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La conquista del Caribe, América Central y América del Sur por parte de los españoles repercutió
en la vida cotidiana, la política y las relaciones internacionales de los países europeos, e influyó
notablemente en todas las ramas del conocimiento.
Le tocó al imperio español definir la naturaleza de los habitantes del Nuevo Mundo, convertirlos al
cristianismo, y construir toda una red administrativa para dominar el nuevo territorio e incorporarlo
al resto de la cristiandad.
No solo se descubrió una geografía inédita, sino también sociedades que abarcaban todos los
niveles de desarrollo, desde los pueblos nómadas hasta las grandes civilizaciones. De todo esto
hubo que dar cuenta a la corona y para ello se utilizaron tres tipos de texto: las cartas, las relaciones
y las crónicas. Estos fueron los primeros textos de la literatura hispanoamericana.
Normalmente, se establece una catalogación dependiendo de los temas que tratan, así el primero de
ellos se establece en el periodo del descubrimiento. El Diario de navegación de Cristobal Colón es
el texto inaugural de esta etapa. Es inaugural porque es el primero, pero además es el primero que
que va a describir unas tierras inéditas. Por este motivo, una de las características de este tipo de
textos es el hecho de que los autores no tenían modelos literarios para tratar el Nuevo Mundo y por
lo tanto los escritores utilizaran los modelos europeos que ya conocían.
Otro hecho relevante es que personas como Colón o Cortés no eran escritores, su cometido principal
era el de descubrir y conquistar, por lo tanto estos autores no tienen una intención escritural que
conecte con la tradición que presumiblemente imitan, y por lo tanto desempeñan esta tarea como
una obligación. Otro ejemplo de textos de la etapa del descubrimiento son las cartas de Américo
Vespucio.
Las cartas relatorias de Cortés tratan de un periodo posterior, el de la conquista, pero también son
escritas por obligación. La diferencia entre las de Colón está en que el estilo de Cortés responde a
un hombre que recibió una buena educación en Salamanca, y por lo tanto, sabía de retórica, en sus
textos aparecen reminiscencias de sintaxis latina y latinismos.
Sin embargo Las cartas relatorias de Cortés hay que distinguirlas de aquellos otros textos llamados
Relaciones de la conquista y la colonización, pues estos están escritos bajo unas condiciones
organizativas escritas que residen en un cuestionario oficial confeccionado y distribuido por el
Consejo de Indias.
Otro grupo de textos de esta época son las crónicas. Estos textos ya no se escriben sólo por la
obligación de informar a la corona, sino que también tiene una finalidad historiográfica. Para ello,
se necesita un historiador, pues la escritura de la historia debe ser realizada por letrados. No
obstante en el caso de las Indias existen numerosas excepciones, pues hace a capitanes y soldados
realizar una tarea para la que no están en condiciones de hacer. Por este motivo también
encontramos tantos pedidos de disculpas, que no solo manifiestan el tópico de la falsa modestia.
Entre las crónicas más famosas encontramos:
-La historia general y natural de las Indias de Fernández de Oviedo
-Hispania Vitrix que está formada por Historia general de las Indias y La conquista de México de
Francisco de Gómara
-Historia de las Indias y Apologética Historia de Bartolomé de las Casas.
-Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo
que destaca entre estos por su dominio narrativo, además las hazañas de los conquistadores son a
menudo equiparadas a las de los héroes épicos.
Estas historias generales de los nuevos territorios irán evolucionando hacia historias más
particulares como la que escribe el Inca Garcilaso de la Vega con La Florida del Inca, sus
Comentarios Reales y la Historia General del Perú. Hacia finales del XVII Antonio de Solís y
Rivadeneyra dará el paso definitivo hacia la consolidación de la disciplina historiográfica.
Todos estos ejemplos constituyen los primeros frutos literarios de la conquista. Son historias sobre
las hazañas del descubrimiento y la primeras impresiones acerca del Nuevo Mundo y sus habitantes.
Y por lo tanto es el material que les ofrece a los europeos las primeras concepciones acerca de los
indígenas, y su impacto se hizo sentir inmediatamente en la política civil y eclesiástica que se les
aplicará a los colonizados. Esto creará también graves discrepancias entre los colonizadores y los
misioneros acerca de si se les podía considerar hombres o esclavos naturales. La protesta de
Bartolomé de las Casas ante el trato dado a los indios de Santo Domingo y Cuba en su Brevísima
relación de la destrucción de las Indias, tuvo amplias resonancias en Europa y propició la creación
de la leyenda negra de la crueldad de la España colonial.
