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El Club de las Excomulgadas

Agradecimientos

Al Staff Excomulgado: Harriet, Lorena y


Marijf22 por la Traducción; Annammussa,
Bibliotecaria70, Leluli, Mokona, Puchunga y
Taratup por la Corrección; Mokona, Laavic por
la Diagramación; Anna_abc por la Primera
Lectura Final y Laavic por la Segunda Lectura
Final de este Libro para El Club De Las
Excomulgadas…

Anya Bast - El Pecado Elegido


A las Chicas del Club de Las Excomulgadas,
que nos acompañaron en cada capítulo, y a
Nuestras Lectoras que nos acompañaron y nos
acompañan siempre. A Todas…

¡¡¡Gracias!!!

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El Club de las Excomulgadas

Aviso Excomulgado

El Club de Las Excomulgadas ha realizado


este proyecto de fan traducción Sin Ánimo
De Lucro Alguno.

Está hecho por Fans para Fans, Siendo su


Distribución Complemente Gratuita.

No ha tenido en ningún momento el objetivo

Anya Bast - El Pecado Elegido


de quebrantar la propiedad intelectual del
autor o reemplazar el original. Su Único fin
es incentivar y entretener con la lectura en
nuestro idioma.

Así mismo las Incentivamos a Comprar


Las Obras de Nuestras Autoras Favoritas,
ya sea en el idioma original o cuando estén
disponibles en español, para seguir
disfrutando de estas grandes novelas.

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El Club de las Excomulgadas

Argumento
En este otro mundo, sensual y lleno de lujuria, los Elegidos son vampiros
que luchan por su misma existencia.

El destino de Daria es convertirse en uno de ellos…

Daria Morris es una agente de las fuerzas especiales, con una obsesión:
vengarse del brutal vampiro que casi la destruyó. Ahora, finalmente está a punto de
obtener su oportunidad, con una condición, debe convertirse en algo que detesta:
un vampiro.

Su destino está en la mordedura letal de un hombre. Su nombre es Alejandro


Martínez, y él puede ayudarla a infiltrarse en un altamente resguardado grupo de
Elegidos. Pero Alejandro también es una distracción para Daria, debido a que trece
años antes compartieron una ardiente noche de pasión, que ninguno de ellos ha

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olvidado.

Ahora, mientras Daria lucha contra su recién descubierta sed de sangre,


ambos deben adentrarse en las sombras, para llevar a un monstruo ante la justicia...
al mismo tiempo que su deseo amenaza con consumirlos. Pero bajo el manto de la
noche, descubrirán que es la oscuridad interior la que puede interponerse en el
camino de su hambre de venganza...

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Uno
Alejandro se apoyó en la barra y miró a la multitud de bailarines girar al
ritmo de los latidos golpeando en el Blood Spot. Luces brillaban por el oscuro
interior del edificio, iluminando periódicamente los cuerpos vestidos con casi nada.

El hambre de sangre se agitó dentro de él, inquieto por una bebida que no
tenía nada que ver con el whisky importado del vaso que tenía. Este lugar estaba
repleto de promesas para un vampiro. Todos esos cuerpos jóvenes expulsando
energía de la música y su baile, eran casi irresistibles.

Sería tan fácil tirar de una de las exuberantes mujeres de la multitud, llevarla
a la aterciopelada oscuridad de la parte de atrás de la barra, echar su cabeza hacia
atrás con facilidad, y beber de su garganta. Se aseguraría de que a ella le gustara. Se
aseguraría que llegara a su clímax mientras drenaba la sangre de sus venas. Su velo

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era fuerte cuando se trataba de dar placer.

Su mirada se centró en una morena veinteañera, cuyas caderas se retorcían y


ajustaban a la frenética música. Ella tenía un hermoso bronceado en la piel, el tipo
de mujer que típicamente se encuentran aquí en la calurosa Darpong. La parte
oscura de Alejandro le susurró: Tú podrías hacer que ella rogara por ello.

Infiernos, la mayoría de los clientes estaban aquí porque esperaban que


fueran a encontrar un Elegido para otorgarles el beso oscuro. La mordedura de un
vampiro era un subidón para un ser humano, como una droga. El veneno
segregado por los colmillos de un Elegido causaba a su víctima relajación y
excitación.

Gran parte del veneno podía matar o convertirlos, pero la mayoría estaban
dispuestos a correr el riesgo por un subidón.

El velo de un Elegido, su capacidad de torcer y engañar la mente,


intensificaba aún más el placer.

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El Club de las Excomulgadas
El Blood Spot era conocido como un lugar donde los donantes humanos
dispuestos y los vampiros podían reunirse. Elegidos y seres humanos por igual
venían desde muy lejos a este lugar desolado para ese fin.

Probablemente esa morenita le daría la bienvenida a su picadura. De hecho,


ella seguramente la estaba buscando. Él podía presionar su espalda contra la pared,
deslizarle la falda hasta la cintura, abrir sus muslos, y facilitar su polla dentro y
fuera de su pequeña y caliente raja mientras bebía.

Ella se sentiría tan tersa y suave a su alrededor, sus músculos lo dominarían


y apretarían mientras él la hacía correrse.

Alejandro maldijo entre dientes y miró su vaso para distraerse de los


pensamientos que asaltaron su mente. Bebió el líquido restante, dejando que el
alcohol quemara su garganta.

El hambre de sangre se revolvió en su intestino y él la rechazó. Siguió

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apisonándolo por el momento, pero dudaba de su capacidad para que siguiera
siendo así. No se llevaba bien con la tentación. Nunca lo había hecho. Ni siquiera
antes de que hubiese sido Elegido.

Estaba aquí por negocios para el GBC, el Consejo de Administración de los


Elegidos, no para acogerse a los donantes voluntarios que lo rodeaban. Podía
resistirlo. Tenía que hacerlo.

Después de pedir otra copa, se apoyó en la barra y miró a los bailarines con
ojos de párpados pesados. El bourbon no le pondría borracho, pero los bocados
atractivos sacudiéndose que tenía delante sí podrían.

Una pelirroja en la multitud captó su mirada y sonrió con coquetería. Él


miró lejos.

¡Maldita sea!

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El Club de las Excomulgadas
Se suponía que se reuniría con Daria aquí. ¿Dónde diablos estaba? Si ella no
llegaba pronto, todo su autodominio se disolvería.

La ley de la Alianza decretaba que los vampiros se alimentaran solamente de


la succubare, la clase de los Elegidos que ganaban su sustento de las relaciones
sexuales en lugar de sangre. Eran seres humanos que habían sido elegidos, pero no
lo habían hecho a través del arduo proceso.

No eran completamente Elegidos, sólo medianamente.

Mientras que a los vampiros alimentados por los dispuestos donantes de


sangre humanos, no se les aplicaba la ley de manera normal. Básicamente se
trataba de un delito consensual sin castigo.

Sin embargo, el Consejo de Administración de los Elegidos, la organización


legislativa de todos los Elegidos, tenía la misma ley y con ellos sí eran muy
estrictos.

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Eran especialmente duros con los vampiros que trabajaban directamente
para el GBC. No se les permitía alimentarse de un humano, no importa qué tan
dispuesto pudiera estar el ser humano.

Agitó el bourbon en su vaso y trató de no mirar a la pelirroja que aún trataba


de llamar su atención.

Sí, tenía un problema con el reglamento que le impuso el GBC. Él ansiaba la


sangre humana, quería sentir el cuerpo humano aplastado contra él cuando bebía.
Se vio obligado a llenar el vacío que se creó en su interior. Algunas personas
encontraban el ser mordido por un vampiro igual a una adicción, pero él
encontraba que tomar su sangre era tan grande como un incentivo.

La sangre humana era más dulce que la sangre del succubare y mucho más
embriagadora.

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El Club de las Excomulgadas
La pelirroja se separó de la multitud y se acercó a él con esas piernas largas y
bien torneadas. Una falda negra y corta enfundada desde la cintura a la mitad del
muslo. Tacones rojos de aguja encerraban sus delgados pies, zapatos del mismo
color que su vaporoso y casi transparente top el cual no evitaba que se pudiera ver a
través en la parte superior.

La moda era retro en estos días, como en la Tierra a principios del siglo
XXI. Aquí, en la Galaxia Nabovsky, llamada así por el astrónomo que lo había
descubierto, los colonos tenían mucha de nostalgia por el planeta de origen.

Un caro colgante de rubí descansaba en el fondo suave de su garganta. Más


rubíes colgaban de sus delicadas orejas. La mujer que se le acercaba ahora era
probablemente rica y venía aquí a los barrios bajos, al alcance del Territorio Logos
sin ley en Darpong en busca de una emoción o dos. Habría apostado cualquier
cantidad de dinero que ella tenía un nuevo marido rico en Angel One.

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—Te ves solo aquí —susurró la pelirroja a él. Le tocó el pecho con las uñas
largas y cuidadas. Le raspó la piel a través del material de la camisa. Su voz baja
depredadora, sus ojos se iluminaron con la especulación—. Eres un vampiro, ¿no es
así, guapo?

***

Daria Morán abrió la puerta y entró en el Blood Spot. Sus pupilas se


acostumbraron a la luz tenue y su nariz flameó por el olor, una gran combinación
de alcohol Darpongese, el humo amargo de cigarrillos rashish, y el olor metálico de
la sangre. El ritmo de la música golpeando en el club asaltó sus tímpanos.

Había vampiros aquí. Podía sentirlos. Este club de mala calidad en los
alcances de Darpong era bien conocido como un lugar donde los veilhounders,
donantes de sangre que eran adictos psicológicamente al velo de un vampiro y
físicamente adictos a las sustancias químicas secretadas por la mordedura de un
vampiro, esperaban que un vampiro los honrara con su presencia... y sus colmillos.
Los bordes de su boca se curvaron con disgusto.

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El Club de las Excomulgadas
Si fuera por Daria, el veilhounding sería ilegal en todas partes. Ella
encontraba la práctica abominable, a pesar de las supuestas alegrías de tener un
vampiro hundiendo sus colmillos en ti y desplegando sus ilusiones en tu mente.

Había clínicas de adicciones en todo el Sistema del Ángel. Por el amor de los
planetas en quad, uno pensaría que la gente aprendía a no ser pateados de esa
manera.

Había casos aislados de vampiros traficando y vendiendo seres humanos


adictos a los que llamaban esclavos de sangre. A veces secuestraban veilhounders de
lugares como éste y los vendían en eso.

Ella sacudió la cabeza, mirando a su alrededor a las personas que llenaban el


edificio. Los tontos.

La mano de Daria descansó en su disruptor de pulso de uso policial, un


arma capaz de prevenir brevemente impulsos musculares o cesar las sinapsis que se

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disparaban en el cerebro, dependiendo de la configuración. El arma trabajaba en la
mayoría de las especies, incluso en los Elegidos. Ella no era una donante de sangre
dispuesta y estaría condenada si alguien la confundiera con una.

Sus pupilas finalmente se adaptaron a la luz tenue y buscó a Alejandro


Martínez. Ella no lo había visto en más de siete años. Lo vio de inmediato dado
que aún se veía como la carne hecha pecado.

Una chaqueta de cuero negro de motorista enfundaba sus anchos hombros,


musculosos brazos y el pecho. El pelo negro y espeso enmarcaba un rostro
excavado en las líneas masculinas, con una barbilla fuerte, ojos marrones y una
boca hecha para besar… y otras cosas. Ella se llenó de recuerdos de lo que no podía
ver, mientras la cara de Alejandro estaba enterrada de hecho en el cuello de una
pelirroja alta.

Daria se quedó atrás, mirándolo influir y sumergir a la mujer en sus brazos,


probablemente una veilhounder, su pelvis moviéndose sensualmente contra la de
ella. El ritmo al que bailaban era mucho más lento que la música. Se veían como si

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El Club de las Excomulgadas
estuvieran en medio de una lenta y agradable follada, ajenos a todo el mundo que
les rodeaba.

Daria negó con la cabeza. Había pasado mucho tiempo desde que había
tenido una de esos. Todo parecía sensual para ella en estos días. Por supuesto,
Alejandro siempre había exudado sexualidad, incluso antes de que hubiera sido un
Elegido.

¿Qué demonios estaba haciendo mordiendo a un humano? Eso estaba en


contra de las regulaciones del GBC.

Ella trabajó su camino alrededor del borde de la habitación, cogiendo en su


vista vampiros y donantes entrelazados y cruzando sobre cerveza derramada y otras
sustancias que no le importó identificar. Por último, entró en el aplastamiento de la
pista de baile y se abrió paso a codazos hacia él.

— ¿Alejandro? —Preguntó ella en voz alta, compitiendo con la música—.

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Soy yo, Daria. —No había reacción. Sólo esa influencia irritante que oscilaba y
empujaba—. Alejandro —repitió, esta vez más fuerte.

Él levantó la cabeza. Sus oscuros ojos estaban fuertemente velados, y un


mechón de pelo negro había caído sobre su frente. Rastrojos oscuros adornaban la
esquina de su mandíbula y la sombra de la piel alrededor de su boca bien formada.
Esos hermosos labios torcidos.

— ¿Tu turno? —Él arrastró las palabras con su acento español.

Él lanzó la pelirroja veilhounder, que se tambaleó hacia atrás borracha con


una sonrisa en su rostro. Daria se apartó, pero él agarró por la cintura y la atrajo
hacia sí.

Su protesta murió en su lengua mientras su cálido aliento le acariciaba la


garganta. Algún extraño capricho de la química vampírica hacía el aliento del
Elegido constantemente dulce. Los científicos habían hecho hipótesis de que el

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El Club de las Excomulgadas
aliento de vampiro actuaba como un tranquilizante suave, calmando a su víctima
humana y haciéndola más susceptible a las picaduras.

Daria contuvo la respiración, tratando de no respirar. Alejandro transportó


sus labios a través de la piel desnuda entre la clavícula y el hombro.

El rastrillo duro de sus colmillos siguió a la sensación.

Eso rompió el sopor momentáneo. Ella lo empujó y enganchó su pierna


alrededor de las suyas barriendo sus piernas por debajo de él. Él cayó duro sobre su
espalda, dispersando a los clientes del bar que les rodeaban.

Daria se arrodilló junto a él, aprovechando su pulsador y apuntando a su


sien. Lo giró hacia arriba, preparándose para disparar. La luz en la parte superior
que estaba conectada a sus patrones de ondas cerebrales se encendió en rojo.

—Te lo dije, Alejandro. Nada de colmillos.

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Alguien a su izquierda se quedó sin aliento, otro gritó. Todos ellos se
apartaron. Pero Daria sabía que en este lugar los alborotos no eran poco comunes.
Volverían a sus bebidas y el baile muy pronto.

Alejandro parpadeó.

— ¿Daria? Jesús, yo no te reconocí.

Tímidamente, ella se tocó el pelo con su mano libre. Había sufrido mucho
trabajo cosmético para esta operación. La cara de la persona que había sido cuando
había conocido a Alejandro estaba ahora permanentemente alterada. Su oscuro
cabello castaño era ahora rubio, y su mandíbula era de forma cuadrada en lugar de
señalar con delicadeza. Tenía los labios más llenos y los pómulos más prominentes.

Lo único que había dejado sin tocar del cuello para arriba eran sus ojos.
Todavía eran de un azul oscuro. Cuando pasó a la clandestinidad, había vuelto sus
ojos azules de color marrón con un par de lentes de contactos de color ordinarios.

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El Club de las Excomulgadas
No habría forma en que su presa la reconociera, incluso sin la precaución adicional
de las lentes de contactos, pero no tenía ningún sentido correr riesgos.

Sante solía decir que amaba el color de sus ojos, hijo de puta.

—Tú no has cambiado en absoluto —dijo ella—. No hundas tus colmillos en


mí, ¿lo captas? Nada de morder. Nada de colmillos.

—Eso es algo irónico teniendo en cuenta para lo que me quieres. ¿Cómo


crees que esto va a funcionar de todos modos? No puedo Elegirte sin tener tu
sangre.

Un temblor fino en su mano sacudió el pulsador.

—Lo sé —ella todavía estaba en negación acerca de esa parte. Lo haría, pero
hasta ese momento no quería pensar en ello... o hablar de ello—. Pero eso es por
una buena razón. No quiero que me muerdas sólo por diversión. No soy una

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veilhounder.

Él la miró por un momento antes de hablar.

—No estás preparada para todo esto, ¿verdad?

Ella ignoró la pregunta y ladeó la cabeza hacia un lado.

— ¿Qué demonios estabas haciendo quebrantando la ley de GBC de todos


modos? ¿Estás borracho de sangre?

— ¿Qué te hace pensar eso?

—Me dejaste tirarte sobre tu culo, Alejandro, a mí, un ser humano débil y
todo —ella sonrió—. ¿Eres un exuberante ahora, grandote?

Con el tipo de velocidad alcanzado sólo por un Elegido por completo, la


desarmó y la giró en un suave movimiento.

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El Club de las Excomulgadas
Ella trató de atacar a su garganta y ojos, pero él le agarró las muñecas y las
colocó en el suelo.

—Si yo estuviera borracho de sangre —gruñó él—, ¿habría sido capaz de


desarmar y contener a un agente de la Oficina de Investigación de Allied tan
fácilmente?

—Hijo de puta, Alejandro. Podría haberte matado si lo hubiera querido. Tu


cerebro estaba a solamente un apriete de gatillo —ella levantó una ceja—. Si no te
necesitara para esta misión habría informado a la GBC de tu pequeño… desliz. Me
pregunto con qué frecuencia te resbalas en estos días.

El miedo pasó por sus ojos y apretó la mandíbula antes de responder.

—Ese fuego, Daria. No te recuerdo siendo así. Es tan excitante —bajó la


boca y rozó sus labios en los suyos—. Voy a tener que hacerte cambiar de opinión
acerca de no permitir mis —él aspiró su aroma y gimió—colmillos hundirse en ti.

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Su acento rodó sobre ella y ella se estremeció en lugares que no habían
hormigueado en mucho tiempo. Dios, amaba su acento y su voz. Los dos juntos
eran mágicos. Ella hizo caso omiso de su respuesta.

—Algunas cosas nunca cambian —dijo ella—. Ni después de siete años, ni


siquiera después de que hayas sido un Elegido. Crees que todas las mujeres van a
caer a tus pies.

Él sonrió.

— ¿No lo hiciste tú?

—Eso fue antes de que fueras un Elegido, y las circunstancias eran...


extrañas. No va a pasar ahora.

Dientes blancos brillaron, haciéndolo lucir salvaje en la penumbra. Sus


colmillos fueron retraídos, gracias a Dios.

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El Club de las Excomulgadas
—Sería incluso aún mejor ahora.

Había sido fantástico antes.

Aún podía recordar esa noche, el sabor de él en su boca y la sensación de él


moviéndose dentro de ella. La había llevado a su clímax fuerte y rápido al
principio, y luego se había tomado su tiempo con ella, sacándole dos orgasmos más
antes que hubiera terminado.

Había sido mejor de lo que Sante había sido siempre, y Sante había sido un
Elegido cuando se había acostado con él, aunque ella no lo había sabido.

Ella había usado a Alejandro esa noche. Lo había conocido y no le había


importado. Le necesitaba para ayudarla a olvidar lo que había sucedido,
ahogándola en la lujuria para no ahogarse en la tristeza. Había hecho un buen
trabajo. Por esa única noche, él había sido como un caballero de brillante armadura
para su damisela en apuros.

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Daria se estremeció mientras su boca caía sobre la de ella. Sus labios se
deslizaron sobre los suyos como la seda, en tan sólo la más ligera pincelada. Puro
deseo se derribó por su columna vertebral directo hacia su sexo.

¡Maldito fuera!

Ella aún se sentía atraída hacia él después de todos estos años. Y, de todas
las cosas que podía ser, era un vampiro. Ella le mordió el labio inferior y probó la
sangre. Se extendió a través de la lengua como el suave vino. Tuvo que resistir el
impulso de escupir.

Maldiciendo, él se echó hacia atrás, y Daria rodó lejos. Agarró su emisor


perdido y se quedó quieta, limpiando la suciedad del piso de sus prendas de vestir
con una mueca.

—Levántate, Alejandro. Tenemos que irnos —ella le ofreció su mano y él la


tomó.

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El Club de las Excomulgadas
Una vez que se puso de pie, ella giró sobre sus talones y se dirigió hacia el
bar. Tenía que tomar un minuto para controlar sus nervios, por lo que ordenó un
trago.

— ¿Con hielo? —Preguntó el camarero.

Ella le dio a su cabeza un movimiento.

El camarero le sirvió el tiro y ella lo derribó. No había nada como el whisky


Darpongese. Era un poco parecido al whisky de la Tierra, pero más fuerte, con un
sabor ligeramente amargo y un acabado suave.

Alejandro le tocó el hombro.

— ¿Estás bien?

Ella le restó importancia.

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—Estoy bien —dejó el vaso de nuevo en la barra y cerró los ojos por un
momento. Era una mentira que estaba tratando desesperadamente de creer.

Dos años de servicio en la Patrulla Galáctica, siete años en la Oficina de


Investigación de Allied, dos medallas de valor, numerosas operaciones encubiertas,
y cientos de bustos y ella todavía no estaba segura de poder manejar lo que estaba
por venir.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Dos
Ellos salieron de la barra oscura a la desolación, al terreno de arena barrida.
El Blood Spot se encontraba en los confines más lejanos del Territorio Logos.

Alejandro ojeó el horizonte y no vio nada excepto el camino estrecho que


conducía a la ciudad de Danpang, rodeado de dunas de arena en todas las
direcciones. El Blood Spot se había convertido en un lugar caliente favorecido por
su ubicación aislada.

El viento empezó a soplar, llevando la arena a través de la carretera y


enviando a una lata vieja para confundir y raspar sobre el pavimento. La luna con
tintes de lavanda colgaba a media asta en el cielo y las estrellas brillaban en todas
partes cosidas como los chips de diamante en un paño de terciopelo negro.

Casi parecía el cielo nocturno de la Tierra, casi.

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Los Elegidos se habían marginado el mismo año en que los primeros paseos
espaciales comerciales se habían convertido de rigor en el año 2075. Había sido
algo antiguo, oscuro y potente encontrar algo nuevo, brillante y emocionante. Por
cierto, había sido un año notable en la historia de la Tierra. Los Elegidos habían
sabido que eran superados en número por los seres humanos, sabían que cuando se
expusieran habría miedo e intolerancia. Y la había.

¿No lo había siempre?

En ese momento, la Tierra se había vuelto superpoblada y desagradable para


vivir. Los Elegidos habían criado sueños de encontrar otro mundo para llamarle
casa. Había un universo ahí fuera y varios planetas habitables habían sido
descubiertos ya. ¿Tal vez habría un lugar para ellos en algún lugar de la negrura?

Sin embargo, los Elegidos nunca habían logrado encontrar un mundo que
pudieran llamar suyo. Superados en número y superados por la ley humana, sus
peticiones siempre se habían negado o habían sido bloqueadas por la política y

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El Club de las Excomulgadas
grupos que presionaban. Se habían visto obligados a unirse al levantamiento de la
ola de inmigrantes humanos que salían de la Tierra para encontrar un mundo
mejor. Un mundo mejor de uno que apenas había sido salvado del calentamiento
mundial y estaba lleno hasta el tope con la inflamación de la humanidad, langostas
que devoraban todos los recursos a su paso sin pensar en el futuro.

Luego vino el gran hallazgo de la Galaxia Nabovsky y el apoyo de un


sistema solar de no uno, sino cerca de cuatro planetas habitables en proximidad,
algunos grandes y otros más pequeños.

Ángel Uno era perfecto... exuberante, verde y azul, como la Tierra antes que
los humanos la hubieran estropeado. Aunque el cielo no era azul, sino de un pálido
amarillo verdoso. Ese planeta se había convertido en la "capital" del Sistema del
Ángel y hasta la fecha era el más civilizado.

Por suerte, había estrictas leyes ambientales en Angel Uno que prohibían la

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expansión de las áreas urbanas y protegían los lugares salvajes de la naturaleza. Las
zonas urbanas, especialmente Nueva Chicago, donde él y Daria vivían, se
construían altas en el cielo debido a las leyes antidispersión, aunque con amplias
zonas de vegetación para disfrutar dentro de los límites de la ciudad.

Otro planeta, Galileo, era pequeño y cubierto en su mayoría con agua,


aunque había dos masas de tierra considerables que habían sido colonizadas. Con
mares ricos en peces comestibles y de la vida del mar, era un lugar habitado por los
pescadores y sus familias, que trabajaban para las dos grandes plantas procesadoras
de alimentos que servían a los planetas en quad, como se les llamaba.

Darpong, donde se encontraban, no tenía mucha agua. Era un planeta


desértico, caluroso durante el día y frío por la noche. Era un mundo de tamaño
mediano y muy amigable para los seres humanos, a pesar de que la falta de agua
hacía que fuera una opción no muy popular. Era un lugar de vacaciones y fiesta en
su mayoría. Sin leyes y salvaje, ambos atraían igual. La muy popular competencia
de deporte grav de la Galaxia Nabovsky se celebraba aquí cada año, un espectáculo
de deporte extremo con una alta tasa de víctimas.

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El Club de las Excomulgadas
Con la cantidad de sol en Darpong, era irónico que Sante lo hubiera elegido
para su comuna ya que los vampiros no podían caminar bajo la luz del sol, aunque
si las historias eran ciertas, la cúpula protegía a los ocupantes sensibles a los rayos
castigadores del sol.

Songset, llamado así por el hombre que la había descubierto, estaba


encerrado en la corriente. Sin la temporada, la marea, o la rotación, simplemente
existía. Un lado del enorme planeta era sorprendido en pleno verano perpetuo, con
temperaturas que alcanzaban los cuarenta y nueve grados casi todos los días. El
otro lado estaba atrapado en un invierno perpetuo, las temperaturas sumergiéndose
en menos de diez grados en la región.

La mayoría de los inmigrantes que habían elegido para colonizar Songset


vivían en la banda que circundaba el planeta, donde el clima era más hospitalario,
aunque algunos vivían en los lados del "día" y la "noche" en grandes bóvedas
hechas por el hombre. Songset era un mundo de minería, devastado por sus ricos

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yacimientos minerales.

Hubo rumores de permitir a los Elegidos su propia roca, tal vez el lado
oscuro de Songset, pero, como siempre, nunca había llegado a buen término.

Alejandro vio a Daria caminar hacia su moto de dunas, era mucho más
agradable a la vista que su entorno árido. Su nuevo pelo rubio estaba cortado cerca
de su cabeza. Estaba tan corto que podrías pensar que era un hombre de espaldas,
hasta que bajabas tu mirada y veías el cuello largo y delgado, los delicados
hombros, y un culo muy bien formado. No había duda de que su cuerpo no era
nada más que cien por ciento de mujer.

Su rostro, así como su pelo, se veían diferentes. Los cirujanos habían hecho
un buen trabajo. Sante no la reconocería. Tenía los mismos ojos, a pesar de que
tenían una dureza que no había estado allí cuando había sido una patrullera recién
graduada.

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El Club de las Excomulgadas
¿Había sido Christopher Sante quien la había despojado de su juventud tan
rápido y duro? ¿O había sido uno de los otros muchos eventos que podrían haberle
ocurrido a un patrullero mojado-detrás-de-los-oídos en el apenas establecido
Sistema del Ángel?

Incluso después de todos estos años ella le intrigaba. Cuando él había


descubierto que Daria era un agente seleccionado para esta tarea, había convencido
al Consejo de que él era el hombre para interpretar a su contraparte. Todavía estaba
trabajando en el porqué de eso en su mente.

Cuando ambos habían sido patrulleros, él había hecho todo lo posible para
protegerla. Tal vez una parte de él sentía que el trabajo aún no había terminado, a
pesar que sabía lo que Daria le haría si alguna vez se enteraba que él pensaba que
ella necesitaba protección. Él sería despojado de sus bolas en aproximadamente dos
segundos.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Cuando habían trabajado en la sede de la patrulla, él había estado
desesperado por meterla en la cama, pero ella sólo había querido a Christopher
Sante y había rechazado todos los avances de Alejandro.

Al final, la seducción no había sido necesaria. Sus esfuerzos por consolarla


después de que Sante hizo su número en ella se habían convertido en mucho más.
Daria y él tuvieron su noche juntos hace siete años y Alejandro siempre había
pensado que sería el final de eso. Hasta ahora.

Daria subió a su moto de dunas y la encendió. El brillante vehículo plateado


y negro volvió a la vida y luego se asentó en un coqueto ronroneo. Cogió el casco
enganchado detrás de su asiento y se lo puso.

Ella le lanzó una mirada de impaciencia a través de la sombreada visera.

—Vamos. Quiero acabar con esto de una vez —ella se estremeció de manera
casi imperceptible.

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El Club de las Excomulgadas
Alejandro sabía que esto era probablemente debido a que estaba pensando
en la Elección que estaba por venir. Podía oler la pequeña punta del miedo en ella,
incluso desde la distancia.

No debería estar haciendo esto. Ella no lo quería y no estaba preparada para


ello.

Él se acercó y tomó su lugar en su propia moto de dunas, una máquina


ancha y plateada que podía acelerar sobre la arena caliente de Darpong como una
nube de propulsión a chorro.

Antes de iniciar su moto, Alejandro la miró. Las pequeñas líneas de


descontento aumentaban la piel entre sus ojos azul oscuro. Ella había configurado
sus hombros, y todos los músculos de su cuerpo parecían rígidos.

— ¿Cuánto tiempo ha pasado, Daria?

Anya Bast - El Pecado Elegido


Ella rodó los ojos.

— ¿Cuánto tiempo de qué?

—Desde que te acostaste con alguien. Estás con un poco de mal humor.

—Cállate, Alejandro. Vamos a seguir adelante.

—Unos buenos tres años, diría yo.

— ¿Por qué los hombres siempre piensan que cada pequeña cosa gira en
torno a ellos? Mi estado de ánimo no tiene nada que ver con los hombres o mi vida
sexual.

Él se puso su casco, descansando el pulgar plano sobre el motor de arranque,


y acelerando su moto a la vida.

—Claro, Daria —disparó de nuevo una vez que el motor de su moto se


había calmado—. Lo que tú digas.

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El Club de las Excomulgadas
—Alejandro...

Él le dio una patada al acelerador y lo quitó rápidamente. Su moto salió a


toda velocidad en el tramo del desierto. Por el rabillo del ojo, vio a Daria llegar
justo al lado de él.

Aceleraron sobre la arena a una velocidad que hacía que hablar fuera
imposible. Les arrebataría las palabras directamente de sus pulmones y las
dispersaría al viento. Esa era probablemente una buena cosa, teniendo en cuenta las
miradas de muerte que Daria le disparaba.

Su moto se cernía a un metro del suelo y se aferraba a los contornos de las


dunas de arena. Alejandro giró la moto hacia su residencia temporal en el desierto.
No estaba muy lejos de su destino final, la guarida del Camino Luminoso.

Alejandro volvió la cabeza para mirarla. Sus manos estaban enrolladas y


apretadas en las manijas de su moto, su pulsador escondido de forma segura en la

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cartuchera en su cintura. Dejó que su mirada viajara por sus piernas bien torneadas,
vestidas con unos pantalones demasiado ajustados de color crema. Su cuerpo se
tensó a la vista de ella y negó con la cabeza por el descubrimiento.

Ella todavía le afectaba.

Incluso después de todos estos años. De todas las mujeres que había
conocido, era la que más le había tocado. Ella siempre había sido difícil y él había
admirado eso en ella, pero no siempre había sido así de dura. Recordó qué grandes
y luminosos habían estado sus ojos después de que la traición de Sante hubiera sido
descubierta.

Esa noche, hace muchos años, Alejandro había querido tomar todo aquel
dolor lejos y traerle de vuelta el fiero idealismo que Sante le había arrebatado.
Alejandro la había echado a su lado para hablar con ella después que toda esa
mierda hubiera sido descubierta. Lo había hecho como un compañero de patrulla y
sin ningún motivo ulterior. Cuando ella lo empujó hacia atrás en su silla y comenzó

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El Club de las Excomulgadas
a besarlo, él había tratado de detenerse a sí mismo, pero su control había sido
destrozado por su agresión y su atracción compartida.

La mañana había traído un cambio rápido para los dos. Deshonrada y


reprendida por haber ayudado inadvertidamente a Sante en su actuación de hacerse
pasar por un patrullero, Daria había sido puesta en suspenso sin sueldo, a espera de
una investigación más a fondo. Había dejado Ángel Uno por un tiempo a fin de
poder tener su cabeza más clara.

Alejandro había descubierto poco después de que él había sido uno de los
marcados, un ser humano con la predisposición genética al vampirismo, destinado
a ser un Elegido.

Después de eso, él había tenido un corto período de pesadillas esclavizado a


su madre de sangre, Lucinda Valentini. Cuando había sido lo suficientemente
fuerte para romper con ella había ido a trabajar para el GBC. Había tenido el

Anya Bast - El Pecado Elegido


trasfondo perfecto para convertirse en una fuerza de paz, uno que se hacía cargo de
los vampiros que violaban la ley de los Elegidos. Era un trabajo difícil, y había
sacado el lado más oscuro de su personalidad.

Finalmente, ellos llegaron a su morada temporal, que constaba de dos


carpas, una grande y una pequeña, cada una de ellas camufladas para verse como
un montículo de arena cuando se viera desde el aire. El material de las tiendas de
campaña ocultaba el calor del cuerpo para engañar a los detectores.

Alejandro metió su moto a la tienda más pequeña para ocultarla de la vista y


Daria lo siguió. Agarraron su equipo de la parte posterior de sus motos y se
dirigieron a la tienda más grande.

—Hmmm… un campamento —murmuró Daria con una ceja levantada


cuando entró. Arrojó la mochila en un rincón y se retiró la pistolera mientras
dejaba que su mirada fuera sobre su entorno.

Miró a su alrededor. El interior de la tienda de campaña consistía en una


cama neumática en una esquina y una cocina sin humo en la otra, algo a lo que él

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El Club de las Excomulgadas
no le daba mucho uso más allá de la pequeña nevera que mantenía sus suministros
de sangre sintética fríos.

Almohadas multicolores estaban esparcidas por el suelo en una zona, frente


a un comunicador visual que funcionaba con energía solar. En el fondo había un
recinto cerrado con una ducha de agua antigua, un lavabo y un espejo. El suelo de
lona pesada cubría la arena, y los lados de la tienda crujían con el viento.

Sí, sus alrededores eran muy escasos, pero había que maravillarse de la
tecnología que hacía que la estructura fuera posible. Todos los aparatos eran
independientes y autónomos, impulsados por el viento o el sol. Los fregaderos de la
cocina y el baño estaban conectados a un depósito de agua pequeño en la parte
posterior de la tienda.

—Hogar dulce hogar por ahora —respondió él.

Él salió de su unidad PComp y Daria hizo lo mismo. No las necesitarían por

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un tiempo, ya que no podrían llevar los dispositivos de comunicación al Camino
Luminoso.

Pusieron las unidades, de aproximadamente el tamaño de la uña del pulgar,


en un cajón en la cocina. Los PComps encajaban en los puertos de bio-relé que
ambos tenían en la base de sus cráneos. Ellos descargaban la información de la ABI
o GBC, o donde tenían enlaces ascendentes, directamente a su mente. El nombre
para el dispositivo era un juego con el nombre para el dispositivo antiguo llamado
ordenador personal.

Ella se volvió hacia él, una mano en la delgada cadera.

— ¿Acaso tienes un hogar? Te recuerdo siendo bastante vagabundo. Y ahora


que estás trabajando para el Consejo de Administración de los Elegidos… —Ella se
calló.

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El Club de las Excomulgadas
—Mantengo un apartamento en Nueva Chicago y un lugar en el lado oscuro
de Songset. —Es cierto que su trabajo no le dejaba mucho tiempo para pasar en
cualquiera de las residencias. Eran lugares donde alojarse, no hogares.

— ¿Songset? ¿Cerca de la excavación?

Los colonos se habían preguntado si iban a encontrar vida extraterrestre


fuera de la Tierra. Sólo habían encontrado la flora y la fauna, no seres
evolucionados. Sin embargo, no mucho después, había habido un hallazgo
arqueológico en el lado nocturno de Songset, que demostraba que no estaban solos
aquí en la oscuridad.

—Mi lugar está a unos cien clics de allí.

Ella asintió con la cabeza y siguió mirando a su alrededor.

Él sabía que Daria había nacido en la Tierra y había pasado su infancia

Anya Bast - El Pecado Elegido


soñando con el día en que podría convertirse en una Patrullera Galáctica, al igual
que su padre lo había sido antes de morir. Es por eso que se había mudado fuera al
Sistema del Ángel. Lo que ella quería que Alejandro hiciera en este momento
podría destruir la carrera que le importaba más que nada.

Él arrojó su mochila.

— ¿Por qué quieres hacer esto? Es obvio que no tienes nada más que
desprecio por los Elegidos. ¿Por qué quieres ser una?

—Quiero entrar en el Camino Luminoso, Alejandro —sus ojos brillaron con


rabia—. Quiero derribar a Sante. Quiero...

— ¿Hacerle pagar por lo que hizo?

—Él me engañó y me utilizó. Vio una patrullera nueva y la estafó. Él me


hizo amarlo, el hijo de puta —su voz tembló de cólera—. Luego usó mis
conexiones para obtener información y matar a uno de mis amigos. Arruinó mi

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El Club de las Excomulgadas
reputación. Casi arruina mi carrera. ¿Qué? ¿Has olvidado todo esto? Sí, quiero
hacerle pagar.

—Nos engañó a todos nosotros.

—A mí más que a nadie —ella parecía lejos de él, y le vio temblar el labio
inferior. Esa visión de vulnerabilidad era un signo revelador—. Él mató a Julia —
dijo con una voz más suave—. La mató y nunca ha visto un día de castigo.

Él trató de hacer que su voz fuera reconfortante.

—Lo sé.

Sante era un viejo vampiro experto en ocultar lo que era. Se había


convertido en un patrullero con la única ambición de obtener información con
respecto a un testigo que había sido programado para testificar en contra de su
madre de sangre, María Gillante, en un caso de trata de personas esclavas de

Anya Bast - El Pecado Elegido


sangre.

En concreto, Sante había utilizado a Daria para obtener la información, y


había pasado un buen momento haciéndolo. Él la había cortejado y seducido.

Había entrado en una relación seria con ella de manera fraudulenta. Eso
había hecho que lo que vino después fuera incluso más que una traición.

La noche en que Sante había obtenido finalmente su información y


encontrado la casa donde estaba el testigo que declararía, había matado a la mejor
amiga de Daria, Julia Harding. Julia había sido una de los tres patrulleros
asignados para proteger al testigo esa noche.

Alejandro frunció el ceño.

—Dijiste que casi arruinó tu carrera, pero yo pensaba que habías sido
absuelta de mala conducta en el trato.

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El Club de las Excomulgadas
—Lo fui, con el tiempo. Eso no detuvo a todos de culparme a mí de lo que
pasó. No impidió que pensaran que era ingenua e incompetente. Me ha tomado
años reconstruir mi reputación a un nivel aceptable —sus ojos se endurecieron—.
Él se salió con la suya. Se salió con la suya asesinando a tres patrulleros y un testigo.
¿Te acuerdas de sus nombres, Alejandro? Yo lo hago. Vicente Almeda, Trudy
Horowitz, Stephen Millar… —Su voz temblaba de emoción—Y Julia Harding.

Alejandro suspiró.

—Lo sé, Daria. Recuerdo el juicio.

No habían tenido ninguna evidencia para vincular directamente a Sante al


asesinato. Había hecho un poco de tiempo haciéndose pasar por un ser humano,
eso era todo lo que los fiscales podían probar. Había sido una bofetada en la cara a
ambos, Daria y él.

Ella se apartó de él y cruzó los brazos sobre el pecho.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Y fue mi culpa —terminó en un susurro—. Si no hubiera sido por mí,
nunca se hubiera aparecido en la casa. Julia todavía estaría viva.

Alejandro resistió el impulso de consolarla.

—No es tu...

Ella se volvió hacia él.

—Él no se va a salir con la suya en esta oportunidad —dijo con una voz
acerada—. Esta vez, lo atraparemos. Voy a asegurarme de que lo hagamos.

Alejandro se pasó una mano por el pelo.

—Sabes que estás tirando tu vida por esto… ¿por él? Él era supuestamente
mi pareja. Él me traicionó. También quiero venganza, pero aun así yo no daría mi
vida por ese hijo de puta.

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El Club de las Excomulgadas
Sus ojos se cerraron.

—Yo no soy tú.

—Tú no estás marcada, Daria. Tú no tienes una predisposición genética


para ello. Eso me dice que Elegirte es una propuesta arriesgada. Podrías terminar
como succubare, por siempre alimentándote de sexo, en lugar de fuerza de vida.
Peor aún, la Elección podría matarte.

—Debes saber que soy más fuerte que eso. Voy a empujar a través del
succubare y convertirme en un vampiro totalmente Elegido.

Sólo un porcentaje muy pequeño de seres humanos podrían pasar a través


del cambio. Las probabilidades estaban en contra de ella.

—Está bien. Digamos que lo logras. ¿Entonces, qué? Odias a los Elegidos.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Ella se dio la vuelta y se alejó de él, hacia el ramo de cojines y se hizo hacia
atrás.

—Esta podría ser mi única oportunidad. Puede ser que no consiga otra.
Sante la jodió mal esta vez. Tiene a toda la alianza interestelar furiosa con él ahora
mismo. Ellos piensan que secuestró a Ari Templeton y nos dejarán hacer lo que sea
para recuperarla.

Richard Templeton, el padre de Ari, era la cabeza de la Iglesia del Nuevo


Pacto, la mayor organización religiosa en los planetas del quad.

Templeton había estado luchando para obtener el apoyo suficiente para


forzar al gobierno a exterminar a los Elegidos. Tan radicales como eran los puntos
de vista de Templeton, él era una figura de gran alcance social y religiosa.

Templeton afirmaba que su hija había sido secuestrada por Christopher


Sante y llevada al Camino Luminoso, la fortaleza bien resguardada que era llamada
una comunidad de Elegidos, pero que muchos pensaban era simplemente una especie

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El Club de las Excomulgadas
de culto. La ABI pensó que tal vez Sante lo había hecho en represalia contra la
Templeton y su movimiento motivado por el odio dirigido a los Elegidos.

Alejandro y Daria habían recibido el encargo de ir de incógnito e investigar


la denuncia de Templeton. Si se daban cuenta que era verdad, sus órdenes eran
llevar a Ari a casa y a Sante encerrarlo si fuera posible. Matarlo, si no lo era.

—El costo es demasiado alto —respondió él.

Ella se volvió.

—Mira, quiero a Sante. Haré lo que sea… cualquier cosa para llegar a él.

—Eso es bueno, hacer lo que sea, porque sabes la otra cosa que vas a tener
que hacer con el fin de engañar al Camino Luminoso para aceptarte como una de
los suyos.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Se volvió hacia él. Sus grandes ojos azules como la medianoche brillaron
con aprensión.

—Sí, lo sé.

Alejandro se dirigió hacia ella. Para su crédito, no retrocedió.

—Vas a tener que estar conmigo, Daria —él llegó a ella y tomó su mejilla
contra la palma de su mano—. Cada centímetro de ti, desde la parte superior de tu
cabeza hasta esos pequeños y bonitos dedos de los pies serán míos una vez que
lleguemos al Camino Luminoso.

El Camino Luminoso era muy restrictivo sobre a quién dejaba entrar. Sante
se lo estaba permitiendo a Alejandro, basado en su relación pasada.

Sante no tenía idea de que Alejandro era un empleado del GBC. Esa
información era secreta. Alejandro le había dicho a Sante que "Valerie" era su
pareja y que no iba a ir sin ella.

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El Club de las Excomulgadas
Ella apretó los dientes y tragó saliva, como si hubiese engullido un bicho
antes de hablar. Trató de no dejar que su ego tuviera éxito, pero era difícil.

—Puedo fingir —su voz tembló un poco. Sólo un Elegido sería capaz de oír
ese temblor leve.

Él le pasó el pulgar por el labio inferior.

—Sabes tan bien como yo que no serás capaz de fingir. Vamos a tener que
hacer todo real para esta operación. Tienen que ser capaces de olerte en mí, y
viceversa.

—Buen intento, Alejandro. No necesariamente tenemos que tener relaciones


sexuales para lograr eso. —Al contrario de sus palabras, el deseo parpadeaba a
través de sus ojos. Recorrió el cuerpo de él e hizo que su polla se pusiera dura.

Dios lo ayudara, él aún la quería.

Anya Bast - El Pecado Elegido


La quería desnuda, quería esas piernas largas y fuertes envueltas alrededor
de su cintura mientras él se metía dentro y fuera de su pequeña raja caliente.

—Eso sería difícil.

Sus ojos se cerraron de nuevo y ella golpeó su mano lejos.

—Sí, lo sé, pero no imposible —ella empujó pasando más allá de él.

Alejandro arqueó una ceja.

—Supongo que hay mucho camino por recorrer antes de que aceptes todo
esto.

—No te hagas ilusiones. Nunca lo aceptaré. Sólo voy a hacerlo. —Daria se


giró y se pasó una mano por el pelo, haciéndolo sobresalir en mechones
pequeños—. Mira, he tenido que luchar duro para convencer a la Mesa que me

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El Club de las Excomulgadas
asignaran a este caso. Ellos pensaban que yo tenía demasiadas cuestiones relativas
a Sante para ser objetiva.

—Las tienes.

Daria no le hizo caso.

—Era mi deseo de convertirme en un Elegido que los convencí al final. Yo


era la única que lo haría. Así que vamos a hacerlo, ¿de acuerdo? Si no lo hacemos
ahora, podría perder el valor. No puedo pensar mucho en ello.

—Sabes que voy a tener que morderte Daria. También vas a tener que
morderme —él tomó un paso hacia ella y ella retrocedió. Él se quedó quieto—.
¿Confías en mí?

—No.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Él negó con la cabeza.

—No estás lista para esto.

—Diablos no, no estoy lista, y no confío en ti. Mete en tu cabeza que yo


nunca estaré lista y nunca voy a confiar en ti. Sólo hazlo de todos modos.

Alejandro suspiró.

—Primero voy a beber tu sangre. Dejar que se combine en mis venas antes
de dártela de nuevo, mezclada con la mía. Esa mezcla va a producir cambios
drásticos en ti. Tú no tienes una marca para allanar el camino como yo lo hice.
Nunca fuiste hecha para convertirte en un vampiro y no tienes la composición
biológica para ello. Por lo tanto, esas transformaciones van a ser violentas y van a
ocurrir en una cantidad de tiempo muy corto. Uno de esos cambios será un
incremento de hormonas...

—He leído acerca de todo esto en el manual, Alejandro —interrumpió ella.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿El manual? —Él resopló—. Vamos, Daria, leer el manual y hacerlo en la
vida real son dos cosas diferentes.

Ella le lanzó una mirada de pocos amigos.

—Mi punto es, yo sé qué esperar.

— ¿Así que ya sabes que desde el momento en que te Elija hasta el momento
en que tu cuerpo se deslice en la inconsciencia vas a querer follar a cualquier
persona dentro de dos kilómetros?

Daria miró alrededor de la tienda como si pudiera ver más allá de las
paredes de arena de más de ciento sesenta kilómetros de radio. Ella le devolvió la
mirada, marcando la conclusión obvia.

—Sí —dijo él con una sonrisa.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Ella sacudió la cabeza.

—Voy a resistir.

Él se echó a reír.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Tres
Alejandro paseó hacia ella con una mirada de fuego en sus oscuros ojos.
Daria resistió la tentación de retroceder. Quería que ella confiara y ella no podía
darle eso. De todos modos, tenía que entregarse por completo a Alejandro en estos
momentos.

Cada fibra de su cuerpo protestó.

Él le coloco la mano en la mejilla y ella suspiró al calor que su cuerpo


despedía. Cuando él deslizó la otra mano alrededor de su nuca, ella se estremeció y
trató de retroceder. Su agarre se apretó. Esforzándose por no luchar contra él,
apretó los dientes y se quedó en su lugar.

— ¿Estás absolutamente segura de que quieres hacer esto? —preguntó él.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Un gemido se alojó con fuerza en la garganta. Ella asintió con la cabeza.

Él dio un paso adelante, cerrando el pequeño espacio entre ellos y apretó sus
labios en su mejilla. Ella se encogió lejos, pero él la agarró de la parte superior del
brazo y la sostuvo en su lugar. Respiró hondo, cerró los ojos y se preparó
psicológicamente a sí misma para ser mordida. Todos los músculos de su cuerpo se
sentían nerviosamente apretados.

—Shhh —la tranquilizó Alejandro. Se inclinó, bañando sus labios con su


aliento embriagador. Daria estaba segura de que lo hacía deliberadamente. Tenía
un efecto calmante que le dio la bienvenida en ese momento. Abrió los ojos y
aspiró, dejando que la serenidad pasara sobre ella.

Estaba tomando un riesgo enorme aquí. Si fuera incapaz de empujar a través


de la transformación completa, iba a terminar destinada a vivir su vida
sobreviviendo de los deseos de los demás. La idea de ser un vampiro la disgustaba,
pero la idea de acabar absolutamente succubare la aterrorizaba.

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El Club de las Excomulgadas
—Dios, hueles tan bien, Daria —él murmuró a su oído—. ¿Recuerdas esa
noche justo antes de salir de la oficina por tu suspensión? ¿Recuerdas lo buenos que
éramos juntos? Nos enredamos juntos toda la noche, sudorosos y ajenos al resto del
mundo.

A pesar de su aprehensión, el producto químico en el aliento de Alejandro


hizo que sus músculos languidecieran.

—Uh… eh. Lo recuerdo —murmuró.

Se detuvo de ronronear por la memoria de su pecho desnudo frotándose


contra el de ella, cómo la había tirado debajo de él y separado sus muslos con la
rodilla, la sensación de su polla presionando deliciosamente en su coño centímetro
a centímetro. Ella se estremeció.

Él la había llenado tan bien, estirando los músculos de su coño hasta que
ella apenas podía tomar todo de él. Se sintió deliciosamente poseída por él,

Anya Bast - El Pecado Elegido


abrumada por él.

Dios, lo había amado.

Había encontrado consuelo en los brazos de Alejandro por esa noche. Sin
duda, podría encontrar consuelo allí de nuevo.

—Sólo relájate y podemos ser tan buenos durante la Elección, ¿de acuerdo?
Relájate —murmuró él.

El cuerpo de Daria se suavizó contra el suyo. Sus dedos encontraron sus


brazos y se agarró para que ella pudiera permitirse a sí misma ceder contra él un
poco.

Alejandro arrastró la mano enmarcándole la mejilla abajo de la mandíbula,


el cuello y el hombro. Brevemente le acarició la cintura, y luego presionó en la
parte baja de su espalda. Rozó los labios ligeramente a través de los de ella, pero no

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El Club de las Excomulgadas
se quedó allí. En cambio, su boca trazó hacia abajo del hueso de su mandíbula, a su
garganta.

La mano en la nuca viajó arriba y se retorció en su pelo. Usándolo como un


agarre, poco a poco le inclinó la cabeza hacia un lado, exponiendo la línea
vulnerable de su garganta. Todo el tiempo le acarició la piel sensible, poniéndole la
piel de gallina por encima de su carne.

Los latidos del corazón de Daria y su respiración se aceleraron más por la


mordida inminente. Incluso mientras su mente arremetía contra la idea de dormir
de nuevo con él, su cuerpo se preparó.

La camiseta de color azul claro con cuello en V que llevaba no le impidió el


acceso a Alejandro y él fue directo al negocio. Con los bordes afilados de sus
colmillos cortó ligeramente en la zona en que el hombro y la garganta se reunían.
Ella se estremeció de placer. Cristo, ella nunca conseguiría pasar a través de esto sin

Anya Bast - El Pecado Elegido


una combustión espontánea.

—Alejandro, acaba el juego previo. Sólo hazlo —en este momento, ella le
daría la bienvenida a su mordida, sólo para distraerla de lo mal que lo deseaba.

—Ten paciencia —su lengua salió y le buscó el pulso, luego se instaló sobre
el mismo. Un temblor le recorrió la columna vertebral. Sus piernas de repente se
volvieron inestables, ella trenzó sus brazos alrededor de él y se sostuvo.

Le temblaba la voz cuando ella respondió:

—Yo no lo tengo todo —ella jadeó. Afilados colmillos penetraron. El dolor


dulce e irregular la hizo quedarse rígida.

El dolor se retiró y el placer cálido la envolvió. En algún lugar del fondo de


su mente, Daria entendió que Alejandro había rodado el velo sobre ella. Estaba
diseñado para enmascarar el dolor con el placer.

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El Club de las Excomulgadas
Ah, y cómo funcionaba. De repente comprendió la adicción de los
veilhounder.

El deseo se vertió en ella como miel espesa y dulce, acunándose en todos los
lugares correctos. Cada vez que se movía le rozaba más fuerte los sensibles pezones
contra su pecho. La succión en el cuello aumentó, provocando que la mezcla
embriagadora de placer y dolor afectara un área de su cuerpo mucho más al sur.

Cuando él desactivó sus colmillos y retiró su velo, la abrazó con el


arrepentimiento parpadeando.

Con una mano le acarició la parte superior de la espalda.

— ¿Estás bien? —Su voz sonaba fuerte, despierta, espesa. Retumbó a través
de ella, y ella luchó contra la tentación de apoyarse en él y cerrar los ojos. Tenía
que ser capaz de sostenerse por sí misma.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Yo... —la palabra salió estrangulada y rasposa. Ella se apartó de él y se
tambaleó hacia atrás—. Estoy bien —llevó su mano arriba y tocó las dos heridas
punzantes en el cuello para distraerse—. Guau, eh, veo lo que quieres decir acerca
de la lujuria. —Maldita sea, su voz sonaba temblorosa y delgada.

Él sonrió. Ella notó con inquietud que parecía una sonrisa depredadora.

—Yo no te he Elegido, todavía, Daria —dijo él en una voz ronroneante y


espesa.

Ella sintió que la sangre se iba de su rostro.

—O...oh.

—Pensé que leíste el manual.

—Lo hice —Daria se apartó de él y cerró los ojos. No iba a rendirse a él.
Ella no iba a hacerlo. Un hombre como Alejandro era más peligroso que la mayoría
y no iba a dejarlo entrar, ni siquiera si era sólo para el sexo.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Daria? ¿Estás bien? No te sientes débil, ¿verdad?

Ella se volvió, ocultando su preocupación con una expresión de ira.

—No, no me siento débil. —La palabra sonaba como el azote de un látigo en


el aire tranquilo.

La risa iluminó sus ojos, pero era obvio que valoraba sus bolas como para no
dejar que se escapara de su garganta. Era inteligente.

—Bien —caminó hacia ella, mordiendo su muñeca mientras llegaba. Torció


un brazo por su cintura y la atrajo hacia sí, colocándole la muñeca en la boca al
mismo tiempo—. Entonces puedes beber.

Miró la sangre que goteaba de la herida que había hecho.

—Uh.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Bebe, Daria. Esta es la Elección.

Ella vaciló, luego cerró los ojos y elevó su cara, y su valor, y pasó su lengua
para probar su muñeca. El sabor de la fuerza de la vida revistió su lengua como el
vino viejo y caro. Tenía una textura sedosa con un borde de dulzura. Era una
rareza química de los Elegidos la que los hacía tener ese sabor. Ella no quería
escupirlo como había hecho antes. Lamió su piel y cerró los ojos.

Era irresistible.

Espera… ¿cómo podía ser irresistible? ¿Estaba él usando su velo sobre ella?
¿Alejandro estaba haciendo que le gustara? No importaba. Ella quería, necesitaba,
más. Daria agarró su antebrazo y aseguró su boca a su muñeca, lamiendo y
chupando.

Su brazo libre se tensó alrededor de ella.

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El Club de las Excomulgadas
—Daria —él dejó escapar un suspiro duro. No dijo nada más que eso, pero
la lujuria infundió en su nombre, haciéndole saber que también sentía el deseo.

Suavemente, él la depositó en el suelo, manteniendo la muñeca en su boca y


su brazo alrededor de su cintura. Daria era intensamente consciente de la longitud
de su cuerpo con fuerza contra ella. Él la acunó en su regazo.

Su cuerpo se sentía tenso, listo para el encenderse. Su brazo le rozó el pecho


y ella gimió. No le importaba nada en ese momento, excepto las intensas demandas
repentinas de su cuerpo. Daria dejó que la sangre la llenara. Era como si ella
pudiera sentirla realmente corriendo a través de sus venas, investigando su cuerpo,
encontrándolo adecuado e infundiéndola.

—Detente. Me estás matando —gimió él—. En más de un sentido. Has


tenido suficiente sangre, Daria.

Ella renunció a sostener su boca en su muñeca. La herida parecía cerrarse de

Anya Bast - El Pecado Elegido


inmediato. Lo miraba con fascinación.

Alejandro apartó su mano y ella se salió de su regazo. Él rodó sobre su


espalda con un gemido gutural. Daria dejó que su mirada viajara de su cabeza de
pelo negro y espeso hacia los rasgos cincelados de su rostro, a la subida y la caída
de ese magnífico pecho masculino, y al montículo obvio de su erección presionada
contra sus pantalones.

No sabía si era un efecto de la Elección o si se debía al velo de Alejandro,


pero su mente estaba doblada bajo una gruesa manta de algodón. Daria luchó por
la claridad, por el razonamiento lógico, pero se le escapó entre los dedos. Todo lo
quedaba en sus sentidos eran las necesidades de su cuerpo.

En este momento, todo su mundo era acerca de su excitación abrumadora y


cómo Alejandro podría sacarla fuera de ello.

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El Club de las Excomulgadas
En algún lugar del fondo de su mente un susurro de recuerdo se quedó. Ella
había querido resistirse a Alejandro, pero el hechizo pesado de la Elección triunfó
sobre su anterior determinación.

Tenía que tenerlo.

Daria se puso en sus manos y rodillas y se arrastró sobre el cuerpo de


Alejandro. Él abrió los ojos y la miró. Esos ojos de color marrón oscuro eran
evaluadores y tenían los párpados pesados. Daria sabía que la quería a ella tanto
como ella lo quería a él. Sus músculos se sentían nerviosamente apretados y él
mantuvo sus manos cuidadosamente a sus costados, como si luchara contra el
impulso de tocarla.

Daria se preguntó qué podía hacer para que él perdiera esa pelea.

Con la confianza que nace del conocimiento de la atracción mutua, ella lo


montó para que pudiera sentir el calor irradiando de su sexo. Uno por uno, le

Anya Bast - El Pecado Elegido


desabrochó los botones de su camisa, dejando al descubierto su pecho bronceado.
Pasó sus dedos sobre su piel, trazando alrededor de sus pezones.

Él la agarró por las muñecas muy rápido, haciéndola jadear.

—Daria, estás en medio de la Elección. Lo que estás sintiendo es un efecto


de los cambios químicos que se están produciendo en tu cuerpo. No puedo aceptar
tu invitación en estos momentos. Yo quiero, no me malinterpretes —él gimió—.
Dios, realmente lo quiero, pero no puedo.

La claridad surgió. Ella sacó las manos de las suyas. Estaba en lo cierto. Él
tenía mucha, mucha razón. ¿Qué demonios estaba haciendo? Entonces, tan pronto
como parpadeó, la idea se había ido, dejando tras de sí sólo la lujuria.

Ella trazó uno de sus pezones planos perezosamente y Alejandro se


estremeció bajo sus pies. El calor se encendió en sus ojos. Ella quería que ese calor
se convirtiera en fuego, por lo que giró las caderas lentamente, moliendo su coño
contra su dura polla a través de su ropa.

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El Club de las Excomulgadas
—Daria —jadeó en alerta—. No hagas eso.

Ella se limitó a sonreír.

—Vamos, Alejandro, sé que quieres follarme —Daria llegó abajo entre sus
cuerpos y frotó su duro eje a través de su ropa—. Quieres deslizar esta polla muy
dentro de mí, al igual que lo hiciste hace tantos años.

—Sí quiero —él le dio vuelta y atrapó sus muñecas al suelo a ambos lados
de su cabeza. La dura presión de su cuerpo borró la sonrisa de su cara y aumentó la
necesidad que sentía. Ella se retorció debajo de él, presionando contra la parte
deliciosa y rígida de su eje—. Quiero follarte, pero, Daria, por favor —se quejó—.
Te arrepentirás de esto por la mañana y no quiero ser uno de tus arrepentimientos.

La desesperación la llenaba. No podía rechazarla ahora, no cuando esta


desesperación por la liberación la chamuscaba. Ella sacudió la cabeza y gimió,
luchando contra los ruegos que se abarrotaban en el fondo de su garganta. No le

Anya Bast - El Pecado Elegido


rogaría, pero la necesidad de hacerlo se sentía tan fuerte que era casi irresistible.

—Por favor —la palabra salió torcida, desesperada, ahogada—. Te necesito,


Alejandro.

Alejandro hizo un sonido de frustración. Su mano se deslizó entre sus


muslos y encontró su clítoris. Metódicamente, él utilizó el borde duro de sus
pantalones contra el manojo excitado de nervios. Daria se retorció en el suelo
debajo de él, moviendo sus caderas en sincronía con su contacto.

—Esto te hará sentir mejor.

—No es suficiente. Más —se quejó ella.

Él vaciló, y luego su aliento silbó fuera de él.

—Me vas a matar con esto, Daria —Alejandro le desabrochó el botón y la


cremallera de los pantalones y los deslizó hacia abajo y fuera, junto con las bragas.
El aire frío bañó su piel desnuda.

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El Club de las Excomulgadas
Ella metió sus propias manos entre sus muslos, pero él gentilmente las
rechazó. Arrastrando sus fuertes dedos sobre su enrojecido y caliente coño, su
aliento silbó fuera de él.

—Tú quieres mi polla aquí, nena, ¿no?

Daria se mordió el labio inferior y asintió con la cabeza. Oh, tan mal...

Él deslizó un dedo dentro de ella, estirando los músculos que no se había


extendido de esa manera en un largo, muy largo tiempo. Con la yema de su dedo
índice, él raspó por encima de su punto G. La respiración se estremeció fuera de
ella.

— ¿Justo así, querida? ¿Es así como quieres que te folle?

—Sí —suspiró ella.

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—Bien. Extiende esas bonitas piernas y déjame hacer que te corras. —Su
voz sonaba irregular y ronca.

Ella sacudió la cabeza mientras él añadía un dedo más, estirando sus


músculos aún más, pero no tan lejos como lo haría su polla. Se metió dentro y fuera
de ella, haciendo que su cuerpo se meciera hacia atrás y adelante en el suelo de la
tienda.

Su coño estaba húmedo y con ganas, hormigueando con el placer erótico


que Alejandro le estaba otorgando. Daria estaba borracha de él, perdida en él. No
podía dejar de clavar los talones en el suelo de la tienda de campaña y mover las
caderas al tiempo de sus embestidas.

Las manos de Daria encontraron el dobladillo de la camisa y la empujó


hacia arriba, encontrando sus pechos para poder rodar sus pezones entre sus dedos.

Su mundo entero se trataba de bajar en este momento, encontrar la


liberación de la presión sexual intensa que la Elección había construido en ella.

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El Club de las Excomulgadas
—Joder, no lo puedo soportar —gruñó él—. Tengo que probarte.

Él le separó las piernas y la empujó hacia abajo, sujetándola con las fuertes
manos en el suelo haciéndola jadear. Si ella hubiera querido moverse o escaparse,
no habría habido manera de que pudiera hacerlo. Su coño se extendió de par en par
para él, hinchado y excitado con la necesidad.

Alejandro sopló a lo largo de la delicada piel de la cara interna del muslo y


sobre su coño excitado. Daria se estremeció en la deliciosa anticipación.

Entonces Alejandro gimió y bajó la cabeza tirando de su clítoris entre los


labios.

Sus dedos encontraron su pelo e hizo un puño en ellos. Vio su cabeza oscura
sacudirse entre sus muslos mientras arrastraba su lengua arriba y abajo en la
longitud de su coño. Alejandro actuaba como si ella fuera lo mejor que había tenido
nunca en su boca.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Él levantó sus ojos aturdidos a los de ella.

—Sabes bien. Pegajoso, caliente y dulce cielo. Justo como lo recordaba —


quitó una mano de su pierna y deslizó dos dedos profundamente dentro de su coño,
raspando a lo largo de su punto G mientras rodaba su clítoris de ida y vuelta con su
lengua.

El orgasmo se hinchó, retrocedió… explotó. Ella inclinó la cabeza hacia


atrás y cerró los ojos. La dulce liberación se vertió a través de ella, empapando su
coño y arqueando su columna vertebral. Ella jadeó su nombre mientras éste la
recorría. Alejandro pasó la lengua por encima de ella mientras las olas disminuían y
desaparecían, como si no pudiera dejar de probarla.

—Necesito más —murmuró ella, alcanzándolo después de que las olas de


éxtasis habían pasado—. Necesito tu polla dentro de mí, Alejandro. Quiero que me
folles.

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El Club de las Excomulgadas
Alejandro se quedó mirando el coño saciado con una intensidad carnal. Sus
dedos trazaron sus labios, ahora rojos e hinchados por sus atenciones, ella se
estremeció y cerró los ojos.

—El proceso en ti es más rápido que de costumbre por alguna razón. Es casi
la hora para que empiece.

— ¿Qué es? ¿Qué va a empezar? —murmuró ella.

Un tornado comenzó en su mente.

Ella gritó. Él la soltó y ella se alejó de él, tirando de sí misma en una


pequeña bola en el suelo, sin importarle que estuviera medio desnuda, sin
importarle nada más allá del cambio repentino en su mente y cuerpo.

El conocimiento se estrelló contra ella, como una descarga masiva de


PComp a la velocidad de la luz. Su cuerpo parecía contraerse y luego expandirse.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Los colores se arremolinaban en su mente, y las sensaciones, demasiado numerosas
para registrarlas en su cuerpo atormentado. Ella cerró los ojos y jadeó bajo la
embestida.

Las imágenes de su infancia asaltaron el ojo de su mente y sus sentidos


maltratados. El olor de la goma de su muñeca favorita. El rostro de su padre
sonriente justo antes de morir. El peso del broche de herencia de su madre en la
mano. El sonido de la multitud gritando de alegría a la nueva clase de patrulleros
galácticos en el día de la graduación.

Las imágenes se desvanecieron, y ella cerró los ojos y luchó contra el


impulso de vomitar. Ahora tenía la sensación de ascender, más rápido y más
rápido. El viento le arrancó su ropa y su pelo mientras ella aceleraba hacia arriba a
través de la oscuridad, sin nada para detener su progreso.

A pesar de que sabía que su cuerpo aún yacía en el suelo de la tienda, su


mente se había lanzado como un cohete.

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El Club de las Excomulgadas
Algo se alzaba frente a ella, algo alto, ancho y brillante en la negrura.

Daria gritó y arqueó la espalda mientras lo golpeaba. La barrera se hizo


añicos con un sonido brillante y tintineantes fragmentos de cristal salieron volando
por el impacto. Su ascenso se ralentizó desde la colisión y por instinto, supo que
tenía que acelerarlo de alguna manera.

Retorciéndose en el piso de la tienda, arañó con garras por delante de ella,


tanteando el aire en su búsqueda de un mayor impulso. Otra brillante barrera
resplandecía más adelante. Sabía que tenía que perforar a través de ella.

Jadeando, Daria utilizó todas y cada una de las últimas reservas que tenía
para aumentar su velocidad. Casi ahí. Casi estaba allí, pero estaba tan cansada, tan
cansada… Dejó que su cuerpo se relajara.

—Lucha, Daria —le susurró Alejandro al oído—. No te rindas. No te rindas


ahora. Atraviésala.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Sus ojos parpadearon abiertos y se cerraron de nuevo. Estaba en lo cierto.
No podía ceder ante el agotamiento ahora, pero era muy difícil. Se sentía como si
hubiera estado corriendo en el desierto durante tres horas. Ella no podía dar ni
siquiera un... paso…más.

—Recuerda a Julia —le susurró Alejandro.

El nombre sacudió el cuerpo de Daria y una imagen de Julia llenó su mente.


Julia inclinándose sobre la mesa del comedor, riendo, su placa brillando en la luz
del sol y sus ojos castaños arrugados en los bordes con la diversión. El nuevo flash
hizo a Daria suspirar a la vista de su amiga tendida en el suelo, con los ojos
vidriosos y sin ver, con las pupilas fundidas.

Julia. Ella tenía que luchar por ella.

Daria buscó caminos hacia abajo en los recovecos de su mente con su


voluntad. Su voluntad siempre había sido fuerte. Una última explosión de fuerza

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El Club de las Excomulgadas
que el dolor vertió a través de su cuerpo la llevó a la siguiente barrera a un ritmo
que avanzaba poco a poco. Ella golpeó la pared hasta que sus puños en el ojo de su
mente se ensangrentaron y devastaron. Ella gritó, luchó y dio una patada.

Por último, ella golpeó con el puño a través de la barrera de cristal. Se hizo
añicos un latido del corazón más tarde.

Las imágenes se apagaron como si alguien hubiera apagado un comunicador


visual y ella quedó inerte. El cuerpo caliente de Alejandro le hizo cuchara desde
atrás y ella estaba agradecida por el apoyo.

Aparentemente, eso había sido lo que era.

Sus ojos se abrieron. El mundo parecía tan extraño. Ella podía ver todo en
detalle si se concentraba lo suficiente.

Si se concentraba, podía distinguir las fibras individuales de color canela en

Anya Bast - El Pecado Elegido


la pared de la tienda en frente de ella. Si se concentraba muy fuerte, ella podía oír
cada grano por separado de la arena que soplaba afuera. Ella dio un respingo al oír
el ruido increíblemente fuerte de ello y dejó de poner su atención allí.

—Oh, dios mío —susurró ella.

— ¿Estás bien? —preguntó Alejandro.

—Yo...yo no lo sé —jadeó.

— ¿Tienes sueño?

—Sí —de hecho, la fatiga comenzaba a devorarla ahora. Su cuerpo se relajó


involuntariamente en el agotamiento y se le hizo difícil mantener los ojos abiertos.
Su cuerpo exigía reposo. No importa las preguntas que tuviera. No importa lo que
su mente quisiera. La oscuridad la envolvió—. ¿Lo... lo hice? ¿Pasé... a través de la
succubare? —Murmuró ella mientras yacía en el borde del sueño.

Su mano le alisó el pelo hacia atrás de la frente.

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El Club de las Excomulgadas
—Lo sabremos cuando te despiertes, querida —ella flotaba lejos en los
profundos y dulces tonos de su voz.

Anya Bast - El Pecado Elegido

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Cuatro
Daria despertó y abrió los ojos, inmediatamente notando que Alejandro la
había establecido en el colchón inflable en el centro de la tienda y la había cubierto
con una manta ligera. Él la había vestido de nuevo, también. Le dolía la cabeza y se
sentía débil, como si hubiera corrido cuarenta y cinco kilómetros en el calor.
Gimió, se sentó y miró a su alrededor.

Y de repente, se sintió mucho mejor.

Alejandro estaba a su lado profundamente dormido. Sus pantalones


vaqueros negros colgaban bajo en sus caderas con la pareja superior de botones
desabrochados, revelando un poco de pelo negro y la parte sobresaliente de una
cadera magra. Estaba sin camisa y uno de sus brazos estaba arrojado sobre su
cabeza en una posición que definía sus bíceps.

Anya Bast - El Pecado Elegido


El músculo liso ondulaba sobre la extensión de su pecho y brazos. Una fina
capa de pelo oscuro trazado de manera cónica iba por su estómago hacia abajo,
más allá de la cintura de sus vaqueros.

Ella realmente quería seguir ese camino.

Su mirada encontró el pulso en la garganta y se quedó allí. El hambre


comenzó bajo en su vientre y hacia fuera. Se imaginó sacándole los pantalones
vaqueros y acariciando su polla hasta sentirla dura, deslizando sus labios alrededor
de su eje, y dejando a Alejandro impotente ante cada uno de sus caprichos carnales.

Ella imaginó que él la giraría, obligando a sus muslos a separarse y hundiría


su polla dentro de ella, tomándola lento al principio y luego más rápido y más duro.
Ella mordería su cuello a medida que se unieran y dejaría satisfechos todos sus
deseos a la vez.

Ella miró fijamente a su pulso y su boca se aguó.

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El Club de las Excomulgadas
Mierda. ¿Qué estaba mal con ella? ¿Estaba la Elección todavía afectándola?
Hizo una mueca al recordar cómo había actuado la noche anterior. Hombre, había
hecho el tonto fuera de sí misma. Le había rogado que la follara.

Dios, ¡lo que le había hecho a ella! Y ella había rodado sobre su espalda,
rogándole por más.

A pesar de que la respuesta radical de zorra parecía haber desaparecido, el


verlo así aún le causaba que su cuerpo respondiera quisiera o no.

Sus ojos oscuros se abrieron y él se estiró como un gato, delineando cada


músculo exuberante de la cintura para arriba. Daria apartó la mirada, tratando de
dominarse a sí misma.

—Estás despierta —murmuró él—. ¿Quieres sexo o sangre?

Ambos, gritaba su mente. ¡Las dos cosas! Ella le devolvió la mirada y el deseo

Anya Bast - El Pecado Elegido


le apretó su cuerpo con tanta fuerza que tuvo que agarrar la manta con ambas
manos para no saltar sobre él. Daria no podía formar una oración.

— ¿Quieres sangre? —preguntó él.

—Dios, sí —la respuesta se derramó de sus labios antes de que pudiera


detenerla.

—Bien —él se empujó en sus codos—. Pasaste a través de la succubare.

El alivio la invadió al recordar cómo había roto ambas barreras de cristal.

—Menos mal. No quiero tener que ser una puta para sobrevivir el resto de
mi vida.

Alejandro le sostuvo la mirada por un momento, con una sonrisa en los


labios. Se sentó y se movió tan cerca que el calor de su cuerpo la tocó.

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El Club de las Excomulgadas
—Los vampiros siguen siendo muy sexuales, Daria. A veces follamos por
ninguna razón en absoluto. —Ella contuvo la respiración a su proximidad y su
ritmo cardíaco se aceleró—. Tú me hiciste pasar por el infierno anoche —continuó
él—. Estabas tan tentadora. Me sorprende no haberme dejado llevar por ti —su voz
era como la seda oscura y líquida vertiéndose sobre su piel. La hizo estremecer.

Daria tomó aliento y se concentró en reunir la fuerza suficiente para


empujarse lejos de él. ¿Cómo iba a pasar a través de esto, sin dejar que él la
quemara?

—Esto es un negocio, Alejandro. ¿Te acuerdas? Negocio. Siento lo de


anoche. No era yo misma.

—Lo sé y es por eso que no me aproveché. —Él trajo su cara cerca de la


suya. Su aliento caliente y dulce le agitaba el fino pelo alrededor de la cara. Él le
tomó la mejilla en una mano callosa y rozó sus labios con los de ella

Anya Bast - El Pecado Elegido


deliberadamente. Fue una degustación dulce, no una toma.

Por un momento tremendamente loco ella deseaba que la tomara. Deseó que
aplastara su boca con la suya y la pusiera debajo de su cuerpo.

—Gracias —susurró ella.

—Hoy eres tú misma. Entonces, ¿qué hay de malo en mezclar un poco de


placer con los negocios? —susurró él contra su boca.

Daria insertó una mano entre sus cuerpos y lo empujó hacia atrás… duro. Se
puso de pie, y el mareo se apoderó de ella, haciéndola vacilar. Alejandro la agarró y
la ayudó a bajar sobre el colchón. Un millar de pinchazos de dolor asaltaron sus
sienes.

—Estás débil por la Elección, Daria. Nada de movimientos rápidos o


grandes explosiones de fuerza. Tienes que darle tiempo al cuerpo para adaptarse a
los cambios que has sufrido.

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El Club de las Excomulgadas
Ella hizo puños con sus manos por el dolor y habló con los dientes
apretados.

— ¿Cómo cuánto tiempo? —Ella odiaba sentirse tan frágil, y ahora mismo se
sentía como la posible presa para cualquier animal que se presentara.

Alejandro se encogió de hombros.

—Todavía eres tan fuerte como un ser humano, pero tomará un par de días
para que comiences a sentirte cómoda en tu piel de nuevo. Se necesitarán años para
que puedas alcanzar toda tu fuerza como un Elegido. Sé paciente.

Ella soltó un bufido.

—No es uno de mis puntos fuertes.

—Oye, siéntete feliz. Te abriste paso por el succubare y conservaste la

Anya Bast - El Pecado Elegido


cordura. Eres uno de los pocos seres humanos sin marcar que soportaron la
Elección y saliste por el otro lado como un vampiro cuerdo.

—Sí, sólo tengo trescientos años hasta que pierda mis canicas ahora. Voy a
contar mis bendiciones mañana. Tengo espacio para postergarlo.

La mayoría de los Elegidos se volvían locos, una vez que pasaban su tercer
siglo. Ese parecía ser el punto de quiebre para la mente de una persona cuando
vivía tanto tiempo. La mayoría de ellos se aburrían con la existencia. Se cansaban
de ver a sus seres queridos fallecer, el constante cambio de la civilización, el
principio y fin de las guerras. Con el tiempo comenzaban a sentir la necesidad del
descanso eterno, para escapar, por renovación. Todo lo que veían extenderse
delante de ellos era un bostezo de tiempo lleno de las mismas experiencias una y
otra vez. Es por eso que no había muchos viejos alrededor.

Una vez que el Escogido andaba alrededor de los 200, crecía su


comportamiento errático. El apetito sexual se incrementaba y era cada vez más
extraño, mientras buscaba nuevas y diferentes maneras de divertirse. Algunos de

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El Club de las Excomulgadas
ellos se convertían en sociópatas y asesinos en serie. Otros tomaban el camino de
los monjes y desaparecían en las montañas de Darpong para convertirse en gurús
espirituales.

Daria había oído que la causa más común de muerte para los Elegidos era el
suicidio. La inmortalidad no era exactamente lo que pintaban que era.

—Tal vez nunca estallarás, como Sante.

—Él aún no lo ha hecho pero tal vez lo hará —ella lo miró. Sante tenía
cuatrocientos años y no se había vuelto loco todavía—. ¿Cuál es tu opinión al
respecto?

Alejandro se encogió de hombros.

—No sé cómo se las ha arreglado para mantener su cordura. Él es uno de los


pocos. Sin embargo, su madre de sangre no lo es y él le sigue siendo insalubremente

Anya Bast - El Pecado Elegido


fiel a ella.

La mano de ella se hizo un puño.

—Personalmente, no me importa si está sano o no. De cualquier forma, él


va a caer —ella respiró inestablemente, calmándose a sí misma antes de
preguntar—. ¿Cómo crees que vas a manejar la inmortalidad?

Él se encogió de hombros.

—Ya veremos, supongo —ella se mordió el labio, de repente inmersa en sus


pensamientos—. Sí, ya lo veremos, ¿no? En realidad, todavía podrías estar por aquí
dentro de trescientos años a partir de ahora.

En ese momento, Daria se puso un poco loca sobre ella misma.

Se frotó los ojos.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Tienes una ducha en esta trampa de arena? Tengo que bañarme y
cambiarme de ropa. —Por no hablar de cepillarse los dientes. Se sentía como si
hubiera caminado por el desierto y hubiese hecho gárgaras con arena.

—Eh, Daria, ya sabes que vas a tener que alimentarte pronto.

Ella reprimió un escalofrío ante la idea.

—Sí, bueno, voy a demorarlo todo lo que pueda.

Alejandro sacudió la cabeza.

—Es peligroso para un vampiro nuevo ignorar el hambre de sangre. Lo


sientes, ¿no es así?

—Ah, ¿quieres decir la sensación persistente que te roe en el estómago? —


Replicó ella—. Sí, la siento. —Ella empezó a ponerse de pie, con más cuidado esta

Anya Bast - El Pecado Elegido


vez—. Eso también estaba en el manual.

La mano de Alejandro le atrapó la muñeca como una banda de hierro.

— ¡Hey! ¡Vamos!

Inexorablemente la atrajo hacia él, de nuevo en la cama.

—Tiene que alimentarte ahora, Daria. No puedo dejarte hacer nada más. Es
muy importante. El Elegido que niega satisfacer su hambre de sangre durante
demasiado tiempo puede entrar en la sed de sangre. Es como volverse loco.
Aquellos vampiros deben ser perseguidos y asesinados por las fuerzas de paz de la
GBC. ¿Estaba eso en el manual?

Por su propia voluntad, su mirada buscó y se fijó en el pulso en la garganta


de Alejandro. La sensación punzante en el estómago parecía mantenerse al tiempo
con el ritmo del mismo.

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El Club de las Excomulgadas
—Hablas como si el hambre fuese una bestia dentro de ti que te devora
desde el interior si no la mantienes saciada.

A pesar que sabía que era necesario para ser un Elegido pleno, una parte de
ella se rebeló ante la idea de tomar sangre. Después de todo, este tiempo sería ella
misma. Ella no tendría el velo de Alejandro engañando su mente, haciéndola dulce
e irresistible.

La otra parte de ella, la parte de bebé vampiro, asumía ella, quería la sangre
como ninguna otra cosa. Apartó la mirada lejos, pero probablemente no lo
suficientemente rápido como para evitar que Alejandro reconociera su hambre.

—Tu hambre de sangre es como un ser que vive dentro de ti. Uno que tienes
que mantener feliz. Si no lo haces, cosas malas pueden suceder, sobre todo a un
vampiro nuevo. Vamos, Daria. Sólo déjate ir. Deja de pelear por una vez y toma lo
que necesites de mí —él la atrajo más cerca de él—. Estoy dispuesto a dártela.

Anya Bast - El Pecado Elegido


— ¿Qué pasa con la sangre sintética en la nevera? ¿No puedo beber eso?

Él negó con la cabeza.

—Eres un vampiro nuevo, Daria. Lo necesitas directamente de la vena, es


más poderoso de esa manera.

