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donada resoludón y le otorga la calidad de cosa juzgada; por ello, al recurrir un fallo
adverso impedimos la inmutabilidad de dicha resolución178.
La segunda finalidad consiste en la búsqueda de modificar la resolución que nos
cause agravio, que se materializa en la posibilidad de reforma o anulación de la resolu­
ción del juez de primera instancia, por medio de un nuevo examen sobre lo ya resuelto.
En efecto, lo que se busca con la interposición del recurso es que el juez de segunda
instancia, modifique la resolución del juez de primera instancia, esta modificación
puede consistir, de acuerdo a la configuración particular de cada recurso, en una revo­
cación que implica la sustitución del fallo revocado por otro o en una anulación, que
implica dejar sin efecto algunas actuaciones del proceso179.

C. REM EDIO S
El profesor JUAN MONROY180señala: “Los remedios son aquellos a través de los
cuales la parte o el tercero legitimado pide se reexamine todo un proceso a través de
uno nuevo o, por lo menos, el pedido de reexamen está referido a un acto procesal.
El rasgo distintivo está dado porque el remedio está destinado a atacar toda suerte de
actos procesales, salvo aquellos que están contenidos en resoluciones. Los remedios
son aquellos medios impugnatorios encaminados a lograr que se anule o revoque, ya
sea en manera parcial o total determinados actos procesales que no se encuentran
contenidos en resoluciones”.

VIII. SISTEM A DE JUSTICIA

1. PRINCIPIOS Y GARANTIAS DE LA FUNCIÓN JURISDICCIONAL


MONROY GÁLVEZ sostiene: “Los principios procesales vistos en su conjunto y al
interior de un ordenamiento sirven para describir y sustentar la esencia del proceso, y
además poner de manifiesto el sistema procesal por el que el legislador ha optado”181; así,
los principios procesales acogidos en un cuerpo normativo específico son expresiones
de una determinada tendencia, asimismo, debe advertirse que su aplicación exige una
interpretación reflexiva que trascienda su sentido literal cada vez que sean utilizados.
LEGALES EDICIONES

En ese sentido, son postulados medulares o pautas generales de decisión y actua­


ción dirigidos a servir de guía al proceso. Pero los principios procesales no solo cum­
plen una función equilibradora, sino además una función interpretativa, integradora,
crítica y comunicativa.

178 ARBULÚ MARTÍNEZ, Jimmy. Derecho Procesal Penal. Tomo II, Legales, 2013, p. 257.
179 NEYRA FLORES, José. Tratado de Derecho Procesal Penal, Tomo II, Idemsa, Lima, 2015, p. 564.
180 MONROY GÁLVEZ, Juan. Teoría General del Proceso. Editorial Themis, Perú, 2009. p. 207.
181 MONROY GÁLVEZ, Juan. Ob. cit., p. 173.

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Es así, que los principios son indispensables para la existencia de un regular y


debido proceso, siendo su presencia en nuestro ordenamiento jurídico procesal per­
manente.
Argumenta el Tribunal Constitucional182: “En efecto, el proceso en general tiene
una configuración diferente en el Estado Constitucional de Derecho, pues con la fina­
lidad de hacer del proceso un mecanismo ágil, eficaz y garantista en la defensa de los
derechos de las personas, la Constitución ha consagrado el derecho al debido proceso
y la tutela jurisdiccional con garantías procesales, entre las que destacan: los derechos
fundamentales al debido proceso y a la tutela jurisdiccional (art. 139°.3), el derecho a
la publicidad de los procesos (art.l39°.4), el derecho a la motivación escrita de las re­
soluciones judiciales en todas las instancias (art 139°.5), el derecho a la pluralidad de la
instancia (art.l39°.6), el principio de no dejar de administrar justicia por vacío o defi­
ciencia de la ley (art. 139°.8), el principio de inaplicabilidad por analogía de la ley penal y
de las normas que restrinjan derechos (art. 139°.9), la aplicación de la ley más favorable
al procesado en caso de duda o de conflicto entre leyes penales (art.l39°.ll), el princi­
pio de no ser condenado en ausencia (art.l39°.12), la prohibición de revivir procesos
fenecidos con resolución ejecutoriada, y que la amnistía, el indulto, el sobreseimiento
definitivo y la prescripción producen los efectos de cosa juzgada (art. 139°.13), el dere­
cho fundamental a no ser privado del derecho de defensa en ningún estado del proceso
(art. 139°. 14), el derecho fundamental a que toda persona debe ser informada, inmedia­
tamente y por escrito, de las causas o razones de su detención (art. 139°. 15), la gratuidad
de la Administración de Justicia y de la defensa gratuita para las personas de escasos
recursos y, para todos, en los casos que la ley señala (art. 139°.16), el derecho de toda
persona de formular análisis y críticas de las resoluciones y sentencias judiciales, con las
limitaciones de ley (art. 139°.20); el principio de que la ley, desde su entrada en vigencia,
se aplica a las consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas existentes y no tiene
fuerza ni efectos retroactivos; salvo, en ambos supuestos, en materia penal cuando favo­
rece al reo (art. 103°), el derecho a que toda persona es considerada inocente mientras
no se haya declarado judicialmente su responsabilidad (art. 2°.24.e), entre otras”.
Vamos a señalar algunas relevantes:

A. UNIDAD DE LA FUNCIÓN JURISDICCIONAL


LEGALES EDICIONES

La unidad ha de ser comprendida, en principio, como la negación de la idea de la


fragmentación jurisdiccional; y esto porque, por motivaciones derivadas de la esencia,
carácter y calidad de la función de dirimir en los conflictos interindividuales de conte­
nido estrictamente jurídico, se hace patente la necesidad, dentro de lo razonable, de ase­
gurar la individualidad y unidad de dicho atributo soberano a favor del Poder Judicial.
El principio de unidad permite que la función jurisdiccional sea ejercida por una
entidad “unitaria”, a efectos de asegurar el cumplimiento del principio de igualdad ante

182 STC. Exp. N° 0023-2005-PI/TC. 27/10/2006. F.J. 48.

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la ley, previsto en el inciso 2) del artículo 2o de la Constitución; y, con ello, que todos
los justiciables se encuentren, en principio y como regla general, sometidos a los mis­
mos tribunales, sin que se considere constitucional la existencia de fueros especiales o
de privilegio en “razón” de la mera e inadmisible diferenciación de las personas o de
cualquier otra consideración absurda.
En la sentencia recaída en el Exp. N ° 017-2003-AI/TC, el Tribunal sostuvo que el
principio de unidad de la función jurisdiccional: “se sustenta en la naturaleza indivisi­
ble de la jurisdicción, como expresión de la soberanía. Según esta, la plena justiciabili-
dad de todas las situaciones jurídicamente relevantes han de estar confiadas a un único
cuerpo de jueces y magistrados, organizados por instancias, e independientes entre sí,
denominado Poder Judicial”183.

B. EXCLUSIVIDAD Y OBLIGATORIEDAD DE LA FUNCIÓN JURISDIC­


CIONAL
El principio a la exclusividad y obligatoriedad de la función jurisdiccional son dos
garantías procesales claramente diferencias pero complementarias entre sí; la exclusi­
vidad plantea que es prerrogativa del Estado, a través de sus órganos especializados,
resolver cualquier tipo de controversia jurídica; mientras que la obligatoriedad es el
deber que tiene el Estado de resolver la controversia planteada por los justiciables.
Estas dos garantías se encuentran plenamente reconocidas en nuestra Ley Funda­
mental a través de los artículos 138° y 139° inciso 8 respectivamente. La violación de
estos principios devendría en la vulneración del derecho fundamental de acceso a la
justicia, por lo cual su entendimiento y aplicación son de vital importancia.

C. INDEPENDENCIA
Sobre la independencia, el Tribunal Constitucional ha sostenido: “La indepen­
dencia judicial debe ser entendida como aquella capacidad autodeterminativa para
proceder a la declaración del derecho, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado, dentro
de los marcos que fijan la Constitución y la Ley. En puridad, se trata de una condición
de albedrío funcional.
El principio de independencia judicial exige que el legislador adopte las medidas
LEGALES EDICIONES

necesarias y oportunas a fin de que el órgano y sus miembros Administren Justicia


con estricta sujeción al Derecho y a la Constitución, sin que sea posible la injerencia
de extraños [otros poderes públicos o sociales, e incluso órganos del mismo ente ju ­
dicial] a la hora de delimitar e interpretar el sector del ordenamiento jurídico que ha
de aplicarse en cada caso. La independencia judicial debe, pues, percibirse como la
ausencia de vínculos de sujeción política (imposición de directivas por parte de los
órganos políticos) o de procedencia jerárquica al interior de la organización judicial,

183 Expediente N° 0023-2003-AI/TC. ff, jj. 16 y 17.

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en lo concerniente a la actuación judicial per se, salvo el caso de los recursos impugna­
tivos, aunque sujetos a las reglas de competencia.
La independencia, como una categoría jurídica abstracta, necesita materializarse
de algún modo si pretende ser operativa. En tal sentido, no basta con que se establezca
en un texto normativo que un órgano determinado es independiente y autónomo en
el ejercicio de sus funciones, como el caso del artículo III del Título Preliminar de la
Ley Orgánica de Justicia Militar [es autónoma y en el ejercicio de sus funciones sus
miembros no dependen de ninguna autoridad administrativa]; también es importante
que la estructura orgánica y funcional de una jurisdicción especializada -com o la mi­
litar- posibilite tal actuación”184.

D. IMPARCIALIDAD
MIXÁN M ÁSS185nos dice que la imparcialidad obliga al juez, durante el procedi­
miento, a mantenerse “equidistante” de las pretensiones de las partes y siempre activo
y diligente en el empeño por detectar la verdad concreta; franquear las oportunidades
que la ley concede a las partes para que contribuyan a la averiguación integral del caso;
no conceder “la ley de la ventaja” a una parte con relación a la otra; denegar motivada-
mente las peticiones denegables y amparar las amparables. La imparcialidad impone
la rigurosa aplicación del principio de la identidad: el juez es juez, nada más que juez.
Y entre el juez y las partes resulta aplicable el principio del tercio excluido; o bien es
parte o bien es juez; no hay posibilidad intermedia. Para la práctica de la imparcialidad
deben entrar en juego la honestidad como formación personal, el concepto de justicia
como valor social inabdicable, una posición ideológica identificada con el bienestar
general, aptitud y decisión para renunciar a los halagos, a las tentaciones del lucro,
inhibirse las demás inclinaciones y pasiones, así como mostrarse inflexible frente a las
presiones de diversa índole.

E. CONTRADICCIÓN
Sostiene el Tribunal Constitucional186: “Es un principio que se desprende de la
garantía constitucional a la defensa; este principio protege el derecho a no quedar en
LEGALES EDICIONES

estado de indefensión en cualquier etapa del proceso, consiste también en que todo
acto del proceso debe realizarse con conocimiento de las partes; este principio está
directamente ligado al objeto de la notificación procesal, puesto que cuando uno toma
conocimiento -mediante la notificación- puede ejercitar este principio a través de los
mecanismo de defensa que la ley procesal estipula”.

184 Exp. N° 0023-2003-AI/TC, ff, jj. 28, 29, 31 y 33.


185 MIXÁN MÁSS, Florencio. Derecho Procesal Peñol. Marsol Trujillo, 1990, pp. 180-181.
186 Exp. N° 0090-2004-AA/TC.

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F LA PUBLICIDAD EN LOS PROCESOS, SALVO DISPOSICIÓN CONTRA­


RIA DE LEY
Este principio, señala CARRIÓN LUGO187, le atribuye un carácter excepcional
a la privacidad en los procesos, dependiendo ésta de la naturaleza de la materia en
controversia, como serían los litigios que tienen que ver con la intimidad, la dignidad
o con la moral de las personas. Lo que se preconiza es que los actos procesales, por ser
derivados de una función pública, se produzcan en forma transparente, desterrándose
que los mismos se desarrollen y generen en forma secreta. Por ejemplo, los procesos
judiciales relacionados con la responsabilidad de funcionarios públicos, y los delitos
cometidos por medio de la prensa y los que se refieren a derechos fundamentales ga­
rantizados por la Constitución son siempre públicos. Los procesos civiles, donde nor­
malmente se discuten derechos privados, no dejan de estar orientados por el principio
de publicidad.
Cabe destacar que dicho principio posee restricciones, como figura en el artículo
14°. 1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, señalan que: “La prensa
y el público podrán ser excluidos de la totalidad o parte de los juicios por considera­
ción moral, orden público o seguridad nacional en una sociedad democrática o cuan­
do exista el interés de la vida privada de las partes”.