Pero no toda la literatura de estos comienzos proviene de los vencedores, la alfabetización y las
recopilaciones de los frailes proveen una visión de la conquista desde la perspectiva de los vencidos
como Los libros de Chilam Balam que son relatos proféticos que recuerdan la ruina de la
civilización maya. Otras fuentes que aportan la visión de los conquistados son el informe del inca
Titu Cusi Yupanqui, relato autobiográfico de la conquista del Perú y la Nueva coronica y buen
gobierno del mestizo Felipe Guaman Poma de Ayala.
Por último otros textos de la literatura hispanoamericana tratan el tema del descubrimiento, sin
embargo, no se pueden inscribir en estas categorías por no ser cartas, relaciones o crónicas, son
textos como La Araucana de Alonso de Ercilla; El Carnero, de Rodríguez Freile; Los infortunios de
Alonso Ramírez, de Carlos Sigüenza y Góngora; y El lazarillo de ciegos caminantes de
Concolorcorvo.
Lo primero que aparece son composiciones religiosas y heroicas de acuerdo a los intereses de la
época, pero poco a poco surgen otras manifestaciones como el tema amoroso, el mitológico, el de
reflexión moral y el juego de ingenio. Estas obras incipientes coinciden con la entrada en América
de las formas típicas del Renacimiento, que tienen sus raíces en los cánones italianizantes y
clásicos; temas formas y esquemas inconfundibles, de manera especial la construcción petrarquista
y el pensamiento platónico.
Pero también penetran con la lírica culta las manifestaciones populares, como el Romancero y las
canciones de tipo tradicional que llevan los conquistadores, que se prolongarán con las nuevas
creaciones americanas.
Volviendo a la lírica culta, en cuanto avanza el siglo y se produce cierta estabilidad social, su
producción aumenta y se establecen los grandes centros hispánicos en América que constituyen los
asientos dónde surge esa producción, sea de españoles avecindados como Gutiérrez de Cetina o
Juan de la cueva; o de nacidos en América como Francisco de Terrazas o Juan Pérez Ramírez. Estos
grandes centros aparecen primero en Santo Domingo y después en México y Lima. aunque este
reconocimiento no excluya otros lugares.
El primer documento que recoge composiciones de este momento inicial de las letras en Nueva
España es la recopilación titulada Flores de baria poesía recoxida de barios poetas españoles.
Los escritores peninsulares llevan al Nuevo Mundo temas, géneros y formas métricas difundidas en
España, tanto continuidades medievales como las nuevas formas italianizantes, así es sabido que el
poema más antiguo del Perú es una copla de arte mayor en metro de 12 A la muerte del Adelantado
Diego de Almagro.
Autores que sirvieron de enlace entre la poesía española y la americana fueron: Gutierrez de Cetina,
que ya era famoso en la península y su obra en el Nuevo Mundo no alcanzó mayor trascendencia,
como demuestra su Paradoja en alabanza de los cuernos. Aún así, fue un autor ejemplar para la
naciente poesía como queda reflejado por su nítida presencia en Flores de baria poesía...
Eugenio de Salazar y Alarcón sí escribió en América, pero no tuvo la repercusión de Cetina. Su
bibliografía comienza con sus cartas en prosa que se citan por su agudeza satírica, pero no es
despreciable su verso, donde sorprenden los toques descriptivos del paisaje, los localismos y
nombres indígenas como ocurre en su Descripción de la laguna de México, todo ello dentro de un
particular enlace entre las cosas de España y América. Así se explica su Epístola al insigne
Hernando de Herrera, donde se unen el elogio a los conquistadores, la riqueza de la conquista, las
alusiones clasicistas y el elogio a los poetas Europeos.
Otro autor que comenzó su producción en América, pero que alcanzó la fama a su regreso a España,
fue Juan de la Cueva que aquí escribió sus piezas dramáticas (comedias y tragedias), el poema
Conquista de la Bética y el Ejemplar poético, no obstante, de su obra americana destaca una
Epístola dirigida al licenciado Laurencio Sánchez de Obregón. Al igual que los de Salazar, los
textos de Juan de la cueva ofrecen unos testimonios sobre la naturaleza americana que abren un
panorama inusitado y que en rara ocasión será seguido, pues lo corriente será la insistencia en
paisajes aprendidos y repetidos por la tradición según los moldes renacentistas.