Ella miró de nuevo su garganta y el hambre rugió a través de su cuerpo. Su


cabeza golpeó con ella. El hambre se enroscó en su estómago y se apretó como un
puño. Había pasado hambre, pero esto no era como nada que hubiese
experimentado jamás.

Por mucho que quería retrasar este primer encuentro, ella no sería capaz de
manejarlo. Se lamió los labios. La parte del vampiro en ella había ganado.

—Está bien, pero nada sexual. No pienses en esto como una invitación.

—Por muy tentado que esté, te lo prometo, Daria.

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El Club de las Excomulgadas
Otra punzada de hambre le atravesó el estómago y ella cambió de puesto en
el colchón, la palma de su mano apretando contra su abdomen. Alejandro tomó su
mano y la guió a sentarse en su regazo, a horcajadas sobre él. La posición se sentía
seriamente íntima. Podía sentir la puñalada dura de su polla contra su coño. De
repente, ella estaba muy agradecida por la ropa que los separaba.

Debido a que él estaba realmente contento de tenerla en su regazo.

Y, maldición. Ella también estaba feliz de estar allí.

Él arqueó su cuello, mostrando su yugular. Sus colmillos se alargaron en


puntos pequeños, como el manual decía que lo harían, ante la simple vista de una
posibilidad de alimentación. La sensación la sorprendió a pesar de haberla estado
esperando.

— ¿Qué debo hacer?

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Es muy simple. Muérdeme.

Ella parpadeó.

—Entonces, ¿qué?

Él dejó escapar una risita.

—Uh, empiezas a chupar. Confía en mí, el instinto hará el resto.

El hambre de sangre mordió en su estómago de nuevo y su visión se nubló.


Tenía que comer y tenía que hacerlo ahora. Daria tomó su cabeza en sus manos y
bajó su boca a la garganta. Pasó los dientes contra su piel y lo sintió tensarse.

Su lengua rodó y lamió la longitud de la vena, saboreando el sabor salado de


él y sintiendo los pinchazos de los rastrojos ya que él necesitaba afeitarse. La
anticipación y excitación labraron sobre su cuerpo y hormigueó entre sus muslos.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Cómo se sentirá para ti? —murmuró ella, colocando la boca sobre su
vena. No sabía cómo controlar su velo aún, por lo que no había forma de que
pudiera disminuir el dolor— ¿Dolerá?

—No, se sentirá como el sexo —su voz era baja, rasposa y traicionaba su
excitación—. Se sentirá como el sexo, Daria, pero sin un clímax. Sólo una burla.

Ella mordió. Sus colmillos se deslizaron en su piel y encontraron su vena


como un misil buscador de calor. La sangre dulce y caliente corrió en su boca, la
combinación de todos los seres humanos y succubare de los que él se había
alimentado desde que había sido Elegido.

Era la ambrosía para ella.

Las manos de Alejandro se apretaron en la cintura y dejó escapar un gemido


largo y bajo. El sonido fue directamente a su coño, haciéndolo palpitar y
volviéndolo resbaladizo. La sangre de Alejandro fluía dentro de ella, engordando

Anya Bast - El Pecado Elegido


sus venas y satisfaciendo su hambre de sangre.

Sus párpados se agitaron cerrados en el éxtasis de la misma.


Involuntariamente empujó sus caderas hacia delante, moliéndose a sí misma contra
la polla de Alejandro.

Él la agarró por la cintura, obligándola a dejar el movimiento.

—Me vas a volver loco —dijo él después de dejar escapar un flujo de


español—. Deja de hacer eso.

El dolor en el estómago por el hambre de sangre disminuyó poco a poco


hasta que desapareció por completo. Ella liberó su dominio sobre la garganta e
inclinó la cabeza hacia atrás en un suspiro de satisfacción. Por mucho que odiara
admitirlo, se sentía mucho mejor. Más fuerte.

Se apartó de él y se levantó. Esta vez no hubo mareo en absoluto. Un fuerte


sonrojo envolvió su cuerpo mientras miraba a Alejandro, que aún estaba recostado

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El Club de las Excomulgadas
en la cama. Una vez más ella había perdido el control, y esta vez no tenía a la
Elección para culpar.

—La próxima vez trata de desplegar el velo. Tienes uno. Sólo tienes que
aprender a usarlo.

Ella lo miró.

—Lo siento. ¿Te dolió?

Él negó con la cabeza y sonrió.

—No me lastimaste, no.

— ¿Puedes decirme si hay algo especial acerca del mío? He leído que
algunos vampiros tienen diferentes habilidades de velo.

—Es cierto que los vampiros tienen diferentes aromas en su velo. Tus

Anya Bast - El Pecado Elegido


habilidades especializadas probablemente no se desarrollarán durante varios años,
aunque ciertas aptitudes pueden manifestarse de inmediato.

— ¿Cuáles son tus ingredientes secretos?

Sus colmillos brillaron mientras sonreía.

—El placer. Mi mordedura da más que la del promedio.

Daria rodó los ojos.

—También tengo la capacidad de derribar las inhibiciones de la gente con


mi velo. No hago publicidad de esa habilidad.

— ¿Qué quieres decir?

—Mi velo actúa como una droga o como el alcohol en un sistema humano.
Libera la identidad, hace que el receptor haga exactamente lo que quiere hacer, sin
el pensamiento racional que normalmente los detiene.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Puede obligar a la gente? Veo por qué te gusta mantener eso de bajo
perfil.

Él negó con la cabeza.

—No es obligar a la gente. Sólo puedo liberarlos de sus inhibiciones y hacer


que hagan lo que ellos realmente quieren hacer. Es una rara habilidad y sólo un
puñado de personas saben que la poseo.

Ella lo consideró durante un largo momento.

—Nunca la uses en mí, Alejandro. Lo digo en serio.

—La mayoría de gente se pone nerviosa cuando se enteran de que puedo


hacer eso. Sentí que tenías que saber todo. Nunca voy a usarla en ti, Daria. No sin
tu permiso. Te doy mi palabra.

Anya Bast - El Pecado Elegido


— ¿Dónde está el baño? —Mordió eso.

—En la parte de atrás.

—Gracias.

Daria con cautela se dirigió a la parte de atrás de la tienda, al pequeño


cuarto de baño. Captando su reflejo en el pequeño espejo del fregadero de viaje, se
quedó mirando. Una pequeña gota de sangre salpicaba en la esquina de su boca.
Justo antes de que ella la lamiera, se captó a sí misma. Sus ojos se abrieron cuando
se dio cuenta de que lo había hecho. En realidad había salido adelante con ello. La
sangre se drenó de sus mejillas.

Ella era un vampiro. La inmortalidad, si ella la quería o no, le pertenecía.

Durante un largo momento, ella miró a la cara pálida en estado de shock.


Las lágrimas le pinchaban los ojos. Agachó la cabeza con rapidez y se estrelló en el
grifo para salpicarse la cara con agua. Había visto el tanque en la parte trasera de la

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tienda cuando habían volado dentro. Ella no sabía cuánta agua había allí y no
quería desperdiciarla.

Después de ahuecar sus manos bajo el chorro y tomar un par de tragos, lo


cerró. Luego se inclinó con los brazos en el borde del fregadero y escuchó el plink,
plink de gotas de agua que caían de su nariz y golpeaban la porcelana. Para su
nueva audición sobrenatural, sonaba muy fuerte. Cerró los ojos.

¿Qué demonios había hecho?

A pesar que ella había planeado esto e incluso había luchado por ello, le
parecía irreal ahora. Su sed de venganza contra Sante había sido mucho más fuerte
que su voluntad de vivir su vida, como había sido su intención. Su deseo de tomar
venganza sobre él había eclipsado todo lo demás, la había llevado sin pensamiento
ni consideración. Esa era una revelación aterradora.

¿Cómo podía ser capaz de tanto odio?

Anya Bast - El Pecado Elegido


Se enderezó y miró su reflejo en el espejo, preguntándose a quién era
realmente al que ella culpaba, a quién odiaba realmente. ¿Era a Sante? ¿O era a ella
misma?

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Cinco
Daria salió de la extremadamente pequeña ducha. La estúpida cosa sólo le
tiró un hilito de agua helada. Se tropezó en la alfombra y tuvo que agarrarse del
borde del lavamanos. Agarrando fuertemente la montura de la fría porcelana, cerró
sus ojos por un momento. Su cuerpo se sentía débil, como si apenas se estuviera
recuperando de una mala enfermedad.

Cuando se alejó del lavamanos, evitó ver su propio reflejo en el espejo. En


este momento, tenía que tener su mente en el trabajo. El ABI la acababa de
informar sobre llevar a Ari Templeton de regreso a casa. Eso es en lo que se tenía
que concentrar. Cuando esto hubiera terminado, ella podría visitar un psiquiatra
para lo demás.

Refunfuñando, agarró una gran toalla blanca de la barra y se secó. Voces en

Anya Bast - El Pecado Elegido


el cuarto que estaba más allá de la puerta del baño hicieron que torpemente se
pusiera alrededor la toalla y apretara el borde encima de su seno izquierdo.

Caminó hacia la puerta y niveló su nueva audición hacia el exterior de esta.


La risa de Alejandro retumbó, y se unió con ella el sonido de otra risa masculina.

¿Tenían vecinos por allí? Lo dudó. Empujó la puerta para abrirla y salió,
realmente deseando haber tenido el pensamiento de llevar ropa limpia al baño.
Pensar con claridad no estaba en su agenda después de que hubiese tomado la
sangre de Alejandro. Probablemente no estaba en su agenda desde hace un tiempo.

Cuando salió del baño, un hombre que no conocía y que estaba recostado se
levantó del revoltijo de almohadas de gran tamaño que había colocado en el suelo.
El hombre tenía hombros anchos, cabello color del trigo y ojos verdes. Estaba
sólidamente constituido a través de los hombros y el pecho, así como Alejandro, no
era alguien con quien ella quisiera pelear.

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Era vampiro. Lo podía sentir con sus relucientes y nuevos sentidos de
vampiro. No sólo eso, él se sentía viejo y fuerte. Aparentemente, esta habilidad de
sentir a alguien desde lejos venía con su nuevo set de colmillos.

Echó un vistazo hacia Alejandro. Él todavía estaba recostado en la cama,


viéndose descamisado y delicioso. Aquí era como estar viendo un festival de dulces.
Experimentalmente, lanzó su habilidad hacia él. A ella le pareció sentirlo tan fuerte
como el otro hombre, pero no tan viejo.

Se preguntó cómo se debía sentir para ellos. ¿Débil como un gatito


maullando, tal vez? Frunciendo el ceño ante la idea, entornó los ojos a Alejandro.

Alejandro se sentó cuando la vio acercarse. Una mirada inquietante cruzó su


cara.

Uh Oh. A ella no le gustaban las sorpresas y parecía como si alguien de pelo


claro estuviera a punto de darle un puñetazo en las tripas.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Daria, este es Brandon Nichols. —Alejandro señaló al hombre de los ojos
verdes, quien asintió levemente.

—Hola, Brandon —ella ladeó la cabeza hacia un lado y trató de parecer que
estaba al mando, pero eso era difícil de hacer cuando estabas descalza y cubierta
sólo por una toalla—. ¿Qué estás haciendo por aquí? —Ella sospechaba
fuertemente conocer la respuesta a eso.

Alejandro rodó hacia la orilla de la cama y se puso de pie en un gesto que


sólo le recordó a un gato grande.

—No te dije esto anoche porque no quería aumentar tu estrés, pero el GBC
ha requerido que él nos acompañe en esta misión. Él tiene una conexión con Sante,
por eso fue tan fácil de resolver. El GBC pensó que podríamos usar unos músculos
extras y el conocimiento de un vampiro mayor. Brandon tiene más de ciento
cincuenta años de edad.

59
El Club de las Excomulgadas
—Ah-ha —ella alzó la barbilla hacia los dos hombres—. Entonces, ¿cuál es
tu conexión con Sante, Brandon?

—Compartimos la misma madre de sangre, María Gillante. —Él tenía un


acento inglés bastante encantador.

Daria levantó una ceja.

—Esa es una muy buena conexión Brandon, pero voy a ser honesta contigo.
El hecho de que tú compartas la misma madre de sangre que Sante, la misma mujer
que fue el motivo de que mi mejor amiga fuera asesinada, no hace que me sienta
cálida y confiada. —Las palabras sonaron hostiles, pero ella no sabía cómo decirlas
de otra manera a estas alturas. Fulminó con la mirada a Alejandro—. Hubiera sido
bueno si me hubierais dicho esto de antemano.

Alejandro suspiró.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Mira, Daria, esta es una operación conjunta entre el ABI y el GBC. El
ABI aún no ha llegado a establecer todas las reglas. Con la insistencia del GBC,
ellos estuvieron de acuerdo en que incluyeran a Brandon. Él aporta a la mesa
habilidades que nosotros no tenemos. ¿Quieres capturar a Sante, verdad?

Ella le dio una mirada hostil.

—No, yo quería que me crecieran un par de bellos colmillos nacarados sólo


por el placer de pasar por ese infierno.

Brandon miró a Alejandro.

—Uhm, creo que voy a usar el baño, y daros un pequeño tiempo para que
habléis —se coló por detrás de ella y se dirigió hacia el baño.

Su maleta estaba apoyada en la cómoda. Ella la agarró y empezó a revolver


para sacar ropa limpia.

— ¿Por qué no me dijiste esto ayer por la noche?

60
El Club de las Excomulgadas
—Porque sabía que ibas a reaccionar así y necesitabas estar lo más relajada
posible para la Elección.

Ella se dio vuelta y se quedó mirándolo.

—No me conoces tan bien. Han pasado siete años desde que tuviéramos
algo que ver entre nosotros. Soy una persona completamente diferente ahora. No
hay manera de que supieras que iba reaccionar así.

—Sí, muy bien, pues lo supuse —él sonrió, y eso la enfureció—. De todas
maneras lo supuse bien, ¿no te parece?

Daria juró en voz baja y se dio la vuelta para seguir rebuscando ropa dentro
de su maleta. No quería que nadie más se entrometiera en su operación. Eso sólo
complicaría las cosas.

***

Anya Bast - El Pecado Elegido


Alejandro la miró darse vuelta y sintió cómo se le secaba la boca al verla
dejar caer la toalla hasta la cintura para poder colocarse su sostén y una camiseta.

Su mirada siguió la esbelta línea de su nuca bajando por la dulce figura de su


espalda hasta su estrecha cintura. Dios, podía ver la curva de sus senos cuando ella
se movió un poco a la derecha. El pezón al que había echado sólo con un vistazo,
era chupable y de un muy bonito color rosado.

Dulce. Precioso. Justo como lo recordaba.

Quería caminar hasta ella y acunar sus senos en sus manos, apresar sus
pezones entre sus dedos. Quería hacer lo que había hecho ella misma debajo de su
camisa la noche anterior, mientras lo enloquecía y él trataba de contenerse para no
follarla ahí mismo en el suelo. Anoche ella le hubiera dejado que la tocara, pero si
intentara hacerlo ahora, retiraría sus manos con un par de dedos menos. Pero pensó
que eso valdría la pérdida.

61
El Club de las Excomulgadas
Aún después de siete años, él recordaba su piel tan sedosa y suave por
debajo de sus manos y sus labios. Se estremeció. Anoche ella estaba muy
jodidamente caliente y apretada cuando él provocó su pequeño coño con sus dedos
y su lengua. Los sensuales gemidos y gritos que había hecho todavía hacían eco en
sus oídos. Alejandro apretó los puños mientras iba recordando lo muy bien que
sabía, toda dulce y picante. Su clítoris respondía tan bien a su lengua… Sus manos
literalmente le picaban por tocarla en este momento.

Miró hacia otro lado y se pasó la mano por el rostro, sintiendo su barba
creciente. Necesitaba ducharse y afeitarse.

—Daria, no tuve ninguna opinión en la decisión del GBC de incluir a


Brandon, pero él le traerá beneficios a esta misión. No va ser un perjuicio.

—Tendrá que convencerme de eso.

Manteniendo la toalla alrededor de su cintura, ella deslizó por debajo un par

Anya Bast - El Pecado Elegido


de bragas de algodón blanco y después dejó caer la toalla y se puso un par de
vaqueros azules.

Parecía que era completamente inconsciente de su atractivo sexual. Ni


siquiera registró que se estaba cambiando frente a un hombre que quería más que
nada tirarla contra la cama para así poder cubrir su cuerpo con el suyo y besarle
cada centímetro, concentrándose en ese dulce y redondeado trasero y en la suave
piel de la parte baja de su espalda.

La acostaría boca abajo, así podría abrirle las piernas de golpe y presionar su
verga contra ella, pero sin penetrarla. No enseguida. Él provocaría sus pezones,
lamería y mordería su cuello hasta que ella empujara arriba y abajo. Sólo entonces
la agarraría de las caderas y zambulliría su polla dentro de su apretado coño,
tomaría un ritmo rápido y duro para llevarlos a ambos a la felicidad. Mierda.

¿Es que ella no sabía que lo estaba enloqueciendo?

—No me gustan las complicaciones —Daria se dio vuelta—. ¿Alejandro?

62
El Club de las Excomulgadas
— ¿Sí?

— ¿Has escuchado algo de lo que te he dicho?

—Ah.

Ella agitó la mano con desdén hacia él y se puso un par de calcetines blancos
y unas pesadas botas de motorista negras.

—Lo que sea. Vamos a tener que aguantarlo, así que eso lo resume.

—Ahí está esa actitud positiva que amo de ti —le respondió Alejandro.

La mujer lo podía llevar a la locura en más de una manera.

La puerta del baño se abrió y Brandon salió.

—Lo que Alejandro no te dijo es que yo me volví en contra de María hace

Anya Bast - El Pecado Elegido


mucho tiempo. La dejé justo en el tiempo en que ella empezaba a conservar
esclavos de sangre en su territorio porque yo estaba en contra de la práctica. Eso
causó una riña entre nosotros. Sante permaneció fiel a ella, pero yo regresé a casa
en Inglaterra y con el tiempo empecé a trabajar para el Cuerpo. Sante no tiene ni
idea de que empecé a trabajar para el GBC. Eso me hace un excelente participante
en esta operación.

— ¿Cómo es eso? Suena como que Sante no te querrá en ningún lugar cerca
de él, y mucho menos te dará entrada en la exclusiva Comunidad del Camino
Luminoso —Daria razonó—. Quiero decir, él todavía permanece fiel a Gillante,
parece que debería estar un poco cabreado contigo.

—Estás en lo correcto diciendo que él está enojado —Brandon sonrió—. Eso


es exactamente el porqué estaba tan feliz de darme la entrada. A pesar de que Sante
dejó el territorio de María, él es cercano a ella y está molesto conmigo por volverme
en contra de ella. Solamente está ansioso por darme salida. Solíamos ser bastante
cercanos, antes de que me fuera para Inglaterra.

63
El Club de las Excomulgadas
—Ah, Inglaterra —Daria estiró la toalla sobre la cómoda y se dio la vuelta—
. ¿Cómo están los viejos y alegres británicos estos días?

—Endemoniadamente superpoblados como en el resto del planeta —


respondió Brandon con una sonrisa—. Sin embargo todavía hacemos un té
excelente.

Daria sonrió y extendió su mano.

—Bienvenido a bordo, supongo.

Brandon le estrechó la mano.

—No he oído nada más que elogios sobre ti por parte del GBC y de
Alejandro. Se supone que eres un infierno de agente.

—Gracias, pero por el momento sólo me siento infernalmente. La Elección

Anya Bast - El Pecado Elegido


para mí fue como recibir una paliza.

—Te sentirás así por un par de días más.

—Eso dicen —murmuró Daria mientras pasaba una mano por su cabello
húmedo—. Desearía que Alejandro y yo hubiésemos tenido nuestra pequeña fiesta
un poco antes de anoche. Habría usado el tiempo para adaptarme antes de que nos
dirigiéramos al Camino Luminoso, pero el calendario está apretado. Todo ha
pasado tan rápido desde que se llevaron a Ari. No hay tiempo que perder.

Brandon se volvió hacia Alejandro.

—Necesitamos coordinar nuestras llegadas. ¿Cuándo os vais?

—Más tarde, tío. Daria necesita descansar un poco. El plazo es hasta las
cinco de la mañana. Cualquiera de la lista que llegue después de esa hora no podrá
entrar. —El Camino Luminoso solicitó a todos los miembros nuevos que llegaran
el mismo día. Alejandro se imaginó que serían por lo menos más que ellos tres.

64
El Club de las Excomulgadas
—Muy bien. Voy a ir antes que vosotros.

Alejandro asintió.

—Suena bien.

—El GBC me dijo que no habrá armas. ¿Es verdad? —preguntó Brandon,
mirando de Alejandro a Daria.

Daria encogió los hombros.

—No es como si fuéramos a poder bailar el vals con un montón de armas.


Eso se vería bastante sospechoso. Demonios, ni siquiera podremos llevar PComps.

—Podemos tratar de llevar nuestros emisores —dijo Alejandro. Todo


mundo lleva emisores estos días—. Pero mi dinero está en que los guardias los van
a confiscar.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Vamos a tener que ser nuestras propias armas —contestó Daria.

—Esto no va ser fácil —dijo Brandon—, pero estoy feliz de que el GBC
convenciera al ABI de que arremeter contra ellos no era una muy buena idea.

Daria caminó hasta el borde de la cama y se sentó. Alejandro la miró


frotarse las manos en sus jeans. Se veía como si necesitara un par de horas más de
sueño, pero él no se las podía dar.

—Eso fue sólo una equivocación —dijo ella con un suspiro cansino—. El
ABI tendría que usar una gran cantidad de armamento para simplemente poder
pasar las barreras del Camino Luminoso. Hubiese sido como poner asedio a un
castillo. Sante probablemente hubiera encontrado la manera de sacar a Ari de
contrabando en el tumulto de todas maneras.

—Si todavía vive —dijo Brandon.

65
El Club de las Excomulgadas
—Si es que ella está ahí —respondió Alejandro—. Todavía no sabemos si la
mantienen ahí. Nadie está completamente seguro de si las sospechas de Richard
Templeton son ciertas.

—Cierto —respondió Brandon—. Imagínate el escándalo si el ABI enviara


sus fuerzas para atacar la propiedad privada de alguien guiándose por una sospecha
que resultara ser falsa. Sante podría meter una demanda endemoniadamente dulce.

—Y la Organización para el Trato Justo de los Elegidos tendría un día de


campo. Siempre están buscando una razón para acusar al ABI y a la ley humana de
intolerancia.

Daria asintió.

—La conclusión es que el ABI sabe ahora que este no es un trabajo para un
elefante. Es un trabajo para tres pequeños ratoncitos.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Hey, ¿me estas llamando ratón? —bromeó Brandon.

—No puedo creerse que acabe de llamarse a sí misma ratón —murmuró


Alejandro.

—Sip, somos tres ratoncitos extremadamente letales —contestó Daria


mientras se frotaba las sienes como si tuviera dolor de cabeza—. Sante ni siquiera
sabrá lo que lo golpeó.

El objetivo era capturar a Sante vivo si era posible, llevarlo muerto si no.
Alejandro sospechaba que Daria estaría buscando menos maneras de llevarse a
Sante vivo que muerto. Considerando todo lo que ella había sacrificado hasta ahora
para poder acercarse a él, se preguntó cómo actuaría cuando finalmente lo tuvieran
bajo control.

—Sí, bueno, no lo podemos matar a menos que tengamos que hacerlo —dijo
Alejandro.

Ella pausó el masaje a sus sienes y lo miró hacia arriba. Sus ojos brillaron.

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El Club de las Excomulgadas
—Sé lo que se supone que debemos hacer, Alejandro.

—Cualquier cosa que hagamos, va a tener que ser sutil —dijo Brandon—. El
GBC y el ABI estuvieron de acuerdo en que esta operación requiere delicadeza —él
sonrió—. No parece que seas muy sutil Daria, sin ofender.

Daria dejó caer las manos a su regazo y se rió.

—Brandon, sólo nos acabamos de ver y ya me conoces muy bien.

***

Daria se tambaleó en la entrada de la tienda y casi se cae. Se agachó sobre


una rodilla y rechinó los dientes.

—Estoy tan débil —confesó. Unas manos fuertes la ayudaron a ponerse en


pie.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Es todo parte de ser una recién Elegida, Daria —dijo Alejandro. Ambas
mochilas colgaban de su hombro—. Considérate mía ahora, bajo mi protección. Te
enseñaré lo que necesitas saber.

Estaba tratando de cabrearla deliberadamente, ¿o estaba siendo sincero? Ella


peleó con el gruñido de su garganta y en su lugar dejó salir su aliento. Si la estaba
aguijoneando, molestarse probablemente era lo que él quería. Mierda, odiaba esto,
tener que depender de alguien más.

—Tengo dolor de cabeza y el parche de drogas que me puse no está


funcionando —se mordió la parte interna de su labio hasta que casi se saca sangre
al escuchar el gemido en su voz.

—Ya no eres humana, Daria. Por supuesto que no está funcionando —la
voz de Alejandro era gentil.

El miedo se enroscó en la boca de su estómago como recordatorio. Él tenía


razón, ya no era humana. Había perdido su humanidad. La perdió para poder

67
El Club de las Excomulgadas
capturar a Sante. Si ella pudiera alcanzar esa meta, entonces tal vez podría valer la
pena.

Se empujó, pasó delante de él y entró en la pequeña tienda que albergaba sus


motos para dunas.

Daria y Alejandro aseguraron sus mochilas, se pusieron su ropa de


protección, y se montaron en sus motos. Brandon se había marchado no mucho
después de su llegada. Él se dirigió a la cúpula justo después de la medianoche y
probablemente ya estuviera allí.

Alejandro y Daria aceleraron para que los motores de los vehículos cobraran
vida y estos hicieron volar bocanadas de arena, dejando atrás las tiendas.

La luna colgaba como una bola de lavanda en el bello cielo Darpongense.


Ella nunca había visto un cielo nocturno más impresionante que los que ya había
visto aquí en las afueras desérticas del Territorio Logos, con excepción tal vez de

Anya Bast - El Pecado Elegido


cuando tomó el transbordador espacial desde la Tierra hasta el Sistema Ángel y de
regreso.

Debería acostumbrarse al cielo nocturno ya que no volvería a ver un cielo


azul, por lo menos un cielo azul que fuera real, nunca más. Era una pena, había
pasado mucho tiempo desde que había visto los cielos azules de la Tierra.

Si todo salía bien con esta misión, tal vez podría regresar allí en su licencia y
así poder visitar a su madre. Tendría que introducir el tópico de su Elección poco a
poco. Su madre seguramente tendría un infarto, pensando que su hija se había
unido a uno de esos cultos extraños para vampiros.

Ellos eran la moda ahora. Simples humanos alimentados con el


romanticismo de los Elegidos y en espera de la inmortalidad se unían a ellos. La
mayoría de los Elegidos despreciaban los cultos. Ellos sólo Escogerían a aquellos
marcados desde su nacimiento, y en la mayoría de casos nadie más. Había
demasiados riesgos como que los humanos no-marcados no fueran lo

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El Club de las Excomulgadas
suficientemente fuertes para superar la etapa succubare. Ahora Daria podía ver por
qué muchos no la superaban.

A pesar de que los vampiros se alimentaban de los succubare y por lo tanto


los necesitaban, la población era demasiado grande. Los Succubare que eran
trabajadores sexuales llenaban las galaxias, alimentándose de la lujuria y de
orgasmos de sus clientes para sobrevivir.

Daria se estremeció. Tuvo la suerte de evitar ese destino, aunque tal vez lo
que había hecho era aún peor.

Alejandro dirigió su moto hacia el Este y ella lo siguió rápidamente. No


estaban lejos del espacio protegido que rodeaba el recinto del Camino Luminoso.
Yacía en un área severamente monitoreada por guardias armados y estaba
protegido bajo una cúpula que desviaba misiles aéreos. Supuestamente, dentro de la
cúpula existía una sociedad autónoma de Escogidos modelada para imitar la

Anya Bast - El Pecado Elegido


Tierra. Sería probablemente lo más cercano que los Elegidos estarían de su propio
espacio.

Sante había amasado una fortuna en los cuatrocientos años que había
vivido. Muchos de los vampiros mayores, si eran lo suficientemente inteligentes, se
las habían arreglado para hacer mucho dinero a través de varias maneras a lo largo
de los siglos. De acuerdo con su investigación, Daria sabía que Sante trataba con
antigüedades por un lado y también había hecho un buen número de buenas
inversiones a lo largo de los años.

Su madre de sangre tenía aún más dinero guardado gracias a sus tratos
ilícitos. De acuerdo con la información que el ABI y el GBC tenían, había ayudado
a financiar la construcción del Camino Luminoso. El maldito lugar estaba
construido con la sangre de los humanos adictos. La mano enguantada de Daria
agarró firmemente el mango de su moto. Ya era hora de que Sante pagara por sus
deudas.

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El Club de las Excomulgadas
Plata brillaba en la distancia y Daria observó cómo al menos cinco motos de
dunas se acercaban a ellos.

Alto. Quedaos donde estáis, ordenó una voz dentro de la mente de Daria.

Anya Bast - El Pecado Elegido

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Seis
Se sacudió en el asiento de la moto, sorprendida por la intrusión. Mierda.
Había leído acerca de la capacidad vampírica de hablar telepáticamente en el
manual, pero experimentarlo de verdad era algo completamente distinto.

Alejandro se detuvo, dejando su moto de dunas flotar por encima de la


arena. Daria se detuvo a su lado.

Los guardias de la frontera de Sante se acercaron, formando un círculo


alrededor de ellos. Todos llevaban uniformes de cuero y sólidos cascos negros.
Todo lo que podía ver eran sus bocas, dibujadas en líneas apretadas y rectas, y sus
barbillas fuertes y masculinas.

Había una mujer, podía decirlo, pues se observaba una delicada barbilla
entre ellos, un cuerpo delgado bajo la piel, pero el generador de impulsos que

Anya Bast - El Pecado Elegido


sostenía parecía tan amenazador como el resto.

Pulsar fuego sólo mataría a un Elegido, si estaba puesto en synap-alto, o si el


flujo de pulso era muy fuerte y el vampiro muy débil. Si la corriente de impulsos se
encontraba baja... ella apostaba que dolería... y mucho. Todas las armas estaban
apuntadas a las cabezas de Alejandro y la suya. Se sentía desnuda sin nada con que
apuntarles de vuelta.

—Poned las manos en alto —ordenó uno de ellos—. Haced cualquier


movimiento, además de levantar los brazos hacia el cielo y dispararemos.

Ah, bueno. Los juegos han comenzado. Echó un vistazo a la línea de bozales,
inquieta. Si los emisores estaban en la posición más alta, ella era probablemente el
único vampiro lo suficientemente débil como para ser asesinada por la explosión.
Alejandro probablemente sólo quedaría noqueado, ya que los guardias estaban a
una buena distancia de ellos.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Qué negocio tenéis por aquí? —Les preguntó el que estaba delante de
ellos.

—Mi nombre es Alejandro Martínez. Christopher Sante y yo nos


conocemos. Él está esperando que Valerie —la señaló con un codo—, y yo
llegáramos esta mañana. Debemos estar en una lista en alguna parte, chicos. Mirad
esos emisores, ¿de acuerdo? Aquí somos todos amigos.

Las expresiones de los guardias no cambiaron por lo menos por lo que Daria
podía ver. Ninguno de ellos esbozó una sonrisa. Al parecer, no se les ocurría que
fueran amigos.

Todos los guardias permanecieron en silencio. Daria dio por sentado que se
estaban comunicando mentalmente con alguien en el complejo en alguna longitud
de onda vampírica que ella no captaba.

El primero habló nuevamente.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Bajad los brazos, quitaos los guantes, y mantened las manos hacia mí, con
las palmas hacia fuera.

Ambos hicieron lo solicitado.

El guardia se acercó y levantó un pequeño cuadrado negro que reconoció


como un kit de identificación estándar, una caja de Identi. Sacó el largo sensor del
equipo. Él lo puso primero en las yemas de los dedos de Alejandro, y luego en las
suyas. El sensor no emitió ninguna luz, ni alguna corriente visible. Poco a poco
analizaron sus huellas dactilares a un metro y medio de distancia. Ella sentía una
leve presión en la piel.

Las huellas dactilares de Daria habían sido alteradas durante su cirugía.


Valerie Hollan, su alias, figuraría como una camarera en un albergue de la
comunidad en el centro de Nueva Chicago en Ángel Uno. "Valerie" había nacido
en el Sistema Ángel y había vivido toda su vida en una pobreza relativa. Su padre

72
El Club de las Excomulgadas
de sangre, Alejandro Martínez, recientemente la había Elegido y ella estaba
registrada como una vampira recién hecha con el GBC.

La leve luz en la parte superior de la caja de Identi parpadeó verde.

—Está bien. Tenemos la confirmación —dijo el guardia—. Seguidnos. —


Los centinelas envueltos en negro guardaron sus armas de inmediato.

Los guardias encendieron sus motos y salieron a toda velocidad hacia el


horizonte. Alejandro y Daria hicieron lo mismo. Estos chicos tienen mucha
personalidad, le dijo Alejandro a Daria telepáticamente en su propia longitud de
onda para comunicarse en forma privada.

Sí, me di cuenta, pensó ella respondiéndole.

La telepatía era ingeniosa, pero había que tener cuidado de no transmitir


pensamientos que no quería que Alejandro oyera.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Tendría que ser aún más cuidadosa de no difundir sus ideas a ninguno de los
vampiros en el interior del recinto. Eso podría ser desastroso. Había sido instruida
en la manera de proteger su mente y ella la sentía bloqueada apretadamente, pero
enviar pensamientos todavía la ponía nerviosa. No hubo manera de practicar antes
de que hubiera sido Elegida y no hubo tiempo después.

Pronto la cúpula del compuesto apareció a la vista, brillando negra y azul a


la luz de la luna. Era enorme, mucho más grande de lo que Daria había imaginado.
Los guardias volaron por una pequeña abertura en la base de la cúpula y Alejandro
y ella los siguieron.

Daria ahogó un grito de asombro cuando la moto de dunas despejó la


entrada. Ya era de día allí.

A su lado, Alejandro se sacudió visiblemente sorprendido. Las pupilas de un


Elegido nunca se dilataban, así que sabía que su reacción no era por la repentina

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El Club de las Excomulgadas
afluencia de la luz solar. Probablemente era porque no había visto el día, incluso en
una simulación de seguridad, en casi siete años.

La hierba verde se extendía por el suelo, salpicada por muchas flores de


diferentes colores. Pasarelas de piedra y calles salpicaban la floreciente vegetación.
Las pasarelas llevaban a una serie de edificios blancos con ventanas altas y
arqueadas y a puertas altas. Ella miró hacia arriba y la vista le robó el aliento. Un
cielo azul con suaves y veloces nubes blancas se propagaba a través de la parte
inferior de la cúpula.

El cielo de la tierra durante el día.

¿No había estado pensando que había pasado mucho tiempo desde que
había visto el cielo azul de la Tierra? Aquí estaba, justo en el centro del sector
Darpong. No era necesario ningún agente de viajes. Ni otro mes de hiper-sueño en
un viaje en una nave de alta velocidad para llegar a un planeta contaminado,

Anya Bast - El Pecado Elegido


superpoblado que le daba atisbos sólo de este tipo de cielo en un buen día.

Ella sabía que el Camino Luminoso tenía este tipo de realidad artificial, ya
que los vampiros que habían dejado este lugar habían extendido la historia.

Experimentar esta extensión era otra cosa. Había unas pocas corporaciones
que tenían un campus como este. Ella había estado en ellos, pero no eran tan
realistas como éste. Daria nunca había soñado que Sante tuviera los recursos para
crear este tipo de realidad, casi tan autentico como el terrestre.

¿De dónde sacaba Sante el dinero para esto?

Ella dirigió una mirada a Alejandro. Quería preguntarle si de repente


sospechaba como ella, pero no confiaba todavía lo suficiente en su capacidad
telepática. De todos modos, Alejandro estaba probablemente aturdido por el
luminoso día como para pensar de esa manera.

El primer guardia flotaba cerca de ellos, pero los otros se alejaron a toda
velocidad, hacia la puerta y de nuevo a los desiertos oscuros del Territorio Logos.

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El Club de las Excomulgadas
El guardia restante bajó su moto en una plataforma de estacionamiento ancha y
pavimentada y Daria y Alejandro siguieron su ejemplo.

El guardia se apeó y se quitó el casco, dejando al descubierto una cabeza de


cabello rubio y una cara con unos ojos azules muy vibrantes y una mandíbula
cuadrada.

—Dejad vuestro equipo aquí. Seguidme —dijo y caminó hacia la mayor de


las estructuras, todos los caminos llevaban a ella.

El edificio parecía ser el punto central del campus. Era largo, blanco y
rectangular, rematado con una cúpula blanca. Ventanas altas, brillantes, azules y
negras se alineaban en los lados. Las lumbreras se fijaban a lo largo de la longitud
inclinada de la cubierta. Mirando a su alrededor, Daria se dio cuenta de que la
mayoría de los edificios estaban construidos así para absorber mejor la luz del sol
falso, conjeturó.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Daria y Alejandro se despojaron de sus cascos y chaquetas de cuero y lo
siguieron. Las botas de Daria crujían sobre las piedras que formaban parte de la
ruta. Mientras caminaba, ella estudió la hierba verde perfectamente cuidada y los
edificios bien mantenidos que estaban dispersos por la zona. Era como la Tierra,
sólo que sin la superpoblación y la contaminación que había en ella.

La Tierra, pero hace unos quinientos años. Para un colono Ángel, incluso
para uno que estuviera acostumbrado a Ángel Uno, era el paraíso.

Se acercaron al edificio de cúpula blanca. El guardia abrió las pesadas


puertas dobles de madera y metal y entraron.

El suelo y las paredes eran de mármol negro y azul, y el techo estaba


arqueado por encima de sus cabezas. Le recordaba a una iglesia.

Una gran fuente dominaba la sala de entrada, llena de agua color esmeralda
claro. Parecía sin purificar, repleta de los minerales que le daban ese tono distintivo.
El agua potable era una de las razones por la que los colonos se habían decidido por

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El Club de las Excomulgadas
el Territorio Logos hacía doscientos años. Parecía que Sante había encontrado una
reserva de agua subterránea para dar servicio a los residentes de la cúpula.

Daria miró hacia arriba. El techo abovedado estaba pintado para parecerse a
la noche, un cielo-azul oscuro y brillantes estrellas de plata dispersas a través de él.
Aparte de la fuente en el centro, la habitación estaba desprovista de ornamentación.
Con las pulidas paredes de mármol negro y azul y el suelo, más decoración habría
sido una exageración de todos modos. El sonido de los tacones de las botas de
Daria y de Alejandro en el suelo hizo eco a través de la cámara mientras
caminaban.

Una puerta que conducía a lo que Daria presumía era la parte principal del
edificio chirrió abierta. Un hombre con un pelo negro brillante y largo hasta los
hombros y la piel profundamente bronceada entró, seguido por cinco musculosos
hombres. Más guardias.

Anya Bast - El Pecado Elegido


El hombre de cabello negro sonrió cuando se acercó a ellos. Estrechó la
mano de Daria, luego la de Alejandro.

—Valerie, Alejandro, bienvenidos al Camino Luminoso. Soy Carlos


Hernández. Voy a estar ayudando a orientaros a vuestro nuevo entorno.

Daria sonrió y asintió como una buena Valerie haría. Carlos Hernández. Él
era uno del círculo íntimo de Sante, uno de sus hombres de mayor confianza.
Nadie sabía su edad a ciencia cierta, pero se calculaba que estaba cerca de los 200
años. Sus discos habían llegado limpios, pero a ella no le gustaba ese hombre. Le
produjo una reacción visceral instantánea. Cuando sintonizaba hacia él lo sentía
muy fuerte. Su intuición le dijo peligroso y sórdido.

Carlos juntó sus manos cuidadas en frente de él.

—Por favor. Eliminad vuestras armas.

Ella extendió sus brazos hacia arriba y afuera.

76
El Club de las Excomulgadas
—No hemos venido con armas.

—Había pensado en traer nuestros emisores, pero sabía que los buscaríais y
os los llevaríais —dijo Alejandro.

—Tenías razón —Carlos miró a los guardias y encendió las muñecas hacia
ambos. Los guardias se movieron hacia ellos—. Creo que estáis desarmados, pero
por favor entended que igualmente tenemos que buscar.

Tres guardias rodearon a Alejandro. Otras dos personas se acercaron a ella.


Sus ojos parecían decir: carne fresca.

Daria se preparó para lo inevitable. Los guardias la agarraron bruscamente,


la empujaron levantándola contra una pared y apretaron su cara contra ella. Su
aliento salió en un ufff ante el impacto. Ella soltó una carcajada. Ahora sabía cómo
se sentían sus prisioneros.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Esta es una linda bienvenida, Carlos.

—Me disculpo sinceramente. Es necesario preservar la tranquilidad del


Camino Luminoso —respondió él.

Realmente no sonaba arrepentido.

Daria no sabía lo que le estaban haciendo a Alejandro ya que su rostro


estaba íntimamente familiarizándose con la pared. Los guardias le colocaron las
palmas de las manos sobre el mármol frío y uno de ellos se movió detrás de ella y le
pateó los pies para separarlos. El otro se puso a un lado y los miraba.

Las manos del guardia eran todo negocios mientras le daba unas palmaditas
por sus brazos, pero cuando bajó a la cintura y se deslizó hacia arriba, sus
movimientos se volvieron más lentos. De repente, su mente estaba toda en su
propio cuerpo y su espacio personal, en vez de lo que estaba pasando con
Alejandro.

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El Club de las Excomulgadas
El hombre buscando apretó su cuerpo contra el suyo. Su cálido aliento le
agitó los pequeños pelos en la nuca mientras le deslizaba las manos hacia arriba
demasiado lentamente sobre sus pechos.

El muy cabrón me está sintiendo.

El pánico y la rabia la llenaron mientras él buscaba a tientas entre sus


pechos, pasando sus dedos sobre sus pezones. Luego descendió con una mano y la
deslizó entre los muslos, abriéndola para frotar su clítoris a través de la tela de sus
pantalones. Daria luchó contra el impulso de llevar su codo a su cara, dar la vuelta,
y agarrarlo de las bolas. Eso es lo que ella quería hacer, pero ¿qué haría Valerie?

—Hey, no soy tu novia —le espetó y trató de darse vuelta. Los guardias la
forzaron nuevamente a su posición. Luchó contra ellos, pero la sostuvieron con
fuerza.

El horror la asfixió por un momento mientras luchaba por el control de sí

Anya Bast - El Pecado Elegido


misma. Incluso si se liberaba de estos chicos, podía sentir que eran mucho más
fuertes que ella. Sobre todo ahora, que apenas había cortado los colmillos nuevos.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Siete
Desde el otro lado de la habitación, Alejandro vio a Daria protestar por el
trato de los guardias y tratar de darse la vuelta. Los dos hombres la agarraron de los
brazos y la empujaron contra la pared. Cuando ella trató de girar alejándose, la
forzaron para controlarla.

Los guardias que estaban cerca de Alejandro no lo habían tocado aún, así
que saltó hacia los guardias que acosaban a Daria, pero no llegó muy lejos. Los
hombres lo rodearon agarrándolo por los brazos y las muñecas. Él se liberó de
golpe de uno, sólo para tener las manos otra vez sujetas por otro.

Enfurecido, se apartó de ellos. Ellos lo enfrentaron. Alejandro alzó su puño


rápido y fuerte, dándole un puñetazo a uno de los guardias en la boca, haciéndolo
sangrar.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Liquidadlo —dijo Carlos.

El dolor asaltó su cabeza, cuando uno de los guardias le dio golpes


intermitentes y bajos. El cayó sobre sus rodillas, aturdido. El mundo se oscureció
durante unos instantes. Los guardias lo empujaron hacia abajo y lo hicieron caer al
suelo con un duro golpe sobre su estómago. Uno de los guardias agarró sus manos
y las esposó detrás en la parte baja de su espalda. Como un tormento extra, los
guardias lo sujetaron contra el suelo para que no pudiera retorcerse.

Al parecer lo querían consciente o hubieran utilizado mayor fuerza. Pero


habían impedido que ayudara a Daria efectivamente, de eso estaba seguro.

Bueno, demonios.

Alejandro miró a Daria por un momento, pero sólo por un momento porque
desde esa posición era difícil mantener la cabeza levantada. Los guardias la
sujetaban con firmeza por los brazos, pero por ahora no la estaban acariciando.

79
El Club de las Excomulgadas
— ¿Estás bien, Valerie?

—Estoy bien.

Fría rabia contenida parecía surgir de estas dos sílabas.

—Bastardo —Alejandro insultó a Carlos. Empujó hacia arriba tratando de


soltarse de los guardias—. Si dejas que alguno le lastime un solo pelo, tendré tu
garganta para la cena.

Carlos chasqueó la lengua.

—No hagas amenazas que no puedes cumplir. Ella está bien, Emanuel. Ese
es tu verdadero nombre, ¿no? ¿Emanuel Alejandro Martínez?

—Yo voy a ser quien va juzgar si ella está bien.

—Emanuel, yo tampoco quiero lastimarla. Y si no la quiero lastimar, no lo

Anya Bast - El Pecado Elegido


estará.

—Llámame Alejandro.

—Prefiero tu primer nombre. Naciste en la Tierra, en el país de España. ¿No


es cierto? Madrid es la ciudad de tu nacimiento y donde pasaste la infancia. Tus
padres no tienen marca y siguen viviendo allí.

—Sí.

—Tu padre es un reparador de commview, de orígenes humildes, Emanuel.

Alejandro se calmó por un momento, bajo el agarre restringido de los


guardias. El miedo lo atravesó, ¿cuánto los habían investigado? Si la GBC, que
protegía a sus guardianes de paz, no lo hubiera sostenido, él estaría muerto. Si la
ABI no hubiera proporcionado un historial convincente de Valerie, también lo
estaría Daria.

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El Club de las Excomulgadas
Alejandro gruñó cuando uno de los guardias decidió presionar con su rodilla
en la base de su espina dorsal.

—No hay nada de malo en tener orígenes humildes.

—No, en absoluto. Yo también soy de orígenes humildes. Muchos de


nosotros lo somos. —Carlos se acercó a Alejandro y se paseó lentamente delante de
él. Sus botas hacían clic con cada paso—. Eres joven —continuó Carlos—, tan
joven, y sin embargo eres excepcionalmente fuerte para ser un vampiro con siete
años de edad. Tu madre de sangre es Lucinda Valentini, ¿no? Tiene un puesto en
GBC y un territorio en el sector Barand. Italiana de nacimiento, ¿creo? Ella te
ofreció un lugar codiciado en su círculo íntimo, pero lo rechazaste.

—Así es.

El chasqueó de nuevo. Eso estaba poniendo realmente nervioso a Alejandro.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Eso no es muy leal, ¿no? O inteligente. Lucinda es una Elegida muy
poderosa. Por lo tanto me pregunto, ¿hay algún problema con tus lealtades? —Se
agachó sobre la cara de Alejandro—, ¿o con tu cerebro?

Alejandro sintió que se le tensaba la mandíbula. Se separó del suelo con


esfuerzo.

—Ni una cosa ni la otra.

Él se enderezó.

— ¿En serio? Entonces dinos la razón. Queremos entender.

La rabia corrió por sus venas. Apretó sus dientes. Luego explotó.

—Desenfrenado y resistente heterosexual.

—Ah, ya entiendo —Carlos se echó a reír—. Aunque, debes explicárselo a


tu amiga. Parece confundida.

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El Club de las Excomulgadas
—Déjanos ir y lo haré.

Carlos lo ignoró. El clic de sus botas comenzó de nuevo.

—Así que dejaste que Lucinda regresara a la ciudad de Danpong donde tú


trabajabas en la seguridad personal. O, al menos, lo hacías hasta que decidiste traer
a tu nuevo amor aquí. —El chasquido de sus botas se detuvo frente a Daria—. El
nombre de tu novia es Valerie.

—No es agradable conocerte —dijo Daria.

—Que es aún más joven que Alejandro, una recién nacida, de hecho. Y
tiene una boca, que en mi época, habría sido inapropiada para una dama.

—Sí y soy de Chicago, con orígenes humildes, bla, bla. ¿Podemos reducir el
drama y seguir adelante con lo que estamos haciendo aquí? Me estoy aburriendo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Silencio.

Daria realmente tendría que controlar su boca.

Alejandro alzó el cuello para ver qué estaba pasando. Carlos estaba parado
enfrente de una muy enojada Daria. Ella probablemente tuviera miedo. Cuando
Daria estaba asustada se enfurecía.

Carlos inclinó la cabeza para atrás y se echó a reír.

—Bien —dijo por fin, apartándose—. Tienes suerte de que encuentre tu


insolencia divertida, Valerie.

Los guardias la empujaron contra la pared, lo que hizo que Alejandro


luchara otra vez. Estos querían jugar a revisarla, mientras tenían a Daria contra su
voluntad. Él odiaba estar retenido, sin poder hacer nada. Si ellos fueran humanos,
ella hubiera podido quitárselos de encima por su cuenta, pero eran Elegidos y ella
estaba débil en este momento.

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El Club de las Excomulgadas
Las manos de ellos se deslizaban por sus brazos y piernas y después por su
torso. Alejandro peleó contra ellos cada centímetro, pateando y usando sus codos.
Cuando terminaron, le quitaron las esposas y retrocedieron. Se quedó acostado en
el suelo de mármol liso, por un instante, sorprendido de que no tuviera que luchar.

— ¡Suéltame! —Oyó decir a Daria, luego un golpe de carne contra carne y


un uuf.

Alejandro se puso de pie. Daria estaba desenfrenada, cerca de uno de los


guardias que la había sujetado. Sus recientes ojos cafés brillaban y ardían de furia.
El ofensivo guardia estaba recargado en la pared detrás de los otros. Con una mano
en su plexo solar.

Él pasó su mirada por el cuerpo de Daria. Ella estaba claramente molesta,


pero parecía estar bien físicamente. Parecía un poco inestable, pero quizás era
porque había gastado más de su energía que cualquier vampiro nuevo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Alejandro se dio la vuelta para mirar a Carlos.

—No sé qué juego estás jugando aquí. Pero esta mujer es mía. Nadie más la
toca. No nos quedaremos en el Camino Luminoso a menos que lo comprendas
aquí y ahora.

Carlos parpadeó lentamente.

—Vivir aquí en el paraíso es un honor para cualquier elegido, Emanuel. Si


no te gusta la forma en que hacemos las cosas, te puedes ir.

—No se parece mucho al paraíso, para mí —dijo Daria, cruzando los brazos
sobre su pecho, en gesto protector.

—Fue una prueba para ti, Valerie —dijo Carlos—. Tienes como una semana
de edad más o menos, ¿verdad? Según nuestro registros eres un ser humano sin
marcar, sin embargo, has llegado más allá a la etapa succubare. Eso es una cosa muy
rara. Necesitábamos probar tu fuerza.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Porque no puedes sentir mi fuerza sólo desde lejos? —Le preguntó ella.

Carlos sonrió.

—Eso puede ser engañoso. ¿No te parece que la fuerza es muchas veces más
mental que física? Está en la mente, en la voluntad. Yo sospechaba que tenías una
voluntad excepcionalmente fuerte y así es. A veces, incluso los débiles, cuando se
encuentran en una situación insostenible, se vuelven fuertes. Eres recién Elegida,
sin embargo te quitaste a Austin —hizo un gesto hacia el guardia herido—. No es
fácil de detenerlo cuando registra a una mujer atractiva. Lo envié contigo por esa
razón. Quería ver cómo reaccionabas.

Alejandro buscó con la mirada a Austin. En ese momento él era la fuente de


todo su enojo y frustración. Nadie trató de detenerlo cuando Alejandro fue hacia él.
Austin vio cómo caminaba a través de la sala con un creciente horror en sus ojos
azules.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Alejandro lo agarró por la parte delantera de la camisa, tirándolo lejos de la
pared. La satisfacción atravesó a Alejandro cuando lo envió al suelo con un golpe
tan fuerte que sintió dolor a través de sus manos y brazos. Austin gimió y se quedó
callado.

Se dio la vuelta y cruzó el espacio que lo separaba de Carlos. Y llegó justo


enfrente a la cara del otro hombre. Oyó ruidos detrás de él y supo que los guardias
se habían movido para flanquearlo, con el fin de proteger al vampiro mayor. Carlos
levantó una mano, diciendo que se quedaran atrás.

Los colmillos de Alejandro crecieron como siempre lo hacían cuando estaba


realmente enojado y dejó que un gruñido saliera por sus labios.

—Nunca, jamás Valerie será probada así —se dio la vuelta y apuñaló a
todos con la mirada fría—, ¿entendido? Retroceded y dejadnos en paz.

Carlos sonrió.

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El Club de las Excomulgadas
—Esa es la reacción que buscaba en ti, Emanuel. Tú también fuiste probado.

Alejandro habló con voz aparentemente tranquila.

—Tira esa mierda otra vez y te voy a dar una reacción que nunca olvidarás.

Carlos le sostuvo la mirada por un rato, sin dejar de sonreír, aunque no


llegaba a sus ojos. La mirada en el rostro de Carlos era más amenaza que otra cosa.

—Gordon, muéstrales sus cuarteles —dijo finalmente—. Creo que han


tenido suficiente por un día.

Alejandro se dio la vuelta, en busca de Daria. Uno de los guardias más altos,
Alejandro asumió que era Gordon, hizo un gesto para que lo siguieran. Ni
Alejandro ni Daria miraron hacia atrás cuando salieron del edificio.

Una vez fuera, Alejandro miró hacia el cielo y vio que el sol se ponía. Al

Anya Bast - El Pecado Elegido


menos cualquier cosa que emulara al sol. Parecía un poco tarde para eso, si se
trataba de seguir el ritmo de Darpong. Obviamente ellos podían hacer sus reglas,
con un ambiente embovedado.

—Creo que salió bien —murmuró Daria en voz baja mientras seguían a
Gordon por una de las estrechas vías que los llevaba a un edificio circular que
parecía un complejo de apartamentos con un solo piso.

Alejandro se preguntó si Brandon había sido probado a su llegada también.

— ¿Estás bien?

—Siento que necesito una ducha caliente y una fuerte barra de jabón, pero
aparte de eso, estoy bien, supongo. El idiota sólo me manoseó. Me han manoseado
antes. Aunque me siento realmente cansada.

Ella debería sentirse cansada. Los vampiros nuevos no tenían energía que
quemar.

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El Club de las Excomulgadas
—Ellos nos estaban poniendo en nuestro lugar —respondió él—.
Asegurándose que sabemos dónde estamos parados.

—Muuuuuy en el fondo.

—Ahora mismo somos sus juguetes, pero no estamos hasta abajo. Ya no es


así. Mierda. Yo sé la instrucción. Es como una jauría de perros. Tienes que mostrar
tu fortaleza para que te respeten. Nosotros sólo mostramos fortaleza.

Seguía furioso contra Austin, apenas se había dado cuenta de que habían
entrado en el edificio y se habían detenido enfrente de una puerta.

Gordon le quitó el seguro a la puerta y se la entregó a Daria.

—Aquí es donde os vais a quedar por el momento. Las paredes son a prueba
de ruido para su privacidad. Debe haber suficientes toallas. Hay pasta de dientes y
jabón. Todo lo que se necesita. Regresad por la mañana al salón Sante para la

Anya Bast - El Pecado Elegido


ceremonia de iniciación.

— ¿Salon Sante? —preguntó Daria—. ¿Era en el que estábamos?

—Sí, id allí por la mañana, os someteréis a la ceremonia de iniciación y


finalmente seréis realmente parte de nuestra comunidad.

—Ahí estaremos —respondió Alejandro. Gordon asintió con la cabeza y


hasta sonrió.

—Bienvenidos. Estamos contentos de teneros aquí.

Después de que Gordon se fue, Alejandro empujó la pesada puerta para


abrirla y entraron a una sala. Una gran cama con dosel estaba en medio de la
habitación. El lado opuesto de la habitación era una pared con ventanas y puertas
francesas que se abrían a un frondoso jardín, parecido a los de la Tierra. Hojas
decorativas recortadas serpenteaban el camino a través de la ventana abierta y se
acurrucaban todo el camino alrededor de las paredes de la habitación. Un pequeño

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El Club de las Excomulgadas
panel de bebidas, con dispensador de agua, café y otras distintas estaba empotrado
en una de las paredes. El lugar era pequeño pero hermoso.

—Oh, Dios —susurró Daria. Se volvió hacías él y pensó ¿No te parece un poco
sospechoso?, ¿de dónde consiguen el dinero para hacer esto?

Tal vez lo podremos averiguar mientras buscamos a Ari. Tal vez hay algo más aquí,
algo que a la ABI y la GBC podría interesarles.

Sin palabras Alejandro y Daria inmediatamente comenzaron a explorar la


habitación. Comprobando por si había algún dispositivo de escucha. Era poco
probable que hubiera alguno, ya que los vampiros y succubare podían comunicarse
en privado por longitudes de onda telepáticas. Hacer escuchar una habitación sería
una pérdida de energía.

Aun así podían tener la habitación bajo vigilancia hasta que Alejandro fuera
patrullero. Había una razón para que Sante sospechara de él.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Alejandro se levantó de comprobar la base de la mesa de noche.

—No hay nada, es seguro hablar aquí —se pasó la mano por el cabello e
hizo una mueca de dolor. Su mano pronto se pondría azul y negra, pero se curaría
lo suficientemente rápido. Era un pequeño precio que pagar por la satisfacción que
sintió.

Ella caminó hacia él y tomo su mano entre las de ella.

— ¿La cara de ese tipo era de acero?

—No, sólo le pegué realmente fuerte.

Ella pasó un dedo por el dorso de su mano.

—Esto te va a doler.

—Los vampiros sanamos rápido. Estaré bien por la mañana.

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El Club de las Excomulgadas
Ella acarició con sus dedos la palma de su mano y la sensación de
hormigueo por su toque fue directa por su cuerpo. Luchó contra la necesidad de
empujarla sobre la cama. Infierno, ellos necesitarían tener su esencia entre ellos de
cualquier manera. Podía pensar en las mil maneras diferentes en que amaría hacer
eso.

Ella levantó una ceja.

—Por cierto... ¿soy tu mujer? ¿Podrías ser más macho que eso? La fuerza de
toda la testosterona que liberaste ahí casi me hace desfallecer.

—Tuve que hacerme valer, Daria. Trazar algunos límites para ellos.

Un enorme límite: Daria. Nadie iba ser capaz de cruzarlo sin volverlo
peligrosamente loco. Él esperaba que se lo hubiera dejado claro a Carlos.

— ¿Tenías que orinar sobre la toma de agua?

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Más o menos. Es como dije en el camino, a menos que quieras ser la
pequeña fru-fru de todos, tienes que hacerles saber de antemano que no vas a
aguantar esa mierda.

Los ojos de ella brillaron.

— ¿Aprendiste eso en el territorio de Valentini?

—Aprendí mucho de ella.

¿Fueron celos lo que cruzó la cara de Daria? Interesante...

—Gracias por defender mi honor, señor amable —ronroneó ella y aleteó sus
pestañas—. Eres mi héroe.

Él enroscó su mano alrededor de la de ella y la atrajo hacia sí. Entrelazó sus


brazos alrededor de ella, dejó caer su boca sobre su cuello y le dio un beso ahí.
Gruñó al inhalar la esencia de su piel.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Y cómo vas a pagarme? —Gruñó y ligeramente mordisqueó el lugar
donde su cuello y su hombro se unían.

Ella se estremeció contra él y el tenue aroma de su excitación cosquilleó en


su nariz. Con un ligero gemido, ella frotó su mejilla sobre su pecho.

—Tal vez pueda encontrar algo —le respondió con voz entrecortada.

Bien. Ese era un buen cambio.

Alguien tocó en la puerta y Daria se alejó de él.

Maldita sea. Maldición.

—Pase —gritó Alejandro, tratando fuertemente de no gruñir.

Gordon asomó la cabeza.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Vuestras bolsas —dejó caer las mochilas y chaquetas en el suelo cerca de
la puerta y desapareció.

Cuando Alejandro se dio la vuelta, Daria estaba fuera en el pequeño jardín.


Estaba parada en medio de la vegetación, se abrazaba y miraba como si estuviera
absorta en sus pensamientos.

***

Daria estudiaba la pequeña y cercada área. Supuso que cada apartamento


tenía uno de estos jardines florecientes. La hiedra trepaba por las piedras de la
pared y las flores crecían profusamente. Una pequeña mesa y dos sillas estaban en
una esquina, flanqueadas por dos estatuas de Ángeles con los brazos extendidos
hacia el cielo.

Un pequeño pájaro aterrizó en la cima de la pared y le cantó.

—Guau —susurró con asombro. Se fue aleteando suavemente con sus alas
extendidas.

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El Club de las Excomulgadas
Sobre su cabeza, el crepúsculo se deslizó en la oscuridad de la tarde mucho
más rápido de lo natural. La falsedad ayudaba a romper un poco la magia de ese
lugar.

La vida bajo este domo era muy seductora, incluso para ella. Tendría que ser
lo mejor para los Elegidos que no habían visto la luz del sol desde hacía años.

Ella vio unas débiles estrellas que comenzaban a brillar. En algún lugar bajo
el domo, Sante podría estar viendo el mismo cielo artificial en este momento. La
trajo a la realidad lo cerca que estaba de él ahora.

Caminó hacia la pared y acercó sus dedos a la hiedra. Increíble.


Desconcertante. Este domo podría llamarse paraíso, pero no era. No podía serlo.
Financiado y dirigido por Sante. Tenía que ser más parecido al infierno que al
cielo. Ellos nada más tenían que encubrir las razones de este lugar. Tenía que
beneficiar de alguna manera a Sante. Él no era una persona altruista. Eso estaba

Anya Bast - El Pecado Elegido


suficientemente claro. Era un asesino a sangre fría, que haría cualquier cosa para
conseguir lo que quería.

Cualquier cosa

Daria cerró los ojos al recordar la agradable cara redonda de Julia


sonriendo, sus ojos brillantes de alegría. La imagen se desvaneció a una Julia con la
garganta negra y azul, sus ojos vacíos, fría y muerta, su cabello castaño aplastado,
pegado a su frente y sus extremidades en una posición nada natural, donde había
caído al suelo del vestíbulo.

Daria abrió los ojos, sintiendo la ira familiar correr por sus venas. La furia se
había convertido en su amiga más cercana desde que Julia había sido asesinada.

Recargó su cabeza sobre la pared, dejando que la piedra fría la envolviera y


la calmara.

—Lo voy a atrapar por ti, Julia —ella susurró—. Lo prometo.

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El Club de las Excomulgadas
La venganza por la muerte de Julia estaba tan cerca que podía saborearla,
como algo agridulce bajo su lengua.

Un ruido llegó desde la habitación de atrás. Se dio la vuelta al tiempo que


Alejandro se sacaba la camiseta por su cabeza. Como pasaba cada vez que ese
suave, bronceado y musculoso pecho la tentaba, su boca se secó. A pesar de que su
mente y emociones gritaban No, aparta la mirada. Cada parte de su cuerpo lloraba,
Sí, por favor fóllame ahora. Al ver el pecho de aquel hombre desnudo.

La humillaba el hecho de darse cuenta de que era una esclava de sus


hormonas. Alejandro Martínez siempre había tenido un buen cuerpo y aún lo tenía.
Un espécimen masculino de primera calidad que haría que cualquier mujer
babeara.

—Sobre la cabeza, apagarse —dijo él. La brillante luz del techo se apagó. La
suave lámpara de la mesa de noche seguía encendida.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Él se sentó en el borde de la cama y se sacó las botas, quedándose sólo con
los jeans. Después de sacarse la segunda bota, se dejó caer en la cama. Su oscura
piel lucía pecaminosamente bien contra el rojo edredón.

Daria tenía la urgencia de ir allí, treparse a la cama y lamer cada centímetro


disponible de él. Estaba casi segura de que él no la apartaría. No, sabía que él no lo
haría. Alejandro la deseaba y ella lo deseaba a él, pero tenía buenas malditas
razones para resistirse.

Él giró su cabeza a un lado y capturó su mirada. Todo el fuego que lo


consumía brilló en sus ojos. Estaba siendo cuidadoso con ella, dándole espacio para
que respirara. Estaba claro que realmente quería arrancarle la ropa y mostrarle cada
uno de sus pensamientos carnales.

Debería dejarlo.

Tenían que ser convincentes, después de todo. Se suponía que iban a ser una
pareja. No sólo eso, se suponían que ellos eran el equivalente a las parejas de los

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El Club de las Excomulgadas
Elegidos en matrimonio. Parejas que se aparean durmiendo juntos, intercambiando
aceites de la piel, los olores del cuerpo. Alejandro y ella ya tenían el aroma del otro
por la Elección, pero tenían que estar seguros de que se quedara de esa manera.

Pensando esto, ella podía racionalizar el follar con Alejandro.

Era por la misión. Por el trabajo. Era un sacrificio que se tenía que hacer por
la ABI.

Sí, claro. Ella puso los ojos en blanco. Qué conveniente.

Caminó dentro y cerró las puertas del jardín tras ella. Al pasar por el pie de
la cama, trató con gran esfuerzo no comerse con la mirada cada centímetro
cuadrado de él.

Sí, por favor fóllame ahora.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Dios, era patética.

Recogió su bolsa del suelo. Parecía que había agua corriente en el baño y la
ducha. Todo lo que quería era bañarse y ponerse el pijama. Era temprano, pero
estaba demasiado cansada.

Alejandro se sentó en la cama y se volvió hacia ella.

— ¿Te vas a cambiar de ropa?

Oh claro, esos cálidos ojos marrones ya estaban ardiendo.

—Sí —ella dio un paso hacia el baño.

—No te cambiaste en el baño esta mañana. Esta mañana lo hiciste justo


frente a mí.

— ¿Y tu punto es? —Le echó una molesta mirada y se detuvo en el centro de


la habitación—. Brandon estaba en el baño —respondió ella con paciencia—. No
pensé que te importara. No es como que no hayas visto nada antes.

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El Club de las Excomulgadas
Él lanzó una breve carcajada.

—No sabes lo mal que me tentaste esta mañana, ¿verdad?

— ¿Qué significa eso? —Ella ladeó la cadera y dejó que su bolsa colgara por
un costado—. ¿Crees que te debo algo?

—No es eso lo que creo. Estoy señalando que no sabes que me haces gatear.

Ella respiró con cuidado.

—Mira, no lo volveré hacer otra vez, ¿está bien? Los dos estamos en malas
condiciones ahora. Dije que quería tratar de hacer esto con el menor contacto
íntimo como fuera posible, pero...

—Tenemos química, y nos atraemos.

Infiernos, que sí.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Ella asintió.

—Sí pero eso no significa que quiera tirarme en la cama contigo.

—Otra vez.

Ella se encogió de hombros y suspiró.

—Otra vez —el peso de su bolsa creció demasiado y la dejó caer al suelo.

Él frunció el ceño.

—Pareces cansada. ¿Necesitas comer?

—El hambre me roe un poco —admitió. Estaba haciendo lo mejor para no


pensar en eso.

—Ve a tomar una ducha. Necesitas alimentarte y dormir. Cuando fui recién
elegido, me tenía que alimentar al menos dos veces al día.

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El Club de las Excomulgadas
—Alejandro, ¿que fue todo eso que dijo Carlos de tu madre de sangre?,
¿rapante y resistente heterosexual?

La expresión se oscureció en su rostro y aparto la mirada.

—No hay mucho que decir.

Eso significaba que había mucho que decir. Ella sólo tenía que esperar para
que él lo sacara.

La miró y suspiró.

—Ella estaba metida en algo muy turbio, eso es todo. A Lucinda le gustaba
que los hombres... Estuvieran juntos. A ella le gusta mirar. Si eres un hombre en su
círculo íntimo, se espera que tú juegues sus pequeños juegos sexuales.

— ¿Qué? ¿Quieres decir hacer el acto por el placer de ella?

Anya Bast - El Pecado Elegido


Él asintió.

—Sí, a ella le gusta que toda la sala de juegos esté montada. Látigos y
cadenas, tú sabes. Todos mirando —sus colmillos brillaron—. Yo no soy del tipo
sumiso. Pero algunas veces ella encierra a un hombre o a una mujer en su lugar en
esa habitación y deja que todos jueguen. Son como objetos para ella, objetos con
que divertirse. Ella termina viéndolos follar.

— ¿Fuiste uno de sus... objetos?

Él sacudió la cabeza.

—Como te dije, el ser sumiso no es lo mío. Exigir a los demás... sí, eso me
enciende. Así que lo juego de vez en cuando.

Ella se estremeció al imaginar a Alejandro jugando con ella. Dejarle hacer lo


que él quiera. Oh, si esa era una fantasía que valía la pena.

—Entonces, uh, ¿tú has jugado con un hombre?

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El Club de las Excomulgadas
Él dio una mirada tan agresiva que ella dio un paso atrás.

—No estaba mintiendo cuando le dije a Carlos que fue por eso que no
acepté la oferta de ella. No tengo nada contra los homosexuales. Cualquier cosa
que te haga feliz, hazla. Pero sí tengo algo en contra de ser usado como un sumiso
sexual y ser entrenado como un perro.

—Te creo —ella levantó sus manos—. Hey, aunque lo hayas hecho, no soy
quien para juzgar.

—Ve a darte una ducha así podrás alimentarte y dormir —dijo él


cuidadosamente.

Refunfuñando más por el hecho de que alimentarse sonaba realmente mejor


que hacer todo el resto, Daria recogió su bolsa y se dirigió al baño.

Anya Bast - El Pecado Elegido

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Ocho
Después de una larga ducha caliente con agua mineral enriquecida de la
cúpula, Daria salió del baño con un par de bragas y una camiseta apretada.
Esperaba nos ser demasiado provocadora ya que no tenía mucho más para ponerse.

El calor pulsante del agua le había hecho cosquillear el cuerpo y relajado sus
músculos. Lo único que quería era meterse en la cama y dormir.

—Luz del baño, apagada —murmuró ella mientras bostezaba.

Alejandro había apagado la lámpara de la mesita de noche, pero el


resplandor artificial de la luna iluminaba la habitación. Ella descubrió que ahora
tenía una excelente visión nocturna de todos modos.

Él se había metido en la cama y retirado las mantas en la parte más cercana

Anya Bast - El Pecado Elegido


a ella. Se veía delicioso yaciendo contra todas esas sábanas y almohadas de color
carmesí. De hecho, esa visión la detuvo en seco.

— ¿Podemos hacer esto en alguna otra parte que no sea la cama? —Era
demasiado sugerente.

—Las únicas sillas son sólo las pesadas de hierro forjado en el jardín.
¿Quieres salir ahí, o sentarte en el suelo? No será tan cómodo —él dio unas
palmaditas en el colchón—. Vamos, Daria, necesitas alimentarte y dormir. De
todos modos, recuerda que tenemos que intercambiar nuestros olores tanto como
sea posible. Nuestra piel tiene que estar en contacto.

Trabajo, trabajo, trabajo.

Ella se metió en la cama. Su temperatura corporal había calentado ya el


colchón y el olor picante a hombre la envolvió. Él la atrajo hacia sí y enlazó sus
brazos alrededor de ella.

Ah, cielos.

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El Club de las Excomulgadas
Todo lo que llevaba era un par de bóxers de algodón, los cuales podía sentir
frotándose contra su piel. Su exquisito pecho inductor de fantasías ahora estaba
pegado contra el de ella. Sus pezones se apretaron y su coño se humedeció y se
calentó. Se preguntaba si Alejandro comprendía el poder de su pecho. Infiernos,
podía tener éxito en la dominación del mundo si el planeta en cuestión estaba
compuesto principalmente por mujeres.

A pesar de sí misma, dejó escapar un suspiro estremeciéndose ante la


sensación de su cuerpo contra el de ella. Nunca lo admitiría en voz alta, pero estar
con Alejandro la hacía sentir segura y protegida.

Se acurrucó contra él, encontrando un lugar para su cabeza debajo de su


barbilla dejando yacer su oído en su pecho. Daria cerró sus ojos y escuchó los
latidos de su corazón. Cada músculo de su cuerpo parecía flojo como si acabara de
recibir un masaje. El agotamiento se coló en su mente y sus pensamientos se
volvieron lentos.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Alejandro le pasó la mano por el pelo.

—Eh, Daria —murmuró—. No te vayas a dormir. Todavía tienes que


alimentarte.

Le tomó un momento responderle. Sus ojos se abrieron.

—Uhn. Lo sé.

El hambre y la fatiga peleaban dentro de su cuerpo, pero era una lucha que
apenas se registraba en su mente. Su brazo yacía cruzando el fuerte y caliente
cuerpo de Alejandro, su propio cuerpo protegido por el colchón suave.

La fatiga estaba ganando.

Si no hubiera estado tan físicamente destrozada por los cambios que la


Elección había obrado en ella, habría considerado a Alejandro más como un
estimulante que un relajante. Los planos duros de su cuerpo la invitaban a una

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El Club de las Excomulgadas
exploración más profunda. Si hubiera estado cualquier cosa menos que agotada,
eso la habría excitado sexualmente y molestado psicológicamente a causa de los
deseos en conflicto entre su cuerpo y su mente.

Así como estaban las cosas, lo único que podía hacer era estar en el círculo
de protección de sus brazos y dejar que el latido de su corazón la arrullara en el
sueño agotado que su cuerpo le exigía. Se sentía tan pesada…

— ¿Daria?

— ¿Mmmm? —Ella dejó que el cansancio tirara de ella.

***

Alejandro permaneció despierto, mirando a la habitación a oscuras, con el


pene más duro de lo que lo había tenido en toda su vida. Daria se había quedado
dormida en sus brazos. En su sueño, había insertado una desnuda pierna, larga y

Anya Bast - El Pecado Elegido


delgada, entre sus muslos. Probablemente ni siquiera era consciente de que había
hecho eso.

Su piel suave se frotaba muy cerca de su polla y cada músculo de su cuerpo


había surgido a la conciencia a causa de eso. Una de sus manos descansaba sobre
su costado, y su nariz estaba enterrada en el olor del cabello húmedo en la coronilla
de su cabeza. Sus pechos exquisitos estaban apretados contra su pecho. Casi todas
las partes de sus cuerpos se tocaban.

—Mierda —murmuró en voz baja. ¿Cómo diablos se suponía que iba a


dormir, mientras tenía esta excitación? Esta mujer lo llevaría hasta la locura antes
de que pudieran terminar la misión.

La tentación estaba en sus brazos, pero él haría todo lo posible para resistirse
a ella. La Elección había agotado a Daria y necesitaba dormir. Necesitaría
alimentarse, también, pero el sueño parecía ser la prioridad de su cuerpo por el
momento. Por eso, Alejandro no podía satisfacer sus deseos.

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El Club de las Excomulgadas
Tú podrías hacer que ella rogara por esto, la parte más oscura de él susurró.
Tenía el velo adecuado para ello. Alejandro sospechaba que Daria en realidad lo
deseaba. Todo lo que tenía que hacer era ejercer el tipo correcto de velo... y ella
sería suya. Con mucho gusto. Libremente. Infiernos, ella le rogaría que la follara
hasta que no pudiera ver con claridad.

Incluso sin su velo, él podía hacerlo. Podía darse la vuelta y cubrir su cuerpo
con el suyo, despertarla con un beso. Besarla hasta que su cuerpo se despertara y su
dulce coño estuviera preparado para su polla. Le podría quitar la ropa y dejar un
rastro con su lengua por su cuerpo hasta que la golpeara en su coño cremoso.
Lamerla hasta que se quejara de él, hasta que se estremeciera y se corriera para él.
Ella le suplicaría para que la tomara entonces.

Le rogaría para que le apartara esas piernas interminables y hundiera su


polla profundamente. Con o sin su velo. Él obtendría todo lo que quería.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Curvó sus dedos en las sábanas y apretó los dientes ante la idea de su carne
caliente, húmeda, agarrándolo. La tentación murmuró en su mente, Puedes hacer que
su cuerpo lo desee, aunque su mente no lo haga. Puedes dejarla tan bien complacida que hará
caso omiso de la parte de su mente que lucha contra la seducción. Puedes hacer que cada una
de sus fantasías se haga realidad. Si hicieras eso, ella no te odiaría por la mañana.

Cerró los ojos mientras luchaba por escuchar a la parte de sí mismo que le
recordaba que estaba cansada, debilitada, y que cualquier esfuerzo de su parte se
aprovecharía ahora de eso.

Él la miró. Sus oscuras pestañas estaban extendidas sobre su piel cremosa,


sus labios carnosos se separaban en el sueño. Dios, él la deseaba, pero al mismo
tiempo, sentía este ridículo impulso de protegerla.

Si había una cosa que Daria Moran podía hacer, era protegerse a sí misma.
Ella no lo necesitaba para que hiciera eso.

99
El Club de las Excomulgadas
Sin embargo, ahí estaba, esa imagen de ella después de que Sante los había
traicionado a todos. Sus grandes ojos luminosos y vulnerables. Su corazón doliendo
por la pérdida de su amiga.

Ella había venido a él esa noche para perderse. Para olvidar, sólo por unas
pocas horas, el horror de lo que había sucedido. Él había hecho eso por ella, había
borrado el dolor con su cuerpo. Había convertido el dolor en pasión. A pesar de
que había sido sólo temporal, ya que en la mañana la angustia había regresado.

Ella se movió en su sueño, dándose vuelta sobre su espalda. Lamentó la


pérdida del contacto piel a piel, a pesar de que lo estaba volviendo loco. La luz de
la luna resplandeció plateada sobre la suave piel como la seda de su hombro y la
besó en la cara donde un mechón rizado de su cabello húmedo había caído sobre su
frente.

Ah, maldita sea.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Alejandro salió de la cama y se dirigió a la ducha. Le dio una patada al
encendido del agua y se quitó los calzoncillos. Luego se metió en la ducha y dejó
que el agua caliente escurriera por su cuerpo. Apretó una palma contra la pared y
metió la cabeza bajo el flujo, dejando escapar un gemido.

Él necesitaba un desahogo sexual. Alejandro sabía que podía encontrar una


amplia oferta aquí, bajo la cúpula. Mujeres Escogidas, que por lo general estaban
de humor para una buena follada, sin ataduras. El problema era que no quería una
mujer cualquiera. Quería a Daria.

Alejandro estiró su mano y dobló los dedos alrededor de la base de su pene


con la mano opuesta y se acarició a sí mismo desde la base hasta la punta. El placer
se estremeció través de él mientras se imaginaba que era el dulce coño de Daria
donde se metía en vez de en su propia palma.

No podía esperar a sentir toda esa resbaladiza carne caliente cerrándose


alrededor de su eje más fuerte que un puño. No podía esperar a sentir su piel suave
contra la de él, sus gemidos y grititos sexys en sus oídos. Deseaba más que nada

100
El Club de las Excomulgadas
sentir la forma en que su sexo pulsaba y ondeaba en torno al empuje de su polla.
Escuchar la bofetada de carne contra carne mientras se conducía en ella más duro y
más rápido.

Sólo la idea fue suficiente para hacerlo explotar en un clímax. Se estremeció


y gimió cuando se corrió sólo con el pensamiento de Daria en su mente.
Respirando pesadamente, apoyó la cabeza contra la pared y dejó que el agua
corriera sobre él.

Deseaba a Daria Moran con una intensidad carnal que no podía controlar.
La mujer sería suya, de una manera u otra.

Dos días, tres a lo sumo. Ese era el tiempo que le daría para adaptarse a la
Elección. Eso es todo lo que ella debería necesitar.

Después de eso, todas las apuestas estaban pagadas. Después de eso, ella se
convertiría en su conquista.

Anya Bast - El Pecado Elegido


***

Daria despertó por la mañana en una habitación iluminada, con el hambre


haciendo ruido a través de su cuerpo. Se había quedado dormida por la noche sin
comer. Recordando el calor del cuerpo de Alejandro contra el de ella la hizo sentir
su ausencia ahora.

Se volvió hacia el lado del jardín de la habitación y lo vio allí, con la cara
levantada hacia el cielo. Nada más que ese par de apretados pantalones vaqueros lo
vestían, los músculos fuertes de la espalda ondulando mientras él levantaba su
mano para frotar su cara. Parecía cansado.

Como si sintiera su mirada en él, la miró y volvió a entrar en la habitación


con una expresión tormentosa.

— ¿Hambrienta? —Le preguntó.

101
El Club de las Excomulgadas
Ella colocó una palma de la mano en su estómago. Su necesidad de sustento
apretó su vientre.

—Es hora de que me alimente. No puedo negarlo más —él se dio media
vuelta y murmuró algo—. ¿Qué has dicho? No creo que pudiera haber usado mi
superoído nuevo para captar eso.

—Gordon vino esta mañana. Nos dijo que no nos alimentáramos. Dijo que
la ceremonia de iniciación tenía que ver con comida.

Bueno, eso sonaba ominoso. Algo más que el hambre se apretó en su


abdomen.

—Oye, ¿crees que habrá un buffet?

—Lo dudo —él le lanzó una mirada hostil. Hmm, alguien se había levantado
del lado equivocado de la cama.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Ella se empujó hacia arriba en una posición sentada y pasó la mano por sus
cabellos rebeldes. Ah, nada como el pelo estilo almohada.

Ella sería la envidia de todas las otras mujeres.

— ¿Acaso aclaró ese comentario?

Él negó con la cabeza.

—Hace que te preguntes, ¿no? Hay succubares aquí. Muchos de ellos. Tal vez
son una parte de la ceremonia.

—Es posible. Tal vez realmente habrá un buffet —se frotó los ojos y se
estiró—. Así que dormí durante su visita, ¿eh?

—Parece como si hubieras podido dormir durante un terremoto.

— ¿Y tú? ¿Has dormido bien? No te robé las mantas ni nada, ¿verdad?

102
El Club de las Excomulgadas
Él dio un paso hacia ella. El calor cruzó por sus ojos, y luego se fue.

—No he dormido bien, pero no fue porque te robaras las mantas.

