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Considero que para decidir de qué lado está uno es clave tener en cuenta que hay cuatro
modelos para abordar el asunto de la terminación voluntaria del embarazo y que cada uno
tiene su lógica propia.
Uno es el de la penalización del aborto en todas las circunstancias, es decir, en todos los
casos en los que no se presenten causales que justifiquen la actuación (legítima defensa o
necesidad de salvar la vida de alguien) y que la misma se haya cometido por dolo o culpa
(la persona que cometió el acto era capaz de entender lo que hacía o debía prever las
consecuencias de sus actos) en Colombia la edad legal para la responsabilidad penal son
los 18 años, antes de eso, entre los 14 y 18 años,se estaría sometido al sistema de
responsabilidad penal de adolescentes. Está era la situación en Colombia antes de 2006, en
Chile hasta finales de 2017, y en El Salvador hasta el día de hoy. Este esquema supone
que la libertad que tienen las personas para decidir el número y espaciamiento de sus hijos,
garantizado en la Convención de Derechos Civiles y Políticos suscrita por la mayoría de los
países del mundo, se ejerce cuando se establece en los Códigos Penales el delito de
violación y se castiga a quienes fuerzan a otros a tener relaciones sexuales sin su
consentimiento. En esta postura, toda libertad se entrega después de tener una relación
sexual y aún si la relación no fue consentida se considera que la sanción no debe asumirla
el producto de la gestación sino el violador y la mujer al verse obligada a gestar.
La única sentencia colombiana que intentó dar este argumento, la C-013 de 1997, citó una
encíclica papal diciendo que la maternidad santifica. Más allá del problema de la violación
está el de la imperfección de los sistemas anticonceptivos y los riesgos que los embarazos
suponen para la salud de las mujeres. En este primer esquema, todas las consecuencias de
la relación sexual recaen sobre el cuerpo de las mujeres que, como dijo la misma Corte
Constitucional en la sentencia C-355 de 2006, terminan convertidas en verdaderas
incubadoras.
Los otros dos modelos son los que han adoptado la mayoría de los países.
3. Uno de ellos se conoce como el modelo de indicaciones, en nuestro caso conocido como
modelo de las causales. En este caso se considera que aunque puede limitarse la libertad
para decidir el número y espaciamiento de hijos por el hecho de la concepción, esta
limitación no puede llegar a desconocer que hay situaciones (indicaciones o causales) que
suponen una carga demasiado alta para las mujeres: llevar a término un embarazo
sabiendo que el fruto de la gestación no sobrevivirá, asumir la muerte o secuelas
permanentes en la salud después de terminar el embarazo, o llevar a término un embarazo
resultado de una violación. Dado que estas situaciones pueden aparecer en cualquier
momento en el embarazo, este modelo no tiene “plazos” o límites de semanas: puede
solicitarse la interrupción del embarazo cuando la situación afecta la decisión de la mujer de
gestar. De hecho muchas de las malformaciones que son incompatibles con la vida
solamente pueden descubrirse entre el segundo y tercer trimestre de embarazo. . Las
complicaciones para la salud de la madre también pueden aparecer muy tarde.
4. El otro modelo es el de plazos. En este caso, se da vía libre para terminar los embarazos
en las primeras once o catorce semanas de gestación y se adoptan indicaciones para las
semanas entre catorce y veinticuatro. La idea aquí es garantizar que las personas que no
quieren continuar con sus embarazos por las razones que sean, puedan tomar decisiones
informadas y rápidas que resultan poco costosas para el sistema de salud y para el sistema
judicial. La vigilancia y restricciones aparecen cuando el embarazo está avanzado porque
se supone que las ocho o diez semanas que se tuvieron para tomar la decisión fueron
suficientes. La libertad del primer período se compatibiliza entonces con la rigidez del
segundo período limitando el acceso a la IVE después de terminado este plazo. En este
modelo, se prioriza el tiempo sobre el advenimiento de una situación que cambie la decisión
de gestar; además de pretender el funcionamiento perfecto de los sistemas sanitarios de tal
manera que los trámites no terminan superando el plazo establecido.
Teniendo en cuenta lo anterior, es importante hablar del contexto del aborto en Colombia.
Según el Ministerio de Salud, el aborto o IVE es un derecho fundamental y se protegen
además los derecho a la vida, la salud, la integridad, la autodeterminación, la intimidad y
dignidad de las mujeres y cuerpos gestantes. Este procedimiento consiste en ponerle fin de
manera consciente a un embarazo en curso.