Por último, con Francisco Terrazas tenemos ya a un autor nacional. No hay muchas noticias acerca
de su vida pero se conoce la amistad que mantuvo con González de Eslava. Fue elogiado por
Cervantes en El canto de Calíope y también nombre importante en la Sumaria relación de las cosas
de la Nueva España de Baltasar Dorantes, donde se presenta ya muerto. De su obra se conservan
cinco sonetos incluidos en Flores de barias poesías..., una epístola y cuatro sonetos recogidos en un
cancionero toledano. Además también se conservan las décimas dirigidas a Eslava. A toda esta lírica
hay que añadir una epopeya titulada Nuevo Mundo y conquista.
Por otro lado, cuando se estudia el teatro dirigido a los españoles y los criollos, se pone de
manifiesto los elementos seculares que utilizan las obras. El cultivo del entremés, la aparición de
palabras de origen americano y costumbres regionales se unen a elementos cómicos. Juan Pérez
Ramírez, Cristóbal de Llerena y González de Eslava, son los autores que cultivaron este tipo de
teatro. Además contamos con dos piezas de autoría dudosa: Triunfo de los santos y coloquio de la
nueva conversión y bautismo de los cuatro reyes de Tlaxcala en La Nueva España.
Las obras de Juan Pérez y Eslava parten del teatro religioso con intención alegórica lo que no
impide que intercalen elementos cómicos. La recurrencia de estos intervalos se remonta a la Edad
Media, pero no con los mismos fines. Entonces se hacían dichos cambios para aliviar tensiones en
las largas explicaciones doctrinales, pero es difícil creer que el teatro religioso que aparece a
mediados del XVI en América haya sido una fuente de tensión.
Sin embargo, no sólo se sigue con la práctica de introducir pasajes cómicos independientes, sino
que se hace un esfuerzo por integrarlos en la acción de la pieza. Otros elementos también se
modifican, como los personajes alegóricos que no siempre representan consistentemente los vicios
y las virtudes que encarnan.
La tarea del dramaturgo en este tipo de teatro consiste en tomar acontecimientos cotidianos y
dotarlos de significado, así hace Eslava en todos sus coloquios. La explicación del nexo entre lo
cotidiano y su proyección religiosa se da siempre mediante un diálogo entre un ignorante y un
iniciado en los secretos de la religión. Estos diálogos parecen una especie de técnica educativa, pero
no son más que pretextos para demostrar la perfección de la alegoría. Por otro lado, en los diálogos
de los vicios el lenguaje alegórico es abandonado y los personajes ilustran humanamente los vicios
que encarnan sus nombres, a veces con la ayuda de la comicidad.
Sobre la comicidad de Eslava se puede decir que su humor es primitivo y poco refinado. En sus
coloquios lo cómico puede aparecer de forma independiente o semindependiente.
La mayoría de los elementos cómicos echan mano del gracioso o simple, que no es el amable
gracioso lopesco, sino más bien un saco de vituperios soeces, que dirige sus insultos al resto de
personas ya sean vicios o virtudes. Otro personaje utilizado para la comicidad es el extranjero, ya
sea este turco o vizcaíno.
Quizá Eslava no fue el más prolífico de los dramaturgos, pero sus obras se conservan en mayor
número y por eso nos puede dar una idea de las corrientes de este tipo de teatro dirigido a españoles
y criollos.
Otra obra alegórica es Desposorio espiritual entre el pastor Pedro y la Iglesia mexicana, se trata de
una alegoría pastoril como la del coloquio III de Eslava, y aunque en esta ocasión el gracioso es
educado, compare con la de Eslava el deseo de perfección alegórica y un lenguaje elevado.
De Cristóbal de Llerena sólo se conserva un entremés. Interesa por su crítica a las autoridades
sobornadas por los piratas, convirtiéndolo en el primer desterrado porque la sátira política en las
colonias no se toleraba. A pesar de su brevedad, en ella encontramos elementos populares,
personajes y lenguaje del teatro de colegio y elementos alegóricos.
En cuanto al Triunfo de los Santos se suele poner al margen del teatro alegórico religioso, pero se
dirige al mismo público que las anteriores, y la alegoria no le es del todo ajena. Al llegar los jesuitas
a América e instituirse las representaciones escolares se pensaba que las piezas iban a ser escritas en
Latín con el objeto de enseñar las reglas de retórica clásica, pero si esto no estaba arraigado en
España, menos podía estarlo en América. Lo que sí quedo de ese concepto en el Triunfo fue su
estructura en cinco jornadas, el uso de un coro que canta himnos en latín, un lenguaje sumamente
retórico y los despliegues sanguinarios de Séneca. Por otro lado, su variada versificación (octavas,
liras, tercetos, canciones, versos sueltos y quintillas) eclipsa las elementales quintillas de Eslava.
