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cartilla para la enseñanza de las energías renovables

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2.3. El efecto invernadero

Antes de analizar las diferentes formas de aprovechamiento de la


energía solar se hará una breve descripción del llamado efecto invernadero,
ya que se requiere entenderlo para comprender el funcionamiento de varios
de los dispositivos que utilizan dicha energía como recurso.

Debe su nombre al matemático y físico francés Jean Baptiste Fou-


rier (1768-1830), quien en 1827 observó que ciertos gases, en particular
el CO2, contribuían al calentamiento terrestre, llamando a dicho fenómeno
“effet de serre”, desde entonces “efecto invernadero” ha sido el término ge-
nérico dado a toda una temática. En general se llama efecto invernadero a
una serie de fenómenos mediante los cuales ciertos gases componentes de
la atmosfera limpia –llamados gases de invernadero– absorben y retienen
parte de la energía emitida por la superficie terrestre luego de ser calentada
por la radiación solar, permitiendo mantener la temperatura del planeta, por
lo cual es una parte esencial del clima de la Tierra.

En condiciones de equilibrio, la energía total que entra por la radiación


solar estará equilibrada con la cantidad de energía radiada al espacio, lo
cual permite a la Tierra mantener una temperatura media constante.

Según un buen número de investigadores, dicho efecto natural está


siendo incrementando por la producción excesiva y no controlada de algu-
nos gases (como el dióxido de carbono –CO2–, el metano –CH4–, los óxidos
de nitrógeno –NOx–, y los clorofluorocarbonos –CFC–, estos últimos de pro-
ducción artificial) debida a la actividad humana. Este efecto, que en general
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es indispensable para mantener la vida en el planeta, se torna nocivo cuan-


do se altera el balance energético de la Tierra, es decir, cuando la radiación
entrante es mayor que la saliente, produciéndose entonces un calentamien-
to, con las terribles consecuencias conocidas y vaticinadas del mismo.

En la figura 5 se presenta el esquema de uno de los muchos balances


energéticos anuales que se han realizado, basados en mediciones concre-
tas. En él se muestra en cifras redondas que la superficie de la Tierra recibió
del sol –en promedio anual en el tiempo medido– 161 W/m2, y por el efecto
invernadero 333 W/m², para un total de 494 W/m2; teniendo en cuenta que
la superficie terrestre emitió en el periodo referido un total de 493 W/m2, se
tendría una absorción neta de 1 W/m2, lo cual estaría provocando el ya men-
cionado calentamiento, que forma parte de lo que en general se denomina
“cambio climático”.

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Figura 5. Balance energético de la Tierra. (5)

2.4. Aprovechamiento de las Energías Renovables

2.4.1. Energía Solar

Actualmente la energía solar se aprovecha de dos formas fundamen-


tales: térmica y fotoeléctrica, pero antes de hacer referencia a ellas cabe una
pequeña mención sobre la llamada energía solar pasiva. Esta no requiere de
sistemas mecánicos ni aporte externo de energía para su aprovechamiento,
su principal aplicación es la llamada arquitectura solar (o arquitectura biocli-
mática) donde el adecuado uso de formas, materiales, orientaciones, iner-
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cias térmicas, ventilaciones, etc. posibilitan el uso “pasivo” de dicha energía,


lo que contribuye al confort en las edificaciones disminuyendo el consumo
energético en ellas. Esta antigua forma de aprovechamiento de la energía
solar, donde las construcciones se diseñaban teniendo en cuenta las especi-
ficidades del clima local, se devaluó con la llamada revolución industrial que
implicó el surgimiento de nuevos dispositivos y sistemas, y el poder disponer
de energía en abundancia. Con la situación actual cobra de nuevo interés su
aplicación y desarrollo.

2.4.1.1. Térmica

La energía solar térmica (o termosolar) permite el aprovechamiento de


la radiación solar mediante sistemas “activos”, es decir, mediante elementos
o dispositivos capaces de captar y en algunos casos almacenar la energía
del sol.

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Uno de los usos más comunes de esta energía es el calentamiento de


fluidos, que en sistemas de baja temperatura, generalmente es agua, que
puede ser empleada de diversas formas tales como: agua caliente sanita-
ria, en calefacción de espacios, en climatización de piscinas y en diferentes
usos industriales, también puede emplearse para refrigeración por absor-
ción o por adsorción.

