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1 Voto disidente del juez, Sr. Koretsky, en Caso RFA y Países Bajos/Dinamarca (1969).
2 TOLEDO TAPIA, FERNANDO. (1990).
3 KELSEN, HANS. (2012).
Para Kelsen, es completamente plausible que para verificar el carácter de costumbre de una
norma, bastara solamente considerar el elemento objetivo y material. Esto, debido a que la
Corte, al tener debilidad en probar el elemento subjetivo de la costumbre, renuncia
tácitamente a su existencia.
Paradigmático resulta la situación de la Declaración Truman de 1945, pues es la que inicia
la práctica de delimitación marina. En esta declaración, EEUU señala que su territorio
marítimo limitaba hasta donde existieran recursos explotables. Es evidente que el gobierno
estadounidense no tenía la convicción de estar actuando bajo derecho, puesto que era una
actitud abiertamente ilegal.
Sin embargo, fueron varios los Estados que le siguieron, y comenzaron a establecer de esa
forma su territorio marino. La pregunta que surge enseguida es, ¿fue la conveniencia la que
determinó la existencia de esta práctica? Probablemente lo fue, por lo que convendría
entender el elemento objetivo de una manera diferente, donde el acento esté en el anhelo
que tenían los Estados de que la práctica fuera considerada como norma general, más que
su creencia de estar actuando conforme al derecho internacional.
Ahora, volviendo al voto minoritario en el caso en cuestión, la visión del magistrado
Koretsky resulta decidora, por cuanto demuestra que la RFA no tuvo una posición de
objetor persistente con respecto al principio de equidistancia.
En su opinión, la RFA obró de manera suficiente como para derivar su aceptación de los
principios que establecía la convención.
En efecto, la República Federal Alemana elaboró un proyecto de ley de ratificación del
documento de la convención.
Junto a lo anterior, es menester señalar que la RFA, en el párrafo 60 de las memorias
previas a los alegatos orales, reconoce que existió un acuerdo con Dinamarca y los Países
Bajos, en la línea de considerar la equidistancia como principio válido a la hora de
determinar los límites de su territorio en la plataforma continental. Sin embargo, la RFA
establece en los mismos documentos una distinción conceptual entre la línea equidistancia,
por un lado, y el método de la equidistancia, por otro. De esta forma, manifiesta haber
estado de acuerdo solamente con la primera, rechazando la segunda4.
Para entender esta parte de la disyuntiva, es necesario volver al numeral segundo del
artículo sexto de la Convención, que establece tres formas que tendrán los Estados para
determinar la delimitación de la plataforma continental. En primer lugar, se establece el
acuerdo entre los Estados. Le sigue, de no ser posible la primera, el principio de la
equidistancia. En tercer lugar, y sólo si circunstancias especiales lo ameriten, se podrán
establecer formas para corregir la equidistancia.
La RFA invocó como argumento para deslegitimar la calidad de norma imperativa de
derecho internacional general del artículo sexto, la posibilidad de plantear reservas, que
tienen los Estados, para no hacer aplicables tales principios. Esta situación, enfrentada a la
4 Memoria de la República Federal Alemana, en Caso RFA y Países Bajos/Dinamarca (1969).
posición de los artículos primero, segundo y tercero, que el artículo décimo tercero les
restringe la facultad de reservas, bastaría para entender su carácter de norma meramente
convencional, y no como normas de derecho internacional consuetudinario.
El error, como lo señala Koretsky en su voto disidente, es hacer separables los tres
principios establecidos en el segundo párrafo del artículo sexto. Esto desconoce la
inevitable sistematicidad que tienen los principios de este artículo ¿Podría derivarse de la
posibilidad de hacer reservas a tal artículo, la calidad de norma puramente convencional de
la delimitación mediante acuerdos? Dicho de otra forma, ¿pierde su carácter de norma
imperativa de derecho internacional general la utilización de los acuerdos para delimitar
territorios, solamente porque pueden ser objeto de reservas?
En efecto, y como constatación, ninguno de los Estados firmantes de la Convención de
Ginebra sobre la plataforma continental se opuso de plano a tales principios. En los casos
de Francia y Venezuela, manifestaron que en áreas específicas, sus costas hacían imposible
la utilización del principio de equidistancia5.
Ahora, ya habiendo tratado la discusión respecto a los elementos objetivos y subjetivos en
la formación de una norma de derecho internacional general, corresponde analizar el
tratamiento que ha tenido la jurisprudencia de la Corte Internacional de Justicia con
respecto a los principios aplicables en las delimitaciones de territorios marinos.
Podemos observar claramente que la controversia central es sobre la aplicación (o no) de la
equidistancia como relevante a la hora de definir los límites de la plataforma oceánica
continental del Mar del Norte.
Al respecto, y como señala Tullio Treves, existen tres momentos o fases jurisprudenciales,
donde la Corte le dio mayor preponderancia a otros principios6.
En la primera fase, iniciada precisamente con la sentencia analizada, la corte rechaza la
aplicación de la equidistancia, contenida en la Convención de Ginebra, y se inclina por la
utilización de la equidad, pero de manera racionalizada, derivada de normas, y no derivada
del ex aequo et bono7.
En la segunda fase, se consolida esta visión sobre la importancia de la equidad, y establece
el principio de que “ninguna delimitación marítima entre Estados cuyas costas sean
adyacentes o frente a frente puede ser efectuada unilateralmente…”, junto con el principio
de “la delimitación tiene que realizarse mediante la aplicación de criterios equitativos y con
la utilización de métodos prácticos aptos a asegurar…un resultado equitativo.”8.
En la tercera fase, sin embargo, la corte comienza a revalorizar el principio de la
equidistancia, y le da el carácter de ser punto de partida para la delimitación territorial de
los mares y las plataformas continentales.
Bibliografía
Caso Jan Mayen, CIJ, Dinamarca y Noruega, Sentencia del 14 de junio de 1993.