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2.2.

El sueño de Haussman
El estudio de la ciudad no sólo atañe al urbanismo material, al fenómeno de edificar y
gestionar el espacio urbano, sino que implica profundas cuestiones de sentido sobre el acto de
ocupar y dar uso al espacio. Para abordar este tema es interesante recurrir, en primer lugar, al libro
de David Harvey Urbanismo y desigualdad social, en concreto sobre la comprensión formal del
espacio urbano y sus implicaciones materiales. Porque obviamente llevamos a cabo una práctica
inconsciente no sólo en la simulación de los CB de diseño, ordenación y gestión de la ciudad, sino
en nuestra propia experiencia práctica vital nosotros nos movemos por la ciudad y ordenamos
mentalmente la ciudad de una manera determinada que muchas veces no detectamos, ordenada y
articulada a través de categorías que vienen desarrolladas históricamente en la propia edificación de
la ciudad. Se parte del problema de la conceptualización del espacio, que no es un "concepto puro",
sino que atiende a la pluralidad de prácticas humanas. Harvey propone la pregunta "'¿a qué se debe
el hecho de que prácticas humanas diferentes creen y utilicen distintas conceptualizaciones del
espacio?'" (2007: 6) como punto de partida.
La práctica hace el espacio. Esta no es entendida como uan serie de acciones arbitrarias, sino
que se entiende que existe una regulación simbólica, ideológica, que regula y da solidez estructural
a la práctica. Por lo tanto, "si queremos llegar a un entendimiento de la forma espacial, debemos
preguntarnos en primer lugar por los carácteres simbólicos de dicha forma" (Harvey, 2007: 26).
Sólo podremos comprender el espacio si entendemos las relaciones significativas que llevan a cabo
los individuos que se mueven en ese espacio, porque es su práctica la que genera su espacio
(Harvey, 2007: 28). Por lo tanto, según Harvey, nos encontramos que para realizar un análisis
verdaderamente satisfactorio de los sistemas urbanos hay que tener en cuenta, por supuesto, la
forma material, física, de la ciudad, pero es necesario añadirle "los modelos destinados a influir
sobre los procesos sociales que se desarrollan dentro de la ciudad [instituciones y marco
simbólico]" (Harvey, 2007: 46). Por lo tanto, el estudio de lo urbano es también estudio ideológico.
Tal vez el ejemplo más conocido, citado y estudiado, sea el del París de Haussman, la ciudad
diseñada por el poder para el control efectivo de sus agentes (Harvey, 2013: 24 y ss.). Los planes de
Haussman sobre París entroncan en las reordenaciones urbanas del s.XIX de las grandes ciudades
europeas, que destacan, especialmente, en los ensanches planificados y en la apertura de vías anchas
en los centros históricos, normalmente abigarrados nudos de callejuelas. En uno de sus muchos
escritos sobre París, Benjamin habla de estas reformas de Haussman. Este tipo de remodelaciones
parten de la idea burguesa de ciudad, con calles abiertas, con una perspectiva ecléctica entre el
romanticismo por lo clásico, la monumentalidad romana, y por lo medieval-germánico, que busca
una mayor "delicadez" estética. En general, es la idea estética de la ciudad burguesa, virtuosa, clara,
"progresista", por su búsqueda al mismo tiempo de la belleza y la funcionalidad, pues pretende
sanearse a través de estas reformas (por ejemplo, la Corso Umberto I fue abierta en Nápoles tras una
grave epidemia de cólera, debido a las malas condiciones de vida en la ciudad). Pero la
remodelación de París por Haussman escondia intereses perversos, pues por un lado se expulsó a la
población obrera de clase baja que era la que por lo general habitaba en los insanos centros
históricos, expropiando sus hogares y echándolos a los arrabales y las zonas suburbanas (donde las
condiciones de vida no mejoraron; y por otro lado, estas expropiaciones alimentaron la
especulación, la subida de precios, y lo que ahora se llama el proceso de gentrificación de las áreas
urbanas (Benjamin, 1972: 187 y ss.; Harvey, 2007: 57 y ss.). Haussman "aliena a los parisinos de su
ciudad. Ya no se sienten en ella en su casa. Comienzan a ser conscientes del carácter inhumanode la
gran ciudad" (Benjamin, 1972: 188). Además, con esto Haussman quiere evitar la guerra civil: es
más difícil que los obreros se levanten si están repartidos por el extrarradio, es más difícil que
amenacen el poder político que sigue en el centro, tienen un acceso más difícil, además que de las
calles anchas impiden la construcción de barricadas, como pasó en la revolución de 1848. A pesar
de esto, la Comuna demostró que no hay calle suficientemente ancha para el valor revolucionario.