Para calentar el agua se emplean los llamados colectores (o captado-


res) solares, cuyo funcionamiento es en principio sencillo. Se trata de una su-
perficie absorbente de radiación, generalmente metálica cubierta por pintura
negra, que a su vez calentará el agua que circula al interior del dispositivo,
existen diferentes tipos de ellos: colectores planos protegidos y no protegi-
dos, de tubos de vacío de flujo directo e indirecto, entre los principales. Uno
de los más comunes actualmente, por el costo relativamente bajo de sus
componentes y la buena relación costo-beneficio, es el colector de placa pla-
na (CPP), del cual existen diferentes modelos; consta en lo fundamental de
cuatro componentes: la carcasa que contiene y protege todos los elementos
del CPP, la placa absorbedora de la radiación, a la que generalmente se aco-
plan tubos por los que circula el fluido, la cubierta que permite el paso de la
radiación, produce el llamado efecto invernadero y reduce las perdidas por
convección, y un aislamiento térmico general del sistema. En las figuras 6, 7
y 8 se muestran varios tipos de colectores solares, y algunas aplicaciones
(agua caliente sanitaria, calefacción y calentamiento de piscinas).
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Figura 6. Colector solar. (6)

Este tipo de dispositivos se ha denominado de baja temperatura, debi-


do a que la temperatura a la cual se emplea el fluido es inferior a los 100°C,
aunque pueda llegar hasta 200°C en diversas etapas del proceso, los dispo-
sitivos llamados de media y alta temperatura se tratarán más adelante. Aun-

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que la instalación de colectores solares supone un costo complementario,


con respecto a una instalación convencional, que debe sufragar el usuario
y que oscila entre el 10% y el 30%, este se amortiza en poco tiempo dado
el ahorro de combustible tradicional que supone; además se estima que un
colector con 2 m2 de superficie de placa absorbedora evita anualmente la
emisión de 1000 kg (una tonelada) de gases nocivos al medio ambiente.

Figura 7. Esquema de colector solar para distintas aplicaciones. (7)


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Figura 8. Esquema de un colector plano con flujos de energía. (8)

Otro dispositivo bastante conocido que emplea la energía térmica so-


lar es el llamado secador solar, como el mostrado en la figura 9, que se
utiliza para secar y deshidratar alimentos y otros productos biológicos tales
como: carnes, pescados, frutas, granos, café, cacao, hortalizas, hierbas, ta-
baco, nueces, maderas, etc. La desecación es uno de los métodos más
ancestrales de conservación de alimentos, quitar el agua contenida en sus
tejidos evita y retarda la putrefacción de los mismos; el método antiguo y

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tradicional (que aún se conserva en muchos lugares) consiste en exponer


los productos al aire libre para que sean secados por el sol. Dicho proceso
tiene grandes desventajas (lluvia, viento, polvo, insectos, hongos, pérdida y
desperdicio por diversas causas, etc.), además implica un amplio espacio,
bastante tiempo y arduo trabajo, por lo cual el secador solar se convierte en
una alternativa tanto para procesos caseros como industriales.

En general los secadores solares constan de una estructura o caja que


aloja los componentes del secador –con los orificios necesarios para la cir-
culación del aire–, superficies que permitan la captación de la energía solar,
y cámara de secado donde se ubica el producto a secar (generalmente en
bandejas de malla). Existen varios tipos de ellos entre los que cabe mencio-
nar el de gabinete, el tipo invernadero y el indirecto, pero el funcionamiento
de todos obedece al mismo principio: la radiación incidente suministra la
energía necesaria para la evaporación del agua del producto, y posterior-
mente la humedad que surge en los alrededores del producto a secar, es
removida por aire tomado del exterior del dispositivo. En el secado indirecto
la radiación incide sobre un colector en el cual circula aire, este se calienta e
ingresa a la cámara de secado donde remueve la humedad existente.
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Figura 9. Secador solar. (9)

El uso de la energía solar para destilar agua es un método que se em-


plea hace muchos años, al igual que los secadores solares, los destiladores
solares han permitido potenciar y mejorar los antiguos métodos naturales,
haciendo posible obtener agua dulce donde este líquido se encuentra mez-
clado con otras sustancias que impiden su utilización. Muchas zonas áridas
(y desérticas) del planeta se caracterizan por estar cerca de grandes reser-
vas de agua salinizada y tener una elevada incidencia de radiación solar,

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esta combinación hace posible y económicamente rentable el empleo de los


destiladores solares para la obtención de agua apta tanto para el consumo
humano como para su uso en la agricultura.

Figura 10. Esquema del funcionamiento de un destilador solar. (10)

El funcionamiento de los diversos modelos de estos dispositivos es


muy similar ya que se basan en el mismo principio: reproducen el ciclo natu-
ral del agua en pequeña escala. El destilador se compone de un recipiente
(carcasa), en cuyo fondo se coloca la superficie absorbedora de la energía
(en algunos casos basta con pintar de negro el fondo), y un material trans-
parente a la radiación que cubre y cierra el recipiente, provocando el efecto
invernadero; en ciertos casos el sistema se aísla térmicamente. Sobre el
fondo del destilador se vierte el agua a destilar (salada o contaminada), que
es calentada por la placa absorbedora favoreciendo su evaporación (figura
10, 1); el vapor asciende hasta encontrarse con la superficie interna de la
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cubierta transparente, que tendrá una temperatura inferior al resto del siste-
ma por encontrarse en contacto con el aire exterior, provocando que el agua
se condense sobre ella en pequeñas gotas (figura 10, 2). La cubierta se ha
dispuesto con un ángulo, de tal forma que las gotas -al aumentar de tamaño-
se deslicen hacia un recipiente recolector del agua destilada (figura 10, 3).
Se ha diseñado una gran variedad de destiladores, de diversos tamaños y
para diferentes necesidades, entre los que cabe mencionar: los de una y dos
vertientes, los tipo invernadero a dos aguas o de bóveda, los de cascada,
los esféricos de barredera, o el multietapas que emplea un complejo sistema
de colectores.

