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Con estas palabras el papa Juan Pablo II empieza su carta dirigida a todos aquellos
con respecto al arte que se desprende de ellos mismos. No obstante, según el papa, este arte y
su capacidad de producirlo, son producto de esa participación creadora de Dios. Que el artista
efecto, se trata de una vocación, una llamada, que gira entorno a ese don gratuito entregado
por Dios a los hombres. Por tanto, no se entiende que el artista, mas aún si es creyente, olvide
esta condición (don gratuito) y trate de mostrar como casualidad el hecho de poder producir
En el plano artístico no cabe duda que estamos viviendo un periodo donde la inmediatez es el
requisito necesario para alcanzar estabilidad social y renombre. Deseamos que las cosas
1 Juan Pablo II. Carta a los artistas. Vaticano, 4 de abril de 1999. En:
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sucedan ya, y rápido, sin importar qué es lo que está detrás de todo proyecto humano, y de
toda obra que consideramos como artística. Es por eso que cabe hablar de una pérdida de
conciencia sobre la raíz de las cosas, desplazada por una ensimismada concentración en los
frutos de cualquier manifestación artística. Y que esos frutos como la fama, estatus, etc. nos
Desarrollo
Tenemos claro de que gracias a la Revelación las cosas acerca del sentido y vida del
hombre se han ido esclareciendo. Porque aquélla, “se ha dado para ayuda del hombre. Por su
a la Revelación, el hombre puede descubrir muchos y tantos enigmas que han marcado toda
ser proviene de nuestra participación de ese Ser Divino que nos llamó a existir. Pues, “la
omnipotencia creadora llama a las cosas por su nombre cuando aún no son para que se hagan
patentes en el ser”3; de modo muy especial, la vida humana. Hechos de un molde distinto a
cualquier otra creatura; somos hechos a imagen y semejanza de Dios 4. Por tanto, somos
Unida a esta noble vocación a la existencia, podremos decir que el hombre es el único
ser en la tierra capaz de asombrarse “del ancestral poder de los sonidos y de las palabras, de
los colores y de las formas”5, por la condición indeleble de ser imagen de Dios. Pues, nos
3 Idem., p.41
4 Gén 1,26
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creación a la que Dios, único creador de todas las cosas, ha querido en cierto modo asociaros.
Y que de alguna manera, podamos ser nosotros artífices y coadjutores de su creación. Esta es
una segunda vocación, el hecho de que Dios nos llama para ser participes en la creación
empezando por dar nombre a cada uno de las creaturas a las que Dios crea de la nada 6. No
‘artífice’? ¿cómo lograr entender estos términos? En efecto, “el que crea da el ser mismo,
saca alguna cosa de la nada —ex nihilo sui et subiecti, se dice en latín— y esto, en sentido
absoluta y únicamente de Dios y solo Él es capaz de dar el ser o lo que no es. Pero es verdad
que también Dios es artífice, en el sentido más original y propio. Es decir, Dios al crear hizo
las cosas tan bien hechas que merece admiración y adoración de parte nuestra. Como dice el
texto sagrado, después de crear “…vio Dios que todo era bueno” 8. Este adjetivo ‘bueno’ en el
texto genuino (hebreo) que fue escrita la Biblia, aparece el término tôb9, que puede ser
traducida indistintamente por las palabras griegas kalos y agathos, bello y bueno. Es por esta
razón que podemos decir que Dios es el Primer Artífice, porque hace de la creación una obra
5 Juan Pablo II. Carta a los artistas. Vaticano, 4 de abril de 1999. En:
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6 2 Mac 7,28
8 Gén 1,31
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Ahora bien, Dios ha llamado al hombre a la existencia, transmitiéndole la tarea de ser
artífice. Es más, “en la ‘creación artística’ el hombre se revela más que nunca ‘imagen de
Dios’ y lleva a cabo esta tarea ante todo plasmando la estupenda ‘materia’ de la propia
humanidad y, después, ejerciendo un dominio creativo sobre el universo que le rodea” 10. En
efecto, cuando se habla del hombre como ‘creador’, solo se le puede atribuir esta potencia en
sentido lato. Puesto que, en stricto sensu, le pertenece solamente a Dios. Sin embargo, es el
hombre que cumple en modo capital la analogía figurativa divina. Es lo que vemos de modo
concreto en un versículo del Génesis (1,27)11. Recordemos también que, “la cualidad estética
de la creación, expresada a través del reiterado uso del adjetivo tôb que indica lo ‘bello-
solamente tôb, sino tôb me‘ôd, es muy bueno”12, e incluso, muy bello, según como se
traduzca.