Tema 4 la poesía barroca Sor Juana Inés de la Cruz y la prosa colonial Sigüenza y Góngora
La verdadera época colonial llega con el comienzo de la estabilidad política y social, por lo tanto,
España, una vez impuesto su dominio por las armas, se proyecta culturalmente en sus colonias
pudiendo hacer llegar al nuevo mundo las manifestaciones artísticas europeas del XVII.
Esta fue una etapa importante la literatura, y al mismo tiempo el momento del triunfo y expansión
del barroco en Hispanoamérica.
La literatura barroca alcanzó su mayor altura a través de la lírica, a la que se vincularon las
costumbres literarias más llamativas, como los certámenes y las academias literarias. Además la
mayoría de los autores que escriben en este siglo son líricos. Por otro lado, las influencias de estos
autores tienen también que ver con la lírica. Influyeron en América poetas como Góngora,
Quevedo, Lope, Garcilaso y Herrera; y autores clásicos como Horacio, Virgilio y Ovidio. Los temas
que trata la producción barroca en América son: el religioso, el amoroso, el pasaje, el homenaje, el
juego de ingenio y la sátira.
Luis de Tejeda, Hernando Domínguez Camargo, Juan del Valle y Caviedes y Sor Juana Inés de la
Cruz son los representantes del barroco hispanoamericano, pero de todos ellos, Sor Juana Inés es la
que con más fuerza llegó a España. Su obra es predominantemente lírica y nos prueba que no tuvo
equivalencia en la península, la cual fue publicada España en tres tomos que llevan por título
Inundación castalida, Segundo volumen y Fama y obras póstumas. Sor Juana practicó todos los
géneros y metros con gran destreza, pero su lírica personal fue la que más hizo por su fama.
Destacan sus poemas de circustancias, filosóficos religiosos y amor. Merece mención el poema
titulado El Sueño, un poema largo escrito en silvas y que presenta toda la variedad de
conocimientos de la poetisa: mitología, teología, patrística, ciencia, filosofía, fisiología... y que
cumple con una larga tradición de poemas oníricos para explicar el mundo. También escribió
villancicos, autos sacramentales, comedias y escritos discursivos como el Neptuno y la carta
atenagórica y la respuesta a Sor Filotea.
La prosa (falta)
Tema 5 poesía neoclásica: Bello, Olmedo y Heredia
El neoclasicismo se retrasa en llegar a Hispanoamérica obedeciendo al hecho de que el Barroco se
prolongó hasta bien entrado el siglo XVIII.
Esta etapa de la literatura se corresponde con la época final del final de la colonia, y por lo tanto,
con un período de transición política económica y social. No obstante se puede dividir en dos
períodos: el primero de penetración con autores como Olavide, Terralla y Landa y Lavardén; y otra
etapa de afirmación y diversificación con Bello, Olmedo y Heredia. En ambas es evidente que se
establecen contactos con las ideas de la Ilustración, pero algunos críticos han visto en la poesía
patriótica revolucionaria y libertaria ecos de romanticismo. Por este motivo se afirma que en la
literatura hispanoamericana se produce una relación de continuidad entre ambos movimientos. El
clasicismo racionalista, la objetividad como ideal artístico, el equilibrio, la tendencia a la
ejemplificación, el progresismo y filantropía, la importancia del acento político social, el
americanismo y el aumento de la sátira política y literaria serán algunas características del
neoclasicismo que muestra especial relevancia por la prosa ensayística. Sin embargo, en
hispanoamérica, la lírica es el principal exponente de esta literatura cuyos autores aparecen
recogidos en recopilaciones como Colección de poesías patrióticas o La lira argentina
componiendo una poesía con una fuerte intención política antiespañolista, pero que sigue la línea
europea consagrada por el absolutismo cultural y político contra el que lucha. Por lo tanto, no es
raro encontrarse junto a estos poemas de temática revolucionaria, poemas religiosos o de corte
Amoroso, sin olvidar los cantos al progreso y al filantropismo.
Estos temas son vertidos en obras que muy pronto son reemplazadas por la elegía o el madrigal y
sobre todo por el poema descriptivo y programático en busca de su realidad americana. Tal y como
sucederá después en el romanticismo con el cielito o el yaraví. No por ello desaparecerán los
sonetos, octavas reales, liras o tercetos
José Joaquín Olmedo en cuanto se analiza su obra dos poemas destacan por su tono grandilocuente
y adjetivación plástica de carácter épico: El canto de Junín o Canto a Bolívar y la Oda a Miñarica.