G. EL PR IN CIPIO DE LAS DO S INSTANCIAS


Sostiene el Tribunal Constitucional: “ (...) el derecho de acceso a los recursos o
a recurrir las resoluciones judiciales, es una manifestación implícita del derecho fun­
damental a la pluralidad de la instancia, reconocido en el artículo 139°, inc.6, de la
Constitución, el cual, a su vez, forma parte del derecho fundamental al debido proceso,
reconocido en el art, 139°, inc. 3, de la Norma Fundamental”188.
Continúa el Máximo Intérprete de la Constitución argumentando: “Con rela­
ción al contenido del derecho a la pluralidad de la instancia, este Colegiado tiene
establecido que se trata de un derecho fundamental que tiene por objeto garantizar
que las personas, naturales o jurídicas, que participen en un proceso judicial tengan
la oportunidad de que lo resuelto por un órgano jurisdiccional sea revisado por
un órgano superior de la misma naturaleza, siempre que se haya hecho uso de los
medios impugnatorios pertinentes, formulados dentro del plazo legal (Cfr. RRTC
LEGALES EDICIONES

N° 3261-2005-PA, F.J.: 3; 5108-2008-PA, F.J.: 5; 5415-2008-PA, F.J.: 6; y STC Exp.


N° 0607-2009-PA, F.J.: 51). En esa medida, el derecho a la pluralidad de la instancia
guarda también conexión estrecha con el derecho fundamental a la defensa, reco­
nocido en el artículo 139°, inciso 14, de la Constitución. Desde luego, cuál sea la
denominación del medio jurídicamente previsto para el acceso al órgano de segunda
instancia revisora, es un asunto constitucionalmente ir relevante. Sea que se lo de-

187 CARRIÓN LUGO, Jorge. Tratado de Derecho Procesal Civil I. Editorial Grijley, Lima, 2000, p. 43.
188 STC. Exp. N° 1243-2008-PHC, F.J.: 2; 5019-2009-PHC, F.J.: 2; 2596-2010-PA; F. J. 4.

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nomine recurso de apelación, recurso de nulidad, recurso de revisión, o llanamente


medio impugnatorio, lo importante constitucionalmente es que permita un control
eficaz de la resolución judicial primigenia”189.

H, JUICIO PREVIO
Según BINDER190: “la garantía a un juicio previo se refiere a la exigencia de que
no puede existir una condena que no sea el resultado de un juicio lógico, expresado
en una sentencia debidamente fundamentada” “El principio de juicio previo importa
la regulación de un proceso que anteceda válida y legítimamente a la imposición de
una sanción penal; esto es, que exista un proceso penal a través del cual se determine
la responsabilidad penal del imputado conforme a los principios, garantías y derechos
que nuestro ordenamiento jurídico reconoce”
VELEZ MARICONDE expresa que: “Imponer la necesidad de un juicio previo
a toda sanción significa, pues, imponer la necesidad de una acción procesal condi­
cionante de la jurisdicción. Esto significa que la norma constitucional, es la fuente
dogmática del poder jurídico eficiente para provocar el juicio previo (acción procesal)
y que el derecho procesal se limita a disciplinar el modo de ejercerlo”191.

L OBLIGATORIEDAD DE LOS PROCEDIMIENTOS ESTABLECIDOS


EN LA LEY
Se encuentra positivizado en el artículo IX del Título Preliminar del Código Proce­
sal Civil y, a nivel constitucional y doctrinario, lo encontramos subsumido en el princi­
pio de legalidad. Este principio adquiere principal protagonismo en tanto que al ser las
normas procesales imperativas, provee la regulación del procedimiento específico que
se debe seguir para conducir la solución judicial de acuerdo a la naturaleza del conflicto.

J. PRINCIPIO DE LA MOTIVACIÓN DE LAS RESOLUCIONES JUDICIALES


La motivación cumple una doble función en relación a su reconocimiento proce­
sal, toda vez que esta es una obligación (para los órganos jurisdiccionales) y al mismo
tiempo un derecho fundamental de los individuos. Esta se constituye como un punto
esencial del Estado Constitucional y democrático de Derecho en ambos sentido, en la
medida en que permite garantizar otros derechos de los justiciables y algunos princi­
pios fundamentales de la actividad jurisdiccional, es así que este supraprincipio -la
LEGALES EDICIONES

motivación- permite controlar que la actividad judicial no se autoritaria ni que abuse


de sus potestades otorgada por el ius imperium.
Según el artículo 139° inciso 5 de la Constitución, toda resolución que emita una
instancia jurisdiccional (mandato que no se restringe a los órganos del Poder Judicial,

189 Exp. N° 4235-2010-PHC/TC. FJ.: 9-10.11/08/2011.


190 BINDER, Alberto M.: Justicia Penal y Estado de Derecho. Ad-Hoc, Buenos Aires, 1993, p. 111.
191 VELEZ MARICONDE en GÁLVEZ VILLEGAS, Tomás y OTROS. Comentarios Descriptivos y críticos al Códi­
go Procesal Penal. Jurista, Lima, 2009, p. 277.

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sino también a toda entidad que resulta conflictos, incluido el Tribunal Constitucio­
nal) debe estar debidamente motivada. Ello significa que debe quedar plenamente es­
tablecida a través de sus considerandos, la ratio decidendi192 por la que se llega a tal o
cual conclusión193.
La debida motivación debe estar presente en toda resolución que se emita en un
proceso, salvo los decretos.
Sostiene el Tribunal Constitucional194: “Como derecho, la debida motivación im ­
plica que cualquier decisión cuente con un razonamiento que no sea aparente o defec­
tuoso, sino que exponga de manera clara, lógica y jurídica los fundamentos de hecho y
de derecho que la justifican, de manera tal que los destinatarios, a partir de conocer las
razones por las cuales se decidió en un sentido o en otro, estén en la aptitud de realizar
los actos necesarios para la defensa de su derecho”.

K. COSA JUZGADA
Señala el Tribunal Constitucional195: “Es el derecho a que se respete una resolu­
ción que ha adquirido la autoridad de cosa juzgada se garantiza el derecho de todo
justiciable, en primer lugar, a que las resoluciones que hayan puesto fin al proceso judi­
cial no puedan ser recurridas a través de medios impugnatorios,” es decir, que una vez
pasado el término legal -ya sea porque éstos han sido agotados o porque ha transcurri­
do el plazo para impugnarla- no puedan ser alteradas arbitrariamente; asimismo, en
segundo lugar, este principio protege que “el contenido de las resoluciones que hayan
adquirido tal condición, no pueda ser dejado sin efecto ni modificado, sea por actos de
otros poderes públicos, de terceros o, incluso, de los mismos órganos jurisdiccionales
que resolvieron el caso en el que se dictó”196; o sea, que se restringe en abuso de poder
y la infiltración de derechos subalternos que puedan perjudicar la Resolución emitida
por el órgano jurisdiccional.

2. ORGANIZACIÓN Y PRINCIPALES FUNCIONES DEL PODER JUDI­


CIAL Y EL MINISTERIO PÚBLICO

A. DEL PODER JUDICIAL


Conforme al artículo 26 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (D.S. N° 017-93-
LEGALES EDICIONES

JUS), son órganos jurisdiccionales del Poder Judicial:

192 Es una expresión latina, que significa literalmente en español "razón para decidir" o "razón suficien­
te". Hace referencia a aquellos argumentos en la parte considerativa de una sentencia o resolución
judicial que constituyen la base de la decisión del tribunal acerca de la materia sometida a su cono­
cimiento.
193 STC. Exp. N° 06712-2005-HC. F.J. 10.
194 STC. Exp. N° 06712-2005-HC. F.J. 10.
195 Exp. N° 04587-2004-AA/TC. F.J. 38.
196 Loe. cit.

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La Corte Suprema de Justicia de la República


Es el máximo órgano jurisdiccional de la nación. La organización, funcionamien­
to y competencia de los órganos que conforman este Poder del Estado se encuen­
tra previsto en el Texto Ünico Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial.
Es la última instancia ante la cual se pueden apelar todos los procesos judiciales
que provienen de cualquier Corte Superior de justicia. No debe ser confundido
como una instancia más del proceso, pues la Corte Suprema cumple una función
nomofiláctica que no posee ninguna instancia judicial.
Según el artículo 32 de la LOPJ, la Corte Suprema puede conocer:
De los recursos de casación con arreglo a la ley procesal respectiva.
De las contiendas de competencia entre jueces de distritos judiciales distintos.
De las consultas cuando un órgano jurisdiccional resuelve ejerciendo el con­
trol difuso.
De las apelaciones previstas en el segundo párrafo del artículo 292° cuando
la sanción es impuesta por una sala superior.
De la apelación y la consulta prevista en los artículos 93° y 95° del Código
Procesal Constitucional, respectivamente.
Las Cortes Superiores de Justicia
Este órgano jurisdiccional tiene sede en cada distrito establecido por ley. Realizan
el juzgamiento o juicio oral en los procesos ordinarios, además de resolver las ape­
laciones realizadas sobre las sentencias de los juzgados especializados o mixtos.
Las Salas de las Cortes Superiores están investidas, en algunos casos, de similares
competencias que tiene la Sala Penal de la Corte Suprema. Lo dicho se cumple en
el caso de que este Tribunal debe dirimir las cuestiones o contiendas de compe­
tencia de los jueces, conocer recursos de queja, resolver recusaciones planteadas
contra sus magistrados, etc.
Según el artículo 17 de la LOMP, las Cortes Superiores de Justicia conocerán en
primera instancia de las demandas o denuncias contra los Fiscales Provinciales,
en los casos en que se les atribuya responsabilidad civil o penal. La competencia
de las Salas es la que establece la Ley Orgánica del Poder Judicial y los procedi­
LEGALES EDICIONES

mientos son los establecidos en las leyes pertinentes.


Los Juzgados Especializados y Mixtos
En cada Provincia existe un Juzgado Especializado o Mixto, su sede es la Capital de
Provincia y su competencia provincial salvo disposición distinta de la Ley. Este es
competente de realizar el juzgamiento en los procesos ordinarios y de resolver las
apelaciones realizadas sobre las sentencias de los juzgados especializados o mixtos.
Son juzgados especializados los siguientes (art. 46 de la LOPJ.):
1. Juzgados Civiles;
2. Juzgados Penales;

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3. Juzgados de Trabajo;
4. Juzgados Agrarios;
5. Juzgados de Familia; y,
6. Juzgados de Tránsito y Seguridad Vial.
La Corte Suprema, atendiendo a las necesidades del servicio judicial y a la carga
procesal, puede crear otros juzgados de distinta especialidad a los antes señala­
dos, definiendo su competencia.
En los lugares donde no hay juzgados especializados, el despacho es atendido por
un Juzgado Mixto, con la competencia que señale el Consejo Ejecutivo del Poder
Judicial.
Todos los juzgados antes señalados tienen la misma jerarquía.
Los Juzgados de Paz Letrados
Están conformados en Distritos. Los Juzgados de Paz Letrado conocen: de las
acciones derivadas de actos o contratos, sobre acciones de desahucio y de aviso
de despedida, de los derechos alimentarios, de las tercerías excluyentes de propie­
dad, los procesos por faltas, sobre pretensiones individuales referidas a pago de
soles, las acciones relativas al derecho alimentario, y sobre cuestiones conyugales.
Por consiguiente, resuelve las apelaciones realizadas sobre las sentencias de los
juzgados de Paz.
¡Los Juzgados de Paz
El Juez de Paz tiene un rol conciliador. Facilita posibles soluciones a las partes
para resolver el conflicto, pero está impedido de imponer un acuerdo. También
investigan y sentencian en casos de faltas menores, conforme a su competencia.
La Justicia de Paz es un órgano jurisdiccional del Poder Judicial, cuya ubicación
jerárquica se encuentra establecida por el artículo 26 de la presente Ley Orgánica.
La elección, atribuciones, deberes, derechos y demás aspectos vinculados a esta
institución, son regulados por la ley especial de la materia (art. 61 de la LOPJ).