Finalmente, antes de continuar con dispositivos que emplean mayores


temperaturas, cabe mencionar el llamado horno solar, que funciona como
el destilador basado en el efecto invernadero. Consiste básicamente en un
cajón herméticamente cerrado con una superficie interna absorbedora y una
tapa transparente, que permite captar la radiación solar (figura 11); la ener-

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gía térmica se acumula y retiene comunicándosele a los alimentos que se


quiere cocinar los cuales han sido previamente colocados al interior del ca-
jón. Existen diferentes tipos de estos artefactos, varios de ellos de bajo costo
y fácil construcción.

Figura 11. Horno solar. (11)

El procedimiento en que se basan estos sistemas de captación solar


es simple, pero de gran utilidad por la vasta cantidad de aplicaciones. A
partir de los 80°C los captadores convencionales presentan rendimientos
bajos, cuando se requiere producir vapor entre 100°C y 250°C es necesario
emplear otro tipo de captadores, utilizando tecnología solar térmica de me-
dia temperatura.

Para llegar a estos niveles de temperatura resulta indispensable uti-


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lizar sistemas que concentren la radiación solar mediante lentes o espe-


jos parabólicos. Los más desarrollados en la actualidad son los captadores
cilindro-parabólicos.

Con el desarrollo de la tecnología solar térmica de alta temperatu-


ra se ha podido obtener temperaturas superiores a los 1000°C, lo cual ha
permitido calentar fluidos que al ser empleados en ciclos termodinámicos
convencionales permiten mover un alternador y así generar electricidad
como en una central termoeléctrica clásica. En la figura 12 se muestran es-
quemas de algunos de dichos dispositivos.

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Figura 12. Esquemas de captadores solares. (12)

En la actualidad las llamadas centrales solares termoeléctricas repre-


sentan una de las aplicaciones más empleadas mundialmente de la energía
solar, con tres tecnologías principales a saber: concentradores cilindro-para-
bólicos, centrales de torre y discos parabólicos. En los primeros la concen-
tración de la radiación se realiza mediante colectores formados por espejos
cilindro-parabólicos (figura 13), que reflejan la radiación directa incidente
concentrándola sobre un tubo situado en la línea focal de los espejos.
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Figura 13. Concentrador cilíndrico-parabólico. (13)

Por el tubo circula un fluido que se calienta y transporta la energía


térmica que servirá para generar vapor de agua y continuar el proceso de
una termoeléctrica tradicional, las características del fluido dependerán de la
temperatura que se quiera alcanzar. Debido a que este tipo de dispositivos
emplean la radiación solar directa, es necesario ir modificando la posición
del colector a lo largo del día.

En los sistemas o centrales de torre la concentración de la radiación


se lleva a cabo por medio de espejos que siguen continuamente la posición

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del sol (helióstatos), reflejando la radiación incidente sobre una superficie


absorbente situada en lo alto de una torre, figura 14. Por dicha superficie
circula un fluido, que gracias a la convección transporta la energía térmica
para producir vapor de agua.

Figura 14. Sistema central de torre. (14)

Finalmente los discos parabólicos son estructuras individuales que


reflejan la radiación sobre el foco del paraboloide de revolución, donde se
ubica el receptor que bien puede ser una simple olla (cocina solar, figura
15), o un motor tipo Stirling (figura 16). El desarrollado por Robert Stirling
(1790-1878) en 1816, realiza un ciclo termodinámico que lleva su nombre y,
a diferencia de la máquina de Carnot, está constituido por dos isotermas y
dos isocoras. Debido a la baja relación distancia focal/diámetro se pueden
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alcanzar temperaturas del orden de 800°C y obtener eficiencias cercanas al


40% en el ciclo Stirling; la investigación se centra actualmente en mejorar
las características de la superficie reflectante.

Figura 15. Cocina solar. (15)

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Figura 16. Sistema disco Stirling. (16)

El uso de un único combustible para obtener simultáneamente energía


eléctrica y energía térmica se llama cogeneración, si además se puede em-
plear para enfriar (refrigerar) se conoce como trigeneración.

2.4.1.2. Fotovoltaica

La generación directa de energía eléctrica a partir de la radiación solar


surge gracias al llamado efecto fotovoltaico que tiene su explicación en la
física del estado sólido y esencialmente se basa en la excitación de electro-
nes en un material. Algo semejante ocurre en el efecto fotoeléctrico (figura
17) que consiste en la emisión de electrones por parte de un material, cuan-
do sobre él se hace incidir radiación electromagnética; fue descubierto en
1887 por Heinrich Hertz (1857-1894), y explicado teóricamente por Albert
Einstein (1879-1955) en 1905, por lo cual recibe el premio Nobel en 1921.
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Figura 17. Esquema simplificado del efecto fotoeléctrico. (17)

La base de los sistemas fotovoltaicos es la llamada célula o celda


fotovoltaica, (fotocélula en algunos lugares) compuesta generalmente por
materiales semiconductores y cuyo conjunto conforma el llamado panel so-
lar fotovoltaico o abreviadamente panel solar (figura 18).