París es un buen ejemplo de cómo la práctica humana define la concepción del espacio, no
existe un modelo determinista y estadístico del espacio urbano que sea omniabarcante, que lo pueda
analizar todo desde la "objetividad teórica, que señalan cierto tipo de equilibrio natural en los
sistemas urbanos. Son engañosos. No existe equilibrio, sino desajuste que tarda en reajustarse o que
ni siquiera se ajusta satisfactoriamente (Harvey, 2007: 52). Detrás del París de Haussman, por
mucha justificación que se quiera hacer sobre la conveniencia de trasladar a la masa obrera al
extrarradio, por ejemplo, porque así se encuentra más cerca del puesto de trabajo, es decir, que se
hace por razones pragmáticas, es engañoso. De hecho, esta propia afirmación ya denotaría un fondo
ideológico que favorece la explotación de los obreros. No existe equilibro en la ciudad, no existe
homogeneidad porque existe una heterogeneidad de valores, una heterogeneidad de valores que
viene determinada por el estatus social de los diferentes habitantes de la ciudad. Esta
heterogeneidad depende de los ingresos, de la calidad de vida, de las relaciones sociales e
institucionales, etc., que a su vez genera una forma diferente de relacionarse con el espacio urbano.
Las necesidades y aspiraciones de un obrero son diferentes de las de un burgués, y su forma de
actuar sobre la ciudad y de generar espacios de vida en ella son diferentes (Harvey, 2007: 80). A
pesar de esto, a gran escala hablamos de modelos productivos que van más allá de las
determinaciones de los individuos. La ciudad se edifica en torno las decisiones y necesidades
globales de aquellos que la edifican, por lo general las clases dominantes, y, según Harvey, "parece
razonable suponer que un modo de producción dominante estará caracterizado por una forma de
urbanística dominante y quizá por una cierta homogeneidad en la forma construída de la ciudad"
(2007: 214), donde "homogeneidad" no quiere decir ni igualdad ni justicia.
Los CB rompen con todo lo anterior, y crean sistemas deterministas y homogéneos. Ya
hemos visto dos ejemplos, tal vez poco representativos y vagos pero bastante elocuentes, que
pueden dar pistas sobre el espacio que crean y el espacio que conceptualizan. El espacio que crean
es, por lo general y sin meterse todavía en valoraciones políticas, un espacio "pragmático", donde lo
que importa es el avance y el progreso, donde lo que se evalúa es la cantidad de pérdidas de las
acciones en relación a tiempo de recuperación previsible. La responsabilidad social sobre los
habitantes de la ciudad es nula. En resumen, los CB son el sueño de Haussman. Como se verá en los
ejemplos que se tratarán más adelante, en los CB la única variable importante es la cantidad de
impuestos o de dinero en general que se percibe para continuar con el diseño de la ciudad, ya que te
permite con un solo click destruir casas y remodelar barrios enteros sin que esto afecte realmente a
la ciudad. Le afecta como elemento con historia, pero no a nivel concreto, a nivel micro, es decir, no
tiene en cuenta a los habitantes.
¿Cuál se supone que tiene que ser el papel del gobernante? Supongamos que la ciudad es
todo, es decir, que el jugador es efectivamente "gobernante" de una especie de Ciudad-Estado, más
allá de su estado elíptico o "trascendental" en el contexto material del juego en el cual por lo general
el usuario no se ve representado. Se supone que, en terminos globales, el gobernante tiene que velar
por el bienestar de sus ciudadanos al mismo tiempo que busca el progreso de la ciudad. La práctica
de la política es la práctica del Estado, y en esta práctica, como dice Aristóteles en la Política, "el
Estado más perfecto es evidentemente aquel, en que cada ciudadano, sea el que sea, puede, merced
a las leyes, practicar lo mejor posible la virtud y asegurar mejor su felicidad" (IV: 2). La política es
la búsqueda de la felicidad de los ciudadanos. Hasta aquí todo bien porque, efectivamente, en los
CB se premia una buena gestión y la alegría de los ciudadanos derivada de esta con unos mayores
ingresos. Entonces, ¿qué es lo que "chirría" en todo esto? Que la responsabilidad social sobre la
vida de los ciudadanos se contruye en los CB no se depende de la práctica política, es decir, no hay
"justicia" en los CB. No hay, por ende, lo que se conoce como "justicia social" que es "una
aplicación particular de los principios de la justicia a conflictos que surgen de la necesidad de
cooperación social al buscar una mejora individual" (Harvey, 2007: 98), porque no hay sociedad.