R« DEL MINISTERIO PÚBLICO


LEGALES EDICIONES

Conforme al artículo 36 de la Ley Orgánica del Ministerio Público (D.L. N° 052),


son órganos del Ministerio Público:
Fiscal de la Nación
Este es un órgano de alta dirección. Preside el Ministerio Público y junto con los
Fiscales Supremos Titulares conforman la Junta de Fiscales Supremos/
Según el artículo 37 de la LOMP, el Fiscal de la Nación es elegido por la Junta de
Fiscales Supremos, entre sus miembros; por un periodo de tres años, prorrogable
por reelección solo por otros dos.

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Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

El Fiscal de la Nación representa al Ministerio Público. Su autoridad se extiende


a todos los funcionarios que lo integran, cualesquiera que sean su categoría y
actividad funcional especializada (art. 64 de la LOMP).
Corresponde al Fiscal de la Nación (art. 65 de la LOMP):
Convocar y presidir la Junta de Fiscales Supremos;
Integrar, por sí mismo o por medio de representantes por él designados los
Consejos y otros organismos públicos que señale la ley.
Son atribuciones del Fiscal de la Nación (art. 66 de la LOMP):
Ejercitar ante el Tribunal Constitucional la acción de inconstitucionalidad;
Ejercitar ante la Sala de la Corte Suprema que corresponda, las acciones
civiles y penales a que hubiere lugar contra los altos funcionarios señalados
en el artículo 99 de la Constitución Política del Estado, previa resolución
acusatoria del Congreso;
Formular cargos ante el Poder Judicial cuando se presume enriquecimiento
ilícito de los funcionarios y servidores públicos; y
Ejercer el derecho de iniciativa legislativa, conforme a la Constitución.
Fiscales Supremos
Las Fiscalías Supremas son los organismos de línea de mayor jerarquía del
Ministerio Público. Para su mejor desenvolvimiento se encuentran conformadas
en fiscalías Supremas en lo Penal, Fiscalía Suprema en lo Civil, Fiscalía Suprema
en lo Contencioso-administrativa y Fiscalía Suprema de control interno. Los Fis­
cales Supremos se reúnen en la Junta de Fiscales Supremos bajo la presidencia del
Fiscal de la Nación.
Corresponde al Fiscal Supremo en lo penal (art. 82 de la LOMP):
Interponer, cuando lo considere procedente, el recurso de revisión dé la sen­
tencia condenatoria ante la Sala Plena de la Corte Suprema o participar en el
proceso que lo origine cuando es interpuesto por el condenado u otra perso­
na a quien lo concede la Ley; proponiendo, en todo caso, la indemnización
LEGALES EDICIONES

que corresponda a la víctima del error judicial o a sus herederos.


Deducir la nulidad de lo actuado en un proceso penal en que se ha incurrido
en irregularidades procesales en perjuicio del derecho de defensa del pro­
cesado, o se le ha condenado en ausencia, o reviviendo proceso fenecido, o
incurriendo en alguna otra infracción grave de la Ley procesal.
Solicitar al Presidente de la Corte Suprema la apertura de proceso discipli­
nario contra el Juez o los miembros del Tribunal que han intervenido en el
proceso penal, en que se han cometido los vicios procesales a que se refiere
el inciso precedente.

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Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

Recurrirá al Fiscal de la Nación si se tratare de responsabilidad civil o penal


de dichos Magistrados o si el responsable de la infracción fuere un miembro
del Ministerio Público, para los efectos consiguientes.
Emitir dictamen ilustrativo en los procesos de extradición, pronunciándose
sobre la procedencia o improcedencia de la solicitada.
Instruir, por la vía más rápida, al Fiscal Provincial en lo Civil del lugar en
que se encuentran los bienes del condenado a la pena anexa de interdicción
civil para que, dentro de las 24 horas de ejecutoriada la sentencia, solicite el
nombramiento judicial de curador.
Las demás que establece la Ley.
El Fiscal Supremo en lo Penal emitirá dictamen previo a la sentencia en los
procesos siguientes:
En los que se hubiese impuesto pena privativa de la libertad por más de diez
años.
Por delito de tráfico ilícito de drogas.
Por delitos de terrorismo, magnicidio y genocidio.
Por los de contrabando y defraudación de Rentas de Aduana.
Por delito calificado como político-social en la sentencia recurrida o en la
acusación fiscal.
Por delitos que se cometen por medio de la prensa, radio, televisión o cuales­
quiera otros medios de comunicación social, así como los delitos de suspensión,
clausura o impedimento a la libre circulación de algún órgano de expresión.
Por delito de usurpación de inmuebles públicos o privados.
Por delito de piratería aérea.
Por delito de motín.
Por delito de sabotaje con daño o entorpecimiento de servicios públicos; o de
funciones de las dependencias del Estado o de Gobiernos Regionales o Loca­
les; o de actividades en centro de producción o distribución de artículos de
consumo necesario, con el propósito de trastornar o de afectar la economía
LEGALES EDICIONES

del país, la región o las localidades.


Por delitos de extorsión, así como en los de concusión y peculado.
Por delitos contra el Estado y la Defensa Nacional.
Por delitos de rebelión y sedición.
Por delitos contra la voluntad popular.
Por delitos contra los deberes de función y deberes profesionales.
Por delitos contra la fe pública.
Por delitos de que conoce la Corte Suprema de modo originario.

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BALOTARIO desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

Por los demás delitos que establece el Código de Procedimientos Penales.


Fiscales Superiores
Las Fiscalías Superiores son los órganos de línea del Ministerio Público, encarga­
dos de resolver en segunda instancia las apelaciones, consultas y demás procedi­
mientos de acuerdo a su especialidad.
El Fiscal Superior en lo Penal emitirá dictamen previo a la resolución final
superior:
En las cuestiones que se promuevan sobre competencia judicial.
En los casos de recusación o inhibición de los Jueces Instructores y Vocales
del Tribunal Superior.
En los de acumulación y desacumulación de procesos.
En las cuestiones previas, prejudiciales y excepciones que se promuevan
contra la acción penal.
En los casos en que el agraviado, sus parientes o representantes legales se
constituyan en parte civil.
En los casos de embargo para asegurar la reparación civil y en los de sustitu­
ción por caución o garantía real.
En los referentes a la libertad provisional del procesado.
En los casos en que el Juez Instructor disponga la libertad incondicional del
inculpado.
En el procedimiento especial para la represión, con pena, de los responsables
del incumplimiento de los deberes de asistencia familiar y de contravencio­
nes en perjuicio del menor de edad. En estos casos, el Fiscal Superior pedirá
especialmente que el Tribunal competente preste toda preferencia a la reali­
zación de la audiencia, la que debe efectuarse en privado.
Cuando el Tribunal competente revise la investigación practicada en los ca­
sos de no ser habido un menor de edad que se hallare en abandono o peligro
moral, o que se le presuma autor o víctima de delito.
En las investigaciones seguidas en los casos de menores peligrosos, o en
LEGALES EDICIONES

estado de abandono o riesgo moral, o de comisión de delito, en las que la


audiencia que celebre el Tribunal competente será estrictamente privada y
tendrá toda preferencia.
En las demás que establece la Ley.
Recibida que sea la instrucción, el Fiscal Superior en lo penal puede:
Pedir su ampliación, si la estima incompleta o defectuosa. En estos casos
señalará las pruebas omitidas o las diligencias que deben rehacerse o com­
pletarse en el plazo de ampliación; e instruirá específicamente al Fiscal Pro­
vincial en lo Penal.

158
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

Pedir su archivamiento provisional, por no haberse descubierto al delin­


cuente o no haberse comprobado la responsabilidad del inculpado. En estos
casos instruirá al Fiscal Provincial en lo Penal para que amplíe la investiga­
ción policial que originó la instrucción archivada provisionalmente, a fin de
identificar y aprehender al responsable.
Separar del proceso al Fiscal Provincial que participó en la investigación p o ­
licial o en la instrucción si, a su juicio, actuó con dolo o culpa y designar al
Fiscal titular o Adjunto que debe reemplazarlo. Como consecuencia de la
separación que disponga, elevará de inmediato al Fiscal de la Nación su in­
forme al respecto, con la documentación que considere útil.
Formular acusación sustancial si las pruebas actuadas en la investigación po­
licial y en la instrucción lo han llevado a la convicción de la imputabilidad del
inculpado; o meramente formal, para que oportunamente se proceda al juz­
gamiento del procesado, si abrigase dudas razonables sobre su imputabilidad.
En ambos casos la acusación escrita contendrá la apreciación de las pruebas
actuadas, la relación ordenada de los hechos probados y de aquellos que, a
su juicio, no lo hayan sido; la calificación del delito y la pena y la reparación
civil que propone.
En la acusación formal ofrecerá las pruebas que estime necesarias para esta­
blecer plenamente la responsabilidad del acusado y señalará el plazo en que
se actuarán.
Para este último efecto instruirá, independiente y detalladamente, al Fiscal
Provincial que intervino en el proceso penal o al titular o al adjunto que
designe en su reemplazo, para la actuación de las pruebas en la investigación
policial ampliatoria que se llevará a cabo en el plazo señalado, con la citación
oportuna, bajo responsabilidad, del acusado y su defensor.
Las pruebas así actuadas serán ratificadas en el acto del juzgamiento.
Fiscales Provinciales
Las fiscalías provinciales son los órganos de línea en primera instancia, encar­
gadas de recepcionar, analizar y evaluar las denuncias y expedientes ingresados.
LEGALES EDICIONES

Desarrollan sus funciones y atribuciones en el ámbito de su jurisdicción contem­


pladas en la Ley Orgánica del Ministerio Público, los dispositivos legales vigentes
y demás normas del Ministerio Público.
Son atribuciones del Fiscal Provincial en lo Penal:
Ejercitar la acción penal procedente cuando el juez de la causa pone en su
conocimiento los indicios de un delito perseguible de oficio cometido en la
sustanciación de un procedimiento civil.
Solicitar el embargo de los bienes muebles y la anotación de la resolución
pertinente en las partidas registrales de los inmuebles de propiedad del

159
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

inculpado o del tercero civilmente responsable que sean bastantes para ase­
gurar la reparación civil.
Pedir que se corte la instrucción, respecto del menor de edad que estuviese
erróneamente comprendido en ella y que se le ponga a disposición del juez
de menores, con los antecedentes pertinentes.
Solicitar el reconocimiento del inculpado por médicos psiquiatras, cuando
tuviere sospechas de que el inculpado sufre de enfermedad mental o de otros
estados patológicos que pudieran alterar o modificar su responsabilidad pe­
nal; y en su caso, pedir su internamiento en un nosocomio, cortándose la
instrucción con respecto al inimputable.
Solicitar, con motivo de la investigación policial que se estuviera realizando
o en la instrucción, que el juez instructor ordene el reconocimiento del ca­
dáver y su necropsia por peritos médicos, en los casos en los que las circuns­
tancias de la muerte susciten sospecha de crimen.
Solicitar que se transfiera la competencia, cuando, por las circunstancias, tal
medida fuere la más conveniente para la oportuna administración de justi­
cia. Podrá oponerse a la que solicite el inculpado alegando causales de salud
o de incapacidad física, si el fiscal no las considerase debidamente probadas.
Emitir informe cuando lo estime conveniente y, en todo caso, al vencerse el
término de la instrucción.
Visitar los centros penitenciarios y de detención provisional para recibir las
quejas y reclamos de los procesados y condenados en relación con su situa­
ción judicial, y el respeto a sus derechos constitucionales. Duplicado del acta
correspondiente elevará, con su informe, al Fiscal Superior en lo Penal, sin
perjuicio de tomar las medidas legales que fueren del caso.
Solicitar la revocación de la libertad provisional, de la liberación condicional
o de la condena condicional, cuando el inculpado o condenado incumpla
las obligaciones impuestas o su conducta fuere contraria a las previsiones
o presunciones que las determinaron.
En estos casos la solicitud del fiscal será acompañada con el atestado policial
LEGALES EDICIONES

organizado en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 9 de la presente


ley.
Las demás que establece la ley.
Son atribuciones del Fiscal Provincial en lo Civil:
Intervenir como parte, ejercitando los recursos y ofreciendo las pruebas
pertinentes, en los juicios de nulidad de matrimonio, de separación de los
casados y de divorcio.
Emitir dictamen previo a la resolución que pone fin a la instancia en los
demás casos a que se refiere el artículo 89 de la presente ley.