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Figura 18. Panel solar fotovoltaico. (18)

Una celda solar fotovoltaica convencional está formada por materiales


semiconductores, generalmente silicio tipo p y tipo n. Su funcionamiento
(figura 19) se basa en la diferencia de potencial que surge en la juntura p-n;
por lo cual al crear un circuito se puede producir corriente eléctrica a partir
de las celdas iluminadas.
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Figura 19. Esquema del funcionamiento de un panel solar fotovoltaico. (19)

A la fabricación de los primeros paneles rígidos siguió la tecnología de


paneles fotovoltaicos flexibles de lámina delgada. Con la tecnología más re-

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ciente se produce un panel semiconductor de capa fina (figura 20) emplean-


do un proceso de impresión más rápido que la convencional deposición de
alto vacío; también se aprovechan los últimos avances de la nanociencia
para crear capas de nanopartículas muy uniformes y de excelente calidad.

Figura 20. Panel solar de capa fina. (20)

El desarrollo inicial de estos sistemas fue producto de las necesidades


de la técnica e investigación espaciales, convirtiéndose en la forma más
común y fiable de suministrar energía eléctrica a una sonda o satélite. Las
células fotovoltaicas pueden emplearse solas como en el caso de relojes,
calculadoras, etc. o formando paneles solares los cuales se clasifican en
dos grandes grupos, de acuerdo a su uso, según estén diseñados para ser
empleados lejos de la red eléctrica (aislados), o para el abastecimiento di-
recto de la misma red (conectados). Entre las aplicaciones aisladas más
comunes cabe mencionar: electrificación de cercas, sistemas de bombeo de
agua y riego, iluminación de diferentes recintos, alumbrado público, antenas
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de telefonía, electrificación de viviendas, etc.; para garantizar el abasteci-


miento nocturno o en periodos de poca radiación es necesario recurrir a
dispositivos de acumulación de energía como las baterías.

Figura 21. Instalación fotovoltaica conectada a la red. (21)

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En los llamados sistemas conectados, la energía producida se sumi-


nistra (“inyecta”) a la red eléctrica general (figura 21), para lo cual es nece-
sario el empleo de inversores eléctricos que convierten la corriente continua
en alterna.

El inversor debe proporcionar corriente alterna de las mismas caracte-


rísticas de la red eléctrica a la cual se conecta, en particular en lo referente
a la frecuencia (50 o 60 Hz, según los países).

2.4.2. Energía eólica

La energía eólica (de Eolo, señor de los vientos en la mitología griega)


ha sido utilizada desde tiempos remotos (cerca de 5000 años a. n. e.), inicial-
mente para la navegación de barcos impulsados por velas, posteriormente
para bombear agua, y como molinos para granos, entre las principales apli-
caciones; algo más reciente (desde finales del siglo XIX) es su empleo para
producir electricidad. El viento es una masa de aire en movimiento, como
consecuencia de las diferencias de temperatura y presión en la atmosfera,
originadas por la radiación solar, dicha masa posee energía relacionada y
proporcional a su velocidad. El movimiento del aire en la atmosfera es en
general algo complejo, debido a la fuerza de Coriolis ocurren efectos con-
trarios en los hemisferios norte y sur de la tierra, a escala local debe tenerse
en cuenta que la topografía influye directamente en parámetros tales como
dirección, velocidad, variación con la altura, y turbulencia que son de indis-
pensable conocimiento para el aprovechamiento de la energía eólica.
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Para el aprovechamiento del recurso viento, se precisa disponer de


condiciones eólicas propicias, por lo que debe conocerse la variabilidad diur-
na del viento a través del año. Para ello se construyen los mapas de viento
que muestran la distribución espacial de este en superficie y el potencial
eólico, lo cual permite identificar lugares donde se pueden aportar solucio-
nes energéticas apoyadas por el viento. En la figura 22 se muestra un mapa
muy general de los vientos en Colombia, expresados en m/s, en el cual se
emplea un código de colores para determinar los valores del promedio mul-
tianual de vientos en las diferentes regiones del país.

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Figura 22. Mapa de vientos en Colombia. (22)

El viento, generalmente, se caracteriza por su velocidad y dirección;


la llamada potencia eólica es proporcional, de acuerdo a la ley de Betz, al
cubo de la velocidad del viento, lo cual significa que un pequeño error en su
medición causa una mayor incertidumbre en la potencia calculada. Por lo
cual es difícil medir el potencial eólico con precisión; a manera de ejemplo,
la potencia eólica para un viento de 4 m/s es más del doble que para uno de
3 m/s (43/33 = 2,37). Un error del 10% en la velocidad del viento implica un
error del 30% en la potencia eólica calculada.