Esa es la cuestión: construimos una ciudad en la que vive gente cuyo ánimo depende de cómo
construyamos y gestionemos la ciudad, pero esa gente no se articula como sociedad, no hay espacio
social que se vea rellenado por nada, por lo que se crea un vacío de significado y de práctica real
que afecta directamente a la gestión del espacio. Si no hay sociedad no hay valores que determinen
el uso del espacio y, teniendo presente el caso Magnasanti-Soleri, no va a haber diferencia de una
ciudad utópica a una distópica. Nos encontramos que todo ejercicio de construcción de ciudades es
un ejercicio totalitario pero que ni siquiera puede llamarse así porque no hay oposición. Y sin
sociedad no hay ciudadanos y no puede haber barricadas.
Si no hay política porque no hay sociedad (aunque se volverá sobre esto), al menos se puede
decir que hay economía. Se pueden ver los modelos generales de CB que esquematizo a
continuación para tener una idea general de la situación de estas particulares ciudades-Estado. La
base es un centralismo corporativo que tiende a la autarquía, para el cual no hay ideología, sólo
"progreso" de la ciudad. Sólo hay un interés global en que la ciudad crezca y progrese, no hay
intereses privados, y si los hay, están integrados en el interés global sin fisuras, pertenezca al sector
social que sea. Dentro de este centralismo corporativo diferencio dos modelos de ciudad:
● Modelo tradicional o "completo" (Zeus, Anno, etc): En estos casos, el espacio del que se
dispone se tiene que dedicar tanto a la edificación de la ciudad propiamente dicha como a la
producción de los bienes que son necesariosen la ciudad. Es decir, si las casas necesitan
madera o piedra para ser construidas se necesitará explotar ese recurso en el espacio
disponible; o en el caso de los alimentos, tienes que producir mediante la industria
correspondiente todo lo que los habitantes necesiten, desde productos básicos a productos de
lujo. Esto se puede complementar mediante el comercio pero suele ser sólo con
determinados productos que realmente obliguen al jugador a comerciar. Se da una autarquía
material fuerte, donde prácticamente el espacio sobre el que se edifica es todo el mundo.
● Modelo moderno o "virtual" (Cities Skyline): En estos casos, no existe una relación directa
o transparente entre producción y edificación. Es decir, que no es necesaria una determinada
producción para llevar a cabo diversas acciones de edificación o producción de alimentos
determinados para satisfacer las necesidades de los habitantes; todo se regula de forma
oculta a través del dinero. En este caso no se puedee hablar de autarquía en sentido estricto
pero sí que hay una simulación de la misma: dado que la producción está "oculta" debemos
suponer que la ciudad se autoabastece como buenamente puede, también a través de un
comercio o intercambio de bienes automático con el resto del mundo oculto.

Sin embargo, como ya se ha dicho, todo entra dentro del marco del centralismo corporativo.
Esto significa que, en principio, sólo hay una economía controlada de forma central y pragmática
que en aras del equilibrio de todos los sectores de la ciudad gestiona de forma unificada sus
recursos, con el objetivo, al menos en teoría, de simplemente hacer avanzar la ciudad manteniendo a
todos sus agentes satisfechos pues esto es lo que, en parte mantiene el equilibrio. Esto es importante
recordarlo para más adelante cuando se traten distintos juegos con sus mecánicas y dinámicas
concretas para ver cómo fallan en la representación de la sociedad y de los mecanismos de
economía política. Porque economía hay, pero economía politica no.
La economía política se encarga de las relaciones de producción en la sociedad y en la
articulación de ciertos intereses y valores dentro de un sistema económico, y la forma en que se
regulan estas relaciones entre producción y sociedad. Ya se ha dicho que no hay sociedad por lo
tanto no hay política posible ni economía política al alcance. Pero se puede aducir que sí que existen
en las mecánicas unas relaciones de producción basadas en la relación entre productos y grupos
sociales dentro del juego o del progreso de la ciudad. Por ejemplo, podemos tener un cierto tipo de
vivienda que sólo pide productos básicos y que para avanzar necesita un producto de lujo, al
proporcionárselo asciende de categoria y para que se mantenga ahí hay que seguir proporcionándole
dicho producto. Se puede decir que esto es una relación de producción que tranforma la realidad
social. Sin embargo no hay reclamaciones, hay "requisitos". No hay desigualdades sociales porque
no hay aspiraciones ni reclamaciones individuales o colectivas: si hay lo que necesitas avanzas, si
no, nada, seguirás feliz en tu lugar social asignado. Realmente sí hay desigualdad social, pero no
afecta, porque en último término, no controlamos una ciudad, controlamos una empresa.