Ella salió de la cama.

—Me pregunto si Sante estará en la ceremonia —dijo ella casi para sus
adentros mientras cogía su bolso y sacaba un par de pantalones vaqueros y una
camiseta negra—. Dame cinco minutos y voy a estar lista —dijo mientras se dirigía
al cuarto de baño.

Salió minutos después, con su pelo viéndose un poco mejor que cuando se
había despertado. Por lo menos, estaba peinado.

Alejandro se había puesto las botas y una camisa de color marrón oscuro
que resaltaba sus ojos. Como si sus ojos necesitaran algo más para que fueran de una
profunda mirada seductora, y que te paraba el corazón.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Salieron de la habitación y se dirigieron a la ceremonia de iniciación.

Los pasillos que conducían al Salón Sante, ella se atragantó con ese nombre,
tenían desperdigados aquí y allá otros miembros del Camino Luminoso.

Era como si estuvieran en la Tierra, y todo el mundo fuera a la iglesia el


domingo. La Iglesia de Sante. Daria hizo una mueca.

Si se concentraba en cada individuo, uno a la vez, podía sentir si era


vampiro o un succubare.

El succubare parecía vibrar, era la única manera en que podía describirlo, a


un ritmo menor que los vampiros. Al igual que las mismas moléculas que
componían a los vampiros se movían a una velocidad más rápida.

Cada vampiro que sentía parecía remotamente viejo o joven, fuerte o no tan
fuerte. Sin embargo, como el, oh tan útil, de Carlos había señalado tan
coloridamente el día anterior, juzgar a la gente de esa manera podía ser engañoso.

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El Club de las Excomulgadas
Todos los Elegidos a su alrededor estaban entrando en la sala por el extremo
opuesto de las puertas por las que habían pasado el día anterior. Cuando ella se
desvió por un camino para ir en esa dirección, Alejandro la tomó del brazo.

—Gordon me dijo que vayamos por las puertas delanteras.

Cuando abrieron las pesadas puertas, Daria vio por qué. Carlos se situaba en
el extremo opuesto de la habitación, por la entrada al resto del edificio. Al lado de
la fuente estaba Brandon, junto con otros tres vampiros, dos hembras, un macho.
Un hombre succubare también estaba allí. Todos nuevos iniciados, ella hizo la
conjetura. Trabó la mirada brevemente con Brandon.

Carlos se acercó a ellos.

—Bien. Estáis todos aquí —él llevaba una camisa larga de lino blanco,
pantalones apretados grises, y un par de botas negras. Su cabello largo y oscuro
estaba atado a la nuca. Abrió las manos hacia ellos—. Bienvenidos.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Varios de los iniciados lo saludaron.

—Vosotros siete habéis sido seleccionados por diversas razones para uniros
a nosotros aquí, en el Camino Luminoso, en el que vivimos en la benevolencia de
Christopher Sante. A algunos de vosotros se os permitió entrar, con base en sus
reputaciones, o a la reputación y la petición de alguien que os conoce y patrocina
—Carlos se volvió y sonrió primero a Alejandro, luego a Brandon—. Algunos de
vosotros sois viejos amigos —miró a Daria y sus ojos parecieron brillar—. O sois
amigos de viejos amigos. La ceremonia de esta mañana se ha diseñado para dar la
bienvenida a cada uno de vosotros en nuestro abrazo. Todos nosotros vivimos en
paz y armonía aquí bajo el cielo azul del Camino Luminoso.

—Gracias —dijeron un par de iniciados. Otros sonrieron abiertamente.


Daria trató de mantener una expresión de felicidad, sin embargo, neutral. Temía
que si intentaba tener una mirada satisfecha, sus ojos podían delatarla. De todos
modos, sería natural que ella todavía estuviera molesta por lo que había sucedido el
día anterior.

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El Club de las Excomulgadas
La excitación y aprensión rodó y cayó dentro de ella mientras Carlos les
instruía a caminar por las puertas hasta el otro extremo de la cámara. Sus
pensamientos y sentimientos no estaban ayudados por su hambre de sangre. Se
enturbiaban en la boca del estómago. ¿Habría más "pruebas" para someter a los
iniciados? ¿Estaría Sante del otro lado de la puerta?

Carlos empujó las puertas dobles abiertas. Alejandro la tomó de la mano


mientras caminaban a la otra habitación. Fueron los últimos dos en pasar a través
de la puerta y al cuarto oscuro en el otro lado. La luz de miles de velas parpadeaban
a su alrededor, en canaletas aplicadas en las paredes y de los contenedores situados
alrededor de la habitación que proyectaban largas sombras.

Un alto techo se arqueaba por encima de sus cabezas. Las paredes parecían
estar incrustadas con un patrón de enclavamiento de cristal blanco. Las altas
ventanas negroazuladas que ella había visto desde el exterior daban muy poca luz.

Anya Bast - El Pecado Elegido


La enorme cámara estaba llena de pared a pared con vampiros silenciosos,
inmóviles, y succubare... ¿Cuál era la otra energía que ella sentía en esta sala? La
recorrió de nuevo. Había un pequeño número de personas que no eran vampiros o
succubare. Se sentían vulnerables para ella, jóvenes, débiles, y un poco más lentos en
las vibraciones en cuanto a los demás.

Se sentían como ovejas en medio de una manada de lobos.

Su mente se nubló, mientras el hambre aumentaba. Ni siquiera ovejas, más


como terneros. Tiernos, jugosos y perfectamente preparados.

Sus colmillos afilados se extendieron en pequeños puntos en su boca y el


hambre subió un escalón en su estómago. Apretó su agarre a la mano de Alejandro
en respuesta.

Él también tembló, una reacción irritante en un hombre tan poderoso como


él. Era como si el olor de la presa en la multitud le deshiciera, o tal vez le tentara
tanto que luchaba por contenerse. Una mirada a su rostro no le reveló nada, había
apretado los dientes y adoptado una expresión estoica.

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El Club de las Excomulgadas
Carlos empezó a hablar a la multitud, presentando a los iniciados, uno por
uno, pidiendo a todos que los trataran bien y les ayudaran a aclimatarse a su nuevo
entorno. Daria había cogido una palabra aquí y allá, pero no todo lo que decía. El
hambre golpeó en su estómago, ahogando casi cualquier pensamiento.

Carlos repitió el breve discurso en español, mandarín, y luego en


Darpongese, una lengua pidgin que se había desarrollado en el sector. Daria
hablaba Darpongese, pero no podía concentrarse en sus palabras. Se tambaleó, y
Alejandro la estrechó contra su lado, enlazando un brazo alrededor de ella para
mantenerla en posición vertical.

Recorrió la sala, viendo las caras a su alrededor. Sobre todo, los vampiros y
succubare que estaban hacia los lados. Todos ellos estaban simplemente allí,
observando. Dado que todos estaban en una gran masa, era difícil mantener en su
memoria a aquellos en el grupo a los que no podía identificar.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Por último, Carlos se volvió hacia ellos.

—Nuestro primer regalo para vosotros... —fueron las únicas palabras


pronunciadas que realmente registró. Los vampiros frente a ellos se separaron.

Allí, ante ellos, encadenados y arrodillados en el suelo, estaban los que su


mente había estado buscando, por los que había estado hambrienta.

Siete esclavos humanos de sangre.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Nueve
La mente de Daria tartamudeó por un momento mientras absorbía tres
hechos. En primer lugar, había sentido hambre por los seres humanos que ahora se
arrodillaban frente a ella antes de que hubiera sabido lo que eran. De hecho, incluso
ahora que sabía lo que eran, todavía los deseaba. En segundo lugar, Carlos y los
cientos de vampiros y succubare en la sala parecían querer que los iniciados se
alimentaran de los seres humanos en ese momento. En tercer lugar, a la nueva
vampiresa en ella le gustaba la idea, muchísimo.

Alejandro había quedado rígido contra ella. Él la agarraba con tanta fuerza
que le estaba cortando la circulación del brazo. Daria los miró fijamente, tomando
una mirada más crítica. ¿Eran esclavos o eran donantes? La línea era delgada, pero
muy importante. Estaban allí por su propia elección, ¿adictos pero conservando su
libre albedrío? ¿O habían sido presionados para servir, abusados y esclavizados?

Anya Bast - El Pecado Elegido


Parecían estar sanos, limpios, y felices de estar allí. Sus ojos carecían de la rabiosa
locura por la necesidad del velo presente en los esclavos maltratados. Sin embargo,
llevaban cadenas. Tal vez eso era solamente una actuación. Daria no tenía la
certeza.

Carlos hizo un gesto con la mano, y dijo algo que no pudo entender. Los
iniciados se movieron hacia delante y ella también lo hizo, impulsada
principalmente por el brazo de Alejandro a su alrededor. Ella luchó contra el
impulso de cavar sus talones en el lugar con todo lo que tenía. Daria no quería
alimentarse de ellos, a pesar de que su hambre sin duda pensaba distinto. ¡Maldita
sea! No podía perderse ahora. Tenía que convencer a estos Elegidos que era uno de
ellos. Tenía que permitir que su hambre ganara esta batalla.

Un poco de vacilación podía ser explicada por ser un vampiro recién nacido.
Una gran cantidad de dudas sería un suicidio. Vio cómo el hombre succubare
seleccionaba a una mujer con el pelo largo y rubio. Estaba tal vez en sus veinte
años. Cuando se dio cuenta de que había sido seleccionada, la expresión de su

107
El Club de las Excomulgadas
rostro se convirtió en entusiasta. Sus hermosos rasgos se transformaron por la
anticipación placentera y la gratitud.

¿Era esa su reacción natural? ¿Estaba tan profundamente adicta al velo que
ella misma se colocaba las cadenas y permitía que un hombre succubare se
alimentara de su lujuria? O tal vez estas personas se encontraban bajo un velo en
estos momentos. El de Carlos, tal vez, o el de Sante. Un truco de una mente
poderosa para hacerlos parecer más dispuestos de lo que estaban.

Ante el pensamiento de Christopher Sante, levantó la mirada para buscar en


la multitud. ¿Estaba Sante aquí y ahora, viéndolos? Era imposible de saber. Ella no
se atrevía a tratar de abrir la línea de comunicación con Alejandro ahora, con
mucho miedo a equivocarse y trasmitirlo a la sala en general.

El succubare atrajo a la mujer rubia con la expresión entusiasta sobre sus pies.
Después de besarla suavemente en los labios, le desató los lazos de la falda larga y

Anya Bast - El Pecado Elegido


multicolor que llevaba. La dejó caer al suelo a sus pies, dejando al descubierto su
bien afeitado montículo. No llevaba bragas. Al parecer, iban a hacerlo allí, aquí y
ahora. Genial.

A pesar de sí misma, la respiración de Daria se atascó mientras la mano del


succubare se deslizaba entre los muslos de la mujer y se movía. La acarició allí hasta
que ella gimió y su cuerpo se tensó, hasta que una expresión de necesidad envolvió
su rostro. Cuando la mujer estaba lista, el succubare desabrochó los botones de su
pantalón, sacó su polla dura hacia fuera, y deslizó su mano por debajo de la rodilla
de la mujer para engancharle la pierna por encima de su cintura. Los músculos de
su espalda se flexionaron mientras empujaba dentro de su coño. Bajo la influencia
de su velo, la mujer llegó de inmediato, con sus ojos en blanco. El succubare la
mantuvo allí, en un estado de éxtasis, follándola y bebiendo hasta saciarse.

Alguien en la multitud se movió, ella lo capturó con su ojo. Dos hombres


tenían una mujer atrapada entre sus cuerpos, aunque ella parecía feliz de estar allí.
El hombre en su espalda puso sus brazos alrededor de ella, encontrando con las
manos el dobladillo de la camisa y empujándolo debajo de él para acariciar sus

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El Club de las Excomulgadas
pechos. El hombre frente a ella tiró de su falda hasta la cintura, dejando al
descubierto su pubis. Al parecer, ella no traía ropa interior. Él se desabrochó el
cinturón y se bajó los pantalones, dejando al descubierto la parte sobresaliente de su
polla. Mientras que el Elegido detrás de ella la sostenía, el de enfrente extendió sus
muslos y forzó su polla dentro de su coño.

Bueno. No hubo mucho juego previo allí, pero la mujer al parecer no sintió
ningún dolor. Su rostro se había relajado en una imagen de erótico disfrute
mientras el primer hombre la follaba duro y más rápido mientras que el segundo le
acariciaba los pechos.

De hecho, ahora que Daria miraba a su alrededor, muchos de los


observadores habían caído en interludios eróticos de dos, tres, a veces cuatro
personas.

Oh... maldición.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Daria no pudo detener el lento deslizamiento de su propio cuerpo en la
excitación. Su mente sabía que estaba mal estar cada vez más excitada viendo a los
demás excitarse, sobre todo en esas circunstancias, pero no pudo ayudarse en su
respuesta. Nacía de su Elección, de su nuevo estatus como vampiro. Su cuerpo se
sentía maduro para la experimentación sexual. Demonios, la anhelaba.

Uno de los vampiros mujeres en el grupo de Daria se trasladó, rompiendo el


enfoque de todo el mundo en las eróticas representaciones alrededor de ellos. Ella
se arrodilló frente a una mujer de mediana edad con el pelo corto y oscuro. La otra
mujer vampiro seleccionó a un hombre.

Brandon se arrodilló delante de una mujer joven que tenía vibrantes ojos
verdes que parecían mantener una chispa definitiva del libre albedrío. Acarició su
rostro con la mano y ella inclinó la cabeza hacia atrás, ofreciendo su garganta, y
suspiró con anticipación.

Veilhounders consiguiendo su dosis. Honestamente, no parecía como si


estuvieran obligados a estar aquí. Ella no podía oler temor alguno en ellos, sino

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El Club de las Excomulgadas
nada más que deseo. Tal vez fueran donantes pagados por el Camino Luminoso,
pagados para ser juguetes adictos para sus miembros.

Carlos le tocó el brazo, haciéndola saltar.

—Si te demoras demasiado tiempo, se te pedirá que tomes las sobras.

¿Como las sobras de la mesa? Dios.

Su mirada se centró en los esclavos que quedaban, los dolores del hambre
disparándose a través de su estómago. Tenía que hacer esto. No había escapatoria.
Ella no tenía otra opción. Una parte de ella, una parte profunda, oscura, estaba feliz
por eso. El resto de ella estaba asqueada y resignada.

Alejandro la dejó en libertad. Se acercó a una mujer de mediana edad con el


pelo largo y oscuro y la llevó a ponerse en pie. Ella sonrió como si hubiera ganado
la lotería intergaláctica y al instante le ofreció su yugular. Alejandro esperó unos

Anya Bast - El Pecado Elegido


momentos antes de colocar las manos en sus brazos para mantenerla en equilibrio
mientras se alimentaba. La mujer gimió, pero Daria no pensó que fuera de miedo.
Más bien era como impaciencia.

Ella llamó la atención de uno de los seres humanos restantes, que la miraba
con mal disimulada lujuria. Es evidente que anticipaba sus colmillos de Elegida
sobre él. Esta confianza que los seres humanos tenían en ellos. Su sumisión parecía
muy temeraria. ¿No tenían los seres humanos miedo de que los vampiros fueran
demasiado lejos? ¿De que los drenaran? ¿Los mataran?

La respiración de Daria quedó atrapada en su garganta. Esa era la primera


vez que había pensado en sí misma como una Elegida y no como un ser humano.
Era la primera vez que había puesto las cosas en términos de ellos frente al nosotros y
se ponía del lado de los chupadores de sangre.

Alejandro inclinó su cabeza hacia atrás. Vio cómo sus colmillos se


extendían. Él bajó su boca a la garganta de la mujer y le atravesó la piel. No hubo
seducción. Ni preludio. Esto no era nada parecido a lo que lo había visto hacer con

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El Club de las Excomulgadas
la mujer en el Blood Spot. Alejandro era todo negocios, a pesar de que no había
dudado ni un momento antes de que la hubiera mordido. La mujer de pelo oscuro
se quejó bajo en su garganta y se aplastó a sí misma en su contra.

Un hilo de algo más que un pensamiento vino a ella de Alejandro. Euforia.


Éxtasis. Regocijo.

Daria tomó un paso atrás, entendiendo que Alejandro tomaba un placer


extremo en morder a la mujer. El hambre se apretó en su estómago y ella no quiso
hacer más que negarlo. Ella nunca, jamás, quería conocer el mismo tipo de
felicidad que Alejandro ya conocía por haber bebido sangre humana.

Había sido una Patrullera Galáctica. Ahora era una agente del ABI. Era su
trabajo proteger a los seres humanos, no tratarlos como ganado.

Esto estaba mal, fundamentalmente. Aunque la Elegida en su interior discutía


esa verdad, creando una guerra en su interior.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Daria se preguntó si se sentiría diferente si hubiera estado marcada. Tal vez
si hubiera nacido con el ADN estaría bien con tratar a los seres humanos como
alimento.

—Valerie —la voz de Carlos se acercó a su oído—. Es hora de comer.

Ella cerró los ojos por un momento. ¿Era esta otra prueba? Si lo era, no
podía fallar.

Enfocando su atención en un hombre de treinta y tantos años con el pelo


castaño, se acercó a él y cayó de rodillas.

La expresión de su rostro se mantuvo neutral, pero sus ojos azules brillaban.


Con qué, Daria no lo sabía. ¿Miedo? ¿Anticipación? ¿Resignación? Hubiera querido
preguntarle, pero no sería prudente. Podía sentir a Carlos detrás de ella,
observando.

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El Club de las Excomulgadas
Los labios del hombre se separaron y él echó la cabeza hacia un lado,
ofreciendo su garganta. Tan manso. Tan sumiso. Ella quería una respuesta a esa
emoción indescriptible en sus ojos antes de que le mordiera. Llegando a él con su
mente, sintió al hombre como lo hizo con los vampiros y succubares a su alrededor.
Un espiral de entusiasmo y esperanza se envolvió a su alrededor. Ella tomó un
sorbo de esa esperanza como un buen vino. Se extendió por su lengua y la hizo
gritar de hambre. Él quería que ella lo mordiera. No podía esperar para ello.

Este era un donante, no un esclavo.

No había dolor aquí, ni falta de voluntad. Adicción, sí, pero este hombre
aún conservaba la cordura... y él sabía lo que deseaba.

En respuesta, el hambre arponeó su vientre y ella lo atrajo en sus brazos. Sus


cadenas sonaban mientras él extendía su mano y entrelazaba los dedos en la tela de
su camiseta.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Por favor —susurró.

¿Qué pasaba con el velo que este hombre tan desesperadamente quería? Ella
no sabía cómo utilizarlo. Ni siquiera sabía si tenía alguno.

Cuando vio la vena latiendo en su garganta, la cuestión dejó de ser


relevante. Daria se inclinó, puso sus colmillos en su carne, y lo mordió.

Sus colmillos encontraron su vena fácilmente y su sangre caliente y dulce se


vertió en su boca. Él se tensó en su contra, como si le doliera, y ella recordó su velo.
En el mero pensamiento de él, ella sintió un pequeño tick en su mente y éste se
desplegó por su propia cuenta, cubriendo al hombre que sostenía en sus brazos.

El hombre se relajó, moldeándose en su contra. La sangre fluyó más fácil, y


de repente Daria comprendió la razón biológica para el velo. Era un poco como el
veneno de una araña, incapacitando a su víctima.

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El Club de las Excomulgadas
Su sangre la llenó, saciando el hambre. Daria cerró los ojos y se sumergió en
la experiencia. Cuando había sido humana y había probado la sangre, siempre
había sido salada y metálica. Asquerosa. Ciertamente, nada para saborear. Esto no
era nada de eso. No tenía nada que ver con la sangre de Alejandro tampoco, que
había tenido un sabor sedoso y elegante. Esta sangre era dulce y deliciosa. Al igual
que un jerez después de la cena. Al igual que la risa en un día lluvioso, o una
comunicación visual inesperada de un viejo amigo. Simplemente agradable.

De alguna manera, ser Elegida había cambiado el sabor de la sangre


humana para ella. O tal vez era sólo que ahora lo sabía por lo que era. Los seres
humanos podían ser frágiles, pero su capacidad para la vida era interminable. Tal
vez ese era el elemento en su sangre en el que ella se centraba. Tal vez ese
ingrediente probaba lo más fuerte para ella y ahogaba todo lo demás.

Fuera lo que fuese, era ambrosía, y Daria bebió hasta llenarse, dejando que
el líquido caliente se vertiera en su garganta y la reabasteciera.

Anya Bast - El Pecado Elegido


En el momento en que el hambre estuvo saciada, liberó al hombre. Lo hizo
tan rápido que él se tambaleó y tuvo que agarrarse a ella para evitar caerse hacia
atrás. Daria tuvo un instante para mirar en sus ojos de párpados pesados. Parecía
drogado y feliz de estar de esa manera. Él se veía como cualquier otro veilhounder
que alguna vez había recogido del suelo de un club o ayudado a bajar de un
callejón de Nueva Chicago.

Enmascarando el horror que sentía por haber causado esa reacción en él, se
puso de pie y se apartó. La mirada de Carlos estaba en ella. Daria miró a su
alrededor, dándose cuenta de que era la primera que había cesado de alimentarse, y
sabiendo que había sido la última en comenzar.

Carlos se acercó a ella lentamente.

—Tu técnica es inestable y poco profesional, pero supongo que puedo


perdonarlo teniendo en cuenta cuan nueva eres. Ese fue el primer ser humano que
has probado, ¿no? —ronroneó en su oído.

113
El Club de las Excomulgadas
No confiando en ella para hablar, ella se limitó a asentir.

—Son adorables, ¿no?

Ella se salvó de tener que responder por la ruptura de varias de las parejas de
donantes de sangre-vampiro. Uno por uno, los vampiros se separaron de sus
víctimas y dieron un paso atrás.

Alejandro fue el último en dejar de alimentarse. La mujer se tambaleó hacia


atrás y cayó al suelo, viéndose muy satisfecha, al igual que una mujer que acababa
de ser follada hasta tener varios clímax. Después de haber estado en el extremo
receptor del velo de Alejandro, Daria sabía lo fuerte que era. De todas las víctimas,
la de Alejandro parecía ser la más afectada.

Alejandro se volvió hacia Daria con sus colmillos todavía extendidos.


Cuando sus miradas chocaron, el calor se encendió rápidamente en sus ojos
entornados. En ese momento, Daria no necesitaba la telepatía o cualquier otro

Anya Bast - El Pecado Elegido


medio de comunicación para saber exactamente lo que Alejandro quería hacer con
ella. El consumo de la sangre humana lo había excitado. Ella apartó la vista.

El succubare y su donante simplemente nunca volvieron. Daria no quería


saber lo que estaba pasando allí.

Carlos articuló algunas palabras de clausura que Daria oyó, pero no le


importaron ya que su mente estaba trabajando sobre las implicaciones de los
donantes de sangre aquí en el Camino Luminoso, del hecho de que alimentarse de
un ser humano había excitado a Alejandro, y del hecho innegable de que los seres
humanos eran inherentemente irresistibles para un vampiro. Antes, por supuesto,
ella no lo sabía. O, al menos, el conocimiento había sido teórico.

El grupo de iniciados se separó y comenzó a filtrarse en la aglomeración de


la muchedumbre. Las luces se hicieron más brillantes y conversaciones y risas
comenzaron a llegar a sus oídos. La atmósfera solemne se transformó en una fiesta
y un ritmo latino llenó el aire.

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El Club de las Excomulgadas
Daria parpadeó, observando mientras Carlos y Gordon conducían a los
donantes de sangre fuera de la habitación.

Alejandro la agarró del brazo y le susurró al oído.

—Estarán teniendo una fiesta aquí y ahora, Valerie, pero sugiero que
volvamos a nuestro cuarto por un rato. —Tenemos que hablar, terminó
telepáticamente.

Él la atrajo hacia él y entretejió una mano en la base de su cuello, y la otra


alrededor de su cintura. Su boca descendió sobre la de ella sin previo aviso. Sus
manos encontraron los hombros y se aferró para evitar que las rodillas se doblaran
bajo el impacto inesperado de los labios sobre los suyos.

La besó suavemente al principio, saboreándola. Sus alientos se mezclaban


mientras rozaba sus labios hacia atrás y adelante sobre su boca. Alejandro le
mordió el labio inferior, luego deslizó de nuevo su boca sobre la de ella. La

Anya Bast - El Pecado Elegido


sensación se disparó directa a su sexo, haciéndola sentir caliente, hinchada, y
adolorida, y su agarre sobre sus hombros se hizo aún más fuerte. Eso resultó ser
simplemente un juego previo.

Alejandro inclinó su boca a través de la de ella, le abrió los labios y deslizó


su lengua caliente en su boca. Profunda. Posesiva. La hizo pensar en las formas en
que Alejandro podría invadir su cuerpo, formas que no tenían nada que ver con su
boca y todo que ver con los lugares de más abajo. Todos los rastros de la sangre que
había consumido se habían ido. Él sólo sabía a pecado, puro y sin adulterar. Todo
Alejandro.

Él mordió, chupó, y consumió su boca. Si había alguien a su alrededor,


Daria no lo sabía y no le importaba. Su mundo entero, de repente se trataba de la
boca de Alejandro en la de ella.

Su sexo se sentía caliente y dolorido con la necesidad de ser llenada por él.
Sus pechos estaban sensibles y hormigueando donde él los rozaba con su pecho. Su
dura polla se presionaba en su contra y lo único que quería era acariciarlo, lamerlo.

115
El Club de las Excomulgadas
Lo quería empujando dentro de ella, quería su cuerpo duro sobre el de ella,
conduciéndose en su interior.

Cuando se alejó, ella perdió el aliento. Puso su frente sobre la de ella y


gimió.

—Esto es el infierno, ¿lo sabías? Estoy en el jodido infierno.

Él agarró su mano y la guió a través de la multitud y por la puerta. Ella hizo


todo lo posible para no tropezar y caer detrás de él. El hombre era una amenaza.
Pura y simple.

Ninguno de los dos dijo una palabra hasta que llegaron a la habitación. Para
entonces, Daria estaba de a punto de estallar de ira por el beso de Alejandro.

Cerró la puerta detrás de ellos y sus manos se hicieron puños.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Donantes de sangre —dijo en voz baja. Y ella se había alimentado de uno
y se deleitaba por ello—. ¿Crees que podrían ser esclavos de sangre, también? Ellos
no podían estar muy lejos, no aquí, cuando Christopher Sante venía de una
tradición de transportarlos.

Alejandro se acercó a la ventana y le dio la espalda. Cuando se volvió, Daria


vislumbró un derroche de emoción en su rostro antes de que su expresión se
instalara en una máscara neutra.

—Sí. Lo esperaría de él. Es una manera fácil para Sante de pagar todo esto.
Es un negocio que conoce. ¿Por qué habría que evitarlo si le da dinero?

—Tal vez los donantes son sólo para mostrar y los esclavos de sangre son el
negocio privado de Sante y su círculo íntimo —Daria masticó el borde de su
pulgar—. Tal vez los donantes no son más que una cubierta.

Alejandro asintió.

116
El Club de las Excomulgadas
—Es definitivamente posible. Probablemente no sea algo que le revele al
mundo en general. Ni siquiera aquí, donde probablemente se sienta seguro.

— ¿Crees que está recogiéndolos y vendiéndolos?

—Tendría sentido, ¿no? Infiernos, el GBC lo ha sospechado desde hace un


tiempo.

—Vamos a necesitar la prueba. Vamos a tener que encontrar dónde los está
manteniendo. —Además de husmear en busca de Ari Templeton, ella mantendría
los ojos abiertos por cualquier cosa que uniera a Sante con el tráfico de esclavos de
sangre.

Alejandro la miró fijamente durante un buen rato, su expresión volviéndose


sombría.

— ¿Qué te pasa, Alejandro? Estás actuando cabreado. ¿En qué diablos estás

Anya Bast - El Pecado Elegido


pensando?

Él negó con la cabeza.

—En nada malo.

—Tonterías.

117
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Diez
Alejandro luchó contra el impulso de rodearla y gruñir. En lugar de hacer
eso, cerró los ojos. Había muchas cosas que estaban mal, pero él no quería hablar
de nada de eso. Él no quería explicarle cómo su corazón había repiqueteado
cuando había visto a esos seres humanos ante él como un maldito festín.

No podía decirle que sus colmillos se habían extendido al instante ante la


perspectiva de alimentarse de uno de ellos, o el gran sabor que había tenido el flujo
de sangre de la mujer que había probado en su boca. Él no podía revelar que, si le
hubieran dado la opción, él no se hubiera quedado sólo con ella. Él se hubiera
alimentado de cualquiera de los otros que le habían ofrecido.

Daria no podía saber acerca de la parte de él a la que no le importaba que los


seres humanos de los que se habían alimentado tuvieran una adicción al velo de un

Anya Bast - El Pecado Elegido


vampiro de la misma forma en que algunos tenían una adicción a la heroína o a la
coca. Él sabía que los adictos al velo harían cualquier cosa para conseguir un
arreglo, incluso permitirse ser encadenados por el placer que les proporcionaba esa
adicción.

Una parte oscura de él, la parte animal Elegida de él, era simplemente un
depredador que no se preocupaba por el estado de su presa. ¿Daria entendería lo
fuerte que luchaba contra esa parte de sí mismo? ¿Entendería que algunos días el
lado animal ganaba? Alejandro no lo creía.

—Era el teatro de todo el asunto —dijo él finalmente—. La forma en que


ellos los encadenan de esa manera y los presentan como un regalo de bienvenida.

Daria no dijo nada durante un latido del corazón. Entonces, finalmente.

— ¿Era eso lo que te molestaba, o era el hecho de que no hubieras sido


capaz de resistirte a ellos, incluso si pudieras haber dicho que no?

Daria nunca había sido discreta.

118
El Club de las Excomulgadas
Él se giró lejos de su honestidad brutal y se pasó una mano por el pelo.

— ¿No los sentiste? ¿No los oliste? Ellos querían que los probáramos más
que nada en sus pequeños mundos jodidos.

—Sí, lo hice, maldita sea —dijo en voz baja.

— ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! —Él se volvió hacia ella—. ¿Podrías haber
resistido a seres humanos tan deseosos?

—Sí, si hubiese podido hacerlo. Incluso con el hambre quemando un


agujero en mi estómago, podría haberme alejado —su voz se elevó—. La diferencia
entre tú y yo es que yo quería alejarme. —Una sombra se movió a través de sus ojos.

Alejandro se abalanzó sobre ese parpadeo de duda.

— ¿Estás tan segura? Eres una Elegida ahora, estamos destinados a

Anya Bast - El Pecado Elegido


alimentarnos de ellos. El hambre que sentiste hoy es una parte de nosotros, como
un brazo o una pierna. No se preocupa por el bienestar de sus alimentos. ¿Estás tan
segura de que podrías haber negado el hambre así como así? —Él chasqueó los
dedos.

—No estoy diciendo que alejarme hubiera sido fácil —ella le disparó a su
vez—. Pero estoy diciendo que podría haberlo hecho —hizo una pausa, mirándolo
con los ojos entrecerrados—. Tú tienes una adicción a la sangre, Alejandro.
Admítelo.

Hizo un sonido frustrado y se apartó de ella.

—Daria, eres una recién Elegida y no tienes los mismos genes que yo.
Maldita sea... es diferente.

— ¿Has matado, Alejandro? ¿Alguna vez has estado tan atrapado en la


agonía de la sed de sangre que has tomado mucho y drenado a tu víctima?

Él se quedó sin aliento, incapaz de mirarla, incapaz de responder.

119
El Club de las Excomulgadas
— ¿Alejandro? —Su voz sonó sorprendida e incrédula, como si le hubiera
hecho la pregunta esperando que le dijera que no de inmediato.

—Una vez —le respondió, volviéndose hacia ella—, una vez, casi lo hice.
Después de que fuera un nuevo Elegido. Lucinda trajo a algunos seres humanos
adictos como juguetes. Así es como ella lo llama. Mi control no era muy bueno y
casi mato a uno. Al final la mujer humana luchó conmigo, sabiendo que estaba
yendo demasiado lejos —se interrumpió, recordando sus manos empujándolo. Su
fuerza era la de un mosquito en comparación con la suya—. Yo la ignoré.

Cuando Daria habló de nuevo, su voz temblaba.

—Te vi hoy, Alejandro. Sentí tu gozo y el fuerte impulso que tenías de


alimentarte de ese donante. Tienes un problema.

—Yo podría tener un problema, pero también tengo un fuerte control,


Daria. Podría tener una adicción, pero no voy a lastimar a nadie.

Anya Bast - El Pecado Elegido


— ¿Cómo puedes estar tan seguro? —Ella le gritó.

Él se volvió hacia ella.

— ¿Crees que no he pensado en ello? ¿Crees que no he tenido pesadillas


acerca de los seres humanos que casi he matado? Sé que tengo una adicción, pero
lo tengo bajo control. Yo no voy a dañar seres humanos cuando me alimente.

—Me gustaría poder creerte.

Alguien llamó a la puerta, pero ninguno de ellos fue a responderla. Estaban


de pie, mirándose el uno al otro. Los ojos de Daria estaban llenos de ira.
Finalmente, ella se volvió y abrió la puerta.

Brandon entró en la habitación, mirando hacia uno y hacia otro, con


cautela.

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El Club de las Excomulgadas
—Bueno, o yo interrumpí una discusión de amantes o algunos juegos
preliminares realmente buenos —hizo una pausa, pensativo—. Tal vez sea ambos.

—No importa eso. —Daria cerró la puerta detrás de él—. ¿Has venido desde
la sala? ¿Está Sante allí?

Brandon sacudió su cabeza.

—No. El bastardo no está en ninguna parte que yo haya visto hasta ahora.

Daria se giró y fue hacia el jardín, jurando en voz baja mientras caminaba.

— ¿Dónde diablos está?

—Hemos estado aquí menos de un día —dijo Alejandro—. Relájate.

—No creo que Sante se codee con los campesinos diariamente —respondió
Brandon—. Puede que tengamos que esperar un poco para verlo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Daria habló hacia la ventana, de espaldas a ellos.

—Tal vez estoy impaciente.

—Como lo estamos todos.

—Y perturbada por lo que ha pasado —agregó Alejandro.

—Lo que acabamos de ver puede haber sido para mi beneficio —dijo
Brandon—. Todo ese espectáculo. Sante podría haber estado allí, viéndome ser
obligado a alimentarme de esos donantes de sangre.

Alejandro frunció el ceño.

— ¿Tú crees que él querría ver que te retuerces a causa de tu desacuerdo con
él sobre los esclavos de sangre de María Gillante?

Brandon asintió.

121
El Club de las Excomulgadas
—Es posible. Pregunté a algunos. Técnicamente se les considera donantes y
no esclavos. Están empleados, con contratos oficiales de trabajo. De acuerdo con
los Elegidos con los que hablé, los donantes tienen residencias aquí en la cúpula y
un cheque de pago bonito y gordo cada semana. De todos modos, los encadenan,
los hacen parecer esclavos de sangre. A menos que les dé morbo ese tipo de
comedia, podría haber sido para mí.

Ella se volvió hacia ellos.

—Si eso es cierto, Sante podría estar por allí. Él querría ver tu reacción —se
fue hacia la puerta—. Tengo que ir a verlo por mí misma.

Brandon puso la palma de la mano en la parte posterior de la puerta antes de


que ella pudiera abrirla.

—El abrasador beso que vosotros dos compartisteis después de eso que
llaman una ceremonia ha dejado a todo el mundo pensando que volvisteis aquí

Anya Bast - El Pecado Elegido


para un poco de uno-a-uno. No quieres que todos piensen que él es un eyaculador
precoz, ¿verdad?

Daria lo miró.

—Realmente no me importa lo que cualquiera piense —trató de abrir la


puerta otra vez, pero Brandon la mantuvo cerrada.

—Por favor, trata de actuar como una buena Valerie —dijo Brandon—. Por
lo menos quédate aquí por otra media hora antes de volver. Maldita sea, vosotros
dos disteis un espectáculo convincente, dejadme deciros. Probable quemasteis a
cualquiera en un radio de tres metros. Si regresas ahora, se verá sospechoso.

Alejandro se sentó en el borde de la cama y miró fijamente a Daria.

—Ella quiere irse porque está enfadada conmigo. Es buena con las huidas,
nuestra Daria.

Ella se volvió.

122
El Club de las Excomulgadas
—Quiero irme porque tenemos un trabajo que hacer. No hagas de esto algo
personal.

Brandon levantó una ceja.

—De acueeerdo, bueno, supongo que vine en el momento equivocado. Sólo


quería haceros saber que he oído algo.

Tanto Alejandro como Daria le ofrecieron toda su atención.

—Escuché a alguien decir el nombre de Ari Templeton en una conversación


—dijo Brandon.

— ¿Qué quieres decir? ¿Eso es todo lo que oíste? —preguntó Daria—. ¿En
qué contexto? ¿Qué dijeron acerca de ella?

Brandon se encogió de hombros bajo la andanada de preguntas.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—No oí todo lo que decían y no sé de lo que estaban hablando, pero es algo.
Esto significa que en realidad podría estar aquí. Sólo pensé que deberíais saberlo.

—O podría significar que estaban hablando de la Iglesia del Nuevo Pacto y


Richard Templeton. Estoy seguro de que es un tema frecuente de conversación aquí
—dijo Alejandro—. Sobre todo últimamente.

Brandon asintió.

—Por supuesto. O podrían haber estado hablando de que Ari Templeton es


mantenida aquí. No sabemos.

Daria mordió el borde de su pulgar, aparentemente sumida en sus


pensamientos.

—Está bien —dijo finalmente—. No es mucho, pero es algo. Vamos a


quedarnos aquí por un tiempo, y luego regresaremos a la sala.

Brandon fue hacia la puerta. Le guiñó un ojo antes de cerrar tras de sí.

123
El Club de las Excomulgadas
—Tal vez podéis encontrar algo interesante que hacer, mientras estáis
esperando, además de pelearos.

Daria se quedó mirando la puerta cerrada por un momento antes de girar


hacia él.

—Brandon parece pensar que discutir nos excita.

—Creo que la ira es, probablemente, un afrodisíaco para ti.

Sus ojos volvieron de nuevo a la vida.

—Y la sangre humana para ti —ella cerró su boca rápidamente—. No


necesitamos hacer esto.

***

— ¿Qué crees que deberíamos estar haciendo? —dijo Alejandro con una

Anya Bast - El Pecado Elegido


sedosa amenaza.

Quinientas cosas de piel-contra-piel sudorosa, de repente asaltaron su mente.


El beso que él le había dado en la sala no había ayudado mucho a su conducta
sexual.

—Creo que no deberíamos estar peleando. Creo que deberíamos estar en la


sala. No vamos a descubrir nada estando escondidos en nuestra habitación. ¿Por
qué quisiste venir aquí?

—Pensé que necesitabas un momento para estabilizar tu cabeza. Sé que yo


lo necesitaba. Pensé que necesitábamos reagruparnos.

— ¿Qué pasa con ese beso que me diste?

Se encogió de hombros.

—Quería besarte. Quiero besarte otra vez ahora mismo.

124
El Club de las Excomulgadas
Su boca. Seca.

Ella respiró una cuidadosa bocanada.

—Mira, he estado pensando, y tal vez deberíamos seguir adelante y tener


sexo. Quiero decir, como tú dijiste, va a ser difícil fingir lo contrario. Lo que
hagamos aquí será todo por el cumplimiento del deber, ya sabes.

Algo peligroso se movió a través de sus ojos. Él se levantó de la cama y se


acercó a ella.

— ¿Sólo sigamos adelante y tengamos sexo? ¿Por el cumplimiento del deber?


—Le preguntó mientras cruzaba el suelo, con la voz siendo un ronroneo
amenazador que le erizó el cabello en la parte posterior de su cuello.

No voy a retroceder ante él. No voy a retroceder ante él. No voy... Maldita sea. Su
mirada se fijó en su pecho, retrocediendo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Nadie hacía retroceder a Daria Moran, a excepción de este hombre.

No se detuvo hasta que chocó contra la pared detrás de ella. Toda su


atención estaba enfocada en el vampiro excitado y enojado de 1,90 metros frente a
ella.

—Daria —su voz retumbó baja, traicionera e irresistible a la vez. La acarició


sobre su piel como un guante de raso. Le hormiguearon sus senos y entre sus
muslos. Luchó con un escalofrío.

Ella se movió incómoda.

—Alejandro, vamos… — ¿Su voz tenía un dejo de temblor? Maldita sea.

Él extendió la mano y le frotó la mejilla con el pulgar. Sus labios se


separaron y ella rápidamente los cerró.

125
El Club de las Excomulgadas
— ¿Crees que deberíamos ser uno por el equipo, entonces? —Le preguntó
con esa voz de terciopelo y su acento cálido, y retumbante—. ¿Qué debemos
dormir juntos por un sentido de la responsabilidad? ¿Eso es justo lo que tenemos
que hacer por el trabajo? ¿Hacer un sacrificio?

—Uh.

Dejó caer su mano a su cintura y la arrastró hacia arriba y contra él. Un


temblor incontrolable le recorrió el cuerpo cuando él dejó caer su boca sobre su
hombro y rozó sus labios muy suavemente en su piel. Su cabeza cayó hacia atrás y
le colgó hacia un lado para darle un mejor acceso.

¿Qué era lo que tenía Alejandro que la hacía actuar como una gata en celo?

Él colocó un beso en su clavícula, chasqueando la lengua para saborear su


piel. La piel de gallina cubrió todo su cuerpo mientras acercaba esos labios carnosos
hacia su garganta. Levantó la cabeza lo suficiente como para preguntarle:

Anya Bast - El Pecado Elegido


— ¿Y bien, querida? ¿Qué piensas?

¿Pensar? Era difícil hacer eso con su pulgar debajo de su camisa en la parte
baja de la espalda, frotando de ida y vuelta, de ida y vuelta. Hipnotizaba su libido.
Lo único que podía hacer era imaginarlo acariciando sus pezones así, acariciando
su clítoris. Metiendo sus largos y grandes dedos en su coño.

—Uh —susurró ella otra vez. No era capaz de formar una oración. Este era
un completo asalto frontal, y el enemigo estaba ganando.

Él le lamió con la lengua la piel detrás de su oreja, y dejó un beso allí.

—Porque aquí está el problema —murmuró a su oído—. Te deseo.

— ¿Me deseas? —murmuró ella casi incoherentemente. Parecía borracha.


No era de extrañar: el hombre era embriagador.

126
El Club de las Excomulgadas
Le besó el lóbulo de su oreja y la apretó contra él para que su voz retumbara
a través de ella, y su aroma pronto se convirtiera en su mundo entero.

—Quiero quitarte esa ropa, Daria, extenderte abierta en esa cama de allí.
Quiero besar cada centímetro de tu cuerpo, y arrastrar mi lengua por tus pezones,
uno por uno. Quiero morder cada uno de ellos ligeramente, meterlos en mi boca y
chuparlos como si fueran dulces.

Daria estaba segura de que su rostro había enrojecido. Sabía que sus pezones
estaban duros ante el pensamiento de sus hermosos labios envolviéndose alrededor
de ellos, tirándolos dentro de su boca caliente para que su lengua jugara con ellos.
Sus palabras fueron convirtiendo rápidamente sus huesos en miel caliente.

—Quiero adorar tu cuerpo, Daria. Besar el interior de tus brazos, donde


recuerdo que sientes un mínimo cosquilleo, lamer el interior de tu muslo, la parte
trasera de tus rodillas, y besar mi lugar favorito... esa inclinación muy pequeña en

Anya Bast - El Pecado Elegido


la base de tu columna donde tu espalda se encuentra con tu hermoso y redondeado
culo —él bajó su mano para enmarcar la curva de su trasero.

La apretó contra él. La longitud de su polla rígida presionó contra su


estómago y su calor se desvaneció en una fiebre.

—Entonces, cuando estés bien lista, completamente preparada y llena de


crema en ese perfecto coño tuyo, quiero deslizar mi polla dentro de ti y tomarte
rápido y duro. Quiero conducirme en tu coño una y otra vez hasta que te corras,
hasta que estés gritando de placer. Esa sería la primera vez.

Ella se lamió los labios secos.

— ¿La, eh, primera vez?

—Mmmm, sólo para saciar mi apetito por ti. La próxima vez voy a querer
tomarte lento —él dio un pequeño gemido sexy que hizo que le temblasen las
piernas—. Me gusta que sea lento, Daria, muy lento, fácil y profundo. Quiero

127
El Club de las Excomulgadas
saborear cada parte de ese pequeño cuerpo tan bonito que me estoy muriendo por
desnudar y tener debajo de mí. ¿Y sabes qué?

— ¿Qué? —Odiaba que su voz sonara tan condenadamente sin aliento.

—Para mí, no se trata de una obligación. No tiene nada que ver con los
negocios o con el cumplimiento del deber. Te deseo porque te deseo, porque tú y yo
encajamos bien juntos y siempre lo hemos hecho. Ahora, ¿qué es lo que quieres?

Ella quería protestar que él tenía las manos sobre ella, quería gritar y
empujarlo hacia atrás. Quería huir gritando. El problema era que no se podía
mover. Debido a lo mucho que quería eso.

—A ti —susurró.

No dijo nada en respuesta. Él sólo puso un prolongado beso en su sien. Sería


la cosa más inocente que él había hecho en un tiempo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Daria tragó saliva mientras sus manos recorrían lentamente su cintura y por
encima de su estómago hasta ahuecar sus senos. Sus pulgares acariciaron por
encima de sus pezones a través de la camiseta de algodón y el sujetador.

Cerró los ojos, buscó a tientas algo de control, y no lo halló.

—Alejandro —le susurró entrecortadamente. La necesidad puso su sexo


resbaladizo, hizo que un pequeño ovillo de calor hormigueara allí y ella quería
alivio.

—Déjame tocarte, Daria.

Ella le había dicho ayer que quería intentar esto sin necesidad de tener sexo,
y lo quería decir de verdad. Carlos le había dicho que tenía una fuerte voluntad. Y
la tenía. Sobre todo porque sabía que dormir con Alejandro sería muchísimo más
placentero, de lo que sería si sólo fueran negocios. Eso hacía que las cosas fueran
peligrosas para ella.

128
El Club de las Excomulgadas
Alejandro era un hombre más peligroso que la mayoría. Lo último que
necesitaba era otro desengaño. Era mucho mejor mantener las cosas en esta misión
lo más profesionales posibles, sin importar lo tentada que pudiera estar de tomar
ventaja de la situación. Sin importar lo mucho que lo deseara.

Una de sus manos bajó a la parte delantera de sus pantalones vaqueros y le


desabrochó el botón superior.

— ¿Daria? —ronroneó en su oído.

—Uh-huh.

—Déjame que te ayude a salir de esos pantalones vaqueros.

Daria se quedó inmóvil, luchando contra su necesidad de tocar y ser tocada,


y no por cualquier persona. Quería tocar a Alejandro y ser tocada por él. Sus dedos
se curvaron alrededor de sus hombros y ella se sostuvo, atrapada entre el

Anya Bast - El Pecado Elegido


conocimiento de que debía empujarlo lejos y el deseo de hacer nada más que
acercarlo.

Él gruñó ante su inacción y se inclinó, capturando su labio inferior y


arrastrándolo a través de sus dientes. Su aliento salió como un siseo, y su sexo se
puso más cálido y húmedo. Todo su razonamiento cuidadoso para alejarlo se fue
en un poof.

Él le habló en voz baja contra sus labios.

—Daria, si no vas a ofrecer lo que sé que quieres darme —él movió su mano
entre sus muslos—, entonces voy a convencerte para que me dejes tomarlo.

129
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Once
Su suave y retumbante acento era casi lo suficiente como para llevarla por
encima del borde.

Alejandro presionó hacia arriba e hizo un movimiento de rotación,


empujando la costura de los pantalones vaqueros de ella contra el costado de su
clítoris. El placer le recorrió, haciéndola gemir.

—No creo que vaya a ser muy difícil —ronroneó con voz segura.

—Alejandro —jadeó contra sus labios.

— ¿Hmm?

—Esto no es justo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Él se rió entre dientes.

—Sólo dime que pare, si quieres que me detenga —presionó y giró,


haciendo círculos en contra de su clítoris.

Se le secó la boca y ella pensó que se había tragado la lengua. Las ondas de
placer hicieron que sus rodillas se sintieran débiles y hundieron su proceso de
pensamiento. Su brazo libre la mantuvo estable mientras frotaba su clítoris
metódicamente, diabólicamente... llevándola hasta el borde de un clímax y luego
sosteniéndola allí. Llenó de crema sus bragas y deseó fervientemente tener menos
prendas entre el coño y su mano.

Él se inclinó y llevó el lóbulo de su oreja entre sus dientes.

—Di que me deseas, Daria. Quiero oír las palabras de tus labios. Dime que
quieres que te quite estas ropas, que te extienda a lo largo de la cama, y follarte
hasta que no puedas ver con claridad. Di las palabras y voy a dejar que te corras.

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El Club de las Excomulgadas
La ira luchó para levantarse de las profundidades desde su frenesí sexual que
la tenía drogada, pero tuvo una muerte quejosa cuando él besó el lugar sensible por
debajo de su lóbulo de la oreja y le raspó los colmillos en el cuello.

Ella apretó las manos en puños y exclamó:

—Te deseo Alejandro. Sabes que lo hago. —La idea de dejar que Alejandro
tuviera vía libre sobre su cuerpo llegó a ella de nuevo. Sólo por una noche. Dejarlo
que hiciera lo que deseara con ella.

Lo sintió sonreír contra su piel por el triunfo un momento antes de que


hundiera sus colmillos en la carne, al mismo tiempo que presionaba con un poco
más de fuerza contra su clítoris.

Daria jadeó cuando su orgasmo se apoderó de ella, el dolor dulce y ligero de


la penetración de sus dientes jugando en contraposición al éxtasis sexual corriendo
por su cuerpo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Tomó su sangre, mientras su orgasmo seguía y seguía. Para el momento en
que las olas de placer la habían liberado, sus rodillas no habían podido sostener su
peso, obligándolo a sostenerla. Las consecuencias de su orgasmo inundaron sus
músculos y su mente.

—Maldita sea, Alejandro —arrastró las palabras mientras seguía


embriagada—. ¿Quién te dio el derecho?

Le soltó la garganta y se rió en voz baja. Asentándola con firmeza sobre sus
pies, la miró.

—Fuiste mía en el momento en que pusimos los pies en este lugar. Estoy
totalmente en mi derecho —hizo una pausa, la estudió—. ¿Vas a decirme que no lo
disfrutaste?

Ella pasó la mirada hacia arriba por su cuerpo, teniendo en cuenta la forma
en que su polla sobresalía en contra de sus pantalones vaqueros. Estaba

131
El Club de las Excomulgadas
completamente excitado, y una parte de ella tuvo que detenerse a sí misma de
alcanzarlo y acariciarlo, de llevarlo a la cama y saciar su necesidad. Tenía
problemas para recordar exactamente por qué eso sería una mala idea.

En su lugar, lo empujó para pasar más allá de él.

—Ese no es el punto.

— ¿Entonces sí lo disfrutaste? —Su boca sensual se curvó en una sonrisa


juguetona—. Porque desde mi lugar, parecía que sí lo hacías.

—Alejandro, no te recuerdo siendo tan malditamente arrogante.

Le agarró la muñeca y tiró de ella en contra de él. Sus labios descendieron


sobre ella en un beso posesivo que hizo que sus dedos se doblaran. Su respiración se
atascó ante el sensual deslizamiento de sus labios contra los suyos y el
deslizamiento de su lengua en su boca. Él terminó el beso y ella se apartó de él.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Soy el mismo Alejandro que siempre has conocido. El mismo hombre que
te deseaba entonces y que te desea ahora.

Ella hizo un ruido frustrado y se dirigió a la puerta.

—Disfruta de tu erección. Voy a volver a trabajar.

Justo antes de que cerrara la puerta detrás de ella, le oyó decirle:

—Nena, todo acerca de ti es trabajo.

Cerró la puerta de un portazo.

Daria salió del edificio y hacia la desconcertante luz del sol parecida a la de
la Tierra. Por encima de ella el cielo brillaba de un azul profundo y blanco, nubes
hinchadas pasaban por él deslizándose. No había nadie alrededor. Probablemente
todo el mundo estaba todavía en el salón de Sante, en la fiesta. Se detuvo por un

132
El Club de las Excomulgadas
momento en el camino y cerró los ojos, sumergiéndose en el momento para poder
asentar su cabeza.

Su cuerpo todavía zumbaba y cosquilleaba por el contacto de Alejandro. Por


mucho que odiara admitirlo, el hombre la hacía sentir bien. Estar en sus brazos se
sentía bien.

Sus oídos se llenaron con el canto de los pájaros en los árboles y una ligera
brisa le levantó el pelo en la nuca, secando el sudor en su piel. El aroma fresco de la
hierba bromeó su nariz y Daria tuvo que recordarse que no estaba de regreso en la
Tierra. Estaba aquí en Darpong en el territorio Logos, en el Camino Luminoso... y
Christopher Sante estaba en algún lugar en las cercanías.

Mientras se concentraba en el momento, el placer inquietante de alimentarse


de la sangre del donante volvió a entrar en su mente como una fiebre que no podía
olvidar. Él había olido tan bien y el pensamiento ante su fuerza de vida, que corría

Anya Bast - El Pecado Elegido


fuerte y determinada a través de las venas justo debajo de su piel, le había llamado
como la más dulce canción. Había sabido que todo lo que tenía que hacer era
penetrar esa capa fina y vulnerable de carne para beber de la bondad en su interior.

Daria se estremeció. Así que esto era lo que era ser un Elegido. Las lágrimas
le pincharon los ojos.

A lo lejos, el sonido apagado de voces y música se encontró con sus oídos.


Sus ojos se abrieron y se dirigió hacia allí. Trabajo. Ella podría hacer su trabajo. Era
con Alejandro con quien ella tenía problemas.

Cuando llegó al salón Sante y abrió la puerta, el sonido vibrante de la


música digitalizada se mezclaba con un ritmo tribal antiguo que casi la dominó. Se
habían atenuado las luces y el olor de la sangre humana, el sexo y la espiga del
tabaco luchaban por la prominencia en la habitación. Daria se abrió paso entre la
multitud de personas, buscando el fondo de la sala donde la música era menos
fuerte.

133
El Club de las Excomulgadas
Mientras se abría camino a través de todo, sorteando hábilmente que le
sirvieran algo de beber, ella alcanzó a ver a Brandon intercalado entre dos cuerpos
delgados y femeninos, con la cabeza enterrada en la garganta de uno y su mano por
los pantalones de la otra. Mientras miraba alrededor, viendo más de esos enredos
eróticos, su estómago se apretó.

A su derecha un trío estaba entrelazado en un rincón oscuro. Una mujer


entre un hombre y otra mujer, todos los labios siendo inquisitivos y manos
exploradoras. La succubare en el centro estaba actualmente teniendo un orgasmo
alrededor de algún objeto con el que el macho la estaba follando, mientras que la
otra mujer le daba un beso con lengua.

De acuerdo, entonces. Así es como esto era. Así es como eso era siempre
aquí en Vampilandia.

Tendría que estar más alerta. No quería nada de caricias intensas con nadie

Anya Bast - El Pecado Elegido


más que no fuera Alejandro, y, obviamente, tenía algunas cuestiones acerca de eso
también.

Brandon, aparentemente, no tenía ningún problema con actuar como un


local. Por supuesto, si la presión la empujara y su cubierta corriera el riesgo de ser
descubierta, tendría que participar, también. Sólo esperaba que la presión nunca la
llegara a empujar. Haría todo lo posible para evitar eso.

Carlos se acercó y ella pegó una mirada de bienvenida en su cara para el


vampiro grasoso. Ella incluso se las arregló para mantenerla cuando él se trasladó a
su lado y vio que él llevaba al hombre del que se había alimentado antes. El ser
humano daba tropezones detrás de él en una cadena, viéndose aturdido y confuso.

—Valerie —la saludó—. Te vi irte con tu amante. Me alegro de que hayas


regresado —hizo una actuación de observar alrededor—. ¿Pero dónde está
Emanuel? ¿No te acompañó?

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El Club de las Excomulgadas
—Estoy segura de que estará aquí pronto. Necesitaba un momento para
recomponerse después de la emoción del día. —Maldita sea. ¿Su expresión se había
tensado un poco? ¿Había habido una nota de sarcasmo en su voz?

Carlos sonrió con complicidad.

—Ah, Valerie, ¿estás celosa de que él eligiera a una mujer para alimentarse?
No debes estarlo. A los Elegidos no les gusta alimentarse de su mismo sexo si
pueden evitarlo. Bueno, a menos que disfruten del mismo sexo. Era claro para todos
que a la única que deseaba era a ti.

Quería decirle al hijo de puta que no necesitaba que su ego fuera acariciado,
y que ciertamente no estaba celosa de la elección de Alejandro por el alimento.

También quería decirle que, por cierto, su proximidad le ponía los pelos de
punta y ¿si por favor podía alejarse? En cambio, destrabó su mandíbula y le dijo:

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Te agradezco la afirmación.

Él tiró de la cadena del donante de sangre, que se tambaleó hacia delante un


par de pasos. La sangre marcaba la piel del hombre de treinta y algo. Su rostro
estaba pálido, con los ojos encapuchados fuertemente, y su boca floja. Parecía
borracho, drogado y fuera de su mente por el placer del velo.

Daria hizo un puño apretado a su lado, luchando contra la seducción


obscena que tenía por morder al hombre de nuevo, luchando contra su lado Elegido
recién nacido.

— ¿Has estado permitiendo que todos se den una merienda con él? —
preguntó con una voz suave, matizada con curiosidad.

Carlos encogió un hombro ligeramente.

—Él lo disfruta. Nosotros lo disfrutamos. Es una situación ganar o ganar. Es


un regalo caminante en la fiesta.

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El Club de las Excomulgadas
Ella sonrió tensamente.

— ¿Es un esclavo?

Los labios de Carlos se comprimieron.

—No. No es más que un esclavo de su adicción. Una vez que esté sobrio, si
quiere salir de la cúpula y volver a Nueva Chicago, vamos a permitirlo. Se le paga
por estar aquí para actuar el papel de un esclavo —hizo una pausa—. Si deseas ver
su contrato de trabajo, puedes hacerlo. Nosotros no tratamos con esclavos de
sangre aquí, Valerie. Nunca lo hemos hecho y nunca lo haremos. Encuentro esa
práctica abominable y no lo permitiría.

Correcto.

La mirada de Daria escaneó al donante. Él iba a morir si perdía mucha más


sangre. Daria tuvo que contenerse de tomar su cadena de las manos de Carlos y

Anya Bast - El Pecado Elegido


arrastrarlo fuera de allí. No podía hacer eso. Actuar de tal manera echaría a perder
su tapadera, pondría en peligro sus vidas, y, peor aún, Sante se escaparía. Una vez
más.

Carlos tiró de la cadena del hombre de nuevo, sin saber que también estaba
tirando de la de ella.

— ¿Quisieras otra probada para tu sustento de la noche?

La mirada vidriosa de adicción del ser humano saltó hacia su cara y una
expresión de deseo transformó su floja expresión. El hombre estaba tan fuera de él
que ni siquiera sabía que estaba muy cerca de la muerte. Dos chupadas más de las
venas de este hombre podrían muy bien significar su final.

Ella sacudió la cabeza, en busca de una respuesta que fuera plausible.

—Parece muerto a tus pies. Este hombre está jugando a la ruleta del
colmillo. —Dios, esperaba que esas palabras pasaran a través del humano—. No

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El Club de las Excomulgadas
quiero ser el Elegido que lo mate y se lleve un valioso empleado del Camino
Luminoso.

Dos pájaros, un tiro. Había hecho lo que podía para advertir al hombre
mientras no actuaba demasiado interesada en su bienestar.

Él asintió hacia su cuello.

—Veo que tu amante te ha mordido y has perdido mucha sangre. Como


recién Elegida me sorprende que puedas resistir la oferta.

—Como ya lo has señalado, tengo una voluntad muy fuerte. Es por eso que
lo logré a través del succubare —ella le regaló una pequeña y fría sonrisa—. De
hecho, si quieres saberlo, no me gusta comer de las sobras de otros Elegidos.

El ser humano reaccionó como si lo hubieran abofeteado. La conciencia


cuadró en sus ojos inyectados en sangre, y él la apuñaló con una mirada para

Anya Bast - El Pecado Elegido


matar.

A Daria le sorprendió que aún conservara un ego en el cual sentir los golpes.
Por supuesto que el hombre no sabía que ella estaba tratando de salvar su patética
vida.

La mirada de Carlos la absorbió de la cabeza hasta los pies.

—Ya tienes una actitud y eres una recién nacida. —Una sonrisa lenta,
pequeña, que le revolvió el estómago se extendió en su rostro—. Tal vez vas a
encajar bien aquí después de todo.

Ella le devolvió la sonrisa.

—Estoy complacida de que pienses así.

Daria presintió la llegada de Alejandro a sus espaldas.

Carlos miró sobre su hombro, vislumbrándolo.

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El Club de las Excomulgadas
—Ah, y aquí está tu Emanuel. Voy a tomar mi salida —se dio la vuelta para
fundirse en la multitud, llevando el donante de sangre detrás de él. Ese pobre
hombre no iba a durar la noche, servicio voluntario o no. Idiota.

Ella se volvió y atrapó la mirada de Alejandro. Sus ojos estaban


encapuchados y se veía molesto. Por supuesto, a menos que él mismo se hubiera
encargado con su mano después de que ella se hubiera ido, no estaba sorprendida
de que él estuviera agitado. Su pene había estado como una barra de acero, y lo
dejó insatisfecho.

¿Alguna novedad? Había abierto un camino mental privado. Incluso en su


cerebro, su voz sonaba tensa.

No. Hizo una pausa. Mira, me pone nerviosa hablar de esta manera. Me temo que
voy a resbalar y difundir lo que decimos por todo el lugar.

No lo harás. No funciona de esa manera, pero vamos a trabajar en ello esta noche en

Anya Bast - El Pecado Elegido


la habitación, ¿de acuerdo? Hagamos que obtengas un poco de práctica antes de que volvamos
a hacer esto. Cortó el camino mental tan rápido que su cerebro prácticamente quedó
girando. Sí, él todavía estaba furioso.

Sabía por el manual que las habilidades telepáticas entre Elegidos llevaban
mucho tiempo para dominarse. Requería de varios pasos a fin de abordar a más de
una persona a la vez, pasos para los que ella no estaba lista para probar todavía.
Los pasos que ni siquiera conocía. Sin embargo, estaba inestable sobre sus pies de
recién Elegida y no quería correr ningún riesgo. Hacer esas cosas en realidad era
muy diferente a leerlas para tener un poco de orientación.

Alejandro llegó hasta pararse cerca de ella. Su calor corporal irradiaba de él


y ella lo absorbió con gratitud. A pesar de la presión de los cuerpos en el cuarto,
permanecía helada. Desde lejos, ambos veían a Brandon disfrutar.

—Veo que Brandon se ha adaptado bien —murmuró Alejandro.

—Sí.

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El Club de las Excomulgadas
—Sante ha estado aquí. Lo he oído de alguien en la multitud.

Su cuerpo se puso rígido.

—Se ha ido ahora —tomó un trago de su cerveza—. Volvió a su agujero


aquí, bajo la cúpula, donde quiera que esté. La gente aquí habla de él como si fuera
un Dios.

La frustración por perderse su aparición le apretó el estómago.

—Para estas personas, probablemente lo es.

Carlos subió al podio, y todo el mundo en la sala lo aplaudió y vitoreó.


Daria escaneó el área cercana a él, pero no vio señal del donante de sangre
masculino. Esperaba que Carlos lo hubiera despedido. O, mejor aún, que se hubiera
ido por su cuenta. Carlos levantó las manos en un gesto destinado a calmar a la
multitud y el ruido murió en un murmullo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Démosle todos las gracias a nuestro benefactor, Christopher Sante, por
haber acogido esta reunión esta noche. Sin él, no tendríamos el placer de la
compañía del otro, el sustento en nuestras venas, o un techo sobre nuestras cabezas.
Todos nos beneficiamos de su generosidad.

La gente se volvió loca, gritando y aplaudiendo. Daria trató de no hacerlos


callar mientras ella aplaudía cortésmente y sonreía.

Cuando todo el mundo se calmó, Carlos continuó.

—Esta noche celebramos la bienvenida a nuevos miembros en nuestra


comunidad. Esperamos que sean felices aquí... y productivos. —La multitud
aplaudió, y él hizo el gesto de la mano de nuevo. Los bulliciosos Elegidos se
calmaron de nuevo—. Así que esta noche, comed, bebed y sed felices. ¡Mañana
volveremos a trabajar!

¿Trabajar?

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El Club de las Excomulgadas
Alejandro y Daria intercambiaron una mirada rápida. El mundo exterior no
sabía casi nada sobre el Camino Luminoso. Era una teoría que la comuna producía
algún tipo de producto, que el origen era enmascarado por una empresa de
distribución de lo desconocido, a fin de financiarlos. O podría ser algún tipo de
trabajo relacionado con el tráfico de esclavos de sangre, o de drogas, o ambas cosas.
Realmente, podría ser nada.

Daria quitó la botella de cerveza de los dedos de Alejandro y tomó un sorbo.

Anya Bast - El Pecado Elegido

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Doce
Alejandro se extendió sobre la cama, vestido con tan sólo sus pantalones
vaqueros, y estudió a Daria través de la distancia.

—De acuerdo, abre un camino mental.

Daria se sentó claramente en un extremo del cuarto lejos de él, tan lejos
como pudiera conseguir estar. Esa era probablemente una buena idea. Ella lo había
dejado con la polla dura ese mismo día y casi la única cosa que él tenía en su mente
ahora era dejarla desnuda, extenderla en la cama, follarla hasta que ninguno de
ellos pudiera pensar con claridad. Tenerla en esta habitación con él, con su olor
llenando sus sentidos, era casi más de lo que podía soportar.

Está abierto.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Bien. Ahora quiero que traigas una imagen de Brandon a tu mente y abras un
camino en la dirección de esa imagen en el ojo de tu mente. Quiero hablar con los dos al
mismo tiempo.

Se concentró. Le tomó unos pocos minutos, pero finalmente pudo


conectarse con los dos. Brandon, ¿estás ahí?

Silencio. Después, Ocupado. Su voz fue lacónica y sin aliento. El camino


mental se derrumbó.

Alejandro dejó escapar una carcajada, y Daria lo miró y alzó las manos.

—Lo hiciste bien. Eso es todo lo que quería. Sentiste el cambio de tu


conciencia, ¿no?

Ella asintió y se frotó el puente de la nariz. Daria hacía eso cuando estaba
cansada.

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El Club de las Excomulgadas
—Se sintió muy diferente hablar contigo a solas de lo que se siente hacerlo
con dos personas a la vez. Ellos hablaron acerca de eso durante mi entrenamiento,
pero ahora realmente lo entiendo.

—Así que ya ves que necesitarías dirigir específicamente tu intención con el


fin de transmitir a una habitación en general, y, si lo hicieras, lo sabrías. Es casi
imposible hacerlo de forma accidental.

— ¿Cómo te diriges a personas cuyos rostros nunca has visto? Todavía no


entiendo eso. ¿Cómo hablaron los guardias con nosotros a medida que nos
acercábamos al Camino Luminoso?

—Todo lo que necesitas es una imagen para abrir un camino. Los guardias
nos vieron, nos encontrábamos en su área de transmisión y por lo tanto pudieron
comunicarse con nosotros a pesar de que nunca habían visto nuestras caras. Si tú
tuvieras una imagen o un holograma de alguien que nunca hubieras conocido que

Anya Bast - El Pecado Elegido


está a kilómetros de distancia, puedes abrir un camino. Pero no podrías iniciar la
comunicación con alguien a través de una distancia considerable sin saber cómo se
ven —hizo una pausa—. Bueno, podrías intentarlo, pero probablemente obtendrías
un número equivocado —rectificó.

—Todo eso fue cubierto en el entrenamiento, pero es muy diferente en la


realidad.

Él asintió, dejando que su mirada viajara desde sus delgados pies descalzos,
sus piernas largas, a sus pechos presionando contra su camisa, hasta su cara.

Su cuerpo parecía estar tenso, en contraste directo con la postura relajada


que mantenía en la cama. Sus dedos se morían de ganas de masajear la tensión que
ella tan claramente tenía en sus hombros.

— ¿Por qué estás tan lejos de mí, Daria? ¿Tienes miedo de que te muerda
otra vez?

Ella hizo un sonido de frustración y se levantó.

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El Club de las Excomulgadas
—No todo se trata de ti, Alejandro —Daria se acercó a la puerta cerrada del
patio. Era una noche hermosa, pero mantenían las puertas cerradas la mayor parte
del tiempo, así podían hablar libremente—. Me pregunto dónde está Ari Templeton
esta noche. Me pregunto qué le pasó a ese hombre del que me alimenté esta
mañana. ¿Están ambos boca abajo en alguna parte, muertos? —Su voz se quebró—.
No podía hacer nada por ese donante de sangre hoy. Él era paseado por ahí como
un aperitivo y no había absolutamente nada que pudiera hacer para detenerlo.

Él salió de la cama y se colocó detrás suyo. Sabiendo que probablemente


estaba arriesgando uno de sus miembros, se acercó y puso su mano sobre su
hombro. Ella se sobresaltó, pero luego se relajó bajo su palma.

—Desde que te conocí, he visto este deseo en ti de proteger a todos en el


mundo, Daria, sobre todo a los oprimidos y los débiles. Es una de las cualidades
tuyas que más admiro, y es algo que me atrae de ti —hizo una pausa—. Pero no
puedes asumir la responsabilidad por todos los que conoces y aún así mantener la

Anya Bast - El Pecado Elegido


cordura.

—Por favor no me digas que ese hombre eligió su adicción. No me hables de


los delitos consensuados. —Su voz y su cuerpo se habían quedado como una
cuerda tensa.

Se tomó un momento para responder.

—He conocido Elegidos que deliberadamente han vuelto a seres humanos


adictos. Los mantuvieron cautivos, y se alimentaban por la fuerza de ellos hasta
que su víctima se encontraba bajo su yugo. Es lo mismo que la violación. Así que
no voy a decir una palabra sobre la elección de la adicción. No sabemos nada
acerca de las historias de los donantes empleados por el Camino Luminoso.
Sabiendo lo que sé, no voy a hacer juicios sobre cualquiera de los seres humanos
que he visto hoy.

Ella se volvió y lo miró, estudiando su rostro.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Has visto este tipo de maltrato? ¿Por qué no lo detuviste? ¿Estabas
esclavizado y no podías intervenir?

Dejó caer la mano de su hombro.

—Sí, yo era esclavo de Lucinda en aquel momento. Fue después de que ella
me Eligió, y yo todavía estaba muy débil. Cuando pude ayudar, lo hice, pero la
jerarquía Elegida es una cosa complicada. No fui libre para actuar en los tres
primeros años después de que fui hecho, porque me había puesto bajo su dominio.
No podía hacer nada sin su consentimiento. En el momento en que fui lo
suficientemente fuerte como para alejarme de ella, lo hice.

— ¿Por qué me liberaste, Alejandro? ¿Por qué no estoy bajo tu dominio?


Parece que disfrutas eso.

Él negó con la cabeza.

Anya Bast - El Pecado Elegido


— ¿De verdad piensas eso de mí? Nunca mantendré a alguien como esclavo,
nunca. A pesar de que sentía la urgencia de hacerlo. Sin compartir mi energía de la
dominación, muchos en el GBC imaginaron que serías débil como un gatito recién
nacido y de ninguna utilidad para la misión. Como es habitual, sin embargo, tú
permaneciste firme. Pensé que lo harías. Es por eso que no lo pensé dos veces
acerca de liberarte después de Elegirte.

Lo miró fijamente a los ojos, con su determinación sólida muy clara en su


mirada.

—No tengo más opción que mantenerme firme —ella apretó los labios, su
expresión endureciéndose—. Háblame de Lucinda Valentini. ¿Cómo llegó a
Elegirte?

Él se dio media vuelta y se pasó una mano por el pelo.

—Ella me vio en un club una noche y presintió que tenía los genes para
lograr pasar a través del succubare. Me tomó el gusto y decidió que me quería para sí

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El Club de las Excomulgadas
misma. Así que una noche me arrinconó fuera de un bar de Nueva Chicago con
tres hombres Elegidos. Yo estaba enfadado y borracho en ese momento, por lo que
no opuse demasiada resistencia. Para la siguiente mañana estaba Elegido, tenía una
amante que nunca había querido, y algunas brillantes nuevas ataduras mentales a
ella.

—Maldita sea —dijo ella en voz baja—. Nunca lo supe. Es como si fueras
violado y esclavizado.

Se volvió hacia ella.

—No todo era malo. Nunca pedí ser Elegido, pero soy más fuerte ahora,
más rápido. —Se dio la vuelta y le dio una sonrisa salvaje—. Por no hablar de
inmortal, si puedo evitar la locura.

—Sí, todavía me estoy acostumbrando a esa idea.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Le di a Lucinda tanto infierno como pude. Me liberé de ella al final de mi
correa por todos los años que estuve bajo su dominio. Una vez que pude salir, lo
hice.

—Bien.

Él la estudió.

— ¿Cuándo se lo dirás a tu familia? —Él sabía lo cercana que era con su


madre, pero también sabía lo suficiente como para entender que ella no le había
contado a nadie acerca de su Elección de antemano. Eso hubiera puesto en peligro
la misión.

—Después —ella sacudió la cabeza—. No creo que vaya a entenderlo.

—Lo hará. Recuerda, he conocido a tu madre. Te ama y te aceptará de


cualquier forma que vayas a ella. Vas a entrar y estará horneando ese pan de
plátano suyo que me hace la boca agua. Te abrazará, te dirá que te ama no importa
qué, y eso será el final de ello.

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El Club de las Excomulgadas
Ella sonrió.

—A ella siempre le has gustado.

Abrió las manos y sonrió.

— ¿Qué hay en mí que no guste, querida?

Su sonrisa se desvaneció y ella miró por la ventana, hasta más allá de la


apertura del patio y hacia el cielo de las estrellas dispersas.

—Deberíamos dormir un poco.

—Necesitas alimentarte de nuevo, Daria.

Sólo podía ver su perfil, pero aún podía vislumbrar su expresión


oscureciéndose en su reflejo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Ya me he alimentado, ¿recuerdas?

—Eso fue esta mañana. Me alimenté de ti después, debilitándote. Tú eres un


vampiro nuevo y sé que necesitas más alimento del que estás recibiendo. Daria,
eres fuerte, pero no eres tan fuerte. Deja de poner en peligro la misión por resistirte
a mí.

Sabía que la última frase llegaría a ella. Poner en peligro la misión.

Su mandíbula se apretó, y ella cerró los ojos brevemente.

—Supongo que si tengo que alimentarme, preferiría que fuera de ti —su voz
sonaba plana, inexpresiva.

—Me alegro de que suenes tan emocionada por ello —se dio la vuelta,
apagó la luz, y se recostó en la cama. Daria se mantuvo en la ventana, mirando
hacia fuera. La luz de la luna blanqueaba el color de su forma—. Cuando estés
lista, cariño. Me gustaría conseguir dormir un poco, también.

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El Club de las Excomulgadas
En realidad, simplemente no podía esperar para poner sus manos sobre ella.
No podía esperar a tener el aroma de su piel en la suya. No podía esperar a
compartir el calor de su cuerpo.

Ella se volvió y se acercó a la cama.

—Uh, uh —hizo un sonido de tch tch—. La ropa fuera. Si no vamos a tener


sexo, entonces necesitamos el contacto de piel a piel.

Daria vaciló, la ira parpadeando sobre sus facciones por un momento antes
de que reconociera su derrota. Ella se sacó su camisa sobre su cabeza y la tiró al
suelo, luego pateó las botas y se despojó de sus pantalones.

Vestida sólo con sus diminutas bragas azules y un sujetador de algodón


blanco, se acercó a la cama. La boca de Alejandro se secó más, con cada paso que
ella daba. Daria no necesitaba encaje y seda para aumentar la atracción de su
cuerpo. Sus curvas y la piel suave no necesitaban adornos para hacer que su polla se

Anya Bast - El Pecado Elegido


pusiera dura.

— ¿Estás feliz ahora? —Su mirada fue hacia su esforzada entrepierna y


levantó una ceja—. Olvida lo que pregunté. Es evidente que lo estás.

—Soy un hombre, ¿qué puedo decir?

— ¿Cómo me quieres?

Alejandro permitió que su boca se curvara en una sonrisa salvaje.

Ella rodó los ojos y subió a la cama. Incluso ahora, atrapó el perfume sutil y
embriagador de su excitación. Daria se controlaba a sí misma mejor que nadie que
hubiera conocido. La mujer tenía una voluntad de acero. Sin embargo, sabía que
ella anhelaba el sexo, lo sabía porque él había ido a través de la Elección, también...
y sus consecuencias por estar lleno de hormonas.

Sabía los resultados. Sabía de ese lugar vacío que debía ser llenado por
manos inquisitivas y labios exploradores. Sabía que la única manera de hacer que el

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El Club de las Excomulgadas
dolor constante desapareciera era el contacto sexual, tocar y ser tocado,
regularmente.

Se movió, suprimiendo un gemido, mientras ella se acomodaba sobre su


pelvis, el calor de su sexo pasando a través de la tela de sus pantalones vaqueros.
En la oscuridad, sus ojos parecían grandes y luminosos, al igual que si la luna
hubiera sido arrastrada a la habitación con ellos y se hubiera partido en dos.

Ella exhaló un pequeño suspiro, tal vez de resignación, tal vez de hambre, o
tal vez incluso de pasión, Alejandro no podía estar seguro, entonces ella bajó la
cabeza e insertó la cara en el hueco de su cuello.

Cerró los ojos, disfrutando del roce de su piel contra la suya, y deseando que
su aroma se uniera al suyo en un nivel íntimo.

Alejandro dejó que sus manos derivaran y le frotó la espalda. Incapaz de


resistirse, le abrió el cierre de su sujetador. Ella se puso rígida, pero luego se relajó

Anya Bast - El Pecado Elegido


en su contra. Cuando le sacó la prenda de vestir por arriba, para que sus pechos
calientes y pesados yacieran contra él, ella se quedó muy, muy quieta.

Acarició sus dedos por el pelo corto de su nuca.

—Bebe, querida.

Daria curvó sus manos alrededor de sus hombros y le acarició el cuello,


haciendo que su garganta se apretara. Sintió el cepillado duro de los colmillos y se
preparó para la primera puñalada dolorosa. Llegó, seguida por la ráfaga dulce de su
velo de principiante cubriéndolo. Ella lo atrajo en él y su cuerpo se tensó por la
necesidad.

Él deslizó su mano por su espalda, disfrutando de la suavidad de su piel y


deseando nada más que pasar su lengua por cada centímetro de ella. Ella se movió
contra él y el calor de su coño se hizo más cálido. Tomando esto como una
indicación de su excitación, bajó la su mano por debajo del elástico de sus bragas y

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El Club de las Excomulgadas
enmarcó su culo delicioso. Alejandro se preguntó si alguna vez algún hombre le
habría prestado atención allí y luego decidió rápidamente que lo haría, si pudiera.

Daria movió las manos desde sus hombros a los radios del marco de la
cama, frotando sus senos contra su pecho. Su polla estaba dura como una barra de
acero y él necesitaba correrse. Sólo tocarla, hacer que tuviera su orgasmo, lo haría
feliz. Le ayudaría a ella, también.

Así que facilitó su mano entre sus muslos abiertos, directamente al cielo.

Ah, sí, estaba excitada. Su coño era como seda caliente en contra de sus
dedos. Encontró su clítoris, maduro, completo, e hinchado, como una decadente
cereza pequeña que se moría por ser mordisqueada y pasó la yema de su dedo sobre
él una y otra vez, acariciándolo. Se hinchó bajo su tacto, cada vez más grande y
más necesitado. Lo tomó entre el pulgar y el dedo índice y le acarició.

Ella rompió la mordida y jadeó.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Alejandro.

—Mmmmm... deja que te alivie.

Él movió la cabeza, encontrando el lóbulo de su oreja y arrastrándolo entre


los dientes. Ella se estremeció contra él y se alzó un poco, pero no lo empujó lejos.
Ella sólo sacó los brazos de su sujetador y lo tiró al suelo, dejando al descubierto
sus hermosos senos con sus agradables y duros pezones rojos a su mirada.

Sus ojos eran grandes y oscuros, sus pupilas estaban dilatadas por su
excitación. Ella se movió contra su mano, frotando su coño contra ella, y
estremeciéndose. Sin embargo, algo peleaba en su cara y en sus ojos.

—Shhhh... Está bien —murmuró él—. Sé que lo necesitas. Sólo toma lo que
te estoy ofreciendo, Daria. —Su voz sonaba tensa en sus propios oídos. Joder, la
deseaba.

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El Club de las Excomulgadas
Ella metió la mano entre sus cuerpos, presionando la palma de la mano de él
contra la de ella y frotando su coño con más firmeza en ella. Movió su mano,
dejando que dos de sus dedos la penetraran. Ella cerró los ojos y gimió, comenzó a
girar sus caderas, follándose a sí misma en sus dedos.

—Eso es. Ahí los tienes —le animó—. Móntalos.

Ella inclinó la cabeza hacia atrás y gimió. Sólo lo estaba utilizando para
aliviarse de la presión sexual de la Elección. Alejandro entendía eso. Un día, tal vez
podría pasar algo más entre ellos que solamente eso. Alejandro se sorprendió al
darse cuenta de lo mucho que deseaba eso. Quería a Daria para que cuidara de él.
Por el momento, tomaría lo que podía conseguir.

Su mirada bajó hasta donde sus labios vaginales muy rosados se deslizaban
hacia arriba y hacia abajo sobre sus dedos. Si tan sólo fuera su polla deslizándose
perfectamente dentro de su coño húmedo, de terciopelo. Daria no podía tener idea

Anya Bast - El Pecado Elegido


de lo que le costaba hacer esto.

