudios Peirceanos de la
Universidad de Navarra. (Traducción de José Vericat, 1988). Recuperado de
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Peirce, C.S (1892). La esencia cristalina del hombre. Pamplona, ES.: Grupo de Estudios Peirceanos
de la Universidad de Navarra. (Traducción de Carmen Ruiz, 2003). Recuperado de
http://www.unav.es/gep/MansGlassyEssence.html

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