Por lo tanto, es normal que haya un alto nivel de inmovilismo: todo está pensado, o todo
tiene que estar diseñado, para la máxima eficiencia. Se requiere la satisfacción total del ciudadano
de forma cercana e inmediata; un ciudadano por otra parte tonto, que no es capaz de buscar lo que
necesita más allá de cierto círculo de influencia. No sólo el ciudadano es incapaz de ir más allá, sino
que los servicios normalmente, si algo está sobrepasando su esfera de influencia, no dan servicio. El
habitante al final es un animal en peligro de extinción sin voluntad propia, que hay que tener entre
algodones para que produzca. El habitante exige de forma débil, y si se le da es porque conviene, no
porque obligue al gobernante. Hay diferentes casos, por supuesto, pero sigue sin comprometer
moralmente al gobernante, sólo económicamente. Existe una orientación al crecimiento. Que tiene
sentido, pero se hace de forma mecánica, eliminando formas históricas de generación de
comunidades humanas.
¿Por qué entonces el "sueño de Haussman"? Haussman lo que quería era desposeer a la clase
obrera, pero si no hay sociedad, no hay razones para llevar a cabo planes urbanísticos con fines
políticos. Pero eso no elimina la posibilidad de ser su sueño. Es el sueño de Haussman porque es el
sueño de la expropiación y el progreso libre, el progreso de los que se lo pueden permitir y pueden
mejorar, del capitalismo. Realmente, en estos sigue habiendo siempre "clases bajas", pero están en
las zonas poco atendidas, en "zonas nuevas" de paso, donde igual en el futuro se tirará y renovará
todo y vuelta a empezar. De nuevo, el fenómeno de la gentrificación. Todo es al final una
herramienta para seguir avanzando, seguir consumiendo el espacio, seguir creciendo, sin más. Se
genera en mayor o menor medida en todos los CB una homogeneidad en la práctica urbanizadora,
una "burbuja inmobiliaria" que, si se es prudente, nunca explota. Más allá de la pura gestión, parece
una pobre experiencia citadina, y el problema esta en que, precisamente no hay ciudadanos que
reclamen su derecho a la ciudad.
No es extraño que haya empezado con David Harvey y ahora termine con él. Sus obras de
geografía política están entre lo mejor dentro de la crítica ideológica marxista, y su obra Ciudades
rebeldes (2013) y la idea del "derecho a la ciudad" son esenciales para entender mi punto sobre la
crítica de los CB. El derecho a la ciudad es un invento contemporáneo en realidad, porque hasta
ahora no se ha tenido que reclamar. Es decir, no había que reclamar nada porque no se había
"perdido" nada o no se tenía esa sensación social. La ciudad era para el que la vivía. Es con la
modernidad, con el sueño urbano de Haussman y de la democracia burguesa que esconde en su
espíritu el impulso totalitario cuando la ciudad deja de ser de sus habitantes para ser para el capital,
o en general para aquellos que "manejan el progreso". Por eso aparece un movimiento que quiere
"recuperar" el derecho a la ciudad. Para Harvey el derecho a la ciudad es un "significante vacío",
que depende de quién lo llene y con qué significado. La idea de Harvey es que "solo cuando se
entiende que quienes construyen y mantienen la vida urbana tienen un derecho primordial a lo que
ha producido, y que una de sus reivindicaciones es el derecho inalienable a adecuar la ciudad a sus
deseos más íntimos, llegaremos a una política de lo urbano que tenga sentido" (Harvey, 2013: 14).