160
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

Son atribuciones del Fiscal Provincial en Familia:


Intervenir como parte, presentando los recursos impugnativos y ofreciendo
las pruebas pertinentes, en los procesos de nulidad de matrimonio, de sepa­
ración de cuerpos y de divorcio.
Intervenir como Dictaminador en los procesos sobre estado y capacidad de
la persona, contenidos en la Sección Primera del Libro I del Código Civil.
Intervenir, a solicitud de parte, como conciliador en asuntos de familia, para
propiciar acuerdos entre las partes y lograr la solución consensual al conflicto,
siempre que no se haya iniciado proceso judicial, en asuntos de alimentos,
tenencia de menores, régimen de visitas y del Régimen de Patria Potestad.
No se podrá propiciar acuerdos sobre derechos no disponibles, irrenuncia-
bles o sobre materias que tengan connotación penal.
El Acta de Conciliación Fiscal constituye título de ejecución, cuando se logre
el acuerdo entre las partes.
Intervenir en todos los asuntos que establece el Código de los Niños y Ado­
lescentes y la ley que establece la política del Estado y la sociedad frente a la
violencia familiar.

3. PRINCIPIOS DE INDEPENDENCIA E IMPARCIALIDAD


La Declaración Universal de los Derechos Humanos proclama el derecho de toda
persona, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia por
un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obliga­
ciones o para el examen de cualquier acusación en materia penal (art. 10).
Históricamente, se puede observar una tendencia definida en el Derecho político
de separar las funciones que ostentan el Estado en orden a crear o establecer normas
de conducta generales, abstractas y obligatorias (legislar), de aplicarlas a situaciones
concretas de conflicto (juzgar o ejercer jurisdicción) y de proveer a la satisfacción de
las necesidades públicas mediante el servició público (administrar).
En primer lugar, la separación ha consistido en asignar las referidas funciones
a órganos públicos diferentes e independientes entre sí; es decir, en disgregar las funcio­
nes estatales entregando su ejercicio a órganos públicos diversos, porque se teme, fun­
LEGALES EDICIONES

dadamente, que el ejercicio en manos de un solo órgano, implique en definitiva abuso


de poder con riesgo; por cierto, de las libertades públicas y de los derechos humanos.
Seguidamente, la separación de funciones no es tajante o absoluta. No es extraño
que el órgano encargado de legislar pueda; en determinadas materias, ejercer jurisdic­
ción o poder jurisdiccional, o qué el órgano jurisdiccional dicte normas abstractas y
obligatorias de general aplicación (acordadas o autos acordados) o que la autoridad
administrativa o ejecutiva colabore con frecuencia y en las más variadas formas en la
tarea de legislar. De allí que se sostenga la inexistencia de una separación absoluta de
Poderes y sé diga, con más propiedad, de una relativa supremacía de funciones.

161
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

Afirma ALSINA que la independencia del Poder Judicial no importa una desvin­
culación completa respecto de los otros poderes, sino la garantía suficiente para que
los jueces puedan pronunciar sus fallos con absoluta libertad, con prescindencia de
las otras ramas del gobierno y sin temor a represalias por parte de las mismas. Solo
en esas condiciones podrá afirmarse que la sentencia es la expresión de la justicia. En
cuanto cualquiera de los otros poderes, ya sea en forma directa o indirecta, a modo de
sanción ó recompensa, pueda influir en el ánimo del juez, nace el peligro de que sus
actos no traduzcan fielmente su pensamiento, y la sentencia no, sea, por lo tanto, justa
en derecho197.
Para DU GUIT el Estado no es una potencia, que manda, una soberanía sino “una
cooperación de servicios públicos organizados y controlados por los gobernantes”. El
servicio público implica toda actividad indispensable para el desarrollo de la vida so­
cial, que toca a los gobernantes, en virtud del poder, que detentan, organizar y asegurar
de modo continuó, en beneficio de los gobernados.
Así se entiende por independencia del Poder Judicial el procesó histórico en cuya
virtud las funciones del Estado relativas al ejercicio del poder jurisdiccional se asignan
específicamente a órganos públicos diferenciados de otros, especialmente de aquellos
que constituyen el Poder Ejecutivo.
Pero cabe advertir, desde luego, que en la materia no es posible obtener con­
clusiones de validez absoluta si se analizan sistemas tan particulares como los que
informan, por ejemplo, la justicia inglesa. Efectivamente, a pesar de que esta Nación
apenas acepta el principio de la independencia funcional del Poder Judicial, pues se
confunden muchas veces sus órganos con los del Poder Ejecutivo, generalmente no sé
duda que, no obstante esta y otras deficiencias técnicas, su justicia es la mejor del mun­
do, resultado solamente explicable por especiales razones de tradición, costumbres e
idiosincrasia propias198.
Sostiene Alsina con acierto que existen otros aspectos que caracterizan la inde­
pendencia funcional del Poder judicial, contribuyendo a darle mayor precisión: 1) El
juez puede declarar ineficaz la ley por ser contraria a la Constitución, pero el Congreso
no puede desconocer por ley los efectos de la sentencia pasada en autoridad de cosa
juzgada, y 2) Ningún acto del juez puede ser revisado por el Poder Ejecutivo, pero los
actos de este son susceptibles de caer bajo el contralor jurisdiccional. Lo dicho no es
LEGALES EDICIONES

obstáculo, ciertamente a la supervigilancia que puedan asignarse a órganos depen­


dientes del Congreso o Parlamento o del Poder Ejecutivo o a varios de ellos en conjun­
to, de la conducta ministerial de los jueces.
Seguidamente, la independencia de la función jurisdiccional ha de abarcar todas
y cada una de las etapas que se observan en su desarrollo y todos y cada uno de los

197 ALSINA, Hugo. Trotado teórico-práctico de Derecho Procesal Civil y Comercial. Buenos Aires, 1941,
tomo I, p. 369.
198 COUTURE. "La justicia Inglesa". En: Estudios de Derecho Procesal Civil. Buenos Aires, 1948, tomo I, p. 145.

162
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

trámites o gestiones que forman sus diversas etapas, de modo que tenga vigencia desde
los primeros actos de la fase de conocimiento o cognición hasta las últimas actuacio­
nes de la fase de ejecución. Por ello, si no depende del propio Poder judicial la fuerza
pública que haya de hacer cumplir coercitivamente sus resoluciones cuando sea nece­
sario, por lo menos es preciso asegurar que cualquiera que fuere el órgano que deba
suministrarla, carezcas de atribuciones, una vez requerido legalmente, para calificar el
fundamento, la legalidad o la justicia de la decisión.
Observa ROSENBERG que la plena independencia de los tribunales exige sus­
traerlos de toda influencia, tanto de arriba como de abajo que puedan intentar ejercer
sobre la actividad judicial en el caso concreto el gobierno, el parlamento, los parti­
dos políticos, la opinión pública, las autoridades de la Administración de Justicia (por
ejemplo, por vía jerárquica) o los interesados en el pleito.
Es decir, junto a la concepción objetiva de la independencia de la función, se hace
necesario adoptar medidas que tiendan efectivamente a garantizar la imparcialidad o
independencia subjetiva del juez, distinción que ROSENBERG hace notar claramente.
Una visión amplia del problema en examen permite apreciar que la independen­
cia del Poder Judicial debe mirar muy especialmente a la persona que ejerce el poder
jurisdiccional y a todos los factores que de alguna manera de vinculan a la imparciali­
dad de ese agente público, de manera de garantizarle en la más absoluta independencia
moral, una atmósfera de dignidad, de sereno recogimiento, de pacífica visión de la
vida circundante199.
Habrá mayores o menores garantías de imparcialidad en el juez según sea el siste­
ma de nombramiento que adopten las legislaciones o la rigurosidad para establecer re­
quisitos habilitantes en la asunción de tal investidura. Su progreso en la magistratura y
la independencia de este agente publico se enlazan, obviamente, con sus posibilidades
de ascenso y de remuneración y con problemas de incompatibilidad y responsabilidad
finalmente su egreso, en sus tópicos de remoción y cesación en las funciones, como
asimismo en lo atingente a los derechos del juez al dejar el cargo, deben tenerse espe­
cialmente en cuenta si se desea hacer de él una autoridad justa e imparcial. El juez es
instituido en su función mediante designación hecha por órganos del Estado; es decir,
LEGALES EDICIONES

empleando la terminología de Carnelutti, su designación es pública.

4. LOS MODELOS DE JUEZ


En el número de junio de 1990 de la Revue de XÉcole nationale de la magistra-
ture se describe en estos términos la profesión de magistrado: “No existe de manera
evidente ningún otro modelo de referencia, ninguna otra definición unívoca de una
profesión que tienda a volverse tan multiforme y pluralista”.

199 Ibídem, p. 150.

163
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

Sostiene FRANQOIS OST la constatación, a su vez, se inscribe en la observación


de un campo judicial y jurídico definido como “heterogéneo y complejo”, de tal ma­
nera que las evoluciones en curso impiden “toda referencia a la idea de un modelo”200.
Paradójicamente, esta crisis de los modelos proviene, sin duda, no tanto de la ausencia
de referencias como de su excesiva abundancia; como si el jurista, y particularmente
el juez, no llegase a elegir, en el surtido de los accesorios de la justicia, el uniforme que
conviniera a los roles múltiples que en lo sucesivo se esperan de él. ¿Será la toga, el falso
cuello o la blusa, por retomar el catálogo propuesto en su tiempo por AND RÉ-JEAN
ARNAUD? Esta manera de proliferación -a la que no es extraño cierto sentimiento
de burla engendrado por la conciencia misma de disfraz- podría ser, calificándola
de entrada, uno de los rasgos del posmodernismo, caracterizado precisamente por la
superposición y las interferencias constantes de los juegos del lenguaje.
Y sigue sosteniendo el mencionado autor: ¿Cómo construir entonces el modelo
de quien parece sustraerse a la modelización? Podríamos, quizá, comenzar evocando
dos figuras extremas de la juridicidad, para trazar inmediatamente, en el vacío que los
separa o la saturación que a veces los aproxima, la vía de una tercera figura que, por su
misma complejidad, podría responder a la presente diseminación de las teorías, valo­
res y discursos. Tomemos el modelo de la pirámide o del código. Lo llamaremos el De­
recho jupiterino. Siempre proferido desde arriba, de algún Sinaí, este Derecho adopta
la forma de ley. Se expresa en el imperativo y da preferencia a la naturaleza de lo pro­
hibido. Intenta inscribirse en un depósito sagrado, tablas de la ley o códigos y consti­
tuciones modernas. De ese foco supremo de juridicidad emana el resto del Derecho en
forma de decisiones particulares. Se dibuja una pirámide, impresionante monumento
que atrae irresistiblemente la mirada hacia arriba, hacia ese punto focal de donde irra­
dia toda justicia. Evidentemente ese Derecho jupiterino está marcado por lo sagrado y
la trascendencia. De este modo, la aparición del segundo modelo el “herculáneo” apli­
cado sobre la tierra, toma la figura de revolución -gesto iconoclasta que hace del hom­
bre, más concretamente del juez, la fuente del único Derecho válido-. En la huella de
las diversas corrientes que se declaran realistas -pensamos especialmente en el “rea­
lismo americano” y particularmente en la sociological jurisprudence-, entra en juego
un modelo que calificaría de embudo (pirámide invertida) o de dossier. Es RONALD
DWORKIN, como es sabido, quien, revalorizando hasta el extremo la figura del juez
moderno, le da los rasgos de Hércules. Sin poder -lejos de pretenderlo- reducir la po­
LEGALES EDICIONES

sición de DWORKIN a la de los realistas americanos, mantendremos aquí el nombre


de Hércules, particularmente acertado para designar a ese juez semidiós que se somete
a los trabajos agotadores de juzgar y acaba por llevar el mundo sobre sus brazos ex­
tendidos, reproduciendo así fielmente la imagen del embudo. A partir de aquí no hay
más Derecho que el jurisprudencial; es la decisión y no la ley la que crea autoridad. Al
código lo sustituye el dossier; la singularidad y lo concreto del caso se superponen a la
generalidad y abstracción de la ley. Este cambio de perspectiva nos lleva desde las ci-