Desde el 2006, con la sentencia C-355 de 2006 la Corte Constitucional abrió la puerta al
IVE, permitiendo realizar el procedimiento cuando se está inmersa en alguna de estas tres
circunstancias:
Si se está afiliada a la seguridad social, se puede solicitar el aborto a la EPS. De no ser así,
la mujer tiene derecho a solicitarlo en el hospital público más cercano. Es un procedimiento
incluido dentro del Plan obligatorio de Salud (POS). Se puede solicitar de manera escrita o
verbal y las IPS-EPS están obligadas a realizarlo si se encuentra dentro de las
circunstancias delimitadas por la Corte.
Los prestadores directos del servicio- los médicos- son los únicos que pueden objetar
conciencia y de hacerlo, la institución para la que trabajen debe garantizar que se remita a
otro médico o IPS para que se realice la IVE.
Aunque la sentencia proporciona las condiciones para que una mujer interrumpa su
embarazo en alguna de las tres condiciones, en la práctica, múltiples barreras sociales e
institucionales persisten y obstaculizan a las mujeres el ejercicio de su derecho, sobre todo,
las mujeres más pobres y en zonas rurales. La Corte Constitucional en más de trece
sentencias se ha pronunciado para señalar que las mujeres tienen un verdadero derecho a
interrumpir sus embarazos en los casos en los que el aborto fue despenalizado en
Colombia, es decir, que pueden exigir del sistema de salud que les preste un servicio en
condiciones dignas, seguras y sin discriminación.
A pesar de que la Constitución proclama que Colombia es un país laico, la religión sigue
marcando las directrices de la política de educación sexual en el país. Por esta razón es
que aún hoy en día muchas mujeres siguen teniendo conceptos erróneos con respecto a la
sexualidad y el consentimiento. Es en este contexto donde metodos como el limón, el uso
de ramas de apio, ganchos de ropa, latas de cerveza o ponerse de cabeza después de la
eyaculación masculina se creen métodos anticonceptivos o abortivos. En este sentido, la
desinformación sigue siendo la situación generalizada por la que atraviesan las niñas,
jóvenes y mujeres adultas en el país, y sin miedo a equivocarnos, con mucha mayor
gravedad en los sectores rurales que en los urbanos.
Las diferencias observadas por estrato cuando las adolescentes alcanzan los 17 años son
enormes: mientras que 13% de las del estrato bajo ya habían comenzado su vida
reproductiva, menos de 4% había hecho lo mismo en el estrato medio y alto. La precaria
educación sexual que se recibe en Colombia se convierte en un problema que profundiza
las barreras socioeconómicas ya existentes, debido a que los estratos que se ven afectados
son los más bajos, los que no tienen las condiciones óptimas para sostener hogares de 2 o
más hijos, sumándole a esto las consecuencias de los embarazos adolescentes, entre las
cuales se encuentra la deserciòn escolar, mortalidad neonatal, pérdida de futuras
oportunidades económicas y dificultades emocionales, físicas y financieras. En definitiva, las
directrices de la educación sexual tienen efectos desiguales y generan tensiones
socioeconómicas, que por lo general no son tenidas en cuenta en el marco del análisis que
se suele hacer alrededor del tema en cuestión.
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), en los países donde las mujeres tienen
acceso a servicios seguros, la probabilidad de muerte como consecuencia de un aborto es
de 1 por cada 100.000 procedimientos (Francia, Canadá, Rusia, Uruguay). Sin embargo,
según cifras del Instituto Guttmacher1, el 53% de las mujeres pobres rurales en Colombia
1
Estudio del 2017
sufren complicaciones graves al practicarse abortos de alto riesgo, y las mujeres en general
tienden a no tener las condiciones necesarias para los cuidados post aborto. Esto les
genera graves problemas de salud a largo plazo, cuando no la muerte.
La falta de estadísticas oficiales sobre muertes por abortos mal practicados no ha permitido
dimensionar el problema en un país donde más del 50% de los embarazos no son
deseados, de acuerdo con la encuesta nacional de demografía y salud. Además el 17,4%
son hijos de madres adolescentes. De acuerdo con la Fundación Sentiido, por año, en
Colombia se practican aproximadamente 400.000 abortos, de los cuales en el 2017, 10.517
se ejecutaron en el marco de la sentencia. Y según la encuesta nacional de demografía y
salud, solo el 5% de los encuestados conocen las tres causales para poder acudir a un
aborto legal en el país.