Se inclinó hacia delante y capturó uno de sus pezones en la boca.


Prendiéndose de él, lo estimuló con la punta de la lengua, mientras que hacía rodar
suavemente y pellizcaba el otro entre el pulgar y el dedo índice. Al mismo tiempo,
Daria lo montó, tomando el clímax que le ofrecía.

Daria, finalmente se estremeció y se corrió. Se deleitó en su placer tanto


como ella lo hacía. La única cosa que habría sido mejor hubiera sido tener su polla
enterrada en su coño dulce y firme. Así como estaban las cosas, aún estaba
insatisfecho. Menos mal que había aprendido mucho control durante sus años con
Lucinda.

Ella rodó hacia un lado en el segundo que todo había terminado.

—Maldita sea, Alejandro.

—Sólo acepta que te gusta el sexo conmigo, Daria. Acabemos de una vez
con eso. Ríndete.

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El Club de las Excomulgadas
—Nunca dije que no me gustara el sexo contigo, Alejandro.

Ella trató de alejarse, pero se abalanzó sobre la cama, envolvió su brazo


alrededor de su cintura y la arrastró de nuevo contra él. Daria peleó con él por un
momento y luego se rindió, relajándose contra él como mantequilla caliente.

Él le acarició el pelo de la nuca y deslizó una pierna sobre sus muslos,


atrapándola.

—Duerme ahora.

—No recibo órdenes de ti —dijo con un temblor en su voz.

—Vamos, Daria. Relájate. Tenemos un infierno de día por delante mañana.


Me pregunto qué iremos a encontrar.

Ella suspiró, y se tomó un momento para responder.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Las teorías fuera de la ABI son todas oscuras: drogas, chips de sentidos, o
esclavos de la sangre.

Chips de sentidos eran microchips que las personas podrían insertar en


unidades especiales biológicas en sus brazos o en sus cuellos para sumergirlos en
una falsa experiencia de vida real por un tiempo. Los chips de sentidos más
populares eran pornográficos, por supuesto. Eran ilegales porque eran adictivos, no
físicamente, sino psicológicamente.

—Supongo que ya lo veremos —le respondió, cerrando los ojos.

— ¿Cómo puedes ser tan relajado acerca de todo?

— ¿Por qué preocuparse ahora de cosas que van a pasar mañana? ¿Cómo
puedes estar tan tensa por todo?

Se dio la vuelta en sus brazos.

—No estoy tensa.

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El Club de las Excomulgadas
Se echó a reír, dejando que su mirada dejara un rastro sobre sus pechos
desnudos. Su Daria tenía un buen corazón e iría a los confines de la tierra para
arreglar algo que estuviera mal. Era valiente, hermosa por dentro y por fuera,
inteligente, y más dura que la mayoría de los hombres que conocía... y ella también
estaba definitivamente tensa.

—Entonces dame una razón por la que estás rechazando tener sexo sin
ataduras conmigo cuando sé que te mueres por ello, Daria.

—Maldita sea, eres tan arrogante. Es increíble.

—Sí, soy arrogante. Ya lo hemos establecido. Así que dame una razón. Tira
la casa por la ventana. ¿Tienes miedo de mí?

Una pequeña sonrisa curvó sus labios sensuales. Ella se inclinó hacia él,
agarrando su mano y presionándola sobre la curva suave y cálida de su seno.
Entonces ella rozó su boca en la de él. El mundo de Alejandro giró por un

Anya Bast - El Pecado Elegido


momento. La absorbió para tener un sabor más profundo, con la esperanza de
finalmente conseguir algo de alivio para su cuerpo dolorido, pero ella se apartó.

—Yo no te tengo miedo —murmuró contra sus labios—. Simplemente no te


deseo tanto como piensas que lo hago —con eso, se alejó de su mano, agarró su
ropa y se fue al cuarto de baño.

Alejandro se derrumbó de nuevo sobre el colchón y se cubrió el rostro con


las manos. La mujer iba a matarlo con esta mierda.

Tenía casi decidido atarla a la cama y simplemente acabar de una vez con
ello.

No creía la línea que acababa de decirle. Por alguna razón, la había asustado
como el infierno, pero no tenía ni idea de por qué.

***

152
El Club de las Excomulgadas
— ¿Osos de peluche? —Daria parpadeó, sin creer lo que sus ojos veían.
Montículo tras montículo de osos de peluche esponjosos de color marrón suave
estaban en la cinta transportadora frente a ella. Osos de peluche, aquí, bajo el techo
de Christopher Sante. Algo no estaba bien.

Esa mañana, una mujer llamada Guo Jia Ying los había sacado de la cama
al amanecer para ir a trabajar. Daria había tenido sólo un par de horas de sueño, ya
que había pasado la mayor parte de la noche tratando de evitar a Alejandro. Había
pasado la mayor parte de ella en el jardín, mirando las estrellas y tratando de
ignorar la visión del cuerpo casi desnudo de Alejandro tirado en la cama.

Él probablemente había dormido de maravilla.

Cuando por fin se había rendido y metido en la cama, sólo había pestañeado
un poco hasta que había estado completamente vestida y acurrucada en el mismo
borde del colchón. No había tenido una receta para un sueño profundo y hoy era

Anya Bast - El Pecado Elegido


una gran cascarrabias. Y estaba estupefacta.

Jia Ying sonrió, sus adorables ojos castaños brillantes. Era evidente que
amaba su trabajo aquí, amaba la vida bajo la cúpula en general. O tal vez era una
persona naturalmente feliz. ¿Era malo que a Daria le hubiera gustado la vampiresa
mayor al momento en que la había conocido?

—No son cualquier oso de peluche. Estos son osos de peluche hechos a
mano, son objetos de colección. Hay una demanda de ciertos artículos que no son
hechos por robots. Estos osos de peluche son famosos en todos los asentamientos.

A su lado, Alejandro frunció el ceño y se rascó la cabeza, probablemente tan


confundido como lo estaba ella.

— ¿Entonces así es como el Camino Luminoso se financia a sí mismo?


¿Hace, eh, osos de peluche? —preguntó Daria.

—No es la única manera. Hay una granja de miel en el lado opuesto del
complejo y también mantenemos un pequeño huerto de manzanas.

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El Club de las Excomulgadas
Alejandro parpadeó.

— ¿Osos de peluche, miel y manzanas?

Jia Ying sonrió.

—Sí. Pensamos que tú y Alejandro estaríais más felices aquí en la fábrica,


pero si preferís trabajar con la miel o las manzanas, podemos cambiarlo.

—Uh. Los osos de peluche están bien —respondió Alejandro.

Una fila de personas trabajaban con los montones de ositos de peluche en las
diversas fases de ejecución. Las estaciones estaban instaladas a lo largo del camino.
Un grupo de gente los rellenaba, el siguiente le cosía las costuras, el siguiente le
añadía una prenda de ropa, dependiendo de la línea del osito de peluche. Por
último, el producto terminado desaparecía a través de una abertura en el extremo
de la línea y en otra habitación. Tenía que ser una cubierta. Simplemente tenía que

Anya Bast - El Pecado Elegido


serlo. Había algo más en juego aquí, algo ilícito. De ninguna manera Christopher
Sante estaba dirigiendo alguna comuna de crujiente granola para Elegidos que se
mantenía a través de lindas y tiernas artesanías, miel y manzanas.

Sante no trabajaba eso limpio y sanamente. O estaban rellenando los osos


con algo después de salir de la zona de trabajo, o esto era sólo una tapadera muy
elaborada destinada a encubrir el negocio del tráfico de esclavos que tenía a un
lado.

— ¿Que sucede en ese espacio ahí abajo? —preguntó ella, estudiando a la


gente al final de la cinta transportadora que bromeaba y hablaba mientras
trabajaban. Un poco más allá estaba la apertura, cubierta por una tapa industrial
grande, en donde el producto final desaparecía.

—Esa es la sala de envasado —respondió Jia Ying—. Ahí es donde los osos
se cosen, se etiquetan y se envasan en cajas.

Daria frunció el ceño.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Por qué hay una habitación separada para eso?

Jia Ying se echó a reír.

—Me lo preguntaba, también. Me dijeron que quieren asegurarse de que


nadie pone nada en los osos de peluche que no deba estar allí antes de enviarlos. Es
una cuestión de seguridad, ya que los osos están en última instancia, destinado a los
niños.

Hmmm. O tal vez para que pudieran poner algo en los osos de peluche antes
de enviarlos.

—Esa habitación está llena por el momento —añadió Jia Ying—, así que
pensé en poneros a los dos en la línea.

—Suena muy bien —contestó Daria, pero todavía tenía la firme intención de
investigar la sala de envasado cuando pudiera.

Anya Bast - El Pecado Elegido


De hecho, cada centímetro de la fábrica iba a tener su atención especial. Si
había cualquier cosa ilegal en marcha, la encontrarían y la añadirían a la lista de
cosas para enjuiciar a Sante. Estudió la tapa industrial. Sería una manera fácil de
meterse allí, siempre que no fuera del tipo que se bloquea. Por supuesto, con su
suerte, probablemente lo era.

Jia Ying les llevó a la estación de relleno y les presentó a los otros dos
Elegidos allí. Estaba Rodrigo, un succubare afeminado con ojos sensuales, y Emmet,
un vampiro más viejo con la piel color chocolate, que echaba la cabeza hacia atrás
y se reía con todo su cuerpo, por lo general mostrando los colmillos mientras lo
hacía.

— ¿Así que, sois nuevos aquí? —preguntó Emmet.

Alejandro asintió.

—Llegamos antes de ayer. ¿Siempre hacéis fiestas para los nuevos


miembros?

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El Club de las Excomulgadas
—Oh, sí. Cada vez —Emmet asintió, sonrió y mostró una cantidad
desconcertante de brillantes y agudos colmillos—. Y a veces simplemente por el
placer de hacerlo. Christopher Sante sabe cómo tratarnos bien.

Hmmm. En efecto, pensaba Daria. Ella permaneció en silencio, sin dejar de


rellenar ositos de peluche.

— ¿Con esclavos de sangre y todo lo demás? —preguntó Alejandro.

—Ellos no son esclavos de sangre, hombre —respondió Emmet—. Los seres


humanos vienen por su propia y libre voluntad. Quieren estar aquí. Son donantes y
vienen porque anhelan el beso negro.

—No me estoy quejando —respondió Alejandro con una sonrisa. Él podría


parecer tan poco amenazador cuando quería—. ¿Quién organiza todo eso?
Hombre, me podría acostumbrar a esas fiestas, amigo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Nosotros los residentes peones de la cúpula no sabemos nada sobre eso,
hermano —dijo Rodrigo—. Eso es todo el dominio de Christopher Sante y la junta
de directores del Camino Luminoso.

Daria frunció el ceño.

— ¿Junta de directores?

—No es realmente una junta de directores —respondió Jia Ying—.


Simplemente los llamamos así. Son los Elegidos más cercanos a Sante. Algo así
como sus asesores. Toman todas las decisiones de por aquí. Más o menos, dirigen
este lugar.

—Parece que están haciendo un buen trabajo —respondió Alejandro,


levantando un osito de peluche y examinando su relleno—. Me di cuenta de que no
se ve mucho a Sante. Es una lástima. Lo conozco desde hace mucho. Tenía la
esperanza de que pudiera llegar a saludarlo, ponernos al día por los viejos tiempos.

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El Club de las Excomulgadas
—Alejandro era bueno en esto, haciendo una conversación sutil que atrajera
respuestas de la gente.

Jia Ying sacudió la cabeza y agarró otro oso.

—Él no sale mucho. Es una especie de ermitaño. Lo vemos de vez en


cuando, por lo general sólo en ocasiones especiales. Tiene una casa en el lado este
del complejo y está fuertemente protegido. Valora su vida privada. Estamos todos
muy agradecidos con él, sin embargo, por proporcionar esta comunidad para
nosotros.

Una casa fuertemente custodiada en el extremo este del recinto. Tal vez ahí
es donde estaba Ari. Daria lo archivó para pensar en eso más adelante.

—Apuesto a que tu cabeza da vueltas —dijo Emmet, asintiendo con la


cabeza hacia Daria—. Puedo sentir lo joven que eres. No tienes más que unos días
de edad, pequeña. Todo esto debe ser un gran cambio para ti. Tienes suerte, sin

Anya Bast - El Pecado Elegido


embargo, al entrar aquí. Puede ser un universo frío ahí afuera para un Elegido.
Estamos demasiado superados en número por los normales. —Normal era un
término del argot que los Elegidos tenían para los seres humanos—. Este lugar es
una buena comunidad, unánime, y muy unida. Ya lo verás. Tuviste suerte de que te
dejaran entrar aquí tan pronto después de tu Elección.

Daria trató de no bromear al responder.

—Estoy agradecida porque logré entrar aquí, también. —Le lanzó una
sonrisa. Oye, ni siquiera era una mentira... en su mayoría.

—Entonces, ¿cómo os conocisteis? —preguntó Jia Ying.

—Nos conocimos en Nueva Chicago hace unos tres años —respondió


Alejandro, apegándose a la historia que habían acordado de antemano—. En una
fiesta de uno de nuestros amigos en común —le dio a Jia Ying una mirada de
soslayo juguetona—. A Valerie le gusté tanto. Dios, no podía resistirse a mí. Tuve
que luchar para sacármela de encima esa noche. ¿Recuerdas... nena?

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El Club de las Excomulgadas
Daria resistió la tentación de darle una patada. En cambio, le sonrió con
dulzura.

—Tú cuenta tu versión, cariño, yo contaré la mía. —Ella se llevó la mano al


lado de la boca y le susurró a Jia Ying—. Me siguió a todas partes como un perrito
enfermo de amor toda la noche.

Jia Ying se echó a reír.

—De todos modos —continuó Alejandro—, no pasó mucho tiempo antes de


que las cosas se pusieran serias. Finalmente, Valerie decidió que quería llevar las
cosas al siguiente nivel y exigió que la Eligiera a pesar de que carecía de los genes.
Traté de convencerla de que era una mala idea, pero —Alejandro sacudió la
cabeza—, Valerie desea lo que quiere.

— ¿Y lograste pasar a través del succubare? —Preguntó Jia Ying—. Eso es


increíble.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Eres una mujer valiente —agregó Rodrigo—. Realmente tienes que
amarlo para correr ese riesgo.

Alejandro puso la mitad de oso de peluche abajo y aplastó a Daria contra él,
inclinando su espalda y besándola con fuerza. Su lengua serpenteó en su boca,
frotándose contra la de ella, con movimientos largos y eróticos que le hacían vibrar
todo el cuerpo y le hizo pensar en un montón de cosas que no tenían nada que ver
con osos de peluche. Emmet y Rodrigo aullaron.

La dejó sobre sus pies de nuevo y le sonrió.

—Está locamente enamorada de mí. ¿No es así, nena?

Sintiéndose desorientada, se obligó a concentrarse.

—Locamente enamorada —repitió sin comprender, parpadeando.

Todos se rieron.

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El Club de las Excomulgadas
Sonrojándose, Daria cogió un oso de peluche y se concentró en embalar el
relleno en forma correcta.

—Sólo sabía que si queríamos permanecer juntos, tendría que ser una
Elegida. De lo contrario, hubiera tenido que verme envejecer y morir mientras él se
quedaba joven y apuesto.

—No sólo apuesto, novia fumada —dijo Rodrigo con una mueca en
dirección a Alejandro, que hizo reír a todos de nuevo.

—Incluso si hubiera terminado succubare, al menos podríamos haber estado


juntos —finalizó Daria.

Jia Ying asintió.

—Sé lo que es ver a los seres queridos volverse viejos y morir. Lo he hecho a
menudo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


— ¿Qué edad tienes, Jia Ying? —preguntó Alejandro.

—Estoy cerca de los doscientos noventa y cinco. —No aparentaba más de


veinte años—. Fui la única en mi familia que heredó los genes. Al parecer, fue un
regalo sorpresa sobrante de algún lugar muy abajo de mi línea de sangre.

Daria dejó caer un osito de peluche terminado en la banda.

—Así que tuviste que ver a toda tu familia envejecer y morir. Lo siento
mucho.

—Lo peor fue ver a mi hija. Sin embargo, es una parte de ser Elegido. —Jia
Ying sonrió—. Y, para mirar el lado brillante, pude verla vivir una vida larga y feliz
y morir como una mujer muy vieja.

Daria le devolvió la sonrisa. Tenía la sensación de que Jia Ying podía


encontrar el lado bueno en la mayoría de las cosas. Tal vez Daria podría aprender
algo de ella.

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El Club de las Excomulgadas
Al final de su turno, Daria no había olvidado que estaba allí de incógnito,
pero podría haberlo hecho. Descubrió que le gustaban realmente Jia Ying, Rodrigo,
y Emmet. Eran sociables y amables. Daria no podía recordar la última vez que
había reído tanto en un día. En su mayor parte, tenía la impresión de que ninguno
de ellos sabía nada acerca de los tejemanejes ilegales en el Camino Luminoso.

Simplemente parecían contentos de poder llamar al lugar su hogar.

Durante todo el día, escuchó cada una de sus historias. Emmet había llegado
al Camino Luminoso para escapar de su vida en Galileo, donde no había muchos
Elegidos. El clima era hostil hacia los pocos que vivían allí. Él era un joven
vampiro, pero había sido Elegido tarde en su vida.

Jia Ying había sido una exitosa abogada en la Tierra, que se había
especializado en la representación de los Elegidos. Había sido la última de una serie
de carreras que había perseguido. Al haber envejecido un poco, se había dado

Anya Bast - El Pecado Elegido


cuenta de que quería "retirarse" de la vida laboral.

Como no tenía suficiente dinero ahorrado para hacer lo que quisiera, decidió
buscar nuevas experiencias. Poco después de que el Camino Luminoso se había
creado, había comprado su camino hacia él. Era su hogar ahora y no quería vivir en
otro sitio.

Jia Ying era uno de los residentes originales de la cúpula. Daria hizo un
punto para archivar ese pedacito de información lejos. Si alguien debía saber lo que
estaba pasando aquí, sería un antiguo.

Por último, Rodrigo había seguido al amor hacia el Camino Luminoso. Él y


su pareja de mucho tiempo había llegado a la cúpula para abandonar la sociedad y
vivir una vida tranquila. Felices para siempre, no estaba destinado a ser, sin
embargo. Cuando la relación terminó, Rodrigo se quedó, mientras que su amante
siguió su camino. Aquí Rodrigo tenía mucha gente con la cual satisfacer sus
necesidades como succubare. Daria no había investigado más.

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El Club de las Excomulgadas
A pesar de que el día había sido agradable, Daria salió de la fábrica a la hora
de cierre con la decepción pesando amargamente en su corazón. Se detuvo afuera
en el camino, mirando el falso cielo de la Tierra oscurecer con un falso crepúsculo.
Los días y noches parecía tener extrañas duraciones bajo la cúpula, pero supuso que
Sante podía poner cualquier duración que le gustara más. Sante gozaría jugando a
ser Dios de esa manera. Como resultado de ello, era imposible saber qué hora del
día era más allá de las paredes de la cúpula, promoviendo el sentimiento de fantasía
del Camino Luminoso.

Daria podía ver el encanto de este lugar, especialmente para los desposeídos.

Jia Ying, Emmet, y Rodrigo todos adoraban su actual forma de vida y, por
lo que Daria podía decir, no tenían una palabra negativa para decir en contra de
Christopher Sante.

Eso le dejaba un mal sabor en la boca. ¿Cómo podía alguien tan malvado

Anya Bast - El Pecado Elegido


como Christopher Sante inspirar una lealtad como esa? ¿Cómo había perpetuado
tal ilusión de sí mismo como para hacer que estas personas, que según todas las
apariencias parecían inteligentes y racionales, lo adoraran y pensaran que no podía
hacer nada malo?

Una imagen del cuerpo quebrantado de Julia cruzó por su mente y las
lágrimas le pincharon los ojos.

Alejandro se detuvo junto a ella, metió la mano en un bolsillo, y miró hacia


el cielo mismo.

—Así que, ¿quieres que demos un paseo antes de que regresemos?

—Claro. —La idea de estar hacinados en esa habitación con Alejandro no la


hacía querer volver corriendo a ella. Él era demasiado tentador y ella era
demasiado débil.

Caminaron por el camino hacia el este, en perfecto acuerdo. Tenían todo el


derecho a explorar su entorno, después de todo. Ellos eran nuevos por aquí. Incluso

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El Club de las Excomulgadas
si se encontraran cerca de la famosa casa de Christopher Sante, su generoso
bienhechor, a nadie le parecería sospechoso.

Con sus mentes y sus intenciones en eso, se dirigieron en esa dirección.

En el momento en que llegaron a la parte más oriental del recinto, estaba


completamente oscuro. La cúpula era mucho más grande de lo que ella nunca
había imaginado y Daria lamentaba no haber agarrado sus motos de dunas para el
paseo. La mansión de Sante se elevaba desde un césped verde y exuberante,
salpicada de enormes árboles y arbustos en flor. Una alta valla de hierro forjado se
elevaba alrededor de la misma, para mantener alejados a sus admiradores y los
curiosos. Un cuerpo de guardia estaba en la puerta de entrada, con dos musculosos
y armados Elegidos.

Daria evaluó la propiedad, mientras se quedaba mirándola, siendo sólo otro


par de miembros del Camino Luminoso obteniendo una visión de la famosa

Anya Bast - El Pecado Elegido


residencia de Christopher Sante. Sabía que Alejandro estaba haciendo lo mismo a
su lado.

¿Estaba Ari Templeton en alguna parte detrás de esas paredes? ¿Estaba Sante
lastimándola ahora? ¿Acaso ella aún vivía?

Porque si Ari Templeton estaba en cualquier lugar en el recinto, cada


instinto de Daria le habría gritado que la mujer secuestrada estaría aquí.

Permanecieron allí tanto tiempo como pudieron, conversando y señalando


como turistas, hasta que los guardias se acercaron y les pidieron que se alejaran.
Para entonces Daria ya había ideado varias maneras de conseguir entrar en la casa.

En el camino de regreso a su habitación, Alejandro abrió un camino mental


y compartió que él también había estado intentando averiguar diversas maneras de
forzar la entrada. Juntos se decidieron por una.

¿Esta noche? concluyó Alejandro.

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El Club de las Excomulgadas
Daria pensado en Ari. Sí. No podemos dejarla descuidada, pero no creo que
tengamos tiempo que perder.

Anya Bast - El Pecado Elegido

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Trece
Daria se dejó caer sobre la hierba lo suficiente fuerte para hacer que sus
dientes chocaran. Rodó hacia un lado, y se quedó inmóvil por un momento, con el
corazón latiendo en su pecho. Dios, esperaba que no hubiera perros. Ella podía
manejar casi cualquier tipo de alarma, pero los perros eran difíciles.

Esta tenía que ser la enésima vez que había hecho allanamiento de morada
en el cumplimiento de su deber y cada una de esas veces le dio un ataque de
nervios.

Alejandro la había impulsado por encima de la valla, al mismo tiempo que


Brandon había desactivado la alarma, sólo durante unos diez segundos, para que
no sonara por todo el perímetro interior de la valla. Le había dado tiempo suficiente
como para usar su nueva y brillante fuerza vampírica y la agilidad para saltar la

Anya Bast - El Pecado Elegido


valla y rodar a un lado, lejos del rayo láser que, en caso de dispararse, podía revelar
su ubicación.

Inhalando el olor a hierba recién cortada, esperó durante varios minutos.


Ningún ladrido se encontró con sus oídos. Oh, eso era tan bueno.

Se puso en pie y se dirigió hacia los árboles, sabiendo que Brandon y


Alejandro, que no podían subirse fácilmente por encima de la cerca debido a su
tamaño, se habían fundido en las sombras.

El lugar estaba vigilado, pero no demasiado. Por lo que ella podía ver tenía
una configuración de seguridad estándar. No era algo que, con su formación
especializada, no pudiera eludir fácilmente por su cuenta.

Sante probablemente no sentía que necesitara algo más que elementos de


disuasión suaves, lo suficiente para protegerse de admiradores. Después de todo, el
recinto mismo era una fortaleza. Ellos escogían con cuidado e investigaban a cada
persona antes de permitirles pasar a través de la reja delantera.

164
El Club de las Excomulgadas
Por suerte para ella, porque no estaba preparada para entrar en una casa
custodiada por expertos en estos momentos. Pero ella podía hacer alguna cosilla
común con la alarma por su cuenta con las herramientas que habían
contrabandeado cosiéndolas en el forro de sus bolsas de lona.

Usando las sombras, los árboles y arbustos, se abrió paso muy lentamente
hacia la casa. Estaba tomando un riesgo enorme porque no tenía ningún
conocimiento del interior de la casa o los planos. Era un riesgo necesario, sin
embargo. Si Ari Templeton aún vivía, podía no tener una gran cantidad de tiempo.

Con los ojos abiertos y los sentidos completamente alertas, se acercó a la


casa y empezó a buscar tanto por una manera de entrar como por cualquier otro
dispositivo de seguridad. Sólo una ventana en el segundo piso mostraba luz o algún
tipo de actividad.

Era tarde, y esperaba que Sante y cualquier otra persona en la casa

Anya Bast - El Pecado Elegido


estuvieran durmiendo. Una vez que los Escogidos se adaptaban a la vida bajo la
cúpula, comenzaban a dormir cuando ya era de noche y estaban despiertos cuando
había luz. Pero al parecer alguien estaba todavía despierto.

Encontró un punto de entrada y tocó con nostalgia las herramientas en el


bolsillo de su chaleco que no necesitaría. No parecía haber ningún otro sistema de
seguridad electrónico puesto en la residencia. Sante aparentemente pensaba que la
reja, los guardias y el perímetro de alerta eran suficientes.

Esto no sería un reto, pero al menos sería capaz de entrar y salir sin levantar
sospechas ni dejar rastro alguno de su presencia. Ese era el mejor de los casos, ser
un fantasma. Entrar, buscar a Ari, y salir.

Deslizando una herramienta básica de bloqueo de cerraduras de su bolsillo,


rápidamente la utilizó en la cerradura en la parte trasera de la casa. Poco a poco,
abrió lentamente la puerta y entró en la cocina con los pies tan silenciosos como los
de un gato. Antes de que hubiera dejado el apartamento, había lavado su cuerpo a
fondo con un producto diseñado para eliminar todo el aroma. Daria esperaba que

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El Club de las Excomulgadas
eso funcionara. De lo contrario Sante podría ser capaz de detectarla en su casa con
su antigua e inteligente nariz de Elegido.

Una luz tenue sobre el horno iluminaba la gran habitación. Era, por
supuesto, lo último de vanguardia. Nada menos serviría para Christopher Sante.

Un estante de vinos cubría una pared entera, lleno de botellas apiladas. Por
encima de la gran isla de la cocina en el centro de la sala colgaban finas copas de
cristal y una variedad de implementos de cocina. Sí, Daria recordaba muy bien que
Sante disfrutaba de su vino. Habían pasado muchas noches frescas en el patio
tomando vasos de tinto fino mientras veían el sol sumergirse más en el cielo.

Bastardo.

Sacudiendo ese recuerdo, se movilizó a lo largo de la pared hacia una puerta


que era o bien un cuarto de las escobas, un cuarto de baño, o la entrada al sótano.
Bingo, era el sótano.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Desapareció a través de él y se dirigió hacia abajo al nivel más bajo y con
olor a humedad de la casa. A cada paso que daba en la oscuridad, agradecía su
flamante visión sobrenatural.

Una por una, lentamente y en silencio, exploró todas las habitaciones.


Después de haber encontrado sólo arañas, más estantes de vino y más polvo,
regresó al primer piso, y repitió su búsqueda. No encontró nada que no fuera
completamente doméstico. Nada de carácter ilegal. Nada de drogas, ni chips de
sentidos, nada que tuviera que ver con el tráfico ilegal de esclavos de sangre, y
ciertamente no con Ari Templeton.

Habiéndose cerciorado de que había investigado a fondo todo lo que pudo,


Daria se abrió paso por las escaleras hasta el segundo piso, manteniéndose contra la
pared para evitar crujidos o chirridos.

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El Club de las Excomulgadas
Trató de reprimir su decepción. Su deseo de clavar a Sante contra la pared
era muy fuerte... y muy personal, pero necesitaba permanecer neutral y objetiva. Si
no había nada que le implicara en la casa, simplemente no lo había.

De todos modos, se trataba de un gran complejo y aún tenían que explorarlo


todo. La evidencia, y Ari Templeton, podía estar en cualquier lugar. Tal vez sus
instintos acerca de que Templeton estaba en la casa eran simplemente erróneos.

Llegó a la cima de las escaleras y se encontró en un pasillo largo. La luz


suave se derramaba por debajo de una puerta cerrada y se agrupaba en el suelo de
madera dura.

El olor de la colonia de Sante se burló ligeramente en sus fosas nasales,


trayendo una inundación de recuerdos a un primer plano que era tan fuerte que le
hizo inclinar sus rodillas por un momento. Imágenes de la persona que había sido
antes se apoderaron de su mente, de una época en que había sido más joven y su

Anya Bast - El Pecado Elegido


corazón más ligero. Aún podía ver la cara risueña de Sante por encima de ella en su
cama, sus labios tiernamente capturando los de ella. Aún podía oír palabras de
cariño dulces y suaves fluyendo de su boca.

Unos pasos sonaron desde el interior de la habitación iluminada,


acercándose a la puerta cerrada desde el otro lado, y Daria prácticamente se
sumergió en el baño de invitados a oscuras frente a ella. Inmediatamente, su mente
trabajó a través de lugares para poder esconderse en la gran habitación, en caso de
que éste fuera el destino del caminante. Abrió una puerta, encontrando un lienzo y
un armario de baño y se metió dentro, dejando la puerta abierta sólo una grieta
para que pudiera ver hacia fuera.

Sante caminó por el pasillo, más allá del cuarto de baño, vestido sólo con un
par de bóxers azul oscuro. Su cuerpo había cambiado muy poco desde que lo había
conocido, se mantenía en forma y bien cuidado, un desafío para cualquiera en
combate cuerpo a cuerpo, con un fuerte pecho y brazos musculosos. Su pelo era un
poco más largo en estos días, pero aparte de eso parecía el mismo.

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El Club de las Excomulgadas
Otro olor de su colonia le dio un puñetazo en el estómago y le hizo recordar
lo fuerte que se había enamorado de él. Daria realmente creía que había amado a
Christopher Sante en aquel entonces.

Había creído que él la amaba también.

Sante desapareció por las escaleras y regresó un minuto después con dos
copas de vino y una botella abierta. Cuando él volvió a entrar en el dormitorio,
Daria escuchó el rodar de una risa suave, y sensualmente femenina. Su piel se erizó
con la sensación de la succubare. La mujer muy bien podría haber sido la que estaba
en la fiesta el otro día. Tal vez había enganchado a Sante de alguna manera como
un bocadillo.

Qué asco.

Esperó unos instantes, hasta que las cosas se hubieron calmado en el


dormitorio, antes de que saliera del cuarto de baño. Todos los nervios de su cuerpo

Anya Bast - El Pecado Elegido


le exigían que saliera de ese lugar de inmediato y se alejara lo más que pudiera de
Sante, pero sabía que era sólo una reacción personal. Obligándose a apartar eso,
terminó su trabajo y comprobó todas las habitaciones del segundo piso antes de
ceder a su deseo de huir.

Saliendo de la misma forma en que había entrado y volviendo a bloquear la


puerta detrás de ella, se coló de nuevo por el patio, confiando en que no había
dejado ningún rastro de su presencia en cualquier lugar para que Sante pudiera
encontrarlo. Ella había tenido éxito.

Ahora bien, si al menos hubiera encontrado algo.

Saltando, capturó una rama de un árbol y se contoneó hacia arriba para


trepar a una rama lo suficientemente alta como para evitar que el láser del
perímetro la detectara y lo suficientemente cerca para que alcanzara la cima de la
valla. Unos pocos momentos más y se dejó caer en el otro lado y se fundió en las
sombras, con destino a la habitación y a decir su informe, que era un molesto
puñado de nada.

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El Club de las Excomulgadas
Se detuvo y se volvió en la oscuridad, mirando a la casa. ¿Por qué, cuando
no había encontrado ningún indicio de alguien capturado, su intestino todavía le
decía que Ari Templeton estaba allí?

***

Alejandro vio a Daria desaparecer por el camino hacia el dormitorio,


frotando la parte posterior de su cuello después de un largo día de rellenar osos de
peluche, más o menos lo último que cualquiera de ellos pensaba que estarían
haciendo aquí.

Toda la semana había sido más que nada mucho trabajar y poco progreso en
el frente de la investigación. Era difícil conseguir tiempo fuera de los ojos de los
demás miembros del Camino Luminoso. La única manera de explorar era
haciéndolo después del anochecer, y era arriesgado, ya que era difícil explicar por
qué estaban caminando en las horas de la madrugada. Nadie parecía estar fuera

Anya Bast - El Pecado Elegido


entonces, aunque no había toque de queda en el lugar.

Daria había convertido en una meta personal el entrar en la sala de envasado


en la fábrica de osos de peluche, pero estaba resultando difícil. Eso elevaba
banderas rojas en todos ellos. ¿Qué tenían que ocultar?

Sintió a Brandon llegar a su lado. Juntos observaron a Daria desaparecer en


el edificio de apartamentos.

— ¿Qué tal estas, tío? ¿Cómo estás, amigo mío? ¿Cómo te está yendo con lo
de la miel? —Alejandro le preguntó sin volver la cabeza, sus pensamientos todavía
se centraban en su bonita compañera.

Brandon se metió la mano en el bolsillo.

—Es una maldita risa por minutos, pero al menos hay una gran cantidad de
dulzuras alrededor que hace que valga la pena. No tiene sentido dejar todas esas
bonitas flores desatendidas. ¿Por qué no jugar un poco en un costado mientras

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trabajas? —Él hizo una pausa, y luego hizo un gesto con la barbilla en la dirección
que Daria se había ido—. ¿Cómo te está yendo con tu dulzura?

Él gruñó su respuesta.

—No es tu jodido asunto, tío.

Brandon soltó un bufido.

— ¿Así de bien?

—Sí. Así de bien.

—Sabes que las mujeres de aquí te miran como si fueras una especie de
Dios, Alejandro. Recoge algunas flores conmigo. Hay un montón de mujeres para
elegir si tienes necesidad.

Tal vez, pero él sólo deseaba a una de ellas. Brandon no lo entendería, por lo

Anya Bast - El Pecado Elegido


que simplemente no respondió.

—Vamos, vayamos a la habitación —dijo Brandon—. Tengo algo que


decirte.

Una vez que llegaron al dormitorio, se encontraron con que Daria acababa
de salir del cuarto de baño en una nube de vapor. Su cuerpo largo y esbelto estaba
envuelto en una toalla y su pelo corto y rubio estaba puesto en mechones húmedos
alrededor de su cabeza. El olor de su piel recién lavada hizo que su polla se pusiera
dura, pero una ligera brisa, junto con el pensamiento de Daria hacía que su polla se
pusiera dura en estos días.

Todavía se alimentaba de él todos los días, pero no le había permitido


tocarla como lo había hecho antes. Esa última noche había cambiado algo entre
ellos y Alejandro quería desesperadamente saber por qué.

Peor aún, ya que necesitaban cargar cada uno el aroma del otro, ella se
desvestía para extraer la sangre de él. Cada noche yacían casi desnudos juntos, con

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El Club de las Excomulgadas
las pieles tocándose, sus respiraciones mezcladas. No sólo era suficiente para
mantener la sospecha fuera de ellos, sino que también era justo lo suficiente para
volverlo loco.

Él ocultaba su necesidad de ella, sin embargo. Daria no tenía ni idea de lo


mal que estaba jugando con él. Había dejado claro desde el principio que ella había
querido cumplir esta misión, sin tener relaciones sexuales, y él no quería
presionarla a hacer algo que no deseara con todo su corazón. Eso podría causar una
fisura más grande entre ellos. Ese no era su objetivo.

Él quería algo más que sólo sexo con Daria Moran. Mucho más.

Alejandro sabía que tenía que ser paciente. A pesar de que todo lo que
realmente quería hacer era desnudarla y burlarse de ella sin piedad con sus labios,
la lengua y las manos hasta que le suplicara que la follara.

Daria le dio sus saludos a Brandon y a continuación, agarró un frasco de

Anya Bast - El Pecado Elegido


loción y comenzó a aplicarlo en sus largas piernas desnudas. Alejandro se sentó
frente a ella y la miraba con ávido interés mientras se movía, de vez en cuando le
daba destellos de su sexo desnudo, sin que ella lo supiera.

Sí, Daria había sido sin duda puesta en el universo sólo para volverlo loco.
Eso tenía que ser.

—En el otro lado del compuesto, han estado sucediendo algunas cosas
interesantes —comenzó Brandon.

Alejandro arrastró su atención lejos de Daria, con esfuerzo, y se centró en su


compañero.

—Los guardias iban y venían por el camino que conduce más allá del campo
de apicultura. Estaban allí ayer y hoy de nuevo. Esta tarde —hizo una pausa
dramática—, marcharon con un grupo de humanos adictos al velo justo por nuestro
lado.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Un grupo? —preguntó Alejandro. Ahora Brandon tenía toda su
atención—. ¿A dónde iban?

—Ha sido casi imposible para mí deslizar la correa del capataz de allí, así
que no lo sé, pero creo que debemos revisar eso.

—Esta noche —dijo Daria. Había hecho una pausa, absorta y atenta a
Brandon, con la loción agrupada en una mano.

—No si está la luna llena —respondió Alejandro—. Ellos no tienen las fases
de la luna aquí en cualquier tipo de horario, por lo que no sabemos qué será esta
noche. Si se trata de una luna llena, no podemos ir. Mucha luz, es un riesgo
demasiado grande y podemos ser capturados.

Ella asintió.

—Está bien. Tienes razón. La primera noche que no haya luna llena,

Anya Bast - El Pecado Elegido


entonces.

—Hay una fiesta esta noche en la construcción de la Alhambra —agregó


Brandon—. Definitivamente debemos hacer una aparición allí. Nosotros
necesitamos mezclarnos con los nativos tanto como sea posible.

Daria asintió.

—Jia Ying me habló de ella hoy. Me estaba preparando para ir allí. Suena
como si Sante incluso pudiera hacer una aparición. Es el evento de la semana y en
toda la comuna hay un gran revuelo —ella acabó con la loción mientras hablaba—.
Vestíos en colores oscuros. Si no hay luna llena, podemos dirigirnos hacia los
campos de apicultura desde la fiesta.

Brandon asintió y se dirigió hacia la puerta. —Nos vemos por ahí.

Alejandro se sentó en la silla y frunció el ceño mientras Daria estaba de


espaldas a él y dejaba caer la toalla para vestirse. Su mirada se deslizó sobre sus
curvas, en torno a su hermoso culo en forma de corazón.

172
El Club de las Excomulgadas
— ¿Tienes que hacer eso? —Su voz sonaba como la grava.

— ¿Hacer qué? —Ella sacó un par de bragas de algodón blanco,


agachándose lo suficiente como para darle un vistazo de la dulzura. Lanzó una
mirada irritada hacia él—. ¿Te vas a vestir? Quiero ir allí.

No, claramente ella no tenía ni idea. Se movió a la velocidad del rayo y sin
pensamiento consciente. Alejandro la tuvo sobre su espalda con los muslos
separados en un momento. Dejó escapar un grito de sorpresa y luchó con él, pero
había conseguido lo mejor de ella. Fácilmente fijó sus mortales brazos al colchón,
para que no pudiera hacerle daño.

—Eres lo más lindo que he visto. Te deseo, querida.

Daria luchó contra él.

—No entiendo lo que estás diciendo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—He dicho que eres lo más hermoso que he visto nunca. Te deseo, Daria —
él arrastró las palabras, su acento grueso por su ira y la excitación—. Pero si no vas
a follarme, entonces no me tomes el pelo con tu cuerpo desnudo.

Ella parpadeó, viéndose sorprendida.

—Pero tú me has visto muchas veces, Alejandro. Me has tocado. Pongo mi


piel contra la tuya todas las noches, cuando tomo tu sangre. ¿Qué importa si dejo
caer la toalla frente a ti de vez en cuando para cambiarme de ropa?

—Quiero tocarte más de lo que me permites. ¿No lo entiendes? ¿No ves lo


mucho que te deseo? —Le dio un golpe a la suave carne vulnerable entre sus
muslos con su polla dura—. Me estás volviendo absolutamente loco con la
necesidad sexual. Todas las noches tengo que sufrir con tu cuerpo contra el mío
íntimamente, pero no puedo hacer el amor contigo de la manera que quiero. No
puedo aguantar más burlas adicionales, Daria. Ni un momento más.

Sus ojos azules estaban muy abiertos y su respiración con pequeños jadeos.

173
El Club de las Excomulgadas
—Lo siento, Alejandro. No lo sabía.

El olor de su excitación jugueteó en su nariz, haciendo que cada músculo en


su cuerpo se tensara. La presión de sus pechos desnudos contra su pecho no
ayudaba tampoco.

—Yo sé que me deseas. No sé por qué peleas conmigo, pero, tú, Daria, eres
una excelente luchadora. Tienes una voluntad como nunca he visto en toda mi
vida. Estás ganando esta lucha —con un esfuerzo liberó sus brazos y salió de la
cama—. Estás ganando esta estúpida lucha entre nosotros, pero ambos estamos
perdiendo la guerra.

Con esto dicho, se volvió y salió de la habitación de cabeza a la fiesta.

***

Estás ganando esta estúpida lucha entre nosotros, pero los dos estamos perdiendo la

Anya Bast - El Pecado Elegido


guerra.

Las palabras resonaron en su mente mientras Daria observaba a Alejandro a


través del cuarto, apretando mortalmente su bebida. La pelea era obviamente sobre
el sexo, ¿pero sobre qué era la guerra?

A su alrededor se reían Jia Ying y algunos de sus amigos. Jia Ying había
tomado bajo su ala a Daria y la había presentado a muchas personas en el Camino
Luminoso. La Elegida mayor era amable y de buen carácter, parecía que a todos les
gustaba.

Daria nunca había sido buena en tener amistad con mujeres, sobre todo
desde que Julia había muerto. Estaba acostumbrada a tratar con hombres en su
línea de trabajo y se relacionaba con ellos mejor de lo que lo hacía con las mujeres,
pero haría todo lo posible para encajar aquí. Valerie sería buena con amistades
femeninas.

174
El Club de las Excomulgadas
En la superficie el Camino Luminoso se parecía mucho a un complejo
exclusivo para los Elegidos. Era un lugar ideal en las mentes de la mayoría y las
personas a su alrededor no tenían idea de que algo ilegal estaba pasando aquí, de
eso Daria estaba segura. Sante, obviamente, no difundía sus operaciones más
oscuras en general.

—Mira eso —dijo Marissa, una succubare joven y atractiva, apuntando en la


dirección de Alejandro—. Nunca lo había notado antes. Creo que necesito ir a
presentarme.

Jia Ying se echó a reír y cogió el brazo de Marissa antes de que pudiera
llegar muy lejos.

—Su nombre es Alejandro y ya ha hablado, así que si no quieres que Valerie


te arranque miembro tras miembro, quédate aquí.

—Oh, lo siento, pero debes estar acostumbrada a ello ahora —respondió

Anya Bast - El Pecado Elegido


Marisa, con una sonrisa de disculpa—. ¿Cómo mantienes a las mujeres lejos de él?
Es precioso. O tal vez los dos tenéis una relación abierta —terminó, con esperanza.

Un parpadeo de celos no deseados corrió a través de ella. El pensamiento


cruzó por su mente, Alejandro es mío. Nadie más tiene derecho a codiciarlo.

Pero, por supuesto, no era suyo. No sólo eso, ella no quería que él fuera
suyo. Eso había sido sólo un sentimiento estúpido, irracional, nacido de su actual
relación estrecha de trabajo.

Jia Ying golpeó el hombro de su amiga.

—Pregunta tonta. Puedes oler a Valerie sobre Alejandro, y a Alejandro sobre


Valerie. Es muy obvio que están acoplados y sólo entre ellos. No hay otros olores.
Retrocede, Marissa.

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El Club de las Excomulgadas
Justo en ese momento las puertas del fondo se abrieron y un grupo de
Elegidos entraron. Un silencio cayó sobre la multitud, seguido de un murmullo
excitado que fluyó como una ola hasta donde estaba Daria.

Christopher Sante había llegado.

Anya Bast - El Pecado Elegido

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Catorce
Alejandro se volvió y se encontró con sus ojos de manera significativa por
un momento antes de tomarse el resto de su bebida. Brandon no estaba por ningún
lado.

—Guau, toda la junta de directores ha aparecido esta noche —dijo Marissa,


poniéndose de puntillas para ver por encima de la multitud. Su largo cabello
castaño se sumergió en su bebida mientras se movía de lado a lado para ver mejor.

Daria era lo suficientemente alta como para ver fácilmente la pequeña


manada de Elegidos haciendo su camino a través de la multitud.

— ¿Sabes quiénes son todos ellos? Los de la Junta de directores, quiero


decir.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Jia Ying respondió:

—Max Ortega, Sophia Helete, Carlos Hernández, Eleanor Matthews y


Jillian O'Bryan.

Todos los que conocían acerca de las actividades ilegales en el Camino


Luminoso.

Daria se despidió y se dirigió hacia Alejandro.

—Él viene en esta dirección —dijo, serpenteando un brazo por su cintura y


tirando de ella contra su costado. Ella se acurrucó contra él como si perteneciera a
ese lugar, o al menos eso es lo que esperaba que pareciera.

De hecho, Sante parecía estar haciendo una línea recta hacia ellos a través
de la multitud, deteniéndose de vez en cuando para saludar a alguien o estrechar
una mano como un maldito político intergaláctico. Parecía que todos querían un
pedazo del dueño del Camino Luminoso, sin embargo, nadie era demasiado
exigente. Eso podía tener algo que ver con el puñado de rudos guardaespaldas

177
El Club de las Excomulgadas
Elegidos que Daria podía ver detrás de los miembros del círculo íntimo de Sante.
Honestamente, era como esperar en la corte para ser abordados por el rey, e hizo
que la piel de Daria tratara de levantarse y marcharse sin ella.

Sante los vio entre la multitud y los miró de nuevo.

— ¿Alejandro? —Él caminó hacia ellos.

Daria pegó una sonrisa en su cara, incluso la obligó a que se reflejara hasta
en sus ojos. Maldita sea, era una buena actriz.

Cuando Sante los alcanzó, Alejandro le dio la mano, pero con una sonrisa,
Sante tiró de él en un abrazo y le dio una palmada en la espalda.

—Ha pasado un largo tiempo.

—Demasiado tiempo, tío —respondió Alejandro, sonriendo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Sabía que recientemente te habías unido a nosotros aquí en el Camino
Luminoso. Confieso que estaba buscándote esta noche —Sante llevaba una gran
sonrisa. Se volvió hacia ella.

— ¿Esta debe ser Valerie?

Daria le tendió la mano.

—Encantada de conocerle, Sr. Sante. He oído hablar mucho de usted.


Realmente, es un honor.

—Llámame Christopher —respondió—. Habéis compartido los donantes de


sangre empleados aquí en el Camino Luminoso, eso nos hace familia.

Oh, qué asco.

—Este lugar es increíble. Me siento muy privilegiada de estar aquí. Me


siento como que he llegado a casa... a la familia.

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El Club de las Excomulgadas
—De hecho, es por eso que he creado el Camino Luminoso en primer lugar
—continuó Sante—, para que pudiéramos tener un lugar apartado de los seres
humanos. Un lugar que fuera todo nuestro, una comunidad.

Ella aumentó el resplandor de su sonrisa.

—Agradezco que me permitieras entrar… Christopher.

—Me alegro de que los dos estéis aquí —se volvió hacia Alejandro—.
¿Cuántos años han pasado? ¿Cinco?

—Han pasado siete años —respondió Alejandro.

—Más tiempo de lo que pensaba entonces. Escuché que habías sido Elegido
por Lucinda Valentini. No tuviste suerte en el sorteo con eso.

—Ni que lo digas, mi amigo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Han pasado muchas cosas desde nuestros días en la ITB.

—Dejé esa vida detrás de mí después de mi Elección. En realidad, nunca me


encontré cómodo en ello la primera vez, y ahora que estoy viviendo la vida del
Elegido... —hizo una pausa y Alejandro añadió significativamente—: No miro
hacia atrás.

Una lenta sonrisa se extendió en los labios de Sante mientras el mensaje


tácito quedaba registrado en voz alta. Tengo nuevas lealtades ahora y entiendo la lealtad
que los Elegidos tienen con los de su propia sangre. Te perdono por el pasado.

Alejandro apretó el agarre alrededor de su cintura, sabiendo cómo debía


sentirse ella. Daria no se inmutó, no permitió que su sonrisa dudara ni por un
momento, mientras el recuerdo del pasado, de la muerte de Julia, parpadeaba en
los ojos de Sante acompañado de una sonrisa lenta de comprensión. Su estómago
se le revolvió. La verdad había brillado detrás de su mirada por un momento,
rápidamente cubierta por una mentira oscura.

179
El Club de las Excomulgadas
A pesar de que quería arremeter contra Sante, cerrar las manos alrededor de
su garganta, y apretar, no movió un músculo.

Sante asintió, con una mirada cálida y especulativa en los ojos.

—Te lo agradezco.

—Sólo quiero crear una nueva vida para mí aquí con Valerie.

En realidad, quiero arrancarle el corazón por hacerte daño.

El comentario, pronunciado en un camino mental que Alejandro había


abierto con ella, le hizo apretar su mano en la suya. No respondió, pero pudo ver
que Alejandro temblaba de rabia sutilmente por lo demás bien disimulada. Su
sentido protector la calentó.

Y Daria lo entendió. Era difícil estar allí y sonreírle a la cara del hombre

Anya Bast - El Pecado Elegido


cuando lo único que ambos querían era aplastarle la garganta entre sus dedos.

Ambos habían hecho trabajos como este un millón de veces, pero éste era un
asunto personal.

Sante volvió su atención a Daria.

— ¿Te he visto antes, Valerie? Me pareces conocida.

Su corazón se detuvo, luego sonó un poco más rápido de lo normal. Luchó


para calmarse, a sabiendas de que el vampiro más viejo podría ser capaz de
escuchar el aumento de su ritmo cardíaco, podría ser capaz de oler la sorprendida
emoción del miedo en su piel.

—No creo que jamás nos hayamos conocido, pero es posible. ¿Alguna vez
pasaste algún tiempo en Nueva Chicago? Ahí es donde pasé la mayor parte de mi
vida.

180
El Club de las Excomulgadas
Sante la estudió por un momento con una intensidad que hizo que la
aprehensión se curvara a través de su estómago. Su cirugía había sido completa. No
debía haber ninguna forma de que Sante pudiera reconocerla. Su propia madre no la
había reconocido, cuando Daria la había llamado por el comunicador visual
después del procedimiento.

Por último, Sante asintió y miró a Alejandro.

—Lo he hecho. Tendremos que explorar nuestras posibles mutuas


conexiones con más tiempo en algún momento pronto —Sante se movió para
dejarlos—. Disfrutad de la noche.

Una vez que habían intercambiado palabras de despedida y Sante había


continuado, Alejandro y Daria compartieron una corta mirada mientras el resto de
su comidilla corría detrás de él como un tren de boda.

Daria abrió un camino mental. Tengo que salir de aquí por un minuto. Regresa a

Anya Bast - El Pecado Elegido


la habitación. No queda nada por hacer aquí.

Le entregó la copa vacía y se deslizó del agarre de la multitud con un suspiro


de alivio.

Una vez fuera del edificio, miró al cielo y maldijo. Luna llena. Esta noche
no habría incursión al otro lado del complejo. La luz plateada iluminaba el campo
casi como si fuera la luz del día, blanqueando el color de todo a su alrededor.
Inspiró profunda y entrecortadamente, tratando de mantener sus nervios bajo
control por haber visto a Sante después de tantos años.

Un movimiento atrapó su mirada y volvió la cabeza para ver a una mujer


que caminaba por un sendero en el extremo del edificio. Alta, delgada, de cabello
largo y castaño, con la nariz un poco más grande de lo que podría considerarse
clásicamente atractivo.

Ari Templeton.

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El Club de las Excomulgadas
Daria despegó, corriendo tras la mujer mientras ella giraba en una esquina,
con su corazón latiendo en su pecho. Se deslizó por la esquina del edificio para
encontrar... a nadie. Daria escudriñó la zona, en busca de una puerta lateral en la
construcción de la Alhambra o algún lugar que ella pudiera haber ido, pero no
había nada.

— ¿Qué demonios?

Se quedó parada, mirando hacia el camino. Tal vez se estaba volviendo loca.
Tal vez no había habido realmente una mujer en absoluto. Tal vez había alucinado
todo el asunto. Olfateó el aire, tratando de analizar los diversos olores con su nuevo
súper genial olfato de Elegida, pero no pudo aislar la esencia única de una persona
que recientemente había caminado a través del aire. Nada. Un escalofrío
espeluznante entró en sus huesos, haciéndole estremecerse.

O tal vez estaba persiguiendo a un fantasma.

Anya Bast - El Pecado Elegido


No podría haber sido a Ari Templeton a quien había visto. Tenía que
haberse equivocado.

***

Daria trató de no disfrutarlo, cuando Alejandro se deslizó en la cama junto a


ella y la apretó contra él. Fingió dormir, así tenía una excusa para permanecer de
esa manera, con la cabeza contra su pecho y su cálido cuerpo desnudo metido en
contra de su lado.

Incapaz de conciliar el sueño, mientras se interrogaba sobre su cordura, dio


la bienvenida a la comodidad de su olor y la solidez sedosa de su forma junto a ella.
Alejandro se había quedado en la fiesta hasta altas horas de la mañana, y se
preguntó qué le habría mantenido allí.

El pensamiento de Marissa pasó por su cabeza, acompañado por una dosis


no deseada de celos. Estúpido, ya que a ella realmente no le importa con que, o

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El Club de las Excomulgadas
quién, Alejandro lo hacía. Esta asignación estaba empezando a poder con ella.
Estaba empezando a creerse su tapadera.

De todos modos, respiró hondo, en busca de cualquier indicio de otra mujer


en él. No obtuvo nada, por supuesto. La multitud que les rodeaba en la
construcción de la Alhambra ocultaba casi todo, aunque podía detectar el olor de
ella en su piel, como una marca de propiedad. Eso la consoló y, a su vez, la
perturbó.

Mañana le diría a Alejandro que ella había visto un fantasma... o algo así.
Esta noche quería quedarse donde estaba. Tal vez ahora que él estaba allí, podría
ser capaz de dormirse.

Él enredó los brazos alrededor de su cintura y apoyó la barbilla en la parte


superior de su cabeza. Un gemido retumbó de él, vibrando a través de ella.

El sonido bajo, sexy, tan parecido a los ruidos que hacía cuando estaba

Anya Bast - El Pecado Elegido


excitado, le puso la piel de gallina a lo largo de sus brazos.

Poco a poco, la relajación finalmente se posó sobre sus miembros,


espantando el último de los pensamientos que le inundaban en la mente. El sueño
se burlaba de ella, atrayéndola un poco a la vez hasta que sus párpados se cerraron.

El sonido de la apertura de la puerta la despertó de un tirón de su sueño casi


perezoso. Daria y Alejandro ambos se despertaron y se sentaron con reflejos de la
velocidad del rayo.

—Tranquilos —dijo Sante mientras él entraba por la puerta. Dos guardias lo


siguieron.

Un dormido Alejandro se pasó una mano por el pelo, tratando de parecer


relajado, pero su cuerpo estaba tenso como una cuerda de arco a su lado.

— ¿Tranquilos? ¿Qué mierda, Sante? Son las tres de la mañana —él dejó
salir una corriente de gruñidos en español.

183
El Club de las Excomulgadas
Sante se situó en el extremo final de la cama.

—Hemos tenido una queja de ti.

Daria se removió inquieta en el colchón.

— ¿Sobre qué?

Sante hizo un gesto hacia sus guardias, y luego les ordenó que cerraran la
puerta.

—Alguien piensa que no sois realmente una pareja acoplada.

—Eso es ridículo —respondió Alejandro—. Puedes vernos aquí en la cama


juntos.

—Sí —Sante hizo una pausa—. Sin embargo, dormir uno al lado del otro es
fácil. Mira —extendió las manos—, yo creo que estáis muy acoplados, pero tú y yo

Anya Bast - El Pecado Elegido


tenemos una historia, hermano. Debido a esa historia, tengo que ser demasiado
cuidadoso. ¿Sabes lo que quiero decir?

— ¿Qué diablos quieres de nosotros? —le preguntó Daria enojada—. ¿Cómo


podemos darte una prueba? No soy muy exhibicionista, así que si quieres vernos
tener sexo me temo que no tendrás suerte con eso. —La ira ardía en sus venas, pero
eso estaba bien. Valerie estaría enojada al haberle interrumpido su sueño y
cuestionado su relación. Era natural.

—No soy un mirón. El sexo no significa nada. Cualquier par de personas


pueden tener sexo y hacer que se vea como que lo hacen en serio. Quiero ver a
Alejandro tomar tu sangre.

Alejandro hizo un sonido de frustración.

—Sabes que la alimentación entre una pareja es casi siempre sexual. No


puede ser de otro modo. Entonces de nuevo, ¿qué era eso de no ser un mirón?

184
El Club de las Excomulgadas
Daria interrumpió y preguntó:

— ¿Cómo ver que él toma mi sangre demuestra algo?

Sante la favoreció con una lenta sonrisa, con dientes blancos y relucientes
como colmillos de un lobo en la semi-luz.

—He vivido mucho tiempo, hermosa Valerie. He sido un Elegido por


cuatrocientos años. Cuando veo a una pareja acoplada compartir sangre, créeme,
puedo distinguir la verdad de la ficción.

A su lado, Alejandro se quedó inmóvil. Ni un sonido rompió el silencio en


la habitación durante un buen rato. A continuación, la voz de Alejandro lo rompió
como el final de un latigazo.

—Estoy harto de ser probado, Sante. Carlos nos probó tan pronto como
llegamos y eso engendró mala voluntad. Y ahora esto. ¿Cuándo terminará todo?

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Esta noche. Termina esta noche. —Sante se apoyó contra la pared al otro
lado de la cama—. Pruébame tu acoplamiento ahora y te prometo que no habrá
más pruebas. Debo asegurarme de que no me estás mintiendo, Alejandro. Os he
dejado a ambos llegar demasiado cerca de mi corazón como para asumir riesgos.
Estoy plenamente en mi derecho a exigir esto.

Ninguno de los dos se movió. En su lugar, se quedaron mirando a Sante,


que miraba expectante hacia ellos. Sus guardaespaldas se habían asentado
flanqueándolo. Daria tuvo que morderse la lengua para no bombardearlos con
palabrotas. Las palabras cáusticas subieron a su lengua con un sabor amargo y las
aplastó hacia abajo.

Un tenso silencio se apoderó de la habitación como una mortaja. Daria no


quería darle a Sante lo que quería, pero sabía que su mano estaba siendo forzada.
No podría poner en peligro esta misión por algo tan trivial. Sin embargo, se
preguntaba por el duro enojo que emanaba de Alejandro, si retaría a Sante.

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El Club de las Excomulgadas
Alejandro no estaba acostumbrado a ceder a la voluntad de otro. Sobre todo en
algo tan íntimo. Tenía que odiar esto más que ella.

—No. —La palabra se deslizó de los labios de Alejandro y cayó como una
piedra pesada en el silencio.

Brevemente, ella cerró los ojos. Maldita sea, Alejandro.

Inmediatamente, Sante contrajo la mano. Sin vacilar, como si hubiera


esperado que Alejandro se resistiera. Los guardias entraron en acción, capturando a
Alejandro y arrastrándolo de la cama. Daria tuvo que impedirse luchar contra los
guardias, no queriendo darle a Sante ninguna indicación de que era algo más que
una camarera que estaba en lo peor de su suerte y una vampiro recién Elegido.
Valerie no sería capaz de combatir con hombres del doble de su tamaño.

Alejandro luchó, pero fue incapaz de deshacerse de los dos vampiros que
cada uno tenía uno de sus brazos firmemente en sus manos. Lo apresaron contra la

Anya Bast - El Pecado Elegido


pared y lo inmovilizaron allí, donde podía hervir de cólera y fulminar con una
mirada sombría a Sante.

Sante no se había movido. Su expresión no había cambiado. La mirada del


vampiro de más edad se centraba en ella. La respiración de Daria estaba atrapada
en su garganta. No le gustaba tener esos ojos penetrantes con tanta atención
centrados en su cara.

Manteniendo la mirada centrada en ella, Sante habló.

—Durante estos últimos años, mientras me he movido a mi cuarto siglo


como un Elegido, he desarrollado una nueva habilidad. Puedo beber de las venas
de una persona, Elegida o no, y decir muchas cosas acerca de ellos. Estaríais
sorprendidos de los secretos que la sangre de una persona dirá. Si lo deseas, puedo
ahorrarte la vergüenza de tomar la sangre de Valerie y simplemente hacerlo yo
mismo.

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El Club de las Excomulgadas
El pánico cortó a través de ella. Las implicaciones eran claras: si Sante
probaba su sangre, podría ser capaz de decir que no se habían apareado de verdad.

Sus dedos se curvaron en las mantas y en puños.

Él podría ser capaz de reconocerla.

Sante se puso de pie en un movimiento fluido y controlado. Su mirada


recorrió sobre ella.

—No será nada difícil. Es muy atractiva. A ti no te importa, ¿verdad,


Alejandro?

Alejandro explotó a la acción, luchando contra los guardias y jurando con


palabrotas en español a todo pulmón.

—No vas a poner un diente en ella, Sante —su voz salió como un gruñido,

Anya Bast - El Pecado Elegido


peligrosa y sus colmillos se habían extendido. Las afiladas puntas blancas asomaron
de entre sus labios.

Sante dio un paso hacia el final de la cama.

—Tú dijiste que no tomarías su sangre mientras yo mirara, sin embargo,


debo tener este tema aclarado antes de salir de la habitación. ¿Qué más esperas que
haga? Ella es muy hermosa, tu Valerie, no me importa tocarla.

Esto no podría suceder. Daria entendió que Sante estaba deliberadamente


poniéndole un cebo a Alejandro, y sin embargo, podía ver la intención en los ojos
de Sante para llevar realmente a cabo su amenaza.

Daria se movió con cautela hacia el lado opuesto de la cama, pero no lo


suficientemente lejos de su alcance. Sante le tocó la mejilla, el dedo pulgar
dibujando un arco lento debajo de su ojo. Ella reprimió un escalofrío de repulsión,
pero no pudo evitar girar su cara.

—No la toques —gruñó Alejandro.

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El Club de las Excomulgadas
—Entonces accede a mi petición. Es sólo una pequeñita.

— ¡Muy bien! ¡Sí, accedo a ella! —Él tironeó los brazos del agarre de los
guardias—. Dile a los hombres que me suelten y lo haré.

Gracias a Dios.

Sante quitó la mano de su mejilla, con su mirada aún sosteniendo la de ella.

—Admito que estoy un poco decepcionado de que cediste, Alejandro.

Cediste. El uso de esas palabras no se perdió para Daria. Sante estaba


tratando de pinchar el orgullo de Alejandro.

Sante se volvió y miró a sus hombres.

—Liberadlo —les ordenó secamente, y ellos se alejaron de Alejandro. A


continuación, Sante retrocedió, dando a Alejandro espacio para moverse.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Alejandro de inmediato se interpuso entre ella y Sante en un gesto protector.
Se quedó por un momento, mirando al vampiro mayor, con agresión y amenaza en
su postura y, a pesar de que Daria no podía verlo, probablemente en su rostro.

Una lenta sonrisa se extendió en la boca de Sante.

— ¿Te gusta estar aquí en el Camino Luminoso, Alejandro?

—No por el momento. —Tierra tráganos.

Los colmillos de Sante destellaron y sus ojos brillaron en la penumbra.

—Vamos. Estar atado a Lucinda todos estos años debe haber roto al alfa en
ti al menos un poco.

—Parece que no.

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El Club de las Excomulgadas
—Si quieres permanecer aquí, tienes que jugar con mis reglas. Si se te
considera digno de confianza, es posible que te quiera en mi círculo íntimo.
Siempre he tenido gran respeto por ti. Sé qué clase de persona eres. Tú mantienes
fuertes ideales y lealtad. Sin embargo, tenemos que superar esta desconfianza que
se ha colocado sobre ti primero. Piensa en esto como una prueba. Si pasas, la
recompensa será grande. ¿Entiendes?

La posibilidad de que Alejandro fuera incluido en el círculo íntimo de Sante


prácticamente le hizo la boca agua a Daria. Estaba segura de que las palabras
habían marcado muy bien a Alejandro también.

Ella corrió el riesgo de abrir un camino mental. Sólo hazlo. No hizo ningún
indicio de que él la había escuchado.

Alejandro no respondió verbalmente a Sante. En su lugar, se volvió y fijó su


mirada en ella con intensidad. Sus pupilas estaban dilatadas por su agitación y sus

Anya Bast - El Pecado Elegido


colmillos aún estaban extendidos. La molesta resignación se instaló en sus hombros
y el conjunto sombrío de sus labios.

Daria le sostuvo la mirada por un momento, comunicándose sin palabras.


Tenían que hacer esto. Tenían que hacer que se viera bien. La misión dependía de ello.
Sus vidas dependían de ello.

Se acercó y se inclinó hacia ella. Ella tuvo que luchar contra su impulso
visceral de retroceder. Alejandro no le dio una opción, de todos modos. Sacó las
mantas fuera de ella, la agarró de la pantorrilla, y la arrastró hacia él.

189
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Quince
Los boxer que ella estaba usando se deslizaron hacia arriba mientras él la
ponía sobre el colchón para tenderla debajo de su gran cuerpo. Si Sante no hubiera
estado en la habitación con ellos la acción la tendría húmeda. Así como estaban las
cosas, sólo la inquietaba.

Alejandro dudó, teniendo en cuenta la rigidez repentina de su cuerpo.


Apretó su pantorrilla y luego pasó su palma hacia arriba por su piel despacio, hasta
la parte posterior de su rodilla. Su respiración se aceleró, pero hizo muy poco para
que se relajara. Llevando su mirada hacia la izquierda, vio que Sante había vuelto a
su posición contra la pared, preparándose para el show.

Alejandro le dio un tirón hacia él de nuevo, esta vez un poco más rudo. Se
trataba de una orden no hablada. Él tenía razón, tenía que meter su cabeza en el

Anya Bast - El Pecado Elegido


juego.

Daria se sentó, enroscando una mano alrededor del cuello de Alejandro y


atrayéndolo hacia abajo sobre ella mientras sellaba su boca en la de él. Un
hambriento sonido retumbó fuera de él. Agarró sus boxer y los tiró hacia abajo,
atrayendo un jadeo rápido de sorpresa de su garganta.

Una vez que tuvo la prenda de vestir hacia abajo y fuera, dejándola en sólo
su ropa interior de algodón y la camiseta sin mangas que usaba en la cama, insertó
una rodilla entre sus muslos y los obligó a separarse. Luego se bajó sobre ella,
arrastrando su pierna por encima de su cadera y moliendo su polla en su contra.

Al parecer, que Sante estuviera en la habitación no había afectado su


impulso sexual.

Todo su cuerpo se tensó. Ella respiró, tratando de relajarse, tratando de


suavizar los músculos y conjurar la erótica y suave ola de placer para que barriera
por encima de su cuerpo, la cual estaría presente si su pareja estuviera a punto de

190
El Club de las Excomulgadas
tomar su sangre. Sin embargo, ese tipo de estado de ánimo no podía ser conjurado,
no ahora. No con Sante aquí. Ni siquiera para el tipo de juego que estaban jugando.

Pensando en todos sus movimientos, ella abrió las piernas para él. El
contacto de Alejandro había producido alguna reacción en ella. Sus pechos se
habían vuelto más pesados y sus pezones duros presionaban contra la tela de su
camiseta de tirantes.

Los dedos de Alejandro hicieron un puño en su pelo y lo utilizó para tirar de


su cabeza hacia un lado. Él mordisqueó y chupó su camino desde su boca, sobre el
mentón y luego a lo largo de su garganta, levantándole la piel de gallina a lo largo
de su cuerpo. Sus colmillos mellaron en su piel y una corta ráfaga de dolor explotó,
seguida rápidamente por una oleada de placer intenso. Alejandro había desplegado
una enorme cantidad de velo sobre ella, confundiendo su mente.

Ah, gracias a Dios... A pesar de que ella se lo había prohibido, él estaba

Anya Bast - El Pecado Elegido


usando su "ingrediente especial".

Normalmente la habría alarmado, molestado. Ahora se relajó en él con


gratitud. La llenaba como una droga, borrando sus inhibiciones y haciendo que la
amenaza de Sante en la habitación sólo fuera una preocupación lejana.

Pronto lo único que podía pensar era en las necesidades de su cuerpo.

Sus ojos se cerraron y ella se estremeció en un suspiro largamente erótico. Su


mundo entero se centró en las manos de Alejandro sobre su cuerpo, su polla
frotando rítmicamente contra su coño a través de sus ropas, sus labios y boca
moviéndose sobre su piel. Entre sus muslos, se calentó e hinchó, sabiendo que el
olor de su excitación llenaba la habitación.

Él se agachó y tiró de sus bragas hacia abajo y fuera, y luego arrastró sus
dedos sobre su piel caliente, parando para frotar su clítoris hasta que ella gimió
contra sus labios.

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El Club de las Excomulgadas
Su coño se sentía pesado y caliente. Alejandro nunca tenía que hacer mucho
para provocar esa reacción en ella. Todo lo que tenía que hacer era tocarla, besarla,
mirarla. Sus pechos se tensaron en contra de su camiseta de tirantes. Ella gimió,
tratando de no rogar para que pasara sus manos sobre ella, por el lento, y largo
deslizamiento de su polla dentro de ella.

Alejandro deslizó su muslo entre sus piernas y lo presionó contra su sexo.


Ella dejó salir una bocanada de aire ante el contacto, sus dedos enroscándose a
través de su pelo. Él gimió contra su garganta y movió su pierna hacia atrás y
adelante, estimulando la parte más necesitada de su anatomía.

Giró su cabeza hacia un lado, exponiendo la columna vulnerable de su


garganta. Manteniendo el lento ritmo entre sus muslos, trazó con sus hábiles labios
sobre su carne, poniéndole más aún la piel de gallina en ella.

Todo el mundo se desvaneció, reemplazada por la voluntad de Alejandro y

Anya Bast - El Pecado Elegido


lo que su cuerpo quería. Ella abrió los ojos brevemente en una bruma de la lujuria
mientras él rozaba sus colmillos sobre su piel. Mordió y una oleada de felicidad
orgásmica se derramó sobre ella. Le clavó los dedos en los bíceps y se sostuvo en
virtud de la embestida.

Alejandro hizo un bajo sonido placentero de aprobación y se movió desde su


garganta, donde una gota de su sangre brotó, hacia abajo por sus pechos. Sus
manos encontraron la parte baja de la espalda, arqueándola hacia arriba y hacia él
mientras que él mordía con suavidad cada uno de sus pezones a través del material
de la camiseta, dejándolos sensibles y erectos. Sus dedos se hicieron puños en su
pelo, enredándose a través de los hilos sedosos mientras ella luchaba contra el
impulso de mover sus caderas para aumentar la fricción deliciosa de él
presionándose contra su sexo.

Alguien se movió por el rabillo de su ojo, pero ella no se atrevía a mirar, no


se atrevía a... que le importara. No cuando Alejandro se movía más abajo por su
cuerpo inmóvil, empujando hacia arriba el borde de la camiseta sin mangas y
arrastrando sus sensuales labios sobre su abdomen, acariciando con la yema de su

192
El Club de las Excomulgadas
dedo índice sobre su clítoris hasta que ella abrió las piernas para él. Bajo el pesado
velo que había usado en ella, no consideraba nada más importante, sino el placer
derramándose sobre ella y la anticipación de la siguiente mordida de Alejandro.

Le mordisqueó en el lugar donde su muslo se unía a su sexo, un área tan


sensible, y se estremeció. Sus dedos agarraron sus piernas y las separaron mientras
arrastraba la lengua por la piel de la cara interna de su muslo. Allí, rozó con los
colmillos, un masaje lento, duro en toda esa suavidad. La hizo estremecer, hizo
vibrar su clítoris con la necesidad de ser tocado. Alejandro no estaba obligándola.
Tanto como ella lo quería, una parte profunda y enterrada en ella, estaba
agradecida.

La pesada y cálida mano de Alejandro se apoyó en su cadera. Su otra mano


estaba reforzada contra su rodilla opuesta, forzando sus piernas abiertas y
sujetándolas. Sus manos se curvaron en las mantas a ambos lados de ella y su
cuerpo se estremeció con la conciencia. Lamió la zona superior de la cara interna

Anya Bast - El Pecado Elegido


de su muslo, acariciándola más suave luego con la lengua. Después de que él le
hubiera dado prolongados besos, las puntas de sus colmillos le pincharon la piel, un
toque dulce del dolor jugando en contraposición con el placer.

Y luego él mordió.

Sus colmillos se deslizaron en su carne y el familiar éxtasis envolvió su


cuerpo, la sensación de hormigueo yendo a lo largo de sus terminaciones nerviosas.
Le trajo apenas por debajo de un clímax y la dejó tambaleando allí, al borde. Tomó
su sangre, y su succión trajo una nueva ola de placer. Su clítoris pulsaba, hinchado
y palpitante con la necesidad de ser tocado.

Daria arqueó la espalda y luchó contra el gemido levantándose en su


garganta. Se aferró a las mantas, con todo lo que tenía, su cuerpo cabalgando el
borde del clímax, pero desesperantemente no llegando a él.

193
El Club de las Excomulgadas
Alejandro se tomó su tiempo, alimentándose y manteniéndola allí, flotando
en el borde. En el momento en que había terminado, ella era un desastre frustrado
de jugueteo sexual.

Le soltó la pierna y se subió a su cuerpo, enhebrando sus manos en su pelo y


mirándola fijamente en la penumbra.

Para aquel momento, sus cuerpos estaban tensos por la necesidad sexual,
que realmente era como si estuvieran solos.

El deseo desnudo brillaba en los ojos de Alejandro, tocándola con cuidado.


Fue el cariño lo que hizo que lo deseara. Era el borde amoroso que podía ver
resplandecer en las profundidades de sus ojos oscuros, como una manta de
terciopelo rozando su piel, sosteniéndola cerca y calentándola en una noche fría,
muy fría.

—He visto suficiente —dijo Sante a través del cuarto. Ni Alejandro, ni Daria

Anya Bast - El Pecado Elegido


se movieron o reconocieron su presencia en absoluto—. Está claro que están
acoplados. Este asunto se pone a descansar.

Alejandro no rompió su mirada en la de ella mientras Sante y sus hombres


se iban. Una vez que la puerta se cerró, Alejandro bajó la cabeza y la besó. La
pasión corría entre ellos dos, tan tangible como el calor en contra de sus pieles.
Daria tenía que tenerlo ahora, maldito fuera todo lo demás.

¿Por qué lo había rechazado antes de ahora?

Levantó la cabeza.

—Daria —susurró.

Ella tiró de su ropa, tratando desesperadamente de liberarlo de la tela que


separaba su cuerpo del de ella. Lo único que quería tener era la sensación de su piel
desnuda deslizándose a lo largo de la suya, su polla enterrada en lo profundo de su
coño.

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El Club de las Excomulgadas
—Daria —él agarró sus muñecas y las apretó contra el colchón a ambos
lados de la cabeza—. Escúchame.

Jadeando, trató de centrarse en su cara a través de la bruma de lujuria.

—Eché abajo tus paredes con el velo. Te quité todas las inhibiciones para
que pudieras pasar a través de esto. Lo que estás sintiendo ahora son tus impulsos
libres de dudas, de miedos, y tal vez un mejor sentido. ¿Lo entiendes? Hice lo que
me dijiste que nunca te hiciera. En este momento, es como si estuvieras borracha.
No puedo hacer esto mientras estás de esta manera. Estaría aprovechándome.

Luchó en contra de su agarre hasta que la soltó, y ella agarró la parte


delantera de su camisa, lo arrastró abajo hasta estar nariz con nariz con ella.

—Alejandro, a la mierda con tu respeto por mí. Al diablo tu honor. Te


deseo. Con velo o sin él. Me sacarás esta necesidad que tengo de ti aquí y ahora.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Daria…

Ella se empujó hacia arriba, alargando sus colmillos, yendo directamente a


su garganta. Sus colmillos le mordieron a la vez que ella desplegaba su velo. El gran
cuerpo de Alejandro se puso rígido por encima del de ella y dejó escapar un gemido
de placer mientras tomaba lo que necesitaba de él.

Para sellar el trato, alcanzó entre sus cuerpos y encontró su pene a través de
la tela de los calzoncillos. Ella tomó la larga y gruesa longitud contra la palma de su
mano y la acarició desde la punta hasta la base, hasta que él se estremeció.

—Daria, no puedo resistirme a ti cuando haces eso —sonaba desesperado y


pesado por la lujuria, su voz era poco más que un gemido.

Lo sé, susurró en su mente.

Gruñó como el vampiro que era, con un sonido bajo y salvaje. Su mano se
hundió entre sus piernas para acariciarla y tocarla. Daria perdió su dominio sobre
su garganta y echó atrás la cabeza con un gemido.

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El Club de las Excomulgadas
Su boca se cerró alrededor de un pezón, luego en el otro, succionando y
mordiendo suavemente. Daria luchó para ganar el control sobre sí misma, pero no
podía dejar de sacudir y girar sus caderas mientras balanceaba su coño contra su
mano experta. Lo quería dentro de ella más de lo que quería otra cosa en el mundo
en ese momento.

—Alejandro —se quejó, sus dedos curvándose alrededor de su pene—. Por


favor.

Tiró de sus bóxers hasta las rodillas, separó sus muslos y se metió dentro de
ella con rudeza, con impaciencia, hasta la base. El largo y ancho de él la
extendieron deliciosamente, acariciando profundos lugares en su interior que no
habían tenido atención en un largo, largo tiempo.

Se retorció por un momento debajo de él, su coño repleto con su polla. Era
una posesión tenerlo dentro de ella de esta manera, como si fuera el dueño de cada

Anya Bast - El Pecado Elegido


centímetro de ella. Se estremeció.

Le gustó.

Alejandro permaneció inmóvil durante un buen rato, cerniéndose sobre ella


y mirando fijamente en sus ojos de párpados pesados. Murmuró su nombre como
una plegaria, se retiró, y se metió de nuevo. Cerró los ojos y las estrellas explotaron
en la parte posterior de sus párpados. El orgasmo se vertió a través de su cuerpo,
arrastrándola en un mar de placer.

La tomó duro y rápido, atrapándola a la cama mientras él se estrellaba


contra ella una y otra vez. El sonido de bofetadas de piel contra piel llenó la
habitación. Su clímax se prolongó durante un tiempo deliciosamente largo, su coño
palpitando alrededor de su eje que se movía embistiendo dentro suyo. No pasó
mucho tiempo antes de que su pene saltara dentro de ella y lo sintiera correrse.

Juntos, yacieron enredados en la cama, un lío de piernas entrelazadas. Su


cuerpo hormigueaba muy agradablemente en lugares que no podía recordar cuándo
había sido la última vez que habían recibido tal atención erótica. Se podría decir

196
El Club de las Excomulgadas
que estaría adolorida por la mañana, ya que Alejandro no era un hombre
pequeño… de ninguna manera.

Y ella lo deseaba de nuevo. Sólo la idea de eso le hizo estremecer.

Alejandro envolvió sus brazos alrededor de ella y rodó hacia un lado,


llevándosela con él. Terminó con sus piernas todavía a horcajadas sobre su
musculosa cintura, su polla aún enterrada profundamente dentro de ella. Su boca
encontró la suya, sus labios suavemente deslizándose en los de ella. Un suspiro fue
liberado de su garganta y apretó sus brazos alrededor de él.

—De nuevo —murmuró contra sus labios—. Fóllame de nuevo, Alejandro.

Él movió sus caderas, mostrándole que no había perdido su dureza. Era un


rasgo de algunos hombres Elegidos, y uno del que ella estaba de hecho muy feliz
que Alejandro tuviera.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Sigues estando afectada por el velo.

Le pasó la mano por la cadera y por sobre una agradable nalga musculosa.
Apretándola, lo empujó contra ella.

—Alejandro, tengo que saciarme a mí misma contigo. No me niegues.

Trazó su clavícula con su dedo índice.

—Vas a odiarme por la mañana.

—No me importa el mañana.

—A mí sí. —En un movimiento suave y potente, Alejandro se retiró y la


apartó. Ella se arrastró boca abajo por un momento sobre el cubrecama,
sorprendida por el espectáculo de velocidad y fuerza que había dejado allí tan de
repente. Entonces él la agarró por los muslos y la arrastró sobre el colchón para
adaptarse a su polla, que se metió una vez más en su coño.

197
El Club de las Excomulgadas
Sus dedos se cerraron en las mantas a la espera, pero no esperaba el toque de
un dedo en su ano. Ella se sacudió sobre el colchón por la sorpresa.

Él se cernió sobre ella, impidiéndole alejarse.

—Silencio, Daria, está bien. ¿Alguna vez has sido tocada aquí antes?

—No.

— ¿Un amante nunca ha despertado todos estos nervios sensibles? —


ronroneó mientras la acariciaba.

Daria se estremeció de placer, mientras de su coño de repente brotó la


humedad. Había, de hecho, muchos nervios allí. Todos ellos se sintieron deliciosos
cuando eran estimulados.

— ¿Ninguno de tus amantes alguna vez te penetraron en los dos lugares a la

Anya Bast - El Pecado Elegido


vez, dulce Daria? ¿Nunca follaron tu coño y culo al mismo tiempo? Dime que no es
así.

Una vez más, la alarma se encendió a través de ella brevemente, pero no fue
rival para su excitación.