Actualmente la principal aplicación de esta energía es la generación


de electricidad mediante aerogeneradores, bien sea para consumo directo
o para abastecer la red eléctrica general; aunque aún se utiliza en algunos
sitios a pequeña escala para el bombeo de agua, proceso en el cual es posi-
ble aprovechar vientos de bajas velocidades (del orden de 1,4 m/s).

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Los aerogeneradores (versión moderna de los molinos de viento), que


existen de diferentes tipos y dimensiones, están en general compuestos por
un conjunto de hélices (mayoritariamente tres), conectadas a un rotor, que
hace parte de la turbina (figura 23), el cual se acopla a un eje conectado a
un generador eléctrico, bien directamente o por medio de un multiplicador,
de tal forma que se obtiene energía eléctrica a partir de la eólica.
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Figura 23. Esquema de las principales partes de una turbina eólica. (23)

El aerogenerador se coloca a cierta altura donde los vientos tengan


mayor intensidad, para lo cual se emplea una torre, que permita el giro de
las aspas, se dispone además de un sistema de orientación del rotor con el
cual puede adaptarse a los cambios de dirección del viento. Es tal la varie-
dad de dimensiones de los aerogeneradores, que actualmente es posible
encontrarlos con aspas cuyo diámetro va desde 1 hasta 128 metros. Es de
anotar que también existen turbinas con el eje del rotor colocado vertical-
mente, que aunque poseen algunas ventajas como el no necesitar de las
pesadas estructuras de las torres, tienen en general una eficiencia equiva-
lente al 50% de las colocadas horizontalmente. La longitud de las aspas de-
penderá de la zona de emplazamiento, es decir, de la cantidad y velocidad
del viento, así como de la potencia que se quiera obtener del dispositivo.
Una sola turbina de un megavatio (1 MW) funcionando durante un año evita
la emisión de más de 1500 toneladas de gases nocivos al medio ambiente.

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Figura 24. Parque eólico. (24)

Las instalaciones aisladas (no conectadas a la red eléctrica), son ge-


neralmente pequeñas y se destinan al consumo directo o autoconsumo,
en ocasiones se suelen complementar con otras fuentes de energía solar
(como la fotovoltaica) para garantizar el suministro energético.

Las instalaciones diseñadas para suministrar energía a la red eléctrica


se llaman parques eólicos (figura 24) y están formados por un conjunto de
aerogeneradores de grandes dimensiones, se les critica la poca atención
que se tiene en su instalación con los valores naturales del entorno como
el paisaje y la llamada aviafauna. Existen parques eólicos ubicados en el
mar, generalmente con aerogeneradores de mayores dimensiones que los
terrestres.
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2.4.3. Energía de la biomasa

Desde hace mucho el hombre ha empleado la biomasa como fuente


energética, especialmente con fines térmicos; la leña (y su producto el car-
bón vegetal) fue una de las principales fuentes de energía térmica –aún lo es
en varios sitios del planeta–, hasta que con la llamada Revolución Industrial
el carbón mineral (producto de la descomposición de materia vegetal) fue
sustituyendo paulatinamente a la biomasa, dando paso posteriormente al
uso intensivo de otros combustibles fósiles como el petróleo y el gas (for-
mados a partir de restos orgánicos de plantas y animales). Aunque existen
diversas definiciones de biomasa, desde el punto de vista energético se
considera que es cualquier materia orgánica obtenida en un proceso biológi-
co. Esta materia prima vegetal o residual utilizable con fines energéticos, se
suele clasificar en “biomasa tradicional” (leña, paja…) y “biomasa moderna”
(cultivos energéticos, biocombustibles, biogás…). El valor energético de la

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biomasa proviene del sol a través de un proceso conocido como fotosín-


tesis, del cual se presenta un esquema en la figura 25, que consiste en la
conversión de materia inorgánica en orgánica mediante la energía de la luz
solar, dando como resultado el almacenamiento de energía en plantas y
animales (que se alimentan de plantas u otros animales), o en los desechos
que estos producen. Fotosíntesis es un término casi exclusivo del ámbito
de la Biología, de manera más general se habla de conversión fotobioló-
gica. Entre los tipos de biomasa se pueden destacar: residuos forestales
(madera, resinas…) residuos agrícola herbáceos y leñosos (paja, cañote…)
residuos de industrias forestales y agrícolas (aserrín, huesos, cáscaras…)
cultivos energéticos de especies vegetales destinados a ello y, finalmente,
otros tipos de biomasa como la materia orgánica de la basura doméstica.

Figura 25. Esquema simplificado de la fotosíntesis. (25)

Una de las características de este “sector” energético es la heterogenei-


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dad tanto en el origen de la biomasa como en su forma de aprovechamiento,


es posible encontrar desde pequeñas estufas domésticas hasta centrales
térmicas (incluyendo las que generan electricidad), plantas productoras de
biodiésel y bioetanol, y plantas de biogás de diversos tamaños y para dife-
rentes usos. Aunque no existe una clasificación unificada de estos recursos
habitualmente se dividen en tres grupos: sólidos, líquidos y gaseosos. En los
primeros se incluye toda la biomasa sólida, generalmente de origen agro-
forestal (e industrias asociadas) con la cual se genera energía térmica y/o
eléctrica, los segundos comprenden el biodiésel y bioetanol, generalmente
empleados como sustitutos (totales o parciales) de gasóleos y gasolinas de
uso prioritario en el transporte. Al tercer grupo pertenece el biogás, producido
en biodigestores (figura 26), el cual se obtiene por medio de la llamada di-
gestión anaeróbica (o pirólisis) de residuos orgánicos (estiércol, orina, aguas
residuales, etc.), este proceso consiste en la descomposición de los residuos
por medio de microorganismos sin presencia de oxígeno, obteniéndose di-

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versos gases de los cuales el principal es el metano, figura 27. En la actua-


lidad existen grandes plantas de biogás, como la mostrada en la figura 28.