Su estilo neoclásico es el de una poesía de circunstancias, ligera, rococó y a veces irregular en sus
cantos poéticos. Sus primeros poemas siguen las directrices de la poesía española de las últimas
décadas del XVIII, imitando a Meléndez Valdés en su vertiente anacreontica y sensual en poemas
como: A una amiga o en Oda contra el vino.
Su poesía patriótica presenta enormes altibajos y sólo la parodia épica permite vislumbrar el estilo
majestuoso de las dos grandes odas mencionadas. También es reseñable su poema idílico amatorio
titulado Canción Indiana. Los personajes están sacados del indianismo iluminista europeo.
Completan su producción unos poemas didáctico moralizante junto a otros intimistas y devotos
Alfabeto para un niño, A su esposa y Décima. La única nota disonante en su exigua producción es
un romance satírico Sátira contra Irisarri.
Andrés Bello centró su intelecto en crear las bases que permitirían la independencia a las nuevas
naciones americanas. Su espíritu clasicista se forma a temprana edad a través del conocimiento de
los clásicos latinos y los españoles del siglo de oro. Y completa su educación con su amistad con los
Ustariz y los ratos de tertulia literaria y las excursiones con el científico Humboldt.
De esta primera etapa es su faceta periodística en la Gaceta de Caracas y El Lucero. Como poeta
en esta época no publicó, pero sus poemas eran aplaudidos en las tertulia caraqueñas. Fiel en todos
sus términos al clasicismo el Anauco es uno de los poemas más recordados.
Lo único que se destaca en esta etapa es su acercamiento a la temática americana a través de los
moldes clásicos y universales que ofrece el neoclasicismo.
En 1810 llega a Londres junto con Bolívar y López Méndez, comienza su etapa londinense llena
de penurias económicas debido a que en 1812 pierde su representación en la legación venezolana al
restablecerse el dominio español en Venezuela. Aun así su actividad intelectual fue fructífera.
Continua sus estudios y elabora su edición sobre el Poema del Cid y alcanza la cima como poeta y
periodista creando las revistas americanistas Biblioteca americana y Repertorio americano,
además compone sus dos poemas más célebres Alocución a la poesía y Silva a la agricultura en la
zona tórrida.
En su etapa chilena consiguió alejarse de las dificultades económicas. Gran filólogo, escribe sus
Principios de ortología y métrica de la lengua castellana, un análisis ideológico de la conjugación
castellana y su gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos. En el campo
del derecho también destacan sus Principios del derecho de gentes y la promulgación del Código
Civil de la República de Chile. También realiza importantes aportaciones como crítico en la
revista El Araucano. La poesía de Bello en esta etapa es de escaso interés, poemas en los que
aparecen leves acercamientos al estilo romántico.
José María Heredia su niñez estuvo marcada por la emigración repetida de familia a causa de la
guerra. Su educación fue atendida por su padre. En su juventud escribe sus primeros poemas, su
primera obra dramática Eduardo IV o el usurpador y el sainete El campesino espantado. A los 18
años revela su ingenio con poemas como España libre, Himno patriótico al establecimiento de la
Constitución y una de sus mejores composiciones En el teocallí de Cholula. Su obra completa
incluye poesía civil en la que recrea las luchas por la independencia, de las que fue testigo, con la
concepción de español liberal de América. Algunos de sus poemas amorosos quedaron confinados
entre “las poesías amatorias” de su cuaderno Obras poéticas. En este y en el de Ensayos poéticos
aparecen los sonetos La envidia, La avaricia y Soneto. Estas tres vertientes de su etapa juvenil se
enriquecerán progresivamente en etapas sucesivas y su visión patriótica se verá asociada a
emociones amorosas y espirituales. Aunque fueron pocas sus composiciones distintivas de su
encendido patriotismo, La estrella de Cuba, A Emilia e Himno del desterrado bastaron para que
José Martí afirmara que Heredia había despertado en los cubanos la pasión por la libertad.
José Joaquín Fernández de Lizardi fue autor de innumerables panfletos, fundador y redactor de
diversos periódicos, compaginó su labor como publicista y periodista con la de novelista siendo así
el primero en publicar una novela propiamente hispanoamericana. Autor de una extensísima
bibliografía que incluye folletos, periódicos (El Pensador Mexicano, El conductor eléctrico),
misceláneas, calendarios, poesías, fábulas, obras dramáticas y novelas, entre las que se cuenta El
Periquillo Sarniento, novela de la Independencia mexicana. En ella narra las aventuras de un pícaro
y aprovecha para realizar críticas morales de la sociedad colonial.