—No.

— ¿Con qué clase de hombres has estado que no te harían una cosa tan
simple y agradable? —Su voz de seda se vertió sobre ella, mientras reunía su
humedad resbaladiza de su coño y la frotaba sobre su ano. Poco a poco, con
cuidado, deslizó un dedo dentro de ella.

Ella se puso tensa.

— ¡Alejandro!

—Relájate, Daria. Sólo relájate y déjame hacer lo que desee. Te prometo


que no te arrepentirás.

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El Club de las Excomulgadas
Trabajó con el dedo de ida y vuelta, arrancando un bajo gemido de su
garganta. Luego añadió otro, estirando los músculos que nunca habían sido
estirados y estimulándola hasta hacerla casi llegar al clímax.

—Ah, te gusta. Pensé que lo haría, Daria —susurró con una voz
entrecortada, y excitada—. Me gusta, también. Me gusta porque es la dominación
final —hizo una pausa—. Te gusta por esa razón, también, me imagino.

Estaba en lo cierto. Alejandro deslizándose en esa parte tan privada y


vulnerable de su cuerpo era la dominación final.

—Ahora, siente lo que es la doble penetración —él facilitó dos dedos en su


coño y empujó de ida y vuelta en cada orificio al mismo tiempo. Era...
indescriptible tener ambos lugares llenos y estimulados al mismo tiempo.
Abrumador. Estaba poseyendo cada centímetro íntimo de ella.

—Oh, sí, nena, te gusta eso, ¿no? Un día quiero atarte y tenerte a mi merced,

Anya Bast - El Pecado Elegido


querida. Quiero llenar este bonito culo tuyo y follar tu coño al mismo tiempo.

Su lenguaje, vulgar como era, le hizo estremecer de placer. La imagen que


sus palabras le trajeron hicieron temblar a su cuerpo al borde de un orgasmo.

—Eso es, Daria. Córrete para mí —él siguió metiéndose en su culo y coño
una y otra vez y ella se entregó por completo a la erótica dicha de ello.

Daria arañó las mantas mientras mecía su cuerpo hacia atrás y adelante
sobre el colchón. Su orgasmo explotó sobre ella, haciéndole retorcer y gritar su
nombre. Se derramó sobre su mano, su coño agarrando y soltando los dedos
invasores. Daria no creía que alguna vez se hubiera corrido tan duro.

Entonces, antes de que los temblores de su orgasmo se hubieran desvanecido


por completo, su pene estaba en lo más profundo de su coño.

Pero esta vez la tomó lentamente.

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El Club de las Excomulgadas
Alejandro se retiró y embistió de nuevo tan lento que podía sentir cada
centímetro de su eje, mientras se deslizaba en su interior. Con un fuerte agarre, él la
sostuvo de la cadera, evitando que se moviera mientras aminoraba su ritmo aún
más.

Dios, quería volverla loca. Eso tenía que ser.

Sin embargo, él sabía lo que estaba haciendo, sabía que el empuje lento de
su pene estaba preparando su cuerpo para otro clímax poderoso. El hombre podía
manejar su cuerpo como un instrumento de calidad, al menos eso parecía. Sabía
exactamente qué notas tocar para un mayor efecto.

Ella se agarró a las sábanas frente a ella.

—Más rápido —suplicó. Sabía que él la estaba preparando para un orgasmo


que le adormecería la mente, pero el tiempo que tardaría en llevarla allí la mataría.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Golpeó en ella en respuesta.

—No. Quiero que retrases este momento. Me gusta la forma en que te ves a
la luz de la luna, Daria. El arco de tu espalda, y la curva de tu cadera. Eres hermosa
—lo dijo como si lo dijera en serio, y, ridículamente, eso hizo que las lágrimas le
pincharan en los ojos—. No voy a ir más rápido, todavía no. Quiero saborearte.

Su aliento siseó fuera de ella mientras se encontraba una vez más, empalada
y a la merced de Alejandro. Le gustaba estar a su merced... por lo menos en la
cama. También le gustaba el deslizamiento de su polla en su sexo. Con cada
movimiento hacia el interior rozaba su cabeza contra algún punto sensible de placer
en lo profundo de su interior.

Alejandro se inclinó sobre su cuerpo, todavía moviéndose lo suficientemente


lento como para hacerle perder la razón, y la besó en la nuca. Ella se estremeció
ante la forma en que su cuerpo la inmovilizaba y cómo sus labios le rozaban la piel
tan suavemente, tan... cariñosamente. Algo en su interior se retorció un poco,

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El Club de las Excomulgadas
deseando ese tipo de contacto con mayor frecuencia en su vida. Tal vez incluso
deseándolo de él.

Él pasó su lengua por su espalda tan lejos como pudo, dejando piel de
gallina a su paso. Luego deslizó su mano entre su abdomen y el colchón, yendo
más hacia abajo para encontrar su clítoris y juguetear con él.

Sus dedos se deslizaron sobre el manojo de nervios, girándolo y


presionándolo hasta que su cuerpo se avivó más y su respiración salía en pequeños
jadeos.

Trató de empujarse hacia arriba, pero él la mantuvo boca abajo.

—Córrete para mí otra vez —murmuró—. Quiero sentir que te corres, mi


amante.

Como si únicamente fuera por su orden, se rompió una vez más. Un grito

Anya Bast - El Pecado Elegido


primordial se desgarró de su garganta mientras otro clímax mucho más poderoso se
vertía a través de su cuerpo. En las palpitaciones de su liberación, Alejandro
encontró la suya. Él gimió bajo y susurró su nombre cuando se derramó dentro de
ella por segunda vez esa noche.

Después de que hubieran caído juntos sobre el colchón y yacido por algunos
minutos, tratando de respirar, Alejandro rodó hacia un lado, tirando de ella para
que se curvara contra su cuerpo. Irracionalmente, ella extrañó su pene cuando se
retiró de ella. Extrañó esa conexión íntima.

No dejó de tocarla, a pesar de que habían hecho el amor dos veces. Su mano
acariciaba sus pechos lentamente, jugando con sus pezones, se sumergía entre sus
muslos para resbalar entre sus pliegues y sobre su saciado clítoris hinchado. Pronto
la lujuria le tensó el cuerpo otra vez y él la llevó a otro clímax deliciosamente lento
con los dedo, este más suave que los demás.

Una vez que ella dejó de temblar y de suspirar en su contra, le tomó la cara
entre las manos y la besó por un largo tiempo. Sus labios sobre los de ella se

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El Club de las Excomulgadas
deslizaban amorosamente, sus dientes mordisqueándola y su lengua rozándose
contra la suya. El hombre besaba lo suficientemente bien como para casi llevarla al
clímax por cuarta vez.

Acariciada por los efectos residuales del velo de Alejandro, Daria le permitió
todo. La tocó mucho, era como si Alejandro necesitara el contacto y asumiera que
esa noche sería la única noche que jamás conseguiría. La idea se abrió paso a través
de la bruma del letargo de la satisfacción que le había robado su cuerpo y la mente.

Ella lo necesitaba, también.

Cuando terminó de hacerle el amor a su boca y acariciar su cuello, tiró de


las mantas para cubrirlos a los dos y se acurrucó de forma protectora en su contra.
—Duerme ahora, Daria. Cuando despiertes, estarás en control de todas tus
facultades de nuevo.

¿Había una nota de pesar en su voz? Daria tuvo sólo unos pocos momentos

Anya Bast - El Pecado Elegido


para considerarlo antes de que las pesadas manos del sueño tiraran de ella.

***

Christopher Alexander Julian Sante no tenía la capacidad de reconocer a


alguien por el olor de su sangre como algunos Elegidos tenían. Tampoco tenía la
capacidad de probar la sangre de una persona y decirle sus secretos, como los había
engañado en la habitación de Alejandro.

Pero aun así reconocía una mentira cuando veía una.

No es que la cirugía a la que se había sometido Daria Moran fuera ineficaz.


Por el contrario, si no hubiera estado en un tiempo tan enamorado de Daria, nunca
hubiera estado puesto al tanto de su verdadera identidad. Ella no se parecía en nada
a lo que había sido.

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El Club de las Excomulgadas
Y él nunca hubiera sospechado del olor de ellos que no fueran en realidad
pareja. En esa zona, habían hecho un buen trabajo. Ella y Alejandro probablemente
estaban durmiendo juntos.

Aun así, no habría habido forma de que él confundiera a Daria. Ninguna.

Entró en su casa y cerró la puerta detrás de él. Los guardias lo habían dejado
cerca de la entrada de su propiedad y se había dirigido por el camino de entrada en
la madrugada, sumido en sus pensamientos. Haciendo su camino escaleras arriba,
repitiendo los acontecimientos de la noche en su mente.

En un tiempo él había creído estar tan increíblemente enamorado de Daria


Moran que había memorizado cada centímetro de su cuerpo, cada susurro de
movimiento que hacía, desde la forma en que inclinaba la cabeza hacia un lado
cuando ella estaba interesada en algo hasta el pequeño enganche en su respiración
cuando estaba excitada.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Había estado observando a la pareja desde las sombras desde que había
llegado. La cirugía no había cambiado los gestos de Daria, la forma en que
inclinaba la cabeza, cómo torcía los labios en una sonrisa, la forma exacta en que
hacía un gesto con las manos cuando estaba molesta o excitada.

Y él había sospechado.

Luego, anoche en la fiesta había sido un solo movimiento de su pie derecho,


un centímetro hacia delante, mientras ella cambiaba su peso sólo así. Ese gesto había
cimentado sus sospechas aún más. El movimiento había traído los recuerdos de
nuevo, llenando su mente con Daria. Ese gesto había sido tan suyo que había hecho
que le doliera el corazón.

Y eso era todo. Había organizado la visita a su habitación bajo el falso


pretexto de la acusación, en un esfuerzo para capturarlos ignorantes de ello.

Su intención había sido estudiar a Valerie más de cerca, para poner a


descansar su sospecha de una manera u otra.

203
El Club de las Excomulgadas
Cómo se había movido y suspirado. La forma de su rostro se había aflojado
cuando se había ido excitando bajo el tacto de Alejandro. Cómo ella se había
movido y respirado, Daria. Todo era Daria. Había traído al pasado a chocar contra
él e incluso, por un instante, le hizo extrañarla, anhelarla.

Siempre había sabido que Alejandro había deseado a Daria. Siempre había
estado claro en el calor de su mirada cuando la miraba que el hombre la había
codiciado. Si la pantalla que le habían mostrado hace un momento era una
indicación, la lujuria era recíproca. El calor que Alejandro y Daria habían
desprendido podría quemar a un observador a veinte pasos. Claramente estaban
teniendo relaciones sexuales, por lo menos.

Tal vez incluso estuvieran enamorados.

Había visto amor en Alejandro, cuando la había tocado.

El fantasma de los celos levantó la cabeza, pero sabía que era un hábito. Él

Anya Bast - El Pecado Elegido


todavía se preocupaba por Daria, pero esa parte de su vida había terminado y había
puesto a Daria detrás junto con él. Tras el incidente, había llorado su pérdida.
Había estado deprimido por el conocimiento de cuánto lo odiaba. Pero a medida
que los años habían pasado, había renunciado a mantenerla en su corazón y
seguido adelante. En estos días tenía un nuevo amor, el último amor que tendría en
su vida.

—Christopher, ven aquí. Te extrañé.

Ella lo llamó desde el dormitorio, donde la falsa madrugada, imitación de la


luz, se colaba por la ventana y se acumulaba en el suelo de madera.

La emoción corrió por él ante el mero sonido de su nombre en sus labios. Se


dirigió al dormitorio y empezó a desvestirse.

Ella yacía enredada en las sábanas, una pierna extendida sobre los
cobertores. Su cabello sedoso en cascada sobre las almohadas y una pequeña
sonrisa en sus labios perfectamente curvados.

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El Club de las Excomulgadas
Era perfecta y era suya.

Cuando había conocido a su actual amante, había descubierto realmente lo


que era el amor imperecedero y eterno. En comparación con lo que había sentido
por Daria, este era un infierno a una llama.

Era conveniente que Daria hubiera llegado ahora a detenerlo y él sabía que
esa era exactamente su intención. Si hubiera llegado un par de años antes, bien
podría haberse entregado aunque pensar en la prisión para un Elegido era una
pesadilla de proporciones eternas. Era, para todos los intentos y propósitos, el
infierno.

Se había sumido en una gran cantidad de odio a sí mismo después de los


asesinatos. La culpa había sido tan pesada, que había estado listo para el castigo.

Había creado el Camino Luminoso como un refugio, un lugar donde podía


separarse del resto del mundo. Todo lo que él quería en aquel entonces era ser un

Anya Bast - El Pecado Elegido


recluso. Eso era lo único que quería aún.

Luego, en un viaje hacia Ángel Uno, había conocido a su esposa. Había


estado inmediatamente fascinado por ella y, mientras a él le había tomado un
tiempo para convencerla de que ella estaba fascinada con él, se había enamorado
profundamente. Después de eso él no había querido entregarse más y el impulso
que tenía de vez en cuando de caminar hacia el amanecer, el amanecer real, se
había desvanecido por completo.

Su mujer le había salvado la vida. Nada, nadie, se la llevaría de su lado o


destruiría su futuro juntos.

Así que, Daria había vuelto a él, arrastrando a Alejandro durante el paseo.
La pregunta era, ¿qué hacer con ellos? Tenía que saber más acerca de por qué
estaban allí para hacer esa determinación. Si ellos lo amenazaban, amenazaban a
su mujer o su forma de vida actual, tanto como él lo lamentaría... cosas malas les
pasarían.

205
El Club de las Excomulgadas
Se deslizó en los acogedores brazos de su dama.

— ¿Dónde has estado? —murmuró en la curva donde su hombro se reunía


con su garganta.

Él le acarició el brazo.

—Sólo encargándome de algún negocio, mi dulce.

Sus brazos se apretaron en torno a él.

—No me dejes otra vez.

—No lo haré.

Por mucho que todavía se preocupara por Daria, no dudaría en matarla si


ella lo amenazaba. Él haría cualquier cosa para proteger a la mujer en sus brazos.

Anya Bast - El Pecado Elegido

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Dieciséis
Daria se sentó en el borde de la cama, envuelta en una sábana, examinando
la ropa tirada en el suelo y recordando los acontecimientos de la noche anterior.

Oh, dios… lo que él le había hecho. Ella nunca había permitido que un
hombre la tocara de esa manera, la llevara al clímax de esa manera. Sus mejillas
ardían. Y a ella había gustado, también.

Alejandro salió del cuarto de baño, con sólo una toalla alrededor de su
esbelta cintura. Las gotas de agua se acumulaban en la extensión muscular de su
pecho y en sus poderosos brazos, los cuales la habían sostenido en la cama mientras
él la follaba hasta dejarla tonta la noche anterior.

Dos veces. Por delante y por atrás. Mientras ella gemía y le pedía más. Ella
lo miró con el ceño fruncido.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Abrió las manos.

—Mira, Daria…

—Alejandro —ella frunció el ceño aún más. Muy pronto su rostro se


rompería.

Suspiró.

—Lo siento, pero tuve que soltar todo mi velo sobre ti. No podía contener
nada. Estabas demasiado tensa, comprensiblemente. Tuve que hacerlo.

Ella apartó la vista.

—Lo sé.

—Fue una necesa… —Hizo una pausa—. ¿Lo sabes?

207
El Club de las Excomulgadas
—No me gusta, pero entiendo por qué lo hiciste. Yo no quiero que nada
ponga en peligro la misión, Alejandro. Nada.

—Hice lo que tenía que hacer —dio un paso hacia ella—. Pero fue un riesgo.

Ella lo miró, tratando de encontrarse con sus ojos, pero fallando. Dios,
¿cuántas veces se había derramado su nombre en sus labios la noche anterior?

— ¿Qué quieres decir?

Él se encogió de hombros.

—He jugado en mi apuesta de que me deseabas, pero que te habías


reprimido por… las razones que seas que tienes para hacerlo. Yo podía haberme
equivocado. Por eso quiero decir que era un riesgo. Una vez que rompiera tus
paredes con mi velo, podrías haberme dado un rodillazo en las bolas fácilmente, si
eso es lo que realmente hubieras querido hacer —una sonrisa se dibujó en su

Anya Bast - El Pecado Elegido


boca—. Creo que eso nos hubiera hecho fracasar.

Ella parpadeó.

— ¿Cuenta que quiero darte una patada en las bolas ahora?

—Daria no puedes culparme…

—No lo hago. Me alegro de que hicieras lo que hiciste. El resto, bueno, esos
eran mis deseos, libres de mis dudas y temores, ¿cierto? No puedes culparte por
ellos. De todos modos, sé que te presioné… después. Después de que Sante se fue.

—Sí me presionaste.

—Lo sé. Todo fue mi culpa.

—Te lo agradezco.

—Es la verdad —ella bajó la mirada, sintiéndose miserable—. Así que ya


sabes con cuantas ganas te he deseado.

208
El Club de las Excomulgadas
—Sí —él sonrió como un lobo—. Con muchas ganas.

—Sí, pero ya te he tenido ahora. Un par de veces —se encendió la ira y ella
entornó los ojos hacia él—. No busques más de dónde salió eso.

Todo lo que Alejandro hizo fue sonreír ante su respuesta. Claramente, él no


le creía. Ella apartó la mirada. Infiernos, ni ella creía en sí misma. Simplemente
mirándolo, de pie, con las gotas de agua corriendo por su cuerpo, lo deseaba.
Quería lamer cada una de ellas fuera de su piel. Quería tomar su polla en su boca y
ver si podía volverlo tan loco como él la había vuelto la noche anterior.

El calor inundó su cuerpo, y ella cerró los ojos.

—Daria, es la Elección que está haciendo que tu libido se ponga tan fuerte.
Maldita sea, yo nunca he visto a nadie con tanto control como el que tú tienes. Tu
voluntad es muy fuerte, pero no es tan fuerte como las secuelas del cambio —él dio
unos pasos hacia ella—. Sólo tienes que darte por vencida.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Ella clavó los dientes en su labio inferior. Después de un momento, dijo:

—Nunca me doy por vencida.

Se sentó en la cama junto a ella y trazó la piel desnuda de la espalda por


encima de la línea de la sábana que la envolvía.

—Hice que te rindieras la última noche y, a la mierda, fue dulce. Te deseo.


Eso significa que te deseo. Que te deseo ahora, y te deseo siempre —su voz tenía
una ronquera sedosa y baja. La hizo estremecer y el pelo en la parte posterior de su
cuello se erizó.

Ella lo deseaba, también. Parecía que tener a Alejandro una vez no era
suficiente. Su cuerpo, si no es que era su mente, lo deseaba de nuevo.

La pregunta era, ¿qué deseaba su corazón?

209
El Club de las Excomulgadas
—Tal vez —continuó, todavía acariciando su espalda—, tal vez debas dejar
que esto sea lo que es, Daria. Sólo por ahora. Que esta atracción entre nosotros
salga a jugar fuera durante el tiempo de nuestra estancia aquí. Después de que se
acabe, vamos a ir por caminos separados. No hay problema. Las ventajas son que
convenceremos a Sante y al Camino Luminoso de que realmente somos una pareja
y también saciamos nuestra sed de lujuria el uno con el otro. No habrá cadenas una
vez que todo esto termine, sólo un montón de sexo antes de que nos separemos.

— ¿Y las desventajas? —preguntó ella con voz ronca.

— ¿Las desventajas? —Se rió, y el sonido de eso rodó sobre ella—. Cariño,
para mí no hay inconvenientes.

¿Y si ella se enamoraba de él? Esa era la desventaja para ella. Sería tan fácil
enamorarse de ese hombre de buen carácter, fuerte, y protector. Ella aspiró un
aliento tembloroso.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Voy a pensar en ello —se puso de pie—. Ahora tengo que tomar una
ducha y volver a hacer osos de peluche.

Él asintió con un gesto de la cabeza.

—Piensa en ello, Daria. Ve y piensa en todo lo que quieras, pero yo voy a


hacer mi mejor esfuerzo para influir en la dirección que creo que deberías ir —
deslizó una mano bajo la sábana. Su palma estaba caliente en su piel—. ¿Entiendes?

Trató de retroceder, realmente lo hizo. Al final lo único que podía hacer era
estar allí y mirar en sus ojos oscuros y cálidos.

Sus pupilas se dilataron.

—Tuve una probada de ti la noche anterior y no fue suficiente. No fue


suficiente ni por un kilómetro de largo. Así que los guantes están fuera. Cuando
deseo a alguien, voy tras la persona.

210
El Club de las Excomulgadas
Daria se obligó a dar un paso atrás, lejos de esa mano tan peligrosa y la
respuesta más peligrosa que tenía su cuerpo ante la mirada en sus ojos y las
palabras de sus labios.

—Puedes intentarlo —las palabras eran buenas, pero su voz era un poco
inestable.

Dejad a Alejandro Martínez hacer que se sintiera vulnerable. Dio media


vuelta y escapó hacia el baño.

***

Alejandro tenía toda la intención de quebrar más que las paredes de las
inhibiciones de Daria. Quería algo más que sexo de ella. Quería que ella lo mirara
de la manera que recordaba que solía mirar a Christopher Sante.

Alejandro quería algo más que su cuerpo, quería su amor.

Anya Bast - El Pecado Elegido


La vio desaparecer en el cuarto de baño, sus emociones conflictivas
claramente en su rostro y en su lenguaje corporal. Con las manos hechas puños en
su regazo, se obligó a sí mismo a no ir allí y doblegarla a la sumisión sexual una vez
más. Ella era muy susceptible a él ahora mismo. Sabía que podía hacerlo, pero
Alejandro la quería a largo plazo, y por lo tanto, tenía que mostrar moderación.

Daria había sido traicionada de mala manera y aún le afectaba a un nivel


profundo. Alejandro sabía que tenía que ganar su confianza antes de que pudiera
ganar su amor. De hecho, Alejandro ya podía sentir el comienzo de esa emoción
sublime en ella. Luchaba con ella, pero estaba allí. Sabía que necesitaba seducirla,
no abrumarla, ser suave con ella e ir despacio y con paciencia.

La paciencia no era uno de sus mejores rasgos.

El agua se inició en el cuarto de baño y él se movió en la cama


incómodamente, su polla feliz con la imagen de Daria en la ducha, el agua

211
El Club de las Excomulgadas
escurriéndose por sus curvas, acumulándose en sus pezones, moviéndose entre sus
muslos.

No era sólo su cuerpo lo que le encantaba. Daria era fuerte e inteligente, una
mujer que podría encontrarse con él cara a cara y ganar. Ella era protectora,
también, por debajo del arisco exterior. Después de todo, allí estaba ella en el
Camino Luminoso, después de haber alterado su vida de manera irrevocable, a fin
de obtener la satisfacción por la muerte de su amiga.

Hacía mucho tiempo, Alejandro había reconocido que Daria Moran era la
mujer para él, y no había cambiado nada, excepto su resolución. Esta vez no iba a
dejarla irse, no importa lo que dijera sobre el sexo sin sentido y sin ataduras. Con
Daria, no había nada sin sentido al respecto.

Con esfuerzo, apartó los pensamientos acerca de lo que podría pasar si


entraba en la ducha. Si utilizara sus manos y boca físicamente para demostrarle lo

Anya Bast - El Pecado Elegido


mucho que se preocupaba por ella. El sexo era la única manera en que podía
hacerlo en este momento sin hacer que ella cortara y huyera. No podía decir que le
importara. Hacerla llegar al clímax al mismo tiempo en que había estado revestido
profundamente dentro de su coño la noche anterior había sido la mejor maldita
cosa que había experimentado en años.

Daria era suya. Se aseguraría de que fuera suyo, su corazón, cuerpo y alma
para el final de ese juego.

***

—Entonces, ¿cuánto sabes de Sante? —Le preguntó Daria a Jia Ying. Se


quedaron paradas juntas en la fila, rellenando osos de peluche.

Jia Ying se encogió de hombros y le disparó una sonrisa tímida.

—No mucho. Sé que él es uno de los viejos y los afortunados que no se han
vuelto locos con la presión de la edad en su mente. Sé que es un poco idealista y por
eso creó el Camino Luminoso. Quería crear un lugar sólo para los Elegidos, donde

212
El Club de las Excomulgadas
podemos ser libres para ser nosotros mismos. Yo respeto su visión. Aparte de eso,
él es un hombre reservado. Hablando de eso, él es muy serio acerca de una mujer
en estos momentos —ella sonrió—. Creo que ella es afortunada.

La cabeza de Daria se levantó.

— ¿En serio? —Eso era una novedad para ella.

—Oh, sí, pero están siendo reservados sobre eso. Se queda en su casa, nunca
sale, nunca ve a nadie más que a él. Nadie en el Camino Luminoso ha alcanzado a
verla siquiera.

Interesante. Sante estaba enamorado. ¿Era acaso capaz de eso? La idea no


concordaba con el Sante que recordaba. Frío. Sin piedad. Asesino. Fiel a nadie más
que a su perra madre de sangre.

— ¿Por qué es eso? —preguntó Daria.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Jia Ying se encogió de hombros.

—No sé por qué lo están manteniendo tan secreto. Hay algunas


especulaciones, pero creo que es simplemente protector con ella. Algunos de los
miembros son demasiado celosos en su devoción a Christopher Sante.
Personalmente, creo que él está tratando de mantenerla lejos de todo eso.

—Sante es una verdadera estrella por aquí, ¿no?

Daria trató de mantener el sarcasmo fuera de su voz, pero aun así Jia Ying
atrapó el borde de la misma ya que su respuesta era un poco a la defensiva.

— ¡Con una buena razón!

Daria bajó la cabeza y metió los osos de peluche, incapaz de responder a eso
y mantener una apariencia de Valerie en su lugar.

— ¿Dónde está tu hombre hoy? —preguntó Jia Ying después de un tiempo.

213
El Club de las Excomulgadas
—Necesitaban un poco de ayuda con las abejas, por lo que está pasando el
día por ahí. Volverá mañana.

Brandon había enganchado a Alejandro con una “entrada” temporal allá, lo


cual era bueno ya que había habido una serie de lunas llenas en la cúpula los
últimos tiempos. Podrían tener tantas como ellos querían, por supuesto, y al
parecer alguien quería un montón. Casi parecía como si desearan luz extra o algo
así. ¿Tal vez para evitar que la gente se colara por la noche tratando de ver si
estaban traficando con esclavos de sangre? Hacía que Daria se pusiera un poco
paranoica si pensaba mucho en ello.

Uno de los gerentes de la fábrica se acercó a ellas mientras trabajaban.

—Su presencia ha sido solicitada en la casa de Christopher Sante —le dijo a


Daria.

Su cuerpo se sacudió en estado de sorpresa y dejó caer el osito de peluche en

Anya Bast - El Pecado Elegido


el que había estado trabajando. Ella se volvió hacia el capataz.

— ¿Cómo dice?

—Es lo que dije. Sante solicita su compañía. Ahora.

— ¡Bien! —aplaudió Jia Ying—. ¡Tienes la oportunidad de ver el interior de


su casa! ¡Qué suerte tienes! Me pregunto lo que él quiere.

Sí, Daria se lo preguntaba, también.

—Me siento como si estuviera siendo llamada a la oficina del director.

—Oh, no, Valerie —respondió Jia Ying con una cálida sonrisa—. No te
preocupes. Sante no es alguien a quien temer.

Si sólo Jia Ying lo supiera.

214
El Club de las Excomulgadas
Poco tiempo después, Daria caminaba por el encantador sendero empedrado
hacia la puerta principal de Sante. Todo parecía diferente en la luz del día, cuando
ella no estaba husmeando y allanando la morada. La casa era blanca, una vuelta a
la Tierra a principios del siglo XXI, considerado por muchos como el apogeo del
planeta. Esa parte de la historia había dado pie a una moda retro duradera.

Daria sabía que Sante había nacido durante ese tiempo. Así que más allá de
la popularidad de todas las cosas de principios del siglo XXI, era probable que
tuviera una preferencia por la arquitectura de ese estilo. Flores florecían a lo largo
de la ruta de acceso a ambos lados de ella, y rebosaban de las macetas debajo de las
ventanas. Su olor vagó hacia su nariz y la tranquilizó un poco.

¿Qué demonios quería Christopher Sante con ella? Sola. En su casa en mitad
de un día de trabajo de la cúpula. Gah. Al menos, si Sante no la mataba, ella podría
obtener una visión de esta mujer a la que escondía. La succubare mujer que había
sentido la noche en que se había escabullido dentro.

Anya Bast - El Pecado Elegido


La puerta se abrió y salió Sante.

— ¡Valerie! Bienvenida a mi casa —él la introdujo en el interior—. ¿Quieres


algo para beber?

—No, gracias —ella quedó un poco boquiabierta por el mobiliario retro de


la sala, como si fuera la primera vez que lo veía.

Valerie estaría asombrada, por supuesto.

—Ven, siéntate —dijo Sante, llevándola más lejos en la sala de estar y


haciendo una seña hacia un sillón de felpa—. Sólo quiero charlar un poco.

¿Charlar un poco? Daria trató de no verse cautelosa y se dejó caer sobre la


pieza de mobiliario cara.

—Le agradezco que me invitara, Sr. Sante. Francamente, yo no estaba


segura de cómo estaba con usted después de los acontecimientos de la otra noche.

215
El Club de las Excomulgadas
—Por favor llámame Christopher.

—Está bien… Christopher.

—Es por eso que quería hablar. Sé que lo que hice fue muy intrusivo, pero
tienes que entender que no puedo correr ningún riesgo aquí. He dedicado mucho
tiempo y dinero en construir esta comunidad y debo ser muy cuidadoso acerca de
quién permito vivir aquí. Hay algunos en el mundo a quienes les gustaría ver este
lugar caer, los que quieren destruir a todos los Elegidos.

—Estamos hablando de Richard Templeton y La Iglesia del Nuevo Pacto.

—Ellos son una organización, tal vez la más activista, de varias —hizo una
pausa y frunció los labios—. Tengo muchos enemigos, Valerie. Personas que
quieren destruir lo que me importa, los Elegidos que he llegado a amar. No puedo
permitir que eso suceda. De ahí es que os hice la visita sorpresa a ti y a Alejandro la
otra noche.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Entiendo.

—Yo no soy un mirón. Sólo tenía que averiguar si las acusaciones


presentadas en vuestra contra eran ciertas. Esa era la única manera que sabía,
aparte de tomar tu sangre por mí mismo, para determinar si lo erais o no —
sonrió—. No es que no quisiera tomar tu sangre. Eres una mujer muy atractiva.

Hmmm.

— ¿Por qué no hizo que Alejandro nos encontrara aquí, Christopher?

Él sonrió.

—Me reuniré con Alejandro por separado. Pensé que tú y yo podríamos


llegar a conocernos mejor si estuviéramos solos.

—No tengo ningún interés en el sexo.

216
El Club de las Excomulgadas
El cuerpo de Sante se sacudió un poco por la sorpresa. Su sonrisa fue helada
por un momento.

—Te encuentro atractiva, Valerie, pero no quiero tener sexo contigo.

Ella inclinó la cabeza hacia un lado.

— ¿Es posible para un hombre encontrar a una mujer atractiva y no querer


tener sexo con ella?

Su sonrisa se tensó.

—Para mí lo es.

Ella inclinó la cabeza un grado.

—Entonces le pido disculpas. No fue mi intención ofenderlo. — ¡Maldita


sea! Ella había ido para pescar la evidencia de la hembra escondida en su casa y no

Anya Bast - El Pecado Elegido


había encontrado nada.

—Para nada ofendido. Puedo entender por qué puedes haber pensado eso,
pero, en realidad, Valerie, vi una amplia evidencia de que estás acoplada a
Alejandro la otra noche. Nunca me inmiscuiría en un lazo tan fuerte.

Daria parpadeó. Si ella no hubiera sabido lo canalla que era podría estar
inclinada a que le gustara. Vio cómo podía inspirar lealtad en el Camino Luminoso
si siempre se comportaba de esa manera. Bueno... además de irrumpir en las
habitaciones de la gente por la noche y exigir observar actos íntimos.

—Ahora que hemos establecido esto, háblame de ti, Valerie. Háblame de tus
padres y tu educación. Como la compañera de Alejandro, me gustaría llegar a
conocerte mejor.

Ella había estado pescando, y ahora parecía que lo estaba él, pero no tenía
idea de para qué. Lo bueno es que ella había memorizado la historia de Valerie al
derecho y al revés.

217
El Club de las Excomulgadas
—Yo nací y crecí aquí, en los Territorios del Logos. Mi madre era una
secretaria de la compañía de agua en Nueva Chicago y mi padre era un minero de
Songset. Se fue temprano y mi madre murió en un accidente de gravmetro cuando
yo tenía diecisiete años. Para evitar ser criada por mi tía, dejé la escuela y comencé
a trabajar como camarera.

—Es una historia un tanto trágica.

—No lo creo. Es sólo mi historia.

—Pero entonces conociste a Alejandro y os enamorasteis.

Ella asintió y sonrió. Era alarmante que no fuera difícil sonreír cuando
pensaba en Alejandro.

—Sí. Estaba muy asustada cuando decidió Elegirme. No creí que lograría
pasar a través del succubare.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Él sonrió.

—Y después lo hiciste. Bastante increíble.

—Y entonces lo hice.

— ¿Sabes que sólo el uno por ciento de todos los seres humanos que carecen
del gen Elegido logran atravesar el succubare?

Oh, tal vez por eso él había tomado un interés en ella.

—Sí, he oído eso. Mi madre siempre solía decirme que yo tenía una veta
terca. Supongo que me sirvió de mucho durante la Elección. Cuando empecé a
sentirme cansada y empecé a sentir que me daba por vencida, me obligué a
presionar más fuerte.

—Ese tipo de determinación es admirable. Puede que pueda necesitarte, si


no te importa jugar un papel especial aquí, en el Camino Luminoso.

218
El Club de las Excomulgadas
—No soy nadie en especial.

—Oh, lamento disentir —una lenta sonrisa se extendió en sus labios—.


Nunca he conocido a nadie que presionara a través del succubare y no tuviera el gen.
No eres simplemente especial, eres excepcional. De hecho, me gustaría tener a
alguien como tú cerca de mí, alguien que tuviera la determinación y voluntad que
tú tienes.

Su corazón comenzó a golpetear. Entrar en el círculo íntimo de Sante sería


valioso. Había pensado que tal vez Alejandro tuviera una oportunidad, ya que tenía
una historia con él. Nunca había soñado que ella tendría una oportunidad, pero se
agarraría a ésta con las dos manos.

—Si crees que puedo serte de valor, Christopher, entonces humildemente


ofrezco mis servicios.

—Bien. Voy a citar a Alejandro después de que te vayas. Cuando te necesite,

Anya Bast - El Pecado Elegido


te llamaré.

Eso parecía un despido, por lo que Daria se levantó.

—Me alegro de haber tenido esta oportunidad para hablar.

Sante se levantó y la acompañó hasta la puerta principal.

—Yo también —él estrechó calurosamente su mano en la suya, y ella


reprimió un escalofrío de repulsión—. Estoy muy contento de tenerte en el Camino
Luminoso, Valerie.

Alejándose por el camino de la casa, Daria no pudo detener la enorme


sonrisa que se había extendido por su cara. Estaba un paso más cerca de su meta.

219
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Diecisiete
— ¿Qué te dijo? —Le preguntó Daria a Alejandro mientras miraba fijamente
hacia afuera por la ventana de su habitación. Otra luna llena. Realmente estaba
empezando a odiarlas.

—Se disculpó por la intrusión de la otra noche, estuvimos hablando de los


viejos tiempos. Entonces me preguntó si quería ayudarlo con los negocios del
Camino Luminoso.

Se dio la vuelta.

—Entonces los dos estamos dentro.

—Parece que sí.

Anya Bast - El Pecado Elegido


— ¿Así que recordasteis los viejos tiempos? ¿Esos malos tiempos cuando
estabais con la ABI y él me estaba usando para prepararse para matar a mi mejor
amiga, a los guardias, y el testigo? —La amargura teñía su voz.

Alejandro dudó antes de responder.

—Me preguntó por ti. Me refiero a Daria.

Ella sacudió por la sorpresa.

—Por favor, di que mi nombre no salió de sus labios.

—Se preguntaba si me mantenía en contacto contigo —Alejandro hizo una


pausa—. En cierto modo, él siempre ha estado en contacto contigo.

— ¿Qué?

—Infiernos, Daria, te ha estado siguiendo desde el día en que sucedió todo.

Sintiéndose extrañamente sucia, ella se sentó en la cama.

220
El Club de las Excomulgadas
— ¿Qué le dijiste?

—Que no te había visto desde que dejaste la ABI —Alejandro caminó hacia
la ventana y miró la luna—. Expresó sincero pesar por lo ocurrido. Habló de ello al
final, diciendo que en realidad había estado enamorado de ti, pero que su lealtad a
su madre de sangre era lo primero. Me dijo que después de que él mató a Julia, a
los guardias y el testigo tuvo tendencias suicidas durante mucho tiempo y que crear
el Camino Luminoso salvó su vida.

Ella se coció a fuego lento por un momento, temblando de pura y absoluta


rabia. Luego se levantó y acechó hacia la ventana para estar de pie cerca de
Alejandro.

— ¿Se supone que eso influya en mi opinión de él? ¿Hacerme sentir… pena
por él? En ese hijo de puta no gasto ni un momento de mis pensamientos más allá
de cómo quiero matarlo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Alejandro le puso una mano sobre su hombro y ella se sobresaltó.

—Pensé que deberías saberlo.

Ella casi se encogió de hombros para alejar su mano, pero el peso y el calor
de ella era agradable.

—No cambia nada. Nada de lo que pueda decir va a cambiar lo que siento.
No me importa si él se sentía culpable, o fue un accidente. Desde luego, no me
importan sus sentimientos por mí.

—Eso es evidente. Si puede ser abatido, entonces lo haremos caer. Estoy


comprometido a ello.

Su voz fue dura cuando respondió.

—Más te vale que lo estés. No quiero que ninguna buena conexión de niños
Elegidos arruine esto.

221
El Club de las Excomulgadas
La hizo girar para enfrentarlo, su boca apretada y los ojos ardiendo
oscurecidos.

— ¡Mierda! Ni siquiera lo sugieras. Mi lealtad es primero con la justicia, no


una idea romántica de lealtad de Elegidos por encima de todo. Sé que estás
enfadada con Sante, Daria, pero yo no soy él.

En ese momento todos los hombres eran Sante. Esta vez sí se encogió de
hombros para sacárselo de encima.

—Voy a estar en la habitación de Brandon... si no está follándose a alguien


esta noche.

Él la agarró del brazo antes de que pudiera pasar más allá de él.

—Daria. No hagas esto. Sólo cálmate. Maldito sea tu temperamento.


Necesitas aprender a controlarlo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Respiró de forma entrecortada.

—Sólo quiero que esto termine. Quiero largarme de este lugar, alejarme de
Christopher Sante.

—Sé lo personal que esto es para ti. Es personal para mí, también. Infiernos,
Julia me gustaba mucho. Era una amiga. Solíamos almorzar juntos algunas veces y
hablar sobre qué equipo de gravball1 negociaba con los jugadores, y si era una
buena decisión o no.

—Sí, pero Sante nunca te jodió a ti.

Él le soltó el brazo.

—No físicamente. Él nos jodió a todos nosotros, sin embargo, a cada uno de
nosotros a los que traicionó.

1
Juego de pelota que flota debido a la falta de gravedad en el campo de juego.

222
El Club de las Excomulgadas
—Sí —hizo una pausa—. Julia amaba el gravball. —Daria no pudo evitar
sonreír al recordarlo. Ella no era una fanática de los deportes, pero Julia siempre
trataba de hacer que fuera a los partidos de todos modos—. Era más que una mejor
amiga para mí, Alejandro. Ella era la hermana que nunca tuve.

Él asintió con la cabeza.

—Recuerdo lo unidas que estabais.

—De todos modos, lo siento. Sé que la ira es mi talón de Aquiles.

Extendió la mano y le acarició la mejilla.

—Las emociones, en general, son tu perdición, Daria. Lo sientes todo, ¿no?

Tenía ganas de girar la cara lejos de su mirada inquisitiva. Era como si


pudiera ver directamente en su alma.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—No he tenido muchas relaciones cercanas en mi vida. Mientras crecía,
éramos sólo mi madre y yo. Nos mudábamos mucho, porque mi madre necesitaba
encontrar trabajo aquí y allá, por lo que no hice muchos amigos. No fue hasta que
llegué a la ABI que formé relaciones cercanas. Sante traicionó mi primera relación
romántica y mató a la primera amiga verdadera que había tenido.

Ella nunca le había dicho esas palabras en voz alta a nadie. Ahora que
habían salido de sus labios, ella quiso tenerlas de vuelta por cómo de vulnerable la
hacían sentir. Ella juró que si veía una pizca de simpatía en sus ojos, le daría una
bofetada.

Sin embargo, sólo calidez emanaba de su mirada oscura.

—Lo sé. Ya me imaginaba todo eso, Daria.

— ¿Pasas tanto tiempo pensando en mí?

Él la miró fijamente por un momento.

223
El Club de las Excomulgadas
—Y más.

Sus labios se separaron. De repente, se había quedado sin palabras. Un


momento fuerte pasó entre ellos. Sonrió.

—Y aquí estoy, nunca he descubierto todos los misterios de Alejandro


Martínez —dijo sintiendo la necesidad de frivolizar.

Sus sensuales labios se torcieron en una sonrisa y se preguntó en qué estaría


pensando.

— ¿Tienes hambre?

— ¿Qué? —La pregunta era bastante inesperada.

—No de sangre, sino por la antigua comida. Estoy hambriento de ella.

—Honestamente, la extraño —admitió—. La sangre me sustenta, y es

Anya Bast - El Pecado Elegido


mucho mejor de lo que alguna vez soñé que sería, pero echo de menos la comida
tangible… los diferentes sabores.

Él se movió hacia la puerta.

—Quédate aquí y estaré de vuelta con comida. No vayas donde Brandon.


Sabes que tiene alguna fulana Elegida en su habitación de todos modos.

Ella lo vio irse y se removió inquieta, luchando contra el impulso de huir de


Alejandro. El hombre la hacía sentir cosas que ella no estaba segura de querer
sentir. Era muy agradable… de alguna manera, pero incómodo. Desafiaba todos los
muros sólidos que había construido en torno a sí misma en los últimos siete años y
no estaba tan segura de querer que Alejandro los tirara abajo todavía.

Al final, se quedó. Cuando él regresó, con los brazos cargados de cosas que
olían tan bien que se le hizo agua la boca, se había encaramado en el extremo de la
cama. Se había cambiado y colocado su pijama, una camiseta y un par de bóxers,

224
El Club de las Excomulgadas
mientras él había estado fuera. Daria se sentó un poco más erguida cuando llegó y
lo vio poner los recipientes de comida sobre la mesa.

— ¿Dónde encontraste todo eso? —Le preguntó, levantándose y


acercándose a echar un curioso vistazo.

—Sólo hay una cocina en toda la cúpula. Sante me lo contó esta tarde.
Obtuve estas cosas de allí, melocotones frescos en rodajas, un plato de macarrones
fríos, dátiles de Orbivian. Cogí algunas cosas que se veían bien.

Ella cogió un recipiente con rodajas de fruta.

— ¿Melocotones maduros? Dios mío, no he probado estos en años. ¿De


dónde los consiguen? —Ella pensó por un momento—. Los están cultivando aquí,
¿no?

Él asintió con la cabeza.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Encantada, Daria se dejó caer sobre la cama y lo probó. Ella respiró hondo.

—Oh, mierda. Eso es mejor que el sexo.

Él levantó una ceja.

—No estoy seguro si debo sentirme ofendido en este momento o no —él


tomó el paquete de dátiles y se acercó a sentarse a su lado.

Daria seleccionó una rebanada de melocotón y la mordió. El jugo corrió por


su barbilla y el sabor maduro, suculento de la fruta explotó en la boca.

Después de tomarse su tiempo para masticar y tragar, ella inclinó la cabeza


hacia atrás y gimió en éxtasis.

—Deberías estar celoso.

—Tomaré eso como un desafío —él mordió un dátil, mirándola


especulativamente.

225
El Club de las Excomulgadas
Haciendo caso omiso de ese comentario, ella tomó un dátil del recipiente y
lo masticó.

—Entonces, ¿Sante dijo algo más?

Él negó con la cabeza.

—No, pero no quiero hablar de Sante esta noche de todos modos.

—Está bien —ella se encogió de hombros—. Vamos a hablar de ti, entonces.

— ¿De mí?

—Bueno, está claro que has estudiado a fondo los misterios de Daria. Tengo
que ponerme al día. Por ejemplo, ¿cómo sobreviviste esos años con tu madre de
sangre? Todavía no lo entiendo.

—No fue tan malo, Daria. Quiero decir, es cierto que fui Elegido en contra

Anya Bast - El Pecado Elegido


de mi voluntad, pero en muchos aspectos, era como volver a casa. La odié durante
un tiempo, entonces las cosas mejoraron —hizo una pausa, su rostro
endureciéndose—. Luego, hacia el final, la odié otra vez.

— ¿Por qué?

Se encogió de hombros y mordió otro dátil.

—Trató de presionarme para hacer cosas que yo no quería hacer.

No parecía como si quisiera hablar de eso, así que cambió de tema.

— ¿Dijiste que era como volver a casa? No para mí.

—Tú no tienes los genes. Es probablemente mucho más duro para ti. ¿Cómo
lo vas llevando, de todos modos?

Estudió un trozo de melocotón.

226
El Club de las Excomulgadas
—Estoy tratando de no pensar en ello. Tratando de tomar cada día como
viene. Me siento más fuerte que antes, pero me temo que podría hacerme sentir
muy segura de mí misma y sé que sigo estando débil por la Elección. Podría
conseguir que me pateen el culo —ella mordisqueó el melocotón—. Y echo de
menos la comida.

— ¿Has pensado en lo que vas a hacer cuando todo esto termine?

—Ir a casa. Decirle a mi madre que he sido Elegida. Después de eso, no sé.
No estoy segura de querer seguir trabajando para la ABI.

— ¿Por qué no?

—Sante ha sido mi objetivo durante mucho tiempo. Una vez que lo aprese,
lo habré alcanzado.

—Estoy seguro de que el GBC le daría la bienvenida a tu ayuda.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Ya lo veremos. Tengo algo de dinero ahorrado. Puede que quiera viajar
un poco. Nunca he visto las lunas de Songset. Nunca he visitado los océanos de
Galileo. Hay un gran universo ahí afuera.

— ¿Vas a hacer todo eso sola?

Ella lo miró.

— ¿Por qué? ¿Estás buscando una invitación?

—Tal vez.

Ella dejó caer el resto de su melocotón en el recipiente.

— ¿Qué es lo que encuentras tan irresistible acerca de mí, Alejandro? Soy


irritable como el infierno y absorbente. Nunca cocinaría para ti o recogería tus
calcetines sucios del suelo.

227
El Club de las Excomulgadas
—Me gusta lo irritable y lo absorbente. Hace una larga vida mucho más
interesante. De todos modos —giró su barbilla hacia él—,sé cómo eres debajo de lo
irritable.

Sabía que se arrepentiría de preguntar.

— ¿Y eso sería?

—Alguien que es cariñoso y leal. Alguien que iría a las cuatro esquinas del
universo por un amigo. Alguien que sacrificaría toda su vida por alguien más.

— ¿Qué pasa si estoy haciendo todo esto por mí?

Él negó con la cabeza.

—Todo se trata de Julia.

Tragó saliva.

Anya Bast - El Pecado Elegido


— ¿Me puedes dar un dátil?

Sonrió y le entregó uno.

Daria lo mordisqueó.

—Entonces, ¿cuántas mujeres has seducido desde que fuiste Elegido,


Alejandro? Pareces ser muy bueno en eso.

—Unas pocas. No tantas como podrías pensar. Ninguna tan interesante


como tú.

Ella salió disparada de la cama y cruzó hacia el otro lado de la habitación.

—Deja de hacer eso.

— ¿Qué deje de hacer qué?

—Deja de actuar como si te importara.

228
El Club de las Excomulgadas
Alejandro se levantó y caminó lentamente hacia ella. Su estómago se fue
tensando cada vez más mientras se acercaba.

—No es un acto. Estoy siendo honesto. Te dije que me estaba quitando los
guantes, Daria. No lo dije sólo de forma sexual.

Extendió la mano y la agarró por su bíceps. Luego hizo una pausa, como si
esperara que ella reaccionara de alguna manera, tal vez retirándose.

Daria no podía. No podía hacer otra cosa que quedarse parada allí,
congelada y preguntándose lo que estaba sintiendo, preguntándose acerca de la
calidez que se había extendido a través de su pecho. Entonces tiró de ella hacia
delante, contra su pecho duro y dentro del círculo de sus brazos. Él bajó la cabeza y
colocó los labios en los suyos. Podía saborear los dátiles en su boca.

Alejandro besaba mejor que la mayoría de los hombres hacían el amor. Sus
dientes capturaron su labio inferior y lo chupeteó, enviando escalofríos hacia abajo

Anya Bast - El Pecado Elegido


por su columna vertebral.

A continuación, gruñó un poco e inclinó su boca sobre la de ella, deslizando


su lengua dentro para aparearse con la de ella. Su beso fue a la vez posesivo, feroz y
tierno. Apoyó las manos sobre sus bíceps, sintiendo el pulso y las protuberancias de
los músculos allí.

Le quitó el aliento. Todo sobre Alejandro Martínez parecía quitarle el


aliento.

Era como la primera vez que la había besado. Infiernos, era como la primera
vez que la habían besado. La hacía sentir de diecisiete años de nuevo, parecía
borrar todo lo que había sucedido desde esa edad, cuando había sido joven,
exuberante e inocente.

Sus manos flotaron hasta masajear sus hombros anchos, encontrando su


pelo sedoso. Él deslizó las manos por su espalda, dejando que una palma ahuecara

229
El Club de las Excomulgadas
su nuca. El beso siguió y siguió hasta que sus rodillas se sintieron débiles y su
cuerpo temblaba casi imperceptiblemente.

Fuera de la ventana, en el jardín, la lluvia comenzó a caer. El suave golpeteo


de las gotas de lluvia era reconfortante, pero la novedad de la ocurrencia no fue
suficiente para atraer su atención. Esa estaba centrada totalmente en el otro.

Ella pensó en interrumpir el beso y parar todo eso… lo que sea que fuera.
Ella debería hacerlo, de verdad, pero no quería. A la mierda con los debería. Por esa
noche dejaría que Alejandro liderara el camino. Estaba cansada de luchar.

Alejandro rompió el beso y la guió hacia la cama. Sin decir palabra, apagó la
luz, la despojó de sus ropas y luego a él. Se acurrucaron juntos bajo las mantas con
sus pieles en contacto en donde fuera posible tocarse mientras la lluvia caía
constantemente en el exterior. Por primera vez en años, Daria se sintió relajada y
contenta.

Anya Bast - El Pecado Elegido


La polla de Alejandro presionó contra su pierna, y ella reaccionó a la
misma. Ella respondió a su aroma y al calor de su cuerpo, su languidez, poco a
poco convirtiéndose en un vago deseo sexual. Su sexo se calentó y se movió contra
él, sabiendo muy bien que Alejandro podía sentir el cambio en su cuerpo.

A ella le gustaría tener esa polla en su boca, para sentir la forma en que su
cuerpo se tensaba mientras ella le complacía. A Daria le gustaba tener el control
sobre un hombre de esa manera, sabiendo que estaba a su merced, impotente ante
la caricia de su lengua. La idea de poner a Alejandro de esa manera hacía que su
coño temblara de anticipación.

En un movimiento relajado, alargó la mano entre sus cuerpos y tomó su eje


en su mano. Él dejó escapar un bajo gemido que sonó deliciosamente mientras ella
lo acariciaba.

Si Alejandro no sabía antes lo que ella tenía en mente, lo sabía ahora. Daria
dudaba que se opusiera.

230
El Club de las Excomulgadas
Su polla era larga y ancha, el sueño de cualquier mujer. Una oscura,
profunda lujuria en algún lugar de su interior clamaba por tenerlo en su boca.

Daria no había estado con muchos hombres. Podía contarlos a todos en las
dos manos. Sin embargo, sus experiencias no habían sido insípidas. Había pocas
cosas sexuales que no había realizado, aparte del sexo anal, pero no podía recordar
haber necesitado a un hombre como necesitaba a Alejandro en ese momento.

Tal vez era simplemente el deseo de conectar con alguien. Daria no lo sabía
y su cuerpo estaba demasiado necesitado por el momento para tanta introspección.

Arrastró la mano a lo largo de su polla y utilizó su prepucio para bombearlo.


Gimiendo, él inclinó la cabeza hacia atrás.

—Me estás matando, Daria —murmuró Alejandro.

Una pequeña sonrisa curvó sus labios mientras se inclinaba hacia él y besaba

Anya Bast - El Pecado Elegido


su garganta, permitiendo que su lengua se moviera sigilosamente y dibujara
pequeños círculos en su carne caliente.

—Oh, aún no he llegado ni a la mitad —susurró ella, y luego desapareció


bajo las sábanas.

Después de ir dejando besos hacia abajo por su exuberante pecho y sobre su


estómago musculoso, se encontró en la localización deseada. Moviendo su dedo
hacia arriba y hacia abajo por su eje, exploró cada centímetro a su conveniencia,
feliz por la pequeña cantidad de luz que entraba por el borde superior de las
mantas.

Se inclinó hacia adelante y le lamió la corona suave, saboreando la gota de


líquido pre-eyaculatorio nacarado que se había deslizado desde la punta.

El cuerpo de Alejandro se tensó y gimió.

Actuando como si tuviera todo el tiempo en el mundo y su cuerpo no


estuviera clamando por la satisfacción, Daria delineó el largo de su eje, explorando

231
El Club de las Excomulgadas
cada vena y bromeando el área pequeña, sensible, justo debajo de la corona ancha y
suave. Cada movimiento que hacía provocaba un estremecimiento de placer de él.

Justo cuando sintió que Alejandro estaba a punto de volverse loco, ella lo
sepultó en su boca.

Anya Bast - El Pecado Elegido

232
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Dieciocho
El cuerpo de Alejandro se sacudió con placer mientras Daria deslizaba sus
exuberantes labios sobre su polla. Había tenido la esperanza que ella viniera a él de
nuevo, que iniciara eso sin la ayuda de su velo, pero no esperaba que sucediera esa
noche.

No es que él se quejara...

Agarró su pelo en sus puños y su aliento siseó fuera de él. El interior


caliente, aterciopelado de su boca alrededor de su eje hacía que el placer se
acumulara en sus bolas. Impaciente, hizo volar la manta fuera de la cama,
necesitando ser capaz de verla.

Luchó contra el deseo de enterrar sus manos en el pelo de su nuca y meter la


polla profundamente dentro de su boca. Infiernos, luchaba contra el impulso de

Anya Bast - El Pecado Elegido


tirar de ella hacia arriba, abrir sus muslos tan amplios como pudieran ir, y hundirse
en su coño caliente y sedoso.

Observó su longitud aparecer y desaparecer entre sus labios exuberantes.


Con su lengua, jugueteó sobre todos los lugares que atormentaban su cuerpo con
estremecimientos eróticos. Sus dedos se cerraron un grado en su pelo.

Eso fue todo lo que pudo soportar.

Dejó escapar unas palabras en español y embistió suavemente entre sus


labios. Su lengua onduló y lo acarició. Le tomó sólo un momento antes que el
placer estallara desde sus bolas y él se liberara en su boca con una corriente
caliente. Su lengua aún lo bañaba después que hubiera terminado, lamiendo cada
gota de su semen mientras que los temblores que sacudían su cuerpo se
desvanecían.

Finalmente, ella lo dejó ir, descansando sobre su costado y levantando la


mirada hacia su cara con una mirada hambrienta en sus ojos. Su mirada la recorrió

233
El Club de las Excomulgadas
desde los pies, pasando por sus piernas suaves y bien formadas y el cuerpo curvado
hasta su rostro.

—Ven aquí —le ordenó con voz ronca—. Necesito follar.

— ¿Qué significa eso?

—Necesito follarte —la ligera sonrisa en sus labios se desvaneció y sus


pupilas se oscurecieron—. Ven aquí, querida.

Moviéndose con el propósito de seducirlo, viajó subiendo por su cuerpo


lentamente. Sus caderas giraron e hizo rodar sus hombros, con una expresión
sensual en su hermoso rostro. Se movía como un gato, una mujer seduciendo. Aquí
estaba la Daria que recordaba de años atrás, segura del poder sexual de su cuerpo.

Si la intención era hacer que se volviera loco por ella, él ya lo estaba.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Rodó sobre su costado y la empujó sobre su espalda. Con su dedo índice,
trazó cada colina y cada valle sobre su pezón hasta que se endureció e hinchó. Ella
cerró los ojos y suspiró, su cuerpo tensándose con el deseo.

Alejandro dejó caer su mano entre sus muslos y jugueteó con su clítoris,
rozándolo hacia delante y atrás, hasta que ella gimió.

—Quiero observar cómo te tocas a ti misma.

Sus ojos se abrieron.

— ¿Qué?

Él acarició su coño hasta que se movió inquieta en la cama y estuvo tan


excitada que estaba seguro que no se lo negaría.

—Quiero ver cómo haces que corras tú misma. No me digas que nunca lo
hiciste, Daria, cuando estabas sola y lo necesitabas.

Ella sólo lo miró fijamente, con la duda en su rostro.

234
El Club de las Excomulgadas
Retiró la mano.

—Cierra los ojos y pretende que no estoy aquí. Toca tus senos.

Después de un momento, dejó que sus ojos se cerraran. Sus manos se


movieron lentamente hacia sus hermosos senos. Ahuecándolos en sus manos,
deslizó sus pulgares sobre sus pezones hasta que se endurecieron, y se volvieron de
un color rojo cereza, muy chupables. Mientras se acariciaba, su aliento quedó
atrapado en su garganta y las mejillas se encendieron de color carmesí. Sus caderas
empujaron hacia delante, como si buscara algo que la follara.

Alejandro quería darle algo, pero primero quería verla atravesar eso.

—Ahora, toca tu coño, Daria. Acaricia tu clítoris. Desliza los dedos


profundamente dentro de tu coño y dime lo que sientes.

Ella extendió su mano sobre su estómago, justo por encima de su montículo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


La dejó allí.

Su Daria era tímida, qué adorable. Era evidente que necesitaba instrucciones
más detalladas.

—Abre tus muslos.

Sin abrir los ojos, hizo lo que le pidió.

—Más. Muéstrame todo. Extiéndete por completo.

Ella dobló las rodillas, y de esa manera sus talones tocaron la parte trasera
de sus muslos. En esta posición, ella estaba completamente abierta para él. Su coño
estaba hinchado por su excitación, sonrojado de un bonito tono de color rosa. Sus
labios estaban ruborizados y parecía que hacían un mohín. Su clítoris se asomó de
su capucha, hinchándose y rogando por atención.

—Qué lindo coño. Eso significa que tienes un coño bonito, Daria.

235
El Club de las Excomulgadas
Sus uñas se clavaron en las palmas de sus manos mientras sus manos se
cerraban con fuerza en puños, tratando de resistirse a tocarla. Quería movilizar sus
dedos sobre su clítoris, hacer que se corriera justo en ese momento.

Paciencia. Necesitaba más paciencia.

—Quieres correrte, ¿no es así? Quieres sentir mi polla entrando y saliendo de


ti, follando tu coño dulce hasta que grites.

Sus ojos se abrieron, parpadeando.

—Alejandro, me estás matando. Sí, te deseo.

Los puños de Alejandro apretaron las cubiertas en sus manos.

—Hazte tener un orgasmo para mí. Quiero ver. Hazlo despacio.

Su respiración se hizo más pesada en el aire quieto de la habitación. Ella

Anya Bast - El Pecado Elegido


arrastró la mano de su estómago hacia abajo. Dejándola reposar en su montículo,
ella abrió los ojos y levantó la mirada para encontrarse con la suya. Metió la mano
entre sus muslos, manteniendo su mirada trabada con la suya. Frotó su clítoris con
dos dedos. La observó fascinado mientras ella se acariciaba.

Ella jadeó y arqueó la espalda. Alejandro extendió la mano para cubrir su


mano con la suya, pero la apartó en el último momento.

— ¿Eso se siente bien, querida?

Alejandro vio la lenta rotación de sus dedos alrededor de su clítoris


hinchado. Sus labios se veían pesados y él estaba dolorido por inclinarse y tomarlos
entre sus labios. Quería mordisquearlos como si fueran dulces.

Suavemente, movió la otra mano de ella entre sus piernas, hacia la entrada
de su coño. Ella extendió sus labios, dándole una visión de su corazón. Luego,
arrastró sus dedos sobre su entrada. Daria gimió y empujó sus caderas hacia
delante, como si ella buscara, inconscientemente, su pene para que la penetrara.

236
El Club de las Excomulgadas
Alejandro tuvo que obligarse a sí mismo a no saltar sobre ella y sumergirse
profundamente dentro de su coño.

—Una noche, Daria, quiero que me dejes hacerte todo lo que yo quiera.

Ella sacudió la cabeza.

—Quiero eso, también.

— ¿En serio? Dámela. Acepta darme una noche. Una noche para que me
cedas el control total a mí. Déjame hacer lo que quiera a este cuerpo delicioso.

Sus ojos parpadearon antes de abrirse y su mirada atrapó la suya.

—Sí.

Él gruñó con satisfacción.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Ahora… ¿quieres algo para llenar toda esa dulzura tuya? —Él presionó
sus dedos dentro de ella.

Se deslizaron con facilidad, y ella gimió su nombre. Al arrastrar sus dedos


sobre su piel inflamada una vez, la hizo estremecer, y se obligó a sí mismo a
retirarse.

Ella movió su mano y las caderas, follando sus propios dedos.

—Eso es. ¿Puedes sentir todos esos músculos palpitantes? Eso es lo que
siento cuando estoy dentro de ti —hizo una pausa y cuando él habló a
continuación, su voz temblaba—. Eres hermosa, Daria. Eres tan jodidamente
bonita.

Ella bombeó en su sexo, su otra mano acariciando su clítoris. Su espalda se


arqueó y ella sacudió la cabeza mientras ella misma se conducía más y más cerca
del clímax.

237
El Club de las Excomulgadas
Alejandro estiró la mano y agarró su polla, acariciándola desde la base hasta
la punta mientras observaba la erótica escena ante él. No estaba seguro de cuánto
más podría aguantar antes de que el tenue agarre que tenía sobre su control se
rompiera.

Entonces, su cuerpo se puso rígido y ella gimió.

—Me estoy corriendo.

Él colocó su mano sobre su clítoris y presionó.

— ¡Alejandro! —Su cuerpo se estremeció y la habitación se llenó con los


sonidos dulces, dulces de su placer.

Antes de que su orgasmo muriera por completo, él quitó sus manos.


Movilizó sus propios dedos profundamente dentro de ella, sintiendo las apretadas
pulsaciones calientes de sus músculos aún culminando en torno a ellos. Luego, bajó

Anya Bast - El Pecado Elegido


la cabeza y chupó su clítoris entre sus labios para masajearlo y lamerlo con su
lengua.

Daria gritó, su orgasmo rugiendo a la vida una vez más. Él la condujo a


través del mismo, gimiendo ante el sabor erótico suyo esparciéndose sobre su
lengua.

Finalmente, ella se calmó y yació jadeante, pero Alejandro no había


terminado todavía. Lamió su clítoris sensible y luego lo hizo sobre todo lo demás,
también. Atrajo sus labios entre los suyos y los chupó con suavidad.

Daria se retorcía en la cama debajo de él, sus manos enhebrándose a través


de su pelo, mientras él bebía hasta hartarse de ella mientras tenía la oportunidad.
Esta probada podría tener que durarle mucho, mucho tiempo. Ella había accedido
a entregarse a él una noche, pero con Daria, nunca estaba seguro. Alejandro gimió
profundamente en su garganta.

Dios, ella sabe tan bien.

238
El Club de las Excomulgadas
Cuando fue a satisfacerse, no le pidió permiso. Sólo la montó rápido y duro,
extendiendo sus muslos y hundiendo su polla dentro de su coño cremoso.

***

Daria jadeó y arqueó la espalda. Alejandro siempre la hacía sentirse así…


completa cuando estaba dentro de ella. Su polla la estiró tan exquisitamente que
trajo lágrimas a sus ojos y envió su cuerpo directamente al borde de un clímax.

Presionó su gran cuerpo sobre el de ella, sus manos se apoyaron en el


colchón a ambos lados de su torso.

—Alejandro… —ella no pudo decir nada más. Sus ojos parpadearon hasta
cerrarse por un momento mientras el placer pulsaba a través de ella. Entonces, él
comenzó a embestir y explotó.

Ella se apoderó de sus brazos mientras se estrellaba contra ella con

Anya Bast - El Pecado Elegido


embestidas largas y fuertes. Cada una enviaba un rayo de éxtasis a través suyo y la
empujó hacia un segundo clímax demoledor.

Se corrieron al mismo tiempo, su placer alcanzando un punto culminante


compartido. La primera vez que había hecho que ella se corriera, la había recorrido
larga y suavemente. Esta vez, rodaba como si fuera un tren de carga, dejándola
arruinada, gastada, y ronca de tanto gritar.

Bajó sobre ella, besándole la boca y la garganta, enhebrando los dedos por
su pelo.

—Daria —susurró su nombre una y otra vez.

Hundió la cara en la curva de su garganta, donde ésta se reunía con el


hombro. Cerrando los ojos, deseó por un momento que nunca dejara su cuerpo,
jamás. Entonces, mientras las secuelas de su orgasmo se desvanecían, la
racionalidad parpadeó, y ese pensamiento se desvaneció.

239
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Diecinueve
El edificio se erguía en el rincón más alejado de la cúpula, asentado a lo
largo de vías empedradas encantadoras llenas de árboles frutales llenos de flores.
Era pequeño, sin pretensiones, y aun así era un bello ejemplo de la arquitectura
moderna. Aquí Sante no había sido retro. El tejado puntiagudo era todo de vidrio
irrompible, reflejaba la luz del sol falso en esa falsa tarde encantadora.
Probablemente, como todos los edificios que la cúpula tenía, tenían paneles solares
embebidos en el vidrio. Fuera de las paredes de la cúpula, todo lo que Daria sabía
era que podía ser medianoche.

La mitad inferior de la estructura circular era de algo llamado restao, de color


blanco cremoso, el cual era un material de construcción que se utilizaba con
frecuencia en los territorios de Logos para ayudar a aliviar el calor excesivo.
Amplios ventanales largos estaban colocados a intervalos regulares alrededor del

Anya Bast - El Pecado Elegido


edificio. Para servir como una transición entre las blancas paredes de restao y el
techo de cristal había un alero de celosía de madera, del cual colgaban vides frescas
torcidas y helechos exuberantes y verdes en macetas vibrantes que colgaban
suspendidas.

Ésta, al parecer, era la sede de Sante dentro de la cúpula. Aquí sería donde
ella y Alejandro ganarían la codiciada membresía del santuario interior de Sante.

Sante había enviado un mensajero a su habitación por la mañana


diciéndoles que renunciaran a su trabajo en la fábrica y vinieran aquí. Parecía como
si no fueran a regresar a los turnos diarios en la fábrica jamás, un hecho que hizo
que Daria se decepcionara un poco ya que nunca había alcanzado su meta de lograr
entrar a la sala de envasado. Sin embargo, esta oportunidad podría ofrecerle otras
formas de fisgonear.

Infiernos, ¿quién sabe? Tal vez Sante les mostrara todas sus cartas de forma
inmediata y ellos podrían terminar con esa actuación. Daria y Alejandro podrían

240
El Club de las Excomulgadas
derribar ese lugar, meter a Sante en la cárcel, y ella podría seguir adelante con su
vida inmortal, de chupadora de sangre.

Habían pasado cuatro días desde que Sante había convocado a Daria y
Alejandro en su casa. Había esperado tanto tiempo antes de contactarse con ellos
de nuevo que ella había comenzado a preocuparse de si la oportunidad de alguna
manera se había deslizado a través de sus dedos. Probablemente era sólo que Sante
era un hombre ocupado, tendría personas que matar, mujeres que secuestrar,
esclavos que traficar, ese tipo de cosas.

Carlos estaba parado en la entrada, fumando un largo cigarrillo Darpongese


delgado. El humo acre flotaba haciendo un largo camino en el aire normalmente
puro de la cúpula, ensuciándolo.

Mientras ella y Alejandro se acercaban, la boca de Carlos se torció en una


amarga no-sonrisa.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Para que conste, creo que es demasiado pronto para que podáis uniros a
nosotros. De hecho —continuó, mirando a Alejandro de pies a cabeza—, no creo
que algunos de nosotros debamos tener una oportunidad con Sante en absoluto. Es
un privilegio y un honor ser aceptados en este edificio. Sin embargo, es Sante quien
dicta las membresías, no yo.

—Bueno, gracias por dejar que tus preferencias sean conocidas —espetó
Daria—. Puedes estar seguro que tomé nota de ellas.

—Carlos, déjalos entrar —demandó Sante desde el interior de la estructura.

Carlos les dio una última mirada hostil, y luego se hizo a un lado para
permitirles el paso.

Entraron en la fresca habitación circular. El suelo era de piedra de color


canela y estaba cubierto con alfombras de gran tamaño. Las plantas en maceta
estaban situadas en diversos lugares, acentuando los muebles de lujo multicolores
con muchos cojines. Las puertas conducían a otras habitaciones en la parte

241
El Club de las Excomulgadas
posterior, y una gran fuente borboteaba feliz a lo largo de una pared. Las vigas de
madera por encima de sus cabezas eran el hogar de algunas aves de colores
vibrantes, que revoloteaban aquí y allá, el suave whirrr de sus alas armonizaba
agradablemente con el sonido del agua.

Daria se preguntó si a las aves les molestaba ver el cielo por encima de ellas
a través del techo de cristal y ser siempre incapaces de alcanzarlo.

Tal vez eso divertía a Sante. Parecía ser algo que haría.

El gran hombre descansaba en un sofá de color azul brillante y naranja,


mirándolos con pereza, como si no tuviera ninguna preocupación por la galaxia. Él
movió la mano.

—Perdonad a Carlos. Se ha designado mi perro guardián y puede ser


rabioso en su protección.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Carlos, que había entrado tras ellos, no discutió ante esta evaluación. Él sólo
ocupó un lugar en la parte posterior de la sala y permaneció con su fija mirada
penetrante en Alejandro. Usaba una camisa blanca, abierta en el cuello, y tenía la
mano metida en el bolsillo de su pantalón de color beige.

Daria se preguntó lo que habría escondido Carlos en ese bolsillo, ¿un


cuchillo? Parecía el tipo de usar cuchillos. Un gamberro. Aunque era un Elegido
antiguo y había acumulado mucho poder en los últimos años, probablemente
podría matarlos donde se encontraban con sus propias manos.

Aun así, Daria apostaba que prefería usar un cuchillo, así habría más sangre
de esa manera.

—Lo entendemos —respondió Alejandro diplomáticamente. A pesar de que


ella podía sentir la tensión en su cuerpo, parecía relajado. Su mirada se posó sobre
la mujer sentada en una silla cercana, la única mujer en la habitación, además de
Daria—. Encantado de conocerte.

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El Club de las Excomulgadas
—Esta es Eleanor Matthews. Ella vino a nosotros por medio de Songset. La
conozco a través de nuestra madre de sangre compartida —la presentó Sante—.
Eleanor, por favor conoce a Valerie y Alejandro.

—Mucho gusto —respondió Eleanor, sonando como todo lo contrario.

Daria habría especulado que la rubia alta era la mujer de la cual Sante estaba
enamorado, si no la hubiera reconocido como una del círculo íntimo que seguía a
Sante la noche de la fiesta. De todos modos, sabía su nombre. Eleanor Matthews.
Ella había estado en el archivo que había recibido de la GBC con la información
sobre todos los Elegidos más cercanos a Sante. Aquellos que se envolvían a su
alrededor como una cálida manta. Era cierto que Eleanor compartía la madre de
sangre de Sante y había estado con él desde el principio.

De todos modos, la dama de Sante no era una Elegida moderadamente


envejecida, ni moderadamente poderosa como Eleanor. Era una succubare, si es que

Anya Bast - El Pecado Elegido


el pequeño viaje de Daria a la casa de Sante esa noche le había dado alguna pista.
A menos, claro, que la mujer hubiera sido sólo un aperitivo en un costado. Eso
siempre era posible.

Daria miró alrededor de la habitación y buscó con su limitado sentido


psíquico a ver si encontraba otros cuerpos en el edificio, pero estaba vacío. Maldita
sea. Tenía la esperanza de conocer a la misteriosa mujer hoy.

—Por favor, tomad asiento —dijo Sante, señalando hacia los muebles
disponibles—. Hay refrescos en la mesa si deseáis algo más que sangre esta
mañana.

—Gracias —respondió Alejandro. Se sentaron.

Sante hizo un movimiento con una jarra de color rojo brillante que tenía
alguna bebida fría no identificable, la cual estaba asentada sobre una bandeja en la
mesa de café. Vasos de color rojo habían sido alineados a cada lado.

243
El Club de las Excomulgadas
—Es vino frío de sangre —Sante frunció el ceño—. Saborizado con algún
tipo de fruta, creo.

Daria se estremeció. Ella era una Elegida ahora, pero no se había


acostumbrado a todas las preferencias alimentarias comunes de un vampiro. El
vino de sangre era deseado en la comunidad de los Elegidos, sangre mezclada con
vino y con sabor a fruta. Era, generalmente, un refrigerio muy caro. Algo referido a
la mezcla de sangre con fresas o cerezas hizo muy infeliz al estómago de Daria.

Alejandro se sirvió un vaso y ella se relajó, libre de culpa mientras uno de


ellos bebía.

—Os he llamado aquí para que podáis conocer a algunas de las personas con
las que podríais encontraros trabajando —dijo Sante—. Pensé que podría poneros
en mi equipo de relaciones con la comunidad. Sois nuevos por aquí, por lo que os
dará la oportunidad de conocer gente.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Relaciones con la comunidad. Eso no sonaba prometedor. Había estado
esperando que los apuntara para el tráfico de drogas o algo interesante.

— ¿Qué es lo que hace exactamente el personal de relaciones con la


comunidad? —preguntó Alejandro.

Eleanor curvó sus largas piernas debajo de ella.

—Organizamos fiestas y reuniones. Generalmente, promovemos la buena


voluntad entre nuestros residentes.

Santo juego de tejo en la piscina, ¿quería que fueran organizadores de


fiestas? Osos de peluche, fabricación de miel y buena voluntad. ¿Qué venía a
continuación? ¿Organizar persecuciones de arcoíris y concursos de soplar burbujas?

Eleanor le sonrió a Daria.

—Veo tu expresión, Valerie. Será mucho más interesante de lo que piensas.


Mantener a los Elegidos de larga vida y generalmente hastiados entretenidos es un

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El Club de las Excomulgadas
buen truco. No habéis estado aquí el tiempo suficiente para descubrir todas nuestras
diversas reuniones.

—Valerie y Alejandro, mascota mía —interrumpió Sante—, son tristemente


monógamos. No habrá juegos para ellos.

Oh.

Eleanor no miró a Alejandro con pesar, sino a Daria. Ella hizo una mueca
con sus labios rosados.

—Qué lástima. Bueno, os doy un centenar de años de la posición del


misionero con una sola pareja y podríais cambiar de parecer.

—No presiones, Eleanor —dijo Sante en un tono reprobador.

Ella estudió a Daria.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Pero eso no debería detenerte de ayudar a organizar las fiestas, ¿correcto?

A Daria no le gustaba la mirada rapaz de sus ojos, como si Eleanor pudiera


estar inclinada a tratar de hacerla cambiar de opinión sobre el tema. No la haría
cambiar de opinión, jamás.

—Por supuesto que no —respondió Alejandro por ambos.

Daria asintió su acuerdo.

—Estaremos encantados de ayudar. —No tenían una buena razón para


rechazarlo y, en este punto, tenían que tomar lo que se les ofrecía—. Suena…
divertido.

—Es mucho trabajo —interrumpió Sante—. Nos tomamos la felicidad de los


residentes muy en serio. Los Elegidos aburridos son Elegidos peligrosos.

¿Por qué esa afirmación parecía tan irónica viniendo de su boca?

245
El Club de las Excomulgadas
—Todos los miembros de la junta de directores, como se les llama, están a
cargo de varias cosas aquí en el Camino Luminoso —continuó Sante—. Los
miembros van cambiando de puestos, a veces, por lo que no vais a hacer esto para
siempre.

— ¿De qué está encargado Carlos? —Daria no pudo evitar preguntar. Sólo
voló directamente fuera de su boca.

Sante sonrió como un lobo.

—Seguridad.

La viveza la sorprendió.

— ¿Crees que podríamos conseguir una visita formal por la cúpula? —


preguntó Daria—. Hemos estado aquí un par de semanas, pero todavía me siento
como si no lo hubiéramos visto todo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Sólo verían lo que Sante quería que vieran, ¿pero quién sabe lo que podrían
vislumbrar por casualidad? ¿Quién sabía la nueva y pequeña información que
podría producir una gira?

Cualquier cosa para romper su consistente racha de mala suerte sería


bienvenida, no importaba cómo de pequeña fuera.

Sante reflexionó eso durante un momento.

—Puedo conseguir que alguien os muestre los alrededores, sí.

Un movimiento atrajo su atención sobre la parte posterior del edificio. El


aroma de una persona la alcanzó antes que alcanzara a ver una bata multicolor de
mujer, una succubare.

La mujer se apresuró a través de la puerta, y el corazón de Daria se detuvo


por un momento. Su visión se volvió borrosa y le tomó hasta la última gota de
voluntad no mostrar su absoluta y completa sorpresa.

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El Club de las Excomulgadas
Ari Templeton.

Anya Bast - El Pecado Elegido

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veinte
Ella caminó hacia Sante con un movimiento suave y elegante, y una mirada
serena en el rostro. El dobladillo de su ligero vestido largo, con un agradable patrón
de diversos colores audaces, se arremolinaba alrededor de sus tobillos. No llevaba
zapatos en sus pies delgados, sólo una pequeña pulsera dorada de tobillo
adornándolos. Oro brillaba en cada oreja, en sus dedos, y en el hueco de su
garganta, donde yacía un colgante que parecía muy caro, con un diamante
guiñando en su centro.

Esta mujer no parecía estar secuestrada, ni por cualquier atisbo de


imaginación. No se veía hostigada. No se veía lastimada.

Parecía que estaba de vacaciones.

—Mi amor —dijo Ari, acercándose a Sante. Su voz era baja y meliflua. Era

Anya Bast - El Pecado Elegido


la voz que Daria había oído proveniente de la habitación de Sante la noche que
había irrumpido en su casa.

Sante sonrió tan cálidamente como Daria podía recordar que le sonreía a
ella de vez en cuando, en otra vida, entonces se acercó y colocó a Ari sobre su
regazo para besarla. Frente a ellos, Eleanor puso los ojos en blanco como alguien a
quien le molesta el comportamiento de los nuevos enamorados.

Daria dominó su expresión con esfuerzo y se las arregló para sonreír con
indulgencia a la pareja mientras se imaginaba lo que haría Valerie.

En su interior, los pensamientos y las emociones se arremolinaban en un


tornado confuso, amenazando con abrumarla.

A su lado, Alejandro controló su reacción como el profesional que era, a


pesar de que tenía que estar tan sorprendido como ella.

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El Club de las Excomulgadas
Su capacidad de actuar era una buena cosa. Carlos los observaba
atentamente desde el otro lado de la habitación con sus ojos negros saltones,
analizándolos, sopesándolos, de la misma manera en que parecía hacer con ellos
siempre.

Sante y Ari se besaron durante varios minutos. El tipo de beso que hace que
cada persona que está alrededor de una pareja sienta que están invadiendo un
momento íntimo y siendo mirones. El beso de una pareja tan enamorada que no les
importa quién está mirando, sino que simplemente tienen que tocarse.

Finalmente rompieron el abrazo y Ari se deslizó hacia un lado, manteniendo


una de sus piernas delgadas cayendo sobre una de las musculosas de Sante. Echó
un vistazo a Daria y Alejandro y sonrió tímidamente, sonrojándose un poco a
medida que pasaba un dedo alrededor de los labios para arreglar su lápiz labial.

Oh, dios. La pobre mujer era como una adolescente embrutecida.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Perdonadnos —dijo Sante, con un encogimiento de hombros, poniendo su
par de manos anchas al revés—. Ari y yo estamos recién emparejados. Estoy seguro
que podéis entenderlo.

Alejandro hizo algunos sonidos amables de asentimiento, pero Daria no


pudo responder. Toda su energía estaba dirigida a ocultar su expresión.

—Además —continuó Sante—, Ari es una nueva Elegida y sus apetitos son
especialmente calientes. No es que me importe —otra sonrisa de lobo. Él asintió
con la cabeza hacia Daria—. Mi Ari no consiguió pasar a través del succubare, como
tú, Valerie. Es una de las razones por la que estoy interesado en ti.

— ¿Tú eres el humano que lo consiguió? —preguntó Ari de repente.

—Sí —respondió Daria sin problemas—. Es un placer conocerte.

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El Club de las Excomulgadas
Ari se deslizó desde el sofá y cruzó el suelo en un movimiento sensual. Ella
se arrodilló a los pies de Daria y tomó una de las manos de Daria entre las palmas
de sus manos.

—Sólo tenía que tocarte —los succubare eran así—. ¿Cómo lo hiciste? Traté y
traté de empujar a través de él, pero no pude —las lágrimas brillaban en los ojos de
la mujer.

—Como le dije a Christopher, no estoy segura. Cuando sentí que me daba


por vencida, empujé con más fuerza —Daria hizo una pausa, mirando a Sante—.
Tú fuiste Elegida de forma voluntaria, ¿no?

Ari inclinó la cabeza y asintió con la cabeza.