200 Revue de l'École nationale de la magistrature, N° 3, junio 1990, pp. 14-15.

164
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

mas de la trascendencia de la ley hacia la inmanencia de nuestros intereses en conflic­


to. La pirámide sugería lo sagrado y lo ideal; el embudo evoca la materia, lo profano,
incluso lo alimenticio. Al predominio de una justicia inspirada por el mandato jupite-
rino, le sustituye la balanza de nuestros cálculos y compensaciones cotidianas. Podría­
mos, evidentemente, quedarnos ahí y comentar cómodamente el entrelazamiento de
estas dos figuras. No sería muy difícil mostrar cómo el modelo de la pirámide traduce
las exigencias del Estado liberal o Estado de Derecho del siglo XIX, y el modelo del
embudo, las actividades del Estado social o asistencial del siglo XX. Sería fácil con­
cluir, a continuación, que nuestra actualidad jurídica se caracteriza por una combi­
nación, variable según las ramas del Derecho, de las dos racionalidades jurídicas que
acabamos de distinguir sumariamente. De la primera habríamos heredado, junto a los
códigos y las constituciones, los principios y los conceptos que estructuran nuestra
disciplina; mientras que la segunda nos proporcionaría esos jueces que, desde la justi­
cia constitucional hasta la justicia de los procedimientos de urgencia, parecen ejercer
ahora el monopolio de la jurisdictio. Sin embargo, esto supondría salir del paso sin
demasiado esfuerzo, dejando de lado lo esencial. Todo lleva a creer, en efecto, que la
complejidad que se nos presenta es todavía mucho más grande que la sugerida por
la superposición de estos dos modelos. Además del hecho de que uno y otro han en­
trado hoy en crisis, ellos solo ofrecen representaciones empobrecidas de la situación
que pretendían describir en su época. La sociedad y el Derecho posmoderno merecen
algo mejor que ese artificio teórico. Nos encontramos entonces ante la configuración
de un nuevo modelo en el que conviene fijarse. Proponemos representar este mode­
lo bajo los rasgos de Hermes, el mensajero de los dioses201. Siempre en movimiento,

201 La figura de Hermes no es desconocida en el pensamiento jurídico. Algunos autores la evocan, aun­
que con sentidos muy diferentes de los que nos ocuparemos. L. Sala Molins (La Loi, de que 1 droit?,
París, 1977, p. 29 y ss., y p. 103 y ss.) lo presenta como el heraldo de la ley universal del deseo, que
se aprovecha de la ley política. El autor le atribuye la filosofía de Ramón Llull, con la que está de
acuerdo, y que podría expresarse en estas palabras: Yo me basto, al diablo la ley. Esta aproximación
a Hermes nos parece totalmente restrictiva; lejos de ser la expresión de una voz solipsista, Hermes
es al contrario el intérprete, el mediador, el portavoz. Según Sala Molins, ningún lugar es reservado
al diálogo y a la mediación; ya que la palabra no era más que monólogo, afirmación del yo, la ley no
será más que violencia, y el juicio, inquisición. Otro autor contemporáneo evoca igualmente a Her­
mes: R. DWORKIN (Law's empire. London, 1986, p. 317 y ss.), quien lo traza esta vez bajo los rasgos
del juez que interpreta la ley en función de la voluntad del legislador, método que critica el autor,
LEGALES EDICIONES

particularmente por la imposibilidad de identificar tal voluntad. Varios rasgos diferencian nuestro
Hermes del de DWORKIN: 1. Para DWORKIN, se trata exclusivamente de un juez, mientras que,
para nosotros, Hermes representa todo actor jurídico, todo locutor que se expresa en el discurso
jurídico, aunque sea un simple particular, a condición de que adopte la actitud hermenéutica que
representamos como la propia del modelo de Hemes. 2. Para DWORKIN, el juez Hermes se consa­
gra a interpretar la ley en el sentido correspondiente a la voluntad del legislador, mientras que, para
nuestro jurista Hermes, la voluntad del autor del texto solo representa un elemento entre otros que
concurren a determinar el sentido óptimo de las normas a interpretar. En definitiva, el juez Hermes
de Dworkin privilegia la voluntad del legislador, mientras que nuestro jurista Hermes se esfuerza
por integrar, en la construcción del sentido jurídico, las creaciones normativas que emanan de otras
fuentes como la jurisprudencia, las costumbres, las convenciones internacionales, los principios ge­
nerales del Derecho, la doctrina, etc.

165
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

Hermes está a la vez en el cielo, en la tierra y en los infiernos. Ocupa resueltamente


el vacío entre las cosas, asegura el tránsito de unas a otras. Dios de los mercaderes,
preside los intercambios; Psicopompo, conecta los vivos y los muertos; dios de los
navegantes, supera travesías desconocidas. Hermes es el mediador universal, el gran
comunicador. No conoce otra ley que la de circulación de los discursos, con la que
arbitra los juegos siempre recomenzados. Si la montaña o la pirámide convenían a
la majestad de Júpiter, y el embudo al pragmatismo de Hércules; en cambio, la tra­
yectoria que dibuja Hermes adopta la forma de una red. No tanto un polo ni dos, ni
incluso la superposición de los dos, sino una multitud de puntos en interrelación. Un
campo jurídico que se analiza como una combinación infinita de poderes, tan pronto
separados como confundidos, a menudo intercambiables; una multiplicación de los
actores, una diversificación de los roles, una inversión de las réplicas. Tal circulación
de significados e informaciones no se deja ya contener en un código o en un dossier;
se expresa bajo la forma de un banco de datos.
El Derecho posmoderno, o Derecho de Hermes, es una estructura de red que se
traduce en infinitas informaciones disponibles instantáneamente y, al mismo tiempo,
difícilmente matizables, tal como puede serlo un banco de datos. Sin embargo, para
intentar describir estos juegos del lenguaje, infinitamente complejos y enredados, pro­
pondremos algunos aspectos de lo que se podrá llamar una teoría lúdica del Derecho.
Finalmente, terminaremos dejando en toda su radicalidad la cuestión de la legitimi­
dad; pues si Hermes no es ni trascendencia ni inmanencia, sino, una vez más, se en­
cuentra entre la una y la otra (dialéctica) o, mejor todavía, paradoja (la una y la otra),
entonces tendremos que, igualmente, aprender a reformular nuestras respuestas a la
cuestión del “buen Derecho”. Pero antes de seguir con Hermes en las redes laberínticas
del Derecho posmoderno, debemos profundizar un poco en el modelo de la pirámide
y en el del embudo.

5. PERFIL DEL JUEZ Y FISCAL


La Ley de la Carrera Judicial, Ley N° 29277, en su artículo 2 regula que el perfil
del juez está constituido por el conjunto de capacidades y cualidades personales que
permiten asegurar que, en el ejercicio de sus funciones, los jueces responderán de ma­
LEGALES EDICIONES

nera idónea a las demandas de justicia. En tal sentido, las principales características
de un juez son:
Formación jurídica sólida;
Capacidad para interpretar y razonar jurídicamente a partir de casos concretos;
Aptitud para identificar los conflictos sociales bajo juzgamiento;
Conocimiento de la organización y manejo del despacho judicial;
Independencia y autonomía en el ejercicio de la función y defensa del Estado de
Derecho;

166
Ba l o t a r io d e s a r r o l l a d o p a r a l o s a s p ir a n t e s a ju e c e s y f is c a l e s

Conocimiento de la realidad nacional y prácticas culturales del lugar donde


desempeña su función;
Propensión al perfeccionamiento del sistema de justicia; y
Trayectoria personal éticamente irreprochable.
A efectos de la implementación de la presente norma, los órganos competentes
del Poder Judicial, Consejo Nacional de la Magistratura y Academia de la Magistratura
desarrollan, coordinadamente, las disposiciones previstas sobre el perfil del juez.
La Academia de la Magistratura, que forma parte del Poder Judicial, se encarga
de la formación y capacitación de jueces y fiscales en todos sus niveles para los efectos
de su selección.
Es requisito para el ascenso la aprobación de los estudios especiales que requiera
dicha Academia.
La Ley de la Carrera Fiscal, Ley N ° 30483, en su artículo 2 regula que el perfil
del fiscal está constituido por el conjunto de capacidades y cualidades personales y
profesionales que aseguran que, en el ejercicio de sus funciones, los fiscales respon­
dan idóneamente a los roles constitucionales de defensa de la legalidad, de los intere­
ses públicos tutelados por el derecho, de representación de la sociedad en juicio y de
investigación del delito. En tal sentido, las principales características de un fiscal son:
Formación jurídica sólida.
Capacidad para interpretar y razonar jurídicamente a partir de casos concretos.
Vocación de servicio a la sociedad y sentido de justicia.
Capacidad para identificar y prevenir el delito y los conflictos sociales dentro
del ámbito de su competencia.
Rectitud y firmeza para conducir la investigación a su cargo y para defender
la legalidad y el interés público.
Independencia y objetividad en el ejercicio de la función.
Conocimiento de la organización y manejo del despacho fiscal.
Conocimiento de la realidad nacional y prácticas culturales del lugar donde des­
empeñe su función.
LEGALES EDICIONES

Compromiso con la promoción y defensa de los derechos humanos.


Propensión al perfeccionamiento del sistema de justicia.
Trayectoria personal éticamente irreprochable.
Acreditar conocimientos en técnicas de investigación e interrogatorio criminal
adecuadas a la legislación penal vigente, según la especialidad que corresponda.
A efectos de la implementación de la norma mencionada, los órganos compe­
tentes del Ministerio Público, Consejo Nacional de la Magistratura y Academia de la
Magistratura desarrollan, coordinadamente, las disposiciones previstas sobre el perfil
del fiscal, según sus atribuciones.

167
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

6, DERECHOS Y DEBERES DE LOS JUECES Y FISCALES


Son deberes de los jueces (artículo 34 de la Ley de la Carrera Judicial, Ley
N° 29277):
Impartir justicia con independencia, prontitud, imparcialidad, razonabilidad
y respeto al debido proceso;
No dejar de impartir justicia por vacío o deficiencia de la ley;
Mantener un alto nivel profesional y preocupación por su permanente capacita­
ción y actualización;
Someterse a la evaluación del desempeño;
Observar estrictamente el horario de trabajo establecido, así como el fijado para
las sesiones de audiencias, informes orales y otras diligencias. El incumplimiento
injustificado constituye inconducta funcional;
Observar con diligencia los plazos legales para la expedición de resoluciones y
sentencias, así como vigilar el cumplimiento de la debida celeridad procesal. En
caso de incurrir en retardo respecto a los plazos legales, deben informar a la Ofi­
cina de Control de la Magistratura (OCMA) las razones que lo motivaron, bajo
responsabilidad disciplinaria;
Respetar estrictamente y exigir a los auxiliares el cumplimiento del horario de
trabajo para la atención del despacho, informes orales y otras diligencias;
Atender diligentemente el juzgado o sala a su cargo;
Guardar la reserva debida en aquellos casos que, por su naturaleza o en virtud de
leyes o reglamentos, así lo requieran;
Denegar pedidos maliciosos;
Sancionar a las partes cuando practiquen maniobras dilatorias;
Denunciar los casos de ejercicio ilegal de la abogacía, conductas que contraven­
gan la ética profesional y otros comportamientos delictivos de los que tomen co­
nocimiento en el ejercicio de sus funciones;
Dedicarse exclusivamente a la función jurisdiccional. No obstante, pueden ejer­
LEGALES EDICIONES

cer la docencia universitaria en materia jurídica, a tiempo parcial, hasta por ocho
(8) horas semanales de dictado de clases y en horas distintas de las que corres­
ponden al despacho judicial. Igualmente, con las mismas limitaciones, pueden
realizar labores de investigación e intervenir, a título personal, en congresos y
conferencias;
Presentar una declaración jurada de bienes y rentas al inicio del cargo, anualmen­
te, al dejar el cargo y cada vez que sus bienes y/o rentas varíen en más de un veinte
por ciento (20 %);
Residir en el distrito judicial donde ejerce el cargo;