Figura 26. Esquema de un biodigestor. (26)


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Figura 27. Ciclo de la biomasa en un biodigestor. (27)

Figura 28. Planta de biogás. (28)

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En cuanto a su impacto medioambiental las opiniones son diversas,


por una parte se considera que el CO2 producido en los procesos de apro-
vechamiento, como por ejemplo la combustión, “simplemente” restituye a
la atmosfera el absorbido durante el crecimiento de la planta, manteniendo
su cantidad constante, siempre y cuando se haga de manera sostenible, es
decir, si se mantiene la “capacidad de carga” del territorio, o dicho de otra
forma, si existe un equilibrio dinámico entre la biomasa empleada para la
producción de energía y su reposición. Pero en los procesos industriales no
es fácil lograr dicho equilibrio, además es necesario tener en cuenta las emi-
siones producto del –por ahora– inevitable uso de otras fuentes energéticas
indispensables para la obtención de la biomasa (producción y empleo de
maquinaria agrícola, fertilizantes, transporte, etc.). El relativamente reciente
incremento en la producción de biodiésel y bioetanol ha acrecentado los
debates relativos a la deforestación (y pérdida asociada de biodiversidad),
y ha planteado uno de los principales problemas que genera el uso de es-
tos biocombustibles, como es el empleo de productos comestibles para su
producción, o el remplazo de cultivos en tierras que se dedicaban a la pro-
ducción de alimentos y ahora, debido a su alta rentabilidad, se emplean en
la obtención de biomasa para biocombustibles, lo cual encarece la llamada
“canasta básica”, especialmente en los países más pobres aumentando los
niveles de hambre y desnutrición en el planeta. En la producción de biogás
existe el riesgo de escape del metano, el cual es más nocivo para el medio
ambiente que el CO2.

2.4.4. Energías del mar


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Bajo este nombre genérico se agrupan ciertos fenómenos a partir de


los cuales es posible obtener energía del mar, y aunque hasta el presente
estas energías no han sido ampliamente utilizadas, poseen un potencial mu-
cho mayor que otros tipos de fuentes renovables (figura 29). Se clasifican en
cuatro grandes clases: la maremotriz que aprovecha el movimiento de las
mareas (cambios periódicos del nivel del mar) originado principalmente por
la interacción gravitatoria entre la tierra, la luna y el sol; la undimotriz que
aprovecha el movimiento de las olas provocado por acción de los vientos; la
maremotérmica basada en la diferencia de temperatura entre la superficie y
las capas más profundas del mar, diferencia conocida como gradiente térmi-
co oceánico; y la osmótica (o de gradiente salino) que emplea la diferencia
de concentración salina entre las aguas de mar y río. Las corrientes marinas
ocasionadas por varios fenómenos también son fuente de energía. Una de
las dificultades para el aprovechamiento de estas energías es el impacto
ecológico y ambiental (alteración del paisaje, etc.) ya que en general requie-

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ren bastante espacio, asimismo los altos costos que de momento implica la
construcción de este tipo de centrales.

Figura 29. Potencial de aprovechamiento y tecnologías de las energías del mar. (29)

En la actualidad se están desarrollando numerosos prototipos y gran-


des proyectos para el aprovechamiento de estas energías. La Energía de
las mareas, cuyos precedentes están en los molinos de marea, ha alcanza-
do un cierto grado de implementación, existiendo ya centrales (figura 30) en
funcionamiento desde hace décadas.
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Figura 30. Esquema del funcionamiento de una central maremotriz. (30)

Para que se pueda aprovechar la energía de las mareas se requiere


que la amplitud física de estas sea al menos de unos 5 metros entre la ma-
rea alta y la baja y que la configuración de las costas permita el embalse de
una importante cantidad de agua. El embalse almacena agua convirtiendo
su energía potencial en electricidad por medio de una turbina. La energía

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producida es proporcional a la cantidad del agua desalojada y a la diferencia


de altura existente.

2.4.5. Energía geotérmica

Las fuentes de energía geotérmica se han identificado hace bastante


tiempo al perforar la corteza terrestre en labores de minería y construcción
de pozos, que mostraron que la temperatura aumentaba con la profundidad;
las aguas termales, los géiseres, volcanes y fumarolas son fenómenos am-
pliamente conocidos. La energía geotérmica tiene su origen en la energía
térmica del interior de la tierra, el llamado “calor de la tierra”, término que
abarca una serie de reacciones naturales provenientes del “calor” existente
en los primeros instantes de la formación del planeta, así como de la desin-
tegración de elementos radiactivos.