—Sabía que las probabilidades de que no lo lograra eran grandes. Me


arriesgué de todos modos porque estaba tan enamorada —levantó la cabeza—. No
me arrepiento, pero lamento no ser lo suficientemente fuerte para conseguirlo.

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Con una vida tan larga dependiendo del sexo, Daria podía imaginar que lo
sentía.

Sante se levantó y ayudó a Ari a elevarse sobre sus pies. Parecía una mujer
tan dulce, suave y vulnerable. Todo lo contrario de su padre, Richard Templeton.
¿Cómo podía haberse enamorado de Christopher Sante?

— ¿Cómo os conocisteis? —preguntó Alejandro. Dios lo bendiga.

Ari sonrió.

—Él entró en Rapid City, una noche. Yo había ido allí para manifestarme en
contra de la última cruzada de mi padre en contra de los Elegidos. Conoces a mi
padre, sin lugar a dudas. Es Richard Templeton —ella hizo una pausa y esperó su
reacción, que le dieron como un par de murmullos de comprensión—. Christopher
estaba allí esa noche, y fue amor a primera mordida —ella sonrió y su sonrisa
iluminó todo su rostro—. Salimos en secreto durante mucho tiempo, hasta que

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El Club de las Excomulgadas
supimos que teníamos que estar juntos como una pareja. Así que me sometí a la
Elección.

—Esa es una historia muy romántica —contestó Daria.

—Por favor, su presencia aquí es un secreto —dijo Sante—. Ella viaja a


través de la cúpula utilizando pasajes subterráneos. Nadie la ve excepto los que
pertenecen a mi círculo íntimo. Como podéis entender, su padre no está contento
con este arreglo. Es para su protección.

—Por supuesto —respondió Alejandro.

—Si nos disculpáis —continuó Sante—. Hemos terminado aquí. Voy a dejar
que coordinéis el resto de las cosas con Eleanor.

Alejandro y Daria observaron a Sante llevarse lejos a Ari, con su cabeza


apoyada en su hombro y su brazo alrededor de su cintura en un amoroso gesto

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protector.

Eleanor se levantó.

—Bueno, me tengo que ir también, pero voy a estar en contacto pronto con
respecto a los detalles. Tenemos una reunión mañana a la que probablemente
deberíais asistir, la cual será muy erótica. Espero que no os importe. Es en el
Edificio Alhambra a la medianoche. ¿Nos vemos ahí?

Ah, bien. Una orgía. Daria no podía esperar.

—Te veremos allí —respondió Alejandro.

Ellos siguieron a Eleanor fuera del edificio, con Carlos mirándolos fijamente
todo el tiempo. La forma en que la miraba hacía que tuviera escalofríos de
repulsión subiendo por su espalda. Daria fue capaz de controlarse a sí misma hasta
que estuvieron libres fuera del edificio y Eleanor había caminado en la otra
dirección.

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El Club de las Excomulgadas
Alejandro la tomó del brazo, tal vez sintiendo su inminente explosión.

—Sólo sigue caminando.

Ella lo hizo, concentrándose en poner un pie delante del otro. Fueron todo
el camino de regreso a la habitación y tan pronto como ella cerró la puerta,
comenzó a pasearse.

— ¿Qué mierda, Alejandro? ¡Qué mierda!

—Estoy tan confundido como tú.

— ¿Crees que está siendo coaccionada de alguna manera?

Alejandro sacudió la cabeza.

—Tú la viste. ¿Se ve coaccionada? Creo que Sante tiene un montón de


poder, pero no tanto.

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Ella se mordió el borde de la uña del pulgar.

—Tiene que tener un ángulo. La está engañando como lo hizo conmigo.

—Tal vez.

Ella lo miró y dejó de mordisquear.

— ¿Tal vez? Sin duda, Alejandro. ¿Cortejar y ganar a la hija de Richard


Templeton? Infiernos, y ni siquiera tuvo que secuestrarla. Todo lo que tenía que
hacer era encender el encanto y seducirla para alejarla. ¿Hechizarla y seducirla lo
suficiente como para que quiera ser Elegida?

Alejandro se pasó una mano por la barbilla.

—Suena como Sante.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Eso crees? —La amargura le dio un borde dura a las palabras—.
Bastardo. Él está haciendo esto el doble de difícil. —Hubiera sido más fácil liberar a
Ari si hubiera estado dispuesta a ser liberada. Sante había jodido la mente de la
mujer a lo grande.

—Voy a llamar a Brandon para que venga —él se concentró un momento,


comunicándose con el otro hombre a través de un camino mental.

— ¿Qué ha pasado? —preguntó Brandon tan pronto como entró en la


habitación. Al parecer, no había ido a trabajar todavía.

Ellos le dijeron.

Se quedó atónito por un momento, limitado por las palabras. Por último, se
rascó la cabeza, tartamudeó un momento y luego dijo:

—Tenemos que contemplar la posibilidad de que ella esté aquí porque

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realmente están enamorados.

Daria se inclinó hacia delante.

—Él no es capaz de ello, Brandon.

Brandon la miró fijamente con una mirada firme.

—Tienes un pasado aquí. No dejes que afecte la misión. —Su voz fue tan
dura como jamás la había oído.

—No estoy diciendo que no lo tenga, pero no estoy hablando por mi pasado.
En este momento, es mi conocimiento personal de este hombre. Yo estuve con él
íntimamente por años. Lo conozco mejor que cualquiera de vosotros.

—Conociste al Sante que él quiso presentarte —escupió Brandon de


regreso—. No conociste al hombre real.

— ¡Basta! —ordenó Alejandro en voz baja.

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El Club de las Excomulgadas
Tanto ella como Brandon se congelaron.

—Daria, sí creo que Sante te amó. Fue sincero cuando habló sobre ti el otro
día. Creo que él es capaz de sentir emociones. Así que Brandon tiene razón.
Tenemos que contemplar la posibilidad de que Sante y Ari Templeton realmente
están juntos por amor.

Daria se echó hacia atrás en derrota. No podía creer sus palabras, pero era
superada en número. Suspiró.

—Entonces... tenemos que investigar más.

Pero ella sabía lo que iba a encontrar.

Brandon asintió con la cabeza.

—Será más fácil para vosotros dos hacer eso, por supuesto, ya que ambos

Anya Bast - El Pecado Elegido


tenéis una entrada a su círculo íntimo —hizo una pausa—. ¿Hay alguna posibilidad
de conseguir meterme en él?

Alejandro frunció el ceño.

—No te necesitamos dentro Brandon. Tú eres más valioso donde estás,


cerca de donde podrían estar traficando con los esclavos de sangre. Trabajamos esta
parte de la misión, tú trabajas esa otra.

—Sí —respondió Brandon—. Pero esto es más importante ahora mismo, y


cuantas más manos tengamos allí, mejor.

— ¿Más importante, tío? —replicó Alejandro—. Creo que averiguar si hay o


no esclavos de sangre aquí es condenadamente importante.

—Podemos manejar la cosa de Ari —dijo Daria—. Sante nos puso en la


patrulla social. Eso nos dará un montón de excusas para ser amistosos con la gente
y hacer preguntas. De todos modos, no deberíamos colocarnos todos en el mismo
lugar. Si Alejandro y yo somos descubiertos, tú seguirías encubierto.

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El Club de las Excomulgadas
Brandon se movió nerviosamente, impaciente.

—Ari Templeton es nuestra prioridad número uno. Exijo, como miembro de


más alto rango en esta operación, que lo intentéis y me hagáis entrar.

Daria miró a Alejandro por un momento, incrédula, su presión arterial en


aumento. Qué jodido bicho raro del control.

—Escucha, tú…

—Bien —Alejandro levantó una mano—. Vamos a intentarlo, ¿de acuerdo,


Brandon? ¿Estás feliz ahora?

—Jodidamente extático.

— ¿Qué pasa con la tensión? —Alejandro la señaló a ella—. Entiendo la


suya. ¿Qué pasa contigo, Brandon?

Anya Bast - El Pecado Elegido


Él se pasó una mano por el pelo.

—Frustración. Hoy en día no estamos más cerca de conseguir algo sobre


Sante que el día que llegamos aquí. Hay muchas cosas posibles, el tráfico de
esclavos de sangre, el posible contrabando. Ahora este maldito viaje con Ari
Templeton. Todo nos cuesta tiempo y no quiero pasar más tiempo aquí del
necesario.

—Estás cantando mi canción, amigo —respondió Alejandro—. Pero es lo


que es. Relájate y nosotros haremos nuestro mejor esfuerzo para llegar al fondo de
todo ello. Tuvimos un golpe de suerte al entrar en el círculo íntimo de Sante.
Tenemos que seguir el rastro de migas de pan ahora.

— ¿Te refieres a uno como el que condujo al horno de la bruja? —Brandon


destelló una sonrisa.

Alejandro asintió con la cabeza.

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—Sí, pero Hansel y Gretel empujaron a la bruja, ¿verdad? —Le disparó a
Daria un vistazo, viendo la expresión de perplejidad en su rostro—. Sí, estoy
familiarizado con los cuentos infantiles. Tengo un montón de sobrinas y sobrinos
pequeños.

Daria levantó la mano.

—No estaba juzgando —ella se volvió hacia Brandon—. De todos modos,


pensé que te gustaban las mujeres de aquí y todo eso. ¿Por qué estás con tanta prisa
por salir de aquí, de repente?

Se encogió de hombros.

—Hay mujeres en todas partes. Me tengo que ir —señaló a los dos a la


vez—. Metedme en el círculo íntimo de Sante, si podéis —se volvió y salió de la
habitación.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Simplemente le dio un golpe al interruptor de idiota —murmuró Daria
una vez que él se había ido.

—No es broma. Mira, ¿estás bien con todo esto?

—Dije en serio lo de no dejar que mi pasado interfiriera. Tengo que admitir


que siento algo por Ari Templeton justo ahora si está siendo engañada, pero eso me
va a ayudar, no a entorpecerme.

—Sé amigable con Eleanor.

Ella le lanzó una mirada de incredulidad.

— ¿Disculpa?

—Esa mujer es definitivamente bisexual y estuvo sin duda con Sante en


algún momento. La observé detenidamente cuando Ari entró. Ellas ni siquiera se
saludaron, y Eleanor estaba celosa como el infierno —Alejandro sonrió—. Ella se

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El Club de las Excomulgadas
siente atraída por ti. Todo estaba reflejado en su lenguaje corporal, por lo que
debería ser fácil.

—Yo no me enrollo con mujeres —afirmó rotundamente.

—Sólo sé amigable con ella. Usa la… forma en que te aprecia como una
ventaja. Acércate a ella y sutilmente sácale información. Tal vez ella fue la última
amante de Sante. Aún mejor, tal vez es la amante actual de Sante, mantenida al
margen, mientras él toma a la querida hija de Richard Templeton para una
cabalgada.

—Voy a hacer mi mejor esfuerzo —ella se sentó por un momento,


pensando—. ¿Puedes imaginar lo que haría Richard Templeton si supiera que su
única hija se ha enamorado de un Elegido?

—Peor, ¿que ella permitió ser Elegida? ¿Que ella es ahora succubare?

Anya Bast - El Pecado Elegido


Daria asintió con la cabeza.

—Imagina la vergüenza que sentiría —ella no pudo evitar una pequeña


sonrisa—. Dios, eso sería impresionante.

—Pero nos dejaría en cualquier lugar menos cerca de apresar a Sante.

Su sonrisa se desvaneció.

—Sí —ella se levantó—. Voy a la fábrica.

—No creo que nos quieran allí nunca más.

Ella se encogió de hombros.

—Tengo un día entero que ocupar. Podría muy bien rellenar algunos osos de
peluche. Todavía quiero la oportunidad de entrar en esa sala de envasado. De todos
modos, me gustan Jia Ying y los otros.

Su voz se hizo más baja.

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El Club de las Excomulgadas
—Puedo pensar en mejores formas de pasar el día que hacer osos de
peluche.

Ella le sonrió mientras caminaba hacia la puerta.

—Trabajo, Alejandro. Trabajo.

***

Christopher contempló a Ari mientras dormía, su largo pelo negro cayendo


sobre la almohada y una pierna cremosa expuesta. Ella siempre dormía con sus
pies, por lo menos uno, sobresaliendo de la parte inferior de las cubiertas. Era una
de las muchas cualidades entrañables que poseía. La amaba tanto.

Pero se podía imaginar lo que Daria estaría pensando en estos momentos.

Había organizado la reunión entre él, Ari, Daria y Alejandro a propósito,

Anya Bast - El Pecado Elegido


por supuesto. Christopher necesitaba que Daria entendiera que estaban
verdaderamente enamorados, él y Ari. Necesitaba saber cuál sería su reacción ante
esta información antes de que tomara medidas adicionales.

Si ella daba marcha atrás, muy bien.

Si no lo hacía…

Si Daria significaba para ellos que se separarían, llevar a Ari a postrarse a los
pies de su odioso padre intolerante, entonces su siguiente paso sería uno violento.

Suponía que había sido un riesgo, mostrarles a Ari, pero mejor eso que
tenerlos colándose alrededor del recinto buscando a una mujer secuestrada. A pesar
de que Ari le había dicho a su padre que estaba enamorada de él antes de dejar
Rapid City y se estaba yendo voluntariamente, Richard Templeton había
denunciado su secuestro.

Sante se estiró y tocó un mechón de pelo de Ari, dejando que se escapara


entre los dedos.

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El Club de las Excomulgadas
Él no le había dicho nada a Ari, sin embargo, de cualquier cosa. Lo único
que le había dicho, por su propia protección, era que necesitaba estar bien lejos de
todos los miembros de la cúpula, excepto los de su círculo íntimo, los que
pertenecían a la tan llamada junta de directores. Él no le había hablado de su padre,
no le había dicho que había agentes de la ABI y del GBC allí, buscándola. Ella no
tenía por qué saber nada de eso. Todavía se estaba recuperando de la Elección y no
podía manejar cualquier tensión adicional.

De todos modos, él se ocuparía de ella. Nada dañaría a Ari. Moriría antes


de permitir que fuera herida.

Su plan ahora era asegurarse que Daria entendiera que Ari estaba realmente
aquí por su elección, que estaba enamorado de ella. Conocía la mente desconfiada
de Daria lo suficientemente bien como para entender que ella probablemente creía
que estaba engañando a Ari, al igual que él la había engañado a ella desde el
principio.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Daria era una mujer cínica, y Christopher sabía que probablemente eso
había crecido con el paso de los años… por su culpa.

La idea hacía que su pecho se sintiera pesado.

Así que dirigió sus pensamientos hasta el día en que había conocido a Ari.

Ella había estado de pie en la calle en Rapid City, con el sonido del tráfico,
los ruidos de las bocinas, y los cantos llenando el aire. Ari había sido una de los
cientos que había aparecido ese día en protesta por Richard Templeton y la Iglesia
del Nuevo Pacto, que se habían reunido para encontrar soluciones al “problema”
de los Elegidos. A todos los lugares donde Templeton y sus secuaces iban, eran
recibidos por manifestantes.

Había resultado que Christopher estaba en Rapid City por un negocio para
el Camino Luminoso cuando esa reunión se había producido y se había detenido a
ver el circo.

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El Club de las Excomulgadas
Ari había estado allí de pie entre la multitud, las manos metidas
profundamente en su abrigo de invierno azul para protegerse del frío. No
sosteniendo un cartel.

Ni cantando.

A pesar de que ella había estado usando un sombrero y unas gafas de sol,
Christopher la había reconocido. Fue su larga cabellera lo que lo hizo, la curva de
sus labios carnosos, la nariz ligeramente más grande que la media. Había visto fotos
de la única hija de Richard Templeton y pensado que era bonita… para ser la
progenie, sin duda, del peor enemigo de su raza.

Había paseado directamente hacia ella y preguntado qué pensaba que estaba
haciendo allí. Él había estado enojado, pensando que estaba espiando para su
padre. Ella había estado nerviosa al principio, temblorosa de que la hubiera
reconocido tan fácilmente. Después de todo, su padre hacía todo lo posible para

Anya Bast - El Pecado Elegido


mantenerla fuera del foco de atención. Su rostro no era exactamente familiar.

Luego, ella se había enojado porque había cuestionado su presencia en la


manifestación. Permaneció parada allí en la calle, en un mano a mano con él y le
gritó en su cara que ella tenía derecho a estar allí al igual que cualquier otra persona
que quería igualdad de derechos para los Elegidos.

Intrigado y preguntándose si estaba diciendo la verdad, Christopher la había


invitado a tomar café. Habían permanecido en la congregación hasta que hubo
terminado, entonces caminaron hacia la cafetería más cercana y hablaron durante
horas.

Ese había sido el principio.

Habían salido por mucho tiempo. Durante esa parte de su vida, Christopher
no había pasado mucho tiempo en el Camino Luminoso, y le había entregado la
gestión de casi todas las operaciones a Carlos. Sante había querido estar siempre
donde estaba Ari, sobre todo en su casa en Rapid City.

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El Club de las Excomulgadas
Durante ese tiempo había aprendido la dura vida que Ari había vivido bajo
el puño de hierro de su padre, los sueños que había tenido de convertirse en una
artista se habían desvanecido bajo su mano dominante. Richard Templeton tenía la
vida de su hija trazada para ella y si se desviaba, tenía un infierno que pagar.

Era una mujer suave, tenaz como su padre, pero de una manera tranquila.
Tenía el temperamento de una artista, le encantaba hacer pinturas al óleo y era muy
emotiva, a veces aterradoramente vulnerable. Era una mujer que rogaba ser
protegida y cuidada debidamente por su propia existencia.

A veces, Christopher se preguntaba si Ari no se había enamorado de él y


decidido ser Elegida simplemente para fastidiar a su padre. Si es que ella lo estaba
usando, sólo un psiquiatra de cierto nivel podría sondearlo.

Pasó el dedo hacia abajo por su mejilla. Christopher estaba tan enamorado
de ella, no estaba seguro de que le importara. En lo profundo de su corazón él sabía

Anya Bast - El Pecado Elegido


que no era cierto, de todos modos.

Esta relación era buena y sólida, no condenada al fracaso de la misma


manera en que había sucedido con la relación que había tenido con Daria. Él se
inclinó y besó la frente de Ari.

Él no iba a arruinar esto, y no iba a perderla.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veintiuno
Daria entró en la habitación, iluminada por la luz de las velas.

— ¿Alejandro? —Él estaba en el centro de la sala, sosteniendo algo en su


mano.

—Me diste una noche, Daria. ¿Te acuerdas? Una noche en la que te
rendirías por completo a mí —hizo una pausa, moviendo lo que fuera que sostenía
de una mano a otra. Dios, ¿eso era una cuerda?—. Esta noche es esa noche.

Se lamió los labios mientras el miedo mezclado con el deseo la recorría.


Cuando se había masturbado para Alejandro, durante el tiempo que había estado
en la agonía de la felicidad erótica, había accedido a ello. Si no hubiera estado con
las hormonas enloquecidas, no lo habría hecho. La idea de ser su objeto, dejarle
realizar cualquier fantasía que quisiera con ella, se hubiera quedado en el reino de

Anya Bast - El Pecado Elegido


su imaginación, para salir cada vez que necesitara ayuda para traerse alivio a sí
misma en la oscuridad de la noche.

Pero ahora la oportunidad de hacerlo realidad estaba en sus manos.

—No digas que no, Daria —su voz tenía un borde acerado—. Sé que lo
deseas. Acéptalo.

Arrogante. Excepto que él tenía razón, lo deseaba.

Alejandro dio un paso hacia ella, hasta quedar bañado por un rayo de luna.
Ella vio que llevaba sólo un par de pantalones vaqueros de cintura baja, revelando
la parte sobresaliente de los huesos de su cadera. La extensión deliciosa de su pecho
estaba desnuda, junto con el rastro de pelo corriendo más allá de la cintura de sus
pantalones que conducían hacia su polla. Sus pies grandes y fuertes también
estaban descalzos.

—Sácate la ropa y ven aquí conmigo —la miró fija e intensamente—. Hazlo.

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El Club de las Excomulgadas
Daria vaciló, luego levantó la mirada hacia él. La sostuvo firmemente a
medida que se desnudaba lenta y deliberadamente, revelando cada parte de su
cuerpo para él como si fuera un juego. Si ella hacía esto, probablemente sería la
última vez que tuviera algún tipo de control hasta la mañana.

Su cuerpo se había tensado y sus dedos apretado alrededor de la cuerda que


sostenía, para el momento en que ella se paró frente a él, con el suave aire de la
habitación bañando su piel y haciendo que aumentara la carne de gallina a lo largo
de sus brazos y piernas. Se acercó lentamente a él, rodando sus caderas, confiada en
su capacidad para excitarlo.

Incluso en la oscuridad, la mirada de Alejandro ardía. La atrajo hacia sí y su


boca cayó cerca de la suya, su respiración marcando sus labios. No la besó, sólo
susurró lo suficientemente cerca para que ella escuchara.

—Junta las manos en la parte baja de tu espalda. —Su respiración se agitó—

Anya Bast - El Pecado Elegido


. Confías en mí, ¿verdad?

Ella parpadeó lentamente y trabó la mandíbula. Eso dependía de a qué tipo


de confianza se refería. ¿Confiaba en Alejandro con su cuerpo? Sí. Ella movió sus
manos hacia la espalda.

Se relajó de manera casi imperceptible. Aún con sus labios sólo a un suspiro
de los suyos, le ató las muñecas y las aseguró.

Talentoso.

La tomó de la parte superior del brazo y la condujo hasta el pie de la cama.


Después de que se sentó, la colocó sobre su regazo, boca abajo. Sus pantalones
vaqueros frotaron la piel desnuda de su vientre. Su mirada se movió hacia su
izquierda. Había elementos de carácter indiscernible tumbados en el colchón junto
a él.

Alejandro movió su mano hacia abajo por su espalda y sobre la curva de su


culo, y luego entre sus mejillas. Arrastró sus dedos sobre su carne, forzando

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El Club de las Excomulgadas
cuidadosamente sus muslos para que se separaran más y pudiera acariciar su
clítoris. Ella se contoneó un poco y gimió.

— ¿Tú coño está húmedo para mí, Daria? —Su voz era un poco ronca.

— ¿Por qué no lo tocas y lo descubres por ti mismo? —suspiró ella.

Se estiró y le pellizcó el pezón lo suficientemente fuerte para hacerla jadear.


El dolor leve se desvaneció rápidamente hasta convertirse en dicha erótica, pero
podía asegurar que lo había hecho como un castigo.

—No tienes opinión sobre la forma en que te toque esta noche. Ni cuándo.
Ni en dónde. Ni cómo —hizo rodar su pezón entre el pulgar y el dedo índice. El
placer que la atravesó la sacudió—. ¿Tienes alguna objeción?

—No —se lamió los labios repentinamente secos.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Bien —él frotó su clítoris de nuevo—. ¿Quieres que folle tu dulce coño,
Daria?

Ahora toda su boca estaba reseca.

—Sí.

—Esa fue la respuesta correcta, querida. Lo haré... con el tiempo —él


permaneció en silencio por un momento y luego añadió con una voz suave y
constante que envió temblores a través de ella—. Te haré mía esta noche.

Le acarició la mejilla de su culo y luego arrastró sus dedos a lo largo de su


sexo vulnerable y excitado, y por encima de su ano.

Luchó por un momento en contra de sus ataduras. Eso hizo que su corazón
latiera un poco más rápido, en pánico, incluso, mientras la excitaba.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Asustada, Daria? —Él frotó la yema de su dedo alrededor de la entrada
de su culo, por lo que todos los nervios allí chispearon a la vida—. Me imagino que
asustada por lo que te vaya a hacer. ¿Tienes miedo de que te haga daño?

—No tengo miedo —respondió ella con voz firme, a pesar de que no era del
todo cierto. Ella se sentía en el límite donde se mezclaba el miedo con el placer.

Él soltó una risa baja y aterciopelada.

—Te conozco mejor de lo que crees —deslizó un dedo dentro de su coño y


sus músculos se apretaron en torno a la invasión, pulsando y ondulando—. Nunca
admitirías voluntariamente que estás asustada.

Dejó escapar un gemido.

—Podría sentirme un poco vulnerable, pero no te atrevas a parar, Alejandro.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Se rió de nuevo y ese sonido en la silenciosa habitación la hizo estremecer.

—No podría parar ahora, aunque quisiera hacerlo, dulce Daria.

Añadió un segundo dedo al primero y encontró su punto G mientras los


empujaba hacia dentro y fuera, haciéndola ver las estrellas. Con la otra mano hizo
rodar su pezón.

Daria dejó que su cuerpo y mente se relajaran, rindiéndose completamente a


él. Sólo hasta que llegara la mañana. Sólo para tener relaciones sexuales. Una ligera
nube vagó a través de sus pensamientos. Ceder ante Alejandro de esa manera la
hacía sentirse libre, flotando en un mar de perfecta entrega. Ella tenía que mantener
el control durante todo el tiempo en su vida. Rendirse ahora a un hombre en el que
confiara, al menos sexualmente, era algo embriagador.

Alejandro movió un dedo sobre su ano de nuevo y ella dio un respingo, las
nubes dispersándose por un momento.

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El Club de las Excomulgadas
—Tranquila, Daria. Recuerda, eres mía esta noche —deslizó un dedo por
encima de éste una vez más—. Por todas partes.

Se relajó una vez más, entregándose a la experiencia. Él hizo algo que no


pudo ver y cuando la tocó allí de nuevo, sus dedos estaban pegajosos con
lubricante. Suavemente, clavó un dedo profundamente dentro de ella, y trabajó con
él dentro y fuera hasta que estuvo lista para tomar otro.

Hubo un poco de dolor cuando sus músculos se relajaron para aceptar la


penetración, pero sólo sirvió para hacer que el placer fuera más intenso.

Daria luchó para no retorcerse en su regazo. Su coño se sentía pesado y


caliente, pero, sobre todo, necesitado.

Alejandro quitó los dedos. Un momento después, en vez de éstos, un objeto


liso y firme presionó contra ella. Su respiración quedó atrapada en su garganta.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Shhh... no te preocupes. Estás excitada y lo suficientemente relajada como
para aceptar esto.

Ella se tensó un poco cuando empezó a presionar el tapón hacia su interior.


Tenía diferentes grosores, haciéndose cada vez más amplio cuanto más lo
empujaba hacia el interior. El extremo resbaladizo del tapón estaba pegajoso
debido al lubricante. Cuando ella se movió, él le dio una palmada en el culo. La
sorpresa punzante se desvaneció hasta un hormigueante placer que recorrió su coño
y ella se quedó inmóvil.

Poco a poco, lo empujó hacia dentro de ella, llenándola con la longitud del
mismo, y estimulando todos sus nervios tan maravillosamente que tuvo que
morderse los labios para evitar gritar. Había un poco de dolor, pero sólo un borde.
Sólo lo suficiente para agudizar el placer de algo que inundaba su mente y
dominaba su mundo.

Ella se retorció en su regazo, pesada con la necesidad de correrse, tratando


de tener algún tipo de estimulación en su clítoris para obtenerlo. Su amplia mano

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bajó hasta su culo una vez más en forma de castigo, y ella se sacudió, gimiendo,
mientras el orgasmo coqueteaba duro con su cuerpo y luego se retiraba. Si sus
manos no hubieran estado atadas a su espalda, ella las habría sumergido entre sus
muslos y se habría follado a sí misma con sus propios dedos hasta llevarse al
clímax.

Dios, él la estaba matando.

De vez en cuando, lo sacaba un poco y lo metía de nuevo, haciéndole sentir


los nervios que rodeaban el tapón. Todo lo que necesitaba era un poco de
estimulación en su clítoris, y ella se correría.

La experiencia era primitiva, más erótica de lo que podía haber imaginado.


Permitir que Alejandro ejerciera este control total, completo y absoluto sobre esta
parte de su cuerpo era más excitante de lo que jamás hubiera imaginado que sería.

Empujó el tapón dentro y fuera de su culo, y sintió sus jugos goteando de su

Anya Bast - El Pecado Elegido


necesitado coño vacío. Entonces, sus dedos estuvieron allí, acariciando la entrada
de su coño, jugueteando aún más con ella.

—Fóllame, Alejandro. Por favor.

—Ponte de pie, Daria.

Él la ayudó a levantarse, pero en lugar de movilizar su polla en su interior, la


cual estaba dura como una roca, la hizo arrodillarse en el suelo. Su mejilla presionó
contra la madera, su culo lleno estaba elevado en el aire, sus rodillas extendidas.

Alejandro la rodeó una vez, mirando su obra. Luego se inclinó y le acarició


el coño, jugando con su clítoris hinchado y frotando sin piedad sus labios excitados.
Su aliento escapó en forma de un sollozo apresurado.

—Estás muy linda así. ¿Debería mantenerte de esa manera por un rato?

—Alejandro…

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Él no le dio tiempo a contestar. Tiró hacia arriba de sus muñecas, guiándola
a sus pies. Posicionó su cara por primera vez en la cama. Detrás de ella vino el
bendito y glorioso sonido de su cinturón al ser desabrochado. ¿Había un sonido
mejor en todo el universo?

Por unos instantes no existió nada más que su cuerpo gritando por ser
llenado aún más de lo que estaba... gritando por Alejandro y su liberación. Luego,
se irguió sobre ella, su cuerpo presionando contra el suyo y calentando su carne
sobrecalentada.

La hábil y suave corona de su pene presionó contra su coño y se deslizó en


su interior un centímetro. Lo hizo con impaciencia, como si él fuera tan víctima de
sus jugueteos sexuales como ella, y ahora su control estuviera destrozado.

Con largos centímetros duros, la alimentó con su eje. Embistió lentamente


dentro y fuera, conduciéndose cada vez más plenamente dentro de ella. Mientras se

Anya Bast - El Pecado Elegido


movía, también lo hacía el tapón, dándole la sensación de que estaba siendo follada
en ambos lugares.

Ella hizo un puño con sus manos atadas, su boca se abrió en un grito
silencioso de placer. Tener los dos lugares de su cuerpo llenos al mismo tiempo era
casi abrumador. Las sensaciones se mezclaron, convirtiéndose en un gran zumbido
de felicidad mezclada con un poco de dolor. Daria siempre había sabido que tenía
una perversión como esa, un gusto por la dominación absoluta y total en la cama.
Alejandro se lo daba ahora en estocadas alucinantes.

Las sensaciones se combinaban tan bien que no podía separar la penetración


de cualquier orificio. Era sólo puro éxtasis infinito, que tomaba todos sus
pensamientos, preocupaciones y miedos y los lanzaba al viento. Toda su realidad
era su cuerpo y lo que Alejandro le estaba haciendo.

Sus embestidas se hicieron más largas, más fuertes, y rápidas, machacando


contra ella con una ferocidad que la sacudió hasta la médula. Un poderoso clímax
se levantó en su interior, diferente de cualquiera que hubiera experimentado alguna

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El Club de las Excomulgadas
vez. Cuando llegó, rodó sobre ella como una ola. La sensación sobrepasó su
cuerpo, haciéndola gritar. Poseyó su cuerpo, le arrancó el pensamiento de su
mente, hizo que sus rodillas se pusieran débiles y su visión se oscureciera durante
un momento.

Alejandro gritó su nombre y se corrió con fuerza profundamente en su


interior, su polla saltando contra las paredes de su coño. Su orgasmo le destrozó el
alma tanto como lo hizo el de ella.

Daria yacía respirando con fuerza, débil y sudada. Descansó con los ojos
cerrados, sintiendo y escuchando la respiración de Alejandro que también era
agitada.

Después de un momento, él liberó sus muñecas, aunque ella todavía no


tenía control sobre sus miembros. Él sacó su polla de su cuerpo y también extrajo el
tapón. Aun así, ella permaneció acostada, temblando y agotada, atrapada en las

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poderosas garras de lo que tenía que ser el mejor orgasmo de su vida.

Alejandro le habló suavemente, pero ella no podía entender lo que decía.


Metió la mano debajo de su pelvis y le acarició el clítoris una y otra vez, fuerte y
constante, hasta que se corrió contra su mano una vez más, estremeciéndose y
suspirando. Más suave ahora. Más fácil. Trayéndola de regreso a tierra firme.

Finalmente, la cargó en sus brazos y la llevó a la ducha con él. Volviendo a


la vida una vez más bajo el chorro de agua caliente, se puso de pie y presionó sus
labios contra los suyos, dándole un beso tan dulce que estaba en agudo contraste
con el libertinaje maravilloso que acababan de compartir.

Él le escurrió el pelo de su cara.

— ¿Todo bien, querida?

—Mmmm —ella le acarició con la nariz la curva de su cuello, que tenía olor
a jabón.

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El Club de las Excomulgadas
Él se rió entre dientes.

—Tomaré eso como un sí.

***

La música flotó alrededor de Daria en suaves ondas, el ritmo vertiginoso, y


sexy zumbó a través de su cuerpo. La habitación estaba equipada con afelpados
sofás de colores rojos oscuros y azules. Una alfombra de superficie intrincada
cubría el suelo de madera.

Daria todavía zumbaba de la noche anterior, cuando Alejandro había


dominado completamente cada molécula y orificio de su cuerpo.

En vez de saciarla, sólo había acelerado su libido, la hacía desear más. Esta
respuesta podría ser el resultado de la Elección, o tal vez este aumento del apetito
sexual era simplemente una parte de lo que era ahora.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Cualquiera que fuera la razón, estando en este lugar, donde el sexo era
tratado de manera tan causal, los actos sexuales realizándose tan abiertamente...
todo en ello calentaba su sangre a su pesar.

Alrededor de ella, los Elegidos reían y hablaban en voz baja en la luz tenue.
Era una fiesta, una mezcla de clases para Elegidos solteros y parejas con gustos más
aventureros.

Había incluso donantes de sangre.

Los veilhounders pagados estaban alineados contra una pared, con aspecto
enfermizo, pintados y vestidos como muñecas. Como un jodido menú a la carta,
con los Elegidos seleccionando a alguno de ellos para beber.

Alejandro estaba en un rincón, tratando valientemente de defenderse


cortésmente de los avances amorosos de una amiga succubare de Jia Ying, Marissa.

Al parecer, el haber asistido a esta fiesta lo convertía en una presa fácil.

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El Club de las Excomulgadas
Si Daria de alguna manera tenía algún derecho sobre Alejandro... o quería
tenerlo, suponía que debía estar allí mostrándose posesiva acerca de su propiedad.
Pero ella no tenía o deseaba una reclamación. En serio. Ni siquiera después de
compartir estos actos íntimos con él. Era sólo sexo, nada más. Alejandro podía
hacer lo que quisiera. Si lo quería hacer con Marissa, que así fuera.

Permaneció de pie cerca de un sofá, con un ojo en la pareja y odiándose a sí


misma por ello.

Eleanor entró en la habitación usando un ajustado y escotado vestido de


color rojo que se arremolinaba alrededor de sus pantorrillas perfectas mientras se
movía. Una vez dentro de la habitación, examinó a los ocupantes, se fijó en Daria,
y se acercó.

Daria miró a Alejandro, quien le dio una mirada significativa. Ella se movió
incómoda mientras la otra mujer se acercaba. Esto era algo para lo que nunca había

Anya Bast - El Pecado Elegido


recibido capacitación en la Academia.

—Buenas noches, Valerie. Me alegra ver que tú y tu pareja pudisteis venir


esta noche —Eleanor miró a Alejandro, que debía haber dicho algo divertido,
porque Marissa se reía como una hiena con carmín. Daria hizo rodar los ojos.

—Yo también me alegro de que hayamos venido, así podemos ver de qué se
tratan estas noches —contestó Daria.

—No va a ser realmente interesante hasta más tarde, cuando todos estén
más relajados y un poco borrachos por la sangre. Por favor, siéntate conmigo.

Daria se sentó en el sofá junto a Eleanor. Su mirada se desvió hacia una


pareja cerca de la pared. La mano del hombre empujaba hacia arriba la falda de la
mujer y la trabajaba de ida y de vuelta. El pequeño y flexible cuerpo de la mujer
estaba tenso y la mirada floja en su cara dejaba en claro que estaba a punto de
correrse justo en medio de toda esta gente.

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El Club de las Excomulgadas
En otro rincón oscuro, dos mujeres se retorcían entre sí, tirando de la ropa
interior de la otra y enredando sus lenguas, elevando sus pechos para rozarlos entre
sí a través de la malla caliente de su ropa.

Sí, Daria esperaba estar de vuelta en su habitación mucho antes de que las
cosas se relajaran más que esto. Ella entendía que las tendencias sexuales de los
Elegidos a veces podían ser descritas como... extrañas. Eso era porque tenían vidas
muy largas. Después de un par de cientos de años los encuentros sexuales comunes,
simplemente no eran atrayentes. Los vampiros se volvían más perversos mientras se
hacían mayores. Los succubare lo eran desde el primer momento. Era parte de su
naturaleza.

Daria observó a la pareja masculina y femenina por unos momentos, vio a la


mujer estremecerse y tensarse contra el hombre, sus ojos cerrándose en un arrebato
de éxtasis orgásmico. La mujer molió su coño contra la mano del hombre, sus
propios dedos frotando su pezón a través del material de su blusa.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Daria se movió incómoda, sintiendo la respuesta de su propio cuerpo.
Observar a la pareja la excitó. Hizo que le hormigueara y latiera el coño.

Hizo que su mirada se desviara hacia Alejandro y recordara lo que había


hecho con ella la noche anterior, la doble penetración, la cuerda...

—Puedo ver que estás un poco incómoda con todo esto —Eleanor dejó
escapar con voz sedosa, inclinándose cerca de Daria. Eleanor tenía a Daria
exitosamente atrapada entre su cuerpo y los apoyabrazos del sofá—. Pero es porque
eres novata en la vida de Elegida. Un día, tú también querrás probar cosas nuevas.

—Supongo, ya veremos —la voz de Daria salió temblorosa.

—Es probable que tal vez lo intentes con una mujer —Eleanor arqueó una
ceja y se acercó más. Era difícil para Daria encontrar aire fresco ahora... y la boca
de Eleanor se estaba acercando peligrosamente a la de ella—. ¿Lo has hecho alguna
vez?

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El Club de las Excomulgadas
—No —maldita sea, ¿su voz había sonado débil? Ella no quería esto, no
deseaba a una mujer. Er... ¿verdad? Cómo podía rechazarla cuando necesitaba que
Eleanor fuera amable con ella, que le diera información. ¿Cómo de amistosa tenía
que ponerse?

Los labios de Eleanor presionaron los suyos, suaves y dulces, el aliento de


una Elegida agradable y cálido contra su boca. Daria le devolvió el beso, pero
cuando la lengua de Eleanor revoloteó en sus labios, pidiendo entrada, Daria se
apartó.

Whoa.

Al otro lado de la habitación, vio que Alejandro las miraba fijamente a ella y
Eleanor, su vaso aferrado con tensión en su mano. Marissa estaba corriendo sus
dedos arriba y abajo de su brazo y él ni siquiera la estaba deteniendo.
Inesperadamente, una fuerte ira la encendió.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Trabajo, Daria. Enfócate.

Daria se volvió hacia Eleanor, que parecía decepcionada de que su intento


por atraerla hubiera fracasado. Ella sonrió con timidez y dejó que su mano
recorriera el brazo desnudo de la otra mujer.

—Lo siento. Estaba distraída.

La cálida sonrisa de Eleanor regresó.

—Está bien.

Ella inclinó la cabeza hacia un lado y le entregó a Eleanor el tipo de sonrisa


que prometía placer y deleite erótico... una sonrisa oxidada que normalmente
utilizaba sólo con hombres.

— ¿Podemos hablar durante un rato?

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El Club de las Excomulgadas
Eleanor al instante volvió a una postura de disfrute, oliendo sangre en el
agua una vez más.

—Por supuesto. ¿Consigo algo para beber?

—Excelente.

Daria trató de relajarse, mientras Eleanor conseguía dos bebidas de un nicho


en la esquina y regresaba.

Ah, bien. Vino con sangre.

Como una buena y pequeña Valerie, tomó un sorbo e hizo su mejor esfuerzo
para no hacer una mueca. Frambuesa. Erk.

Suavemente, Daria dejó la copa en el suelo cerca de su pie.

— ¿Cuánto tiempo has estado en el Camino Luminoso, Eleanor?

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Desde el principio. Siempre he estado con Christopher Sante, durante
tanto tiempo como puedo recordar.

Bingo. Había sido la pregunta correcta y le daba una buena referencia para la
información que ella realmente quería. Ella canalizó a Jia Ying por un momento.

—Oh, ¡eres tan afortunada! Quiero decir, acabo de conocer al hombre, pero
ya puedo decir que es tan maravilloso como todo el mundo dice que es.

Los labios de Eleanor se tensaron.

—Es un hombre, como cualquier otro hombre. A veces, es un hombre


bueno, a veces no lo es.

— ¿Qué quieres decir?

Eleanor trazó una línea en el muslo de Daria... lentamente. Daria se había


puesto una falda, una de las pocas veces que lo había hecho en su vida. Ahora se

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El Club de las Excomulgadas
arrepentía. El contacto de Eleanor sobre su piel desnuda envió ondas confusas,
eróticas a través de ella.

—Quiero decir que, al igual que todos los hombres, su pene tiene una mente
propia. Es por eso que me gustan las mujeres, de vez en cuando. Ellas vagabundean
menos.

— ¿Estuviste con él... románticamente?

Eleanor se echó a reír.

—No había nada romántico al respecto. Era sólo follar —su tono amargo
sugería otra cosa.

— ¿Tú querías que fuera algo más?

Ella trazó otra línea en el muslo de Daria, esta vez más arriba. Un placer no

Anya Bast - El Pecado Elegido


deseado onduló a través de ella. Eleanor inclinó la cabeza hacia un lado y le
contestó.

—Haces un montón de preguntas personales.

Daria se encogió de hombros.

—Tengo curiosidad, sólo mantengo una conversación. De todos modos, no


parece importarte responderlas.

Una sonrisa vaciló sobre la boca de Eleanor.

—No me importa. Llegas a cumplir una determinada edad donde no te


preocupas por seguir siendo reservado. En cualquier caso, la mayor parte de la
cúpula lo sabe de todos modos. Sí, Sante y yo teníamos un romance muy público.
Para él era sólo sexo. Para mí... supongo que quería más. Sin embargo, no estaba
destinado a ser.

—Porque conoció a Ari Templeton.

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El Club de las Excomulgadas
La ira pasó por sus ojos y ella se alejó de Daria. Daria pensó por un
momento que la había presionado demasiado, así que colocó su mano sobre la
pierna de Eleanor. La seda de su vestido caro enfrió la carne caliente de la palma de
Daria. Eleanor se relajó un poco y se inclinó más cerca una vez más.

—Estuve con Cristopher desde hacía años y no podía conseguir que me


viera como algo más que un pedazo de culo. Entonces conoce a esta mujer humana,
alguien con quien no tiene nada en común, y se empareja con ella en un año.

— ¿Estuvieron juntos durante un año entero antes de que finalmente la


Eligiera? —Eso era una novedad para ella. Sante había dedicado tiempo y
planificación de verdad en este caso. Por supuesto, él había dedicado tiempo y
planificación cuando la embaucó a ella, también. Más de un año de pena.

—Sí, de acuerdo a Christopher, ha conocido a su pareja para la eternidad.

Daria digirió eso.

Anya Bast - El Pecado Elegido


— ¿Tú le crees?

Eleanor se encogió de hombros.

—Christopher no tiene ninguna razón para mentir.

—Pero, ¿no crees que es extraño que ella sea la hija de Richard Templeton?
Es casi...

— ¿Poético? —La palabra salió entrecortada. Eleanor se acercó más hacia


ella.

Daria se puso rígida y se obligó a relajarse.

—Algo por el estilo. No sé. Parece... conveniente —pescando. Eso que había
hecho era una pesca completa.

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El Club de las Excomulgadas
Eleanor rozó los labios contra la mejilla de Daria. Su aliento cálido y dulce
bañó su piel.

—Creo que fue una desafortunada coincidencia. Nada conveniente en


absoluto.

Sus labios se acercaron a los de Daria y ella se quedó inmóvil, sin saber qué
hacer. Ella no quería ofender a Eleanor, pero tampoco quería besarla de nuevo.
Inevitablemente, la boca de Eleanor presionó la de ella una vez más. Su lengua
revoloteó, y Daria abrió los labios, dejando que la otra mujer entrara para jugar. La
lengua de Eleanor rozó la de ella, enviando una sacudida eléctrica a través de su
cuerpo, directamente hacia su coño.

Cuando la mano de Eleanor se cerró sobre su pecho, Daria no se opuso. Los


dedos de la mano de la mujer juguetearon con su pezón, el borde duro jugando con
la parte sensible de su anatomía a través de la tela de su camisa y el sujetador.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Daria empapó las bragas.

Eleanor hizo un sonido complacido en la garganta y profundizó su beso, su


mano desviándose hacia el dobladillo de la falda de Daria y luego empujó más allá
de éste. La respiración de Daria se volvió más rápida y ella separó un poco los
muslos antes de que se hubiera dado cuenta de que lo había hecho.

Tal vez estaba más madura para la experimentación sexual de lo que había
pensado.

— ¿Valerie?

Eleanor se apartó bruscamente.

Un poco aturdida, Daria levantó la mirada para ver a Alejandro.

—Levántate —su expresión era sombría.

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El Club de las Excomulgadas
Eleanor se alejó de Daria inmediatamente después de ver la cara de
Alejandro.

—Lo siento. No era mi intención abusar de los límites.

Alejandro sólo le echó un vistazo y tendió su mano.

— ¿Valerie? —espetó, como si estuviera enojado.

Daria le tomó la mano y le permitió tirar de ella desde el sofá a sus brazos.
Él la envolvió y le permitió descender un poco, permitiendo que su boca bajara
sobre la de ella.

Sus labios se deslizaron como la seda sobre los de ella mientras la degustaba
por un largo rato antes de entrar en su boca para saborearla más profundamente. Su
lengua se frotó contra la de ella, haciendo que su cuerpo reaccionara al instante. Su
sexo se volvió más cálido y sus dedos se clavaron en sus brazos para apoyarse,

Anya Bast - El Pecado Elegido


sintiendo el bulto y el juego de sus músculos bajo sus manos. Alguien gimió, y se
dio cuenta demasiado tarde que era ella.

Cuando finalmente la dejó en el suelo, las rodillas le temblaban y sus


músculos faciales estaban flojos. Alejandro le dio a Eleanor una mirada afilada, una
vez que hubo marcado su reclamo de Daria, orinado en su territorio, o lo que sea
que había hecho. Pero no había terminado todavía.

La hizo girar para que enfrentar a Eleanor, que seguía sentada en el sofá, y
tiró de la falda de Daria hasta la cintura. Daria quedó sin aliento por la sorpresa,
pero cuando trató de alejarse, él tiró de sus brazos hacia la espalda y los mantuvo
allí. Luego le bajó las bragas hasta sus rodillas y deslizó su mano libre entre sus
muslos.

—Fuiste mía para hacer lo que quisiera en el momento en que pusimos un


pie aquí —murmuró en su oído—. Recuerda eso. Recuerda que eres mía.

—Alejandro…

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El Club de las Excomulgadas
Rozó su clítoris, el cual ya estaba inflamado y excitado, y su espalda se
arqueó. Una neblina sexual, un estado familiar en estos días, se estableció por
encima de su mente. Ella abrió las piernas tanto como las bragas le permitían, sin
importarle que se estuviera mostrando a la mujer delante de ella. Sí, por supuesto,
quería que él la tocara. Ella siempre quería que Alejandro la tocara.

Alejandro utilizó su propia humedad como lubricante, rodeando su clítoris


excitado hasta que Daria se estremeció y gimió. Luego deslizó su mano hacia abajo
y deslizó dos dedos profundamente dentro de su coño dolorido. Sus músculos se
apretaron y ondularon en torno a la invasión, el placer corriendo a través de su
cuerpo. Empezó a embestir y Daria vio las estrellas. La habitación entera y todos
en ésta desaparecieron mientras lentamente la trabajaba dentro y fuera.

Como ya no tenía que sostenerla, colocó su mano opuesta en el dobladillo


de la camisa, tirando de la prenda de vestir lo suficiente para liberar un pecho de su
sujetador y pellizcar suavemente el pezón.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Alejandro —dijo sin aliento.

Él dijo algo en una voz áspera, pero no pudo distinguir las palabras. Daria se
estaba ahogando. Eleanor le contestó.

—Córrete para mí, bebé —le susurró él al oído. Apretó su mano contra su
clítoris—. Sólo déjate ir.

Ella lo hizo. Corrió a través de ella sin descanso. Su coño palpitó y onduló
mientras ella llegaba a su clímax contra sus dedos bombeando en su interior. Sin
vergüenza, perdida en el erotismo del momento, echando la cabeza atrás y casi
gritando ante la liberación.

Después de que Alejandro le levantó las bragas y arregló su falda, ella cayó
contra él, temblando por las poderosas secuelas.

—Lo entendí —dijo Eleanor—. Puedo mirar pero no tocar.

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El Club de las Excomulgadas
—Bien —Alejandro asintió con la cabeza una vez, tomó la mano de Daria, y
la guió desde el edificio, de vuelta a la habitación.

En el camino entre los edificios, con la luz de otra maldita luna llena
brillando sobre ellos, por fin pudo hablar una vez más.

—Gracias. Esa fue una gran actuación. Dudo que Eleanor me vuelva a
molestar.

Él la miró, sus colmillos extendidos y destellando blancos a la luz plateada.

— ¿Quién estaba actuando?

Se detuvo en el camino.

— ¿Estabas enfadado porque Eleanor se me lanzó?

— ¡Maldita sea! —Él se volvió hacia ella—. No quiero que nadie más que yo

Anya Bast - El Pecado Elegido


te toque. Cualquiera. No me importa cuál sea su género.

Por un momento, se mostró satisfecha con su declaración, satisfecha de que


estuviera celoso. Incluso sonrió.

Después de eso, se enojó.

— ¿Y qué le dijiste cuando yo, cuando...?

Él sonrió, viéndose salvaje. Sus dientes blancos brillaban en la penumbra.

— ¿Cuando estabas a punto de correrte? Le dije que eras mía, de nadie más.
Mía para tocarte, mía para follarte —hizo una pausa—. Lo dije en serio, ya sea
trabajo o no. Y no sólo por lo de anoche, Daria, tengo la intención de que seas mía
para siempre.

Ella se quedó sin habla durante un momento.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Y qué hay de ti con la pequeña señorita Marissa? Tenía sus dedos de
succubare cachonda por todo tu cuerpo esta noche. ¿Tú puedes tocar a cualquiera
que desees, pero yo no puedo? ¿Es eso?

— ¿Tú querías que Eleanor te tocara? Me pareció que te veías angustiada.

Ella lo había estado, pero no por las razones que hubiera pensado antes de
que la otra mujer la hubiera tocado. Daria nunca había esperado que le gustara.
Cambió de tema.

— ¿Me preguntas eso y no dices nada sobre la pequeña señorita Marissa?

Cualquier esperanza que hubiera tenido de continuar negando sus


sentimientos por Alejandro se había desvanecido bastante con la punzada de celos
que sentía.

Dio un paso hacia ella, le agarró los brazos.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—No deseo a esa Elegida. Sólo te quiero a ti. ¿No te has dado cuenta de eso
hasta ahora? Marissa vio lo que te hice junto con los demás en la habitación. Ella
vio la reclamación que puse sobre ti, y ya no me molestará. Sólo te estaba dando
espacio para conseguir lo que necesitabas de Eleanor, pero una vez que hubo ido
demasiado lejos, me volví un poco loco —su rostro se endureció—. No comparto
muy bien.

Esta era una conversación peligrosa para tener al aire libre.

—Volvamos a la habitación para tener el resto de esta discusión.

—Tienes razón, debemos hacerlo.

La besó una vez más, con rudeza, luego retrocedió y la guió de regreso a su
hogar.

Una vez que hubo cerrado la puerta, Daria se volvió.

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El Club de las Excomulgadas
—Eleanor parecía convencida…

—Cállate.

Él la empujó sobre la cama y cubrió su cuerpo con el suyo. Su boca


descendió sobre la de ella y se tragó su aliento y todas sus palabras de protesta. Su
erección presionó contra su muslo y se dio cuenta demasiado tarde de que aunque
ella había recibido la liberación en la fiesta, él no lo había hecho. Ahora tenía un
infierno de vampiro excitado en sus manos.

No es que ella no pudiera manejarlo.

Liberó sus bragas hacia abajo y fuera, incluso mientras trabajaba en los
botones de sus pantalones vaqueros. La parte de ella que se había vuelto cachonda
después de que hubiera sido Elegida no podía esperar para tenerlo dentro de ella,
así como la otra parte, la parte cuerda, se preocupaba de estar enredándose
emocionalmente cada vez más profundo con ese hombre.

Anya Bast - El Pecado Elegido


En ese momento lo único que importaba era que él se metiera
profundamente en ella, físicamente.

Se deslizó fuera de su ropa cintura para abajo y obligó a sus piernas a


separarse.

—Daria, maldita sea. Eres como una adicción —susurró un momento antes
de que su boca descendiera sobre la suya.

Y ella estaba feliz de darle su dosis.

Empujó su falda más arriba. En su impaciencia, ella todavía usaba toda su


ropa, incluso los tacones. Sólo se había molestado en darle un tirón hacia abajo y
fuera a su ropa interior. La cabeza de su polla empujó contra su entrada y ella se
movió, permitiéndole deslizarse en su interior.

—Sí —susurró ella contra la curva de su garganta—. Sí, así es —con su puño
cerrado, golpeó con suavidad su hombro y luchó contra la urgencia de morderlo.

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El Club de las Excomulgadas
Su polla se alojó dentro de ella hasta la empuñadura y sus músculos ondularon
mientras se estiraba para acomodarlo.

Tenerlo dentro de ella era como volver a casa, como si una parte de ella se
hubiera perdido y recién la encontrara. Que pensara de esa manera la inquietaba,
pero lo examinaría más adelante. Sus manos se curvaron sobre sus hombros y ella
se sostuvo mientras él se retiraba, y luego flexionaba los músculos de las nalgas y
embestía todo el camino en su interior hasta la empuñadura una vez más.

Oh, dios. Cerró los ojos en éxtasis. Eso era aún mejor.

—Estabas excitada cuando Eleanor te tocó, ¿no es así, Daria?

Oh, Dios, ¿quería mantener una conversación? Ella no estaba segura de


poder manejar eso en su estado actual.

—Uh, sí... Quiero decir, creo que sí —ella sacudió la cabeza—. Es la

Anya Bast - El Pecado Elegido


Elección, lo que me hizo abrirme a cosas con las que no habría estado de acuerdo
antes.

Sus labios besaron su frente.

—Probablemente. Me excitó observarlo.

—Pensé que te puso celoso —su voz sonaba entrecortada y excitada. Se


había alojado en ella, largo, duro y ancho. Él tocaba cada centímetro íntimo que
tenía, poseyéndola, e inmovilizándola. Que sólo permaneciera así, sin moverse, la
estaba volviendo loca. Tuvo que evitar comenzar a mover su pelvis y forzar algún
tipo de fricción.

Sus dedos se cerraron en su pelo y atrajo su cabeza hacia un lado, dejando al


descubierto la columna vulnerable de su garganta para él. Los colmillos brillaron en
la habitación iluminada tenuemente.

—Lo hizo, pero antes de volverme posesivo, me excité —bajó la cabeza y


raspó con los dientes sobre su piel.

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El Club de las Excomulgadas
Daria suspiró y se movió debajo de él.

—Y qué hay de después, cuando me tocaste de esa... manera... delante de


todos.

— ¿Estás tratando de decir cuando hice que te corrieras, Daria? —Él gruñó y
la mordió un poco. El pinchazo de los dientes envió escalofríos por su columna
vertebral—. Eso casi me mata. Es por eso que estás aquí ahora, debajo de mí.

Ella gimió y movió las caderas, arreglándoselas para obligar su polla dentro
y fuera de ella un par de centímetros. El placer aumentó en su cuerpo, centrándose
en su clítoris.

—Entonces, ¿qué estás esperando? Fóllame.

Él sonrió con ferocidad.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Tal vez estoy tratando de enloquecerte tanto como yo lo estuve allí.

—Lo has hecho. Fóllame ahora, Alejandro. Fóllame o gritaré.

Apoyó sus rodillas sobre el colchón y embistió. Daria cerró los ojos y se
agarró de sus hombros. Eso era lo que quería. Él aceleró el ritmo, más duro y más
rápido hasta que todo su mundo se reducía a la forma en que sus cuerpos
conectaban, la prensa dura y hermosa de la carne.

Alejandro le mordió la garganta. Ese estallido familiar de placer orgásmico


ante la fuerza de su velo y el perforar de sus colmillos onduló a través de ella,
enviándola al borde de un clímax.

Sus colmillos también se extendieron. Encontrando el lugar perfecto donde


la garganta se unía con su hombro, ella los hundió profundamente. Él se sacudió
por el éxtasis ante la aguda penetración y el plegamiento de su velo cubriéndolo.

Su clímax se elevó lentamente y siguió y siguió. Sobre ella, Alejandro


también se estremeció y se corrió.

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El Club de las Excomulgadas
Cuando sus clímax hubieron pasado, Alejandro rodó hacia un lado y tiró de
ella cerca de él. Yacieron enredados juntos, sus respiraciones agitadas en el aire
tranquilo. Estar tan cerca de Alejandro después de ese momento íntimo se parecía
demasiado a ser amantes.

Sobre todo cuando él le acariciaba el cabello de la forma en que lo hacía, y


besaba su sien. Sobre todo después de declararla suya, ante todos y cada uno.

Sobre todo porque ella no estaba segura de que le importara.

Esta era una vía de pensamiento llena de peligros. Daria se empujó hacia
arriba y bajó la vista hacia él. Parecía sorprendido por sus movimientos bruscos.
Era bueno que se hubieran saciado. Ahora podían hablar de negocios sin ningún
tipo de distracciones.

—Iba a decir que Eleanor parecía convencida de que Sante ama de verdad a
Ari Templeton. Maldita sea —hizo una pausa—. Y ella lo conoce muy bien.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Alejandro suspiró y se enderezó.

—Está bien. Es una opinión.

—Con conocimiento de causa.

Daria salió de la cama, se quitó la falda, la blusa y los zapatos, y se puso un


par de bragas, pantalones de chándal y una camiseta, mientras Alejandro le
respondía.

—Tenemos que empezar a considerar la posibilidad de que sea verdad —


suspiró—. Si es cierto, entonces tenemos que redoblar nuestros esfuerzos en la
fábrica y con la posibilidad del tráfico de esclavos de sangre, porque no vamos a
tener un caso de secuestro.

Daria se giró y caminó hacia la ventana que daba al patio.

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El Club de las Excomulgadas
—Incluso si Sante la está engañando, un caso de secuestro sería casi
imposible de preparar —dejó que la verdad de eso fuera absorbida y luego juró
coloridamente—. De cualquier manera, no tenemos nada en contra de Sante en
estos momentos. Vamos a tener que dejar que la cosa del secuestro se deslice a un
lado.

Alejandro asintió con la cabeza.

—Tenemos que buscar otras vías para atraparlo.

Se dio la vuelta. —Siento como si hubiera algo, Alejandro. ¿Tú no? No es


sólo que creo que Sante no puede manejar este lugar sin algún tipo de financiación
ilegal, es que todos los instintos que tengo dicen que está ocultando algo.

Alejandro asintió con la cabeza.

—Lo siento, también.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—También hay otro tema…

Alguien llamó a la puerta. Alejandro se levantó, se puso los pantalones


vaqueros, y abrochó su cinturón antes de que abriera para dejar entrar a Brandon.

—Os oí volver —dijo al entrar. Le regaló a Daria una sonrisa aceitosa—. Se


me ocurrió daros un poco de tiempo antes de venir a golpear.

Daria apartó la mirada. A ella le gustaba este tipo cada vez menos.

—Estábamos hablando sobre el hecho de que vamos a tener que dejar fuera
la cuestión del secuestro de Ari Templeton —Alejandro fue a pararse cerca de la
pared y cruzó los brazos sobre el pecho—. Los primeros indicios de esos que son
más cercanos a Sante creen que él y Templeton tienen algo auténtico. Eso significa
que incluso si Sante está engañándola de alguna manera, no tenemos un caso.

—De cualquier manera ella está aquí por elección —agregó Daria con
amargura.

286
El Club de las Excomulgadas
— ¿Con quién hablasteis? —preguntó Brandon bruscamente.

—Hablé con Eleanor Matthews esta noche. Es probable que reconozcas su


nombre de los archivos recibidos. Estuvo con Sante románticamente, y ha sido leal
a él desde que empezó el Camino Luminoso. Ella y Sante comparten la misma
madre de sangre.

—Sí —Brandon se frotó la barbilla—. Intentadlo con Carlos. Es la mano


derecha de Sante, su músculo. Si alguien de su gente conoce sus planes, es él.

—La idea se me ocurrió, también —contestó Daria—. Él nos odia con el


fuego de mil soles, por alguna razón desconocida, pero podemos hacer nuestro
mejor esfuerzo. Mientras tanto…

—Tratad de hacerme entrar —interrumpió Brandon.

—Estamos trabajando en eso —replicó Alejandro, con un tono de voz que

Anya Bast - El Pecado Elegido


entre líneas decía claramente, “Deja eso de una vez”. Se puso de pie en el medio de la
habitación descalzo, sin camisa, y con el pelo despeinado. De esa manera se veía
positivamente comestible para Daria—. Somos nuevos en el círculo interno y
necesitamos esperar el momento adecuado. Si nos movemos demasiado rápido,
pareceremos sospechosos. Por lo tanto, deja el tema en paz, Brandon. No nos
hemos olvidado.

—Sí, no lo hagáis.

—Mientras tanto —continuó Daria deliberadamente—, voy a tratar de


utilizar mi nueva posición de honor para entrar en la sala de envasado en la fábrica.

Brandon se acercó a la puerta.

—Buena idea. Muy bien, entonces. Me voy de aquí. Tengo mucho trabajo
que hacer por mi cuenta ahora —él levantó las cejas y sonrió—. Del tipo hembra.
Buenas noches —lo observaron irse, y Alejandro se acercó y cerró la puerta tras él.

287
El Club de las Excomulgadas
—Hombre, yo sabía que mi instinto sobre ese tipo era correcto desde el
principio —murmuró Daria—. Es un dolor en el culo.

Unos brazos fuertes la tomaron por detrás, su palma extendiéndose sobre la


parte inferior de su estómago. El calor de su pecho desnudo sangraba a través del
material de su camiseta y calentaba su espalda. Su boca bajó hasta su oreja y
murmuró.

—Olvídate de los demás hombres ahora, Daria. Quiero que pienses sólo en
mí y en lo que quiero hacerte.

Daria se quedó sin aliento. Su voz sedosa y su suave acento rodaron sobre
ella, haciendo que su coño se pusiera caliente y húmedo. No importaba que
acabaran de tener relaciones sexuales. Ella lo deseaba de nuevo. Maldito sea todo en
el infierno. Era como si fuera totalmente impotente contra él.

—Y exactamente, ¿qué sería eso?

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Su mano se deslizó más allá del borde de su camiseta y se cerró alrededor de
su pecho. Con la yema de su dedo, jugueteó con el pezón de ida y vuelta. Arrastró
el lóbulo de su oreja con los dientes lentamente, y luego le susurró:

—Follarte hasta dejarte sin aliento. Otra vez. No habrías pensado que había
terminado contigo, ¿verdad? —Él le sacó los pantalones hacia abajo y afuera.
Infierno, ella acababa de ponérselos.

—Ya estoy sin aliento —ella casi podía oírlo sonreír.

***

El sonido de su cinturón liberándose de su cintura sonó fuerte en la


habitación silenciosa y le dio escalofríos.

—Ve a la cama —su voz ya estaba ronca por la lujuria.

288
El Club de las Excomulgadas
Antes de que escapara de sus brazos y se arrastrara sobre el colchón, ella
encajó su trasero en la curva de su pelvis y se frotó contra su polla dura a través de
sus pantalones vaqueros, haciéndole gemir.

Oh, sí, ella se estaba acostumbrado a esta cosa del sexo otra vez.

Sobre la cama, se colocó boca abajo y lo escuchó despojarse de los


pantalones vaqueros. El roce de la ropa contra el suelo era como una promesa.

Él golpeó la luz y la habitación se sumergió en la oscuridad, pero la luz de la


luna brillaba suavemente a través de la ventana del patio. Esperó en el repentino
silencio, el aire enfriando sus piernas desnudas. Estaba usando sólo las bragas, ya
que había descartado el resto.

Entonces, él estaba allí, el aliento cálido y dulce a lo largo de su piel.


Sostenía una pieza larga y delgada de cuerda en una mano, que colocó alrededor de
sus muñecas antes de que pudiera decir una palabra. Abrió la boca para protestar,

Anya Bast - El Pecado Elegido


pero él metió la mano entre sus muslos desde su trasero y le tocó el clítoris. El
placer se esparció a través de su cuerpo y se quedó en silencio.

Él posicionó su boca sobre la piel sensible debajo de su oreja.

— ¿Confías en mí?

De nuevo, esa pregunta. Esa jodida pregunta complicada. Era una que había
tenido problemas para responder plenamente. Daria confiaba en que Alejandro
cuidaría su espalda en esta misión, o en una pelea. Ella confiaba en él lo suficiente
como para dejar que la atara y le hiciera cosas deliciosas a su cuerpo esa noche en
esa cama.

Pero ella no confiaba en él con su corazón. No. Eso no. Ella no confiaba en
que él no fuera a joderle la mente.

Daria no confiaba en ningún hombre sobre eso.

289
El Club de las Excomulgadas
—A veces —las palabras flotaron como una bofetada en la cara de
Alejandro en el aire quieto—. En algunas formas.

Vaciló.

—Tendrá que ser suficiente. Por ahora.

Alejandro hizo un nudo alrededor de sus muñecas como un hombre que


había tenido mucha práctica asegurando las muñecas de las mujeres.
Momentáneamente, se preguntó acerca de todas las cosas que su madre de sangre
le había hecho hacer. Atar a personas había sido sin duda una de esas cosas. Tenía
que serlo. Él tomó su cinturón, lo enroscó alrededor de un listón en la cabecera,
enlazó el otro extremo alrededor de la cuerda, y la aseguró.

La dejó de rodillas, boca abajo, con la mejilla contra el colchón. Condujo su


mano hasta su nuca y la masajeó un momento, antes de correr su mano por su
espalda lentamente, centímetro a centímetro, por encima de su trasero y luego entre

Anya Bast - El Pecado Elegido


sus muslos.

A través del algodón de su ropa interior, encontró su clítoris totalmente


excitado y casi jadeando por su atención. Tomándolo entre dos de sus dedos, lo
frotó a través del material hasta que ella gimió.

—Mmm, muy agradable. Voy a disfrutar de tenerte a mi merced —


murmuró—. Otra vez —luego le arrancó las bragas, dejando que su sexo fuera
bañado por el aire fresco de la habitación.

290
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veintidós
Ella jadeó. Maldita sea, se estaba quedando sin ropa interior al estar con este
tipo.

No es, eh, que le importara en ese momento. Ella podría comprarse más.

Daria torció las muñecas en sus ataduras, deseando el tacto de Alejandro


con cada fibra de su ser, deseando sentir su polla en sus dedos y delinear su
musculoso pecho suave.

—Alejandro —susurró.

Sin embargo, él no quería que ella lo tocara. Eso fue suficientemente


evidente cuando juró por lo bajo y la montó. Su cuerpo la presionó contra el
colchón mientras la cabeza de su polla encontraba su entrada resbaladiza y se

Anya Bast - El Pecado Elegido


empujaba dentro. Daria jadeó y gritó mientras él utilizaba su humedad para
enfundarse hasta la empuñadura dentro de ella, estirando sus músculos tan
deliciosamente que casi hizo que se corriera.

La agarró por la cadera y la montó rápido y con fuerza, de forma salvaje,


como si tocarla lo hubiera enloquecido y ahora tuviera que saciar su necesidad con
su cuerpo. Su polla se estrelló dentro y fuera de su coño con una ferocidad erótica
que poseyó su cuerpo por completo y le robó tanto su aliento como el pensamiento.

Alejandro deslizó la mano entre su abdomen y el colchón para encontrar su


clítoris. Lo posicionó entre sus dos primeros dedos y frotó. La cabeza de su polla se
arrastró por encima de su punto G cada vez que la embestía de forma castigadora.
La combinación hizo que un poderoso clímax se estrellara en su cuerpo. Daria gritó
por la intensidad del mismo, las olas de placer inundaron todos los rincones de su
mente haciendo que sus piernas se debilitaran.

Él la guió a través de éste, susurrándole cosas sucias y dulces en voz baja.

291
El Club de las Excomulgadas
—Te gusta cuando estoy dentro de tu coño, ¿no es así, cariño? Te encanta
cuando te follo —ella no pudo evitar que esas toscas palabras la excitaran.

El orgasmo llegó a su fin, y entonces volvió a encenderse como una mecha


ardiente una vez más. Su sexo palpitó y onduló en torno a la polla de Alejandro
que continuaba embistiéndola. Él gimió y se dejó llevar, su eje sacudiéndose en lo
profundo de su ser, mientras se corría.

Se derrumbó encima de ella y ella movió sus muñecas en contra de sus


ataduras, indicando sin palabras que quería la libertad.

—No —la palabra resonó firme y grave a través de la habitación—. No


hasta que admitas que te preocupas por mí.

Dejó que esas palabras, las últimas que hubiera esperado oír en ese
momento, fueran asimiladas antes de exclamar.

Anya Bast - El Pecado Elegido


— ¿Qué?

Alejandro utilizó su plena velocidad vampírica y fuerza, y la hizo girar para


que yaciera sobre su espalda, con los brazos atados por encima de su cabeza.

—No voy a desatarte hasta que lo admitas.

—Alejandro…

Él la besó. Un deslizamiento de labios caliente, y manipulador, seguido de la


penetración de su lengua en las profundidades de su boca. No sólo la besó sino que
devastó su boca. Probó cada pedacito de ella que pudo, casi como si estuviera
tratando de consumirla.

Finalmente, rompió el beso.

—Dímelo.

Daria sólo podía jadear, incapaz de recuperar el aliento.

292
El Club de las Excomulgadas
— ¿Que te diga qué? ¿Qué es lo que quieres escuchar, Alejandro?

Él la miró fijamente. Su estómago dio volteretas.

—La verdad.

Sus ojos se abrieron. ¿La verdad acerca de lo que sentía por él? ¿Quería
escuchar que ella lo observaba a veces, cuando sabía que no la estaba mirando?
¿Que le encantaba la forma en que su pelo negro se enroscaba alrededor del cuello
de su camisa, o cómo tamborileaba sus dedos sobre la rodilla cuando estaba sumido
en sus pensamientos?

¿Debería decirle lo mucho que amaba cómo de relajado era acerca de todo...
excepto cuando se ponía posesivo en lo referente a ella y que, en secreto, ella
amaba que lo hiciera? ¿Debería decirle que no había nadie en quien confiara más
para cuidar su espalda, su vida, que él?

Anya Bast - El Pecado Elegido


Había muchas cosas que podría decirle a Emanuel Alejandro Martínez, y la
menor de ellas sería que pensaba que se estaba enamorando de él y que, bueno,
eso...

—Me asustas —susurró en la corta distancia que separaba sus bocas. Se


había conformado con la verdad, parte de ella de todos modos... la parte más
importante—. Me confundes.

Él hizo un sonido de frustración. Con un movimiento severo desabrochó el


cinturón y rodó fuera de la cama. Caminó una corta distancia y se hundió en una
silla.

Ella tiró de la cuerda de sus muñecas y se apoyó en los codos para mirar
fijamente su silueta en las sombras. —Tú pediste la verdad.

Él no dijo nada durante varios minutos. Alejandro la miró.

—Y ahora me gustaría no haberlo hecho.

293
El Club de las Excomulgadas
Daria rodó de la cama y se acercó a él. Colocó su mano sobre su muslo
desnudo y trató de no dejarse distraer por la plateada luz de la luna blanqueando el
color dorado cálido de su piel. Lo único que quería era mover las manos sobre ella.
Incluso ahora, después de que habían hecho el amor, ella todavía quería, necesitaba
tocarlo.

Ella le apretó la pierna.

—No entiendo lo que quieres de mí.

Él cubrió su mano con la suya.

—Estoy enamorado de ti, Daria.

Ella quedó inmóvil mientras su mente intentaba, sin éxito, procesar esa
simple frase.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Eres un completo dolor en el culo, una mujer que demanda mucha
atención, querida. Eres también apasionada, cariñosa, y la maldita persona más
valiente que he conocido —se inclinó hacia delante y capturó su cara entre las
palmas de las manos—. Te amo.

Daria tragó saliva, sin palabras.

—Quieres que corresponda tu amor —su voz tembló sobre la pregunta que
no era realmente una pregunta. Por supuesto, eso es lo que quería. Ella estaba
peligrosamente cerca de dárselo, también.

Un recuerdo que nunca estaba lejos de su alcance, volvió a la vida.


Christopher Sante también le había dicho esas palabras una vez, con la misma
mirada sincera en sus ojos. Se había arrodillado en el suelo y sonreído a su cara,
una tarde un poco ventosa, y soleada, con una botella de champán abierta junto a
ellos en su mesa de la cocina.

Ella le había creído. Ella le había correspondido. Entonces, él había matado


a su mejor amiga.

294
El Club de las Excomulgadas
—Yo quiero... —comenzó él y se calló—. Sólo te quiero a ti, Daria.

Corazón. Alma. Cuerpo. Mente. Traición. Así es como había sucedido la


última vez que había amado.

Las lágrimas le pincharon los ojos. Daria se apartó, irguiéndose, se vistió y


salió de la habitación.

***

— ¿Una discusión de amantes?

La punta de una bota le golpeó un costado, y los ojos de Daria parpadearon


antes de abrirse. Ella había ido a la habitación de Brandon la noche antes cuando
huyó de Alejandro, sólo para descubrir que Brandon no estaba. Ya que la puerta de
su habitación estaba situada en un hueco, se había acurrucado en el suelo. Estaba
tan fuera-del-camino como era posible estando bajo la cúpula, a menos que

Anya Bast - El Pecado Elegido


encontrara un lugar para dormir en medio de un arbusto en alguna parte.

Ella se empujó hasta colocarse en una posición sentada y pasó los dedos por
su pelo. Si hubiera sido humana, sabía que se habría lastimado por dormir así. Así
como estaban las cosas, con su cuerpo fuerte y flexible por la Elección, su cuello
sólo tenía un calambre.

— ¿Dónde estuviste toda la noche? —gruñó ella.

Brandon introdujo su código de seguridad en la pantalla al lado de su puerta.

—Yo sólo respondo ante mi novia y mi madre. Ya que mi madre ha muerto


y no tengo novia —bajó la mirada hacia ella mientras la puerta se abría—, no tengo
que responderle a nadie.

Daria bostezó.

—Bien, lo que sea.

295
El Club de las Excomulgadas
—Ven adentro a tomar un café. Dime por qué estás durmiendo fuera de mi
puerta.

Daria se puso en pie.

—Por lo menos voy a tomar el café.

Fue hacia la consola en la pared y consiguió dos humeantes tazas calientes.

—No dejes que Sante vea que hay problemas en el paraíso.

—Mira, las parejas pelean a veces, incluso los Elegidos emparejados —ella
tomó un agradecido sorbo de la bebida caliente y cerró los ojos por un momento,
saboreándola—. Incluso si alguien se entera que hay problemas entre Alejandro y
yo, sería interpretado como un tropezón natural en la relación.

Él sonrió.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—En realidad, eso fue un cebo. Hay problemas entre tú y Alejandro, ¿no?

—Yo no lo llamaría problemas —dejó la taza de café y miró a la cama sin


hacer y la ropa esparcida por el suelo. Era todo un soltero—. Sólo tenemos
algunos… asuntos.

—Asuntos, claro. Bueno, hasta un ciego podría ver cómo de loco está
Alejandro por ti, y tampoco tiene nada que ver con la misión.

Ella se sobresaltó un poco sorprendida por su observación y se apartó de él


para que no pudiera ver su rostro.

—Alejandro es un buen hombre.

Él no era Sante. Ella lo sabía, pero había pensado que Sante era un hombre
bueno, también.

—Lo es. Es el mejor de los hombres. Puede ser un poco intenso, sin
embargo.

296
El Club de las Excomulgadas
Brandon estaba cerca de ella, demasiado cerca. Podía sentir el calor de su
cuerpo.

Se dio la vuelta.

Él tenía una expresión en su rostro que no había visto antes, interés en ella.

Dios, no quería más de eso. Sobre todo de él.

—Pero para una mujer como tú —continuó Brandon—, tal vez sea
demasiado intenso. Tengo la sensación de que eres demasiado salvaje para sentar
cabeza —sonrió y a Daria le sonó como un adulador—. Tal vez tú sólo necesitas un
hombre con quien jugar por un rato, nada más. Nada de compromisos, nada
conflictivo.

Ella sacudió la cabeza. ¡Vaya!, Brandon la había malinterpretado


completamente. No la conocía y no la entendía en absoluto. Alejandro había

Anya Bast - El Pecado Elegido


transformado el comprenderla en una forma de arte.

—Por lo menos, tienes razón acerca de que no quiero compromisos.

Él abrió las manos.

—Mi puerta siempre está abierta.

—En realidad, no lo está. Ayer por la noche fue un ejemplo de ello.


Además, no me interesa. Sin ánimo de ofender, Brandon. Por último, además de
buscar un lugar para dormir la noche anterior, tenía otra razón para venir aquí.

Él levantó una ceja.

— ¿Y eso sería?

—Tenemos que dejar fuera la cosa de Ari, por el momento. Incluso si Sante
la está engañando, ella no sabe que está siendo engañada. Todavía puedo hablar
con Carlos, pero tenemos un problema más grande en el plato ahora mismo.

297
El Club de las Excomulgadas
Su expresión se había vuelto oscura a medida que ella hablaba.

— ¿Qué es?

— ¿Por qué demonios Richard Templeton quiere que cacemos una hija que
sabe muy bien que se fue por su propia voluntad?

Brandon se quedó muy quieto.

—Tal vez no sabe que ella se fue por su propia voluntad.

Daria negó con la cabeza.

—De ninguna manera. Ari Templeton estaba reventando por vengarse de


papá. De ninguna manera evitaría decírselo, lo que hace que me pregunte por qué
quiere que regrese con tantas ganas.

—No puedes asegurar eso.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Daria fue hacia la puerta.

—Tienes razón. Es sólo una fuerte corazonada. Voy a averiguar si es cierto.

Él la agarró del brazo antes de que pudiera salir.

— ¿Qué vas a hacer?

—Voy a ir a hablar con ella.

Él echó un vistazo a su ropa arrugada.

—Es mejor que te cambies primero.

***

Fue fácil.

298
El Club de las Excomulgadas
Cuando se presentó en la caseta de vigilancia frente a la casa de Sante, ella
estaba en "la lista." La dejaron entrar sin problema. Incluso llamaron a Sante antes,
por lo que se reunió con ella justo en la puerta.

Afortunadamente, Alejandro ya se había ido de la habitación cuando ella


había vuelto a tomar una ducha y cambiarse. Ahora se veía animada y encantadora
como una margarita, en lugar de arrugada y bien follada como lo había hecho esa
mañana.

Daria puso su mejor sonrisa nada amenazadora.

—Buenos días, Christopher. Pensé en pasar por aquí y ver cómo estáis Ari y
tú.

—Eso es muy amable de tu parte —él estaba sonriendo, pero había una nota
de sospecha en su voz—. ¿Quieres tomar algo? —La condujo hacia la cocina.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—No, gracias. Ya tomé mi café de la mañana. En realidad, vine porque Ari
parecía tan interesada en saber cómo me las arreglé para cruzar a través del
succubare. Tenía algo de tiempo libre, así que pensé en pasar por aquí y ver si ella
quería hablar conmigo sobre algo más acerca del tema. Ambas somos recién
Elegidas, creo que siento una especie de parentesco con ella.

La sospecha dejó los ojos de Sante. Él le dio la sonrisa más sincera que
jamás había visto en sus labios. Hizo que el corazón de Daria doliera.

Si tan sólo alguna vez hubiera sonreído de esa manera por ella.

—Aprecio mucho esto, de verdad, Valerie. Sería bueno si Ari tuviera una
amiga con quien hablar. Mis hembras íntimas aquí en el Camino Luminoso, todas
ellas han...

— ¿Intimado contigo? —aventuró cuando él se calló.

Él asintió con la cabeza.

299
El Club de las Excomulgadas
—Que hagan amistad con mi compañera es un poco incómodo para ambos
lados.

Qué irónico, entonces, si ella se convertía en amiga íntima de Ari


Templeton.

—Creo que hacerme amiga de Ari sería bueno para mí, también. Después de
todo, yo también soy nueva aquí.

En ese momento, Ari se deslizó en la habitación con la líquida gracia sexual


de los succubare.

—Valerie —la saludó con una sonrisa mientras se deslizaba al lado de Sante.
Sante se inclinó y la besó tiernamente en la cabeza.

Si Sante estaba fingiendo, estaba haciendo un buen trabajo. Pero Daria sabía
muy bien cómo de buen farsante era, ¿no?

Anya Bast - El Pecado Elegido


— ¿Qué haces aquí tan temprano en la mañana? —preguntó Ari, sus brazos
apretándose alrededor de la cintura de Sante.

—De hecho, he venido a verte a ti.

— ¿En serio? —Ella se iluminó—. Maravilloso. ¿Quieres desayunar


conmigo? La comida es un hábito que estoy encontrando difícil de romper.

El estómago de Daria retumbó ante la perspectiva. Era un fantasma


ronroneando, por supuesto, al igual que un amputado puede sentir su brazo que le
faltaba. Ella no necesitaba comer para obtener sustento ahora, pero todavía lo
anhelaba.

—Definitivamente.

Sante se alejó de Ari y caminó hacia la puerta.

—Entonces, os voy a dejar solas. Tengo trabajo que hacer.