Y por tanto, es en ese momento creatorio que “el Artista divino, con admirable
llamándolo a compartir su potencia creadora”13. De modo que podemos decir que, el ser
humano participa de esa cualidad artística que le viene de Dios, claro está salvado las
distancias como dice san Nicolás de Cusa: “El arte creador, que el alma tiene la suerte de
10 Juan Pablo II. Carta a los artistas. Vaticano, 4 de abril de 1999. En:
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11 Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y
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alojar, no se identifica con aquel arte por esencia que es Dios, sino que es solamente una
comunicación y una participación del mismo”14. Por este motivo, llamamos al hombre
creador artístico. Y es a partir de aquí, que hablaremos un poco sobre la tercera llamada o
vocación del hombre; es decir, el ser un artista que plasma su creatividad en los diferentes
artes conocidos.
como ahora el mundo lo entiende. “Sin embargo, según la expresión del Génesis, a cada
hombre se le confía la tarea de ser artífice de la propia vida; en cierto modo, debe hacer de
ella una obra de arte, una obra maestra”15. He aquí nuestro dilema; por una parte sabemos que
tenemos la capacidad de hacer cosas artísticas a partir de otras cosas externas a nosotros. Pero
por otro lado sabemos, que podemos hacer de nuestra vida y conducta una verdadera pieza
artística donde muchos podrán ver nuestra belleza moral sobretodo. Sin embargo, siendo ésta
nuestra tercera vocación divina, producir cosas bellas interior y exteriormente, es una
situación seria y complicada, porque lleva consigo una cuestión que es relevante para toda la
humanidad, sobre todo en la historia del arte en especial. Es decir, ¿Cómo producir cosas
bellas si se lleva una vida que no es bella, es decir, inmoral? Si bien es cierto, este tema es de
suma importancia, sin embargo, su desarrollo conlleva un profundo estudio que alejaría
nuestro primer proyecto que es reconocer la vocación divina en el hombre de poder hacer
cosas artísticas. Solo desde nuestra perspectiva y objetivo vamos a resolver cierta cuestión
14 Dialogus de ludo globi, Lib. II: Philosophisch-Theologische Schriften, Viena 1967, III, p. 332.
15 Juan Pablo II. Carta a los artistas. Vaticano, 4 de abril de 1999. En:
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Es importante, dice el papa Juan Pablo II, “entender la distinción, pero también la conexión,
entre estas dos facetas de la actividad humana. La distinción es evidente. En efecto, una cosa
es la disposición por la cual el ser humano es autor de sus propios actos y responsable de su
valor moral, y otra la disposición por la cual es artista y sabe actuar según las exigencias del
arte, acogiendo con fidelidad sus dictámenes específicos”16. Razón por el cual, el artista
puede producir objetos. Pero esto, no tiene nada que ver con sus disposiciones morales. Pues,
poner en acto las capacidades operativas, dando forma estética a las ideas concebidas en la
mente.
Es importante distinguir estas dos facetas de la actividad humana. Pero más aun, es de
suma relevancia establecer la conexión entre ambas. Pues éstas se condicionan hondamente
de modo recíproco. “En efecto, al modelar una obra el artista se expresa a sí mismo hasta el
de cómo es.”17 Por consiguiente, la obra de arte que produce el ser humano sigue
manteniendo el sello original de esa vocación divina en la creación, la de ser icono de Dios;
de ese Dios que es ‘El Artista’ por excelencia y que el hombre comparte de algún modo esa
potencia de hacer cosas bellas porque él mismo es bello, mas aún, tôb me’ôd (muy bello18),
cumbre de la creación de Dios. Y esta conexión entre la vida moral y arte se confirma de
algún modo a lo largo de la historia humana. Pues, “basta recordar cuando un artista
plasmaba una obra maestra, no sólo da vida a su obra, sino que por medio de ella, en cierto
16 Juan Pablo II. Carta a los artistas. Vaticano, 4 de abril de 1999. En:
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18 Gén 1, 31ª
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modo, descubre también su propia personalidad. En el arte encuentra una dimensión nueva y
mismas obras que logra plasmar son fuente de comunicación con los otros. En efecto, es a
través del arte como es que se manifiesta ante el resto del mundo y se da a conocer tal como
es. Por ello, “la historia del arte, no es sólo historia de las obras, sino también de los hombres.
vida del hombre creyente. Por lo menos dentro del pensamiento católico, es difícil que estas
dos dimensiones estén desasociadas. Porque como se dijo antes, el hombre al ser imagen de
Dios por exclusión, es además la criatura más bella y buena que se ha visto en el faz de la
tierra. Y por tanto, tiene la capacidad artística de hacer reflejar esa imagen interna y sello
divino en todas las obras que produce e incluso en la misma vida. Desde está perspectiva, se
logra entender que la obras maestras de muchos artistas cristianos de los primeros siglos de la
historia de la Iglesia guardan esta relación donde el hombre han sabido demostrar la belleza
interna a través de la creación artística. Tomemos aquí uno de los tantos aspectos que
podemos ver en el ejemplo clásico de los Iconos del cristianismo Bizantino que en cierto
modo son la plenitud de toda comprensión del arte como reflejo del alma enamorada de su
Creador, y por tanto un arte sublime. En efecto, esta conexión, belleza artística como
arte, proporcionando aquellos materiales que pueden servir para elaborar una teoría estética
19 Juan Pablo II. Carta a los artistas. Vaticano, 4 de abril de 1999. En:
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integral. Donde la vida moral del hombre debe ser lo equitativamente proporcional al arte que
En conclusión podemos decir que nadie está cerrado a la vocación artística, puesto
que ésta es parte constitutiva de nuestra ser como imagen de Dios. Es una potencia por
desarrollar y descubrir. No obstante, sin olvidar que esta facultad es pura gratuidad divina. Y
que solo una constante vida moral nos dará las herramientas necesarias para producir un
verdadero arte, que no brota de la vanalidad y vacuidad del espíritu sino de una auténtica
armonía interior.