Aquí se crea una disyuntiva en los CB: ¿quién construye y mantiene la ciudad? ¿El
gobernante-jugador que actúa como una mente gestora superior o los habitantes virtuales que
componen la ciudad? Cierto es que a través de su programación los habitantes son los que se
enlazan con la producción, con los ingresos, los que a veces necesitan elementos culturales o
estéticos, o diferentes bienes y servicios. Sin embargo, ellos, como hemos visto, no sólo no
mantienen la vida urbana al menos por sí mismos, sino que se puede decir que a veces apenas si
habitan la ciudad. Por otro lado, el jugador es un trasunto de Haussman (tal y como aquí se le ha
caracterizado), es decir, un capitalista interesado en la economía, no en la política, o en una
economía que minimiza o desarticula por completo cualquier discurso político, lo que en si es ya un
discurso político. El jugador no tiene interés en la ciudad como ciudad, en la vida urbana. Sin
embargo es que la construye y la mantiene, y es quien tiene unas reivindicaciones claras, por lo
tanto, si seguimos a Harvey a rajatabla, es quien tiene el "derecho inalienable de adecuar la ciudad a
sus derechos más íntimos".
Esta es una política de lo urbano con sentido. Es la política capitalista rayana lo neoliberal
(porque sigue habiendo interés en la felicidad de los habitantes) que maximiza el beneficio de los
que se pueden beneficiar, en este caso, el jugador, para poder continuar la simulación, y mantiene y
tolera a aquellos que no se tienen por qué beneficiar pero que son necesarios para que la maquinaria
económica funcione. Dicho esto, es el jugador el que puede reclamar el derecho a la ciudad, su
ciudad, y por lo tanto es él que genera a través de su práctica una concepción del espacio, que es su
espacio, y no es más que un espacio capitalista tosco (porque además no suele haber fluctuaciones,
al menos notables). El problema está en que en realidad este espacio no es generado
intencionalmente por el jugador, sino es el que viene definido previamente a través de sus
mecánicas y dinámica. El mundo está programado para funcionar de esa manera, es decir, está
programado para funcionar bajo un sistema al modo capitalista.
A pesar de esto, hay una diferencia radical que puede darle la vuelta a la situación.
Básicamente, el jugador no vive en la ciudad que construye. Es decir, es un poder externo, la mano
invisible, pero no se ve implicado en la vida cotidina de la ciudad. Por mucho que la ciudad
funcione y sea "estable", no sabe lo que es vivir en su ciudad. Esto pone en cuestión la idea del
derecho a la ciudad, porque este se ejerce desde la ciudad. El olvido de los habitantes, la reducción
al mínimo del ciudadano, no es recuperable por otros medios en la mayoría de los CB que han
salido al mercado hasta ahora. Porque hay un vacío abismal que no se puede rellenar, porque el
jugador no tiene derecho alguno sobre la ciudad porque no vive en ella y los habitantes no tienen la
voluntad o la simple capacidad de hacerse cargo de su propia vida en la ciudad 1. Por lo tanto, en el
modelo básico de CB no sólo no hay sociedad y la imposibilidad de hacer politica: no hay
experiencia de ciudad.
La ciudad la reclama quien la vive, pues quien la vive es quien genera sentido, genera
forma-de-vida (Agamben) al generar una historia, una biografía. Resume Harvey que "la cuestión
de qué tipo de ciudad queremos no puede separarse del tipo de personas que queremos ser, el tipo
de relaciones que pretendemos, las relaciones con la naturaleza que apreciamos, el estilo de vida
que deseamos y los valores estéticos que respetamos" [...] [el derecho a la ciudad] es un derecho a
cambiar y reinventar la ciudad de acuerdo con nuestros deseos" (2013: 20). Tiene que ver con la
forma en que los habitantes cambian y evolucionan con la ciudad, cómo se adaptan a la ciudad,
cómo adaptan la ciudad a sus prácticas y cómo la ciudad se adapta a ellos. Ahí es donde arece de
forma radical el sentido. De esta forma se generan las "heterotopías" de Lefebvre, tal vez la
pesadilla de Haussman: son "espacios sociales fronterizas de posibilidad donde 'algo diferente' es no
solo posible sino básico para la definición de trayectorias revolucionarias. Ese 'algo diferente' no
surge necesariamente de un plan consciente, sino simplementede lo que le hace, siente, percibe y
llega a articular en su búsqueda de significado para su vida cotidiana. Tales prácticas crean espacios
heterotópicos en todas partes" (Harvey, 2013: 15). Y es ahí donde no encamina la crítica de los CB,
a buscar y generar estos espacios; a revertir el sueño de Haussman en su pesadilla.

1 Otros juegos similares que tienen elementos de simulación CB pero priman otros elementos, como el comercio a
secas, juegos tipo la saga Patrician implican al jugador a título individual como mercader en los asuntos de la
ciudad, pero en este caso el jugador sí vive en la ciudad.

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