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- Trabajo práctico Nº 1: Ensayo: “Filosofía, su relación con el lenguaje y

acción transformadora”.

- Profesor: Daniel Alberto Carbone.

- Cátedra: Corrientes filosóficas contemporáneas.

- Carrera: Licenciatura en Historia

- Alumno: Gastón Cabral.

- Año: 2015.
El presente ensayo está realizado en base a los desarrollos y postulados de dos trabajos de
diferentes autores, uno de Jean François Lyotard titulado “¿Por qué filosofar?”, resultante
de cuatro conferencias que el filósofo francés brindó en la Sorbona, entre octubre y
noviembre de 1964, y el segundo es un texto del filósofo y político argentino Samuel
Manuel Cabanchik, cuyo título es “La naturaleza problemática de la filosofía”. En ambos se
analizan cuestiones centrales de la filosofía: su naturaleza, sus motivaciones, su relación
con el lenguaje (o la palabra); y por sobre todo, lo que interesa en nuestro ensayo, que es la
relación de la filosofía con la acción, con la posibilidad de transformar la realidad. Voy a
proceder a desarrollar las ideas de los autores, tratando de complementarlas (o
confrontarlas, según sea el caso), hasta llegar al punto central del ensayo, una vez llegado a
ese punto lo analizaré con mayor detenimiento, además, en el texto de Cabanchik se
presenta el interesante concepto de “Atalaya sinóptico”, que también merece un análisis,
para comprobar si tiene o no algo para ofrecer al presente trabajo.

Para Lyotard, vamos en busca de la filosofía una y otra vez, ésta aparece y desaparece, es
decir, acarrea una discontinuidad para consigo misma y por eso la pregunta ¿Qué es la
filosofía? Es un tanto errónea; como complemento, Cabanchik plantea que uno de los
rasgos esenciales de la filosofía es, justamente, esa incapacidad para autodefinirse. La
existencia de la filosofía radica justamente en la contradicción: aparece y desaparece, y la
pregunta correcta pasa a ser ¿Por qué filosofar en vez de no filosofar? Que engloba a la vez
la vida, pero también la posibilidad de muerte, del no ser; Lyotard utiliza el concepto de
deseo (Philein) para entender la estructura presencia-ausencia y su relación con el filosofar:
el deseo como movimiento de algo que va hacia lo otro como hacia lo que le falta a sí
mismo, el que desea ya tiene de algún modo lo que le falta, sino sería imposible desearlo, y
no lo tiene, sino tampoco lo desearía. Un filósofo no busca que los deseos sean satisfechos,
sino que sean reflexionados, su tarea es desear el deseo, reflexionar sobre sí misma; como
plantea el autor “El deseo que conforma la filosofía no es menos irreprimible que cualquier
otro deseo, pero se amplia y se interroga en su mismo movimiento” (Lyotard. 1964, p.11).

Como se expuso en el párrafo anterior, el buscar una definición para filosofía es


prácticamente caer en un error, y además la imposibilidad de auto-definirse es un rasgo
esencial de la misma (como también lo es su propensión a reflexionar sobre si misma),
pareciera que entonces debemos descartar el uso de la palabra filosofía para designar un
corpus definido del saber, con un campo y un método definido; sin embargo, la misma ha
sido capaz de enseñarse y ser compartida en una comunidad determinada, la de los
filósofos, ¿Qué es lo que los une a todos en dicha colectividad?, puesto que las obras que
escriben los filósofos, son justamente filosóficas, y por lo general se construyen en
oposición a otras obras filosóficas, ¿La filosofía existe solo en los límites de cada obra?,
para responder a la pregunta voy a tomar el planteo de Cabanchik, la filosofía se ocupa de
las relaciones entre el lenguaje y el mundo, y para hacerlo se ubica dentro de uno de los
términos de la relación: el lenguaje; entonces, los problemas que enfrenta el filósofo son los
que surgen cuando se toma al lenguaje como una de las partes en relación con una totalidad
(utilizamos mundo unos renglones más arriba para el caso). La relación que establece el
autor permite tipificar los problemas filosóficos de modo que en toda obra encontraremos
alguno de dichos aspectos, apela a la comprensión de la filosofía como esa reflexión sobre
el lenguaje, en la cual pareciera ubicarse por fuera del mundo y desde la que va a interrogar
sobre las relaciones que pueden establecerse entre el lenguaje y el mundo, y que a su vez
tiene cierta similitud con el concepto de deseo y su particular relación, tanto contradictoria
como complementaria, de presencia-ausencia, y no en vano Lyotard plantea que los
filósofos no inventan sus problemas, sino que están habitados por el sí y el no, y es el
movimiento del deseo el que mantiene unida tal contradicción, el que atraviesa la filosofía;
y concluye que solo entregándose a él y para entregarse a él se filosofa.