300
El Club de las Excomulgadas
Ari hizo un mohín.

—No tienes que irte todavía.

Sante volvió y la besó tan adecuadamente, tan hermosamente, y tan lleno de


amor que Daria tuvo que mirar hacia otro lado. Le dijo algunas palabras en voz
baja en las orejas de Ari que Daria trató de no escuchar, pero con su súper-audición
lo hizo de todos modos. Luego se fue.

Ari se quedó un momento mirando la puerta tras él. Completamente


enamorada. Daria no tenía ninguna duda. Luego se volvió y fue hacia el
refrigerador.

— ¿Huevos?

—Suena genial —Daria tomó un lugar en la barra de desayuno—. ¿Puedo


ayudarte?

Anya Bast - El Pecado Elegido


—No, por favor. Me encanta cocinar —Ari le lanzó una sonrisa descuidada
por encima del hombro—. Es el último vestigio de mi vida anterior —había una
nota de nostalgia en su voz. Ari asentó un plato de uvas en el mostrador, delante de
Daria, y luego, se giró a la cocina para hacer los huevos.

—Entonces, eso plantea la pregunta. ¿Cómo te va con la adaptación a la


vida de Elegida? —Daria metió una uva en su boca y casi se desmayó cuando
estalló contra su lengua.

En la cocina, Ari se encogió de hombros. Su largo cabello estaba suelto y


moviéndose sobre su espalda.

—Está bien. Quiero decir, tengo mucha hambre —ella la miró y sonrió—.
Por supuesto, mi hambre es diferente a la tuya.

—Por supuesto.

301
El Club de las Excomulgadas
Ari sirvió los huevos en dos platos y le entregó uno, luego se movió para
conseguir dos vasos de zumo de naranja.

—Sin embargo, Christopher me mantiene bien saciada.

Daria tomó un trago lento y formó la siguiente pregunta con cuidado. A su


lado, Ari se deslizó en una silla y acercó su plato.

—Pero un día él no será suficiente para saciarte, ¿no es cierto? Un día


tendrás que ir a otros. ¿No es la forma en que funciona para un succubare?

Ella le dio un mordisco cuidadoso a los huevos y lo masticó pensativamente.

—Sí, un día, eso será así. Supongo que no estoy preparada para pensar en
eso todavía.

—Es justo —Daria se dispuso a comer sus huevos mientras aún estuvieran

Anya Bast - El Pecado Elegido


calientes.

— ¿Y tú?

Esta vez fue el turno de Daria de encogerse de hombros.

—Me siento más fuerte que nunca antes, pero es engañoso, porque todavía
estoy mucho más débil que los Elegidos más viejos. La sangre es realmente buena,
y la anhelo. Eso es bastante extraño. Por otro lado, lo estoy haciendo bastante bien.
Estoy aquí, con la falsa luz solar, así que no he tenido que acostumbrarme a la vida
nocturna todavía.

Ari asintió con la cabeza.

—Somos afortunados de tener este lugar.

Daria estuvo de acuerdo. Por mucho que odiara a Sante y a pesar de que
sabía en sus entrañas que en ese lugar estaban sucediendo cosas ilegales, esa
comuna era una bendición para los Elegidos.

302
El Club de las Excomulgadas
—Christopher dice que este lugar le salvó la vida —continuó Ari—. Que él
quería caminar hacia el amanecer antes de que tuviera la idea de crear la comuna.

— ¿Por qué? —Eso estaba en línea con lo que Alejandro le había dicho. Ella
dejó su tenedor.

—Me dijo que amó a una mujer, pero que tuvo que traicionarla para cumplir
con la lealtad a su madre de sangre. Se lastimó terriblemente en el proceso. Por lo
que sé, de todo lo que me dijo, mató a personas cercanas a ella.

— ¿Y se salió con la suya? —La voz de Daria sonó dura en sus propios
oídos.

—Él se salió con la suya desde la perspectiva de los humanos y los sistemas
de leyes de los Elegidos. No se salió con la suya en su propia conciencia. La culpa
lo atormentó tanto que renunció a su madre de sangre y casi se suicida.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Pobre, pobre Christopher Sante. Daria pensó que podría llorar por la música
de violín.

—Empezó el Camino Luminoso como un esfuerzo por devolver algo de lo


que había tomado —finalizó Ari.

—Todos tenemos que pagar el precio de las elecciones que hacemos —fue
toda la respuesta de Daria pudo conjurar—. Creí haberte visto una noche, cuando
estaba dejando la fiesta en la construcción de la Alhambra. ¿Eras tú caminando por
el camino esa noche?

Ella sonrió.

—Me muevo a través de pasadizos secretos. Sí, era yo.

Cuando sonreía, Ari Templeton le recordaba a Julia. Había una suavidad en


ella que Julia tenía también. Daria sacudió la cabeza para despejar el pensamiento
y mantener su mente en el presente.

303
El Club de las Excomulgadas
—Pensé que eras un fantasma. Pensé que estaba perdiendo la cabeza.

—Sólo era yo, andando a escondidas. A fin de poder quedarme con el


hombre que amo, he tenido que modificar por completo mi vida. Debes saberlo, ya
que tú también lo hiciste.

Vislumbrando una manera de desviar la conversación hacia donde ella


quería que se dirigiera, Daria asintió con la cabeza.

—Sí, hemos tenido que renunciar a la luz del sol, renunciar a todas las cosas
normales que hemos conocido —hizo una pausa y puso una expresión triste—.
Renunciar a la familia.

— ¿Tuviste que renunciar a tu familia cuando fuiste Elegida?

—Mi madre no estaba contenta con mi decisión —en realidad no era una
mentira, sólo una pequeña desviación de la verdad. Su madre no estaría feliz con su

Anya Bast - El Pecado Elegido


decisión cuando se enterara.

Ari tiró el tenedor sobre el mostrador con tanta fuerza que Daria saltó.

—La intolerancia contra los Elegidos nunca deja de hacerme enfadar. Todo
lo que los Elegidos desean es el derecho a existir. No hacemos daño a nadie. Este
miedo al otro, el temor a los más poderosos... ¡hace que los seres humanos se
vuelvan locos! Ellos predican con un lado de su boca sobre el amor perfecto e
incondicional. Después, por el otro lado abogan por leyes que conviertan a los
Elegidos en una especie para cazar... como si fueran... ¡animales!

Bingo.

Daria suprimió la sonrisa de la victoria y se giró en su asiento.

—Estás hablando acerca de tu padre, Richard Templeton.

Una mirada de dolor cruzó el rostro de Ari. Ella apartó la mirada, pero no
antes de que Daria entreviera las lágrimas brillando en los ojos de la otra mujer.

304
El Club de las Excomulgadas
Daria sintió una pizca de culpa por haberla molestado y pulsado un botón
deliberadamente. Ari Templeton era una persona sencilla, agradable, y Daria no
tenía intención de provocar su malestar.

—Sí, estoy hablando de mi padre. Maldito sea. Es el peor de los fanáticos.


Me da vergüenza decir que comparto su sangre.

— ¿Sabe él... quiero decir, acerca de ti y Christopher Sante? ¿Sabe que has
sido Elegida?

Ella asintió con la cabeza y se enjugó una lágrima de su mejilla. Daria


suprimió el impulso ridículo de poner su brazo alrededor de los hombros de Ari.

—Le dije todo sobre ello antes de que fuera Elegida. Le dije que me había
enamorado y que nada nos separaría, ni siquiera su iglesia todopoderosa. Él estaba
tan enfadado que casi me golpea. Luego, simplemente me dio la espalda y me dijo
que ya no era su hija.

Anya Bast - El Pecado Elegido


El dolor en su voz era tan crudo, sonaba parecido a una niña pequeña
perdida. Daria sospechó que ella realmente anhelaba la única cosa que nunca
tendría: el amor incondicional de su padre.

¿Detrás de qué andaba Richard Templeton? ¿Por qué le había mentido a la


GBS y la ABI? ¿Por qué había denunciado su secuestro y puesto todas las sospechas
en Sante?

Tal vez lamentaba las duras palabras que le había dicho a su hija y ahora
estaba tratando de conseguir que regresara sin que nadie supiera que ella había sido
Elegida. Eso sería vergonzoso para él, después de todo.

Pero parecía poco probable. Él la había repudiado, de acuerdo con Ari. Eso
parecía una acción bastante definitiva.

Daria se mordió el labio inferior y frunció el ceño. ¿Tendría Templeton un


plan más oscuro en juego?

305
El Club de las Excomulgadas
Los hombros de Ari se encorvaron miserablemente y una lágrima cayó en su
regazo. Incapaz de resistirse por más tiempo, Daria puso su brazo alrededor de sus
hombros.

Ari se inclinó hacia ella y lloró en silencio.

—Lo siento, Ari —susurró Daria.

Lo lamentaba. Lamentaba que el padre de Ari fuera una persona horrible,


lamentaba que hubiera sido engañada por Sante. Daria se comprometió en ese
mismo momento a que haría todo lo posible para proteger a Ari Templeton.

Alguien tenía que hacerlo.

***

Alejandro observó a Daria escurrir su pelo hacia atrás, lejos de su cabeza,

Anya Bast - El Pecado Elegido


cuando entraba en la habitación. Había estado lloviendo sin parar durante una
semana, algo que era necesario para algunos de los cultivos que crecían en la
cúpula. Su camiseta blanca estaba empapada y se aferraba a ella en todos los
lugares correctos, dejando al descubierto sus pezones oscuros y duros a través de su
sostén de algodón blanco.

Era un hombre, notaba esas cosas. Especialmente en Daria.

Incluso aunque hubiera ahuyentado a Daria tan hábilmente que ni siquiera


dormía en la misma cama con él en esos días.

Tenía el toque mágico, de eso estaba seguro.

Ella lo miró, con la desconfianza en sus ojos. Ella trataba mayormente de


estar en la habitación cuando él no estaba.

— ¿Dónde has estado? —Le preguntó.

306
El Club de las Excomulgadas
—Con Ari esta mañana, luego con Jia Ying por un tiempo —Daria había
estado pasando mucho tiempo con Ari últimamente—. Se supone que esta tarde
tenemos que reunirnos con Eleanor, no te olvides.

Él negó con la cabeza.

—Dios, estás manteniendo un infierno de una agenda social.

Ella fue al baño a buscar una toalla.

—Es trabajo —corrigió—. Es cierto que he desarrollado una amistad con Jia
Ying. Eso no es trabajo en verdad. Pero ahora que me he implicado con Ari, tengo
que permanecer cerca.

—Lo sé —incluso si él estaba un poco celoso—. Pero ella te agrada. Ari,


quiero decir.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Ella volvió a surgir desde el cuarto de baño, frotando la toalla por su pelo.

—No hay mucho que no agrade de ella. Tiene una frágil cualidad que te
hace querer protegerla.

—Siempre has sido protectora, Daria. Me gustaría que dejaras que alguien te
protegiera de vez en cuando.

Ella le lanzó una mirada irritada.

—Yo no necesito consejos en este momento, Alejandro, pero gracias por


tratar de ayudar.

Daria se quitó la camiseta empapada y sacó una camiseta gris de un cajón.

—De todos modos, sólo me detuve por un minuto. Me voy de nuevo de


regreso a la casa de Sante. Ari quiere almorzar conmigo —se puso la camiseta por
la cabeza—. ¿Qué harás hoy?

—Estoy con Carlos.

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El Club de las Excomulgadas
Se quedó inmóvil y le miró.

— ¿En serio?

Él asintió con la cabeza.

—Sante me puso en los detalles de seguridad.

—Mierda.

—Traté de meter a Brandon, pero no funcionó. Se cerró de inmediato.

— ¿Le dijiste a Brandon?

Alejandro asintió con la cabeza.

—Él no estaba muy contento, pero tiene las manos llenas como está. Ha
habido más movimiento en los campos de miel. Los supervisores de allí no le

Anya Bast - El Pecado Elegido


permitirán acercarse a ningún lugar cercano.

Ella sacudió la cabeza.

—Creo que el mejor movimiento para nosotros es simplemente acercarnos


cada vez más a Ari, Sante y Carlos. El resto se revelará al mismo tiempo, una vez
que realmente empiecen a confiar en nosotros. Brandon sólo está molesto porque
está fuera del circuito en ese sentido. Ese tipo es un fanático del control. No le gusta
que hayamos tomado la iniciativa aquí.

Alejandro apretó los dientes.

—No me gusta estar tan inactivo.

—O bien esperamos que Sante nos deje participar en las cosas que están
pasando realmente aquí, o corremos el riesgo de ser atrapados y arruinar toda la
operación. Ha habido luna llena todas las noches, y guardias adicionales por los
campos de miel —ella hizo un gesto de impaciencia—. No veo una mejor opción
en este momento.

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El Club de las Excomulgadas
—No voy a discutir. Simplemente no me gusta. No escojas una pelea
conmigo, Daria. No estoy de humor.

Su mandíbula se trabó.

—Mira…

La puerta se abrió de golpe, y Brandon permaneció allí, jadeando y


empapado por la lluvia.

—La casa de Sante ha sido bombardeada.

Anya Bast - El Pecado Elegido

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veintitrés
Daria permaneció impactada por un momento, y luego pasó corriendo junto
a Brandon y salió por la puerta.

Alejandro y Brandon se miraron fijamente por un momento.

— ¿Está muerto?

—No lo sé, pero es bastante malo.

Alejandro se precipitó detrás de Daria y Brandon lo siguió. En el exterior, él


vio que Daria se había subido a una moto de dunas, y lanzado apresuradamente a
través de la superficie del suelo a gran velocidad hacia la casa de Sante. Cogió otra
y despegó, dejando a Brandon para que encontrara su propio transporte.

Anya Bast - El Pecado Elegido


En el momento en que llegó a la casa, una multitud ya se había reunido. La
mitad del lugar estaba en llamas, una nube de humo subiendo en una nube espesa.

Ni siquiera la lluvia constante parecía surtir efecto en el infierno rugiente que


parecía como si fuera a devorar el resto de la casa en poco tiempo.

Horrorizado, vio saltar a Daria de su moto antes de que se hubiera detenido


y pasar corriendo junto al guardia de la puerta, hacia la casa en llamas. La moto se
estrelló contra la pesada cerca de acero que rodeaba la casa y se quejó hasta
detenerse.

Alejandro aceleró el motor de su moto y salió detrás de Daria. Llegando a su


lado, la agarró por la cintura y la colgó sobre su regazo.

Daria golpeó su puño en su estómago. Con fuerza.

—Déjame bajar.

Él soltó un gruñido.

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El Club de las Excomulgadas
— ¡Mierda, Daria! De ninguna manera en el infierno.

Cuando se acercaron a la casa, empezó a creer que en realidad estaban en el


infierno. El calor se mezclaba con la lluvia, las llamas lamían peligrosamente cerca
de ellos.

Desvió la moto para que se alejara de la casa, pero Daria no aceptaría eso.
Ella le dio un puñetazo en el estómago de nuevo y al mismo tiempo le mordió la
pierna, con los colmillos extendidos. No era un mordisco de amor, y no hubo
ningún velo. Era sólo dolor, puro y simple. La sangre brotó desde el muslo y él
aflojó su agarre sólo por un momento.

Fue todo lo que necesitó.

Daria se lanzó hacia atrás, con el pie en el borde de la moto para conseguir
hacer palanca e impulsarse lejos de él. Cayó metro y medio al suelo y rodó.

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— ¡Mierda! —Alejandro frenó con fuerza, justo a tiempo para ver el culo de
Daria arrastrándose hacia la casa en llamas. Se detuvo y saltó de la moto.
Alejandro golpeó el suelo en una carrera, ignorando el dolor en la pierna donde le
había mordido.

El calor le quemó la cara y los brazos al descubierto. Estaba agradecido de


estar empapado, o hubiera sido peor. Tuvo una fracción de segundo para darse
cuenta que cerca de la casa no caía la lluvia, sino que el calor del fuego hacía que se
evaporara antes de que incluso golpeara el suelo.

Brandon se le acercó por detrás, pero Alejandro lo empujó hacia atrás.

— ¡Fuera de aquí! No es necesario que nosotros tres nos suicidemos.

— ¡Puedo ayudar! —Él pasó más allá de Alejandro.

Alejandro lo agarró por la camisa y lo lanzó violentamente hacia atrás.


Brandon terminó sobre su culo. Ellos necesitaban que un agente siguiera vivito y
coleando después de hoy.

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El Club de las Excomulgadas
El humo emergía alrededor de Alejandro cuando entró en la cocina y se tapó
la boca con el antebrazo.

— ¿Ari? —La voz de Daria procedía de la sala de estar—. ¿Ari? ¿Dónde


estás?

Él corrió tras ella.

—Saca tu culo de aquí. Este lugar va a explotar.

Daria tosió y se volvió hacia él. Ella sacudió la cabeza.

—Se suponía que debía encontrarme con ella aquí. Está en esta casa en
algún lugar y tengo que encontrarla.

Él la tomó por los hombros y la sacudió.

— ¡No, Daria! Tenemos que salir de aquí —gritó por encima del rugido

Anya Bast - El Pecado Elegido


dentro de la casa.

— ¡No voy a dejar que muera! —Las lágrimas corrían por su cara cubierta de
hollín.

Él la miró por un momento, sus pulmones ardiendo. En algún lugar por


encima de ellos, la madera se agrietó siniestramente.

—Maldita sea —él la liberó.

Daria pasó junto a él, yendo hacia las escaleras. Alejandro la siguió.

Cuando llegaron a la cima, vieron un pedazo de tela blanca en el suelo justo


en el comienzo del pasillo de arriba.

Ari Templeton.

Daria se arrodilló y tiró de ella hacia arriba, pero la mujer estaba


inconsciente, tal vez muerta ya. Los Elegidos eran inmortales, pero eso sólo

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El Club de las Excomulgadas
significaba que no envejecían y que tenían un sistema inmunológico por encima del
promedio. La inhalación de humo podía hacerles lo mismo que a un ser humano.

Daria tuvo problemas para bajarla por las escaleras. Alejandro entró en
escena y lanzó a Ari sobre su hombro. Juntos hicieron su salida del edificio en
llamas mientras comenzaban a llover algunas piezas de la planta por encima de
ellos.

Ambos tropezaron fuera, tosiendo, y lograron ir por el camino y más allá de


las rejas. Detrás de ellos, la casa se derrumbó en el medio. Si hubieran permanecido
allí sólo un minuto más, serían unos Elegidos aplastados y fritos.

Entonces, Sante estuvo allí, alejando a Ari de los brazos de Alejandro. Sante
la depositó en el suelo mientras él y Daria se desplomaban en el césped, ambos
respirando con dificultad en un esfuerzo por llevar aire a sus pulmones quemados.
Junto a ellos, Sante realizó la respiración boca a boca a su amante.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Daria se sentó y miró a Ari con una desesperada expresión de dolor en su
rostro.

Ari no se movía.

Alejandro extendió la mano y tiró de Daria en sus brazos. Ella fue de buena
gana, con gratitud, apretándose contra su pecho mientras veían a Sante tratar de
devolverle la vida a Ari Templeton. Una multitud se había formado alrededor de
ellos, todos manteniendo una distancia respetuosa.

—Vive —murmuró Sante contra sus labios. Y a continuación, lo hizo más


fuerte—. ¡Vive! —Él mantuvo la reanimación, pero Ari se mantuvo inerte, sin vida.

Carlos irrumpió más allá del círculo de espectadores y llegó a colocarse


cerca de su jefe. Alejandro fue golpeado por un momento por la expresión de
horror absoluto en el rostro de Carlos. Era como si en realidad se preocupara por Ari.

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El Club de las Excomulgadas
Carlos vaciló un momento, luego se adelantó y tocó el hombro de Sante. Era
claro para todos que Ari no iba a revivir.

— ¡Déjame en paz! —gruñó Sante. Luego, apoyó la frente en la de Ari,


cerró los ojos, y le susurró—. Por favor, Ari. No puedo hacer esto sin ti. Por favor,
vive.

En ese momento de descuido, todas las dudas de Alejandro acerca de si


Sante amaba o no de verdad a Ari Templeton desaparecieron.

Sante selló su boca sobre la de Ari una vez más y bombeó su pecho. Nada.
Se echó hacia atrás, con la lluvia cayendo a raudales, y miró a su amante muerta.

Todo estaba en silencio, excepto por los crujidos y el arder de la casa detrás
de ellos.

Luego, el pecho de Ari se alzó. Ella tosió y jadeó. Una mirada de pura

Anya Bast - El Pecado Elegido


felicidad absoluta transformó el rostro de Sante y la levantó contra su pecho y la
abrazó. Ari agarró sus hombros mientras él la mecía hacia atrás y hacia delante,
murmurando cosas en su cabello manchado de hollín.

Daria volvió su cara contra el pecho de Alejandro y respiró hondo,


estremeciéndose de alivio en su contra.

Brandon estaba cerca de ellos, un poco magullado por la negación enfática


de Alejandro de su ayuda. Una sonrisa jugaba en sus labios. Tal vez no era tan hijo
de puta mujeriego, después de todo.

Después de unos momentos, Carlos apartó a Ari hacia los médicos de la


cúpula que acudieron a la escena. No había manera de apagar el fuego, a pesar de
que parecía que la lluvia ahora estaba cayendo con más fuerza en esa área, tal vez
diseñada para hacerlo.

Una vez que Ari fue entregada a la atención médica, Sante se acercó hacia
Daria y tiró de ella de los brazos de Alejandro hacia los suyos.

314
El Club de las Excomulgadas
—Gracias —dijo mientras la abrazaba. La sinceridad de estas palabras
resonó en el aire.

Daria se puso visiblemente rígida en los brazos de Sante, probablemente


sorprendida, y se apartó de él casi de inmediato.

—Yo no fui dentro a salvar a Ari para ti —fue un comentario hostil, algo que
Valerie no diría. Era la primera vez que Alejandro había visto que la máscara de
Daria se deslizaba.

Sin embargo, Sante no pareció notarlo. Él contestó suavemente.

—No me importa, Valerie. La salvaste. Eso es todo lo que importa.

Alejandro la atrajo nuevamente contra él. Las emociones estaban en su


apogeo y acababan de arriesgar sus vidas. Le preocupaba que Daria pudiera dejar
escapar algo más.

Anya Bast - El Pecado Elegido


— ¿Quién hizo esto? —preguntó Alejandro, su voz estaba áspera por la tos y
la inhalación de humo.

Los labios de Sante se fruncieron al considerarlo. Alrededor de ellos, Carlos


había empezado a espantar a los espectadores para que se alejaran.

—Tengo enemigos. Muchos de ellos. Haremos una investigación, pero


suena como si fuera una bomba.

Alejandro dijo lo obvio.

—Hay alguien en esta cúpula que tiene intención de hacerte daño —además
de sí mismo, Daria, y Brandon, a su vez.

—No sería la primera vez —Sante hizo un puño—. Cuando los encuentre, y
lo haré, morirán por esto.

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El Club de las Excomulgadas
—Tú estabas en los cuarteles —interrumpió Daria—. Era de conocimiento
público. O el atacante quería amenazarte y no sabía que Ari estaba en la casa, o sí
sabía que estaba allí y su intención era asesinarla.

La sonrisa de Sante fue fría y la mirada en sus ojos brutal. Aquí estaba el
Christopher Sante que había matado a Julia y los guardias y que había tenido el
placer de torturar lentamente a su testigo hasta la muerte. Aquí estaba el Sante que
se había acostado y enamorado a Daria bajo un pretexto.

—De cualquier manera, morirá… lentamente.

—Mantén a Ari a salvo —la voz de Daria sonó dura—. Mantenla con
protección.

Sante ladeó un poco la cabeza hacia un lado y le dirigió una media sonrisa
curiosa.

Anya Bast - El Pecado Elegido


— ¿Por qué te preocupas tanto, Valerie? Apenas la conoces.

Daria dudó un momento antes de contestar.

—Me recuerda a alguien que conocí una vez, una amiga.

Su sonrisa se desvaneció.

—Voy a cuidar muy bien de Ari, no te preocupes.

***

Christopher yacía en la oscuridad, en un apartamento al otro lado del


complejo. Por encima de él había un tragaluz, uno de los dos grandes que había en
esta residencia. A través de éste podía ver la abertura en la cúpula que había abierto
para liberar algunos de los humos de la destrucción de su casa. La apertura oscura,
enorme que parecía una grieta en la ilusión de la realidad.

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El Club de las Excomulgadas
Daria/Valerie, que nunca perdía nada de vista, les preguntó cómo
mantenían la seguridad cuando la cúpula estaba abierta. Él le había contado acerca
de la barrera de energía invisible que cubría la ranura y sobre la peculiaridad que
había en el funcionamiento de la barrera. El mecanismo de seguridad se cerraba
mientras la cúpula se abría y cerraba, lo que tomaba poco más de un minuto.

Durante ese minuto había puesto guardias para ver si cualquier persona
trataba de salir del Camino Luminoso. Era un cebo. Si atrapaban a la persona que
casi había matado a Ari, él o ella tendrían su muerte asegurada de la manera más
horrible que podía imaginar.

Sante había disfrutado de la planificación de la muerte, pero disfrutaría aún


más del asesinato real. Se imaginó la sangre y la carne llenando su boca, y una pura
felicidad blanquecina y cálida lo inundó.

Cerró los ojos por un momento, luchando contra la sed de sangre

Anya Bast - El Pecado Elegido


aumentando dentro de él, el límite de la demencia causada por la edad comiéndose
los márgenes de su mente. Podía controlarlo. Tenía que controlarlo por el bien de
Ari.

Se acostó a su lado en la cama, su respiración finalmente era profunda y


estable. Todavía era una nueva succubare y sus capacidades curativas mejoradas no
se habían desarrollado plenamente, pero lo estaba haciendo mucho mejor de lo que
nadie esperaba después de rozar la muerte tan de cerca.

Ahora ella dormía, y eso era bueno. Sin embargo, a él parecía que el sueño
seguía eludiéndolo. Su mente volvió una y otra vez sobre las posibilidades infinitas.

¿Quién querría muerta a Ari? ¿Quién se atrevería a amenazarlo?

La respuesta obvia era que alguien bajo la cúpula apuntaba a Ari y que
estaba aliado de alguna manera con su padre.

Alguien pagado para que estuviera allí. Podría ser cualquiera.

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El Club de las Excomulgadas
Alejandro y Daria estaban aquí a instancias de Richard Templeton y por lo
tanto, eran una amenaza para Ari. Es por eso que los mantenía tan cerca. Ellos
habrían estado en la parte superior de su lista si no fuera por el hecho de que habían
arriesgado sus vidas para salvarla. Rechazó la idea.

No, sólo eran buenos agentes que trabajaban bajo la idea de que estaban
haciendo cosas buenas.

Había algunos otros posibles sospechosos. Mañana se pondría a trabajar en


analizar a todos los miembros más recientes, una vez más, incluso más de cerca, en
un esfuerzo para descubrir quién había hecho esto.

Se puso el brazo sobre los ojos y dejó escapar un suspiro agudo. Ari le
recordó a Daria, a Julia. No podía sacar eso de su mente. Había paralelismos. Julia
había sido más fuerte que Ari físicamente, pero ambas poseían la misma
vulnerabilidad conmovedora, una cualidad que hacía que te gustaran de inmediato

Anya Bast - El Pecado Elegido


y quisieras atraerlas bajo tu ala.

Sus recuerdos se remontaron a esa noche, cuando él había ido a cuidar al


testigo. Cuando Julia había visto su cara en la cámara en la base del edificio de alta
seguridad donde estaban protegiendo a Stephen Miller, lo dejó entrar directamente.
Iba todo de acuerdo a su plan, se había reunido con él en la puerta y sonreído, le
preguntó por qué había ido tan tarde por la noche. Él le había dado una excusa
plausible... y entonces la estranguló hasta matarla.

Christopher aún podía ver la mirada de sorpresa en su cara después de que él


deslizara su mano fuerte y rápidamente y la atrapara en el vestíbulo de la vivienda.
Aún podía sentir la forma en que su esbelto cuello se había roto bajo la presión de
su agarre. Había ido por su garganta, para que no pudiera alertar a los otros dos
guardias.

Él no quiso hacerlo, Julia le había llegado a agradar mucho. Sin embargo,


hubo una parte de sí mismo, innegable y salvaje que disfrutó de su piel suave al
estrujarla entre sus manos. Una parte violenta, tal vez incluso demente, que se

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El Club de las Excomulgadas
vanagloriaba del control que había tenido sobre ella y disfrutado cuando la luz de
su frágil vida humana había parpadeado y muerto en sus ojos.

Una vez que había saboreado el gusto de ese asesinato y eso había cubierto
su lengua como un dulcemente amargo trago de vino, entró y mató a los dos
guardias. Rápido. Limpio. Cortó sus cuellos con una cuchilla y dejó que su sangre
se hundiera en la alfombra beige. La vista de ello, el olor, lo había vuelto loco de
hambre.

Había encontrado a Stephen Miller, un humano mayor que había sido el


contable de su madre de sangre, escondido en un armario. Antes de que lo hubiera
sacado de allí, había jugado un poco con él, haciéndolo gemir y orinarse en los
pantalones.

Christopher había guardado lo mejor para el final y se había tomado su


tiempo con el hombre. Lo había atado y torturado lentamente, rompiendo cada uno

Anya Bast - El Pecado Elegido


de los dedos de sus manos y de sus pies. Arrancando trozos de sus brazos, piernas y
estómago a mordiscos hasta que Miller se volvió loco por el terror y sólo era capaz
de balbucear.

A continuación, Christopher le había drenado lentamente hasta que la vida


de Miller se había deslizado entre sus dedos y Christopher estuvo saciado.

Había dejado el apartamento esa noche, en la cumbre de sus acciones,


enloquecido por ello. Esa noche, aunque amaba a Daria, había luchado contra el
impulso de volver a su apartamento antes de que sus muertes fueran descubiertas y
torturarla a ella también. Tanto así eran las ganas que tenía de volver a hacerlo.

Christopher cerró los ojos. En su lugar, había arrancado a una mujer sin
hogar de las calles y saciado su necesidad.

Esa noche había descubierto una parte de sí mismo que siempre había
sabido que existía, pero que había tratado de suprimir, el mismo límite de la edad
que inspiraba la locura. Christopher supo que un día vendría por él en serio.
Cuando eso sucediera, él sería un Elegido muy peligroso.

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El Club de las Excomulgadas
Una vez que el subidón por lo que había hecho desapareció y la realidad de
sus actos y lo mucho que lo había disfrutado se habían asentado, se hundió en la
depresión.

Después de que hubo pasado una corta temporada en la cárcel por hacerse
pasar por un ser humano, había vuelto a su madre de sangre y se liberó de ella para
siempre. Luego, desapareció durante años, reapareciendo sólo cuando la idea del
Camino Luminoso se había manifestado en su mente y en última instancia le salvó
su vida miserable.

No pasaba un día que no viera las caras de Julia, de los guardias, o de


Stephen Miller en su mente. La mujer sin hogar que nunca había molestado
demasiado su conciencia. No había un día que no suprimiera el rubor dulce de la
emoción que esos rostros creaban en él al recordar los asesinatos.

Cada día tenía que esforzarse para mantenerse sano. Lo había hecho lo

Anya Bast - El Pecado Elegido


mejor que podía con ello, pero con el atentado contra Ari, podía sentir su sed de
sangre parpadeando a la vida.

Y el ansia no era muy discriminatoria.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veinticuatro
En agradecimiento por salvar la vida de Ari, Sante abrió sus brazos y les dio
a Daria y Alejandro todo lo que podrían desear. Incluso cosas que no querían.

La mañana siguiente al atentado, tres hombres Elegidos habían llegado a su


habitación. En cuestión de minutos, habían empacado las maletas y trasladado las
mismas al otro lado de la cúpula, a unas habitaciones mucho más grandes y
elegantes, una que tenía tres dormitorios, dos baños y se completaba con una
cocina, un lujo reservado sólo para los Elegidos más ricos que vivían bajo la cúpula.

Empacar sus cosas le causó a Daria cierta preocupación, al igual que


mudarse de su área privada donde podían hablar libremente, pero no es como si
pudieran rechazar el gesto de Sante. Eso sería muy sospechoso. Una vez que
Alejandro y Daria llegaron a sus nuevos aposentos, lo protegieron nuevamente.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Daria había tomado una de las habitaciones de invitados.

A Alejandro no le gustó. Él había estado meditando sobre ello durante dos


días, sólo echando miradas oscuras en dirección a ella. Pero tenía que hacerse.
Tenía que alejarse un poco de él.

Una relación no era lo que ella buscaba cuando comenzó esa misión.
Todavía no estaba preparada para tener una. Tal vez nunca estuviera lista.

Era su deseo no complicarse la vida. Su elección permanecer soltera. Ella


había tomado esa decisión hacía muchos años y tenía la intención de mantenerla.
No necesitaba de un hombre para ser feliz, o para sentirse completa. Tenía su
carrera. Eso era suficiente. El sexo lo podría conseguir en cualquier momento.

El rescate de Ari no sólo les había hecho adquirir unos buenos aposentos
nuevos, sino que también habían ganado un nuevo respeto en la cúpula. Podían
entrar a donde nunca habían sido capaces de hacerlo anteriormente. Como en la
fábrica de osos de peluche.

321
El Club de las Excomulgadas
Ahora Daria se dirigía hacia allí con el pretexto de visitar a Jia Ying, como
lo hacía la mayoría de los días. Sin embargo, hoy tenía un motivo oculto, uno que
ella llevaba preparando durante una semana. Quería entrar en esa sala de envasado.

Alejandro estaba centrando sus esfuerzos con Brandon más allá, en los
campos de miel, aunque hasta ahora no habían tenido mucha suerte.

—Valerie —la saludó Jia Ying con un cálido abrazo cuando ella se le acercó
en la banda—. ¿Has venido a visitar a estos obreros amigotes otra vez?

Daria le guiñó un ojo y echó un vistazo hacia Rodrigo y Emmet.

—Sólo hay unos pocos obreros amigotes a los que vengo a ver.

—Siempre estamos encantados de verte —dijo Emmet—, pero te echamos


de menos por aquí en las líneas.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Ella echó un vistazo a los osos de peluche que circulaban en la cinta,
bajando la mirada hacia su destino final, la sala de envasado siempre secreta.

—También estoy feliz por visitaros. De hecho, hoy vine realmente en una
misión de Christopher Sante, sin embargo.

— ¡Oh! —Rodrigo balanceó sus manos con un toque dramático—. La


señora está de visita de negocios.

Daria sonrió.

—Lo estoy, pero como te habrás dado cuenta llegué justo en el momento del
descanso. Esperaba que tomarais una copa conmigo después de que hayáis
terminado. —En la construcción de la Alhambra, tenía una mezcla inquietante de
donantes de sangre dispuestos y consumibles alcohólicos de verdad—. Digamos en
el Alhambra, ¿justo después del turno?

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Jia Ying.

322
El Club de las Excomulgadas
—Allí estaremos.

Se despidieron, y Daria se alejó de ellos, siguiendo la línea más allá de los


otros trabajadores de la sala de envasado y hacia el gerente que ella podía ver allí de
pie. A pesar de que su corazón latía con fuerza, mantuvo una mirada confiada en
su rostro.

Estaba a punto de correr un riesgo, uno que había discutido con Alejandro y
Brandon largo y tendido. Todos habían convenido en que entrar en la sala de
envasado de la fábrica era su mejor oportunidad. Podía ser su única oportunidad.

—Bennie —dijo mientras se acercaba el hombre Elegido. Él había estado en


sus treinta y cinco años cuando había sido Elegido y era de tez morena, tal vez
tenía algún tipo de ascendencia mediterránea—. Tienes mucho que explicar, señor.

Bennie se apartó de la pared mientras ella se aproximaba. Cuando reconoció


quién era, una mirada de alarma pasó por su hermosa cara.

Anya Bast - El Pecado Elegido


— ¿Disculpa?

—El señor Sante ha escuchado algunas cosas muy desalentadoras acerca de


lo que está pasando aquí, en tu sala de envasado y me envió para una inspección
sorpresa. —Se detuvo frente al hombre que se alzaba sobre ella y la miraba
fijamente a la cara con una severa expresión.

—No he oído nada acerca de que el señor Sante no esté contento con
nuestro trabajo aquí.

Ella apretó los labios en una línea fina.

—Lo estás escuchando ahora mismo.

—Pero yo…

—No quiero oír ninguna excusa —Daria se volvió y se dirigió directamente


a la puerta de la sala de envasado—. Abre esto de inmediato y permíteme entrar.

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El Club de las Excomulgadas
Un guardia se encontraba parado cerca de allí. Ella siempre había
sospechado que estaba allí específicamente para vigilar esa puerta. Sus sospechas se
confirmaron cuando la mano del hombre fue a su cintura, sin duda, para alcanzar
su arma.

Cuando el gerente no hizo nada más, ella lo miró y gritó.

— ¡Ahora!

—Esto va en contra de todo lo que nos han dicho…

Daria colocó una mano en su cadera.

— ¿Debo llamar a Carlos, entonces? Puedo zumbarle en este momento,


mentalmente, por supuesto, y hacer que venga aquí de inmediato. Y entonces,
puedes tratar con él en vez de conmigo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Bennie palideció.

—Por supuesto, ni Carlos ni Sante están de muy buen humor estos días,
teniendo en cuenta el bombardeo de la casa y la casi muerte de la nueva pareja de
Sante —su identidad todavía no había sido anunciada, aunque había un montón de
rumores y sospechas en la cúpula durante estos días—. Carlos puede ser un poco
más difícil de tratar que yo.

—Muy bien —dijo Bennie—. ¡De acuerdo, de acuerdo! —Él caminó hacia
la puerta—. No quise dar a entender que no confiaba en ti. Es sólo que tenemos
instrucciones explícitas sobre la gestión de esta sala —marcó el código para
desbloquear la puerta—. Pero tú eres Valerie Hollan. Sabemos cómo de cercana
eres de Sante.

La puerta se destrabó y se abrió un centímetro. Finalmente, puedo entrar. Por


un momento, ella saboreó su triunfo.

Ella se volvió y lo miró.

324
El Club de las Excomulgadas
—Lo entiendo. Mira, tomaste la decisión correcta. Voy a ser mucho más
suave en mi evaluación de lo que lo sería Carlos —entonces empujó la puerta para
que se abriera totalmente.

La habitación estaba bien iluminada. La banda continuaba llevando los osos


de peluche dentro de la habitación más allá de una línea de cuatro trabajadores que
rellenaban con pequeñas bolsas de plástico blancas los vientres de los juguetes antes
de enviarlos por la línea a una máquina que los cosía, etiquetaba, y envasaba.

Los trabajadores la miraron con curiosidad mientras se acercaba a la banda,


deseando descubrir lo que había en esas bolsas. Las cajas estaban apiladas a los
lados de la habitación y un escritorio repleto de papeles estaba en un rincón. La
habitación estaba vacía de otras cosas.

—Se ve eficiente para mí —le dijo Daria a Bennie, que permanecía nervioso
a su lado—. Me pregunto de qué se trataría la queja.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Ella se acercó más a la banda y cogió una de las bolsas. Era opaca, y no
había manera de saber lo que tenía dentro.

Palmeándola, ella se volvió e hizo un recorrido por la sala.

—Está limpio, parece bien organizado.

Bennie se relajó visiblemente.

—Aquí abajo manejamos las cosas tan bien como nos es posible.

Ella asintió con la cabeza, inspeccionó el equipo y luego se quedó de pie


durante un tiempo, observando a los trabajadores.

Finalmente se dio la vuelta y caminó hacia la salida.

—No me preocuparía, Bennie. Creo que este fue un desperdicio de mi


tiempo. Este lugar parece estar funcionando a la perfección —ella frunció el ceño—
. ¿Tienes algún enemigo que podría estar tratando de meterte en problemas?

325
El Club de las Excomulgadas
Su boca se torció en una sonrisa sin alegría.

—Lo tengo.

Ellos siempre existían, ¿no es así? Ella asintió con la cabeza a sabiendas.

—Hmmm. En cualquier caso, voy a dar un informe favorable a Sante.


Puedes relajarte.

Él abrió la puerta para permitirle salir.

—Muchas gracias por su ayuda, Valerie.

Ella se volvió y le dedicó una sonrisa deslumbrante.

—Es un placer.

***

Anya Bast - El Pecado Elegido


De vuelta en el apartamento, Alejandro abrió la bolsa que Daria había
conseguido, mientras Brandon permanecía cerca. Una sustancia cristalizada de
color marrón se encontraba dentro.

—Carmin —dijeron Daria y Alejandro a la vez. Qué sorpresa.

Alejandro sumergió su dedo y lo probó para asegurarse. El sabor amargo se


extendió sobre su lengua, convirtiéndose poco a poco en un leve ardor a medida
que los organismos morían. Él enseguida hizo una mueca y asintió con la cabeza.

—Oh, sí. Eso es lo que es. Dios, odio esta cosa.

Colocarlo en su lengua no conseguiría que él tuviera un subidón. Al igual


que algunos de los medicamentos en polvo de la Tierra de la antigüedad, tenía que
ser inhalado para que fuera eficaz. Sin embargo, a diferencia de los medicamentos
en polvo de la Tierra de la antigüedad, el carmin estaba compuesto en realidad de
organismos vivos microscópicos, que encontraban un lugar cómodo dentro del
cerebro de su anfitrión para vivir sus ciclos de vida.

326
El Club de las Excomulgadas
En el proceso el parásito destruía lentamente los tejidos y liberaba toxinas en
el torrente sanguíneo de la víctima, toxinas que al anfitrión le proporcionaban una
sensación eufórica de invencibilidad. Era muy potente, muy adictivo, y finalmente
mataba al anfitrión.

Carmin era una droga hecha de la planta de Carmilla, que se encontraba


sólo en Darpong hasta que fue exportada y cultivada en otros lugares. La planta
estaba infestada con los parásitos, el único lugar, excepto el tejido cerebral
confortable, donde los insectos podrían sobrevivir. El parásito y la planta se habían
convertido en sinónimos.

Los primeros colonos de esta parte del universo no habían desperdiciado


nada de tiempo en identificar las plantas exóticas, y sus parásitos, que los llevarían
a las alturas. Miles de personas en Angel Uno morían cada mes por hacer carmin.

Crecía bien en climas soleados, y calientes, y Alejandro apostaría un millón

Anya Bast - El Pecado Elegido


de créditos a que Sante tenía todo un campo aquí.

— ¡Bastardo! —Daria puso la bolsa sobre la mesa y se volvió, caminando


lejos de Alejandro—. Sabía que el hijo de puta estaba financiando este lugar a
través de medios ilegales.

Alejandro se quedó mirando la bolsa en su mano.

—Si lo que dices acerca de la fábrica de osos de peluche es cierto, tenemos


suficiente para encerrarlo por un largo tiempo sólo con cargos de drogas.

Daria se mordió el borde de su pulgar.

—Sí, y, sin embargo…

Alejandro sabía exactamente lo que ella estaba pensando.

—Tenemos que esperar y ver si podemos acusarlo de tráfico de esclavos de


sangre.

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El Club de las Excomulgadas
Ella se detuvo y asintió con la cabeza.

—Eso lo pondría fuera por el resto de su vida antinatural. Eternamente.

—No —interrumpió Brandon—. Tenemos el cargo de la droga. Eso es todo


lo que necesitamos. Conseguimos los nombres del gerente, del guardia, y los
trabajadores de la sala de envasado en la fábrica de osos de peluche y apresamos a
Sante. Ahora. Fin de la historia.

— ¿Y los esclavos de sangre? ¿Qué pasa con ellos? —Le gritó Daria a
Brandon girándose hacia él, con su rostro enrojeciendo—. Eso le daría al círculo
íntimo una gran advertencia antes de que la ABI y el GBC llegaran. ¿Dejaremos
que Carlos y Dios sabe quién más los lleve lejos a un rincón oscuro para evitar que
sean descubiertos?

— ¡Tenemos todo lo que necesitamos, Daria! —replicó Brandon—. Entra en


razón.

Anya Bast - El Pecado Elegido


— ¿Entra en razón? —Ella hizo un ruido de burla—. ¿Alguna vez has visto
un esclavo de sangre, Brandon? Los esclavos de sangre están mucho más allá que el
veilhounder promedio. Los esclavos son drogados hasta la docilidad, físicamente
abusados, violados a menudo, y se los mata de hambre. No podemos ignorar una
oportunidad para ayudarlos.

—Ni siquiera sabemos si hay esclavos de sangre —disparó Brandon en


respuesta—. Los que vi por los campos de miel pueden muy bien haber sido
simplemente donantes de sangre pagados que eran llevados de nuevo a sus
instalaciones.

— ¿Qué pasa contigo, tío? ¿Qué te pasa, hombre? —Alejandro lo rodeó, su


paciencia llegando a su fin—. ¿Entonces por qué todos esos guardias? ¿Por qué la
soledad, el secretismo en ese lado de la cúpula?

Brandon negó con la cabeza.

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El Club de las Excomulgadas
—Más vale pájaro en mano que ciento volando. Tomamos la cosa segura y
nos largamos de aquí.

—No estás entendiendo —dijo Daria—. Yo sé que hay esclavos de sangre al


igual que sabía que estaba sucediendo algo ilegal en la fábrica de osos de peluche.

— ¡No quiero perder mi tiempo confiando en tus instintos, Daria! —


Brandon escupió en un tono de voz bajo, y peligroso.

Alejandro se adelantó un par de pasos amenazantes hacia él.

—No sé cuál es tu problema, Brandon, pero estás superado en número.


Estamos en una buena posición en este momento, y no hay razón para caer
impulsivamente sobre Sante. Tenemos el lujo de esperar un poco e investigar la
posibilidad de los esclavos.

—Te la estás follando, por eso es que estás dispuesto a seguirle la corriente

Anya Bast - El Pecado Elegido


con todo lo que dice, ¿no es así? —Soltó Brandon con un bufido—. Jodido infierno,
Alejandro, eres un hijo de puta dominado por un coño. Recordad esa…

Alejandro lo interrumpió.

—No quiero oír una palabra de mierda sobre el rango. Somos dos a uno
ahora mismo, y estamos a kilómetros de cualquier puesto de la ABI o de la GBC.

— ¿Así que es un motín, entonces?

Alejandro destelló los colmillos.

—Podemos hacer que sea uno violento, si quieres.

Brandon los fulminó con la mirada por un momento, luego giró sobre sus
talones y salió del apartamento, cerrando la puerta con fuerza detrás de él.

Alejandro vibraba de furia, mirando fijamente hacia la puerta.

—Gracias por apoyarme.

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El Club de las Excomulgadas
Él la miró.

—Confío en tu instinto.

Daria apretó los puños a los costados.

—Cuanto antes termine esta misión, mejor. No me gusta ese tipo.

— ¿Qué tiene para que le guste a alguien?

Él le echó un vistazo y luego volvió a mirarla de nuevo. Maldita sea. No se


había estado alimentando.

—Estás pálida y temblando.

Ella se dio la vuelta.

—Estoy bien.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Estás bien, mi culo —él la tomó de la parte superior del brazo y la hizo
girar hacia él—. No te has alimentado. Joder, Daria. Sabía que no te ibas a
alimentar de mí, pero pensé que tendrías el suficiente sentido común para
alimentarte de alguien.

Ella tiró de su brazo para liberarlo de su agarre.

—Déjame en paz, encontraré un donante hoy.

Una posesión abrumadora inundó su cerebro y dejó fuera todo por un


segundo, incluso la lógica.

—Y un infierno que lo harás. No quiero que tus colmillos estén en nadie


más que en mí.

Daria lo fulminó con la mirada.

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El Club de las Excomulgadas
—Acabas de decir que pensabas que me había estado alimentando en otros
lugares estos últimos dos días.

—Eso fue antes. Ahora que sé que no lo has hecho, tu dulce culo es mío.

—No voy a dormir contigo, Alejandro.

Él curvó uno de los lados de su boca en una sonrisa irónica.

— ¿No es un poco tarde para eso? Ese hecho se ha consumado —hizo una
pausa y su sonrisa se amplió—. Varias veces.

Se apartó de él.

—No puedo.

El rechazo le aguijoneó.

Anya Bast - El Pecado Elegido


— ¿Tienes miedo de no poder resistirte a mí? —Trató de sonar arrogante.

—Sí —respondió ella con sinceridad—. Mi libido ha recibido una buena


ración de ti, Alejandro, y quiere más.

Y, por cualquier inservible razón, ella no quería permitírselo. Daria no


quería un sabor más duradero de él.

Alejandro se quedó en silencio durante mucho tiempo, procesando sus


palabras. En cierto modo, tal vez debería sentirse halagado. Ella lo consideraba una
amenaza a las paredes que había construido alrededor de sí misma. Eso significaba
que había hecho un buen trabajo con su intención original de destrozarlas.

Sin embargo, no había sido suficiente. Alejandro estaba empezando a


entender que Daria estaba demasiado dañada para aceptar su amor.

Luego, finalmente dijo.

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El Club de las Excomulgadas
—Te prometo que no te presionaré, ¿de acuerdo? Toma mi sangre, y no voy
a tocarte de cualquier manera que no esté relacionada con la alimentación.

Ella se volvió y lo miró.

—Voy a ser un perfecto caballero —él levantó sus manos, con las palmas
hacia fuera—. Lo juro —estaba dispuesto a hacer su mejor esfuerzo, de todos
modos.

—Preferiría alimentarme de ti que de un extraño.

—Ese es un punto en el que ambos podemos estar de acuerdo —él se movió


para sentarse en el sofá de felpa mullido de color borgoña. Estiró su gran cuerpo y
gimió—. Aunque es mejor que te des prisa, es casi la hora para que nos dirijamos
hacia lo de Sante.

Habían acordado velar por Ari Templeton desde la explosión. Esta noche se

Anya Bast - El Pecado Elegido


sentarían con ella y verían la lluvia de asteroides, un evento anual magnífico.

Ella lo miró, dudando.

—Daria, tú vas a morder, no yo.

Ella se tomó un momento más y luego se dirigió al sofá.

—No es halagador para mi ego ser tratado como si fuera un verdugo.

Ella sólo bajó la mirada y se sentó a horcajadas sobre él tentativamente, sin


mirarlo a los ojos.

Su aliento se precipitó fuera de él ante la sensación de su coño presionado


contra él, la calidez de éste atravesando sus pantalones y tocando su polla dura.

Alejandro supo que ella luchaba consigo misma sobre él. Obscenamente, eso
le daba ganas de presionarla a pesar de que le había prometido no hacerlo.

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El Club de las Excomulgadas
Daria apoyó las manos sobre sus hombros y lo miró fijamente a los ojos. Las
sombras y la incertidumbre se escondían en sus profundidades. Se había prometido
que si no había una manera de entrar en su corazón, él iba a encontrar otra manera
de conseguir meterse bajo su piel. Al parecer, había tenido éxito. Pero no era
suficiente. Alejandro quería su amor.

—Vamos, querida —dijo en voz baja—. Muérdeme.

Sus párpados descendieron un poco cuando la invitación se asentó en ella,


probablemente el resultado del hambre aguda que debía estar sintiendo. Ella se
inclinó hacia él y él inclinó la cabeza hacia un lado, ofreciéndole su garganta. Daria
dudó, su mirada parpadeando hacia sus ojos y luego se centró en la yugular. Ella
bajó la cabeza, y sus colmillos rasparon su piel, haciendo que el placer brotara por
todo su cuerpo. Dos pinchazos agudos, una punzada de dolor dulce, y desplegó su
velo sobre él, haciendo que su cuerpo se pusiera en tensión por la necesidad sexual.

Anya Bast - El Pecado Elegido


¿Estaba mal que quisiera bajarle los pantalones y juguetear con ella hasta
que se rindiera a él? El impulso era muy fuerte. Para evitar que sus dedos se
desviaran, apresó su camisa en sus manos y la sostuvo con fuerza mientras ella
tomaba lo que necesitaba de él. Alejandro siempre le dejaría tomar lo que
necesitara de él.

La succión en su garganta se intensificó. Su cuerpo tembló. Ella movió sus


caderas contra él, frotándose como un gato a lo largo de su cuerpo. Sus manos
revolotearon de su lugar en sus brazos hasta que comenzaron a descender.

—No —gruñó él. La única palabra salió destrozada de su garganta.

No podía contenerse si ella lo tocaba. La desnudaría y la follaría justo allí en


este sofá con seguridad y rompería la promesa que había hecho.

Ella se detuvo y un escalofrío le recorrió el cuerpo. Sus manos agarraron su


cintura y no se movió de nuevo.

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El Club de las Excomulgadas
Finalmente, la succión en su garganta se calmó, pero no hasta que empezó a
sentir la tensión de la pérdida de sangre en su cuerpo. Daria había esperado
demasiado tiempo para alimentarse.

Ella se apartó de él, aún sin encontrar su mirada. Él agarró su muñeca antes
de que pudiera alejarse.

Alejandro realmente no supo por qué lo hizo, aparte de que odiaba lo que
había entre ellos en este momento. Deseó poder forzarla a que fuera de otra
manera, que pudiera borrar partes del pasado de Daria y hacer que su corazón
sanara para amar y confiar de nuevo. Podía sentirla escapando de él, cada vez más
y más.

Daria permaneció inmóvil, mirando hacia abajo al lugar donde él había


atrapado su muñeca y luego hacia su cara. Su color se veía mejor ahora. Ella estaba
ruborizada por el flujo de su sangre por sus venas.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Se mantuvieron así durante unos momentos, manteniendo la mirada del
otro, su mandíbula apretada y el miedo parpadeando a través de los ojos de ella.

Finalmente la soltó y ella alejó su brazo, como si él la hubiera quemado.

Y eso fue todo.

Daria se perdió para él. Tal vez había estado perdida desde el principio, y él
había sido un estúpido por tratar de hacerle ver que la amaba.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veinticinco
Ari y Christopher Sante se había mudado al otro lado de la cúpula a una
pequeña casa en una colina enorme. Los guardias recorrían el perímetro boscoso,
armados con colmillos y artillería.

Daria y Alejandro estacionaron sus motos de dunas y entraron en la casa


con absoluta facilidad. Eran considerados dos de las personas de mayor confianza
de Sante en estos días, una ironía que a ninguno de ellos pasaba desapercibida.

Daria entró en la habitación para ver a Ari sentada con las piernas cruzadas
bajo ella en una silla cerca de una ventana grande que tenía vistas hacia la cúpula y
bajo un amplio tragaluz que ofrecía una excelente vista de la expansión del
universo en las alturas.

Su largo cabello estaba ahora recortado cerca de su cabeza, ya que el largo

Anya Bast - El Pecado Elegido


había quedado muy chamuscado por el fuego. Llevaba la falda habitual, larga, y su
blusa holgada, haciéndola parecer etérea.

Unos vendajes envolvían su mano derecha y el antebrazo. Daria sabía que


tenía otro en la pantorrilla, cubriendo el lugar donde el fuego había presionado
contra la delicada carne, un beso incluso más oscuro que el que un Elegido podía
dar.

Ari se volvió y su rostro se iluminó cuando Daria y Alejandro entraron en la


habitación. Ella no parecía emocionalmente afectada por la dura experiencia, y
gracias a su condición de Elegida, sus heridas físicas sanaban rápidamente.

Daria sonrió y se dirigió hacia ella, pero un movimiento por el rabillo del ojo
le llamó la atención.

Christopher Sante estaba en la habitación iluminada tenuemente, cerca de la


mesa larga y elegante de comedor que separaba la sala de estar de la cocina. Daria
había asumido que él ya se habría ido.

335
El Club de las Excomulgadas
Se calmó, y suprimió una mirada fulminante hacia él. La rabia hervía bajo
su piel. Si era posible odiarlo aún más, ahora que habían encontrado el carmin, lo
hacía.

Daria se preguntó si Ari lo sabría.

—Ah, mis niñeras han llegado —dijo Ari—. Puedes irte ahora, mi amor.

Sante cruzó la habitación y puso un suave beso en la frente de Ari.

—No son niñeras, sino guardaespaldas, querida mía. No voy a arriesgar más
posibilidades con tu preciosa vida.

—No soy un guardaespaldas, lo sabes —contestó Daria—. Alejandro tiene


el entrenamiento, pero yo no. Yo sólo soy una camarera fuera de servicio.

Sante se enderezó y la contempló por un momento.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Demostraste una aptitud natural increíble para ello durante el bombardeo.
Confío en ti con la vida de Ari, Valerie.

Christopher Sante confiaba en ella para proteger la vida de su valiosa


compañera. Oh, qué alegría. ¿Cómo se había metido en esta situación?

La mirada de Sante se posó sobre ella y luego brevemente sobre Alejandro.

—Volveré en un par de horas. Tal vez podáis ver la lluvia de asteroides


juntos.

La lluvia de asteroides Aproheid se produciría esta noche y Sante había


ordenado que la cúpula se abriera para el espectáculo.

Daria miró a través de la claraboya. Más allá de los límites del mundo de
Sante, ni la luna brillaba en los cielos nocturnos del Territorio Logos.

La combinación de la luna nueva y la falta total y absoluta de


contaminación lumínica creaban las condiciones perfectas para apreciar los

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El Club de las Excomulgadas
hermosos destellos de luz que destellaban periódicamente a través de la atmósfera
de Darpong.

En la Tierra, debido a la superpoblación, no había lugares para observar esos


espectáculos sin la interferencia de la necesidad de la humanidad de impulsar la luz
a todos los rincones del mundo.

La gente pagaba mucho dinero para viajar a los alcances del Territorio
Logos para verlas. Incluso en Ángel Uno, sólo mucho dinero proveía el tipo de
vista que recibirían esta noche, cortesía de Christopher Sante y su afición por los
techos acristalados.

Debido a la completa oscuridad, esta noche también era la noche perfecta


para ir a la caza de los esclavos de sangre cerca de los campos de miel.
Desafortunadamente, se les había encargado resguardar a Ari.

—Haremos eso —agregó Alejandro de forma casual, acercándose hasta

Anya Bast - El Pecado Elegido


pararse cerca de Ari bajo la claraboya.

Daria lo observó por un momento mientras él miraba hacia arriba al cielo.


Alejandro era un gran actor. Podía parecer tan inofensivo, tan poco amenazante
cuando quería, como hacía con frecuencia en torno a Sante. Sin embargo, ella sabía
muy bien el estado de ánimo que tenía cuando se le presionaba demasiado fuerte o
cuando estaba protegiendo a alguien de una amenaza.

Sabía tan bien el poder y velocidad alojados en ese cuerpo alto, fuerte y
magnífico. Su cuerpo aún cargaba el recuerdo del reciente encuentro que habían
tenido. Ella respondió ante el mero recuerdo de su aliento a lo largo de su piel.
Daria se estremeció.

Era una adicción peligrosa, una que ella no podía permitirse.

— ¿Caminas conmigo hasta afuera, Alejandro? —Le preguntó Sante.

—Por supuesto —respondió Alejandro.

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El Club de las Excomulgadas
Comenzaron a caminar y viajaron por la escalera corta que conducía a la
puerta principal.

Daria se acomodó en un sofá blando junto a Ari y observó a los dos


hombres irse, tratando de no parecer curiosa acerca de lo que estarían discutiendo
en esos tonos bajos y secretos.

—Alejandro te ama muchísimo.

Sorprendida por la afirmación, ella parpadeó hacia Ari.

— ¿Disculpa?

—Cuando se sentó a mi lado, se dio la vuelta y te miró con la expresión más


cariñosa en su rostro.

— ¿Lo hizo? —Hizo una pausa, alisando un pliegue de la pierna del

Anya Bast - El Pecado Elegido


pantalón con cuidado mientras asimilaba la observación de Ari—. Hay días en que
no estoy segura de ser digna de su amor.

Cualquier día, en realidad. ¿Por qué insistía tanto en ella cuando le había
dejado claro que sólo quería que la dejaran sola?

—El amor no admite la forma en que nos vemos a nosotros mismos. Tú


puedes sentirte de esa manera, a veces, pero está claro que Alejandro no. Él te mira
sólo con los ojos del amor.

Alejandro estaba ciego.

Ari se quedó en silencio un momento y luego añadió:

—Míranos a Christopher y a mí. Por todos los derechos, nunca deberíamos


habernos enamorado, pero el amor es salvaje e incontrolable. Puedes tratar y
planificar tu vida de cierta manera, pero una vez que encuentras el hombre o a la
mujer que está destinada para ti, puedes olvidarte de seguir planificando. Cuando

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El Club de las Excomulgadas
eso sucede todo lo que puedes hacer es renunciar al control, agarrarte fuerte, y tener
la esperanza de que todo salga bien —ella sonrió—. Y disfrutarlo mientras dura.

—Amé una vez y cuando terminó… —Daria dejó de hablar abruptamente.


Ella no podía contarle eso a Ari.

— ¿Dolió?

Doler era una palabra demasiado suave.

Ari asintió con la cabeza y continuó.

—Pones tu amor en otra persona y confías en él para que lo lleve con


cuidado, como un jarrón de porcelana fina. Pero sabes que si lo dañan, que si lo
hacen añicos, después de que hayas juntado las piezas de nuevo puedes llegar a
dárselo a otra persona otra vez —Ari se encogió de hombros—. Esa es la naturaleza
del amor. Es una locura hermosa.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Daria se quedó mirando fijamente con los ojos abiertos hacia la oscuridad,
absorbiendo lo que Ari había dicho. La verdad brillaba allí, una verdad que se
sentía incómoda y hacía que algunos lugares inferiores le dolieran. Hacía que partes
de su psique se enfriaran de miedo.

Cuando Daria no respondió, Ari agregó:

—Tienes que amar como si nunca te hubieran herido, porque la vida no


valdrá mucho si no lo haces —hizo una pausa—. ¿Estás bien, Valerie?

Daria se salvó de tener que responder por la reaparición de Alejandro a


través de la puerta principal. Se sentó en el sofá frente a ella, sin darle ninguna
indicación de si había hablado de algo de importancia con Sante.

—Te ves con frío, Valerie —dijo Alejandro con una sonrisa—. Ven aquí y
siéntate cerca de mí.

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El Club de las Excomulgadas
Eso fue astuto. Daria dudó, pero en su papel tenía que ir hacia él. Ella se
trasladó para sentarse a su lado y él envolvió su brazo a su alrededor.

Daria respiró su olor, lo picante de su jabón y el aroma indefinible que era


simplemente de Alejandro.

Juntos, ellos tres entablaron una pequeña charla y se relajaron en el cómodo


mobiliario, mientras que por encima de ellos el universo explotaba con luces
brillantes. Después de una hora, Ari acomodó su cabeza hacia abajo y se quedó
dormida.

Daria luchó contra la fatiga, que amenazaba con tirarla abajo también.
Dormir no era una opción. Tanto ella como Alejandro tenían que estar alerta, a
pesar de que esta visita se sentía mucho más placentera que un negocio.

La alarma de la puerta sonó, sacudiéndolos a todos ellos de su estado de


relajación.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Daria se levantó y fue a ver la pantalla de seguridad junto a la puerta. Apretó
el botón de Recibir y la cara de uno de los guardias fuera apareció en la pantalla.

—Tengo un Elegido aquí llamado Brandon Nichols que dice que es urgente
que hable contigo y Alejandro. No lo voy a dejar cruzar el perímetro hasta que
vosotros deis el visto bueno.

Daria frunció el ceño ante la pantalla por un momento, preguntándose qué


diablos quería Brandon en mitad de la maldita noche, cuando estaban en la casa de
Christopher Sante. Tenía que ser importante para que él hiciera esto.

Apretó el botón Enviar.

—Está bien. Puedes dejarlo pasar.

Más le valía que fuera bueno.

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El Club de las Excomulgadas
Unos momentos más tarde Brandon estacionó su moto fuera. Entró en el
hall de entrada con una sonrisa y un saludo en los labios.

— ¿Dónde está la mujer? —preguntó en voz baja.

—La mujer está en la sala de estar con Alejandro. De qué se trata, Brandon.
¿Por qué estás aquí?

—Es importante, de lo contrario no habría venido. Es muy importante


incluso para las vías mentales, es por eso que vine en persona. ¿Hay alguien más en
la casa?

—No. Oye, dime lo que viniste a decir y vete.

—Está bien —Brandon sacó un cuchillo largo y afilado de la manga y le


cortó la garganta.

Anya Bast - El Pecado Elegido

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veintiséis
La punta le rozó la piel, produciéndole un dolor al rojo vivo a través de ella.
Su sangre se derramó. La única razón por la que no le había cortado la garganta era
que ella ya se había estado alejando de él en ese momento, no dispuesta a compartir
su espacio personal con él.

Ella jadeó y se sujetó el cuello, sintiendo brotar su sangre caliente. Su mente


giró rápido y con fuerza ante el cambio de situación. El instinto y el entrenamiento
se hicieron cargo, se volvió y lanzó su pie con botas con la intención de golpear la
muñeca de Brandon. Ella conectó y el cuchillo se escabulló de sus manos y se
deslizó por el suelo del vestíbulo.

Entonces, Alejandro estaba allí, atraído por el olor de la sangre y la


conmoción. Pasó junto a ella con un gruñido y se estrelló contra Brandon. Juntos

Anya Bast - El Pecado Elegido


golpearon la puerta de entrada y rodaron por el suelo, con colmillos extendidos.

La sangre corría por la parte delantera de la camisa de Daria, empapando el


material con su cálida esencia de vida. Tal vez el corte había sido más profundo de
lo que pensaba. Dio un tambaleante paso hacia atrás, sosteniendo su garganta, y
Ari apareció en la parte superior de las escaleras.

— ¡Valerie! —jadeó Ari.

Daria le hizo una seña para que retrocediera.

— ¡Vuelve, Ari! Vete de aquí. —su voz sonaba extraña y su garganta estaba
pasando de estar insensible por el impacto a sentir un creciente dolor agudo.

Ella no tuvo tiempo de preguntarse si Ari le había obedecido o no, porque


Brandon dio un codazo en la cabeza de Alejandro y se liberó con brusquedad.
Alejandro volvió a caer pesadamente contra la pared y se quedó inmóvil.

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El Club de las Excomulgadas
Daria vio el brillo frío de una hoja en el suelo cerca de sus pies y vio a
Brandon también vislumbrándola. Ella se lanzó al suelo, capturándola por el
mango. El pesado cuerpo de Brandon cayó sobre ella un momento después.

Le agarró la muñeca, sosteniendo el cuchillo que ella estaba apresando


contra el suelo, y se sentó a horcajadas sobre su cintura, sujetándola inmóvil debajo
de él.

—Siempre quise ponerte en una posición como esta —murmuró.

Ella le golpeó el estómago tan fuerte como pudo, luchando por la tracción
hacia arriba de modo que pudiera dirigirse a la garganta y los ojos. Con calma, él
estiró la mano libre y la cerró alrededor de su garganta y apretó.

Sus piernas dieron patadas y sus ojos se hincharon. Brandon era fuerte,
mucho más fuerte de lo que ella era como una novata recién Elegida. Su garganta
se comprimió, le cortó el aire de manera que ni siquiera podía jadear.

Anya Bast - El Pecado Elegido


El corte en la garganta todavía sangraba, ahora agravado por las garras de
Brandon. El dolor no era nada comparado con la sensación de ahogo.

Ella clavó las uñas en sus antebrazos, en medio de un ataque de pánico puro
desesperado por vivir, haciendo un esfuerzo para desalojar su agarre. La
racionalidad parpadeó y con sus manos golpeó hacia arriba, clavándolas en sus
ojos.

Al mismo tiempo, Alejandro recuperó la conciencia, agarró Brandon por


detrás, y lo arrancó de ella. Daria rodó hacia un costado, tragando grandes
cantidades de aire. Sabía mejor que el vino más delicioso.

Muebles se rompían, y los dos hombres gruñían mientras peleaban. Tan


pronto como Daria pudo funcionar, se impulsó hacia arriba para ver Brandon a
huyendo por la puerta principal, y a Alejandro pisándole los talones.

—Ari —gritó con voz ronca.

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El Club de las Excomulgadas
Ari apareció en la parte superior de las escaleras, pálida y temblorosa.

—Me puse en contacto de inmediato con Christopher. Él debería estar aquí


en cualquier momento.

Daria se puso en pie y se dirigió hacia la puerta, dándole instrucciones


tensas, entrecortadas, mientras se iba. —Encuentra un arma. Enciérrate en una
habitación en este momento. No salgas. Voy a enviar guardias aquí.

Sin esperar respuesta, salió corriendo y vislumbró la parte trasera de la moto


de Alejandro mientras aceleraba detrás de Brandon.

Ella agarró su moto propia, saltó, y la encendió de una patada. El motor


ronroneó a la vida y ella despegó.

Los guardias ya estaban llegando a la casa, ahorrándole tiempo, ya que no


tenía que darles instrucciones. No tenía ninguna duda de que Sante estaría allí

Anya Bast - El Pecado Elegido


dentro de poco. Ari estaría protegida.

Su mente corría tan rápido como su moto de dunas mientras presionaba al


vehículo para alcanzar a Brandon. Maldita sea, ¡ambos habían sido pillados por
sorpresa!

Brandon había puesto la bomba en la casa de Sante. Había estado


apuntando a Ari Templeton todo el tiempo. Todas las piezas comenzaron a caer en
su lugar, por qué había querido que lo metieran en el círculo íntimo con tantas
ganas, por qué había querido utilizar el cargo del carmin de inmediato y olvidar a
los esclavos de sangre.

Daria apostaría cualquier suma de dinero que había sido pagado por
Richard Templeton para asesinar a Ari, por qué razón sólo podía adivinarlo.

¿Tal vez para acelerar lo de su agenda contra los Elegidos? ¿Tal vez para
silenciarla sobre un tema del que él tenía miedo que ella hablara? ¿Por puro odio sin
adulterar? Las posibilidades eran infinitas, pero estaba claro ahora que el único

344
El Club de las Excomulgadas
objetivo de Brandon desde el principio había sido acercarse a Ari para poder
matarla.

Había tenido la intención de hacer con ella y Alejandro lo que Sante había
hecho con Julia y los guardias todos esos años antes. Él se había aprovechado de la
confianza que había construido para sorprenderlos y matarlos. Si Daria no se
hubiera sentido incómoda con los comentarios de Brandon y no hubiera
retrocedido un poco, le había cortado la garganta, él podría haber tenido éxito en su
objetivo.

Suerte.

Estaba viva de pura suerte.

Se tocó la garganta. La sangre estaba pegajosa y caliente, pero había dejado


de fluir. Esa era una buena noticia por lo menos.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Su moto aceleró pasando a los guardias que iban en la dirección contraria.
Ella esquivó los árboles y arbustos, acercándose rápidamente a Alejandro, quien
estaba justo detrás de Brandon. Brandon repentinamente dirigió su moto directo
hacia arriba, hacia la extensión de diamante más allá.

Por un instante, su mente titubeó, entonces se dio cuenta de lo que Brandon


debería estar tratando de hacer.

Ella abrió un camino mental con Alejandro. Va a tratar de cronometrar su


escape para cuando la red de seguridad se apague mientras la cúpula se está cerrando. Ella
había compartido esa información con Brandon y Alejandro, pensando que era
pertinente que ambos la conocieran.

Mierda. ¿Cuándo es eso?

No tenía reloj, pero que tenía que ser pronto. Sante dijo que pasaría a las tres de
la mañana, cuando el pico de la lluvia de asteroides hubiera terminado.

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El Club de las Excomulgadas
Planeó eso para su huida. Mataría a Ari y luego se deslizaría hacia el vacío durante el
breve tiempo que la cúpula no estaba protegida.

Eso parece probable. ¿Me pregunto cómo planeaba evitar las patrullas fuera de la
cúpula?

Alejandro respondió con un gruñido en su cabeza. Un agente con experiencia


de la GBC puede disparar con bastante facilidad. Daria, vamos a romperle las alas a este
bastardo.

Sonaba bien para ella.

Cambió su ángulo hacia arriba, por encima de la moto de Brandon, y ella


hizo lo mismo. Tenían que mantenerlo alejado de la ranura de la cúpula, del lugar
hacia donde él estaba dirigiendo su moto.

Juntos se arquearon por encima de su moto y luego se deslizaron hacia abajo

Anya Bast - El Pecado Elegido


en un movimiento sincronizado, obligando a Brandon a cambiar de dirección.

Brandon intentó esquivarlos de lado a lado, pero cada una de las veces ella o
Alejandro lo interceptaron. Lo condujeron como una vaca descarriada, hacia el
suelo. Habían entrado en una sección desértica de la cúpula y la arena cubría el
suelo Darpongese por debajo de ellos.

Desde la izquierda llegó un destello de plata y negro. Sante aceleró hacia


ellos, dirigiéndose directamente a Brandon.

La moto de Sante se estrelló contra la suya, obligando tanto a Daria como a


Alejandro a desengancharse y volar en direcciones opuestas. Sante agarró a
Brandon de su moto, y ellos se desplomaron como aves en un acoplamiento hacia
el suelo al mismo tiempo que sus vehículos no tripulados se estrellaban y se
derrumbaban de punta, transformándose en trozos de metal destrozado.

Debajo de ella, Sante y Brandon también tuvieron aterrizajes duros en la


arena, donde ambos yacieron aturdidos y despatarrados.

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El Club de las Excomulgadas
Ella giró su moto alrededor y se zambulló. Alejandro hizo lo mismo. En el
momento en que habían aterrizado en tierra firme, Sante se había recuperado y
clavado a Brandon al suelo.

— ¿Quién te contrató? —gruñó Sante, cada músculo de su cuerpo poderoso


estaba tenso con intenciones asesinas.

—No tengo que decirte nada —escupió Brandon.

Sante abrió la boca, mostrando sus colmillos afilados. Se cernió sobre él por
un momento y luego lo atacó como una serpiente. La carne del hombro de
Brandon se desgarró.

Brandon gritó en agonía.

— ¡Está bien! ¡Está bien! Te lo diré todo —no había tomado mucho para
convencerlo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Sante retractó sus colmillos, haciendo que Brandon gritara, y levantó su
mirada, con sus ojos entornados. Sus labios se curvaron hacia atrás, dándole a
Brandon una clara visión de su arma más impresionante. Esas armas estaban
empapadas con la sangre de Brandon.

Sante estaba a sólo unos segundos de perder el control y matarlo. Eso estaba
claro por el brillo frío en los ojos del asesino y su lenguaje corporal agresivo.

Brandon probablemente no lo sabía, pero Daria sí, él no iba a salir de esto


con vida.

La respiración de Brandon sonaba dificultosa y sus ojos brillaban con el


miedo.

—Cuando Richard Templeton se enteró de que había sido asignado para


trabajar en este caso, me ofreció dinero para matar a su hija —Brandon se echó a
reír—. El condenado Templeton me acomodó para toda la vida. Él dijo que lo
hiciera de cualquier forma en que quisiera, sólo que me asegurara de que ella moría

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El Club de las Excomulgadas
y que nadie supiera quién lo había hecho. Templeton sabía que si él te acusaba del
asesinato, el universo entero lo respaldaría ya que se sospechaba de su secuestro.
Quería utilizar su muerte para ganar simpatía para su causa.

Alejandro dio dos pasos amenazantes hacia delante.

—Tú maldito bastardo —Daria le puso una mano sobre su brazo para
detenerlo.

—Tiré la bomba en la casa desde el otro lado de la valla, pero el atentado


fracasó. No pude acercarme lo suficiente para asesinarla de cualquier otra manera
—continuó Brandon—. Esta noche era mi única oportunidad.

Sante le arrancó la garganta.

Daria había visto mucha violencia en su vida, pero este acto repentino y
primordial le hizo dar un paso atrás. Brandon hizo un sonido asqueroso de

Anya Bast - El Pecado Elegido


gorgoteo y luego se quedó en silencio.

Sante inclinó la cabeza sobre el cuerpo por un momento, la sangre


chorreando de sus colmillos y la boca, los hombros encogidos. Era casi una
posición de arrepentimiento, de remordimiento, pero entonces él levantó la cabeza
y fijó su mirada en Daria. En sus ojos brillaba la felicidad salvaje. Había disfrutado
de lo que acababa de hacer con cada fibra de su ser.

La boca de Sante, el cuello y la garganta estaban cubiertos de sangre y


violencia. La muerte lo manchaba, haciendo que su expresión fuera brutal a la luz
de las estrellas.

—Sé quién eres, Daria —gruñó.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veintisiete
El impacto helado disparó una descarga a través de su cuerpo ante sus
palabras.

Alejandro se trasladó inmediatamente a una posición para defenderla, frente


a ella, pero ligeramente de lado para que ella todavía pudiera ver a Sante.

—Retrocede —le advirtió—. La tocas y te destriparé.

Sante no movía la mirada del rostro de Daria.

—Cálmate, Alejandro. No tengo ninguna intención de hacerle daño. ¿No


crees que lo hubiera hecho antes de ahora, si quisiera eso?

— ¿Qué es lo que quieres, Sante? —preguntó Daria.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Su expresión se ensombreció.

—No tener que tratar contigo, Daria. No tener que matarte. Soy sincero en
mi deseo de no hacerte daño. Ya te he hecho suficiente de eso.

Alejandro dio un paso adelante y gruñó.

—Si hay algún asesinato por hacer, vamos a estar haciéndolo.

— ¿Cómo me reconociste? —preguntó Daria.

—La primera vez que te vi, lo sospeché. Esa noche, cuando fui a tu
habitación, lo supe con certeza.

Genial.

Sante sonrió un poco.

349
El Club de las Excomulgadas
— ¿De verdad creíste que podrías engañarme? ¿Crees que podrías disfrazarte
de un hombre que una vez te amó, que memorizó cada movimiento que hiciste,
cada pequeño gesto? Podrías haber tenido diez cirugías plásticas, Daria, y todavía
te reconocería en cualquier parte.

Él lo había sabido todo el tiempo. Dios, lo había sabido cuando les había
permitido entrar a su círculo íntimo, cuando había revelado el secreto de Ari
Templeton. Él lo había sabido cuando había rescatado a Ari de su casa. Había
estado actuando todo el tiempo.

— ¿Por qué no me mataste? —La pregunta brotó de sus labios antes de que
pudiera detenerla.

Sante se levantó lentamente, y Alejandro se movió delante de ella, listo para


actuar si era necesario.

Daria también se movió, equilibrando su peso sobre las puntas de sus pies,

Anya Bast - El Pecado Elegido


en el caso de que Sante decidiera agredirlos.

—Porque una vez te amé, Daria, deseé tomarte como mi compañera. ¿No
has oído una palabra de lo que he estado diciendo? Sé que tú y Alejandro sois
buenas personas, y no tengo ganas de hacer daño a ninguno de los dos. Quería
esperar a ver lo que haríais antes de que tomara cualquier decisión sobre vuestro
futuro.

Antes de tomar cualquier decisión sobre vuestro futuro.

Ella sacudió la cabeza, tratando de envolver su mente alrededor de las


palabras que él había dicho. Habría esperado pensamientos de asesinato de su
parte, pero palabras de amor... no, ella no había esperado esas. ¿Él había deseado
tomarla como su compañera?

—Sí, Daria —murmuró Sante—. Es verdad que yo te amé. Al principio no.


Al principio yo sólo tenía la intención de utilizarte. Sin embargo, después de que
llegué a conocerte, me enamoré.

350
El Club de las Excomulgadas
Ella se llevó una mano a la cabeza.

—Detente. No quiero escuchar eso de ti.

— ¿Tú me amaste también? —La presionó Sante—. Lamento haberte hecho


daño.

— ¡Cállate! Cierra la boca —hizo una pausa, tragó saliva, y llevó la


conversación hacia algún lugar relevante—. No tiene sentido que no nos mataras
una vez que hubieras revelado mi verdadera identidad. Éramos una amenaza para
ti.

Él sonrió. Parecía aún más cruel y violento con la sangre de Brandon


coloreando sus colmillos, su cara y la ropa.

—Vosotros nunca fuisteis una amenaza. Quería saber cómo ibais a


reaccionar a la verdad acerca de Ari y de mí. Quería saber si había alguna manera

Anya Bast - El Pecado Elegido


de lidiar con vosotros en paz. Hay una viejo dicho de la Tierra que dice: “Mantén
cerca a tus amigos y más cerca a tus enemigos”. Eso es lo que estaba haciendo
mientras os evaluaba.

Y, como su enemigo, ella necesitaba estar más cerca de él ahora.

Ella dio un paso adelante. Alejandro la bloqueó, pero ella empujó su brazo
suavemente para alejarlo.

—Tengo que hacer esto, Alejandro. Si te importo, no vas a interferir.

—Porque me importas, no te permitiré dar un paso más.

—Alejandro, he recorrido un largo camino para pararme y enfrentar a


Christopher Sante. He pasado años soñando con esto, y he desechado mi
humanidad para estar aquí. Por favor. ¿Lo entiendes?

Alejandro dudó, pero luego dio un paso al costado.

351
El Club de las Excomulgadas
—No hagas nada estúpido.

Ella permitió que el fantasma de una sonrisa cruzara sus labios.

— ¿Yo? ¿Algo estúpido? Nunca.

Daria dio otros tres pasos hacia Sante, acercándose lo suficiente para oler la
sangre en él. Notó con inquietud que al depredador en ella le gustaba mucho ese
olor. Ella era una Elegida, un verdadero vampiro. La muerte no era algo que ella
aborreciera, como lo haría un humano. De hecho, el olor de la sangre la hacía tener
hambre.

Podía ver esa misma hambre reflejada en los ojos de Sante, los ojos en los
que una vez había mirado y visto amor. Una hora atrás habría dicho que ese amor
había sido una ilusión. Tal vez no lo había sido. Ese era un pensamiento que no
podía seguir en ese momento, así que enfocó su mente hacia la singularidad de que
esa hambre violenta reflejara la suya propia.

Anya Bast - El Pecado Elegido


No eran tan diferentes después de todo, ella y Christopher Sante. La idea era
escalofriante, pero era verdad. Daria prefería la verdad, incluso cuando era
escalofriante.

Ella le sostuvo la mirada.

—Vine aquí para arrestarte, Sante.

—Sé que lo hiciste.