Solo una fracción de esta energía puede ser utilizada por la humani-
dad como recurso geotérmico en condiciones técnicas y económicas ade-
cuadas, pero si se considera toda la superficie de la Tierra, la potencia geo-
térmica total que llega desde su interior es inmensa, de 4,2 x 1012J. Si bien
el flujo medio de calor registrado en la corteza terrestre es bajo (del orden de
1,5 μcal/cm2s), en determinados puntos de la Tierra es mucho más elevado,
llegando a alcanzar valores de hasta diez y veinte veces el flujo medio, lo
cual da lugar a que en dichas áreas singulares se den gradientes geotérmi-
cos con valor de 15-30ºC cada 100 metros. Para el aprovechamiento de esta
energía (que no depende del sol, aunque parte de su energía se acumula en
forma de calor en la corteza terrestre) es necesario encontrar los llamados
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yacimientos geotérmicos (figura 31, a y b) que no son otra cosa que sitios
geográficos concretos donde las condiciones térmicas y geológicas hacen
económicamente viable la explotación de tales recursos, la energía se ex-
trae por medio de los fluidos geotérmicos que consisten en la combinación
de agua, vapor y otros materiales a diferentes temperaturas; en ocasiones
es necesario “inyectar” el fluido (agua) dentro del yacimiento para su poste-
rior extracción a una temperatura mayor.

Dependiendo de la temperatura del fluido existe una clasificación de


aplicaciones y tecnologías para el aprovechamiento de esta energía, aun-
que dicha clasificación y en especial las fronteras entre las diferentes cate-
gorías es arbitraria. Las de baja temperatura (entre 20 y 70oC) generalmente
emplean el gradiente geotérmico de suelos poco profundos para necesida-
des domésticas, en agricultura (invernaderos) y acuicultura, y en algunos
casos para calefacción urbana (o refrigeración) por medio del uso directo o
de bombas de calor geotérmico. Las de temperatura media (hasta 170oC)

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permiten la conversión “vapor-electricidad”, aunque con bajos rendimientos,


se emplean en pequeñas centrales eléctricas y en la calefacción de peque-
ñas comunidades urbanas. Las de alta temperatura (hasta 400°C), produ-
cen abundante vapor el cual mediante una turbina genera electricidad, son
conocidas como centrales geotérmicas, y requieren la perforación de pozos
de uno o más kilómetros de profundidad.

Figura 31a. Esquema de un yacimiento geotérmico de alta temperatura. (31)


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Figura 31b. Esquema de un yacimiento geotérmico de baja temperatura. (31)

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Si bien solo se dispone de esta fuente de energía en determinados


sitios del planeta, presenta una ventaja con respecto a la captación de ener-
gía mediante colectores solares, ya que no requiere de acumuladores, ni
sistemas que compensen las horas en que no se presenta la radiación so-
lar. Debido a que existen yacimientos geotérmicos que pueden agotarse
y enfriarse, se ha debatido bastante sobre si la energía geotérmica puede
considerarse estrictamente renovable en el mismo sentido que la solar, la
controversia continúa, aunque nadie duda que sea una buena fuente de
energía alternativa allí donde existan las condiciones adecuadas.

2.4.6. Energía hidráulica

Las corrientes de agua (en particular de los ríos y riachuelos) han sido
una fuente energética conocida de tiempo atrás, su empleo para moler gra-
no, extraer minerales y mover cierto tipo de máquinas se encuentra bien
documentado, el aprovechamiento de las energías potencial y cinética de
las corrientes y saltos de agua permite por medio de turbinas y generadores
la producción de energía eléctrica. La producción hidroeléctrica anual es
muy variable, depende de la llamada hidraulicidad, es decir, de la cantidad
de lluvia. Colombia cuenta con numerosas instalaciones hidroeléctricas, que
producen el 65% de su energía; actualmente se construye la hidroeléctrica
de Ituango que será la más grande del país y generará una energía estima-
da en 14.000 GWh/año. En la figura 32 se muestra la producción de energía
de varios países suramericanos.
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Figura 32. Energía hidroeléctrica en varios países de Suramérica. (32)

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Debido al llamado ciclo del agua, esta llega a la tierra de forma conti-
nua y se considera de carácter inagotable, por lo cual se cataloga como un
recurso renovable, sin embargo, la obtención de energía en grades centrales
hidroeléctricas (figura 33) implica la construcción de presas y embalses que
aumentan la cantidad de agua o caudal y hacen más grande el desnivel de
los “saltos” de agua. Estas construcciones generan un gran impacto ambien-
tal, produciendo pérdidas de flora y fauna terrestre y acuática, disminuyendo
el caudal de ríos y corrientes, alterando la calidad de las aguas, variando
drásticamente el paisaje, el entorno, y en general el ecosistema, aunque en
algunos casos contribuyen en el control de inundaciones.