168
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

Seguir los cursos de capacitación programados por la Academia de la Magistra­


tura y los cursos considerados obligatorios como consecuencia del resultado de
la evaluación parcial;
Guardar en todo momento conducta intachable; y
cumplir con las demás obligaciones señaladas por ley202.
Son derechos de los jueces (artículo 35 de la Ley de la Carrera Judicial, Ley
N° 29277):
La independencia en el desempeño de la función jurisdiccional. Ninguna auto­
ridad puede avocarse a causas pendientes ante ellos o interferir en su actuación;
La permanencia en el servicio hasta los setenta (70) años, de acuerdo con la
Constitución y la ley;
Ser trasladados, a su solicitud y previa evaluación, cuando por razones de salud
o de seguridad debidamente comprobadas, no sea posible continuar en el cargo;
No ser trasladados sin su consentimiento, salvo en los casos establecidos por ley;
Integrar la carrera judicial, diferenciada del régimen general del empleo público,
conforme a la naturaleza especial de las funciones jurisdiccionales y atribuciones
consagradas en la Constitución;
La determinación, el mantenimiento y desarrollo de la especialidad, salvo en los
casos previstos en la ley;
Evaluación de su desempeño a fin de identificar los méritos alcanzados, garanti­
zar la permanencia en la carrera y obtener promociones;
La protección y seguridad de su integridad física y la de sus familiares, cuando
sea necesario;
Capacitación y especialización permanentes;
Permisos y licencias, conforme a ley;
Percibir una retribución acorde a la dignidad de la función jurisdiccional y tener
un régimen de seguridad social que los proteja durante el servicio activo y la ju ­
bilación. La retribución, derechos y beneficios que perciben los jueces no pueden
LEGALES EDICIONES

ser disminuidos ni dejados sin efecto;

202 De conformidad con el Numeral 1.1 del Resolutivo del Expediente N° 00006-2009-PI-TC, publicado
el 10 de abril de 2010, se declara INFUNDADA la demanda de inconstitucionalidad respecto respec­
to de los artículos 34, inciso 15), 40, incisos 5) y 8) y 48, inciso 12) de la presente Ley, y se dispone
INTERPRETAR, de conformidad a los fundamentos 26 y 27, supra, que el concepto "lugar donde
se ejerce el cargo" previsto en el presente inciso, no se asimila al de distrito judicial (concepto de­
sarrollado en el artículo 34, inciso 5), menos aún en el caso de conurbación, ni impide que el juez
pueda tener más de un domicilio que goce de tutela constitucional, además que la prohibición de
ausentarse del lugar donde ejerce su cargo solo será válida en los horarios en que está laborando el
juez, ya de manera regular o excepcional, como cuando está de turno.

169
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

A la libre asociación. Las asociaciones de jueces se constituyen y desarrollan sus


actividades conforme a las normas establecidas en el Código Civil y se regulan
conforme a sus disposiciones estatutarias;
Recibir de toda autoridad el trato correspondiente a su investidura, bajo respon­
sabilidad;
No ser detenidos sino por orden del juez competente o en caso de flagrante delito.
En este último supuesto, deben ser conducidos de inmediato a la fiscalía com­
petente, con conocimiento del Presidente de la Corte respectiva, por la vía más
rápida y bajo responsabilidad;
Gozar de la cobertura de un seguro de vida cuando trabajen en zonas de emer­
gencia y en órganos jurisdiccionales declarados de alto riesgo por el órgano de
gobierno del Poder Judicial; y
Los demás que señalen la Constitución y la ley.
Para el caso de los Jueces Supernumerarios, los derechos enumerados serán reco­
nocidos cuando correspondan alas características propias de dicha función.
Los jueces comprendidos en la carrera judicial tienen derecho a la evaluación del
desempeño en forma periódica a través de un sistema técnico, objetivo, imparcial y
equitativo. Los resultados de las evaluaciones son publicados y constituyen el elemento
central para los ascensos y promociones (art. 36).
La especialidad de los jueces se mantiene durante el ejercicio del cargo, salvo
que, por razones de necesidad en el servicio de impartición de justicia, se requiera el
cambio de especialización. El ingreso a una función especializada no impide postular
a distinta especialidad. El juez puede recuperar su especialidad solamente cuando se
produzca vacante. En el caso de crearse nuevas especialidades, el juez podrá solicitar
su cambio de especialidad (art. 37).
La capacitación de los jueces es un derecho de su función y un factor indispensa­
ble para evaluar su desempeño. Está a cargo, fundamentalmente, de la Academia de la
Magistratura. Todos los jueces tienen el derecho a perfeccionarse y actualizarse conti­
nuamente, en igualdad de condiciones y oportunidades. La capacitación se realiza con
el objetivo de impulsar el desarrollo profesional pleno del juez y eliminar cualquier
deficiencia en el servicio de justicia. La capacitación se puede realizar a través de cur­
LEGALES EDICIONES

sos y actividades académicas que brindan la Academia de la Magistratura, universida­


des, centros de estudios especializados, así como los que se dictan periódicamente en
cada distrito judicial, (art. 38).
Son deberes de los fiscales (art. 33 de la Ley de la Carrera Fiscal, Ley N° 30483)
los siguientes:
Defender la legalidad, cumplir y hacer cumplir la Constitución Política del Perú,
la ley y las demás normas del ordenamiento jurídico de la Nación.
Perseguir el delito con independencia, objetividad, razonabilidad y respeto al de­
bido proceso.

170
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

Velar por la defensa de los derechos fundamentales y la recta impartición de jus­


ticia en el ejercicio de su función fiscal.
Respetar, cumplir los reglamentos y directivas, demás, disposiciones que impar­
tan sus superiores, siempre que sean de carácter general.
No dejar de actuar por vacío o deficiencia de la ley.
Ejercer sus funciones sobre la base de la inmediación.
Mantener un alto nivel profesional y preocupación por su permanente capacita­
ción y actualización.
Observar estrictamente el horario de trabajo establecido, así como el fijado para
los informes orales, las audiencias y otras diligencias. El incumplimiento injusti­
ficado constituye inconducta funcional.
Observar con diligencia los plazos legales para expedición de dictámenes y acusa­
ciones, así como cumplir y vigilar el cumplimiento de la debida celeridad procesal.
Respetar estrictamente y exigir a los auxiliares el cumplimiento del horario de
trabajo para la atención del despacho, emisión de dictámenes y otros actuados
fiscales. En caso de incurrir en retardo respecto a los plazos legales, deben in­
formar a las oficinas de control respectivas las razones que lo motivaron, bajo
responsabilidad disciplinaria.
Atender diligentemente el despacho fiscal.
Guardar la reserva debida en aquellos casos que, por su naturaleza o en virtud
de leyes o reglamentos, así lo requieran.
Denegar pedidos maliciosos.
Impedir que las partes practiquen maniobras dilatorias.
Denunciar los casos de ejercicio ilegal de la abogacía, de conductas que contra­
vengan la ética profesional, y otros comportamientos delictivos de los que tome
conocimiento en el ejercicio de sus funciones.
Dedicarse exclusivamente a la función fiscal. No obstante, puede ejercer la do­
cencia universitaria a tiempo parcial, hasta por ocho (8) horas semanales de
dictado de clases y en horas distintas de las que corresponden al despacho fiscal.
LEGALES EDICIONES

Igualmente, con las mismas limitaciones, puede realizar labores de investigación


e intervenir, a título personal, en congresos y conferencias.
Presentar una declaración jurada de bienes y rentas al inicio del cargo, anualmen­
te, al dejar el cargo y cada vez que sus bienes o rentas varíen en más de un veinte
. por ciento (20 %).
Residir en el distrito fiscal donde ejerce el cargo.
Seguir los cursos de capacitación programados por la Academia de la Magis­
tratura y los cursos considerados obligatorios como consecuencia del resultado
de la medición del desempeño.

171
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

Guardar en todo momento conducta intachable.


Someterse a la evaluación de desempeño.
Cumplir con los demás deberes señalados por ley.
Son derechos de los fiscales (artículo 34 de la Ley de la Carrera Fiscal, Ley
N ° 30483) los siguientes:
La independencia en el desempeño de su función fiscal.
La permanencia en el servicio hasta los setenta (70) años, de acuerdo con la
Constitución Política del Perú y la ley.
Ser trasladados, a su solicitud y previa evaluación, cuando por razones de salud
o de seguridad debidamente comprobadas, no sea posible continuar en el cargo.
No ser trasladados sin su consentimiento, salvo en los casos establecidos por ley.
Integrar la carrera fiscal, diferenciada del régimen general del empleo público,
conforme a la naturaleza especial de sus funciones y atribuciones consagradas en
la Constitución Política del Perú.
La determinación, el mantenimiento y desarrollo de la especialidad, salvo en los
casos previstos en la ley.
La evaluación integral y la medición del desempeño para los fines que correspon­
dan a cada una de ellas, tendientes al ascenso y la promoción.
La protección y seguridad de su integridad física y la de sus familiares, cuando
sea necesario.
La capacitación y la especialización permanentes.
Permisos y licencias, conforme a ley.
Percibir una retribución acorde con su función y jerarquía, y gozar de los dere­
chos laborales y previsionales, durante el servicio activo y la jubilación que les
corresponda. La retribución, derechos y beneficios que perciben los fiscales no
pueden ser disminuidos o dejados sin efecto.
La libre asociación conforme a las leyes y sus disposiciones estatutarias.
LEGALES EDICIONES

Recibir de toda autoridad el trato correspondiente a su investidura, bajo respon­


sabilidad.
No ser detenidos sino por orden del juez competente o en caso de flagrante delito.
En este último supuesto, deben ser conducidos de inmediato a la fiscalía compe­
tente, con conocimiento del Presidente de la Junta de Fiscales respectiva, por la
vía más rápida y bajo responsabilidad.
Gozar de la cobertura de un seguro de vida cuando trabajen en zonas de emer­
gencia o en distritos fiscales declarados de alto riesgo por el órgano de gobierno
del Ministerio Público.

172
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

La ejecución inmediata de los derechos declarados por un organismo de justicia


supranacional al que el Estado peruano se haya adherido y ratificado, ya sea por
acuerdo de solución amistosa o por sentencia de fondo.
Los demás que señalen la ley y la Constitución Política del Perú.
Los fiscales comprendidos en la carrera fiscal tienen derecho a la evaluación in­
tegral del desempeño en forma periódica a través de un sistema técnico, objetivo, im ­
parcial y equitativo. Los resultados de las evaluaciones son publicados y constituyen el
elemento central para los ascensos y promociones (art. 35).
La especialidad de los fiscales se mantiene durante el ejercicio del cargo, salvo que
por razones de necesidad en el servicio fiscal se requiera el cambio de especialización.
Se exceptúan a los fiscales supremos. El ingreso a una función especializada no impide
postular a distinta especialidad. El fiscal puede recuperar su especialidad solamente
cuando se produzca vacante. En el caso de crearse nuevas especialidades, el fiscal pue­
de solicitar su cambio de especialidad (art.36).
La capacitación de los fiscales es un derecho de su función y un factor indispen­
sable para medir su desempeño. Está a cargo, fundamentalmente, de la Academia de la
Magistratura. Todos los fiscales tienen el derecho a perfeccionarse y actualizarse conti­
nuamente, en igualdad de condiciones y oportunidades. La capacitación se realiza con
el objetivo de impulsar el desarrollo profesional pleno del fiscal y eliminar cualquier
deficiencia en el servicio de justicia. La capacitación se puede realizar a través de cur­
sos y actividades académicas que brindan la Academia de la Magistratura, universida­
des, centros de estudios especializados, así como los que se dictan periódicamente en
cada distrito judicial (art. 38).

? e LA CELERIDAD Y ECONOMÍA PROCESAL


La duración del proceso y su onerosidad resultan ser las preocupaciones centrales
del principio de economía procesal. Consecuentemente la economía de gastos y la eco­
nomía de esfuerzos deben ser capítulos importantes para comprenderlo203.
Palacio enseña que este principio es comprensivo de todas aquellas previsiones
que tienden a la abreviación y simplificación del proceso, evitando que su irrazonable
prolongación torne inoperante la tutela de los derechos e intereses comprometidos en
LEGALES EDICIONES

él. Y agrega que son variantes de este principio los de concentración, eventualidad,
celeridad y saneamiento.
Por su parte GOZAÍNI hace referencia a que este principio es una regla de los
procedimientos, y que como tal puede manifestarse en forma tal de orientar la tenden­
cia que se quiere asegurar en la regularidad de la instancia. Podrá ser en algunos casos

203 AA. VV., "'Principios Procesales: Economía Procesal" En: Colección de Análisis Jurisprudencial. Ele­
mentos de Derecho procesal civil. Director: Osvaldo Alfredo Gozaíni, Ed. La Ley, Bs. As. 2002, p. 139.
Fallo Comentado: Corte Suprema de Justicia de la Nación (CS) 1993/04/27 Dimensión Integral de
Radiodifusión S.R.L. c. Provincia de San Luis.