—Vine a encontrar a Ari Templeton, a acusarte de cargos de secuestro y de


cualquier otra cosa que pudiera arrojarte. Desde que saliste sin castigo la primera
vez, vine para hacerte pagar por matar a Julia de cualquier manera posible.

—Entiendo eso.

—Te mereces morir por lo que hiciste —las palabras salieron frías y
amargas, como el agua oxidada que fluye por un tubo que está recién descongelado

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El Club de las Excomulgadas
después del invierno. La hacían sentirse mal porque las quería decir en serio. Ella
no disfrutaba al querer decirlas, ni siquiera cuando eran dirigidas hacia Christopher
Sante.

—Tienes razón. Merezco morir por lo que hice. Después de todo, incluso
intenté quitarme la vida. En otro tiempo, en otro lugar, dejaría que me mataras —
hizo una pausa—. Pero tengo a alguien por quien vivir por el momento.

La ira, caliente y con furia, la llenó.

—Así que no vas a venir tranquilamente. Es una lástima —fue igual a


cuando ella estaba en el gimnasio de vuelta en la sede, giró sobre su pie derecho y
levantó su pierna izquierda rápidamente, pateándolo en un lado de la cabeza.

Él lo aceptó como su saco de boxeo, también, ni siquiera hizo un


movimiento para bloquearlo. Su cabeza se inclinó hacia un lado y se tambaleó.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Si él no iba a pelear con ella, eso estaba bien. Haría su trabajo mucho más
fácil. El hecho de que acababa de golpear a un hombre Elegido de casi
cuatrocientos años mayor que ella no le pasó desapercibido. Sabía que jugaba como
un cordero para su lobo, a pesar de que se sentía mejor, más fuerte y más rápido de
lo que nunca lo había hecho en su vida humana.

Sante se tambaleó hacia un lado y puso su mano en su cara, donde ella había
añadido más sangre a la que ya tenía, abriendo de un corte su mejilla con el lado de
su bota de suela gruesa.

No le dio la oportunidad de recuperarse, se dio la vuelta en sentido contrario


y guió la otra pierna para patearlo justo en el plexo solar.

Él agarró el pie antes de que pudiera hacer impacto y lo desvió, obligándola


a girar en el aire para evitar romperse la rodilla.

Cayó al suelo ilesa y se alejó, escupiendo arena.

353
El Club de las Excomulgadas
Se arriesgó a echarle un vistazo a Alejandro para verlo de pie erguido, con
los puños apretados a los costados. Cada músculo de su cuerpo estaba claramente
tenso por el esfuerzo de evitar saltar a la refriega. Ella le lanzó una mirada de
advertencia. Esta era su lucha. Ella necesitaba esto, sin importar el resultado.

— ¿Tenemos que hacer esto? —preguntó Sante—. No quiero pelear contigo.

— ¿Por qué? —Se burló ella mientras se impulsaba hacia arriba—. ¿Debido
a que una vez me amaste? Perdóname, Sante. Tú no sabes cómo amar. No lo tienes
en ti.

Su rostro se convirtió en piedra.

—Muy bien, ¿quieres pelear, niña? Vamos a pelear.

—Al fin —ella balanceó otra patada y lo captó justo en el intestino esta vez.
El aire salió de un soplo de él, y se tambaleó hacia atrás.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Él se detuvo, sosteniendo su estómago y levantando la mirada con los ojos
entornados. Sante gruñó y se lanzó hacia ella.

Se reunieron a mitad de camino.

Daria se agachó cuando él le lanzó un puñetazo, y luego giró para


encontrarlo casi encima de ella. Ella se agachó y le dio un codazo a su plexo solar,
golpeando la zona ya dolorida. El impacto fue como golpear un muro de
hormigón. Sante no pareció notarlo en absoluto. Las patadas eran más efectivas
contra su duro estómago. Vive y aprende.

Daria se tambaleó hacia atrás, esquivando otro golpe y sintiendo el aire


rozarle la mejilla. Ella se volvió, pero no pudo evitar el golpe siguiente.

El dolor estalló. Ella cayó hacia atrás, sosteniendo su mejilla. Dios, eso dolía.
Ella sólo esperaba que no se hinchara demasiado rápido, ya que limitaría su visión.

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El Club de las Excomulgadas
Oyó a Alejandro moviéndose cerca de ella. Ella debería haber esperado que
saltara en su defensa.

— ¡No! —Le gritó—. Retrocede, Alejandro.

—Eres demasiado débil para esto, Daria —respondió—. ¡Eres una recién
Elegida!

Ella le miró fijamente con una mirada sombría.

—Yo he cavado mi tumba.

Alejandro juró con expresiones muy subidas de tono, pero se apartó.

Sante hizo círculos a su alrededor, con esa luz extraña en sus ojos. Esto lo
excitaba. Era evidente que la lucha sacaba la parte brutal de su personalidad que
había estado tratando de suprimir. Esa parte que lo había llevado a torturar a

Anya Bast - El Pecado Elegido


Stephen Miller durante horas antes de que lo matara.

Esta cúpula, su amor por Ari Templeton, nada de eso engañaba a Daria. En
su corazón, Christopher Sante era un monstruo.

—Nunca pudiste ser mejor que yo en el anillo de combate en la sede, Daria.


¿Te acuerdas?

Ella lo recordaba. Solían pasar horas entrenando juntos allí. Christopher


siempre había sido su pareja favorita, ya que nunca la dejaba ganar. Ella siempre
había tenido que luchar con todo lo que tenía para ser mejor que él... y nunca había
tenido éxito. Ahora sabía que era porque él era un Elegido. Nunca había tenido ni
una oportunidad para vencerlo.

Nada había cambiado mucho.

—Si estás tratando de psicoanalizarme, no va a funcionar —respondió ella.


Sabiendo que su mejor oportunidad radicaba en su habilidad para moverse más

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El Club de las Excomulgadas
rápido que él, tal vez, se levantó de un salto, se dio la vuelta, y lo alcanzó en el lado
de la cabeza con su bota.

Ella podía no ser más fuerte, pero era más rápida.

Bueno, casi.

Con un rugido, se volvió y la agarró antes de que pudiera moverse hacia un


lado, aporreándola contra el suelo. Su respiración la dejó con un fuerte jadeo.
Perder el aliento la dejó aturdida e inmóvil por un momento, otorgándole a Sante
una oportunidad.

El viejo Elegido se cernió sobre ella, con ese mismo regocijo asesino en sus
ojos que ella había visto después de que había destrozado la garganta de Brandon.

Ella deslizó una mano hacia arriba y lo palmeó con fuerza en la manzana de
Adán. Él gritó, la soltó, y ella rodó hacia un lado, tan lejos de él como podía.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Lo escuchó venir en pos de ella, su gruñido y el desplazamiento de la arena
bajo sus botas. Daria se lanzó a sus pies y salió corriendo antes de que su cuerpo
pudiera golpear el suyo otra vez.

El movimiento ocasionó un contraataque.

Daria sabía que Sante no lo estaba dando todo sólo porque no estaba muerta
todavía. Ellos bailaron su danza violenta en la arena bajo la expansión de las
brillantes estrellas sobre sus cabezas, Daria lo dio todo, agotando su energía y
gruñendo hasta el agotamiento. Sante más que nada la bloqueó, desgastándola.

Ella no quería nada más que patear su culo, pero tuvo que conformarse con
sólo acertar un golpe sólido a su cuerpo de vez en cuando.

Daria cayó de rodillas en la arena, con el cuerpo dolorido por los golpes
continuos y la sangre corriendo de nuevo por la herida en su garganta. Había
perdido demasiada. El agotamiento impregnaba cada molécula de su cuerpo. El

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El Club de las Excomulgadas
hambre le dolía en el estómago y la cabeza latía con fuerza. Su ojo se había
hinchado donde la había golpeado, oscureciendo su visión.

Sante estaba ganando, pero al menos ella no había hecho que fuera una
victoria fácil para él.

—Ríndete —pronunció Sante con voz áspera, sin aliento.

—Nunca —la palabra salió arrancada de ella. Ella inclinó la cabeza,


jadeando.

—Te voy a matar antes de que hayamos terminado —se inclinó, apoyando
las manos sobre sus muslos—. Tienes alguien por quien vivir, también —su mirada
fue hacia el cabreado vampiro que los observaba.

Alejandro. Era cierto.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Se dio cuenta de que no quería morir. Fue chocante, ya que había pasado los
últimos siete años sin importarle en realidad si lo hacía o no. Ella miró a Alejandro
y trabó miradas con él. Probablemente él vio en la expresión expuesta esa repentina
e innegable verdad.

Se volvió de nuevo hacia Sante, su mirada endureciéndose. Sí, ella pensaba


que podría amar a Alejandro, y no quería morir, pero su amargura por Christopher
Sante era demasiada para que se la negara.

—Tonta —se burló Sante, al ver su respuesta en la dureza de su expresión y


el desafío en su mirada.

Se abalanzó sobre ella, cogiéndola por el cuello y empujando su espalda


sobre la arena. Sus grandes manos apretaron y sus vías respiratorias se cerraron.

Su mirada se trabó con la de Sante. Brutal, alegre, la luz de la muerte


iluminaba sus ojos. Esto es lo que Julia había visto justo antes de que muriera, a
Christopher Sante deseando nada más que obtener la dicha salvaje de su asesinato.
Aquí era un monstruo en plena masacre.

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El Club de las Excomulgadas
Alejandro se movió sobre Sante como una serpiente.

De repente, Sante sólo se había ido.

Ella rodó hacia un lado, respirando con dificultad y sosteniendo su garganta,


que le ardía y sangraba. A través de su mareo que le produjo náuseas, ella vio a
Alejandro y al vampiro más viejo. Lucharon, una maraña de extremidades y
gruñidos.

Sante logró empujar lejos a Alejandro y lanzarse sobre sus pies. Alejandro
también se levantó. Se rodearon el uno al otro.

Alejandro tenía una expresión asesina, pero Sante no dio marcha atrás de
inmediato. En su lugar, gruñó y atacó. Se reunieron en una ráfaga de puños y
colmillos.

Alejandro era mucho más joven, pero excepcionalmente fuerte.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Probablemente aún más fuerte que Sante. Esa fuerza compensaba la diferencia en
sus edades.

Se entregaron golpe tras golpe, dando vueltas periódicamente entre sí con


sus colmillos extendidos. Sante luchó como un Elegido bien entrenado, pero
Alejandro... Alejandro luchó como un luchador de barrio. Lo golpeó más de lo que
hacía movimientos de patadas complejos, utilizando su fuerza para atacar a su
oponente con una intensidad brutal.

Sante se balanceó, pero Alejandro lo bloqueó y le devolvió el golpe, luego


barrió las piernas de Sante por debajo de él, aporreando a Sante boca abajo sobre la
arena. Él se arrodilló en la espalda de Sante, de la misma forma en que restringirían
a cualquier otra pieza de basura que habían detenido en la vía.

Una mano grande agarró el pelo de Sante y le hizo la cabeza hacia atrás,
dejando al descubierto la vulnerable línea de la garganta. Sante gruñó y arañó la
arena, incapaz de liberarse de la presión del peso de Alejandro.

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El Club de las Excomulgadas
—Mátalo —dijo Alejandro en voz baja, ronca, con la respiración agitada. La
sangre le manchaba—. Hazlo, Daria, si es que tanto lo deseas. Aquí está tu
oportunidad de vengar a tu amiga.

Anya Bast - El Pecado Elegido

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veintiocho
Su mirada cayó desde la cara de Alejandro hasta la garganta expuesta de
Sante. Alejandro le estaba dando eso por lo que ella había trabajado años. Estaba,
literalmente, casi al alcance.

Se levantó, se tambaleó hacia delante, y se arrodilló ante Sante, sus colmillos


en proceso de crecimiento.

— ¿Te acuerdas de ella, Sante? —Le preguntó ella—. ¿Te acuerdas de Julia?

Sus ojos parecían destellar de negro por un momento.

—Los recuerdo a todos.

—Sí, pero ¿te acuerdas de Julia? Ella es de quien eras amigo antes de

Anya Bast - El Pecado Elegido


asesinarla. Ella es la que probablemente encontraste en la puerta con una sonrisa y
una broma, de la forma en que siempre lo hacía. —Daria tragó saliva—. Justo antes
de que la estrangularas hasta la muerte.

Sante gruñó.

—Si quieres que te diga que lamento lo que hice, lo hago. No ha habido un
día en que no lo he hecho. No ha pasado un día en que no recuerde a cada uno de
los que he matado.

—Eso no es lo que quería que dijeras, Sante. Tú la asesinaste. Ninguna


cantidad de arrepentimiento la traerá de vuelta jamás, así que no quiero oír hablar
de eso. Ya está hecho, y todo lo que queda por hacer es que tú pagues.

La rabia inundó su rostro.

—Me gustó. ¿Es eso lo que querías oír? Es cierto, me encantó matarlos a
todos ellos, aunque me avergüenzo de ello. Incluso temo que un día yo podría

360
El Club de las Excomulgadas
buscar esa emoción de nuevo —algo se movió en sus ojos. Él le sostuvo la
mirada—. Daria, mátame. Hazlo.

Los colmillos de Daria se extendieron en puntas afiladas por la anticipación.


Se movió para atacar, su mirada centrada en su objetivo, la meta de su vida en su
mano.

La mirada de Sante fue hacia la de ella y dudó. La resignación brilló en sus


profundidades ahora. Su mente se remontó a la inquietante sensación de sí misma
siendo como Sante.

Daria se echó hacia atrás sobre sus talones.

Sante cerró los ojos y apretó los dientes. —Me hubiera deleitado en tu
muerte justo ahora, Daria. Hazlo. Mátame —suspiró con cansancio—. He vivido lo
suficiente.

Anya Bast - El Pecado Elegido


La cara de Julia le vino a la mente, entonces las caras de los otros que Sante
había asesinado esa noche. Una parte de ella quería hacerlo, arrebatar la vida de
Christopher Sante al igual que él había hecho con las suyas, pero si ella hacía esto,
iba a perder más de su alma de lo que ya había hecho.

Ella levantó la mirada hacia Alejandro. Sus miradas se encontraron, se


trabaron, y mantuvieron. La esperanza brillaba en sus oscuras profundidades.

¿Desearía que ella no lo hiciera?

—Ahora es tu oportunidad, Daria —dijo Alejandro—. Si piensas que


matarlo te traerá paz, entonces hazlo.

Ella bajó la mirada hacia Sante. ¿Paz? No, matarlo no le traería paz o
justicia, y sin duda no traería de vuelta a Julia de entre los muertos.

—No quiero tu sangre en mi cuerpo —ella volvió la cabeza y escupió en la


arena cerca de él.

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El Club de las Excomulgadas
Alejandro lo soltó con un empujón y Sante se derrumbó de bruces en el
suelo. Daria se quedó inmóvil, mirándolo yacer y escupir arena.

De su bolsillo trasero, Alejandro sacó unas zipstraint, fuertes ligaduras de


plástico que servían de esposas para los oficiales de la ley en la mayoría de las
situaciones casuales. Ella le había permitido mantener su vida, pero no habría
manera de que lo dejara libre. Él aseguró las muñecas de Sante, detrás de su
espalda. Sante ni siquiera se resistió.

Pero él no tenía que hacerlo, ¿verdad?

Su tapadera se había ido y estaban sobre el césped de Sante, con ciento


cincuenta guardias de la cúpula a su entera disposición. Incluso esposado, ¿cómo
iban a arrestar a Sante y sacarlo de allí? No había muchas posibilidades de que
escaparan de la cúpula con vida en este punto, mucho menos que tuvieran éxito
apresando a Sante.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Ella se volvió hacia Alejandro.

—Por supuesto, sabes que tenemos un problema. A estas alturas, Sante


probablemente habrá contactado con todos los ciento cincuenta guardias que tiene
por un camino menta.

—No. No lo hice —Sante levantó la cabeza y la miró fijamente, viéndose


cansado—. Iré de buena gana.

— ¿Tú? ¿Ir de buen grado? Lo dudo, Sante —respondió Alejandro.

—Lo digo en serio —Sante no movió su mirada de Daria—. Es hora de


hacer las cosas bien —su expresión debió haber revelado su incredulidad, porque
continuó—. Voy a confesar los asesinatos. Voy a permitirme a mí mismo ser
encarcelado.

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El Club de las Excomulgadas
— ¿Por qué? —preguntó—. Tú y hacer lo correcto nunca habéis estado
familiarizados. Me resulta difícil creer que te gustaría amigarte con el concepto tan
tarde en este juego.

Sante vaciló y tragó saliva.

—Puedo sentir el borde de la locura de la edad. Quería bailar en tu sangre


hace un momento, Daria. Perdí el control. Voy a ser peligroso cuando vuelva,
peligroso para Ari. Si no me encerráis ahora, cuando vaya voy a ser una amenaza
para ella.

Daria lo consideró. Había visto el borde de esa locura cuando él había


estado tratando de estrangularla. Su sed de derramar su vida en la arena había sido
evidente, por lo que era discordante que ahora estuviera dispuesto a encarcelarse
para proteger otra.

—Pero por favor dejen a Ari en paz —agregó Sante—. Dejad que se quede

Anya Bast - El Pecado Elegido


aquí, dadle una parte de mis bienes para vivir.

Ella frunció el ceño.

—No tenemos cargos contra Ari. A ella se la va a dejar tranquila.

El doble sentido de eso no pasó desapercibido para ella.

Él inclinó la cabeza y suspiró.

Daria se movió y se quedó mirando fijamente la parte posterior de su cabeza


inclinada.

—Vas a prisión no sólo por el asesinato de Julia Harding, Vincent Almeda,


Trudy Horowitz, Stephen Miller y Brandon Nichols; sino también por la
distribución de carmin, Sante —ella lo miró durante un momento—. Y sé que
tienes esclavos de sangre bajo esta cúpula en alguna parte. Vamos a encontrarlos
antes de que acabe el día.

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El Club de las Excomulgadas
Los asesinatos lo encarcelarían de por vida, pero ella no iba a permitir que
cualquier otra cosa se quedara fuera de la tangente cuando tenía la oportunidad de
acusarlo.

Tendría que añadir más insulto a la injuria cuando pudiera antes de que
terminara el día.

— ¿Te importaría cambiar de opinión? —preguntó Alejandro.

Él levantó la cabeza y le sostuvo la mirada con firmeza.

—No.

Sin perder el ritmo, ella miró a Alejandro.

—Traigamos a la ABI y el GBC aquí inmediatamente.

No tenían tiempo que perder. El hecho de que Sante estaba dispuesto a

Anya Bast - El Pecado Elegido


confesar y rendirse no significaba que su gente lo estaría. Estaban rodeados de
trescientos cincuenta adoradores incondicionales de Christopher Sante.

Se encaminó hacia su moto de dunas.

—Tenemos que sacarlo de aquí tan rápido y tan silenciosamente como sea
posible.

Alejandro asintió con la cabeza.

—Una vez que lo llevemos de vuelta a la casa, haremos las llamadas.

—Sólo pido una cosa —dijo Sante—. Voy a ir sin una pelea, y voy a evitar
que los demás luchen por mí, pero voy a pediros que le permitáis a Carlos asumir la
gestión del Camino Luminoso.

Daria se detuvo en seco, se volvió y se burló.

—Carlos va a continuar el comercio de carmin, Sante. Eso no es un acuerdo.

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El Club de las Excomulgadas
Sante negó con la cabeza.

—Él no sabe acerca de nada de eso —él dio una risa breve y amarga—. Tuve
que esconderme de él, porque me daría una patada en el culo si lo supiera —hizo
una pausa—. Es el protector de mí y de los míos, Daria. Excesivamente. Él no es
corrupto. No es el hombre que piensas que es.

Ninguno de ellos lo era, ninguno.

Ella consideró sus palabras, consideró lo que este lugar significaba para
mucha gente, gente como Jia Ying, Rodrigo, y Emmet. Este era su hogar, su único
lugar seguro en dos galaxias llenas de personas que les temían y odiaban.

Se lamió los labios, odiando darle cualquier cosa que quisiera.

—Voy a investigarlo. Si descubro que estás diciendo la verdad, voy a ver lo


que puedo hacer.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Adelante. Verás que lo hago.

—Después de que esté segura, vamos a seguir desde allí.

Es cierto que en la investigación inicial en la historia de Carlos Hernández y


Eleanor Matthews, había habido pocas banderas de advertencia. Ninguno de ellos
tenía antecedentes penales, a pesar de que las acciones de Carlos aquí bajo la
cúpula hicieran que Daria no creyera que estuviera limpio. De todos modos, la
palabra de Sante no iba a ser tomada en serio. Ella cavaría más profundo.

Cerró los ojos, aliviado.

—Gracias.

—No lo hago por ti —las palabras sonaron como el azote de un látigo—. Lo


estoy haciendo por aquellos que llaman a este lugar su hogar.

365
El Club de las Excomulgadas
—Es por eso que lo quise hacer, también —Sante tragó saliva y desvió la
mirada de la de ella—. Y Ari. Por favor, asegúrate de que ella esté bien.

Daria empezó a decir “Nosotros no te debemos ningún favor” y luego se


detuvo.

—Voy a proteger a Ari si ella me lo permite. —Ari Templeton la odiaría con


el calor de mil soles para cuando todo esto hubiera terminado—. Todo lo que
pueda hacer por ella, lo haré.

—Gracias.

Ella giró sobre sus talones y se dirigió hacia su moto de dunas.

—Ya no me agradezcas más. Me dan ganas de suicidarme.

***

Anya Bast - El Pecado Elegido


Cuando se acercaron a la casa, Alejandro vio a Ari surgir y correr hacia
ellos, una sonrisa en su rostro.

— ¡Christopher! ¡Oh, dios, tenía tanto miedo! ¿Encontrasteis...? —su sonrisa


se desvaneció y vaciló sobre sus pasos—. ¿Qué está pasando? ¿Por qué lo tienes
esposado? —Ella se detuvo frente a ellos—. ¿Christopher?

Alejandro tenía una mano firmemente sobre el brazo de Sante y deseó tener
un arma. Daria caminaba del lado opuesto de Sante, con su expresión sombría. El
cuerpo de Sante se puso rígido ante la cara de desconcierto de su amante.

Los guardias salieron de la casa detrás de ella. Tanto él como Daria


cambiaron sus posiciones, listos para pelear si tuvieran que hacerlo.

Los hombres asimilaron la situación desde lejos, su jefe esposado y en


custodia de dos Elegidos que habían pensado que estaban de su lado menos de una
hora antes, y se acercaron a ellos, sacando sus armas.

366
El Club de las Excomulgadas
—Sante —espetó Daria, su cuerpo poniéndose tenso.

—Retroceded —ladró Sante—. Guardias, os estoy dando la orden directa de


seguir las instrucciones de estos dos oficiales de la ABI y el GBC —hizo una pausa
y pareció reunir sus fuerzas—. Estoy siendo detenido.

El color desapareció de las mejillas de Ari y la ira que había guiado a los
guardias murió.

— ¿Christopher? —preguntó Ari de nuevo—. ¿Qué está pasando?

Sante estudió el suelo durante un buen rato antes de que levantara la mirada
hacia ella.

—Estoy haciendo esto porque te amo, Ari. Uno de estos días lo


comprenderás. Tú y yo… hubiera sido genial, pero la ocasión era mala. —Una
triste sonrisa aleteó en su boca—. Resulta que soy demasiado viejo para ti, después

Anya Bast - El Pecado Elegido


de todo, cariño.

Ari negó con la cabeza, tratando de entender.

— ¿Demasiado viejo para mí? —Ella redondeó a Daria— ¿Porqué lo habéis


arrestado?

—Por el momento, ha sido acusado de los asesinatos de cinco personas, más


el contrabando y la distribución de carmin. Dudo que eso sea todo, sin embargo. Es
posible que haya un campo de carmin por aquí, por lo que podemos añadir la
fabricación de drogas. Además, espero que incluyamos la trata de esclavos de
sangre a la lista en breve.

Si era posible que Ari se pusiera más pálida, lo hizo.

— ¿Son estos cargos verdad, Christopher?

367
El Club de las Excomulgadas
—Lo son, pero esa no es la verdadera razón por la que estoy permitiéndoles
arrestarme. Me estoy volviendo loco por la edad, Ari. Puedo sentirlo más y más
todos los días. Tengo que estar encerrado... para tu protección.

La cara de Ari se torció. Ella se acercó, una lágrima rodando por su mejilla.
Le temblaba la voz.

—Si hiciste todas esas cosas, mereces ser encerrado. No quiero tener nada
más que ver contigo —ella sollozó—. ¡Ni siquiera te conozco! —Ella se volvió y
corrió hacia la casa, dejando a Sante hundirse donde estaba.

— ¿Dejándome? ¿Has dicho que estás permitiéndonos arrestarte? —gruñó


Alejandro. Su agarre del brazo de Sante se apretó, la ira surgiendo por sus venas—.
Sante, desde el primer día íbamos a encerrarte, contra viento y marea. Nunca
habríamos dado marcha atrás. Tú no nos permites nada —él empujó a Sante con
fuerza hacia delante, haciéndole tropezar.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Cuando llegaron al grupo sombríos guardias observadores, Daria despojó a
dos de ellos de sus armas de pulso y le dio una a Alejandro. Luego ordenó a los
hombres dispersarse, y ellos tres entraron en la casa.

Daria echó una mirada a Alejandro, cuando entraban en el vestíbulo. Ellos


estaban pensando la misma cosa. ¿Cuánto tiempo tomaría para que los guardias
reunieran a los otros hombres y volvieran? Habían sido ordenados por Sante para
que se retiraran, pero la expresión de sus rostros cuando Daria había tomado sus
armas había sido cualquier cosa menos pasiva. Tendrían que hacer su llamada y
mover a Sante a otro lugar bajo la cúpula a la espera de refuerzos.

La casa se llenó con el sonido suave de las lágrimas de Ari. Alejandro


condujo a Sante por las escaleras y dentro de la sala de estar con la culata del
emisor de pulso que sostenía. La ex amante de Sante estaba en el sofá, acurrucada
en una pelota.

Daria miró a Ari por un momento, a su expresión triste, y luego se dirigió a


Alejandro y le dijo.

368
El Club de las Excomulgadas
—Voy a hacer la llamada.

Ari levantó la cabeza.

— ¡Tú! Esto es todo culpa vuestra. Vinisteis aquí, nos engañasteis,


pretendisteis ser mis amigos. Ahora os estáis llevando al único hombre que he
amado.

— ¿Preferirías haber vivido en la ignorancia? —Preguntó Daria—.


¿Preferirías haber seguido adelante, sin saber el monstruo que es tu pareja? Ari, en
serio, ¿es eso lo que querías?

El labio inferior de Ari temblaba, pero no dijo nada a cambio.

—Vinimos aquí a buscarte —agregó Alejandro—. Tu padre informó que te


secuestraron. Pensamos que Sante te había que tomado en contra de tu voluntad.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Los ojos de Ari se abrieron como platos. Ella balbuceó por un momento y
luego su rostro se fundió en la aceptación.

—Bastardo. Usó mi desaparición para alimentar la simpatía por su causa —


ella hizo una pausa, cerró los ojos por un momento—. Debería haber esperado algo
así. Él envió ese hombre a matarme, ¿no?

—Lo siento, Ari —dijo Daria en voz baja—. Realmente siento que esto te
sucediera.

—No me hables. No quiero simpatía, especialmente la tuya —espetó Ari en


respuesta y se alejó, sus sollozos comenzando de nuevo.

Con un profundo suspiro, Daria se volvió y salió de la habitación para


llamar a los refuerzos.

Alejandro guió a Sante para sentarlo en el sofá y se quedó cerca de él, con
una mano en el generador de pulsos, listo para disparar. No confiaba en Sante,
incluso aunque se hubiera rendido, ni un centímetro, no con Daria… nunca.

369
El Club de las Excomulgadas
Christopher Sante podría decir que lamentaba los asesinatos todo lo que
quería, y eso incluso podría ser verdad… un poco. Pero Alejandro había visto la
mirada en sus ojos justo antes de intervenir para ayudar a Daria. Su muerte habría
calmado un poco esa parte oscura y demente de él que exigía la muerte como un
homenaje a su ego.

Alejandro no tenía dudas de que había disfrutado esa noche hacía mucho
tiempo, disfrutado de matar a Julia y a los demás. El hombre podría ser capaz de
amar, seguro, pero había una parte salvaje que, Alejandro sospechaba, Sante tenía
dificultades para controlar.

Ahora Sante lucía más allá de ser peligroso. Se dejó caer en el sofá, cerca de
dos metros de Ari, con aspecto derrotado y extrañamente vulnerable. Sus muñecas
encintadas se asentaban en su regazo y su mirada descansaba en su sollozante ex
amante. Él la miraba como si quisiera memorizar cada centímetro de su cara y
cuerpo, como un hombre sabiendo que pronto estaría caminando en el desierto y

Anya Bast - El Pecado Elegido


quería almacenar tanta lluvia como pudiera para que le durara un buen tiempo.

Alejandro lo reconoció, porque eso es lo que sentía por Daria.

Desde el rabillo del ojo, vio el movimiento. Daria entró en la habitación, se


sentó a la izquierda de Sante, y le dio un pulgar levantado a Alejandro. Todos los
que habían tenido que ser contactados lo habían sido. El calvario estaba en camino.

Para el amanecer la cúpula sería un hervidero de agentes de la ley, de la ABI


y el GBC por igual. Esta misión habría terminado, y Daria seguiría adelante,
tomando una gran parte de su corazón con ella.

Él también seguiría adelante, al igual que lo había hecho la primera vez que
ella se había ido. La amaba, pero no le iba a suplicar. La mujer también lo amaba,
pero era demasiado terca para verlo. Alejandro sabía que no podía obligarla a abrir
los ojos, tenía que llegar a eso por sí misma.

La verdad puede ser tan difícil de ver a veces. Ari Templeton estaba
aprendiendo eso en este momento. Se merecía la verdad, sin embargo. Toda ella.

370
El Club de las Excomulgadas
— ¿Qué hay de los esclavos de sangre, Sante? —La pregunta cayó como una
piedra en el silencio de la habitación. Daria lo miró desde donde ella estaba sentada
y luego estudió a Sante—. ¿Daria tenía razón en eso?

Sante desvió la mirada hacia el suelo.

—Te voy a llevar a ellos.

Una mirada de disgusto pasó por el rostro de Daria.

—Lo sabía.

Ari se levantó de un salto, con la cara ruborizada de color rojo brillante con
la ira.

— ¿Por qué? —susurró la palabra. Salió ronca y ahogada. Entonces la dijo


más fuerte—. ¿Por qué, Christopher? ¿Por qué?

Anya Bast - El Pecado Elegido


Poco a poco, él movió su mirada desde el suelo hasta su cara.

—Aprendí a manejar el carmin y a los esclavos de mi madre de sangre.


Engendra dinero. Mantiene la cúpula en funcionamiento. Ofrece un hogar seguro
para todos los que se quedan aquí. Era un pequeño pecado para un bien mayor.

Daria resopló.

— ¿Un pecado pequeño? ¿Consideras a la esclavitud y la venta de seres


humanos un pequeño pecado? No veo lo pequeño y realmente no veo nada bueno.

Ari no respondió, no podía responder, tal vez. Ella miró fijamente a Sante
como si nunca lo hubiera conocido antes.

—Los seres humanos son ganado —intervino Alejandro—. Sólo más


débiles. ¿Cierto, Sante? Eso es lo que Lucinda solía decir. Su valor es mínimo y son
frágiles. Tú tienes que comprarlos en grandes cantidades y utilizarlos con rapidez,
antes de que mueran.

371
El Club de las Excomulgadas
Ari hizo un sonido bajo de arcadas.

— ¡Cierra la boca! —espetó Sante hacia él.

—Aunque es eso, ¿no? —Lo presionó Alejandro—. Esa es la actitud


predominante entre los Elegidos más viejos.

—Sí —siseó—. Si son lo suficientemente estúpidos como para hacerse


adictos se merecen todo lo que reciben.

Ari apartó la cabeza de él y cerró los ojos.

Daria se puso de pie.

—Bueno, con esa nota alegre, vamos.

—Ari debería quedarse —dijo Sante en voz baja.

Anya Bast - El Pecado Elegido


La cabeza de Ari giró bruscamente.

— ¡No! Quiero ver esto. Quiero ver lo que has hecho, Christopher. Tengo
derecho a saberlo todo.

Ella salió de la habitación y bajó las escaleras. La puerta principal se cerró


de golpe detrás de ella.

Unos minutos más tarde ellos montaron en dos motos de dunas. Alejandro
con Sante en una, y Ari y Daria en la otra. Con los pálidos dedos grises de la aurora
apenas empezando a extenderse por el techo de la cúpula, Sante les condujo hacia
los campos de miel. No fue una gran sorpresa para Daria o Alejandro.

Estacionaron en la zona restringida a unos cinco kilómetros de donde había


estado trabajando con Brandon, frente a un gran almacén de metal.

Dos altos y bien construidos guardias se cuadraron de pie donde había


estado descansando a cada lado de la puerta y cogieron sus fusiles de pulsos. Una
vez que vieron a Alejandro ayudar a un Sante encintado a bajar de la moto, ambos

372
El Club de las Excomulgadas
se erizaron. Los hombres se miraron el uno al otro y se dirigieron hacia ellos, con
las manos tensas en sus armas. Alejandro tocó su pulsador, poniendo el sistema en
aturdimiento, con la esperanza de que no hubiera problemas.

—Retiraos —ordenó Sante—. Manteneos alejados y dejadnos pasar.

Los guardias, claramente doloridos con el deseo de defender a su líder,


vacilaron, pero no bajaron sus armas. Un momento tenso pasó en el que tanto
Alejandro como Daria cargaron sus pistolas, los suaves sonidos zumbando fuerte
en el aire repentinamente tranquilo.

—Obedeced —espetó Sante.

Los guardias de inmediato se apartaron de la puerta y bajaron sus armas. Se


pusieron en posición de descanso, con las luces de pulso en la parte superior de sus
armas introducidas para sus patrones de ondas cerebrales, siendo violentamente
rojo. Su jefe les había dicho que bajaran la guardia, pero estaban enojados como el

Anya Bast - El Pecado Elegido


infierno por el hecho de que él estaba detenido y podrían tratar de jugar al héroe de
todos modos. Estos guardias parecían aún más probables que fueran más vigilantes
que los que estaban en la casa.

Alejandro echó un vistazo a Daria, que le dio una mirada de complicidad.


Ellos tendrían que cuidarse las espaldas con estos chicos. Si tenían que caer, caerían
peleando.

Entraron en el almacén e inmediatamente la oscuridad y el hedor los


envolvió. A su lado, Ari se aferró contra la pared y exhaló en seco.

Cuerpos sin lavar. Sangre. Orina. Miedo.

Eso se aferró a la parte interior de sus fosas nasales y trepó hasta la parte
posterior de su garganta.

Los ruidos se filtraron hacia ellos. Toses, a su izquierda. Murmullos justo


por delante de ellos. En algún lugar un lejano gemido bajo.

373
El Club de las Excomulgadas
—Iluminación —ordenó Sante con voz ronca.

La luz inundó el edificio, por lo que todos los seres humanos en el área
grande en frente de ellos se encogieron y se taparon los ojos.

Pero no los Elegidos, que tuvieron una dilatación de la pupila inmediata


ante los cambios de luz. Alejandro y los otros vieron todos los detalles de
inmediato, en su plena y terrible realidad. Se quedaron horrorizados por la vista
ante ellos.

La única reacción de Daria fue una inhalación rápida ante el mar encogido
de humanidad esclavizada. Tenía que haber cerca de cuatrocientos hombres y
mujeres hacinados en el área pequeña, tan cercanos que probablemente tenían
problemas para moverse. Iban vestidos con harapos, con sus cuerpos demacrados
por el hambre.

Anya Bast - El Pecado Elegido

374
El Club de las Excomulgadas

Capítulo Veintinueve
Un grito penetrante se elevó por encima de los demás. Un niño pequeño, un
niño de quizás seis o siete años, se abrió paso entre las piernas de los adultos a su
alrededor hasta la parte delantera de la multitud. Iba vestido con ropa rasgada de
adultos. El muchacho volvió un rostro pálido hacia ellos, sus mejillas sucias con
restos de lágrimas.

El hambre, no por la comida, sino por el velo, yacía abiertamente en su


rostro diminuto.

Alejandro se volvió y golpeó a Sante con fuerza en el pómulo con el puño.


Tomado vulnerable, Sante se desplomó hacia atrás por la fuerza del puñetazo,
golpeó la pared detrás de él, y cayó al suelo.

—Hijo de puta —gruñó Alejandro y fue tras él, tomándolo por la pechera y

Anya Bast - El Pecado Elegido


golpeándolo con la mano libre.

Con la furia tronando en sus oídos y la necesidad de castigar zumbando a


través de sus venas, Alejandro no oyó ni a Ari ni a Daria gritarle hasta que ambas
mujeres estuvieron roncas. Unas manos femeninas golpearon su espalda y tiraron
de sus brazos.

Cuando sus protestas finalmente fueran registradas, Alejandro hizo una


pausa y miró su obra. Sante todavía estaba consciente, pero a duras penas. Si no
hubiera sido un Elegido, estaría fuera de combate. La cara de Sante era un desastre,
y la sangre marcaba los nudillos de Alejandro.

Alejandro liberó a Sante y se balanceó sobre los talones.

—Joder.

—Manejo de la ira, Alejandro —murmuró Daria—. Es posible que necesites


trabajar en eso.

375
El Club de las Excomulgadas
Ari pasó junto a los dos y tomó a Sante en sus brazos. El hombre mayor
Elegido gimió y sus ojos se abrieron.

—Quería matarlo con mis propias manos —dijo Alejandro, poniéndose de


pie. Se pasó una mano temblorosa por el pelo.

— ¿Tiempo pasado? Alejandro, yo también quiero eso con cada respiración


que tomo.

Él y Daria se volvieron para ver a la horda rapaz de nuevo.


Afortunadamente, una malla de metal pesada los separaba de los esclavos, porque
una vez que los ojos de los esclavos se ajustaron a la inundación de la luz en la
habitación, habían notado a los Elegidos que estaban allí. Normalmente, los
traficantes de esclavos drogaban sus mercancías para silenciar el anhelo de buscar
estímulo de los Elegidos. Por lo general era realizado a través del suministro de
alimentos o agua. Tenía que ser cerca de la hora de la dosis debido a que estos

Anya Bast - El Pecado Elegido


esclavos no estaban controlando sus impulsos muy bien.

Como algo salido de una película de terror antigua, se acercaron a la malla


de metal que los separaba de los que podrían darles el beso oscuro y el subidón que
deseaban con tantas ganas. Habían llegado a estar de pie a escasos centímetros de
ellos, sus dedos mugrientos enhebrándose a través de la barrera, tratando
desesperadamente de llegar a ellos. Todos ellos maullaban, se quejaban, y gemían
como si ya no fueran humanos.

El niño se había ido, perdido en la muchedumbre.

—No hay manera de sacar al niño —dijo Daria con una voz cargada de
emociones—. No podemos abrir esas puertas sin importar lo que pase. Ellos nos
matarán tratando de obtener una dosis.

—Donde hay un niño, hay más niños. Tenemos que conseguir sacar a toda
esa gente de ahí.

376
El Club de las Excomulgadas
Los seres humanos curvaron los dedos alrededor de la malla de alambre y la
balancearon en un esfuerzo por empujarla.

Tanto él como Daria dieron un paso hacia atrás, pero estaba claro que su
prisión era demasiado fuerte y los esclavos estaban demasiado débiles. Nunca
conseguirían atravesarla.

El olor de la sangre y los dulces humanos dispuestos inundaron las fosas


nasales de Alejandro, pero ni un mechón de hambre se arremolinó a través de su
estómago.

Estos esclavos de sangre eran demasiado patéticos, estaban demasiado


abusados para mirarlos de esa manera. Ni siquiera la bestial parte animal de él, el
puro corazón de Elegido suyo, podría considerar a estas personas como alimentos.
Necesitaban ayuda, hasta el último de ellos.

Más tristes aún serían las historias individuales. Alejandro las había oído

Anya Bast - El Pecado Elegido


todas. Algunos de ellos habían cortejado el beso oscuro de los Elegidos una vez,
quizá en un capricho o un desafío, sólo para descubrir que poseían la composición
genética que hacía que la adicción fuera instantánea. Otros habrían sido
secuestrados y obligados a la adicción, ya que eran atractivos, o simplemente
estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado. Los niños habían sido
tal vez vendidos por sus padres a la esclavitud para pagar sus deudas. Algunos de
ellos habían sido simplemente descuidados, ido demasiado lejos una noche. No
importa las razones detrás de su adicción, esto estaba mal, pura y simplemente.

Había habido un tiempo, sin embargo, cuando los habría encontrado


atractivos sin importar nada más. Ese tiempo no era tan lejano en el pasado.

Entendiendo la razón de ello, le echó un vistazo a Daria. Haberse


enamorado de ella parecía haber disminuido la necesidad oscura que tenía por la
sangre humana. Ella parecía sustentarlo en muchos sentidos.

377
El Club de las Excomulgadas
Detrás de ellos, Ari y Sante se había levantado. Ahora Ari estaba a cierta
distancia de Sante, habiendo recuperado, al parecer, su sentido de la indignación y
el dolor.

—Los estás tratando como animales —susurró Ari. Ella era apenas audible
por encima del creciente clamor de los hambrientos esclavos de sangre y sus
demandas por el beso negro—. Como si fueran ganado.

Sante no se giró, probablemente no quería mirarla a los ojos, o tal vez no


podía girar la cabeza después de la paliza que Alejandro le había dado. Sólo miraba
fijamente hacia el oleaje de esclavos.

—Ellos son ganado.

Ari se lanzó sobre él, golpeándolo con los puños, gritando y llorando.

— ¿Cómo pudiste hacer esto? ¿Cómo no pudiste decirme sobre ello? ¡Tú no

Anya Bast - El Pecado Elegido


eres el hombre que yo creía que eras, Christopher! ¿Cómo pude haber pensado
alguna vez que te amé?

Alejandro se alejó un paso y permitió que sucediera. Sante aceptó su paliza


con calma por un largo momento, entonces él se volvió y enganchó sus manos
encintadas alrededor de su garganta, tirando de ella en su contra y besándola en la
boca. Ella protestó en un primer momento y luego se calmó, permitiendo que la
besara, pero sin devolverle el beso.

Juntos, se hundieron una vez más en el sucio suelo de la bodega, Ari con sus
brazos alrededor de él. Ella sollozó contra su pecho mientras él le decía una y otra
vez que la amaba y que lo lamentaba.

La sangre de Sante manchaba ahora la mejilla de Ari y su pelo enredado. Su


ojo izquierdo estaba casi cerrado de la hinchazón y su labio y mejilla estaban
partidos por los puños de Alejandro.

378
El Club de las Excomulgadas
Daria se quedó mirando fijamente a la pareja, su expresión mayormente
ilegible. Parecía exhausta y completamente insatisfecha con su caza de Christopher
Sante.

Él compartía el sentimiento. Sólo quería terminar con esto y obtener ayuda


para estos esclavos de sangre.

El agua fluyó de unos grifos en el techo, empapando a la multitud.


Inmediatamente, los esclavos elevaron sus cabezas y levantaron sus brazos,
atrapando la caída del agua en su boca. Probablemente era la única bebida que
tenían.

La dosis estaba probablemente en el agua, ya que pronto los esclavos se


callaron y comenzaron a establecerse de nuevo en el suelo, sus expresiones eran
laxas y la necesidad ardiente de alimentar su adicción estaba atenuada y visible en
sus ojos. Alejandro buscó en la multitud al niño, pero no se podía ver en ninguna

Anya Bast - El Pecado Elegido


parte.

— ¡Ahí! —Señaló Daria entre la multitud.

Alejandro lo vio acurrucado sobre el hormigón en el borde de la multitud. Él


asintió con la cabeza.

—Voy a entrar por él.

Se dirigió a la puerta y manipuló la cerradura. Poco a poco, la abrió.


Cuando ninguno de los seres humanos se agitó, ahora sedados por el agua drogada,
consideró que era seguro entrar. Lo hizo rápidamente, sacando al niño inerte en sus
brazos y retrocediendo de la zona. Daria atrancó la puerta una vez que estuvo
fuera.

El muchacho colgaba dormido en sus brazos y se acurrucó contra su pecho.


Se encontró con la cara golpeada de Daria por encima de su cabeza.

—Va a estar bien.

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El Club de las Excomulgadas
Echó un vistazo a Sante con una mirada hecha de ácido.

—Sí, lo estará. Ahora.

Desde fuera del edificio, llegaron sonidos de conmoción, gritos, disparos de


pulso disparados en fuertes explosiones de aire y el ruido de muchos vehículos que
se aproximaban.

Él y Daria se dirigieron hacia la puerta, con los pulsadores en la mano.


Probablemente eran la ABI y el GBC respondiendo a su llamada.

Sin Sante en el mando, lo más probable es que no hubieran tenido ningún


problema para derribar las defensas de la cúpula. Después de eso, habrían sido
capaces de encontrarlos a él y a Daria por los implantes de seguimiento que ambos
llevaban.

Por supuesto, podría ser que los guardias de la cúpula estuvieran acudiendo

Anya Bast - El Pecado Elegido


al rescate de su amo y señor, también.

Más allá de la puerta, el clamor se calmó.

—Estamos buscando a Alejandro Martínez y a Daria Moran —dijo una voz


femenina en pleno auge.

Daria miró a Alejandro y le sonrió.

—Esa es Lucía Collins, mi superior —ella tomó al niño en sus brazos y


empujó la puerta para abrirla, dejando que la luz de la mañana inundara el interior
húmedo del edificio. Alejandro reunió a un estoico Sante y a una sollozante Ari
desde el suelo y los escoltó tras ella.

En el exterior, los dos guardias previamente hostiles se desplomaron contra


el edificio, las luces en la parte superior de sus rifles apagadas ahora, señalando que
sus patrones de ondas cerebrales habían cesado.

380
El Club de las Excomulgadas
Al parecer, habían tratado de ser héroes, pero contra una fuerza completa de
la ABI y GBC nunca tuvieron una oportunidad. Las motos y los vehículos de dunas
de ambas autoridades rodearon el edificio, todos con armas en la mano.

Una mujer alta y negra con un equipo antidisturbios se acercó a ellos. Ella
asintió con la cabeza.

—Daria —su mirada se desvió hacia el niño sedado que sostenía—.


¿Conseguiste un extraviado?

—Conseguimos un montón. Estoy muy contenta de veros chicos —Daria le


dio un codazo al brazo de Alejandro, sus brazos llenos con el niño pequeño—.
Lucía, este es Alejandro Martínez.

Él le estrechó la mano.

—Mucho gusto —respondió el capitán de la ABI—. Los dos hicisteis un

Anya Bast - El Pecado Elegido


trabajo excepcional —ella frunció el ceño, dándole a Alejandro una repasada con
su vista, notando especialmente su mano derecha magullada, luego miró a Sante,
que estaba de pie detrás de ellos con Ari—. ¿Qué le pasó a él? —Por supuesto,
Lucía ya había deducido que el puño de Alejandro había estado varias veces en
contacto con la cara de Sante.

Alejandro abrió la boca para explicar que había perdido los estribos. Podía
esperar una acción disciplinaria por lo que había sucedido, pero Daria lo
interrumpió antes de que pudiera.

—Hay esclavos de sangre en este edificio, más de cuatrocientos —hizo una


pausa, señalando al niño en sus brazos—. Hemos encontrado a este chico y lo
sacamos, pero seguramente hay más niños. Alejandro se puso un poco… molesto
cuando vio eso.

La mirada de Lucía se deslizó hacia Sante detrás de ellos y frunció los


labios.

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El Club de las Excomulgadas
—Ya veo —ella asintió con la cabeza a Alejandro—. Christopher Sante
necesita tener más cuidado cuando está montado en una moto de dunas. Es
afortunado de haber obtenido solamente esas lesiones menores durante su reciente
accidente. Podría haber sido peor —su expresión se volvió oscura—. Lo bueno es
que a donde va, no habrá ninguna moto de dunas para montar.

—Aprecio eso —respondió Alejandro.

Lucía asintió con la cabeza.

—Los dos hicisteis un gran trabajo aquí —concluyó—. La ABI está en


deuda con vosotros.

— ¿Investigaste a Richard Templeton? —preguntó Daria de inmediato, sin


molestarse siquiera en fingir que le importaba la alabanza—. Como te dije en la
llamada, envió a Brandon Nichols para matar a su hija y poder culpar de su muerte
a Christopher Sante y ganarse la simpatía para su causa.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Él es un hombre poderoso, pero estamos trabajando en ello.

— ¿Qué significa eso? —gruñó Alejandro.

—Eso significa que tenemos un equipo de la ABI en conjunto con la GBC


de camino a su residencia. Me van a dar todos los detalles una vez que lo hayan
capturado. Primero, tenemos que atravesar su seguridad. El hombre no está sin
protección. No te preocupes. Él no va a ninguna parte, Alejandro. Lo atraparemos.

—A Christopher Sante le gustaría ofrecer una confesión completa de los


asesinatos de Julia Harding, Vicente Almeda, Trudy Horowitz, y Stephen Miller.
Brandon Nichols está en la parte suroeste de la cúpula, en una zona de arena —dijo
Alejandro—. Su cuerpo necesita ser recogido —con el pulgar indicó hacia el
edificio detrás de ellos—. Los esclavos de sangre necesitan comida, agua, ropa
decente, respecto… ayuda para su adicción. Ellos necesitan todo eso pronto.

Lucía asintió con la cabeza.

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El Club de las Excomulgadas
—Estamos trayendo un equipo especial para los esclavos de sangre. Los
profesionales los sedarán, los cargarán en las unidades de transporte, y los tendrán
en la ciudad antes del mediodía. Todos ellos serán colocados en rehabilitación y sus
familias serán notificadas de su paradero.

—Además —Daria se pasó una mano por su cara, que tenía aspecto
cansado—, hay carmin en la fábrica de osos de peluche. Mucho. Probablemente
hay plantas en algún lugar aquí, también. Que os divirtáis.

Lucía levantó una ceja.

— ¿Fábrica de osos de peluche?

Daria asintió con la cabeza.

—No es sólo una fábrica de osos de peluche, Lucía. Era una tapadera.
Vamos, ¿no creíais realmente que Christopher Sante estaría involucrado en algo tan

Anya Bast - El Pecado Elegido


honesto? Yo sospeché desde el primer día que lo había subvertido en algo oscuro.
Metía el carmin en los estómagos de los osos de peluche.

Su mirada fue hacia Sante, donde los guardias habían tomado posesión de él
como si fuera una serpiente peligrosa lista para morder.

—Buenos instintos.

—En realidad no. Yo tuve razón sobre eso, pero no la tuve en todo lo que a
Sante se refiere —ella sacudió la cabeza—. De todos modos, obtén los registros y
sigue las pistas. Si lo mantienes discreto, esto podría ser una requisa importante de
carmin —Daria hizo una pausa—. Tal vez debería ir hacia allá...

—Vas a tomar unas vacaciones, Daria, y maldita sea que las vas a disfrutar a
lo grande. Nosotros nos encargaremos de la fábrica de carmin.

— ¿Vacaciones? Sí, eso también suena bien —se frotó la sien—. Antes de
eso, sin embargo, necesito revisar a fondo los antecedentes de un Elegido llamado

383
El Club de las Excomulgadas
Carlos Hernández y una Elegida llamada Eleanor Matthews. Necesito una PComp
y necesito la información en la PComp por la mañana.

Lucía pescó dos unidades PComp pequeños de su bolsillo.

—Traje una para cada uno de vosotros. Haré que te envíen la información a
la primera oportunidad que tenga, Daria —ella se las entregó y extendió las
manos—. ¿Hay algo más que deberíamos saber?

Daria miró a Alejandro.

—Carmin, comprobado. Esclavos de sangre, comprobado. La confesión de


Sante, comprobado —hizo una pausa y se lamió los labios y miró a Ari, que
oscilaba cerca de Sante—. Necesito que Ari Templeton esté protegida. Ella está
traumatizada y me odia por haber traicionado su confianza. Probablemente no me
lo permita.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Supongo que una mujer sería preferible. Ya sé que agente.

—Bien. Eso me hace sentir mejor.

—Nos encargaremos de Christopher Sante y Ari Templeton. Vamos a ir a la


fábrica de osos de peluche pronto, y cuidaremos de los esclavos de sangre. La única
cosa que vosotros dos tenéis que hacer es descansar un poco. Tu trabajo aquí ha
terminado. Daria, tómate dos semanas de descanso y relax y luego repórtate a la
sede. Alejandro, tu superior dice que estás destinado a la Tierra para pasar unas
vacaciones. Tómalas.

Daria se lamió los labios.

—Gracias, pero ¿no necesitareis ayuda con Richard Templeton?

—Ese es nuestro trabajo. El vuestro ha terminado —Lucía le dio una mirada


severa—. ¿Entiendes? Toma un viaje de regreso y visita a tu madre o algo así.
Tómate algún tiempo para adaptarte a tu nueva condición de Elegida, porque

384
El Club de las Excomulgadas
tienes mucho trabajo por delante. No me sorprendería mucho ver un ascenso en tu
futuro.

Daria asintió con la cabeza.

—Como quieras. Una cosa más, yo vigilaré a los locales. Son leales.

Lucía asintió con la cabeza.

—Vamos a movernos con cuidado. Ahora, los dos, iros.

—Y… —Daria tomó aliento antes de continuar—. Esta comuna es un buen


lugar, excepto por la corrupción de sus líderes. Nadie más que unos pocos sabían
acerca de los esclavos de la sangre o el carmin. Recomendaría que a la cúpula se le
permita seguir funcionando. Voy a investigar a Carlos Hernández y a Eleanor
Matthews para ver si pueden hacerse cargo en lugar de Christopher Sante. Si la
información de ellos sale limpia, podrían ser buenas opciones.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Lucía apretó los labios en una fina línea.

—Voy a tomar ese asunto bajo consideración. Puede que no dependa de


nosotros, pero valoro tu juicio y si crees que este lugar debe seguir funcionando voy
a hacer lo que pueda para ver que suceda.

Daria pareció aliviada.

—Gracias. Hay gente aquí que lo llama su hogar.

—Considera el problema como tratado —ella alzó las manos—. Ahora,


¡ambos salid como el infierno fuera de aquí y descansad un poco! Esa es una orden.

Alejandro y Daria estrecharon la mano de Lucía y se alejaron, permitiéndole


al capitán hacer su trabajo.

385
El Club de las Excomulgadas
Lucía ladraba órdenes y alrededor de una veintena de agentes ABI montaron
en sus vehículos para dirigirse hacia la fábrica. Más agentes inundaron la
construcción detrás de ellos.

Desde la distancia, Sante, flanqueado por los oficiales, observó la escena. Al


igual que Daria, su expresión era inescrutable.

Ari flotaba cerca de él, hablando con una mujer oficial de la ABI. Su mirada
no vaciló de su ex amante ni por un momento. Ella se equilibraba sobre las puntas
de sus pies, inclinándose en su dirección. La funcionaria mantuvo una mano sobre
la parte superior de su brazo. La cara de Ari reflejaba sus emociones como un
anuncio. Confusión. Traición. Amor. Impacto. Su rostro era un tapiz cambiante.

Daria suspiró y se volvió hacia Alejandro.

—Voy a regresar al apartamento. Voy a dormir todo el día y saldré en el


crepúsculo. Un último día. —Tendrían que cambiar sus días y noches, ya que

Anya Bast - El Pecado Elegido


estaban dejando la cúpula y su luz artificial. Ella levantó su mirada hacia él, y él
captó un poco de esperanza en sus ojos—. ¿Vienes?

Un último día.

—Sí. Voy. —Daria lo dejaría en unas pocas horas y él tendría que dejarla ir.
Mientras tanto, tomaría todo lo que ella le diera.

Se dieron la vuelta para encontrar sus motos. Ari echó un vistazo hacia
Alejandro y Daria, y viceversa, pero no sostuvo sus miradas. Con el dolor
parpadeando en su cara, ella devolvió su mirada a Sante.

Junto a él, la respiración de Daria se enganchó.

—Tiene que ser así —le dijo él suavemente—. Sabías que esto iba a suceder.
Ari podría acercarse de nuevo dentro de un tiempo, pero ahora ella te ve como una
traidora y la causa de su dolor actual.

—Lo sé. Eso no lo hace más fácil.

386
El Club de las Excomulgadas
Justo cuando montaron en sus motos, el disparo de los pulsos comenzó.

Anya Bast - El Pecado Elegido

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Treinta
El disparo de pulsos siempre hacía que los tímpanos de Daria explotaran.
Los dos disparos vinieron de su izquierda inmediata y por un momento hizo
estallar completamente la audición de ese lado.

Alejandro saltó de su moto y sobre ella, haciéndola rodar por el suelo y


debajo de la amplia protección de su gran cuerpo. Desde debajo de él, levantó la
cabeza para ver lo que estaba sucediendo.

Un hombre desconocido vestido con un uniforme de guardia de la ABI,


porque seguramente no podría ser en realidad de la ABI, había disparado en la
dirección de Christopher Sante, alcanzando a los dos guardias a cada lado de él.

Daria yacía aturdida y observando fijamente, mirando al tirador cambiar su


objetivo un poco. La comprensión floreció como una planta venenosa dentro de su

Anya Bast - El Pecado Elegido


mente.

Sante no era su objetivo.

Era Ari.

Empujó desde debajo de Alejandro, entendiendo que el guardia tenía la


intención de matar a Ari, pero a sabiendas de que era demasiado tarde para
detenerlo.

Justo cuando el hombre presionó otro tiro, Sante se movió con los reflejos de
la velocidad del rayo de un Elegido viejo. Enlazó sus manos encintadas alrededor
del cuello de Ari y la hizo girar. Desde el punto de vista de Daria, parecía un paso
de baile, un abrazo. Él la abrazó, la giró, mostrándole al asesino su espalda.

Y tomó el disparo destinado para ella.

Alejandro se puso en marcha de encima de Daria en el mismo momento en


que Sante cayó al suelo, los nervios del Elegido viejo sin duda fritos de la directa

388
El Club de las Excomulgadas
explosión de pulso. Daria apostaría cualquier cosa que la configuración había
estado en sinapsis-alta.

Con un gruñido, Alejandro abordó al guardia falso. Ellos lucharon por la


posesión del arma mientras Daria se dirigía hacia la pareja que luchaba, buscando
una manera de ayudar a Alejandro. Ellos estaban enlazados en el suelo, con el
arma entre ellos.

Otro disparo de pulso sonó. Ambos hombres se quedaron inmóviles.

Alejandro no llevaba equipo de protección.

— ¡No! —El corazón de Daria dejó de latir. Oh, por favor, dios.

En ese momento toda su vida se estrelló e incendió. Algo duro se retorció en


su estómago. No podía perder de Alejandro.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—No —susurró, y luego se arrastró hasta los dos hombres entrelazados,
ajena a la conmoción a su alrededor. En el fondo ella podía oír los lamentos de Ari,
a Lucía gritando órdenes.

Sus dedos se cerraron alrededor del brazo de Alejandro y ella tiró con todas
sus fuerzas para hacer rodar su masivo peso a un lado, alejándolo del asesino. Los
brazos de Alejandro llegaron a su alrededor tan pronto como ella lo tocó,
envolviéndola. Juntos, ambos rodaron lejos del asesino inmóvil.

Daria dejó escapar un fuerte sollozo de alivio cuando Alejandro la acunó


contra él en el suelo.

—Estoy bien —le susurró una y otra vez—. Daria, estoy bien.

Cerró los ojos y dejó fuera todo lo demás por un momento, deleitándose con
el latido de su corazón sano, el calor de su cuerpo, y el aroma reconfortante de él.
Ella sonrió. El mundo sería mucho peor sin Alejandro Martínez en éste. Su mundo
sería mucho peor.

389
El Club de las Excomulgadas
—Daria —los llamó Lucía—. ¡Alejandro!

Ellos se desenredaron y levantaron. El asesino permaneció tendido en el


suelo, una herida de disparo de pulso chamuscado en su pecho. Había sido un
macho humano, sin oportunidad de sobrevivir a un disparo a quemarropa y menos
al ajuste del arma en sinapsis-alta.

Daria se obligó a hacer surgir de nuevo el modo de agente, apresurándose


hacia donde Sante yacía en el suelo y Ari estaba arrodillada junto a él, sollozando y
meciendo su cuerpo hacia atrás y adelante, con las manos apresando en puños su
camisa.

Sante estaba claramente frito. La inmortalidad y la falta de envejecimiento


no podían proteger incluso a los Elegidos de la sinapsis-alta. Yacía tendido donde
había caído, sus ojos oscuros con la muerte.

Se hizo un nudo en la garganta de Daria, nacido de tantas emociones que no

Anya Bast - El Pecado Elegido


podía separarlas. Ellas formaron una gran bola en su intestino.

Christopher Sante, el hombre al que había jurado como su enemigo, había


muerto... y él había muerto protegiendo a alguien. En las millones de formas que
ella había imaginado eso ocurriendo, esta no era una de ellas.

Ella se arrodilló y tomó a Ari contra su pecho. Esta vez, la mujer no la


rechazó. Ella sollozó más fuerte, volviéndose hacia ella y mojando la camisa de
Daria con sus lágrimas.

—No puedo creer que esto esté ocurriendo —exclamó Ari.

—Lo siento —susurró Daria—. Me gustaría que esto pudiera haber sucedido
de manera diferente para ti —hizo una pausa—. Tu padre, Sante, todo ello. Tú te
mereces algo mejor.

390
El Club de las Excomulgadas
El asesino tenía que haber sido enviado por su padre. Richard Templeton le
había pagado a ese agente para que le disparara a Ari, o había plantado a un
asesino para hacerse pasar por un agente.

Sin embargo, Daria supuso que cuando trataran de conectar los puntos, no
los guiarían de vuelta a Templeton. Él probablemente mentiría y diría que fue
alguien con una venganza contra él, tratando de matar a su hija para hacerle daño.
Daria hizo la conjetura de que había elegido al asesino con cuidado. Tal vez él
tenía una familia que era Elegida, o habría algo en su pasado que le haría lucir
como si hubiera tenido una razón para odiar a Richard Templeton y a su hija.

O tal vez Templeton había estado tan desesperado por asesinar a Ari… ¿o
silenciarla?... que había entrado en pánico y arrojado la cautela al viento.

— ¿Por qué querría matarte con tantas ganas como para correr este riesgo,
Ari? —Le preguntó Daria—. ¿Qué otra razón habría para que tu padre te quisiera

Anya Bast - El Pecado Elegido


muerta, más allá de haberte convertido en Elegida? ¿Tienes información sobre él
que no quiere que se haga pública?

Ella se dio la vuelta hacia Daria, enrojecida, con los ojos llenos de lágrimas.

—Sé algunas cosas —susurró—. Cosas que ha hecho —su expresión se


endureció—. Tú también las sabrás… ahora.

—Vamos a encontrar a tu padre, Ari. No hay ningún lugar en la galaxia


Nabovsky donde pueda esconderse de la ABI. Ya tenemos lo suficiente para
detenerlo y encerrarlo por mucho tiempo. Él no será capaz de hacerte daño nunca
más.

— ¿Hacerme daño? No puedo ser herida más de lo que ya lo estoy.

—Lo siento tanto —dijo Daria de nuevo. Parecía tan inadecuado.

Ari se enjugó una lágrima.

—Lo disfruté mientras duró.

391
El Club de las Excomulgadas
Las mismas palabras que había pronunciado durante la lluvia de asteroides.

Ari se apartó de ella. Se quedó mirando fijamente el cuerpo de Sante por un


momento antes de girarse y entornar sus ojos hacia Daria.

—Te culpo a ti. Te culpo por todo esto. Si no fuera por ti, Christopher
todavía estaría vivo. Pretendiste ser mi amiga y, luego mataste a mi amante.

Qué familiar sonaba eso. Sante había fingido ser su amante… y luego mató
a su amiga.

Ari se impulsó hacia arriba, con la cara roja y manchada por las lágrimas.
Lucía aprovechó ese momento para llevarse a Ari lejos del cuerpo de Sante y hacia
la agente que había sido asignada a ella.

Daria miró detrás de ella, sintiéndose como una mierda, sintiendo sus
similitudes con Sante aún más agudas.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—No —la palabra vino de detrás de ella, baja y potente—. No hagas eso,
Daria.

Dejó que su mirada abandonara el cuerpo de Sante por un momento antes


de fijarla en el rostro de Alejandro. Él le tendió la mano y ella la tomó, permitiendo
que la ayudara a ponerse en pie.

—Salgamos de aquí —dijo con cansancio.

Dieron media vuelta e hicieron justamente eso. Daria podía sentir la mirada
de Ari en ella, cuando montaban en sus motos y se alejaban. Ella no podría respirar
hondo hasta que estuvieran lejos del lugar… de la vista de Ari.

La cúpula estaba extrañamente en silencio, y los guardias de la ABI y GBC


pululaban por todas partes. Daria sabía que para ese momento todos los del círculo
íntimo de Sante habrían sido detenidos y llevados para ser interrogados. Era seguro
para ella y Alejandro quedarse hasta la mañana siguiente ya que las únicas personas
que habían conocido su verdadera identidad eran Sante y Ari. Aunque Daria tenía

392
El Club de las Excomulgadas
toda la intención de encontrar a Jia Ying por la mañana y decirle la verdad antes de
despedirse. Daria sentía que le debía mucho a Jia Ying, ya que habían desarrollado
una amistad durante su estancia.

La noticia, por supuesto, se habría extendido a través de la cúpula como un


virus altamente eficaz. Lo del carmin, los esclavos de sangre, el arresto de
Christopher Sante. Daria estaba segura de que todos estaban preocupados por el
destino de la comuna. Pensó de nuevo en Jia Ying, quien no tenía ningún otro sitio
adonde ir. Lucía podría haberle dicho a Daria que se tomara unas vacaciones, y ella
lo haría, pero no quitaría su dedo del pulso en esta cuestión hasta que se resolviera.

Estacionaron sus motos fuera de su apartamento. Alejandro se detuvo y


miró hacia el cielo azul de la bóveda, donde las nubes se deslizaban perezosamente
por éste. Ella se detuvo junto a él y también miró hacia arriba.

—Voy a extrañarlo —dijo.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Ella no había pasado tanto tiempo alejada de la luz solar como Alejandro,
pero cerró los ojos y la absorbió por un momento, tratando de almacenarla como si
fuera una batería.

—Yo también lo echaré de menos. Hay cúpulas de luz del sol pagadas en
Nueva Chicago, sin embargo.

—Sí, pero nada tan real como esto. Nada con el cielo azul y las nubes.

Estuvieron de pie durante otros momentos y luego se volvieron y entraron


en el edificio. Daria ansiaba la comodidad de su cama por una última noche,
bueno... día, por así decirlo.

Pero a pesar de que estaba más allá del agotamiento, necesitaba algo más
que dormir.

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El Club de las Excomulgadas
Después de pensar que Alejandro había sido asesinado por el disparo del
pulso, necesitaba tocarlo, abrazarlo y besarlo. Tenía que ser uno con él y asegurarse
de su vitalidad.

Alejandro claramente se sentía de la misma manera.

Una vez que revisaron el umbral y cerraron la puerta detrás de ellos, se


juntaron, y fueron labios, lenguas y manos acariciantes. Ella pasó sus dedos por
cada centímetro de su cuerpo que pudo tocar, asegurándose que estaba cálido y
vivo, y realmente allí.

Se besaron como si nunca se fueran a besar otra vez, cada uno tirando de la
ropa del otro en un frenesí por sentir piel sobre piel.

De alguna manera lograron alcanzar la cama, dejando un rastro de tela


detrás de ellos.

Anya Bast - El Pecado Elegido


—Me asustaste —le dijo ella entre beso y beso—. Cuando noqueaste a ese
agente y la pistola de pulsos se fue...

—Estoy bien. Estoy aquí y soy tuyo.

Por alguna estúpida razón esas palabras hicieron que sus ojos se llenaran de
lágrimas. Él la presionó hacia abajo sobre la cama, sus labios encontrando todos los
sensibles lugares en su cuello, mordiendo y lamiendo, hasta que su coño se calentó
y ella dejó escapar un gemido.

—Quiero mostrarte lo que siento, Daria —susurró él contra su piel—. Te


amo. —Cuando ella no respondió, él le ahuecó la barbilla y la obligó a mirarlo. Su
pulgar trazó una media luna suave en su mejilla—. Te amo —repitió.

Ella miró fijamente en sus ojos, su respuesta atrapada en una maraña de


emociones en algún lugar entre su corazón y su garganta. Amor. Ella también lo
amaba, pero no podía pronunciar las palabras. Había pasado tanto tiempo, y él le
había tomado por sorpresa.

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El Club de las Excomulgadas
Dios, acababa de darse cuenta de que sus sentimientos por él eran
igualmente de profundos.

—Alejandro...

Él hizo un ruido frustrado.

—Voy a tomar lo que pueda obtener de ti —luego selló su boca sobre la de


ella otra vez, tragando cualquier otro sonido que ella podría haber hecho. Poco
tiempo después, ella no podía emitir ningún sonido más allá de todos los suspiros,
gemidos, susurros y murmullos de su nombre.

Su rodilla trabajó entre sus muslos, obligándolos a abrirse así podría


presionar su polla contra su coño resbaladizo. Se deslizó lentamente, centímetro a
centímetro dentro de ella, haciendo que sus dientes se hundieran en su labio inferior
y sus músculos se estiraran hasta que ella gimió de placer.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Alejandro puso sus manos a ambos lados de su cabeza y la forzó a enfrentar
su cara. Él le sostuvo la mirada mientras la tomaba lentamente, y luego aún más
lento.

El placer se construyó con rapidez y permaneció. Siguió una y otra vez hasta
que él la envió a un largo orgasmo que le robó tanto su aliento como el
pensamiento. La miró fijamente a los ojos mientras hacía que se corriera, la
intimidad de ello le hizo brotar lágrimas en sus ojos. Un momento después de que
ella llegara a su clímax, él también lo hizo, derramándose a sí mismo dentro de ella
al igual que su nombre se derramó de sus labios.

Después de que bebieron hasta saciarse el uno del otro, yacieron en una
maraña de satisfacción en la cama. El agotamiento, junto con los acontecimientos
de las últimas veinticuatro horas casi abrumaron su mente y su cuerpo, pero aun así
Daria no podía dormir.

395
El Club de las Excomulgadas
A su lado, Alejandro yacía con los ojos cerrados. Ella se apoyó sobre un
codo y descansó en la luz del sol de media tarde que se asentaba en la cama. Besaba
los planos y huecos de su cuerpo desnudo, acariciado su piel oscura.

Incluso ahora, después de que habían hecho el amor, ella quería más de él.
Ella ansiaba sus caricias, su aliento cálido a lo largo de su piel. Ella necesitaba la
sensación de sus labios moviéndose sobre los de ella y la sensación de su cuerpo
fundiéndose juntos. Ella ya extrañaba su compañía y el sonido de su voz, su
manera sencilla de ser y su tranquilidad… hasta que alguien por quien se
preocupaba se veía amenazado.

Con un ligero toque, trazó el bulto de sus bíceps, su piel estaba caliente
contra la yema de su dedo. Su pecho subía y bajaba mientras su relajación
ahondaba en su sueño. Alejandro Martínez era un hombre notable. Uno de los
mejores que jamás había tenido el privilegio de conocer.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Como Ari había dicho, era atemorizante tomar el amor que uno tenía y
depositarlo todo en alguien más, dejarlos andar alrededor con éste como si
sostuvieran una pieza frágil y cara de porcelana… y esperar que no lo rompieran ni
y lo dejaran caer.

Ella lo había hecho con Alejandro.

Él tenía su amor ahora, un tazón delicado lleno de éste. No había nada que
pudiera hacer al respecto, ninguna armadura que pudiera ponerse para protegerse a
sí misma. El intercambio estaba hecho. El negocio acabado. Todo había sido
realizado sin ser consciente, sin su consentimiento o incluso su voluntad. El amor
era así. El amor era descuidado de esa manera. Sólo quería lo que quería y no
pensaba en lo que era mejor para él. Ella había hecho todo lo posible para no
permitir que esto sucediera porque había sabido desde el principio que Alejandro
era una amenaza.

396
El Club de las Excomulgadas
Tal vez había estado condenada a fracasar desde el principio, ella no lo
sabía. Lo único que sabía ahora que lo había encontrado y que se daba cuenta de lo
mucho que significaba para ella, de que no iba a dejarlo ir otra vez.

—Yo también te amo —murmuró ella, mirándolo fijamente.

Sus párpados se movieron, pero él no se despertó. Rozó su mejilla con uno


de sus dedos, y luego inclinó la cabeza y le dio un beso donde lo había tocado.

Casi lo despertó para asegurarse de que la había oído, pero él estaba tan
agotado como ella y tendrían que hacer un largo viaje cuando cayera el atardecer
más allá de la cúpula. Cuando se despertaran de nuevo se lo diría otra vez. Le diría
que ella no quería que se siguiera interponiendo entre ellos su reticencia.

Ella se acurrucó junto a él, con un brazo sobre su amplio pecho, cerró los
ojos y se durmió con una sonrisa en los labios.

Anya Bast - El Pecado Elegido


***

Alejandro se despertó con el peso dulce y cálido de Daria en contra de su


lado. Allí permaneció por un momento, sosteniéndola en sus brazos e inhalando el
olor de su pelo.

Esta no sería probablemente la última vez que se vieran el uno al otro.


Ambos vivían en la misma ciudad, ambos trabajaban para las autoridades de la ley.
Infiernos, ahora que Daria era una Elegida había una posibilidad de que el GBC
pudiera contratarla desde la ABI. Sus caminos se cruzarían de nuevo.

Pero sería la última vez que eso fuera de esta manera.

La última vez que se despertaban de dormir juntos después de que hubieran


hecho el amor, con los miembros entrelazados, cálidos, somnolientos, y saciados el
uno por el otro.

397
El Club de las Excomulgadas
Lo saboreó por un momento más y luego se deslizó de debajo de su cuerpo y
la miró. Alejandro le apartó el pelo lejos de su rostro, lamentando las circunstancias
que llenaban su pecho con una tensión curiosa.

Siempre mantendría un pedazo de ella con él, sin embargo. Un trozo de


dolor, en realidad. Alejandro tendría que vivir con éste durante mucho tiempo,
hasta que aprendiera a lidiar con su pérdida.

Se levantó, se dio una ducha, y empacó una bolsa. Lo hizo todo en silencio.
Daria aún dormía, mientras cerraba la cremallera de su mochila y la colocaba cerca
de la puerta. Regresó a su lado y le pasó los dedos por el pelo corto, compelido a
despertarla para despedirse.

Sin embargo, sería más fácil de esta manera.

—Que tengas una buena vida —murmuró—. Te deseo la felicidad —él se


inclinó y besó su frente. Ella se agitó bajo la presión de sus labios, pero no se

Anya Bast - El Pecado Elegido


despertó.

Con algo duro retorciéndose en su pecho, él se levantó y salió de la


habitación.

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El Club de las Excomulgadas

Capítulo Treinta y Uno


Daria entró en el bar, la iluminación suave revelaba las filas de mesas y sillas
cortas. En la barra, un grupo de personas se reía y conversaba en voz alta, casi
ahogando a la vocalista femenina suave, que cantaba en voz baja y de forma
hermosa, una canción clásica sobre el deseo de su amante de salir con ella.

Daria se había vestido de civil esa noche, con una falda corta de color negro
y una blusa vaporosa gris que se complementaba con sus ojos. Unos zapatos altos y
de tacones sexis revestían sus pies... ella casi nunca los usaba.

Había llegado a Nueva York poco después de la muerte de Sante. Tan


pronto como Daria había revisado el umbral de su madre, agotada por el largo
viaje, su madre había sabido al instante que había sido Elegida. Su madre había
estado sorprendida, pero una vez que Daria le explicó las circunstancias, se había

Anya Bast - El Pecado Elegido


tranquilizado.

Daria también se estableció, adaptándose a su nueva vida como una


Elegida. No era fácil, pero Daria nunca había rechazado un desafío.

Es por eso que ella estaba aquí.

Había poca gente en el bar, así que lo vio inmediatamente. Él estaba sentado
en una mesa junto al ventanal, enmarcada por la oscuridad y la suave caída de los
copos de nieve. El edificio era una residencia temporal, con apartamentos de
alquiler a corto plazo. El bar estaba en la parte superior de los doscientos cincuenta
y seis pisos. La vista era agradable.

Pero eso no es lo que ella había ido a buscar.

La cabeza de Alejandro estaba gacha, tenía los hombros encogidos. Una de


sus manos descasaba en el borde de un vaso de cristal lleno de un líquido de color
ámbar. Su otra mano acunaba su cabeza.

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El Club de las Excomulgadas
Daria se acercó a la mesa. Sus entrañas se estremecieron con la
incertidumbre. Él la había dejado aquella tarde en la cúpula, sin ni siquiera un
adiós. Ella no podía estar segura de cómo iba a reaccionar ante su apariencia.

Levantó la mirada hacia ella. Quedó atrapada y la retuvo.

—Hola —dijo ella.

Alejandro parpadeó, removiéndose en su silla.

—Daria.

— ¿Puedo sentarme?

—Por supuesto.

Se sentó en la mesa frente a él.

Anya Bast - El Pecado Elegido


Él la miró con una expresión llena de sospecha.

— ¿Por qué estás aquí?

Ella se encogió de hombros.

—Supuse que me habías perseguido lo suficiente. Ya era hora de que yo te


persiguiera.

Él no dijo nada, sólo empujó el vaso hacia ella.

Ella tomó un largo trago, apurándolo hasta el fondo, de hecho. Ella


necesitaba la fuerza para lo que estaba a punto de hacer. Luego le hizo seña a una
alta camarera morena de cóctel para que le llevara otro. Qué extraño. La camarera
era humana y no un robot. Eso ya no era algo que veías generalmente.

— ¿Has venido hasta aquí para verme?

—También estoy aquí para ver a mi madre.

400
El Club de las Excomulgadas
—La ciudad de Nueva York no está en absoluto cerca de Madrid, Daria.

—Claro que lo está —ella sonrió—. Si vuelas en un aerotram 2, lo está. ¿No


crees que vales la pena el viaje de lado? ¿Debería irme? —Su garganta se apretó
ante ese pensamiento a pesar de que había logrado un tono ligero. Tragó saliva y
miró hacia otro lado.

Él se recostó en su silla. — ¿Cómo supiste dónde encontrarme?

—Sólo una pequeña investigación. El GBC me dio la dirección de tu madre.


Tu hermano me dijo que te alojabas aquí. Fui a tu habitación, y cuando vi que no
estabas allí, traté con el bar.

La camarera llegó con bebidas frescas para los dos. Gracias a Dios. Él la
miró fijamente, con sus penetrantes ojos oscuros y su expresión ilegible.

—Así que de nuevo, te pregunto... ¿por qué viniste?

Anya Bast - El Pecado Elegido


Maldita sea. Él no iba a hacer esto fácil para ella, ¿verdad?

—Puedo hacerlo mejor de lo que lo he hecho, Alejandro —dijo en voz baja,


bajando la mirada hacia la superficie de la mesa que los separaba—. Si me lo
permites, quiero intentarlo.

Él no dijo nada.

Ella levantó la mirada, descubrió sus ojos intensos, oscuros y su cara


ilegible, y metió la pata hasta el fondo.

—Allá en la cúpula, Ari dijo algo que tuvo mucho sentido. Ella dijo que
tenías que amar como si nunca te hubieran herido, porque la vida no vale mucho si
no lo haces. Yo me di cuenta de que la vida no vale mucho para mí si no estás en
ella, Alejandro. De hecho, me cuesta imaginar un futuro en el que no estés. Lo supe

2
Es un transporte: tranvía volador.

401
El Club de las Excomulgadas
antes de ese último día bajo la cúpula, pero me llevó a pensar que fue el creerte
muerto por el disparo de pulso lo que me hizo entenderlo.

—Te dije que te amaba, y no dijiste nada.

Ella sacudió la cabeza.

—Lo sé. Tenía la lengua retorcida y quedé desconcertada por la revelación


que había tenido —hizo una pausa—. Y muda. Definitivamente estaba sin
palabras. Debería haberlo dicho entonces, ese día.

Sus ojos se estrecharon.

Oh, dios. Esto no iba bien. Ella siguió balbuceando. Decían que la confesión
era buena para el alma, por lo menos.

—Así que permíteme decirlo ahora. Te amo, Alejandro, y espero que lo que

Anya Bast - El Pecado Elegido


dijiste en el Camino Luminoso fuera cierto… que también me amas.

Él no dijo nada durante un buen rato, y la cara de Daria comenzó a


calentarse. Ella apartó la mirada de sus ojos inescrutables y comenzó a lamentar
haber realizado el viaje. No, eso no era cierto. Ella no se arrepentía de ir allí y
decirle la verdad. Eso era algo que ella había tenido que hacer, sin importar el
resultado.

Pero tal vez no había esperanza para ellos como pareja. Tal vez había
demasiadas cosas entre ellos. Tal vez fue estúpido pensar alguna vez que esto
pudiera funcionar entre ellos. Tal vez Alejandro no quería que funcionara, y ella lo
había malinterpretado horriblemente.

Tal vez había cometido demasiados errores.

Su mano cubrió la de ella.

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Ella levantó la mirada hacia su cara y contuvo el aliento. Su expresión ya no
era inescrutable. Amor, puro y sin reservas, como nada que jamás hubiera recibido
de otro ser humano, brillaba en sus ojos. La sujetaron con su brillante calidez.

—He estado esperando mucho tiempo para escuchar esas palabras, Daria.

—Lamento no haberlas dicho antes.

—Creo que sólo necesitas algo de práctica.

Ella le apretó la mano.

—Creo que sólo te necesito a ti, Alejandro.

Se inclinaron sobre la mesa en el centro del bar y se besaron mientras las


risas resonaban a su alrededor.

Fin

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