La legalización del aborto debe traer consigo políticas integrales de educación sexual y
reproductiva, junto con el acceso a anticonceptivos de calidad, brindando las opciones más
acordes con las necesidades de cada persona. También deben desarrollarse campañas de
concientización con respecto a los riesgos de una sexualidad irresponsable. Así entonces,
la legalización del aborto no se puede contemplar al margen de una política pública integral
preventiva, que acompañe a la mujer como sujeta de derechos en la construcción libre de
una identidad sexual responsable, cuidadosa y autodeterminada.
No es un secreto que en una sociedad patriarcal como Colombia, es la mujer la que asume
la mayor carga de la gestación y las consecuencias económicas de la maternidad, esto
debido a que la economía de cuidado no es tenida en cuenta oficialmente dentro de las
políticas económicas que definen nuestro país, al ser considerada como un rol “natural” y no
como un aporte económico a la nación.El derecho a decidir abarca entonces la libertad de
tomar decisiones sobre la conformación y el número de hijos que una mujer desea tener.
Teniendo en cuenta lo anterior, es preciso reflexionar sobre las consecuencias que conlleva
cada una de las opciones mencionadas. La primera, por ejemplo, como lo he mencionado
anteriormente es la continuidad de los abortos clandestinos, poniendo en riesgo la vida de
miles de mujeres que acuden a esta alternativa por múltiples razones que se encuentra por
fuera de las causales. La segunda, que brinda la seguridad médica, social y psicológica al
cuerpo gestante que no quiere llevar a término el embarazo, no aumenta la demanda de la
práctica, pero si salva vidas de mujeres que existen, que tienen sueños, que se relacionan
socialmente. Y por último, la 3ra y 4ta posición, que aunque con restricciones aseguran a
algunas el derecho a decidir, sin embargo, aún niegan el acceso a mujeres que tienen
justificaciones o momentos diferentes a los pactados, promoviendo aún el aborto
clandestino. El cuerpo gestante que decide abortar lo hará, exponiéndose si es necesario a
prácticas pocos seguras, el Estado no puede obligar a llevar a término un embarazo si ese
no es deseo de la posible madre.
Como conclusión,no es solo evitar el aborto por medio de educación sexual y reproductiva,
y acceso anticonceptivos con pleno conocimiento de los mismos, sino que América Latina
tiene la necesidad urgente de ofrecer garantías para las personas que si quieren llevar su
embarazo a término, y una calidad de vida digna para sus futuros hijos. Protejamos las
vidas que existen, que sí nacieron y que necesitan de nuestras buenas intenciones, empatía
y solidaridad.
La decisión de abortar no se puede generalizar, no se puede asumir que toda persona que
tenga un embarazo no deseado va inmediatamente en pensar en la opción de interrumpirlo.
Por esto mismo, no es un tema al que debamos darle un juicio de valor. Muchas mujeres
que están a favor de poder decidir, son mujeres que si se encontrasen en esa posición no
abortaría. La urgencia comprender que por decisiones y dilemas morales personales, no se
le puede negar el derecho a miles de mujeres que bajo determinadas circunstancias toman
la decisión de abortar. El aborto jamás va a ser una recomendación, es una opción que
deben tener las mujeres en el ejercicio de sus derechos fundamentales y una discusión en
no se pueden desconocer las vicisitudes que envuelven la decisión de una mujer de
terminar un embarazo: ser víctima de abuso sexual, que fallen los métodos anticonceptivos,
o que no corresponda a su proyecto de vida.
Para concluir mi intervención, me gustaría abrir una serie de preguntas a Andrea, con
respecto a las propuestas y avances que han hecho las personas que dicen estar a favor de
las dos vidas y la familia. ¿Qué solución se propone a los abortos clandestinos?¿Qué
acompañamiento se propone para una mujer que no quiere ser madre y es obligada a
serlo? ¿Cómo se afrontan los problemas de salud mental asociados al post- parto que
aumentan radicalmente cuando es un embarazo no deseado? ¿Cual es realmente la
diferencia- si hablamos de la protección de las dos vidas- que existe entre un feto concebido
por abuso sexual y uno en una relación sexual consentida? ¿Qué hacer con las mujeres
que no pueden planificar porque su pareja no se lo permite? ¿Cuál considera que es el
recurso al que se debe recurrir si no se permite el aborto?-
¿Que politica de acceso integral a educación plantean para hacerle frente a la desigualdad?