173
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

el acceso a la justicia, siendo relevante el tema de la “economía de gastos” necesarios


para “hacerse oír”; o el tiempo para las actuaciones con el objeto de lograr rapidez y
celeridad en el camino hacia la sentencia; no descartándose otras ramificaciones del
principio necesarias para implementar uno u otro objetivo, como acentuar la rigidez
con otras reglas, así la preclusión, la concentración de actos procesales, la adquisición
o el propio impulso procesal204.
Afirma PODETTI que el juego constante de los principios procesales opuestos es
lo que puede dar elasticidad al proceso, deteniéndose principalmente en la oposición
entre el principio de celeridad y el de formalismo. Refiere que históricamente, cuando
la jurisdicción no había sido delegada, es decir, en las épocas patriarcales, cuando el
jefe o caudillo impartía la justicia, la celeridad llegaba a su expresión máxima y casi no
existían los formalismos. En los primeros periodos de la jurisdicción delegada, cuando
el monarca o soberano vigila directamente al juez, la celeridad continúa siendo un ele­
mento fundamental del proceso y el formalismo es escaso. Pero cuando el juez delegado
va perdiendo contacto con el soberano, los formalismos, como prevención de la injus­
ticia y de la arbitrariedad, aumentan, en perjuicio de la celeridad del litigio. Debe, pues,
considerarse como un índice de la confianza colectiva en los magistrados, la disminu­
ción de los formalismos a favor a la celeridad. Pero evidentemente el factor humano,
falible por naturaleza, obliga a que los formalismos se mantengan indefectiblemente.
De modo que podemos advertir que este principio, abarcador también de otra
serie de “subprincipios”, tiene básicamente dos preocupaciones centrales. Por un lado
la de escatimar en gastos dinerarios, enfocando el interés básicamente en los costos del
proceso (sellado judicial, honorarios, etc.), y en el ahorro de “tiempo”. Ambos extre­
mos se perciben como los estereotipos sobre los cuales la sociedad fija su noción de
administración de justicia rápida y/o eficaz. En efecto, está por demás trillada, y con
razón, la idea de que una justicia lenta, y podemos agregar nosotros “costosa”, no es
verdaderamente “justicia”.
Cuando hablamos entonces de “economía de gastos”, debemos referirnos a que el
“costo” dentro del proceso ha sido desde siempre un tema de gran preocupación en el
espectro político y social, pues ha sido visto por muchos autores como una verdadera
valla en el acceso a la jurisdicción. El proceso debe tener entonces un “costo razonable”,
no confundiéndolo con la idea de “gratuidad”, pues también es cierto que la experien­
LEGALES EDICIONES

cia y comparación con otros sistemas, han demostrado que la gratuidad de la justicia
trae mayores complicaciones que soluciones al problema de acceso a la justicia, pues
el tener libre acceso a la jurisdicción sin costo alguno, dio como reflejo el crecimiento
geométrico de la litigiosidad. Luego, la ausencia de otro tipo de consecuencias a las
del simple hecho de perder el pleito, anima los excesos del justiciable aventurando que
lleva al proceso al plano del ilícito procesal o del abuso del proceso.

204 Cfr. GOZAÍNI, Osvaldo A., "El principio de economía procesal" En: Sup. Doctrina Judicial Procesal
2012 (noviembre), 1, Ed. La Ley, Bs.As., 2012.

174
Ba l o t a r io d e s a r r o l l a d o p a r a l o s a s p ir a n t e s a ju e c e s y f is c a l e s

Se debe entender por “costo razonable” el importe que pueda soportar cualquier
individuo para tener acceso a la jurisdicción, según las condiciones socioeconómicas
en las que se encuentre. Ahora bien el quid será determinar el alcance de dicho valor
para que el mismo no llegue a la onerosidad desproporcionada, alejando al justiciable
de los beneficios que obtiene para la tranquilidad social, la decisión emitida por el juez.
Hace operativo este aspecto de este principio la posibilidad de peticionar el “be­
neficio de litigar sin gastos”, en donde quien verdaderamente se encuentra imposibili­
tado económicamente de afrontar los gastos de un proceso, demostrando tal situación
puede aun así acceder a la jurisdicción exento del pago de gastos.
Sin embargo, es un deber permanente del juez, como director del proceso, evitar
gastos superfluos para el proceso. Este podrá cumplir con él por ejemplo, cuando en
materia probatoria, elimine toda aquella que resulte inconducente o carente de utili­
dad para la resolución de la controversia.
Por otro lado, en cuanto a la “economía de tiempo” o de “esfuerzos”, debemos
considerar dos aspectos vitales para la eficacia del proceso: que este sea terminado en
el plazo más breve posible, y que ello se logre con la menor cantidad de actos posibles.
Son por lo tanto la celeridad y concentración, principios consecuentes respecto de esa
finalidad. Se tiene por mira el objetivo de lograr un proceso ágil, rápido y efectivo,
empleando el menor tiempo posible. Ello se podrá lograr, entre otras cosas, poniendo
énfasis en la conducta a observar por las partes y en la simplificación del procedimien­
to, extremos que el juez debe observar permanentemente.
El principio de economía procesal orienta entonces al justiciable para obrar
con interés y celeridad, poniéndole condiciones técnicas a sus actos, pero actuando
siempre con buena fe. En este sentido la ética profesional juega una carta importante.
Mediante el principio de celeridad se intenta impedir la prolongación innece­
saria de los plazos y eliminar trámites procesales superfluos y/u onerosos. La inci­
dencia del tiempo tiene una garantía genérica en el “plazo razonable” que se exige
para todo tipo de proceso. Su desarrollo debe producirse evitando dilaciones inne­
cesarias, demoras imprudentes, o periodos prolongados sin otro fundamento que la
LEGALES EDICIONES

mera actuación.
La buena fe procesal es primordial, y todo acto de temeridad, malicia y mala fe,
debería ser sancionado duramente por los magistrados, quienes desde luego, no deben
dejarse llevar permanentemente por el obrar dilatorio que asumen muchos litigantes
que, conocedores de la falta de razón con la que actúan, optan por encarar maniobras
tendientes solo a ensuciar el juicio. Al respecto, refiere VIGO que: “el proceso debido
tiene un cierto ritmo y es necesario que su conclusión resulte oportuna, toda conduc­
ta que altera ese ritmo, prolongando el proceso más de lo razonable, atenta contra
la seguridad jurídica que genera la sentencia judicial al definir equitativamente los

175
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

derechos y obligaciones de las partes, y además provoca una justicia tardía que por ser
tal puede llegar a ser injusta”205.

8. MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LOS JUICIOS PARALELOS


Los medios de comunicación desempeñan funciones de vital importancia en el
Estado democrático contemporáneo. Una de las más trascendentes es la de velar por
la legitimidad democrática del poder judicial o, lo que es lo mismo, controlar que las
decisiones judiciales se ajusten a la ley. Lo que ocurre es que, al informar sobre asuntos
sub judice, los medios pueden inducir en la opinión pública un veredicto anticipado
de culpabilidad de una persona, con grave menoscabo de sus derechos fundamentales
a la defensa, al honor y a la presunción de inocencia. A nadie se le oculta la negativa
influencia que el juicio paralelo puede ejercer sobre la investigación judicial en curso
y sobre la independencia e imparcialidad de los jueces profesionales o de los jurados.
Reconoce la actual Constitución el derecho de todos a un proceso con todas las
garantías, estableciendo el principio de publicidad de los procesos. Se trata de que
terceras personas (el público) tengan la posibilidad de presenciar las actuaciones pro­
cesales, con las excepciones que prevean las leyes de procedimiento para salvaguardar
los intereses de las partes o los fines del proceso.
La publicidad de las actuaciones procesales es una conquista del pensamiento
ilustrado. Frente a la “justicia de gabinete” del antiguo régimen, el movimiento liberal
apostó por la publicidad del procedimiento como garantía de los derechos naturales,
inalienables y sagrados del hombre frente al arbitrio judicial y eventuales manipulacio­
nes gubernamentales en la constitución y funcionamiento de los tribunales, así como
medio para el fortalecimiento de la confianza del pueblo en la administración de jus­
ticia en tanto instrumento de control popular sobre la misma206. Como consecuencia
de estos postulados ideológicos, el derecho a ser juzgado mediante un proceso público
y ante un tribunal imparcial pasó a incluirse en la parte dogmática de los textos fun­
dacionales del constitucionalismo. El ciudadano ha de estar informado del funciona­
miento de la justicia porque sus derechos fundamentales y la legitimidad democrática
del Poder Judicial así lo exigen.
Dicho esto, a nadie se le oculta que los medios de comunicación juegan hoy un
LEGALES EDICIONES

papel fundamental en la realización de este principio constitucional. Como han re­


conocido tanto el Tribunal Europeo de Derechos Humanos como el Tribunal Cons­
titucional español, “el principio de publicidad de los juicios (...) implica que estos
sean conocidos más allá del círculo de los presentes en los mismos, pudiendo tener

205 VIGO, Rodolfo Luis. Ética del Abogado. Conducta procesal indebida. Reimpresión, Ed. Abeledo-
Perrot, Bs.As., 1997, p. 106.
206 Sobre ello LÓPEZ ORTEGA, J. J., "La dimensión constitucional del principio de publicidad de la justi­
cia". En: Revista del Poder Judicial, XVII (Número especial/Justicia, Información y Opinión Pública),
Consejo General del Poder Judicial, Madrid 1986, pp. 39-58.

176
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

una proyección general”207. Y esta proyección no puede hacerse efectiva más que con
la asistencia de medios de comunicación social, en cuanto que tal presencia permite
adquirir la información en su misma fuente y transmitirla a cuantos, por una serie
de imperativos de espacio, tiempo, distancia, quehacer, etc., están en la imposibilidad
de hacerlo.
Sin embargo, en ocasiones, al informar sobre asuntos sub judice, se sustituye la
jurisdicción estatal por el juicio mediático. En este sentido, hablamos de juicios para­
lelos cuando los medios de comunicación asumen un papel que está asignado consti­
tucionalmente a los jueces y magistrados que integran el Poder Judicial del Estado. No
hay juicio paralelo cuando la investigación periodística descubre asuntos y situaciones
ilegales que acaban posteriormente en los tribunales, pues en tales casos los medios de
comunicación cumplen su función constitucional. Pero una vez iniciadas las actuacio­
nes judiciales, la frontera hasta donde debe llegar la información se hace menos nítida.
En verdad, el juicio paralelo en los medios puede alcanzar diversas intensidades.
En su máxima expresión se llega a buscar testigos y pruebas a fin de confrontar las
declaraciones de acusados, acusadores y peritos, lo que plantea problemas de relevan­
cia constitucional. Uno de los más trascendentes es la vulneración de los derechos al
honor, a la presunción de inocencia y a la defensa, pues se puede inducir en la opinión
pública un veredicto anticipado de culpabilidad de una persona sin que esta pueda
disfrutar de las garantías que recoge la Constitución. Otro grave problema es la posible
influencia de estos juicios paralelos sobre la imparcialidad de los jueces profesionales o
la de los ciudadanos que forman un jurado. Sin olvidar la perturbación que la informa­
ción de tribunales puede causar en el desarrollo de la investigación judicial.
Se plantea con ello un conflicto entre las reglas de funcionamiento de la Admi­
nistración de Justicia y la libertad de información, que ha de resolverse concillando la
función constitucional de la justicia con la de los medios de comunicación. Resulta im ­
prescindible evitar la sustitución de los jueces por la prensa, pero ello no debe ser una
excusa para limitar el derecho de crítica pública a la justicia208 ni, por supuesto, limitar
la publicidad de las actuaciones judiciales que consagra nuestro texto constitucional.
Hay que conciliar la libertad de información con otros derechos, bienes y valores del
mayor respeto y dignidad.
A falta de un precepto concreto que regule o limite la actuación de los medios
LEGALES EDICIONES

de comunicación, la solución pasa necesariamente por el principio de proporciona­


lidad209, ya que no cabe suprimir indiscriminadamente la información de tribunales

207 STC 30/1982, del 1 de junio. Por lo que se refiere a la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Dere­
chos Humanos, véase la sentencia Weber c. Suiza, del 22 de mayo de 1990.
208 GIMENO SENDRA, V., "La sumisión del juez a la crítica pública", En: Revista del Poder Judicial, cit., pp.
295-306.
209 Sobre la significación jurídico-constitucional del principio de proporcionalidad, MEDINA GUERRE­
RO, M., La vinculación negativa del legislador a los derechos fundamentales. McGraw-Hill, Madrid,
1996, pp. 117-145.