Ahora bien, luego de los desarrollos sobre la naturaleza particular de la filosofía, su


discontinuidad y su motor, que es el deseo; y de buscar las cuestiones que, a pesar de la
complejidad de definir a la filosofía, mantienen a la misma como una disciplina que es
transmisible a través de las generaciones, y a las obras de los filósofos que a pesar del paso
del tiempo, seguimos trabajando e incluso partiendo de ellas para generar nuevos
conocimientos, arribamos a la cuestión de la relación entre la filosofía como reflexión sobre
el lenguaje y su relación con el mundo (con una totalidad determinada), situándose en una
de las partes de la misma, es hora de hablar de la filosofía y la acción. Pareciera que
después de los puntos analizados en los párrafos anteriores, la actividad filosófica no
tendría mucho sentido. Se podría proceder entonces a comenzar una crítica a la filosofía, en
los aspectos de su necesariedad o su utilidad, pero tomaremos a Lyotard, quien trabaja la
crítica marxista hacia la filosofía, pero destaca que el propio Marx la entiende en toda su
dimensión; muestra a la filosofía como reflexión aislada del mundo, pero que a su vez ésta
reflexión se encuentra habitada inconscientemente por la realidad, por los problemas del
hombre real, de la problemática social real. Lo que el marxismo llama ideología, no es una
interpretación aislada de la realidad. Mientras el deseo de una corriente sea oprimido en la
realidad, mientras no pueda manifestarse, esa corriente juega al poder en otro ámbito de la
realidad, aquí está la cuestión de la ideología, hay una verdad en ella que responde a una
problemática real y legítima de su tiempo, pero también hay una falsedad: la respuesta a esa
pregunta, a esa problemática del hombre real, sale fuera del mundo real y no conduce a
resolverla. La transformación del mundo consiste entonces en destruir el orden que
actualmente articula las relaciones sociales, además si hay que transformar el mundo es
porque en él ya hay una aspiración a otra cosa, su propia ausencia está presente en él. La
acción debe encontrar el sentido latente en la realidad, para así transformar al mundo,
entonces no puede dejar de ser una teoría, en el sentido de que es una palabra que arriesga
sobre lo que pasa y lo que hay que hacer, y el pensamiento y la realidad solo pueden ser
verdaderos si la realidad viene al pensamiento, si el mundo viene a la palabra. No por
lanzarse uno a la acción se ve liberado de la relación de intercambio que hay entre ésta y la
palabra.
Por otro lado, si se toma como verdad que el mundo pide ser transformado, y que se debe a
que hay ya un sentido en él que pide acontecer, entonces también es verdad que si dicho
sentido no acontece, es porque su realización se ve impedida de alguna manera. La
interpretación de lo que realmente desea la sociedad, y formulación de la consiguiente
teoría revolucionaria para avanzar en su transformación, sufren el cepo que les imponen las
ideas de la clase dominante, la que articula el juego de las relaciones sociales en la realidad
existente, y las separa de la práctica (revolucionaria); la relación entre teoría y práctica se
ve expuesta entonces al error, ya que el proletariado no puede tener acceso al lenguaje ni a
la organización. La teoría revolucionaria marxista, que apunta al proletariado, se ve
condicionada por su posición; entonces entrar en acción es plantarse ante eso que impide al
deseo tomar la palabra, y con ella el poder. Ahora bien, Cabanchik propone en su artículo
un concepto muy interesante, el de atalaya sinóptico, la filosofía se encarga de las
relaciones entre lenguaje y mundo, el filósofo no lo hace con un enfoque proveniente desde
la lingüística, sino desde un enfoque más conceptual, entendiendo al lenguaje no como algo
universal, sino como redes entrelazadas entre sí en diferentes grados, sin un origen o límites
establecidos, solo comienzos múltiples. Ahora sí, sobre el Atalaya el propio autor postula
“Lo propio del trabajo del filósofo es la creación conceptual al servicio de la comprensión
más amplia posible del funcionamiento de los conceptos que se reflejan en el uso del
lenguaje” (Cabanchik, 1996, p.51), es una creación que requiere ascender en la estructura
conceptual hacia nociones mas abarcativas, para proyectar un orden comprensible sobre los
hechos que se estén considerando en ese momento. El Atalaya sinóptico es un muy buen
recurso para la creación y también para la comprensión del lenguaje, si la teoría marxista se
ve impedida por problemas de clase de llegar a la práctica, es decir, a los proletarios y que
éstos a través de ella (de la palabra o el lenguaje) se organicen y transformen la realidad;
quizás la incorporación del atalaya pueda resultar muy útil, puesto que permite otras formas
de interpretación del lenguaje, una ampliación, que puede tener aportes considerables para
sortear el sitio de los saberes de la clase dominante, para lograr el acercamiento a las masas
obreras, necesarias para la transformación del orden social vigente.

Para concluir este ensayo, debo aclarar que mi intención es la de abrir puertas hacia un
debate, del cual extraer aportes para la cuestión de la filosofía, su esencia y demás, pero por
sobre todas las cosas de la relación filosofía-acción-transformación de la realidad. La
inclusión del concepto de Atalaya sinóptico me parece interesante, y necesaria, como un
recurso para la expansión del lenguaje filosófico, en pos de desarrollar teorías más
acertadas, es decir, que puedan captar el sentido latente en la realidad que pide ser
transformada, y que a la vez pueda sortear los obstáculos (y entre ellos los de clase) que se
le presenten. Como se dijo con anterioridad, tal conclusión no es definitiva, sino que
pretende abrir el camino hacia un debate, e incluso puede estar sujeta a futuras revisiones
y/o correcciones.
Blibliografía:

- Lyotard, J. F. (1964). “¿Por qué filosofar? Cuatro conferencias”. Extraído de


www.philosophia.cl

- Cabanchik, S. M. (1996). “La naturaleza problemática de la filosofía”. Revista do Centro


de Lógica, Epistemología e Historia da Ciencia, 6(3), 39-50.

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