Figura 33. Esquema de una central hidroeléctrica. (33)

Es de anotar que la tala indiscriminada y excesiva de árboles, entre


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otras cosas, conduce a la deforestación y desertización de suelos provocan-


do entre otros males la erosión y pérdida de agua y sus fuentes y manantia-
les; muchas regiones del planeta sufren gravemente este problema.

Como una alternativa a las grandes centrales surgen las centrales mi-
nihidráulicas (cuya potencia difiere según las reglamentaciones internas de
cada país, pero que generalmente no excede los 10 MW), las cuales por
ubicarse en lugares de caudales moderados y saltos pequeños tienen un
impacto ambiental más reducido. Estas minicentrales se dividen en dos ca-
tegorías: de “agua fluyente”, que toman cierto caudal del río desviándolo por
canales o tuberías hasta la turbina, devolviendo luego el agua a su cauce
original, y las de “pie de presa” que acumulan el agua en un embalse y la
hacen llegar a la turbina, en el momento que se requiera, por medio de tubos
ubicados en la base de la presa.

Desde que se han desarrollado turbinas de diseño compacto, fáciles


de instalar y con exigencias mínimas, los sistemas microhidraúlicos han am-

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cartilla para la enseñanza de las energías renovables 63

pliado sus posibilidades energéticas, en pequeños cursos de agua, para


producir energía para consumo doméstico. Para ello es necesario contar
con una pequeña diferencia de altura, que el cauce de agua tenga un caudal
mínimo de dos litros por segundo y, por supuesto, la turbina adecuada.

2.4.7. El hidrógeno

El hidrogeno (H), como portador de energía se incluye en esta secuen-


cia, es el elemento químico más simple, su átomo consta de un protón y un
electrón, tiene tres isótopos naturales (protio, deuterio y tritio), y es el más
abundante en el universo, siendo –en estado de plasma– el componente
principal de las estrellas. En la Tierra se encuentra fundamentalmente for-
mando parte de compuestos como el agua y la mayoría de compuestos or-
gánicos, por lo cual es necesario extraerlo por medio de diversas técnicas y
procedimientos, entre los cuales se encuentran: el reformado con vapor, un
proceso químico a partir de los hidrocarburos que consiste básicamente en
separar el hidrógeno del carbono, actualmente es de los más empleados, y
la electrolisis que consiste en disociar la molécula de agua (H2O) por medio
de la corriente eléctrica, produciendo hidrógeno de gran pureza. Debido a
que dichos procesos requieren grandes recursos energéticos últimamente
se han incrementado las investigaciones tendientes a mejorar la eficiencia
en la obtención de hidrógeno empleando ER como la fotovoltaica o eólica,
entre otras, con la idea de poder obtener en un futuro cercano hidrógeno de
forma limpia e inagotable.

Son muchas y variadas las aplicaciones del hidrógeno y sus isótopos


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en una amplia gama de procesos industriales, como combustible de cohe-


tes, en procesos de fisión y fusión nucleares, en investigaciones criogéni-
cas (incluyendo la superconductividad), y en Química y Biología entre otras.
También, teniendo en cuenta que el hidrógeno es un portador de energía,
se puede usar en la llamada pila o celda de combustible, figura 34 (algunos
autores llaman celda a la unidad básica y pila al conjunto de estas), como
se mencionó anteriormente. La celda de combustible es un dispositivo elec-
troquímico en el que se obtiene electricidad directamente a partir de una
reacción química, posee electrodos catalíticos (en el ánodo se inyecta el
hidrógeno, y en el cátodo oxigeno o aire), y su funcionamiento es inverso
al de la electrolisis. La pila o batería convencional funciona con materiales
colocados en su interior lo cual implica una capacidad limitada, es necesa-
rio reabastecer los reactivos consumidos y hacer la recarga correspondien-
te, la de combustible funcionará mientras sean suministrados desde afuera
el hidrógeno y el oxidante. Aunque la pila de combustible tiene múltiples

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aplicaciones, una de las que más ha llamado la atención es la de proveer


energía para motores de vehículos eléctricos, ya que además de ser silen-
ciosas, solo producen agua como residuo; varias compañías han fabricado
sus prototipos, que ya operan en diversas ciudades del planeta. Las pilas
más adecuadas para estas aplicaciones son tipo PEM, también conocidas
como de membrana intercambiadora de protones, que emplean un electro-
lito polimérico.

Figura 34. Esquema básico de una celda de combustible. (34)

Este capítulo se ha dedicado a aspectos cualitativos científico-técnicos


de las energías renovables, se han presentado, a modo de resumen, tan-
to propiedades y características básicas de las distintas fuentes primarias,
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como la descripción de algunos elementos y esquemas de funcionamien-


to que permiten conseguir alguna de las fuentes energéticas intermedias
(electricidad principalmente), así como alguna de las diferentes formas del
consumo final. Los profesores interesados podrán hacer también uso de la
bibliografía recomendada al final y así ampliar aquellos aspectos concretos
de relevancia en sus procesos de enseñanza-aprendizaje y, si es el caso,
integrarlos a los contenidos de las asignaturas que les corresponda impartir.

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