177
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

ni tampoco admitir, en virtud de una deficiente comprensión de la libertad de infor­


mación, una publicidad incontrolada que atente contra derechos fundamentales, la
imparcialidad de la justicia y las garantías del fa ir trial.
Es doctrina constitucional que los derechos fundamentales, como todos los
derechos subjetivos, no son derechos que puedan ejercitarse sin límite ninguno. Su
ejercicio está sujeto a límites más allá de los cuales resulta ilegítimo. Se ha llegado
incluso a reconocer la existencia de límites al ejercicio de los derechos que, aunque
no se encuentran previstos de manera expresa, vienen impuestos por la propia lógica
de nuestro sistema constitucional. Ahora bien, no cualquier bien o principio jurídi­
camente protegible puede actuar como límite de los derechos fundamentales. Si así
fuera, resultaría sencillo vaciar de contenido tales derechos mediante la invocación
de esos supuestos principios o bienes. Los límites implícitos a los derechos funda­
mentales, esto es, los no contemplados de manera expresa, han de basarse siempre en
bienes constitucionalmente protegidos. En todo caso, no hay que olvidar que tanto en
la determinación de cuáles son los posibles fundamentos de los límites a los derechos
fundamentales como en la ponderación entre los límites constitucionalmente posibles
y los propios derechos ha de tenerse muy presente la fuerza expansiva de los derechos
fundamentales, interpretando, pues, restrictivamente sus límites, que deben resultar
proporcionales de cara a obtener el fin que persiguen.

9* LA DOCTRINA JURISPRUDENCIAL

A. LAS SENTENCIAS NORMATIVAS


Se trata de un conjunto de sentencias a través de las cuales el organismo jurisdic­
cional constitucional ha establecido normas jurídicas o mandatos generales de obliga­
torio cumplimiento, como medida adicional o alternativa a la declaración de incons-
titucionalidad de una ley, con el objeto de evitar que el vacío jurídico originado por la
expulsión del ordenamiento jurídico de la norma cuestionada, genere una afectación
mayor al ordenamiento constitucional.
El Tribunal Constitucional se refiere al conjunto de estas sentencias como senten­
cias interpretativas-manipulativas o normativas. Y agrupa a las sentencias interpreta­
tivas, aditivas, sustitutivas, de mera incompatibilidad y exhortativas.
LEGALES EDICIONES

En el Exp. N° 010-2002-AI, seguidos por Marcelino Tineo Silva y más de 5,000


ciudadanos, sobre acción de inconstitucionalidad interpuesta contra los Decretos
Leyes N°s 25475,25659,25708 y 25880, así como contra sus normas complementarias
y conexas, el Tribunal Constitucional, por vez primera, dejó sentada su posición en
relación con los tipos de sentencias que puede emitir. En el numeral 33 de los funda­
mentos de la referida sentencia, se menciona que esta es una “sentencia estipulativa”,
puesto que expone los conceptos, alcances y efectos de ella.
Todos esos tipos de sentencias se sustentan en la necesidad de no crear vacíos
legislativos o generar peores efectos que los que se podrían producir con la declaración

178
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

de la inconstitucionalidad de una disposición legal. Asimismo, al igual que cualquier


sentencia constitucional, ellas vinculan a los poderes públicos, y si bien no determinan
un plazo concreto o determinado dentro del cual deba subsanarse la omisión, trans­
currido un plazo razonable.
Son aquellas, nos dice GARCÍA TOMA, en las que el órgano de control de la cons-
titucionalidad detecta y determina la existencia de un contenido normativo inconsti­
tucional dentro de una ley cuestionada. En ese caso, procede a la transformación del
significado de la parte infecta a efectos de evitar su eliminación del ordenamiento jurí­
dico. En ese sentido, DÍAZ REVORIO señala que mediante la utilización de este tipo de
sentencias, las leyes impugnadas de inconstitucionalidad salen del proceso constitucio­
nal con un alcance y un contenido normativo diferentes a los que tenían originalmente.
Así, la modificación del contenido normativo no obsta para que se deje inalterable la
vigencia y validez del texto cuestionado. Esto puede producirse en función de algunas
de las modalidades siguientes: las sentencias reductoras, las sentencias aditivas, las sen­
tencias sustitutivas, las sentencias exhortativas y las sentencias estipulativas.
La existencia de las denominadas sentencias manipulativas se justifica por la ne­
cesidad de evitar los efectos perniciosos que pueden presentarse en determinadas cir­
cunstancias como consecuencia de los vacíos legales que surgen luego de la expulsión
de una norma del ordenamiento jurídico. La experiencia acredita que, residualmente,
la declaración de inconstitucionalidad de una ley puede terminar siendo más gravosa
-desde un punto de vista político, jurídico, económico o social- que la propia perma­
nencia de aquella dentro del ordenamiento constitucional. Así, pues, los efectos de
dicha declaración pueden llevar a que durante un tiempo se produzca un vacío legisla­
tivo que dañe de alguna manera la coexistencia en el campo político, económico, etc. A
raíz de lo expuesto, aparecen las denominadas sentencias manipulativas, lo que supone
llevar a cabo líneas de interpretación y adaptación de una ley acusada de ser contraria
a la Constitución, con la finalidad de hacerla compatible con esta. Es por medio de
dicho esfuerzo que se salva la vigencia de la ley, aunque subordinándola a los cánones
de la Constitución. En este caso, se restablece la “soberanía de la Constitución” por
medio de la transformación del significado de la ley. La elaboración de estas sentencias
está sujeta -alternativa o acumulativamente- a dos tipos de operaciones: la ablativa y
la reconstructiva. La operación ablativa o de exéresis consiste en reducir los alcances
LEGALES EDICIONES

normativos de la ley impugnada eliminando del proceso interpretativo alguna palabra


o hasta una norma cuya significación esté en contradicción con la Constitución. Para
tal efecto, se declara la nulidad de las expresiones impertinentes, hecho que genera un
cambio radical del contenido preceptivo de la ley. La operación reconstructiva o de re­
posición consiste en consignar el alcance normativo de la ley impugnada agregándole
un contenido y un sentido de interpretación que no se desprende del texto por sí mis­
mo. En este caso, el órgano de control de la constitucionalidad aparece residualmente
llevando a cabo una actividad paralegislativa. La existencia de este tipo de sentencias
se justifica por la necesidad de evitar los efectos perniciosos que puedan presentarse
en determinadas circunstancias como consecuencia de los vacíos legales que surgen

179
Balotario desarrollado para los aspirantes a jueces y fiscales

luego de la expulsión del ordenamiento jurídico de una ley o norma con rango de ley
Tales circunstancias tienen que ver con la existencia de dos principios rectores de la
actividad constitucional-jurisdiccional, a saber; el principio de conservación de la ley
y el principio de interpretación desde la Constitución.

B. LOS PRECEDENTES
El ordenamiento jurídico nacional deviene de los principios del derecho romano-
germánico basado muchos de ellos en el Código de Napoleón y el Código de Andrés
Bello con un rigorismo apegado a las fuentes formales del Derecho en su sentido mate­
rial como lo son: la Constitución, la Ley, los Decretos y las demás normas positivas del
ordenamiento vigente y se tenía como fuentes auxiliares, la jurisprudencia, los prin­
cipios generales del derecho, entre otros, sin vinculación obligatoria para el operador
judicial El precedente judicial es propio del principio del store decisis perteneciente
al case law del sistema jurídico anglosajón.
Los precedentes son herramientas jurídicas, mediante las cuales los jueces to­
man decisiones basadas en casos ya tratados con anterioridad, y con los que se guarda
una relación de semejanza. Con ello, se entiende que éstos -los precedentes- no son
creados de la noche a la mañana, sino que se van dando durante el correr del tiempo,
siempre con relación a los casos que se vayan presentando.
Así con los precedentes se producen normas obligatorias aunque se aparte de la
ley, en ese sentido asumimos que en una sociedad tan cambiante como en la que nos
encontramos hoy en día, las situaciones que se presentan en un caso determinado,
muchas veces desobedece la lógica que se perseguía en la decisión de una sentencia
anterior respecto al mismo tema en conflicto, provocando que el resultado de esta
decisión sea distinta ahora.

C. LA DOCTRINA JURISPRUDENCIAL VINCULANTE


Nuestro Código Procesal Constitucional, en los artículos VII y VI de su Título
Preliminar, ha introducido las figuras del precedente constitucional vinculante y de la
llamada “doctrina jurisprudencial”, sostiene ÚRSULA INDACOCHEA210, ambas con
distintos alcances en cuanto a la intensidad de la vinculación que generan respecto
de los demás órganos jurisdiccionales, y de los poderes públicos en general. Se trata,
LEGALES EDICIONES

en ambos casos, de distintas variaciones de la figura del precedente vinculante -bin-


ding precedent-, propio de la tradición jurídica del common law, en donde la figura
del Juez tiene un papel central. La introducción de estas figuras en un ordenamiento
como el peruano, de tradición jurídica europeocontinental, e insertado en la familia
jurídica del civil law, exige una reflexión crítica a partir de la teoría de las fuentes del
Derecho, con un objetivo práctico: (i) brindar claridad acerca de su ubicación en el
sistema de fuentes del Derecho peruano; (ii) dilucidar las relaciones de esta figura con

210 THÉMIS-Revista de Derecho 67. 2015. pp. 309-318. ISSN: 1810-9934.

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Balotario desarrollado p a r a los aspirantes a jueces y fiscales

otros parámetros normativos con los que puede entrar en conflicto -com o la ley-; y,
finalmente y a la postre, (iii) construir una teoría general que sea capaz de integrarlas
armónicamente y explicar el sistema de relaciones que surge de su interacción. En esa
línea, el presente trabajo pretende ser el primer paso de una reflexión más amplia en
ese sentido, abordando el tema de la jurisprudencia constitucional en general, y de
ambas figuras en particular, como “fuentes del Derecho”.
La doctrina jurisprudencial apunta a satisfacer la exigencia de predictibilidad de
la decisión judicial, en tanto determina reglas a aplicar a los casos concretos, reducien­
do de forma positiva el carácter discrecional del juez al momento de decidir.

10. EL CONTROL DE LA MOTIVACIÓN DE LAS DECISIONES JUDICIA­


LES Y FISCALES
La obligación de motivar las resoluciones, comprende el derecho a obtener una
resolución fundada en derecho de los jueces y tribunales, determina la necesidad que
las resoluciones judiciales contengan una motivación suficiente. Siendo que este re­
quisito halla su fundamento en la necesidad de conocer el proceso lógico-jurídico que
conduce al fallo, y de controlar la aplicación del derecho realizada por los órganos ju­
diciales a través de los oportunos recursos, a la vez que permite contrastar la razonabi-
lidad de las resoluciones judiciales, y tiene como fin permitir el más completo ejercicio
del derecho de defensa por parte de los justiciables. De este modo, se autolegitiman las
decisiones judiciales en la solvencia de los fundamentos jurídicos, en caso contrario se
configurarían arbitrariedades.
Expresa MOVILLA ÁLVAREZ211, la independencia de los jueces debe enten­
derse como la instauración de aquellas condiciones individuales y estructurales que
permitan una actuación jurisdiccional sometida únicamente al mandato de la ley;
en consecuencia, las decisiones jurisdiccionales que emiten los jueces gozan de esta
independencia y autonomía. Ahora bien, la otra cara de la moneda es la responsa­
bilidad que el juez asume por las decisiones que toma; es decir, que si bien el juez
goza de independencia para el uso de su criterio jurisdiccional, el mismo no puede
ser usado arbitrariamente; por tal razón, la actuación jurisdiccional puede y debe
ser controlada.
LEGALES EDICIONES

La exigencia de la motivación escrita de las resoluciones judiciales en todas las


instancias, con excepción de los decretos de mero trámite, es un derecho de los ciu­
dadanos, que se encuentra contemplado en el artículo 139 inciso 5 de la Constitución
Política del Estado, y si bien es cierto los jueces gozan de discrecionalidad, deben evitar
la arbitrariedad siendo necesaria motivación de las decisiones judiciales. Mientras me­
jor motivada se encuentre una decisión, mayor será la legitimidad del decisor racional
ante la sociedad y por el contrario; un juicio de valor arbitrario, carente de sustento

211 MOVILLA ÁLVAREZ C. "Responsabilidad del Juez". En: Poder Judicial V. especial, Dirección Consejo
General del Poder Judicial de España, p 161.

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