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Como hemos hablado ya en otro contexto, la liturgia toma conceptos antropológicos (Misterio
celebrado por el hombre). Uno de ellos lo encontramos claramente en el concepto de Iniciación.
Llamamos “iniciación” al proceso por el cual uno se integra a un grupo, esto es, no sólo ser
aceptado por quienes ya forman parte del grupo, sino también hacerse esencialmente según las
características de ese grupo, conforme con el modelo de ese grupo. Para ello hay varias condiciones:
Considerar al grupo al que se integra como un IDEAL extraordinario, de modo que justifique
cualquier clase de sacrificio, de esfuerzo (no me importa pasar por lo que sea con tal de
llegar a ser parte de ese grupo), porque lo que se obtiene al pertenecer a él es realmente
grande.
Es un proceso de cambio profundo. Marie-Madeleine DAVY dice que ese cambio tan
profundo sólo podemos compararlo con la muerte. Entonces, todo proceso de iniciación
es un proceso de muerte. Pues implica estar dispuesto morir a lo que he sido hasta ahora
para que surja alguien nuevo, y así yo pueda beneficiarme de ese grupo. No es una simple
adaptación, o un cambio superficial, sino una verdadera transformación de la persona.
Implica una transformación absoluta de la escala de valores, de modo que considere malo
lo que antes consideraba bueno y viceversa. Es un cambio de cosmovisión; y este cambio se
da a través de una serie de acciones o pasos que tienen una doble función: 1) Son un
momento de prueba (proceso personalizado, que determino si sigo avanzando o no en el
proceso). 2) Al mismo tiempo esas acciones son espacios de capacitación para que yo pueda
vivir esos cambios que se van dando en mi vida.
La iniciación se realiza a través de ‘ritos’ (entendido antropológicamente). Las pruebas y los
pasos es por donde se va dando la muerte iniciática de la que resulta un nuevo ser.
Se requiere la presencia de un líder iniciático que encarna el ideal que se quiere alcanzar y
sirve de acompañamiento y motivación en el proceso de trasformación.
Al final la integración en el grupo es tan fuerte que se llega a ejercer un papel protagónico
dentro del grupo. No se realiza una integración ‘como uno más del montón’.
San Jerónimo: la disociación del bautismo se está dando en lugares en donde el obispo
no podía llegar, sobre todo en espacios rurales. Surge de esta manera una nueva necesidad:
que los presbíteros sean aquellos que prolongan el ministerio del obispo, allí donde él no
puede llegar; realizan el bautismo, y la unción queda para el momento en que el obispo pueda
visitarles.
A la luz de esto encontramos por primera vez del concilio de Trento que se dice en 17.
4 que no conviene administrar este sacramento a quien no tiene uso de razón.